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opheliarhoda-blog · 8 years

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Capítulo I: A New Melody

Una Nueva Melodía

Desde pequeño, siempre quise pertenecer a la organización y nunca tuve el valor para entrar. Eso fue hasta que hice una promesa y decidí intentarlo. Mi madre estaba en desacuerdo con ello, pero era hora de emprender mi camino para cumplir mi sueño, abandonando todo lo que tenía por ello. No imaginaría que meses después estaría al borde del fracaso.

Empecé como un caballero débil, miedoso y torpe, pero muchos hechos me cambiaron. Los demás miembros, quienes iban conmigo a las misiones, se burlaban de mí a mis espaldas. No sólo por esos tres defectos, sino que…

- Un caballero no es nada, sin su honor y su dama.

Después de todo, solía ir en solitario.

Los únicos que mantenían mis esperanzas eran dos personas, dos amigos especiales. Se trataba de un hombre y una mujer. Un hombre de cabello negro corto, llamado Axel Sonne. Sus ojos azules eran impresionantes, pues a veces podían ver a través de mí. Cuando me veía decaído, él me animaba enérgicamente. La otra persona era su compañera Reyvateil, de nombre Alesse Eberhard. Una mujer de cabello castaño usualmente recogido en una trenza. Sus ojos verdes con un aro color morado oscuro irradiaban una reconfortante calidez a cualquiera que no se presentara como su enemigo.

Siempre íbamos los tres de aquí para allá, recorriendo el pueblo o dando una vuelta para tomar aire, pero al contrario que yo, Axel sí tenía una compañera a la que proteger y ella confiaba plenamente en él. Después de todo, ambos se llevaban muy bien, hasta el punto de ser pareja. Y aún así, a pesar de sus propios asuntos que atender, ellos me apoyaban hasta el punto de disculparse porque no pudieron hacer nada por mí.

Un lunes como cualquier otro, la administración central de Raising Sun envió una carta donde notificaba que de no conseguir una compañera en siete días y establecer una relación permanente con ella, sería expulsado. En ése momento llevaba más de un mes y medio sólo. No había solicitudes de Reyvateils para mí, seguía siendo un Guardián solitario y el problema era que si no tenía compañera, no tenía nada que hacer allí. Podía reconsiderar alguna de los otras organizaciones, pero tendría que abandonar todo, migrar a otra ciudad y comenzar desde cero. Aunque en realidad, con el pasar del tiempo la idea me sonaba cada vez más tentadora.

Muchas veces, Axel intentó animarme en vano. Ésta vez era algo serio. Cuestión de vida o muerte, crecer o perecer. Estuve varios días en el aire, intentando convencerme de que abandonar era lo mejor hasta que un día, exhausto, salí a dar una vuelta por la ciudad. Las casas de madera realmente no hacían juego con el edificio de la organización. Éste tenía un ambiente bastante tecnológico, mientras las casas eran simples. Aún así, el ambiente era agradable. Sobre todo la plaza, donde cientos de personas rondan a lo largo del día. Los arboles se mecen, liberando hojas que vuelan por los aires y terminando cayendo al suelo. Niños jugando con sus padres, o sus amigos. Parejas acarameladas riéndose e incluso ancianos y jóvenes compartiendo, pasando el tiempo con juegos de mesa.

- Necesito una compañera.

Ésas palabras salieron por mi boca inconscientemente, mientras me sentaba en el borde de una gran fuente y miraba al suelo fijamente. Mi mente estaba agotada. Estaba cansado de vivir. Sólo quería que aquel sufrimiento terminara.

- Lo que necesitas es sonreír. - dijo alguien a mi lado, lo que me impresionó. - Esa es una de las clave para atrapar a las chicas.

La voz provenía de un hombre sentado a mi lado izquierdo. Lentamente, sin subir la cabeza, miré a la persona y noté que era un hombre mayor. Su cabello era canoso y tenía una expresión muy severa. Se hizo un poco irónico que hablara de sonrisas teniendo esa expresión. Sin embargo, cuando sus ojos verdes grisáceos se dirigieron a mí, una gran sonrisa amable apareció en su rostro a la vez que su ceño se alivió. Por ello, el mío se arqueó en angustia. Apesadumbrado, abrí mis piernas y afinqué mis codos sobre ellas mientras bajaba la cabeza.

- Aunque sonría, no podré cambiar el hecho que no soy bueno…

- ¿Quién ha dicho que no eres bueno? - preguntó el hombre, por lo que subí la mirada un poco.

- Todos lo dicen. - contesté, melancólico. - A mis espaldas…

- ¿Y por qué les prestas atención?

Ante su interrogante, bajé la cabeza de nuevo.

¿Por qué?

Era una pregunta difícil. En esos últimos meses había pensado que ya no importaba lo que dijeran lo demás. Entonces, ¿por qué seguía preocupado por ello? Al parecer, nada había cambiado. Seguía siendo Cain Himmel, el tonto que entró a la organización siendo débil, torpe y cobarde. Aquel que simplemente cambió a fuerte, hábil, solitario y cobarde.

- Joven, ¿Cuál es tu sueño? - preguntó el hombre, sacándome de mis pensamientos. Sin embargo, sólo moví la cabeza en negación - Debes tener alguno, ¿no?

- Mi único sueño era entrar a la organización. - afirmé, con la mirada fija al suelo. - Pero ya soy parte de él. He cumplido con mi sueño…

- ¿Y sólo por eso dejarás de soñar? - preguntó, a lo que no respondí. - Si ya cumpliste con tu sueño sólo debes buscar otro. Tan fácil como eso, ¿no sentiste una gran emoción al entrar en la organización?

-… La sentí.

- Entonces, para volverla a sentir…- el hombre hizo una pausa y continuó. -…debes completar otro sueño.

- ¿Será así hasta que muera?

