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#anguilas frescas
anngulasriomino · 1 year
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lodecarmela · 3 months
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El término piel
pieles y curtidos
Cueros, pieles de animales y cueros que han sido tratados con productos químicos para conservarlos y hacerlos aptos para su uso como ropa, calzado, bolsos, muebles, herramientas y equipamiento deportivo.
El término piel se utiliza para designar la piel de animales más grandes (por ejemplo, piel de vaca o de caballo), mientras que piel se refiere a la de animales más pequeños (por ejemplo, piel de becerro o cabrito). El proceso de conservación empleado es un tratamiento químico llamado curtido, que convierte la piel, que de otro modo sería perecedera, en un material estable y que no se pudre. Los agentes curtientes incluyen taninos vegetales (de fuentes como la corteza de los árboles), sales minerales (como el sulfato de cromo) y aceites de pescado o animales. Aunque se han utilizado pieles de animales tan diversos como avestruces, lagartos, anguilas, peces y canguros, los cueros más comunes provienen de siete grupos principales: ganado vacuno, incluidos terneros y bueyes; ovejas y corderos; cabras y cabritos; animales equinos, incluidos caballos, mulas y cebras; búfalo; cerdos y cerdos; y animales acuáticos como focas, morsas, ballenas y caimanes.
La piel de los mamíferos se compone de tres capas: epidermis, una fina capa exterior; corion o dermis, la capa central gruesa; y una capa de grasa subcutánea. El corion se utiliza para fabricar cuero después de que se hayan eliminado las dos capas intercaladas. Las pieles frescas contienen entre un 60 y un 70 por ciento de agua en peso y entre un 30 y un 35 por ciento de proteínas. Alrededor del 85 por ciento de la proteína es colágeno, una proteína fibrosa que se mantiene unida por enlaces químicos. Básicamente, la fabricación de cuero es la ciencia de utilizar ácidos, bases, sales, enzimas y taninos para disolver grasas y proteínas no fibrosas y fortalecer los enlaces entre las fibras de colágeno.
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Vaya arroces los de @qiqedacosta en @arrosqd de #londres. Lo que parece imposible en #madrid, tierra del kimchi, el niguiri, los mil atunes, las tres mil carnes maduradas, las miríadas de hamburguesas y hasta los tequeños y los escamoles, es fácil en Londres gracias al súper chef español. Se cocinan lentamente en grandes serpentinas a la vista de los clientes en un estupendo, espacioso, luminoso y feamente decorado local, en el populoso barrio de Fitzrovia. Los hay de muchos tipos y hemos probado sólo dos, que tampoco éramos tantos a la mesa: el nuevo y muy original de anguila y pato y el potente y muy sabroso de matanza con sobrasada. A mi, la verdad, no me importa mucho qué lleven. Y cuanto menos mejor porque lo que interesa es que los ingredientes dejen cuerpo y alma en el sabor del arroz. Y que este esté suelto, entero y luminoso. Que cada grano arroje chispas de sabor. Y eso es lo que les pasa a estos. Desde el primero al último que se convierte en crujiente socarrat. Si además nos dan una espléndida naranja con dulce sorbete y frescas esferas de sanguina y una galleta que es fina oblea que esconde chocolate, aromas, cremas y crujientes, pues no se puede pedir más. Bueno, sí, que el servicio (o la cocina, no sé quién es el culpable) no sea tan megalento. Menos mal que lo compensan con amabilidad y mucha profesionalidad. Un sitio estupendo. Lástima no vivir aquí… By www.anatomiadelgusto.com #foodporn #follow #food #entradas #calamar #gambas #foodie #foodpic #foodgasm #foodporn #arros #arroz #quiquedacosta #london (en Arros QD) https://www.instagram.com/p/CpsyOq5j1wA/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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israescking · 5 years
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Traducción del artículo:  The Fake Heiress “AS AN ADDED BONUS, SHE PAID FOR EVERYTHING”: MY BRIGHT-LIGHTS MISADVENTURE WITH A MAGICIAN OF MANHATTAN de Rachel Deloache Williams en Vanity Fair
https://www.vanityfair.com/news/2018/04/my-misadventure-with-the-magician-of-manhattan
“Y COMO UN BONO EXTRA, ELLA PAGABA POR TODO”: MI DESLUMBRANTE DESVENTURA CON UNA MAGA DE MANHATTAN Entró en mi vida en sandalias Gucci y gafas Céline, mostrándome un mundo glamuroso y sin restricciones, de vivir en hoteles, cenas en Le Coucou, saunas infrarrojos y vacaciones en Marruecos. Y entonces hizo desaparecer mis $62,000 dólares.   
