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#factura luz
viejospellejos · 2 years
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¿Qué más nos hace falta para abrir los ojos?
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loquedeberia · 2 years
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💬 2146. Economía competitiva
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informativoar · 9 months
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Se podrán pagar boletas de luz en Cerro Azul
El martes 9 y el jueves 11 de enero por la mañana. Habrá cortes en caso de deudas.
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ecoluzconsultores · 1 year
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Se intensifican los engaños en la contratación de compañías eléctricas en 2023
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electricistas · 2 years
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10 consejos para ahorrar luz
¿Te ha llegado una factura de la luz más alta de lo normal? ¿Quieres tomar iniciativa en el asunto y no sabes por donde empezar? Empecemos por la luz, donde por luz nos referimos a la luz artificial que se utiliza en el hogar para iluminar los espacios interiores. En este artículo no nos referimos a la electricidad en general.
La luz artificial del hogar luz puede provenir de diversas fuentes, como bombillas, lámparas, focos y luces de techo. La luz del hogar se utiliza para mejorar la visibilidad y para crear un ambiente cálido y acogedor en el hogar.
Hay diferentes tipos de luz del hogar, como la luz blanca fría, que es ideal para espacios de trabajo y estudio, y la luz cálida, que es más adecuada para espacios de relajación y entretenimiento. También puedes utilizar luz indirecta, como lámparas de mesa y lámparas de pie, para crear un ambiente más suave y agradable en tu hogar.
En este artículo te damos 10 consejos prácticos para ahorrar luz en tu hogar porqué consideramos que es muy importante por varias razones:
  Antes de todo, ahorras dinero: ahorrar luz puede ayudarte a ahorrar dinero en tu factura de electricidad.
Ayudas al medio ambiente: la electricidad a menudo se genera a partir de combustibles fósiles, como el petróleo y el gas, lo que contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero y al cambio climático. Ahorrar luz reduce la cantidad de energía necesaria para producirla, lo que puede ayudar a reducir el impacto ambiental.
Mejoras la eficiencia energética: ahorrar luz es una forma de mejorar la eficiencia energética de tu hogar. Al utilizar menos energía, estás utilizando menos recursos y reduciendo la carga sobre la red eléctrica.
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Contribuyes a un hogar más cómodo: ahorrar luz puede contribuir a crear un hogar más cómodo y acogedor. La luz natural es más suave y cálida y puede crear un ambiente más relajante en casa.
Fomentas buenos hábitos: ahorrar luz es un buen hábito que puede promover la responsabilidad y el cuidado del medio ambiente. Al enseñar a tus hijos a ahorrar luz, puedes ayudarles a desarrollar hábitos sostenibles que pueden durar toda la vida.
  Así que vamos a ver unos buenos consejos para ahorrar luz.
  1. Apaga las luces cuando no las necesites. Este es un consejo obvio, pero a menudo se pasa por alto. Asegúrate de apagar las luces cuando salgas de una habitación o cuando no las estés utilizando.
  2. Utiliza bombillas de bajo consumo. Las bombillas de bajo consumo, como las bombillas LED, son más eficientes y duran más tiempo que las bombillas tradicionales.
  3. Utiliza lámparas de mesa en lugar de lámparas de techo. Las lámparas de mesa son más fáciles de apagar y encender y pueden ser más eficientes energéticamente.
  4. Utiliza interruptores de luz con temporizador. Estos interruptores te permiten programar cuándo encender y apagar las luces automáticamente.
  5. Utiliza luz natural. Abre las cortinas y persianas para aprovechar la luz natural durante el día. Esto puede ayudar a reducir la necesidad de encender las luces artificiales.
  6. Utiliza luz indirecta. La luz indirecta es más suave y puede crear un ambiente más cálido y acogedor. Utiliza lámparas de mesa o lámparas de pie en lugar de lámparas de techo para crear luz indirecta.
  7. Utiliza luz de color frío. La luz de color frío es más brillante y puede ayudarte a concentrarte y aumentar la productividad. Utiliza esta luz en espacios de trabajo y estudio.
  8. Utiliza luz de color cálido en espacios de relajación. La luz de color cálido es más relajante y puede ayudar a crear un ambiente más acogedor en áreas de descanso y entretenimiento.
  9. Utiliza luz natural y luz artificial de manera inteligente. Aprovecha la luz natural durante el día y utiliza luz artificial solo cuando sea necesario.
  10. Mantén las lámparas y bombillas limpias. Las lámparas y bombillas sucias pueden disminuir la cantidad de luz que emiten. Asegúrate de limpiar regularmente tus lámparas y bombillas para mantenerlas en óptimas condiciones.
https://www.electricistabarato.es/10-consejos-para-ahorrar-luz/
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noticiassomosponce · 2 years
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JCF confirman cargo en factura de la luz para pagar a bonistas de la AEE
JCF confirman cargo en factura de la luz para pagar a bonistas de la AEE
La Junta de Supervisión Fiscal anunció al filo de la medianoche que llegó a un acuerdo con los bonistas de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) que redujo el reclamo de la deuda que se tiene con los prestamistas de líneas de combustible en un 16%. Aunque destacaron que el acuerdo provocaría una economía, la Junta de Supervisión Fiscal explicó que el trámite vendrá acompañado de una emisión de…
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frociaggina97 · 9 days
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papa votante de milei viendo si puede pagar la factura de luz en cuotas if you even care
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vickdrake · 8 months
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¿Te conozco?
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Jake abrió los ojos encontrándose con el molesto brillo de su computadora, con aquellos códigos que habían quedado sin descifrar después de que cayó inexplicablemente dormido sobre la mesa.
No recordaba el momento exacto en el que había caído en el mundo de los sueños, pero sabía que se debió a un descuido que no tenía que volver a suceder. El cansancio llegó a pasarle factura después de meses sin dormir adecuadamente o más bien sin dormir en absoluto.
Hizo sonar su cuello, dejando salir un gruñido de alivio antes de mirar por la ventana de la habitación del hotel. Era otoño, las hojas caían marchitas de los árboles, indicando que el invierno se acercaba y que todo lo viejo debía desaparecer para dejar paso a un nuevo comienzo.
Sus perseguidores parecían estar cada vez más cerca, siempre colmándole la paciencia y haciendo que cambiará de escondite más seguido. Cuando despertó su primera preocupación había sido fijarse en dónde se encontraban, pero se sorprendió al ver que todavía no habían captado su señal, que aún estaban bastante lejos de él.
“Extraño” pensó.
Se reclinó en la silla, con los brazos cruzados y la mirada perdida en la esquina de la habitación mientras recordaba un sueño aún más extraño que el hecho de que sus perseguidores no hubieran ya tocado la puerta (aunque realmente nunca tocarían, lo más probable era que la rompieran).
¿Has escuchado de las personas que no sueñan? Jake era una de ellas. Los sueños no eran recurrentes en su vida desde que era pequeño.
Y te voy a decir otra cosa, de niño, Jake temía a sus sueños porque siempre eran demasiado reales.
Esta vez resultó ser un sueño dentro de otro sueño.
Allí también había estado durmiendo como si no tuviera preocupaciones en el mundo más que descansar, pero la diferencia fue que esta vez no se encontraba solo.
Una chica que irradiaba tanta luz como belleza acariciaba su cabello mientras abría los ojos.
—Buenos días, dormilón. Nunca te había visto dormir tanto como hoy —dijo ella, sonriendo con diversión y ternura al enredar sus dedos en los mechones que cubrían los ojos de Jake—. ¿Querés contarme que estabas soñando? Casi pensé que no te ibas a despertar.
Él mismo había pensado que le resultaría raro encontrar a una mujer extraña a su lado, hablándole como si se conocieran desde hace mucho tiempo, pero su cuerpo, su mente, habían reaccionado de una forma diferente, terminando por rodear con un brazo la cintura de ella y aproximándose para besarla.
—Espera, espera, todavía no me lavé los dientes —La mujer protestó, riéndose mientras él le dejaba besos en el cuello y en sus mejillas al querer buscar sus labios.
—No me importa —Se escuchó a sí mismo decir al mismo tiempo que conseguía hacer que ella se quedase quieta para poder besarla con hambre.
Ella se había quejado diciendo que aquello era asqueroso, pero a él le importó poco y nada.
En sus sueños tenía una vida con ella, ambos eran felices y Jake recordaba haber reído como no se había escuchado a sí mismo en años.
A través de los trucos que le jugaba su cabeza, consiguió sentir el calor humano de alguien más por un lapso de tiempo que se sintió como décadas. Le pareció que era la vida de alguien más, de alguien completamente ajeno a él pero que al mismo tiempo tenía todo que ver consigo mismo.
Recordaba sus delicados dedos sobre su cara, dibujando caminos por su pecho, recorriendo juguetonamente su cuello y trazando la forma de sus cejas de forma tranquilizadora.