Después de ésas palabras, ambos permanecimos en silencio. Me di cuenta de que había terminado de matar el humor, así que me levanté y caminé fuera de allí. Pensé que esa charla me levantaría la moral, pero al final sólo me hundió más. Ahora me encontraba decidido a abandonar la organización. Por ello, esa misma tarde me dirigí a la oficina de administración. Sólo quería renunciar, pero uno de los administradores no me lo permitió. Klaver Oliz, un hombre de cabello negro y ojos marrones. Él era el director del Departamento de Administración de Guardianes.

- Ahora mismo no. - dijo, organizando una pila de papeles en su escritorio. - Además, no creo que debas renunciar aún.

- ¿Por qué…?

- Tenemos muchas solicitudes de nuevas integrante. También por cambio de compañero. - informó, señalando una pila en el escritorio. - Podrías perder la oportunidad de conseguir a la chica de tus sueños.

- No me interesa.

-… Oh, eso tendré que comunicárselo al director del Departamento de Reyvateils.

Al escuchar eso me sorprendí, pero luego mi ceño se frunció. ¿Quién era ése, en primer lugar? Estaba a punto de preguntar, cuando fui interrumpido por una de las secretarias. Una mujer de cabello castaño claro y ojos marrón oscuro llamada Dorothy Oliz, hija del director.

- Al parecer, uno de sus amigos le comentó algo sobre ti. El herrero, Borress.

- ¿Quién?

- El herrero del pueblo, supongo. No lo sé, pero el director escribió…- ella sacó un papel de su escritorio y lo leyó en voz alta. - “Al chico rubio de ojos azules con cabellos en una extraña forma picuda de ésas que usan los jóvenes de ahora. Siempre lleva una enorme espada, y que conoció a mi amigo en la fuente.”

-…Lo recuerdo. -aseguré, tocando uno de los mechones de mi cabello. - ¿Ese anciano que conocí hace unos minutos…?

- “Los jóvenes deberían ser más fogosos y debemos ayudarlos.” - continuó Dorothy, mirando al papel con sus lentes de montura cuadrada. - “Eso fue lo que me reprochó mi amigo y por ello quisiera solicitar a este joven, para una de mis mejores chicas.”

- ¿Solicitar…? - repetí, subiendo mis esperanzas.

La chica me sonrió, mientras tomó un papel en su escritorio y me lo entregó. Era algunos datos de aquella Reyvateil. Era del mismo rango que yo, “A”. Decía que era muy capaz e inteligente, pero tenía cierto defecto que no especificó. Eso me dio mala espina, por eso decidí considerarlo un poco más.

- ¿Podría tener un poco de tiempo para analizarlo?

- Es por la parte del defecto, ¿no es así? - dijo el director, a lo que bajé la mirada - Eso es parte de tu trabajo, ¿sabes? Ser Guardián implica tener el don de comprender a tu pareja, porque es así como la relación avanza.

- Como una pareja normal. - agregó Dorothy, por lo que la miramos confusos. Ella retorció sus ojos y explicó - En una pareja amorosa debe haber confianza y comprensión, además de lealtad y sinergia, claro.

- Oh, entiendo tu punto. Pues ahí lo tienes, Cain.

- Está bien, gracias. - dije, luego de un largo silencio. - Me retiraré.

La verdad, lo único que quería era olvidarme de los problemas. Eso sólo podía conseguirlo renunciando. Escapando de todo.

… El destino no parecía querer que lo hiciera…

Al día siguiente, indeciso, decidí ir a caminar por la ciudad. Necesitaba despejar mi mente. Tanto pensar me estaba sentando mal.

Comencé a sentirme un poco más tranquilo al pasear por el pueblo. Todos a mi alrededor saludaban respetuosamente, conociendo el significado de la insignia en el pin que llevaba sobre mi bufanda verde azulada. Eso me daba un poco de confianza y me hacía sentir más tranquilo al menos hasta que, mientras caminaba por las calles del pueblo…

- ¡Allí está! ¡Cain! - gritó una voz masculina.

Lo siguiente que sentí fue mis dientes en el asfalto. Alguien me dio una palmada por la espalda y me tumbó al piso. Me levanté y vi a Axel. Él parecía sorprendido. Un poco mareado, lo saludé y él sonrió. Ahora lucía contento. Con un gesto de su cabeza y sus ojos, señaló detrás de sí mismo.

- ¿Qué? - pregunté, intentando mirar detrás de él.

Al mirar de qué se trataba me sonrojé un poco. Detrás de él estaba su compañera Reyvateil. Ese día llevaba un vestido color rosa y blanco sólo unos dedos por debajo de las rodillas. En su torso tenía una chaqueta gris.

- ¿Me escuchas, Cain? - dijo Axel, intentando llamar mi atención.

- Ah, sí…- contesté, un poco distraído.

- El director quiere verte en su oficina. - informó Alesse, sonriendo amablemente.

-… Ah.

Regresé al campus de Raising Sun y fui directo a la oficina del director de la sede. Eso no podía significar nada bueno, a pesar de que Axel y Alesse parecían contentos. Quizá fue porque nunca les dije que me habían dado una advertencia, pues creí que era mejor si no lo sabían.

Llegué a la puerta de la oficina del director y toqué. Él me pidió que esperara un momento. Escuché varios golpes de objetos cayendo y su voz en un tono bajo y nervioso susurraba frases como: “apresúrate” o “eso es mío”. Me recosté de la pared frente a la puerta y bajé la cabeza, al cruzar mis brazos. Podía sentir mi respiración dentro de la bufanda. Estaba muy nervioso…

Minutos después, comencé a escuchar pasos. Una chica llegó desde el pasillo a mi derecha. Ella me miró fijamente al caminar y le devolví la mirada indiscretamente. Tenía el cabello largo y rojizo. En aquel momento lo llevaba suelto, con dos mechones a cada lado sostenidos por un largo y delgado gancho. Sus ojos eran de color verde azulado y el aro en ellos era notable, de un color lila suave.

Llevaba una camisa de mangas negra por debajo de un suéter gris claro que llegaba hasta sus costillas. Sus pantalones eran blancos, combinados con un pañuelo del mismo color, atado a su brazo. Éste llevaba la insignia de Raising Sun. Aquel reconocido sol rodeado por estrellas y unta con en forma de nota musical con una inscripción dentro en otro idioma que no conocía.

