Tumgik
#le preguntó al uchiha pero le dejó el visto(?????)
smileflowcr · 2 years
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daehyun amor de mi vida y de la de sakura(?) uwu cuéntame, ya le deseaste buenas noches a tu novia ??? le enviaste besitos virtuales aunque sea ??
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“¡Hola preciosa! Aún no le he dicho porque iré a visitarla en unos minutos. Estaba convenciendo a Minki hyung que hiciera guarda por mi por esta noche”
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Hoy os presento el tercer drabble de esta colección. La canción que escogí para darle título, Creep, es tan famosa que me dio un poco de respeto utilizar un verso para escribir este pequeño AU. No obstante, espero que lo disfrutéis.
No olvidéis que podéis leerlo, comentarlo y likearlo también en Fanfiction.net.
Una vez más, gracias por vuestros likes.
FANDOM: NARUTO
PAREJA: SASUKE Y SAKURA
TRIGGER WARNING?: No
I want you to notice when I’m not around
[Creep by Radiohead]
Era una mañana como cualquier otra. Sasuke entró en la cafetería que había frente a la oficina y pidió su bebida de siempre. Había un par de nuevos empleados, un chico y una chica, a los que el encargado explicaba el funcionamiento de la máquina de café. El chico, con el pelo cortado a tazón y grandes ojos redondos, parecía demasiado entusiasta para su propio bien. La chica tenía una melena de color rosa peinada en una coleta alta y aparentaba ser bastante más juiciosa.
A partir del día siguiente, la chica empezó a atenderle todas las mañanas. En el tirante del delantal azul que formaba parte del uniforme llevaba siempre prendida una placa con su nombre, Sakura, al lado del cual había una pequeña pegatina con la forma de una flor de cerezo. El primer día le había preguntado:
-¿Qué le pongo?
-Americano doble con un shot de leche fría –contestó él.
Sakura cambió la pregunta el lunes siguiente, después de una semana preguntándole y recibiendo siempre la misma respuesta:
-¿Lo de siempre?
-Hn –asintió él.
A lo largo de los siguientes meses, Sakura se convirtió en su barista de cabecera. La primera vez que no la vio al entrar se entretuvo contemplando el mostrador de pasteles hasta que la vio, precisamente, cortando una tarta de zanahoria en doce porciones idénticas. Sus ojos se encontraron a través del cristal del mostrador.
-¡Hola, señor Uchiha! ¿Le apetece un pastel hoy? El de zanahoria no está mal, pero esos muffins de arándanos están de escándalo.
-Gracias por el ofrecimiento, pero no. ¿Cómo sabe mi apellido?
-¿Le pongo lo de siempre? –Sasuke asintió con la cabeza y ella respondió-. Me lo ha dicho el encargado. Me ha comentado que trabaja ahí enfrente, en la editorial. -Él asintió con la cabeza. Sakura le sirvió su café-. ¿Tiene un puesto importante?
Era una pregunta inoportuna. Sasuke alzó la barbilla con displicencia y se despidió:
-Buenos días, señorita.
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-Buenos días, señor Uchiha, ¿lo de siempre? –Sasuke se limitó a asentir con la cabeza-. Oiga, lo siento si ayer le parecí una maleducada. Es que esa editorial ha publicado Los Piratas del Viento. Es mi saga favorita.
-Ya veo.
Sasuke prefirió no decirle que había sido él quien le había dado luz verde a la primera entrega después de que Shino se lo dejara en la mesa buscando una segunda opinión. No era la clase de literatura que le gustaba, pero había visto el potencial de la saga y lo cierto era que se estaba vendiendo bastante bien.
-Me gustaría ser escritora –comentó Sakura con voz soñadora-. Una vez empecé una novela sobre ninjas, pero nunca la llegué a terminar.
“¿Ninjas?”, pensó Sasuke. Pasado de moda, no tendría éxito. Sin embargo, le dijo:
-Si no la termina, nunca podrá ser escritora.
Ella rio con gesto azorado.
-No me anime, señor Uchiha. Mi novela es basura.
Sasuke se dio cuenta de que lo dudaba. Sakura era un poco indiscreta, pero después de un par de meses teniéndola como barista no se le había escapado que era una chica lista. Por supuesto, por sí sola esa cualidad no convertía a nadie en buen escritor, pero tenía un presentimiento.
-Si la termina y la trae a la editorial, la leeré personalmente.
A Sakura se le arrebolaron las mejillas.
-Vale.
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La segunda vez que no vio a Sakura al entrar en la cafetería echó un vistazo en torno a la sala. Allí estaba ella, limpiando una de las mesas vacías mientras charlaba con una de sus compañeras. Se había cortado el pelo, que le enmarcaba el rostro en media melena. El chico que había empezado el mismo día que ella se acercó a las dos jóvenes y dijo algo que las hizo reír. Los ojos de Sakura se cruzaron entonces con los de Sasuke y le saludó con la mano antes de darle al chico el espray y la bayeta para dirigirse al mostrador.
