lizziehx2
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Eco en Venus
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Lizzie, 27. Mex. Esp/Eng. Fanfics, anime, Kpop, manhwa BL y arte. 🤍
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lizziehx2 · 3 days ago
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Verdaderamente, qué bello es no tener tarea ni levantarme a las cinco de la mañana, ni andar todo el día sin comer, ni aguantar las clases de física ni las de matemáticas. Aunque agradezco aún más YA NO ESTAR EN LA SECUNDARIA. Híjole, verdaderamente duele ser adolescente y estar rodeado de otros adolescentes en la peor versión de cada uno de nosotros.
what a beautiful day to not be in high school
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lizziehx2 · 3 days ago
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☀️
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lizziehx2 · 6 days ago
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Clasificación: Madura
Categoría: M/F
Fandom: Jujutsu Kaisen
Capítulo: 12/20
Sinopsis:
Satoru Gojo y Akari Itoyama entrelazan sus historias desde la adolescencia como estudiantes de hechicería. La presencia en la vida del otro, aunque es intermitente, es significativa: el primer beso, misiones, pérdidas, discusiones y en el futuro, parentar a un hijo. Una historia sobre madurar y las segundas oportunidades.
Encuentra ésta historia en AO3.
Capítulo 12: El Clan Gojo
Me gustaría aclarar que todo lo aquí descrito sobre el clan Gojo es de mi propia cosecha. Hasta donde sé, no hay mucha información al respecto. Traté de adherirme al canon pero al mismo tiempo extender la historia familiar e incluir la participación de personajes que podrían ser nuestros aliados en la historia. Disfruten. :)
Hace veintisiete años, una joven de cabellos albinos y ojos azules fue elegida como esposa del heredero del clan Gojo. Había resultado ganadora de una contienda sanguinaria, llena de complots, chismes e incluso muertes.
Pero era de esperarse. Había sido criada e instruida para sobresalir en todos los aspectos de la disputa por el favor del líder. Cumplía todos los requisitos, y lo que era aún mejor, era consciente de que era su única esperanza de sobrevivir en la sociedad. 
La mujer que se convirtiera en matriarca debía ser de buena cuna, pero además, poseer talento para la Hechicería, pues se esperaba que de la unión se produjera un heredero más fuerte que el anterior. Y si eso no fuera suficiente, la candidata perfecta debía ser estudiosa y bien versada de los temas del mundo, pues la matriarca no sólo era cónyuge, sino también consejera del líder y la principal influencia en la sociedad interna del clan. Ésto sólo, si dicha persona forjaba una reputación digna de dicha influencia.
Yū Gojo siempre destacó en el clan por su clarividencia, aunque no era tan buena en combate. Sin embargo, fue lo suficientemente astuta para sacar de la terna a la única hechicera que podía contender contra sus dones, simplemente envenenando su té. 
¿Cuál fue el premio de esa victoria? La mano de un hombre indiferente y violento como el padre de Satoru: Jun'ichi Gojo. 
Un hechicero sanguinario, bueno para destripar espíritus y enemigos, al que parecía que la guerra y el alcohol eran todo lo que le importaba.  
No le interesaban los negocios ni las tradiciones o las relaciones diplomáticas con otros clanes. Él era un soldado, un cazador. 
La noche de bodas fue una pesadilla. Pero no hace falta entrar en detalles.
Cuando Yū dio a luz al heredero de los seis ojos, Jun'ichi Gojo fue celebrado como nunca antes en su vida, incluso más que la propia mujer que casi pierde la vida durante el parto. El clan entero se había colocado en la cima de la cadena alimenticia, pero también en el ojo de los enemigos. 
El frágil bebé albino se había vuelto el blanco de hechiceros, brujos y matones, así que muy pronto fue retirado del seno de su madre para protegerlo. O al menos eso se alegó. Pero Yū Gojo tampoco sintió demasiado pesar al separarse de su hijo. Ella ya había cumplido con su tan exigido deber y ahora podía concentrarse en recuperar su salud. Quizás más adelante, cuando las tensiones amainaran, cuando recuperara la fuerza en las piernas o cuando dejara de sentir aquel vacío en el pecho, sería buen momento para unirse a su hijo nuevamente.
Mientras tanto, Jun’ichi hacía honor a su reputación:
—Mátenlos, mátenlos a todos —ordenaba el líder del clan, y la sangre se fue derramando, incluso al interior de la propia familia, tratando de purgar a los traidores. Pero al mismo tiempo, también se iba ganando detractores.
Se podría decir que su ascenso y descenso es el vivo ejemplo de que a veces se está en la cima y si te descuidas, al siguiente estás en la calle. 
Sí, Jun’ichi Gojo siempre fue el heredero pues había nacido primogénito y la hechicería se le daba bien. A pesar de sus defectos, su padre siempre vio en él un gran potencial, un diamante en bruto que se debía pulir. Pero por más que se esmeraba en hacerlo, en corregir su carácter, en apretar su disciplina, el carbón simplemente no brillaba. 
Había algo que Jun’ichi siempre se repetía, y que ilustraba muy bien sus motivaciones: “Yo nunca pedí ser el líder. Así que, si tengo que serlo, deberán aceptarme tal cual soy”. 
A veces se piensa que el mejor líder es aquel que no busca el poder, pero no aplica para todos los casos. 
Lo que no sabía es que detrás de su sombra de líder sanguinario, se estaba organizando un "golpe de estado" al interior del clan, junto al resto de sus detractores, donde también figuraba, por supuesto, Yū Gojo. 
Finalmente, para evitar más conflictos y conservar algo de la estructura del tan frágil clan, los abuelos Gojo decidieron retirar a su propio hijo del cargo y por consiguiente, a Yū Gojo como matriarca. Para muchos, había fallado como mano derecha y como conspiradora, pero al menos había obtenido su libertad a través de un divorcio muy ventajoso, que le costó la reputación, la cuál se había hundido junto con la de su ex-esposo.
De no ser por su más importante hazaña, Satoru, Yū Gojo no habría tenido a donde ir y definitivamente no estaba dispuesta a volver con sus padres. Sin embargo, la abuela Gojo decidió mantenerla a su lado, más que nada por compasión, para que pudiera ver, aunque a la distancia, a su hijo crecer. Y así lo hizo. Se convirtió en una especie de presencia incómoda para todos, pero al menos no estaba sola.  
Con el paso del tiempo, la abuela Gojo empezó a notar que su nuera no era tan frívola como parecía, y que de hecho, se habría desempeñado como buena matriarca si su hijo no hubiera sido tan severo con ella, pues sus visiones y sus consejos resultaron útiles para la política y la guerra. 
Poco a poco una alianza se fue formando entre ambas, en un mundo donde los líderes nunca deben confiar sus planes a nadie fuera de la familia.
—Quizás no lo veas, Satoru, porque jamás te has querido involucrar, pero tu mano sigue en disputa y las jóvenes están allá afuera peleándose unas con otras —explica la madre de Gojo. 
—Queremos disolver la figura de poder del cónyuge y transformarlo en un consejo—añade la abuela.
—¿O sea que quieren que Itoyama asuma el puesto de la "matriarca" para luego renunciar a su poder político? Já, no quieran verle la cara de tonta —tercia Satoru. 
—Mejor no me defiendas... —digo entre dientes, con la ceja alzada.
—Además, estamos dispuestas a negociar las condiciones de su matrimonio —añade la abuela—. Contamos con buenas influencias por todo Japón. Tu hija podría estudiar en las mejores escuelas, no sólo del país, sino del mundo, y por fin podrías sacar de la pobreza a tu familia.
—En realidad no somos tan pobres —me digo entre dientes.
—Afortunadamente no eres una persona interesada, ¿o sí, Itoyama? —me escruta la madre de Satoru. 
—A-aún no entiendo por qué es necesario que lo haga un tercero. ¿Satoru cómo líder del clan no puede conformar dicho consejo? —pregunto. La abuela niega con la cabeza. 
—Al no estar casado, el contrapeso político de Satoru somos el abuelo Gojo y yo, pero tendría que ser una decisión unánime para que prosperara y... el abuelo jamás accedería a cambiar las tradiciones. Hay una razón por la que Jun’ichi tiene el carácter que tiene, y ese es su padre —explica la matriarca, finalizando con un largo suspiro.
—Es por eso que Satoru necesita a una esposa que le acompañe en las decisiones políticas más duras. Muchos los celebrarán y otros los cuestionarán, pero se tendrán el uno al otro y quién sabe, quizá la fuerza de su unión haga ceder hasta al más vetusto de sus detractores. 
—No sabía que fueras una luchadora social, madre, o que te importara la democracia. Es más, deberías organizar tu propio sindicato de madres hechiceras e invitar a Itoyama. 
—No seas grosero con tu madre —digo en voz baja, golpeándole el hombro.
—¿Por qué te pones de su lado? ¿No ves que es una trampa? 
—¿Realmente crees que estamos haciendo ésto para manipularte? —pregunta su madre. 
—No sería la primera vez —se burla Satoru. 
—¿Ustedes qué ganarían? —pregunto. 
Ambas se miran la una a la otra con una sonrisa. 
—Por fin podría retirarme y volver a Okinawa —responde la abuela, saboreando la brisa imaginaria con los ojos cerrados—. Allá tengo una casita donde podría pasar mis últimos días en paz. 
—Y yo... quizás pueda volver a casarme —dice Yū Gojo. 
—¿Tienes novio y no me habías dicho? —se escandaliza Satoru. 
—Soy tu madre. No tengo por qué darte explicaciones. Además... Tú tampoco me habías hablado de Itoyama. Tuvimos que espiarte para saber de tí. 
—¿Si me comprometiese con Satoru, dejarían de espiarme a mí y a mi familia?
