ALIEN CHAMBER
Por Mariano Cerrutti
(…)
I shall equip you with the strength of a dream,
rout you from your blue subconscious bed,
overturn your unconcern,
as the mind is overturned by memory, the heart by dread.
Charles Henri Ford.
Llego a este jueves pésimo de sueño, me cuesta enfocar la vista en cosas que estén más allá de un metro y medio de distancia, o más allá de la punta de los dedos si estiro el brazo. No es sólo por la miopía sino por haber estado mal ubicado frente a los materiales de trabajo, medio torcido, medio echado hacia adelante, empujándome la pera con el talón de la mano para no babearme sobre los papeles, y cada vez que escribo permuto vocales, y una de las cosas que más me preocupan es que el ciático, no digo que me esté molestando, pero se está haciendo sentir y, aunque me lo vaya a tomar igual, no hay duda de que el café está frío y tendría que ir al baño por lo primero y lo segundo al menos y que debería bajar las cortinas porque no está bien estar dando este espectáculo y podría levantar los platos que se juntaron junto a la máquina y correr la ropa sucia, tirar desodorante, comprar verduras, pagar tarjetas, regar las plantas, o ser mejor persona, o llegar a un empate entre lo que hago y lo que pienso que debería hacer.
La situación queda claro que no es óptima pero lo último que me hace falta es desatender una costumbre, justo en este momento en que la rutina es, más que otra cosa, lo que me ayuda a mantenerme sano, así que con todo el método que tengo y la disciplina que consigo ejercer abro la aplicación de Steam y pongo a cargar un juego llamado Alien Isolation, en parte, creo, porque nadie se siente más como yo ahora y yo no me siento más como nadie ahora que Amanda Ripley. Me pongo más que en sus zapatos adentro de su cráneo, por un rato intento tomar esa actitud de ponerle el pecho a todas las balas y me digo, ya venís acostumbrada a las sorpresas y a andar revisando cadáveres y botiquines y aunque te costó llegaste al hospital medio venido abajo de la estación espacial de Sevastopol, tan retro pero en ruinas, y conseguiste la tarjeta que te permite acceder al instrumental médico que precisás para salvar la vida de Taylor, la que salió volando cuando estaban pasando de tu nave, la Torrens, a la estación y se la puso con un pedazo de antena. Vas caminando con cautela y sin hacer ruido por los pasillos iluminados al tun tún y de pronto se te da, más por costumbre que por otra cosa, de sacar tu sensor de movimiento y ahí lo ves: el punto brillante que se acerca del noroeste, inconfundible ya, y el número que se precipita del 80 pasable al 63 preocupante y parece que viene en picada, y como queda bastante claro que se te viene el alienígena encima abrís la puerta de un gabinete que tenés a mano y te metés adentro. No queda claro cómo es que te ahí tu cuerpo entero pero tampoco vas a parar a hacer cálculos de volumen, distribución de masa y biomecánica. Te abrazás las rodillas justo cuando se empiezan a escuchar los pasos. Estás asustadísima, así que te quedás en el lugar y escuchás que el alienígena se acerca más y más y ves a través de la hendija que asoma la trompa y babea, y después pasa con esas costillas de frisbee que tiene y esa columna como de botellitas de cerveza y la cola larga que parece como un tren de carga, que pasa y no termina de pasar. El alienígena juguetón porque sabe que tiene las de ganar y se da el lujo de hacerte sentir miedo, de hacerte pasar un mal rato y hace como que se pierde de vista pero aún lo oís, ya a tu derecha, pisando con cuidado el piso metálico que parece que va a ceder y no cede, y como no soportás estar tan en penumbras sacás el sensor de movimiento para ver el numerito y apenas lo ves y dice 15, y el sensor hace bip bip, te das cuenta de que fue un error sacarlo y escuchás que el alienígena se para en seco y pega la vuelta, y se acerca en dos o tres zancadas y ya lo tenés encima, ahí a través de la hendija y abre la puertita y te pega la trompa y de la boca salta esa lengua con dientes como un pistón y ¡zas! Acá se terminó el tema.
Game over.
¿Qué se me viene a la mente ahora? ¡Rápido, sin pensar! Y entonces la veo. Inesperada. Sin haberla invitado pero claramente ahí. ¡Es mi madre!
