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Padma R. Whitehallow
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Escritora demasiado vaga como para ir por el camino fácil. https://prwhitehallow.carrd.co/
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prwhitehallow · 2 years ago
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Mi asunto con el fanfiction
Bueno, nueva entrada, y no se me va el tema de la cabeza: los fanfics.
No voy a mentir, durante un tiempo tuve la postura de pensar que si escribías/leías fanfics, entraba más en lo que sería algo "malo", no era "verdadera lectura" y esas cosas que en algún momento dije o pensé. Quizás por eso me costó tantos años poder sentarme a escribir uno y encontrar el compromiso para querer terminarlo.
Y, graciosamente, encuentro que los fanfics ayudan de una manera interesante a mi aprendizaje de la escritura. Si se quiere, durante años escribía de tal forma que parecía un fanfic pese a que eran historias originales (muchas cosas no eran explicadas, actuaba como si los personajes fueran ya conocidos por el público, etc.). Si bien con el tiempo aprendí a presentarlos, a ir dejando migajas de información del mundo, de lo que estaba pasando... Mucho de eso lo empecé a aplicar también en este fanfic (Una Guerra de Rosas y Espadas), donde, por suerte, ya tengo a los personajes definidos, quizás tengo que ir medio explicando el mundo (si es que hago cambios) y puedo poner a prueba el manejo de la información.
Obviamente, como lo tomé como una reescritura del material original, hubieron cambios a nivel argumento que impactan significativamente en los personajes y eventos, pese a que a nivel estructura mantengo lo mismo.
Concluyendo, el leer y escribir fanfics en cierto modo es interesante como un ejercicio de escritura, como una manera de ver interpretaciones de distintos personajes, así como ver qué tan complejos/superficiales pueden llegar a ser.
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Si quieres leer mis historias, puedes hacerlo en Wattpad e Inkspired.
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prwhitehallow · 2 years ago
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No tengo idea cómo empezar, hace años que no escribo un blog. 😅 Supongo que lo correcto sería presentarme: Un gusto, puedes llamarme Padma, entre muchas otras cosas, soy escritora cuando necesito un momento para relajarme. Amo los dragones y la fantasía (sí, en ese orden, no exagero), y, hasta unos meses atrás, cualquier proyecto que empezara como un fanfic rápidamente se convertía en una "historia original" (tan original como puede serlo).
Se podría decir que empecé siendo escritora de "ideas originales" y luego me lancé a escribir un fanfic "como corresponde". Un camino a la inversa, me parece. 😆
Me encantaría soltar todo lo que pasa por mi cabeza mientras escribo esto, pero el tiempo es oro y quejarme no hará que más personas lean lo que hago ni que los fantasmagóricos algoritmos me recomienden más.
Supongo que ahora debería decir qué escribo. Para sorpresa de nadie, escribo historias de fantasía, tengo el muy común deseo de escribir un universo narrativo (con todos los dolores de cabeza que eso implica), donde hay distintos sistemas de magia, y ciertas reglas generales que poco importan ahora. Tengo historias donde hay dragones (tampoco sorprende a nadie), pero esas están en mis notas de momento. Hasta la fecha, he terminado cuatro novelas y voy a buen ritmo con un fanfic de ACOTAR.
Y creo que es suficiente como para una primera entrada. Bye!
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prwhitehallow · 2 years ago
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Momentito, que este es el FINAL de una historia que puedes leer tanto en Archive of Our Own o empezar por aquí. Si ya has leído todo lo anterior, pues siga disfrutando.
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Capítulo 8
La notó queriendo salir de su abrazo, por lo que aumentó la fuerza del agarre y añadió una de sus alas. Escuchó un bufido exasperado por parte de ella, arrancándole una sonrisa disimulada mientras enterraba su nariz en el cabello pelirrojo. El aroma a flor de loto y menta invadieron sus fosas nasales, dejándolo igual de atontado que años atrás, incluso más al pasar una mano sobre el abultado vientre de Gwyneth.
—Az, vamos, Nyss debe de estar dando vueltas por ahí.
—Un momento más Gwyn —gruñó. Sintió que ella le daba un ligero golpe con la cola a su pierna, a lo que soltó un suspiro, con poco interés en ceder. Había pasado un par de días desde el anterior Calanmai, y todavía podía sentir el exceso de energía que lo había mantenido despierto las noches anteriores. Una pena que no pudiera usarla en ella—. Gwyn…
—¡Apá! —escuchó justo antes de que un peso le cayera sobre el ala que había extendido. Abrió un ojo, encontrando una cara sonriente y ojos de un verde azulado más claro que los de su madre, peligrosamente cerca de donde estaba—. Apá, vamos, ¡dijiste que iba a aprender a volar!
Azriel casi pudo escuchar la risa de Gwyneth, incluso podía jurar que tenía una expresión de victoria mientras se deslizaba por fuera de su agarre. Nyss batió sus alas, de un tono casi cobrizo, y se apartó, dejando que se sentara.
—Ya, pero primero comes algo —dijo, acomodándose para poder estirar la otra ala. La pequeña asintió, correteando por todo el nicho, saltando alrededor de su bella madre mientras Azriel se ponía de pie. La cueva se había vuelto acogedora con el paso de los tiempos, tanto por los toques que Gwyneht fue dejando como los de Nyss, y seguramente tendría los del próximo en cuando saliera. Algunas flores que Gwyneth había cultivado en su anterior hogar, algunas manchas de musgo que Nyss había puesto en uno de sus juegos, incluso habían logrado marcar una pared con una mezcla que había hecho su pareja, dejando tres manos a la que pronto se añadiría una cuarta.
Bostezó, estirando la espalda al mismo tiempo que su pequeña corría hacia él. Había mucho de la madre en ella, desde el cabello hasta las escamas que salpicaban su piel pálida, pero había salido con sus alas, y, palabras de Gwyneth, la misma actitud sobreprotectora de él. Sonrió, tomándola en brazos mientras daba los últimos pasos hacia el rincón donde guardaban los restos de las cacerías. Su pareja ya se encontraba devorando una de las dos patas que quedaban, sonrió dejando un beso sobre su cabeza antes de bajar a la pequeña, quien atacó a un trozo que Azriel le cortó con las garras.
Comió su parte, sintiendo la misma chispa que lo había sentido la primera vez que estuvo con Gwyneth. Sonrió mientras la escuchaba tararear la misma melodía que habían cantado la primera vez que se conocieron, esa que parecía ser únicamente para él, y jamás dudaba en contestar, cantando en tonos más graves, en un contrapunto perfecto.
