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#coger el cabello entre las dos palmas de la mano
curlymangue · 7 months
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6 pasos para definir y resaltar tus rizos afro
7 pasos y consejos para lograr una definición perfecta y un estilo deslumbrante Hola curly. Hoy voy a darte algunos pasos que puedes seguir para definir tus rizos. Sin embargo, debes tener en cuenta, que en cuanto al cabello afro se refiere. Este tiene diferentes texturas y tipos de rizos. Por lo que, su cuidado debe ajustarse al tipo de pelo que tienes. Y según esto, también tendrás que adaptar…
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deepinsideyourbeing · 4 months
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hermana... enzo celando a su amiga con derechos... vos hacé lo que quieras con eso chau
+18! MeanDom!Enzo
-¿Vos te pensás que soy boludo?- pregunta Enzo entre dientes, su mano en tu cuello aprisionándote contra la puerta de la habitación.
-A veces.
Enzo desdibuja la mueca burlona de tu rostro con su palma. La piel de tu mejilla ahora arde casi tanto como tus pezones, que sufrieron una tortura a manos de sus dedos cuando tiró de tu top para jugar con tus pechos. Ignora tus quejidos para seguir deslizándose entre tus piernas y arroja la cabeza hacia atrás.
-Sabés que Agustín tiene novia, ¿no...? No está bueno lo que hiciste.
-No- tus manos se cierran sobre su muñeca y tosés. Te mira a los ojos-. No sabía.
-Ahora sabés, así que...
-¿Y a vos qué te importa? ¿O te molesta que me lo quiera coger...?
Enzo sabe que jamás intentarías algo con una persona que está en pareja, pero una parte de su ser arde al pensar que te gustaría tener una oportunidad con Agustín. Se aparta de tu cuerpo y dirige un rápido golpe a tu entrepierna, haciéndote gritar y apretar los muslos mientras golpeás su brazo.
-No era verdad, no...- te fuerza a separar las piernas y gritás cuando pellizca tu clítoris-. Enzo, no, no lo dije en serio...
Introduce dos dedos en tu interior y el ardor te hace llorar. Sus movimientos rápidos cortan tu respiración y te cuesta mantenerte sobre tus piernas temblorosas, pero esto no impide que Enzo continúe atacando tus paredes hasta que le suplicás.
El alivio dura sólo unos segundos y lo único que te salva de caer cuando deshace el agarre sobre tu cuello son sus dedos enredándose en tu cabello. Te arrastra hacia la cama y te arroja sobre el colchón, posicionándose sobre tu cuerpo mientras tu rostro se hunde en la almohada.
-¿Te vas a portar bien ahora?- se desliza sobre tus pliegues y presiona sobre tu entrada. Su punta brillando con líquido preseminal clama por un poco de atención y Enzo decide buscarla rozándose sobre tu clítoris-. Contestá.
-Sí.
-Sí, ¿qué?
-Sí, me voy a portar bien- jurás. Un gemido agudo y sonoro deja tus labios cuando comienza a penetrarte y tus dedos arrugan las sábanas.
Enzo no te regala ni un minuto para acostumbrarte a la intrusión. Comienza a abusar de tu interior estrecho con embestidas profundas y jurás que sentís la forma en que golpea una y otra vez tu cérvix. Gemís contra la almohada y ocultás tu rostro, casi avergonzada por la facilidad con la que te redujo.
Se arroja sobre tu cuerpo y sentís su pecho cálido sobre tu espalda. Besa tu cuello y cuando sus dientes rozan tu piel tus músculos se contraen sobre su miembro.
-Nadie más te puede coger así... Sos mía.
-Enzo...
-Decilo- remarca la orden con una estocada.
-Soy tuya.
Sonríe y te muerde con toda la intención de dejar una marca.
taglist: @madame-fear @creative-heart @llorented @recaltiente @chiquititamia @delusionalgirlplace ♡
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madaraejn · 4 years
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🌺LAS DALIAS CRECEN EN EL TIEMPO🌺
By Ceci Gabay
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Es difícil explicar lo que pasa.
Me preguntó eso cada vez que me miro en el reflejo.
Miro mi rostro, miro mi piel blanca, miro mis ojos azul intenso, y veo ese tobillo, ese tobillo con mi marca, esa piel morena en mí.
UK solía decir que era un simple recuerdo de algo que nunca sucedió. Nunca entendí sus palabras, incluso ahora, sigo sin comprenderlas.
Nunca realmente me habló sobre que había en la tierra antes de que pisará dicho lugar, lo único que recuerdo es lo que dijo.
"Oh muchacho, era verde, basto y colorido. Entonces dios tocó la tierra, y tenía piel morena como la del barro en la tierra, ojos únicos, el color del sol, cabello negro como la noche estrellada, rostro digno de una obra de arte, cuerpo sacado de fantasías, y un corazón único. Fue la única vez que he visto a dios."
La única vez que he visto a Dios.
Solía repetirme eso por las mañanas, ahora, cuando me miro al espejo y puedo notar mi desnudez en su totalidad. Mis músculos, mi miembro, mis lunares, mi vello, mis cicatrices y esa marca en mi tobillo.
Francia al sostenerme en sus brazos, solía decir lo mismo que papá.
"Cuando vimos a dios, tocó tu tobillo, y también, tocó la muñeca de Canadá, como un regalo para ustedes al nacer..."
Un regalo de dios. ¿Cómo quieren que crea esa mierda? Incluso al ver mi reflejo ahora mismo, puedo ver qué eso es una simple mentira. Tal vez sea un defecto, tal vez sea muestra de mi lado obscuro. Tal vez allí se almacena mi corrupción.
Me pregunto eso diario, pero al final pasa lo mismo. Acabo por cubrir mi desnudez y salgo de casa. Solo hay una persona con la que puedo hablar de esto, y es Canadá. Él dice que, para evitarse caer en la locura, cree la historia de que Dios los tocó al nacer.
Estoy hartó.
Estoy...
— ¿Que pedo gordis? — dijo una voz, que me sacó del trance en el que me encontraba.
Lo miré rápido, sin pensarlo, y allí estaba. Ese tricolor, esa piel morena, esos ojos de galaxias, es él. De nuevo, siempre es él.
— ¿Qué? — dijo algo confundido de mi mirada.
— ¿Recuerdas cuando nos conocimos? — pregunté mirándolo.
— No olvidaría algo de ti nunca, claro que lo recuerdo. — contestó, sentándose a mi lado, soltando un suave suspiro. — eras... Único. Tu piel tan blanca, tu cabello tan rubio, tus ojos tan azules, tu rostro adorable. Creí que eras un dios. Después descubrí que pendejo estás, así que supe que me equivocaba.
— Asshole. — reí sin apartar mi mirada de él. — ¿Podrías mirar algo por mí?
— ¿Te hiciste un tatuaje o algo así?
— No, vamos a mi casa.
— Nel wey, así le dijeron a mi hermano y allí está, lleno de chamacos.
Y no pude evitarlo. Rei con él, con aquel que solía reír desde hace años. No puedo explicar tampoco nuestra relación. Es algo que no puedo ponerle nombre. Lo he odiado, como lo he amado. Le he gritado, como le he susurrado amor, lo he despreciado, como lo he necesitado. Hay veces dónde me encuentro a mí mismo odiándolo a morir, y esa misma noche derritiéndome en sus brazos. Quisiera que hubiera un nombre para esto. ¿Es amor? ¿Es amistad? ¿Qué es? ¿Que soy?
Después de esa risa casual, fuimos ambos a mi casa, como siempre, reímos juntos en el sofá mientras nos divertíamos de cualquier cosa. Acaricié su cabello largo mientras me contaba su día, viendo la belleza en ese negro intenso en cada simple cerda de su cabello.
Después, México hizo de comer para mí, como siempre lo hace, no poniendo tanto picante en mi comida, solo dándome mis cosas favoritas de su comida. Me quedé mirando su rostro, el amor que pone en todo lo que me da, en cómo sus manos crean magia en el plato, en como suele morder su labio cuando hace cosas con precisión, en como danza con la música que él mismo ha puesto, es único, eso puedo notar.
— Meztli. — dije de un momento a otro, captando la mirada de México, y viendo su rostro serio, cuando borro su sonrisa. Inmediatamente me arrepentí de decirlo, es algo de mal gusto llamar a un país por su nombre de origen. Ya que se considera un insulto a lo que representan, un país sin nombre country, se vuelve algo bajo, algo menos que lo demás, por eso, los nombres originarios no son usados comúnmente. — No quise ser grosero, quería...
— Adler. — respondió mirándome, y después soltando una tenue sonrisa traviesa. — Se que no querías ser grosero, pero casi te da el infarto al verme molesto.
— Dios no me hagas eso, de nuevo, sweetie casi me muero del susto. Fucking asshole.
Y reímos, porque eso solíamos hacer, eso era lo nuestro.
Entonces llegó la noche, y tomé su mano hacia mi habitación, a lo que él me siguió sin decir más, solo dos sujetos caminando hacia un mismo lugar. Ya allí, vi el espejo que me atormenta y volteé a ver a mi amigo, justo frente a mi.
— ¿Qué pasa?
— ¿Podrías mirar algo por mí?
— okey, si es tan importante lo miraré.
Y lo hice sin miedo, sin pudor o un gramo de duda, comencé a desnudarme, no erótico, o con temor, sino como un día común, antes de entrar a la ducha. Al estar ya desnudo lo miré, estaba justo frente de él, mientras esté me observaba de pies a cabeza. Uno podría pensar que miraría mis músculos, o mi miembro al aire, mis piernas o mi abdomen, pero no, su vista fue directa a mi tobillo, y quedó allí.
— Hemos dormido muchas veces juntos. Me has cogido como yo te he cogido, y creo que está es la primera vez que veo con detenimiento esa marca. Tu piel en esa parte parece como si fuera la mía. Un lunar en forma de mano, que único es eso.
— UK dice que cuando llegó a la tierra, Dios tocó mi tobillo al nacer. Dice que refleja la belleza de Dios, ya que tenía piel morena, como la tierra o el barro en el suelo.
— ¿Y tú crees eso?
— Me paso cada día preguntándome si creer o no.
— Creo que es hora de que dejes de usar tu cabeza y comiences a ver a ciegas, ¿Que no aprendiste nada del libro de Francia? ¿El principito? Lo esencial es invisible para los ojos, tienes que ver con el alma USA, si quieres una respuesta.
— ¿Ver con el alma?
— Simón. Dime, a ver... — dijo, cubriendo mis ojos con sus manos, dónde podía sentir la calidez y olor de él, tan cerca de mi persona, trayendo me paz inmensa. — ¿Qué es lo que desea tu alma en estos momentos?
—Tocarte.
— ¿De qué forma?
— Quiero tocar tu piel. Quiero sentir su calidez.
Y supongo que México siempre sabe más que yo en estas cosas, tal vez yo mismo reprimo ese lado de mí, porque realmente no soy espiritual, eso se me hace muy... Nativo, muy de culturas que viven en lugares sin civilización. Pero, a los pocos segundos, aún con mis ojos cerrados, sentí el cuerpo desnudo de México pegándose a mí, dónde tomaba mis manos y las ponía sobre su cuerpo.
— Tócame, siente mis cicatrices, visualiza mis lunares que brillan en tu mente, sigue mi aroma que te dan la vista a cada curva de mi cuerpo, siente como mi alma se une a la tuya.
— Meztli... — susurré inconscientemente, acariciando esa suave piel, sintiendo ese aroma, dónde no pude más, y mis mejillas comenzaron a empaparse, no porque estuviera triste, sino, que me sentía tan feliz y tranquilo, tan completo y sin dudas, que mi mente estaba aliviada.
— Adler... — dijo en un susurro, tal vez, con un poco de dolor en su voz, un poco de tristeza, un poco de angustia, solo eso pasó por mi mente.
Y pasó, como suele pasar siempre.
Abrí los ojos, mientras nos mirábamos sin parar, para acabar cargándolo y llevándolo a mi cama, los besos, las caricias, la bendita fiebre al deseo aumentó, dónde mis manos no se saciaban de querer tocar su cuerpo, de querer sentir sus adentros, de querer verlo gimotear debajo de mí, dónde sentía mi alma fundirse con la de él.
Es complicado, no se muchas cosas de mí, pero cuando estoy con él, no necesito conocerme, sé quién soy en el momento que estoy entre sus brazos.
Cogimos cómo se debe coger, ruidoso, rápido, sucio, escandaloso, salvaje y animal, dónde el deseo, la lujuria, la pasión, la falta de pudor abandonan la habitación y solo dos amantes se aman ante la luna presenciando el espectáculo.
Entonces, llega la mañana, y lo veo aún entre mis brazos. Quisiera que siempre fuera así, pero yo sé que esto no pasará. No podemos estar siempre juntos, llega un punto dónde tenemos que partir del otro, porque es necesario, porque así es nuestra naturaleza.
Es como si cargáramos pila al estar juntos, y de allí, diéramos tienda suelta a nuestra vida, y a veces, en nuestra vida, estar juntos no es una opción.
Lo sé, es más, lo sé ahora, 5 años después de aquella vez, mirando mi desnudez de nuevo al espejo, mirando la marca de dios, mirándome sin saber quién soy, y después, simplemente sonrió y coloco mi traje en mi cuerpo, saliendo de mi casa para celebrar genuinamente por mi amigo.
Hoy es su boda, y me siento genuinamente feliz, estuve en su matrimonio con Austria, estuve en el momento que ese lazo terminó, estuve en nuestra boda, pero igual presencié el final de nuestro lazo, y ahora, estoy en su nueva vida, viendo cómo mira con amor a Rusia y este le mira de vuelta, con un gran amor.
Se casan, y yo disfruto la fiesta, bailo con mi amigo, bailo con mi rival que ahora tengo que tratar bien o México se enojara. Bailo por mí, bailo para conquistar, bailo porque estoy feliz.
Y entre mi borrachera, acabo sentado viendo las luces, y viendo cómo México danza con sus hermanos. Para después, sentir una palma en mi hombro, y ver a Rusia mirándome, sentándose a un lado.
— ¿Qué haces aquí? Ve y baila con tu esposo.
— Eso estaba haciendo, pero vine por un trago que me pidió. También, vine porque te vi solo y creo que debemos hablar, ¿Hace cuánto no hablamos?
— Desde que era una colonia, y después tu fuiste un pequeño país a cargo de URSS, después nos volvimos rivales en todo, y se nos hizo muy difícil hablar, tú sabes, el amor por ganar obstruye la amistad.
— Lo sé... — contestó, para después sujetar mi rostro y hacer que lo mirara, viendo esos potentes ojos violeta combinarse con los míos. — ¿Recuerdas lo que hablamos? Cuando solíamos amarnos hace años.
— ¿Cómo olvidarlo? Creo que fue nuestra plática más sincera.
— Dije, que eras especial para mí, y que te amaba, dije que daría mi vida por ti, dije que no quería separarme nunca. Pero entonces, tu dijiste algo. "Se que nunca dejarás de amarme, pero, también sé que, si pusieran a Alemania y a mí en un risco, y ambos estuviéramos a punto de morir, tu estirarías tu mano primero hacia él que hacía mí"
— Siempre has amado a Alemania, en todas sus versiones. Es como yo y ...
— México. — interrumpió dando la respuesta. —Lo sé, porqué un día antes de la boda, después de reírnos y ser felices, mientras descansábamos de un excelente sexo, y él me miraba recargado en mi pecho, dijo. "¿Que ha dicho tu alma gemela de mí?" Al principio, créeme que no entendía. Entonces me sonrió, y dio un beso, diciendo. "Rusia, mi corazón es tuyo, siempre será tuyo, mi alma se unirá a la tuya, y seremos felices por una eternidad. Pero tú más que nadie sabe, que, en la vida de un country, hay más que solo una eternidad, son esos lazos lo que nos unen. Tu lazo conmigo es fuerte, es eterno, nunca en mi vida había amado a alguien como tú, nunca y jamás lo volveré a hacer, pero... "
— ¿pero...? — pregunté, impaciente de la continuación.
— "mi mitad de alma, mi mitad dispareja, mi pieza irregular, mi contrario, no eres tú" — concluyó soltando una sonrisa — Sabes, ni siquiera me dolió eso, porque entendía a qué se refería. Amo a México más que a nada en este mundo, es mi perfecta mitad, embona en mi corazón como una perfecta pieza, me hace mejor persona, me hace único y feliz, nunca en mi vida amaré a alguien más que a él, pero... Mi mitad de alma, mi mitad dispareja, mi pieza irregular, mi contrario, es Alemania, no él.
— No comprendo.
— USA, todo se remonta a los lazos de Panguea, debes recordarlo, el inicio de todo.
— No sé de qué me hablas.
Y Vi una sonrisa en él, para después acariciar mi cabello y levantarse con los tragos que había ordenado.
— Mi lazo predestinado es México, pero mi lazo de origen es Alemania. Hay una gran diferencia entre almas gemelas y tu alma predestinada. Mi alma gemela es Alemania, unidos desde la creación, predestinados a ser contrarios, a amarnos sin poder entenderlo, a apoyarnos sin poder comprender, a volvernos a unir después de siglos, así a lo largo de nuestra existencia. Dime, ¿No es acaso México tu alma gemela? Alguien que al tocarlo te hace llorar de la paz que te brinda, tu mitad contraria, tu unión origen. No pueden estar juntos siempre, pero, llegará un día en dónde los lazos exijan su recargue de baterías, y volvamos a comenzar el ciclo.
— ¿Ciclo?
— Volvernos a enamorar. Estuve casado en mis vidas pasadas muchas veces, como tú, como México, como Alemania, como todos. Cada cierto tiempo, todo se reinicia... USA, si quieres entenderlo, vuelve al origen.
— ¿Origen?
— Si, regresa y ve, lo que las marcas esconden en la tierra. Por ahora, tengo un hermoso esposo a quien amar. Con permiso.
Realmente nunca entendí a Rusia, como no entendí a nadie más, parece que todos comprendían lo que pasaba, menos yo. Pasaron los siglos, y México tuvo un hijo con Rusia, su nombre es Boris, es un gran chico. Al fin es un país hecho y derecho, no el desastre que era años atrás. Suele venir a visitarme mucho, ya que le gusta pasar tiempo con NASA.
Incluso ahora, lo veo caminar por mi sala mientras lleva un poco de soda para tomar, mientras ve la tele.
— ¿No tienes que regresar a tus tierras?
— No cuando Suecia viene mañana a visitarte a ti, no me moveré de aquí hasta verlo.
— Eres muy joven para el vikingo.
— Y tu muy viejo para tío Perú. — rio haciendo que riera, oh mi amado Perú, tan hermoso y único. — Además el motivo de mi visita también es para ver a Marco. ¿Está libre o le diste muchas cosas que hacer?
—Esta libre, pero, hoy está con Perú en sus tierras, volverá en 3 días. Oh My babys, me siento solo en esta casa sin ellos.
— ¿Los amas tanto?
— Con mi vida, los amo tanto, te recuerdo que, de la boda de tus padres, yo me casé 4 años después.
— Si si... Lindo tatuaje. — dijo mirando hacia mi tobillo. — ¿Una mano?
— Dios me ... — y de nuevo, la incertidumbre, todo, golpeaba en mi cabeza como no había golpeado en años. De nuevo, joder, de nuevo...
— ¿Tío USA?
— ... Mi padre decía que dios me tocó al momento de nacer.
— ¿Que dices? — comentó con una mueca de diversión. — es tu marca nativa, no te tocó dios, es lo que dejó tu madre antes de ser asesinada por UK. Todos lo saben, estaban tú y tío Canadá en sus brazos, muy diferentes a como lucen ahora, al llegar UK y comenzar el proceso de conquista, los nativos apenas pudieron sobrevivir, la marca de dios no es más que la marca de tu madre.
Y entonces golpeó todo en mi cabeza.
Cómo si recordara el origen de mi creación. Y tuve que regresar, con el único que presenció mi origen, al único que podría hablarme de ello. Llegué en una tormenta, golpeando a su puerta donde fui recibido por su mayordomo, dónde empapado me sentí grande en mojar su hogar, en mostrar mi ira hacia él, hasta verlo. Joder hasta verlo.
Allí, joven e imponente, realmente nunca se desgasta. Allí, con ese cabello negro, con sus ojos azules intenso, con su piel pálida, con esa voz gruesa y perfecta, allí. En esa ropa formal, en su chaleco negro y perfectamente adaptado a su medida, en ese pantalón perfectamente a su largo, en esos zapatos que cuestan más que mi televisor, en todo. Allí estaba.
— ¿Porque vienes mojado y molesto a mi casa? — dijo, mirándome de arriba abajo. — Sabes, soporto tus tonterías en cierto horario, y ha pasado de ese horario, así que, retírate.
— No fue dios, fue mi madre, mi marca en mi tobillo.
— Oh, así que lo recuerdas. — Y una sonrisa fue a parar a su rostro dándome el más sarcástico de los aplausos. — oh USA, cada cierto siglo que pasa, olvidas todo, y regresas a cuestionarte que eres. Pero supongo que es mi culpa, rasgué tu lazo de origen y eres un poco defectuoso en recordarlo. Te veo aquí en los años humanos 3500, volviendo me a gritar sobre que descubriste que la marca no era de dios.
— ¿Que?
— Olvidas todo porque rasgué tu historia casi en su totalidad.
— Fucking asshole. Si sabes que lo olvido, ¿Porque diablos no me lo aclaras?
— ¿Y perderme la diversión de verte sufrir? No, ni pensarlo. Es delicioso, disfruto mucho tu sufrimiento como el de Canadá. Es una divina comedia. Además, supongo que todos se están hartando de tu memoria, así que solo siguen el juego para evitar provocarte una embolia si no lo descubres por ti mismo.
— ¡Son of a Bitch! You ...
— No mentí. — interrumpió de golpe antes de que acabara de insultarlo. Pude ver cómo se puso de pie, mirando el fuego de su chimenea moverse con la fría brisa del ambiente. — No mentí, tu tierra siempre fue verde, basta y colorida, además, si vi a Dios. Era una mujer, nunca había visto alguien tan hermoso, me arrodillé ante ella apenas mis ojos la miraron. Traía consigo dos niños, únicos, gemelos. Era ver a la vida a la cara, así que no mentí, vi a Dios. Era una mujer, y nunca había visto tal perfección en mi vida. Ojos intensos del color del sol, cabello negro como la noche, piel morena como en la tierra y el barro, belleza digna de la más bella pintura o escultura. Vi a Dios, mi bella alma predestinada.
— ¿La mataste?
— No quería, es la naturaleza de un Imperio. — contestó mirándome. — he asesinado mucha gente a lo largo de la historia y he reído en sus caras, he bebido su sangre, e saboreado la tortura y el bendito éxtasis que me causa ver sufrir a los demás, a mis pies, rogando por misericordia. Pero, solo me arrepiento de una vida que quité, y esa fue de mi Dios. Cuando me di cuenta, ya estaba muerta, entonces los tomé a ustedes. Y cuando cambiaron su apariencia por el lazo rasgado. Dónde ni siquiera los dejé absorber de su naturaleza, quedó en ustedes el último toque que su madre les dejó. Me duele pensar, que maté a mi predestinada, no he vuelto a amar como esa vez, nunca amare cómo esa vez. Pero no he muerto, porque mi tonta alma gemela sigue viva aún.
— ¿Francia?
— Exacto. Cargo con el dolor de no poder amar de nuevo como lo hice esa vez, pero no muero, ya que mi contrario sigue con vida. Verás, nuestros lazos son los que nos crean, existimos en alma por ello, el cuerpo solo es el reflejo de nuestros humanos. Si Francia muriera, yo, estaría incompleto. Y eso me mataría cada día.
— No entiendo. – contesté, ignorante a lo que me decía.
