Nací en una jaula. Me percaté que cuanto más ampliaba mi mente, más ancha se volvía.
Hoy en día he expandido mi visión, la mente más abierta, y ya no veo los límites de la jaula. Sin embargo, sé que los barrotes continúan ahí, y que si decido buscarlos, volveré a chocarme y hacerme daño contra ellos.
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Soy como un ave en cautiverio, observo por la ventana el azulado cielo, aleteo mis alas y cuando cojo vuelo, me chocó los barrotes de acero reforzado, cayendo de nuevo, en la jaula de nuevo, observando esa ventana de nuevo, deseando volar de nuevo...
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EL CABALLERO QUE ESCONDIÓ UN CORAZÓN
Hubo una vez, un joven caballero sin corazón, aparentaba tenerlo, que hasta él mismo se lo creía y se lo hacía creer a los demás, hasta que un día, una joven con el corazón y la mente destrozada, llamó a las puertas del palacio necesitando ayuda de alguien que le arreglara. Ella había pasado toda su vida con el corazón agrietado de tantas heridas emocionales por culpa de su familia, la cual existe para crecer y ser mejores, pero con ella no fueron tan buenos haciéndose los ciegos, sordos y mudos. No se sabía porqué ella seguía unida a esa supuesta familia que tan mal le había tratado, solo buscaba la oportunidad de escapar de esa jaula, podía imaginarse el motivo de seguir ahí: por miedo a la soledad, dependencia, autoestima baja... Sabía que tenía algo roto en la cabeza, que aún sabiendo que la puerta de su jaula estaba abierta, no daba el primer paso que necesitaba para buscar un lugar mejor.
Yendo por un camino extraño y raro, llegó hasta un hombre al que llamaban curandero. La joven le habló de sus problemas, esperando que ese curandero le ayudara con buenos consejos, pero lo único que llegó a comprender de él, era lo mismo que ya sabía ella, que debía escapar de su prisión y alejarse de todo mal porque eso le ayudaría a mejorar, porque en el punto en el que se encontraba, solo necesitaba pensar en sí misma para sanar.
Continuando su camino, se encontró con un hombre que con solo una sombra, ella ya quería conocerlo. Así que, haciéndole preguntas a la gente correcta, ella llegó al extraño castillo que en esos momentos se encontraba vacío, aunque por suerte del destino, el caballero regresó de su viaje antes de tiempo y ambos se fijaron en el otro como si fuera la primera vez que vieran a alguien, como si el resto de la gente hubieran sido sueños.
Desde ese momento, sus almas se unieron con el sentimiento más fuerte que cualquier ser puede experimentar, el amor. Eso era lo que pensó la joven nada más conocer al caballero tras hablar un día y una noche.
Poco a poco, la autoestima de la joven subió lo suficiente como para darse cuenta en el espejo de que las heridas no eran físicas y que podía alzar la cabeza sin temor. Como agradecimiento, ella le entregó su corazón para que él lo protegiera como el mayor tesoro de todos.
Entonces tiempo después, empezó a darse cuenta de lo que escondía la armadura del caballero. Ella pretendía quererle para siempre, estaba segura de ello, pero no sabía que las cosas serían diferentes en poco tiempo.
Ella estaba tan emocionada de estar con ese hombre, que le quería decir al mundo entero, quién era su amado. Ella estaba tan enamorada que no podía evitar darle muestras de cariño en plena ciudad. Estaba tan ciega que ella misma le pedía las citas.
El hombre bajo la armadura no tenía intención de conocer a la familia que cuidó de su supuesta amada durante toda su vida, el hombre bajo la armadura se alejaba de ella para que nadie les viera de la mano, para los demás aparentaban ser unos simples amigos. El hombre bajo la armadura no sabía nadar y en vez de quedarse en la orilla junto a ella en plena cita, decidió dejarle sola rodeada de desconocidos, volviendo a ella toda la oscuridad, dolor y pensamientos negativos que supuestamente él le había curado.
Ella se dió cuenta que el mismo que cosió sus heridas, las volvió a descoser para seguir sangrando y doliendo.
Pero ella insistió, esperando que todo fuera a mejor. Deseaba ir a las fiestas de palacio con su caballero pero él no era hombre de festejos, él mismo le pidió que fuera y se divirtiera, sin darle la oportunidad de hablar y decirle ella a él, que con la única persona con la que quería divertirse y bailar, era él.
Él no la dejaba expresarse y sus emociones negativas hacia él, empezaron a formarse y a hacerse una gran bola oscura que dolía y pesaba.
Su espalda volvía a cargar esas emociones y empezó a caminar más lento, con menos fuerza. Todo el mundo a su alrededor se desmoronaba tanto, que lo único que le ayudaba a seguir respirando era estar en su propio mundo, así que ella misma se creó una jaula donde poder estar distraída y olvidarse del mal a su alrededor.
Sin recordar porqué, seguía sonriendo por su caballero y seguía queriéndole, pensando que nunca habría un triste final. No se daba cuenta que hubo un día, que le prestó su corazón y ese era el motivo por el que jamás podría alejarse de él a no ser que él fuera quien se lo devolviera.
Sabía que con él estaba triste pero que sin él también. Así que su mente continuó dividiéndose y rompiéndose hasta que afrontara el problema ella sola. Lo malo de esta historia, es que ella continuó atada y solo pasó de una jaula a otra.
—Lorena
02/11/23
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