—¡Listo! Ya comí —chilló su hija, relamiéndose los labios y limpiando los restos con sus manos. Azriel devoró un poco más antes de seguirla, con Gwyneth pegada a su costado, sonriendo como ella sola podía hacerlo.
—Tengan cuidado —le susurró cuando estaban a punto de salir. Azriel le dejó un beso en la frente, asegurándole que volverían para cuando el sol estuviera en su cénit. Nyss y él extendieron las alas, elevándose de a poco hacia el cielo.
Sobrevolaron por el bosque, el mismo bosque que los humanos tanto temían. Vieron el Lago Sangravah, el corazón de todo aquello, donde las estrellas parecían bailar entre las olas causadas por la brisa. A lo lejos, completamente ajenos a todo, los pueblos humanos miraban hacia las montañas que se erguían tras el bosque, amenazas mudas, un recordatorio de que habían seres más grandes, más antiguos que todos ellos. Varias sombras volaban entre las aves, seres con alas de murciélago y dientes de lobo, con cabezas decoradas por cuernos de chivo y la ferocidad de un león.
Un bardo cantó sobre una dama y un caballero caídos en desgracia, las mujeres susurraron sobre ninfas que tomaban a aquellas que buscaban auxilio, otras aseguraban que los sátiros aguardaban a las orillas del Lago Sangravah. Toda clase de historias y rumores corrían sobre el bosque, sobre aquel refugio para quienes lo buscaran, pero nadie sabía a ciencia cierta si lo que revoloteaba sobre sus cabezas eran aves o los guardianes de aquel sitio. Algún mozo aseguró ver a una dama hecha de agua que sonreía con dulzura a todos, invitándolos con su canto a sumergirse en las aguas y por poco había logrado escapar de su hechizo. Nadie le creyó. Entre las criadas se rumoreó sobre la desaparición de las tres hijas de un importante mercader caído en desgracia, algunas afirmaron hasta el final de sus días que habían escapado al Sangravah, la mayoría lo siguió contando como un rumor entre las tareas de limpieza, entre el estruendo de los guisos que burbujeaban y las chimeneas que crepitaban.
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Y... llegamos al final. El fanfic definitivamente resultó mucho más largo de lo que esperaba, pero ya está. Amé escribirlo, Gwyn y Azriel realmente me encantaron como pareja, y quisiera darles más profundidad en otros proyectos.
¡Ah! Cierto...
Si quieres leer otro fanfic (Feysand mayormente) que estoy escribiendo y publicando tanto en Archive of Our Own como en Wattpad, puedes hacerlo. También puedes leer otros cuentos/relatos originales que publiqué también en Wattpad y en Inkspired (todo está en el link de mi perfil).
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prwhitehallow · 2 years ago
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ANTES de que sigas leyendo, quiero que sepas que esta historia ya está empezada, así que, puedes leerla en Archive of Our Own o aquí mismo. Si ya leíste lo anterior, pues te dejo seguir disfrutando.
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Capítulo 7
Verlo a Azriel dormir hizo que sus hombros por fin se relajaran, como si hubiera estado cargando con un peso sobre sí. Su tacto era cálido, con cuidado de no lastimarla con las garras, y ni hablar de cómo la había sujetado cuando la llevó, trazando círculos en su espalda. Cualquier idea que hubiera tenido sobre él, donde imaginaba que sería de esos machos que no conocían la palabra “delicadeza”, ni la aplicaban, caía a pedazos. Esa palabra parecía natural en él. Le agradaba, pero le resultaba un poco decepcionante a la vez, como si hubiera encontrado una rosa entre las espinas, bonito, pero estas últimas no eran más que una protección. Estiró su mano, acariciando la mejilla con cuidado, temiendo despertarlo. Azriel exhaló largo y tendido, acercándola un poco más, usando su ala. Gwyneth se sintió enrojecer y agradeció que él estuviera dormido, así podía verlo de cerca sin que se enterara, ¿verdad? Contempló sus pómulos, la mandíbula firme, el nacimiento de los cuernos parcialmente ocultos por los mechones de cabello que caían sobre sus ojos, pese a que lo apartaba lo suficiente para dejar sus ojos al descubierto.
En algún momento se terminó de apegar a él, dejó que el calor la adormeciera, que el brazo y el ala hicieran de protección. Se dejó llevar, arrastrar a aquellas aguas donde todo parecía ser más fácil, donde el tiempo era cualquier cosa menos lineal. Cuando volvió a abrir los ojos, Azriel seguía durmiendo profundamente, su costado subía y bajaba lentamente. Sonrió y salió del abrazo con cuidado, saliendo del lecho para ir al resto de la caverna. No tenía idea si estaba o no limpia, si los machos eran más o menos prolijos, pero se puso a sacar las hojas que había en la entrada y luego contempló la vista. Nunca había estado tan lejos del lago Sangravah, debería estar deseando volver, ir a Catrin y a las otras, pero se veía incapaz de dejar de admirar el atardecer. Quién pudiera verlo todos los días, observar los colores rojizos y violáceos, las primeras estrellas que se asomaban tímidamente entre las nubes escarlatas, con los últimos rayos recortando el horizonte.
Perdió el paso del tiempo, siendo consciente de que este seguía corriendo cuando oyó a Azriel llamarla, con una nota de miedo en su voz que la hizo casi salir disparada en su dirección. Casi le partió el corazón ver que soltaba un suspiro tembloroso, que la agarraba con fuerza entre sus brazos y la envolvía con sus alas. Dejó que la apretara contra sí, que ocultara su cabeza en el hueco de su cuello, esperando que el dolor se fuera de una vez por todas.
—Quédate —escuchó que murmuraba, haciendo que una pequeña llama empezara a arder en su pecho. Gwyneth reconocía la súplica, sin importar qué aspecto tuviera, como una vieja amiga—. Sé que no tengo ninguna razón por la cual debas elegirme, pero…
—Me quedo —dijo, cerrando los ojos mientras ponía una oreja contra el pecho de él, donde el corazón empezó a latir con más fuerza. Durante el instante que pronunció esas dos palabras, vio el rostro de las humanas refugiadas, de las otras hembras que estaban en el lago Sangravah, incluso los rasgos cada vez más indefinidos de Catrin. Parte de sí quería volver, ir a aquellas aguas donde todo lo que había era un refugio, un escondite, pero, a la vez, sus brazos eran incapaces de soltar a Azriel, como si fuera el tronco que le permitía respirar. Levantó la vista, encontrándose con esos ojos avellana con motas verdes que la miraban con una calidez que le arrancó un suspiro.