— Digamos que, cuando Pangea murió, y fuimos separados, se dividió el alma y el amor. Mi mitad contraria del alma se separó y me sentí incompleto, entonces cada tanto regreso a sus brazos, para no perderme. Y mi amor, se perdió hasta que la encontré, pero, nuestra naturaleza de Imperio me hizo asesinarla. Y ahora, solo puedo sentir mi amor, cada vez que te siento cerca a ti o a Canadá. Son lo mas cercano que me queda. —Rio como siempre, tomando un sorbo a su té. – Soy un monstruo, pero comprendo mis sentimientos, y ahora que te lo he dicho, ¿Comprendes los tuyos?
— No quiero volver a México.
— USA, no es de que quieras, es algo que va suceder, somos inmortales, tal vez en unos siglos le ames, otros no, así es esto. Es tu alma gemela.
— ¡Soy feliz con Perú! ¡Tengo un hijo! ¡México es feliz con Rusia! ¡Por dios tienen a Boris!
— Lo sé, son parejas predestinadas, y tú nunca amaras a alguien tanto como amas a Perú, pero, al fin y al cabo, la única manera en que te sientas completo es con tu contrario imperfecto. Todo tu amor puede ser de Perú, tu alma puede enlazarse y hacerse una con él, pero al final de cuentas, necesitarás volver con tu otra mitad contraria, para volver a tener paz. Esto lo saben todos, estoy seguro de que incluso Perú, así que, mi consejo es el mismo que te daré antes de que pierdas la memoria de nuevo. Vive USA, vive el hoy, vive el momento. Tu problema es que piensas mucho y sientes poco, es hora de que solo te guíes por lo que sientes, deja de pensar en tu existencia y solo se feliz con tu presente.
Desde esa vez, deje de ver detenidamente mi reflejo en el espejo.
Viví mi vida, mis mejores años, amando, riendo, creciendo, peleando, todo. Fue así durante un siglo más, hasta que me encontré a mi mismo sentado en esos estúpidos canales, ríos, lo que sea de San Petersburgo. Una junta en Rusia, eso era todo, pero me quede prendido de la belleza de sus paisajes. Hasta que volví a sentir una mano en mi hombro.
— No pienso decir que me gustan. – dije, en una risa burlona. – Mis paisajes son mejores.
— Siempre te gustaron mis paisajes de invierno. – comentó Rusia, ofreciéndome un cigarrillo, sentándose a mi lado. Lo tomé, para encenderlo con el de él, y dejar que el humo calentara mi ser. — ¿Cómo estás?
— Hmm… divorciado. – comenté, frunciendo el ceño. – Añorando a mi Perú de lejos, pero sé que volverá a mí. Volveré a él, así son las cosas. ¿Tú?
— Divorciado, deseando a México todo el bien de este mundo. Regresando con Alemania de nuevo, no lo sé, a veces quiero golpearlo, pero otras solo quiero ver su cabello crecer, sus ojos mirarme, sentir la calidez de su piel. Se que nunca lo amaré como amo a México, pero, sin Alemania pierdo todo… ¿Entiendes lo que quiero decir?
— Si.
— Y si lo entiendes, ¿Qué diablos haces sentado viendo mis paisajes, cuando deberías estar en su casa?
— ¿Qué?
— No te hagas el tonto conmigo, es tiempo que recargues baterías. Ve y ama a México, que, si te lo quito en unos años de nuevo, serás un tonto por no aprovechar su tiempo libre.
— No hablarás enserio.
Dije soltando una risa como mofa, pero Rusia solo soltó humo que poco a poco se fue disipando en la fría ventisca. Pude ver su rostro, no era un rostro triste, o uno feliz, era uno de paz. Uno que quería en él mío.
— ¿Amas a México?
— Lo amo. – contestó.
— ¿Por qué se divorciaron?
— Porque necesitábamos esto, él necesita regresar contigo, y yo con Alemania. Es nuestra naturaleza. Y realmente no es divorcio, no es que haya firmado un papel, solo estamos separados. Como tú. Mi energía se acababa, así que tenia que volver con mi otra mitad antes de que fuera tarde, y acabara sin un gramo de paz en el alma. No sé cuántos años pasarán para volver a estar con él, solo se que ocurrirá.
— ¿Cómo te diste cuenta de ello?
— México me hizo una pregunta, y lo supe. – respondió. – Dijo, “Rusky, ¿Qué piensas de mí, que es lo primero que piensas cuando piensas en mí?”
— ¿Qué dijiste?
— Nada. Me quede en blanco, no era que no lo amara, o que no pudiera elegir de entre las millones de cosas que amo de él, solo que, en ese momento, no quería ni pensarlo. Él sonrió, y dijo, “Creo que es tiempo.” México es mas grande que muchos, tiene mucha sabiduría en él, mas en estas cosas, así que, comprendí, le ame, y al siguiente día, fui recibido entre los brazos de Alemania, un enorme abrazo entre lágrimas, donde sabía que todo estaría bien.
Era raro, siempre es raro comprender todo esto. No es como si fuéramos Polígamos, solo que, necesitamos cosas en diferentes momentos, eso lo entiendo.
— Dime… — dijo de golpe, mirándome. — ¿Qué es lo primero que piensas cuando te dicen México?
— Que es el lugar donde las Dalias crecen en el tiempo. O como él las llama acocoxóchitl. Hermosos colores, hermosos pétalos, una tierra única de dios, en eso pienso.
Y una sonrisa se formó en Rusia, jalándome hacia él para besarme, besarme como lo hizo cuando era Imperio, como lo hizo cuando era Rusia Soviética, y ahora, como lo hace cuando es la Federación Rusa. Algo suave y tierno, dándome calidez con sus labios.
— Regresa a tu origen, vamos. No pierdas el tiempo aquí. – sonrió. – Y dile que lo amo, que lo veré en unos años para continuar nuestro ritual de amor, él lo entenderá.
Supongo que la vida era así.
De disfrutar el momento, de reír, de llorar, de gritar, porque ahora mismo me encontraba corriendo entre la fría brisa, corriendo sin parar hasta ese hotel, corriendo con dolor en los pulmones, donde el invierno de Rusia me quiere matar, donde amé y fui amado, donde reí y fui una burla, donde pasé grandes momentos y perdí grandes batallas.
Corrí, porque tenía que llegar, tenía que hacerlo, tenia que ir a la habitación 201.
Y allí lo vi, cuando abrí de golpe y lo vi haciendo su maleta para regresar a sus tierras. Lo miré, mientras él lo hacía, y después vi lagrimas comenzar a caer de su rostro, mientras abría sus brazos, y yo corría a envolverme en ellos. Fue un subidón de felicidad, de adrenalina, de paz. Mi alma gemela, mi única alma gemela, al fin, de nuevo en mis brazos.
— Pensé que nunca regresarías a mis brazos. – dijo entre sollozos. – Te necesitaba desde que Rusia regresó a Alemania, y tú aun no te divorciabas, pendejo.
— Perdón, aun quería disfrutar de el “amor”, antes de necesitar “paz”.
— Lo sé, pero ahora, disfruta paz conmigo, solo nosotros dos. Solo nosotros dos para siempre. – susurró, sintiendo mi calidez.
No tuve que decir más, en esa fría noche en San Petersburgo, donde la ropa sobró de nuestros cuerpos, donde nuestra piel desnuda rozaba en cada subidón de lujuria, donde los gemidos y gritos de placer se extendían por toda esa habitación, allí, solo allí, uniéndonos en busca de paz de nuevo, en busca de nuestra otra mitad, una danza que nunca se acabará, un sentimiento inmortal, una necesidad maldita.
Vi sus ojos en la noche, porque me gusta verlos. Allí donde San Petersburgo nos alumbra con su corta noche, allí, donde México me mira feliz.
— Es bueno verte Meztli. – dije, besándole la frente. Allí lo había entendido todo, solo las almas gemelas pueden llamarse por su verdadero nombre, solo ellas, sin que acabes ofendiendo a alguien.
— Y a mí que regresarás al fin, Tayen.
Meztli significa Luna, y Tayen significa Luna Nueva, iguales y contrarios a la vez. Uno en náhuatl y otro en nativo americano. Uno conociendo sus raíces y otro roto y perdido en su pasado, así era la vida de las Lunas, así, amándose y reuniéndose cada cierto tiempo, donde las estrellas murmuran su amor de lejos.
Ojalá durara más, ojalá no nos perdiéramos entre la paz.
Ojalá recordara todo, ojalá no tuviera que repetirlo una y otra vez. Ojalá pudiera capturar este momento siempre.
Ojalá, no fuéramos Dalias que crecen en el tiempo.
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Aclaraciones.
— El verdadero nombre de USA es Tayen, que significa “Luna Nueva. El nombre de “Adler” que significa águila, fue dado por UK. Usa solo recuerda su nombre origen cuando inicia de nuevo el ciclo de reencontrarse con México. Con su Meztli “Luna” o “Luna negra”.
— Esto NO es POLIGAMIA. Si me salen con que USA o México son bien putas, nos damos en la madre. >:v ¡A mis bebés me los respetan!
— La Dalia es la flor nacional de México, USA hace referencia a su vida con México como la flor, ya que crece en cada cierto tiempo, es delicado y colorido, pero no importa cuanto la cuides, llegará un punto donde morirá esperando renacer en otro ciclo. Así es la relación de las almas gemelas, no es que dejen de amar a sus parejas de ese momento, es que necesitan volver a sentir paz.
Almas gemelas: va más allá del amor, es la paz lo mas cercano a lo que se puede describir que sienten.
Almas Predestinadas: Eso si es amor, en su mas pura esencia.
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Una amiga mía escribió esto, me pidió de favor que lo publicará todos los créditos a ella. Tal vez la conozcan es la autora de LAZOS.
Es hermoso llore mientras lo leía e hice un dibujillo del fic. Por qué pues el UsaMex me puede me puede 😔💜
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Capítulo 01
Shen Yuan no recuerda los primeros años de su vida.
Él piensa, brevemente, que es extraño. No recuerda haber crecido en el mundo de 'El Camino del Orgulloso Demonio inmortal', pero le vienen flashes a la mente. La forma en que puede ajustar fácilmente su túnica, el nudo de su cabello; contando el cambio cuando roba los bolsillos de los adultos descuidados. Puede recordar bien su antigua vida, maldiciendo la novela antes de que todo se desvaneciera y la voz del sistema recorriera su cabeza, estridente y sorpresivamente. Pero ahora no hay nada más que silencio, ningún sistema le habla mecánicamente, le ofrece consejos o misiones. Nada como en las novelas que ha leído.
A pesar de ello, le hace más gracia que en lugar de ser arrojado al cuerpo de alguien mayor, alguien que no tendría que volver a pasar por los dolores de la pubertad, sea un niño. Pero incluso así, su memoria sigue tan borrosa como ayer cuando intenta pensar en su vida, y es solo con un suspiro que decide dejar de intentarlo. Hay una presión en su cabeza cuando piensa en ello, como un bloqueo mental. No tiene sentido intentarlo.
A estas alturas, está seguro de que tiene aproximadamente diez años. Está seguro, tiene diez años. También está seguro de que sus padres hace tiempo que se fueron, dejándolo atrás con nada más que una bolsa y varias monedas que gastó la primera noche porque tenía hambre y frío. Está seguro de que el posadero le cobró mucho más de lo que necesitaba, pero Shen Yuan era un niño. Con alma de millennial. Pero no había nadie cerca para escucharle hacer referencias a memes en voz baja, cantando viejas canciones pop para que pudiera mantenerse cuerdo, aprendiendo los trucos de un niño de la calle. Ha visto películas, incluso ha visto La dama y el vagabundo. No es un perro, pero Shen Yuan se divierte con ese pensamiento en ocasiones mientras tararea la única canción que recuerda de esa película.
¡No importa!
Shen Yuan tenía diez años, estaba sucio y no estaba seguro de adónde ir ni qué hacer. A duras penas consiguió evitar ser capturado por aquellos que querían vender a los niños como esclavos, luciendo tan lamentable y enfermizo como en su vida anterior. Tosiendo, incluso gimiendo débilmente. Ha dominado la lástima. Era un lamentable de primer nivel. Tan lamentable que se las arregló para conseguir dos tanghulu. Está seguro de que ha estado fuera durante mucho tiempo, la capa de azúcar demasiado dura y la pegajosidad desagradable en sus manos, pero es comida y la está comiendo lentamente para saborearla. Está mordiendo el... Shen Yuan no está seguro de lo que es, pero está bueno, y eso es todo lo que importa cuando se oye un ruido.
El parpadeó hacia el otro niño que tiene su mirada fija en él... no.
En el tanghulu.
Shen Yuan muerde el que estaba comiendo, el crujido es satisfactorio y el sabor de la fruta estalla en su boca. Lo muerde una vez más.
El niño entrecierra los ojos.
Shen Yuan levanta el otro que tiene, dirigiéndolo hacia el niño. Hay gente a su alrededor, que golpea a Shen Yuan sin cuidado, pero él se mantiene firme y se acerca al otro niño.
No sabe quién es el otro chico.
¡Pero Shen Yuan no dejaría que un niño se muriera de hambre!
El otro niño no dice nada, sólo le arrebata el palo de las manos y le lanza una mirada a Shen Yuan.
"¿Qué?" Murmura Shen Yuan. Agacha la cabeza, muerde el palo mientras se acerca al niño, lejos de la calle concurrida, de los gritos de los vendedores y, cuando está lo suficientemente cerca, el otro chico parece mirarle con mala cara. "¿Qué?"
"Esta es mi calle". El chico habla, con la voz áspera por la irritación y la cara llena de suciedad. Shen Yuan pone los ojos en blanco. Puede que sea joven, pero no es un engreído real, no con otros niños; no cuando su mente va años por delante de su maldito cuerpo.
"Sí, bueno, estás haciendo un mal trabajo de... estar en el..." Oh, esto no iba bien. realmente no pudo expresar su respuesta, en cambio, inclinó la cabeza y mordió su golosina de nuevo, refunfuñando: "Te di eso, ¿no puede ser un pago suficiente?"
"Sólo porque me hayas dado esto no significa que no te vaya a matar si te vuelvo a ver".
Testarudo, irritable. Pero es un cambio de ritmo con respecto a lo que ha visto en las calles. Normalmente es ignorado, o empujado a menos ponga sus grandes ojos de cachorro y tosa dolorosamente solo para llamar la atención.
"Si te vuelvo a ver, puedo traerte otro de estos". Shen Yuan ofrece, haciéndose el dulce e inocente mientras termina su tanghulu. Está cada vez más cerca, anhelando algún tipo de interacción social que no sea miradas sucias. O alguien tratando de golpearlo para robarle lo poco que tenía. El otro niño simplemente se mueve, alejándose con su boca presionada contra la golosina. "¿No?"
"Bien. Pero si no tienes uno, te mataré".
Parecía demasiado para no tener un dulce, pero Shen Yuan sabe que los otros niños por estos lares son ligeramente territoriales, tienen zonas en las que rastrean y calculan lo que pueden coger y lo que no. Shen Yuan generalmente vaga por todos lados, tratando de no meterse en peleas con los demás, y con lo que roba de los bolsillos, se conforma bastante.
"De acuerdo." Shen Yuan ofrece con suavidad mientras se lame la palma de la mano, sabiendo que está más sucia que el azúcar que la recubre. Pero el sabor sigue siendo bastante placentero y ya no le duele el estómago como antes de tener uno.
Ve al niño mucho más después de eso. Shen Yuan intentaba conseguir golosinas, por lo general más viejas, algún que otro panecillo rancio de vez en cuando. En ocasiones pasa hambre para alimentar al otro niño, pero hay una especie de felicidad que florece en su pecho cuando hablan. Es cierto que el otro niño es sarcástico y le gusta amenazar a Shen Yuan con daño corporal, pero lo protege de otros niños que quieren pelearse y de algún adulto que es más cruel que amargado. Es como una especie de relación mutua. Shen Yuan recibe protección de su pequeña canela, y su canela obtiene comida.
Es uno de esos días en los que el aire es demasiado cálido, húmedo y el cabello se le pega a la nuca mientras muerde un pastelito que está un poco duro. Su pequeña canela está rasgando el suyo con vigor, lamiendo las migas de sus dedos y Shen Yuan le tiende el suyo al otro, que lo toma y lo devora con un gruñido de agradecimiento.
"No he aprendido tu nombre". Comenta Shen Yuan, una mano se acerca a su túnica para tirar de ella hacia delante, un movimiento que deja entrar algo de aire a su pecho. No ayuda mucho, pero es suficiente para que no se sienta tan pegajoso por el sudor.
El niño le lanza una mirada. "¿Por qué te importaría?"
"...Si no quieres que seamos amigos..."
Hay un respingo, enrosca sus dedos, y el otro mira hacia otro lado, con la cabeza en alto, "Shen Jiu".
El nombre no le es familiar, no para 'El Camino del Orgulloso Demonio Inmortal', y con el largo silencio del sistema, a Shen Yuan sólo le queda agarrarse a un clavo ardiendo [1].
"Shen Yuan".
"..."
Shen Yuan ladea la cabeza, inspecciona al otro con una especie de curiosidad para ver si había algún tipo de parecido entre los dos después de la mirada fulminante que le lanza el otro tras decir su nombre. No hay mucho, sus ojos son marrones, su cabello es más claro que el de Shen Jiu, así que lo toma como si no tuvieran relación. "Xiao Jiu". Shen Yuan dice antes de cerrar su boca por la estruendosa risa que amenaza con salir.
"¡¿A quién llamas Xiao Jiu, tú--?!" La mano de Shen Jiu golpea el brazo de Shen Yuan. A Shen Yuan se le escapa la risa antes de que pueda detenerla. Shen Jiu no se queja cuando lo dice de nuevo, con un tono burlón en su voz mientras se apoya en el brazo del otro chico con una sonrisa en sus labios y calidez en su pecho.
Se siente bien tener un amigo.
Incluso si su rollo de canela es un poco cruel.
-
Agarrarse a un clavo ardiendo [1]: Valerse de cualquier recurso o medio, por difícil o arriesgado que sea, para salvarse de un peligro, evitar un mal que amenaza o conseguir alguna otra cosa.
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thedarkestnightrol · 5 years
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Un mensaje de alerta la hicieron levantar de la silla de su despacho, haciendo que su corazón se acelerase al ver que había sido Steve quien la había mandado. Tony no se encontraba en aquel momento en la Torre, y sabía que si Steve había enviado una señal de ayuda, era algo muy grave, por lo que decidió tomar los equipos y dirigirse ella en persona hacia la localización que el Capitán América le había enviado. 
Llevaba meses trabajando en su nueva armadura en secreto, pero por desgracia, aún no estaba lista, así que se permitió el lujo de tomar prestada una de las de su padre. Y así fue como se presentó en el lugar donde Steve se encontraba, habiendo tardado lo menos que pudo permitirle aquel transporte aéreo de última generación que ellos mismos habían desarrollado. 
Tras adentrarse en la propiedad, un reguero de sangre la guió hacia el hombre, haciendo que se tirase al suelo a penas sin aliento. Un millón de pensamientos y miedos se hicieron con su cuerpo, mente y corazón, llegando a empañar sus ojos. Llevó las manos a su cabeza, dándole un suave toque en una de sus mejillas.
— ¿Steve?  — Murmuró casi sin voz. Aunque la respuesta ajena la tranquilizó, la hizo fruncir el ceño. 
—¿Bucky?
— ¿Quién coño es Bucky? 
Pensó en alto, sin poder evitarlo. Rápidamente y al comprobar que estaba vivo aún, comenzó a buscar el origen de aquella sangre, dando con su abdomen. Mierda, mierda, mierda, mierda. Miró a su alrededor, buscando algo para presionar la herida, y al no encontrarlo, desbloqueó la armadura para quitarse su propia camiseta y taponar la herida con fuerza, haciendo que el traje se armase ahora sobre su piel desnuda. 
— Steve, estoy aquí, ¿Vale? No te vayas. Vamos a casa, llegamos en un ratito. Agárrate a mí y apriétate la herida. El jet está aquí mismo. ¿Me oyes? Soy Piper. Y no pienso dejar que te mueras, imbécil, como se te ocurra dormirte te enteras. 
—No me voy a ninguna parte, lo prometo  Yo también me alegro de verte, por cierto... ¡Piper! Por el amor de dios, ¡cúbrete!
— Creo que no estás en condiciones para quejarte de mi ayuda y es como un bañador, así que cállate y apriétate.
Una vez se hubieron puesto en pie y la armadura cubrió su torso semidesnudo, consiguió rodear su cintura con el brazo metálico que la ayudó ejerciendo la fuerza que ella no tenía para poder ayudarle a alcanzar el jet. Al llegar, ayudó nuevamente a Steve hasta quedar en el suelo, deshaciéndose de la camiseta que taponaba la herida y rajando parte del traje que el americano llevaba para poder visualizar mejor la lesión. No tenía muy buen aspecto, ni él tampoco. 
— Te vas a poner bien, ¿Vale? Y ya sé que eres un súper soldado, pero has perdido mucha sangre. Las reclamaciones a papá. Y lo siento, soy súper mala enfermera.
—Tranquila, es menos de lo que parece... Podría aguantar así todo el día, ¿recuerdas? Creo... No estoy seguro, pero... Creo que Nick ha muerto. 
— ¿Cómo...? ¿Fury ha muerto? Eso no puede ser... — Sintió que le costó coger aire por unos segundos, alzando la vista para tratar de buscar una solución a eso, pero no la encontró. — Te voy a mandar a casa en el jet para que puedan curarte allí, me quedaré tratando de localizar a Nick. No pienso dejarle aquí si existe una mínima probabilidad de que esté vivo. Y no pienso aceptar un no como respuesta, Steve. — Se acercó a su frente para dejar un beso en ella a modo de despedida. — Aprieta esa mano, no tardarás nada en estar en casa.
—No, Piper, no voy a dejarte hacer esto sola. No nos iremos hasta confirmar si Nick está vivo o muerto, ninguno de los dos. 
— Steve, no seas cabezota. Tú no estás para quedarte aquí. Si lo haces, puedes morir. Y no pienso consent... Un golpe en el techo de la nave hizo que Piper se llevase las manos a la boca cuando Steve se lo indicó, acercándose despacio a él. Jamás se había visto envuelta en una situación como aquella en primera persona, por eso cuando vio que alguien trataba de romper el cristal del vehículo y lo conseguía, su corazón comenzó a latir con fuerza bajo su pecho, casi dejándole sin respiración. ¿Quién demonios era ese hombre?
El casco de la armadura comenzó a recorrer su cabello y sus mejillas hasta ocultarla dentro de la misma. Instantáneamente, se situó delante de Steve con la palma de las manos en dirección a aquel hombre. Estaba dispuesta a pelear por él. Los rayos repulsores de las palmas de sus manos cobraron fuerza y luz, predispuesta a lanzarlos si hac��a falta.
— Identifícate o muere. ¿Qué eliges, especie de Tarzán convertido en cyborg? 
—¡No! ¡Basta! No hay necesidad de un enfrentamiento. No tienes por qué obedecer. Decide por ti mismo, no dejes que te arrebaten ese poder.
Por un segundo, pareció que las palabras del súper soldado calaron de algún modo en el mercenario pues pareció dudar. Sin embargo, toda esperanza cayó al olvido cuando este negó de manera ofuscada y alzó el arma, efectuando varios disparos que impactaron contra el escudo que Steve y rebotaron dentro del jet.
—¡Vete! —gritó entonces a Piper—. ¡SAL DE AQUÍ! 
—Ella no se va a ninguna parte.
A penas tuvo tiempo de reaccionar cuando aquel supersoldado de aproximó a ellos.