Descubrió que un anillo de compromiso se encontraba en su dedo anular y un sentimiento de orgullo, alegría y un amor desbordante le invadió en cuanto vió aquella imagen. Su novia, su chica, su prometida. O más bien, la prometida de aquel Jake que si tenía una vida feliz y libre.
Su propia mente jugando con él, recordándole que jamás tendría una vida como esa, que antes terminaría pudriendose en una cárcel o muerto, enterrado y olvidado.
Después de un tiempo olvidó el sueño.
Olvidó por completo el rostro de la chica, el aroma de su cabello y la sonrisa que se convirtió en la cosa favorita de Jake por al menos unos cinco minutos después de que despertó.
Siguió huyendo porque era lo que mejor sabía hacer, lo único que podía hacer y no se permitió volver a dormir.
Pero… Una tarde, casi un año después.
Una fragancia invadió sus fosas nasales cuando la puerta del Rainbow coffee se abrió.
Una esencia de rosas, jazmines y… sal del mar.
Parecía una mezcla extraña, aunque cobraba sentido en cuanto comenzaba a recordar cada detalle de sus sueños.
Los pétalos de rosa que ella ponía en sus libros para que quedarán disecados, los jazmines que tanto le gustaban y que Jake le dejaba al lado de la almohada cada vez que tenía que volver a huir, y la sal del mar de aquella playa donde él decidió que quería pasar el resto de su vida estando a su lado, aquella playa donde en cuanto la vio salir del agua con su ropa y cabello mojados, riéndose y tirándole agua, él se quedó tan hipnotizado que las palabras salieron solas de su boca.
“Cásate conmigo”.
Había pasado un tiempo desde que la mina de hierro se había incendiado con Richy Rogers y Jake dentro, Hannah estaba recuperándose lentamente después de que habían logrado rescatarla y el resto de sus amigos trataban de ser fuertes por ella pero al mismo tiempo no podían ignorar el dolor de la muerte de Richy.
La mujer que había ayudado al grupo y al hacker, decidió tomar distancia aunque no perdió el contacto con ninguno. No se metió donde no la llamaron, reconfortó a los que fueron a ella y un día finalmente decidió que era hora de decir adiós.
Jake observó desde una mesa como ella entraba en la cafetería, como todo en ella le parecía tan increíblemente familiar incluso cuando jamás la había visto en su vida y también como podía sentir en lo más profundo de sí que él conocía cada lunar, cicatriz y marca de su cuerpo.
No le importó parecer un demente mientras la miraba, no tuvo interés en tener cuidado ya que se vió inmerso en la expresión perdida de su cara al mirar por la ventana, en como tamborileaba sus dedos en la mesa y luego como se llevaba la taza de café a los labios.
Quería tocarla, llamarla, decirle todas aquellas palabras que sólo le había dirigido por mensaje, descubrir si su cabello era realmente tan suave como en aquel sueño, si sus manos en serio irradiaban ese calor reconfortante.
Luego notó que ella ya no miraba la taza de café o a la gente pasaba por la calle sino directamente a él.
Su corazón comenzó a acelerarse y sintió como el latido le llegaba a los oídos, provocando también que su respiración se agitase.
“Te conozco”
Sus piernas se movieron solas, haciendo que se levantase para ir detrás de ella en cuanto la vió agarrar sus cosas y dirigirse a la cajera para poder pagar. No se acercó, no queriendo llamar demasiado la atención, pero fue inevitable para la mujer asustarse cuando lo encontró a unos metros lejos de sí misma. Por supuesto debía haber adivinado que era él en algún punto.
Jake se dirige hacia la puerta para abrirla, pero vuelve su cabeza su dirección sólo para hacerle saber que la está esperando. La ve dudar, observarlo, analizarlo, y él entiende que ella se pregunta si no está equivocada sobre quién es. Comienza a acercarse, sin quitar sus ojos de él, lo observa con detenimiento, con paciencia y Jake tiene que controlar el impulso de rodearle la cintura y apretarla contra su cuerpo en cuanto quedan enfrentados.
Ninguno dice nada. Se comunican por medio de miradas. Él piensa en lo que quiere decirle y parece funcionar, pareciera entenderlo, porque el ceño fruncido de ella se suaviza.
“Te amo” susurra un rincón de su mente y sonríe ligeramente.
Nadie más en la cafetería es importante, ella opaca a cualquier otra persona y hace que olvide que han estado mirándose por un rato, lo que lo despierta es su voz que pronuncia un suave “gracias” antes de pasar por la puerta e irse.
Jake la ve alejarse, pero sabe que ella espera que la siga así que no pierde el tiempo y con una sonrisa más notable, cierra la puerta de la cafetería y mientras se mete las manos en los bolsillos decide que desde el principio ella siempre fue su destino.
Pd: Esta historia está ligeramente vinculada a “With or without you”. Aún no está traducida al español, pero lo estará pronto.
Sólo por si quieres seguir leyendo y aún no has visto el otro lado de la historia -> With or without you
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aficionliteraria · 1 month
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Update:
Hace tiempo que no leo y eso tiene que cambiar. Amo leer pero en estos últimos meses (/años?) han ocurrido tantas cosas que no me ha dado la oportunidad de leer como quisiera. También el calor que esta hace en PR hace todo más difícil. Cada día esta peor y a eso le suma no tener servicio de energía eléctrica porque la compañía que el gobierno escogió es una basura que se dedica a robarnos. Es ridículo recibir una factura de $200 (usd) cuando aquí todas las semanas nos quedamos sin servicio por largas horas y en algunos casos por días. A cualquiera se le quitan las ganas.
Anyway... hoy se supone que viene una tormenta/huracán y ya dijeron que estaremos sin luz desde antes de que pase. Así que me dedicaré a leer para no enloquecer.
Ya les contaré como me va. Quizás no lea nada... Ya veré...
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xjulixred45x · 4 months
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Yandere Platónico Nanami/Higuruma x Lectora: volverá..(TRADUCCION)
ella les habia forzado la mano.
ella tenia la culpa de que esto pasara, no ellos.
¿que mas se suponía aue debían hacer?¿cuando ella no habia hecho mas que faltarles el respeto dia y noche?¿cuando ella habia intentado irse de su lado cuando lo unico que ellos querian era ayudarla? salvarla! y aun asi ella tenia la audacia, el coraje de hacerlos ver a ellos como los malos....
es lo que ambos se repetian a si mismos mientras su hogar estaba en un estado poco usual de tranquilidad, ya fuera para bien o para mal, la casa siempre tenia algun tipo de ruido(risas, charla, llantos, gritos...) pero desde hacia tiempo la inquietante sensación se reemplazo por tension.
tanto Kento como Higuruma estaban luchando tan fuerte por no exlotar contra el otro, por no dejar que toda esa ira reprimida saliera a la luz y seguir manteniendo ls fachada de hombre tranquilo, pero era extremadamente difícil sin lo único que normalmente los mantenia unidos.
lectora.
quien habia huido recientemente, y para peor parecia que cambiaba constantemente de locacion con el fin de evitarlos y no verlos(con buenas razones que ellos no entendían) con personas a las cuales les tocaba aguantar por el bien de su relación con su hija.
pero ya les estaba pasando factura, no podian vivir asi.
¿cómo llegaron a esto?
eran concientes de que la naturaleza de su relación con lectora no era sana, normal, nisiquiera buena para ninguno de ellos, pero pese a todo lo que le habian hecho, lectora volvia con ellos, y ellos no podian vivir sin ella. era un círculo vicioso.
pero parece que lectora subestimo la nosibidad y que tan lejos podian llegar los celos de los dos psicópatas con los que compartia techo.
era simplemente un artilugio antiguo, dado por sus padres originales, talvez por eso tanto Kento como Higuruma tenian cierta animosidad hacia eso, pero no hicieron nada especialmente cuestionable...hasta que un dia una pelea escalo y se puso especialmente agitada.
lectora queria creer, realmente queria creer que no habia sido a propósito, que habia sido un error honesto y que se disculparian con ella de alguna forma. pero dicha disculpa nunca llego, y actuaron como si nada hubiera pasado, como cuando ella lanzaba una "rabieta" ellos pasaban de largo de sus gritos, era exactamente lo mismo, pero penso que seria diferente..
y lo unico que recibió fue una mirada endurecida y un "somos la unica familia que necesitas, lo demas carece de valor" por parte de quienes la habian robado en primer lugar de dicha vida..
fue demasiado...
y en el fondo Nanami y Higuruma lo sabian.
sabian que lo que habian hecho estaba mal, del daño que causo, que tuvieron que contenerse de ir tras lectora y tratar de ayudarle a recoger los restos de su reliquia, que hubieran deseado haberlo hecho de otra forma, pero eran tan cerrados entre ellos que no podrían siquiera empezar a describir eso...