Fue de a poco, como si un pequeño hilo tirara de ambos, acortando la distancia entre ellos, hasta que sus labios se tocaron. Un roce, tierno y simple, un tanteo de terreno para ambos. Se separaron por un momento, como si estuvieran viendo de nuevo, antes de que ambos se lanzaran contra el otro. Gwyneth subió sus brazos hasta rodear el cuello de Azriel, presionando su cuerpo contra él, demandando más, presionando cuanto podía. «Mío, mío, mío, solo mío», gruñía por dentro mientras enredaba sus dedos en el cabello de él. Le pareció escuchar que batía las alas, pero no prestó atención, mucho menos cuando Azriel la levantó y regresaron, a trompicones, al nicho donde él había estado durmiendo.
Notó que su cola tocaba el suelo y a tiempo logró moverla para que no quedase bajo su espalda. Él se separó, arrancándole un gimoteo al no sentir su calor. Lo vio esbozar una sonrisa de lado, sus ojos ardiendo y las alas entreabiertas, haciendo que Azriel pareciera querer convertirse en el cielo sobre ella. Sus manos empezaron acariciando sus muslos, subiendo por su cadera, vientre, pecho, hasta que Gwyneth se quitó la tela que era más un estorbo que otra cosa. Sus labios volvieron a encontrarse, más salvajes, y ninguno de los dos parecía estar interesado en contenerse más tiempo. Lo escuchó gruñir algo antes de notar un poco de presión en sus caderas. Inhaló hondo, sintiendo un aguijonazo de nervios mientras Azriel besaba su mandíbula al mismo tiempo que una mano recorría su costado hasta llegar a un pecho. Gimió, perdiendo por completo el control, dejando que su instinto más primitivo la dominara, haciendo que su espalda se arqueara, que sus caderas chocaran contra las de él y moviera la cabeza para que siguiera con su trabajo.
Lo escuchó murmurar algo antes de apoyar sus manos a cada lado de su cuerpo. Cerró los ojos, deleitándose en todas las sensaciones que la recorrían, demasiadas como para que pudiera seguirlas. Sabía que sus manos estaban aferradas a los brazos de Azriel, que él se había reclinado hasta volver a besarla, que sus pechos se movían casi en sintonía. Gimió, murmurando incoherencias, acariciando el cabello, la espalda y parte de las alas, haciendo que Azriel gimiera a la vez. Supo que lo había llamado y que había soltado un grito extasiado poco antes de que algo cálido se deslizara por su interior.
Jadeando, Azriel apenas logró reclinarse hacia un costado, volviendo a quedar frente a ella, extendiendo un ala para cubrirla. Se apegó a él, como si todavía no tuviera suficiente, desesperada por seguir manteniendo la cercanía.
—Gwyneth…, preciosa Gwyneth.
De haber tenido un poco más de energía, le habría contestado, pero apenas pudo hacer algo más que acomodarse en sus brazos y caer dormida.
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Penúltimo capítulo... vaya que me costó escribirlo, jajaja.
Continúa... ¡aquí!
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prwhitehallow · 2 years ago
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¡Eh! Momentito, esta es la mitad de una historia que puedes encontrar tanto en Archive of Our Own y aquí también.
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Capítulo 5
Caminaba por el bosque, sintiendo que su cuerpo entero estaba tenso, sus ojos buscando a un macho en particular. No tenía idea por qué lo hacía, qué la había llevado a dejar el Lago Sangravah solo con Catrin para cuidar de las nuevas hembras humanas. Se suponía que él iría a buscarla, ¿verdad? La idea era que ellos fueran tras ellas, que hicieran todo lo que estaba en su poder para convencerlas de darles una oportunidad, no al revés. La noche de Calanmai estaba por acabar.
Miraba a las parejas que correteaban por allí, sintiendo que se le atascaba el aliento en la garganta cada vez que veía a un macho alado, rogando que no fuera aquel rostro filoso, feroz. Quizás si estaba con otra, con una que no había salido corriendo ante la oportunidad de estar con él, así fuera solo por esa noche, sin intenciones de darle más que un pequeño consuelo. Cualquiera de las dos opciones le hacían hervir la sangre, de furia y de culpa. ¿Por qué había corrido entonces? ¿Por qué no había tomado la oportunidad cuando se presentó? ¿Por qué no le había dicho que le mostrara su territorio, el sitio que había acondicionado para ella?
Llegó la mañana y Gwyneth regresó al Sangravah, sin ganas de hablar con Catrin, quien la esperaba con una sonrisa que menguó al verla. Volvió a la cueva, a su lecho de algas que empezaba a resultar molesto, frío. Nadie la molestó esa semana, ni se acercaron cuando salió a la siguiente. Caminaba por el bosque, incapaz de sentir algo más que una sensación opresiva en el pecho que opacaba cualquier placer que le produjera el ver las flores brotar en el suelo.
—¡Gwyn! Vaya, no esperaba verte lejos del lago —saludó Feyre, bajando de un árbol. Detrás de ella aparecieron su pareja y el pequeño, quien se aferraba a su madre mientras la observaba con sus ojos azules abiertos de par en par.
—Yo tampoco, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi —dijo, haciendo una cortés inclinación de cabeza, forzando una sonrisa agradable mientras se acercaba al pequeño—. Felicidades, por cierto. ¿Cuánto tiene?
—Un año, es raro que duren tanto tiempo así —rio, dejando un beso en la frente de él, Rhysand se acercó a ambos, murmurando algo a oídos de Feyre que la hizo ruborizar. Gwyneth se encontró queriendo tener ese momento también, así fuera solo el abrazo y las palabras secretas. «¿Por qué no apareció anoche? ¿Por qué no lo intentó de nuevo?»—. ¿Estás bien?
—¿Ah? Oh, sí, sí, ando con la cabeza en cualquier lado últimamente —respondió, ahogando todo lo que fuera en relación con ese macho, pero era como parar una ola con las manos—. Los dejo tranquilos, ¡hasta luego!