—Por supuesto, siempre y cuando cooperes con nosotras —asegura la abuela y se une a su nuera para sonreírme con un aura casi villanesca. Por supuesto que Satoru compartía sangre con éstas mujeres.
—Piensen en nuestra propuesta. Ambos —sugiere Yū Gojo, captando nuestra atención cambiando de tono—, pero no tarden mucho, que la vida no espera a nadie —parece haber algo más en su voz, quizás, ¿tristeza?
En ese momento, mi corazón da un vuelco y miro a Satoru, quien ya me está mirando de vuelta. Creo que en ese momento, ambos coincidimos en que en éste ir y venir de indecisión podríamos estar desperdiciando tiempo valioso. 
-*-*-*-*-
—Eres igual a tu madre —rompo el silencio, mientras miro la ventana. Estamos volviendo a la escuela en el coche en que llegó Satoru, pero desde que salimos de la residencia Gojo, nadie ha dicho nada. A través de la pulsera puedo sentirlo un poco nervioso, pero ignoro el por qué. Por fuera luce muy sereno, pero me muero por saber. Hace meses que no lo veo y aunque estoy enojada por su silencio, también tengo que tragarme las ganas de abalanzarme sobre él.
—¿Tú crees? —suspira. 
¿Satoru Gojo, suspirando?
—Físicamente son iguales. Pero definitivamente en personalidad... Eres único —sonrío, para luego darme cuenta de lo cursi que he sonado. Sin embargo, ésto parece animarlo. 
—Sorprendentemente le agradas a mi abuela y a mi madre. Siempre creí que llevara a quien llevara a casa, ellas lo desaprobarían, a menos que fuera su propia candidata. 
—Quizás están contentas porque piensan que ellas me eligieron para ti. 
—Pero estamos de acuerdo en que yo te elegí primero. 
—Sí, pero porque era tu última opción —le doy un empujón juguetón pero Satoru me toma de la muñeca.
—¿Todavía piensas eso? 
Me mira a los ojos con severidad, lo que me pone un poco nerviosa. Parece incrédulo, obligándome a rectificar.
—Bueno, algo me dice que quizás te gustaba un poquito en ese entonces. 
Aparto la mirada tímidamente, aunque él sostiene la suya; luego mira mi mano y con su pulgar acaricia la pulsera que me regaló. 
—Te queda bien. 
Sus dedos se escurren delicadamente sobre el dorso de mi mano para luego entrelazarse con mis dedos. El tamaño de nuestras manos contrasta. Las suyas son mucho más grandes. 
—Pero quizás el voto vinculante no funciona —susurro, deleitándome con la vista de su mano envolviendo la mía.
—¿Por qué lo dices? —se inclina levemente. 
—Porque mi corazón llamó tu nombre incontables veces y no respondiste.
No logro alzar la mirada, siento que el zafiro de sus ojos ejerce un peso inescrutable sobre mí, sobre todo cuando le confieso —entre líneas— lo mucho que lo extrañé. Me hace sentir expuesta, no sólo porque me mira con su infinito, sino porque quizás con la pulsera puede adivinar la mezcla de tristeza y enojo en mi pecho, pero también el deseo que me embarga al mirar sus labios.
Pero la realidad es más fuerte que ésta burbuja que nos creamos, porque el tráfico está horrible y nuestro joven chófer se ve obligado a frenar de repente, arruinando el momento. 
—Lo-lo siento, es la hora pico. No quise interrumpirlos —nos mira de forma nerviosa a través del retrovisor. 
ÑEntonces siento cómo se calientan mis mejillas, coloreando mi cara y mis orejas de vergüenza.
—Pfff —se le escapa una risa burlona a Satoru. 
—¿De qué te ríes? —me quejo, acomodándome en el asiento de forma que vuelvo a mi orilla. 
—No me estoy burlando de ti, vuelve —dice entre risas, tomándome del brazo para acercarme nuevamente. Quedo a su costado sin poder resistirme, mientras pasa su brazo sobre mi hombro, como si fuera un chico malo con su nueva conquista. Ésto no me tranquiliza. Siento el peso de su brazo larguirucho, y el embriagante aroma de su colonia. Mi corazón late fuerte, como si fuera adolescente otra vez. Me cruzo de brazos, guardando la pizca de enojo que aún guardo en mi pecho para no derretirme. ¿Por qué Satoru no se ve tan afectado como yo? ¿Era porque sentía que tenía el control? No lo iba a permitir. 
Miro de reojo a Satoru, quien observa el tráfico por la ventana con una sonrisa de autosuficiencia que me gustaría disipar a besos. Pero no le iba a dar el gusto. 
Noto que nuestras rodillas se están tocando, sobre todo porque el hombre se sienta con las piernas abiertas. Entonces giro mi rostro hacia la ventana para parecer distraída y observo la mano despreocupada que cae sobre mi hombro. Toco sus dedos suavemente con la punta de mis yemas, buscando entrelazar nuestras manos en un gentil apretón. Satoru voltea a verme. Quizás este toque no parezca significativo, pero alguien que no está acostumbrado al contacto físico, lo toma por sorpresa. 
Poco a poco acerco su mano hasta que el dorso me toca la mejilla, y ahí dejo que mi cabeza descanse, moviendo el cuello para restregarme en su mano como un gatito. Cierro los ojos, disfrutando del toque suave, esperando que Satoru diga algo, pero no lo hace, aunque sienta su mirada sobre mi. 
Pienso que quizás estoy siendo muy gentil con él. 
Empiezo a mover mi pie, de forma que nuestras rodillas se toquen al roce y me aseguro de que también lo hagan nuestros muslos. 
—¿Qué haces? —susurra en mi oreja y me tengo que morder el labio para contener una risita burlona.
—¿De qué hablas? —digo sin detener mis movimientos.
—¿Sabes lo que estás haciendo?
Levanto la mirada lentamente, aleteando las pestañas, tratando de parecer inocente. Pero no respondo de inmediato, me detengo un momento a mirar sus labios. 
—Quizás —respondo en voz baja. 
Entonces lo siento; su corazón palpitar de forma acelerada, mientras su semblante parece inamovible. 
—Take, ¿cuánto tiempo falta para llegar a la escuela? —le pregunta a nuestro chofer. 
—Eh... La aplicación me marca que me-media hora, señor —responde nervioso. 
Suspiro. De verdad falta mucho. 
Satoru coloca su mano debajo de su barbilla, pues parece estar pensando en algo. 
—Súbete a mi regazo —solicita.
—¡¿Eh?! —respondo, ruborizándome de pies a cabeza. No puedo evitar mirar a Take a través del retrovisor, quién se encorva sobre el volante, salpicando sudor. 
—No es lo que piensas, pervertida —se burla. 
Con algo de reticencia obedezco la orden, moviéndome con cuidado para no dejar caer mi trasero en un lugar inapropiado. Al acomodarme sobre sus piernas, Satoru pasa un brazo debajo de mis rodillas y con el otro me abraza de los hombros. 
—Take, conduce con cuidado.
—¿Eh?
—¿Eh? 
Respondemos Take y yo al unísono. Entonces caemos al vacío, sosteniendo fuertemente su cuello. Nos estamos teletransportando. 
Aparecemos en medio del bosque, rodeados de oscura naturaleza, pero estamos dentro de las barreras de Tengen. Satoru aún me sostiene en sus brazos con una sonrisa. 
—No me iba a quedar una hora en ese auto cuando tenemos cosas privadas que conversar. 
Aunque hay poca luz, los ojos de Satoru brillan como diamantes, emitiendo cierta fluorescencia. 
—¿No traías tus gafas?
—¿Mm? Qué extraño, ésto no me había pasado antes. 
—No deberías abusar de la teletransportación. Guarda tu energía maldita para momentos más importantes. 
—Éste momento me parece importante.
Empieza a caminar en medio de la oscuridad, crujiendo el follaje al andar. No veo casi nada, sólo sus ojos sobre el camino. Me siento observada, quizás por el puñado de aves que seguro nos miran desde los árboles. Las luciérnagas revolotean a nuestro alrededor, pero cuando se juntan a veces parecen ojos. A pesar de ésto, no tengo miedo. Satoru me hace sentir segura. 
—¿Sabes? Puedo caminar por mi propio pie.
—Está muy oscuro, te vas a caer. Además, estás herida.
Observo mi mano vendada.
—Ya casi no siento nada. El trabajo del sanador fue excelente.
—No importa. Prefiero mantenerte cerca. 
Sonrío, posando mi cabeza en su hombro.
—¿Recuerdas la primera vez que me teletransportaste? También aparecimos en medio del bosque, pero en ese entonces no fuiste tan cuidadoso conmigo como ahora —digo entre risas, recordando cómo aparecí de rodillas y manos al suelo. Sin embargo, la sonrisa se disipa al recordar el motivo ulterior de aquella misión.
—¿De qué hablas? Ese día te cargué en mi espalda y luego te traje en brazos a la escuela. Eras una debilucha. Supongo que ya me acostumbré a llevarte. 
—Muchas cosas han cambiado, ¿no es cierto? —suspiro.
—Sí, han pasado muchas cosas —dice de forma casual—, incluso estamos comprometidos.
Mi corazón da un vuelco al escuchar eso. 
—¿Qué? Oye, oye, oye, ¿en qué momento me pediste matrimonio?
—¿En serio esperas que lo haga con todo lo que ya se dijo? Incluso mi familia te hizo una oferta. ¿Hasta dónde llega tu avaricia?
—Yo no quiero su dinero. Lo que quiero es que me respeten.
—¿Qué? ¿Tanto te desagrada la idea? —pregunta haciendo un puchero. 
—¡Aj! —me quejo de la frustración—. Satoru, bájame.
—¿Por qué?
—Necesito que te detengas y me escuches con atención.
—¿En serio? ¿En medio del bosque? 