— Mira, por primera vez voy a estar de acuerdo con el malo. Pronunció con cierta gracia cuando Bucky no le permitió irse. Sin embargo, sus siguientes movimientos la enfurecieron, observando a Steve en el suelo por unos segundos antes de mirar directamente a los ojos a aquel hombre. A pesar de llevar la armadura, podía sentir la mano metálica del hombre ejerciendo presión contra su garganta y por lo que cargó toda la fuerza que pudo en el tren superior de la armadura. Propinó un puñetazo directamente sobre su rostro y llevando el codo de la armadura hacia el brazo metálico y ayudándose de los propulsores, golpeó la extremidad con la suficiente fuerza como para liberarse de la compresión en su cuello.
— Te has metido con la familia equivocada, estúpido. Vuelve a tocar a Steve y te juro que estás muerto.
Pronunció antes de volver a cargar contra él, haciendo uso de los propulsores para poder procurarle golpes con mayor fuerza y rapidez. Sus manos y piernas se movían con agilidad y seguridad, como en los entrenamientos y simulacros que hacía con su padre y otros miembros del equipo y que jamás había visto el día que utilizaría.
Cuando el americano consiguió ponerse en pie, la escena le horrorizó, creyendo que tendría que ver a un amigo matar a otro, sin embargo, Piper no tardó en mostrar su valía como heroína, lo que le supuso un alivio al igual que un horror. Las tornas habían cambiado, si la chica no se controlaba, sería ella quien acabaría con la vida de una persona que importaba tanto a Steve. 
Mientras tanto, el Soldado de Invierno, recibía un golpe tras otro casi sin poder esquivarlos, sintiendo varias heridas abrirse por su piel debido a la fuerza ejercida por los propulsores. Pero no en vano era el mejor soldado de la agencia que lo mantenía preso y se paró un segundo, sobreponiéndose al malestar, para analizar los movimientos de la chica. En cuanto vio su oportunidad, comprimió el brazo metálico, de modo que se hizo más compacto y fuerte, agarrando uno de los brazos del traje de Piper. Pronto sus propios dedos comenzaron a apretarse con fuerza, consiguiendo adentrarse entre el metal para alcanzar la piel, mientras que con la mano contraria la sujetó por la cara para evitar que se moviera.   
Entonces, un impacto los sacudió a ambos, tanto a Piper como a Bucky, tratándose del propio Steve que se había lanzado contra ellos para separarlos y evitar que siguiesen enfrentando el uno al otro. De permanecer allí más tiempo alguno acabaría muerto y no pensaba cargar con ese peso sobre los hombros. Aquella era su lucha —una que por primera vez no se sentía capaz de afrontar— y no podía dejar que otros la librasen por él. 
—Volveré a por ti —aseguró, mirando a Bucky, con la opresión haciendo mella en su pecho—. Te salvaré. 
Sin dar margen de reacción al mercenario, haciendo acopio de su fuerza aumentada, agarró a Piper y la obligó a saltar con él a través del cristal roto del jet, pudiendo así escapar, aunque sintiera que una parte de él se quedaba allí dentro.  
—De vuelta, a casa. Debemos reunirnos.    
• Junto a Steve Rogers y Bucky @eternalcaptain
• Ask.fm: EternalCaptain
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diasjuntos · 5 years
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        𝕤𝕖𝕝𝕗 𝕡𝕒𝕣𝕒:   ’  𝕚𝕞𝕡𝕠𝕣𝕥𝕖𝕕         
hi, my name is, doesn't matter i like making bad decisions let's wake up like nothing happened if we do it, say we didn't    
        @kiwiaes​
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Miró una vez, después una segunda. Error. Si pudiera cerrar los ojos como lo hacía cuando era pequeño y quería alejar a los fantasmas que según él lo atormentaban en las noches antes de dormir, lo hubiera hecho. El problema era que Jaehyun ya no era un niño, estaba en medio del estacionamiento de su lugar de trabajo con la garganta reseca, y sus pies se habían vuelto inservibles al haber perdido la capacidad de dar mínimo un paso.
No debía mirar, no era asunto suyo. ¿Qué era con Jaehyun y ser el tercero en discordia últimamente? ¿Se había puesto él solo en esa posición o había ocurrido como una obra perversa del universo? No importaba. La realidad era que había caminado en el momento justo en el que Freddie besaba a Gage contra su auto (o Gage a él, los detalles eran irrelevantes). El rubio notó dos cabezas moviéndose al unísono, después dos cuerpos y un enredo de extremidades. Le tomó tres segundos cronometrados para caer en cuenta de lo que ocurría, se detuvo con el golpe que nadie en particular le había dado en el estómago.  
Era estúpido, tragar saliva ácida y sentir su corazón acelerarse, Jaehyun se hizo el comentario a sí mismo mientras intentaba no hacer ruido. Freddie no era suyo, ¿qué le pasaba? Tenía un novio, allí estaba: de carne y hueso, más alto que él, con la lengua metida hasta las amígdalas de Freddie para que nadie dudara de su puesto.
Jaehyun infló los pulmones, dejó ir el aire tibio por su nariz. Si existían los momentos que tenían la habilidad de alargar los segundos hasta que parecieran horas, ese era uno de ellos.  
Pero luego, porque nada tardaba para siempre, cuando los besos ruidosos de Gage (¿gustaba de poner un espectáculo así siempre o esa vez había sido la excepción?) descendieron a la línea de la garganta de Freddie, pasó lo inesperado: el maquillista ladeó el rostro de cierta manera y sus ojos hicieron contacto con los de Jaehyun. El rubio se sintió morirse en el sitio.
“Mierda— perdón,” Fue instantáneo, como apartó la mirada y sin despedirse, se echó a andar en la dirección de su auto aparcado a unos cuántos metros de distancia, sacado del trance en el que había estado como si le hubieran echado un balde de agua helada encima.
¿Luchar o huir? Huir, definitivamente huir. El rubio le quitó el seguro a la puerta del conductor con una rapidez en los dedos que no había entrenado jamás, y antes de agacharse para meterse en su auto y brillar por su ausencia, lo último que vio fue a la pareja separarse, la incomodidad de haber tenido a un tipo mirándolos a la distancia como un rarito, seguramente provocando el empujón que Freddie le dio a Gage.
Lo bueno de la piel de Jaehyun era que si se enrojecía por un golpe o arañazo, la coloración no tardaba demasiado en desaparecer. Esa era la suerte del rubio después de plantar la cara repetidas veces contra el volante de su auto, aparcado fuera del apartamento de Baekhyun con todas las intenciones de perder el resto de la dignidad que le quedaba.
“No me mires así,” Le decía a su reflejo en el espejo retrovisor, usando varios mechones de cabello maltratado con decolorante para taparse la frente y verse menos alineado. “Estoy haciendo lo que siempre hago, no hay nada diferente en esta noche.” Se aflojó la corbata porque sabía que a Baekhyun le gustaba cuando hacía eso. “No me importa. ¿A mí? Nah, no me importa. Si hay algo en la vida que me ha importado menos es esto.”
Lo pensó en su camino hasta la puerta de Baekhyun. Lo pensó cuando el pelirrojo lo besó en el recibidor. “Quítate eso.” Lo pensó con su lengua metida hasta las amígdalas de su amigo con derecho, su cogida de vez en cuando. Sabía a menta, no de la clase que viene en una pasta de dientes pero la de un caramelo, dulce casi, algo que el muchacho había tomado en su camino a la puerta antes de ir a recibirlo.
‘¿Cómo sabrá Freddie?’ Jaehyun recorrió el borde del labio inferior de Baekhyun con la lengua, recolectando el sabor de su boca en la punta. ‘¿Dulce como un caramelo?’ Estaban en el sofá incómodo de la sala, el que Jaehyun odiaba porque tenía varios resortes sueltos. Baekhyun estaba abajo, por lo que el detalle no importaba demasiado, el rubio sorbía en su labio inferior como si se tratara de una paleta con sabor a frambuesa, sosteniendo su peso en las palmas de sus manos.
“Jaehyun…” No se detuvo, sus besos descendieron a su cuello como…. no, nada, nadie. “¿Cómo estuvo tu día?” Baekhyun tenía esta cosa de querer hablar de más justo antes del sexo. Le preguntaba sobre su trabajo, o el clima, o sobre esa nueva película de terror que todo el mundo y su mamá quería ir a ver y estaba en estreno. Jaehyun no le compraba el falso interés, algo le decía que lo hacía simplemente para no sentirse tan culpable de coger con él sin sentimientos atados y después pedirle un Uber para que se fuera. Lo que Baekhyun tenía que entender era que el rubio era excelente en desasociar su corazón con su pija, no le hería la sensibilidad no permanecer lo suficiente en la cama del pelirrojo como para calentarle el colchón (cuando cogían en el colchón y no en el sofá, que era casi nunca).  
“No hables al menos de que quieras que me detenga.” Le dijo con la nariz en su punto de pulso, quieto por primera vez desde que llegó al apartamento. Eso pareció haberlo hecho, porque el otro muchacho no abrió la boca para refutarle la instrucción, sólo le presionó la cabeza contra su cuello como si no pudiera tener suficiente de su boca, un gesto que implícitamente le demandaba que siguiera.
Jaehyun siguió, pie sobre el pedal para acelerar. Nunca hacía las cosas a medias. Le mordisqueó el cuello hasta dejar los fantasmas de sus labios marcados en su piel, permitió que se rozara contra su entrepierna como si no estuviera apurado para mover las cosas al siguiente nivel. Lo hizo sentir deseado por un tiempo porque Jaehyun sabía que eso era lo que el pelirrojo tanto buscaba en el sexo con personas como él.
“Chúpame, te necesito.” Baekhyun gustaba de eso también, darle mamadas. Jaehyun se aprovechó del dato y le susurró la petición al oído con la voz aireada y profunda. Lo sintió asentir, tragar como en una preparación inconsciente a lo que estaba por venir. El rubio le besó el lóbulo de la oreja y se incorporó, se deshizo el botón de los jeans y se bajó la prenda con todo y ropa interior hasta los tobillos. Pronto estuvo sentado en el borde del sofá con las piernas abiertas, Baekhyun de rodilllas entre ellas, viendo cómo la cabeza de cabellos rojos se movía de arriba a abajo con la boca envuelta alrededor de su erección.
Casi se distrajo con el ruido de gorgoteo de saliva, húmedo al llegar a sus oídos. Se sentía bien, como siempre, Baekhyun era un amante muy generoso. “Así, bebé… así…” Jaehyun cerró los ojos, y ese fue su segundo error garrafal de la noche después de quedarse en el estacionamiento mirando a Freddie y a Gage por tanto tiempo, porque en cuánto lo hizo, cuando la oscuridad detrás de sus párpados lo separó lo suficiente del momento como para empezar a fantasear, lo primero que vio frente a él fue a Freddie. Allí, entre sus piernas, el rostro de Freddie apareció tan real que Jaehyun se sorprendió de la calidad en los detalles de sus facciones. Un gemido brotó desde la profundidad de su pecho, adolorido casi, “Mierda, b-bebé — mhm…”
No era Baekhyun el que lo chupaba de rodillas, era Freddie.
Era su lengua tibia la que jugaba con la sensibilidad de su glande, era su respiración la que le golpeaba la pelvis cuando lo tomaba hasta la parte de atrás de la garganta y exhalaba un suspiro. Era Freddie, no era nadie más. Jaehyun lo jaloneó del cabello y echó su propia cabeza para atrás, sobre el respaldar del asiento. Alzó las caderas para encontrarlo a la mitad del camino.
“Vas a hacer que me v-venga,” El rubio sintió la acumulación del éxtasis en sus bolas, cada lamida del otro lo empujaba cada vez más a la caída.
Estaba cerca. Dios, estaba tan cerca que lo podía saborear en el cielo de su boca. Los pájaros volaban sobre el cielo anunciando una tormenta, el cuerpo de Jaehyun se preparaba para lo inevitable.
Y así, finalmente dejándose llevar por sus demonios por cómo le penetró la boca con embestidas para nada profundas pero sí veloces, Jaehyun abrió los ojos en el instante en el que se vino de lleno y jadeó: “¡Oh Dios, Fred!”
   “¿Qué mierda acabas de decir?” Baekhyun acababa de tragarse la corrida de Jaehyun como un campeón y ya se estaba levantando del suelo, pasándose el antebrazo por la boca con repudio.
“¿A qué te refieres?” El rubio todavía sentado en el sofá respiraba dificultoso, su pecho subía y bajaba frenético después de tremendo orgasmo.
“¿Estás estúpido? Acabas de decir ‘Fred’ mientras te venías.”
“Uh…. no, no lo hice.”
“Sí, sí lo hiciste.”
“No, no lo hice.” Algo le decía que tenía que meterse la pija de nuevo en los pantalones antes de que ocurriera una desgracia. Se alzó en sus pies y se subió las dos prendas que se suponía debían proteger su virilidad hasta las caderas.
“¡Sí lo hiciste! ¿Estás jodido de la cabeza o piensas que soy sordo? ¡Te escuché!”  
Tenía que pensar rápido, era cierto que había dicho el nombre de un hombre mientras se venía en la boca de otro hombre, pero todo el mundo cometía errores. Jaehyun todavía disfrutaba del limbo entre un orgasmo sensacional y la normalidad, ese pequeño descarrille de su parte no le parecía tan terrible.
“Bebé, me equivoqué, ¿okay? Lo acepto. He estado estresado por el proyecto que tenemos para el final del año y por eso mi mente se fue para otro sitio sin querer. Nada tiene que ver contigo, lo siento.” Se acercó, poniendo los ojos más dulces que logró dadas las circunstancias. “¿Me perdonas? Estuve todo el día pensando en ti, en lo mucho que quería que anocheciera para venir a verte.” Baekhyun se paró derecho en medio del espacio entre la sala y su pequeña cocina, se notaba que debatía en si echarlo a la calle o recibirlo nuevamente entre sus brazos. Jaehyun lo atrajo hacia él de las caderas, lo besó en los labios. “Déjame devolverte el favor para que me perdones. Sé que quieres que lo haga.” Lo besó otra vez, movió las manos para apretarle las nalgas con ganas. “Bonito, por favor…”
Baekhyun lo besó de vuelta.
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exoficsspanish · 5 years
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VELVET FREEDOM 05
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Do Kyungsoo x Lectora
Advertencia: Smut
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El poco tiempo que me había quedado para trabajar se había pasado en un parpadeo podía escuchar el clic clac de alguien jugando con su lapicero de manera constante y fastidiosa, por mi nerviosismo golpee mi escritorio y voltee a verlo.
—¿Serias tan amable de callarte? hay algunos que aun intentamos trabajar — la persona me enseñó el dedo medio desde su cubículo a lo que rodé los ojos, me sentía muy nerviosa por tener que ver a Kyungsoo después del trabajo.
—¿Vamos por unos tragos saliendo? — preguntó mi compañera del cubículo de la izquierda pero fui rápida negando
—Lo siento tengo un compromiso— respondí, guardé mis cosas con prisa, al dar la hora de salida, corrí al baño para verme en el espejo y corregir mi maquillaje, que aunque fuera muy simple quería que se viera perfecto.
En la entrada del edificio me quedé congelada al notar  lo que se encontraba  enfrente de mí, las chicas de mi oficina se tomaban fotos junto al coche lujoso, se encontraba un chófer el cual al notar mi presencia con la mayor discreción posible señaló su celular para indicarme que viera el mío.
*Chófer* “Señorita, el señor Taejung la espera, me ha mandado para que la lleve al departamento”
*Tu*
“Oh” “Vaya” “¿podríamos vernos a unas dos cuadras de aquí, no quiero que hagan preguntas mis compañeros?”
*Chófer*
“Señorita, el señor Taejung me dio instrucciones específicas de recogerla, pondrá mi cabeza en una exposición si la hago caminar más de 10 pasos”
*Tu*
“Pfff, si claro, pues aquí no está, no era nada ;) te veo en la avenida 10”
No espere a mirar el mensaje, comencé a caminar, despidiéndome de mis compañeras, mi celular sonaba, pero lo ignore, caminé con cuidado por la ciudad, cuando llegue a la esquina sorprendentemente la limusina ya estaba esperándome.
—Señorita, por favor no haga eso, ¿quiere usted que me despellejen vivo? — él chófer abrió la puerta a lo que yo me reí por lo bajo
—No te preocupes, yo te defiendo contra el gran lobo malvado—rodé los ojos divertida a lo que el chófer solo negó con la cabeza.
El viaje fue un poco tardado, el departamento estaba en la zona de ricos, podía ver desde la ventana la colina donde vivía Ángel, pero el edificio donde llegue estaba justo al centro de toda el área, el estacionamiento era subterráneo, se abrió la ventana para que pudiera hablar con el chófer.
—Señorita, solo ponga esta tarjeta en el elevador, cuídela, es su llave— la tarjeta era negra, tenía un leve corazón en la esquina junto la K, sonreí con cierto sarcasmo ¿Qué tanto puede estar obsesionado con el rey de corazones?
Tomé mi bolsa pegándola a mi cuerpo con miedo de lo que pasaría, el elevador se abrió detectando mi cercanía, me encontraba demasiado nerviosa, tanto que tomó casi tres intentos insertar la tarjeta dónde debía, cuando lo hice el elevador comenzó a andar, el sonido de haber llegado al piso me indicó que ya estaba ahí, las puertas se abrieron, pensé que me iba a encontrar con otro pasillo pero en cambio estaba en el recibidor del departamento,  había dos puertas blancas y una negra, con curiosidad abrí una puerta, observé que había separaciones para poner zapatos junto con pantuflas de Dolce & Gabbana eran azul zafiro tenía una pequeña etiqueta “Para ti mi Ámbar”
Eran demasiado cómodas, lo compararía a caminar con colchones en los pies, al abrir la otra puerta me encontré con que era un armario para abrigos, colgué el saco que utilice todo el día en el trabajo, calmé mis nervios y abrí la puerta negra solo para sorprenderme.
La casa era lujosa, pero se sentía sin alma, colores grises, negros y blancos inundaban todos, habían pinturas en las paredes en colores neutros, decidí entrar con cuidado de no hacer ruido, la cocina parecía salida de un sueño de chef, la vi con ilusión de algún día poder cocinar con él ahí.
La distribución del departamento era hermosa, cada esquina estaba decorada de una manera que sintieras que el lugar era habitado por un hombre limpio y con gusto, pero aun así no encontraba a Kyungsoo pare al ver una pequeña nota roja.
Ve a la azotea, Cielo
Emocionada seguí las escaleras de un acero que parecía brillar por sí solo, me encontré con una estructura de cristal que dejaba ver todo el cielo, no hacía frío porque estaba con su propio sistema de aire acondicionado, plantas verdes que parecían desbordarse, lámparas amarillas con estilo antiguo iluminaban el lugar y en medio de tanta belleza estaba Do Kyungsoo dándome la espalda al voltearse fue como si todo el aire de mis pulmones saliera de un golpe.
—Esperaba por ti Cariño— mencionó mirándome de arriba abajo, a lo que yo solo me contenía para no volverme agua en el suelo.
—¿Lista para cenar? — señaló la mesa del comedor donde se encontraba una variedad de comida italiana
—¿Cada vez que nos veamos tendremos comida de diferente país? — pregunté sonriendo, por un segundo noté cierto nerviosismo en él.
—¿Qué? ¿Hay algo que no te gusta? ¿Hubieras preferido algo más? — por instinto buscó en el bolsillo de su chaqueta sus cigarros, al parecer también era un tic nervioso.
—No, para nada, me siento mimada— miré hacia el suelo con timidez, al subir la vista él observaba a través del humo de su cigarro con una sonrisa que parecía prometerme los problemas que se avecinarían
—Acostúmbrate porque a partir de ahora estaré consintiendo cada deseo que tengas—con su cigarro entre los labios abrió una silla para mí.
Cuando iba a sentarme el negó, se sentó primero y cuando comprendí lo que quería me ruboricé, recordando nuestro primer encuentro hace tantos años donde me sentí tan pequeña me senté en sus piernas con la misma delicadeza de años atrás, sus piernas se sentían más firmes, parecía irradiar calor, me acomodé un poco con cuidado de no tocar sus partes íntimas aun cuando me moría por hacerlo.
—Eres una buena chica para mí— el elogio pareció recorrer todo mi cuerpo y solo pude asentir tímida
—-¿Quieres comer? Estoy seguro de que tanto trabajar te tiene hambrienta— con cuidado puso dos servilletas de tela en la pierna que él tenía disponible y en mis piernas que se encontraban en su regazo.
—¿Qué quieres comer primero, Cielo? — me señaló todo lo que había en la mesa
Me quedé observando cada uno, pero le señalé la pasta a la boloñesa.
—Buena elección — tomó el plato con cuidado de que su cigarro no tirara ceniza y lo acercó, me dio el tenedor, comencé a comer mientras el fumaba sin decir nada.
—Esta riquísimo Kyungsoo —dije sonriendo ante la comida a lo que él me dio un beso en mi sien.
—Lo sé Querida, solo lo mejor para ti—apagó su cigarro y abrió su boca esperando que le diera un bocado, jugando acerqué el tenedor para después meterlo en mi boca riéndome.
El apretó mis muslos en advertencia.
—No juegues conmigo Ámbar — respiró la fragancia en mi cuello para besarlo, después él mismo tomó otro tenedor y comenzó a comer
—Espero que después de irme ese jefe tuyo no te haya tratado mal— me dijo a lo que yo solo negué
—Para nada, después de que te fuiste otra vez me pidió disculpas, la tarde la pasé arreglando un asunto menor que me habían dado— di otro mordisco a lo que él me limpio con su servilleta
—Eres hermosa— me dio un beso rápido en la mejilla para seguir comiendo conmigo
-Hay algo que está dándome vueltas en mi mente Kyungsoo— ante el comentario el posó sus ojos sobre mi
—Dilo Querida— se limpió la boca con la servilleta, tomo una copa de vino y observaba desde el borde de la copa.
—¿Por qué sigues tan interesado en mí? Han pasado años y ni siquiera te he dado nada a cambio— traté de evitar su mirada por lo cual me entretuve en mi plato
—Mírame a los ojos cuando me hables y más si es una pregunta—tomo mi mentón y lo subió para que lo observará
—Aun necesitamos trabajar en que no me tengas miedo— beso mi sien y peino algunas hebras de cabello que se habían escapado
—No te tengo miedo, me pones muy nerviosa, tienes toda un aura—para poner más énfasis solté un suspiro y alce mis brazos como dibujando algo muy grande — enorme, me hace sentir como una bebé cuando estoy contigo— el posó una mano en mi muslo para volver a hacer que lo viera a los ojos
—Imagina Cielo, fui a ese club con la intención de beber y coger a alguien; soy una persona que tenía a chicas  comiendo de la palma de mi mano las consentía igual que a ti, no puedes entender mi sorpresa cuando subí la vista buscando a mi próxima conquista solo para  encontrarme con unos ojos enormes mirando al infinito, estabas iluminada por una luz que hacía resaltar tu pequeño vestido, igual a una hada, incluso sonreíste en medio de todo ese inframundo  y en ese momento puse todo a tus pies como lo había hecho con otras bebés, maté por ti para ver cómo me lo pagarías a futuro, creo que no llegas a comprender lo orgulloso que estaba, en vez de estar cómoda con lo que te di, llegaste a trabajar en ser alguien por ti misma, ninguna de las chicas a las que les había pagado por su libertad había hecho eso consigo misma, siempre pedían más sin tener que trabajar, así que las dejé a todas ellas y decidí solo quedarme contigo. ¿Sabes lo único que me pediste en todo este tiempo? Verme, nadie más había pedido eso, las otras me ofrecían su cuerpo, me querían dar joyas como si yo no las pudiera comprar, en cambio tú querías mi compañía - nunca en su discurso me sentí celosa por otras personas teniendo su atención porque sabía que había salido vencedora en una batalla que ni yo misma comprendí que luchaba.