Ella hizo el ademán de tocar la puerta, pero se detuvo al escuchar los ruidos dentro. Sorprendida, miró en mi dirección.

- ¿Sucede algo? - preguntó, señalando a la puerta.

- No lo sé. - contesté, bajando mis brazos y subiendo mi pie para afincarlo en la pared. La chica aún me miraba fijamente. Curioso, la miré a los ojos y ella sonrió al admirar mi figura. Quise preguntar qué pasaba por su mente, pero la puerta se abrió. Una de las secretarias del director salió muy apresurada. Llevaba su chaqueta en la mano y la ropa un poco desarreglada.

Perturbado, esperé que la chica entrara para poder pasar. El director, un hombre mayor canoso, de piel pálida y sonrisa desagradable, estaba sentado en su silla. Él se arregló la chaqueta y nos saludó.

- Buenos días, dama. - dijo, en un tono serio. - Himmel, de nuevo…

- Buenos días…

- Te has salvado por un pelo, amigo - susurró, sonriendo hipócritamente - Te presento a Marlone Sirfelle. Una Reyvateil de rango A.

Me quedé en silencio por unos segundos, antes de mirar a la chica. Ella estaba parada a un lado, con sus manos apoyadas en su cadera. Durante un momento su mirada se mantuvo fija a la ventana. Su expresión era apática, y la sonrisa de antes se había borrado totalmente. De un momento a otro su expresión era bastante fría. Y sin embargo, gruñendo en irritación, la chica bajó sus brazos y se acercó a mí para extender su mano mientras se presentaba.

- Soy Marlone.

-… Cain Himmel…- contesté, al estrechar su mano.

- Te reto a un duelo. - anunció, a lo que me sorprendí un poco - Si puedes ganarme, pasarás la prueba cómo mi guardián.

-… Acepto.

La Reyvateil se sorprendió y suspiró decepcionada, para luego mover su cabeza en negación. Por ello, la miré confuso, intentando analizar en que me equivoqué. El director suspiró suavemente y movió su cabeza a los lados también, en desaprobación.

- Se supone que eres mi Guardián. - susurró la chica, en un tono arrogante. - No debes lastimar a quien te conviene proteger.

Por un momento me mantuve en silencio, analizando su punto.

- … Tú me retaste.

- Dah, lo sé. De igual manera, me agrada tu actitud. - agregó. Entonces mi ceño se frunció, al ver una sonrisa en su rostro. - Porque así será más fácil destruirte.

- ¿Qué? - susurré, colocando una mano en el arma a mi espalda, inconscientemente. Aquella espada era lo suficientemente pesada y afilada como para acabar con una gran bestia. Más tarde encontraría exagerada mi propia reacción.

- ¿Vas a amenazarme?

Sólo bajé la mano y la miré fijamente. Ella sonreía de forma soberbia, pero algo no encajaba en su expresión. En un segundo me encontré a mí mismo intentando analizar que sucedía con esa chica, pero no terminaba de entenderlo. Parecía odiarme sin razón. No la conocía y aún así fue capaz de sonreírme con tanta crueldad, lo que me impresionó. No estaba seguro de que me esperaba con ella. Pese a que tal vez era mi última oportunidad, las cosas no se veían bien, así que decidí intentar aceptar lo que el destino me entregara.

… Fue así desde que llegué a la organización.

- Entonces, ¿serás mi compañera? - dije, con una expresión apática.

- Si. Por supuesto.

- ¿Estás segura? - preguntó el director, incrédulo y curiosamente nervioso de repente. - P-puedo conseguirte otro compañero.

- Sí, estoy segura. - contestó Marlone, cambiando su mirada de amenazante a alegre. Por un rato, el hombre de cabello canoso y lentes grandes la miró molesto. A pesar de que me pareció extraño, no quise que involucrarme. Salimos de la oficina y la chica se detuvo en seco. De repente, cuando caminábamos por un pasillo desierto, se dirigió a mí.

- Eso fue duro… - susurró, haciendo el gesto de secarse sudor de la frente.

- ¿El que?

- Nada realmente. - dijo, al seguir caminando.

Normalmente, cualquier Guardián se sentiría muy feliz al tener una compañera. Sobre todo después de estar tanto tiempo sólo, pero yo sólo me sentía desconfiado. Era bueno tener una compañera de nuevo. Sin embargo, había algo que me incomodaba acerca de ella. Un mal presentimiento. Un sentimiento de inquietud me invadía. Quizá fue aquella sonrisa lo que me causó tanto miedo y angustia. Ella era mi última esperanza, pero con esa malicia podría perderla tal y como sucedió en el pasado.

- ¿Himmel? - llamó, por lo que salí de mis pensamientos. Habíamos llegado al ascensor. Estábamos en el piso 12. - ¿Me escuchas?

- Si…- susurré, sin tener idea de que decía anteriormente.

Entramos al elevador y las puertas se cerraron cuando ella presionó el botón de planta baja. Entonces se recostó de la pared y preguntó con una sonrisa.

- ¿Qué he dicho?

Por su pregunta, bajé la mirada un poco avergonzado. Ella sólo se mantuvo en silencio y miró a otro lado. Incómodo, intenté pedirle que se repitiera. Ella me interrumpió.

- Me gustaría conocerte. - confesó repentinamente, sonriente. No me sorprendió. Había escuchado eso muchas veces.

-… Bien. ¿A dónde quieres ir? - pregunté al notar que llegamos a planta baja. - ¿A la cafetería o al jardín?

- Un lugar tranquilo servirá. - contestó, mirándome andar a su lado.

- Entonces, el jardín.

- Si, la cafetería es muy ruidosa.

Normalmente, cualquier Guardián se sentiría muy feliz, pero yo me sentía un poco triste. Era bueno tener una compañera de nuevo. Sin embargo, había algo que me incomodaba acerca de ella. Un mal presentimiento. Un sentimiento de inquietud me invadía. Quizá era miedo, angustia. Tener una compañera significaba que podría perderla tal y como sucedió en el pasado.