—¡Sí, aquí mismo!
—¿No puedes esperar a que lleguemos a la escuela? Estás loca.
—Si no lo digo ahora puede que no lo diga nunca y ambos estaremos jodidos. 
—Además eres una mandona de lo peor —refunfuña, colocándome con cuidado de vuelta en el suelo. 
Tomo una bocanada de aire e inflo el pecho, tratando de aspirar algo de valor de alguna fuente invisible e inexistente.
—¿No tienes idea de mis sentimientos, verdad? ¿Te pasa por la cabeza lo que ésta situación me afecta?
Satoru abre bien los ojos, sorprendido. Luego baja la mirada.
—Mmm, puede que tenga una idea —se acaricia la nuca, apenado.
—Satoru, no tengo tiempo para estar jugando al amor. Ahora soy una adulta, tengo responsabilidades y una hija que depende de mí. Necesito certezas. No quiero para Nanako un hogar disfuncional... bueno, más de lo que ya es. Mafuyu y yo nos hemos esforzado por ser lo más cordiales el uno con el otro esperando construir cierta seguridad para ella. Ahora él está en una relación, va a casarse y... quiero que hoy más que nunca, ella sienta que es nuestra prioridad. 
—¿Otra vez vas a rechazarme? 
—Déjame terminar —levanto un dedo, tratando de recuperar el hilo de lo que estaba diciendo. ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué siento que estoy tratando de justificarme a mí misma, buscando una excusa, alguna lógica que me ayude a sentirme menos culpable de éstos sentimientos?
Tantas cosas que me gritan que no, que me aleje de ésta situación. Que debo poner a mi hija primero. A mí carrera. Que no merezco ésto. No sólo por el hecho de entrar en una relación, sino porque ese hombre, a quien tendría que meter a mi vida y a la de mi familia si me caso con él, podría estar muerto en un año y todos los esfuerzos habrán servido para destruirlo todo desde dentro, lastimando incluso a mi propia hija. Es como si tuviera una granada en la mano. 
Pero mi corazón y mi cuerpo gritan que sí, que lo quiero, que lo deseo y que podría dar lo mejor de mí para hacer que funcione. Que mi amor y determinación podrían salvarlo del destino. Pero nada de eso tendría sentido si Satoru no siente lo mismo por mí. 
Quiero que me elija, no porque sea el partido más "apropiado", o porque soy la candidata "perfecta" —según esa lógica que aún no alcanzo a entender—. Quiero que sea su corazón el que llame mi nombre. Quiero que decida quedarse conmigo y luche por su vida porque me ama. Que sea aquello lo que motive ésta unión, porque eso es lo que yo siento por él; estoy profunda y perdidamente enamorada de él. Pero no puedo decirlo. No logro hacerlo. Y de alguna manera sé que él tampoco lo dirá, simplemente porque no está en su naturaleza. Pero tengo que intentarlo. Debo motivarlo a decirme lo que siente.
—Lo que quiero decir es que... si le entrego mi corazón a alguien espero que ese alguien me corresponda y se comprometa conmigo, si no... yo... Tengo que seguir adelante. Por Nana y por mí. Es por eso que necesito saber lo que sientes por mí. Al diablo lo que dijeron tu madre y tu abuela. Al diablo la premonición. Al diablo tu estirpe. Quiero saber si hay una causa por la qué tú también quieres ésto.
—¿Me estás declarando tu amor? 
—¡Claro que lo estoy haciendo! ¿Qué otra cosa podría estar haciendo aquí en medio del bosque después de todo lo que hemos vivido? No quiero leerte, quiero escucharlo. No importa si no soy correspondida, lo entenderé y seguiremos con nuestras vidas. Pero si vamos a hacer ésto, no quiero hacerlo por interé...
Satoru toma mi cara y me planta un beso casto en los labios. 
—¿Y si esos sentimientos son correspondidos?
Estoy anonadada. Aún no puedo acostumbrarme a sus besos. A pesar de que ya hemos compartido dos —o tres—, aún me sorprende la idea de que sea él quien quiera y busque besarme. Éste ser inasible al que detesto y adoro al mismo tiempo.
—Entonces... —al romper el beso, Satoru mantiene su cara cerca de la mía. Es intimidante, pero lucho por sostenerle la mirada—, me gustaría formar una familia con esa persona. 
La sonrisa desaforada de Satoru brilla como media luna en la oscuridad.
—Es decir que es todo o nada contigo. 
—Exacto, directo al grano —respondo, tratando de ignorar el rubor ardiente en mis mejillas para mantener la compostura.
—De acuerdo.
Satoru vuelve a levantarme en sus brazos. 
—Espera, ¿es todo lo que vas a decir? ¿Acaso me escuchaste? —manoteo y me remuevo en sus brazos. Él se empieza a reír. 
—Claro que te escuché. Acabas de decir que estás loca y perdidamente enamorada de mi y que esperas que nos casemos y tengamos hijos y mmmm....
Tapo su boca con mi mano para detener la sarta de burlas que empeoran mis sentimientos de vergüenza.
—Tú... ¿sientes al menos algo de eso por mi? —pregunto con timidez. 
—Mmmmmm —dice algo con mi mano todavía en su boca. Entonces la quito de inmediato. 
¿Qué me pasa? Estoy siendo completamente infantil ahora. 
—Disculpa. Es tu turno de hablar.
—Lo que estaba intentando decir es que... Mmmm, ¿cómo lo digo? 
Satoru se interrumpe, supongo que buscando las palabras. Me pregunto si está tan ruborizado como yo, pero no puedo comprobarlo con tan poca luz. ¿Cuánto falta para llegar a la escuela?
—Nunca pensé en el matrimonio. Honestamente siempre me pareció un sacrificio innecesario, además de que no poseo una personalidad que se considere apropiada para un compromiso con ese. Pero eso ya lo sabes. Me imagino que debes resentirme por los meses que desaparecí. 
Me encojo de hombros y agacho la mirada.
—Sí, ese es otro tema que hay que discutir...
—Sin embargo, desde que mi madre me contó su visión, no he podido sacarla de mi cabeza. Pienso en si falleciera mañana, ¿qué pensaría en mis últimos momentos? ¿Sentiría que pude hacer todo lo que me propuse? ¿Que viví siempre de la forma en que quise? Pero no he podido responder que sí sin titubear. También he pensado en Suguru. 
Me pongo rígida al escuchar su nombre. Ahora que debía enfrentar mis sentimientos por Satoru, me daba cuenta de que Suguru siempre iba a ser un tema en su vida, quizás incluso alguien que nos acompañe a lo largo de nuestra historia. Y aunque despertaba algunos celos dentro de mí, también pensaba que tan solo era justo, pues él también tendría que convivir con mi pasado. Y no solo metafóricamente hablando. Sino que el producto de mi primer amor, mi primer corazón roto, mi primer todo, estaba encarnado en una niña que amaba más que a mi vida. Incluso más de lo que podría amar alguna vez a Satoru. Me preguntaba si Suguru tendría ese lugar en el corazón de Satoru. 
—Tomar la vida de mi mejor amigo ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho. Sobre todo porque no dejo de pensar en que fue una de las consecuencias de mi silencio, de mi inacción.
—Satoru, no fue tu culpa...
—Pero me armé de valor, ¿sabes? Pude confesarle mis sentimientos antes de hacerlo. 
Permanezco en silencio, dándole espacio para elaborar.
—Le dije que de lo único que me arrepentía en ésta vida era de haberme conformado con ser solamente su amigo, pero que esperaba tener otra oportunidad en la siguiente vida para corregir mi error. 
Mis ojos se humedecen ante sus palabras. Satoru siempre habla de las cosas como si no le dolieran, aunque lo hacen. Ahora que conocía un poco más de su familia y su pasado, podía comprenderlo mejor. Es un gran privilegio, me digo a mí misma, ser esa persona con la que puede hablar de sus sentimientos. Pero también me pregunto qué había hecho yo para ganarme dicho lugar.
Y quizás ya no tenía sentido preguntarle por qué nunca se le declaró a Suguru, pero lo hice de todos modos.
—Antes de... todo lo que sucedió, ¿no pensaste en hacerlo? ¿Tenías miedo de que te rechazara?
���Creí que tendría tiempo. Que la vida todavía tenía muchas aventuras para nosotros. Y honestamente, me sentía satisfecho con lo que teníamos. 
—¿A pesar de que Geto tenía citas ocasionales con otras personas?
—Pero nunca prosperaban. Siempre terminaban con él o él con ellas. Daba igual. Estaba seguro de que la razón por la que no funcionaba era porque realmente me quería a mí. Y creí que se daría cuenta en algún punto. Pero eso nunca sucedió.
Yo no estuve ahí para presenciarlo; cómo la personalidad de Geto se iba desdibujando y poco a poco mutaba a la de otra persona. 
La última vez que lo vi, que desgraciadamente había sido un encuentro poco amigable, ya no lo reconocí. 
Y a pesar de mis sentimientos por Satoru, pensaba que en un universo paralelo, en alguna línea del tiempo, la historia debió ser de otra forma. Gojo y Geto juntos y quizás, Mafuyu y yo.
Pero aquí estábamos, tratando de empezar de nuevo con los restos fracturados de nuestro corazón. Me preguntaba si éste enamoramiento, éste deseo, serían suficientes para sobreponernos a todo lo anterior. 
—No deseo cometer el mismo error —dice finalmente—. ¿Qué sentiste cuando te permití leerme? En Navidad.
Recordé aquel bosque hecho cenizas, del que empezaban a brotar tiernos esquejes de la naturaleza. Satoru había hecho las paces consigo mismo y con sus sentimientos hacia Suguru. Me preguntaba si ese herbaje tierno, eran los primeros brotes de un nuevo amor. Quizás de una nueva esperanza.
