Jaja, ok. Aquí estoy yo de nuevo (espero que no te canses de mi). Qué tal un One Shot en dónde Castiel y Sucrette (en la universidad) encuentran un gatito en la calle y al final Sucrette decide que quiere llevarlo con ella. ¿Qué haría Castiel?
Hola de nuevo, linda.
No te preocupes, no me canso, y menos si me pides cosas de mi bebé pelirrojo. Pide los que quieras, me gusta escribir y tengo mucho tiempo.
Espero que lo disfrutes, quiero aclarar una cosa del shot que voy a escribir. Primero que nada, en mi opinión, veo difícil que a corto plazo estos dos tengan un animalito, después de lo que dijo Castiel de Demonio no lo veo teniendo un animal y mucho menos con su ritmo de vida, y bueno, mucho menos un gato. Aunque si fuera el caso, no sería ahora mismo, sería muchísimo más adelante, cuando estos dos quieran separarse (separarse me refiero a que vaya a las giras solo y Sucrette se quede) entonces vamos a situar este fanfic mucho más adelante, cuando ellos sean pareja super oficial ante cualquier tipo de medio de comunicación (incluso aunque Castiel no haya hecho anuncios oficiales porque ama su privacidad y no creo que quiera exponer a Sucrette a lo que él vive incluso aunque la ame) y vivan juntos.
Dicho esto, empezamos. Espero que lo disfrutes y que te guste.
……………………………………………………………….. Empezamos.
Terminé el trabajo bastante más tarde de lo usual, el museo había cerrado al menos hace dos horas, pero me habían entretenido con un montón de papeleo sobre la visita guiada para el grupo de turistas que nos visitaría mañana, además de que dos de mis compañeras estaban todo el tiempo preguntando por Castiel y Crowstorm.
Durante mis horas extras, Castiel había mandado al menos una docena de mensajes.
Todos eran casi repetitivos, me preguntaba una y otra vez cuánto me faltaba para terminar el trabajo, me informaba de que ya estaba en casa, que si quería que iba a buscarme, me mandaba ánimos para el trabajo y una vez más cuánto me quedaba por trabajar y si me estaban explotando. Sonreí instantáneamente al terminar de leerlos todos, últimamente compensaba el hecho de casi no tener tiempo para nosotros preocupándose mucho por mí.
Era tan dulce…
Salí del museo, bajando las escaleras con calma, mientras escribía en mi móvil que ya había salido y que iba hacia casa, si quería que paraba a por comida china que tenía un serio antojo de ella, la brisa y la oscuridad de la noche cubrían mis pasos y rozaban por mi piel, estremeciéndome. Una vez escrito el mensaje, metí el móvil en el bolsillo del pantalón, mientras conectaba los auriculares y le activaba el sonido para sus notificaciones.
El apartamento de Castiel, donde ambos vivíamos ahora, no estaba tan lejos, aunque me llevaría al menos unos veinte minutos, las calles estaban desérticas y mis pasos eran calmados, incluso aunque moría de ganas de acurrucarme con Castiel mientras mirábamos la serie a la que estábamos enganchados y cenábamos. Lejos de paparazzis, donde podíamos respirar tranquilos.
Mis pasos se detuvieron al sentir un pequeño ruido en uno de los callejones, me tensé al recordar mi mala experiencia en mi último año de facultad en aquella ciudad y me giré. No había nadie, pero el ruido persistía, colándose por mis tímpanos, haciéndome sentir preocupada.
Hasta que un maullido resonó.
Me acerqué lentamente hacia el lugar y vi una pequeña caja, donde una cabecita peluda salió. Era un gato, me sentí aliviada al momento y me acerqué más, era un gatito peludo y adorable con una pequeña cicatriz en su ojo izquierdo, lo recogí entre mis manos, él maulló ante mi contacto, clavando sus uñas asustado.
Era un bebé, no debía tener más de un mes, su pelaje negro suave y aquellos ojitos azules me hipnotizaron, sintiéndome completamente cautivada por él.
Parecía que le habían herido y abandonado, aunque la cicatriz no parecía realmente profunda. Le miré a los ojos y él me miró también, lo acurruqué contra mi pecho, mientras le acariciaba y reprochaba mentalmente a las personas que habían abandonado a un animalito indefenso, condenándole a su suerte al ser tan pequeño y probablemente no tener su instinto de supervivencia desarollado.
No podía dejarlo ahí.
No podía abandonarle, estaba completamente delgado incluso aunque aquel pelaje le hiciera parecer una bolita, si lo acariciabas sentías las costillas bajo los dedos y el pobrecito parecía temblar de miedo bajo mi tacto.
Dios.
La gente realmente era una idiota insensible.
- No sé que hacer contigo, pero tengo claro que no te vas a quedar aquí.