Y no les dio tiempo para decir algo más. Caminó lejos, hacia las montañas, esquivando a los machos que se acercaban a ella. Estaba empezando a sentir que se le cerraba la garganta, que su cabeza volvía a aquella vez en la que habían pasado un montón de machos por el Sangravah. Una noche cerrada, con ambas dejadas como restos de una carnicería que había terminado antes de que a ella le pasara lo mismo que a Catrin gracias a otros machos. Pero eso no iba a pasar, no iba a tener la misma suerte dos veces, así como había pasado con Calanmai.
El aire raspaba su garganta, sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas, y podía sentir cómo varios machos se acercaban a ella. Tonta, tonta por alejarse de su preciado lago, por dejar sola a Catrin y a las otras. Quiso regresar, pero varios machos se interponían, casi todos mirándola de pies a cabezas y empezando a sacar pecho, cantar con voces rasposas y desentonadas. Gwyneth retrocedió hasta chocar contra un cuerpo, haciendo que los otros machos se acallaran de inmediato.
—Largo.
—No está en tu territorio, Sombra —señaló uno, ganándose un gruñido de advertencia.
—Dije ¡largo! —estalló poniéndola por detrás de él, desplegando las alas. Si alguno pensaba quedarse y hacerle frente, se marchó con el resto, dejándolos a solas—. ¿Todo en orden?
Gwyneth lo observó plegar de nuevo las alas, volteándose hacia ella. Estaba más flaco, con los huesos más marcados en el rostro y los ojos con profundas manchas negras bajo estos. Algunas costillas empezaban a asomarse en su torso.
—No has comido ni dormido recientemente —señaló, acercándose hasta estar a poca distancia de él. Quizás no debía preocuparle, no debía ser su problema, pero allí estaba, queriendo acercarse, acunar su rostro entre sus manos, ver mejor lo que había en el fondo de aquellos hermosos ojos avellana—. Vamos, creo que tengo algunos restos de pescado o puedo cazar algunos si necesitas.
—Estoy bien.
—No, no lo estás —sentenció, tomándolo de la mano y caminando de regreso hacia su lago. Lo escuchó farfullar algo, pero la siguió de todas formas—. Ya vuelvo —dijo, soltando su mano antes de sumergirse en las aguas cristalinas, atrapando fácilmente a dos buenas presas, y regresó. Él seguía allí, quieto, mirándola con una ceja alzada mientras salía del agua, ignoró el cosquilleo que tuvo dentro de su ser. Primero tenía que atenderlo, luego se ocuparía de ella misma y lo que estuviera pasando en su cuerpo—. Ten. Cuidado con las espinas.
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Continúa aquí .
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prwhitehallow · 2 years ago
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¡Apapapapa, quietecito ahí! Esta historia ya está bastante avanzada, así que, ve a este sitio para leer el primer capítulo (también por medio de mi perfil) o ve a Archive of Our Own.
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Capítulo 6
¿Por qué había bajado de su guarida? ¿Por qué seguía insistiendo en ir a ella cuando había decidido rendirse? Quizás había sido el ver el pánico en sus ojos, oler el miedo en ella, ver que ninguno de los otros machos estaba siquiera pensando en que necesitaba que la dejaran tranquila. Fuera lo que fuera, no tenía ganas de desobedecer, no cuando había usado aquel tono con él. «Si serás idiota, Azriel», refunfuñó en sus adentros mientras comía el pescado con cuidado, escupiendo las espinas cuando las notaba en la lengua.
Se había sentado, y ella lo miraba en silencio, quizás asegurándose de que comiera todo. Quizás eran los instintos de las hembras lo que había actuado en ella, porque no había otra explicación para que lo hubiera tomado de la mano con fuerza, para que no le importara que la viera con las telas de su ropa pegadas a su piel. Cualquier otra explicación era una chispa de esperanza que no se iba a permitir. No, no iba a caer de nuevo en esa estupidez.
—¿Qué tan lejos está tu territorio?
—¿Mi qué? —preguntó, escupiendo otra espina. ¿Lo estaba echando?
—Territorio, ¿está lejos de aquí?
—En las montañas —dijo, señalando con la cabeza y entrecerrando los ojos. Ella miró hacia donde había señalado, frunciendo el ceño antes de volver a él.
—Bien, te acompaño.
Azriel estaba seguro de que se había tragado una espina sin querer.
—¿Perdón?
—Necesitas dormir, y no creo que pueda ayudarte a llegar al fondo del lago, ni hablar de que las otras sean silenciosas como para asegurar tu descanso —dijo inclinando su cabeza y sentándose sobre sus rodillas mientras lo seguía observando con esos ojos redondos de un verde azulado—. ¿Crees que puedes cargarme hasta allí o vamos a pie?
Definitivamente algo se le había metido en la cabeza o el pescado causaba estragos en su mente. No estaba diciendo de ir a su territorio, a su guarida, para que él pudiera descansar.
—Dudo que seas pesada —contestó, dejando el esqueleto junto al otro. Aguardó por una réplica, pero esta nunca llegó, nada más que una mirada firme, insondable. Soltó un bufido—. Puedo llevarte. No está en condiciones —advirtió mientras se ponía de pie, esperando que con eso lo dejara ir solo. Ella lo imitó, diciendo que poco importaba eso, sorprendiéndolo. Azriel estaba a punto de decirle que sí, que no era buena idea ir cuando apenas se había molestado en cambiar el musgo de su lecho. Quiso protestar, pero desistió. «Bien, que sea lo que ella quiera», pensó mientras la sujetaba por la cintura, acercándola a él, antes de salir volando.
La sintió tensarse en sus brazos, rodear su cuello con más fuerza, llevándolo al límite del autocontrol. Vio que apenas se atrevía a mirar hacia abajo, ocultando su cabeza en el hueco de su cuello cada vez que lo hacía. «Para, vas a hacer que me ilusione», quería decirle, pero mantuvo su boca cerrada, obligándose a pensar en el vuelo, en no soltarla hasta que hubieran llegado.
Aterrizó con cuidado en la saliente, dejando que ella entrara primero. Pese a que no era Calanmai, pese a que no esperaba que ella aprobara lo que tenía, contuvo el aliento, siguiéndola con los ojos, dando un vacilante paso en su dirección. Ella se volteó hacia él, mirándolo con las cejas alzadas.
—¿Vas a quedarte en la entrada o qué?
Abrió y cerró la boca antes de entrar, caminando hasta la parte más profunda. Le dio una mirada dudosa antes de acostarse en el lecho. Sin preguntar, ella se acomodó junto a él, boca abajo y con la cabeza apoyada sobre sus brazos. Respiró hondo, estirando un ala hasta cubrirla a ella también, acercándola un poco cuando no se apartó.