y ahora estaba la cuestión de que harian para que lectora volviera, debia haber una forma, pero seria casi imposible con gente como Kusakabe o Shoko cerca, no podian arriesgarse a perdee esta oportunidad, no otra vez, no ahora.
ambos eran la cara de una misma moneda, dos extremls opuestos, pero no podian vivir sin ella.
lo necesitan, se odiaban, ella los odiaba, muy en el fondo, ellos lo SABIAN.
sabian que de seguro lectora estaria mejor con los sdultos seguros que tanto rechazo les generaba, sabian que lectora sería mejor hechicera de lo que cualquiera de los dos podria llegar a ser si la dejaran. sabian que ella tenia tanto potencial, una posible vida y futuro por delante ¡Y NO LES IMPORTABA!
no importaba cuántas veces dijeran o se convencieran de que esta vez seria diferente, no era asi, porque ellos nunca dejarian que ella fuera feliz con alguien que no fuera ellos.
eran monstruos, pero se las arreglaban para olvidarse de eso con lectora. y eso era lo unico que importaba.
si los demas tienen que sufrir, si ELLA tiene que sufrir, pues que así sea. van a ser egoístas. las veces que sea necesario para ser felices, VAN a ser egoístas..
hasta entonces tendrian que encontrar algun tipo de consuelo y guia en el abrumador silencio de la casa, silencio que ellos mismos trajeron. mientras soñaban con lo que seria la hermosa melodía de un hogar nuevamente.
era lo unico que tenian en común después de todo...
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marinzu · 2 months
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"Rechazo."
Una confesión inoportuna.
Somethin' Stupid - Frank Sinatra
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"-Apestas a alcohol, ¿estuviste bebiendo?"
Preguntó, pero fue más una reprimenda. Kento estaba preocupado. Pero ante todo, estaba molesto. -Molesto por tu imprudencia, claro.- Pudiste ver la desaprobación en su mirada, algo a lo que, a ese punto, ya estabas acostumbrada.
Habías creído que sería una gran idea adentrarte en un bar y tomar alcohol hasta que tu conciencia se sintiera nublada y difusa. Pues querías borrar todos los sentimientos que él te provocaba, querías culparlo de todo, incluso de tu estado deplorable, pero simplemente no podías. No eras capaz.
"Estaba en un bar, ¿qué querías que hiciera?, ¿que tomara un té?"
Respondiste con cierta hostilidad. -¿Cómo no hacerlo? Después de todo, él fue quien te sacó a rastras de ese lugar-. El clima era gélido fuera, pero no pensaste protestar en voz alta; para ello, tendrías que tragarte el orgullo y, en ese momento, no estabas en posición de hacerlo.
"Cuida ese tono." Nanami advirtió. Pero, aún con su ceño fruncido y actitud autoritaria, tomó tu bufanda y la envolvió bien sobre tu cuello. Podía estar molesto, pero jamás te dejaría morir de hipotermia. -Él nunca sería tan negligente-.
"Sí, papá." Dijiste con un tono sarcástico, ganándote una mirada llena de reproches de su parte.
Sus manos bajaron suavemente desde tu cuello hasta tu pecho, abrochando con cuidado cada uno de los botones de tu abrigo.
"Puedes quejarte si así lo deseas, pero es mi deber cuidar de ti." Su tono fue bajo, pero el recordatorio fuerte, pues era una promesa que le había hecho a su difunto amigo bastante tiempo atrás.
Finalmente, sus ojos se posaron en tu expresión avergonzada. Su rostro, ahora relajado, aún mostraba ápices de una ligera preocupación, reflejando algo parecido a una duda.
Él parecía querer decir algo más, o quizás no.
Aprovechando la cercanía de sus rostros, tus ojos recorrieron sus facciones, encontrando pequeñas imperfecciones y huellas de cansancio que sus años como oficinista se habían encargado de grabar.
Y, por el otro lado, él también observó a detalle cada una de tus expresiones. O al menos lo intentó, pues sus ojos no podían encontrar otro lugar que no fueran tus labios.
"Nanami..."
Todos esos años de abstinencia le habían comenzado a pasar factura y cada vez le era más difícil mantenerse cuerdo.
"Déjame llevarte a casa." Suspiró exasperado, frustrado por no poderse permitir ir más allá, pues tenía que mantenerse firme, no podía dudar.
"Nanami-"
Suspiraste, sin estar completamente segura de saber si podrías terminar lo que estabas por comenzar. Pero ya no podías reprimir tus emociones más y tenias que dejarlo salir de algún modo.
Sentiste una presión en el pecho, pues la confesión qué estuviste guardando durante años por fin salía a la luz.
"Te amo."
Pero no hubo respuesta alguna.
El miedo y la vergüenza comenzaron a adentrarse y encontrar su lugar entre tus entrañas.
"Estás borracha."
Eso fue lo único que obtuviste de respuesta. -Fue increíblemente humillante-.
"¿Disculpa?"
Cualquier rastro de alcohol que pudo haber corrido por tu sangre se esfumó al instante. Sentiste tu ego herido, una herida tan profunda que probablemente tardaría años en sanar.
"Te llevaré a casa."
Él no acaba de... pensaste. ¿De verdad?
Él trató de tomar tu brazo, pero rápidamente retrocediste. Frunció el ceño ligeramente, como si tú estuvieras complicando demasiado las cosas.
Intentó dar un paso, pero tú retrocediste dos.
"No-"
Y de pronto hubo un silencio. Uno tan grande como el nudo que se formaba en tu garganta.
"¿No te gusto?"
Dejaste que tu pregunta flotara en el denso ambiente, sin saber que tus palabras solo provocaban que la corbata de Kento se estrechara más alrededor de su cuello.
"Esa no es la cuestión."
Respondió Nanami, tratando de no perder los estribos frente a ti. Toda esta conversación era tan inoportuna, pero era el resultado de tantos años de contener lo inevitable.
"¿Entonces qué es?"
Frunciste el ceño y tragaste duro. Sentías tu garganta a carne viva, como si estuvieras tratando de tragar vidrios rotos.
"Soy un adulto."
¿Creés que soy una niña?, ¿qué no tengo derecho a amarte?, ¿qué no soy lo suficientemente madura para ti?- Todos esos pensamientos eran un diluvio en tu mente. Te estabas ahogando.
"¿Crees que soy infantil?"
Niegalo.
Querías gritar.
Dime que me equivoco.
Pero él no lo hizo.
En tu estómago se formó un nudo ante el insulto. Él llamó tu nombre, pero tú ya te encontrabas caminando lejos de él.
Grito tu nombre una vez, quizás más. Pero no hubo pasos detrás de ti.
Él no entendio bien el por qué estabas tan molesta. Después de todo, no era la primera vez que discutían, pero para ti esta vez no fue como las demás, pues sus pasos no sonaron detrás tuyo.
Vamos, suplicaste. Buscame.
Pero él impecable silencio detrás tuya fue respuesta suficiente.
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loquedeberia · 2 years
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💬 2123. Jugando en Halloween
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informativoar · 9 months
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Se podrán pagar boletas de luz en Cerro Azul
El miércoles por la mañana en las oficinas de la Cela. Ese día habrá cortes en caso de deudas pendientes.
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rubimoon45 · 3 months
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Mildrith of Wealas (1/3)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fam!reader
Sinopsis: la pacífica vida de Mildrith se ve interrumpida cuando un grupo de guerreros daneses llegan a la finca merciana donde reside con la pequeña princesa y la hija de uno de ellos.
Warnings: sangre, contenido adulto,
You can traslate the story and read it!
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-¿Por qué vuelan y nosotros no?
-Dicen que es por la gracia de Dios, porque los hizo así para sobrevivir.
La niña rubia y pálida frente a ella pareció pensárselo. Tenía los brazos sobre la mesa, y miraba a la jaula dorada donde estaba encerrado un pequeño pájaro que piaba como si se tratase de una canción. Las ventanas estaban cerradas, pero por los huecos que decoraban las contraventanas en forma del símbolo de Mercia entraba luz suficiente como para ver. Las puertas estaban cerradas a sus espaldas, obra de Stiorra, la única hija del segundo hombre de confianza de la reina Aethelflaed. Aquella mañana se había despertado de mal humor y lo había dejado claro golpeando las puertas, gruñendo respuestas y burlándose de los comentarios inocentes que hacía Aelfwynn.
Consciente de esa tensión, se había encerrado con la pequeña princesa en el comedor donde la tres comían a la espera de que la reina regresara. Había sido una semana larga, calurosa para la zona en la que estaban, y en la que el mar humor pagaba factura a los más jóvenes.
-Vuestro Dios es demasiado divertido -se había burlado.
-Stiorra -regañó, pero no dijo más.
