Tumgik
#volkacio loving month
watefvck · 9 months
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— ¿Será verdad?
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• drabble
• día 3
⊹ 𐚁̸. . . 📸 . . .𐚁̸ ⊹
Ya era la tercera vez que le asignan esa labor. No se quejaba, es más, le beneficia para sumarle unos números a su salario.
Lo que si, no le veía el sentido a este.
¿Quedarse vigilando las cámaras de seguridad hasta que un guardia llegue? ¿Por qué mandarían a un agente, recién aprendís, del FBI y no a otra persona?
¿Acaso no hay más gente de seguridad en la sede? De verdad, no lo entendía.
La tarea de tener varias pantallas frente suyo, monitoreando cada pasillo, cuarto, y exteriores del edificio, observando todo lugar era algo monótono e incluso aburrido para él.
No hacía más que estar sentado, mirando a varios de sus compañeros caminando por los corredores. Nada interesante por el momento.
—¿Disculpa, puedo pasar?— y hablando de compañeros, reconoció la voz de uno de sus cercanos.
—Adelante, Blake.— respondió al instante.
El nombrado abrió la puerta, dejando entrar un poco de luz. Consigo traía un par de vasos en sus manos, se acercó a él y le dijo animado:
—Buenos días, Parker, ¿te gustaría un café?
Le extendió uno de estos y el contrario lo tomó, antes de dar el primer sorbo comentó:
—Buenos días, y gracias.
—¿Cómo va todo? ¿Mucho movimiento por aquí?
—No tanto en realidad, solo espero que el guardia llegue pronto, no pienso quedarme aquí por mucho tiempo.
—¿De qué hablas, hombre? Si este trabajo es genial. ¿Sabes por qué?— sonó misterioso.
—¿Por el chisme?
—Exacto.
—Sabes que no estoy al tanto de eso.— respondió indiferente.
—Pues, han salido unos esta semana. Si fuera tú estaría pendiente y más con esta ventaja. Oye, mira.— llamó su atención señalando una de las pantallas, la cual mostraba una oficina. —Ahí están nuestros jefes, ¿ves?
Miró hacia aquel monitor y comprobó lo dicho. Era una de las oficinas principales, en ella podían verse al director y sub-director de la facción, aparentemente conversando.
—Si, los veo.
—Ja, no me sorprende verlos juntos.
—A mi tampoco, seguro están hablando sobre la investigación de ayer.
—No, no me refiero a eso.— soltó luego de reírse. —Esos dos se la pasan pegados todo el día como chicle, no hay que ser muy inteligente para notarlo.
—¿Insinúas que nuestros jefes son pareja?— le miró.
—¿Acaso lo dudas?
Parker puso su vista en la cámara nuevamente. El director se cruzó de brazos mientras seguía charlando con el más alto, quien de repente pareció darle un ataque de risa.
El de cresta aparentó estar molesto, solo para después reírse por igual.
—Bueno... tienen química, no lo niego.
—Claro, ¿quién no pensaría eso?— dijo el pelinegro.
Los agentes continuaron viendo la escena en silencio.
Sus superiores aún estaban riéndose de quién sabe que, hasta que el menor se acercó al ruso, abrazándose escondió el rostro en su cuello.
—Uyba.— exclamó su compañero. —Nunca los he visto abrazarse así.
Eso era cierto. Por más veces que sintiera una tensión cuando ambos jefes estaban presentes, no tuvieron una actitud más allá de su profesión.
—¿Qué te hace pensar exactamente que son pareja?— este tomó un poco más de su bebida de antemano, para luego darle una respuesta.
—Tú no has patrullado con ellos, ¿verdad?— él negó con la cabeza. —Joder, tuviste que verlos, se la pasan bromeando e insinuándose cosas. En ocasiones pelean por tonterías, como si fuesen un matrimonio y yo el hijo que está en el asiento trasero escuchando todo.
—Pues, si es como suena, debe ser una conversación de locos.— rió por lo bajo.
—Créeme, a veces lo es.
De nuevo negó con la cabeza, poniendo atención en la pantalla una vez más. Decidía no pensar en ello, él no era de creer en rumores a la ligera.
Admitía que la relación de los superiores era bonita, pero, ¿una relación amorosa? No, no lo imaginaba... bueno, o eso pensaba.
Bebió un largo sorbo del café mientras observó como los hombres se miraron, estando uno cerca del otro, y se besaron.
Si, se besaron, sus jefes se besaron en los labios. Y lo hicieron de forma tan natural que tomaron totalmente de imprevisto a los agentes.
—¡Ostia!— exclamó el pelinegro boquiabierto, mientras que su compañero casi se ahoga intentando no escupir el líquido sobre las máquinas. Al toser repetidas veces le preguntó. —¿Estás bien, Parker?
Este esperó a tranquilizarse, miró a Blake y dijo por lo alto:
—¡¿Viste lo mismo que yo, verdad?!
—Claro que lo ví, joder, ¡es que tenía razón!— contestó, sonando victorioso.
No pudo creer lo que sus ojos miraron, y para hacerlo más alocado es que aún seguían ahí, besándose con pasión.
No sabía que era lo más alucinante de todo el asunto, que el rumor fuese real o que debía darle la razón a Blake por ello.
fin!¡
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drawingsmariae · 1 year
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Volkacio Loving Month Vol. 2
Día 8: Síntomas de enamoramiento.
Primer abrazo
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cathcattxd · 1 year
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Pensando en las palabras "Cartas de amor" y "Cita a ciegas" del volkacio loving month termine haciendo esto :3
-->Gracias a una amiga en común H y V comienzan a mandarse cartas durante dos años. Mediante estas se conocen y comienzan a amarse hasta el punto de querer por fin verse cara a cara...
Lo pense desde el 1 de feb y hasta el 18 pude por fin terminarlo jeje, decidí no rendirme con este dibujito <3 Así que lo subo por acá también
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watefvck · 9 months
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— Un corazón
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• drabble
• día 9
• basado en el corto In a heartbeat
⊹ 𐚁̸. . . ❤️‍🩹 . . .𐚁̸ ⊹
Debajo de un árbol escondido entre arbustos, sentado sobre el césped y la espalda descansando en el tronco, intentaba que sus sollozos no fueran audibles.
Aquel pálido chico todavía sentía vergüenza en su interior, luego de lo ocurrido no pensaba poner un pie dentro del instituto por el resto de la semana.
Se sintió tan humillado que no sabría como mirar a sus compañeros ahora, sobretodo a él...
¿Qué pensará luego de esto? ¿Seguirá viéndole de la misma forma?
Las miradas de todos los estudiantes al ver como su inquieto corazón le buscaba era aterrador, más aún escuchando como le juzgaban por murmullos.
Y ahora se encontraba ahí, con la mitad de un corazón roto, tratando de hacerse invisible ante el mundo.
Las lágrimas no paraban, pensando lo tonto que fue al seguir sus instintos. Se sentía un completo idiota.
Con la vista húmeda levantó la mirada, y rápido agachó la cabeza al ver que alguien le observaba. Quien era nada menos y nada más que el muchacho que le gustaba.
Un joven moreno de su edad, con una cresta llamativa y el más popular de su clase.
Nervioso estuvo cuando notó la sombra de este acercándose a él, y se inclinó a su altura.
Sin ninguna palabra tomó una acción, posó con delicadeza la mano sobre su mejilla, secándola con su pulgar.
El peligrís no tenía el valor de verle a los ojos, temía ser juzgado, que él lo juzgara igual que los demás.
De su rostro bajó hasta sus palmas, las cuales poseían la mitad quebrada.
Se asombró cuando este le mostró la otra parte del corazón, la pieza faltante.
Haciendo un hueco en estas colocaron ambas mitades, y posando sus manos en las del contrario presionaron ligeramente. Al cabo de unos segundos, el corazón volvió a la vida.
Tan alegre estaba de ver a su amado que no pudo ocultarla, el peligrís levantó su vista y sonrió con timidez. Ese gesto fue devuelto por el moreno, quien se sentó a su lado sin apartar la mirada.
En sus ojos pudo ver algo hermoso, ese sentimiento de empatía y cariño que gustaba en él, haciendo que su corazón se llenase de felicidad.
Pero fue el tacto entre sus manos al entrelazar sus dedos, junto con una dulce mirada que el de cresta regaló, para confirmar y aclararle aquella duda que el contrario tenía hace tiempo.
El sentimiento es mutuo.
Fin❤️‍🩹
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watefvck · 1 year
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♡ Escritos del Volkacio Loving Month 2 ♡
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[ Día 1 + 12 ] [ Día 2 ] [ Día 3 ] [ Día 5 ] [ Día 6 ] [ Día 7 ] [ Día 8 ] [ Día 9 ] [ Día 10 ] [ Día 11 ] [ Día 13 + 14 + 15 ] [ Día 16 ] [ Día 4 + 17 ] [ Día 18 + 19 ] [ Día 22 ]
[ escritos originales acá ]
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watefvck · 1 year
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— Promesas
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— — ♡ — —
• escrito del especial #VolkacioLovingMonth (día 1 + día 12)
• nada de streamers!
• one shot soft
• revlog si les gustó^^
— — ♡ — —
Permaneció sentado durante todas esas horas, que ante sus ojos pasaron más lento de lo normal.
Con la mirada en el suelo, nuevamente pasó la mano por sus grises cabellos. Trató de mantener la calma, pero el intenso aroma a hospital solo hizo que su angustia aumentara.
No puede evitar preocuparse, cada instante que pasaba en esa sala de espera parecía una eternidad, aguardando por alguna señal.
En su cabeza rondaba un único pensamiento: la salud de su amado. Fue su mayor prioridad durante toda esta semana; y al llegar el día de la operación, estuvo más atento que nunca.
Pendiente de cada avance, con pensamientos angustiantes y un miedo que le perseguía. El sentimiento permanecía mientras el tiempo seguía su curso.
La tortuosa espera llegó a su final cuando escuchó su nombre; inmediatamente se puso de pie, al mismo tiempo que observaba al doctor acercarse hacia él.
El profesional parecía bastante neutral, cosa que al contrario no le tranquilizó en lo absoluto, y no lo estaría hasta escuchar las nuevas noticias.
—Señor Volkov, vengo a informarle que la operación de corazón de Horacio Pérez... luego de tantas complicaciones...— hizo una pausa, ocasionando un aumento en los latidos del ruso. —... fue realizada con éxito.
El mayor soltó un enorme suspiro, liberando toda tensión provocada. Sintió como el alma volvía a su cuerpo, aliviado de tener una respuesta positiva. Ahora podía respirar con normalidad, sabiendo que todo terminó.
—El paciente aún se encuentra dormido por la anestesia, le tomará una o dos horas recuperar el conocimiento, o quizás un poco menos. Mientras tanto, ¿le gustaría verlo?
—Sí, por favor.
El médico lo guió a la sala donde el de cresta se encontraba. Al llegar, el peligris dió las gracias al hombre antes de que se retirara, dejándoles a solas.
Desde esos instantes, percibió como su cuerpo se llenó de paz.
No apartó la vista en ese momento, observando a su pareja durmiendo en la blanca camilla.
Él está bien, todo salió bien.
Horacio pudo superarlo a pesar de las dificultades, y de a poco su salud mejorará.
Tal y como se lo había prometido, del mismo modo que Volkov le juró estar a su lado sin importar qué. Y ambos cumplieron su palabra.
Ligeramente sonrió para sí mismo, aquellos pensamientos que se creaban ahora eran positivos, trayéndole calma a su mente preocupada.
Ya a su lado, Volkov dejó un pequeño beso en la frente de su amado, antes de hablar en voz baja:
—Me... alegra muchísimo que todo haya salido bien.
Agachando la cabeza, miró la unión de su mano con la del moreno, la cual fue mimada por delicadas caricias.
—Debo confesarte algo.— dijo en un tono más audible. —Tenía... tenía demasiado miedo. Desde el diagnóstico hasta el día de hoy, Horacio, nunca sentí tanto temor en mi vida.
El ruso estuvo acumulando tanta angustia en su interior, que posteriormente fue liberada en forma de lágrimas. Corrían por sus mejillas sin control, dejando salir todo aquello que guardaba.
—No tienes idea... de lo mucho que me preocupé y...— con su muñeca limpia un poco su rostro. —... de lo orgulloso que estoy de ti. Eres... la persona más fuerte que conozco.
Se dió un segundo para secar bien la humedad en su cara, manteniendo la mirada en sus manos juntas.
—Cuando te sientas mejor, quizás podríamos... empezar a cumplir ese sueño que tenemos.
En el momento donde la salud del moreno había alcanzado su punto más vulnerable, aquellos planes que ambos tenían se vieron afectados, pero nunca olvidados.
Ahora, con la tranquilidad de vuelta en sus vidas, por fin tendrán la oportunidad de construir un futuro en paz.
—Podremos... comprar esa casa en la playa que nos gustó tanto. Daremos paseos en la orilla y disfrutaremos de las vistas. Cada mañana oiremos el sonido del mar, te miraré y sabré que el esfuerzo valió la pena. Y tal vez, en unos años... tengamos una familia...— su sonrisa ya se puede notar más. —Horacio, te prometo que siempre estaré allí para ti, así como tú lo estuviste para mi. No te voy a dejar solo.
