Tumgik
irliis · 27 days
Text
Champagne.
Todas las noches atiende las mesas del restaurante. Su bebida favorita para servir es el champagne. Significa cosas buenas. Siempre se trata de celebraciones: nacimientos, cumpleaños, graduaciones, empleos, compromisos, aniversarios. Lo embarga una felicidad ajena cada vez que le toca servir las copas de champagne en una mesa, y siempre pregunta, curioso por el motivo de celebración. Siempre les sirve un poco de más, o les ofrece algo para acompañar, hace charla ligera y se familiariza con el cliente de la noche. Cuando se van, siempre le dejan una gran propina, pero no es por eso que lo hace; simplemente le gusta ver feliz a los demás.
Todas las noches atiende las mesas del restaurante. No tiene francos, no los necesita; su trabajo es lo único que lo motiva. Su bebida favorita para servir es el champagne, porque significa cosas buenas. Y es por eso que, cuando es la hora de cerrar, deja en la caja el dinero que ganó en propina esa noche y se lleva una botella para su casa. Una botella para celebrar. Aún si en realidad no hay nada que tenga para celebrar. Se lleva la botella a su departamento vacío, pequeño, sin nadie a quien saludar. Se sienta en el piso de la cocina, descorcha la botella, y se sirve el champagne. Solo, pero bebiendo felicidad. Quizás así, algún día, logrará sentirla por su cuenta.
2 notes · View notes
irliis · 27 days
Text
Día de verano.
El silencio del barrio en mañana de verano. El ronroneo de un auto a lo lejos, el salpique de una manguera abierta en un patio, la conversación por lo bajo en la verdulería de la esquina, la ausencia de toda alarma en la primera semana de enero. Los chicos siguen durmiendo, las madres madrugan para tomar sol a escondidas de su familia, los padres apenas están haciéndose un desayuno para comenzar un día en que no van a hacer mucho más que comer y dormir. Las visitas a la familia ya han ocurrido, el caos de diciembre y las fiestas están en el pasado, y queda tan solo disfrutar del calor y el silencio de un barrio casi vacío. Los árboles susurran con una brisa que con el pasar de las horas se vuelve más y más cálida, y se llena la pelopincho para disfrutar hasta el anochecer. Cada tanto, ladra un perro, y los vecinos lo acompañan en su canto de jauría. La televisión apenas sintoniza, y está en silencio prendida en el comedor, pasando la temperatura para el día. Treinta y dos grados para las tres de la tarde. Pero aún es de mañana, las camas están todavía destendidas y probablemente lo estén hasta después de la siesta, las fiambrerías todavía no han cerrado pues ni siquiera es el mediodía. Es la hora del silencio y de los murmullos, la hora en que despierta la gente pero sin el sonido de un gallo, pues no están lo suficientemente lejos del centro como para considerarse menos o más que un simple barrio urbano. Pero la tranquilidad que acechaba se va esfumando, se acerca la hora de encender los fuegos para los asados, y los niños van despertándose frescos y acalorados, llenos de energía pero con la paz de un día de verano.
2 notes · View notes
irliis · 27 days
Text
Sobre el odio.
El deseo de consumir todo lo bello es un impulso cotidiano, y es en él donde renazco, día a día, en el alma de todas las personas. Es un deseo humano, nacido del fuego en el corazón, y lo entiendo como la palma de mi mano, simple, eterno, fulgurante. Y tal como ese mismo fuego, consume y quema todo a su alrededor, destruye sin piedad. Es eterno, pero no es constante, y deja atrás cenizas y arrepiento. De él me alimento, con él crezco, y aún cuando los restos de humanidad en el interior intentan apaciguarme, intentan sanar el alma, yo siempre existo, y siempre lo haré, pues nadie ha logrado librarse de mí del todo, jamás, no realmente. Soy las brasas que aguardan su renacer para arrasar con todo otra vez, una vez más, por siempre.
2 notes · View notes
irliis · 27 days
Text
El recuerdo.