—¿Qué gané con esto? - dije mientras daba otro mordisco a mi comida
—Te ganaste al mismísimo Cerbero a tus pies, Cielo—tomo mi cara con fuerza con su mano derecha que olía a cigarro para que lo viera a los ojos, lamí mis labios intentando prepararme para una recompensa e hice un puchero
—¿Serás mi perro Kyungsoo? — pregunté con voz tierna
—El más bueno de ellos Mi vida—besó mi puchero para después dejarme seguir comiendo
Cuando terminamos de comer la mayoría de los platos en la mesa, el tocó mis piernas para decirme que las bajara y con una delicadeza que nunca alguien había tenido conmigo me levantó.
—Iré por el postre— dijo para mí.
Vi la mesa llena de platos ya vacíos así que decidí ayudar levantándolos con cuidado de no tirar nada además traía las copas de vino para poder rellenarlas.
Al dar vuelta para ir hacia la cocina choque con él, su camisa fue manchada con vino y salsa de la comida, además por la sorpresa el tiró los postres.
—Que carajo— Kyungsoo dijo en una voz enojada y eso fue lo único que bastó para que regresara a aquel momento…
Era mi segundo mes en el horrible lugar que ahora llamaba casa, había estado encargada de la limpieza, pero al parecer tenía potencial para ser algo más en Electric Kiss por lo cual me estaban enseñando por noventeava vez como preparar un Mai Tai.
—¿Que carajo pasa contigo Ámbar? — Gritó la anciana pegando en la barra pensando que me haría estar menos nerviosa
—Lo siento es que aun no puedo recordar bien las cantidades que debe de llevar— comencé a retorcer mis manos nerviosa
— ¿Acaso eres tonta? ¿No te trabaja el cerebro o que tenemos que hacer contigo? Un chimpancé no tardaría en aprender tanto como tu- bajé la vista tratando de huir de su ira
—Lo siento— dije en voz baja
—Creo que necesitas un incentivo para dejar de equivocarte— la anciana saco su vara de bambú, ni siquiera tuvo que decirme que me quedara quieta por el miedo me paralice mis pantorrillas ardían con cada golpe y en mi mente no lograba comprender como alguien podía ser tan cruel con otra persona solo por haber arruinado una bebida.
— ¿Cuándo aprenderás a hacer algo bien? niña estúpida— repetía al ritmo de los golpes la vieja bruja
—Seré mejor, discúlpeme por favor —decía entre lágrimas ninguna de las otras chicas me podía ayudar porque significaría que las castigaría a ellas también, después de todo un infierno me hizo levantarme sin que le importara el que no podía por el dolor y preparar mas bebidas, esta vez no me equivoqué ni por una onza.
—Lo siento, no me golpees por favor— me tiré al piso con miedo cubriendo mi cuerpo recordando los horribles castigos que nos daba la anciana cuando hacíamos algo mal, el pánico parecía viajar por todo mi cuerpo circulando con mi sangre envenenándome.
—¿De que hablas? ¿estás bien? — el trato de tocarme, pero todo se cerraba sobre mi
—No, seré mejor, discúlpame— me hice una bola tratando de esconder mis pantorrillas
—Mi vida— por mas que el intentaba que lo viera fue imposible, escuché como se levantó, comencé a respirar demasiado rápido imaginando como iba a maltratarme igual a como lo habían hecho, suplicaba por piedad y recitaba todo lo que debía de traer cualquier tipo de bebida.
No pude percibir como el comenzaba a tirar cosas en la cocina, hablaba por teléfono, podía escuchar como si todo estuviera muy lejos de mí, entendí muy poco
“¿Como que no sabes tratar con esto?”
“Me importa una hectárea de mierda que tu jefe este ocupado, más vale que me conteste si no yo mismo iré a cortarle los testículos y ponérselos de corbata, ponlo al maldito teléfono”
“NO, NO QUIERO A SU ASISTENTE, SI ESTOY LLAMANDO AL MEJOR PSICÓLOGO DE LA CIUDAD LO QUIERO A ÉL NO A UN MALDITO MANDADERO”
Me encogí más sobre mi misma rezando a todos los santos para que no me hiciera nada.
Paso muy poco tiempo y unas cuantas maldiciones mas para volver a tenerlo frente a mí.
—Cielo no pasa nada, todo está bien, lo siento si subí la voz es solo que me sorprendiste, todo está bien— él se encontraba en cuclillas cerca de mí, pero sin tocarme, pues sabía muy bien que lo que necesitaba era espacio.
— Cariño, vamos respira conmigo, todo esa bien, vamos a comenzar a respirar, a la hora de inhalar, inhala como si olieras el mejor de los perfumes en este mundo, hazlo conmigo— esperó a que inhalara, con lágrimas en mis ojos y la nariz tapada por el moco logré hacerlo, imaginé que olía su perfume
— Ahora cuando exhalemos, vamos a pensar que estamos soplando burbujas en un parque ¿te gustaría eso, mi vida? — su voz no se comparaba con sus gritos de minutos atrás, y de nuevo esperó a que soltara el aire imaginándome en un gran parque haciendo burbujas para los niños, repetí el ejercicio varias veces siempre acompañada con él.
—¿Ya estas mejor? ¿puedo abrazarte? — dijo él con una voz baja sin importarle el que la crema del tiramisú estaba manchando sus pantalones, mi cara llena de fluidos asquerosos junto con el rímel corrido, todo el miedo que había sentido minutos atrás parecía embarrarse en mí, todavía temblaban mis manos
—No, necesito un momento por favor— me encerré en mi mente tratando de procesar en donde estaba ahora, me sentí culpable que hubiera arruinado las cosas.
—Ya no vas a querer pasar más tiempo conmigo por lo que hice— mi voz temblaba al decirle lo que pensaba
—¿Bromeas? Es solo comida, un poco de crema, ya más tarde llamare para que limpien todo, lo que me enoja es no haber sabido responder a tiempo— respondió el sin siquiera titubear para contestarme
—Mírame soy un desastre— me limpie en mi ropa la crema del postre junto con las lagrimas
—Cielo, créeme que he visto cosas peores— yo no lo sabía, pero Kyungsoo literal había visto explotar sesos y ni siquiera eso lo había hecho parpadear
—¿Quién eres realmente Do Kyungsoo? — pregunté curiosa sin aun poder despedir los nervios que causaban temblores en mis manos.
—Ni yo mismo lo sé, pero de alguna extraña manera te quiero compartiendo esto— besó mi nudillo a lo que otra vez quise poner distancia
—Creo que es mejor que vaya a casa—mi mente me gritaba lo tonta que era por desperdiciar mi oportunidad a lo que el asintió.
—Si eso es lo que deseas, eso haremos— sin más se levantó ayudándome también con mucho cuidado de no traspasar los limites invisibles de mi espacio personal.
Caminamos untos a la salida, él se hinco frente a mí para ayudarme con ponerme los zapatos de nuevo, me ruborice un poco pero el sudor frio en mi cuello me recordó que no era momento de fantasear.
El viaje en el coche fue aún mas ansioso, el silencio parecía que me iba quebrar, todo el lugar apestaba a cigarro tal vez días atrás me gustaba el olor pero ahora me recordaba que nunca iba a poder escapar de los recuerdo que esa anciana había dejado en mí, lagrimas comenzaron a escapar de mis ojos, enojada las comencé a limpiar intentando esconderme para que el n viera que estaba siendo patética.
—Muchos dicen que el dinero te da la felicidad, incluso han hecho miles de canciones alabando como tenerlo es lo mejor, yo difiero, mírame ahora mismo, sin poder decir algo que te haga sentir mejor— me dio un pañuelo para que limpiara mis lagrimas
—Eres todo un caballero— el soltó una risa ante mi comentario
—Quienes se cruzan conmigo dicen todo lo contrario— se detuvo enfrente de mi edificio, podía notar en su mirada que se resistía a decir adiós
—Hasta ahora conmigo si lo eres— tome su mano apretándola con delicadeza
—Y así seguirá— beso mi frente
Abrí la puerta, pero aun así no me atrevía a decir adiós
—Habrá más oportunidades para pasar tiempo juntos—salí con un sentimiento de seguridad de saber que el aun quería hablar conmigo.
Ni siquiera imaginaba que después de irme a dejar, Kyungsoo se dirigió al gran consultorio del Psicólogo al cual había llamado, afuera del edificio ya estaban dos de sus amigos, Baekhyun le aventó una mascara igual a la que junto con Lay traían, simples calaveras, claro, sin olvidar sus coloridas camisas playeras con palmeras y dibujos ridículos, sacó su pistola glock y abrió la puerta como si nada.
—Dile a ese maldito que esta vez si me tendrá que atender — con una voz oscura le ordenó a la secretaria a la cual con los brazos arriba asintió, Baekhyun apretó su cuello y la hizo desmayarse.
Fue fácil de abrir el despacho, el psicólogo estaba riéndose, veía un gran partido de futbol americano.
—Toc, toc cabrón— Kyungsoo se recargó en la puerta mientras veía a Lay atar con mucha facilidad al tipo.
—Vamos a atarte como el pequeño cerdo que eres, ¿Quién te crees que eres? Ignorando llamadas cuando la gente te necesita, acaso no esta en tu código ético tener que dar auxilio, pero mira nada más, te salió el tiro por la culata— Lay le dio una nalgada riéndose
—Lo siento, por favor, por favor no me hagan nada— gritaba el sujeto a lo que Baekhyun corto un poco de la tela de uno de sus sillones y se la metió en la boca
—No soporto a la gente que habla más que yo— golpeó su cara y lo puso a los pies de Kyungsoo
—¿Sabes? Mi bebe suplicaba por ayuda en medio de un ataque de pánico al igual que tu lo acabas de hacer, traté de buscarle ayuda, pero, adivina ¿quién no me quiso contestar la llamada? — Kyungsoo se hinco junto a él, poniéndole un cuchillo en su mejilla
—Realmente arruinaste tu vida — Lay reía mientras se sentaba en el sillón mirando el fútbol americano
—Tuve que buscar en Google porque un maldito cerdo poco profesional me negó la ayuda, imagínate a mi bebe llorando y a mi como estúpido leyendo artículos en ese momento, realmente me sentí humillado, y a mi nadie me hace sentir así— esta vez el cuchillo hizo un corte en línea vertical limpiamente, el tipo gimió de dolor a lo que Baekhyun se rió.
—Enséñale como hace las cosas White Noise — sacó su zippo y comenzó a fumar mientas veía como Kyungsoo abría la camisa del tipo
—Ya que te importaba mucho tu juego vamos a dibujar el marcador, tenemos bastante espacio en tu estomago— Kyungsoo ni siquiera se inmuto al ver las lágrimas del sujeto.
No tenía la más remota idea lo que Kyungsoo hacia al otro lado de la ciudad porque al entrar al departamento no prendí las luces, me quede en la obscuridad, en medio de la sala, respirando como había dicho él, después de mucho tiempo en el que estuve tratando de ignorar los recuerdos cubiertos de nicotina y varas de bambú  decidí que me daría un baño caliente para alejar todos los pensamientos  negativos, encendí la música ochentera digna de una escena de película y me bañe cantando a todo pulmón, cuando estuve seca y debajo de las sabanas escuchando a ABBA, decidí marcar su número aunque ni siquiera el teléfono era capaz de pasar la llamada.
Tal vez era una señal de que el no me quería hablar ya, pero en ese momento mi celular comenzó a sonar indicando una llamada, el numero era desconocido, conteste con nervios.
—¿Bueno? — mi voz estaba aún un poco temblorosa
—Tenemos que platicar sobre como contestar a desconocidos no esta bien, Cielo— su voz era dulce, pero al lado de la línea Kyungsoo se deshacía de sus demás pertenencias que Chanyeol quemaba.
—Puede ser una emergencia, además eres tu — le dije acurrucándome en la cama
—Mmmm inventare algo para que sepas que soy yo el que te llama de cualquier número privado, ¿cariño? Borra el anterior número, dejé mi celular en otra parte así que tuve que conseguir uno nuevo — Kyungsoo veía como Sehun deshacía su celular en acido mientras reía con los demás.
—Ok, ¿Que pasaría si te dijera que quisiera que estuvieras aquí junto a un gran bote de helado para mí? ¿Qué responderías? - pregunte tapándome con la cobijas, quería pasar la noche con alguien, alejar todas mis pesadillas y sabia que Kyungsoo era el indicado.
—Fácil, te diría ¿de qué sabor? — al otro lado de la línea, Kyungsoo hacia señas de que se iría, me reí un poco por su contestación, pero logre contestar
—Sorpréndeme— colgué antes de que me pudiera refutar.
Pasaron minutos los cuales aproveche para mejorar mi aspecto cuando el timbre sonó yo me sentía preparada al igual que lo haría un torero al enfrentar al toro, abrí la puerta, encontrándome con un recién bañado Kyungsoo fumaba, pero en su mano derecha traía botes y botes de helados de Ben & Jerry
—No sabia cual era tu sabor favorito— dejó en la isla de la cocina la bolsa, me jalo de la cintura y me beso como si hubiera estado sediento por años.
Sus labios sabían a nicotina, gemí en su boca, lo cual el aprovecho para adentrar su lengua en mi boca, sus labios eran suaves y parecían masajear a los míos, su lengua recorría mi cavidad bucal, no sabia donde poner mis manos a lo que lo tome del cuello, sus manos bajaron hacia mi trasero y lo apretó, golpeo mis muslos, entendí su señal y puse mis piernas en sus caderas.
—No…tienes… idea…de…cuanto…quería…hacer…eso— cada palabra era dicha después de un beso.
—Pero quiero mi helado— dije entre besos
—Lo que quieras Cariño— me bajo al piso y comencé a abrir los paquetes, encontrando el de sabor a brownie
—Este es mi favorito, aunque el de Red Velvet esta cerca de volverse mi favorito— el me robo otro beso
—Lo recordaré— se puso enfrente de mí, y me cargo para que me sentara en la barra
Comimos helado hasta que me sentí satisfecha, guardé con cuidado todos los demás botes, aunque el me advirtió que no me los terminara todos en un día si no me iba a doler el estómago.
—Ven, vamos a mi cuarto— lo jalé, iba detrás de mí para después empujarme a la cama
—Kyungsoo déjame tratarte igual de bien que tu me tratas— le dije besándolo a lo que el negó
—No mi vida, hoy es solo sobre ti aunque créeme que disfrutare cada segundo— sin darle vueltas a las cosas me quito mi camisón de seda, abajo solo traía mis pequeñas bragas color azul, me observó como si representara un oasis en el desierto.
—Mil veces mejor que comer helado— beso mis pechos, haciéndome recostarme en la cama, sus labios carnosos se concentraban en mi pezón izquierdo mientras que sus manos masajeaban mi otro seno, cuando estuvo contento con su trabajo paso al otro y masajeo al que había quedado húmedo.
—Se siente tan bien— oculte mi cara en una de mis almohadas
—Apenas estoy empezando Querida — su mano comenzó a bajar, pero evito el lugar donde lo quería más, en cambio comenzó a tocar desde mis tobillos hacia arriba prestando atención a mis muslos, estrujándolos, su boca comenzó a dejar un camino de besos que terminaron en mi ombligo.
Tomo su lugar entre mis piernas, parecía un niño desenvolviendo su regalo en navidad, recostó su cabeza en mis muslos, acercó su cara, beso mi clítoris el cual estaba todavía cubierto por mi ropa interior.
—Así debe de lucir el cielo— hizo a un lado mi ropa interior, lamió despacio como un gato, sus labios se concentraron en mi clítoris, por reflejo mis caderas se alzaron gracias a la estimulación, pero su mano bajo rápidamente mi cadera para que no me moviera.
Comencé a apretar las sabanas tratando de alguna anclarme a la tierra porque su lengua parecía un tornado, cuando se aburrió de sostener mi ropa interior la jalo al punto de romperla, puso mis piernas en sus hombros y me jalo para que me acercara a el lo mas posible, si había pensado que se sentía como el cielo después de esto me sentía alucinando.
Inserto un dedo en mi vagina, lo cual me hizo gemir su nombre, dio un mordisco a mi muslo, para comenzar a sorber mi clítoris, no podía quedarme quieta por lo cual comencé a tomar su cabello intentando que no parara con sus ministraciones.
—Vamos Cariño, yo se que puedes hacer mas ruido— insertó otro dedo, todo sonaba húmedo, desde como sorbía hasta como se escuchaban sus dedos entrar y salir de mí, no podía contener mucho, su nombre salía de mi boca como si se tratara de un mantra.
Me sentía cada vez mas cerca, jale su cabello a lo que el dejo de lamer para besar el pulso de mi mano, dejando un rastro de mis fluidos
—Grita al mundo quien te está haciendo sentir así, mi vida— beso mi vientre para animarme además de aumentar la velocidad de sus lamidas junto con sus dedos.
Mis caderas comenzaron a moverse a la misma velocidad, grite su nombre y me vine en su boca, el comenzó a sorber todo lo podía, pero a la vez evitaba que me moviera, era demasiada mi sensibilidad, veía todo en blanco, cuando baje de mi éxtasis tome la mano que había estado dentro de mi probando a que sabía, fui interrumpida gracias a sus besos.
—Simplemente perfecta …— dijo mi nombre de una manera tan intima que me escondí en su cuello probando el sudor en su piel.
—Kyungsoo no es justo, yo estoy desnuda completamente y tu todavía traes tu ropa puesta— jale su playera negra
—Mmmm no importa, vamos a darte una rápida ducha y después nos vamos a la cama, debes estar exhausta, fueron demasiadas emociones por hoy— me jalo con mucho cuidado, se rio un poco por mis piernas temblorosas, me acompaño al baño.
—¿Te importa si enciendo un cigarro? — preguntó cuando estaba abriendo el agua caliente
—No, en este momento no me importa— entre al agua lavándome mi cuerpo con cuidado, el encendió el cigarro, con mucha gracias se sentó en el piso del baño enfrente de la ducha, viéndome bañarme, el humo oscureció su rostro, pero podía notar como las comisuras de sus labios estaban alzándose en un gesto de satisfacción.
Al cerrar la llave después de bañarme el estaba con una toalla esperándome para secarme.
—¿Lista para dormir? — su voz parecía haber bajado otra octava, pero le dije que sí, el se quito la playera que traía, junto con los pantalones, quedándose solo en sus boxers, me ofreció su playera, pero negué tomando el camisón olvidado al lado de la cama, me lo puse olvidando la ropa interior
—Eres toda una tentación querida— beso mi hombro, para después apagar todas las luces, lo abrace como si fuera un oso de peluche gigante, el no tuvo problema, beso mi frente y dormí como nunca.
Desperté con el olor a café y el sonido de la televisión, no estaba Kyungsoo a la vista, tallándome los ojos fui a sala, me senté escuchando las noticias esperando que eso me ayudara a levantarme más rápidamente.
“Fue encontrado el cuerpo de un hombre a las orillas del rio de la ciudad, presentaba claras señales de tortura…INTERRUMPIMOS LA NOTICIA YA QUE NOS HA LLEGADO UN COMUNICADO DE ULTIMO MINUTO LA CIA ACABA DE ANUNCIAR EL INVOLUCRAMIENTO DE MAS DE OCHO MIEMBROS DEL SINDICATO DE COMUNICACIONES EN TRAFICO DE ARMAS”
Esa noticia me había despertado, voltee por inercia buscando a Kyungsoo el cual me ofreció una taza de café y una sonrisa traviesa.
—Bienvenida al infierno Ámbar— beso mi frente y supe que yo no me quería mover de su lado jamás.