Ella levantó los brazos en señal de rendición. La vio marcharse a la estancia central, la que daba directamente con la puerta del hogar. Se trataba de un edificio alto y de madera, con algunas secciones de piedra, pero que era relativamente nuevo por deseos de Lady Aethelflaed para ella y su hija. Había sido el primer edifico donde se había alojado como invitada de los reyes de Mercia, y al que hubo regresado tras lo ocurrido en el monasterio cuando huían del rey y sus planes para con la reina. Pero eso ya era pasado, y se había esforzado en perdonar aquel atentado y en olvidar las muertes que tantas noches la persiguieron. La ayuda de Dios la había sanado, consciente de que necesitaba descansar.
Su padre apenas había respondido a las cartas. Wealas estaba lejos, pero no tanto de la villa como para mandar a un mensajero que informara sobre los cambios de decisiones. La última había sido una advertencia a la reina sobre la seguridad de Mildrith, acompañada de una pequeña guarnición de guerreros galeses, todos vestidos de rojo y con el emblema de su Casa, y una amenaza con romper las relaciones con Mercia si volvía a cometerse un error estratégico como ese; se refería a lo sucedido en el monasterio, a raiz de las malas relaciones entre la reina y el rey. Ahora esos guerreros cuidaban de ellas, siempre apostados a las afueras de la residencia, en el interior de la muralla. Como solo hablaban galés, era difícil para los pocos soldados mercios comunicarse con ellos.
-No me gusta estar sola.
-No estás sola. Estás con nosotras -le indició, pero la duda aún reflejaba en los ojos claros de la niña. Casi le recordaron a los ojos de su madre, la reina, pero estos eran más inocentes y aún no conocían maldad.
-Pero no está mi madre.
Mildrith se apiadó de ella.
Semanas sin ver a su madre y encerrada todo el rato en aquella residencia volvería loco a todo el mundo. Su único consuelo había sido ese pájaro, y el niño que la reina había traído de Wessex que nunca se relacionaba con ellas. Hablaba unas pocas veces con ellas, sí, pero en general se escondía para leer en el piso de arriba o en los huecos más pequeños del edificio. Cuando Aelfwynn lo invitó una vez a jugar, este le había respondido que no se lo merecía y había vuelto los ojos hacia la estantería con los manuscritos religiosos que habían rodeado su vida temprana.
De repente, escuchó a Stiorra reír al otro lado de la puerta. Seguido de varias voces que ni eran las suyas por obvios motivos ni las de Aethelstan. La última vez lo había visto en el piso de arriba sentado en la cama con el libro abierto por la mitad, con el desayuno al lado.
-¿Aelfwynn? Tu madre está aquí.
La niña levantó la cabeza a la velocidad de una flecha, y una sonrisa apareció rápidamente en su rostro. Dudaba que fuera una broma porque ni siquiera Stiorra era tan cruel como para hacerle eso a una niña. Aelfwynn se levantó, abrió las pesadas puertas de la estancia y salió corriendo llamando a su madre. Hubo más voces que llegaban hacia donde estaba.
Mildrith observó un poco más al pequeño pájaro. Piaba y piaba encima del palo que la niña le había puesto para que tuviera un entretenimiento ahí dentro. Al final, Mildrith cogió la jaula y salió con ella entre los brazos para ponerla al sol; era una forma de que a Aelfwynn le diera el sol después de tanto tiempo dentro. En la estancia principal, Aelfwynn abrazaba con fuerza a su madre, la reina, que vestía un jubón de cuero por encima de la ropa formal; una imagen a la que ya estaba acostumbrada. Llevaba el pelo trenzado y visiblemente sucio, pero sonreía al tener en brazos a su hija... No supo cómo sentirse al respecto, dado que el único afecto que había recibido de su madre cuando era pequeña había sido una sonrisa y algunas palmaditas en la cabeza antes de entregársela a las monjas para sus clases religiosas. Entre ellas era tan diferente que costaba verlo sin sentirse inferior, pero le alegraba ver a la reina que la hospedaba en el reino a salvo.
Lo que sí le sorprendió no fue ver a su consejero, Aldelmo, con ella, sino a un hombre alto y fornido que imaginaba al otro lado del país o al servicio del rey de Wessex. La espada con el ámbar deslumbrante en la empuñadura le dijo todo.
-Está un poco lejos de su hogar, señor -dijo, en su dirección.
El hombre se dio la vuelta, como si no hubiera caído en su presencia, demasiado preocupado en atender los reclamos de su hija. Stiorra sonreía aún en brazos de su padre. Los ojos abiertos y las cejas arqueadas sobrepasaron su estoicidad.
-Debería sorprenderme de verla en Mercia, dama, pero no voy a actuar como si no supiera de su presencia cuando durante todo el viaje he soportado las quejas de mis hombres con verla.
-¿Han enfrentado a los daneses, señor? -quiso saber.
-Y visto la rabia de los galeses en campo abierto -respondió, cosa que la pilló por sorpresa. ¿Galeses?-. Los demás también están aquí.
-Y mi hermano monje también -añadió Stiorra, que recibió una palmada en la cabeza, señal para que marchase
Mildrith asintió, y apretó la jaula más contra su pecho. El pájaro aleteó, pero no salió volando en el pequeño espacio. Con un gesto, ya estaba camino al patio delantero donde varias figuras vestidas de negro y otras de rojo, que distinguió como sus guerreros, caminaban de un lado a otro. Al primero que distinguió fue al joven que trabajaba con un chico más pequeño y delgado, portador de un hacha afilada a su costado, con una cicatriz en la mejilla. Osferth y el que debía ser el hermano de Stiorra, en parte similar a ella por la forma de los ojos y de la nariz. Pero Stiorra se parecía más a su padre sin necesidad de un arma que el chico. Cuando la vio, hizo un gesto con la cabeza para mostrarle respeto, acompañado de un tierno sonrojo que sacó una risa en ella.
-¿La bruja viene con vosotros, guerrero?
Osferth se dio la vuelta. Su expresión se había suavizado, pero sus rasgos vuelto más adultos y curtidos en batalla. Seguía siendo alto y delgado, pero había ganado algo de masa.
-Dios nos hizo un favor con ella, señora -fue lo único que dijo, pero sonriendo y como una buena acción. Mildrith le devolvió la sonrisa, bajando los altos escalones con cuidado de no tropezar.
El siguiente al que vio fue al irlandés que se había reído de las respuestas que hubo lanzado a la bruja rubia cuando esta la atacaba con su lengua bífida. Le había caído bien, y en su momento la protegió con fiereza para que los daneses no se la llevaran. Guardaba buenos recuerdos con él, y parece que la vida le sonreía si continuaba vivo. El último estaba de espadas, concentrado atando a los caballos y en cerrar las puertas de la muralla. Los guerreros galeses ayudaban en la tarea, seguramente por instinto al ver que los guerreros mercianos lo hacían. El pájaro aleteó más fuerte, golpeando esta vez las barras de la jaula, y casi fue como sus sentimientos saliendo a flote solo con verlo. La había salvado hacía unos años, después de que ella le dijera que si llegaban a capturarla le cortase el cuello para proteger el honor de su padre. Y nunca había llegado a disculparse por dejarle esa carga a un hombre que no conocía...y que había cuidado de ella la noche de antes.
-Finan -saludó, y él le devolvió la sonrisa y un gesto con la cabeza a modo de saludo. No dijo nada, pues siguió trabajando en las cuerdas que rodeaban sus manos y las de los caballos. El metal en forma de cruz centelleó en su pecho. Su compañero fue más reacio en responder, pero aún así supo que la había escuchado por la tensión en sus hombros y el casi invisible movimiento de sus orejas-. También es un placer verte, Sihtric. ¡Aethelstan, sal! Ven a saludar.
Bajó la cabeza, rodeando el hogar principal y dirigiéndose hacia la mesa improvisada con un tronco donde dejaba que Aelfwynn tomase el sol unos minutos cada día, tarde y noche. Fue ahí donde dejó la jaula, con el pájaro de nuevo relajado -un pequeño traidor- y espero pacientemente a que cierto niño moreno asomara la cabeza del libro. Obedientemente, no tardó en aparecer arrastrando los pies por la entrada y siguiendo la voz. Cuando vio a los guerreros desconocidos para él, recorrió a sus brazos sin expresión alguna en el rostro. Mildrith lo rodeó.
-¿Otro galés al que la reina de Mercia acoge? -preguntó burlándose Finan, a lo lejos.
-Algo como eso -respondió, entrelazando los dedos con la pequeña mano del niño-. Se llama Aethelstan y vive con nosotras desde hace un tiempo. Le vendrá bien relacionarse con hombres en vez de tener las narices metidas en los libros siempre.
