Las amistades que se acaban también te rompen el corazón
En algún momento, mi amiga y yo nos perdimos la pista en el sentido más profundo posible.
Yo creo que la tristeza ajena incomoda y aleja. Lo digo pensando en el efecto que causa lo propio sobre el otro.
Por lo general se habla mucho del duelo que viene tras romper o cortar (una relación) en términos de pareja. O a duelar vínculos familiares. Poco se dice de la amistad en estos casos.
Hay todo un mundo de dolor por narrar cuando el quiebre sucede entre dos amigas.
Lo terrible sea quizás la lentitud con la que todo transcurre hasta que se tiene el hecho entre las manos (lo que equivale a decir: el corazón roto).
Ese letargo -darme cuenta y, también, hacerme cargo- me costó dos años.
Creo que además está instalada esa idea de que hay que tomar lo que toca con un cierto aire de bienvenida, como de cálido acontecer, cuando un vínculo amistoso está empezando a agrietarse. Que la sintonía, que los ciclos, las decisiones, los cambios y todo eso.
Como si hubiese que situarse bien dispuesta a recibir todo ese dolor. Me pregunto si sería posible situarse frente al dolor de otra manera que no sea con dolor.
Quiero decir, no la hay.
No hablo de un daño infligido adrede por el otro, sino del dolor que nace de los más complejos y hondos desencuentros.
Creo que simplemente, y al final, una está atravesada por el asunto, preocupada y ocupada en atender, entender o aceptar que se tiene el corazón roto y que hay que, como decía Cortázar, empezar de nuevo.
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“We spend our life, it´s ours, trying to bring together in the same instant a ray of sunshine and a free bench”. Samuel Beckett
<<Pasamos nuestra vida, es nuestra, tratando de que un rayo de sol y un banco libre quepan en el mismo instante.>>
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Me levanto de nuevo
abro de par en par:
el aire me da de lleno en la cara
pero la calle está completamente
vacía.
Sólo se ven las hileras de álamos
que
se
mueven
al
ritmo
del
viento.
fragmento de “Nadie”, Canciones Rusas. 1967.
Nicanor Parra
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"Más allá de la oreja existe un sonido, al borde de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto- es hacia allá que voy. (...) En el extremo de mi estoy yo. Yo, implorante, yo la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero también la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.
Yo a la vera del viento. El cerro de los vientos aulladores me llama. Voy, bruja como soy. Y me transmuto."
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Es hacia allá que voy, Clarice Lispector.
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La primavera empeza a abrir las hojas del libro (ilustración de Celene Petrulak)
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todos damos asco. Somos todos maravillosos, y todos damos asco.'
Alessandro Baricco. Seda (1996)
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Oye niño te encantan mis pasos, mi atención, mis días
Y así es tu cielo abierto azul
Más allá de los tristes túneles
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