-¡Buenos días, señor Uchiha! Lo de siempre, ¿verdad?
-Sí –Sakura le sonrió. Sasuke dijo con tono casual-. Le favorece ese corte de pelo.
Ella se había girado hacia la máquina de café, así que Sasuke no vio cómo Sakura se ruborizaba.
-Gracias –musitó.
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La tercera vez que no vio a Sakura al entrar en la cafetería, meses después, esperó hasta que llegó su turno para pedir su bebida, pero seguía sin aparecer.
-¿Qué le pongo? –Preguntó la nueva barista.
-Americano doble con un shot de leche fría –dijo Sasuke, y a continuación preguntó-. ¿No está hoy Sakura?
-¿Sakura?
La nueva empleada se giró hacia el encargado, que respondió:
-Sakura ya no trabaja aquí. ¿Ha sucedido algo?
-No, nada. Sólo me lo preguntaba.
Aquella mañana, Sasuke tenía una reunión con la autora de Los Piratas del Viento. Había entrado en la cafetería con el propósito de prometerle a Sakura un autógrafo. Un tanto decepcionado, se fue a la oficina.
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Cuatro meses después, un radiante día de primavera, Sasuke recibió una llamada de la recepcionista del edificio:
-¿Señor Uchiha? Tengo a una joven aquí que desea verle. Se llama Haruno Sakura y asegura que usted prometió echarle un vistazo a su novela.
-Hágala subir –ordenó Sasuke.
Sakura tardó unos diez minutos en dar con su despacho. Llevaba una blusa con estampado de lacitos y una falda azul que se balanceaba graciosamente cuando andaba. Sasuke se había puesto de pie y se había apoyado en el escritorio. Esperó a que Sakura cerrase la puerta del despacho tras de sí y comentó:
-Así que terminó su novela.
Ella se la tendió.
-Así es.
Sasuke la recogió y la dejó sobre su escritorio sin mirarla siquiera.
-Con razón desapareció de esa manera tan abrupta.
-¿Se dio cuenta…? –Se sorprendió Sakura.
-Claro que me di cuenta. Su café sabe mejor que ningún otro.
En un arranque de valentía, Sakura preguntó:
-¿Le gustaría que se lo prepare mañana… para desayunar?
Sasuke esbozó una sonrisa satisfecha.
-Me encantaría.
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Yo aseguré que había dejado el fandom de Naruto, y he vuelto a caer como en la droga. El otro día me dije aquello de “De perdidos al río” y me leí el tomo extra del manga, el que tiene por protagonista a Sarada, la hija de Sasuke y Sakura. Y claro. No lo podía dejar tranquilo, así que he escrito este drabble.
Fandom: Naruto
Pareja: Sasuke y Sakura (+Sarada)
Trigger Warning?: No
33. Desperate plea
Una tarde de verano, apenas unos días después de que Sasuke volviese a abandonar la Villa, Sarada alzó la mirada de sus apuntes de Física Aplicada al Ninjutsu y preguntó:
-Mamá, ¿estás segura de que papá y tú os habéis besado?
Sakura dio un respingo en el sofá y alzó la mirada hacia su hija:
-¿Otra vez esa pregunta, Sarada?
-Cuando papá se fue la última vez no te dio un beso... -dejó caer la niña.
Sakura se arrellanó en el asiento, intentando con todas sus fuerzas no ponerse colorada. Sarada no se había dado cuenta de lo que Sasuke y ella habían estado haciendo después de que su hija se fuese a dormir la noche anterior a la marcha de su marido, y eso era un alivio. Sin embargo, Sakura leyó en el rostro de Sarada una preocupación genuina por aquella última despedida. Poniéndose en pie se acercó a la mesa del comedor, donde Sarada había estado haciendo los deberes, y tomó asiento junto a ella.
-Verás, es que tu padre es... tímido. -Sarada enarcó una ceja. Su padre no le había parecido tímido en absoluto cuando lucharon juntos-. Quiero decir que es reservado. No me besaría delante de otra persona.
-Pero soy vuestra hija -protestó Sarada.
Sakura esbozó una sonrisa maternal.
-Cuando tu padre me da un beso no deja que nadie se entere. Es como un secreto entre los dos.
