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#Aguadoras
federer7 · 6 months
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Aguadoras ante la diligencia que hacía el recorrido entre la Granja de San Ildefonso y Segovia. España, 1885
Foto: José Regueira
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barbarapicci · 2 years
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#Streetart: "La #aguadora" by #Moxaico @moxaico in #FuenteVictoria, Spain More info at: https://barbarapicci.com/2023/02/21/streetart-moxaico-fuente-victoria-spain/ #streetartFuenteVictoria #streetartSpain #Spainstreetart #art #graffiti #murals #murales #urbanart #muralism #muralismo #streetarteverywhere #instastreetart #streetartphotography #streetartpics #streetartaddicted #streetartlover #igersstreetart #graffitiart #arteurbana #wallart #spraypaint #spraypaintart #contemporaryart #artecontemporanea https://www.instagram.com/p/Co9ocvrI3mF/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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carloskaplan · 6 months
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Edward Poynter: As aguadoras do Nilo (1862)
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oldsardens · 11 months
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Wifredo Lam - Las aguadoras
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pedripepinillo · 2 years
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ur literally my new fav accounttt
could u right pedri x reader where she works at barça (player, photografer whatever rlly)
headcanons donde eres la novia a de pedri y trabajas para el barça:
advertencia: lectora fem.
- en tu trabajo eras sumamente feliz porque podías ver a tu novio cada vez que quisieras
- de hecho, ahí fue donde se conocieron :)
- te habías metido de trabajo de verano hace un año para solventar gastos escolares :0
- al principio eras la aguadora, te encargabas de servirles agua a los jugadores en los entrenamientos y eso te hacía muy feliz porque siempre fuiste de la hinchada del barcelona
- los jugadores rápidamente se hicieron tus amigos porque siempre fuiste amable y buena onda con ellos
- incluso te invitaban a comer juntos en los descansos y bromeaban y cosas por el estilo.
- atrapaste la atención de pedri uno de esos días donde te levantaste con el pie izquierdo
- te habías despertado tardísimo y apenas te dió tiempo de cambiarte el pijama
- no llevabas nada de maquillaje y tu cabello era ciertamente un desastre
- pero pedri pensaba que te veías más hermosa que nunca <3
- se acercó a vos para pedirte tímidamente un vaso con agua, y comenzaron a platicar de ahí en fuera.
- te pidió tu número y se lo diste muy feliz, pensando que todo quedaría como una grata amistad nueva,,,
- agradeces al universo por que no haya sido así. pedri llamó tu atención también desde que lo viste en el juvenil, sus ojos eran hermosos y su actitud divina.
- comenzaron a hablar diario por teléfono y enviarse mensajes y también hacían facetime a cada momento
- ambos se gustaban mucho, así que el resto es historia <3
- ahora llevaban casi un año de ser pareja, y no podían estar más felices !!!!
- habías ascendido en tu puesto, luego de un tiempo de ser aguadora te subieron a ser la fotógrafa oficial de los chicos
- te gustaba mucho eso era lo que estabas estudiando en la universidad: fotografía
- muchos de los otros trabajadores no te respetaban por el simple hecho de ser aguadora antes :(
- pero cuando te subieron el puesto y el sueldo y además se entraron que salías con pedri, todos mágicamente comenzaron a tratarte bien :/
- no querías aprovecharte de la posición de tu novio pero bueno, las cosas eran así.
- aprovechabas para sacarle una cantidad INDECENTE de fotos a pedri
- literalmente te acababas la memoria de la cámara de tantas fotos que le tomabas a tu novio y eso lo ponía más que contento porque significaba que lo querías un montón
- pronto los demás chicos comenzaron a quejarse de que a ellos no los fotografiabas tanto como al canario ): así que gavi optaba por colarse en las fotos promocionales de pedri <3
- MUCHOS BESOS !!!!!
- se besan a cada segundo porque adoran la compañía y estar cerca uno del otro :’)
- los chicos hacen sonidos de asco cuando eso pasa pero pedri dice que es porque están celosos y solteros
- había algunas veces donde tu novio se ponía celoso de que convivieras con los demás del equipo, pero aprendió a controlarse y ahora estaba más que feliz por que fueras amiga de sus compañeros
- tienen citas en la cafetería del camp.