—Hay un sentimiento joven brotando en tu pecho y emite un aura renovada. El resto son cenizas de sentimientos amargos y lúgubres. Honestamente he leído a pocas personas de veintisiete años que lleven tantas cargas emocionales como tú, pero me alegra saber que hay algo bueno floreciendo. 
—Creo que esa nueva emoción es por ti. 
—¿Por mí? —pregunto como si no hubiera escuchado bien. 
—Quiero aferrarme a ella. Quiero... Tomarla en mis manos y no soltarla nunca. 
Satoru presiona gentilmente mi hombro y mi pierna, como para darme a entender que está hablando de mí. 
Ambos somos tan tontos, tan infantiles en ésto. Incapaces de hablar claramente. Supongo que no podía exigirle que pronunciara la frase mágica si yo no podía hacerlo. Así que cedo por ésta ocasión. Acepto que soy en su corazón apenas un herbaje, que irá creciendo y pronto cubrirá la tierra en forma de pastizal. Uno que ojalá albergue un nuevo bosque. 
—Quiero casarme contigo —añade, muy para mí sorpresa—. Quiero experimentar nuevas emociones. Siento que he pasado demasiado tiempo aislado del mundo. Quiero abrazar, quiero besar, quiero tocar...
Entonces me mira, y me atrapa con una sonrisa tonta en el rostro. 
—Pero no podría hacerlo con cualquiera. Me siento seguro contigo. 
—Satoru —tomo su rostro, mirándolo a los ojos. Quiero decirle tantas cosas. Quiero asegurarle que jamás le haría daño. Quisiera que supiera que está seguro conmigo y que haré mi mejor esfuerzo por seguirle el paso. Pero lo que sale de mi boca es un poco distinto, aunque en ese tenor—, quiero protegerte. Déjame protegerte. 
Gojo se detiene, clavando sus ojos fluorescentes en los míos. El viento sopla, moviendo las copas de los árboles, levantando las hojas en el suelo, acariciando nuestro cabello. Juntamos nuestras frentes mientras sonreímos. Y me siento feliz. Siento que… estamos juntos.
—Debería ser yo quien diga eso —ríe suavemente.
—No me importa —río con él.
Entonces nos encontramos en un beso. Cierro los ojos para disfrutar de su cercanía, sin apartar mis manos de sus mejillas. Enseguida me derrito en sus labios. En su aroma, en su cálido pecho. Arrojo mis brazos alrededor de su cuello, profundizando el beso. Mi mano acaricia el cabello corto de su nuca, ese que tanto me gusta. Dios, cómo lo extrañé. Cómo pensé en ésto, cuántas veces lo imaginé.
Lo que inicia como un beso dulce y lento, empieza a calentarse cuando Satoru saca la lengua. Me prometí seguir su paso, esperando a que él diese el primer paso cada vez y me regocijo ante un beso apasionado donde nuestras lenguas danzan, respondiendo a un hambre que no sabía que Satoru correspondería. Puedo sentir su corazón acelerarse, no solo por la cercanía de nuestros pechos, sino por la pulsera. Ahora me queda claro que sí siente algo por mi. Ojalá no salga corriendo ésta vez. 
Entonces, escucho un graznido familiar que me obliga a interrumpir el beso para levantar la mirada. Después de todo, Kuro es mi protegido y mi instinto maternal también se activa con él.
—Kuro, ¿qué haces aquí? —sonrío al verlo. 
—Estamos cerca de la escuela —asegura Satoru. 
Al girar la cabeza puedo divisar a lo lejos las luces amarillas que iluminan el complejo de la preparatoria. Satoru reanuda su caminata. 
Me pregunto qué pasará al llegar a la escuela. ¿Mantendremos nuestra relación en secreto? ¿Me tratará como siempre en frente de la gente? Pero también pienso en que no quiero separarme de él. No todavía. 
Entonces lo abrazo del cuello, enterrando mi nariz en su cuello, aspirando su aroma, cuando un escalofrío le recorre. 
—¿Qué haces? —me pregunta. Creo que mi respiración sobre su piel le ha dado cosquillas.
—Mmmm...—ignorando mi pudor, deposito un beso suave como una pluma sobre su cuello—, hueles muy bien. ¿Te gustaría quedarte en mi habitación ésta noche? Hay mucho en qué ponernos al día. 
Le escucho tragar saliva. 
—¿Quieres que me quede contigo para hablar? 
Asiento en respuesta.
—¿Y dónde voy a dormir yo? —me pregunta.
—Conmigo, en la cama. 
—¿Y de qué quieres hablar? 
Creo percibir un ligero temblor en su voz, como si se hubiese puesto nervioso. ¿Satoru Gojo nervioso? Sonrío, secretamente complacida.
—Sobre qué estuviste haciendo mientras desapareciste por varios meses.
—Creí que ese tema te pondría de mal humor. 
—De hecho estoy furiosa —susurro cerca de su piel—, eres un grosero. No sé por qué me voy a casar contigo —le planto otro beso. 
—¿Estás segura de que sólo quieres hablar? 
—Sí, lo prometo. Me portaré bien —levanto la mirada para sonreírle.
—De acuerdo. Pero no vayas a cambiar de opinión.
—¿Sobre qué?
—Acabas de decir que sí te vas a casar conmigo.
Río enternecida.
—Sí, acepto. Pero si tanto querías escucharme decirlo, hubieras hecho la pregunta mágica.
—Ya no tiene caso, ya aceptaste. 
—Eres un tramposo.
—Y tú una ingenua.
Y seguimos discutiendo camino a la escuela con Kuro sobrevolando nuestras cabezas.
-*-*-*-*-
Después de cenar algo, Satoru y Akari se dirigen a los dormitorios. Deben entrar con cuidado pues los varones no tienen permitida la entrada al área de chicas. Caminan por los pasillos a hurtadillas, hablándose con señas y miradas, tratando de contener algunas risas. Una vez del otro lado de la puerta se sienten libres de reírse a carcajadas. 
—Casi nos descubren por tu culpa —Akari lo empuja de forma juguetona.
—Estás exagerando. Yamada estaba más concentrada en lo que sea que estuviera viendo en el teléfono que en cuidarse las espaldas. ¿Acaso no le enseñé nada en mi clase? Debí reprobarla.
—No la culpes. Estaba viendo un drama coreano.
—Solamente si estaba viendo Los chicos son mejores que las flores lo entendería.
—Pfffff —Akari estalla en una carcajada—. No me digas que eras fan de ese drama.
—Tal vez no lo admita enfrente de ti, pero Shoko y yo solíamos verlo a escondidas. A mí me da igual lo que digan, pero ella prefiere mantener su afición en secreto. 
—Sin duda iré a acusarte. 
Akari se gira para abrir la puerta pero al girar el picaporte, Satoru la detiene, acorralándola por la espalda. 
—No lo harías.
—Te lo mereces. Debiste guardar su secreto.
—Y tú deberías guardarlo también. 
—Bien, entonces debes comprar mi silencio.
Akari se gira para enfrentarlo. Ahora tiene a Satoru a pocos centímetros de la cara. 
Lo natural sería ceder ante la fuerza magnética de sus labios, pero Satoru sabe lo peligroso que sería dejarse llevar por sus impulsos. Un beso estando a solas en la habitación de Akari sólo podía llevar a una cosa, así que se aleja, lo suficiente para romper el aura sensual que empezaba a formarse entre ellos. 
Satoru carraspea, cubriéndose el rostro con la mano.
—Ya recordé lo que quería contarte —dice, tratando de cambiar el tema. Pero Akari alcanza a notarlo, un leve rubor coloreando sus mejillas. Ella también era consciente de lo que podría desembocar un beso, así que en su mente felicita a Satoru por ser un caballero. Aunque, ¿qué tan malo sería hacerlo con Satoru? No todo tenía que implicar sexo penetrativo. Podían tocarse y conocer sus cuerpos. Pero no quería presionarlo. Nuevamente tenía que recordarse que iría a su ritmo. 
—¿Ah, sí? ¿Es algo que sucedió en Kenia? 
Akari sigue el hilo de la conversación para distraerse. Sale del rincón entre el cuerpo de Satoru y la puerta para dirigirse al closet. 
Durante la cena ya le había contado sobre el viaje y su encuentro con Okkotsu y Miguel. Sobre todo alardeaba de lo bueno que se había vuelto Yuta y lo bien que le hacía el clima a su estado de ánimo. Obviamente omitiendo los sugerentes pensamientos que había estado teniendo durante su estadía y los tocamientos lascivos. 
Mientras mira las fotografías del buró de Akari, de pronto se le ilumina el rostro y empieza a brincotear a su alrededor.
— ¡Ahora sí ya recordé lo que quería decirte! ¿Sabías que Okkotsu y yo somos parientes lejanos? 
—¿Qué? —exclama Akari—. ¿Cómo se te puede olvidar decirme algo así?
—Cuando recién ingresó a la Preparatoria le pedí a Ijichi que lo investigara. Era obvio que tendría alguna ascendencia interesante dado que es un hechicero de grado especial, incluso cuando sus padres no fueran hechiceros. 
—Quiere decir que el gen estuvo corriendo en su familia de forma insospechada —concluye Akari.
—Supongo que algo así debió ocurrir en tu familia. 
Satoru toma un retrato de encima del buró y lo observa con detenimiento; en él posan sus progenitores, Akari y una pequeña Yuki aún en brazos. 
—¿Qué ocurrió con ellos? —pregunta Satoru con cuidado. Akari sale del closet y mira la foto junto a Satoru.
