POSTE INDICADOR
Lo que ventea la hormiga,
deteniéndose un segundo
en el aire sofocante de la hierba;
lo que atrapa el zarcillo de la calabacera,
tendiéndose pacientemente
bajo el aguacero;
lo que aferra la muda abandonada de la cigarra,
soñando una vida diferente,
estremecida con el trueno…
eso es mi poste indicador.
No hay inscrito
en una gran piedra: Ciudad a la izquierda
—digamos—, señalando a los viajeros.
Es un hito al que me dirijo en silencio,
constatando mi posición tras larga erranza.
Aunque no apunta a derecha ni a izquierda,
todas las células de mi alma asentirían a una.
Aunque me tachen de inútil:
no hay nada más
que atestigüe una vida humana.
Cruzando a rastras la carretera,
cubierta de abrojos de negación,
iré recto, husmeando
como un perro
el lejano olor del sol,
oculto al otro lado de la Tierra.
Shimaoka Shin
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土佐勤王党始末-武市半平太と山内容堂 嶋岡晨
新人物往来社
装丁=鴇田幹
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PEZ GLOBO
Cuando el anzuelo traspasó mi quijada,
me hinché de ira.
Mi determinación homicida erizó de espinas todo mi cuerpo.
Pero enseguida
fui vapuleado hasta el extremo duro del mundo
y finalizó mi resistencia,
babeando salsedumbre por la boca.
Mi vientre, antaño lleno de calenturientos sueños de reforma,
fue vaciado por completo,
e insuflaron fétido aliento en mi pelleja seca.
Cuando volví en mí,
era un farol, balanceándome cómicamente al viento frío,
en la entrada de un restaurante.
Pero todavía no estoy muerto del todo.
Cuando ese oscuro objeto de deseo del que yo nada sabía —mi hígado—
es levantado entre palillos por tipos voraces
y se desliza por sus gruesos gañotes,
amigos,
no os riáis de mí, meciéndome apenas fuera,
cuando las luces se encienden en las calles ebrias.
Dentro de mí
todavía ruge un mar.
Shimaoka Shin
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FILOSOFÍA CANINA
No tengo frío.
No tengo hambre.
Cuando estoy solo a medianoche
me siento en verdad acomodado y caliente.
Una vez os habéis tragado vuestro amor aguado
y, agotando las palabras occidentales,
os vais a dormir con vuestras ufanas caretas,
yo ronzo los huesos del tiempo con mis dientes
y aúllo lentamente.
Volviendo garganta todo mi cuerpo despliego
la infinita correa fosforescente de mi voz,
más y más lejos,
hasta el confín de la Tierra.
Husmeo el terreno helado.
Mi olfato penetra el núcleo de la Tierra,
el centro mismo de un vivo sueño rojo.
Los que habéis despreciado mi venteo
¿creéis que voy a seguir olisqueando
los menudillos que colgáis en ventanas y patios?
¿Creéis que me voy a relamer los belfos
por vuestras miserables sobras?
No tiro yo de cadena.
Encadenarme es
un intento ridículo de amarrar la felicidad.
A esto sonreís petulantes…
pero a menos que estéis atados
a la bola de negro hierro de la Tierra
como presidiarios,
con la cadena bien enroscada al tobillo;
y a menos que estéis ligados a las ruines alegrías
de vuestros hogares y trabajos,
ni siquiera podéis dormir.
Sabéis
que lustro las estrellas con mi cola.
Mordisqueo el cielo nocturno.
Me amigo con una nube que semeja una perra de buen pelo.
Con mi lengua caliente
podría chuparme la tierra entera
como un caramelo.
Estáis aquejados de mezquinos sueños.
Mis oídos alcanzan
los susurros del universo,
el murmurar de remotos antepasados,
el sino de vuestra destrucción.
Aúllo lentamente.
Y por mor de mi pobre amo,
vuelvo en secreto a ligar la cadena rota,
como estaba.