Me encantaría leer lo que ustedes piensan sobre este capitulo y también le den un corazón a la historia (también habrá playlist de este fanfic)
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northpolething · 5 years
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Muéstrame la nitidez de un recuerdo que, a pesar de su aparente insignificancia, atesore consigo un significado muy (¡muy!) especial;
⠀ ⠀ Dom., 25 de noviembre (del 2018), 11:09 — ¿Y esto? — Manifestó con cierta curiosidad el veinteañero, al mismo tiempo que observaba la caja que yacía en esos momentos entre sus manos. — Parece que lleva tu nombre. — Agregó, haciendo referencia a la etiqueta que decoraba el presente, antes de aproximarlo hacia la morena. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ La voz del americano llamó la atención de la morena, que hasta entonces había estado en un interminable camino de ida y vuelta, desde el armario hasta la maleta que yacía sobre la cama. No solo se acercó con curiosidad y una sonrisilla en los labios hasta la figura masculina, sino que acortó toda distancia existente entre él y ella con un besito casto (y escueto) a la altura de sus carnosos labios antes de coger entre sus dedos la caja que sostenía. — ¿Y esto…? No tenías por qué… ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ A pesar de la pretensión femenina, el veinteañero se las ideó para dilatar en el tiempo, un poco más, aquella acabada e impecable unión entre labios, antes de aceptar la partida de su pareja. — ¿Recuerdas la bufanda que solías tomarme tanto prestada el año pasado? — Mencionó, coincidiendo con el desempaquetado del regalo. — He creído que te haría mayor ilusión poder tenerla al fin, solo para ti, antes que comprarte una que pudiese asemejarse a ella. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Qué bonitas eran las sonrisas posteriores a un beso. Pero aún lo eran más aquellas que se dibujaban cuando todavía estaban unidas ambas bocas, entre beso y beso. Con el regalo ya desempaquetado, la sonrisa que hasta entonces había estado luciendo la fémina, se ensanchó considerablemente al descubrir de qué se trataba. La bufanda… Se había acordado. Automáticamente, agarró ésta para pasarla tras la cabeza de su pareja y ajustarla a la altura de su cuello; ¿con qué fin? Atraerlo hacia sí y repartir una serie de rápidos y sonoros besos sobre la superficie (aún húmeda) de sus labios. — Te voy a comer a besos. Si es que eres perfecto. ¡Es que te como! ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — ¿He acertado? — Consultó, a medida que una gradual y tierna sonrisa emergía de entre sus sonrosados labios, dotando a sus facciones de luz: de candidez. — ¿Te gusta? — Adicionó apenas unos instantes después, mientras contemplaba con devoción el semblante femenino y reconocía, a la altura de la nuca, el amoroso tejido de la que había sido, hasta la fecha, su bufanda favorita. — Te quiero. — Confesó al cabo de unos segundos, coincidiendo con la constitución de un beso notoriamente más lento a cualquiera de sus antecesores. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — Yo sí que te quiero… — Murmuró, en un tono íntimo y apenas audible, ahora boca contra boca: correspondiendo y permitiéndole unos segundos más de unión, gozo y deleite. Premiándole (y nunca mejor dicho) con un beso algo más duradero que los que había recibido segundos antes para, poquito a poco, agarrar la bufanda, tirar inclusive de ésta para atraerlo más hacia sí mientras sus manos ascendían, enredándose con el tejido, hasta terminar el trayecto a la altura del cuello (o, más concreta y específicamente, sobre ambos laterales); y su boca se amoldaba a la ajena como si la vida le fuera en ello. La yema de sus dedos se anclaron y aferraron a la dermis masculina, durante un margen de segundos muy corto, a pesar de haberse parado el tiempo… Fue entonces cuando, dio por finalizado el beso; separándose con un par de piquitos y una sonrisa en los hinchados labios. — Has acertado, y de lleno. Muchísimas gracias, mivi. Por todo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Tan contento como sonriente, el veinteañero se aventuró a tomar tranquilamente asiento junto a los pies de la cama, arrastrando consigo a la figura femenina. — ¿Necesitas ayuda con la maleta? — Comunicó, nada más desviar la atención de su mirada del armario entreabierto y depositar, con suma delicadeza, los labios sobre el hombro ajeno más próximo a su ubicación. No satisfecho con ello, rodeó la cadera femenina con uno de sus brazos para así, atraerla hasta el torso. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Sin duda, en un instante como aquel; a Eleanor le encantaría verse desde fuera. Visualizar detenidamente aquella estampa, e inmortalizar también el momento. Porque, ahí estaban. Eran una pareja. Una pareja en la teoría, y en la práctica. Con planes. Con deseos en común. Y un futuro por vivir. Tras haberse acomodado y, también, haber pasado uno de sus brazos sobre los hombros de su chico; la mano vacante se deslizó de arriba abajo sobre el torso masculino. Una nueva carantoña, fue la respuesta. Un besito de esquimal. Aquel movimiento horizontal podría darle la pista. Sin embargo… Cuando sus miradas se encontraron, la veinteañera sonreía. — Hagamos unas fotos. Aquí, ahora. Así. — Sugirió, a medida que se inclinaba unos centímetros y con la mano que había estado acariciándole, cogía su teléfono móvil que descansaba sobre el colchón. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Hagamos unas fotos. Aquí, ahora. Así. » Aprovechando la ligera inclinación adoptada por Eleanor, el muchacho lo tuvo claro: si perdía el equilibrio… sería cuestión de tiempo que la gravedad hiciese acto de presencia, haciéndoles caer sobre la superficie de la cama. Dicho y hecho. El americano no sólo terminó al cabo de unos escasos segundos con la espalda sobre el colchón sino que, además, remolcó consigo la figura femenina. — ¿Preparada? — Murmuró, en referencia a la sesión fotográfica que a continuación tendría lugar. Inmediatamente después, la mano diestra del muchacho terminó soterrada efímeramente entre los cabellos ajenos, antes de ser deslizada paulatina y gradualmente desde la nuca hasta la base de la garganta. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Las carcajadas femeninas, sonoras e indudablemente divertidas, llenaron hasta el último escondrijo de la habitación cuando el americano cayó sobre la superficie del colchón, y la arrastró consigo a la mullida e inevitable caída. Todavía se carcajeaba cuando (tras su debida acomodación) desbloqueó el teléfono y, la yema de su dedo índice, pulsó sobre el iconito de la cámara fotográfica. Una vez dentro de la aplicación, aparentando excesiva concentración, la veinteañera volvió a pulsar sobre la pantalla táctil para hacer las fotografías desde la propia cámara frontal, aunque… Debía reconocerlo; el recorrido que estaba llevando a cabo la extremidad de su pareja sobre la piel expuesta, estaba desconcentrándola hasta tal punto que le sonsacó, sin ser consciente, una media sonrisa. Click… Cuando ambos rostros y también parte de la zona superior de ambos cuerpos estaban en pantalla; la muchacha viró sutilmente el rostro. — Yo siempre estoy preparada. — Acto seguido, aproximó el propio hasta el ajeno para romper la escasa distancia que los separaba. ¿Un beso? Casi. Pero no. La fémina atrapó el labio inferior masculino y apretó –con fingida maldad que (sí o sí) debía captar– un ápice la dentadura contra éste, para fotografiar el momento exacto. Click. Click. Click… ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ El primero de los retratos tomó por sorpresa al veinteañero, abstraído nuevamente -¡qué novedad!- con el rostro ajeno: en esta ocasión, concretamente, con el tinte y pigmento de sus iris. « Click. » — Mierda… — Murmuró prácticamente para sí mismo y con una media sonrisa fijada a los labios, consciente del descuido en el que había incurrido. No obstante, tras peregrinar con la mirada desde las facciones femeninas hasta el aparato de telefonía móvil y una vez allí, deshacer el camino de ida, el americano volvió a olvidarse de cualquier elemento que no fuese ella. — Si te pidiese que… durante los próximos treinta segundos me mirases a los ojos, ¿aceptarías? Treinta segundos sin emplear la voz. Treinta segundos sin tocarnos. Tan sólo treinta segundos mirándonos, en silencio. — Manifestó al cabo de unos segundos, tras la última de las muestras de afecto físico desarrolladas por su pareja. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Si te pidiese(…), ¿aceptarías? ». El rostro femenino fue ladeándose unos centímetros según escuchaba (cómo no, con su característica curiosidad) la sugerencia que, palabra a palabra, iba pronunciando el americano. Hacia tan sólo unos segundos desde que su atención se había condensado en sus facciones y en los detalles faciales que tanto disfrutaba admirando, a diario. No necesitó pensárselo, pese a que guardó silencio y simuló darle alguna que otra vuelta mentalmente a aquella propuesta. — Acepto. Pero… Hoy treinta segundos sin contacto físico se me van a hacer eternos. — Confesó a bocajarro: con sinceridad y desparpajo. Y lo hizo. Lo hizo a pesar de querer robarle antes un beso. ¿Cómo lo hizo? Tumbándose bocarriba sobre el colchón, acomodándose y colocando el teléfono móvil sobre la tripa, donde posaría también la palma de sus manos (sosteniendo éste) para evitar caer en una posible tentación. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Acepto. Pero… Hoy treinta segundos sin contacto físico se me van a hacer eternos. » Allí estaba… una vez más, aquella inevitable y holgada sonrisa, colgándose de las comisuras masculinas. Instalándose en ellas. — Estarás sintiéndome mucho antes de lo que imaginas. — Reprodujo apenas con un hilo de voz, a medida que orientaba el rostro en dirección al opuesto. Treinta segundos. Treinta segundos de absoluto silencio, durante los cuales el veinteañero mantuvo en todo momento un contacto visual cómplice y directo con su pareja. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Treinta segundos… Treinta malditos segundos. Podía. Claro que podía, y lo haría. Sin embargo, y pese a que la muchacha pudiese pasarse no sólo segundos, sino horas mirándolo sin mediar palabra; la sonrisa que fue floreciendo de entre sus labios fue una de las más inevitables y dulces que jamás habían dibujado. Sus mejillas, casi corrieron la misma suerte: tintándose y adquiriendo –poquito a poco– un rubor y tono (son)rosado. Qué tenían aquellos ojos. Qué tenía ese hombre. Qué. Desconocía el tiempo que había trascurrido desde que empezó aquella particular cuenta atrás y, aunque no podía utilizar las manos, ni tampoco la boca… Estaba convencidísima de dos cosas: La primera, se habían besado en el alma. Y la segunda, se habían colmado de caricias. Todo ello, con la mirada. No hacía falta más. No era necesario. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Una vez la cuenta atrás hubo llegado a su final… el americano procedió a depositar las yemas de sus dedos centrales sobre la mejilla femenina más alejada. — ¿De qué sueño te has escapado? — Se interesó en saber, a medida que escoltaba con la mirada las caricias que, en aquellos precisos momentos, estaban constituyéndose sobre la epidermis ajena. — ¿De qué cuento…? ¿De qué fantasía? — Agregó, nada más aproximar una de las aletas de la nariz a la parte contraria. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Como consecuencia del acercamiento de su pareja y, también, de los interrogantes pronunciados: el labio inferior femenino fue atrapado por la fila dental superior durante un margen muy, pero que muy breve de segundos. ¿Por qué motivo? Por una sencillísima razón. El mismo pensamiento de los últimos días volvió a reproducirse en el interior de su mente. « Te voy a comer ». No obstante…, la única acción que llevó a cabo fue trasladar la posición de sus manos a la zona occipital masculina; para enredar y hundir los dedos entre su pelo. Estirar, de manera leve, apenas perceptible mientras apegaba su sien a la opuesta, y mecía la cabeza verticalmente: a modo de caricia, de roce. — ¿Y tú? ¿De dónde has salido tú? — Susurró, en voz baja; privada del sentido de la vista.
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wlbeneathhq-blog · 6 years
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  ‘        You want a revelation. Some kind of resolution. You want a revelation. No light, no light in your bright blue eyes.      ’
Ha sido bautizado con el nombre Caden Fawcett, carga cruz y pesares hace 24 años. Mientras sus rasgos son huellas de herencia de progenitores caucásicas, y la mayor parte del día podría ser encontrado en el Periódico local como asistente de edición y en su programa radial Rebel Touch. 
   —                              ¿QUÉ ES LO QUE REFLEJA TU ACTUAR?
Ojos de halcón. Por necesidad o naturaleza, es un individuo muy receptivo y posiblemente a la hora de una conversación ponga a más de uno nervioso por el contacto visual al que él parece no inmutarse. Lengua de víbora. Sus modos para expresar honestidad no siempre son las más tiernas, pero le gusta apreciar esta cualidad en su persona como una que ya no muchos tienen el valor de demostrar. Noctámbulo. A pesar de la inseguridad a la que se expone, la fascinación por la soledad de la noche lleva a sus pies al encuentro de vida social en clubs y bares, sobre todo con aquellos que hoy no tiene miedo de llamar amigos. Pequeño bastardo. La inestabilidad en las relaciones con mujeres es algo que, a pesar de que no lo dice abiertamente, le consterna y es tema para reflexionar con la almohada. Pero el sol siempre sale al día siguiente y con él también el desinterés.
—                              ¿CUÁL ES LA REALIDAD QUE ESCONDE O PROYECTA?
UNO.  El fin del mundo. Enorme nube de polvo, alaridos de dolor, sirenas, periodistas desconcertados. Era el 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York. Caden contaba con apenas seis años de edad cuando vio a su madre recibir una llamada telefónica y soltar la taza de café que yacía en la mano siniestra. Luego de horas de espera, confirmaban lo peor. La porcelana se hizo añicos al igual que su niñez, si no es que su existencia entera. El padre, de ascendencia británica y de quien heredó tonalidades de iris, era oficinista en espectacular rascacielos del World Trade Center; las autoridades encontraron sus restos entre los escombros. Lo último que recibieron de su parte fue un par de mensajes de voz, donde el hombre pareció imaginar su destino, pues fue amor lo que inspiraban cada una de sus palabras, una despedida. Pasados los días, la penumbra y desorden invadían cada habitación del apartamento. El niño regresó a sus clases, pero la progenitora continuaba en su trance. La preocupada abuela viajó de Washington a Nueva York para atenderlos, pero ni el cariño implícito en cada obra culinaria era suficiente para espantar el horror y la desesperanza que dejaron los previos acontecimientos. Y dos años más tarde, la familia consideró que lo mejor era que se mudaran a Linbourne junto con ellos. Para Veronica, que luchó arduamente para salir del pueblo y conseguir una vida mejor era un mal chiste tener que regresar, pero coincidía con sus padres que no podía educar a su hijo ella sola en una ciudad que simula una jungla. Sin embargo, no era tanto la soledad característica del duelo sino las secuelas de un ataque terrorista. La predisposición de la metrópolis a que suceda una vez más y el constante ajetreo tanto como el bullicio cotidiano les dificultaba montar al presente con la necesaria seguridad.
DOS.  El extranjero. La terapia fue importante si lo que buscaban era pasar de página lo menos rotos posible. Difícil sin embargo para ambos incorporarse. Además del contraste de Linbourne con Manhattan y de la rutina más tranquila, curiosos vecinos y amistades que la madre dejó atrás en su pueblo natal, ahora se acercaban en cada oportunidad para hacer preguntas y ofrecer condolencias. La maldición se había impuesto en el existir de hebras azabache, por siempre sería observado como una criatura mutilada, como un pequeño en desamparo, víctima de políticas mal intencionadas. El hartazgo lo llevó a refugiarse en el orgullo con el propósito de pasar inadvertido frente al resto y de nunca dar explicaciones. Adaptarse a la escuela tampoco fue sencillo, ponía atención en las clases y cumplía con tareas, pero le tomó meses formar vínculos. Aunque tuviera compañeros huérfanos, sus circunstancias eran tan ajenas que pese a lamentar profundamente sus historias, no por ello se sentía comprendido. Los años transcurrieron, el ojiazul se convirtió en un adolescente bastante competente para cualquier materia dentro del programa de la preparatoria. La nostalgia, disparada de vagos recuerdos de figura paterna frente al televisor coreando el nombre de Manchester, lo empujó a unirse al equipo de fútbol soccer de la escuela y aunque no destacó de sobremanera, ser la estrella deportiva no era a lo que apuntaba. Sus intereses parecían estar en las letras, en la investigación, en la lectura. Ejemplar que encontraba interesante en la librería, era adquirido por él. Sobre todo si estaba relacionado con el atentando a las Torres Gemelas. Quizá su madre no lo comprendía, mas no sería la única, ni la primera. Su propio dolor la cegaba. Pero el joven, como un enfermo recién diagnosticado, la forma astuta de contraatacar el padecimiento es conociéndolo, y por ello la importancia de informarse pese a que implicara decepción de sus gobernantes.
TRES.  La metamorfosis. De pronto, su abuelo materno enfermó de cáncer. La parca en su manto negro se lo llevó a seis meses de luchar contra el tratamiento y la propia enfermedad. Esto naturalmente impactó en el pensamiento de Caden y lo que quedaba de inocencia dentro de él, se transformó en polvo y el aire se lo llevó. La misa ofrecida el día en que sepultaron a su última figura paterna también fue su despido de tradiciones católicas y domingos a los que la familia lo obligaba a asistir. El guardarropa cambió, sombrías chaquetas de cuero sustituyeron viejos suéteres y botas y zapatos de cordones a los anteriormente apreciados Converse. Y entonces apareció la oleada de curiosidad de terceros de la que desde pequeño intentó escapar y chicas para las que él no figuraba, ahora sí; y el neoyorquino no sabía si echarse a reír o pasar de largo. Generalmente era lo último, pero haciéndolo sólo generaba más atención. ¡Nada tenía sentido! Pero siendo adolescentes, el sinsentido resulta intrigante. El uniforme de fútbol era una invitación y el recorrido del campo a los vestidores era momento para que una porrista lo interceptara para avisarle de la próxima fiesta. Sin embargo, no tenía cabeza para lidiar con ese mundo de astros preparatorianos. La hipocresía no se le daba. Sí, mira… Tengo un asunto familiar este viernes. Pero gracias. “¡Anda! ¡Será divertido! Piénsalo. Es después de las ocho.” ¡Cumple años mi mamá! Excusas que en la privacidad de su hogar significaban comer rosetas de maíz mientras veía una película con la figura de su husky siberiano Elvis a sus pies.
CUATRO.  El guardián entre el centeno. Los amargos azares lo obligaron a crecer antes de tiempo, no había duda. Sus orbes descubriendo aspectos que otros no y su labia difícilmente conteniéndose a la hora de opinar con fundamentos. “¡Estás insoportable! Ya no se puede hablar contigo porque sales con cosas que…” ¿Debo disculparme por ser sincero? ¿Por qué no te disculpas tú conmigo por coger con ese tipo sin siquiera presentármelo antes? Palma diestra de su progenitora terminó en su mejilla en más de una ocasión, sus comentarios llegaban a la irreverencia. En el fondo un niño dolido, lidiando con la idea de que su madre era capaz de amar a un hombre que no era su padre. Acomplejado y fumando un cigarrillo, algunas tardes se le veía en un columpio del parque más cercano a su casa, lamentándose el paso del tiempo y la poca normalidad de su infancia. También se le asociaba con la radio local en donde incluso ya estudiando Ciencias de la Comunicación en Seattle, acudía como asistente voluntario. Ya no quería estar en casa. Detestaba al nuevo novio y el repudio creció una vez que se mudó con ellos.
  —                              CON QUIENES SE VE RODEADO / INTERCEPTADO.
→           GRACE HAREL   /     Orgullo y Prejuicio. Ocurrió un poco antes del verano del segundo año de preparatoria. Siempre estuvo dentro del programa de tutorías, por lo que no era extraño escuchar a los profesores decir un nuevo nombre del cual preocuparse las siguientes semanas. Sin embargo, nunca habría imaginado verse a sí mismo en espera de tan popular muchacha dentro de la biblioteca. Todos conocían a las Harel o desde una perspectiva realista, todos querían conocerlas. Caden mismo las consideraba atractivas, pero el caos dentro de su raciocinio imposibilitaba situar ajenos sobre un pedestal. A su vez lo que murmuraban sobre ellas en los pasillos no era agradable y él, alérgico a la falsedad, optaba por seguir con la rutina y evitarse conflictos. Pero la de claros cabellos llegó, saludó disculpándose por la demora y tomó asiento en la silla contigua. Descubrió en Grace actitudes que a simple vista contradecían a las reconocidas en su hermana. Con el paso de los días, no solamente hablaban de clases y tareas, anécdotas de ambos provocaban mutuamente carcajadas. La química era evidente, la atracción palpable. Y tras un espontáneo beso, ella confesó que desde hace tiempo él llamaba su atención. Salieron alrededor de un mes, él no se sentía cómodo con hacerlo oficial frente a la escuela y aunque a la castaña no le gustaba la idea, lo que realmente no permitió que la relación creciera fueron los problemas que él arrastraba desde su infancia y los de aquella época con su madre.Vio a Grace derramar lágrimas en cuanto le hizo saber que no funcionaría, ella asintió y se dio vuelta. Nunca más conversaron a solas.
→           NOELLE BERDFORD  /     Durante un corto periodo de tiempo fue tutor de la mayor de la familia Berdford, no entendía las razones que la habían puesto en el programa de tutoría, siendo demasiado lista y auto-suficiente para necesitar la ayuda de un tercero con los temas de estudio. Leer sus trabajos eran un placer para cualquiera, manteniéndola bajo su tutela movido por el deseo de conocer más de aquel cerebro / de sus capacidades, aquellas que eran observadas con envidia por la rubia de las Harel y ridiculizadas en el pasillo. Ella víctima de quien se alza como santa y él, carente de tacto, incapaz de soltar palabras de aliento. 
→           VICTORIA LANGFORD   /     Conoció a la pelinegra en clases de literatura moderna, anteriormente encontrada en literatura clásica. Dos egos que saben de sus conocimientos, que vanaglorian sus propias mentes y observan las de un otro desde trono del que se han apropiado. Sin embargo, un mismo reino no puede tener dos reyes sin que uno salga herido en el camino, y ella fue la víctima. Sólo bastó de sonrisa socarrona en rostro masculino que profesa sinceridad pura, y un par de críticas a estilo de escritura impropia, para ganarse el repudio femenino. 
ESTE PERSONAJE SE ENCUENTRA OCUPADO POR SALINGER. 
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brassknucklesrol · 4 years
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Hennessy, bengalas y panteras
◈ 𝗨𝗯𝗶𝗰𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻: 𝗦𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝘂𝘁 𝗦𝗮𝗹𝘁𝘆, 𝗠𝗶𝗮𝗺𝗶.
◈ 𝗣𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝗷𝗲𝘀 𝗶𝗺𝗽𝗹𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼𝘀: 𝗠𝗮𝗰𝗸𝗼 𝘆 𝗝𝗮𝗺𝗶𝗹𝗮.
◈ 𝗙𝗲𝗰𝗵𝗮: 𝟮 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝘆𝗼 𝗱𝗲 𝟮𝟬𝟭𝟵.
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Jamila
La noche en el club ya estaba entrada, la hora de oro, la dorada que brillaba y no solo hablaba de lo que escondía en las escasas prendas de ropa que decoraban su cuerpo. Estaba más agotada de lo normal, llevaba bailando varias horas al cubrir el turno de una de sus compañeras, una rusa un par de años mayor que ella y que le había enseñado unas pocas palabras en su idioma natal para camelarse a algunos clientes y que aflojasen más verdes. Rusos, americanos, mexicanos y de todas las nacionalidades pasaban cada día por las paredes del SbS, un club donde cualquier cura se sacaría los ojos con la sola mención de las muchas carnes expuestas allí dentro.
Jamila no renegaba de su desnudez ya que nadie la tocaba ni era total, solo bailaba y desde hacía un tiempo atrás robaba. Sin duda esta última parte no entraba dentro de los honorarios mensuales ni de los extras, pero era un riesgo a correr que la había terminado beneficiando. Si aquellos pardillos iban a dejarse miles metidos en tangas de colores ¿por qué no podía coger comisión y anotarse otro par de cientos para un buen fin? El de una nueva cadena o un  Lacroix, exactamente. Le quedaba menos de una hora para terminar su turno, aunque quedase una larga noche para el resto de las chicas. Había ido a cambiarse de conjunto a uno blanco que resaltaba con su tez, aprovechando para guardarse lo recaudado en unas horas y que a simple vista rondaba las cuatro cifras. Se había hecho de oro. Benditos blancos ricos. Volvió a salir y a pasearse entre las mesas, la barra y el escenario, viendo como habían llegado nuevos clientes y no cualquiera, principalmente porque allí no entraba nadie que se dejase mínimo el precio de un rolex sencillo. No fue un reloj lo que llamó su atención, sino un pedrusco del tamaño de mercurio, brillante y llameante clamaba su nombre. Poco a poco sus ojos se fueron alzando hasta ver a un afroamericano con la piel aún más oscura por la cantidad indecente de tinta que llevaba por bandera, aunque aquel pedrusco solo era una de las muchas joyas que llevaba, el anillo tenía toda su atención.
En cuestión de 10 segundos había trazado un plan en su mente y había analizado el tipo de anillo: peso, medida, facilidad de extracción y valor. Se iba a hacer con ese anillo de oro puro y rebosante del dedo de aquel jevito, iba a ser suyo y como mínimo iba a sacar cuatro cifras, dios bendijese a los diamantes. El plan era sencillo pero efectivo: primero tenía que dejar que aquellos tipos bebiesen, se drogasen o lo que quisiesen hacer para que sus sentidos se viesen menguados con los minutos y esa era la parte más sencilla porque las botellas volaban una tras otra en aquel reservado separado del resto, al igual que las chicos Jamila estaba con cierta ventaja. Estaba situada en uno de los escenarios exclusivos para los que se dejaban los billetes y no estaban con el resto a unos pocos metros del grupo de varones afroamericanos, así tenía contacto visual directo con el tipo del anillo, su próximo pardillo. ¿Cómo podían ser tan sencillos?
El segundo paso era todavía de dificultad media, solo tenía que llevar otra botella al grupo y quedarse en el grupo de chicas que bailaban frente a ellos. Su objetivo la miraba de reojo con asiduidad, mejor, así tenía excusa para acercarse a él con algún pretexto. Por lo general eran los clientes quién escogían a las chicas si se iban a los reservados, así pudo poner marcha ese segundo paso cogiendo una botella de Hennesy junto a varias copas, todo ello en una bandeja y una cubitera. Bailaban y servían a partes iguales, así que sus manos no solo tenían destreza en robar sino también en poner copas. Accedió al reservado con la bandeja en la mano hasta dejarla en la mesa de cristal que había en el centro y rodeada por los sillones. Se inclinó lentamente dejando que su cabello oscuro, largo y ondulado cayese por su rostro, cuando alzó la vista tenía sentado justo delante a su objetivo, el tatuado del anillo, mirándola directamente. Copa a copa fue tendiéndola a cada uno de los varones, la última copa de Hennesy iba para aquel jevo. Con el cristal en la mano fue a tendérsela y cuando acercó la mano la retiró, mostrando aquella sonrisa que aunque podía parecer falsa se veía a millas que era pura y de verdad, a Jamila pocas veces podías verla seria, tenía un rostro dulce y alegre y eso siempre había estado a su favor en todos los ámbitos. 
— ¿Querías esto, manito?
Alzó una ceja en dirección al afroamericano mostrándole la bebida, al hablar mezclaba sus dos idiomas: su acento americano de barrio con el español de la Allapattah. Finalmente se acercó para tenderle el vaso, quedándose frente a él. Así comenzaba él paso tres y de dificultad algo más alta: bailar para él y cuando estuviese lo suficientemente embriagado darle el cambiazo de su anillo por otro del mismo peso que llevaba escondido en algún lugar de sus escasas prendas.