—Yo tampoco lo haré.
Fue grande su sorpresa al escuchar su voz, y alzando rápidamente la mirada comprobó su veracidad.
Horacio había despertado.
Con los ojos entreabiertos le regaló una sonrisa al contrario, a la vez que correspondió el agarre de su mano.
—Amor.— dijo el mayor con alegría, pero usando un tono suave para no aturdirlo. —¿Cómo te sientes?
—Estoy... extraño.
—¿Extraño? ¿Te duele algo?
El de cresta giró su cabeza hacia el lado del ruso para verle mejor. Al notar su cara preocupada parpadeó un par de veces antes de hablar:
—¿Acaso... estoy en el cielo? Digo, porque tengo un hermoso ángel frente a mi.
Volkov dejó salir su risita acompañado de un suspiro.
—Horacio, por dios...— el nombrado río junto a él, victorioso por haber conseguido sacarle una sonrisa. —Entonces, ¿te encuentras bien? ¿no tienes alguna molestia?
—Estoy algo mareado, pero no me duele nada. La verdad es que... me siento mucho mejor ahora.
Escucharlo de sus labios le generó tanta felicidad, que sin saberlo ya estaba derramando lágrimas otra vez.
—Me alegra mucho saberlo, amor...
—Viktor, no llores, mírame.— dijo relajado, conectando sus miradas. —Estoy aquí, estoy bien y en unos días me recuperaré por completo.
—Lo sé, querido mío, tú eres muy fuerte.
En ningún momento el ruso ha soltado la mano del menor, la cual levantó para besar tiernamente los morenos nudillos.
—Por cierto, ¿dijiste algo sobre una casa en la playa?— la pregunta logró sorprenderlo.
—Sí, estaba... hablándote sobre nuestro sueño, y el plan que tenemos para el futuro. ¿Lograste oírlo?
—Un poco sí, y me gustó todo lo que has dicho.— contestó honesto. —Así que, ¿qué estamos esperando? ¿vamos a cumplirlo?
—Claro, pero... será mejor que charlemos sobre esto en otra ocasión, primero necesitas descansar.
—De acuerdo, lo haré,— respondió, por más que no lo quisiera, sabía que era necesario un descanso. —Pero con una condición.
—¿Cuál?
—¿Me das un beso?
El de cresta se vió tan pequeño ante los ojos del ruso, quien no pudo resistirse en cumplir su pedido. Aunque, de todas maneras, lo hubiera hecho por cuenta propia.
Con cuidado acortan la distancia, los labios de Volkov rozaron los de su amado, que sin dudarlo fue correspondido.
El beso no solo les transmitió calma y el tacto que necesitaban, también les dejó en claro que ambos estaban allí para el otro.
Luego de separarse, el ruso besó nuevamente la frente de su pareja, quien en voz baja le habló:
—Gracias... por estar aquí.
—En las buenas y en las malas, yo siempre estaré aquí, Horacio.
—Lo mismo digo.— cerrando los ojos, disfrutaba las caricias en su cresta que su amado le daba. Soltó un largo suspiro y continuó. —Creo que... al final, dormiré un poco.
—Está bien, descansa todo lo que quieras, amor. Yo estaré por aquí.
—Soñaré con esa casa en la playa...— espetó en forma de canto, haciendo que el ruso se riera por lo bajo.
—Cumpliremos ese sueño, Horacio, te lo prometo.
Volkov siguió acariciando el colorido cabello, observando como de a poco el menor volvió a quedarse dormido.
Justo al lado de la camilla se encontraba un asiento, el cual ocupó para, también, descansar por unos instantes.
Cerró los ojos, respiró profundo, pensando en las cosas buenas que vendrán al cumplir su promesa; y exhaló, sintiéndose afortunado de tener a Horacio a su lado un día más.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Dulce energía
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— — ♡ — —
• one shot
• día 22
• este escrito es una colab, pueden ver el dibujo acá
— — ♡ — —
Ya casi eran las cuatro de la tarde, momento exacto donde varios trabajadores de la empresa finalizaban su jornada laboral. Y dentro de aquel departamento de contabilidad tampoco fue la excepción.
Normalmente no suele irse a esa hora, pero al terminar y adelantar gran parte de sus obligaciones, quizo darse un pequeño capricho.
Más allá de eso, se había despertado exageradamente temprano, y lo menos que deseaba era llegar exhausto a su casa -otra vez-.
Quería relajarse y eso sería justo lo que iba a hacer. No quería saber de nada ni de nadie, solo descanso, nada más.
Luego de guardar sus pertenencias en la cartera, el ruso se dirigió al ascensor del piso. Tocó el botón y esperando soltó un largo suspiro agotado.
—¡Oye, Volkov!— escuchó la voz de su compañero detrás suyo. —¿Te irás temprano hoy?
—Es correcto, Greco.— respondió, dándose la vuelta para mirarlo.
—Bien por ti, por fin sales a la tarde, ya era hora.— dijo, y dándole un pequeño sorbo a su café lo recordó. —¡Ah! Por cierto, los muchachos organizarán una parrillada esta noche, ¿te apuntas?
—Gracias, pero... prefiero quedarme en casa.
—¿Estás seguro? Casi nunca vienes a las parrilladas. Además, mañana es sábado, así que no debes preocuparte por madrugar.
—Lo sé, y... agradezco tu oferta, Greco, pero estoy bien así.— contestó, e instantes después las puertas se abrieron ante ellos.
—Oh, de acuerdo, como quieras... si cambias de opinión, llámame.
—No creo que suceda, pero lo tendré en cuenta.— comentó mientras subía al ascensor, y tocando el botón de la planta baja se despide de su compañero. —Nos vemos el lunes, Greco.
—Bien, ¡que disfrutes el fin de semana!— fue lo último que oyó antes de que cerrara las puertas.
En el fondo, sabía que las intenciones de Rodríguez eran buenas; siempre lo invitaba a esa clase de reuniones que por lo común rechazaba, haciendo más probable que jamás asistiera a una.
Es alguien que prefiere estar tranquilo, con un perfil bajo y centrándose en su mayor responsabilidad: el trabajo.
Hablando de eso, justo después
de abandonar el gran establecimiento, sintió el móvil vibrar. Lo sacó de su bolsillo, observando que recibía una llamada de su amigo más cercano.
Sin dudarlo y avanzando su caminar, le contestó de inmediato.
—¿Hola, Nikolai?
—Muy buenas, Viktor, ¿cómo estás?— oyó del otro lado.
—Bien, acabo de salir del trabajo.
—¿Tan temprano? Que gran noticia.— espetó alegre. —Adivina qué, yo también traigo una buena.
—No... se me ocurre qué puede ser.— dijo honesto.
—Escucha, este fin de semana estaré completamente libre. Me gustaría invitarte un buen vodka de ese antiguo bar, como en los viejos tiempos, ¿qué dices?— propuso emocionado.
—Eh... no creo que pueda.
—¿Cómo? ¿Por qué no?
—La verdad es que... prefiero estar en casa.— respondió en un tono bastante neutral, algo que molestó un poco al contrario.
—¿Es por el trabajo, cierto?
—Claro que no, solo quiero descansar en casa.— contestó, notándose la frustración en su voz.
—Agh...— lo oyó suspirar, antes de hablarle serio. —Escucha, Viktor, no puedes seguir amargado para siempre. Tienes que disfrutar, salir, descubrir nuevos sabores... ya sabes, hacer un poco más dulce tu vida.
—Entiendo, pero sinceramente... no tengo tiempo para esas cosas.
—Sí, claro.— contestó sarcástico. —En fin, llámame si cambias de opinión, ¿de acuerdo?
—...de acuerdo.
—Bien, nos veremos... cuando puedas.— fue lo último que dijo antes de colgar, dejando al ruso con un vacío en el pecho.
No quería admitirlo, pero Nikolai tenía la razón.
Durante los últimos años, el ruso sintió que divertirse no era necesario. Socializar no es lo suyo, y de los pocos amigos que tiene únicamente los ve cada tanto.
Nuevamente, con una vida tranquila, solo enfocándose en su trabajo...
¿En verdad era tan amargado?
¿En verdad debía darse una oportunidad para disfrutar?
¿Cómo logrará hacer más dulce su vida?
Fueron demasiados pensamientos en una sola caminata, y eso que todavía no llegó a su hogar.
Intentando relajar su mente miró a su alrededor, las mismas calles de siempre. Aunque, en esa ocasión, hubo algo diferente.
Se percató que en la esquina de en frente abrieron un nuevo negocio; un café que, por sus letras, supo que era francés. Aquel resaltaba por su llamativa decoración; utilizando variados tonos rozados en las paredes y con flores al rededor, haciendo del sitio el más bonito de la calle.
Todo ese aura de elegancia y ternura captó la atención del peligris, hasta pudo sentir una rara sensación en su ser.
Él no es mucho de esos lugares, le van más los bares y locales de comida rápida. En cualquier caso pasaría de largo, pero al sentir una fuerte atracción por ese negocio rozado, al final su curiosidad terminó ganando.
Luego de cruzar la calle llegó al puesto, observándolo de forma más detallada. Había mucha gente dentro, así que optó por sentarse afuera.
Ocupó una de las mesas individuales, las cuales tenía unos lindos lirios azules como centro.
Revisó su móvil mientras esperaba. No navegó mucho, solo estuvo un buen rato mirando sus contactos; sobre todo el de Greco, que trajo de vuelta a su mente las palabras de Nikolai.
Quizás... sí es un amargado.
—Bonjour, monsieur (buenos días, caballero).— sus pensamientos fueron interrumpidos por una agradable voz.
Alzando la cabeza observó al hombre frente suyo. Un muchacho moreno, con una bella cresta rosa y gran sonrisa.
—¡Bienvenido a nuestro café! ¿Desea leer el menú?— dijo, manteniendo ese amable tono.
La energía que este transmitía era completamente diferente a la suya, causando que del rose su burbuja de amargura estallara.
Fue mucho para él en tan poco tiempo, así que algo nervioso le respondió:
—Eh... s-sí, muchas gracias.
—Aquí tiene.— le pasó la carta y este la tomó. —Quiero avisarle que estamos en temporada de fresas, y tenemos buenas promociones hoy.
—¿Temporada de fresas?
—Así es, ¡nada mejor que unas fresas para alegrar su día!
—Pues... necesitaría algo de eso la verdad. Hoy... no tuve un buen día.— sin quererlo confesó en voz alta.
Apenado, se imaginó lo que el contrario pensaría de él ahora mismo.
¿Expresarse con un camarero que no conoce de nada? ¿Cómo se le ocurre?
—Oh, lamento oírlo, señor.— habló comprensivo. —Tal vez hoy fue un día malo, ¿pero sabe qué?, estoy seguro que mañana todo mejorará. Después de la lluvia siempre sale el sol, ¿no?
El ruso quedó sorprendido. Ese chico transmitía una energía bastante bonita, y su cortesía al darle ánimos le pareció muy lindo de su parte. Aquellos pequeños detalles decían mucho de su persona.
Y con una reconfortante sensación en su interior, mostró una leve sonrisa.
—Sí, yo... creo lo mismo.— respondió con un mejor humor. —Me interesa saber cuáles son sus promociones de hoy.
—Bueno, tenemos nuestro combo de medio día, que incluyen un café grande y un postre a elección.
—¿Qué postre me recomienda?
—Muy buena pregunta, hay muchos especiales de la casa que son riquísimos, pero ninguno como la "pequeña delicadeza".
—Pequeña delicadeza... ¿cómo es?— dijo curioso.
—Es un pan francés, arriba lleva crema y fresas bañadas en azúcar con algunos toques de caramelo. Sé que suena sencillo pero...— inclinándose un poco le murmuró. —Aquí entre nos, es mi comida favorita del menú. A veces me llevo unos cuantos a casa, pero no le digas a nadie.— terminó en una risita que logró contagiarlo.
—Suena bastante bien, lo pediré entonces.
—¡Perfecto!— alzó su tono con alegría, y luego el cliente le devolvió la carta. —Entonces, una promoción de café grande y pequeña delicadeza, ¿correcto?
—Correcto.
—Genial, en un rato se lo traigo.
El ruso siguió al camarero con la mirada hasta que este ingresó al local.
Un nuevo sentimiento invadió su pecho; no era esa presión o estrés como suele serlo, más bien se trató de algo más relajante. Más sereno, más alegre, y más dulce.
Hace tiempo no experimentaba algo así.
Su mente no paró de pensar en esas palabras. "Después de la lluvia siempre sale el sol", fue una cosa que jamás imaginó admitir.
¿Cómo es posible que un completo desconocido le haya cambiado el humor?
Ni él supo la respuesta, aunque nunca la necesitó. Simplemente le encantaba la actitud de aquel moreno.
Se acercó nuevamente a la mesa; esta vez trayendo una bandeja consigo, la cual tenía varios pedidos incluyendo el de Volkov.
—...y aquí está.— finalizó colocando el postre en la mesa. —Si desea otra cosa llámeme, ¿sí?
—De acuerdo, por cierto, ¿cuál es su nombre?— dijo rápidamente.
