(...) cuando apenas te nombro flor y ya sobre el prado ruedan
los labios del clavel,
cuando eres poesía y mi rosa se inclina a oler tu cifra y te
me esfumas.
Gilberto Owen
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Cuando el clavel tenía
edad de tierna boca adolescente;
cuando el gorrión ponía
aleteo en mi frente,
él ya me daba su lección paciente.
Mi soledad le pide
alta verdad y voz corregidora;
sé que su tiempo mide
vida razonadora
y miseria viviente, hora tras hora.
Claudia Lars
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Contorneaste mi ventana para amarte, te vestiste de blanco y en otoño sonrosaste, estuviste de luto; mi atención nunca captaste, fue duro el dolor que te embargó, pero miraste, miraste la brisa barrer las hojas del anciano abache, escuchaste el petricar antes que la tormenta tuviese avance, conociste que el naranja de la tarde es por humo, pero por su belleza adictiva en desespero te quemaste, volviste ceniza el dolor que consumía, se hizo contrafuego con tu orgullo y me miraste. Viste que tras la ventana todo era y oscurecía, insistí en un paseo junto a mí y aceptaste.
Recorrimos mi mundo para el tuyo rescatarte, te enseñe la playa, su marea y su achaque, descubriste la lluvia y su dulzor en tu boca fue contraste, del amargo licor que con odio te embriagaste, pétalos cortos blanquecinos cual cristales, sea tu tallo morateno bendecido en mis deidades, conociste la neblina y con miedo me abrazaste, en busca del calor que por el tiempo olvidaste.
Y me hiciste daño con tus espinas encarnecidas, nunca fuiste rosa, pero lastimaste con herida, por mi masoquismo te consolé pensando que fui yo quien te hería, pero mírame aquí contemplando lo que un día, te quitaría el amor que alguna vez te abandonaría, en un ciclo muy vicioso en el dejé caer la bola y recorría, entre mi mente la manera de hacerte mía, más sin embargo tu amor por mí nunca existiría.
Ay que duele en corazón tu malnacida altanería, tu inmarcesible belleza acrecentada en cada día, cuando tu flora belleza mi orgullo asesina, y convertí a pesar de todo, todo esto en maravilla, te traje a mi mundo y la guerra crearías, destruiste mis tardes, mis nocturnas y mis días, ahora veo en el lago de mi paz mi sangre ardida, en el cielo veo tus capullos y tocarlos desearía, deseo el dolor que siento al rozarte tu cornisa, oler tu aroma cándido y mirar en tu sonrisa, que la vida se me hace larga y se ha vuelto agonía, vivo viendo tus reflejos en la ventana en que un día, verías tú al amor que te confrontó y se apartaría, se invirtió la historia, cuenta tarde me daría. No eras un clavel moribundo entristecida, eres una rosa, una impostora y asesina.
Murió el amor que me tenía y mi valentía, me volví idolatra de tu voz dulce y tan fría, asesinaste la inocencia que me cegaba y tenía, ahora soy plebeyo que tu reino abandonaría. ¿Ahora soy yo quien ese dolor acarrearía? Ya no deseo este dolor, esta confusión, esta partida, verte tras la ventana; tú en mi mundo yo en el tuyo, qué ironía. Así que me volví a componer otra secuela, otra melodía. Ya sea en dolor mayor para olvidar tus maravillas, que solo me lastiman, me atormentan, me enfermizan, sigue tu camino a ver si en algún momento de tú tiempo te darías, cuenta que no estaré en la ventana cuando tu decidas.
Y agradezco no haber visto tu orgullo tan blindado en decaía, apuesto lo que me queda de mi alma porque un día, veas mi ausencia y extrañada quedarías, con frío en tu tallo, sin mis dedos, ni alegría, y vestida de luto en otoño ya cansada volverías, volverías a mirar por la ventana hasta que la vida quitaría, el único amor, que por tu amor también se iría.
Con todo y esto aún siento que me dominas, solo tu mirar me desmorona y cautiva. Qué has hecho de mi mentirosa rosa asesina. Pensé que eras clavel, pero todo fue mentira.
Pic from: @sagitariusmen
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