- no podrías estar más feliz con tu relación, amabas tu empleo y también a tu novio <3
nota: me alegra mucho que te guste mi cuenta, me esforzaré para que no decaiga !!! gracias por tu pedido y espero te guste !!
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supersatisfyer · 1 month
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La Aguadora
Goya
mfab.hu
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el-mar-de-la-grieta · 7 months
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Jeffrey
(...continúa)
El tiempo se ralentiza hasta casi detenerse. Siente el peso de su coraza. Nota las correas de su enorme escudo pavés apretadas contra su brazo izquierdo. Oye la respiración de Kara a su lado, suena tan firme como la suya propia. La enana es una combatiente más que competente, como todos los burmkhar que Jeffrey ha conocido. Se alegra de contar con ella para esto. Le dedica una rápida mirada, tiene su maza en la mano, cogida cerca de la cabeza y los dientes apretados, está preparada. Asiente hacia él y él le devuelve el asentimiento mientras suelta la correa que sujeta su martillo de guerra y lo empuña balanceándolo levemente. Siente su peso en la mano. Reconfortante.
Sura Mtomba se yergue en el centro del Puente de los Meleros. Mirarla desde abajo acrecienta aún más su altura. Una cincelada estatua de ébano de más de dos varas de altura. Desafía al propio invierno vestida con un peto de cuero que deja al aire sus brazos tan musculosos como los de un herrero. Su pelo recogido sobre la cabeza deja perfectamente visible su cara. Está sonriendo, es una sonrisa salvaje, una provocación, una llamada al combate. Todo en ella es salvaje. Grita algo en kiswali hacia ellos y golpea el suelo con el asta de su larga arma, una especie de guja que Jeff no ha visto antes.
Kara y Jeff se miran entre sí, ninguno la ha entendido.
-¿¡Dónde está Ezoitz!? -grita Jeff.
Ese es el motivo de todo esto, ¿no?. Jeff se sacude los hombros para relajarlos ante el inminente combate. Sura Mtomba, uno de los lugartenientes del sedente Chielde. Cuando Kara y Zahir habían alcanzado a Jeffrey por la mañana en la plaza de Tejedores era el primer nombre que habían dicho. “Sura Mtomba ha secuestrado a Ezoitz.” Para el imperial eso significaba una cosa: es la excusa que buscaban para dejar las pesadas intrigas que tanto parecen fomentar sus compañeros y pasar a una acción más directa y violenta contra la gente de Derri Chielde. Poco después, cuando todos se habían reunido en El León Agazapado y habían empezado a farfullar en mil lenguas diferentes sobre qué hacer o cómo enfocar el problema, Isto había deslizado una bolsa de monedas sobre la mesa, una abultada, para “pagar lo que haya que pagar y sobornar a quien haya que sobornar”. El viejo contable tenía una mirada mucho más fría de lo habitual. Su intención era clara, Isto pedía sangre, en parte por la sensación de culpa de haber puesto a Ezoitz a perseguir a Mtomba. Jeff y Kara habían respondido a la llamada de Isto y habían cogido la bolsa de monedas, saliendo de la taberna mientras los demás aún pensaban cuál debía ser el siguiente paso.
Kara había demostrado ser una compañera ejemplar. Hablando con las aguadoras que habían encontrado en la Plaza de San Iramel nada más llegar al barrio del Nido. Siendo cortés y correcta, hasta amistosa cuando había sido necesario. Así se había enterado de un oficio especial a cargo del mismísimo Chielde al medio día. Nadie parecía saber sobre qué versaría. Aún con el sudor frío recorriendo su espalda por la corazonada de que eso podría ser una demostración de poder, que podrían martirizar a Ezoitz o incluso ajusticiarla ante el público, aún así había conseguido mantener la compostura hasta despedirse y había tenido suficiente sangre fría para escribir una nota y buscar a un muchacho que la llevase, por un par de monedas, a sus compañeros.
Al mismo tiempo, cuando había sido necesario pasar a la acción, había corrido junto a él y había resultado una presencia intimidante. Unas calles más allá habían dado por casualidad con el macilento y obeso gañán que había tratado de robarle en su primera visita a la ciudad. Este tipo, con su piel cerosa y su pelo grasiento, con su temblorosa papada y su oronda panza, les había hecho correr durante tres manzanas antes de cercarlo en un callejón. Aquel primer día en la ciudad, la trampa del gañan le había llevado hasta Derri Chielde. Ese tipo claramente era uno de sus agentes.