El contrario estaba sorprendido; no suelen hacerle esa pregunta, así que sonriendo le respondió:
—Soy Horacio.— y guiñó un ojo antes de irse. —¡Que disfrute su pedido!
De vuelta ese sentimiento, más intenso, hizo acelerar un poco su corazón.
Esos instantes fueron suficientes para dejarle una marca en su interior.
Era imposible quitar la imagen del camarero en su mente. Su amabilidad, su energía, su sonrisas...
No comprendía exactamente porqué, pero mientras más pensaba en él, más fuertes se hacían sus latidos.
El ambiente era tan positivo que no pudo guardar su felicidad. Las nuevas emociones eran tan dulces como aquel postre. Horacio estaba en lo correcto; parecía simple, pero en su boca era un manjar.
Asombrado de como las cosas más pequeñas mejoraron su día, se dió una oportunidad para gozar esos instantes.
Tal vez a eso se refería Nikolai; salir, disfrutar, y descubrir nuevos sabores que alegren sus días.
La estaba pasando muy bien, mas sabía que no podía quedarse allí para siempre. Le pidió la cuenta a Horacio, y después de pagar le dió un poco de propina en la mano.
—Muchas gracias, señor, espero que lo haya disfrutado.
—El postre estuvo muy bueno, la verdad.— el ruso se levantó del asiento, mientras el de cresta limpiaba la mesa. —Yo... antes de irme, quería darle las gracias, usted... me ha alegrado el día.
—W-Wow, ¡que lindo de su parte!— asombrado, el moreno no se esperó esas palabras del contrario. Tras poner las últimas cosas en la bandeja, lo vió a los ojos y dijo. —Gracias a usted por venir, señor...
—Viktor, me llamo Viktor.
—Viktor, fue un gusto conocerlo, regrese cuando quiera.
—Gracias, no dude que lo haré, y... ¿entonces volveré a verte?— preguntó un tanto tímido, observando aquellos bonitos iris bicolores.
—Bueno, si regresa yo estaré aquí. Ah, excepto los lunes y fines de semana, esos días no trabajo.— terminó soltando una risita.
—De acuerdo, vendré el martes entonces.
—Me parece bien, lo estaré esperando con gusto.— y regalándose una sonrisa mutua, Volkov se alejó despidiéndose de él.
—Nos vemos, Horacio.
—A bientôt Viktor! (¡Hasta pronto, Viktor!)
Y tras darle una última mirada al moreno, el peligris retomó su camino en dirección a su hogar.
Durante su viaje, no paró de pensar en todo lo ocurrido, y como en ese tiempo pudo cambiar su perspectiva. A lo mejor era lo que necesitaba; tomarse unos instantes y aprender a valorarlos.
Sintió que era el momento ideal, y poner en práctica el consejo que su amigo le había dado.
Ya no quería estar encerrado en su hogar, ahora deseaba buscar otras formas para relajarse; pasándolo bien con las personas que siempre estuvieron para él. Estaba dispuesto a cambiar para mejor.
Apenas llegó a casa llamó a Greco, quien no dejó de expresar su felicidad, el ruso por fin iría a una parrillada.
Lo mismo hizo con Nikolai, que asombrado por su actitud tan distinta, sin dudarlo preguntó:
—Tú nunca cambias de opinión así de fácil, ¿qué mosquito te picó, Viktor?
—Ninguno.— contestó entre risas ante la reacción. —Te contaré todo mañana en el bar, como en los viejos tiempos, ¿no?
—Claro, ¡como en los viejos tiempos!— repitió entusiasmado.
Parecía difícil de creer, incluso para sí mismo, mas sabía que esos detalles harían una gran diferencia. Esperaba que este fuera el comienzo de nuevas experiencias, como la tuvo en ese café; que sin imaginarlo, le dió ese empujón que le hacía falta.
Ese ambiente fresco del sitio consiguió curar el estrés que constantemente llevaba consigo; no solo por la comida o elegancia del lugar, también gran parte de la ayuda la obtuvo gracias a una persona.
Horacio, el camarero amable y comprensivo, de cresta rosada y ojos bonitos; con una energía única que logró mostrarle el lado positivo a cosas tan sencillas.
La próxima semana se dará otro capricho; saliendo del trabajo a las cuatro de la tarde. Y antes de regresar a su casa, pasará por aquel café francés, donde sabía que el muchacho lo estaría esperando.
Quizás tenga la oportunidad para conversar más con él, y quien sabe, para conocerse mejor también.
Tal vez... Horacio siga enseñándole a hacer de su vida un poco más dulce.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Con amor
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— — ♡ — —
• one shot
• día 4 + 17
• contiene privatter al final (nsfw)
— — ♡ — —
Muy tarde por la madrugada, el subdirector del FBI llegó a su hogar.
Últimamente, la facción atravesaba días difíciles y el trabajo se volvía mayor, más pesado, más agotador. Cumplía las exigencias de los superiores, entregándose en cada misión. Esto le afectaba tanto física como mentalmente, y a pesar de ello sentía que su esfuerzo era recompensado.
Regresar a casa era su prioridad; y descansar junto a su pareja, un motivo para continuar.
Luego de esa larga y estresante jornada ya se encontraba en la mansión. Bajó de su auto, lo apagó y se dirigió a la puerta. Como sintió que no tenía mucha prisa, se tomó su tiempo para buscar las llaves entre tantas cosas que guardaba en el bolsillo.
Y una vez las encontró entró al hogar, notando que todo estaba a oscuras, mucho más de lo normal. Extrañado enciende el primer interruptor y, como lo sospechaba, la luz no se prendió.
—¿Volkov?— escuchó la voz de su novio a lo lejos.
—¡Horacio, ya llegué!
Con la mirada intentó buscarlo, pero eso no fue necesario.
De las escaleras bajaría el de cresta; en una mano tenía el móvil iluminando su camino, y con la otra agarraba la toalla que le envolvía de cintura para abajo.
Usando la pequeña linterna alumbró a varias direcciones hasta que finalmente lo encontró.
—¡Ahí estás!— espetó alegre, dirigiéndose hacia él.
—Aquí estoy, Horacio, pensé que... estabas dormido. ¿Qué ocurrió?
—No lo sé, estaba bañándome tranquilo y de la nada se fue la luz. Para mí que los fusibles se han quemado.
No se asombró en lo absoluto, esto ya les había pasado en múltiples ocasiones. Sea por la casa o la mala suerte, los fusibles siempre se dañaban.
Normalmente suele repararlos cuando no es nada grave, pero si estos se quemaron como su pareja afirmó, entonces no hay mucho que puedan hacer.
—En ese caso, creo que... será mejor esperar hasta mañana, quizás... encontremos una solución.
—Tienes razón. ¿Me harías un favor, cariño?— pidió.
—Claro, dime.
—Sostenlo un segundo.
Horacio le pasó el celular a su amado, y mientras este lo alumbraba ajustó la toalla a su cuerpo.
Por fuera, el ruso parecía estático, mas su mente se hallaba en otro lugar. Las pocas gotas de agua que se deslizaban sobre la piel morena, crearon un efecto hipnótico que logró capturarlo. Sin mencionar la obvia opinión que guardaba acerca de su pelo mojado.
Desde su perspectiva todo pareció ir en cámara lenta, pensando lo suertudo que era al presenciar esa escena. Cual mago lanzando un hechizo, el pálido quedó encantado por esos detalles.
—Volkov, ¡volkov!— alzó un poco la voz y chasqueó los dedos, trayendo su mirada distraída de vuelta a la realidad. —Te estoy hablando.
—Ah, d-discúlpame, Horacio...— contestó rápido. —¿Qué me decías?
—Te pregunté si ya cenaste.
—No, aunque... no tengo tanta hambre la verdad.
—¿Seguro? Apenas desayunaste hoy.— expresó preocupado.
—Quizás... solo coma algo pequeño antes de dormir, de todas formas, no creo que... podamos cocinar mucho.
—Está bien.— respondió luego de soltar un suspiro. —Hablando de comida, voy a ordenar la nevera y sacar unas cosas. No vaya a ser que huela mal por la mañana.
—Me parece bien, yo... iré a darme una ducha rápida.— le devolvió el móvil antes de alejarse y sacar el suyo para iluminar las escaleras.
—Pero... no hay agua caliente.
—Lo sé, pero me siento sucio. No tardaré, luego vendré a ayudarte.
—Como te gusta mantener el frío, eh.— soltó divertido.
Volkov detuvo su andar, y lo miró desde más arriba. El contrario, sonriente, mostró una postura relajada; uno de sus pasatiempos favoritos era poner de los nervios a su amado.
Pero en ocasiones, se sorprende al escuchar respuestas igual de atrevidas.
—Honestamente... preferiría mantener el calor, querido mío.— la gruesa voz le provocó cosquilleos, haciendo erizar su piel. —Por cierto, ¿te traigo algo de ropa?
—Mmm... nah, me voy a quedar así.
—¿Estás seguro?
—Muy seguro, tú ve a quitarte la mugre yo te espero.
El mayor continuó subiendo hasta el primer piso. Habían desaparecido de la vista del otro, y como ambos están conectados, liberaron un largo suspiro al mismo tiempo.
No podían negar que hubo algo de tensión entre ellos, sobretodo por parte del peligris.
A estas alturas la ducha fría era su mejor opción, cualquier cosa con tal de disminuir el calor corporal.
Entre la oscuridad y con el agua cayendo sobre él, cuestionó el porqué de sus reacciones. Si bien se conocen hace años, apenas llevan unas semanas de relación formal.
Hasta ahora todo se trató de palabras y gestos bonitos, con algún que otro comentario subido de tono, pero nada más allá de eso.
Según Volkov, nunca llegaron a cruzar ese límite, en ocasiones se preguntó cómo sería. Y luego de aquellos recientes instantes, no se esperaba que la línea fuese tan delgada.
Quizás todo esté en su imaginación, mas aún le es imposible quitarse la imagen de su novio. Tan solo recrearla en su mente le hacía sentir muy... caluroso.
¿Acaso es normal? Definitivamente fue algo nuevo que, de vuelta, Horacio consiguió desbloquear.
Era sorprendente como el agua casi helada no fue suficiente para disminuir su temperatura.
Con un poco de frustración y desespero apagó la ducha, se cambió rápidamente y salió del baño.
La frialdad de la noche invadió cada rincón de la casa, en especial la habitación roja que, a su percepción, estaba bastante apagada.
Sabía que el de cresta lo esperaba, mas se encargaría de mejorar ese ambiente primero.
Y una vez hecho, bajó y se dirigió a la cocina.
El móvil apoyado sobre la isla apuntaba su linterna hacia arriba, creando una iluminación tenue por todo el espacio. Horacio realizó gran parte del trabajo, varias cosas se hallaban fuera de la nevera.
El ruso se acercó, observando como el contrario tenía la cabeza metida en esta, verificando que no le haya faltado algo.
—¿En qué puedo ayudar?
—Nada, ya casi termino, no te preocupes.— dijo relajado. —¿Qué tal la ducha?
—Bastante bien la verdad, también... coloqué un par de velas en... nuestra habitación. Sentí que... estaba muy oscuro y frío allí.
—¿De verdad?— expresó asombrado. —Qué romántico.
—Ah, g-gracias, Horacio.
—Por cierto, no tenemos mucha comida y las sobras de ayer daban mala pinta, así que las tiré. Peeero...— en su pausa sacó la cabeza de la nevera. Al enderezarse le mostró una fruta, y mirándolo continuó. —Encontré esto.
—¿Una naranja?
—Sí, es la última que queda, se ve bien ¿no?
—Opino igual, está... muy bien.
—¿Te la pelo? Digo, y a la naranja también.— bromeó.
El mayor soltó una risa nerviosa, provocado por aquel tono usado mas que por el chiste, causando la vuelta de aquello reflexionado en la ducha.
—Yo... digo que deberíamos compartirla.
—¿En serio, no te molesta?
—Claro que no, será mitad y mitad, ¿qué te parece?
—Me gusta la idea.— respondió contento, y dicho y hecho la dividieron en dos.
Uno al lado del otro, y apoyándose en la blanca mesa de mármol, la pareja gozaba del natural bocadillo nocturno. Envueltos en aquel cómodo silencio comieron sin prisa.
El peligris saboreó los cítricos deleitándose con cada mordida, hace mucho que no probaba una fruta así de buena.
De repente, percibió como el de cresta posó la cabeza sobre su hombro. Bajó la vista, observando como este también comía su rodaja.
Y sin decir ni una sola palabra ambos se quedaron en esa posición, disfrutando del pequeño momento compartido; de esos que recordará con cariño.
No apartó su mirada, viendo como el contrario soltó una risita antes de hablar.
—Es gracioso, ¿no?
—¿El qué?
—La media naranja.— respondió alzando la vista y conectando su mirada. Extrañado, el ruso mostró confusión a través de sus expresiones. —¿En serio no sabes lo qué es una media naranja?— le negó. —Así es como algunas personas le dicen a su pareja, ¿nunca lo escuchaste?
—Sinceramente no, ¿se usa a menudo?
—Bueno, depende, hay muchos que la utilizan cuando encuentran novio o novia, dicen algo como "¡encontré a mi media naranja!" para hacer oficial la relación, ¿sabes?