—¿Cómo te llamas? —preguntó de golpe.
—Azriel.
—Bonito nombre —dijo y sus mejillas se pusieron tan rojas como sentía las de él—. Digo… Ah… No es que… Pensé que tendrías algo menos… adecuado.
Rio ante sus palabras, ante el gesto bochornoso y la manera en la que parecía no querer verlo, pero sin apartarse de su tacto. Era una estupidez, una nimiedad, pero se encontró arrastrándose hasta quedar pegado a ella, con su ala cubriéndola.
—¿Y el tuyo? —murmuró, pasando una mano sobre sus cabellos, peinándolos con cuidado.
—Gwyneth —escuchó que respondía. Probó el nombre, suave y con un golpe firme al final, como si quisiera mantener el flujo de un río con una piedra en el medio. Se preguntó si así sería ella, si Gwyneth tendría esa forma de ser por debajo de la piel asustadiza, por debajo de la llama aguerrida que le había visto en otoño. Peinó sus rizos, suaves contra su piel áspera, y casi quiso ronronear al ver que ella se reclinaba contra su tacto. Y así, soltó un bostezo antes de que un cansancio repentino se apoderara de él.
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Cuando escribí este capítulo estaba pensando en cómo haría para que sepan los nombres uno del otro sin que fuera raro. XD
¡Continua aquí!
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prwhitehallow · 2 years ago
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Si no leíste el comienzo, puedes pasar por mi perfil o hacer click AQUÍ.
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Capítulo 4
La vio marcharse en silencio, de nuevo con la sensación de rechazo, junto una traicionera y dolorosa llama de esperanza. Echó la cabeza hacia atrás, queriendo ir a tomar a la hembra del brazo y reclamarle que le había contestado, que tenía toda su parte hecha, lista para probarle que podía ser lo que ella podía querer.
Sacudió la cabeza, terminando de extinguir la llama que ella había dejado. Podía ser una hembra de ensueño, todo lo que podría desear, una divinidad a la que rendir culto, pero dolía. Demasiado. Extendió las alas, regresando a su hogar en las montañas, entrando a la cueva que ingenuamente había mantenido en condiciones. Recordaba cuando la había encontrado, lo mucho que había soñado con tener a Morrigan dando su toque a aquel sitio durante décadas. Cuando ella se marchó con otra hembra, conoció a Elain, e inmediatamente quiso que ella ocupara el sitio vacío en su corazón, pero para ella las sombras y las marcas en su piel no eran cosas que pudiera ver, tolerar. Intentó, realmente quiso dejar de lado las cosas que le desagradaban de él, y ella se había ido, más aterrada que al comienzo. Y la tercera directamente era las dos anteriores combinadas, en todos los sentidos.
Rugió, haciendo que toda la montaña se enterara del malhumor que llevaba encima, una señal de advertencia para todo aquel ingenuo que considerara interesante el pelear contra él. Su pecho subía y bajaba, las lágrimas bajaban libres por sus mejillas, anudando su garganta y arrancando su corazón a jirones. Dolía, tanto o más que las quemaduras de sus manos, que las incontables cicatrices que tenía por todo su cuerpo. Quería dormir, cerrar los ojos por varios años, entrar en el dichoso sueño en el que entraban varios de sus pares a su edad, cuando el dolor en el pecho era tal que no había otra forma de cortarlo.
Arrastró sus pies hasta la parte más profunda de la cueva, donde solía dormir, donde había esperado tantas veces ocuparlo con alguien más, probar que él también podía, que era digno de tener lo que sus hermanos tenían. Se echó sobre el lecho de musgo y hierbas, mirando hacia la nada, intentando olvidar, acallar todas las heridas que le hacían retorcerse como un gusano. Cerró los ojos, exhalando con fuerza, como si así pudiera sacar todo, ser libre.
Como tantas veces ese año, desde la noche de Calanmai, se encontró soñando con la hembra de cabellos rojos, como había comprobado esa tarde. Imaginó cómo se vería aquel dulce rostro sonriente, su voz llamándolo, pidiéndole todo lo que podía darle, dando todo lo que ella tenía a cambio. Soñó con sus manos lisas recorriendo su cuerpo, sus dedos enredándose en su cabello, acunando su rostro, con sus ojos mirándolo como si no hubiera nada más en el mundo que ellos, llenos de ternura. Una vez incluso llegó a imaginar a un pequeño correteando por la montaña, con la belleza de ella y algunos rasgos de él. Cómo le habría gustado ver a su descendencia, saber si tendrían o no alas y si podría enseñarles a ver el mundo desde las alturas, o si serían como su madre y verían los secretos bajo las aguas.
Para su desgracia, despertó, sintiendo que se ahogaba en sus propias lágrimas, el estómago cerrado como un nudo y el corazón latiendo dolorosamente en su pecho. Maldijo su suerte, saliendo del lecho con el único propósito de buscar algo de comida, aprovechando que los jóvenes estarían correteando tras las nuevas hembras y los más viejos estarían como él o cuidando de sus crías. Bajó hasta el bosque, evitando lo más posible los sitios donde podía escuchar los cantos, risas y algunos machos que ya empezaban a hacer su trabajo.
Cazó un ciervo, devorándolo con más ansias de las que estaba dispuesto a admitir, ahogando cualquier emoción que hubiera tenido. Arrancó la carne de los huesos, desgarró la piel, buscando las partes más tiernas.
—¿Azriel? —La voz de su hermano, Rhysand, se hizo presente. Azriel lo vio salir de entre unos árboles, con su niño, el cual parecía estar considerando saltar de su hombro para comer un poco de carne fresca—. ¿Qué haces aquí?
—Ceno —se limitó a responder, arrancando otro trozo de músculo antes de que el pequeño saltara, batiendo torpemente las alas, antes de ir junto a él y empezar a buscar algunos de los órganos. Azriel lo dejó hacer a su antojo.
—Pensé que irías a por la hembra de la última vez —comentó su hermano arrodillándose del otro lado del cuerpo y tomando a su pequeño, quien intentaba cortar el corazón con sus manos y dientes. Azriel observó en silencio cómo su hermano tomaba el órgano, cortando sin dificultad los tejidos antes de dárselos de regreso—. Especialmente por el rugido del otro día.