Al arrinconarlo ante su puerta se le habían caído las llaves. Se había lanzado de rodillas al suelo y había implorado perdón por su vida. No cabía duda de que él también se acordaba de Jeffrey. Había tenido que repetirle medio centenar de veces que no le haría daño para que finalmente y entre balbuceos les confesase que Sura Mtomba estaba en el Puente de los Meleros. No sabía nada de Ezoitz, al parecer la kiswali estaba allí preparándose para proteger el barrio. Tampoco había nada más que sacar, fuese lo que fuese lo que había que proteger en el Nido no era de la incumbencia de Jeff. Él había ido a por Sura, Sura había secuestrado a Ezoitz. Ya sabía dónde encontrarla.
Las carreras, los temores, las amenazas y las indagaciones; todo ha conducido a este momento. Estira el cuello a ambos lados mientras Mtomba vuelve a gritar algo en su idioma hacia ellos. Les está sonriendo con esa sonrisa que llama al combate.
-¿Dónde está Ezoitz? -vuelve a gritar Jeff, esta vez más seco, mientras se adelanta para ir a su encuentro.
-Ezoitz -el fuerte acento de Sura hace que ni siquiera parezca un nombre. Se ríe con una sonora carcajada y prepara su arma para salir al encuentro de Jeff.
“Sabe donde está, la tiene ella.” -piensa el joven imperial- “Sabe donde está y se está riendo de nosotros.”
Los acelerados pasos de unas rígidas botas a su espalda revelan el motivo de la carcajada. Cuatro matones de aspecto hosco entran en el puente tras ellos. Un rápido vistazo. Sólo uno lleva una espada, dos de ellos garrotes de madera forrados de latón, el cuarto un hacha pequeña de cabeza pesada. Se cubren con harapos. Chielde debe de tener un ejército de desposeídos como esos listos para matar o morir por él. Por un instante Jeffrey se replantea sus actos. El poder del sedente en el Nido es mayor de lo que pensaba. Es tarde para replantearse nada.
-Me los quedo -la voz de Kara es serena y firme.
La enana se da la vuelta y deja a Jeff en lo alto del puente. Con un sonoro grito carga hacia ellos. Una contra cuatro. Una seca palabra en kiswali y un destello cegador repentino sirven a Jeff como prueba de su error al apartar su atención de Sura. Trata de reaccionar con la mayor velocidad posible y con un hábil giro se parapeta detrás de su escudo de torre en el momento justo en el que la guja de su enemiga impacta contra él. El crujido es ensordecedor. El escudo se parte por la mitad y comienza a arder. Sura ríe y da un paso atrás, presentando su arma de nuevo ante Jeff. La hoja al final de su asta arde con un fuego blanquecino tan potente que el imperial entrecierra los ojos.
Jeffrey tarda unos segundos en recomponerse. Varios pedazos de lo que un instante antes era su escudo siguen colgando por los correajes de su brazo izquierdo. Las llamas se propagan por los restos de madera, lamiendo su armadura. De un tirón, el imperial consigue arrancar los restos de su brazo y los arroja con fuerza a la cara de su oponente. Viéndose libre de la impedimenta del escudo, deja caer su martillo y alza la mano sobre el hombro. La ropa de Sura Mtomba ha comenzado a arder y, mientras se sacude para apagarse, Jeff tiene el tiempo suficiente para soltar el cinturón que fija el espadón a su espalda y lo desenvaina.
El fuego del arma de Sura se desvanece antes de que ella termine de apagar las llamas de sus ropas. Jeff alza su imponente arma por encima de su cabeza y dando un paso hacia adelante descarga un potente mandoble descendente. La kiswali interpone su arma en el último momento entre el espadón y su cabeza, haciéndolo resbalar hacia un lado. El acero muerde la carne a la altura de su hombro. Se oye el crujido del hueso al romper y la coraza de cuero se abre como un libro, descubriendo un pecho ensangrentado. El suelo de roca del puente descarga una lluvia de chispas cuando el espadón completa su trayectoria contra él.