Hay una gran simpleza en la nostalgia. No es sofocante, ni inmediata, sino más bien pena, que se asienta en nuestros huesos, un leve dolor en el pecho. Un dolor que aparece ante los recuerdos, que se oculta en el presente, invisible. Hasta que de pronto agoniza cuando volvemos a ver el brillo gélido del pasado, como un invierno lejano, y su sol cuyo calor es inalcanzable a través del velo de la memoria. Un dolor sin muchas palabras, sin algo que decir. Un dolor que se acumula con el paso del tiempo, que sufre a medida que el recuerdo se aleja más y más, volviéndose una simple estrella en el firmamento de lo que alguna vez fue nuestra vida. Y es solo eso, un dolor, pero es un dolor que a partir de la pena nace, crece, envejece, y a veces encuentra su voz para gritar aún cuando sabe que simplemente no hay forma de volver atrás.
2 notes · View notes
irliis · 27 days
Text
Desear, pensar, soñar.
Todas las tardes veíamos juntas el anochecer, el sol poniéndose en el oeste, más allá del horizonte, mientras el césped nos hacía cosquillas y nos acariciaba la piel. El viento nos arrullaba a medida que, una por una, salían las estrellas, y era hora de volver a casa. A la mañana siguiente nos veríamos de vuelta, pero aún así solíamos pasar cada segundo, cada minuto, hasta que fuera lo más oscuro posible, para luego encontrarnos en el claro del amanecer. A veces, pasábamos juntas la noche, hablábamos hasta altas horas y, claramente, al día siguiente nos caíamos de sueño por no haber dormido suficiente. Y era así, día a día, una paz inmensa y una certeza de que todo estaría bien. En cada uno de esos momentos, solo podía pensar que eso era todo lo que quería; veíamos el atardecer, conversábamos, reíamos, caminábamos y disfrutábamos. Y ese día, el césped nos hacía cosquillas y nos acariciaba la piel, el sol se ponía en el oeste, más allá del horizonte, y con la primera estrella, deseé. Deseé que esos momentos jamás se terminaran, que fuera eterna nuestra compañía, que nunca te fueras de mí lado así como tenía la certeza de que yo jamás me iría.
Y deseé, pensé y soñé. Pero no fue suficiente.
2 notes · View notes
irliis · 1 month
Text
La melancolía.
Son ya las seis de la tarde, pero no importa. El tiempo siempre pasa, y pasa, y pasa, pero él sólo espera que sea de noche y luego de día y luego de noche, porque es la única forma que tiene de pasar su vida. Y día a día, camina largas distancias, sin calcular la hora, sin saber a dónde va, pero siempre sabiendo cómo volver a su esquina, su hogar.
En algún lugar del mundo, quién sabe dónde ya, se encuentra a sí mismo en una calle completamente desierta. Son tan sólo él y su mochila, su mochila y él; y en ella, no lleva más que un par de lapiceras que había encontrado por ahí, y los papeles mal impresos que le suele regalar la imprenta junto a la cual habita en las mañanas y las noches.
Cansado, decide sentarse un rato en la vereda para recuperar el aliento antes de emprender la vuelta. Mirando al cielo, un cielo encrespado y rojo con la luz del atardecer, se permite sumirse un poco en su melancolía. Saca las hojas y una lapicera, y se pone a escribir como puede, como recuerda, sobre lo que sea, sobre lo que ve o lo que siente o su pasado o su futuro.
Siempre lo hace, por unos minutos todas las tardes; se permite recordar los momentos en que su vida no era dominada por una pobreza decente, momentos en los que sus aspiraciones eran más que un simple jabón en polvo, a diferencia de estos últimos, muchos, meses. Pero la vida es la vida, y la plata va y viene, y aunque no debería normalizar el no tener un techo, es su realidad. La única forma que tiene de olvidar por un tiempo es caminar, es escribir, es dibujar, y aprovecha cada momento antes de dejarse estar triste por un ratito a las seis de la tarde, para tener sus minutos de nostalgia, y luego volver camino a casa.
2 notes · View notes
irliis · 1 month
Text
Música y silencio.
En el café de la esquina de su casa, cada vez que alguien entra, la música ambiental muestra a la persona. Nadie lo nota ni lo comenta, pero él escucha sus canciones; observa, sentado al fondo todo el día, cómo el resto ignora los cambios de tempo y melodía que acompañan su presencia y describen sus sinfonías.
Por su parte, no nota ningún cambio con su ingreso; a veces entra y espera, se queda hasta el cierre con la esperanza de escuchar su canción, saber cuál será su melodía. Pero cuando se va el último cliente y, antes de cerrar, la soledad lo encuentra en el café, el lugar queda sumido en completo el silencio, como si esperara que se vaya de una vez.
3 notes · View notes