Según mis amigos más cercanos y varias fuentes sospechosas de internet, cumplir 29 años el 29 de enero de 2017 marcó mi cumpleaños dorado. En esos momentos no sabía lo que eso significaba, pero tenía un buen presentimiento sobre mi cumpleaños 30: iba a ser especial; iba a ser bueno.  
Fue un desastre total.
Comenzó con Anna. En su característico estilo deportivo negro y sus gafas oversize de Céline, se sentó junto a mi en la S.U.V., hablando en su teléfono. Al parecer todas sus cosas ya se encontraban en las maletas Rimowa que se encontraban en el maletero justo detrás de nosotros. Íbamos tarde. Anna siempre llegaba tarde. Nuestra S.U.V. giraba sobre los adoquines de Crosby Street, mientras conducimos desde el 11 Howard, el hotel al que Anna llamaba hogar desde hacía tres meses, hasta el Mercer, el hotel al que Anna planeaba mudarse una vez volviéramos de nuestro viaje.     
Los botones del Mercer nos ayudaron a descargar sus maletas (todas menos una), e hicieron el registro para esperar el regreso de Anna. Una vez completada nuestra tarea, volvimos al auto y partimos hacia el J.F.K. dos horas antes de nuestro vuelo: nos íbamos a Marrakech.
Conocí a Anna un año antes, a principios de 2016, en Happy Ending, un restaurante-lounge en Broome Street con un bistró en la planta baja, y un popular club nocturno escaleras más abajo. Estaba con unos amigos en la planta baja. Era un grupo al cual veía exclusivamente en salidas nocturnas, amantes de la moda, a los que conocí cuando me mude a la ciudad en 2010. Entramos cuando empezaba todo, no vacío pero sin mucha gente. Hombres y mujeres jóvenes daban vueltas en la niebla artificial, buscando acción y un lugar para establecerse, mientras bebían su soda de vodka con pajitas de plástico negro. Nos dirigimos hacia la derecha y hasta atrás, donde la niebla y la gente eran más densas y la música más alta.
No recuerdo quien llego primero: el esperado balde de hielos con los vasos, o “Anna Delvey”—pero sí recuerdo que cuando llegó también vino el servicio de botellas. Era una extraña para mi, y sin embargo la conocía. La había visto en Instagram, sonriendo en algunos eventos, bebiendo en fiestas, muchas veces junto a mis amigos y conocidos. Había visto que @annadelvey (desde que cambio @annadlvv) tenía 40k seguidores.
La recién llegada, con un vestido negro entallado y unas sandalias Gucci, se deslizó en el asiento. Tenía una cara angelical con ojos azules de gran tamaño y labios carnosos. Sus rasgos y proporciones eran clásicos, casi anacrónicos, con una redondez que recordaba a la de Dominique Ingres o John Currin. Me saludó y su voz con acento ambiguo fue inesperadamente aguda.
Después de algunos cumplidos, llegamos a la plática de cómo Anna había entrado por primera vez a nuestro grupo. Dijo que había hecho una pasantía en la revista Purple, en París (yo la había visto en fotos con el editor en jefe), y, evidentemente, se movía en los mismos círculos. Fue la conversación por excelencia para conocerte en Nueva York: saludos, intercambios de bromas, ¿Cómo conoces a X?, ¿en qué trabajas?