Shimaoka Shin
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PEZ GLOBO
Cuando el anzuelo traspasó mi quijada,
me hinché de ira.
Mi determinación homicida erizó de espinas todo mi cuerpo.
Pero enseguida
fui vapuleado hasta el extremo duro del mundo
y finalizó mi resistencia,
babeando salsedumbre por la boca.
Mi vientre, antaño lleno de calenturientos sueños de reforma,
fue vaciado por completo,
e insuflaron fétido aliento en mi pelleja seca.
Cuando volví en mí,
era un farol, balanceándome cómicamente al viento frío,
en la entrada de un restaurante.
Pero todavía no estoy muerto del todo.
Cuando ese oscuro objeto de deseo del que yo nada sabía —mi hígado—
es levantado entre palillos por tipos voraces
y se desliza por sus gruesos gañotes,
amigos,
no os riáis de mí, meciéndome apenas fuera,
cuando las luces se encienden en las calles ebrias.
Dentro de mí
todavía ruge un mar.
Shimaoka Shin
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Lo que ventea la hormiga,
deteniéndose un segundo
en el aire sofocante de la hierba;
lo que atrapa el zarcillo de la calabacera,
tendiéndose pacientemente
bajo el aguacero;
lo que aferra la muda abandonada de la cigarra,
soñando una vida diferente,
estremecida con el trueno...
eso es mi poste indicador.
No hay inscrito
en una gran piedra: Ciudad a la izquierda
—digamos—, señalando a los viajeros.
Es un hito al que me dirijo en silencio,
constatando mi posición tras larga erranza.
Aunque no apunta a derecha ni a izquierda,
todas las células de mi alma asentirían a una.
Aunque me tachen de inútil:
no hay nada más
que atestigüe una vida humana.
Cruzando a rastras la carretera,
cubierta de abrojos de negación,
iré recto, husmeando
como un perro
el lejano olor del sol,
oculto al otro lado de la Tierra.
Shimaoka Shin
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FILOSOFÍA CANINA
No tengo frío.
No tengo hambre.
Cuando estoy solo a medianoche
me siento en verdad acomodado y caliente.
Una vez os habéis tragado vuestro amor aguado
y, agotando las palabras occidentales,
os vais a dormir con vuestras ufanas caretas,
yo ronzo los huesos del tiempo con mis dientes
y aúllo lentamente.
Volviendo garganta todo mi cuerpo despliego
la infinita correa fosforescente de mi voz,
más y más lejos,
hasta el confín de la Tierra.
Husmeo el terreno helado.
Mi olfato penetra el núcleo de la Tierra,
el centro mismo de un vivo sueño rojo.
Los que habéis despreciado mi venteo
¿creéis que voy a seguir olisqueando
los menudillos que colgáis en ventanas y patios?
¿Creéis que me voy a relamer los belfos
por vuestras miserables sobras?
No tiro yo de cadena.
Encadenarme es
un intento ridículo de amarrar la felicidad.
A esto sonreís petulantes...
pero a menos que estéis atados
a la bola de negro hierro de la Tierra
como presidiarios,
con la cadena bien enroscada al tobillo;
y a menos que estéis ligados a las ruines alegrías
de vuestros hogares y trabajos,
ni siquiera podéis dormir.
Sabéis
que lustro las estrellas con mi cola.
Mordisqueo el cielo nocturno.
Me amigo con una nube que semeja una perra de buen pelo.
Con mi lengua caliente
podría chuparme la tierra entera
como un caramelo.
Estáis aquejados de mezquinos sueños.
Mis oídos alcanzan
los susurros del universo,
el murmurar de remotos antepasados,
el sino de vuestra destrucción.
Aúllo lentamente.
Y por mor de mi pobre amo,
vuelvo en secreto a ligar la cadena rota,
como estaba.
Shimaoka Shin
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