Tumgik
#todo el tiempo me dicen que me visto como comunista... y es cierto pero es una campera muy buena la tengo hace años y nunca falla
elbiotipo · 5 months
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Es chistoso porque literalmente tengo la Campera de Alpaca con Motivos Andinos de American Psychobolche
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soy un estereotipo andante
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hala2021 · 3 years
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«No está mal ser diferente»
Una frase según mi «frutilla», que es el apodo con el cual llamo a un cantante surcoreano del grupo musical de BTS, es: «no está mal ser diferente». No sé si aquella frase será cierta, porque fue publicada por una fan de él.
Lo cierto es que coincido mil por mil con mi frutilla. ¡Sí! Yo diría que en un mundo como este, tan en decadencia, ser diferente no solo no está mal, sino que es necesario y urgente.
Por supuesto, la diferencia no debe ser para peor, sino todo lo contrario, para potenciar tu interior.
Y yo sé que en esto que digo, sentirán odio un montón de comunistas que, más allá de seguir el manifiesto de Marx, conservan y defienden una ideología de masas, de lo común, del pueblo, del montón, de lo colectivo, de lo grupal, de no destacarse de los otros.
¡Sí! Yo poseo una ideología elitista, porque para mí no es igual un estudiante que estudia que uno que no hace nada; para mí, no se encuentra en el mismo nivel, un trabajador honrado que otro que se aprovecha de la oportunidad para delegar sus responsabilidades en sus compañeros; tampoco es igual la madre que defiende a sus hijos, que otra que los abandona con un familiar, para luego irse de fiesta; menos que menos, es igual alguien de buena moral, que otro que obtuvo dinero gracias al narcotráfico o a la prostitución. Dicho de otra manera, ser diferente es obtener lo que ganaste gracias al sacrificio y a tus logros, todo lo contrario del que consiguió riquezas a costa de perjudicar a los demás y de estafar al que primero encontró en su camino.
Mi frutilla es diferente de los otros seis integrantes de BTS, porque él se destaca en la ropa, en su postura, en su canto y en las poses que hace. Fue elegido como el hombre más hermoso de todo el mundo; eso quiere decir que algo diferente vieron en él. Por consiguiente, su brillo se apaga dentro de un grupo que lo encapsula.
Cuando yo les enseño a mis alumnos sobre los colores neutralizados, les explico que son colores con mezcla, que se apagan, que no brillan, que pasan desapercibidos. Así también, mi frutilla se ve como apagado, perdido entre ese grupo de siete cantantes y bailarines.
Les cuento cómo llegó a gustarme mi frutilla. La historia es apasionante.
Bueno, fue así: yo comencé a mirar mi red social de Tik Tok y aparecía un tema popular que me gustaba; no sabía ni cómo se llamaba ni quiénes lo cantaban. Entonces, busqué el nombre y el autor gracias a una aplicación llamada «Shazam» y descubrí que pertenecía al grupo BTS y el título de la canción era «Dynamite». Por supuesto, le regalé un «like» (me gusta) y el mismo sistema de Tik Tok empezó a mostrarme más canciones de BTS. Al mismo tiempo, comenzaron a aparecer las «Army», que serían las «fans» (fanes) del grupo. Por lo tanto, comencé a seguir a las fanáticas de ese grupo musical y a mirar a sus cantantes, excelentes bailarines, con espectaculares coreografías y escenografías. Al mismo tiempo, no dejaba de asistir a los colegios y de dar clases. De modo que, les comentaba a mis alumnos que me gustaba BTS. Entonces, tenía algunas alumnas «Army» que me preguntaban quién era mi «bias» (favorito o tendencia) y yo les dije el primero que vi, que fue Jungkook. Después seguí mirando los videos de mi red social y vi otro cantante, de nombre Jimin y lo elegí como mi favorito. Así, seguí yendo a los colegios y hablando de BTS. Las alumnas «Army» me hablaban de sus «bias» y eso me pareció un juego divertido. Hasta que un día dije, jugando, «voy a elegir mi bias»; pero para ello, debía mirar uno por uno. Ya a esa altura de las circunstancias, seguía a un montón de «Armys» y conocía a varios de los integrantes de BTS. Una fan mostraba a todos y cada uno de los cantantes y empecé a buscar mi «bias», como un juego. Los miré uno por uno. Cuando vi a Kim Taehyung, conocido como «V» o como mi «frutilla» por mis seguidores, dije: «wow, ¿quién es esta hermosura? ¿Cómo se llama este hombre joven y tan bello?». Y así fue como lo elegí entre los siete cantantes.
Pero no me considero una «Army», porque ser una fan de BTS es englobarme entre un montón de fanáticas que los siguen, con grupos reunidos por ciertos líderes que te dicen de qué color debe ser tu corazón cuando se los regalas a ellos y también otras normas que nos controlan.
Como ya dije antes, a mí no me gusta tener líderes ni tampoco ser parte de colectivos que dirigen a otros en cuanto a sus actividades en la vida. Tampoco considero a mi frutilla como mi «bias», porque la única tendencia e ídolo soy yo misma, no otro. No soy «Army» y no tengo «bias», porque jamás seré una del montón. Y eso sé que no les agrada a muchas personas que tienen una mente comunista, horizontal y no elitista.
Simplemente, me gusta mi frutilla y me gusta la música de BTS, pero no me adhiero a ningún colectivo. Yo me manejo sola en la vida.
Pero lo cierto es que cuando vi por primera vez a mi frutilla en esos videos de BTS lo vi como apagado, en donde su brillo no podía relucir, tal cual como los colores neutralizados que les enseño a mis alumnos.
«V» fue elegido como el hombre más lindo del mundo y hasta ahora no he visto que le hagan una fiesta para felicitarlo. Y así, como mi frutilla, son aquellas personas que se destacan sobre los demás. Son personas que no brillan dentro de esos colectivos por la envidia que le tienen o porque se pierden entre el montón.
A mí no me importa ser solo un engranaje dentro de una maquinaria mundial, pero nunca seré una más, aunque me vea como una pieza dentro de un todo. Una cosa es estar ubicada dentro de millones de personas, como si yo fuese un grano de arena en una playa; pero otra cosa, es adherirte a la máquina y ser parte de ella. Perderse entre los demás y no sobresalir, no pensar diferente, verse uniformado, apagado, olvidado, todo eso no es mi estilo. Yo siempre sobresaldré entre los otros, por más que limpie pisos o viva en soledad. Y eso se debe a un pensamiento interno e individual.
Ser diferente es no seguir a las masas que se arrojan en manada al precipicio. Y esto molesta mucho a la ideología comunista que hoy impera en el mundo. No ser uno más no significa triunfar, porque precisamente, el que se siente diferente, y busca su propia identidad y lugar en el mundo, es el más odiado. Y el odio de los otros marca la diferencia en el que se destaca por encima de los demás, porque solo se odia lo que es diferente.
De hecho, este año, mi frase favorita es: «confía en ti mismo». Y desde que estoy confiando en todo el potencial que poseo, me siento de primera.
No me detengo en personas negativas. Es más, te cuento algo que hoy me pasó. Llame a Movistar y me atendió un empleado, de esos seres oscuros que nunca faltan. Le pregunté si podía usar el mismo número en dos dispositivos diferentes y me dijo que no. Así, me ofreció que comprara una tarjeta «Sim» nueva. Pero eso debería abonarlo aparte. Dicho de otra manera, me dio a entender de que gastaría más dinero. Así se lo dije y no lo quería reconocer. Entonces, comenzó a hablarme como un maleducado, tapando mi voz, por encima. Lo saludé y corté, mientras él no paraba de hablarme. Aquel personaje tan negativo me quedó en la mente; hasta ahora lo pienso. Pero cuando corté, me dije: «Hala, no vale la pena pensar en este hombre, tienes cosas más importantes en qué pensar». Y creo que ahí está el punto, en confiar en uno y no destinar tu tiempo en esas personas que te restan, en vez de sumar en tu vida. Y eso no significa no ser amable, porque yo no paraba de saludarlo y ese buen hombre no paraba de hablar.
Creo que estamos sufriendo políticas comunistas y perversas, que tratan a toda costa de apagar el brillo de otros. Y por eso hablan tan mal de los adinerados, porque el poseer cierto capital hace una diferencia. Y precisamente, la crueldad y la tiranía de los que piensan de forma horizontal busca destruir a cualquiera que quiera destacarse y brillar.
Vivimos en un mundo de mediocridad, en donde todo el que quiera ser diferente será señalado, perseguido y puesto en la mira, tal cual como se pone a un objetivo al cual se quiere destruir.
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jcraopinion · 4 years
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EL MITO DE LA IZQUIERDA EN MÉXICO
Lo que la gran mayoría de los mexicanos olvida o bien desconoce por completo, es que el viejo sistema político del que tanto reniegan, tanto miedo tienen y que dicen le robó más de 70 años al país, fue precisamente un sistema originalmente de izquierda.
Es decir, que en México, la izquierda fue la responsable de crear y instaurar la dictadura perfecta basada en las "instituciones", la cual en un principio buscó terminar con el caudillismo a fin de agrupar a todos los grupos revolucionarios en un solo partido y entonces crear un gobierno que en cierta forma le diera estabilidad al país.
Este primer partido recibió el nombre Partido de la Revolución Nacional (PRN) y fue fundado por el ex-militar Plutarco Elías Calles, quien por la vía "democrática" trataba de "pacificar" al país para quedar bien los Estados Unidos que veía a México como una constante amenaza por su volatilidad política, permitiendo así que la gente sintiera que tenia el poder de ir a votar y eligir a su gobernante, pero que en el fondo lo único objetivo era realmente perpetuarse en el poder, siendo él desde el partido quien elegía a candidatos serviles y los plantaba en la presidencia.
Posteriormente con Lázaro Cárdenas, amigo cercano por cierto de Fidel Castro, la cosa cambio, cárdenas supo que no todo el sistema podría centrarse en el partido, y que ha cambio debía, si quería gobernar sin problemas, ganarse la simpatía del pueblo, por lo que instauro un sistema populista, en el pues él era visto como el defensor y amigo del pueblo, tan fue así que era apodado "el tata Cárdenas". Esto obviamente iba en contra del sistema instaurado por Calles quien no tuvo reparo en desafiar al gobierno de quien fuera hasta hace poco su pupilo político, pero como Cárdenas se sabía protegido por el pueblo, no tuvo reparo en darle la espalda a su mentor y lo expulsó del país centrando entonces todo el poder en la figura del presidente, que hasta entonces solo fungía como un títere.  Fue entonces que se cambió de nombre al partido, siendo ahora el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), donde el presidente no solo gobernaba al país sino que tenia injerencia en la dirigencia del partido. Naciendo así entonces el sistema presidencialista que finalmente cambia otra vez el nombre del partido a inicios de la década de los 40 para formalizarse como el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Todos los demás presidentes trataron de seguir esta misma vía marcada por cárdenas, donde el presidente era la figura central del sistema político mexicano (la mano que mese la cuna) y era el presidente quien al terminar su sexenio elegía a su suceder, quien para simular debería someterse al "escrutinio" del pueblo vía una campaña electoral, que ya de entrado tenía ganada.
Si bien este sistema de izquierda parecía funcionar y dar resultados, cosa que quedo latente durante el periodo denominado el "Milagro" mexicano, en el cual el país gozó de cierta bonanza y estabilidad, la verdad es que todo se debía principalmente a la buena racha de la industria petrolera, por lo tanto los gobiernos podían darse la liberta de decirse ser "Autosuficientes", de regular precios de los alimentos de la canasta básica que curiosamente ellos repartía vía sus tiendas de asistencia social mejor conocidas como CONASUPOS, manejar a su antojo el tipo de cambio y controlar por completo todo aspecto de la economía; al fin y al cabo tenía petroleo para sustentarlo.
Lamentablemente esto cambió drásticamente a principios de los 80, pues el preció del petroleo se fue a la baja, y entonces la economía del país explotó, era ya insostenible el modelo populista que hasta entonces se venía implementando, en el que el gobierno era el "dador" de todo, lo que llevo al país a un punto de quiebre. Si a esto agregamos el final de la guerra fría en la cual podemos decir que Estados Unidos salio victorioso y andaba tras la caza de sistemas socialistas/comunistas que le fueran incómodos, pues México como buen y incomodo vecino tenía que cambiar, y como el PRI no renunciaría al poder, pues instaura entonces un sistema "NEOLIBERAL" (Que insisto el término está mal usado).
En este sistema, heredado prácticamente de Estados Unidos, lo que se pretendía a grandes rasgos es que México se abriera al mundo y a la inversión extranjera, renunciando el gobierno al control de la economía para que fuera precisamente el mercado quien definiera todo. No obstante insisto, el PRI no iba a renunciar fácilmente a su poder, por lo que al comenzar a repartir las empresas del estado a los privados, pues muy convenientemente escogió a los amigos más cercanos, a eso que habían estado al pie de él desde antes, de tal manera que hoy quedarían como un partido liberal ante los ojos del mundo, pero que en la práctica podían seguir ejerciendo el control vía las empresas ahora las empresas privadas que deberían pagar evidentemente el favor.
Lamentablemente, con la llegada de AMLO al poder, muchos argumentaban que había de darle una oportunidad a la Izquierda en México, la cual "NUNCA" había podido gobernar... Pero como dijera Napoleón Bonaparte "Quien no conoce su historia está condenado a repetirla", por lo que personalmente no me sorprende ver el actual presidente está rodeado de tanto dinosaurio político, y planteando como Soluciones a las distintas problemáticas del país propuesta caducas ya antes implementadas y que por cierto fracasaron. Lo que quiere AMLO, y lo he dicho desde campaña, es volver al tiempo de bonanza del milagro mexicano, pero tiene dos factores en contra: 1. Ya no son los tiempos de antes, está en era de las redes sociales2. El Precio del petroleo no es igual e incluso acaba de entrar en una nueva fase de crisis.