“Trabajo en Vanity Fair,” le dije. El diálogo habitual continuo: “en el departamento de fotografía,” continúe explicando. “Si, me encanta. Llevo allí seis años.” Anna estaba muy atenta, ordenó otra botella de vodka y pagó la cuenta.
No mucho después de nuestro primer encuentro, fui invitada a unirme con Anna y una amiga para cenar en Harry’s, un restaurante de carnes en el centro, no lejos de mi oficina. El ambiente en el Harry’s era claramente masculino, quisquilloso pero no adornado, con asientos de cuero y paredes con paneles de madera. Anna ya estaba cuando llegue y nuestra amiga llegó minutos después. Nos llevaron a nuestra mesa,  y mi compañia ordenó ostras y una orden de espresso martinis. La conversación fluyó, al igual que los cócteles. Nunca había probado un espresso martini, pero todo estuvo bien.
Anna nos dijo, muy malhumorada, que debía pasar el día en reuniones con sus abogados. “¿Porque?” le pregunté. Se emocionó. Estaba trabajando arduamente en su Fundación de arte un “centro dinámico de artes visuales dedicado al arte contemporáneo”, nos explicó, contándonos vagamente sobre el fideicomiso de su familia. Planeaba rentar la histórica “Church Missions House”, un edificio en Park Avenue South y 22nd Street, para albergar un club nocturno, bar, galerías de arte, un espacio tipo estudio, y un club “solo para miembros”. En mi línea de trabajo, a menudo me encontraba con personas acomodadas y ambiciosas, por lo que, a pesar de que su empresa sonaba a gran escala y en teoría era prometedora, mi entusiasmo sincero apenas superó un escepticismo medido.
En el resto de 2016, vi a Anna algunos fines de semana. Como ciudadana alemana de visita, me explicó que no contaba con una residencia de tiempo completo. Vivía en el Standard, High Line, no lejos de mi pequeño apartamento en el West Village de Manhattan. Anna me intrigaba, parecía ansiosa por hacer amigos. Era muy halagador. La veía sobre todo en salidas nocturnas llenas de aventura, para ir por tragos o para cenar, generalmente en grupo, pero ocasionalmente sólo las dos. En otoño de ese año, Anna me dijo que tenía que regresar a Colonia, de donde decía venir, antes de que su visa expirará.
Casi medio año después, volvió.
El sábado 13 de mayo de 2017, aterrizamos en Marrakech. Nuestro hotel mandó servicio V.I.P. para recibirnos en el aeropuerto. Nos escoltaron a través de la Aduana y nos llevaron a las dos Land Rovers que nos esperaban. Después de un viaje de 10 minutos, llegamos a una especie de palacio y entramos por sus puertas. En la entrada de la puerta, fuimos recibidas por varios hombres que usaban sombreros fez y vestimenta tradicional marroquí. Habíamos llegado a nuestro opulento destino. La señorita Delvey, nuestra anfitriona, optó por un recorrido por las cercanías para ella y sus invitadas. Procedimos directamente, sin necesidad de llaves o un proceso de registro tradicional, ya que nuestra villa contaba con un mayordomo de tiempo completo y, según nuestra anfitriona, todas las facturas se habían arreglado por adelantado.