—Comprendo, entonces... ¿es como un apodo?
—Podría decirse que sí.— respondió desviando la mirada hacia la fruta, y él hizo por igual.
—En ese caso... amo a mi media naranja.— dijo, antes de darle un último mordisco al cítrico.
Nuevamente el silencio hace acto de presencia, esta vez con una pizca de tensión consigo; misma qué sintió minutos atrás.
En esta ocasión no duró mucho, ya que luego de dejar los trozos de cáscara a su costado, oyó la voz del contrario.
—¿Qué has dicho?— espetó por lo alto en una clara demostración de sorpresa.
—Queee...— volteándose lo miró de nuevo. —...eres mi media naranja.
—No, lo primero.— firme le aclaró, queriendo asegurarse de que escuchó correctamente.
Sus fuertes palabras chocaron como electricidad en todo su ser, haciendo que la descarga aumentara su ritmo cardíaco, provocando un intenso calor reflejado en sus mejillas; pintando su cara de carmín.
No quería quedarse callado por tanto tiempo, e inhalando una buena cantidad de aire se armó de valor para finalmente decir:
—Que... te amo.
Horacio mantuvo su asombro todo el rato mientras cambiaba de posición, ubicándose frente al ruso. Con los ojos bicolores clavados en él, quizo acortar la distancia.
—¿Por qué... m-me miras así?— nervioso se expresó Volkov, evitando el contacto visual para no incrementar el sentimiento.
—Es que nunca me lo habías dicho, bueno... en realidad sí, pero esta es la primera vez que lo dices... verbalmente.
—Oh, yo... no lo había notado.
—Viktor.— le habló con suavidad, misma que usó al posar la mano en su rostro. Y juntando sus miradas sonrió. —Yo también te amo.
Aquella frase salió por primera vez de sus labios; tan sutil mostrada en acciones, pero directa cuando se pronuncia.
Así fue toda su relación hasta hoy, marcada por la sutileza y el cariño del día a día. Su pareja dió un paso más allá, quizás sea hora de hacerlo por igual.
—Te amo.— repitió para el deleite del menor. —Horacio, mi media naranja, te amo muchísimo.
El de cresta no pudo resistirse, y de un segundo al otro la distancia ya no existía para ellos.
Comenzó como un beso suave, ambos abrazándose y juntando sus pechos. Con sus brazos rodeó el cuello del ruso, mientras que este daba caricias a su espalda descubierta; percibiendo como algunas partes todavía estaban húmedas.
Un cosquilleo recorrió todo su cuerpo por el contacto, era extraño, era nuevo y... se sintió bien.
No se quedó allí, la pálida mano bajaba lentamente y, al mismo tiempo, el beso aumentó su intensidad.
Se volvía más apasionado a cada segundo, a tal punto de separarse únicamente para respirar. Luego de tomarse unos instantes, fue Volkov quien decidió continuar. Su deseo por explorar era más grande que su vergüenza.
Arriesgándose le devolvió el beso, pero de forma diferente, haciendo que sus lenguas se conozcan.
Por instantes se sintió inseguro, pensando que se había pasado, mas no esperó ser tan bien aceptado.
Horacio correspondió con la misma pasión, brindando caricias en los grises cabellos. Él también anhelaba explorarlo por completo.
En busca de más, se puso en puntas de pie tratando de mantener el beso; y a su vez, rozando levemente su piel morena contra el pijama del contrario.
La situación casi obligaba al ruso a sentarse en la isla. Pero antes de que pudiera hacerlo, el menor se detuvo abruptamente.
Tuvo una buena razón, en un rápido movimiento sujetó la toalla floja que amenazaba con caer de su cintura.
Internamente se culpó por arruinar el momento, tras soltar un par de suspiros nuevamente miró al mayor.
—Lo... lo siento.— dijo en un hilo de voz. —Yo no quería interrumpir...
—No te preocupes, Horacio.— respondió comprensivo.
Ambos no solo tenían la cara rojiza por el intenso beso, sino también por el calor que emanaban los cuerpos unidos. Aunque... no del todo, y la pareja lo sabía.
Volkov -quien probablemente fue el más afectado por el aumento de temperatura- empezó a sentir un apretón en su prenda baja, que fue acompañado con ese anhelo de querer más.
—¿Te gustaría que... continuemos arriba?— preguntó, y al observar la coqueta sonrisa del contrario tuvo su respuesta.
—Vamos.
[ la siguiente parte del escrito contiene nsfw, leer bajo su propia responsabilidad, acá está el link ]
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watefvck · 8 months
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— Paradoja
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— — ♡ — —
• one shot
• día 16
• spainxinf
— — ♡ — —
Era una noche más en la comisaría de Los Santos.
Como cualquier fin de jornada, varios de los alumnos y superiores salieron de servicio. Otros se quedaron cumpliendo horas extras, ese mismo fue el caso del comisario.
El "ruso de hielo" se encontraba en la oficina archivando el papeleo. No sería la primera vez que lo hace, ya le encargaron esta tarea múltiples veces. Lo que muchos desconocen, es que en el fondo le agradaba cumplir esa labor.
Lo veía como una oportunidad para disfrutar del agradable silencio... pero esa paz se vería interrumpida por un acontecimiento extraordinariamente irreal.
Todo empezó por un simple pitido. Algo leve y que parecía sin importancia, pero al pasar los segundos fue incrementando, haciéndose más sonoro cada vez a tal punto de volverse insoportable.
Tapando sus oídos se levantó rápidamente de su asiento, con intenciones de encontrar su origen. Aunque no fue necesario, muy extrañamente la respuesta la tuvo en frente de sus ojos.
Un brillante punto de luz ubicado cerca de la puerta resaltó en toda la habitación. Con cada instante aumentaba su tamaño formando un círculo, hasta pudo ver algo en su interior.
Como es lógico, el peligris se sorprendió y asustó al observarlo. ¿Acaso era peligroso? No lo sabía, mas quizo tomar precauciones.
Veloz se ocultó atrás del escritorio, tomó y cargó su arma en un segundo.
El pitido cambió a un tono más grave e invisible, ya no molestaba tanto. El gran destello de luz se reflejaba en el suelo, donde pudo ver la silueta de una sombra; parecía una figura humana.
Aunque no estuviese seguro de hacerlo, debía comprobar qué estaba ocurriendo.
Fue así que se armó de valor, agarrando fuertemente su pistola se puso de pie y apuntó donde la luz provenía.
Y para su enorme asombro, descubrió que la figura se trataba de... ¡¿él mismo?!
Bueno, sí era él, pero se veía bastante diferente; un poco más viejo y experimentado por así decirlo.
La cara de Volkov no tenía expresión alguna, solo la boca abierta por la sorpresa. Fue como verse en el espejo pero de forma más aterradora.
Y para hacer de esto más subrealista, su doble se le acercó, colocó rápido ambas manos sobre sus hombros y le habló muy seriamente.
—¡Volkov, escúchame!
—¡¿Q-Q-Quien eres?!
—Soy tú, pero del futuro.
En esos instantes sintió que su cerebro había explotado. Esto no era real, ¿o sí?
—¡¿Qué?!— exclama confundido.
—Sé que parece una locura, pero escúchame. El futuro está en grave peligro, he creado una paradoja temporal y solo tú puedes detenerla.
—¡¿Una qué?!
—No me queda mucho tiempo, así que no puedo explicarte a detalle. Lo único que debes hacer es aceptar todos los abrazos que te dé Horacio.
La última frase lo dejó mudo. Esta situación le generaba más preguntas que respuestas. ¿Su yo del futuro creó una paradoja? ¿Porqué él tiene que salvarlo? ¿Y qué tienen que ver los abrazos de Horacio en todo esto?
Lamentablemente, ninguna de esas dudas tendrán una explicación.
—Sé que no tiene sentido, pero debes hacerme caso.
—Pero, pero, pero...
—En el futuro me lo agradecerás, créeme.
—¡Volkof!— de repente, el alegre alumno de cresta roja entra a la oficina. —Aquí le traigo losss... ¿quééé?
El joven solo llegó para entregarle unos informes a su superior, sin imaginarse que vería algo así. Quedando igual de boquiabierto contempló la escena, que en su mente parecía sacada de una película de ciencia ficción.
El Volkov del futuro observó al menor por unos segundos, y poniendo una sonrisa miró de nuevo a su yo del pasado.
—Debo irme, se me acaba el tiempo. Confío en que lo harás bien.— le da unas palmadas en el hombro antes de alejarse.
Se dirigió al chico, quien se ubicaba justo al lado del circular destello, y de la misma forma le palmeó el hombro.
—Necesitará de tu apoyo, cuídalo bien, ¿de acuerdo?— habló con suavidad, misma que usó para darle un corto beso en la mejilla.
Con su rostro ruborizado por completo, vió como esa extraña versión del ruso entraba por aquel orbe de luz a su costado; que poco a poco se fue achicando hasta desaparecer por completo.
La habitación quedó en silencio y un poco más apagada ahora que faltaba el resplandor.
Ambos habían sido testigos de un evento extraordinario y, en definitiva, muy difícil de explicar.
Estático en su lugar, el comisario dejó caer su arma, tratando de analizar todo lo ocurrido.
¿Acaso estará soñando o esto en verdad pasó? No lo tenía claro, y seguramente seguirá pensando en ello durante la próxima semana.
En cuanto al de cresta, esto también lo dejó confundido, pero eso le pareció lo de menos. Sonrió y llevó la mano a su mejilla; feliz porque el mayor, aunque sea del futuro, le haya demostrado un poco de cariño hacia él.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Amándote otra vez
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— — ♡ — —
• one shot
• días 13 + 14 + 15
— — ♡ — —
¿Cómo se siente estar veinte años con una persona?
Para la mayoría debe ser difícil, eso es un hecho. El amor es complicado, teniendo sus bajos y sus altos; encontrar el equilibrio deseado y mantenerlo es una gran hazaña.
Quizás por eso la gente admira a las parejas que llevan años de relación, como si fuese una meta casi imposible de lograr.
Pero ellos lo consiguieron, y luego de mucho tiempo, seguían allí. El uno para el otro.
Es cierto que en algún punto, y de forma casi inesperada por parte de ambos, la chispa se fue apagando. Las caricias no eran suaves; los besos cada vez más cortos; los apodos tiernos ya no se decían, y la cama se sentía algo fría.
Esas pequeñas cosas se iban desvaneciendo, pero al final del día, ambos vuelven a elegirse como su lugar seguro.
Veinte años casados.
La pasión y calidez nunca fueron iguales como al inicio del noviazgo, mas aún así, su amor permanecía intacto.
Pensando que se quedaría solo por siempre, Volkov llegó para demostrar lo contrario, y en su camino, halló a su compañero de vida. A veces se preguntaba cómo el ruso logró aguantarle por tanto tiempo.
En el fondo de su corazón, anhelaba que las muestras de cariño volvieran a la relación. Era muy consciente que debía esforzarse si quería recuperar lo perdido, y él estaba dispuesto a darlo todo por ese inquebrantable amor.
Aquel pensamiento rondaba en su mente a todas horas, fantaseando en poder solucionarlo y alcanzar su objetivo.
Lo que no sabía, gracias a su poca sutileza, fue que el ruso se enteraría de sus planes. Vamos, que ya llevaban años juntos, Volkov le conocía bastante bien para saber que algo ocultaba.
No podía negarlo, echaba de menos los cálidos instantes con su esposo, recuerdos que ahora lo invadían por la melancolía.
Comprometido a poner de su parte, se le ocurrió una idea; un poco cursi, pero que al de cresta le encantará.
Mas si quería llevarla a cabo, tendrá que sacar del baúl una de las memorias más preciadas por ambos.
Al igual que todas las mañanas, Horacio se levantó y bajó las escaleras. Con la intención de preparar el desayuno se dirigió a la cocina, sin esperarse que, en medio del camino, vería algo que lo dejaría boquiabierto.
Su esposo se encontraba en la sala parado justo al lado de la gran ventana, vistiendo una elegante camiseta y pantalones negros; prendas las cuales pertenecen a un traje que Horacio recuerda muy bien.
—¿Viktor?— con confusión lo expresó a través de su voz y gestos.
Regresándole la mirada, el contrario extendió levemente sus brazos en señal para que el moreno se acercara.
Extrañado este lo hizo, no estaba seguro del porqué, pero pronto lo descubriría.
Teniéndose frente a frente, el mayor le toma de ambas manos antes de pronunciar:
—¿Te acuerdas de esto?— al ver que no comprendió su pregunta, decidió darle una pista. —El gran vitral iluminando toda la iglesia...
Le bastó unos segundos analizar la escena hasta finalmente entenderla. Un aire nostálgico recorrió su cuerpo y la sorpresa se notaba en su expresión.
Estaban imitando el día de su boda. De forma improvisada, claro está, pero con tan sólo simples detalles para recrear el instante por completo.
Ahora comprendía el porqué de su traje, fue el mismo que utilizó en su momento.
—Sí, me... me acuerdo.— respondió con ese asombro que mantendría.
—Te veías muy hermoso ese día... Bueno, en realidad... tú siempre te ves hermoso.
No supo exactamente el motivo de su sonrojo, si fueron las dulces palabras o el hecho de oírlas nuevamente. Sea lo que sea, también produjo que su vista se nublara un poco.