Macko
Contra todo pronóstico forjado en los siglos anteriores: no, los diamantes no eran solo los mejores amigos de una mujer; y eso quedaba más que claro cuando Macko hacía acto de presencia. El humilde niño que robaba mendrugos de pan en Riviera Beach, Miami, se había convertido en alguien con un poder adquisitivo más alto de lo que nunca imaginó. 
Claro estaba que aquel dinero y la ostentosidad que decoraba a su persona en forma de ropa de marca, relojes y collares de oro macizo así como anillos repletos de piedras preciosas tenían una dudosa procedencia así como legalidad. Pero en el ambiente en el que los Davis se movían, los medios no importaban en absoluto, y menos en el SbS. Los cargos masculinos de los Brass Knuckles solían frecuentar aquel local en busca de un rato de diversión en forma de alcohol, música y exuberantes mujeres contoneándose sensualmente al ritmo de la canción que sonase. 
Aquella noche fue una más añadida a la lista. Los muchachos habían pagado por una zona reservada donde tener las mejores vistas del local y del escenario. Bebían una botella de alcohol tras otra, que se enfriaba en un cubo de hielo con luces led en los que ajustaban llamativas bengalas chispeantes que embelesaban hasta al más distraído del lugar. Bromeaban, reían y el alcohol comenzaba a afectar a los muchachos, desinhibiéndolos cada vez más. Se acercaban a las strippers para encajarles billetes de cien en las gomas de las bragas y se quedaban hipnotizados por los movimientos de sus caderas... aunque parecía que no eran solo ellos los que miraban fijamente lo que les interesaba: Macko pudo notar cómo la mirada de una de las bailarinas se había clavado en él y en sus vistosas joyas. Fanfarrón, sonrió de medio lado y continuó la fiesta, a pesar de no perder de vista a aquella fémina cuya vista seguía posada en su dedo anular. 
Sabía que la intención de dejarle a él como el último para servirle una copa de coñac no era más que una artimañana para conseguir lo que quería. Veía a través de aquellas gafas ahumadas que ni siquiera se había quitado pese a la oscuridad del local cómo los ojos de la muchacha parecían los de una urraca: en busca de todo lo brillante. A pesar de que se estaba esforzando por disimular sus verdaderas intenciones, llevaba en aquel mundo mucho más tiempo del que ella podría imaginar. Se acomodó en el sofá, con ambos brazos estirados en cruz y apoyados sobre el respaldo del sofá, tamborileando con los dedos sobre el tejido blanco que tapizaba el mueble. Cuando le tendió la copa, alargó la mano en un intento, en vano, de agarrarla, riendo con sorna y entre dientes, negando con la cabeza. 
— Pagué por esto, babygirl. 
Respondió con una media sonrisa en los labios, apoyando los codos sobre sus propias rodillas para quedar así incorporado hacia delante, observándola en aquellos instantes desde una posición más baja que la que se encontraba ella, por encima de los anteojos. 
Jamila
Todo estaba medido, cada movimiento, cada paso, cada sonrisa y palabra, si era buena en lo suyo era porque cuidaba cada mínimo detalle y no dejaba nada al azar. Era consciente de que él podía ser consciente del robo y de la falta del anillo, por eso el cambiazo era el punto clave y que siempre funcionaba, para cuando querían darse cuenta, tenían un anillo similar pero que no valía más de un dólar en cualquier tienda de segunda mano, sacando ella un beneficio de varias cifras a cambio. Lo único que no le gustaba era no poder verle los ojos, la mirada servía de mucho y en ese momento estaba nublada de dicho sentido, al menos al principio pues cuando el afroamericano se inclinó pudo ver sus ojos oscuros por encima de las gafas.
— ¿Por esto te refieres al Hennessy o a mis caderas, manito? 
Jamila se relamió los labios ante aquella sonrisa disimulada que había gesticulado el varón, era hora de jugar, la parte más complicada pero la que más disfrutaba y no se refería a bailar. Si había algo que le gustaba de robar más allá de conseguir dinero era la sensación de adrenalina que despedía cada poro de su cuerpo, robarle a gente con dinero no era un gran drama. Hasta los ladrones tenían un código moral. Acercó su cuerpo como si de una pantera se tratase, era hipnótica y lo mejor era que tenía conocimiento de ello. Siguió avanzando hasta que la distancia fue nula, justo los milímetros necesarios para que ninguno tocase al otro pero sí como para que sintiese su presencia y su calor, de cuclillas frente a él y con el rostro a la misma altura volvió a mostrarle sus dos hoyuelos antes de girarse y quedar en la misma posición pero de espaldas a él para poder contonearse con suavidad las caderas, las cuales parecían un mar movido y a la vez calmado, tenía un control absoluto de las mismas. Como había dicho, hipnótico. Así tuvo la cercanía que necesitaba para volver a girarse frente al joven al cual reclinó con agilidad mientras juntaba las palmas de ambas manos con las de él: llegaba el momento del cambiazo.
  Macko
Una vez tuvo la copa entre sus dedos, dio un trago a la misma antes de responder a su pregunta, agitando levemente los hielos tintineantes dentro del vaso. 
— Hennessy, bengalas y panteras. Dejó la copa de coñac sobre la mesa baja entre la que se había interpuesto la muchacha de peligrosos y tiernos hoyuelos y volvió a ajustarse las gafas sobre el puente de la nariz para cubrírselos. Se permitiría disfrutar del espectáculo que dieron sus vaivenes de cadera frente a él, le picó la curiosidad saber hasta dónde sería capaz de llegar aquella fémina con tal de desvalijarle. Sabía cuál era el talón de Aquiles de todos los allí presentes y quizá si hubiese sido un tanto más disimulada desde el principio de la noche, el afroamericano hubiese vuelto a casa sin diamantes y con una baratija entre los dedos. Sin embargo, disfrutaría haciéndose el tonto. 
Siguió de cerca cada contoneo y dejó que fuese ella quien tomase las riendas del momento, reclinándose sobre el sofá. Supo cuál era su objetivo en el momento en el que creyó ser tan lista de juntar sus palmas de las manos y, entonces, Macko entró en el juego. No sabía dejar que su cuerpo engatusara sin pensar en él mientras sisaba lo que le venía en gana, y ese pequeño resquicio de atención que le faltaba a la morena fue la oportunidad perfecta para él. Dejó que le quitase el anillo y sintió cómo le colocaba el sustituto en el mismo lugar, sabiendo que buscaría un escondite para el botín que pensaba que se llevaría a casa aquella madrugada. No le fue difícil adivinar dónde acabaría, y era en su escote. Se incorporó de nuevo en el sofá, sacando de uno de sus bolsillos un billete de cien enrollado en forma de tubo con el que amagó para encajarlo en su sostén. Lo que no esperaba ella es que con ese mismo billete hubiese conseguido recuperar el anillo. 
— Un contoneo de los tuyos no cuesta cuatro de los grandes, ¿sabes? — murmuró cerca de su oído, mostrándole el billete enroscado en sí mismo con el anillo alrededor del mismo.
Jamila
Era irónico que mencionase la palabra pantera, al igual que dicho felino que hacía referencia a su apodo, Missy, se contoneaba y estaba al acecho como uno.  Sin duda le iba  como anillo al dedo, otra ironía. El tercer paso estaba en marcha, sus ojos ya estaban chispeantes, ¿tan sencillo iba a ser? ¿No había nada de diversión? Bueno, la encontraría en algún sitio si no era allí. Había llevado la mano a su escote con fugacidad para coger el anillo falso y virarlo entre sus dedos para que quedase oculto, cuando sus palmas se tocaron no fue difícil rozar su dedo y que 1,5 segundos pudiese deslizar el bueno e introducir el falso. Había mejorado su marca en solo unos meses, podía estar orgullosa de eso y más si lograba bajar esas 5 décimas de segundo. 
Con el anillo del afroamericano ya escondido entre sus dedos volvió a llevar la mano a su escote y bingo. Cuatro cifras iban a ser suyas, sin contar los mil que había sacado entre otras cosas de menor valor. Bailar en aquel club se había convertido en algo secundario, no podía quejarse de lo que ganaba allí y eso sin mencionar la diversión, pero aquel extra que sacaba de los hombres que venían a verlas... eso sí que era otro jodido nivel. Cuando terminó esperó paciente, se iría a los camerinos para cambiarse y volver a su vida diaria, pero sin saberlo Macko tenía otra cosa preparada para la joven. El billete de cien se asomó, tampoco los rechazaría: los verdes eran verdes al fin y al cabo. Aquella sonrisa dulce volvió a hacer presencia, pero la misma de los hoyuelos encantadores pasó a ser una mueca cuando aquel afroamericano sacó el billete con un gran brillante enroscado en él. Deslizó los ojos a su dedo y allí seguía colocado el falso.  Estaba bien jodida. ¿Cómo había conseguido quitarle el anillo? Pero lo primero, ¿cómo se había dado cuenta? Nunca nadie lo había hecho. Tenía su historial de antecedentes tan limpios como el cristal.
«Maldito cabrón»
El rostro de la joven se serenó, si algo sabía era que debía mantener su temperamento tranquilo y que el juicio estuviese de una para actuar bien, los sentimientos nublaban cualquier lucidez posible, aunque su piel se mantuvo erizada cuando se aproximó a su oído, había herido su orgullo y esa era una de las pocas cosas que Jamila no llevaba bien. Al carajo su buen juicio. Aquello iba a terminar con su jefe echándola, pero daba igual, encontraría otro trabajo como siempre hacía. 
—Ni con todo lo que llevas encima podrías pagar un buen contoneo de los míos —Allí iba la gata de zarpas. Alzó su mentón mientras mordía la carne humedecida dentro de sus mejillas. Su melena rizada y larga se meció cuando dio un paso hacía delante, se tomó la libertad de llevar las manos a las rodillas del joven. Él no podía tocarla, pero no había ninguna regla que dijese lo contrario de ella. Así, con las manos sobre él, se aproximó inclinando su cuerpo lentamente, ahora algo menos después de que él se hubiese reincorporado. Estaban frente a frente, separados por una fina línea dónde no podía pasar ni un simple folio—. Además, ¿un Graff de oro blanco? Cúrate del gusto, manito.
Macko
Pudo ver a través del filtro de sus lentes cómo al cara se le cambiaba y aquella sonrisa socarrona en un rostro dulce dejaba paso a un ceño fruncido y con algo menos de color en su tez. 
—Eres demasiado básica, babygirl — murmuró, sin achantarse en el momento en el que decidió acercarse de nuevo con aquel tono de gata herida y orgullosa. Macko era un tipo bastante fanfarrón y poder desmontar los intentos de una joven bailarina que en sus ratos libres era una ladrona de pacotilla le inflaba el pecho de orgullo—. El juego tan simple de embobar con las caderas me demuestra que juegas en la liga inferior. El cazador, cazado. Hablaba y mostraba sus blanquísimos dientes, que contrastaban de manera bastante drástica con el color de su piel. Se guardó el billete de cien en el bolsillo de la camisa que llevaba y se ajustó el anillo al dedo anular sin apartar la mirada de aquella depredadora. 
— Te queda mucho por aprender, ¿sabes? Mientras te enfurruñabas como una cría te has quedado sin otra baratija. — y alzó la mano contraria a la que había utilizado para recuperar su anillo, donde entre los dedos había enredado una cadena dorada que portaba la muchacha al cuello y que, indescriptiblemente, le había arrancado del cuello sin que se hubiese dado cuenta. — ¿Qué, una baratija o algo sentimental? En el momento en el que intentase alargar la mano para quitarle lo que era suyo, apartó la mano con vacile para que no fuese capaz de recuperarlo. 
 Jamila
Acaba de llamarla básica, pero escucharle insuniar que se encontraba en la liga inferior hasta llegó a ofenderla. Sí, robaba a pequeña escala, pero si la cogían no la condenarían por hurto sino por robo ya que las cantidades que extraía no bajaban de las cuatro cifras. La punta de su lengua tocó las paletas superiores, dejando la boca entre abierta unos segundos antes de cerrarla y mostrar sus labios ladeados. Su jefe no quería que se limitasen a hablar y hasta juró notar los ojos clavados en su nuca, pero que le jodiesen, con ella y otras dos chicas lograban llenar el club noche sí y noche también. 
— Me sirve para vivir, me divierto y saco unos cuantos fajos al mes, ¿acaso tú juegas con los mayores sin hacerte daño?
Todo lo que tenía de angelical  lo tenía de fiera cuando no conseguía lo que quería, ahí residía su peligro. Si mordía no soltaba. Esa ambición y terquedad unida a ese pequeño don conferido de su memoria y sus manos fluidas la hacían una bomba de sangre caliente. No fue hasta que mencionó su colgante que llevó la mirada a la pequeña cadena de oro que siempre relucía en su cuello. De baratija no tenía nada. Era lo único que no vendía, la cadena de su padre. Aquella vieja cadena de oro se la había dado su pai la última vez que le había visto antes de ingresar a prisión  para pasar allí el resto de sus días. Una cadena perpetua, muerte en vida.  Su rostro se desencajó, ¿cómo había...? No era posible. Al contrario de cabrearse un pequeño brillo cruzó sus ojos, había topado con otro ladrón en Miami, y no uno cualquiera.
— Real cabrón. 
Aquella sonrisa volvió a aparecer mientras se inclinaba para recuperar su cadena, cuando jugó con ella para no devolvérsela frunció el ceño negando de lado a lado. ¿Quería jugar? Hecho. Tomó las rodillas del afroamericano agarrándolas con las palmas y con lentitud fue abriéndolas poco a poco para introducirse entre ellas y poder acceder a su oído al igual que él había hecho al descubrirla. Jamila se fijaba en cada pequeño detalle y en cuanto lo veía lo recordaba al milímetro, por eso se sabía cada número de la tarjeta de crédito con la que había pagado aquella noche, además de los billetes que usaban él y sus amigos para meter en la ropa de las chicas. También se había fijado en la contraseña, el tipo y dónde la había guardado. —  Se me haría demasiado fácil hacerme con tu tarjeta del tercer bolsillo de la izquierda de tu cartera. 4000 1234 5678 9010, válida hasta septiembre del 2022. Contraseña 4586. Bonito nombre, por cierto. Leroy.
Macko
Se mantuvo con la cadena enredada entre los dedos de la mano, jugueteando con la misma y haciendo que el colgante comenzase a girar en el aire, agarrándola con el puño con algo más de fuerza en el momento en el que se hizo hueco entre sus rodillas para volver a aproximarse y hablar en un murmullo, el suficiente para ser escuchada por encima de la música y el jolgorio montado alrededor del resto de Brass Knuckles por el resto de bailarinas. Por suerte, pudo esconder parte de su sorpresa exteriorizada a través de sus ojos, que se abrieron algo más de lo normal, por las gafas que llevaba. Soltó una risa irónica entre los dientes y giró el rostro para buscar el de ella. "Jo-der" dijo para sus adentros. Recordar toda aquella retahíla de números no era algo fácil. 
— Igual deberías dedicarte a las matemáticas y no a jugar a los ladrones, babe
Soltó una nueva risa, lanzando la cadena al aire para que la cazase al vuelo. Había terminado por aquella noche con aquella bailarina.  Se hizo a un lado y se levantó del sofá, agarrando la copa de Henessy. Antes de unirse al resto de los muchachos, se paró en seco y llamó con un silbido a la joven para llamar su atención, lanzándole con un golpe de pulgar la sortija barata con la que quiso engatusarle. 
  — Más suerte la próxima vez.
Jamila
Si se había sorprendido no lo había mostrado, malditas gafas, odiaba no verle los ojos aunque el cambio de postura a una más defensiva y tensa le dejó ver que había logrado desconcertar a aquel afroamericano plagado de tatuajes. Trabajo hecho, no había conseguido aquellos cuatro mil de los grandes pero al menos le había bajado el ego a aquel jevito. Su comentario sarcástico la hizo reír en silencio, mostrando los dientes sin cohibición ninguna, cualquier resquicio de mal humor había desaparecido, no era su estado natural nunca lo había sido ni lo sería. 
— No soy buena estudiante, seguiré jugando... Miami tiene mucho que ofrecerme.   Ya en pie y dispuesta a irse, volvió a girarse en cuanto lanzó la cadena de oro la atrapó con una mano, llevándola al sitio de dónde no debía haber salido: su cuello. Su turno acababa, había sido un turno fructífero y divertido a partes iguales. Aquella ciudad tenía sorpresas gratas, nunca paraba de sorprenderse. Ya estaba a punto de bajar las escaleras del reservado cuando escuchó un silbido y no le hizo falta girarse para saber quién era, cuando lo hizo vio al chico mirándola directamente, aquel fugaz brillo de la baratija voló hasta sus manos volviendo a cazar otra "joya" al vuelo con ambas manos. 
— ¡La próxima no me verás venir, manito! Disfruta de tus bengalas, panteras y del Hennessy. 
La muchacha le dedicó un guiño de ojos antes de girarse y desaparecer entre las mesas, el día había acabado pero sin duda iba a recordar ese encuentro con gracia.  
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himuro-en-la-zona · 7 years
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(voy a revivir esto para la nijiaka week)
Day 1: Stop worrying about me
Nijimura era observador y capaz para absolutamente todo, salvo para interpretar todo aquello que le incumbiese directamente a él.
Hasta parecía —y perdón por la expresión— tonto.
(En AO3)
Nijimura tenía un ojo excelente para la gente. No era por ser presumido, ni mucho menos, pero había detectado al canto el potencial de Akashi cuando muchos otros, incluidos los adultos, dudaban de él por su aspecto poco atlético. Al menos cuando tenía doce años y acababa de entrar en Teikou, por supuesto.
A veces, incluso, Akashi se sentía vulnerable a su lado porque sentía que lo podía leer como a un libro abierto. Cualquier excusa para ocultar su tristeza o cada gesto, por mínimo que fuese, que pudiese delatar un rastro de inquietud era para Nijimura algo tan sencillo como recibir un pase perfecto.
Dicho esto, cualquiera daría por hecho que alguien tan observador y capaz como el capitán Nijimura se habría dado cuenta de que cierta persona estaba empezando a albergar sentimientos que, quizás y solo quizás, sobrepasaban los límites de la admiración.
—¿Eh, qué miras? —Nijimura se frotó la mejilla, como si estuviese buscando alguna miga de la que librarse—. ¿Tengo algo en la cara?
—No, no es nada. Solamente estaba absorto en mis cosas.
—Ya —espetó Nijimura. Ese ya era la versión reducida de “a mí no me la das con queso, ¿sabes? Pero tampoco te voy a presionar si no quieres hablar del tema”, cosa que, francamente, era de agradecer.
Nijimura era observador y capaz para absolutamente todo, salvo para interpretar todo aquello que le incumbiese directamente a él.
Hasta parecía —y perdón por la expresión— tonto.
A veces Akashi dudaba de si aquel era un despiste que se autoimponía Nijimura para no herirle los sentimientos, pero, visto lo visto, esa hipótesis perdía fuerza a medida que se movían las manecillas del reloj.
Si de verdad existiese esa autoimpostura, Nijimura no habría hecho lo que acababa de hacer. Era solo un partido amistoso contra un equipo mediocre de la zona. Era obvio que Teikou iba a hacerse con la victoria con una facilidad pasmosa. No había nada que celebrar. Aun así, nada más sonar la bocina que marcaba el fin del partido, Nijimura atravesó media cancha a todo correr y se abalanzó sobre Akashi, riendo, revolviéndole el cabello, más resplandeciente que nunca. Habría que analizar por qué solamente Akashi se turbó nada más ver aquella sonrisa tan torcida como angelical, mientras que sus compañeros de equipo se quedaron impasibles.
—Oye, no te pases de modesto, que has hecho un partidazo. —Nijimura le dio una palmadita en el hombro—. Sigue así, ¿eh?
—Lo mismo puedo decir de ti, Nijimura-san.
—Qué asco. A ver si estos dos se van a un hotel de una vez —masculló Haizaki entre dientes, tentando a la fortuna una vez más. Esta, por una vez, le sonrió al hacer que Nijimura no llegase a escucharlo.
Porque si llegase a hacerlo, las consecuencias serían horribles, ¿no?
Era impensable que Nijimura se pudiese tomar bien un chiste de Haizaki, ya para empezar, y menos aún si implicaba una relación “demasiado estrecha” con Akashi.  Tal vez se ofendería. Eso sí, nunca apartaría la mirada, avergonzado, como si acabase de escuchar una verdad que no estaba preparado a afrontar. Esa habría sido la reacción de Akashi, desde luego.
*
La especialidad de Kuroko era interpretar a la gente. Su ojo estaba mucho más desarrollado que el de Nijimura, y eso era mucho decir. Afortunadamente para el equipo, y sobre todo para el propio Akashi, Kuroko contaba con un don que escaseaba por Teikou: la discreción.
Kuroko se había dado cuenta de cómo la voz de Akashi se aterciopelaba cuando tenía que dirigirse a Nijimura, pero nunca decía nada. No eran necesarias risitas malignas ni comentarios fuera de lugar. Como mucho, una sonrisa cómplice.
Y luego estaba Nijimura.
—Oye, a Momoi le gusta mucho Kuroko, ¿que no?
Akashi no era una persona que cediese fácilmente a la furia, de verdad que no. De eso se diferenciaba bastante bien de Nijimura, aunque en ocasiones también envidiase esa habilidad suya para liberar sus emociones en vez de tragárselas como si fueran píldoras envenenadas.
Dicho eso, Akashi quiso coger su bloc y con él golpear a Nijimura en la cabeza. Tardó apenas un segundo en detectar que Momoi, de un día para otro, se moría por los huesos de Kuroko. No llegó a presenciar ni un abrazo estruendoso, ni un cálido “¡Tetsu-kun!” ni nada. Solo le bastó ver con el rabillo del ojo cómo Momoi sonreía de una manera especial cuando Kuroko hacía uno de sus pases.
A Akashi solo le quedaba una opción: fruncir el ceño.
—Eso es irrelevante siempre y cuando Momoi cumpla con su función como administradora —respondió Akashi, tajante.
Ciego para tantas cosas y una lupa humana para otras, Nijimura puso una mueca de desagrado.
—Y no te digo que no. Akashi, macho, ni un comentario se te puede hacer. ¿Qué, andas de mala leche?
—En absoluto. Solamente estoy concentrado en mis actividades.
En su voz había un “quizás deberías hacer tú lo mismo” implícito que no hizo más que ahondar la expresión irritada de Nijimura.
*
Nijimura se dio cuenta de que Akashi estaba algo disgustado por algo que había dicho o hecho y, en mayor o menor medida, era cierto.
De modo que vino a disculparse.
—Quiero que sepas que nunca te haría daño adrede, pero el caso es que lo he hecho porque soy un memo y… eso, que te debo una disculpa —le dijo Nijimura después de las clases.
Esa humildad torpe para reconocer un error era ya de por sí tan encantadora que Akashi no tuvo ni la fuerza ni la desfachatez de negarle una sonrisa educada. Por extraño que sonase, le hizo ilusión que Nijimura, Nijimura Shuuzou, estuviese pasando un mal rato por haberle enfadado; eso solo demostraba lo importante que era Akashi para él.
—No me debes nada. Quizás tenías razón y yo estaba algo susceptible de más —admitió Akashi—. En tal caso, soy yo el que debería disculparme.
—¡Que no, que el gilipollas fui yo! No intentes ahora repartir la culpa, que la cosa no funciona así. —Nijimura puso los brazos en jarra, molesto, pero rápido su expresión se suavizó tanto que a Akashi le habría gustado acariciarle la cara—. Akashi, eres un buen chaval. Ya no te hablo de jugador a jugador, sino como persona, ¿me entiendes?
Darle pequeños tirones a la cinta de su cartera escolar no iba a ayudarle a mantener el tipo, pero Akashi lo hizo de todos modos; era como si estuviese pidiendo ayuda a alguna entidad superior.