La herida es grave. La sangre brota a borbotones y chorrea por los restos de la coraza de cuero, formando un charco en el suelo. Sura se apoya un instante sobre el asta de su arma y da un paso atrás con un grito de dolor. El grito se transforma en un rugido gutural mientras vuelve a incorporarse; un rugido de rabia que hiela la sangre de Jeff. La kiswali parece ignorar el dolor de la grave laceración de su hombro. Toda su carnadura se tensa a la vez, como si su cuerpo al completo tratase de hacer un enorme esfuerzo. Cada músculo se marca bajo la piel, temblando de ira. Clava sus ojos enrojecidos en Jeff. Su mirada es una promesa de muerte.
-¡Ukhutsa! -la sangre brota entre sus dientes apretados al rugir de nuevo la orden.
La hoja de la guja se envuelve en una espiral de furibundas llamas. Sura carga contra el imperial, blandiendo su arma con amplios y frenéticos giros. Jeff se aparta, esquiva, cede terreno. Un torbellino de fuego y acero se cierne sobre él, obligándolo a retroceder y arrinconándolo contra el pretil. El calor sofocante le impide respirar y su defensa comienza a fallar. Su armadura se ennegrece con cada golpe. Siente el dolor en las costillas bajo una melladura de su coraza. La sangre gotea por su muslo. La situación parece escapar de su control.
El joven guerrero intenta abrirse hueco mediante su arma pero su rival no cede; blande la guja con tal velocidad que el espadón de Jeff resulta demasiado lento para penetrar en el ardiente ciclón. Desesperado, por la situación, agacha la cabeza y se lanza contra sus piernas. La llameante hoja vuela sobre él a menos de dos dedos de su oreja derecha. El penetrante olor a pelo tostado es el único resultado del ataque. Una vez dentro de la tormenta Jeff puede ver con claridad la situación. Sura blande el arma manteniendo un perímetro de llamas a distancia, pero dentro de él sólo está el asta. Asumiendo un golpe con la madera, el imperial cambia la trayectoria y alza el hombro, golpeando con fuerza contra la cadera de la kiswali, desequilibrándola.
Dos pasos hacia atrás. El calor del fuego se aleja lo suficiente. Jeffrey arrastra el espadón por el suelo tras él mientras se levanta y recupera el aliento. Antes de que su enemigo se estabilice, lanza un tajo diagonal desde abajo. Sura no lo ve venir hasta que es demasiado tarde. Da un salto hacia atrás, evitando que el imperial la corte por la mitad pero la punta del espadón golpea en su cadera. Sura Mtomba gira como una peonza y cae al suelo.
-¡Ríndete! -jadea Jeff, tratando de ser tan intimidante como le permite su magullado cuerpo- No quiero matarte, sólo quiero a Ezoitz.
Sura murmura algo en kiswali mientras se apoya pesadamente en el asta de su arma, tratando de retroceder cojeando. Su vista sigue clavada en Jeff.
-¡He dicho que te rindas!
La furiosa expresión de Sura comienza a desvanecerse. La pérdida de sangre hace que sus labios tiemblen cuando intenta volver a hablar. Su mano resbala por el asta de la guja mientras la kiswali cae sobre sus rodillas. Una repentina mueca desfigura su rostro. Ya no queda ira en su mirada, sólo una aterradora expresión de dolor y miedo. Las llamas que cubren la hoja pierden intensidad, se tornan rojizas y finalmente se extinguen. Sura Mtomba yace muerta sobre un charco de sangre en el puente de los Meleros.
“Kara.” -Jeff se gira bruscamente. Uno de los cuatro matones se arrastra por el suelo hacia la salida del puente con la mandíbula rota por un mazazo. Sus tres compañeros huyen sin mirar atrás. Salvo por algunas magulladuras menores, parecen suficientemente sanos para correr. El de la mandíbula sí recordará esta mañana. Kara parece estar bien. Arañazos y cortes poco profundos y algún moratón sin importancia. Está plantada en mitad del paso del puente con la maza balanceándose al final de su brazo. Su lucha no ha sido tan brutal como la de Jeff, sólo ha estado conteniéndolos. Ha sido la decisión correcta. En cuanto han visto caer a su líder han echado a correr.