Cogí mi móvil y lo coloqué en mi oreja después de marcar el número de la única persona que podría ayudarme, cuando por fin contestó le hablé.
- ¿Nath?-
- ¿Sucrette?- preguntó, confundido. –Es raro que me llames, ¿sucede algo?
- Sí, bueno…, no realmente. Necesito tu ayuda.
- ¿Qué pasa?
Le expliqué la situación y le dije donde me encontraba en estos momentos, así que el chico apareció, al menos diez minutos después donde me encontré acariciando a la bolita que ronroneaba con el paso de mis dedos sobre su piel.
Cuando Nath se situó a mi lado, se inclinó, para acariciar al gatito que gruñó ante su contacto, haciendo que este último se riese entre dientes al ver el carácter del pequeño minino entre mis brazos. Ignorando eso, me miró a los ojos para explicarme que había llamado a su veterinario de urgencia y que debíamos ir a la tienda para un chequeo breve y coger los productos alimentarios para el gatito y asegurarse de cuál era la opción correcta. Cuando nos disponíamos a abandonar el lugar, una voz nos sorprendió.
- ¿Puedo saber que pasa aquí?
Nos giramos ambos, encontrando al que era mi novio, mirándonos con una ceja alzada y fulminando con sus ojos a mi acompañante rubio.
- ¿Castiel?- me sorprendí. -¿Qué haces aquí?
- Me mandaste un mensaje hace al menos media hora, me preocupé y vine a ver si te encontraba por el camino, por si los paparazzis te estaban siguiendo o algo- se acercó a nosotros, sin dejar de mirar a Nathaniel de una forma áspera. -¿Puedo saber que pasa? ¿Por qué está él aquí?
Suspire.
- Lo siento, es solo que… le llamé porque necesitaba asesoramiento y él sabe mejor de estas cosas que cualquiera de nosotros dos así que…
- ¿Asesoramiento? ¿Nathaniel?
El mencionado se cruzó de brazos.
- Mejor que tú, en efecto, me llamó y vine-
La guerra de miradas comenzó, hasta que me metí en medio de ambos antes de que se matasen. Reí incómoda y me acerqué a Castiel.
- ¿Por qué lo has llamado a él?-
- He encontrado a este gatito y no pensé, como él tiene a Blanca pensé que podría ayudarme. No podía dejarlo allí.
En ese momento Castiel se percató de la presencia del pequeño gato entre mis brazos, su rostro expresó cierto desagrado, pero no dijo nada y me volvió a mirar.
- ¿Y qué planeas hacer con el gato?
- No lo sé, pero por el momento llevarlo conmigo.
Lo acaricie nuevamente.
El gatito estaba mucho más tranquilo y ronroneaba cuando le acariciaba, era tan indefenso, estaba loco si creía que iba a dejarlo aquí. No estaba diciendo que lo quisiese tener porque eso era una decisión que nos implicaba, pero era de noche, sábado, la perrera estaba cerrada a esta hora, no iba a dejarlo en el callejón y tampoco quería dejar la responsabilidad de mis deseos a otra persona. Así que lo llevaría a casa conmigo por esta vez y luego ya veríamos ambos.
- ¿A casa?- preguntó con los ojos con los ojos como platos.
- Nathaniel ha llamado a su veterinario de urgencias, van a realizarle un chequeo y recomendarme productos de alimentación, así que, primero haremos eso, pero no sueñes con que voy a dejarlo en la calle. Este bebé no tiene culpa de que la gente sea una insensata, así que, tú verás, pero o viene a casa conmigo o no voy a casa y me quedo con él.
- Que se lo quede el rubiales- se quejó él.
Nathaniel que nos había dejado la intimidad para que discutiéramos sobre el gato, intercedió inmediatamente al oír a Castiel llamarle de esa forma. Esos dos no cambiaban ni aunque pasarán mil años.
- No me llames así, gilipollas.
- ¿Qué me has llamado?
- Solo por tu apellido- la espontaneidad y el desafío en la voz de Nathaniel, combinada con su pose de ataque irritó más a Castiel.
- ¡Te vas a…!
El gato clavó sus uñas, asustado por los gritos y me metí en medio de ambos, una vez más, cortando a Castiel antes de que continuase.
- ¡Ya basta!- fruncí el ceño. -Nathaniel va a llevarme al veterinario ahora mismo, no vamos a quedarnos aquí discutiendo. No pensaba quedármelo permanentemente si tú no estás de acuerdo porque es una decisión que nos incumbe a los dos, pero hoy se viene a casa, mañana tendremos tiempo a pensar y llevarlo a la perrera si es que así lo decidimos pero hoy viene con nosotros.
Castiel me miró fijamente, obviamente disgustado por lo que le estaba pidiendo.