Las alabanzas de Nijimura eran siempre como chocolate que se derretía poco a poco en la boca, pero ahora, que iban más allá del baloncesto y daban de lleno en lo personal, se antojaban más a los cerezos en plena flor. Eran palabras efímeras y cargadas de una belleza que lo alegraba tanto como le ponía triste.
Porque, a fin de cuentas, eso estaba sonando a rechazo.
—No sé qué decir —admitió Akashi.
—Tampoco es que tengas que decir nada. —Nijimura le acarició la cabeza—. Ya verás, algún día se fijará en ti.
Akashi estaba tan centrado en cómo la palma de la mano de Nijimura tocaba su nuca que tardó en darse cuenta de lo elemental: el tema de conversación.
—¿Perdón?
—Momoi —dijo Nijimura sin más, casi cohibido.
De fondo, en una conversación que no tenía nada que ver con ellos, se escuchó a Aomine gritando: “¡¿DE QUÉ COÑO ESTÁS HABLANDO, MAMARRACHO?!”. Sinceramente, aquello resumía los pensamientos de Akashi a la perfección.
*
A Akashi le dolía la muñeca. Fue a causa de una mala caída en medio de un minipartido y, si bien no era nada grave, era mejor no forzarse para evitar una lesión mayor.
Apenas un microsegundo transcurrido, Nijimura se levantó de un bote del banquillo y le comunicó algo al entrenador mientras ambos miraban a Akashi. Como era de esperar, lo sacaron inmediatamente de la cancha, pese a la confusión generalizada de Midorima y los demás.
—Tú y yo. Enfermería —ordenó Nijimura con semblante tajante. Sus ojos, penetrantes y serios, no parecían muy dispuestos a que les llevasen la contraria.
Aun así, de fondo se escucharon las risitas de Kise y Aomine. Akashi prefería no pensar si Kise sabía de sus sentimientos por Nijimura por cuenta propia —lo cual era triste de por sí— o si se lo había dicho Aomine a modo de cotilleo.
—¡Suerte, Akashicchi! —exclamó Kise mientras Aomine y uno de tercero contenían la risa.
—Joder, qué forma tan rara de desear que te mejores —comentó Nijimura como quien lee una noticia estúpida en el periódico.
La enfermería de idílica tenía poco, de modo que eso, sumado a que Nijimura era un negado para ciertos asuntos que Akashi prefirió no recordar, no contribuyó a que hubiese un ambiente romántico.
En absoluto.
La enfermera le vendó la muñeca con muy pocas ganas —de hecho, Nijimura, a pesar de ser un mero estudiante, le llamó la atención de malas formas— y los dejó marchar al cabo de un par de minutos. No hablaron mucho. Akashi esperaba que Nijimura le comentase lo increíble que era la ofensa de Murasakibara cuando se lo proponía o las expectativas que tenía para Kise, pero no dijo nada.
Quizás estuviese pensando en lo de su padre.
Fue cuestión de que esa opción apareciese en la mente de Akashi para que Nijimura, lector de mentes a tiempo parcial, lo mirase con gesto mohíno.
—Deja de preocuparte por mí, que el que está lesionado aquí eres tú.
Akashi no respondió. De todos modos, no hacía falta que dijese nada, que Nijimura sabía interpretar sus silencios como si fuesen palabras. A menos, por supuesto, que fuesen sobre cierto tema.
Volvieron al gimnasio, siendo diana de miradas indiscretas, y se sentaron en el banquillo sin mediar palabra. Lo más parecido a una conversación fue cuando Akashi, con su mano buena, le pasó una botella de agua a Nijimura, que la cogió sin casi mirarle a la cara.
El minipartido acabó al poco rato. Momoi, casi como una flecha, fue directa a darle un botellín de agua a Kuroko, una toalla y varias palabras de ánimo.
—Macho, Kuroko no se entera de una —dijo Nijimura con su botella de agua en la mano y una sonrisilla burlona—. Y mira que es listo para unas cosas, pero para otras…
Aomine miró a Akashi. Kise y Murasakibara se miraron. Nijimura seguía con sus (irónicas) reflexiones.
Akashi dejó su botellín en el banquillo y se levantó para irse de allí a toda prisa, sin rumbo aparente ni ganas de inventarse una excusa. Sabía que era ilógico pensar que Nijimura se estuviese riendo de él. Lo sabía, de verdad que lo sabía, pero aun así…
Debió de ser obvio que había algo que acababa de sentarle como una puñalada trapera, a juzgar por el resentimiento con el que miraban los demás a Nijimura, aún boquiabierto.
—¿He dicho algo malo? —se preguntó Nijimura.
El único que tuvo valor para responderle fue Murasakibara.
—Pobre Aka-chin.
Los demás, por supuesto, asintieron con vehemencia. El de Akashi no era solo un secreto a voces, sino una ópera donde el único espectador estaba sordo.
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venirducoeur · 4 years
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• 5 de octubre, 2019.
— Eleanor Henstridge Frost, ven ya. – Me encanta cuando dices mi nombre. — Ey... – Holi... — ¿Continuamos con los saludos en la cama? – Mm-hm... — ¿Cuál es el piso de tu hermana? – 2°A. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ - Segundo A... - Murmuró prácticamente para sí mismo, a la par que echaba un rápido vistazo al telefonillo exterior del portal. Una vez hubo localizado el piso en cuestión, presionó el botón correspondiente. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Al escuchar el estridente sonido proveniente del portero automático interior, la veinteañera corrió sonriente desde el cuarto de baño donde había estado terminando de arreglarse un poquito, hasta atrapar entre los dedos el teléfono en cuestión para poder comunicarse antes de pulsar el botón que le daría paso al interior del portal: - ¿Sí...? ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ - ¿Por qué no me abres? - Consultó con un tono de voz arrastrado y cargado de complicidad, al mismo tiempo que trasladaba una de sus manos hasta el mismísimo tirador de la puerta: rasgo inequívoco de impaciencia y necesidad por reunirse con su pareja, después de unas últimas semanas sin apenas tiempo para ellos. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Quizá fuese la cuestión pronunciada, o quizá el tono empleado en ésta lo que empujó a la muchacha a apretar ipso facto el botón y mantenerlo pulsado varios segundos de más: asegurándose de ese modo de que entrase al interior del portal.
(...)
Eleanor jugó, presa del nerviosismo y las ganas de recibirlo, con un mechón de su cabello junto a la puerta principal: enrollándolo y echándose a posteriori gran parte de la melena hacia un lateral para dejar el otro lado más accesible, expuesto y libre. La de mariposas que sentía revoloteando en la boca del estómago, no era ni medio normal... ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ El veinteañero, que había accedido al interior del portal con una sonrisa prendida a los labios, optó por tomar las escaleras en lugar de esperar al ascensor: encadenando los escalones de dos en dos y dando lugar a una ascensión de tintes urgentes.
Consumado el ascenso, enfocó la mirada sobre las diferentes puertas que decoraban el rellano, en busca del número correspondiente. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ A pesar de encontrarse ya ubicada tras la puerta principal, el rápido recorrido del cachorro hasta la misma: indicó inmediatamente a la morena que había alguien muy próximo al relleno, deambulando por el pasillo. Por tanto, volvió a mirarse en el espejo que había junto a ésta para darse nuevamente el visto bueno con una sonrisa que parecía no querer desaparecer de entre sus labios.
¿Cómo demonios podía estar tan nerviosa e impaciente? ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Sin perder la sonrisa, el americano comenzó a presionar repetida e insistentemente el timbre correspondiente al 2°A, tal y como si una amenaza grave y seria se encontrase detrás, siguiéndole los talones. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ ¡Pero bueno!
Alguien más parecía impaciente, a juzgar por la reincidente llamada al timbre… Estaba convencida de que, tras la puerta del apartamento de su hermana, podían oírse a la perfección los ladridos del can y el constante siseo de la morena para hacerlo callar, antes de hacer girar un par de veces la llave y quitar el cerrojo de seguridad para poder darle la bienvenida a su pareja.
Nada más abrir la puerta y haberse asegurado de que el cachorro no saldría del interior de la estancia, echó un vistazo rápido a su pareja, mordiéndose el labio inferior para tratar de esconder la sonrisa de la boca; antes de atrapar su camiseta y tirar vehemente hacía sí para atraerlo. - Vaya, vaya... - Aquel bigote estaba comenzando a coger una muy..., muy buena forma. Y qué bien le sentaba, por el amor de Dios. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Al cabo de... siete u ocho llamadas, el americano detuvo forzosamente la acometida que estaba teniendo lugar sobre la superficie del timbre, nada más percibir la proximidad, escaleras arriba o escaleras abajo, de lo que podría ser un propietario, un invitado o un trabajador de la finca.
Fue entonces, en ese preciso momento, cuando pudo llegar a advertir una cadena de ladridos procedentes del interior del piso. Peticiones. Cerrojos...
Ni siquiera tuvo que esperar a ser atraído hacia la intimidad de la vivienda: bastó con un silencioso intercambio de miradas para hacerle entrar. Para avalanzarse con pasión y desenfreno sobre la figura de aquella chica.
Para cogerla. Para tocarla. Para auparla sobre su cuerpo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Las mariposas que habían estado revoloteando sin cesar en la boca del estómago, debido a los nervios, parecían haberse mudado de rincón: propagándose por distintas áreas de su anatomía cuando se supo y sintió entre los brazos del amor de su vida. Se sentía... Joder. A flor de piel.
Aferrarse y afianzarse contra (y sobre) él, fue una reacción corporal automática. Tanto o más que hacer resbalar territorial y pasionalmente la palma de las manos sobre la firmeza de su torso, e incluso la ancha superficie de sus espalda a medida que oprimía inconscientemente los muslos en torno a su cintura.
Cuánto había extrañado tocarlo. Cuánto había añorado su perfume, el calor que emanaba cada parte de su cuerpo... Cuánto lo había echado de menos.
Así pues, y tras cerciorarse de que la mascota seguía en casa y la puerta estaba correctamente cerrada, se abalanzó sobre aquellos labios. Sin pensar. Sólo quería sentir. Sentir su tacto. Su calidez… Las cosquillitas que presentía que sentiría acariciándole los alrededores de la boca. Paladear su sabor.
Todo. Lo quería todo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Mientras que con una de sus extremidades superiores rodeaba y estrechaba la figura femenina para sí, la mano vacante del veinteañero emprendió un arrastre tan vertical como territorial a través de la columna vertebral ajena, hasta finalizar anclándose a su nuca. - Ey... - Murmuró entre susurros, nada más entablar contacto visual con la morena.
Revoltoso y provocador, hizo retroceder con acierto el semblante lo justo y necesario como para evitar el que habría sido el primer encuentro entre bocas. - ¿Ahora sí? - Se interesó en saber, conforme desplazaba las yemas de los dedos del cogote femenino hacia a uno de los laterales de su cuello. - ¿Ahora tienes prisa? - Agregó con apenas un hilo de voz, a medida que ladeaba el rostro y propiciaba una nueva e íntima cercanía. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Ante el recibimiento de contacto a la altura de la columna vertebral, la veinteañera emitió (sin contención) el primer sonido gutural como muestra inequívoca de gozo y satisfacción, a medida que arqueaba instintivamente la espalda: apegando de esa manera, con mayor intencionalidad, la turgencia de sus senos, contra el pecho ajeno.
Nada más producirse el contacto visual entre ambos protagonistas, en los labios de la fémina floreció una ladeada sonrisa ante la resistencia opuesta cuando trató de alcanzar sus labios. Cómo y de qué manera la excitaba que tratase de jugar con ella, poniendo a prueba su paciencia y auto-control. — ¿Prisa? ¿Yo? — Replicó, a modo de pregunta: fingiendo no entender a qué se refería con exactitud. No obstante, al cabo de entre tres y cinco segundos después, Eleanor atrapó el mentón masculino con tintes evidentes de autoridad y dominación. — ¿No me quieres sentir…? — Susurró; tan, pero tan cerca…, que casi podía percibir sus salivas entremezclándose. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ - Ahá. - Manifestó, combinando aquel monosílabo con un movimiento perpendicular de cabeza. - Prisa. Tú. - Puntualizó, por si aún quedaba algún tipo o género de dudas, mientras adoptaba una postura recta: ceremoniosa. Sin embargo, apenas tardó unos segundos en deshacerse de aquel artificio impostado. - Quiero hacer muchas más cosas. - Manifestó, consciente de que sus dedos comenzaban a acotar la garganta femenina, así como sus labios ligeramente entreabiertos reproducían, contra los opuestos, un arrastre superficial. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Durante un breve lapso de segundos, la fémina clavó los iris en la mirada ajena mientras éste pronunciaba la última frase y sentía como, a posteriori, aquel superficial arrastre generaba el nacimiento de un perceptible estremecimiento a ras de la piel.
Tras hacer resbalar concienzudamente la sinhueso sobre la superficie de su propio labio inferior, procedió a propagar esa saliva prensando un labio contra el otro, mojándolos: en el más absoluto de los silencios. Casi tenso.
O..., al menos así hubiera sido, de no ser porque la muchacha arrastró lenta y simultáneamente la cadera. De arriba hacia abajo... - Bésame. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Abstraído en los desplazamientos y las oscilaciones de los labios ajenos, el americano comenzó a actuar sin ser realmente consciente de las maniobras que emprendía.
Valga como ejemplo su caminar distraído, la ejecución de alguna que otra opresión con la mano que todavía mantenía a Eleanor encaramada a su figura... El silencioso y visual análisis que estaba teniendo lugar sobre la superficie de aquellos labios únicamente se vio interrumpido con motivo del nacimiento de un remolque: de un arrastre que, antes de sonreír, le hizo estremecerse.
Hormigueo. Contracción. Deleite...
- Bésame tú. - Expresó, al mismo tiempo que retornaba la artimaña: adelantando tenuemente la cadera. Obstruyendo los muslos ajenos con su hombría. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Con motivo de la réplica oral masculina, la ascensión de la comisura derecha de la fémina fue absolutamente inevitable. Tanto o más que la expresión tan lasciva y juguetona que comenzó a marcarse en sus facciones cuando acertó a percibir, entre sus piernas, cuantísimo se alegraba alguien de verla… La presión que ejercieron entonces sus muslos fue una respuesta muda, cien por cien involuntaria. Puramente instintiva.
Lejos de intentar, por segunda vez, hallar el camino correcto hacia aquellos carnosos y apetecibles labios que tanto ansiaba colmar de besos y saliva, y que le habían sido negados minutos atrás: la veinteañera decidió (al no recibir especificación alguna), desviar aquella atención, a otra zona. ¿A cuál? La mandíbula, y de ésta: al cuello.
Remolcó la previamente humedecida superficie de los labios sobre la línea de su mandíbula. Recorriéndola de un extremo al otro con una lentitud tortuosa: haciéndose notar con el filo de los dientes y, a su vez, disfrutando de aquella sensación tan rasposa y « cosquilleante », fruto del vello facial tan bien arreglado de su pareja.
Segundos más tarde, la atención la recibiría el lateral derecho, no sin antes pararse a jugar con la nuez: que, en lugar de tratar con la misma delicadeza y mimo, atacó sin contemplaciones.
¿Cómo? En primer lugar, con un fuerte mordisco sobre la yugular. Apretó, y apretó… Hasta que se hubo asegurado de dejar la marca de sus dientes. Todavía con los dientes atrapando su piel, se aprovechó de ello para lamer con evidentes connotaciones sexuales la zona.
Lujuriosa. Hambrienta.
Así se mostró Eleanor cuando sus labios comenzaron nuevamente a entreabrirse contra aquella zona y piel maltratada, para restregarse: para besar ese rincón de un modo tan húmedo, sonoro y sucio como le hubiese comido la boca en primer lugar. Para succionar con la misma voluntad y esencia que empleaba al practicarle una felación. ¿Un pequeño chupetón? ¿Pequeño? No, ni hablar. De eso nada. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — Te odio con todo mi corazón. No vuelvas a besarme de ese modo. – ¿Por? Qué problema tienes, ¿eh? — Voy a reventar. – Ay, pobre... ¿Sabes lo peor? — ¿Que iba a hacerte un dedo? Sin duda. – Ah, ah. No. — Absolutamente. – Lo peor es que me sentiría jodidamente halagada y deseada si te hiciese... Reventar. Sólo con un par de besitos por el cuello y un par de restregones de cadera.
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sminojjang-blog · 7 years
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                               𝟎𝟎𝟐                   𝖸𝗈𝗈𝗇𝗂𝖾, 죄송합니다
                       𝖼𝖾𝗋𝗋𝖺𝖽𝗈                                               𝖬𝖺𝗉𝗈-𝗀𝗎, 𝖧𝖺𝗉𝗃𝖾𝗈𝗇𝗀-𝖽𝗈𝗇𝗀, 𝟥𝟫𝟩-𝟧                      ¹⁰⁰⁸¹⁴                                        —Nae, creo que ya quedó bastante claro lo que sucederá en los próximos días, sunbae—. Replicó justo después que uno de los mánagers repitiera por décima vez la agenda para la semana tan ansiada donde rebelarían al público el resultado final de tanto trabajo. Mino, a diferencia de sus compañeros, perdió la concentración en la tercera lectura del particular comunicado y, por eso mismo, al apenas escuchar un respiro profundo proveniente del hombre y que anunciaba una pausa, cogió la oportunidad y percutió su acotado discurso. —Y bueno, con el placer de haberles oído, me retiro primero—.         Colocó sus palmas sobre la superficie frente suyo, las usó de apoyo y se levantó de la gran mesa ovalada de la sala de reuniones, pues anticipaba una todavía mejor, probablemente más agotadora.                          𝖲𝗂𝗇𝗌𝖺-𝖽𝗈𝗇𝗀, 𝖦𝖺𝗇𝗀𝗇𝖺𝗆-𝗀𝗎, 𝟨𝟨𝟥-𝟣                        No llevaba nada. Ni una flor, ni un chocolate, ni pastillas, ni cualquier cosa que se le pareciera. Vestía aún el atuendo que usaba para ir a la empresa, incluso las mismas gafas que en ese minuto servían para ocultarse de los curiosos. Y aunque no estaba demasiado preocupado por armar un escándalo pese a lo cerca del debut, lo cierto era que pretendía tener una noche tranquila “Ya tendré tiempo para hacerle cosquillas al cerebro de los amigos periodistas”, pensó.           Aparcó el vehículo al costado del local y bajó del mismo sin siquiera preocuparse de cómo lucía. Seguro y sus ojeras serían evidencia absoluta e innegable del trabajo arduo que acababa por coronar sus días; trabajo que había servido como excusa para posponer no una sino tres veces la reunión que estaba apor llevarse a cabo.           —Un blueberry latte, por favor—. Solicitó cortésmente a la muchacha tras la caja registradora que parecía todavía más cansada que el rapero; su orden fue correctamente tomada, lo que le permitió coger un asiento, lo más alejado de la entrada. En el trayecto repitió cada cosa que diría. ¿Desde cuándo era de esa manera? ¿Por qué estaba planeando tanto algo, decorándolo de tal forma cuando era él mismo quien predicaba una y mil cosas respecto a la verdad? Se reprendió y optó por mantenerse sereno, quitando el sonido del móvil conforme los minutos se sumaban en el reloj. O se restaban, todo dependía de cómo quisiese verse.        El sonido agudo e increíblemente agradable de una campanilla sacó al moreno de un repentino desvarío, instándole a dirigir su mirada hacia la puerta de entrada. Cruzando la misma, una chica de cabellos color miel, ojos delineados de forma perfecta y labios abultados, no por mueca, sino por la bendita naturaleza, arribaba hasta el mismo local donde el futuro artista aguardaba. ¿Destino que actuaba a su favor? Para nada, pues era ella a quien esperaba.               —Buena noche…—.      —¡Un Blueberry Latte! —.              Las voces de ambas muchachas chocaron dulcemente, con la particular fuerza que podrían generar dos plumas rozándose en un pausado viaje. Las dos rieron y lo hicieron luego con un carmín añadido a sus mejillas cuando fue él quien se situó justo en medio de ella, entregando la ficha a la dependiente para quitar del mesón su pedido.              —Gracias y… buena noche, Yoonie, ¿pedirás algo? —. —Nada. ¿Dónde estás sentado? No te vi al entrar—.                  Y sujetando entre sus labios el popote, bebiendo un lento y considerable trago, le siguió hasta cualquier mesa que ella decidiera. Ninguna pertenencia suya había dejado en evidencia cuál servía antes de apoyo para el muchacho, por tanto dejarle ganar el juego de las corazonadas era razonable e incluso tierno.              —Te ves más delgado. ¿Estás comiendo bien? —.    —¿En serio me lo preguntas a mí? ¿A mí, el gordito de secundaria? Estoy comiendo mejor que nunca; seguro son los ensayos. Tú estás igual que siempre—.    —No voy a preguntar qué quieres decir con eso sólo porque no tengo ganas de escuchar alguna pesadez—. Resopló y aquel hizo que su flequillo, suficientemente largo para dejar de considerarle uno, se moviera a la par. —¿Qué es lo tan importante que querías decirme? ¿Puedo adivinar? —.                   Para cuando la chica aguardaba expectante por la respuesta, con el rostro ladeado sutilmente y los labios fruncidos, Mino supo que no hacían falta palabras, ella lo sabía. Hizo entonces un ademán con su mano, indicándole que prosiguiera, todo mientras continuaba sorbiendo, tan desentendido de su bebida que incluso podían haberle servido antes solamente agua.                    —No nos vamos a ver más. Te dedicarás a tu carrera, no quieres ninguna polémica, un grupo de fans herido ni entrevistas odiosas. No vale la pena el riesgo, porque al final es un mundo nuevo el que se está abriendo ante tus ojos y, por fin, crees que llegó tu tiempo de coger las cosas buenas a montones—.      —Lo has dicho un millón de veces más horrible de lo que pensaba decir—. Por fin soltó el refresco y llevó sus manos sobre la mesa, enlazando sus propios dedos uno a uno, al tiempo que le miraba a los ojos con cruda sinceridad. —Pero en resumidas cuentas, como lo recordarás, es así. Tengo que privarme de un montón de cosas y entre ellas estás tú—. Masticó las palabras y pareció como que le supieran amargas, pues frunció el entrecejo y desvió la mirada a un punto difícil de definir, más bien a algo inexistente, fuera del recinto. —Lo que quiero decir es que…—      —No digas nada, entiendo—. La joven suspiró corto y luego sonrió en dirección al, por meses, mayor. —Hazlo bien, para al menos sentir que valió la pena, ¿vale? —.      —Yoon… ¿puedo llamarte, al menos? —.      —No, no me llames. No quiero saber de ti, al menos que sea por alguna pantalla. Ahí sí espero saber sobre Song Mino; MinHo, fue un placer conocerte—.
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venirducoeur · 4 years
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• 9 de septiembre, 2019.