Aethelstan alzó la cabeza para mirarla, como si le hubiera ofendido ese comentario. No dijo nada, sin embargo, más que pestañear un par de veces y bufar por lo bajo. Mildrith le revolvió el pelo.
-¿No le valen los valientes hombres de Wealas, señora? Los he visto luchar y son fieros como cabrones.
-A veces las lenguas son un impedimento, Finan, y Aethelstan es muy pequeño para aprender todo lo que dicen, y más si suena como trabalenguas.
Solo se encogió de hombros, pero dejó claro con ello que estaba de acuerdo con la decisión. Tampoco le quedaba otra opción. Eso, o enfrentarse a los doce galeses bien entrenados él solo. Finan volvió a su trabajo, acercándose a Osferth y al hijo de Uthred. Mildrith le dio un golpecito en el hombro a Aethelstan, quien obedientemente se marchó corriendo de nuevo al interior del hogar, de nuevo arrastrando los pies.
Sihtric también miraba hacia ellos. Había cambiado mucho, y ahora llevaba el pelo echado hacia un lado, rizado y desordenado, exponiendo la mitad de la cabeza que no llevaba el tatuaje. Los rizos le caían por la otra mitad, cubriendo las sombras del tatuaje de su cuello. También estaba muy cambiado.
Fue la primera vez que Sihtric la había mirado.
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-Tengo un mensaje de tu tío, nos lo encontramos en la batalla -anunció Lady Aethelflaed. Eso la sorprendió, en parte. Porque los britanos de Wealas y los sajones del oeste nunca se relacionaban y menos -. El rey Hywel vela por tu seguridad y ha mandado que llegado el momento regreses a Wealas, pero cuando las tensiones con los daneses hagan seguros los caminos.
Mildrith asintió, pero tuvo ganas de burlarse. Los caminos nunca eran seguros, pero aún así se habían arriesgado. Y la guerra solo había hecho que Mercia se enfrentase a las invasiones que llegaban de la costa oeste, o tenía entendido algo así. Wealas era capaz de repeler los ataques por su cuenta, pero Mercia... Al menos Lady Aethelflaed estaba sana y salva, y había regresado de la guerra más viva que nunca para asegurar a su hija y a ella en su residencia. Mildrith solo podía estar agradecida.
-Rezaré para que se cumpla, dama.
No hubo respuesta, puesto que la reina merciana decidió que debía resolver otros asuntos en el interior del hogar. Mildrith observó a Aethelstan a lo lejos buscando un juguete que había escondido ahí aposta para entretenerlo. Sentada en los escalones, escuchaba de fondo las voces de los daneses discutiendo con la reina, acompañado del suave tono de Stiorra. El sol ese día pegaba fuerte, más que en los días nublados y lluviosos de atrás, y a los niños les vendría bien salir y relacionarse aunque fuera entre ellos. Los hombres del interior no estaban ahí para entretenerlos, sino para discutir lo que pasaría. Según parecía, era un asunto serio.
-¿Cuándo vas a soltarlo? -le preguntó a Aelfwynn, que sentada de rodillas en la tierra silbaba intentando imitar a su pajarito. Había llevado la jaula con ella a donde estaban y ahora intentaba comunicarse con el animal.
Una brisa sacudió su pelo rubio echándolo a sus espaldas. Lo mismo pasó con la melena pelirroja de ella, que se sacudió y metió en los ojos. Mildrith se lo apartó como pudo, recogiéndoselo detrás de las orejas. La niña se mordía el interior de la mejilla.
-¿Tengo que hacerlo?
-Habrá -razonó. Los ojos de Aelfwynn bailaron entre ella y el pajarito- si queremos que pueda volar.
Aelfwynn se lo pensó. Miró la jaula como si fuera una encrucijada, y luego regresó los ojos a ella y se quedó mirándola con sus grandes ojos claros llenos de curiosidad, miedo e inocencia. Le recordaron a lo joven que había sido cuando su madre decidió abandonar el castillo y residir en una residencia aparte habiendo cumplido sus deberes como tal, pero Aelfwynn tenía la suerte de estar en contacto y vivir con su madre.
-Pero ya vuela, ¿no?
A veces se preguntaba si una niña de tan temprana edad podía ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. De que, al igual que ese pájaro, viviría encarcelada por su seguridad y sin poder moverse libremente. La veía mirar divertida a los guerreros, pero temía acercarse a ellos y preguntar si podían jugar con ella; lo sabía porque la cogía de la mano, la apretaba, y seguido iba a abrazarla. Una niña sensible que no había heredado la confianza de su madre. Le recordaba tanto a ella... Mildrith la abrazaba con fuerza y dejaba que durmiera con ella si alguna pesadilla la atormentaba, la cogía de la mano y protegía.
-¿No quieres jugar con Aethelstan?
-Es un chico -respondió con un tono indignado-. No me gustan los chicos.
-Es guapo -afirmó. Aunque fuese un niño. Seguramente fuese un muchacho guapo solo por quién era su padre. ¿Por qué lo sabía? Lady Aelswith no era sigilosa hablando.
Finan pasó entonces por delante de ellas mordiendo una manzana y abrochándose los pantalones. Al verlas, le hizo un guiño a la niña que consiguió hacerla reír. Osferth apareció más tarde gritándole a Aethelstan que buscase césped más adentro. Se preguntó dónde estaría Sihtric, pero conociendo su actitud distante estaría escondido en algún lugar observando y vigilando si los otros estaban tan relajados. Mildrith se miró las puntas de los pies.
-¿Te gustan los chicos? -dejó de atender al canto del pajarito y la miró a los ojos.
-Algunos, sí.
Se encogió de hombros.
-Son tontos.
-No conoces a ninguno de tu edad -señaló al niño, que se había adentrado entre la maleza obedientemente-. Cuando lo hagas cambiarás de opinión.
No parecía muy convencida.
-¿Los chicos de tu reino son todos pelirrojos como tú?
Mildrith se rió suavemente.
-No todos, pero sí algunos. Al norte, en Escocia, dicen que también lo son -recordó los comentarios de los monjes que llegaban del norte buscando alianzas con un reino vecino de Wessex-. También dicen que son unos cerdos porque no se lavan.
La niña arrugó el ceño, visiblemente asqueada de que hicieran algo como eso. Tampoco es que ellos fueran los más limpios, claro, pero sí tenían más higiene que en el frío norte. Los deditos de Aelfwynn cogieron uno de los mechones pelirrojos de su melena.
-Me gusta mucho tu pelo.
-Y a mí el tuyo -lo cual era cierto.
Aelfwynn miró de nuevo a la jaula, manteniendo un ligero silencio antes de volver a abrir la boca.
-A él también le gusta.
Tampoco dijo a qué se refería con ello.
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Lady Aethelflaed y Aldelmo marcharon galopando tan rápido como lo anunciaron. Noticias desde la capital de Mercia, decían, donde se amenazaba la sucesión del reino. La asistencia de la reina era obligatoria en esos asuntos. Desde ese momento, Aelfwynn sollozaba y se limpiaba las lágrimas con las mangas del pequeño vestido con flores bordadas. Ella intentaba consolarla como podía, pero apenas podía sola. Stiorra prefería encerrarse en el ala de arriba y juzgar a todo aquel que subiera a hablarle, incluso a los niños. Su hermano, que se llamaba igual que su padre, fue al único que dejó entrar.
Los demás estaban en la planta de abajo. Uthred había marchado con la reina y su consejero, pero antes había ordenado que sus guerreros protegieran la residencia merciana de Saltwic. Se habían llevado a los guerreros con ellos, por lo que tendrían que haberse quedado los doce guerreros galeses a su servicio. Pero estos se habían dividido en dos bandos: uno volvería a informar al rey Hywel de lo que sucedía y otro marcharía con Aethelflaed como refuerzo. Les había parecido mal puesto que solo eran fieles a una persona de entre todos ellos, pero al final habían marchado con todos ellos.
Aelfwynn silbaba con lástima a su pájaro, mirándolo con ojos llorosos y mirada ausente. Parecía un fantasma en vida. Alejarse de su madre en tan poco tiempo le suponía un gran impacto ahora que la había recuperado, pero así era la vida de una dama. Y más la de una princesa. Aethelstan se habría perdido por la residencia aprovechando que todos estaban ocupados. Cuando fue a buscarlo, descubrió que no estaba donde solía esconderse. Hasta que lo había visto practicando su escritura en pergamino al final de la sala donde Finan, Sihtric y Osferth descansaban -o hacían guardia-, la voz de Stiorra sonando de fondo a gritos.
-¿Me enseñas galés? -le había preguntado al corregirle el trazo de una "d" minúscula.
-No tienes por qué escribirlo -le respondió, un poco confundida por su repentino interés-. Y no es una lengua bonita que suela gustarle a los sajones. ¿Por qué quieres?