—Fallecieron en un accidente de auto. Mi hermana y yo también íbamos a bordo pero logramos sobrevivir. Después de que las autoridades nos encontraran, yo estaba demasiado asustada para hablar y mi hermana aún no sabía hacerlo, así que fue un poco difícil rastrear a mi abuela. Yuki y yo estuvimos en un orfanato por alrededor de un mes. Fue entonces que empecé a desarrollar mi poder maldito. No imagino el miedo que le daba a los cuidadores y a los otros niños cuando les decía que había monstruos por todo el lugar. Los orfanatos pueden ser lugares aterradores.
—¿Entonces tu abuela es el único pariente que les queda? 
—En realidad fue la única que se ofreció a cuidarnos. Imagínate que de la nada tengas que criar a dos niñas y que una de ellas sea una rarita que ve espíritus. Debió ser escalofriante. Pero mi abuela Yukio es la mujer más valiente que conozco. 
—Se nota que te entiende y acepta como eres. 
—Es de lo mejor que me ha sucedido en la vida —Akari sonríe de forma brillante, cerrando el tema con una nota alta. Aunque la anécdota sonaba bastante trágica, Akari no sonaba triste, probablemente porque todo sucedió hace mucho tiempo y una niña de su edad no alcanzaba a asimilar lo que sucedió en ese momento. 
—¿Y qué se siente tener un pariente del clan que sí te caiga bien? —cambia de tema, refiriéndose a Yuta. 
Gojo sonríe, negando con la cabeza.
—Técnicamente no somos familia. Pero pertenece a un clan mucho más pequeño, el de los Sugawara, que también son descendientes de Michizane Sugawara, uno de los Tres Espíritus Vengativos de Japón.
—No me sorprende que el clan Gojo surgiera de un demonio como ese, sobre todo por las historias del pasado de tu familia…
—¿No te da miedo casarte conmigo, Itoyama? Después de todo, somos una familia llena de brutos y sanguinarios con problemas de control de ira, justo como nuestro ancestro —Gojo ríe de forma irónica, dejándose caer sobre la cama de Akari con los brazos bajo la nuca. 
Akari lo piensa un momento. Entonces coloca una playera y un short en la cama junto a Satoru antes de responder.
—No, porque sé que vas a protegerme —se ruboriza—. Ya regreso, voy al baño a cambiarme. 
Satoru se sienta en la cama, viendo a Akari cerrar la puerta. Al tiempo que toma la ropa para examinarla, reafirma para sí mismo ese compromiso de protegerla, pero también surgen dudas de cómo hacerlo, sobre todo de manera legal. Debía asesorarse antes de que llegara el gran día. No podía permitir, aunque con buenas intenciones, que los planes de su madre y su abuela le afectaran de alguna forma a ella y a su familia. Sí, era la cabeza del clan y debía ser, en teoría, su prioridad, pero si iba a casarse, su esposa sería la nueva prioridad. Estaba consciente, y lo había reflexionado antes, que si se comprometía con Akari también lo haría con Nanako y lo que menos quería era interferir en su cómoda y apacible infancia. Así mismo, si lograban traer a un bebé a éste mundo, no quería que su vida se pareciese a la suya. Haría todo lo que estuviera en su poder para evitarlo. Por eso la importancia de cuidar a la familia Itoyama y su estructura.
Finalmente Satoru se mira al espejo; sorprendido de que la ropa le quede perfecta. 
Akari regresa sin demora, ya con el pijama. Está hablando por teléfono con Nanako.
—Sí, mi amor, no te preocupes. Dile a tu padre que nos vemos donde siempre. Ahora lávate los dientes y ve a la cama. Te amo, bye bye. 
Cuando ésta cuelga, se encuentra con un Satoru que la mira de pies a cabeza con los labios entreabiertos. Le gustaba ese look desaliñado en ella. 
—Me miras como si no me hubieses visto antes en pijama ––dice refiriéndose a la mañana en que Satoru apareció en su cocina sin previo aviso o esa misma noche en la que se besaron en el sillón. La verdad es que la que estaba realmente encantada era ella, ante la visión de Satoru usando su ropa.
—Sí, pero no estabas usando sostén ese día —sonríe por lo bajo. 
—¿Que no qué? Repítelo ––lo amenaza de forma juguetona. Akari se acerca a Satoru, obligándolo a retroceder hasta que sus piernas chocan con la cama, sentándolo––. ¿Así que es eso en lo que te fijas?
—Claro que no. No soy un pervertido —aclara Satoru, apartando la mirada. Pero es un error y una mentira enorme. Lo único que logra es provocarla.
—De acuerdo, te creo —responde Akari, alejándose—. Entonces no te importará que me lo quite para dormir. 
Introduce su mano a través de la manga de su playera y se baja un tirante. Ya está por bajar el otro, cuando Satoru se apresura para detenerla.
—Detente. No lo hagas.
Satoru está detrás de ella, abrazándola desde la espalda, hablándole casi al oído. 
—No estoy listo.
Akari se queda quieta mientras Satoru le acomoda el tirante con la punta de los dedos. Jamás lo había visto tan nervioso o incómodo. 
—Lo-lo siento. Sólo estaba bromeando —se excusa Akari. Satoru se queda en ese abrazo, con sus largos brazos alrededor de su estómago y la nariz sobre su hombro. Se le escapa una sonrisa. 
—Sé que sabrás ser paciente conmigo. 
—Seré más cuidadosa.
—Y yo me prepararé mejor —le besa ese rincón entre el cuello y el hombro—. ¿Vamos a dormir? 
Akari asiente. 
-*-*-*-*-
Epílogo
Akari logra conciliar el sueño casi de inmediato cuando las luces se apagan y ambos se meten a las cobijas. Claro que luchó por mantenerse despierta. Estaba demasiado contenta con la presencia de Satoru que no quería perderse ni un minuto. Pero había sido un día largo y el cuerpo le pesaba. 
Por otro lado, Satoru sentía un palpitar que le llegaba a la cabeza. Afortunadamente Akari estaba tan cansada que seguro no se daría cuenta. Estaba acostado como tabla, mirando al techo, mientras Akari se encontraba de costado, abrazando su torso, poniendo su pierna por encima de la suya y la mejilla en su hombro. Su respiración serena, sus labios entreabiertos y el rostro relajado, mientras él la miraba de reojo. 
Jamás había dormido de ésta manera con nadie. Lo más cercano a compartir la cama había sido con Suguru, al caer rendidos sobre la primera cama que vieran después de una larga misión o en el sillón después de una noche de videojuegos. Pero apenas si se tocaban. Eran sólo dos chicos compartiendo el lecho. 
Pero Akari sabía cómo acomodarse y lo hacía de manera natural, como si no hubiera otra lógica. Después de todo, ya había tenido un amante antes que él. Pero todo ésto era nuevo para Satoru. 
Ojalá se le diera bien el acto de dormir, pero ya se había entrenado para hacer justo lo contrario. Además, ahora que su técnica ritual estaba en reposo (no desactivada), convenía mantenerse alerta. 
Desgraciadamente, desde hace un tiempo, sobre todo por las noches, un torrente de pensamientos sexuales fluían por su mente. Y con el cuerpo de Akari pegado al suyo, era imposible evitarlo. 
De alguna manera se sentía como si fuera un adolescente otra vez, con las hormonas disparadas. 
Cuándo Akari propuso quedarse en su cuarto, le fue imposible negarse, aunque sabía, estaba seguro, que este momento de la noche llegaría eventualmente.
Sus pechos contra su brazo eran lo peor. Se sentían suaves y cálidos, como toda ella. Sus fantasías asaltan su mente; aquellas imaginaciones de su tamaño, su forma, su color. Cómo reaccionaría al tacto y qué sonidos haría Akari ante sus caricias. 
No podía creer que estuviera pensando en todo ésto en su presencia. Inclina su rostro para mirarla. Sus largas pestañas descansando sobre sus mejillas. 
Se pregunta en qué momento empezó a gustar de ella. En realidad no estaba seguro. 
Cuando Akari lo besó por primera vez, Satoru recordaba, fue como sí hubiese puesto las manos al fuego. Cómo si su cuerpo helado hubiese ignorado el frío por mucho tiempo y por fin encontrara una fuente de calor. Qué bien se sentía el fuego, qué ganas de dejarse abrazar por las llamas y consumirse, aunque fuera su fin. Quizás no era la mejor metáfora para explicarlo, pero había sido como un choque térmico; potente, avasallante, doloroso. 
Pero Akari parecía muy cómoda con todo aquello; con el contacto físico y el compromiso. 
Por primera vez, Satoru se sentía torpe e inexperto.
La vuelve a mirar de reojo. Su flequillo cae sobre sus ojos. Con cuidado mueve su brazo para alcanzar su rostro y suavemente acomodarlo. 
Así que ésto se sentía ser correspondido. Más allá de los pensamientos hormonales y el bulto entre sus piernas del que debía ocuparse, Satoru no podía sino sentir gratitud porque por fin se había hecho el fuego que calentaría su corazón amojamado. 
*-*-*-*
Acabo de enterarme de que hay lectorxs que prefieren los capítulos cortos a los largos, aunque yo siento todo lo contrario. ¿Ustedes que prefieren? A veces simplemente no puedo evitar escribir más de cinco mil palabras, jeje. Por cierto, el capítulo trece ya se está cocinando. -Lizzie
Lista de capítulos:
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lizziehx2 · 27 days ago
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he's trying!!
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lizziehx2 · 1 month ago
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Nos volveremos a ver, ¿verdad?
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when you go away, i still see you
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lizziehx2 · 1 month ago
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Dance, dance, baby! ✨
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lizziehx2 · 1 month ago
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No sólo enamorada de éste anime, sino también de su soundtrack. *Chef kiss*
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"I wish I could put a name to this feeling. if only I met you sooner. if only, I had a little more time… could I have felt this just a bit longer?"
MIGNON (2023)
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lizziehx2 · 2 months ago
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"I wonder just how long I'll be able to sit and wait...when you're all that's in my head?"