En silencio, caminamos fuera del edificio. Eso hasta que al llegar al jardín, sin previo aviso, la chica comenzó a hablar.

- ¿Qué es lo que te preocupa tanto, Himmel? - preguntó, deteniéndose de repente - Ya antes lo había escuchado, pero ahora lo he confirmado…

- ¿El qué?

- Que tienes esa mirada fuerte. - contestó, admirando los tulipanes. - Pero que al segundo siguiente se vuelve melancólica.

- ¿De verdad…?

Después de eso, hubo un incomodo silencio en el ambiente. Mi ceño, ahora fruncido en angustia, se iba acentuando cada vez más. No era algo de lo que quisiera hablar. No quería arruinar el ambiente tan pronto, pero Marlone me miraba fijamente, esperando una respuesta a su pregunta. Pensé que quizá lo mejor era decirle, pero decidí no mencionar una palabra sobre mi preocupación. Y aún así, mientras me decidía…

- Estaré contigo siempre. - dijo, como si me hubiera leído el pensamiento.

- ¿Cómo…? - dije, casi sin aliento.

- ¿Si era eso? - preguntó, asombrada por mi reacción. - Sólo dije algo al azar…

Nos quedamos en silencio por un rato, de nuevo. Yo impresionado y ella pensativa, mientras frotaba su dedo índice izquierdo con su sien. La miré de reojo, pero luego giré mi cabeza bruscamente hacia ella y mi ceño se frunció completamente en confusión. Marlone volteó hacia mí, con una sonrisa maliciosa en sus labios.

- .. Tengo una idea. - dijo, con un tono de voz arrogante - No pasaré mis días con un debilucho, así que te pondré a prueba.

- ¿Qué es lo planeas?

- Irás a la montaña, por el Sendero de la Diosa. - explicó, por lo qué mi ceño se frunció aún más -Allí hay un templo dónde se dice qué hay piedras preciosas de color verde. Tráeme una.

-… ¿Eso es todo? - pregunté, desconfiado.

- Si, ¿quieres más? - contestó enseguida, por lo que me relajé un poco. - He escuchado que hay pocas bestias por allí, así que no debes preocuparte mucho.

- Bien, no tardaré.

Apenas dije eso, me di la vuelta y emprendí mi camino. Anteriormente había escuchado del Sendero de la Diosa. Son cientos de escalones que llevan a un templo en una montaña cercana a la ciudad de Barheim. Pregunté a varias personas del pueblo y me señalaron el camino. También me advirtieron qué el sendero era largo y qué el templo era un lugar sagrado qué no debía ser profanado. Sin prestarle atención, seguí mi camino fuera de la ciudad, al noroeste. Así, en algún momento, al mirar detrás noté qué alguien me estaba siguiendo. Al llegar a la entrada del bosque, luego de cruzar una planicie, me volteé de forma repentina y empuñé mi espada para amenazar a la persona.

- ¡Hey! - gritó la chica de cabello rojizo. - ¡No andes apuntando a la gente con esa cosa!

Indiscretamente miré a la mujer de pies a cabeza, antes de dirigir la mirada a mi espada. Más de ciento cincuenta centímetros de largo y veinticinco de ancho con casi un centímetro de grosor de acero forjado por el mejor herrero duende del continente no merecían ser llamados así.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté, manteniendo el arma cerca de su cuello. - ¿Para qué me sigues?

-… - ella sólo me miró apáticamente, para luego mostrar esa detestable sonrisa. - Esas piedras se venden en las tiendas, tengo que vigilar que cumplas con la misión limpiamente.

-… Más vale que no estés planeando algo - dije, guardando mi arma. Cerré mis ojos al voltearme y darle la espalda.

- ¿Quién sabe?

Enseguida le dirigí la mirada. Nos miramos a los ojos por un instante y luego ella se sorprendió. Sacó su celular del su bolsillo y lo revisó. Por ello, la ignoré y me giré. Debía seguir mi camino. Entré al bosque y la chica se quedó atrás, hablando por el celular. Un anciano me advirtió que para cruzar del bosque a la montaña, debía seguir recto hasta encontrar las escaleras. Seguí su aviso y caminé por varios minutos, hasta que por fin ubiqué los escalones del Sendero de la Diosa. Además, había alguien allí sentado.

- Sí que tardaste. - dijo Marlone, levantándose y mostrándome el teléfono. - Llegué al nivel veinte de Wario Gross esperándote.

- No me interesa.

Me volteé a las escaleras ascendientes y continué con mi jornada.

Minutos después, miré a mi espalda y calculé más de mil escalones, mientras que arriba había al menos trescientos. Suspiré y me preparé mentalmente para lo que me faltaba. Al llegar al tope, me detuve a descansar. Mi respiración era bastante ruidosa, o eso pensé. Al levantarme y suspirar, pude escuchar jadeos a mi espalda.

- ¿Por qué has venido? - dije, mirando a Marlone inclinada con sus manos sobre sus rodillas.

- Vengo si… así lo quiero. - contestó, levantándose bruscamente para aparentar estar bien. - ¿O no puedo?

- … Haz lo que quieras.

Después de dedicarle una mirada severa, me volteé y miré a mí alrededor. Frente a mí había una estructura mediana similar a una pagoda con tres pisos. Aunque no tenía paredes, sino sólo columnas y unas escaleras al fondo. En el medio del piso frente a nosotros había varios altares. En ella estaba un mineral precioso de color verde. Me acerqué al altar y extendí mi mano…

- Himmel, deberíamos salir de aquí… - dijo Marlone, a lo qué me sorprendí.

- ¿Por qué? - dije, cerrando los ojos un poco irritado - ¿No fuiste tú quien me pidió qué viniera en primer lugar?

- Tengo un mal presentimiento… - susurró, mirando a todos lados - Esto es un lugar sagrado…

- ¿Y eso qué?