—Luego el padre dijo... em, ¿recuerdas lo que había dicho?
—La verdad no, ni siquiera pude oírlo, tus lindos ojos me estaban distrayendo.— soltó junto a una pequeña risa que logró contagiar. Aprovechó, diciéndole aquellas cosas que hace tiempo no expresaba.
—Podría decirse que... me ha pasado por igual.— espetó sonriente. —Y... después...
—Los anillos.— completó su frase con algo de emoción.
—Oh, cierto, los anillos.
El ruso simuló colocarle uno en la mano derecha, aunque este ya lo llevaba puesto en su anular hace años. Horacio lo imitó, generando un gran dejá vu en su interior.
—Y ahora los... los votos.— con un tono más serio borró su sonrisa.
—¿Te digo algo, Viktor?— el nombrado prestó atención a su respuesta. —Estuve tan nervioso que, la noche anterior, no dormí para memorizar mis votos.— rió entre dientes al recordarlo. —Todavía los tengo en mi cabeza.
—¿Puedo... volver a escucharlos?— pidió, marcando esa suavidad en su voz que solo utilizaba ante él.
Como si fuera la primera vez, sintió la inquietud subir por todo su cuerpo. ¿Le gustará el discurso? ¿Logrará plasmar todas sus emociones? Esas mismas preguntas las tuvo aquel día inolvidable.
Luego de aclarar su garganta dejó salir un suspiro, y viéndole a esos iris azulados, dicta sus votos de amor.
—Antes de todo, mi única compañía era la soledad. Siempre tuve la esperanza de hallar a esa persona especial con quien pueda caminar, y por fin la encontré. Te encontré. Tú, Viktor Volkov, eres mi compañero de vida, mi otra mitad, mi novio por muchos años; a quien tendré el honor de llamarlo mi esposo. Me has ayudado de muchas formas posibles y me gustaría devolverte el favor. Prometo que, en este nuevo camino que nos espera juntos, estaré siempre a tu lado, como tú lo estuviste para mí. Siempre juntos, Viktor.— finalizó, sintiendo una punzada en su corazón. —Ahora es tu turno.
Al ruso se le pudo notar una pequeña sonrisa cuando bajó su mirada, observando la unión entre sus manos que reforzó. Levantando la cabeza y observando los bicolores ojos se expresó.
—Cuando tú llegaste, Horacio Pérez, fuiste una luz en medio de mi oscuridad. Desde ese instante mi vida cambió para bien, tú me hiciste bien. Me enseñaste a valorar hasta las más pequeñas cosas; te admiro por ello y por mucho más que aún aprendo gracias a ti. Eres la persona más hermosa ante mis ojos, y cada vez que te miro, mi amor por ti crece. Aunque ya pasamos por una etapa difícil, espero que sigamos luchando juntos, por nuestra paz y felicidad. Siempre juntos, Horacio.
Las lágrimas amenazaban por salir, y ambas partes sentían sus almas conectadas.
Estaban casándose de nuevo.
—Eso... fue muy bonito, no lo recordaba así.— habló el de cresta, bajando un poco la vista. —Se nota que... sentías muchas cosas por mí en ese tiempo.
Sonó una frase muy poco alentadora, y él mismo lo sabía. Era inevitable recrear los años dorados de su relación en la mente, y le fue imposible identificar lo feliz de lo triste.
Sus emociones se hallaban en un limbo que parecía no tener fin, pero una vez más, su ángel estuvo ahí para apoyarlo.
Volkov posó la mano sobre su mejilla, haciendo que alzara su vista y lo mirara.
—Esos sentimientos no cambiaron, Horacio, al contrario, ahora... son más fuertes que nunca.— dijo con sinceridad.
—¿Por qué has hecho esto?— casi inaudible preguntó.
—Quería... de algún modo, experimentar lo que sentimos en nuestra boda. Tal vez no sea igual que hace veinte años, pero... quizás es hora de volver a... renacer ese amor que tenemos.
Y su corazón se ablandó de ternura, liberando todas las lágrimas que ya no pudo contener.
Era indescriptible el gran cariño que tenía por ese hombre, y aunque pasaran mil años más, sus emociones por él seguirán intactas.
Con la cara húmeda y unos cuantos sollozos, la voz del de cresta se achicó al expresar todos sus deseos.
—Viktor, ¿podemos volver a abrazarnos por las noches? ¿podemos volver a charlar por horas y mimarnos en el sofá? ¿podemos volver a besarnos y decirnos cosas lindas? ¿podemos... volver a ser nosotros?
El nombrado conservó la sonrisa en todo momento; con ambas palmas sostuvo el rostro de su pequeño, y usando sus pulgares lo secó.
Aquellos ojos bicolores llenos de ilusión eran su razón para levantarse cada mañana.
Con el suave tacto del contrario apoyando la mano sobre la suya, también se dejó mojar las mejillas.
Las lágrimas mostraron esa gran alegría volviendo a sus corazones.
Y sintiendo cálido su pecho, le respondió a su esposo.
—Sí podemos, querido mío.
Apenas oyó el apodo se lanzó a los brazos del ruso, envolviéndolo con todo el cariño que le puede dar. De la misma forma fue correspondido, escuchando suaves susurros del mayor diciéndole "te amo".
A partir de esos instantes todo mejoró para el matrimonio.
Las palabras bonitas volvieron, los besos largos por igual; la calidez y pasión resurgieron en su realidad.
Eso sí, no fue idéntico como al inicio, mas ahora era puro y significativo. Sincerarse con ellos mismos dió resultado, y disfrutar el presente se convirtió en su prioridad.
De tanto demostrar su cariño, lograron encender la chispa y reavivar el fuego en sus corazones; y el amor renació en sus vidas.
¿Qué se siente estar veinte años en pareja?
Bueno, requiere de trabajo y esfuerzo mutuo, de encontrar ese balance y perdurarlo. Hay muchas soluciones para aquella pregunta.
En su caso no era necesaria esa duda, porque ellos ya tenían la respuesta.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Como ellos
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— — ♡ — —
• drabble
• día 11
• soft
— — ♡ — —
—Continuemos por aquí...— espetó el guía del museo, con una voz fuerte y clara para que el grupo detrás suyo le escuchara. Entre esa docena de personas, se hallaban los recién casados.
Para su luna de miel decidieron viajar a varias partes del mundo, uno de sus destinos se encuentra en la capital de Francia.
París era un lugar bellísimo sin dudas, con muchas zonas icónicas y turísticas por recorrer.
Actualmente se encontraban en el museo del Louvre, uno de los más famosos en todo el mundo, reconocido por tener algunas de las obras clásicas en la historia del arte.
Su recorrido estaba siendo bastante interesante, no solo por las pinturas y demás exhibiciones, sino también por los orígenes de estas mismas.
—... y aquí tenemos una de las piezas más poéticas del museo.— dijo el guía, haciendo que todo el grupo se parara frente a la estatua señalada. —"Psique reanimada por el beso del amor", también nombrada como "El beso". Creada en el año 1787 y terminada en 1793 por el escultor Antonio Canova.
Se trataban de dos figuras, un ángel y una humana. El primero parecía querer ayudarla, mientras esta lo miraba con cariño.
—Trayendo a la vida un texto clásico de la mitología griega. Una trágica historia de romance  protagonizada por Psique y Eros, o Cupido, como muchos le llaman. Semejando al final del escrito, esta obra refleja el inquebrantable amor entre ambos seres, demostrando que, a pesar de los conflictos, unidos lograron alcanzar la felicidad; viviendo en paz y amándose eternamente. Eviten tomar fotografías con flash, por favor.— terminó amable, dejando que la gente sacara sus cámaras.
Volkov fue uno de ellos, captando varias imágenes de aquella escultura de mármol brillante. Así lo hizo con cada exhibición del museo.
En cuanto a Horacio, aunque no sea mucho de estos lugares, le alegraba que su esposo estuviera disfrutando de la experiencia. De todos los relatos que escuchó, este le ha parecido el mejor.
Sintiendo un cosquilleo en su pecho sonrió para sí mismo, le hacía gracia que aquel mito griego le resulte tan familiar.
Posó sus ojos en el mayor, quien mirando la pantalla de su cámara comprobaba el resultado de las fotos.
—Vik.— espetó el de cresta, y al instante este lo observó. —La historia de Cupido y Psique, ¿no te recuerda a algo?
El peligris miró de nuevo a la estatua por unos segundos. Parecía pensativo, pero el de cresta conocía perfectamente esa cara.
—Hm... no lo sé, no me suena de nada...— tonteando mintió.
—No te hagas el bobo, ruso.— el contrario fingió enojo.
—Solo estoy jugando, cariño.— respondió para que luego los dos rieran por lo bajo, se divertían bromeando entre sí. —A mi también me... recordó a nuestra historia. No literalmente, claro está, pero me alegra saber que... Psique y Eros también fueron felices, como nosotros ahora.
—O quizás nosotros como ellos en su pasado.— agregó.
—Sí, tienes razón.— espetó junto a una pequeña risa que logró contagiar al menor.
El grupo seguía avanzando y el guía indicando el camino, pasaron por unas cuantas salas hasta llegar al final del recorrido. Desde luego, como todo buen sitio turístico, les invitaron a pasarse por la tienda de recuerdos; oportunidad que la pareja no quiso desaprovechar.
Parecía que allí vendían de todo; desde ropa hasta tazas muy bien detalladas con las pinturas exhibidas, mochilas, bolsos, llaveros, incluso collares. Y estos últimos fueron los que llamaron su atención.
Horacio tomó uno que le pareció muy curioso. No era solamente uno, sino dos collares en un mismo paquete y cuyos dijes se complementaban; formando la figura de un corazón y grabado con los nombres de "Eros & Psique".
—¿Qué encontraste, amor?— dijo el de cabellos grises al notar su expresión sorprendida.
—¡Mira esto, Vik!— le respondió emocionado. Y cuando el nombrado se acercó le mostró el objeto, quedando igual de asombrado.
—Wow, es... muy bonito la verdad.
—¿Estás pensando lo mismo qué yo?
No fueron necesarias las palabras, tan solo conectando sus miradas y regalándole una sonrisa, el moreno supo la respuesta de su amado.
Y tomados de las manos, la pareja salió de aquella tienda con un nuevo recuerdo colgando de sus cuellos; que a partir de ese día, los llevarán consigo el resto de su luna de miel. Aquellos dijes compartidos no solo eran por la visita del museo, también reflejaban el simbolismo de su gran amor.
Al igual que Cupido y Psique, que después de atravesar tantas tormentas, finalmente vivieron felices.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Flores
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— — ♡ — —
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• día 10
• continuación del escrito “Latidos”
— — ♡ — —
Después de aquella visita al hospital, -y haber pasado vergüenza- el ruso seguiría el consejo que le dió su doctor.
¿Hablar sobre sus sentimientos?
¿Expresar su cariño hacia él?
Sonaba bastante... complicado.
En un principio cuestionó las palabras del profesional; más luego de reflexionarlo por unos instantes, la bombilla se encendió sobre su cabeza.
Hasta él mismo le parecía un plan disparatado, quizás pedirle una cita sea demasiado pronto e inesperado, pero sentía que ya no podía dejar correr más el tiempo.
Hace meses que ambos se conocen, hace meses que ese amable hombre de cresta es la razón de sus palpitaciones. Hace meses que no estaba tan contento como lo está ahora.
Por muy extraño que suene, experimentaba una especie de conexión. Pero... ¿será que el moreno siente lo mismo?
Si de algo era consiente, es que nunca lo sabrá hasta averiguarlo.
El peligris no es una persona de arriesgarse, pero al tratarse de aquella persona especial, incluso pondría las manos en el fuego por ella.
Y allí estaba, luego de su consulta médica, caminando por la calle repasando el plan en su cabeza.
Tenía bastante claro lo que quería hacer; lo llamaría al llegar a casa y lo invitaría a jugar a los bolos, actividad que le encantaba al más bajo.
Parecía tener todo fríamente calculado, nada podía arruinar esta salida.
Sin embargo, no contaba con lo que pasaría después.
Mientras esperaba a que el semáforo cambiara de color, percibió unas vibraciones en su bolsillo. Era su celular reaccionando a una llamada. Lo sacó, y cuando vió la pantalla, por poco causa que volviera al hospital.
Todo fue muy sorpresivo, ¿su plan se caería a pedazos? ¡Él qué sabía! No se imaginaba que Horacio le llamaría justo ahora. ¡Justo ahora!
¿Qué debería hacer?
¿Debería contestar?
¿Debería ignorarlo y llamarlo más tarde?
« ¡Agh, decídete, Viktor! » se regaña internamente.
Nunca supo si fue por desespero o pura intuición, pero lo hizo, no importó cuantos nervios le invadieron por segundo, él atendió esa llamada.
—¿Hola, Horacio?
—¡Volkov, hola!— le oyó del otro lado con una voz alegre. —¿Cómo estás?
—Todo en orden, Horacio, ¿y tú?
—Estoy muy bien, gracias.
De nuevo los latidos, tan fuertes como la última vez. Solo confirmando aún más su diagnóstico.
—Volkov, espero no interrumpir...