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Under The Green Light
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lizziehx2 · 2 months ago
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“A la ausencia no hay quien se acostumbre. Otro sol no es tu sol, aunque te alumbre.”
— Mario Benedetti.
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lizziehx2 · 2 months ago
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Felix con el cabello negro es mi Felix favorito. <3
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Felix's face dictionary with ESQUIRE ❤️
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lizziehx2 · 2 months ago
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Got cursed by thought goblins
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lizziehx2 · 2 months ago
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lizziehx2 · 2 months ago
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Empatía Maldita (Gojo x OFC)
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Clasificación: Madura
Categoría: M/F
Fandom: Jujutsu Kaisen
Capítulo: 11/20
Sinopsis:
Satoru Gojo y Akari Itoyama entrelazan sus historias desde la adolescencia como estudiantes de hechicería. La presencia en la vida del otro, aunque es intermitente, es significativa: el primer beso, misiones, pérdidas, discusiones y en el futuro, parentar a un hijo. Una historia sobre madurar y las segundas oportunidades.
Encuentra ésta historia en AO3.
Capítulo 11: Sueño lúcido / Sueño húmedo / Pesadilla
Advertencia: contenido sexual explícito.
El invierno fue amable con nosotros ese año. Más allá de las nevadas y el intenso frío que había que enfrentar por las mañanas, estábamos todos y estábamos bien. 
Pero Satoru se había ausentado desde navidad y ya era febrero. Me costaba admitirlo pero lo extrañaba mucho. Incluso sus insistentes mensajes e interacciones por redes sociales habían amainado y yo trataba de no volverme una molestia. Sin embargo, le escribía esperando que pensara en mí de vez en cuando, y que supiera, desde luego, que yo pensaba en él:
—Buenos días, ayer hubo una nevada que nos amaneció el jardín completamente blanco. Nana no fue a clases, así que nos quedamos a jugar —escribí, enviándole una selfie de ambas con nuestras mejores ropas invernales. Luego un video donde Nanako le presenta nuestro intento de hombre de nieve. 
"—Mi nombre es Nanako Hirose —se interrumpe con una risa de nervios, escondiendo las manitas detrás de su espalda—, tengo cinco años y mi mami y yo les presentamos a nuestro asurombroso hombre de nieve". 
Nana hace estrellitas con las manos mientras grabo nuestra creación alrededor de sus contornos.
"—Diles cómo nombraste a nuestra creación.
—Se llama Olaf. 
—¿Olaf? No suena muy japonés. 
—Pero es un hombre de nieve, como el de Frozen —defiende enérgicamente, dando bronquitos. 
—De acuerdo, de acuerdo. Después de todo, yo sólo fui tu asistente. Tú eres la artista.
Nana niega con la cabeza y se abraza de mi pierna.
—Lo hicimos las dos. Es de las dos. 
—Entonces le pondremos mi apellido a Olaf, ¿te parece?
Nana asiente. De ese modo giro la cámara hacia mi y me acomodo para que ambas salgamos en el video con el mono detrás. 
—Bueno, éstas fuimos Nanako y su mamá Akari, presentando a Olaf Itoyama.” 
Ambas sonreímos y saludamos con la mano.
No obtuve respuesta. 
Sin embargo, seguí enviándole reportes de mis días a cada tanto. 
Cuando comía postres, cuando terminaba de correr con los chicos, cuando acompañaba a Nanami en alguna misión... Pero sólo me dejaba en visto.
A pesar de su nula interacción, trataba de justificarlo para que no me afectara en mis días más sensibles. Después de todo, Gojo había logrado sacar a Okkotsu del país, acompañado de nada menos que su rival extranjero, Miguel Oduol, con la excusa de reparar el lazo que el propio Satoru había dañado en combate, y de paso, aprender de los conocimientos extranjeros de Hechicería para seguir expandiendo su habilidad. Además, el artefacto se había convertido en un objeto de gran interés para la comunidad, puesto que había desafiado, como pocos, el ritual infinito de Gojo.
Sin embargo, a Satoru le interesaba primordialmente apartar a Yuta de los peces gordos. Era un hechicero demasiado poderoso (y demasiado joven) para convertirse en un arma y responder a sus cuestionables intereses. Es así que logró enviarlo a Kenia con el brujo oriundo como guía, a cambio de perdonarle la vida.
Yo había regresado a la Escuela de Hechicería, donde seguía entrenando con Maki y ahora con Nanami. Éste último era excepcional en la pelea cuerpo a cuerpo, pues poseía un estilo único, dando cátedra del equilibrio entre velocidad y fuerza de un auténtico hechicero de primer grado. 
Seguíamos sin hablar demasiado, pero al menos me permitía entrenar a su lado y me aconsejaba durante las misiones. 
—No te desanimes si no contesta —me dice. Probablemente había notado que miraba el celular con anhelo—. Tiene sus rachas. Un día puede buscarte obsesivamente y al otro fingir que no existes. Tendrás que acostumbrarte. 
—¡Claro! Sé que es una persona ocupada —respondo forzando una sonrisa—, pero eso no evita que lo extrañe. 
Nanami suspira, quitándose las gafas para masajear el puente de su nariz. 
—Si ya decidiste estar con él, debes priorizarte a tí misma. Concentrarte en tus propios asuntos y aferrarte a ellos siempre. Así la espera será menos agonizante. 
Me pongo en cuclillas frente a él para abrazarlo, aunque responde con el cuerpo rígido. 
—¿Qué haces?
—Gracias por ser mi amigo —le sonrío, rompiendo el abrazo.
Y por un momento, un breve segundo, me pareció que la comisura de su boca formaba la curva de una sonrisa. 
-*-*-*-*-*-
Contrario a lo que muchos piensan, Satoru sí duerme. No todas las noches, quizás no ocho horas, pero sin duda seguía trabajando en aminorar las pesadillas. 
Beber leche tibia, meditar, hacer estiramientos, leer un libro aburrido, todo eso lo había intentado, pero no sentía que fueran un paliativo lo suficientemente fuerte. Un día incluso deseó no tener que dormir nunca más. Pero el cansancio siempre había de golpearle en algún punto y noquearlo hasta dejarlo inconsciente. 
Seguro sus caóticos hábitos de sueño promovían su personalidad locuaz. Sin embargo, desde lo ocurrido con Geto, aquellas pesadillas habían remontado y con renovada fuerza. Había culpa y enojo en su pecho, preparados para clavarle las garras y abrirlo en dos. 
Aquella noche cálida en Kenia, Satoru se había permitido descansar en el sofá frente al televisor, con el ventilador prácticamente en la cara. Definitivamente el cambio de aires le había ayudado a bajar el estrés y la ansiedad, y por lo menos el murmullo de fondo lograba a veces moldear sus sueños. 
Estaba ya roncando, con el hilo de saliva escurriendo por la comisura de la boca, cuando la programación en pantalla empieza a tornarse "adulta". Así es, el canal de películas tenía una sección erótica por la madrugada. 
En la película, dos amantes se daban como cajón que no cierra mientras Satoru empezaba a absorber el sonido en sus sueños. 
Estaba en una casa, muy parecida a la de su familia, transitando por los pasillos, persiguiendo el sonido llamativo de unos gemidos que se escuchaban a lo lejos. Satoru quería saber quiénes eran pues una curiosidad apremiante y unas violentas mariposas en el vientre lo empujaban en la búsqueda. 
Al llegar afuera de la habitación, se recarga en la pared sin hacer ruido. Los sonidos del choque de pieles húmedas y pegajosas, los gemidos de un hombre y una mujer, y susurros de frases sucias, le habían subido la sangre a la cabeza y por debajo del ombligo, dónde empezaba a despertarse un deseo. 
—Amo Gojo, ¿qué hace aquí afuera? Debería entrar —sugiere una sierva. 
—¿Yo? 
—Sí, es su noche de bodas. 
La mujer de rostro cubierto abre delicadamente la puerta de papel, revelando la escena de dos amantes en el tatami. Ella montándolo, dándole la espalda a la entrada. Su largo cabello negro cae sobre su espalda cubierta por una bata roja de tela traslúcida, que deja ver sus curvas y el punto donde sus sexos se unen. Entonces ella, sin dejar de mover las caderas, voltea, revelando su rostro, uno que Satoru encuentra familiar; unos ojos color lila que arden como el fuego. 
Satoru despierta de un sobresalto. Con perlas de sudor sobre la frente y las orejas rojas. Su corazón late a mil por hora y en su entrepierna hay un bulto que sobresale. En la tv, aún sigue la programación erótica. Satoru busca desesperadamente el control para apagarla. 
Cuando el silencio se hace de nuevo en la habitación, se queda quieto, analizando lo que acaba de pasar. 
En realidad no había pasado nada, sólo se había quedado dormido con la tele encendida. Pero en sus sueños había visto algo que lo había conducido a una evidente erección. 
—Mierda —gruñe, dejando caer la cabeza en el respaldo del sillón. 
Aunque tiene el ventilador en la cara, un calor lo atrapa, obligándole a quitarse la playera. Su pecho también está rojo. 
Trata de cerrar los ojos, pero aquellos ojos color lila aparecen en su mente. Son como los de las cuentas de su pulsera. Son como los de Akari. 
No sabe dónde colocar sus manos. Aprieta los reposabrazos del sillón intentando dejar en paz aquel bulto que empezaba a incomodarle. 
Pero le asaltan las imágenes del sueño. La espalda desnuda de una mujer muy parecida a Akari. Cómo la curva breve de su cintura desembocaba en unas caderas sensuales y voluptuosas. Y aún con la bata, esa imagen casi obscena de su culo abrazando el miembro que estaba cabalgando. 
Mierda, mierda. 