Kara se acerca hacia él frotándose el hombro derecho. Para a su lado y durante un instante ambos miran el cadáver. Jeff recoge su martillo unos pasos más allá y al volver levanta la guja de Sura. Es sorprendentemente pesada. No lo parecía en sus manos cuando la blandía. La hoja está fría al tacto. Jeff golpea con el asta en el suelo un par de veces, trata de recordar infructuosamente la palabra en kiswali que ha oído pronunciar dos veces. No hay manera de hacer que vuelva a encenderse.
-Había una orden para capturarla o matarla -la voz de Kara devuelve a Jeff a la realidad-. Creo que no hay recompensa, pero al menos no nos detendrán por esto.
-¿Una orden?
-Cuando estábamos saliendo del León Agazapado Kaishun comentó algo -explica la enana-. Deberíamos llevarlo a la guardia.
Jeff mira a su alrededor buscando un guardia, un golpe de suerte. No hay nadie. El puente ha quedado completamente vacío durante el combate. Alza la vista con resignación. El sol está alto en el cielo, falta poco más de una hora para el mediodía. No pueden dejar allí el cadáver. Jeff se plantea decapitarlo y entregar la sólo la cabeza a la guardia. Ha oído a Sardo contar historias de cazarrecompensas; siempre entregan cabezas tras matar a un fugitivo escondido en alguna cueva en las montañas o dar caza a un grupo de forajidos en los bosques de algún noble. Kara se está echando ya el cadáver completo por encima de los hombros mientras lo mira. ¿Ha notado sus intenciones? Jeff desecha su idea. Incluso él es capaz de entender que eso puede hacerse en una montaña perdida o en mitad de un bosque, pero no en el centro de una ciudad atestada de gente. No pueden dejar un cadáver descabezado en mitad de un puente.
Tras un momento de vacilación deciden ir hacia el norte. La Plaza de los Meleros está atestada de gente. Los curiosos se arremolinarán a su alrededor y la historia correrá como la pólvora. Tendrán que dar mil explicaciones a los guardias cuando les paren y les acusen de perturbar el orden. Pero con todo y con eso es mucho mejor que intentar llevar el cadáver de Sura a través del Nido. Las calles están mucho menos concurridas, pero cualquier exaltado podría tratar de tomar represalias.
La plaza es un hervidero, aún peor de lo que habían pensado. Los carros de comida generan aglomeraciones de gente en los pocos espacios libres que dejan las mesas con las que las tabernas ganan espacio a la calle. Los pocos huecos libres de suelo los ocupan rápidamente charlatanes, predicadores y mendigos. La víspera de un torneo en todo su esplendor. Jeff aparta gente a empujones y codazos para dejar paso a Kara. La enana se maneja bastante bien a pesar de que el cuerpo de la kiswali duplica su altura. Cada movimiento brusco informa al imperial con precisión de sus múltiples heridas. El avance es muy lento. Cada vez que consigue avanzar un poco, Kara se queda atrás.
-Vete -dice la enana al fin-. Falta poco para el oficio de Chielde, nuestros compañeros van a ciegas. Corre.
-Pero hay que entregar…
-Yo me ocupo -Kara resopla mientras se recoloca el cadáver sobre los hombros-. Es una tontería que estemos los dos aquí.
Jeff levanta la vista por encima de su compañera. El gentío es una masa casi uniforme que amenaza con tragarse a la enana. Los pocos lo suficientemente cercanos como para fijarse en la estampa reaccionan con asco, miedo o sorpresa ante el paso de la comitiva fúnebre. La masa permanece impasible pocos metros más allá. Dirige una última mirada a su compañera. Su cara denota un esfuerzo contenido pero ante todo una férrea determinación. “Ojalá más gente fuese como los burmkhar” -piensa mientras se da la vuelta y aprieta el paso hacia el este.
El blasón de los Altamadera preside la fachada principal de su mansión en la plaza a la que da nombre. La aglomeración de gente ha quedado atrás hace unas calles. Jeff se detiene a recuperar el aliento. Casi sin darse cuenta había empezado a correr. Mira el reloj de sol sobre el escudo del duque; ya es mediodía. El sermón debe de haber empezado. Sus compañeros estarán ya allí sin saber que han matado a Sura Mtomba. Las cosas pueden torcerse muy rápido. Descarta su plan inicial de bajar hasta los puertos y rodear por completo el Nido. Debe arriesgarse. Enfila hacia el sur, para tomar el puente del santo. Es el camino más rápido. Tras unos cuantos pasos rápidos comienza a correr de nuevo. Siente el dolor de los cortes en el muslo derecho. Aprieta los dientes.