Así que en conclusión, no hay ningún cambio, estamos atorados en un bucle y muy al estilo del tata Cárdenas, el hoy presidente apoya su forma de gobierno en un discurso populista en el que están enfrentados "el pueblo bueno y sabio" con la "oligarquía explotadora". De hecho siento que México fue realmente el laboratorio donde se experimentó con un sistema que dio pie al nacimiento del Socialismo del Siglo XXI en América Latina, así que me disculpo por eso.
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jgmail · 5 years
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Gabriele Kuby: «En la sociedad occidental estamos en una lucha de poder de las mujeres sobre los hombres»
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(Benjamin J. Vail CWR/Portaluz) Portaluz tuvo el privilegio de publicar a comienzos de este año una entrevista a esta influyente intelectual. Ahora gracias al periodista Benjamín Vail (ofs) accedemos a un nuevo diálogo -difundido en inglés por CWR- que ocurrió durante la visita de Gabriele Kuby a la República Checa. Apoyándose en el nuevo libro de Kuby (ya traducido a varios idiomas) «La Revolución Sexual Global: La destrucción de la libertad en nombre de la libertad», Benjamín se adentra en pedirle que devele las intenciones finales de quienes buscan globalizar la ideología de género…
Para poner al día a nuestros lectores, ¿Podría por favor resumir la tesis principal de su nuevo libro?
Después de mi conversión a la fe católica, dada mi experiencia en el estudio de la sociología y el interés por los acontecimientos políticos y sociales, comencé a darme cuenta que la sexualidad es el tema de nuestro tiempo. Vivimos en una época en que las normas sexuales -como nunca antes en la historia de la humanidad- están siendo transformadas poniéndolas completamente de revés.
Ninguna sociedad había hecho esto. Ninguna sociedad había dicho alguna vez: «Vive tu impulso sexual como quieras». Pero nuestra sociedad lo hace. Creo que este enfoque de la sexualidad es un ataque medular contra la dignidad del ser humano y la sociedad en su conjunto, ya que si una sociedad abandona su moralidad en general -especialmente en el área de la sexualidad-, cae en la anarquía, en el caos y esto puede dar lugar a un nuevo régimen totalitario liderado por el Estado.
Un tema principal en su libro es la «transversalidad de género» (mainstreaming de género) ¿Puede usted educar a nuestros lectores sobre este concepto y explicar por qué lo califica de dañino?
«Gender» era un término gramatical usado para diferenciar el género, antes de que fuera utilizado en la agenda política. Las feministas radicales descubrieron esta palabra y la usaron para crear una nueva ideología. Me maravilla la estratégica visión de futuro… saber que usted necesita un término para promover una nueva idea, y este término que eligieron es: «género». Género ahora significa que hay un «sexo social», que puede diferir del sexo biológico. Por supuesto existen diferencias culturales e históricas en las formas en que pueden vivirse la masculinidad y feminidad.
Pero la teoría feminista refiere que el sexo es una construcción social que puede ser diferente del sexo biológico y que de hecho, no tiene por qué ser idéntica al sexo biológico. Sucede que si renunciamos a nuestra identidad como hombre o mujer, y decimos que no hay tal identidad, entonces, como consecuencia, todo el orden sexual se derrumba y cualquiera puede tener sexo con cualquiera. Porque este movimiento no reclama sólo que se respete un planteamiento teórico, sino una práctica: No hay dos sexos, o dos géneros -dicen-, sino muchos géneros… hombres y mujeres heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, transgénero, intersexuales y personas queer («queer» es un término que usan para cualquier tipo de desviación sexual de la heterosexualidad).
La teoría de género dice en definitiva que nuestra orientación sexual es el principal criterio para nuestra identidad. Y el valor principal por el cual se promueve esa teoría, es la libertad. Nuestra sociedad hiper-individualizada reivindica que somos libres para elegir nuestro sexo, ser hombre o mujer, pues esta sería nuestra libertad para elegir la orientación sexual que deseemos. La teoría de género nos dice que la sociedad no sólo debe tolerar, sino aceptar positivamente cualquier tipo de orientación sexual.
Pero, en realidad, la heterosexualidad es la condición natural de la existencia humana, y más del 97 por ciento de la población de esta tierra es heterosexual y tiene un rechazo instintivo a la homosexualidad. Por ello las personas que impulsan la agenda de género en todo el mundo, buscan por supuesto empezar con los niños muy pequeños y enseñarles que cualquier tipo de orientación sexual es igualmente válida.
Todo el asunto está «vendido», por así decirlo, como siempre, en un discurso que habla de más derechos para las mujeres. Si la gente no ha oído nada al respecto, piensan que incorporar la perspectiva de género se trata de más derechos para las mujeres. Pero si los hombres y las mujeres ya no son vistos como diferentes, entonces ¿cuál es el punto de lucha por los derechos de las mujeres? Es una contradicción interna.
Después de 150 años de feminismo -que fue un movimiento social importante y necesario porque las mujeres no tenían los mismos derechos- el movimiento se ha radicalizado y hoy en la sociedad occidental estamos en una lucha de poder de las mujeres sobre los hombres. Los hombres son discriminados y son los hombres quienes están siendo desfavorecidos. Por ejemplo, en el sistema educativo alemán, las mujeres y las niñas son las ganadoras, mientras que los niños cada vez son más desestimados.
Las mujeres son privilegiadas en la adquisición de trabajo por cuotas y las mujeres son privilegiadas en pleitos de divorcio. Detrás de todo esto está la queja constante por parte de las organizaciones feministas diciendo que los hombres son básicamente los violadores agresivos y las mujeres son las víctimas.
La promoción de su libro la lleva a muchos países a cuyos idiomas ha sido traducido, siendo así testigo de diferentes culturas en Europa. ¿Notas alguna diferencia entre la situación de género en Europa Occidental y los países post-comunistas?
Definitivamente hay una diferencia. Los países de Europa del Este estaban, por así decirlo, protegidos de la revolución cultural de 1968 en Occidente, por el totalitarismo comunista. Ellos practicaban el aborto a una escala enorme y todavía lo hacen, pero no tenían la revolución sexual. No había un ataque directo a la familia a través de la revolución sexual y el feminismo radical. El comunismo fue un ataque a la familia, pero no tan profundo como el que hoy plantea la revolución sexual promovida por el concepto «mainstreaming de género» que ya hemos analizado.
Cuando el Muro de Berlín cayó en 1989 todos teníamos esa esperanza de la libertad… que entraríamos en una era más allá de la ideología. Pero mientras nos deleitamos con esa esperanza, fuerzas poderosas preparaban el siguiente paso: la revolución sexual global. No me preguntes quienes son estas fuerzas, pero veo que esta revolución está desarrollándose a escala mundial, con una clara intención de destruir la base social, la familia. La destrucción de la familia desarraiga a cada ser humano. Nos convertimos en seres humanos atomizados que se pueden manipular para hacer cualquier cosa.
Un nuevo totalitarismo se está desarrollando oculto bajo el manto de la libertad. Pero ahora los países del este de Europa se están dando cuenta de esta tendencia y mi libro parece estar ayudando a la gente a despertar. La destrucción no ha llegado tan lejos aquí y la gente está motivada para resistirlo. Mi gran esperanza es que estos países del este de Europa se convertirán en un bastión de la resistencia en la Unión Europea. Hay señales de que esto ocurra.
¿Es cierto que al menos en algunas partes de la Europa de hoy, un hombre puede ir a su oficina de gobierno local para redefinir su género y salir con una nueva tarjeta de identidad que indica que es una mujer?
En Alemania la Izquierda y los Verdes están trabajando para ello. Ellos sugieren que en su pasaporte no debería haber ninguna indicación sobre si se es hombre o mujer. Están luchando por esto. Si ya tenemos un estado alemán donde esto está sucediendo, no sé. Se están moviendo en esa dirección, sin duda. En mi país hubo una iniciativa legislativa en el Parlamento para retirar la categoría de sexo de la tarjeta de identidad.
¿Qué significaría para la sociedad? ¿Cuáles serían las consecuencias?
La idea que defienden detrás de estas iniciativas es que se trata de una expresión máxima de la «libertad» el poder «elegir» si soy un hombre o una mujer. ¡Pero esto es una locura! La verdad es que esta confusión hace que una persona enferme. Si alguien no se identifica con su sexo como un hombre o una mujer -una situación así se llama transexualidad- y esto es reconocido oficialmente como un desorden psicológico. Desde un punto de vista criminológico, si se puede cambiar entre ser hombre y mujer, será muy difícil identificar a las personas.
La idea de cambiar nuestro sexo altera la noción de lo que significa ser humano. Es la rebelión más profunda contra las condiciones de nuestra existencia humana que se pueda imaginar. Hace que la gente enferme, sin raíces, sin saber quiénes son. Estamos perdiendo nuestras raíces en la fe, la nación, la familia; y ahora incluso la propia identidad como hombre o mujer es atacada para crear una nueva visión de la humanidad. ¿Qué hará esto en nosotros? Toda una masa de consumidores sexualizados que se pueden manipular para hacer cualquier cosa. Al mismo tiempo, la división entre ricos y pobres es cada vez mayor a nivel mundial, por lo que tienes una concentración de la riqueza y el poder en una minoría y masas de personas que no tienen raíces. Eso es a lo que la agenda de integración de la perspectiva de género está aparentemente apuntando.
¿Así que hay una élite y esta confusión de género es una de las herramientas que utilizan para manipular a las masas?
Sólo observo lo que puedo ver: una estrategia en las Naciones Unidas, en la Unión Europea y los gobiernos de izquierda para promulgar una política de la desregulación de las normas sexuales, destruyendo así la base de la familia.
Si usted va más allá y se pregunta: «¿Quiénes son las personas que quieren esto?, ¿Quién se beneficia de esto exactamente?» Entonces llegará por supuesto a considerar las llamadas teorías de la conspiración. En realidad no entro en analizar eso porque no nos ayuda a hacer lo que podemos en el lugar donde estamos. Pero si puedo identificar, digamos, los cientos de familias que controlan la riqueza de este planeta y ¿a quienes apoyan? No puedo hacer nada en contra de los Rockefeller y Bill Gates y George Soros y Warren Buffet. Sabemos que están financiando la agenda LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual) y la industria del aborto, pero no tenemos ninguna influencia sobre ese nivel.
Pero aún no estamos derrotados. ¿Qué pueden ellos hacer si surge una rebelión en contra de su agenda, si los padres dicen: «No queremos esta sexualización de nuestros hijos en la escuela»? En Francia, los padres han ido a la huelga y no envían a sus hijos a la escuela una vez al mes, ya que no quieren la educación de género. ¿Qué pueden hacer las élites ante esta reacción?
Hay muchas iniciativas y muchas personas despiertan, muchos y muy buenos cristianos que tienen una percepción de los signos de los tiempos. Ellos escuchan el sonido de la campana y trabajan contra el «mainstreaming de género». Hay resistencia ahora creciente en muchos países. Así que, yo trabajo para eso.
¿Cuál es su objetivo? ¿Qué es lo que quiere lograr, y cuál es su motivación?
Personalmente la motivación más profunda en mi vida es la verdad. Esto alimentó mi búsqueda durante mucho tiempo y finalmente me llevó a la fe católica en una etapa tardía de mi vida. Tuve una fuerte experiencia de Dios en 1973. Luego hubo más de 20 años de búsqueda en el esoterismo, la psicología y mucho más. Todo esto llevó a una crisis de mi vida en la que mi matrimonio se rompió. Cuando estaba sola con mis tres hijos adolescentes un vecino vino a mi puerta y dijo: «¡Orad!» Lo hice y de repente estaba claro que iba a entrar en la Iglesia Católica aunque a la vez fue un tiempo en que me planteé muchas razones para rechazar a la Iglesia Católica.
Hoy tuve una reunión con el obispo de Brno y me dijo que puede usar mi material. Es una alegría para mí. Porque mi intención no era, «¿Cómo puedo escribir algo que sea útil para los obispos?» Sólo tengo que decir la verdad y aquí algo está pasando con esto. Tuve la maravillosa oportunidad de visitar al Papa emérito Benedicto y me dijo que la re-educación sexual no sólo está lavando el cerebro, también es «el lavado de alma». Si los niños están sexualizados destruyen su sentido de la vergüenza, su relación con sus padres, su relación en general a la autoridad y destruyen su relación con Dios. Nos dicen que la «transversalidad de género» (mainstreaming de género) se trata de «tolerancia», pero en realidad es acerca de cambiarnos como seres humanos.
Las fuerzas que usted describe, por ejemplo, el sistema de educación y también la cultura del consumo y de la política, son muy poderosos y quiero preguntarle cuál es su sentido del futuro. ¿Es usted optimista o pesimista sobre la lucha contra estas fuerzas? ¿Cuál cree usted que es la dirección actual?
Yo no soy ni optimista ni pesimista. Espero ser realista. Quiero ver la realidad tal como es. Puedo ver que las fuerzas son muy poderosas, el dinero y el poder están en el otro lado y tienen victorias cada día que me asombran. Por otro lado, hay resistencia que se acumula en muchos países. En Croacia hubo un referéndum para definir el matrimonio en la constitución como entre un hombre y una mujer. Esto se logró en contra de la influencia de los medios de comunicación y el gobierno socialista. En Hungría hay una constitución cristiana y el gobierno de Viktor Orbán acaba de ser reelegido con una mayoría de dos tercios. Dondequiera que ocurre esta resistencia, la Unión Europea se pone muy emocionada y amenaza: «¡Vamos a utilizar nuestro poder para ir en contra de esto! ¡No es democrático y va en contra de nuestros valores!» Sus valores son «matrimonio igualitario» y educación sexual para los niños «sin tabúes».