Entre tanto pasillo y conducto de ventilación me hago un poco de espacio porque tengo que traer para acá algo del tiempo pasado y me hace falta entrar en la región difusa donde el recuerdo se completa con imaginación. Ahí va viniendo, y ahí ya está mi madre, fascinante y errática, carambolera. No muy alta pero erguida. Un día es como un jardín, llena de alegría y amor, y luego cambia el pronóstico, llega la cerrazón y con la cerrazón los cintazos. No es tanto que me castigue a mí sino a mi querida hermana, que es un poco más grande y es mujer, y con eso me sale de barrera frente a la violencia femenina, yo la ligo cada tanto pero más que nada observo. Todo esto sucede entre pasillos y estaciones espaciales. En un recodo voy a escudarme, me cubro con buenas notas, con el comportamiento ejemplar y más que nada con el privilegio de ser varón para mi madre. Mi hermana sin esos beneficios, en el frío espacio exterior, recibe más cachetazos, golpes y estrangulamientos. Mi madre es una de las pocas y maravillosas personas a las que he visto estrangular tanto a su propia madre como a su hija, si eso no es revolucionario la revolución no sé dónde está. Ponerle el pecho a todas las balas. Y decía que observo a través de la hendija, y cada tanto recibo algún cachetazo de rebote, y a la vez que me siento beneficiado me siento hecho a un costado, ignorado, poca cosa, mal destino para la palma enrojecida de furia y amor, y digo amor porque, quien lo ha vivido lo sabrá, no hay mayor estímulo que el del temor y la plena incertidumbre. A mí que me den un gobierno que me ampare y me fusile, no me den tibieza porque a la tibieza la vomito. Denme alguien como mi madre que no quiere complacerme, que un día me prepare la merienda y al siguiente me persiga por la casa con un cinturón enrollado en la mano. Háganme sentir el peso de la experiencia directa, háganme sangrar, no me dibujen corazones inermes. Mi madre era despiadada a veces y a veces una muñeca de porcelana, paseando su cola interminable por los pasillos de la casa, y así me quiso enseñar a impartir temor en los demás, porque, según ella creía, la lisonja está al alcance de todos, pero el respeto es para los que están dispuestos a exprimirlo de las piedras.
Todo se vuelve más frío de pronto, y las sombras lo cortan todo por la mitad. No puedo resguardarme bajo el techo de lo inmediato, cuando hablo de mi madre caigo a un tiempo donde no existía el lenguaje, ni la costumbre de cruzar palabras inconsecuentes. Había sí lenguas cruzadas, apuntando al cielo, pero eso era todo, cuando vivía en una tierra de lenguas como cactus, de noche bajo las estrellas, en un lugar lejano, estábamos a solas y nunca sabíamos cuando llegaba la próxima tormenta.
¿De qué sirve el respeto?
Con todo eso de acostumbrase a no saber lo que viene ni cómo, y no poder cruzar palabras cruzando lenguas, no faltó oportunidad de ladrarle al vacío. La falta de compañía trae silencio y el silencio se llena de reflexión. He reflejado tantísimas cosas a través de los años, prefiriendo las superficies rugosas y oscuras, porque allí lo que uno refleja a la vez se ve y se deforma.
¿Qué pasaría si el alienígena que tan a menudo se refleja en Amanda, o sea en mí, y en quien Amanda se refleja como yo me reflejo en mi madre, no hubiese sido una cosa del azar? ¿Qué hay si hubo libreto, aparato matemático que mueve al alienígena como a si fuese títere? O una inteligencia artificial, un cerebro de robot, algo que por cada x saca siempre y, nunca una z.
¿Acaso estos pares de Amanda y el alienígena, o ese que formo con mi madre, no le dan un toque romántico al juego, al recuerdo, al temor, algo de dialéctica? Puede ser, pero de una dialéctica boba, atropellada. ¿Qué pasaría si mi madre hubiese sido un robot, un artificio, un apartado matemático? ¿Qué pasaría si hubiese habido método para su locura? Denme un segundo, creo que no quiero pensar eso, no quiero hacer el ejercicio de imaginarme, o mejor dicho recordarme, o aún más, de corregir el recuerdo donde soy atropellado y me asfixio, anotando al margen que el verdugo de aquel dolor no era mar indómito sino que se me hacía caótico porque no podía comprenderlo. ¿Puede existir semejante crueldad? ¿Exponer a alguien de este modo a las circunstancias, tirarlo al espacio exterior sin traje ni tanque de oxígeno? ¿Quién ríe con esa comedia? Y a las estrellas inertes les digo: Háganme las cosas más sencillas, díganme que no sirve de nada ir contra la corriente, o intentar abrirle la boca a la ballena, o pretender destapar una botella sin sacacorchos. Al menos no me quiten la sorpresa, porque me harían sentir como una nada. Para mí siempre fue un día blanco, el otro negro. Dejen donde está la certeza de la incertidumbre. Cuélguenme de una soga que haya sido usada, para que no sepa si después de la patada del verdugo se va a cortar o no. Pongan miel en el veneno y plántelen unos pechos al torso de la esfinge.
No quiero una vida sin duda, me niego, estoy negadísimo.
Y envuelto en el recuerdo y entre pasillos, terminales y luces que titilan la pantalla pregunta, porque la pantalla no ha dejado nunca de preguntar, si quiero reiniciar la misión o retomar desde el último punto donde guarde el juego.Yo me salgo de la cabeza de Amanda Ripley, de su actitud, y vuelvo a la mía, quizás había salido ya, pero con la pregunta me doy cuenta. Así estoy yo. No me estoy bañando mucho, pero más allá de eso todo sigue igual. Tengo mi vitamina D, mis proteínas, el material audiovisual, mi cuenta de Steam, las obligaciones. Todo en su lugar, como estaba un tiempo atrás y creo que en la misma medida. ¿Y las visiones nocturnas? Ah, esas siguen vivas, luminosas en los rincones y susurrantes. Insisten y yo con ellas ando como congelado a veces, a veces no. Una dijo ayer: no entres nunca donde el dragón desata su ira. Y yo vi el fuego pero respondí, en lo que fue seguramente un arranque de soberbia: ni todo el agua en el infinito mar, ni los rayos de luna, quitarán la sonrisa de mi pálido rostro, porque siempre me presento triplicado, soy la última persona viva del Nostromo, y me voy a poner offline.
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