Otra vez el dolor en su pecho. Cerró los ojos, arrancando más trozos de carne, tragándolos como podía. La mirada violeta de Rhysand ardía sobre él, exigiendo una explicación que no estaba con muchas ganas de dar. ¿Qué le diría? ¿Que vuelva a intentarlo? Él no había estado siglos tras una hembra, recibiendo señales mixtas, para que al final fuera un no; tampoco había tenido que ver a su nueva esperanza acabar con otro, y la tercera simplemente no quería saber nada de él. No, Rhysand no lo entendería, menos teniendo a Feyre y su niño. Él lo había conseguido todo, lo tenía todo, y Azriel no podía sentir un poco de veneno corriendo por sus venas al verlo.
—No.
—¿No? ¿Y qué piensas hacer?
—Nada.
Rhysand se veía más y más preocupado, sus ojos escudriñando, leyendo lo que probablemente era más que capaz de ver.
—Az…
—No lo haré, Rhysand —sentenció, devorando una pata.
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Puedes leerla entera en Archive of Our Own.
Continúa aquí.
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prwhitehallow · 2 years ago
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Comienzo de la historia
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Capítulo 3
Gwyneth no sabía si respirar aliviada o llorar al ver que el macho se marchaba sin hacer intento de seguirla. Subió a la superficie, dejando solo su cabeza por fuera del agua, viendo a la silueta alada que se alejaba hasta perderse en la negrura de la noche.
—Idiota —dijo Catrin a su lado, mirándola con sus ojos de agua y una clara mueca de reproche—. Gwyn, ya hablamos de esto...
—Ahora no Catrin.
—Ahora sí, Gwyneth —sentenció su hermana mirándola directamente a los ojos—. Sé muy bien por qué estás haciendo esto, así que no me mientas. Hace años que dejaste de sufrir por lo que nos pasó, hace años que estás quedándote cuando no paras de mirar hacia las orillas, cantando para atraer a quien te está destinado.
Gwyneth abrió la boca para protestar, decir que no era cierto, pero Catrin la detuvo.
»Hoy has rechazado a uno que te respondió, ¿la próxima vez qué será? ¿Jugar con él e irte antes de que el compromiso sea absoluto? ¿Usarme como una maldita excusa para seguir encerrándote en este lago?
—Yo no...
—Sin peros Gwyn, te lo estoy preguntando en serio.
Y las excusas abandonaron, de la misma forma que ella lo había hecho con el macho. Volvió a mirar al cielo, a la luna y las estrellas, respirando hondo antes de regresar a su cueva en las profundidades del lago, sintiendo que su pecho se retorcía al recordar aquel atractivo rostro angular, con marcas en sus hombros y brazos que parecían moverse con vida propia. Ni hablar de todo lo que despertó su canto, aquella melodía que había respondido a la suya, parecida, pero diferente a la vez. Una pequeña chispa que parecía brillar más en su cercanía.
Poco después, Nesta apareció cerca del lago. Gwyneth sospechó de sus intenciones ni bien cayó en la cuenta de lo quieta que estaba Nesta, una calma previa a la tormenta. Similar a Catrin, le señal�� que estaba atándose a un pasado que ya estaba parcialmente enterrado, que empezaba a perder su propia vida. No quiso saber nada de nadie por varios meses.
Pasó la primavera, el verano y el otoño iba a por la mitad de su paso cuando salió de su cueva, casi empujada por una muy preocupada Catrin. Bufó al pensar en los rasgos duros de su hermana, negándose a ceder a los pedidos de Gwyneth para quedarse dentro, no abandonar su refugio, sin embargo, allí estaba, caminando sobre la hojarasca, con una prenda que iba secándose con el aire helado. Inhaló hondo, cerrando los ojos mientras intentaba concentrarse en el calor del sol sobre sus escamas.
—¿Qué haces aquí?
El corazón de Gwyneth casi salió por su boca antes de girar sobre sus talones. Detrás de ella, en el borde del claro donde estaba, se encontraba el macho de Calanmai, con sus alas plegadas contra su espalda, sus ojos avellana recorriéndola de pies a cabeza.
—No es de tu incumbencia —replicó, enderezando su espalda cuanto más pudiera. Él arqueó una ceja antes de dar un paso hacia ella. Su memoria se había quedado corta con la belleza que tenía frente a sí, de rostro filoso y firme, de piel morena a pesar de que todo en él indicaba que no era de los que salían de día, los cuernos que sobresalían ligeramente sobre su cabeza poco hacían para mantener su rostro libre del flequillo que caía sobre sus ojos.
—Tienes razón —concedió, y el silencio se volvió incómodo. Gwyneth consideró preguntarle algo, pero ¿qué?—. ¿Planeando huir de nuevo?
—No huyo —mintió descaradamente, levantando la barbilla y agitando la cola peligrosamente. El macho bufó, agitando levemente sus alas, haciendo que las hojas a sus pies saltaran por un momento. Quizás había sido su imaginación, pero le pareció notar una leve esencia de él, probablemente había empezado a marcar territorio, a dejar una parte del bosque como el lecho que pretendía ocupar en Calanmai—. ¿No deberías estar compitiendo con los otros?
Él soltó un gruñido ante lo que sea que hubiera captado por detrás de sus palabras, mirándola con esos ojos color avellana.
—Mi territorio está asegurado. —Y Gwyneth no podía hacer más que creerle tras un simple vistazo. Se lo veía capaz de tener un terreno tan amplio como las parejas de Nesta y Feyre, quienes prácticamente se habían apropiado de gran parte de las montañas. «¿No había un tercero que convivía cerca?», se preguntó, frunciendo el ceño—. Falta mi pareja.
Y esa parte era... cuanto menos peculiar. Si tenía que ser completamente franca consigo misma, no se veía como la clase de macho que durara tanto tiempo soltero, sino del que tenía hembras a montones, todas siguiéndolo como patitos. Sacudió la cabeza, obligándose a regresar a la conversación.
—Supongo que será cuestión de suerte en el siguiente Calanmai.
—O no —replicó, acercándose hasta que Gwyneth se vio obligada a inclinar la cabeza hacia atrás para poder seguir manteniendo la mirada. Contrario a lo que hubiera esperado, su cuerpo pareció querer empezar a despertar, como si la primavera estuviera a punto de comenzar sólo porque tenía a ese macho frente a ella—. ¿Y tú? ¿Seguirás huyendo en Calanmai?
Gruñó, enseñando los colmillos.