Recientemente en París y en Francia un gran movimiento ha surgido, llamado «Manif pou tous». El año pasado, más de un millón de personas -entre ellos 20.000 alcaldes- estaban en las calles protestando contra el «matrimonio homosexual». La ley que legaliza el «matrimonio» homosexual se va imponiendo, pero mucha gente ha despertado y no parece que el gobierno del presidente François Hollande esté muy estable.
En Alemania la resistencia está creciendo. Actualmente hay un movimiento en contra de la llamada Bildungsplan -plan de educación- en el estado de Baden-Württemberg, donde recientemente un gobierno Verde Rojo llegó al poder. Este plan dice que lo LGBTTIQ (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, intersexual, qeer) debe estar incorporado en los programas de educación en las escuelas para los niños de todas las edades y en todas las materias. ¡Es demencial!
Bajo ese plan, todo el sistema educativo se permea por la agenda sexual. Pero un maestro (que también es un padre) dijo: «Ok, vamos a empezar una petición en contra de esto.» ¡Una persona! Y 200.000 personas se inscribieron, lo cual fue una gran sorpresa para todo el mundo. Los que promueven la «transversalidad de género» (mainstreaming de género) se alteraron.»¡Esto va en contra de la democracia!», dijeron. Pero una petición es un instrumento perfectamente democrático. Ahora tenemos manifestaciones en Stuttgart y más organizaciones están participando, así que ya veremos a dónde va esto.
También hay resistencia en la Unión Europea. Al principio todos estos temas de «transversalidad de género» (mainstreaming de género) fueron promulgados por la Unión Europea con facilidad, sin resistencia alguna. Pero ahora tenemos resistencia.
El movimiento «One of Us» es una iniciativa de este tipo. Es increíblemente exitosa… 1,8 millones de personas en Europa se inscribieron, aunque sólo 1 millón era necesario, indicando que no quieren que se utilice el dinero de la Unión Europea para la destrucción de la vida, ya sea por la investigación con células madre embrionarias o aborto. La audiencia tuvo lugar el 10 de abril de 2014 y ahora la Comisión tiene que responder a eso.
Otro ejemplo es el reciente rechazo del Informe Estrela. El miembro socialista del Parlamento Europeo, Edite Estrela había propuesto una resolución al Parlamento Europeo que exigía la educación sexual «sin tabúes» y la eliminación de la libertad de conciencia para el personal médico, por lo que debían estar dispuestos a participar en la provisión de abortos. Esta agenda fue rechazada por sólo siete votos. Muchas personas se movilizaron por esa pelea y se nota que la agenda de integración de la perspectiva de género está tambaleante.
El debate público sobre la integración de la perspectiva de género se enmarca en términos de derechos humanos, la libertad, la tolerancia y la discriminación. Una etiqueta común utilizada contra personas como usted, en los medios y por los activistas, es «homófobo» o «fundamentalista». ¿Cómo pueden los católicos evitar ser etiquetados como fanáticos u homófobos?
Recibimos todo tipo de etiquetas. Somos llamados «homófobos» e incluso «transfobos». Lo peor en Alemania es ser calificado del «ala derecha» porque quedas completamente expulsado de la discusión. Este es el estigma número uno en Alemania.
Por el contrario, todo se te permite si eres de «izquierda». Yo pegunto a las personas ¿Por qué «izquierda» es bueno? No es tan fácil de explicar, porque la verdad es que cientos de millones de personas han muerto bajo la ideología de izquierda y su terror. ¿Por qué estas víctimas no cuentan? ¿Por qué que si usted es de «izquierda» estás bien considerado en lo público, pero si tiene el más mínimo toque de «derecha» es expulsado?
El término «homofobia» es interesante. Fue creado por un psicoanalista norteamericano llamado Weinberg en la década de 1970. La teoría de Weinberg es que cualquiera que está en contra de la homosexualidad rechaza sus propias inclinaciones homosexuales inherentes, y esta es la razón de su homofobia. Es un término para afirmar que cualquiera que se oponga a la homosexualidad tiene un miedo neurótico. ¡Así que nosotros somos quienes necesitamos un psiquiatra! Las cosas son al revés. El libro de Isaías dice: «¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad». Vivimos en una época en que esto está sucediendo.
No podemos protegernos de estas acusaciones. Creo que hay sólo una manera de tratar con esto: vivir de acuerdo con la propia conciencia. Como cristiana yo no odio. Si un homosexual estuviere sentado aquí a mi lado, me gustaría hablar con él, de la misma manera que yo hablo contigo. Pero yo no estaría tranquila sin expresar lo que pienso. Yo diría: «Usted puede optar por vivir ese estilo de vida, pero no voy a llamar a la relación que tiene con un hombre, matrimonio. Yo me opondría si comienza a adoptar niños, ya que cada niño tiene derecho a un padre y a su madre».
Jesús dice, sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas. Tenemos que ser sabios y entrenarnos en pedir orientación a través del Espíritu Santo. ¿Es el momento de hablar o un tiempo para el silencio? Cada uno de nosotros tenemos que hacer esto de acuerdo con nuestra posición en la vida.
Parece que hoy estamos viviendo en una época de grandes cambios y la fe es esencial. Tenemos que luchar por lo que es correcto.
Eso es, exactamente eso. Incluso si no tenemos éxito, debemos utilizar nuestra vida para luchar por la causa justa. Como cristianos, nuestra esperanza básica no puede ser destruida y esta es nuestra esperanza: Jesucristo. Creemos que Él volverá y mientras estemos verdaderamente cimentados en esa esperanza tendremos nuestras raíces en la verdad y en la eternidad, no seremos barridos. Podemos morir, sí, pero sabemos que la victoria final es nuestra. Y a partir de esa esperanza tenemos que trabajar.
Podemos crecer en una relación viva con Jesucristo. Tal fe será la embarcación para llevarnos a través de este tiempo y nos dará la energía para trabajar, para aceptar los sacrificios, sean los que sean. Jesús no nos da ilusiones al respecto. Sólo podemos rezar para que por la gracia de Dios seamos lo suficientemente fuertes.
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elyoquenoencuentro · 5 years
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“La trama celeste” Adolfo Bioy Casares
Cuando el capitán Ireneo Morris y el doctor Carlos Alberto Servian, médico homeópata, desaparecieron, un 20 de diciembre, de Buenos Aires, los diarios apenas comentaron el hecho. Se dijo que había gente engañada, gente complicada y que una comisión estaba investigando; se dijo también que el escaso radio de acción del aeroplano utilizado por los fugitivos permitía afirmar que éstos no habían ido muy lejos. Yo recibí en esos días una encomienda; contenía: tres volúmenes in quarto (las obras completas del comunista Luis Augusto Blanqui); un anillo de escaso valor (un aguamarina en cuyo fondo se veía la efigie de una diosa con cabeza de caballo); unas cuantas páginas escritas a máquina —Las aventuras del capitán Morris— firmadas C. A. S. Transcribiré esas páginas.
LAS AVENTURAS DEL CAPITÁN MORRIS
Este relato podría empezar con alguna leyenda celta que nos hablara del viaje de un héroe a un país que está del otro lado de una fuente, o de una infranqueable prisión hecha de ramas tiernas, o de un anillo que torna invisible a quien lo lleva, o de una nube mágica, o de una joven llorando en el remoto fondo de un espejo que está en la mano del caballero destinado a salvarla, o de la busca, interminable y sin esperanza, de la tumba del rey Arturo:
Ésta es la tumba de March y ésta la de Gwythyir;
ésta es la tumba de Gwgawn Gleddyffreidd;
pero la tumba de Arturo es desconocida.
También podría empezar con la noticia, que oí con asombro y con indiferencia, de que el tribunal militar acusaba de traición al capitán Morris. O con la negación de la astronomía. O con una teoría de esos movimientos, llamados “pases”, que se emplean para que aparezcan o desaparezcan los espíritus.
Sin embargo, yo elegiré un comienzo menos estimulante; si no lo favorece la magia, lo recomienda el método. Esto no importa un repudio de lo sobrenatural, menos aún el repudio de las alusiones o invocaciones del primer párrafo.
Me llamo Carlos Alberto Servian, y nací en Rauch; soy armenio. Hace ocho siglos que mi país no existe; pero deje que un armenio se arrime a su árbol genealógico: toda su descendencia odiará a los turcos. “Una vez armenio, siempre arrnenio.” Somos como una sociedad secreta, como un clan, y dispersos por los continentes, la indefinible sangre, unos ojos y una nariz que se repiten, un modo de comprender y de gozar la tierra, ciertas habilidades, ciertas intrigas, ciertos desarreglos en que nos reconocemos, la apasionada belleza de nuestras mujeres, nos unen.
Soy, además, hombre soltero y, como el Quijote, vivo (vivía) con una sobrina: una muchacha agradable, joven y laboriosa. Añadiría otro calificativo —tranquila—, pero debo confesar que en los últimos tiempos no lo mereció. Mi sobrina se entretenía en hacer las funciones de secretaria, y, como no tengo secretaria, ella misma atendía el teléfono, pasaba en limpio y arreglaba con certera lucidez las historias médicas y las sintomatologías que yo apuntaba al azar de las declaraciones de los enfermos (cuya regla común es el desorden) y organizaba mi vasto archivo. Practicaba otra diversión no menos inocente: ir conmigo al cinematógrafo los viernes a la tarde. Esa tarde era viernes.
Se abrió la puerta; un joven militar entró, enérgicamente, en el consultorio.
Mi secretaria estaba a mi derecha, de pie, atrás de la mesa, y me extendía, impasible, una de esas grandes hojas en que apunto los datos que me dan los enfermos. El joven militar se presentó sin vacilaciones —era el teniente Kramer— y después de mirar ostensiblemente a mi secretaria, preguntó con voz firme:
—¿Hablo?
Le dije que hablara. Continuó:
—El capitán Ireneo Morris quiere verlo. Está detenido en el Hospital Militar.
Tal vez contaminado por la marcialidad de mi interlocutor, respondí:
—A sus órdenes.
—¿Cuándo irá?—preguntó Kramer.
—Hoy mismo. Siempre que me dejen entrar a estas horas…
—Lo dejarán—declaró Kramer, y con movimientos ruidosos y gimnásticos hizo la venia. Se retiró en el acto.
Miré a mi sobrina; estaba demudada. Sentí rabia y le pregunté qué le sucedía. Me interpeló:
—¿Sabes quién es la única persona que te interesa?
Tuve la ingenuidad de mirar hacia donde me señalaba. Me vi en el espejo. Mi sobrina salió del cuarto, corriendo.
Desde hacía un tiempo estaba menos tranquila. Además había tomado la costumbre de llamarme egoísta. Parte de la culpa de esto la atribuyo a mi ex libris. Lleva triplemente inscrita —en griego, en latín y en español— la sentencia Conócete a ti mismo (nunca sospeché hasta dónde me llevaría esta sentencia) y me reproduce contemplando, a través de una lupa, mi imagen en un espejo. Mi sobrina ha pegado miles de estos ex libris en miles de volúmenes de mi versátil biblioteca. Pero hay otra causa para esta fama de egoísmo. Yo era un metódico, y los hombres metódicos, los que sumidos en oscuras ocupaciones postergamos los caprichos de las mujeres, parecemos locos, o imbéciles, o egoístas.
Atendí (confusamente) a dos clientes y me fui al Hospital Militar.
Habían dado las seis cuando llegué al viejo edificio de la calle Pozos. Después de una solitaria espera y de un cándido y breve interrogatorio me condujeron a la pieza ocupada por Morris. En la puerta había un centinela con bayoneta. Adentro, muy cerca de la cama de Morris, dos hombres que no me saludaron jugaban al dominó.
Con Morris nos conocemos de toda la vida; nunca fuimos amigos. He querido mucho a su padre. Era un viejo excelente, con la cabeza blanca, redonda, rapada, y los ojos azules, excesivamente duros y despiertos; tenía un ingobernable patriotismo galés, una incontenible manía de contar leyendas celtas. Durante muchos años (los más felices de mi vida) fue mi profesor. Todas las tardes estudiábamos un poco, él contaba y yo escuchaba las aventuras de los mabinogion, y en seguida reponíamos fuerzas tomando unos mates con azúcar quemada. Por los patios andaba Ireneo; cazaba pájaros y ratas, y con un cortaplumas, un hilo y una aguja, combinaba cadáveres heterogéneos; el viejo Morris decía que Ireneo iba a ser médico. Yo iba a ser inventor, porque aborrecía los experimentos de Ireneo y porque alguna vez había dibujado una bala con resortes, que permitiría los más envejecedores viajes interplanetarios, y un motor hidráulico, que, puesto en marcha, no se detendría nunca. Ireneo y yo estábamos alejados por una mutua y consciente antipatía. Ahora, cuando nos encontramos, sentimos una gran dicha, una floración de nostalgias y de cordialidades, repetimos un breve diálogo con fervientes alusiones a una amistad y a un pasado imaginarios, y en seguida no sabemos qué decirnos.
El País de Gales, la tenaz corriente celta, había acabado en su padre. Ireneo es tranquilamente argentino, e ignora y desdeña por igual a todos los extranjeros. Hasta en su apariencia es típicamente argentino (algunos lo han creído sudamericano): más bien chico, delgado, fino de huesos, de pelo negro—muy peinado, reluciente—, de mirada sagaz.
Al verme pareció emocionado (yo nunca lo había visto emocionado, ni siquiera en la noche de la muerte de su padre). Me dijo con voz clara; como para que oyeran los que jugaban al dominó:
—Dame esa mano. En estas horas de prueba has demostrado ser el único amigo.