Sarada frunció los labios. Aquello era rematadamente cursi, y no satisfacía su curiosidad. Una vez que se quedó en casa del Séptimo Hokage cuando su madre tuvo que abandonar la Villa para llevar a cabo una misión, había visto al Hokage besar a su esposa como si nada al llegar a casa de trabajar. Boruto había puesto cara de asco y les había gritado unas cuantas barbaridades desde la escalera. Sarada tenía entonces siete años, pero aquella sencilla imagen se le había quedado grabada. Nadie había besado a su madre desde que podía recordar. Sin embargo Sakura no parecía interesada en continuar con aquella conversación, así que Sarada volvió a concentrarse en sus deberes.
Pasaron varios meses. Sarada recibió dos cartas de su padre que el Séptimo Hokage le entregó en persona. En ellas le explicaba detalles de su viaje, obviando datos que pudiesen resultar comprometedores. No obstante, Sarada no tardó en comprender que su padre estaba haciendo un esfuerzo para mantenerse en contacto con ella después de todos aquellos años de silencio. Le preguntó a su madre si ella también había recibido alguna carta, pero Sakura le explicó que Sasuke le escribiría en su cumpleaños. Sarada se había dado cuenta de que su madre nunca había recibido ningún regalo por parte de su padre, y Sakura tuvo que explicarle que después de que Sasuke abandonase la Villa, ella le había hecho prometer que no le haría regalo alguno, porque por mucho que comprendiese sus motivos para viajar a lo largo y ancho de las Naciones Ninja, lo que quería era que estuviese en Konoha con ella, no que le hiciese regalos para intentar sustituir su presencia. A Sarada le impresionó el estoicismo de su madre en ese aspecto, y cayó en la cuenta de que se encontraban otra vez a mediados de marzo. Pronto sería el cumpleaños de su madre, y un año más, su padre estaba ausente. Tuvo una idea y, sin decirle nada, fue a la oficina del Hokage.
Naruto estaba hasta arriba de trabajo, como siempre, pero dejó lo que tenía entre manos para dedicarle unos minutos a Sarada. Se había enterado de que la hija de su mejor amigo y rival aspiraba a sucederle como Hokage, y no podía evitar que le provocase mucha ternura. A diferencia de su hijo díscolo, Sarada era una cría encantadora, y a Naruto no le importaba lo más mínimo resolver sus dudas y echarle una mano.
Sarada tomó asiento en la silla vacía al otro lado del escritorio del Séptimo Hokage y preguntó a bocajarro:
-¿Puedes enviarle un mensaje a mi padre? ¿Por favor?
Naruto enlazó los dedos.
-Normalmente funciona en el sentido opuesto. Ya sabes, él es quien se pone en contacto con nosotros.
Sarada balanceó las piernas con gesto incómodo.
-Es muy importante.
Naruto se apoyó en la mesa con el ceño fruncido:
-¿De qué se trata, Sarada? ¿Ha pasado algo?
Ella se mordió el labio inferior. Sabía que el Séptimo tenía cosas más importantes de las que ocuparse, pero no tenía a nadie más a quien acudir con aquel asunto. La verdad era que si el Séptimo no hubiera sido tan buen amigo de sus padres no se habría planteado preguntarle:
-¿Tú has visto a mis padres besarse?
Shikamaru encontró que aquél era el momento más adecuado para salir de la oficina del Hokage. Naruto se recostó sobre el respaldo de su silla. Tenía la sensación de que Sakura le daría una de sus collejas asesinas respondiese lo que respondiese, así que titubeó antes de empezar a hablar:
-Esto… sí. Una o dos veces.
Sarada se deslizó hasta el borde de la silla con expresión expectante:
-¿De veras? ¿Cuándo?
Naruto se rascó el cuello y apartó la mirada al responder:
-Bueno, cuando eran novios, ya sabes. La primera vez les estaba espiando, la verdad. Acababan de empezar y no me fiaba un pelo de tu padre. Por poco me decapita.
Esperó que aquel comentario satisficiese la curiosidad de Sarada, de la que de hecho Sakura le había comentado lo poco precoz que era con los chicos, pero ella apoyó los codos en la mesa y le animó:
-¿Ajá?
-…Y la segunda vez fue por accidente. Oye, ¿tu madre no te cuenta estas cosas? –Sarada negó con la cabeza-. Pues no le haría mucha gracia que me vinieras a preguntar a mí, precisamente. ¿Qué tiene esto que ver con lo de contactar con tu padre?
-Dentro de poco es el cumpleaños de mi madre.
-Sí, hemos organizado una fiesta y le he comprado un vestido que… Bueno, en realidad lo ha elegido Hinata, pero tú no digas nada.
-Quiero que mi padre venga a verla en su cumpleaños –declaró Sarada, ignorando el comentario del Hokage.
Naruto se cruzó de brazos.
-Ya. Y que le dé un beso a tu madre, ¿verdad? -Ella asintió vigorosamente con la cabeza-. Esto… Sarada, no te ofendas, pero cuando le dé un beso, no creo que escoja un momento en que estés tú de público.