- Por favor…
- Agh- rodó los ojos. –Está bien, vamos.
Nos dirigimos a la veterinaria de urgencia, donde el hombre que nos iba a atender aparentemente acababa de llegar, mirándonos con una sonrisa nos abrió la puerta a los tres para que pasáramos. El gato sufría problemas de alimentación, llevaba al menos una semana sin casi alimento, nos explicó que, como aun era muy pequeño, no sabía cazar ni conseguir su propia comida, que probablemente en el momento del abandono ni siquiera tenía sus ojos abiertos del todo, así que nos recomendó una dieta para el gatito y que lo mimásemos mucho. Nos aconsejo ciertos productos para la desparasitación del gato y un montón de utensilios necesarios para él. Lo compré todo, pagando de mi bolsillo, y, cuando nos pidió que pasáramos a recoger al pequeño gato, Nathaniel se acercó a él primero, Castiel y yo le seguimos.
- Que suerte tienes amigo, vas a quedarte con una chica magnífica y el idiota pelirrojo.
Castiel iba a protestar, cuando el gato le gruñó, poniéndose torpemente en pose defensiva, la sonrisa de Castiel se extendió por todo el rostro y comenzó a reírse como un idiota al ver como el gato parecía tener algo en contra de Nathaniel.
- ¡No te soportan ni tus amados gatos!
Nathaniel solo frunció el ceño, y me dejo espacio para recogerlo entre mis brazos.
- No le hagas caso, probablemente es porque huele a otro gato en ti o porque aun sigue muy asustado, a mí me gruñó un poco al principio.
Salimos de la veterinaria y miramos a Nathaniel que tenía que irse en otra dirección, charlamos un rato mientras le agradecía por lo que había hecho por mí, diciéndome que si necesitaba cualquier cosa que avisase o le llamase, que me ayudaría en lo que hiciera falta y que incluso aunque el gatito no parecía tenerle aprecio que si no encontraban a nadie para quedarse con él, que lo avisase y se haría cargo del pequeño sin problemas.
Una vez nos despedimos, Castiel me miró a los ojos, sujetando la bolsa enorme con todos los productos que había comprado para el pequeño gatito, aun entre mis brazos, completamente dormido por cierto.
- ¿De verdad quieres que nos lo quedemos?
- Hablamos de eso en casa, ¿llamamos al restaurante de comida china y que nos la traigan a casa?
Él suspiró, pero llamó instantáneamente mientras caminábamos hacia nuestro apartamento.
Una vez llegamos al apartamento, deje delicadamente al gato en el sofá, quien, automáticamente se despertó, inspeccionando el lugar donde había sido dejado, camino unos pasos, hasta derrumbarse encima de una de las camisetas de Castiel que se encontraba allí tirada, acurrucándose en ella y disfrutando de su olor.
- Parece que le gusta tu olor- sonreí y él solo bufó por lo bajo.
- No me gustan los gatos.
- Lo sé, pero entiendes que no podía dejarlo allí, ¿no?
Castiel se sentó a mi lado, dejando la bolsa con todos los productos que había comprado, mientras que yo sacaba uno de sus comederos y vertía la comida para ponerla al lado, el gato, nada más oler la comida se puso de pie y corrió a sumergir su cabeza y empezar a masticar vorazmente el alimento.
Pobre, seguramente llevaba mucho tiempo deseando una buena comida.
- Lo sé, es una de las cosas que me gustan de ti. Eres tan malditamente compasiva… pero podías haberme llamado.
- No lo pensé, solo pensé en el pequeño… y cuando me di cuenta estaba llamando a Nath para pedir consejo.
- La próxima vez llama, me preocupaste.
Me incliné hacia él y le besé tiernamente, era tan dulce cuando quería, para devolver mi atención a la bolsa y continuar sacando las cosas, saqué los productos de desparasitación y una bolita de juguete para él, con ruido especialmente para que Castiel no tuviese silencio total por la noche.
- Entonces… ¿realmente quieres quedártelo, no?- gruñó.
- Bueno, sí es posible sí. Pero te dije que lo hablaríamos, hasta que la perrera no abra no podemos llevarlo allí, no podía dejarlo en la calle cuando podría llegar al día siguiente y estar muerto. ¡Es un bebé! ¡Y es adorable! ¡Y parece realmente tranquilo! ¡Podríamos educarle y ponerle un nombre y me haría compañía y además los gatos son independientes! ¡Si necesitamos salir Nath se puede hacer cargo de él y… es super lindo y un bebé! ¡Enseñarle ahora a comportarse amigablemente no sería difícil, le compraré todo para que no estropeé los muebles y me haré cargo de su cuidado!
Recogí al gato entre mis manos.
- ¡Mira que carita!
Castiel rodó los ojos, pero siguió mirándome fijamente.