Esto me pareció un agradecimiento excesivo para mi visita. Morris continuó:
—Tenemos que hablar de muchas cosas, pero comprenderás que ante un par de circunstancias así—miró con gravedad a los dos hombres—prefiero callar. Dentro de pocos días estaré en casa; entonces será un placer recibirte.
Creí que la frase era una despedida. Morris agregó que “si no tenía apuro” me quedara un rato.
—No quiero olvidarme —continuó—. Gracias por los libros.
Murmuré algo, confusamente. Ignoraba qué libros me agradecía. He cometido errores, no el de mandar libros a Ireneo.
Habló de accidentes de aviación; negó que hubiera lugares —El Palomar, en Buenos Aires; el Valle de los Reyes, en Egipto— que irradiaran corrientes capaces de provocarlos.
En sus labios, “el Valle de los Reyes” me pareció increíble. Le pregunté cómo lo conocía.
—Son las teorías del cura Moreau —repuso Morris—. Otros dicen que nos falta disciplina. Es contraria a la idiosincrasia de nuestro pueblo, si me seguís. La aspiración del aviador criollo es aeroplanos como la gente. Si no, acordate de las proezas de Mira, con el Golondrina, una lata de conservas atada con alambres . . .
Le pregunté por su estado y por el tratamiento a que lo sometían. Entonces fui yo quien habló en voz bien alta, para que oyeran los que jugaban al dominó.
—No admitas inyecciones. Nada de inyecciones. No te envenenes la sangre. Toma un Depuratum 6 y después unÁrnica 10000. Sos un caso típico de Árnica. No lo olvides: dosis infinitesimales.
Me retiré con la impresión de haber logrado un pequeño triunfo. Pasaron tres semanas. En casa hubo pocas novedades. Ahora, retrospectivamente, quizá descubra que mi sobrina estuvo más atenta que nunca, y menos cordial. Según nuestra costumbre los dos viernes siguientes fuimos al cinematógrafo; pero el tercer viernes, cuando entré en su cuarto, no estaba. Había salido, ¡había olvidado que esa tarde iríamos al cinematógrafo!
Después llegó un mensaje de Morris. Me decía que ya estaba en su casa y que fuera a verlo cualquier tarde.
Me recibió en el escritorio. Lo digo sin reticencias: Morris había mejorado. Hay naturalezas que tienden tan invenciblemente al equilibrio de la salud, que los peores venenos inventados por la alopatía no las abruman.
Al entrar en esa pieza tuve la impresión de retroceder en el tiempo; casi diría que me sorprendió no encontrar al viejo Morris (muerto hace diez años), aseado y benigno, administrando con reposo los impedimenta del mate. Nada había cambiado. En la biblioteca encontré los mismos libros, los mismos bustos de Lloyd George y de William Morris, que habían contemplado mi agradable y ociosa juventud, ahora me contemplaban; y en la pared colgaba el horrible cuadro que sobrecogió mis primeros insomnios: la muerte de Griffith ap Rhys, conocido como el fulgor y el poder y la dulzura de los varones del sur.
Traté de llevarlo inmediatamente a la conversación que le interesaba. Dijo que sólo tenía que agregar unos detalles a lo que me había expuesto en su carta. Yo no sabía qué responder; yo no había recibido ninguna carta de Ireneo. Con súbita decisión le pedí que si no le fatigaba me contara todo desde el principio.
Entonces Ireneo Morris me relató su misteriosa historia.
Hasta el 23 de junio pasado había sido probador de los aeroplanos del ejército. Primero cumplió esas funciones en la fábrica militar de Córdoba, últimamente había conseguido que lo trasladaran a la base del Palomar.
Me dio su palabra de que él, como probador, era una persona importante. Había hecho más vuelos de ensayo que cualquier aviador americano (sur y centro). Su resistencia era extraordinaria.
Tanto había repetido esos vuelos de prueba, que, automáticamente, inevitablemente, llegó a ejecutar uno solo.
Sacó del bolsillo una libreta y en una hoja en blanco trazó una serie de líneas en zigzag; escrupulosamente anotó números (distancias, alturas, graduación de ángulos); después arrancó la hoja y me la obsequió. Me apresuré a agradecerle. Declaró que yo poseía “el esquema clásico de sus pruebas”.
Alrededor del 15 de junio le comunicaron que en esos días probaría un nuevo Breguet —el 309— monoplaza, de combate. Se trataba de un aparato construido según una patente francesa de hacía dos o tres años y el ensayo se cumpliría con bastante secreto. Morris se fue a su casa, tomó una libreta de apuntes —”como lo había hecho hoy”—, dibujó el esquema —”el mismo que yo tenía en el bolsillo”—. Después se entretuvo en complicarlo; después —”en ese mismo escritorio donde nosotros departíamos amigablemente”— imaginó esos agregados, los grabó en la memoria.
El 23 de junio, alba de una hermosa y terrible aventura, fue un día gris, lluvioso. Cuando Morris llegó al aeródromo, el aparato estaba en el hangar. Tuvo que esperar que lo sacaran. Caminó para no enfermarse de frío, consiguió que se le empaparan los pies. Finalmente, apareció el Breguet. Era un monoplano de alas bajas, “nada del otro mundo, te aseguro”. Lo inspeccionó someramente. Morris me miró en los ojos y en voz baja me comunicó: el asiento era estrecho, notablemente incómodo. Recordó que el indicador de combustible marcaba “lleno” y que en las alas el Breguet no tenía ninguna insignia. Dijo que saludó con la mano y que en seguida el ademán le pareció falso. Corrió unos quinientos metros y despegó. Empezó a cumplir lo que él llamaba su “nuevo esquema de prueba”.
Era el probador más resistente de la República. Pura resistencia física, me aseguró. Estaba dispuesto a contarme la verdad. Aunque yo no podía creerlo, de pronto se le nubló la vista. Aquí Morris habló mucho; llegó a exaltarse; por mi parte, olvidé el “compadrito” peinado que tenía enfrente; seguí el relato: poco después de emprender los ejercicios nuevos sintió que la vista se le nublaba, se oyó decir “qué vergüenza, voy a perder el conocimiento”, embistió una vasta mole oscura (quizá una nube), tuvo una visión efímera y feliz, como la visión de un radiante paraíso… Apenas consiguió enderezar el aeroplano cuando estaba por tocar el campo de aterrizaje.
Volvió en sí. Estaba dolorosamente acostado en una cama blanca, en un cuarto alto, de paredes blancuzcas y desnudas. Zumbó un moscardón; durante algunos segundos creyó que dormía la siesta, en el campo. Después supo que estaba herido; que estaba detenido; que estaba en el Hospital Militar. Nada de esto le sorprendió, pero todavía tardó un rato en recordar el accidente. Al recordarlo tuvo la verdadera sorpresa: no comprendía cómo había perdido el conocimiento. Sin embargo, no lo perdió una sola vez… De esto hablaré mas adelante.
La persona que lo acompañaba era una mujer. La miró. Era una enfermera.
Dogmático y discriminativo, habló de mujeres en general. Fue desagradable. Dijo que había un tipo de mujer, y hasta una mujer determinada y única, para el animal que hay en el centro de cada hombre, y agregó algo en el sentido de que era un infortunio encontrarla, porque el hombre siente lo decisiva que es para su destino y la trata con temor y con torpeza, preparándose un futuro de ansiedad y de monótona frustración. Afirmó que, para el hombre “como es debido”, entre las demás mujeres no habrá diferencias notables, ni peligros. Le pregunté si la enfermera correspondía a su tipo. Me respondió que no, y aclaró: “Es una mujer plácida y maternal, pero bastante linda.”
Continuó su relato. Entraron unos oficiales (precisó las jerarquías). Un soldado trajo una mesa y una silla; se fue, y volvió con una máquina de escribir. Se sentó frente a la máquina, y escribió en silencio. Cuando el soldado se detuvo, un oficial interrogó a Morris:
—¿Su nombre?
No le sorprendió esta pregunta. Pensó: “mero formulismo”. Dijo su nombre, y tuvo el primer signo del horrible complot que inexplicablemente lo envolvía. Todos los oficiales rieron. Él nunca había imaginado que su nombre fuera ridículo. Se enfureció. Otro de los oficiales dijo:
—Podía inventar algo menos increíble. —Ordenó al soldado de la máquina—: Escriba, no más.
—¿Nacionalidad?
—Argentino —afirmó sin vacilaciones.
—¿Pertenece al ejército?
Tuvo una ironía:
—Yo soy el del accidente, y ustedes parecen los golpeados.
Si rieron un poco (entre ellos, como si Morris estuviera ausente).
Continuó:
—Pertenezco al ejército, con grado de capitán, regimiento 7, escuadrilla novena.
—¿Con base en Montevideo? —preguntó sarcásticamente uno de los oficiales.
—En Palomar —respondió Morris.
Dio su domicilio: Bolívar 971. Los oficiales se retiraron. Volvieron al día siguiente, ésos y otros. Cuando comprendió que dudaban de su nacionalidad, o que simulaban dudar, quiso levantarse de la cama, pelearlos. La herida y la tierna presión de la enfermera lo contuvieron. Los oficiales volvieron a la tarde del otro día, a la mañana del siguiente. Hacía un calor tremendo; le dolía todo el cuerpo; me confesó que hubiera declarado cualquier cosa para que lo dejaran en paz.
¿Qué se proponían? ¿Por qué ignoraban quién era? ¿Por qué lo insultaban, por qué simulaban que no era argentino? Estaba perplejo y enfurecido. Una noche la enfermera lo tomó de la mano y le dijo que no se defendía juiciosamente. Respondió que no tenía de qué defenderse. Pasó la noche despierto, entre accesos de cólera, momentos en que estaba decidido a encarar con tranquilidad la situación, y violentas reacciones en que se negaba a “entrar en ese juego absurdo”. A la mañana quiso pedir disculpas a la enfermera por el modo con que la había tratado; comprendía que la intención de ella era benévola, “y no es fea, me entendés”; pero como no sabía pedir disculpas, le preguntó irritadamente qué le aconsejaba. La enfermera le aconsejó que llamara a declarar a alguna persona de responsabilidad.
Cuando vinieron los oficiales dijo que era amigo del teniente Kramer y del teniente Viera, del capitán Faverio, de los tenientes coroneles Margaride y Navarro.
A eso de las cinco apareció con los oficiales el teniente Kramer, su amigo de toda la vida. Morris dijo con vergüenza que “después de una conmoción, el hombre no es el mismo” y que al ver a Kramer sintió lágrimas en los ojos. Reconoció que se incorporó en la cama y abrió los brazos cuando lo vio entrar. Le gritó:
—Vení, hermano.
Kramer se detuvo y lo miró impávidamente. Un oficial le preguntó:
—Teniente Kramer, ¿conoce usted al sujeto?
La voz era insidiosa. Morris dice que esperó —esperó que el teniente Kramer, con una súbita exclamación cordial, revelara su actitud como parte de una broma—… Kramer contestó con demasiado calor, como si temiera no ser creído:
—Nunca lo he visto. Mi palabra que nunca lo he visto.
Le creyeron inmediatamente, y la tensión que durante unos segundos hubo entre ellos desapareció. Se alejaron: Morris oyó las risas de los oficiales, y la risa franca de Kramer, y la voz de un oficial que repetía “A mí no me sorprende, créame que no me sorprende. Tiene un descaro.”
Con Viera y con Margaride la escena volvió a repetirse, en lo esencial. Hubo mayor violencia. Un libro —uno de los libros que yo le habría enviado— estaba debajo de las sábanas, al alcance de su mano y alcanzó el rostro de Viera cuando éste simuló que no se conocían. Morris dio una descripción circunstanciada que no creo íntegramente. Aclaro: no dudo de su coraje, sí de su velocidad epigramática. Los oficiales opinaron que no era indispensable llamar a Faverio, que estaba en Mendoza. Imaginó entonces tener una inspiración; pensó que si las amenazas convertían en traidores a los jóvenes, fracasarían ante el general Huet, antiguo amigo de su casa, que siempre había sido con él como un padre, o, más bien, como un rectísimo padrastro.
Le contestaron secamente que no había, que nunca hubo, un general de nombre tan ridículo en el ejército argentino.
Morris no tenía miedo; tal vez si hubiera conocido el miedo se hubiera defendido mejor. Afortunadamente, le interesaban las mujeres, “y usted sabe cómo les gusta agrandar los peligros y lo cavilosas que son”. La otra vez la enfermera le había tomado la mano para convencerlo del peligro que lo amenazaba; ahora Morris la miró en los ojos y le preguntó el significado de la confabulación que había contra él. La enfermera repitió lo que había oído: su afirmación de que el 23 había probado el Breguet en El Palomar era falsa; en El Palomar nadie había probado aeroplanos esa tarde. El Breguet era de un tipo recientemente adoptado por el ejército argentino, pero su numeración no correspondía a la de ningún aeroplano del ejército argentino. “¿Me creen espía?”, preguntó con incredulidad. Sintió que volvía a enfurecerse. Tímidamente, la enfermera respondió: “Creen que ha venido de algún país hermano.” Morris le juró como argentino que era argentino, que no era espía; ella pareció emocionada, y continuó en el mismo tono de voz: “El uniforme es igual al nuestro; pero han descubierto que las costuras son diferentes.” Agregó: “Un detalle imperdonable”, y Morris comprendió que ella tampoco le creía. Sintió que se ahogaba de rabia, y, para disimular, la besó en la boca y la abrazó.
A los pocos días la enfermera le comunicó: “Se ha comprobado que diste un domicilio falso.” Morris protestó inútilmente; la mujer estaba documentada: el ocupante de la casa era el señor Carlos Grimaldi. Morris tuvo la sensación del recuerdo, de la amnesia. Le pareció que ese nombre estaba vinculado a alguna experiencia pasada; no pudo precisarla.