—¡No, no! No interrumpes nada, estoy libre- ¡digo! ¿qué necesitas?— habló a toda velocidad, misma que tardó en sonrojar sus mejillas.
—Bueno, llamaba para pedirte un favor. P-Pero, si no quieres, está bien.
—No hay problema, ¿en qué puedo ayudarte?
—Recuerdo que una vez dijiste lo mucho que te gustaba la jardinería, ¿no?
—Sí, es correcto.
—Bueno, creo que las flores de mi jardín están un poco decaídas, ¿podrías venir a verlas? quiero la opinión de un experto.
—¿Quieres... que vaya a tu casa?
—Sí, p-pero solo si tú quieres, eh, sino no hay problema.
—Ningún problema, Horacio.— respondió simpático. —Iré para allá.
—¡Genial! Nos vemos entonces.
También quería despedirse, pero la llamada se cortó antes de que pudiera hacerlo.
No dejó pasar por alto el pequeño detalle que notó en su voz. Se oía... nervioso, al igual que él.
¿Será que sus sentimientos son mutuos? ¿O solamente se estará ilusionando?
Nuevamente, no lo sabrá hasta averiguarlo.
Después de varios minutos llegó a la casa; a su opinión bastante bonita, pero no tanto como el que vivía dentro de ella.
Se acercó a la puerta y con la mano temblorosa la tocó dos veces. Respiró profundo en un intento de relajarse y el cual no pudo completar, ya que antes de exhalar el moreno la abrió.
Obviamente tuvo que soltar el aire, y no encontró mejor forma de hacerlo que saludándolo con voz eufórica.
—¡Horacio, que bueno verte! ¡Luces muy bien!— en esos instantes quería ser tragado por la tierra, al notar que el contrario vestía de pijama y tenía la cresta despeinada.
Esperaba lo peor, una mala reacción o algo por el estilo. Pero fue todo lo contrario.
Al moreno se le pudo ver un leve rubor en sus mejillas, junto a un brillo que iluminaba sus ojos.
—Oh, gracias, Volkov.— respondió del mismo modo que lo hizo por teléfono.
Horacio lo invitó a entrar, su hogar parecía más grande por dentro, con muchos muebles y accesorios modernos. Le daba gusto estar allí.
—¿Te sirvo un café?— ofreció de repente, pero eso no le molestó.
—Me apetece uno la verdad, y... ¿luego me enseñas el jardín?
—Ah, sí, claro.— dijo, tocando y peinando un poco su cabello hacia atrás.
Hasta este punto no podía creerlo, estaban haciendo justamente lo que hacen en el trabajo cuando se encuentran; tomaban café y charlaban sobre sus vidas.
Pero esta vez se sentía distinto; no se encuentran en el ámbito laboral. Todo se percibió más natural, más cálido, más hogareño...
Aquello fue del agrado de ambos, por más que no lo hayan dicho, lo expresaron a través de sus sonrisas.
Luego de la bebida y una buena charla, Horacio lo guió hasta el jardín.
—Wow.— exclamó sorprendido, al igual que la casa, el lugar era bastante amplio, con diversas flores y hasta tenía un banco. —Es... muy hermoso la verdad.
—Gracias.
—¿Cuáles son las flores de las que hablabas?
—Esas de allí.— respondió, señalando un conjunto de lirios azules.
El ruso se acercó a ellas, se agachó y las miró detenidamente, usando todos sus conocimientos sobre jardinería. Las plantas no tenían nada de malo, solo algunos pétalos caídos. Agarró uno de estos y se enderezó, informándole al menor:
—Las flores están bien, solo se cayeron unos pétalos por el cambio de estación. Es algo normal, ¿lo ves?
—Oh, entiendo. ¿Entonces todo está bien?
—Sí, solo sigue cuidándolas como lo haces ahora, quizás perduren durante el otoño.
—Ok, gracias. Yyy...— dijo el de cresta, mirando a varias direcciones, como si intentara buscar algo. —¿Te gustaríaaa... probar el banco?
—Eh, claro, no veo porque no.— contestó algo extrañado, pero manteniendo su tono simpático.
Bajo la luz del sol, los dos hombre se sentaron en la piedra. Un cómodo silencio les envolvía, rodeados de la tranquilidad que las flores brindaban, así fue por unos minutos.
—Me dijiste que tuviste cita con el médico.— soltó el moreno. —¿Cómo te fue?
—Bien, solo... solo tuve un susto, pero ahora todo está bien.
—Es bueno saberlo.
Y como si hubieran leído sus mentes, ambos buscaron la mirada del otro que sin dudas encontraron.
De nuevo, los latidos se hicieron presentes, causando que su corazón hablara usando su voz.
—Horacio, me gustaría... decirte algo.
—Dime.— contestó ansioso.
—Bueno, em... no sé tú, pero... desde que nos conocimos en esa reunión, sentí algo en mi pecho, como si fuera...
—¿Una conexión?— completó su frase con una mirada brillante.
—¡Sí, exacto! ¿Cómo...?
—También lo sentí, Volkov.— puso una sonrisa. —Desde el primer momento en que te vi, se me aceleró el corazón.— confesó sin miedo, era ahora o nunca, por fin se estaban correspondiendo.
—Yo igual, esa... esa fue la razón por la que fui al médico.
—¿Qué? ¿De verdad?— habló asombrado antes de soltar unas risas por la ternura. —Ay, Volkov...
—Lo sé, fui muy ingenuo...— con vergüenza lo admitió.
—¿Y qué te dijo el doctor?
Bajando su mirada observa la mano del contrario, que sin temor la tomó con delicadeza; sorprendiendo completamente al menor, quien ya no podía tener las mejillas más sonrojadas.
El ruso enseñó una sonrisa ladina, y viéndolo a los ojos de nuevo dijo:
—Horacio, me gustaría... conocerte mejor, y no lo digo por el trabajo, quiero... conocerte más como persona.— sus latidos aumentaron cada vez más, su cariño por él era demasiado grande. —Deseo que... nuestra relación mejore y podamos ser más que compañeros y amigos...
—Yo también lo deseo, Volkov.— respondió con una enorme alegría.
No podían explicar la felicidad que sintieron en esos momentos. El consejo del doctor funcionó a la perfección; más nunca en su vida sabrá que el llamado del de cresta por sus flores solo fue una excusa para verlo otra vez.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Refugio vacío
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— — ♡ — —
• one shot
• día 9
• angts
• tw/ mención sobre la homofobia (por contexto histórico)
— — ♡ — —
Por la madrugada, el chico de rizos castaños se encontraba detrás del granero a la espera de su amado.
Aquel pequeño espacio era un lugar seguro, y el único donde podían ser ellos mismos; amándose, sin que nadie se enterara, ni tuvieran castigos graves por sus actos.
Se han enamorado en el momento menos oportuno. Uno siendo hijo del gran duque, con una posición política bastante importante; y el otro entrenando para el servicio militar en contra de su voluntad.
El mundo está atravesando por lo que muchos consideran la peor época de la humanidad. Cuando parecía que no les quedaba nada, se encontraban en ese refugio donde, por unos instantes, olvidaban todo lo malo.
Y como cada noche, el chico de cabellos grises llegó al lugar.
Junto al silencio de la oscuridad y el cantar de los grillos, eran acompañados por el incesante sonido de sus labios chocando entre sí.
Aprovechaban cada segundo para demostrarse cariño, agradecidos por verse un día más.
Pero, por desgracia, todo lo bonito llega a su final.
El más alto trajo una preocupación consigo, algo que tarde o temprano tenía que pasar. Y solo una pregunta rondaba por su cabeza: ¿Cómo reaccionaría su pareja ante esto?
Aunque todo fuese difícil, el de rizos siempre tuvo fe; con esa ilusión de que algún día serían libres, amándose, viviendo una vida feliz...
Lamentablemente, él debía ponerle los pies en la tierra, con unas dolorosas palabras que le hicieron volver a la fría realidad.
No quería aceptarlo, lo miraba con los ojos cristalizados, suplicando porque todo fuese una mentira.
—No...— su voz se quebraba cuando intentó hablar. —N-No puede ser posible... ¿de... verdad te irás mañana?
—Es... es mi deber, Horacio.— le respondió, en un fallido intento por mantenerse fuerte. —Tenemos que ganar esta guerra, sino, esto nunca acabará. Tengo que servir al país.
—Pero... tú no quieres hacerlo...
El moreno ya conocía sus ideales, el peligris estaba en contra de cualquier acto de violencia. Su único deseo era protegerlo, y si quería hacerlo, tenía que participar en la batalla.
—Lo sé, pero es mi obligación, no puedo retirarme ahora.
—Entonces vámonos.— le dijo con desespero, observando como las primeras lágrimas empezaron a escapar. —Podemos... podemos huir e iniciar una nueva vida lejos, en otro lugar...
—Horacio, eso... es una locura.— espetó con seriedad.
—O quedémonos aquí, nadie conoce este sitio, nos ocultaremos hasta que todo termine. Y-Yo se que funcionará.
—No podemos, nos atraparán, Horacio.
—¡No me importa!— alzó su voz, mirándolo a los ojos con el rostro empapado.
Entendía perfectamente a su pareja, era una situación demasiado abrumadora para él; para ambos. Y de a poco, su vista también se fue nublando.
—De... de qué sirve entonces si... voy a perderte.
La débil voz del contrario hacía que su corazón le doliera, siendo una herida que perduraría hasta su final.
No soportaba verle llorar, ninguno de los dos se merecía este cruel destino.
—De verdad lo lamento, Horacio, yo... tampoco quería que esto pasara.— su tono ya se semejaba al del moreno, no podía ocultar su angustia por más tiempo. —Lamento mucho no poder darte la vida que soñamos, y lamento que ya no pueda estar aquí para protegerte. Amor, yo... en verdad lo siento...
Y no pudo contenerlo, las lágrimas salieron como cataratas de sus ojos. Definitivamente, era demasiado para él.
De repente percibió el tacto de su pareja, quien acariciaba sus brazos a modo de consuelo. Levantando su mirada apenas logró verlo de tan húmeda que tenía su vista.
El chico de rizos también demostraba su tristeza. Con delicadeza posó su mano sobre la mejilla del peligris, intentando secar su cara.
—Tú... tú eres mi vida entera, Horacio.
—Y tú la mía, Viktor.
Se dijeron con cariño mientras observaron los ojos del otro, expresando mucho más de lo que sus palabras podían.
—Lucharé por ti y por mí, lucharé para que tengamos una vida mejor...
—¿Eso quiere decir qué volverás?
Era una pregunta bastante dura que pegó fuerte en su interior.
Deseaba tanto darle una respuesta positiva, decirle que volvería, le abrazaría y besaría apenas se vieran de nuevo.
Pero el futuro es tan incierto, que para su lamento no puede prometerle nada.
En cambio, lo envolvió en sus brazos con suavidad cuál manta abrigada. Quizás así podría sentirse, aunque sea por un mísero momento, como ese escudo protector salvándolo de todo mal.
Y el joven le devolvió el abrazo, por supuesto, escondiéndose en su pecho y sintiendo su calor, esa irremplazable sensación de confort que experimentarán por última vez.
A pesar de no haberle dado una respuesta, en lo más profundo de su corazón el menor tenía la esperanza de encontrarlo otra vez; y el contrario lo sabía.
Sea como sea, en esta u otra vida, quería volverlo a encontrar.
—Te amo.— lo escuchó decir. —Te amo, Viktor, como no tienes idea...
—Yo también te amo, Horacio, y te amaré eternamente...
La noche se volvió más oscura; los grillos dejaron de cantar; y en la parte trasera del granero, ese lugar especial, presenció una despedida.
Después de esa madrugada la vida ya no sería igual.
Dejando vacío aquel refugio seguro, que alguna vez perteneció a dos jovenes enamorados.
♡Fin♡
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watefvck · 8 months
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— Latidos
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— — ♡ — —
• one shot
• día 8
— — ♡ — —
—Hm, bien, vamos a ver...— dijo el doctor, y comenzó a leer los papeles que el paciente le dió.
Su consulta médica fue bastante inesperada, dejándole algo preocupado. Hasta su conocimiento, creía que el ruso estaba completamente sano, pero después de aquella llamada, le pidió que volviera a hacerse estudios; en esta ocasión, tratándose del corazón.
—La presión está bien, la circulación también...— atento fue leyendo cada parte de los exámenes, cuando terminó, alzó su vista y dijo. —Al parecer todo está en orden.
—¿Está seguro? ¿No se le olvidó nada?— el peligris, quien se encontraba sentado frente a él, preguntó con desespero.
Ante la insistencia le dió una rápida lectura a esas hojas. —No se me ha pasado nada, todos sus estudios salieron bien.
—Pero, ¿cómo es posible?— se preguntó más a sí mismo, frustrado. No podía comprenderlo, de verdad esperaba que hubiera alguna anomalía ante la situación que estaba viviendo. —Esto no tiene sentido...
—¿Podrías repetirme tu caso, Volkov?— preguntó el experto, quizás así logre encontrar una solución para él.
—En ocasiones siento que me late muy rápido el corazón, a veces mucho más de lo normal.
—Dígame, ¿cuáles serían esas ocasiones?