Sarada hundió la cabeza entre los hombros.
-Eso dice mi madre. Que mi padre es tímido.
Naruto resopló al tratar de ahogar una carcajada. Sarada ladeó la cabeza.
-Bueno, yo no utilizaría la palabra “tímido”…
-¿Reservado? –Aventuró Sarada, empleando el otro término con el que su madre había descrito a Sasuke.
-Sí, supongo que sí. Yo diría más bien que es un seco, pero eso son cosas entre tu padre y yo.
-No besó a mi madre al irse la última vez –dijo Sarada con aire compungido.
El Hokage puso los ojos en blanco:
-Ya te digo que eso son las cosas de tu padre. Tu madre es muy afectuosa y a él le divierte hacer cosas como ésa, no darle un beso cuando es lo que ella quiere.
Sarada se miró las puntas de los pies y preguntó a media voz:
-¿Tú crees que la quiere?
-Me parece que tu padre ya te respondió a eso cuando luchamos contra Shin Uchiha, Sarada –declaró Naruto.
-Te estoy preguntando a ti –le encaró Sarada, y repitió la pregunta-. ¿Tú crees que la quiere?
Naruto le sostuvo la mirada en silencio unos segundos antes de contestar con rotundidad:
-Tu padre quiere a tu madre, Sarada. Muchísimo. ¿Sabes qué? Me has convencido. Le enviaré un mensaje. O haré lo posible, al menos.
Sarada se puso en pie:
-¡Gracias, Séptimo!
-De nada, de nada… y ahora vete a entrenar, ¿quieres? Boruto me ha estado hablando de tus progresos y me hace mucha gracia cómo se mosquea cuando sacas mejores notas que él.
Ella asintió con la cabeza y salió de la oficina. Shikamaru entró justo después, mientras Naruto apartaba una pila de documentos y se ponía a redactar.
-¿De verdad vas a escribir a Sasuke por algo como eso? –Inquirió.
-Es su hija. Claro que sí. Me cabrea que esa pobre cría siga pensando que sus padres no se quieren. Además, pienso dejarle muy claro lo que he descubierto acerca de su vida marital a través de Sarada –repuso Naruto con aire juguetón.
-Tú esto lo estás disfrutando.
-Una barbaridad.
Shikamaru se masajeó las sienes con gesto de fastidio.
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La víspera de su cumpleaños, Sakura se tomó la tarde libre en el hospital para hacer una tarta. Naruto había insistido en celebrar una fiesta al día siguiente, así que Sakura pensó que podría pasar una velada agradable con su hija. Preparó la comida favorita de ambas y Sarada estuvo echándole una mano una vez hubo terminado sus tareas, pero no tardó de aburrirse de la cocina y se fue al salón a leer un libro. Tenía la nariz metida entre las páginas cuando la puerta principal se abrió muy, muy despacio. Sarada se tensó como la cuerda de un arco, activando su sharingan. La figura alta y oscura de su padre se recortó en el umbral de la puerta del salón, y una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Sarada. Abrió la boca para saludarle, pero él se llevó el dedo índice a los labios, indicándole que guardara silencio, y enfiló por el pasillo. Sarada le siguió, silenciosa como un gato.
Sakura tarareaba una canción en la cocina, completamente absorta en su tarta, y no se dio cuenta de que Sasuke había entrado en la vivienda hasta que le rodeó la cintura con el brazo y la besó en la mejilla. Sakura giró el rostro hacia él, y Sasuke la besó en los labios. Ella alzó la mano izquierda y acarició el rostro de Sasuke.
-Por fin –dijo ella con voz ronca cuando se separaron.
Sasuke le dio un beso en la punta de la nariz y a ella se le escapó una risita.
-Feliz cumpleaños, esposa –susurró él.
Se volvieron a besar.
Apostada detrás del marco de la puerta de la cocina, Sarada observaba a sus padres. Por un brevísimo instante se avergonzó de estar mirando aquella manifestación de amor tan privada. Entendió entonces por qué su madre le había dicho que cada beso que Sasuke le daba era como un secreto entre ambos. Le había parecido una excusa, pero viéndoles en la cocina se dio cuenta de que instantes como aquél les pertenecían sólo a ellos. Volviendo sobre sus pasos, regresó al salón y agarró su libro. Su padre había vuelto a Konoha para compartir aquel secreto con ella. Si no hubiera querido que su hija presenciase aquella escena, no lo habría permitido. Sarada tuvo que taparse la boca para evitar una risa emocionada.
-¡Sarada! ¡Vamos a cenar! –La llamó su madre desde la cocina.
La niña se levantó y correteó en dirección a su voz.
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