La enfermera le aseguró que su caso había determinado la formación de dos grupos antagónicos: el de los que sostenían que era extranjero y el de los que sostenían que era argentino. Más claramente: unos querían desterrarlo; otros fusilarlo.
—Con tu insistencia de que sos argentino —dijo la mujer— ayudás a los que reclaman tu muerte.
Morris le confesó que por primera vez había sentido en su patria “el desamparo que sienten los que visitan otros países”. Pero seguía no temiendo nada.
La mujer lloró tanto que él, por fin, le prometió acceder a lo que pidiera. “Aunque te parezca ridículo, me gustaba verla contenta.” La mujer le pidió que “reconociera” que no era argentino. “Fue un golpe terrible, como si me dieran una ducha. Le prometí complacerla, sin ninguna intención de cumplir la promesa.” Opuso dificultades:
—Digo que soy de tal país. Al día siguiente contestan de ese país que mi declaración es falsa.
—No importa —afirmó la enfermera—. Ningún país va a reconocer que manda espías. Pero con esa declaración y algunas influencias que yo mueva, tal vez triunfen los partidarios del destierro, si no es demasiado tarde.
Al otro día un oficial fue a tomarle declaración. Estaban solos; el hombre le dijo:
—Es un asunto resuelto. Dentro de una semana firman la sentencia de muerte.
Morris me explicó:
—No me quedaba nada que perder…
“Para ver lo que sucedía”, le dijo al oficial:
—Confieso que soy uruguayo.
A la tarde confesó la enfermera: le dijo a Morris que todo había sido una estratagema; que había temido que no cumpliera su promesa; el oficial era amigo y llevaba instrucciones para sacarle la declaración. Morris comentó brevemente:—Si era otra mujer, la azoto.
Su declaración no había llegado a tiempo; la situación empeoraba. Según la enfermera, la única esperanza estaba en un señor que ella conocía y cuya identidad no podía revelar. Este señor quería verlo antes de interceder en su favor.
—Me dijo francamente—aseguró Morris—: trató de evitar la entrevista. Temía que yo causara mala impresión. Pero el señor quería verme y era la última esperanza que nos quedaba. Me recomendó no ser intransigente.
—El señor no vendrá al hospital—dijo la enfermera.
—Entonces no hay nada que hacer—respondió Morris, con alivio.
La enfermera siguió:
—La primera noche que tengamos centinelas de confianza, vas a verlo. Ya estás bien, irás solo.
Se sacó un anillo del dedo anular y se lo entregó.
—Lo calcé en el dedo meñique. Es una piedra, un vidrio o un brillante, con la cabeza de un caballo en el fondo. Debía llevarlo con la piedra hacia el interior de la mano, y los centinelas me dejarían entrar y salir como si no me vieran.
La enfermera le dio instrucciones. Saldría a las doce y media y debía volver antes de las tres y cuarto de la madrugada. La enfermera le escribió en un papelito la dirección del señor.
—¿Tenés el papel? —le pregunté.
—Sí, creo que sí —respondió, y lo buscó en su billetera. Me lo entregó displicentemente.
Era un papelito azul; la dirección —Márquez 6890— estaba escrita con letra femenina y firme (“del Sacré-Coeur”, declaró Morris, con inesperada erudición).
—¿Cómo se llama la enfermera?—inquirí por simple curiosidad.
Morris pareció incomodo. Finalmente, dijo:
—La llamaban Idibal. Ignoro si es nombre o apellido.
Continuó su relato:
Llegó la noche fijada para la salida. Idibal no apareció. Él no sabía qué hacer. A las doce y media resolvió salir.
Le pareció inútil mostrar el anillo al centinela que estaba en la puerta de su cuarto. El hombre levantó la bayoneta. Morris mostró el anillo; salió libremente. Se recostó contra una puerta: a lo lejos, en el fondo del corredor, había visto a un cabo. Después, siguiendo indicaciones de Idibal, bajó por una escalera de servicio y llegó a la puerta de calle. Mostró el anillo y salió.
Tomó un taxímetro; dio la dirección apuntada en el papel. Anduvieron más de media hora; rodearon por Juan B. Justo y Gaona los talleres del F.C.O. y tomaron una calle arbolada, hacia el limite de la ciudad; después de cinco o seis cuadras se detuvieron ante una iglesia que emergía, copiosa de columnas y de cúpulas, entre las casas bajas del barrio, blanca en la noche.
Creyó que había un error; miró el número en el papel: era el de la iglesia.
—¿Debías esperar afuera o adentro? —interrogué.
El detalle no le incumbía; entró. No vio a nadie. Le pregunté cómo era la iglesia. Igual a todas, contestó. Después supe que estuvo un rato junto a una fuente con peces, en la que caían tres chorros de agua.
Apareció “un cura de esos que se visten de hombres, como los del Ejército de Salvación” y le preguntó si buscaba a alguien. Dijo que no. El cura se fue; al rato volvió a pasar. Estas venidas se repitieron tres o cuatro veces. Aseguró Morris que era admirable la curiosidad del sujeto, y que él ya iba a interpelarlo; pero que el otro le preguntó si tenía “el anillo del convivio”.
—¿El anillo del qué?… —preguntó Morris. Y continuó explicándome:— Imaginate ¿cómo se me iba a ocurrir que hablaba del anillo que me dio Idibal?
El hombre le miró curiosamente las manos, y le ordenó:
—Muéstreme ese anillo.
Morris tuvo un movimiento de repulsión; después mostró el anillo.
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Una conocidísima feminista de los años 70, una de las pioneras, mantenía en aquel tiempo que la irrupción de las lesbianas en el movimiento feminista se debía a una conspiración de la CIA para acabar con dicho movimiento. Esta historia me ha venido a la cabeza estos días pensando en la cuestión de la disputa entre la Plataforma Antipatriarcado y algunas personas trans y lo que de allí derivó. Cuando comenzó esta polémica se cumplía precisamente el primer aniversario de la muerte de Lohana Berkins, activista feminista, abolicionista, transexual, comunista. Una mujer que murió hace un año, a la que tuve la oportunidad de conocer y que me ayudó a entender muchas cosas que antes entendía mal o desconocía. Un ejemplo de lucha y de dignidad, un referente, para mí, de la lucha feminista y de lucha trans. Una persona cuya existencia fue muy importante para mi propio feminismo y a quien he recordado mucho estos días.
Tengo que decir que nunca estoy a favor de cerrar páginas, de prohibir libros o músicas. Creo que esta deriva prohibicionista se llevará la libertad de expresión por delante y ya lo estamos viendo y no nos estamos asustando bastante de ver que es posible ser condenado a tres años de cárcel por un tuit. Esta opinión la he mantenido desde siempre y para cualquier tema. Creo que la libertad de expresión incluye la posibilidad de ser racista, machista, o simplemente imbécil. La libertad de expresión consiste en aceptar que existe el derecho a decir aquello que nos parece equivocado, estúpido o incluso nocivo socialmente. Así que yo no hubiera pedido el cierre de ninguna página cuyo contenido no fuera directamente delictivo; pero más allá de esto, la cuestión con la Plataforma Antipatriarcado y la “cuestión” trans derivó enseguida en una especie de bronca en la que se dirimían otras cuestiones como si las trans son feministas, si son antifeministas, si lo que late debajo de esto es la regulación o prohibición de la prostitución o, simplemente, la relación de la lucha trans y la lucha feminista.
Empecemos por el principio. Leí el post de la discordia en la Plataforma Antipatriarcado antes de que la cosa se incendiara y sí, me pareció transfóbico. Así pues, entiendo que muchas personas trans se sintieran indignadas. Igual que nosotras cuando leemos comentarios antifeministas. Es verdad que la Plataforma tiene también artículos en los que condena la violencia que sufren las personas trans (sólo faltaba) y es verdad que luego pidió disculpas. Su post transfóbico me pareció más bien fruto de la ignorancia y el prejuicio, como la feminista que dijo aquello de las lesbianas, pero si se tiene una página feminista, lo menos que se puede hacer es informarse antes de dejar por escrito opiniones que resultaban hirientes para muchas personas. En todo caso, lo interesante de la cuestión vino en el debate que se abrió en las redes a raíz de esto.
Una parte del feminismo tiene muchos prejuicios contra las personas trans. Por mucho que nadie lo reconozca, claro, pero yo lo vivo cotidianamente. He discutido muchas veces a propósito de opiniones transfóbicas que no le parecían transfóbicas a quien las emitía. Algunas feministas suelen sostener que las mujeres trans tienen opiniones antifeministas sobre algunas cuestiones y eso lo he leído mucho estos días. Y es que el principal prejuicio es ese: pensar que las mujeres trans tienen una determinada opinión común; es decir, convertir a todas ellas en lo mismo. Las mujeres trans tienen opiniones tan diferentes sobre todas las cosas como cualquier otro grupo grande de personas. Es prejuicioso decir que las personas trans son esto o lo otro. Las personas trans son como cualquiera y tienen opiniones políticas tan diversas como las de cualquiera. Y etiquetarlas de esa manera, sin escucharlas, sin leerlas, es cosificarlas. En ese sentido, es un puro prejuicio afirmar que las mujeres trans piensan esto o lo otro del feminismo porque hay mujeres trans muy feministas y otras antifeministas. Y hay mujeres transexuales que se dicen feministas y que a mí no me lo parecen. Pero eso me pasa también con mujeres cis que se dicen feministas y, en todo caso, también hay mujeres trans que creo que son compañeras de lucha imprescindibles y que son tan feministas como la que más.
Pretender que el problema de fondo (lo he leído varias veces también estos días) es si las mujeres violadas tienen derecho a no ver penes en sus espacios… no debería ni entrar a comentarlo; de hecho lo comento pero con cierta vergüenza. Ese argumento sí que me parece escandaloso. Verdaderamente no sé cuantos penes de personas trans se ponen a la vista de mujeres violadas. No sé cuántos espacios mixtos en los que los penes estén a la vista conocemos, no sé cuántas mujeres trans utilizan sus penes para violar a otras mujeres. Lo que sí sé es que el 99% de los penes violadores pertenecen a hombres y las feministas no hemos planteado que se les impida salir a la calle por la noche o entrar en espacios en los que hay muchas mujeres. La verdad es que no he visto protestas por la cuestión de los cada vez más frecuentes baños mixtos en locales o en lugares de trabajo. No violan los penes ni los hombres, violan los violadores. A mí me parece que hablar de violaciones de personas trans en la situación de absoluta vulnerabilidad en la que que estas personas están (la esperanza de vida de las mujeres trans en Latinoamérica es de 35 años, por ejemplo) viene a ser como hablar de mujeres maltratadoras.
La transexualidad es un desafío que interpela prejuicios, creencias o certezas que tenemos acerca del cuerpo, el sexo y el género. En todo caso la manera en la que las mujeres trans se enfrentan a ese desafío es igual que la de cualquiera. Es decir, tienen todo tipo de opiniones sobre lo que es ser mujer, sobre lo que hace que una persona sea mujer, sobre cómo se construye el género. Hay mujeres trans que creen que la transexualidad tiene que ver con la biología y hay otras que no. Hay algunas que cuestionan el género igual que muchas feministas y hay otras que son esencialistas del género, lo contrario de lo que soy yo. Vamos, son como todo el mundo y hay de todo. Yo soy admiradora de Miquel Misse y suelo estar de acuerdo con él en todo. En relación con esto también me parece importante no pensar que podemos exigir a las personas que desafíen el género de una manera en la que nosotras mismas no lo hacemos. No tienen por qué hacerlo. Si hay mujeres trans que se manifiestan reafirmando el género tienen tanto derecho a hacerlo como cualquiera. Las feministas combatimos el género, sí, pero también lo reafirmamos cada día con nuestro comportamiento, nuestro aspecto e incluso nuestra propia subjetividad, inevitablemente traspasada por éste. Desafiar el género es una elección, no puede ser una obligación para nadie.
Hay una lucha específica trans, sí: por ser consideradas seres humanos en igualdad de dignidad y de derechos, y por poder llevar una vida libre de violencia. Esa es la base de su lucha como es la base de casi cualquier lucha emancipatoria. No todas las luchas trans nos incumben a todas las feministas de la misma manera, igual que el feminismo también mantiene diferencias importantes en ciertos temas e igual que no todas las feministas nos sentimos interpeladas de igual forma por todo lo que se engloba bajo el término “lucha feminista”. Discrepo de muchos planteamientos de los movimientos trans y estoy muy de acuerdo con otras. Pero me parece obvio que hay una parte de esa lucha trans que está muy relacionada con el feminismo en cuanto que tiene que ver con cosas que nos afectan especialmente, como la construcción del género, del sexo , del cuerpo, la violencia patriarcal, la prostitución, etc. Hay muchas trans que son feministas y que militan en ambas luchas. La lucha de las lesbianas no siempre ha sido la lucha de todas las feministas, recordemos. Aquí habría que ver desde que “nosotras” hablamos y quienes son “ellas”.
La Plataforma Antipatriarcado es abolicionista, sí. Yo también. Pero eso no quiere decir que comparta todo lo que dicen las abolicionistas. Hay un abolicionismo con el que yo no comparto casi nada y en todo caso, las mujeres transexuales son víctimas del sistema prostitucional en muy alto grado. Y muchas son abolicionistas también (otras no). La lucha por la abolición de la prostitución tiene en América Latina a muchas organizaciones de trans y travestís como protagonistas. Muchas de ellas se dejan la vida en la prostitución y también en la lucha por combatirla.