— ¿Una lamida rápida? Cinco minutos. Te llevo y dejo con tus amigas. Pero antes de que te reúnas con ellas tengo que probarte. – Doble o nada. Sesenta y nueve, o nada. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ La maniobra que el veinteañero había iniciado apenas un segundo atrás, se vio abruptuamente interrumpida con motivo de las palabras ajenas. ¿Un sesenta y nueve? Sólo de pensarlo, experimentó un cambio físico en el interior de la muda. — Hecho. — Manifestó entre susurros, al mismo tiempo que reanudaba la acción anterior (que no era otra que hacerse con las llaves del vehículo) y dirigía la atención de su mirada hacia la figura femenina. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Con el único propósito de esconder el nacimiento de una pícara sonrisa ante la aceptación de su propuesta, la veinteañera se mordió el labio inferior: haciéndolo resbalar, lentamente, entre sus dientes hasta soltarlo. Sin tiempo que perder, la morena se arrugó la falda a dos palmos sobre el ombligo en un ágil y certero movimiento, intercalando la atención de su mirada entre la entrepierna de su pareja y su rostro. Vaya, vaya... — ¿Me quieres comer el coño...? — Murmuró, con un tono tan cómplice e íntimo, como sensual. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Una sonrisa tan holgada como sincera comenzó a propagarse, poco a poco, entre los sonrosados labios del muchacho. — La humedad que comienza a calar tu ropa interior me sugiere... — Murmuró conforme se aproximaba y caminaba alrededor de la figura ajena. — Que anhelas encontrarte en esa situación. — Agregó, al mismo tiempo que envolvía una de las manos en torno a la muñeca derecha de su chica: invitándola a continuar sus pasos fuera de la vivienda. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Con la coquetería y lascivia reflejada en sus pupilas: la muchacha siguió, en silencio, el rumbo de los pasos masculinos hasta reconducir los suyos propios fuera de la vivienda tal y como le había indicado. — ¿Qué puedo decir? Nunca he mentido cuando he confesado lo receptiva que soy. — Admitió, inclinando el cuerpo hacia delante a mitad de pasillo para, de ese modo, deleitar al americano con la panorámica y desnudez de sus voluptuosas nalgas tras tirar progresivamente de la tela de su muda interior hasta convertirla en un hilo arrugado y grueso (como si de un tanga se tratase) perdido entre dicha hendidura. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ ¿De verdad? ¿De verdad aquel efímero paseo iba a convertirse en un suplicio? ¿Cuántos minutos podían separarles del garaje? ¿Uno? ¿Dos, a lo sumo? — Para. — Confesó, valiéndose de un tono apagado y colmado de tensión sexual, nada más alcanzar a su pareja desde detrás. — Para. — Insistió, con los labios entreabiertos y situados en la nuca femenina: sobre los sedosos mechones de aquel cabello tostado. Una vez hubo pulsado el botón de llamada (del ascensor), el veinteañero se dedicó a juguetear con la paciencia de su pareja, tal y como ella había venido haciendo segundos atrás. ¿Cómo? Arrastrando las palmas de las manos sobre la voluminosidad de sus senos. Respirando junto a su cogote... Hasta propiciar una dolorosa y brusca distancia, coincidiendo con la apertura de las puertas del ascensor. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ El instinto fue lo que empujó a la veinteañera a morderse, nuevamente, la sonrisa con tal de disimular su satisfacción. ¿Era posible que la excitase aquel tono de voz tan apagado a ras de la nuca? Definitivamente, sí. Era jodidamente posible. Aquel aliento tan calado como cálido, aquella palpable tensión en el interior del ascensor..., la excitación concentrándose en el vértice de unión de sus muslos tras el magreo y estimulación de sus pechos. « Joder... Cómo me pones. » ¿Que si se restregó en el breve trayecto de descenso del ascensor? Como una gata en celo. Encajando y anclando su feminidad a la dureza concentrada en su pantalón: de arriba abajo. — Vas a tener que colocártela antes de conducir. — Espetó, con soltura y desparpajo, mientras abandonaba el interior del habitáculo fingiendo que en aquellas cuatro paredes no había ocurrido nada que la hubiese encendido. Caminó, y caminó..., haciéndose resonar sus tacones, contoneándose sin pudor alguno por el garaje mientras centraba la atención de su mirada en buscar el vehículo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ La posibilidad de regresar al piso de la veinteañera... aunque fuese y se tratase de una cuestión de segundos, rondó los pensamientos del americano mientras permanecía con la mirada perdida en el suelo y se palpaba lateralmente el vello facial. Era un hecho; un secreto a voces. Necesitaba despejarse. Necesitaba respirar. Necesitaba recuperar la compostura. Sin embargo, su planteamiento se deshizo con la irrupción de unos vecinos. ¿Qué si subía? No, mejor no: prefería evitar la posibilidad de que aquellos desconocidos reparasen en el estado que presentaba su entrepierna. Una vez fuera del habitáculo, agradeció el contraste de temperaturas: quizás con un poco de suerte, el calor corporal que acumulaba bajo la piel del rostro descendiese. Acto seguido, desbloqueó las puertas del coche a distancia. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Con las puertas del vehículo desbloqueadas, y aprovechándose de la distancia que la separaba de su chico, la muchacha optó por desprenderse (en un abrir y cerrar de ojos) de la fina tela de lencería, deslizándola eróticamente por la extensión de sus piernas. No escondió la prenda lencera, en esta ocasión; sólo rodeó el coche para esperarle en la puerta correspondiente: o sea, la del piloto. Jugó con ésta, estirándola entre el dedo índice de cada extremidad, hasta hacerla girar en uno de ellos mientras oía aproximarse los pasos masculinos. A sabiendas de que se trataba de él (aquel perfume lo delataba), volvió a arrugarse la falda sobre la cintura y recondujo lentamente sus pasos hasta el capó en un claro contoneo: apoyando su piel desnuda sobre la fría carrocería. No pudo evitar emitir un gemidito ante aquel brusco contraste. — Ven..., ven aquí. ¿Quieres desfogarte un poquito? — Preguntó, jugando a separar los muslos; pero sin llegar a hacerlo: tan solo amagando, tentándole con la imagen de descubrir su sexo húmedo, descubierto y receptivo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ A medida que avanzaba hacia la plaza de garaje que tenían alquilada, la atención del muchacho experimentó una serie de desplazamientos a derecha e izquierda, en busca de una confirmación que no tardaría en apreciar: estaban, aparentemente, solos. A pesar de que en su pensamiento y fantasía iniciales las relaciones eran desarrolladas en los asientos traseros del vehículo, la ubicación que acababa de ser escogida por su pareja logró convencerle. Y de qué manera. — Tan sólo recuérdame la hora que has quedado. — Murmuró con complicidad, al mismo tiempo que hacía resbalar lenta y sonoramente la figura semidesnuda de su pareja hacia el filo del capó. Apenas había terminado de liberar la cintura ajena del calor de sus manos... cuando redirigió el tacto de éstas desde los flancos laterales, hasta el nacimiento de las piernas de la veinteañera. Una vez allí, se desvió hasta las caras internas de unos muslos que le eran negados. — Déjame ser. — Susurró con la misma delicadeza con la que trataba de separar una pierna de la opuesta, antes de abandonar un cálido y denso hilo de saliva desde la punta de la lengua hasta la pequeña abertura que comenzaba a intuirse entre sendas extremidades. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ En el preciso instante en que sintió el calor procedente de las manos masculinas entrar en contacto directo con su piel: ésta se sintió derretir. — A las diez... No tardó en ceder: en separar, con lentitud, los muslos al observar como abandonaba aquel erótico hilo de saliva sin un aviso previo. Para cuando sintió aquella cálida cascada calar (y descender desde el pubis hasta perderse entre) sus labios vaginales: ya había abierto las piernas de par en par, apoyando el talón de ambos pies sobre el parachoques. Contoneó las caderas como sólo ella sabía hacerlo, refregándose contra el mismísimo capó, con sutileza y sensualidad para atraer aún más su atención. Segundos después, llevó su mirada hasta el marcadísimo bulto en su pantalón, conteniendo el deseo de arrastrar sobre sí la palma de su mano, y susurró: — Tócate. Mastúrbate mirándome: comiéndome con la mirada. Vamos... ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — A las diez... — Susurró prácticamente para sí mismo, antes de emprender un descenso controlado hacia la pelvis opuesta. Apenas unos segundos más tarde procedería a la retirada de los pies femeninos, con el único fin de reconducirlos, uno a uno, desde la superficie del capó hasta sus hombros y la extensión de su espalda. Una vez la hubo dispuesto a su capricho y voluntad, el semblante masculino fue escondido sobre una de las caras internas de las piernas ajenas: deshaciéndose en un roce lateral y delicado, cuyo nacimiento tendría lugar en un área más externa y menos íntima a la de su ocaso. Mientras la boca del americano se clausuraba húmeda y sonoramente en la cara interna de aquel muslo, los dedos centrales de su mano derecha emprendieron un sutil y delicado viaje vertical sobre los labios vaginales mayores: periplo durante el cual esas mismas yemas se derretirían de placer ante la suavidad y lubricación presente en aquella piel. Tras coger y apretar con los dientes la porción anteriormente besada, las puntas de los dedos comenzaron a separar tenuemente los labios vaginales, contribuyendo a la exposición de una intimidad que no tardaría en visitar. En saludar. Primero, con el abandono de una sofocante exhalación. En segundo lugar, con la propagación de una caricia superficial efectuada con los labios. Tercero, con la partida de un esputo sobre las inmediaciones del clítoris. Y en cuarto lugar, con el barrido del dorso de su lengua sobre la zona manchada. Fue en ese momento cuando, atendiendo a las indicaciones ajenas, el muchacho se incorporó. Lo hizo mientras acomodaba la yema del dedo pulgar sobre el capuchón del clítoris y con la mano opuesta, amagaba con liberar su miembro. — ¿Adam sabía cómo tocarte? — Se interesó en saber, a medida que emprendía una delicada estimulación alrededor del clítoris y, al mismo tiempo, fluctuaba el glande y los primeros centímetros del miembro entre los labios vaginales de su chica. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ No se sorprendió lo más mínimo cuando (al menos en primera instancia) el americano omitió su suplicante petición e hizo lo que a él le dio la gana. Sin embargo, lejos de enojarse, refunfuñar o comenzar con su particular lucha de roles: la veinteañera, se dejó hacer; se dejo llevar. Lo hizo porque, observar el modo en que se hacía con el control de la situación y, al mismo tiempo, de su propia anatomía: conseguía hacerla perder el sentido, en cero coma. Y no sólo eso, sino que durante el proceso... Disfrutó. Disfrutó de cada caricia, independientemente de cual fuera su procedencia: si de su deliciosa boca, o de aquellas expertas y experimentadas manos. Disfrutó ante el recibimiento de una nueva densa capa de saliva. Cómo la excitaba oírle escupir, y cómo gozaba cuando percibía la posterior propagación del fluido entre sus piernas. Eleanor aferró el calor de sus muslos sobre ambos laterales del rostro masculino, ejerciendo una nítida opresión cuando alcanzaba con éxito algún área más sensible para la fémina, con los dedos. Mostrándole de ese modo, el camino: expresándole su placer, con el suave meneo de sus caderas. Gimió también, de un modo lastimero y contenido, por la atención simultánea en la cara interna del muslo. Qué manos... Qué boca. Qué hombre. Por el amor de Dios. Arrastró las cinco falanges de su mano más hábil sobre la cabellera masculina: solo que, lejos de hacerlo con fines bruscos o dominantes, lo hizo con mimo, y lentitud... Denotando en ese íntimo gesto el amor que le procesaba. Remolcando pausadamente las yemas por el cuero cabelludo, desde la zona frontal hasta la occipital. Siguiendo el movimiento que él mismo marcaba, sin perderse detalle; (es)tirando sólo cuando sintió la temperatura de su lengua deslizándose sobre el clítoris. — Joder... — Qué palpitación; qué respuesta tan inmedita. Aquel susurro, lo pronunció con el tono de voz bastante rasgado: contrayendo inclusive los músculos de la vagina. Atraída por captar el aspecto que presentaban sus labios tras entrar en contacto con los vaginales: centró la mirada en él. Qué brillo... Y cómo deseaba probar el sabor de sus labios. Se fijó también en cómo liberaba su erección y la aproximaba hacia su fuego. — Adam... Era muy atento. Pero no sabía estimularme. No sabía tocar las teclas correctas. — Confesó, entre jadeos: con la boca entreabierta por el placer y la respiración ligeramente entrecortada. Qué morbo, por Dios. — Él no sabía cómo enloquecerme. No podía hacer que me corriera, aunque se esforzara. Según hablaba, llevó la mano vacante hasta el escote de su camiseta: colando los dedos entre la copa del sujetador para sumarle a aquel jodido preliminar la estimulación del pezón. Pellizcándoselo con suavidad, y aferrándose (y abarcando) después todo el seno con la mano mientras se aseguraba de manchar y mojar el tronco de su miembro con aquella mezcla de saliva y flujos de su sexo. Aunque quiso hacerlo más paulatinamente, sentir lo duro que estaba la hizo perder un poquito el norte. — En cambio, tú... Tú puedes hacer que me corra así. Te bastan unos segundos y unos certeros movimientos para paladearlo. Para sentir como mi sexo te comprime, y aprieta. Cómo te engulle...
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venirducoeur · 5 years
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• 25 de noviembre, 2018. (!!!)
— ¿Y esto? — Manifestó con cierta curiosidad el veinteañero, al mismo tiempo que observaba la caja que yacía en esos momentos entre sus manos. — Parece que lleva tu nombre. — Agregó, haciendo referencia a la etiqueta que decoraba el presente, antes de aproximarlo hacia la morena. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ La voz del americano llamó la atención de la morena, que hasta entonces había estado en un interminable camino de ida y vuelta, desde el armario hasta la maleta que yacía sobre la cama. No solo se acercó con curiosidad y una sonrisilla en los labios hasta la figura masculina, sino que acortó toda distancia existente entre él y ella con un besito casto (y escueto) a la altura de sus carnosos labios antes de coger entre sus dedos la caja que sostenía. — ¿Y esto…? No tenías por qué… ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ A pesar de la pretensión femenina, el veinteañero se las ideó para dilatar en el tiempo, un poco más, aquella acabada e impecable unión entre labios, antes de aceptar la partida de su pareja. — ¿Recuerdas la bufanda que solías tomarme tanto prestada el año pasado? — Mencionó, coincidiendo con el desempaquetado del regalo. — He creído que te haría mayor ilusión poder tenerla al fin, solo para ti, antes que comprarte una que pudiese asemejarse a ella. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Qué bonitas eran las sonrisas posteriores a un beso. Pero aún lo eran más aquellas que se dibujaban cuando todavía estaban unidas ambas bocas, entre beso y beso. Con el regalo ya desempaquetado, la sonrisa que hasta entonces había estado luciendo la fémina, se ensanchó considerablemente al descubrir de qué se trataba. La bufanda… Se había acordado. Automáticamente, agarró ésta para pasarla tras la cabeza de su pareja y ajustarla a la altura de su cuello; ¿con qué fin? Atraerlo hacia sí y repartir una serie de rápidos y sonoros besos sobre la superficie (aún húmeda) de sus labios. — Te voy a comer a besos. Si es que eres perfecto. ¡Es que te como! ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — ¿He acertado? — Consultó, a medida que una gradual y tierna sonrisa emergía de entre sus sonrosados labios, dotando a sus facciones de luz: de candidez. — ¿Te gusta? — Adicionó apenas unos instantes después, mientras contemplaba con devoción el semblante femenino y reconocía, a la altura de la nuca, el amoroso tejido de la que había sido, hasta la fecha, su bufanda favorita. — Te quiero. — Confesó al cabo de unos segundos, coincidiendo con la constitución de un beso notoriamente más lento a cualquiera de sus antecesores. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ — Yo sí que te quiero… — Murmuró, en un tono íntimo y apenas audible, ahora boca contra boca: correspondiendo y permitiéndole unos segundos más de unión, gozo y deleite. Premiándole (y nunca mejor dicho) con un beso algo más duradero que los que había recibido segundos antes para, poquito a poco, agarrar la bufanda, tirar inclusive de ésta para atraerlo más hacia sí mientras sus manos ascendían, enredándose con el tejido, hasta terminar el trayecto a la altura del cuello (o, más concreta y específicamente, sobre ambos laterales); y su boca se amoldaba a la ajena como si la vida le fuera en ello. La yema de sus dedos se anclaron y aferraron a la dermis masculina, durante un margen de segundos muy corto, a pesar de haberse parado el tiempo… Fue entonces cuando, dio por finalizado el beso; separándose con un par de piquitos y una sonrisa en los hinchados labios. — Has acertado, y de lleno. Muchísimas gracias, mivi. Por todo. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Tan contento como sonriente, el veinteañero se aventuró a tomar tranquilamente asiento junto a los pies de la cama, arrastrando consigo a la figura femenina. — ¿Necesitas ayuda con la maleta? — Comunicó, nada más desviar la atención de su mirada del armario entreabierto y depositar, con suma delicadeza, los labios sobre el hombro ajeno más próximo a su ubicación. No satisfecho con ello, rodeó la cadera femenina con uno de sus brazos para así, atraerla hasta el torso. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Sin duda, en un instante como aquel; a Eleanor le encantaría verse desde fuera. Visualizar detenidamente aquella estampa, e inmortalizar también el momento. Porque, ahí estaban. Eran una pareja. Una pareja en la teoría, y en la práctica. Con planes. Con deseos en común. Y un futuro por vivir. Tras haberse acomodado y, también, haber pasado uno de sus brazos sobre los hombros de su chico; la mano vacante se deslizó de arriba abajo sobre el torso masculino. Una nueva carantoña, fue la respuesta. Un besito de esquimal. Aquel movimiento horizontal podría darle la pista. Sin embargo… Cuando sus miradas se encontraron, la veinteañera sonreía. — Hagamos unas fotos. Aquí, ahora. Así. — Sugirió, a medida que se inclinaba unos centímetros y con la mano que había estado acariciándole, cogía su teléfono móvil que descansaba sobre el colchón. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Hagamos unas fotos. Aquí, ahora. Así. » Aprovechando la ligera inclinación adoptada por Eleanor, el muchacho lo tuvo claro: si perdía el equilibrio… sería cuestión de tiempo que la gravedad hiciese acto de presencia, haciéndoles caer sobre la superficie de la cama. Dicho y hecho. El americano no sólo terminó al cabo de unos escasos segundos con la espalda sobre el colchón sino que, además, remolcó consigo la figura femenina. — ¿Preparada? — Murmuró, en referencia a la sesión fotográfica que a continuación tendría lugar. Inmediatamente después, la mano diestra del muchacho terminó soterrada efímeramente entre los cabellos ajenos, antes de ser deslizada paulatina y gradualmente desde la nuca hasta la base de la garganta. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Las carcajadas femeninas, sonoras e indudablemente divertidas, llenaron hasta el último escondrijo de la habitación cuando el americano cayó sobre la superficie del colchón, y la arrastró consigo a la mullida e inevitable caída. Todavía se carcajeaba cuando (tras su debida acomodación) desbloqueó el teléfono y, la yema de su dedo índice, pulsó sobre el iconito de la cámara fotográfica. Una vez dentro de la aplicación, aparentando excesiva concentración, la veinteañera volvió a pulsar sobre la pantalla táctil para hacer las fotografías desde la propia cámara frontal, aunque… Debía reconocerlo; el recorrido que estaba llevando a cabo la extremidad de su pareja sobre la piel expuesta, estaba desconcentrándola hasta tal punto que le sonsacó, sin ser consciente, una media sonrisa. Click… Cuando ambos rostros y también parte de la zona superior de ambos cuerpos estaban en pantalla; la muchacha viró sutilmente el rostro. — Yo siempre estoy preparada. — Acto seguido, aproximó el propio hasta el ajeno para romper la escasa distancia que los separaba. ¿Un beso? Casi. Pero no. La fémina atrapó el labio inferior masculino y apretó –con fingida maldad que (sí o sí) debía captar– un ápice la dentadura contra éste, para fotografiar el momento exacto. Click. Click. Click… ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ El primero de los retratos tomó por sorpresa al veinteañero, abstraído nuevamente -¡qué novedad!- con el rostro ajeno: en esta ocasión, concretamente, con el tinte y pigmento de sus iris. « Click. » — Mierda… — Murmuró prácticamente para sí mismo y con una media sonrisa fijada a los labios, consciente del descuido en el que había incurrido. No obstante, tras peregrinar con la mirada desde las facciones femeninas hasta el aparato de telefonía móvil y una vez allí, deshacer el camino de ida, el americano volvió a olvidarse de cualquier elemento que no fuese ella. — Si te pidiese que… durante los próximos treinta segundos me mirases a los ojos, ¿aceptarías? Treinta segundos sin emplear la voz. Treinta segundos sin tocarnos. Tan sólo treinta segundos mirándonos, en silencio. — Manifestó al cabo de unos segundos, tras la última de las muestras de afecto físico desarrolladas por su pareja. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Si te pidiese (…), ¿aceptarías? ». El rostro femenino fue ladeándose unos centímetros según escuchaba (cómo no, con su característica curiosidad) la sugerencia que, palabra a palabra, iba pronunciando el americano. Hacia tan sólo unos segundos desde que su atención se había condensado en sus facciones y en los detalles faciales que tanto disfrutaba admirando, a diario. No necesitó pensárselo, pese a que guardó silencio y simuló darle alguna que otra vuelta mentalmente a aquella propuesta. — Acepto. Pero… Hoy treinta segundos sin contacto físico se me van a hacer eternos. — Confesó a bocajarro: con sinceridad y desparpajo. Y lo hizo. Lo hizo a pesar de querer robarle antes un beso. ¿Cómo lo hizo? Tumbándose bocarriba sobre el colchón, acomodándose y colocando el teléfono móvil sobre la tripa, donde posaría también la palma de sus manos (sosteniendo éste) para evitar caer en una posible tentación. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ « Acepto. Pero… Hoy treinta segundos sin contacto físico se me van a hacer eternos. » Allí estaba… una vez más, aquella inevitable y holgada sonrisa, colgándose de las comisuras masculinas. Instalándose en ellas. — Estarás sintiéndome mucho antes de lo que imaginas. — Reprodujo apenas con un hilo de voz, a medida que orientaba el rostro en dirección al opuesto. Treinta segundos. Treinta segundos de absoluto silencio, durante los cuales el veinteañero mantuvo en todo momento un contacto visual cómplice y directo con su pareja. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Treinta segundos… Treinta malditos segundos. Podía. Claro que podía, y lo haría. Sin embargo, y pese a que la muchacha pudiese pasarse no sólo segundos, sino horas mirándolo sin mediar palabra; la sonrisa que fue floreciendo de entre sus labios fue una de las más inevitables y dulces que jamás habían dibujado. Sus mejillas, casi corrieron la misma suerte: tintándose y adquiriendo –poquito a poco– un rubor y tono (son)rosado. Qué tenían aquellos ojos. Qué tenía ese hombre. Qué. Desconocía el tiempo que había trascurrido desde que empezó aquella particular cuenta atrás y, aunque no podía utilizar las manos, ni tampoco la boca… Estaba convencidísima de dos cosas: La primera, se habían besado en el alma. Y la segunda, se habían colmado de caricias. Todo ello, con la mirada. No hacía falta más. No era necesario. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Una vez la cuenta atrás hubo llegado a su final… el americano procedió a depositar las yemas de sus dedos centrales sobre la mejilla femenina más alejada. — ¿De qué sueño te has escapado? — Se interesó en saber, a medida que escoltaba con la mirada las caricias que, en aquellos precisos momentos, estaban constituyéndose sobre la epidermis ajena. — ¿De qué cuento…? ¿De qué fantasía? — Agregó, nada más aproximar una de las aletas de la nariz a la parte contraria. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Como consecuencia del acercamiento de su pareja y, también, de los interrogantes pronunciados: el labio inferior femenino fue atrapado por la fila dental superior durante un margen muy, pero que muy breve de segundos. ¿Por qué motivo? Por una sencillísima razón. El mismo pensamiento de los últimos días volvió a reproducirse en el interior de su mente. « Te voy a comer ». No obstante…, la única acción que llevó a cabo fue trasladar la posición de sus manos a la zona occipital masculina; para enredar y hundir los dedos entre su pelo. Estirar, de manera leve, apenas perceptible mientras apegaba su sien a la opuesta, y mecía la cabeza verticalmente: a modo de caricia, de roce. — ¿Y tú? ¿De dónde has salido tú? — Susurró, en voz baja; privada del sentido de la vista.
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