Tarda tan solo unos minutos en alcanzar la plaza de la parroquia de San Iramel. Una multitud de gente está congregada allí esperando a Chielde. Huderto Doscasas y Grac Fragnon están ante las puertas del templo, en lo alto de las escaleras, los reconoce al primer vistazo. La mayor parte de las personas están sentadas o arrodilladas en el suelo, un leve murmullo de conversación se esparce por la plaza, lo suficientemente bajo para no perturbar el ambiente sacramental. Jeff no puede evitar comparar la solemnidad de esta multitud con la alegre algarabía de la que ha dejado atrás. El torneo no ha llegado hasta aquí.
Doscasas y Fragnon bajan las escaleras rápidamente mirando hacia Jeff. Tarda un instante en comprenderlo. La adrenalina se disipa. Mira a su mano derecha. La guja de Sura está allí. Ha corrido con ella por media ciudad. ¿Cómo puede no haberlo pensado antes? Tiene el impulso de soltarla, pero es tarde. El arma se yergue a su lado como un estandarte que cuenta lo que ha ocurrido. El imperial tensa sus doloridos músculos. No puede permitirse otro combate en su estado. Valora opciones, si echa a correr ahora alguno de los hombres de Chielde podría lanzar a toda la multitud contra él.
Zahir aparece entre la multitud que se congrega cerca de la fuente en el centro de la plaza. Jeff respira aliviado, al menos no está solo. El djebel ha visto la situación y consigue ponerse junto al imperial antes de que Fragnon y Doscasas los alcancen.
-¿Qué ha pasado? -pregunta Zahir en un atropellado imperial- ¿Dónde está Kara?
-Está bien -alcanza a decir Jeff.
Va explicar que se ha quedado el cadáver de Sura para entregarlo, pero Huderto Doscasas está demasiado ya demasiado cerca como para que sea una buena idea. Jeff da un paso atrás y trata de ponerse en guardia sin llamar aún más la atención. Zahir lo imita, guardando la mano entre los ropajes, probablemente asiendo una de sus espadas. Doscasas se detiene a una distancia prudente y gruñe algo en parduense que Jeff no entiende.
La voz de Doscasas, áspera y gutural, transmite un enfado que trasciende las barreras idiomáticas. Se aparta la capa y la espesa barba entrecana y larga con un ademán de enfado, dejando ver una armadura de cuero negro tan desgastada que parece más cómoda que muchas camisas. Sus pobladas cejas forman un ceño iracundo sobre unos ojos hundidos y brillantes. El pelo más cano que negro comienza a ralear por arriba. Mide una cabeza menos que Jeff pero es ancho e imponente, con un torso amplio y brazos fornidos. Podría haber sido un enano estupendo, piensa el imperial.
-Pregunta por eso -Zahir le traduce señalando la guja.
-Ezoitz, pregunta tú por Ezoitz -Jeffrey está demasiado enfadado para modular su tono al hablar con el djebel-. A la mierda la muerta y su arma. ¿Dónde está Ezoitz?
-No sabemos nada de esa chica, cretino.
Grac Fragnon ha alcanzado a su compañero. Por suerte él sí parece hablar la lengua de Wend. Parece la antítesis de Huderto Doscasas en casi todos los aspectos. Casi tan alto como Jeff, esbelto y ágil. Con una cuidada cabellera castaña que cae rizada por un lado de su cara lampiña. Viste elegantemente, no como un noble ni un gran comerciante, pero sí con cierta elegancia al estilo de la Gran Cuenca del Caissai.
-Anoche vuestra compañera apuñaló a su acompañante y se la llevó -la voz de Zahir trata de ser más conciliadora.
Doscasas gruñe algo en parduense que hace que el djebel tuerza un poco los labios.
-Sura estuvo con nosotros anoche -interviene Fragnon, sigue sonando igual de hostil mientras lo señala-. Llevas su arma, ¿qué has hecho con ella?
-Tuvimos un combate -Jeff duda por un instante-. Ella sabía dónde estaba Ezoitz, se rió al preguntarle.