Finalmente, tengo la impresión de que muchas feministas que estos días se han puesto a escribir sobre lo que piensan las mujeres trans o no conocen a ninguna o no han leído nada acerca de lo mucho que hay escrito, desde todas las perspectivas posibles, acerca de la transexualidad. El lenguaje utilizado para hablar de las personas trans por algunas (que no todas) de estas feministas dolía también. Si queremos que se use con las feministas un lenguaje inclusivo, adecuado y feminista, lo menos que podemos hacer cuando hablamos de otro colectivo es nombrarlas como quieren ser nombradas y no hablar de “ellas” como si no estuvieran presentes.
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latikobe · 5 years
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La Unión Europea y Cuba: ¿Qué hacer?
Miguel Díaz-Canel y Federica Mogherini (Foto: Granma)
LA HABANA, Cuba. – En el seno de la Unión Europea (UE) ha comenzado al proceso democrático para renovar los principales cargos del bloque comunitario. Este martes, el Parlamento continental acaba de elegir como Presidenta de la Comisión Europea a la alemana Ursula von der Leyen, hasta ahora Ministra de Defensa de su país.
El margen de su victoria fue apretado: Apenas nueve votos por encima del mínimo. Un hecho objetivo al que la alta funcionaria restó importancia con un comentario que no hubiera desdeñado el mismísimo Pero Grullo: “Una mayoría es una mayoría en política”, declaró.
La señora Von der Leyen será la primera mujer de la historia en ocupar el alto cargo para el cual acaba de ser escogida. Sus comienzos han sido auspiciosos. El primer discurso pronunciado ante el Parlamento tras su elección ha merecido el adjetivo de “elocuente”, y sus principales planteamientos han sido calificados como novedosos y constructivos.
Aún faltan algunos meses para la instalación de la nueva dirección de la UE. De ella formarán parte, entre otros, el premier belga Charles Michel (quien ocupará la presidencia del Consejo Europeo) y la francesa Christine Lagarde (destinada a encabezar el Banco Central del Viejo continente).
Por supuesto, que ese período de transición representará el lapso apropiado para que se diseñen las políticas que el bloque comunitario deberá realizar durante el venidero lustro. Es de presumir que, en algunos temas, se continuará el mismo rumbo llevado hasta ahora; en otros (sobre todo cuando ha habido críticas fundadas) cabe esperar nuevos derroteros.
En el campo de las relaciones con otros países, un tema al que deberá prestarse atención es al de Cuba. No cometeré el error al que son proclives muchos de mis compatriotas: el de considerar que se trata de un tema de particular importancia. Claro que lo es para nosotros, los hijos de esta gran antilla, pero supongo que los europeos lo coloquen en tercero o cuarto lugar, si acaso.
Se hace evidente que el sucesor de la señora Federica Mogherini al frente de las relaciones externas del bloque comunitario deberá afrontar este asunto. Y dentro de él, el flamante Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación (PDCA por sus siglas en inglés).
Se trata de un convenio en el que se viene trabajando desde hace más de cinco años. Las negociaciones correspondientes se prolongaron desde abril de 2014 hasta marzo de 2016. Una vez aprobado el documento por el Consejo de la Unión Europea, su firma oficial tuvo lugar el 12 de diciembre de 2016. Fue presentado para su aprobación a los legislativos de los países miembros de la UE. Hasta la fecha, muchos lo han ratificado, pero faltan cuatro: Suecia, Lituania, Irlanda y los Países Bajos.
Distintas partes del Acuerdo comenzaron a “aplicarse provisionalmente” el primero de noviembre de 2017. (Ya conocemos la expresión alada francesa: “Lo provisional es lo único que dura”). Pero el hecho cierto es que el documento no ha recibido aún la aprobación de todos los parlamentos europeos.
Creo que esa realidad, unida a la toma de posesión de las nuevas autoridades de la UE, se presta para acometer la negociación de un nuevo convenio. Otro factor novedoso que aconsejaría adoptar este enfoque es la situación precaria que confronta ahora el régimen castrista, ya que, como resultado del desgobierno chavista, su padrino venezolano, más que para prestar ayuda, está para recibirla.
Por supuesto que, en el curso de esa negociación, no deben repetirse situaciones bochornosas del pasado. Me refiero, por ejemplo, a la repudiable zalema que la señora Mogherini le hizo a los mandamases de La Habana, al declarar (¿Habrase visto despropósito mayor?) que el régimen cubano es, supuestamente, ¡“una democracia de un solo partido”!
Considero que el portavoz de un grupo de países con tanto prestigio democrático como los del Viejo Continente no necesita hacer genuflexiones infamantes como ésa, ni debe realizarlas. Felizmente, el llamado “socialismo real” de corte estalinista sólo sobrevive, en estado más o menos puro, en Corea del Norte, Laos y la misma Cuba. ¿Qué peso específico cabe reconocerles a esos especímenes jurásicos de la política? ¡Ninguno!
Y esta realidad debe reflejarse cuando se negocie el nuevo acuerdo y se redacte su texto. Ya sabemos que las autoridades europeas tendrán que tomar en cuenta la defensa de las pequeñas inversiones que los nacionales de sus países miembros, atraídos por la indefensión del trabajador cubano, han realizado en esta gran antilla. Se trata de tristes realidades que existen en este pícaro mundo.
Pero también los demócratas europeos deberían reclamar que, en virtud del nuevo documento, el gobierno de La Habana asuma un compromiso claro y específico con respecto a los derechos humanos. Hasta ahora (y pese a los años decursados), los jerarcas castristas no han tenido a bien ratificar los pactos de la ONU, que firmaron a bombo y platillo un buen tiempo atrás. En vista de ello, parece aconsejable que el hincapié se haga no en esos textos, sino en un documento aprobado por Cuba desde su misma emisión en 1948: la Declaración Universal.
En un Acuerdo en el que sí se tomen en cuenta los intereses del pueblo cubano, deberían quedar recogidos los principios plasmados en ese histórico documento. Pero, además, sujetos a la interpretación aceptada internacionalmente; no a la que de manera caprichosa y arbitraria quieran darle en el Palacio de la Revolución de La Habana. (No olvidemos que los castristas, muy orondos, dicen que en nuestro país “tenemos nuestro propio tipo de democracia”; con tretas como ésa, han logrado obrar a su entera voluntad).
En un sitio-oficial de la UE, con respecto al PDCA, se afirma que, supuestamente, “el acuerdo proporciona un marco para acompañar el proceso de reformas en Cuba”. Cabe preguntar: ¿Qué “reformas”? ¿La de la Constitución, que ahora define al Partido Comunista como “único”? (algo que no hacía la anterior). ¿O la de la “nueva” Ley Electoral, que mantiene las “comisiones de candidaturas”, así como autoridades comiciales nombradas desde el poder y sometidas por entero a éste? (¡Y que, para las elecciones de diputados, dispone que haya un solo candidato por cada cargo a cubrir!).
No creo que quepa objetar que la Unión Europea desee colaborar a un “proceso de reformas en Cuba”. Oponerse a ese propósito parecería una cosa de mal gusto. Sólo habría que hacer una observación: Que esas “reformas” sean de verdad; no las de mentiritas que hasta ahora ha realizado el régimen de La Habana.
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La Unión Europea y Cuba: ¿Qué hacer?
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vocesdelaula · 7 years
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DOSSIER Educar en la nostalgia de las revoluciones
Cuanto más sagrada es una tradición, más innecesario y peligroso se vuelve el conocimiento 
Quieren tradición 
Antonio Muñoz Molina, 
cultura.elpais.com
abril 28, 2017
El letrero aparecía en un lugar prominente en cuanto se entraba en la página web del periódico, con esa pulsación de apetencia ansiosa que gusta tanto a los publicitarios: “Quiero tradición”, “Quiero Semana Santa”. Era un anuncio turístico de la Xunta de Galicia, pero cuando esas dos frases aparecían sin previo aviso era también una afirmación de visceralidad muy propia de estos tiempos: por una parte, la visceralidad de los deseos urgentes del consumo; por otra, la del apego a lo propio, a lo originario, y en último extremo a lo religioso, en su versión más exterior y contrarreformista, más enraizada en el predominio de tantos siglos de la Iglesia católica sobre la vida española, a costa siempre del pluralismo político y la soberanía de los poderes públicos.
Cuando yo era joven la palabra “tradición” tenía un sentido negativo para las personas progresistas, porque venía asociada a lo peor de nuestra historia. Tradición significaba dictadura, oscurantismo, conformidad con lo establecido, atraso. Tradición eran los coros y danzas y los tronos de Semana Santa custodiados por la Guardia Civil en uniforme de gala y los quelonios franquistas desfilando lentamente junto a los clérigos en las procesiones. Tradición era el reverso de todo lo que ansiábamos: era el apego a lo peor del pasado, y lo que nosotros queríamos era el porvenir; era el fanatismo de lo autóctono, cuando nosotros aspirábamos a que nuestro país se abriera al mundo y abrazara las libertades que eran comunes más allá de nuestra frontera; tradición era borrar la historia real y sustituirla por fábulas patrioteras de conquistas gloriosas y resistencia al enemigo exterior; tradición era identificar lo español con lo católico.
Cuanto más sagrada es una tradición, más innecesario y peligroso se vuelve el conocimiento
Queríamos, y algunos de nosotros lo queremos aún, romper con aquellas tradiciones escleróticas para adherirnos a la gran tradición ilustrada de la libertad de expresión, el pensamiento crítico, el debate abierto y libre, el gobierno de las mayorías, el imperio de la ley, el respeto y la protección a las minorías y a los derechos individuales. El laicismo y la educación pública estaban arraigados desde hacía al menos un siglo en otros lugares del mundo, pero para nosotros, en los años setenta del siglo pasado, eran reclamaciones urgentes, sueños que parecían más prácticos precisamente porque se correspondían con lo habitual en otros países.
Hace 40 años justos, en el gran clamor festivo de las primeras elecciones libres, todo esto parecía accesible. Ahora comprobamos, no sin desolación, que en gran parte seguimos en las mismas, con la diferencia de que ya no hay ninguna fuerza política ni medio de comunicación que reivindique abiertamente los ideales ilustrados y laicos, y de que defenderlos a cuerpo limpio se ha vuelto más difícil y más arriesgado que en cualquier otro momento de las últimas décadas.
Viajo por Andalucía y una lectora veterana me recuerda artículos que yo publicaba en la edición regional de este periódico hace más de 20 años, cuando la dirigía Soledad Gallego-Díaz. En esa época los socialistas llevaban gobernando en España y en Andalucía más de 10 años (en Andalucía eso no ha cambiado). Yo solía escribir aquellas columnas en un estado de estupor que con frecuencia se convertía en abierta indignación. Me causaba estupor y me provocaba cada vez más indignación que las tradiciones más decrépitas del folclorismo y el oscurantismo, en vez de disiparse poco a poco, cobraran más fuerza que nunca convertidas ahora en rasgos obligatorios de una identidad andaluza inventada a toda prisa, e impuesta por la televisión oficial con un gasto de dinero público que se escatimaba para tareas de verdad necesarias, como la dignidad de la enseñanza pública. Me parecía inaceptable que por beatería, conformismo o cinismo electoral las autoridades democráticas desfilaran en las procesiones de Semana Santa con la misma reverencia con que lo habían hecho los mandamases franquistas. Mi lectora se acuerda de un artículo que publiqué en 1996, Andalucía obligatoria. Lo escribí al enterarme de que entre los cursos de capacitación del profesorado que programaba la Consejería de Educación de la Junta había uno consagrado al “espíritu rociero”. Nunca he escrito nada que provocara reacciones más agresivas. Eran tiempos anteriores a las redes sociales, pero ya abundaban las unanimidades ultrajadas: el periódico publicó una carta furiosa firmada contra mí por sesenta y tantos usuarios de los cursos de espíritu rociero, entre ellos un obispo.
Han pasado 21 años desde entonces. Hay cosas que uno escribe y que aspira a que puedan durar, en la medida incierta en que duran las cosas humanas. Hay otras que preferiría que se quedaran obsoletas, que sirvieran si acaso para atestiguar rebeldías que lograron sus objetivos, causas dignas que ya no es preciso seguir defendiendo. Viajando por Andalucía y escuchando a personas razonables que me dicen en privado lo que ya no se atreven a decir en público y ni siquiera en voz muy alta, me doy cuenta de que lo más triste de todo no es que un artículo escrito hace más de 20 años siga teniendo actualidad: es que las cosas, en Andalucía y en cualquier otro sitio de España, probablemente han ido a peor. Lo que hace 20 años fueron unas cuantas cartas al director y algunos anónimos enviados por correo sería ahora un acoso asfixiante en las redes sociales. En 40 años de democracia no ha arraigado ninguna de las tradiciones democráticas que hubieran debido sembrarse desde del principio. Para lo que ha servido el paso del tiempo ha sido para fortalecer prejuicios, no para suavizarlos o borrarlos. En vez del pensamiento crítico, que por naturaleza es individual y tiende a la disidencia, se han fomentado las adhesiones irracionales a lo unánime. Cuanta menos historia se enseña y mayor es la ignorancia del pasado inmediato, más fuerza tienen los orgullos identitarios: cuanto más sagrada es una tradición, más innecesario y hasta peligroso se vuelve el conocimiento verdadero. Sociedades clientelares y estancadas que necesitarían el flujo vivificador de la crítica y el debate abierto se sumen en una conformidad paralizadora, muy adecuada para el mantenimiento de privilegios sociales y hegemonías políticas, en un miedo al arcaico “qué dirán” que es tan dañino para la conciencia como para el despliegue provechoso de las capacidades y las iniciativas que favorecen la prosperidad. No callar es más arriesgado ahora que en 1996, pero es igual de necesario; aunque uno sospeche que, visto lo visto, también es superfluo.
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¿Por qué hoy no es posible la revolución?