¿Quién sería el que yacía debajo de ella? No tenía sentido. En el sueño, la sierva lo alentó a entrar a la habitación para disfrutar su noche de bodas. Es decir, se estaba observando a sí mismo haciéndolo con Akari. 
Satoru coloca su mano sobre su boca, sintiendo sus mejillas calientes. No puede seguir ignorando su erección, así que decide acariciarla por encima de la ropa. 
Había pasado un buen tiempo desde su última paja. De hecho pensaba que era un desperdicio de energía y que sólo lo haría cuando fuera inevitable. Y bueno, aquí estaba, acariciando su bulto. 
Cierra los ojos, invocando las imágenes nuevamente, tratando de deshilvanar los detalles de la erótica visión de sus sueños. Cuando pensaba en las caderas de Akari, no podía evitar recordar aquel día en el dojo, cuando, sin pensarlo mucho, colocó sus dedos en su vientre y éstos se hundieron de forma suave y cálida sobre su carne. Aquello fue un error porque la sensación eléctrica en sus dedos no logró disiparse fácilmente. Luego, el rose de sus pechos sobre su antebrazo. 
Él ya los había notado. No era difícil hacerlo. Aunque Akari intentara esconderlos debajo de la sudadera o de la chaqueta del uniforme, éstos rebotaban con cada salto y en cada movimiento brusco. 
Satoru había tratado de evitarlo, pero de vez en cuando se sorprendía a sí mismo mirando sus movimientos mientras ella corría. 
Su short ya estaba húmedo. Una mancha de líquido había permeado la tela. Era momento de hacerlo de verdad. Baja el resorte de la prenda hasta los muslos, liberando su pene húmedo y palpitante. Toca con cuidado la punta, tomando un poco del líquido preseminal para ponerlo en su mano y ayudar con la fricción. 
Entonces empieza a maniobrar con los ojos cerrados, lentamente, arriba y abajo, dejando salir el aire por la nariz en vez de gemidos. 
Continúa pensando en Akari, ahora en el momento compartido sobre el sillón. Su forma de tomar la iniciativa ciertamente lo había intimidado un poco al principio, pero luego desató un instinto sexual dentro de él. Sus manos acariciando su nuca, los pechos apretados, la curva de su espalda y el sabor de su lengua empezaron a ser demasiado para él en ese momento. Por un momento sentía que iba a perder el control, pero ella rompió el beso en el momento justo. Entonces cuando recobró la consciencia de dónde estaba y de su conducta inapropiada como huésped, no pudo evitar más que huir. 
Pero ahora, con sus manos dándose placer, Satoru pensaba en qué podría haber hecho después. 
Mmmm, quizás recostarla en el sillón y besar la comisura de sus labios, luego su quijada hasta su cuello, dónde lamería, besaría y mordería con verdadera hambre. 
Ese día Akari llevaba bata. ¿Qué tal si estaba desnuda? Habría sido delicioso descubrir lentamente sus hombros para cubrirla de besos hasta llegar a su escote. 
¿Cómo lucirían sus pechos? ¿De qué color y qué tamaño serían sus aureolas? ¿Serían rojizas o marrones? Gojo quería poner sus manos y descubrir si eran más grandes que su palma. Quería apretarlos, masajearlos, sentir su pezón endurecerse bajo su toque, mientras su boca los busca para succionarlos.
Las imágenes de sus recuerdos coquetean con las del sueño. Ahora tenía a Akari debajo de él, con la bata roja mientras la besa. Se imagina el sonido de sus gemidos y el movimiento de sus caderas al estremecerse de placer. 
Sin embargo, en medio de la fantasía húmeda, logra colarse un intruso. Un viejo habitante y usuario de esa habitación. Sus pies, anuncian su llegada. Satoru levanta la mirada para mirar su físico atlético envuelto en un juban de seda blanca. Su cabello negro semirecogido y una sonrisa pícara. 
Suguru se arrodilla ante ellos y primero le roba un apasionado beso a Satoru, donde sus lenguas bailan y se saborean. Mientras tanto la mano de Akari ya está atendiendo la entrepierna de Suguru, participando en éste inesperado trío. Sin embargo, la fantasía se rompe con un recuerdo, aquel donde Satoru había encontrado a Akari y a Suguru besándose cerca de la fuente. 
Qué momento tan desagradable. Aún dolía recordar el vuelco que dio su corazón en ese momento. 
La mano de Satoru se detiene y suelta su longitud para atender el dolor en su pecho y cubrirse la cara.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no podía seguir adelante? ¿Cuándo podría sacar a Suguru de sus sueños finalmente?
-*-*-*-*-*
Apenas era mi segunda misión individual. Un espíritu de segunda categoría ni más ni menos; parecía que Yaga elegía a mis contrincantes con cuidadoso afán: lo suficientemente fuertes para retarme pero no tanto como para matarme. 
Ya me había limpiado la sangre que escurría de mi mano y le había atado una venda para cubrir la herida. Esperaba a mi tocaya en una parada de autobuses cuando un lujoso automóvil aparca frente a mí y al resto de usuarios del transporte público que se sorprenden tanto como yo. 
Un hombre joven pero calvo, con gafas y traje desciende del asiento trasero y se dirige a mí. ¿Me habrían cambiado de chófer? Es más, ¿me habrían cambiado de escuela? 
—Señorita Akari Itoyama, soy Haro Tanaka, subgerente de seguridad del clan Gojo —me entrega una tarjeta de presentación de opalina negra con letras doradas en bajo relieve—, fui enviado para solicitar su presencia urgente en la residencia tokiota de la familia. 
—¿Satoru ha enviado por mi? —pregunto, con una mezcla de miedo y entusiasmo en el pecho. 
—Son las matriarcas de la familia quienes le han extendido ésta invitación. 
El hombre de traje abre la puerta del auto haciendo un ademán y dudo por un momento. Se suponía que Akari llegaría pronto, pero la curiosidad me carcome. Así que termino acompañando a Tanaka.
Tokio es una ciudad tan grande que tiene algunos paisajes que podrían parecer demasiado campiranos para pertenecer a la imponente urbe, tales como la montaña Mushiro, donde la Preparatoria de Hechicería tiene su residencia, pero ésta vez nos dirigimos al éste, como si recorriéramos el cauce del río Tama. 
Aprovecho el viaje en carretera para enviar un mensaje a Satoru y a Akari con mi ubicación, sólo por si acaso. No me había puesto a pensar en la naturaleza del resto de la familia de un personaje tan ambiguo como Satoru, así que no sabía si estaba en peligro. 
Después de cierto punto, dejamos la urbe a nuestras espaldas, desviándonos por una brecha de empedrado para salir de la carretera.
Entonces empieza el sendero amurallado donde faroles y árboles de cerezo nos dan la bienvenida. Desde el primer momento se siente el cambio de energía. Hay barreras protectoras que se hacen más densas a medida que nos adentramos a la villa. 
Nos detenemos momentáneamente cuando llegamos al portón principal donde los guardias empiezan a aparecer. 
—Necesito la identificación de la invitada para registrarla —se asoma uno de los trabajadores. Yo ya estaba buscando en mis bolsillos, haciendo memoria sí cargaba con mi ID o no, pero Tanaka hace un ademán con la mano. 
—No será necesario. La señorita Itoyama está en la lista de invitados especiales —asegura el imponente hombre.
—Entendido, jefe. 
Entonces la pesada puerta de hierro se abre y el auto avanza. 
Los grandes clanes como el Gojo  poseen majestuosas residencias históricas, remanentes de su gran poderío feudal y cada una tenía una temática distinta. Ésta era conocida como la casa blanca, ya que ésta era custodiada por una especie de árbol de cerezo que florecía de un rosa tan pálido que parecía nieve. Era un lugar de ensueño que poseía, además, un lago artificial al frente. Las flores y la pintura de las estructuras coloreaban el paisaje de azul pastel y dorado. Las maderas claras y el papel de las puertas lucían de alto lujo. 
—¿Sabe usted por qué quieren verme, señor Tanaka? —le pregunto a la única persona que me había dirigido la palabra en este lugar.
—Desconozco los planes de las señoras. Pero no invitan a cualquiera y menos con ésta urgencia —me abre la puerta para dejarme bajar. Observo mi uniforme y siento que es un atuendo inapropiado para un lugar como éste. Definitivamente no era mi mejor facha. 
Un grupo de damas uniformadas con kimonos azules nos indican el camino. 
—La esperan en la sala de té, señora Itoyama —reverencian con una sonrisa, mientras que una de ellas me anuncia. 
Caminamos por los pasillos y cambiamos de casa dos veces, cruzando los bellos jardines. Tanaka camina a mi lado, totalmente inexpresivo, con un audífono en su oreja. Parece un matón, pero es amable. 
Cuando llegamos a la sala de té, las cuatro damas hacen una reverencia y deslizan las puertas para dejarme entrar. Miro al señor Tanaka, quien me indica que he de entrar sola, noticia que hace que punce mi herida, pero asiento con valentía y me vuelvo al interior de la habitación vacía. 
Entonces cierran las puertas. 
Es cuando una mujer, con elegantes canas peinadas en un moño y un prendedor con motivos florales sale detrás del biombo. Al verla no puedo sino reverenciarla. 
—Acércate, mujer. Déjame verte bien —me indica con voz ceremoniosa. Avanzo unos pasos mirando hacia el suelo—. Veo que estás herida. Antes de irte puedes pasar a nuestra enfermería. Tenemos a un sanador excepcional. 
—No hace falta, es sólo un rasguño —respondo con excesiva timidez.
—Insisto. Es lo menos que puedo hacer por ti, ya que viniste hasta acá. 
No sé por qué, pero no me parece tan sincera esa declaración. Hasta donde yo sabía, la familia de Gojo vivía en Kioto. En realidad, quien había viajado desde muy lejos era ella. Me pregunto si yo fui uno de los motivos de dicho viaje. 