- Estas piedras son parte de las ofrendas a un dios. - explicó, señalando al altar - Podríamos ganarnos un castigo divino por tomarlas…

La miré por un momento, analizando sus palabras cuidadosamente. Después de pedirme qué buscará la dichosa piedra, me estaba advirtiendo de un peligro potencial. La mayoría de las personas en el mundo de Xephallia son religiosas, sobre todo las Reyvateils. Pero yo nunca me consideré uno realmente. Respetaba la religión como parte de mi trabajo. Sin embargo, no era un fiel creyente.

- ¿A qué viene eso? - pregunté, esperando un discurso sobre dios. Pero a cambio, me encontré con una expresión de angustia. - ¿Qué sucede contigo?

- Tengo miedo…

- ¿Miedo? - repetí, mirándola colocar su mano sobre su boca. - Entonces, ¿por qué–?

- Fue una orden. - interrumpió ella, bajando su mirada y su tono de voz. - Ahora no puedo mencionarlo, pero no hay manera de negarse a…

-… No preguntaré por los detalles. - aseguré, desviando la mirada y cruzando mis brazos. - Pero, ¿Qué sugieres que hagamos?

- Intentaré ofrecer algo al dios, a cambio de la piedra…

Ella se acercó al pedestal y se arrodilló. Sólo la miré en silencio, curioso. Mi ceño se frunció un poco cuando ella sacó algo de su bolsillo. Era una tela que estaba envolviendo algo, que ella desdobló con mucha calma. Era un dulce, un ponqué. Ella colocó la tela en el suelo con la ofrenda y comenzó a cantar. A medida que lo hacía, mi ceño se iba aligerando y mis músculos se relajaban. En algún momento, bajé mis brazos y cerré mis ojos para concentrarme en la canción.

Minutos después, la voz se detuvo. Por ello, abrí los ojos y miré a la chica frente a mí. Ella hizo una especie de reverencia antes de levantarse, para luego tomar la tela y envolverla de nuevo. Mientras lo hacía, crucé mis brazos un poco desconcertado y la observé atentamente. A continuación, al colocar la ofrenda en el altar, retiró la piedra preciosa y la sostuvo con sus dos manos. Haciendo una reverencia nuevamente, ésta vez manteniéndose inclinada por varios minutos.

- Bien, listo. - dijo, al enderezarse bruscamente. Entonces soltó un gemido. - Mi espalda…

Marlone colocó una mano en su espalda y se inclinó al hacerlo. Luego resopló y susurró algo de castigo de los dioses. Al dirigirse a mí, por fin, me entregó la piedra para que la guardara. La metí dentro de un pequeño bolso atado a mi pierna. Lo cerré, y luego dirigí mi mirada a la chica si mover ni mi cuello, ni mi mano la cual observaba fijamente.

- ¿Qué? - dijo, al darse cuenta de que la miraba.

- ¿A dónde fue toda esa maldad de hace rato?

Una pequeña sonrisa nerviosa apareció en sus labios, pero ninguna palabra salió por ellos. Tampoco hubo respuesta a mi pregunta, mientras bajamos las escaleras. Al llegar a la entrada del bosque, ella me haló por el brazo y seguimos bajando hasta el final de las escaleras.

- ¿Para qué me has traído hasta aquí? - pregunté, mirando una estación abandonada del otro lado de los rieles. - Este tren dejó de funcionar hace mucho, ¿no?

- Si. - contestó, con un tono de voz severo, al soltar mi brazo.

-… ¿Entonces qué?

- Esperaremos aquí. - dijo, sentándose en un banquillo viejo y sucio. - Alguien vendrá a recogernos.

En silencio, me senté a su lado. Y vaya que fue un largo silencio, mientras ella observaba el bosque y yo miraba el escenario frente a mí apáticamente. Pasaron los minutos y aún no venía nadie. Comencé a sentirme cada vez más incomodo, pero no tanto como Marlone. Ella abría su teléfono cada segundo y miraba a las vías. Se levantaba, daba una vuelta y se sentaba de nuevo.

- ¿Por qué no hablamos un rato? - propuso, finalmente. - ¿Cuántos años tienes?

- ¿Importa?

- Mayor de edad, bien. Así que, ¿cuánto mides, señorito simpatía? - preguntó, dando su decimoquinta vuelta. - De altura…

- Ciento setenta y tres. - contesté, pero ella se quedó en silencio. -… ¿Algo más?

- Ah, no. Sólo pensaba… somos casi de la misma altura, ¿no?

- Sí, supongo…

Después de eso, el silencio volvió a conquistar el ambiente. Ésta vez, ella se quedó parada, mirando al templo en la montaña fijamente. Dirigí la vista a él, curioso, pero no logré ver nada que lo hiciera tan interesante. Y antes de que pudiera preguntar, se escuchó el sonido del motor de un carro.

- Allí vienen a recogernos. - dijo ella, mirando al origen del ruido. - Último modelo, pero no podemos quejarnos.

Noté que lo decía con sarcasmo al ver el carro. No sólo era de un modelo obsoleto, sino que estaba sucio y abollado en algunas partes. Sin embargo, no le presté atención. Nos subimos a él. El chófer era un señor de bigote, canoso y de mirada fría y penetrante en él. Lo había visto anteriormente en diversas ocasiones. Antes de subirme, le di las gracias e hice una especie de reverencia como disculpa por las molestias.

- ¡Está bien, está bien! - gritó, enérgicamente. Cambiando la expresión anterior a una amable y alegre. - ¡Pero qué cosas! Me dijeron que era un chico arrogante, ¡así que he puesto mi peor cara!

- ¿Arro…? - enseguida miré a Marlone y ésta aguantó una carcajada, al desviar la mirada.

- Es el señor Arlen. - explicó Marlone, aunque ya lo sabía.

- Es un transportista del pueblo, ¿no? - dije, para darle a entender que lo conocía. - Lo he visto varias veces por misiones locales…

- ¡Si hubiera sabido que eras tú te hubiera recibido mejor!