-Ella no entiende tu idioma bárbaro, cretino.
“No entendía” -piensa Jeff y su cerebro hace énfasis en el pasado- “, esa salvaje no entendía el idioma de la civilización.”
-Luchamos los dos. Ella me hubiese matado si hubiese podido -dice finalmente.
El mensaje parece haber quedado claro para Fragnon. Comenta algo en parduense con su compañero y Doscasas tuerce el gesto con una mezcla de pena y rabia, mirando a Jeff. Lo señala con un rechoncho dedo acusador y vuelve a gruñir algo en su idioma, el imperial entiende el nombre de Mtomba . Esta vez es Zahir el que ejerce de traductor.
-Dice que te respeta como guerrero, pero que no tienes derecho a llevar esa arma.
-Dile que es mi trofeo de combate y que si no quiere que me quede también con su hacha… -corta bruscamente al recordar que Grac Fragnon sí puede entenderlo.
El jaque caisanés esboza una petulante sonrisa de suficiencia. Claramente lo ha entendido. Lo más doloroso es que parece tan convencido de que Jeff no puede cumplir su amenaza como el propio Jeff.
-“Cuidado con el jaque, su estoque irradia magia” -la voz de Luzio resuena en su cabeza, Zahir parece oírla también- “. También siento algo en la armadura de Doscasas.”
Jeff mira a su alrededor, Luzio no está por ninguna parte. La cara de Zahir, aunque intenta ocultarlo, refleja que él también lo ha oído. Dirige su vista hacia el estoque de Grac. De buena factura, fino, esbelto como su propietario. Parece de muy buena calidad, pero está usado. Muy usado. Lo poco que se ve de la armadura de Huderto refleja también un uso continuado. Jeff mira la guja en su propia mano. También es mágica, también muestra una vida de largo uso. Derri Chielde se ha rodeado de combatientes competentes y veteranos.
-No queréis pelear -indica con su habitual petulancia Grac Fragnon-. Vosotros tres contra toda una plaza. No tenéis nada que hacer.
-Somos dos -Zahir suena muy poco convincente.
Fragnon hace un gesto con la cabeza por encima de su hombro. Jeff sigue el gesto con la vista hasta un florido patio junto a la parroquia. Sardo está allí, fingiendo desinterés pero mirando en su dirección. El viejo mercenario entiende lo que significa que Jeff lo haya mirado. Abandona el patio y se acerca dando un rodeo. La parte positiva, piensa el imperial, es que no parece que sepan nada del Luzio.
-Dejad el arma de Sura aquí -la voz de Fragnon suena por primera vez completamente seria-, no volváis a pisar el Nido. Alguien os ha mentido.
-Pero vuestra compañera se rió de Ezoitz cuando…
-Y el tipo apuñalado la vio huir -Zahir interrumpe a Jeff-. La describió perfectamente.
-Y yo os digo que estuvo aquí toda la noche, preparando el oficio de hoy con nosotros y el sedente -nada en la voz del jaque parece indicar que miente. Está molesto, más aún, enfadado por la acusación constante.
-Aquí hay algo raro -Zahir susurra hacia Jeff, inclinándose hacia él.
-No hace falta derramar más sangre -añade Grac Fragnon.
-¿Y qué pasa con Ezoitz?
Huderto Doscasas vuelve a intervenir, habla durante un largo rato, con una voz profunda y grandes gestos con las manos. Jeff oye en dos ocasiones el nombre de Ezoitz y una el de Mtomba. Parece conciliador aunque su tono sigue siendo hosco. Grac asiente varias veces a lo largo de la intervención de su compañero. Zahir interviene de vez en cuando respuestas afirmativas y alguna que otra pregunta breve.
Zahir apoya la mano en el hombro de Jeff. Tira de él con algo de fuerza, apartándolo de la conversación. Su mirada es grave. El imperial cede tras un instante. Se apartan del lugar mientras Doscasas y Fragnon les siguen con la mirada. Los dos se dirigen hacia la salida de la plaza, Sardo espera allí.
-Nos vamos por ahora -dice Zahir cuando alcanzan al cazarrecompensas-. Ofrecen reunirnos esta noche en el patio de la parroquia. Jeff y yo solos, con ellos dos.