La mujer se arrodilla frente a la mesita donde sirve el té de forma ceremoniosa. La bella cerámica se remoja un par de veces mientras mi paciencia titubea. Logro contener las palabras en mi garganta hasta que la mujer me extiende mi cuenco. Entonces nos miramos a los ojos y brindamos para tomar un trago al mismo tiempo. 
—Akari Itoyama, seguro tienes muchas preguntas, pero yo tengo más, así que te permitiré hacer una pregunta. Después empezaré mi entrevista. Elige sabiamente. 
Estaba a punto de replicar instintivamente: "¿Mi entrevista?", pero habría perdido mi única oportunidad. 
—Me gustaría saber su nombre —digo finalmente. La mujer sonríe y de hecho, se permite reír. 
—Mi nombre es Mao Gojo, soy abuela del clan. Mucho gusto. 
—Mucho gusto, soy A...
—Sé quién eres, Akari Itoyama. De hecho te sorprendería saber lo mucho que sé sobre ti, pues te he estado observando. Pero no creas que de forma maliciosa. Hasta el momento has causado buena impresión en nosotras. 
—¿Nosotras? —respondo como grabadora. 
—Empezaré mi entrevista. ¿Desde hace cuánto tiempo sales con mi nieto Satoru?
—¿Qué? —replico, escandalizada. ¿La familia de Satoru me había estado espiando y ahora me tenía aquí, casi como en una emboscada para hacerme las preguntas que probablemente él no tendría la intención de responder? ¿Sí él no lo haría por qué yo sí tendría?
—No puedo responder su pregunta —inclino la cabeza a modo de disculpa.
—¿Ah no? ¿Por qué es eso? 
—Simplemente porque no tengo una respuesta. Su nieto en ningún momento me ha solicitado una cita siquiera.
—¿Y qué significa esa pulsera? Es obvio que tiene un ritual vinculante. Ya me parecía que era un gesto bastante romántico de parte de Satoru. 
—Es verdad que... quizás haya algo entre nosotros. Pero no diría que estamos en una relación.
—Pero tú sientes algo por él, ¿no es así? —inquiere. 
La forma en que me lo pregunta y la mirada esperanzada en su rostro, me dejan entenderlo todo. 
—Me imagino que su nieto también les da problemas, ¿no es así?
—¿Eh? —la abuela Gojo parece confundida por mi respuesta. 
—Satoru me contó sobre el deseo del clan de que por fin siente cabeza y provea un heredero. Es natural. Pero yo ya rechacé su oferta. Me imagino, por su investigación, que sabe que tengo una hija. 
—Pero no estás casada y el padre de tu hija está comprometido. 
—Lamento decepcionarla, señora Gojo —hago una reverencia profunda, con la punta de mis dedos tocando el suelo—. No puedo descuidar mi carrera y mi familia, por más que sienta algo por su nieto. 
—¿Entonces sí tienes sentimientos por él? —la veo inclinarse levemente hacia adelante, esperando la repetición de mi respuesta. Y sería tan fácil responder que sí, pero en éste momento, no podía sino sentir vergüenza. Sentía que una vez más estaba siendo reducida a un vientre con piernas. Y se lo podía perdonar a Satoru por todo lo que había hecho por mí y por Nanako, además  porque sabía que ignoraba muchas cosas. Pero una abuela, una mujer que conocí hace dos segundos, que ya había vivido el dolor de ser madre y que esperaba que fuera empática con ello, no podía estar pidiéndomelo. 
—Disculpe no poder ayudarle. Fue un gusto conocerla. 
Me pongo de pie, tratando de huir antes de que el nudo en mi garganta me haga derramar alguna lágrima.
Entonces las puertas se abren, pero no para dejarme salir, sino para dejar entrar a alguien. Otra mujer, pero alguien más joven, de belleza que me roba el aliento, me mira desde la entrada, con una mirada gélida y un par de ojos zafiros que me resultan familiares. 
Su cabello blanco y largo, la figura alta y esbelta. Era Satoru en su versión femenina, o debo decir, que él era la versión masculina de ésta increíble mujer. 
—Disculpen la tardanza. Planeaba acompañarlas desde el principio pero había asuntos urgentes. 
—Yu, la señorita Itoyama estaba por retirarse.
—Discúlpeme, no puedo quedarme más tiempo...
—Akari Itoyama, si debes irte hazlo, pero... Me gustaría que supieras que ésto no se trata de dinero o poder. Son las plegarias de una madre por su hijo. 
Mis labios se parten ante la inesperada sentencia. Siento que mi corazón está por desbocarse. La mujer no tenía una sola expresión en el rostro, ni en su voz, pero podía sentir su honestidad. Había mucho sucediendo dentro de su corazón. Y no es que no hubiera algo de ello en las intenciones de la abuela Gojo, pero era evidente que su rango era superior. No lo sabía en ese momento pero no me equivocaba al inferir que Yu Gojo no tenía ninguna injerencia en las decisiones de la familia más que sobre sus sirvientes. A ella también la habían imaginado como un vientre con piernas.
Yu Gojo se coloca a un costado de dónde yo estaba sentada, esperando que regrese a mi lugar.
Y lo hago, cediendo nuevamente a los deseos de ésta familia. La abuela le sirve el té a su nuera y le entrega la palabra. 
—Satoru siempre ha sido alguien con voluntad propia. Ni en sueños los aceptaría frente a él pero eso me gusta de su personalidad. A pesar de ésto, ha fungido con éxito como cabeza del clan. 
—Es verdad que no es el más destacado... —susurra la abuela. 
—Pero hace lo que le toca —corrige—. Cuida de los asuntos familiares y de nuestros intereses. Excepto uno. 
—Engendrar a un heredero —anuncia la abuela de forma ceremoniosa. 
—Hace mucho declaró que no contraería matrimonio jamás, desairando incluso a las mejores y más codiciadas candidatas. 
—Hechiceras de buena familia y buena educación, incluso bonitas. 
—Lo peor es que lo hizo de la manera más grosera posible. Y frente a los padres de éstas. 
—Nos condenó para siempre —niega derrotada la matriarca. 
—En ese momento nos resignamos a la idea de verlo en un matrimonio ventajoso, pero mantuvimos la esperanza de que al menos podría formar una familia bajo sus propios términos. 
—Disculpen, pero... Me parece más que evidente que pretenden ignorar las verdaderas preferencias de Satoru. ¿O es acaso que estaban dispuestas a aceptarlo tal cuál es? 
—Somos conscientes —me mira la madre de Gojo directo a los ojos—. Jamás vi a Satoru tan cercano a alguien como a Suguru Geto. 
Entonces algo hace click en mi cabeza, como una granada que luego explota. De pronto todo tiene sentido. Me pongo de pie. 
—¿Y acaso pueden decirme que ustedes no tuvieron nada qué ver con su separación? ¡¿Que no arruinaron a un pobre chico para alejarlo de Satoru?! ¿De verdad era tal su necesidad de... de... de apartarlo para seguir maquilando hechiceros de raza como si fuésemos caballos? —exclamo desde el fondo de mi pecho. 
—No es lo que piensas —dice la madre de Gojo.
—¿Cómo pueden ser tan crueles? Perpetuando ésto. 
—Ellas no lo hicieron —escucho a mis espaldas. Entonces  me giro para ver al propio Satoru en la puerta—. Te aseguro que me habría enterado —sonríe.
Su nombre resbala por mis labios como un suspiro. Me alegra verlo pero... También una rabia se apodera de mí. 
—Madre, abuela —las saluda con la cabeza—. Me sorprende que a estás alturas no hayan comprobado que actuar a mis espaldas no es recomendable. Menos si se trata de mi vida privada.
—No todo se trata de tí —reconviene su madre. 
—¿Ah no? —se burla Satoru. 
—Queremos que Itoyama sea la próxima matriarca de la familia Gojo —anuncia la abuela, poniéndose de pie. 
¿Qué?
—¿Acaso ésto es una emboscada? —respondo con incredulidad. Casi quiero reír. 
—A ver, ésto se está poniendo muy dramático —interviene Satoru.
—Necesitamos tu ayuda —me mira Yu Gojo, implorando tras el hielo de sus ojos—. Debemos terminar esta masacre. 
Lista de capítulos:
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lizziehx2 · 2 months ago
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Caminante no hay camino, se hace el camino al andar.
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lizziehx2 · 3 months ago
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Crimson Peak (2015) 🎬 Guillermo del Toro
+ IMDb trivia
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lizziehx2 · 3 months ago
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Charlotte Martin modeling for Mary Quant, 1970.
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lizziehx2 · 3 months ago
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touchstarved!satoru craves any and every touch you offer him, especially when it concerns his hair or hands
touchstarved!satoru who literally purrs whenever you thread your fingers into his hair, gently scratching at his scalp when you watch TV together. Shoving his face into your neck, he nuzzles his nose against the skin, silently letting you know he may die if you stop
touchstarved!satoru throws a little tantrum when you refuse to sit on his lap at work meetings, claiming it helps him focus (really he just wants to grope your thighs while you hold onto his arm, begging him to stop with stern eyes - of course he refuses with a shit-eating grin)
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“‘T’s not my fault sweetheart.” He whined as his thrusts grew sharper, one of his greedy hands grabbing yours and forcing it to his nape, seeking that same pleasure which arched his back and made him see stars.
Tightening your legs around his waist, a soft moan falling past your lips at the pure need on his face, you heeded, providing a deep scratch with your nails.
Satoru came in seconds.
touchstarved!satoru who has to take you on missions with him. Leave his beautiful girlfriend (future wife) for a week plus? Not happening. Who else would he cuddle with for hours at night?
touchstarved!satoru who could no longer live without you and all the little slices of heaven you give to him every single day
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