- ¡Mírale! ¡Es salvaje y te defiende ante todos los que te molestan! ¡Es pequeñito y una bolita de pelo! ¡Independiente y con mal humor! ¡Eres tú en gato! ¡Y seguro que amaría a nuestro futuro beauceron!
- ¿Futuro beauceron?
- Bueno, algún día tendremos uno, aunque no lo sustituya a él, sé que te gustaría tener otro perro. Y con este pequeñín seguro que se llevarían bien… además. ¡Me gustan los gatos! ¡Me haría compañía! ¡Hará ruido por las noches y… es super adorable y salvaje!
Castiel comenzó a negar la cabeza.
- Una semana y luego ya veremos.
Dejé al pequeño gato al lado del comedero y salté a los brazos de Castiel, completamente feliz por sus palabras, besándole tan intensamente que podría fundirme contra él del calor y la pasión de nuestro beso. Estaba tan contenta de que estuviese dándole una oportunidad a pesar de la reticencia que mostraba. ¡Era tan dulce y maravilloso cuando quería!
Y así fue, los días pasaron más rápido de lo que podían pasar normalmente…
El gato seguía sin nombre porque Castiel me había dicho que ponerle un nombre solo haría que me encariñará más con él. Con el pasar de los días nos dimos cuenta de que era cariñoso y había comenzado a verse con más vitalidad, a pesar de eso era un gato tranquilo y, el pequeño rascador que había comprado para él era su descarga de energía, arañaba allí y dormía encima de una de las camisetas de Castiel.
Y lo sorprendente, siempre venía a recibirle a la puerta, le maullaba durante unos segundos y se frotaba contra su pierna, incluso aunque el aludido no parecía feliz con ello, siempre se agachaba a frotar su cabeza suspirando bajo mi mirada.
Al final de esa semana, Castiel dormía la siesta y él estaba allí, entre sus brazos, Castiel siempre escondía la pelota detrás de su espalda cuando yo llegaba y descubría, a pesar de lo mucho que se esforzaba por ocultarme que jugaba con él.
Por las noches dormía mejor que nunca porque el gato hacía ruido de vez en cuando jugando con el juguete sonoro que le había comprado, y si estaba durmiendo con nosotros, de vez en cuando, soltaba un ronquido estruendoso que hacía suspirar a Castiel tranquilamente mientras continuaba soñando.
Incluso aunque me lo negase, le gustaba el gato un poco. Seguiría siendo un amante de los perros, pero ese pequeño le había ganado, sobre todo en el último día, con la visita de Nath, donde el pequeño gruñó y rasguñó de arriba abajo a Nathaniel, casi atacándolo cuando lo veía. La prueba de que Castiel estaba conforme con él fue aquella sonrisa perversa de satisfacción.
Cuando Nathaniel se marchó, nos sentamos en la mesa de la cocina, el gato maullaba a nuestros pies, mirándonos mientras nosotros nos preparábamos para tomar una decisión.
- ¿Y bien? ¿Y bien?-
La impaciencia me ganaba, cruzaba los dedos porque el pequeño que me había robado el corazón se quedase en nuestra vida.
- …
- ¿Nos lo quedamos? ¿Nos lo quedamos?
Castiel cerró los ojos un segundo, como meditando en profundidad la decisión que estábamos tomando, sabía que él tenía claro mi opinión, pero… ¿tendría claro la suya?
- Hm…
- ¡BIEN! ¡BIEN! ¡BIEN! ¡No te arrepentirás! ¡Te lo prometo! ¿CÓMO VAMOS A LLAMARLE? ¿QUÉ SUGIERES? ¡TENEMOS QUE REGISTRARLE! ¡DIOS MÍO! ¡TE QUEDAS! ¡TE QUEDAS!
Suspiró.
Recogí al gato entre mis brazos y comencé a dar vueltas con él mientras gritaba emocionada por la llegada de un nuevo miembro a nuestro hogar. Bien, quizás no fueran los mejores amigos del mundo, pero estoy segura de que ese gatito se había ganado un poco a Castiel y que, por hacerme feliz también lo estaba eligiendo.
- Se queda, pero cuando llegas a casa me saludas primero y no al estúpido gato-
Me abracé contra él, con el gato entre nosotros, ronroneando contra nuestro abrazo, con nuestros labios encontrándose en un beso suave, la patita del pequeño gato se coló entre nosotros, poniéndola en mi cara, como intentando alejarme de Castiel.
- Creo que ya tiene un favorito…- puse una mueca fingida en mi rostro, a pesar de lo contenta que estaba quise interpretar un papel ofendida.
- Tú eres la que lo querías, te fastidias- respondió burlesco, mientras el gato maullaba, como secundando a Castiel.
Me eché a reír.
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