No sabes cómo se siente
No sé nada de música. Ni de la mente. Pero hay algo en ese encuentro. Un visitante llega a un jardín desconocido y llama al portón. El guardián le abre. Lo curioso es que no todos los visitantes llaman de forma tal que el guardián los escuche, ni este encuentra siempre la llave indicada.
Intuyo que hay algo más, algo que traen esos visitantes. Intento entender de qué se trata.
Aquella vez, la primera de las infinitas, detuvo el tiempo. Y se detuvo en ese instante que aparece pocas veces y de forma fugaz. Fue un momento de la absoluta calma, de la certeza de que todas las cosas están donde deben estar, de que la vida es buena después de todo y del hallazgo de que todas las respuestas se pueden alcanzar. Me pregunto cómo alguna música puede provocarme esto. Cómo puedo ver colores en el dibujo de los sonidos, y cómo puedo saborear el texto que los instrumentos van trazando en el aire. Casi puedo tocarla.
Debo confesar que ya lo había escuchado antes. Cuando era niña, tenía cinco años o quizás siete, no más de eso. Probablemente el guardián no debe haberlo escuchado desde el otro lado del portón. Pero como si hubiera estado guardado o tal vez escondido por años, la segunda vez que llamó, él apareció en forma de un confuso recuerdo.
Sin saber quién era había llamado mi atención. Tiene un nombre musical, no pueden decirme que no. Y su banda, mirá que para hacerse llamar los rompecorazones hay que estar bien seguros de sí mismos, aunque supongo que para los angloparlantes no suena tan paloma como para los que hablamos español. Heartbreakers suena definitivamente mucho mejor.
No fue solo su nombre lo primero que captó mi atención. Fue Bob Dylan quien lo hizo. Estaba leyendo Crónicas I, sus memorias, cuando me interesé por Tom Petty. ¿Quién era ese tipo al que Dylan le dedicaba tantas líneas?
¿Quién era ese tipo al que Dylan quería dejar plantado en la gira porque no se sentía bien? ¿Quién? No fue preciso anotarlo como me pasó con otros que olvidé. Youtubié.
Pero yo a este tipo ya lo escuché. “Learning to Fly”, así se llamaba el tema que yo había escuchado cuando era niña por ser la cortina musical de un programa de televisión.
Tom Petty y Bob Dylan, de gira en 1987
Ahí fue cuando todo comenzó a suceder. “Free Fallin’”. Ese tema también lo había escuchado antes. Son los noventa. Es mi infancia. Es mi infancia en verano. Es mi infancia en verano llegando a casa con mi madre. Es mi infancia en verano llegando a casa con mi madre, después de un paseo por Montevideo: el aire que entra por la ventanilla me toma la cara. En esa época todavía no odiaba viajar en ómnibus.
Mentiría si dijera que me enamoré de su música porque me trae recuerdos que quizás inventé. No me trae recuerdos, me trae sensaciones. Esas dos canciones me impulsaron a seguir escuchando. No podría decir con certeza el orden de los temas que siguieron, no sabía que estaba ante un momento único como para recordarlo por completo. Un momento solo mío, un descubrimiento sin haber buscado el mapa.
“The Waiting”, “American Girl”, “Here Comes My Girl”, “I Won’t Back Down”, “Breakdown”. Apuesto que esas fueron las primeras que me atraparon. Me dieron aire. No es que me estuviera ahogando, pero fue como un alivio, respirar hondo y aspirar todas las cosas buenas de este mundo. Y estaban ahí, no en dos o tres canciones solamente: ya llevaba unas dos horas de escucha.
Había algo en su voz. Una aspereza dulce, pero no empalagosa, más bien fresca. Cantaba con toda la actitud que a mí me falta en la vida, pero sin creérsela. Era una voz joven que con el tiempo fue madurando, pero sin perder esa misma actitud de décadas pasadas.
Varias veces me pregunté y todavía lo hago, cuál es la fórmula para que con solo tres acordes, canciones como “Free Fallin’” sean únicas. Cuál es la combinación para que todo encaje tan bien. Si hay una proporción áurea en la música, él se acercó sin saberlo. Otro descubridor sin mapa.
Stan Lynch, Mike Campbell, Tom Petty, Ron Blair y Ben Tench. Tom Petty and the Heartbreakers, 1977. Fuente: medium.com
En Uruguay no hay casi discos de Tom Petty, algún vinilo, pero pocos. Empecé a comprarlos por internet. Primero fueron los discos en solitario Full Moon Fever, Wildflowers y Highway Companion. Debo confesar que me sorprendí con la dulzura melancólica y a su vez esperanzadora de Wildflowers, que me resultó casi irreconciliable con el rock más puro de las primeras épocas de los Heartbreakers. Igual demoré poco tiempo en esta tonta dicotomía, pronto encontré esa conexión, pero en un disco bastante posterior que los setenteros, fue en Mojo, precisamente en “I should have known it” con un poderoso riff de guitarra, tan soberbio que te levanta hacia la cima de cualquier montaña.