Luego de eso, partimos al pueblo. Ninguno de los dos hablamos en el camino. Quien siempre mantuvo la palabra fue el conductor, Arlen. Hablaba y hablaba sin parar, sobre todo de Marlone. Al parecer él la crió durante unos años. Así que era como su padre.

- Así que eres tú el Guardián de mi hija. - dijo, llamando mi atención - ¡Cuídala bien! Es un ángel tierno y manso, ¿sabes?

- Manso…- susurré, con una expresión apática que saco de quicio a Marlone, pues gruñó.

- ¿Dijiste algo?

- No, señor. - contesté, mientras Marlone miraba al frente fijamente con el ceño fruncido. - ¿Y qué sucede con tus padres verdaderos?

- Murieron.

Después de esa afirmación los tres nos quedamos en silencio. Marlone sonó completamente insensible. Como si no le importara el hecho de que sus padres no estuvieran con ella. Al llegar a la ciudad, nos bajamos y, para despejar dudas, le mencioné una vieja creencia.

- ¿Se convirtieron en estrellas?

- No. En comida para gusanos. - respondió al instante, como si lo hubiera dicho antes.

- ¿No te duele? - inquirí, a lo que detuvo su paso.

Cuando me volteé a verla, se cruzó de brazos y miró al suelo, con el ceño ligeramente fruncido. Pensé que lo que mencionó el transportista era verdad. Quizá, como toda chica, ella tenía un lado sensible que intentaba ocultar a toda costa, por alguna razón desconocida para mí en aquel momento.

- Sigamos. - dije, volteándome para caminar a la organización.

Luego de eso, nos separamos. Exhausto y bañado en sudor, fui a mi dormitorio y me duché. Al salir, el vigilante, el cual siempre está en contacto con la administración, me avisó de que el director me llamaba a su oficina. Enseguida partí y el hombre canoso me recibió.

- ¡Tú! Marlone me notificó…- dijo, apenas abrí la puerta. -…que tenías la piedra.

- La tengo. - aseguré, sacándola de mi bolsillo para entregársela.

- ¡Bien! - gritó, al golpear la mesa mientras se levantaba - Es muy importante para mí…

- ¿Qué gano con ello?

- Por ahora puedes retirarte. - contestó, colocando sus manos sobre la piedra. La cual quité enseguida, mientras lo miraba fríamente. - Entregaré el pago más tarde…

Sólo lo miré fijamente, sin mencionar una palabra. Por ello, gruñó y fue a su escritorio para buscar el pago por el trabajo. Sacó una bolsa de monedas y me la entregó. Comprobé que pesara lo suficiente para que fuera más de quinientas monedas y salí de la habitación. Tal fue mi sorpresa cuando en uno de los pasillos vi a una chica de cabello rojizo. Sobre todo porque conversaba con dos hombres. Uno tenía el cabello color gris azulado, en picos y una expresión bastante seria. Mientras el otro tenía cabellos plateados, cortos arriba y debajo largos, recogidos con una cinta, además de una pañoleta en su cabeza. Su piel era morena y sus ojos color ámbar.

- Sabes, el cabello rojizo es algo extraño de ver. - dijo él, sus mejillas estaban un poco sonrosadas. - Escuché que viene de una región que está al otro de lado del mundo…

- Si, mis padres eran viajeros. - contestó ella, sin prestarle mucha atención. - ¿No tienen trabajo que hacer?

- Si. Vamos, Cirion. - dijo el hombre de expresión seria, para luego voltearse. - Hasta pronto, Marlone.

- Oh, sí. Nos vemos, Marlone…

- Hasta luego, chicos. - contestó ella con una gran sonrisa.

El de la pañoleta se despidió con la mano, mientras que el otro sólo se fue. Marlone se quedó de pie en el pasillo, donde las paredes al exterior son de cristal duro. Ella estaba observando unos papeles, parada de espaldas a ella, afincándose en una barandilla. Me acerqué a ella y miré a los dos hombres desaparecer en el fondo del pasillo.

- Son muy amigos, ¿no?

-…

Ella sólo me miró, por lo que le devolví la mirada. Parecía un poco afectada, pero sólo desvió la mirada, bajándola a los papeles que tenía en sus manos. No muy lejos de donde estábamos, había una máquina expendedora con una gran variedad de bebidas. Sediento, fui y tomé dos bebidas gaseosas. Al voltearme, Marlone aún leía el papel, así que me recosté de la barandilla también.

- Toma. - dije, al extenderle una bebida de limón.

- ¿Eh…? ¿Para mí?

Sólo asentí sin prestarle mucha atención, al abrir la lata en mis manos. Ella la tomó y se mantuvo en silencio. Luego de un rato, noté que ella seguía leyendo, con la bebida en sus manos.

- Dámela. - le dije, llamando su atención. - Pareces ocupada, así que la abriré por ti.

- Ah, sí, claro…- susurró, mirando sus manos ocupadas para luego darme la lata. - Gracias…

- Por nada.

La abrí con facilidad y se la entregué. Ella la tomó y me sumí en mis pensamientos. Todavía estaba inseguro sobre que tenía aquella chica en mente. Quería saberlo, pues me angustiaba. Pero a la vez no quería. Entonces, cuando fui a tomar el último trago de la bebida, Marlone comentó…

- ¿Sabes? La piedra que le diste al director era falsa.

Enseguida devolví la bebida a la lata y la miré incrédulo. Aún así, ella no me dirigió la mirada. Sólo continuó leyendo, mientras rebuscaba algo en su bolsillo. Entonces, sacó una piedra color esmeralda. Esa era la real, así que me incliné curioso y coloqué una mano en mi cintura, mientras la otra estaba sobre mis labios. Al rato, me enderecé y me encogí de hombros.

- Es igual a la que entregué…

- ¿Verdad que es difícil notarla diferencia? - dijo contenta, para luego guardarla - La obtuve en poco tiempo, así que pensé que sería una copia barata…

- ¿Dónde la conseguiste? Además, ¿Cuándo la cambiaste? - pregunté, mirando sus ojos brillosos de la emoción. - En primer lugar, ¿por qué la falsificaste?