—Bueno... todo empezó cuando tuve una reunión en el trabajo. Había llegado gente nueva a la empresa y las estaban presentando. Allí todo parecía normal, hasta que sentí las palpitaciones.
—¿Alguna vez se sintió abrumado por estar con mucha gente?
—No, nunca, a menudo tengo reuniones donde participan al menos diez personas.
—¿Ha ocurrido algo en especial para que se sienta así?
—Ahora que lo menciona, cuando presentaron a los nuevos... vi a una persona, y al instante mi corazón se aceleró.
El doctor se extrañó, en todos sus años de profesión, jamás oyó algo parecido.
—¿Una persona? ¿Cómo era exactamente?
—Bueno, era... un hombre un poco más bajo que yo, de piel morena, ojos bicolores, y llevaba de peinado una cresta,— desviando la mirada soltó un suspiro. —muy colorida, se veía tan bien...
—Ok...— dijo confundido, pero dispuesto a buscar más información. —¿Cómo se llama esa persona?
—Horacio Perez, es un lindo nombre, ¿no cree?— pareció que puso una sonrisa al mirarlo.
—Bueno, sí, pero cuénteme, ¿habló usted con él?
—Por supuesto, hablamos después de la reunión, nos pasamos nuestros contactos y todo. Al inicio sólo era por trabajo, pero después empezamos a charlar sobre otras cosas.
—¿Y las palpitaciones siguieron durante su primera conversación?
—Sí, y actualmente son cada vez más fuertes.
Con esa pequeña señal, el doctor empezaba a entender por dónde se dirigía este caso.
—Dígame, Volkov, ¿sus palpitaciones solo ocurren estando cerca de Horacio?
—Sí, aunque... también aparecen en momentos inesperados.
—Y antes de esos momentos inesperados, ¿estaba pensando en Horacio? ¿O algo que lo recuerde a él?
—Pues... sí, es verdad.
Ya sabía el rumbo que tomaba todo este asunto, tan solo le bastó una pregunta más para confirmarlo.
—Volkov, cuénteme, ¿qué piensa usted sobre Horacio?
—Bueno, creo que... es alguien bastante amable. Se esfuerza mucho en hacer bien su trabajo, es inteligente, atento, carismático, tiene una energía bonita. Te hace reír y te apoya cuando estás triste, buen compañero y una persona muy hermosa... espere, ¿por qué me está preguntando todo esto?
Y allí estaba, la respuesta que necesitaba para unir todos los hilos.
Junto con el cuestionamiento del paciente, esta escena no podía parecerle más chistosa.
El doctor empezó riéndose en silencio, pero notándose por su respiración sonora; luego se llevó la mano a la boca, cubriendo una sonrisa inevitable. Por último cerró los ojos, pequeñas lágrimas salían de estos mientras su risa ya podía oírse.
—¿D-De qué se ríe? Doctor, esto es un asunto serio.— lo escuchó decir indignado, haciendo que su gracia aumentara.
Luego de unos segundos se recuperó de ese ataque, pero no del todo, todavía soltaba pequeñas risas mientras le hablaba.
—A ver, pero... pero vamos a ver...— se dió un momento para relajarse, que inútilmente no dió resultado.
—Doctor, esto no me parece gracioso.
—Ok, ok... lo lamento.— secándose un poco las lágrimas continuó. —Creo que ya sé lo que le sucede.
—¿En serio? Por favor, doctor, dígame, ¿es grave?— inquieto le contesta, ansioso por oír las palabras del profesional.
—Volkov, según los síntomas que me ha mencionado, puedo decirle con seguridad que su diagnóstico es... amor.
—...¿qué?— confundido le preguntó en seco.
—Tal y como lo escuchó, usted se ha enamorado de Horacio.
El ruso se quedó callado por unos buenos minutos. Estático en su lugar, igualito a una piedra; procesando la información que le acaban de dar.
Juraría que él nunca se iba a enamorar, que no estaba hecho para esas cosas, y un montón de excusas más. Pero allí estaba, embobado por Horacio, y dándose cuenta que le hizo perder tiempo a su doctor.
—Oh.
Esa fue su reacción, junto a una cara de sorpresa, consiguió que el contrario se riera todavía más.
Esperó a que este se calme un poco, y con la voz apenada decide preguntar.
—Y... ¿qué me recomienda, doctor?
—Eh... bueno,— aclaró su garganta. —hay varias cosas que puedes hacer, una de ellas es hablar sobre tus sentimientos, expresar todo tu cariño hacia él. Pero no puedo decir mucho más, eso ya queda a tu decisión.
Observó como agachaba la cabeza, pensativo por unos instantes. Hasta que, luego de poner una sonrisa, lo miró nuevamente y dijo con seguridad.
—Ya sé que haré. Muchas gracias, doctor, y... lamento haberle quitado su tiempo en esto.
—No se preocupe, Volkov, yo estaré siempre para usted.— le responde amablemente.
El hombre se despidió de su paciente; después de lo que, sin dudas, fue la consulta más extraña y curiosa que le han hecho en la vida.
♡Fin♡
O no? Segunda parte acá!
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watefvck · 9 months
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— Brillantina
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— — ♡ — —
• one shot
• día 7
• soft
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Eran inexplicables los nervios que traía consigo a cada paso que daba. Desde esta mañana que se encuentra así, y al parecer no estará tranquilo durante toda la jornada.
Hoy no era un día cualquiera, hoy es el inicio de una nueva etapa, el comienzo a cumplir ese sueño que siempre tuvo desde pequeño.
Hoy, Viktor Volkov, luego de años de esfuerzo, tendrá el papel protagónico en su película.
Él ha pasado por muchas épocas, como cualquier actor, empezó grabando comerciales para la televisión; luego tuvo su participación en distintas series bastante populares.
Poco a poco fue tomando relevancia y obteniendo un buen número de fans que apreciaban su trabajo.
Así continuó hasta la actualidad, una donde ni él mismo podía creerse lo que estaba a punto de vivir.
El primer día de filmación de una película bastante esperada desde el anuncio de su actuación: El príncipe encantado. Sería una adaptación cinematográfica del reconocido libro de mismo nombre, y del cuál él era muy fanático.
Le dará vida al personaje principal y más querido por el público que, curiosamente, también se apellidaba como Volkov.
Los directores estaban convencidos de que él nació para interpretar este papel, y los críticos ya ansían por ver la película.
Sí, estaba cumpliendo su más grande sueño, ¿pero a qué costo?
Definitivamente no se esperaba la enorme presión que tendría encima; pero pese a todo, estaba dispuesto a realizar esa película.
Eso sí, los nervios en su interior siguieron incluso cuando atravesó la gran puerta del estudio de filmación. Era mucho más grande de lo que imaginaba, observaba a varias personas yendo de aquí para allá mientras avanzaba. Lo que más resaltaba del gigante establecimiento fueron algunos elementos de escenografía, iluminación y, por supuesto, la pantalla verde que abundaba.
Parecía que todo en ese lugar quería captar su atención, habían tantas cosas que no supo a dónde mirar primero. Y sintiendo un cosquilleo en el cuerpo sonrió para sí mismo, apreciando la gran oportunidad que tenía en frente.
—Aquí estás.— escuchó la reconocida voz femenina detrás suya.
Dando media vuelta la vió, una de las personas que más confío en él desde sus principios. Julia Conway, la muy aclamada directora y ganadora de múltiples premios, se acercó hacia el chico con felicidad y abrazándole le dijo.
—¡Me alegra mucho verte, Viktor!
—Igual yo, señorita Julia.— le respondió del mismo modo al separarse.
—Llegaste justo a tiempo.
—No, llegó diez minutos tarde.— una raspada voz la corrigió, y que también el muchacho reconoció.
Se trataba de Jack Conway, esposo de la mujer y también director, su trabajo se enfoca más en dirigir capítulos de famosas series de suspenso y ciencia ficción.
A pesar de que mayormente van por separado, aquella pareja hacía obras espectaculares cuando trabajaban juntos. Considerados por muchos el dúo más icónico del cine en los últimos tiempos, y con los que Volkov tendría el honor de trabajar.
—¿Lo ves? Aquí lo dice, son diez minutos tarde.— le reprocha el hombre mostrando la hora en el reloj de su muñeca. —¿Así planeas llegar a todas las grabaciones?
—Cariño, tranquilo, es su primer día.— dijo la esposa poniendo una mano en su hombro. —Además, falta que el equipo acomode las cámaras, aún hay tiempo.
—Es cierto, agh.— suspiró antes de decirle avergonzado. —Una disculpa, Viktor, es que yo soy muy puntual.
—No se preocupe, es comprensible.
—De todas formas, ya deberías ir a tu camerino, tienes que prepararte.
—¿Mi camerino? ¿Donde queda?
—¿Ves ese pasillo?— dijo Julia señalando dicho lugar. —Camina unos pasos hasta encontrar la primera puerta a tu derecha, la vas a reconocer.
—Será mejor que te apresures para cambiarte, el maquillador se toma su tiempo.
—¿Cómo?— preguntó confundido por la frase, que luego la directora explicaría.
—No te preocupes, Viktor, contratamos al mejor de todos para que se encargue de maquillarte. Es un profesional, solo hay que tenerle paciencia.
—Paciencia... comprendo.
—¡Perfecto! De seguro ya está esperándote en tu camerino.
—Entonces iré para allá, nos vemos al rato.— les dijo antes de alejarse.
Siguiendo las instrucciones de Julia, el chico llegó a la puerta, la cual tenía enmarcado su nombre en esta. Tal y como se lo había imaginado, su pecho se llenó de alegría por este nuevo comienzo. Sin tiempo que perder la abrió, observando dentro de la habitación.
Su camerino era bastante amplio, con un gran espejo y muchos accesorios que utilizaría durante el rodaje. Pero eso no era todo, había alguien más en ese lugar; como bien dijo la mujer, el maquillador se encontraba allí. Era un muchacho moreno de casi su misma edad, con ropa colorida y una cresta de peinado.
Se lo veía concentrado parado frente al perchero, no quería asustarlo o interrumpirlo, así que se acercó lentamente hacia él.
—Cinco, seis, siete...
—Disculpa.— habló el actor. —Lamento interrumpirte, ¿tú eres...?
—¡Oh, ya llegaste!— exclama el moreno dando media vuelta, y mirándole mostró una sonrisa. —Me alegra conocerte en persona, yo soy Horacio, tu maquillador, un gusto.
La buena energía del chico lo tomó de sorpresa, en toda su carrera -y vida también- nunca se le habían acercado con tanta confianza. Eso dijo mucho para sacar su primera impresión.
—El... gusto es mío, Horacio.— intenta responderle con la misma amabilidad, aunque podían notarse sus nervios a simple vista.
—Escuché que es tu primera vez actuando de protagonista, ¿no?
—Así es, también... es la primera película en la que participo.
—¿En serio? ¡Eso es genial!— dijo emocionándose. —Te he visto actuar en la serie "amores policiacos", tienes mucho talento.
—A-Ah, gracias...— reaccionó con la voz temblorosa por el inesperado cumplido.
—Ve, toma asiento mientras preparo mis cosas.
El muchacho obedeció, sentándose en la silla alta al lado del espejo. Observó lo rápido que fue el de cresta al sacar múltiples objetos de un bolso. Sobre la mesa colocaba los cosméticos de mejor calidad, unos más llamativos que otros.
—¿Grabarán la primera escena, no?— le pregunta al actor.
—Sí.
—Ay, esa es mi preferida, ya me leí el guion.
—¿De verdad?
—Claro.— respondió emocionado —Es mi parte favorita del libro, el inicio del viaje bajo el hechizo de estrellas...
—...y una promesa de amor eterno.— completó su frase, dejando al contrario sorprendido. —Esa... es mi parte favorita también.
Horacio sonrió de una manera tan bonita que dejó una huella en el mayor; además de tener un brillo único, ahora compartían un gusto en común.
Con un pañuelo húmedo empieza a limpiar y quitar algunas impurezas de su cara, brindándole un poco más de frescura que necesitaba.
—Vamos a comenzar.— agarra una base clara semejante a su pálida piel, el de cresta se hecha un poco en las manos para luego esparcirla por su rostro. —Vas a quedar muy guapo, bueno, más de lo que ya eres.
El chico volvió a sorprenderlo con ese alago, y temía que los colores se le subieran a la cabeza antes de que Horacio se los colocara.
Viktor se mantuvo en esa posición, con los ojos cerrados, dejando que el profesional hiciera su trabajo. Percibió cómo usaba sus manos, brochas y demás productos, tocando su piel con tanta delicadeza, igual que una porcelana.
—¿Hace... cuánto te dedicas a esto?— decidió preguntarle, y segundos después obtuvo su respuesta.
—Uf, hace muchos años ya, hasta perdí la cuenta y todo.— se rió antes de continuar. —Desde pequeño me ha encantado todo este mundillo, me fascina como el maquillaje logró cambiarle la vida a tanta gente, incluyéndome. Me ayudó mucho a... descubrirme y hallar mi camino.
Experimentó un cálido sentimiento por las palabras del moreno. Se escuchó tan sincero... ¿qué eran estas nuevas emociones en su pecho?
—¿Y qué hay de ti? ¿Hace cuánto te dedicas a la actuación?
