Marzo 31, 2024
Kamikakushi
¿Es necesario entonces ser conservador o más bien, puesto que conservar las cosas en el estado en que se encuentran es la fórmula más segura para perderlo todo en el momento en que todo es puesto en duda, es necesario ser revolucionario, rehacer este mundo mal hecho para salir del problema, apostarlo todo sobre un nuevo porvenir que se cree ver brotar en la indecisión de las cosas? ¿Pero qué es este fin de la historia del cual algunos hacen depender todo? Se supone una cierta frontera más allá de la cual la humanidad deja al fin de ser un tumulto insensato y vuelve a la inmovilidad de la naturaleza. Esta idea de una purificación absoluta de la historia, de un régimen sin inercia, sin azar y sin riesgos, es el reflejo invertido de nuestra angustia y de nuestra soledad.
Maurice Merleau-Ponty
Y ahora, haré mi paso de siempre, diré, como dije tantas veces antes, de otras, que querría escribir sobre esta película. Querría escribir sobre cómo dos hombres –dos samuráis– que se han querido y respetado –y entre los que algo de aquello quizá subsista aún, al menos en uno de ellos– se encuentran sobre una montaña cubierta de nieve, en un combate, sólo aparentemente, final y sólo aparentemente parejo.
Uno, Tatewaki, eligió permanecer fiel a su amo, conservar a cualquier costo la vida como la ha conocido siempre –no puede, no sabe, imaginar otra cosa–. Ha estado quieto casi toda la película, deliberando, rodeado de otros hombres importantes de la casa de su señor, o escuchando los consejos de los que le obedecen, o dando órdenes desde sus habitaciones de madera suave y luz tenue.
El otro, Magobei, se hizo ronin. Abandonó la casa del señor, dejó a la mujer con la que iba a casarse y hace tres años que, como un espectro, erra entre el borde del mar y las aldeas de pescadores, muy cerca de donde ha visto cometer un crimen imperdonable, muy cerca de donde también ha comprendido por qué. Por qué se puede cometer un crimen así, en nombre de qué.
Ese crimen que lo convirtió en espectro, por el que eligió, a la seguridad de su hogar, una vida vagabunda, lo cometió Tatewaki –u otros en nombre de él, pero él dio las órdenes–. Una aldea entera de pescadores fue masacrada para ocultar otro delito, uno mucho menor para nosotros, pero que se castigaría, sin duda, más duramente: un robo a la corona, podemos llamarlo, en el que los aldeanos habían sido obligados participar y del que, por lo tanto, eran también testigos.
Pero la masacre nunca fue admitida, los cuerpos fueron hurtados, Tatewaki hizo esparcir el rumor, que en las aldeas vecinas se daba por hecho, de que se había tratado de un kamikakushi: un espíritu maligno, quizá en forma de bandada de cuervos, había sustraído a los hombres, mujeres y niños de toda una aldea sin dejar rastros de ellos.
La película nos cuenta todo esto en secuencias que confunden y entrelazan tiempos y lugares, obligándonos a reconstruir la historia y los mitos que de ella se han forjado, un poco como Magobei mismo tiene que darse cuenta de qué ha pasado realmente, y de qué sigue pasando.
Y lo que convierte a Magobei en un muerto viviente no es tanto la consciencia, también atormentadora, del crimen cometido por su amigo, como haber cerrado los ojos ante él, haber partido para no ser cómplice, pero, con su silencio o su inacción, dejar abierta no sólo una herida, sino además la posibilidad terrible de que el crimen se repita. Y eso es que lo está por pasar: una promesa rota –siempre hay promesas rotas–, una tragedia que se acerca y que todavía se puede, sin embargo, impedir.
Por eso, estos dos hombres están ahora frente a frente, en un combate sólo aparentemente entre iguales (y sólo aparentemente final). La actividad de Magobei ha obligado a Tatewaki a ir a su encuentro. Ya no puede contemplar el drama desde la seguridad de sus habitaciones, o desde la cima de un promontorio, como lo vimos apenas recién, como había querido mirar la escena de su nuevo crimen que resultó impedido. Magobei en cambio, si sigue activo, ya casi no puede moverse, se ha movido tanto... Acabamos de verlo librarse de las ataduras que lo mantenían pendiendo de un árbol, para presa de los cuervos (los cuervos son importantes en esta película); hundirse, el cuerpo liado por las sogas, en un agujero de nieve; conseguir desatarse y salir; matar al esbirro de Tatewaki que iba a rematarlo; trepar un acantilado altísimo y escarpado; luchar en lo alto del promontorio, en medio del fuego... y no sé cuántas cosas más. Tan exhausto está que no se da cuenta –creemos que no se da cuenta– y mientras retrocede ante el avance de Tatewaki, Magobei cae en un pozo. Está casi inmovilizado por su propia situación, mientras Tatewaki se abalanza sobre él. Y entonces, pasa lo inaudito: Magobei no estaba quieto y su consciencia estaba más activa que nunca. Encuentra el movimiento preciso, un movimiento que aprovecha la actividad de Tatewaki a la que la suya propia lo había obligado antes, y termina con él. La película, la vida, sigue un rato más.
Haré mi paso de siempre –decía–: querría escribir sobre todo esto, pero, ¡ay!, no tengo tiempo.
cm
Goyokin, Hideo Gosha, 1969
123 min., Japón, japonés
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Kamikakushi Gameplay Full Game PC
Kamikakushi By ObakeNekoWorks walkthrough part 1 and until the ending will include the full gameplay on PC. This video is recorded in 720p 60FPS on PC. You can complete this game easy. I will show you how to play, watch and learn. If you enjoyed the video, please visit my youtube channel and leave a like and subscribe. It really means a lot!
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