—Ya te dije que no huyo —insistió, como si así pudiera hacerlo realidad, olvidar la ligera sensación de arrepentimiento que la había acompañado como una vocecilla en el fondo de su cabeza—. Suerte en Calanmai —volvió a decir, pasando junto a él, obligándose a no dejarse llevar por la ridícula idea de estirarse y sentir con total claridad el aroma a sándalo y al aire de medianoche, si es que tenía que ponerlo en palabras.
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prwhitehallow · 2 years ago
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Comienzo de la historia
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Capítulo 2
Esa noche, cuando el hielo reflejó la luz de la luna, empezaron los cantos. Azriel solía unirse, siempre esperando que la bella Morrigan le diera una oportunidad, o incluso la tierna Elain, hermana de las dos hembras que sus hermanos habían desposado, se fijara en él. Sin embargo, ese año, todo lo que veía era a los más jóvenes correteando tras las hembras de su edad y a los pocos solteros que quedaban de su edad. Vio a lo lejos a la cabellera rojiza de Lucien, junto con Elain, quien seguía usando prendas bastante similares a las de los humanos, a pesar de que su cuerpo había cambiado.
Incapaz de soportar lo que veía, se marchó hacia el Lago Sangravah, esperando que el reflejo de la luna lo hiciera olvidar de su malestar. Poco podía saber que una melodía perdida en el tiempo lo acercaba a las orillas, a las aguas donde las estrellas bailaban. Tampoco supo en qué momento él empezó a cantar, notas graves que vibraban en su pecho, un contrapunto perfecto. Solo fue consciente de que había salido de entre los árboles, apretando las alas contra su espalda para no lastimarlas, cuando los gritos empezaron. Vio a varias humanas huir hacia el interior de una cueva, la gran mayoría mirándolo con ojos despavoridos mientras se alejaban.
—¿Qué buscas aquí?
Azriel se habría enojado de no ser porque su mente dejó de formular pensamientos coherentes al dirigir sus ojos avellana al lago. Una hembra de piel salpicada por escamas verde azuladas que combinaban con los ojos del mismo color, su cabello, probablemente rojo, caía en húmedas ondas a cada lado de su cara y cuerpo.
—Nada de tu interés —logró responder al fin.
—Asustas a mis refugiadas, así que es de mi interés —replicó ella, saliendo por completo del agua. Azriel no perdió la oportunidad de verla por completo, necesitando de toda su voluntad para volver a verla a los ojos—. ¿Y bien?
Sonrió empezando a caminar alrededor de ella.
—Es Calanmai, sabes bien qué significa eso.
La vio tensarse ligeramente antes de volverse hacia él, imitando su andar, levantando la barbilla en un silencioso gesto de desafío. Azriel solía pensar que las hembras con el carácter de Nesta o Feyre eran excepciones a la regla, hembras que no iban con su forma de ser. Sin embargo, allí estaba: frente a una que se movía con más elegancia que Morrigan, rasgos más dulces que Elain y una seguridad que no hacía más que atraerlo, arrastrarlo a sus pies.
—Tienes dos minutos para ir a buscar a la hembra que te corresponde, luego vete —dijo ella al final, enseñando los dientes afilados antes de empezar a sumergirse en las aguas del Sangravah. Azriel ni siquiera dudó en moverse hasta quedar frente a ella, rodeándola con sus alas, inclinando la cabeza en su dirección.
—¿Y a dónde crees que vas?
La hembra retrocedió un paso, sorprendida.
—Yo no participo en Calanmai.
Arqueó una ceja antes de empezar a cantar, retomando la melodía que había empezado, caminando hacia ella. Vio sus ojos que se abrían más de lo que podría considerarse posibles, pero, cuando creyó que ella le correspondería, la vio salir corriendo hacia un costado, esquivándolo con algo de dificultad antes de sumergirse en las aguas cais sin producir ni un sonido. Una puntada, más fuerte que la que había sentido todos esos años, se hizo presente en su pecho. Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, dirigiendo una mirada hacia su reflejo. Ciertamente, no era uno de los machos más atractivos, no con todas las cicatrices que cubrían su cuerpo y sus manos todavía con las viejas marcas de quemaduras. El rechazo debía ser normal, esperable incluso, pero allí estaba, intentando no perder la compostura.
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prwhitehallow · 2 years ago
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Capítulo 1
El Lago Sangravah estaba en la parte más oscura del bosque, lejos de cualquier pueblo humano que hubiera en las Tierras del Norte. Los pocos valientes (o estúpidos) que habían llegado a sus orillas, contaban que sus aguas parecían tener a las estrellas mismas bailando en su superficie. Otros añadían que, si se prestaba atención, se podía escuchar el sonido de una melodía perdida en el tiempo, o incluso que una joven de cabellos rojos miraba entre las rocas que crecían en el centro de aquel espectáculo lacustre. Nadie lo creía, aunque siempre aparecía algún jovenzuelo que se creía capaz de grandes hazañas y afirmaba que él mismo iría al dichoso lago, para luego nunca más regresar.
Algunas mujeres murmuraban, mientras el sonido de las ollas y de las aguas enjabonadas cubrían sus palabras, que allí había un refugio, una cueva con miel y cecina para comer, así como un suelo seco donde descansar. También decían que habían demonios dando vueltas, atentas para devorarlas en cualquier momento. No era extraño escuchar a una que afirmaba, mientras la sopa hervía y hacía bailotear a la tapa, que se iría a aquel Lago, que no quería saber nada de su futuro marido, no soportaban más a su padre o simplemente querían morir antes que seguir con su camino. Y, así como mantenían en secreto los rumores, callaban cuando los hombres pasaban a preguntar por la muchacha recientemente desaparecida. Total, ¿quién iba a delatar a alguien que bien se había muerto?
Todo esto lo sabía Gwyneth, escuchando a las jóvenes que caían cerca de sus orillas, algunas queriendo ahogarse en la muerte pese a sus intentos, otras aferrándose a la mano que les extendía. Había oído muchas historias y todo lo que pensaba era en las humanas que se quedaban, ¿cómo eran las vidas de aquellas que no escapaban a su santuario? Algunas se quedaban con ella y Catrin, ayudándolas con las nuevas que se encogían de miedo al verlas, o transformándose al beber las aguas de Sangravah. De estas últimas, la gran mayoría terminaba yéndose en Calanmai, cuando los machos cantaban para llamarlas, ofreciéndoles nada menos que sus corazones y un lugar seguro. Gwyneth solía quedarse en las profundidades cuando llegaba ese momento del año.