—Desde los doce años.
—¡¿Doce?!— asombrado le preguntó, definitivamente no se esperaba esa respuesta.
—Así es, hice muchos comerciales para televisión en mi país natal.
—Oh, es verdad, oí que tú eres de Rusia, ¿no?
—Es correcto, intenté audicionar para una película allá y... fue todo un desastre.— soltó una risa por aquel recuerdo. —Así que, cuando cumplí los dieciocho, vine a Estados Unidos para intentarlo de nuevo. Aparecí en varias series como un personaje sin relevancia, luego me dieron papeles secundarios y... aquí estoy.
—Wow, ¡suena increíble!
—Me gustaría que fuese así.— dijo bajando el tono. —Todos esperan que haga una interpretación perfecta, pero... ¿y si me equivoco? Los directores esperan mucho de mí, todo el mundo lo hace, tengo miedo de decepcionarlos...
Hubo un silencio por aquella confesión. Dejó de percibir la brocha que acariciaba su piel y luego le escuchó.
—Viktor, ¿podrías abrir los ojos un momento?— el ruso obedeció, encontrándose con la mirada bicolor del contrario. —Entiendo como te sientes, pensar que puedes fallarle a todos es aterrador. Pero, en realidad eso es lo de menos, lo importante es que tú estés a gusto con tu trabajo. Da igual lo que opinen los críticos después, si actúas con pasión, el esfuerzo se notará.
El motivador discurso del moreno resonó con fuerza en su interior. No solo sentía el alivio de desahogarse todo aquello guardado, también estuvo feliz al recibir una respuesta tan comprensiva.
Allí iba ese sentimiento de nuevo, ¿qué será?
—Gracias por escucharme, Horacio, tendré en cuenta tu concejo.
—No hay de qué, gracias a ti por escucharme también, puedes confiarme lo que sea.
—Lo mismo digo.
Ambos se regalaron una sonrisa, ser honestos y hablar de sus emociones les hizo sentirse mejor.
—¿Sabes qué te quedaría muy bien ahora mismo?
—No, ¿qué?— curioso le preguntó, viendo como, entre los cosméticos, agarró uno muy especial. Le mostró aquel rectángulo con colores llamativos. —¿Brillantina?
—¡Exacto!— responde con seguridad. —Es lo último que me falta, estos tonos resaltarán mucho tus lindos ojos.
Volviendo a cerrar los párpados el maquillador continuó su trabajo. Muy concentrado colocaba el brillo al rededor de sus ojos, y no solo eso, cuidadosamente puso unas cuantas decoraciones como toque final.
—¡Listo!— anunció. —Ya puedes verte.
Volkov los abrió y de inmediato se miró al espejo. Su cara lo decía todo, estaba completamente asombrado del gran trabajo que el de cresta realizó.
—Wow, Horacio esto... es increíble.
—Muchas gracias.— dijo orgulloso de sí mismo.
—Es... igual como lo describe el libro. Parece mágico...— comentó sin apartar la vista.
Julia tenía razón, es el mejor maquillador de todos, ahora podía comprobarlo.
Simplemente le encantó, viendo como la brillantina daba ese toque de fantasía, muy característico del príncipe encantado.
—Oye, mira esto.
Cuando volteó, el moreno le entregó unas prendas. Se trataba del conjunto más icónico del personaje, un traje azul marino con algunos estampados de mariposa en los hombros.
—Los de vestuario me han dicho que te lo pruebes, y si te queda cómodo ya puedes usarlo para el rodaje.
—Oh, gracias, me lo probaré.
—Genial, te espero afuera.— dijo saliendo de la habitación y cerrando la puerta a su paso.
El de cresta se quedó parado fuera de la entrada. No pudo ocultar su sonrisa al imaginarse lo guapo que se vería Viktor con ese traje. De verdad era un hombre muy atractivo, y con esa agradable charla, se vió más encantador ante sus ojos.
—¡Listo!
—¿En serio? Qué rápido, ¿ya puedo pasar?
—Sí.— apenas escuchó la respuesta a través de la puerta, el moreno la abrió.
« ¿Cómo es posible que alguien pueda ser tan elegante? » fue lo primero que pensó al mirarle, y era mil veces mejor de lo que su mente había imaginado.
—¡Ay, qué precioso te ves!— expresó sin miedo alguno.
En esos momentos el mayor agradecía que el maquillaje cubriera el rubor en su rostro. Aún dudaba del porqué, pero tampoco negaba que le gustaba sentirse así.
—¿Eso crees?
—Claro, ¡mírate, eres todo un príncipe!— Viktor se observó nuevamente al espejo. —¿Qué te parece? ¿Te queda bien?
—A decir verdad, me gusta mucho el traje. Me queda a la perfección.
—Que bueno... uy, espera, no te muevas.
El de cresta se paró frente a él, y con ambas manos le acomodó el cuello de su camisa.
—Estoy muy nervioso.— decidió hablar en voz baja cual secreto, aprovechando su corta distancia.
—Tranquilo, lo harás bien.— le responde del mismo modo. Nuevamente puso su vista en los irises azulados del ruso, que junto a la brillantina hacían de su mirada una experiencia mágica. En sus ojos transmitieron muchas emociones, entre ellas la agradable conexión que tuvieron los últimos minutos. —Confía en ti y disfruta este momento.
—Eso haré, no lo dudes, seguiré tu consejo.— contestó con seguridad, haciendo que el menor sonriera.
Mantuvieron un cómodo silencio, inmersos en la mirada del otro.
¿Qué son exactamente estos nuevos sentimientos?
Quizás...
—¡Viktor Volkov!— la voz del director entrando al camerino interrumpió aquel especial momento. Desesperado y con el guión en la mano le dijo al actor. —Las cámaras ya están listas, en diez minutos comenzaremos a grabar, ¡prepárate, rápido!
—¡Jack, te dije que no seas tan duro con él!— pudo oírse la voz de su esposa de fondo, que de inmediato hizo que remediara sus palabras.
—Te esperamos en el set, ven cuando estés listo.
—No se preocupe, señor, iré en un segundo.
—Perfecto, ¡preparen las luces de neón!— volvió a alzar la voz retirándose del cuarto.
Hubo un corto silencio, donde una vez más sus miradas se encontraron.
—Debo irme, ya es hora.
—De acuerdo, ¡rómpete una pierna!— dijo con muchos ánimos, a lo que el contrario se rió.
Pero, lo que no esperaba, fue que cambiaría radicalmente su tono a uno con timidez.
—Ehh, Horacio... quiero preguntarte si, luego del rodaje, te gustaría... ¿salir a tomar un café o algo? S-Solo si tú quieres, claro...
El nombrado se asombró ante tal petición. Su corazón se llenó de ternura al verlo actuar de esa manera, causando que quiera conocerlo aún más.
—Será todo un placer para mi, príncipe Volkov.— dice a modo de broma, sin imaginarse que el contrario le seguiría el juego.
—El honor será mío, Horacio.— habló con elegancia, causando que las mejillas del menor se sonrojaran al instante.
—¡Ay, por dios, no lo digas así!— con vergüenza se tapa su rostro mientras lo escuchó reír. —Guarda eso para las cámaras, lo vas a necesitar.
—Entendido. Nos vemos entonces, Horacio.
—Okey, ¡mucha suerte!— alegre le respondió, observando como el actor salía del camerino. El maquillador se quedó en su lugar con una embobada sonrisa por lo sucedido, y luego de suspirar, habló para sí mismo. —Ay, es un verdadero príncipe encantador...
♡Fin♡
[Extra: (antes de que Volkov saliera del camerino)
—¿Está preparado?— Julia le preguntó a su esposo.
—Sí, dijo que vendría en un segundo, pero no le creo.
—¿Por qué?
—Se quedó hablando con su maquillador, los vi bastante pegados.
—Uy, eso no me lo esperaba.— dijo riéndose un poco.
—Yo tampoco, cuando los vi me... recordó mucho a nosotros cuando nos conocimos.— ablandó su tono de voz, mientras que ella continuó sonriendo.
—Yo creo que se ven bien juntos. Quien sabe, quizás terminen siendo pareja.
—Hm, puede ser...]
Fin (ahora sí)
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watefvck · 9 months
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— ¡Atrapados!
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— — ♡ — —
• drabble
• día 6
— — ♡ — —
Era una mañana como cualquier otra en la sede del FBI, y un nuevo día de trabajo para la curiosa y novata agente.
Nina, ya haciéndolo costumbre, pasaba por los pasillos del establecimiento. Caminaba a paso lento, sin prisas ni preocupaciones; al no haber tanto movimiento a estas horas, no tenía mucho que hacer.
Pero aquel aburrido inicio de jornada estaría a punto de cambiar.
Justo después de dar media vuelta y doblar una esquina, a unos cuantos metros a delante, se hallaba su compañera, Alanna, quien estaba teniendo una actitud algo... peculiar.
La pelirroja se encontraba semiagachada, con una oreja apoyada sobre una puerta.
La chica se acercó hasta ella, observando su expresión concentrada decidió preguntarle.
—Agente Monier, ¿qué está...?
—¡Shh!— espetó rápidamente, haciendo que guardara silencio.
Vió como se arrimaba aún más a la entrada, perteneciente al despacho del director de la facción; el cual tenía sus ventanas tapadas.
Extrañada intenta comprender el porqué de sus acciones, no se iría de allí hasta quitarse la curiosidad. Inclinándose a su altura se acercó a su compañera, y bajando la voz le habló nuevamente:
—¿Qué está haciendo?
Sin decir una sola palabra la contraria señaló la puerta, invitándola a que hiciera lo mismo.
En su interior sabía que esto no era lo correcto. Escuchar conversaciones ajenas está mal, pero teniendo a Alanna de cómplice le hacía disminuir su culpa.
Imitando su posición, Nina apoyó su oreja en la madera, y comenzó a percibir los primeros ruidos detrás de esta.
Se oían risas, murmullos, suspiros...
—¿Crees qué el director H esté en peligro?— inocente preguntó con temor.
—Solo hay una forma de averiguarlo...— responde manteniendo el tono bajo.
Cuidadosa, la pelirroja coloca su mano libre en el picaporte; luego de contar hasta tres ambas se pusieron de pie y Alanna abrió la puerta.
La novata se llevó una gran sorpresa al verlo en una situación completamente distinta a la que imaginaba.
—¿¡Jefes!? ¡¿Qué están haciendo?!— impactada exclamó.
En definitiva, el director no estaba en peligro, sino todo lo contrario. Se hallaba sentado sobre el escritorio, con su cabello despeinado y piel algo sudorosa; teniendo en frente a nadie más y nadie menos que al subdirector del FBI.
El mayor tampoco se quedaba atrás, estando en las mismas condiciones que el moreno, y aún peor, este mismo le estaba desabrochando la camisa dejando su pecho casi al descubierto.
Los dos quedaron estáticos mirándolas, esto tarde o temprano iba a pasar. Fueron atrapados.
Un silencio invadió aquella embarazosa escena; y luego de unos segundos, el de cresta decidió tomar la palabra.
—Eh... no es lo que parece...— puso una sonrisa nerviosa.
—Claro, para nada se estaban besuqueando y mimando a escondidas.— dijo la pelirroja en un claro tono sarcástico.
—Eso no es asunto suyo, agentes.— al instante habló el ruso intentando aparentar enojo, más sin quererlo solo demostró la inquietud que sentía.
La de cabello blanco quiso reírse por la situación, jamás en su vida pensó ver a su jefe tan nervioso.
—Les voy a pedir amablemente que se retiren de este despacho y olviden todo lo que acaban de presenciar, por favor.— volvió a decir, patinando la voz desesperado.
Las dos prefirieron guardarse sus comentarios, simplemente obedeciendo el mandado. Salieron de la habitación y cerraron la puerta.
—Ay, estos dos...— habló Alanna en voz baja, poniendo una sonrisa y negando con la cabeza.
—Em... yo no sabía que... los jefes...
—¿Están saliendo?— robó las palabras de su boca. —Sí, pero nadie más lo sabe, les gusta mantener las cosas en privado aunque no lo parezca.
—Oh, entiendo...— contestó. Todavía le era imposible sacarse de la cabeza lo que vió recientemente, y honesta comentó. —Quizás no pueda olvidarlo como el subdirector lo ordenó, pero no mencionaré nada de esto. Si lo de ellos es privado, entonces lo respetaré.
—Me parece bien.— expresó mostrándole una sonrisa.
Al ver que su compañera estaba a punto de irse, decidió quitarse la última duda que le quedaba.
—¡Monier, espere!— la nombrada se detuvo, y dando media vuelta la observó. —Usted... ¿cómo se enteró de la relación entre los jefes?
Ella se ríe un poco agachando la cabeza, y cuando volvió a mirarla le respondió:
—No es la primera vez que los atrapo haciendo sus cosas. En fin, que tengas buen día.— amable finalizó antes de irse por los pasillos.
La chica se quedó parada en su lugar, sorprendida por aquellas palabras que aún intenta procesar.
De todas las cosas posibles que podían pasar hoy, nunca se esperó ver a sus superiores siendo tan cariñosos entre sí. Pero, gracias a eso, la mañana no fue tan aburrida.
♡Fin♡
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