Solo se había encogido de hombros y mirando a la pluma.
-A mí me suena bien.
No sabía dónde había escuchado hablar más galés que a los guerreros, que normalmente se mantenía al margen de los niños. Porque ella no solía hablarlo estando a solas, solo pensaba en él. Lo habría visto escrito en las cartas intercambiadas con su padre, pero aún con esas era extraño que un niño mostrase interés por aprender una lengua como esa.
-Me gusta cuando lo cantas.
Miró a través de la ventana abierta, hacia donde la princesa silbaba entretenida con la pequeña ave. Mildrith se recogió entonces las faldas del vestido y salió de la estancia, caminando por los largos pasillos camino a su objetivo. Todavía escuchaba a Stiorra hablando en voz alta, y un cuchicheo que debía ser la de su hermano mayor. Sus pasaron resonaron por el eco del edificio.
-Osferth -llamó, entrando en la sala de descanso. Rápidamente lo vio, tumbado con un libro frente a la ventana y con una tímida sonrisa-, ¿puedes asegurarte de que Aelfwynn y Aethelstan sigan ocupados?
-Sí, señora.
Cabeceó una respuesta y caminó por la sala de descanso. La luz entraba clara por las altas ventanas, algunas cubiertas con cortinas de seda amarilla a juego con los muebles. Osferth ya estaba de pie cuando ella se fijó en el juego que Finan y Sihtric tenían entre manos. Finan movía tres vasos opacos de oro boca abajo, con tanta soltura que parecía haber nacido para aquello, el entretenimiento. Sihtric, tumbado y con los ojos fijos en ellos, bebía en silencio. Ninguno llevaba la ropa de cuero curtido, sino la ropa que iba por debajo de las armaduras de ese estilo, pero había una espada en el lado diestro de Finan que le hizo saltar las alarmas.
Estaban jugando a adivinar dónde estaba lo que fuera que tuvieran para esconder ahí abajo; su hermano le había enseñado a jugar, y siempre perdía porque su hermano hacía trampas para cabrearla. Cuando los separaron, ella siguió jugando por su cuenta con alguna de sus niñeras. Antes, de salir, se detuvo unos segundos en el umbral y miró por encima del hombro, hacia donde Finan sonreía por el malestar de Sihtric, sabiendo que iba a ganar.
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-Lo tiene en la boca -contestó. Ambos la miraron, pero lo que sucedió a continuación de eso no lo supo porque había entrado en la cocina.
La cocinera acababa de salir cuando ella entraba, cerrando las puertas tras de sí. No era un espacio muy iluminado, sino lo justo como para trabajar y no tener un accidente. Algunas velas estaban ya por la mitad en las zonas más oscura. Se dirigió a los armarios, consciente de que al otro lado de la cocina había movimiento y la risa de Finan atravesaba incluso la madera más dura. Mildrith abrió uno de ellos, cuyas provisiones se acumulaban en los estantes. Pero no estaba lo que buscaba. Así fue en los armarios siguientes, y en los posteriores.
Mildrith se dio la vuelta, y se encontró en la entrada a un Aethelstan algo desorientado, una mano sujetándose el hábito de pequeño monje, porque nunca había estado en esa parte del hogar y Sihtric. Este último llevaba un ramo de flores recién cogidas en una de las manos, puesto que la otra agarraba por instinto la empuñadura de una cuchilla a un costado. En otra ocasión, se habría sorprendido de encontrarse a solas con un hombre, más un pagano, pero con un niño la cosa cambiaba. Le daba en parte más seguridad, y más si se trataba del hombre que la había protegido esa noche en el monasterio y ahora estaba ahí para, sorprendentemente, lo mismo. Los ojos de Mildrith no se separaron de las flores ni un segundos.
-Son muy bonitas -dijo, con sinceridad y una sonrisa-. ¿Para quién son?
-Son para Lady Aelfwynn -dijo él, Sihtric, rápidamente, tendiendo las flores en su dirección. Ella las recogió, dándose cuenta del gran puñado que eran y que necesitaría dos jarrones-. El niño quería dárselas pero es muy cobarde.
Mildrith se sorprendió. Los ojos de Aethelstan estaban clavados en Sihtric, agarrado al final de su camisa roída. Supuso que ni siquiera los guerreros más poderosos tenían tiempo para cuidar su aspecto, ni el más hermoso a la vista.
-¿Aethelstan? Eso es muy generoso y de ser un caballero -respondió, y le hizo una señal para que se marchase.
Aethelstan obedeció y abandonó la cocina, ahora sí dejándolos a solas. Mildrith analizó las flores, claramente recién cogidas y del patio, las mismas que Aethelstan había golpeado con un palo para buscar el juguete como si no fueran nada. Y ahora se las estaba dado a Aelfwynn. Un gesto muy generoso por su parte y que tendría en cuenta.
-¿Te ha pedido que las cojas tú?
-Sí, señora.
-Eres muy amable. Se lo diré a la princesa -informó, a lo que él asintió sin hacer contacto visual, cabeceando una respuesta-. Seguramente lo habrá hecho para disculparse con ella por no querer jugar.
Se recogió las faldas rojas del vestido y se encaminó a la estantería más cercana en busca de dos jarrones, con suerte. Encontró uno, pero lo suficientemente grande como para almacenar todas esas flores. Mildrith lo hundió con una mano en el agua de un balde, y con la otra metió las flores con cuidado de no romperlas. Al acabar, sonrió. A Aelfwynn le daría una alegría ver unas flores tan bonitas decorando el comedor.
-Quería distraer a Aelfwynn con alguno de sus postres favoritos, pero me temo que la cocinera los ha guardado y no los encuentro -habló, entonces, a Sihtric. Él permanecía en la puerta con la cabeza alta y el cuerpo tenso, los brazos a sus espaldas como si esperase alguna orden-. Verlas le inundará el corazón de alegría. Tal vez la convenza de recoger alguna para que le haga una corona a Aethelstan.
Supuso que un hombre como él no entendería el significado de esos detalles, y más en el contexto de unos niños, pero ella se esforzó en explicárselo. Le contó que cuando era pequeña las monjas que la cuidaban le habían enseñado a hacer coronas de flores para intercambiarlas con otras niñas en las festividades de su tierra, de Wealas, siguiendo la tradición del reino. En ningún momento habló del cristianismo, pero sí del cristianismo celta y las celebraciones que todavía se llevaban a cabo en sus tierras.
Sihtric no había cambiado la expresión, y en cierto momento le recordó a la estoicidad de Aethelstan cuando se rodeaba de ellas y nunca abría la boca. En cierta parte, eso le molestó.
-Es muy bonito, señora.
Asintió. No supo qué más decirle, suponiendo que no eran dos personas conocidas y tenían ideas contrarias y discutibles. Lanzó una oración silenciosa por su seguridad y paciencia. Mildrith le sonrió con cierta tensión antes de darse la vuelta y tirar unos restos de comida a la basura al lado de la puerta trasera. La cocinera fuera estaba regañando a unos soldados mercianos que se reían de algo que la habría molestado. Volvió a mirar las flores, claramente arrancadas del patio, pero bien elegidas, y luego a Sihtric. Este permanecía en el umbral de la puerta en silencio, mirando al suelo.
Entonces a Mildrith se le ocurrió preguntarle por algo.
-¿Qué significan las pulseras?
Se refería a las pulseras que lo había visto llevar tanto el día que lo conoció hacía ya tiempo atrás como aquella mañana. Joyas que decoraban tanto antebrazos, dedos y muñecas, pero esta última apenas visible. Le habían llamado la atención porque no era el tipo de accesorios que un guerreros habría llevado para enfrentarse a otros peores, pero cuando vio que sus iguales, pero de bando contrario, también los llevaban supo que era un tipo de tradición entre los daneses. De oro o plata, materiales caros y ricos, bienes de lujo.
-Son recompensas -le respondió.
-¿Recompensas?
-Por mi trabajo con el señor Uthred -añadió, haciendo un amago de enseñarle una, para darse cuenta de que se había desprendido de ellas en el momento que se quitó la armadura. Su mano cayó de nuevo sobre la empuñadura-. Es una tradición entre los daneses, más o menos. Mi señor me los da como recompensa por una victoria, y con ellas a veces pagamos... -la sonrisa le desapareció del rostro tan pronto como se dio cuenta de lo que estaba diciendo, tan libremente frente a ella.
Mildrith iba a preguntarle a qué se refería con eso último cuando un grito hizo que pegase un bote en el sitio.
-¡Están aquí! ¡Vienen hacia aquí! -gritaron desde fuera. Sihtric y ella salieron de la cocina siguiendo los gritos de Stiorra, cuyas pisadas a medida que se acercaba se hacía más pesadas.