Byung-chul Han, elpais.com
octubre 3, 2014
 Cuando hace un año debatí con Antonio Negri en el Berliner Schaubühne, tuvo lugar un enfrentamiento entre dos críticas del capitalismo. Negri estaba entusiasmado con la idea de la resistencia global al empire, al sistema de dominación neoliberal. Se presentó como revolucionario comunista y se denominaba a sí mismo profesor escéptico. Con énfasis conjuraba a la multitud, la masa interconectada de protesta y revolución, a la que confiaba la tarea de derrocar al empire.La posición del comunista revolucionario me pareció muy ingenua y alejada de la realidad. Por ello intenté explicarle a Negri por qué las revoluciones ya no son posibles.
¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido? ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres? Para explicar esto es necesario una comprensión adecuada de cómo funcionan hoy el poder y la dominación.
Quien pretenda establecer un sistema de dominación debe eliminar resistencias. Esto es cierto también para el sistema de dominación neoliberal. La instauración de un nuevo sistema requiere un poder que se impone con frecuencia a través de la violencia. Pero este poder no es idéntico al que estabiliza el sistema por dentro. Es sabido que Margaret Thatcher trataba a los sindicatos como “el enemigo interior” y les combatía de forma agresiva. La intervención violenta para imponer la agenda neoliberal no tiene nada que ver con el poder estabilizador del sistema.
El poder estabilizador de la sociedad disciplinaria e industrial era represivo. Los propietarios de las fábricas explotaban de forma brutal a los trabajadores industriales, lo que daba lugar a protestas y resistencias. En ese sistema represivo son visibles tanto la opresión como los opresores. Hay un oponente concreto, un enemigo visible frente al que tiene sentido la resistencia.
El carácter estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor; es decir, cautivador
El sistema de dominación neoliberal está estructurado de una forma totalmente distinta. El poder estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor, es decir, cautivador. Ya no es tan visible como en el régimen disciplinario. No hay un oponente, un enemigo que oprime la libertad ante el que fuera posible la resistencia. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad.
Es ineficiente el poder disciplinario que con gran esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta con sus preceptos y prohibiciones. Es esencialmente más eficiente la técnica de poder que se preocupa de que los hombres por sí mismos se sometan al entramado de dominación. Su particular eficiencia reside en que no funciona a través de la prohibición y la sustracción, sino a través del deleite y la realización. En lugar de generar hombres obedientes, pretende hacerlos dependientes. Esta lógica de la eficiencia es válida también para la vigilancia. En los años ochenta, se protestó de forma muy enérgica contra el censo demográfico. Incluso los estudiantes salieron a la calle. Desde la perspectiva actual, los datos necesarios como oficio, diploma escolar o distancia del puesto de trabajo suenan ridículos. Era una época en la que se creía tener enfrente al Estado como instancia de dominación que arrebataba información a los ciudadanos en contra de su voluntad. Hace tiempo que esta época quedó atrás. Hoy nos desnudamos de forma voluntaria. Es precisamente este sentimiento de libertad el que hace imposible cualquier protesta. La libre iluminación y el libre desnudamiento propios siguen la misma lógica de la eficiencia que la libre autoexplotación. ¿Contra qué protestar? ¿Contra uno mismo?
Es importante distinguir entre el poder que impone y el que estabiliza. El poder estabilizador adquiere hoy una forma amable, smart, y así se hace invisible e inatacable. El sujeto sometido no es ni siquiera consciente de su sometimiento. Se cree libre. Esta técnica de dominación neutraliza la resistencia de una forma muy efectiva. La dominación que somete y ataca la libertad no es estable. Por ello el régimen neoliberal es tan estable, se inmuniza contra toda resistencia porque hace uso de la libertad, en lugar de someterla. La opresión de la libertad genera de inmediato resistencia. En cambio, no sucede así con la explotación con la libertad. Después de la crisis asiática, Corea del Sur estaba paralizada. Entonces llegó el FMI y concedió crédito a los coreanos. Para ello, el Gobierno tuvo que imponer la agenda liberal con violencia contra las protestas. Hoy apenas hay resistencia en Corea del Sur. Al contrario, predomina un gran conformismo y consenso con depresiones y síndrome de Burnout. Hoy Corea del Sur tiene la tasa de suicidio más alta del mundo. Uno emplea violencia contra sí mismo, en lugar de querer cambiar la sociedad. La agresión hacia el exterior que tendría como resultado una revolución cede ante la autoagresión.
Cada uno es amo y esclavo. La lucha de clases se convierte en una lucha interna, consigo mismo
Hoy no hay ninguna multitud cooperante, interconectada, capaz de convertirse en una masa protestante y revolucionaria global. Por el contrario, la soledad del autoempleado aislado, separado, constituye el modo de producción presente. Antes, los empresarios competían entre sí. Sin embargo, dentro de la empresa era posible una solidaridad. Hoy compiten todos contra todos, también dentro de la empresa. La competencia total conlleva un enorme aumento de la productividad, pero destruye la solidaridad y el sentido de comunidad. No se forma una masa revolucionaria con individuos agotados, depresivos, aislados.
No es posible explicar el neoliberalismo de un modo marxista. En el neoliberalismo no tiene lugar ni siquiera la “enajenación” respecto del trabajo. Hoy nos volcamos con euforia en el trabajo hasta el síndrome de Burnout [fatiga crónica, ineficacia]. El primer nivel del síndrome es la euforia. Síndrome de Burnout y revolución se excluyen mutuamente. Así, es un error pensar que la multitud derroca al empire parasitario e instaura la sociedad comunista.
¿Y qué pasa hoy con el comunismo? Constantemente se evocan el sharing (compartir) y la comunidad. La economía del sharing ha de suceder a la economía de la propiedad y la posesión. Sharing is caring, [compartir es cuidar], dice la máxima de la empresa Circler en la nueva novela de Dave Eggers, The Circle. Los adoquines que conforman el camino hacia la central de la empresa Circler contienen máximas como “buscad la comunidad” o “involucraos”. Cuidar es matar, debería decir la máxima de Circler. Es un error pensar que la economía del compartir, como afirma Jeremy Rifkin en su libro más reciente La sociedad del coste marginal nulo, anuncia el fin del capitalismo, una sociedad global, con orientación comunitaria, en la que compartir tiene más valor que poseer. Todo lo contrario: la economía del compartir conduce en última instancia a la comercialización total de la vida.
El cambio, celebrado por Rifkin, que va de la posesión al “acceso” no nos libera del capitalismo. Quien no posee dinero, tampoco tiene acceso al sharing. También en la época del acceso seguimos viviendo en el Bannoptikum,��un dispositivo de exclusión, en el que los que no tienen dinero quedan excluidos. Airbnb, el mercado comunitario que convierte cada casa en hotel, rentabiliza incluso la hospitalidad. La ideología de la comunidad o de lo común realizado en colaboración lleva a la capitalización total de la comunidad. Ya no es posible la amabilidad desinteresada. En una sociedad de recíproca valoración también se comercializa la amabilidad. Uno se hace amable para recibir mejores valoraciones. También en la economía basada en la colaboración predomina la dura lógica del capitalismo. De forma paradójica, en este bello “compartir” nadie da nada voluntariamente. El capitalismo llega a su plenitud en el momento en que el comunismo se vende como mercancía. El comunismo como mercancía: esto es el fin de la revolución.
Byung-Chun Han es filósofo.
Traducción de Alfredo Bergés.
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El viejo dolor de los revolucionarios
Fernando Araújo Vélez
www.elespectador.com
marzo 25, 2017
En estos días sin revoluciones, en estos días tan quietos, pienso en las viejas revoluciones y voy concluyendo que la palabra revolución pasó de moda, y me sorprendo y me angustio al comprender que las palabras y los conceptos pasan de moda, y que siempre hay alguien arriba o abajo que decide hacerlas pasar de moda porque no le convienen. Pasaron de moda las frases conciencia de clases y lucha de clases, y se enterraron las palabras proletariado, insurgencia, rebelión, y los manteles, como escribía Octavio Paz, dejaron de oler a pólvora, y los referentes, los viejos y luminosos referentes, también pasaron de moda, y ya pocos hablan de Lenin o de Trotski, de Marx o de Engel, de Rosa Luxemburgo o de Aleksandra Kollontái, de María Cano o de Teófilo Forero, y si hablan o escriben de ellos suele ser para satanizarlos.
Aquellas viejas palabras fueron reemplazadas por confort, alegría, obediencia, humildad, y el olor a pólvora se transformó en olor a dinero. La lucha bajo una consigna común, la disciplina, el endurecimiento bajo el fuego del riesgo constante que iban conformando a los revolucionarios, según Trotski, se convirtió en una competencia por aparentar, en un cumplir horarios dejando pasar el tiempo, sentados ante una computadora absorbiendo lo que quieren que absorbamos, basura, y en debilidad y facilismo. El lugar de los antiguos referentes, aquellos que dieron la vida por una causa, su causa, o aquellos otros que inventaron sus mundos con una pluma o un pincel, un piano o una cámara, ciegos, epilépticos o atormentados, fue ocupado por las estrellas de la farándula, a quienes volvimos ejemplos que seguimos porque lo importante era y es y será salir en la tele.
Y miramos hacia un lado y hacia otro, y ya nada huele a pólvora, porque hasta a la palabra pólvora la han proscrito. Y miramos hacia adelante y sólo percibimos más confort, más basura, más debilidad, más sonrisas postizas y más estrellas rutilantes que no dicen nada, porque precisamente no decir nada vende, adormece, nos mantiene en zonas de comodidad y nos aleja de aquel viejo dolor que era la esencia de los revolucionarios.
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latikobe · 6 years
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Cifras contra realidad, ¿cuántas personas trabajan en Cuba?
¿Cuántos trabajan en Cuba? (foto del autor)
LA HABANA, Cuba. – Luisa, una vecina de mi barrio, se encuentra entre los más de 3 millones de cubanos y cubanas que las estadísticas oficiales registran como “trabajadores estatales”, sin embargo, como miles de personas en la isla, ella está reconocida como “auxiliar de limpieza”, simultáneamente en las nóminas de un policlínico, una escuela secundaria y una panadería, estrategia que le ha servido para, con sudor y entre todas sus ocupaciones, reunir el sueldo de 1200 pesos mensuales, el equivalente a unos cuarenta y tantos dólares.
Una cantidad que ella agrega a los 50 dólares que recibe cada treinta días por cuidar a una anciana en las noches, y gracias a los cuales puede considerarse entre las pocas personas que, en Cuba, logran rozar los 100 dólares de sueldo al mes, una fortuna donde el salario promedio ronda los 20.
Pero la cuestión es que Luisa es en sí misma, desde hace una década, tres “trabajadores estatales” más uno “no estatal”, de modo que al analizar la cifra de 3 millones ofrecida por el Ministerio del Trabajo, y sabiendo que esa mujer no es una excepción en la Cuba de hoy, pudiéramos suponer que tales millones no engloban un equivalente en personas sino que estos pudieran reducirse en un porciento significativo.
No entraría este en los casos de plantillas “infladas” señalados desde tiempos inmemoriales por la Contraloría en sus informes ‒algo tímidos por cierto‒ sobre corrupción en las empresas estatales, y no lo hace porque se trata de una persona real que hace el trabajo de cuatro pero, a los efectos del sistema estadístico, cuatro no es uno, sigue siendo cuatro. Pero si las miles de “Luisas”, que sin dudas existen, fuesen sumadas a los miles de trabajadores fantasmas que deambulan en las nóminas estatales (sea como contratados o fijos) y continuáramos restando esta suma enorme a los 3 millones, posiblemente nos llevaríamos las manos a la cabeza para preguntarnos ¿cuántas personas realmente trabajan en Cuba?
Un verdadero enigma si continuamos observando el entorno y nos percatamos que también con la cifra de trabajadores por cuenta propia sucede algo similar, y que al casi medio millón de “privados” pudiera restársele unos miles entre trabajadores fantasmas, personas que registran sus negocios con prestanombres, testaferros, e incluso quienes usan una licencia como fachada de algún otro “negocio por la izquierda”, así como algunos trabajan “para el Estado” como rejuego de algo más. Es decir, la cifra seguiría disminuyendo.
La Oficina Nacional de Estadísticas, además de liberar los datos con enormes retardos y vacíos, no distingue entre licencias entregadas, altas laborales y personas que en realidad están ejerciendo, y no lo hace por ocultar una información sino por la incapacidad para determinar quiénes constituyen o no una fuerza laboral real.
Un cálculo que, de poder hacerse, sospecho terminaría por ser manipulado el resultado, debido a los efectos que tendría en la opinión pública la constatación de que la masa trabajadora estatal cada día se reduce a velocidad supersónica debido a los bajos salarios pero, además, por otras dificultades que abarcan desde el hartazgo por la manipulación del único sindicato obrero, subordinado al único partido político, ambos comunistas, hasta la crisis del transporte.
La realidad es que no hay suficiente fuerza de trabajo y que ninguna fórmula emprendida por el gobierno para solucionar el problema está surtiendo efecto, aun cuando las estadísticas aparenten ser positivas.
Visto desde la perspectiva “oficial”, parece que todo marcha hacia un feliz desenlace pero se sabe que las universidades, y hasta las escuelas tecnológicas, se han convertido en un trampolín para esa otra emigración en masa que nadie ve, y que apenas un mínimo de jóvenes decide realizarse profesionalmente en Cuba. Mientras que al interior de las empresas estatales las plazas apenas están ocupadas en un 50 por ciento y, lo peor, no existe estabilidad laboral.
Las estadísticas no reflejan en su verdadera magnitud tales fluctuaciones y se dan casos como los de Luisa u otros similares en que un mismo trabajador, en un año, transita por decenas de empresas, lo cual termina distorsionando los informes.