-Huele mal -opina Sardo.
-Huele mal -asiente Jeff-, pero parecían sinceros.
-Sí, no parece que supieran nada de Ezoitz.
-O mienten mejor que vosotros -gruñe Sardo-, no olvidéis que aquí todo el mundo piensa que Chielde y su gente son poco menos que santos.
Caminan de vuelta al León Agazapado. La sombra de la duda les acompaña. ¿Puede que Mtomba no secuestrase realmente a Ezoitz? Han gastado mucha energía en seguir esa pista, suponiendo que la gente de Chielde la ha secuestrado. Si no han sido ellos, han perdido una cantidad de horas tan abundante como peligrosa para el bienestar de su compañera.
-¿Vais a ir? -pregunta Kaishun cuando acaban de comer.
-Hay que esperar a que vuelva Luzio. No saben que está allí, ¿no? -León mira al grupo con cautela por encima de las manos que mantiene ante su boca.
-Sería bueno saber sobre qué versaba el oficio -apunta Kara.
-Claro que vamos a ir -opina Jeff-. Claro que vamos a ir.
(continúa...)
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nedsecondline · 2 years
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Streetart – Moxaico @ Fuente Victoria, Spain
Moxaico @ Fuente Victoria, Spain Title: La aguadora Location: Fuente Victoria, Spain Artist: Moxaico USEFUL LINKS: Moxaico in this blog | Website | …Streetart – Moxaico @ Fuente Victoria, Spain
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qoctc · 2 years
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El Gobierno de Michoacán, a través de la Secretaría de Cultura del estado (Secum), presentó este fin de semana el Ballet Folklórico de Michoacán (BFM) en la Feria Estatal de León, Guanajuato, con un programa que representa la riqueza cultural de la entidad. Algunas de las danzas y cuadros presentados fueron la danza de los negros, de las aguadoras, de la siembra, de las mariposas, de los viejitos, además de sones y gustos de Huetamo, con la participación de la Orquesta de cuerdas Erandepakua, bajo la dirección de Edilberto Morales Martínez. (en Feria Estatal de Leon) https://www.instagram.com/p/Cnc0IPnP27O/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Francisco de Goya y Lucientes, el Sordo de Fuendetodos...
Francisco José de Goya y Lucientes1​ (Fuendetodos, 30 de marzo de 1746-2​Burdeos, 16 de abril de 1828)a​ fue un pintor y grabador español.
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  Francisco de Goya: “La aguadora”. Oil on canvas, 68 x 50,5 cm, 1808-1812.
Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. Su estilo evolucionó desde el rococó, pasando por el neoclasicismo, hasta el prerromanticismo, siempre interpretados de una forma personal y original,3​ y siempre con un rasgo subyacente de naturalismo, del reflejo de la realidad sin una visión idealista que la edulcore ni desvirtúe, donde es igualmente importante el mensaje ético. Para Goya la pintura es un vehículo de instrucción moral, no un simple objeto estético.4​ Sus referentes más contemporáneos fueron:Giambattista Tiepolo y Anton Raphael Mengs, aunque también recibió la influencia de Diego Velázquez y Rembrandt.5​ El arte goyesco supone uno de los puntos de inflexión que entre los siglos xviii y xix anuncian la pintura contemporánea y es precursor de algunas de las vanguardias pictóricas del siglo xx, especialmente el expresionismo.5​6​ Por todo ello, se le considera uno de los artistas españoles más relevantes y uno de los grandes maestros de la historia del arte mundial.
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jareddiccionario · 2 years
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parque jaime duque 
parque de los novios
el museo del hombre
el museo de la fiscalía
café san moritz
pasaje hernández
el cementerio central
casona del salto de tequendama
calle del sol
barrio ciudad montes
el sendero la aguadora
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federer7 · 1 year
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La aguadora. Galindo y Perahuy, Salamanca, España. 2012 julio
Foto: Victorino García
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transpigeon · 4 years
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francisco de goya, la aguadora, 1808-1812
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oldsardens · 3 months
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Unknown artist. Spanish school; 19th century - Andalusian Aguadoras
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martius2 · 5 years
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aguadora
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national-spain · 3 years
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(549x700) Aguadoras en Plaza Mayor, Madrid, años 1940. Foto vía @jfkwarren.
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