—¿Segura que no quieres salir? —preguntó Nesta, una humana que se había convertido en una de ellas, en un demonio, como les decían. Escamas plateadas, duras como la piedra, habían crecido sobre sus huesos, helada como el invierno mismo. Gwyneth apartó la mirada, sintiendo que la vergüenza la consumía antes de responder.
—Muy segura. Catrin y las otras me necesitan, así como tú, Elain y Feyre lo hicieron cuando llegaron —respondió, sonriendo cordialmente. Nesta la miró con sus ojos entrecerrados, moviendo peligrosamente la cola llena de espinas por detrás de ella—. Ve, no te preocupes por mí. Seguro que ese Cassian está impaciente por verte.
Ni siquiera mencionando al macho que no le había quitado el ojo desde hacía dos años logró atenuar la mirada de su amiga.
—Sigues aferrada a la idea de que no vas a poder salir.
Gwyneth no pudo siquiera negarlo, por lo que se sumergió hasta dejar solo sus ojos aguamarina a la vista. Catrin ya había sufrido la desgracia de ser incapaz de salir de las aguas, y ella... ella simplemente no podía pensar en que algún macho la quisiera cuando ya la habían tocado, destrozado incluso. No era que se arrepentía, lo volvería a hacer si llegaba a darse el caso, pero...
—Tengo cosas que hacer, Nesta —murmuró antes de sumergirse por completo.
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prwhitehallow · 2 years ago
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Valquirias de Prythian 1 - Una Corte de Rosas y Espadas
Prythian, una tierra donde la magia está en cada una de sus criaturas, donde las heridas de antiguas guerras todavía sangran si se mira con cuidado.
Norrine detesta a los fae, hasta el punto en el que, ante la duda, dispara la flecha y vende la piel del lobo, sin importarle realmente las consecuencias.
Y así, como si hubiera movido una pieza de una complicada y antigua máquina, es como la vida de ella, una simple mortal, empezó a cambiar.
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WATTPAD
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prwhitehallow · 2 years ago
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Los Pecadores
Gula
No tenía hambre, al menos, no de comida. Observaba a los cocineros pasar por la cocina mientras consideraba las consecuencias de que los Virtuosos estuvieran en su restaurante. Ansiaba acercarse y escuchar los murmullos, afinar el oído para saber qué planeaban. Era una pena que no fuera la camarera que los atendía, pero en la barra siempre había alguien, salvo ese día. Tomó un maní de la bandeja, sin dejar de lanzar miradas discretas entre sus mechones de cabello.
—No nos descubrieron, aún —envió al grupo.
Avaricia
—Eso es todo —sonrió con los colmillos al descubierto. El cliente asintió con la cabeza y tomó su compra antes de salir casi corriendo por la puerta. Una mirada rápida a su colega bastó para que su escasa tranquilidad se fuera. No tenía idea de qué estaba haciendo la Virtud Humilde en aquel lugar, pero no podía ser nada bueno. Movió la cola de lado a lado, único gesto nervioso que no podía quitarse, mientras mantenía uno de sus brazos oculto bajo el mostrador. Quizás si robaba un segundo... quizás...
«Puede que pronto nos descubran», pensó en cuanto sus ojos se encontraron.
Soberbia
El mensaje era más que claro. A pesar de ello, guardó su celular y contempló a la Ciudad Imp desde lo alto. Sus luces, su movimiento... Todo estaba a sus pies. No, a ellos no los descubrirían, por mucho que los mensajes dijeran lo contrario. Sabía que, con su presencia allí, sus objetivos podrían alcanzarse. Esbozó una sonrisa bajo la bufanda.
—Dejen de exagerar, los descubrirán si siguen siendo evidentes —respondió al final. Echó una última mirada al paisaje nocturno antes de dar media vuelta y meterse en el departamento abandonado.
Pereza
Abrió un ojo, mirando a la Virtud Castidad con su cabeza rapada mientras daba uno de sus discursos que debían ser patrióticos o alguna estupidez por el estilo. Sonrió en medio de un bostezo disimulado, recordando las palabras enviadas por mensajes. Resultaba cliché, pero le daba la razón a Soberbia mientas escuchaba a la mujer reiterar sobre las normas y la convivencia en comunidad.
—No duden en acudir a la Iglesia y al Ejército Santo si ven problemas —decía mientras miraba a nadie en particular. Pereza asintió mecánicamente mientras tecleaba bajo el pupitre.
—Siguen las pistas equivocadas —contestó en el grupo. Solo Ira se reía con ella.
Ira
Soltó un quejido cuando pellizcaron su brazo. Quería arrancarle el pelo a su maestro, pero alzó la cabeza del pupitre, sin ocultar el malhumor. Apenas logró contener un chasquido irritado de la lengua cuando el adulto le preguntó si había escuchado. Un vistazo al frente le hizo saber que no se había perdido de mucho, aún asi, masculló una disculpa, ganando un gesto de aprobación de la Virtud Templanza, quién retomó su discurso sobre el bien y el mal. Podría ser cosa de su edad, pero no le cabía la menor duda de que su bando no era el malo de la historia.
Envidia
El frío del pasillo era insoportable. Quería estornudar, pero eso implicaría terminar en el calabozo y con una buena queja de parte de su superior. Su rostro empezó a desfigurarse mientras el estornudo se iba abriendo paso, apenas logró amortiguar el ruido con el hueco del codo. Se quedó quieto, cruzando los dedos para que ningún guardia lo hubiera escuchado, y parecía que ese era su día de suerte.
Al cambio de guardia, salió corriendo hacia el balcón que tenía en frente. Habría cambiado su aspecto durante la caída al tejado más próximo, pero habría sido una pérdida de energía innecesaria. Siguió corriendo, bajó al suelo, cayendo con menos gracia con la que le habría gustado, y recién entonces cambió su aspecto al tiempo que mandaba la señal a la jefa. La misión había sido un éxito.
Lujuria
Ocultó la sorpresa de su rostro cuando la Virtud entró a su despacho con el ruido metálico de su armadura. No era que fuera extraño ver gente de aquel calibre en el Burdel, pero sí lo era el tener una reunión privada. Lo escuchó atentamente, centrándose en los detalles que necesitaba mientras asentía con la cabeza.
—No se haga problema, aquí la ley se respeta —dijo, asintiendo con la cabeza mientras el Virtuoso se marchaba, agradecido. «En cualquier momento podrían dar con la pista correcta, pero no en este momento», pensó mientras estrechaban manos.
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