Finan ya estaba de pie, con una mano empuñando su espada aún sin desenvainar, y Osferth entraba en la sala cogiendo la mano de Aethelstan. ¿Y Aelfwynn? Sus ojos las buscaron, nerviosos, e incluso se atrevió a acercarse a la ventana, solo para descubrir que no había nadie al otro lado. El joven Uthred llegó corriendo con una niña rubia de la mano, y casi le dieron ganas de echarse a llorar. Mildrith inspiró.
-¿Quién viene?
-Unos hombres bajando la colina vienen hacia aquí. Vienen armados.
-¿Quiénes son?
-No lo sé -respondió la joven-, pero vienen rápido.
Mildrith sintió el corazón latirle con fuerza.
La sucesión. El rey herido. Todo encajaba. Venían a por Aelfwynn por ser la única hija del rey Aethelred y su reina. La decisión de los condes dependería de todo al final por la sucesión, la razón por la que Aethelflaed había marchado para discutirlo, pero siempre facilitaba las cosas tener a los hijos del rey cerca en caso de plantearse una alternativa. Porque era una niña. Una joven capaz de heredar el trono y que necesitaría una regencia... O a un hombre.
-Aelfwynn -la niña fue corriendo a sus brazos sin decirle nada más, claramente temblando y con el rostro pálido sin comprender qué sucedía a su alrededor.
Tenía la piel fría, pero la ropa caliente. Cuando vio el hacha de Sihtric, Mildrith se alejó con la princesa entre sus brazos con temor a que por accidente le hiciera acabase golpeando a la niña. Sihtric las miró a ambas, pero sobre todo a ella; Mildrith le devolvió la mirada. No supo qué significaba o si le estaba diciendo algo con la mente. Finan ya estaba desenvainando la espada cuando Stiorra se adelantó en el acto.
-¡Esperad! Tenemos un plan.
Mildrith intentó descifrar a qué se refería Stiorra, cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Había un plan, que ninguno de ellos conocía. Solo ella, y puede que por la sonrisa de Aethelstan él también tuviera algo que ver. Al final, él se movía por la residencia y conocía mejor que nadie dónde uno podía esconderse para no ser encontrado. El condenado niño que los salvaría a todos era el mismo que huía de la presencia de los demás. Aelfwynn tiró de la falda de su vestido llamando su atención.
-Toqué tu arco buscando mi escondite -le dijo, con ojos triste-, lo siento.
Mildrith le dio una palmadita, restándole importancia. Su atención se concentraba en los ojos astutos de la hija de Uthred, que explicaba el plan de forma comprensible y dictaminaba dónde cada uno debería estar para que funcionase correctamente. Finan se escondería en el hueco de una de las paredes, mientas que Osferth tenía la constitución perfecta para hacerlo en el arcón de la entrada, donde guardaban los juguetes y las mantas de los niños. Los niños, por otro lado, lo harían en el césped alto que crecía en el jardín aprovechando su tamaño. El joven Uthred los controlaría.
-Ella no -se refería a ella. Stiorra la detuvo cogiéndola del brazo-. Se te vería el pelo de lejos, por eso de tener el pelo rojo. Mejor en el dormitorio de arriba que hay más espacio.
-¿Y tú que harás?
-Alguien tiene que demostrar que Aelfwynn no está y que esto está vacío -respondió de forma astuta. Cada vez se demostraba más de quién era hija-. Si ven a la hija del rey de Wealas y que es mentira, intentarán también llevársela. Si no tienen órdenes de antes...
Así que así lo hicieron. Sihtric la cogió de la mano y ayudó a subir corriendo las escaleras por la dificultad de movimiento que había con vestido. Los demás se quedaron en la planta de abajo, y se escuchaba lo que estaban haciendo. Stiorra estaba diciéndole algo a Aethelstan que no atendió puesto que la madera crujía debajo de ellos. Una vez en la planta de arriba, la cama de Aelfwynn cubierta con pieles era el único mueble amplio.
-Aquí -señaló al armario empotrado en la pared, de madera y también decorado con los símbolos de Mercia-. ¿Dónde te esconderás?
Él no dijo nada, como era costumbre ya. Un hombre que vivía en su mundo y que iba por solitario como los lobos. Había dejado el hacha en el patio clavada a la mesa de madera, como algo casual, pero había cogido un cuchillo de su arsenal privado de armas.
Mildrith abrió las puertas del armario, por su parte, al mismo tiempo que él se agachaba frente a la cama y arrastraba. Sihtric desapareció debajo del mueble sin mediar palabra alguna, arrastrándose hasta que la madera crujió. ¿Qué estaba haciendo ahí abajo? Supuso que seguir el plan de esconderse como todos. A Mildrith se le calentaron las mejillas de rabia contenida, pero continuó con el plan de Stiorra porque una cosa no, pero estaba realmente bien planteado. Como si lo hubiese planeado por sí sola... Mildrith cerró las puertas del armario, y dejó que los ruidos metálicos inundaran sus oídos como si estuviera en el campo de batalla a su propia manera.
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El interior del armario era sofocante, la oscuridad apenas rota por las rendijas por las que se colaba la luz del exterior. Mildrith contenía la respiración, sus oídos atentos y despiertos a cualquier sonido que llegase de fuera. Sabía que su vida dependería del plan de Stiorra, pero jamás en su vida como princesa se habría imaginado escondida de aquella manera. Le tocaba ahora confiar en ella lo había calculado todo al milímetro, por mucho cambio que supusiera.
Los pasos resonaban entonces en el pasillo. Eran pesados y firmes, el tipo de pasos que no dejaban espacio para la duda a que buscaban algo. Solo una persona, con suerte. Cerró los ojos, tratando de calmar el frenético latido de su corazón. Las botas se detuvieron justo frente a las puertas del armario; la cota de malla deslumbraba amenazadoramente. El silencio siguió siendo ensordecedor, temiendo que la hubieran descubierto. Mildrith se mordió el labio inferior. Por un momento, el tiempo pareció detenerse.
Hasta que los pasos se alejaron, escuchándose el crujido de la madera por su peso y la señal de que estaba bajando las escaleras. Mildrith abrió entonces los ojos. La voz grave hablaba, seguida de otras y una que distinguió como la de Stiorra. Aprovechó el momento... Con un movimiento lento y cuidadoso, empujó ligeramente la puerta del armario. Esta se abrió con un leve chirrido que le heló la sangre. Pero no hubo reacción. Se deslizó fuera, sus pies cubiertos por las botas de cuero elegante apenas hicieron ruido sobre el suelo. Se movió, entonces, hacia el exterior, vacío. Mildrith salió dejando la puerta abierta, teniendo cuidado de por dónde pisaba.
Sihtric también decidió que era el momento de salir de su escondite. Al menos no había destrozado la habitación para averiguar dónde estaba la niña. La madera sonó bajo sus pies suavemente. Escuchó debajo de donde estaban los movimientos de los hombres a los que Stiorra entretenía. Sihtric se arrastró saliendo de su escondite, un pequeño cuchillo en boca y el colgante de siempre bailándole en el pecho. Mildrith se alejó de la barandilla todo lo que pudo, arrastrando los pies. A sus espaldas, escuchaba el sonido de la ropa de la otra persona para limpiarse el polvo.
Los ojos de Sihtric se lanzaron directamente hacia ella, inmóvil ahí donde el suelo crujió como una escena de terror. Ambos guardaron silencio, mirándose el uno al otro. Los ojos de Sihtric bailaron entre ella y el sitio donde había pisado. Hubo un silencio estremecedor que le congeló la sangre de tal forma que dejó de sentir a su alrededor.
-¡No, no subáis! ¡Se habrá colado un gato callejero!
Aunque el intento de Stiorra era bueno de corazón, no habría convencido ni al hombre más tonto del mundo. Sihtric y ella intercambiaron una mirada cómplice. Sin pensarlo dos veces, marcharon corriendo sin importarles el ruido -aunque fue poco el que hicieron, cosa que los alivió- hacia el mismo espacio donde ella se había ocultado antes y, con un tirón firme, Sihtric los metió a ambos cerrando la puerta tras de sí.
Dentro del armario, el espacio era aún más reducido con los dos compartiéndolo. Se apretó contra la pared, su respiración entrecortada y sudando miedo. Sihtric, pegado a ella, intentaba controlar la suya propia. Estaban cara a cara, con una marca diferencia de altura que a la distancia que solían dejar entre ambos apenas se notaba. Pero era enorme comparado con ella. Sihtric tenía que levantar un brazo y agarrarse a la barra del armario para dejarle espacio en el que colocarse.
-¿Gato?
El hombre estaba ahí. Los pasos se dirigieron hacia la habitación de donde habían salido. Mildrith contuvo la respiración, sintiendo el calor del cuerpo de Sihtric a su lado, su proximidad haciendo que el momento fuera aún más intenso. Y peor. Esa cercanía podría condenarlos a ambos si se descubría por la persona inadecuada. El hombre rebuscaba en la habitación, maldiciendo entre dientes. Ahora estaba enfadado, y nervioso. Buscaría en todos lados hasta darle caza a lo que había pasado por alto.