De acuerdo con lo publicado en la prensa oficialista hace apenas unos días, en Cuba, con una población de poco más de 11 millones de habitantes, los cuentapropistas representarían el 13 % de la población, dentro de un total de casi 4 millones y medio de personas ocupadas, mientras la tasa de desempleo registró un 1,7 por ciento en 2018. Pareciera que las cosas tienden a lo normal pero ¡cuidado!
Como sucede en muchos aspectos, las estadísticas “oficiales” sobre Cuba no suelen dar cuenta de lo que realmente sucede en la isla y no basta con la lectura de tablas y gráficos del comportamiento de algunos indicadores para tener una idea de alguna cuestión, como aquellas que más preocupan a quienes intentan pronosticar el futuro inmediato o delinear nuestras peculiaridades en el escenario mundial.
Muchos problemas influyen en el éxodo laboral (foto del autor)
Una cosa dicen los números y otra, la realidad. Los ejemplos de la educación y la salud cubanas, ya por socorridos en los análisis, no asombran a nadie. Miles de maestros y médicos graduados por año no significan precisamente servicios de calidad en esos campos. Las quejas abundan en las redes sociales y los medios alternativos, al punto que la prensa oficialista, como para no hacer tan evidente su proverbial ceguera, ha tenido algunas veces que hacerse eco de algunas atrocidades que, lamentablemente, no son la excepción de la regla.
En estos y otros ámbitos, las estadísticas han servido menos que como práctica de la transparencia informativa, para proyectar un espejismo y dibujar una realidad que, sin mentir demasiado, no es. Las estadísticas sirven, claro que sí, pero sobre todo al que no le basta con verse de mendigo para concluir que la pobreza existe.
Cifras contra realidad, ¿cuántas personas trabajan en Cuba?
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latikobe · 6 years
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Todos serán barridos por la historia
Miguel Díaz-Canel escribe “Yo voto sí” sobre un mural (Foto Twitter)
GUANTÁNAMO, Cuba. – El pasado 25 de enero el portal digital Cubadebate publicó el artículo “Perennes incomodados”, del reconocido intelectual cubano Rolando Pérez Betancourt, el cual generó más de un centenar de opiniones.
El texto hacía referencia a quienes rechazan la agobiante campaña del régimen para la aprobación de la nueva Constitución y a otros asuntos de nuestra actualidad. Debido a que el sitio censura las opiniones adversas perdí el hábito de participar en esos debates. Sin embargo, y pensando que la situación había cambiado, escribí:
“Rolando Pérez Betancourt es un excelente comentarista cinematográfico y un atinado crítico a pesar de las limitaciones de tiempo y espacio que le imponen la televisión y la prensa plana. Es, además, novelista y uno de los renovadores del periodismo cubano. Siento mucha empatía con sus observaciones cuando aborda los años sesenta y setenta, una época dorada del cine, sobre todo europeo, que entonces era muy visto en Cuba. Igualmente sé que es un hombre afiliado incondicionalmente al gobierno de nuestro país.
Rolando Pérez Betancourt afirma, refiriéndose a quienes critica, que: “les incomoda ver en la televisión y en la prensa a cubanos de todas las edades dando razones de por qué el 24 de febrero votarán por el “Sí” en el referendo de la nueva Constitución”.
Pienso que más que ver ese aluvión de propaganda oficialista donde quienes aparecen en pantalla reiteran lo mismo, lo que molesta es que quienes pensamos diferente no tengamos la misma posibilidad de exponerle al pueblo nuestras ideas. ¿De qué igualdad puede hablarse cuando eso ocurre, cuando en el artículo 42 de la nueva Constitución sigue sin incluirse la discriminación por razones políticas como lesiva a la dignidad humana? ¿De qué igualdad puede hablarse cuando sólo los cubanos que apoyan a la dictadura son los únicos que pueden organizarse sin ser reprimidos?
Quienes pretenden hacer creer que el proceso de discusión de la Constitución fue democrático porque se permitió a la población expresar sus opiniones olvidan que “democracia” es mucho más que eso. De nada vale que el pueblo hable si luego no se sabe qué pasó con sus opiniones. En la Asamblea Nacional del Poder Popular nunca se dijo cuántos cubanos se pronunciaron contra la irrevocabilidad del socialismo y contra el sistema de partido único. ¿Qué justificación moral existe para imponer a un pueblo un sistema por el cual jamás ha votado en elecciones pluripartidistas y democráticas?
A los “enardecidos revolucionarios” que habitualmente hacen su tarea de choque en esta página les recuerdo que esta revolución no se hizo para imponer una dictadura de partido único sino para restablecer la Constitución de 1940, realizar elecciones libres y devolver el país a la senda de la democracia, la cual, es cierto, tiene muchos defectos, pero es lo mejor que conoce el mundo en cuanto a sistema de gobierno. El programa de la revolución cubana -que no fue liderada únicamente por Fidel Castro- consta en “La historia me absolverá”, y los pactos de México, Caracas y la Sierra Maestra. Y para nada era comunista.
A quienes dicen que defienden el socialismo cubano les digo que aquí no hay socialismo, ni democracia, ni soberanía. Rosa Luxemburgo, la brillante líder comunista, aseguró: “La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros de un partido -no importa cuán numerosos- no es libertad. Solo es libertad si es para quien piensa diferente”, cita que he tomado de la página 196 del libro “Paraíso perdido. Viajes por el mundo socialista”, de Frei Betto, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en 2016.
En Cuba no hay socialismo porque la estructura de gobierno es verticalista y usa métodos de ordeno y mando. No existe la horizontalidad del poder y el pueblo no está empoderado porque no puede elegir, no ya a su Presidente, sino tampoco a los jueces y fiscales, a los gobernadores provinciales, a los presidentes de las Asambleas Municipales del Poder Popular, ni participa de forma efectiva en la redacción de las leyes, ni en el gobierno ni en la economía del país. En tales condiciones, no puede hablarse de empoderamiento ni de soberanía, muchísimo menos de socialismo. ¿Cómo puede hablarse de socialismo en un país donde hay menos derechos civiles y políticos que en el capitalismo?
Por último, a quienes gusta tanto mencionar a José Martí para intentar justificar un estado de cosas que el Apóstol jamás apoyaría, pido, al menos, un poco de vergüenza antes de hacerlo. Primero, lean la carta que remitió el propio Martí a su amigo Fermín Valdés Domínguez en mayo de 1894 y lo que aparece en la página 129 del tomo IV de su Epistolario, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en 1993. Allí verán lo que escribió sobre Carlos Marx y su opinión sobre el artículo de Herbert Spencer titulado “La futura esclavitud”. Cuando lo hagan, comprobarán que Martí no aprobó jamás al socialismo y tampoco aceptaría que su nombre fuera colocado en el preámbulo de una Constitución que discrimina a muchos cubanos por pensar diferente.
Espero que mi comentario sea publicado y no excluido del debate como casi siempre hacen los que dirigen esta página”.
Pero,  ¡Oh ingenuidad! , mi opinión fue censurada. Por tal razón, envié un nuevo comentario, que sí publicaron: “¡Qué clase de demócratas son ustedes!!! Por eso van a ser barridos por la historia”.
Al publicarlo, los “talibanes” que dirigen el sitio pretendieron atraer hacia mí la furia de su tropa digital cuando en realidad mi objetivo fueron ellos, los que se presentan en televisión como tolerantes y respetuosos de la diversidad pero actúan como neofascistas, sobre todo, cuando alguien proyecta una pequeña luz hacia la verdad.
Son incapaces de permitir un intercambio de opiniones en condiciones de igualdad porque saben que el régimen -y ellos, sus aupados- sólo se mantiene en el poder gracias a la fuerza descomunal y cruel ejercida por la dictadura contra todo intento de disidencia y que ese intercambio los dejaría muy mal parados. Por eso, y por mucho más, todos serán barridos por la historia.
Todos serán barridos por la historia
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latikobe · 7 years
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Cuba, el sueño de la razón y los monstruos cotidianos
En cualquier barrio salta a la vista ese anciano para el cual no existe un espacio donde encontrar distracción (Foto: Ernesto Pérez Chang)
LA HABANA, Cuba.- Algunos dicen que es una costumbre y que ha quedado como herencia española, pero también están quienes afirman que dormir la siesta es una reacción normal de las personas que viven en países calurosos como el nuestro.
Lo cierto es que a muy pocos asombra ese paisaje cotidiano donde se hacen evidentes el aburrimiento y el cansancio, el abandono y la vagancia, la miseria y el desencanto.
En La Habana no es difícil capturar una imagen de alguien echado en el suelo en medio de La Rampa, una de las zonas más céntricas de la capital, o simplemente cabeceando mientras espera el transporte que lo regresará a casa, nuevamente para quedar dormido hasta el otro día.
En Cuba es normal que la gente interrumpa el horario laboral para tomarse un largo descanso que va más allá de fumar un cigarro o ingerir algún alimento. Después del mediodía, incluso a media mañana, es posible toparse con la imagen de alguna dependienta roncando sobre el mostrador de su comercio o a un barrendero dormitando a la sombra de un árbol.
“Es normal. Es el sueñecito normal”, nos dicen varias personas a las que les preguntamos en la calle.
‘Es como cuando uno bota a un perro de la casa, o cuando se pierde. Se tiran a dormir hasta que aparece alguien que les dé comida o hasta que se mueren’, dice Graciela (Foto: Ernesto Pérez Chang)
También están los que opinan sobre un país donde existen multitudes que, no tenidas en cuenta en los planes de salvación del Gobierno, han quedado totalmente fuera del juego, digamos que en suspensión.
“Es como cuando uno bota a un perro de la casa, o cuando se pierde. Se tiran a dormir hasta que aparece alguien que les dé comida o hasta que se mueren”, dice Graciela, una anciana que me ha visto tomar una foto a una enferma mental que duerme bajo el sol ardiente del mediodía.
“A veces pasa el carro (del Hospital Psiquiátrico) y los recoge, pero después los vuelves a ver, como si nada. Dicen que se escapan pero es mentira, los vuelven a soltar a los días. (…) Uno se da cuenta que viene un presidente o una personalidad de afuera (extranjera) cuando pasa el carro del Psiquiátrico y los cargan. ¡Ah! Eso es que viene alguien, y de verdad. (…) Pero toda La Habana está llena de gente durmiendo en los parques, a la intemperie, y no solo gente loca. Eso no se veía antes”, se lamenta Graciela.
“La mayoría son enfermos mentales que no tienen amparo familiar o han sido dados de alta”, afirma Pedro Miguel León, quien trabajara como técnico patólogo del Hospital Psiquiátrico de La Habana y que fue testigo de la oleada de muertes por negligencia médica que revelara la prensa independiente no hace mucho tiempo atrás.
En La Habana no es difícil capturar una imagen de alguien echado en el suelo en medio de La Rampa (Foto: Ernesto Pérez Chang)
“Siempre fue así y sigue igual. Los llevan, los guardan un tiempo, y luego los dejan ir. (…) A veces incluso dejan que se escapen para que sea menos gente que alimentar”, afirma Pedro.
Sin embargo, no solo son los enfermos mentales quienes deambulan sin rumbo por nuestras calles. En cualquier barrio salta a la vista ese anciano para el cual no existe un espacio donde encontrar distracción.
Incluso al interior de los hogares se les hace difícil la existencia al no ser considerados un pilar fuerte de la economía doméstica.
“Son ceros a la izquierda. Ocupan el último lugar en el hogar”, explica el Doctor Lionel Azcuy, psiquiatra experto en la atención al adulto mayor: “(El hogar) casi siempre es una vivienda en malas condiciones, sin ventilación, sin agua, sin espacios para la privacidad, donde la familia vive hacinada, por eso los ves durmiendo la siesta en un parque, o en la entrada de la propia casa, en un borde de acera, en un portal, porque es el lugar más fresco, o donde no molestan”, comenta el especialista, quien no duda en considerar esas escenas cotidianas de personas mayores o enfermas dormitando en las calles como reflejo de lo que sucede con buena parte de la ancianidad y no como un práctica cultural.
Se les hace difícil la existencia al no ser considerados un pilar fuerte de la economía doméstica (Foto: Ernesto Pérez Chang)
“¡Qué tradición ni ocho cuartos! Una cosa es dormir la siesta y otra es tirarse donde sea, como un animal sin lugar. (…) La llegada de la edad de jubilación muchos ancianos en Cuba no la asumen, no la pueden asumir, como una nueva etapa de la vida donde hacer cosas nuevas sino como la espera del final, es la antesala de la muerte. Ya todo se acabó y hay que resignarse, de ahí que muchos cometan suicidio o deriven en alcohólicos. (…) El dinero no les alcanza para sostener el hogar, sino solo para comprar escasamente las medicinas. (…) El Gobierno debería tenerlos más en cuenta a la hora de pensar que somos un país que envejece. No es solo decir que se ocupan de ellos, es que cualquiera pueda comprobar que realmente lo hacen, y no me refiero a mantenerlos con vida dándoles medicamentos y atención médica, es ofrecerles oportunidades como a cualquier joven o niño, o mucho mejor”, opina Azcuy.
Aunque el Gobierno cubano, en su discurso sobre los ambiciosos planes de desarrollo económico para el 2030, ha prometido no dejar desamparados a los menos favorecidos por la fiebre de inversiones capitalistas, las imágenes cada vez más frecuentes de personas abandonadas a su suerte están demostrando que existe un aumento preocupante de las desigualdades sociales, algo que ha hecho que en las calles de Cuba algunos se pregunten sobre la pertinencia de continuar el modelo político comunista.
A muy pocos asombra ese paisaje cotidiano donde se hacen evidentes el aburrimiento y el cansancio, el abandono y la vagancia, la miseria y el desencanto (Foto: Ernesto Pérez Chang)
Cuba, el sueño de la razón y los monstruos cotidianos
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