Wildflowers es un disco especial, mi elegido como solista, de esos discos que podría escuchar mil veces sin aburrirme, y por qué no, podría incluso convertirse en la banda sonora de mi vida. Fue más especial aún cuando leí a Tom contando, en la biografía de Warren Zanes, que ese es su disco favorito también. Y hay más, la canción que le da nombre al disco trata sobre él mismo. Lo descubrió con su psicólogo.
Escucho “Wildflowers” y también soy yo. Es Tom que se habla a sí mismo, pero me habla a mí también. Y te habla a vos, ¿lo captás? Así sucede con muchas de sus canciones. ¿Quién no sintió nunca que estaba aprendiendo a volar, pero no tenía alas? ¿Quién no se sintió un perdedor, pero con algunos momentos de suerte? ¿Quién no sintió que la espera es la parte más difícil? ¿Quién nunca se negó a ceder? ¿Quién no le deseó a un desamor que se enamore de alguien igual a él?
Es la cotidianidad, la sabiduría en frases sencillas e inteligentes. Es la identificación y la empatía. Eso me pasó cuando escuché “Even the losers”. No lo podía creer. Siempre digo que soy boluser. Boluda y loser. Una perdedora que a veces tiene suerte. Ese debe haber sido el momento de máxima empatía. La historia de ese tema es real, también lo dijo, a diferencia de otros músicos que en modo misterioso nos dejan en la nebulosa de las especulaciones. Desde ese momento lo llamé el rockero loser, quería que fuera el rockero boluser, pero me pareció demasiado atrevimiento. Él no era como los demás, su perfil era tan bajo que acá casi no lo conocen. No era el rockero estereotípico, y si lo era, esa no fue la imagen que nos dejó.
“Even the losers” no es el único tema que habla de una historia perdida. “A woman in love (it’s not me)”, “Don’t do me like that”, “I need to know” y “Hope you never” son algunos ejemplos, a pesar del giro de confianza sorprendente en “You got lucky”, con los versos: “Tuviste suerte, nena/ Cuando yo te encontré”.
Tom Petty en la grabación de Wildflowers, 1994
Es posible que She’s the one sea su disco más infravalorado. Es la banda sonora de una película homónima de Edward Burns. “Walls” apareció sin pedir permiso y se me coló, a veces, adelante de todas las demás. Alguna vez sentí que estaba dando la vuelta al mundo con esta canción. Estos días la he recordado especialmente. Parece que fue hecha para este momento. No sé qué significado le habrá querido dar Tom a los versos: “Parte de mí es océano/parte de mí es cielo”, pero solo puedo decir que comprenden toda la angustia y toda la alegría. Al igual que muchos de sus temas, pueden escucharse en el momento más triste, pero aún así te dejan una calma esperanzadora, casi reconfortante. Estoy pensando que su música y su letra probablemente estén construidas de pedacitos de todas las cosas buenas de este mundo. ¿Cómo lo hizo? Puede que sea magia. “La música es la única magia que encontré en esta vida”, esta frase que dijo, vaya a saber dónde, circuló por todos lados estos días. Claro que es magia.
Hace un tiempo buscaba algún rumor de que viniera a tocar hasta algún lugar cercano. Buscaba rastros que lo nombraran, porque necesitaba saber qué decía la gente sobre él en el resto del mundo. Quería encontrar a otros que sintieran lo mismo que yo. Estos días se habló de él en todos lados, pero por el peor motivo de todos. Leí muchos chistes innecesarios, y me di cuenta de lo que se siente, pero algunos no.
Sé también que ya nunca más voy a buscar rumores sobre una posible visita, ni tampoco voy a fantasear con verlo en vivo alguna vez. Quizás nunca hubiera podido verlo en vivo, pero tampoco voy a averiguarlo, porque la realidad ya cambió. Por un momento, me salgo de ella y observo todo desde otro ángulo, como afuera del contexto, veo el tiempo en una línea cronológica y recuerdo el momento en que lo supe: el temblor, el corazón acelerado, el golpe mental, los pensamientos trastocados. Todavía no lo puedo creer.
Es difícil de entender. Los entiendo. Yo no sé quién era este tipo. Pero sé. Es raro, es algo que nunca me había pasado, supongo que debe ser parte de la magia de la música, es una conexión que se prolonga más allá de todo. Y qué es la magia sino el nombre que se les da a las cosas sin explicación. Debe haber mucho de idealización en esto, pensás que el artista es su música, pero la verdad que no veo cuál es el problema con eso. No soy fan de los fanatismos, la palabra fan me suena un poco liviana. No soy fan de Tom Petty, soy Tompettyana, aunque esa palabra la verdad suene un poco mal.
Vuelvo a escuchar “Walls”, estoy colgada con ese tema. Me está diciendo que una parte de él se fue, pero una parte se queda conmigo. Y con todos aquellos que lo sienten. Cada vez que alguien lo escuche, cada vez que alguien respire el aire de su música, él estará ahí, en cada jardín desconocido, del otro lado del portón.
Hoy intenté tocar Free Fallin’, son solo tres acordes, pero no es tan fácil, me falta algo. Yo no sé tocar la guitarra, pero de todas formas, falta algo más. Hoy, igualmente, me salió mejor que otras veces.
Tom Petty, Super Bowl XLII, 2008. Fuente: AP
Walls, versión en vivo de 2007
Fuente portada: Billboard.
Título: You don’t know how it feels
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