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#poemas para declararse a una amiga
kgramajo · 2 years
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Siempre estabas tú (Cristian Gramajo)
Siempre estabas tú (Cristian Gramajo)
No quería agotar mi ultimo recurso,Pero no quedaba otra opción,Planifique toda la noche un discurso,Para que escucharas mi versión… Quise evitar encontrarme su mirada,Que el sueño no se me escapará,Al hablarle de ti a mi almohada,Recordando la sonrisa en su cara. Intente no enamorarme,Le prohibí al corazón hablarme,Pues siempre estabas tú. Vi florecer los árboles en enero,Me guarde todos los…
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carlos-charly · 4 years
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JULIO CORTÁZAR, AKEJANDRA PIZARNIK Y LA MAGA DE RAYUELA.
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Alejandra Pizarnik es quizás la poeta argentina envuelta por más mitos y misterios: su vida, sus amistades, sus amores y su muerte siempre dieron que hablar a la par que su literatura. Su obra la puso a la altura de los grandes escritores de su época, y con algunos de los cuales tuvo una relación de amistad, como es el caso de Julio Cortázar. Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar se conocieron en París en 1960, cuando ella viajó por primera vez. Alejandra y Julio se conocieron tal vez en Pont des Arts, una mañana, casi por accidente.  “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos...” Casi no hablaron. Pero se enamoraron con esa mezcla de asombro y distancia que suele unir a los amigos. Alejandra estaba sola y se sentía sola; había viajado a Europa luego de atravesar por un cúmulo de frustraciones. Muy pronto se hicieron evidentes, entre ellos, grandes y sutiles afinidades.     La verdad no está en los libros sino en la piel, en las miradas, en las ramas de los árboles, en los puentes sobre el río neblinoso y en las amadas palabras cotidianas. La amistad se fue cocinando mediante una infinidad de gestos de extrema delicadeza y con una mutua actitud de ternura vigilante.    Desde entonces y hasta la muerte de ella, tuvieron una amistad profunda, de la que también mucho se habló, muy cercana en París y a distancia mediante cartas, entre París y Buenos Aires.    La escritora Alejandra Pizarnik fue la primera en declararse como la fuente de inspiración, ella misma pronunció “La Maga soy yo”. Incluso algunos arriesgan que el personaje la Maga pudo haber estado inspirado en ella, algo que Cortázar mismo desmintió en cartas que explicaban que para 1960, Rayuela (Sudamericana, 1963) ya estaba escrita.    Una de esas cartas para su amiga Ana María Barrenechea en 1982, dice textualmente “Alejandra nunca tuvo nada que ver con el personaje de la Maga”. Tiempo después salió a la luz el nombre de Edith Aron, quien para muchos es realmente Lucía, o La Maga, como mejor se le conoce.    Pero esta ya es otra historia.    Baste decir que Edith ya anciana, reconoció que algunos hechos contados por Cortázar en Rayuela son coincidentes con su relación allí, pero que ella en nada se pareció jamás a la Maga, que es un personaje ficticio.
   Hay una anécdota que no tuvo tanta trascendencia que, de haber terminado de otra manera, podría haber causado que uno de los libros más importantes de la literatura argentina jamás se hubiera publicado: Rayuela.    Está confirmado que Alejandra estuvo a punto de perder los originales de esa mítica novela, cerca de impedir que se publicara.    Y que fue posiblemente su primera lectora.    En esa dirección lo confiesan diferentes amigos de la escritora en el Capítulo 4 de Memoria Iluminada, dedicado a la vida y obra de Pizarnik, un documental que se emitió en el canal Encuentro: “Julio Cortázar, su gran amigo, no tenía quién le pase a máquina Rayuela”. “Para que tuviera un poco de plata, le dio Rayuela para que tipee”.    Según detalla en el documental el poeta y artista Fernando Noy, quien fue amigo de Alejandra en esos años, ella extravió los originales en su desordenado departamento, lleno de papeles, y cuando Cortázar la llamaba para recuperarlos se negaba a atender el teléfono. “—Alejandra, ¡es Cortázar! —No, no, decíle que no estoy. “Estoy buscando los originales de Rayuela y no los encuentro”.         Así recrea Noy los diálogos que mantenía con la escritora mientras ella no podía encontrar la única copia de Rayuela que existía en ese momento. “Nada de su tiempo y de su vida era habitual y predecible”, explica.    Pero entonces… Si Alejandra Pizarnik, encargada de pasar a máquina por primera vez Rayuela, perdió los papeles, ¿cómo llegó la novela a ser publicada y convertirse en el libro célebre que consagró a Cortázar y que miles y miles de lectores disfrutan hasta el día de hoy?    Pizarnik finalmente halló los papeles en su departamento y se los devolvió a Julio, que quizás los pasó a máquina él mismo o encomendó la tarea a alguien más responsable.    Esta historia puede parecer otro de los mitos que rodean a la figura literaria de Pizarnik, pero son varios de sus allegados y amigos los que la relatan, y resulta verosímil cuando explican también el modo en el que la poeta vivía: según ellos dicen, todo lo “doméstico” y “terrenal”, como hacer un trámite o prepararse la comida, le molestaba mucho, porque ella solo quería vivir por y para la poesía.
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Como muestra de su relación, dos cartas, posiblemente las últimas entre ambos.
Carta de Pizarnik a Cortázar
(Fragmento)
“PD: Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo.
Julio, creo que no tolero más las perras palabras. La locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote, tampoco.
Julio, odio a Artaud (mentira) porque no quisiera entender tan sospechosamente bien sus posibilidades de la imposibilidad.
Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo.
De tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio -que fracasó, hélas).
P.D. En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo.”
—Alejandra
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Carta de Cortázar a Pizarnik.
“París, 9 de septiembre de 1971
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa.
Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de… Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra”. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
—Julio
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(El 25 de septiembre de 1972, Alejandra aprovechó un permiso del psiquiátrico y se suicidó con una sobredosis de Seconal Sódico.)
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Entre varios poemas que le dedicó Cortázar a Alejandra, este breve y sentido, lo escribió a modo de despedida.
“Alejandra Puesto que hades no existe, seguramente estás allá, último hotel, último sueño, pasajera obstinada de la ausencia. Sin equipajes ni papeles, dando por óbolo un cuaderno o un lápiz de color. – Acéptalos barquero: nadie pagó más caro el ingreso a los Grandes Transparentes, al jardín donde Alicia la esperaba”.
—Julio Cortázar
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kgramajo · 6 years
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Te quiero desde hace tanto (Cristian Gramajo)
Te quiero desde hace tanto (Cristian Gramajo)
Cómo encontrar las palabras correctas, que digan lo que el corazón oculto por años, no importa el orden o el momento, para decirte… Que despierto con tu sonrisa tatuada en mi mente por los sueños en los que te digo lo que tanto quería, Que te veo en cada nube, dibujo tu nombre en el cielo, y escribo lo que tanto quería, Que me pierdo en el universo de tus ojos, que tu gravedad me deja atraído, y…
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