Un crujido resonó cerca de ellos, y Mildrith sintió el pánico crecer en su interior. Las sombras se movieron frente al armario y, por un momento, pareció que todo se detendría ahí. Mildrith cerró los ojos, rogando que no los descubriera. Estaba pegada a Sihtric, lo sentía, y a su calor. También sentía su respiración entrecortada resonando en la oscuridad, si bien él intentaba controlarla haciendo ejercicios. Mildrith podía sentir el calor del cuerpo de Sihtric junto al suyo, su proximidad, provocando una mezcla de nerviosismo y una creciente corriente eléctrica entre ambos. Podía olerlo, y no se parecía en nada a lo que hubiera imaginado; sudor, un aroma varonil que le ponía los pelos de punta, mezclado con algunos elementos más como el metal y lo que temía que fuera sangre.
-Gato...Gatito... -se estaba burlando sabiendo que llevaba ventaja en ese juego. Sihtric se movió, y la madera crujió, y de repente los pasos del hombre se detuvieron. Mildrith se agarró a su brazo alzado, estirando la espalda en aquel minúsculo espacio.
Sihtric se inclinó ligeramente, intentando imitarla, solo para que la madera volviera a crujir. Lo vio cerrar los ojos con fuerza, tensar la mandíbula de forma que demostraba la incomodidad de estar ahí dentro y en esa situación. El armario, tan estrecho y opresivo, ahora se sentía como su propio universo. Un nuevo espacio. Mildrith se alejó de la puerta lo máximo que pudo, no fuera a llamar la atención sin quererlo. Para ello, tuvo que inclinarse un poco más sobre el cuerpo del hombre con el que compartía ese lugar. Su visión fue a parar sobre el amuleto que siempre colgaba de su cuello, a juego con el de su señor, y no pudo evitar contemplarlo desde cerca. Había sustituido el de madera por uno metálico oscurecido por la vida fuera de casa.
-No te muevas -susurró, lo suficientemente bajo como para que solo él la escuchara.
El sonido de los pasos continuó, la madera sonando de forma que el vellos de Mildrith se erizaba a cuanto más cerca se encontraba. Mildrith y Sihtric contuvieron la respiración como pudieron cuando la malla volvió a aparecer frente al armario. El silencio cayó sobre ellos, cargado de tensión. Mildrith inspiró como pudo, intentando calmarse y pensar con claridad. Pensó en Aelfwynn y en Aethelstan, ahí fuera ocultos con el joven Uthred, desprotegidos. Y en donde se hubieran escondido Finan y Osferth.
¿Y si los pillaban a los dos? Matarían a Sihtric. Pensarían que estaba ahí para secuestrarlas por su apariencia de danés o que obstaculizaba la tarea ordenada desde la capital, seguramente por los condes hasta el momento al cargo de la sucesión de Mercia. Y luego se la llevarían a ella por los pelos si descubrían quién era, lo cual era bastante sencillo solo con mirarla. Las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos. Inspiró y exhaló, una y otra vez. El aire le oprimía. ¿Era así como se sentía el pájaro de Aelfwynn, sofocado por no encontrar la salida?
-Respira. No contengas el aire -el aire cálido de su aliento la golpeaba en las mejillas al hablar, pero también al intentar respirar. Mildrith sintió un tirón en el estómago, una especie de advertencia a que... No lo sabía. Pero no podía alejarse de él. De su calidez asfixiante.
-No puedo -balbuceó.
-Tienes qué hacerlo.
Pero Mildrith sacudió la cabeza. El pelo comenzaba a molestarle, así que se lo apartó del cuello echándoselo a un lado. Empezaba a sentirse mareada.
Más pasos. El sudor corría por su espalda, empapándola y enfriándole la piel como bien podía. Sihtric se removió, esta vez la madera no crujió. Ni cuando consiguió con la mano libre apartarle el pelo por completo de la cara. No supo si la estaba viendo, pues ella era incapaz de ver su rostro, pero sí imaginárselo. Se preguntó si él era capaz de eso. Otra vez los pasos. Más. La respiración de Mildrith se aceleró cuando sintió sus dedos recorrerle la piel de la nuca, la expuesta por el pelo. Mildrith se estremeció, pero no apartó. Sus ojos bailaron acostumbrados a la penumbra.
-Lo siento. Por haber pedido que me mataras en el convento. Lo siento, lo siento mucho...
-Eso es pasado -su voz sonó dura pese
-Pero importante para mí.
Apretó los labios. Con fuerza. Tanta que sintió las venas romperse contra sus labios y el sabor de la sangre en su lengua.
-¿Milli? -sonó una vocecita. Una luz en el camino. Un hueco por el que fuese capaz de arrastrarse y salir de ese espacio. Sihtric y ella respiraron finalmente.
La puerta se abrió, golpeada por ella. Primero sacó las piernas, y después el resto del cuerpo empapado en sudores fríos. Tosió, pero por el repentino aire frío de la habitación. Aethelstan esperaba fuera con los brazos a los costado y una postura relajada. Sonreía, pero no ampliamente como había visto antes. Era visible que estaba emocionado, pero se contenía de acuerdo a sus enseñanzas en el monasterio. Hubo movimiento a sus espaldas, mientras ella recuperaba el aliento.
Aethelstan salió corriendo escaleras abajo al escuchar a Stiorra llamarlo para que recogiera sus cosas. Hubo silencio entre los dos, solo roto por la voz relajada de Uthred, padre, en la planta de abajo, Debía de acabar de llegar evitando a los soldados mercianos. Una presión sobre el hombro la sorprendió.
Mildrith se alejó.
-Se han ido -anunció, y huyó como una cobarde de la escena.
Uthred ordenó que recogieran todo lo comestible y posible para abandonar la residencia. Cuando bajaron -de distintas formas: Sihtric saltando la barandilla y ella las escaleras-, ya todos estaban recogiendo y moviéndose. Al poco tiempo, habían cargado a los niños a un carro guiado por Osferth al frente y lo necesario en su interior. Uthred y Finan se posicionaron al frente, mientras que tras el carro iban los hijos de Uthred y ella atendiendo y vigilando que los niños estuvieran a salvo, con Sihtric cerrando la fila. No habían hablado más. ¿Para qué hacerlo?
Aelwynn había sacado el arco de madera del arcón de su dormitorio y puesto a su lado, abrazándolo con fuerza. No había dicho nada respecto a ello, y menos cuando Finan le había dado una mirada extraña.
Antes de marchar, Mildrith de Wealas, única hija del actual rey de Wealas, se permitió el lujo de darle un último vistazo al que había sido su residencia en los últimos años. Los altos muros de piedra, con un tejado tan bien trabajado que recordaba a las construcciones fronterizas que separaban Wealas de Mercia. El jardín donde Aelfwynn había liberado al pajarito llorando, y volado hacia su libertad, el mismo lugar donde habían jugado, hecho muñecos de nieve con ayuda de los soldados que se rendían a los pucheros de la princesa y comido con el buen tiempo. Huían de una guerra que envolvía a una extranjera con título de reina consorte, a su hija con sangre merciana con derecho propio al trono y a todo aquel que codiciaba el trono de un reino en guerra con los daneses. Y ella solo podía sentir lástima por lo que pasaría con ellos si eran capturados.
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angelshroud · 1 year
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Lights
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Flynn: Se te olvido pagar la factura de luz?
Banban: No tenemos dinero.
Flynn: oh...
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fantasiapasional · 1 year
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"Un lugar preciso"
Te quiero porque eres la esencia de mujer completamente.
No les faltan a tus pétalos, el olor del desnudo.
Colocado en tu centro están tus mil deseos
que te inspiran, ser rocío, para las yerbas del mundo.
Dame el lumen cristalino de tus rosadas hojas
y seré para siempre un ser de luz
a tus ocultas sombras.
Quizás me veas..., tal vez...,
como lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes.
Un punto en la pared, alguna raya,
que tu sueño, sin memoria, de vez en cuando encuentra.
O tal vez me recuerdes como un tonto que insiste
cuando a solas silente, te interrogues;
con tu cuerpo anhelando, sin respuesta
seré esa cicatriz de amor que ya no existe.
Estuviste en mis manos, fuiste mía
y en tus manos estoy, brasa y ceniza
Me consumen las lágrimas que lloro
al sentir que soy humo en la brisa.
¿En qué lugar y a qué deshoras
me dirás que te amo?... ¡Esto es urgente!
Porque la vida se nos acaba y nos factura...,
reaviva el sentir de ese abrazo de amor
con que amé tu cintura.
Loy
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