- ¿Te interesa? - dijo, con una sonrisa maliciosa.

- No, olvida que pregunté.

- Cobarde. - susurró, cuando me volteé para irme.

Caminé fuera de allí, pero me detuve al escuchar pasos a mi espalda. Miré detrás y noté que ella estaba detrás de mí. La miré fijamente, pues tenía una sonrisa en su rostro. Y no era malvada. Intenté seguir caminando sin prestarle atención, pero ella haló un mechón de mi cabello sin piedad. Enojado, me volteé pero entonces me di cuenta que no estaba. Pensé que se había ido corriendo, pero me di cuenta que no cuando haló otro mechón de cabello desde mi espalda. Así que sólo suspiré en irritación.

- ¿Qué te sucede?

- Sólo jugaba contigo. - dijo, cuando me volteé a verla. - Lamento mi comportamiento. Ahora no puedo explicarlo, pero me cuesta ser amigable contigo…

- Está bien. - susurré, bajando la mirada. - Además, estoy acostumbrado de cierta manera.

- Eso no está bien.

- No me importa. - aseguré, con la mirada baja aún. - Ya no…

- Otra vez esa expresión melancólica…

Levanté la mirada y antes de poder decir algo, sentí un par de brazos rodear mi cuello. Un ligero rubor apareció en mi rostro cuando Marlone me abrazó muy fuerte. Inseguro, permanecí en silencio, mirando al suelo, sin corresponder su abrazo.

… Ésa noche me fui a la cama temprano. Aún me sentía un poco confundido. No sabía bien qué pensar de Marlone, sobre todo después de que me hiciera sentir tal calidez con su abrazo. Ella parecía bastante problemática, pero a la vez me hacía pensar que quizá ella y yo podríamos llevarnos bien.

* * * * * *

Al día siguiente, fui a la cafetería por la mañana. Tenía el día libre, así que tomé algo para comer y después me fui al pueblo. Pasé por la tienda de armas cuando escuché un grito femenino. Miré alrededor y ubiqué a una pelirroja que corría por la calle. Era Marlone. Enseguida le bloqueé el camino y ella se detuvo.

- ¡Apártate! - dijo, mirando detrás angustiada - ¡Debo escapar!

-… ¿Qué has hecho? - pregunté, observando a unos guardias de la organización que venían hacia nosotros.

- El director me busca. - explicó, volteándose para no darle la espalda a sus perseguidores - ¿Recuerdas la secretaria? Me busca para eso.

- ¿"Eso"? - repetí, frunciendo el ceño ante la imagen volviendo a mi cabeza.

- En fin, no puedo dejar que me atrapen. - agregó, irritada. - ¡Nos vemos!

Ella intentó pasar por mi lado, pero la hale del brazo y se lo impedí. Marlone forcejeó, así que hice lo posible por evitar que escapara, hasta el punto que tuve que abrazarla por la espalda y halarla hacia mí. Ella gruñó y me empujó, pero le fue imposible soltarse. Al menos hasta que gimió en dolor y me asusté. La solté por un segundo y al siguiente estaba a dos metros de mí, corriendo desesperada.

Impresionado, la miré alejarse. Un par de guardias pasaron por mi lado y sólo pude mirarlos estupefacto.

“¿En qué lío me he metido…?”

Al segundo día de que asignaran a ésta chica llamada Marlone como mi compañera, comencé a sentirme aún más angustiado. Le dije a mi amigo Axel todo lo que sucedió el día anterior con lujo de detalles, evitando la parte del abrazo, y él se rió de mí.

- ¡Ésa chica parece divertida! - dijo con lágrimas en sus ojos, riéndose aún. Al notar que mi expresión era algo oscura, se detuvo. - Y, ¿cómo se llama ella?

- Marlone S…

- ¡¿Marlone?! - interrumpió él gritando un poco angustiado. Por un momento, tuve miedo de escucharlo hablar de nuevo. - He escuchado un montón de ella…

- ¿Cómo qué?

- Dicen que es bastante poderosa, pero también que es muy… complicada. - luego de ésas palabras, él sonrió. - Y atractiva.

_ … Ahora en serio, ¿qué escuchaste de ella?

Confuso, miré a Axel borrar su sonrisa. Parecía aterrado por alguna razón. La mano en mi hombro y una gentil voz me dio la respuesta.

- Cain. - llamó Alese, señalando la entrada del jardín, de donde acababa de venir. - Una chica de cabellos rojizos y ojos verdes me pidió que te dijera “nos vemos en la entrada del Centro de Inmersión”, ¿la conoces?

-… Probablemente es Sirfelle, mi compañera.

- Ah. Eso es genial. - dijo Alese, sonriendo al pellizcarme. - ¡Ve! ¡No la hagas esperar! Desconcertado y adolorido, le hice caso.

Al llegar al Centro de Inmersión, encontré a Marlone con la mirada. Ella estaba de pie junto a la entrada, mirando al suelo distraídamente. Enseguida me acerqué y ella alzó la cabeza. Quise preguntarle acerca de lo que sucedió en la mañana, pero apenas verme dijo curiosa:

- Himmel, ¿alguna vez has probado la Inmersión?

“Las Reyvateil invocan magia”. Pero la magia no se aprende de pergaminos o libros, ni crece en los árboles. Ellas mismas deben crear su magia. Algunas lo hacen por voluntad, otras por la situación. Pero la magia realmente fuerte nace del vínculo formado entre Reyvateil-Guardián. Por ello, se inventaron máquinas para hacer crear un contacto directo de la mente de la chica, con el Guardián. Se le llama Inmersión.

Ambos entran en una cápsula, que lleva al Guardián a la mente de la Reyvateil. A su mundo interior, llamado Cosmósfera. Este proceso sólo puede tener éxito si hay una buena relación de confianza entre los dos. Si la Reyvateil no confía en el Guardián, inmediatamente este es rechazado y sacado de su mente. Es un poco peligroso, ya que si algo va mal, uno de los dos puede resultar afectado. Por ello hay sitios especializados para realizar este tipo de proceso, a los cuales se les llama Centro de Inmersión.

- Sólo una vez…- admití, avergonzado con ello - ¿Por qué…?

- ¿Te parece si probamos? - sugirió ella, al mirarme. Su mirada me decía que hablaba en serio.

- Está bien…- acepté, bajando la mirada como gesto de inseguridad.

- ¿Tienes miedo? - preguntó al sonreír, parándose frente a mí - Para nosotras es un poco incomodo, pero lo hacemos para ser más fuertes.

Sus ojos me miraban expectantes. El brillo en ellos los hacía ver muy gentiles. Desvié la mirada y asentí. La sonrisa de su rostro desapareció sin razón evidente. Pero sólo se volteó y entró al sitio. Como siempre, estaba lleno de miembros de la organización y empleados de la tienda.

Para poder realizar el proceso de Inmersión, se necesitan unos valores llamados Cifras Código. Este es un porcentaje necesario para alcanzar la harmonía entre la Reyvateil y el Guardián, en el que influye la máquina de Inmersión. Esos números varían entre cada pareja, así que antes de entrar a la máquina se necesita hacer una prueba para conocer estos números.

La prueba consiste en que la Reyvateil cante para el Guardián, mientras que éste cierra sus ojos y escucha atentamente su voz. Es así como una máquina calcula la intensidad de la voz de la Reyvateil, junto al porcentaje de concentración del Guardián. Estos dos suman la Cifra Código, que se obtiene al terminar la prueba. En conclusión, la máquina sólo se encarga de calcular la Cifra Código y la Armonía mínima para poder entrar al nivel. El conjunto de aparatos que realizan este proceso se les llama M.I. (Máquina Inmersión) o “Marín”.

La Armonía entre la Reyvateil y el Guardián es necesaria para la seguridad tanto física como mental de ambos. Pero la mayoría de las parejas que entran en el Centro no tienen una confianza muy bien fundada. Por ese motivo, hacía falta crear una manera de que se aumentara. Pues la M.I. sólo es un aparato medidor. Fue entonces cuando se creó la M.A. (Máquina Armonía) o “María”, que es quien se encarga de aumentar la armonía, estimulando a la pareja por medios de ondas. Ella toma la Cifra Código y verifica cuanto es el número restante para que alcance la Armonía mínima. Así, logra aumentar la Cifra Código para que sobrepase la Armonía mínima.

El lugar donde descansan los cuerpos inconscientes del dúo se les llama Cápsulas. Estos dos espacios son los que se encuentran conectados a la M.A. y es donde se realiza el aumento de la Armonía, junto con la Inmersión del Guardián. La cápsula de la Reyvateil es la Cápsula Anfitriona, mientras la del Guardián se conoce como la Cápsula Huésped. Al principio, a muchos les cuesta analizar todo. Pero no es tan difícil, ya que siempre hay un dependiente que hace todo el proceso de las máquinas. Esas personas suelen distribuirse por Cabinas. El Centro de Inmersión de Barheim es inmenso pues hay siete Cabinas, que darían un total de catorce habitaciones. Ya que cada M.I. y M.A. necesita una habitación grande.

Como sea, a cada pareja se le asigna una cabina. Mi compañera y yo debíamos ir a la Cabina 5, pareja número 238. Ahí había un dependiente, “Erick Magnelle.” Un hombre de cabello largo, color negro y ojos índigo bastante alegres y amable. Él saludó a Marlone muy animadamente, como si se conocieran y luego nos explicó todo el proceso (aunque ya lo sabíamos).

En fin, hay Guardianes a los que les cuesta solo concentrarse en la voz. Ese fue mi caso. No podía concentrarme sino en sus palabras en idioma Reyvateil, las cuales no entendía. Aún así, mi oído intentaba captar los términos. Entonces, cuando me di cuenta, estaba escuchando una hermosa voz que me hacía sentir aliviado.

Al final, mi porcentaje de concentración se ubicó en 39%. Me sentí un poco avergonzado, pues la idea era no dejar que la canción aliviara el cuerpo y distrajera la mente. Sino tratar de concentrarse en escuchar la voz, no perder la concentración ni por un segundo. Lo cual era un ejercicio mental cansino.

- Bueno, en realidad no te culpo - dijo Erick, mirándome con empatía.

Al parecer, la intensidad de la voz de Marlone era bastante alta, lo que hacía la canción más poderosa. Por ello se me hizo muy difícil concentrarme en la voz en vez de la sensación relajante de la canción. En realidad, eso sólo me hizo sentir aún más patético. Pues Marlone era una Reyvateil de buen rango, pero yo sólo un fiasco como caballero. La cifra era de un 67%, una cantidad bastante alta.

- Eres tan poco impresionante como siempre, Marlone. - dijo el hombre de cabello negro. Ella rió tranquilamente. Parecía no importarle. - Por cierto, chico, ¿cuál es tu nombre?

- Cain…Himmel. - respondí, desviando la mirada. - ¿Cuánto es la normal de una Reyvateil para el nivel uno?

- Mmm… un 20% - lo miré incrédulo y él sonrió. - Es sólo que la mayoría están nerviosas al principio y les cuesta.

- Soy impresionante, ¿no? - dijo Marlone, orgullosa. Tenía una gran sonrisa en su rostro. - Le he hecho tantas veces que… Sí, de hecho es triste. Cambiemos de tema, Erick, ¿cuál es el total?

Erick siguió revisando las cifras de la máquina. La suma de los porcentajes era de un 106%, pero para acceder al nivel uno siempre se necesita al menos un 200% para poder entrar en harmonía. Normalmente el porcentaje llega a menos de cien y allí es donde entra la M.A. Después de eso, fuimos a la habitación “5-B”. Ese lugar es el que contiene las cápsulas y la M.A.

Marlone entró en la máquina sin pensarlo mucho, así que la imité.

- Bien, voy a comenzar. - dijo Erick, después de cerrar las cápsulas. - Confíen en mí, además de en ustedes mismos.

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