Las vacaciones fueron idea de Anna. Tenía que volver a dejar el país para restablecer su visa ESTA, nos dijo. En lugar de regresar a su casa en Alemania, sugirió que hiciéramos un viaje a algún lugar cálido. Había pasado mucho desde mis últimas vacaciones. Estuve de acuerdo en que debíamos explorar opciones, pensando que encontraríamos tarifas fuera de temporada a República Dominicana o a las Islas Turcas y Caicos. Anna sugirió Marrakech; siempre había querido ir. Ella escogió La Mamounia, un resort de lujo cinco estrellas clasificado entre los mejores del mundo, y sabiendo que su selección tenía un costo prohibido para mi presupuesto, se ofreció, con indiferencia, a cubrir mis vuelos, el hotel y los gastos. Reservó un riad privado a $7,000 dólares la noche, una villa tradicional marroquí con un patio interior, tres recamaras y una piscina, y me mando la confirmación por correo electrónico. Debido a un error, aparentemente menor, cargó los boletos a mi tarjeta American Express, con su promesa de reembolsarme lo más pronto posible. Dado que todo el tiempo estuve ocupada con el trabajo, no le tome tanta importancia.
Anna también invitó a su entrenadora personal, junto con un amigo mío, un fotógrafo, a quien, cenando la semana anterior a nuestro viaje, Anna había pedido que nos acompañará como documentalista, alguien que nos tomará vídeo. Estaba pensando en hacer un documental sobre la creación de su fundación artística, y quería experimentar cómo se sentía tener a alguien con una cámara. Además, sería divertido tener un vídeo del viaje, dijo. Pensé que esto era un poco ridículo, pero también entretenido, y ¿por qué no?. Los cuatro nos quedamos en la villa privada juntos. Anna y yo compartimos la habitación más grande.
Pasamos el primer día y medio explorando todo lo que La Mamounia tenía para ofrecernos. Estuvimos paseando en los jardines, relajándonos en las hamacas, nadando en la piscina privada de nuestra villa, hicimos un recorrido en la bodega de vinos, y cenamos con los embriagadores ritmos de la música marroquí en vivo, antes de terminar nuestra noche con cócteles en el elegante bar Churchill. En la mañana, Anna organizó una lección de tenis privada. Después nos reunimos con ella para desayunar en el buffet de la piscina. Entre aventuras, nuestro mayordomo apareció, como por arte de magia, con sandía fresca y botellas de rosé frías.
Anna no era ajena a la decadencia. Cuando regresó a Nueva York a principios de 2017, después de unos meses, se hospedó en el 11 Howard, un moderno hotel en SoHo. Le Coucou, ganador del premio James Beard al mejor restaurante nuevo del año, que se encontraba en la planta baja del hotel, se volvió su lugar habitual para cenar. Anguila de Montauk frita para comenzar y después el bourride: su plato favorito. Se hizo amiga del personal, e incluso del chef, Daniel Rose, quien, a petición suya, hizo amablemente el bouillabaisse, que estaba fuera del menú, sólo para ella. Las cenas siempre iban acompañadas de abundante vino blanco.
Se pasaba los días en reuniones y llamadas, siempre en su hotel. Acudía regularmente a Christian Zamora por extensiones de pestañas de $400 dólares, o retoques aquí y allá de $140 dólares. Iba al Marie Robinson Salon a teñirse, y a Sally Hershberger por cortes de pelo. Recorrió apartamentos de varios millones de dólares con agentes inmobiliarios ansiosos y contrató un avión privado para un viaje de fin de semana a la reunión anual de accionistas de Berkshire Hathaway en Omaha. Siempre hacía las cosas en exceso: compraba, comía y bebía. Por lo general, llevaba una sudadera de la marca Supreme, pantalones de entrenamiento y zapatillas deportivas, encarnaba un tipo de lujo perezoso.
Anna se registró en el 11 Howard un domingo de febrero y ese mismo día me invitó a almorzar. Mientras estaba afuera, ocasionalmente, me mandaba mensajes de texto, emocionada por regresar y ansiosa por ponernos al día. Me pregunté si se había  mantenido en contacto con otros amigos de esa manera. Tenía una franqueza que podía ser desagradable y un exceso de confianza que me parecía aborrecible y divertido a partes iguales. Era aislada, y me sentí privilegiada de ser una de las pocas personas a las que apreciaba y en la que confiaba. A través de experiencias pasadas, tanto personales como profesionales, estaba acostumbrada al estilo de vida y las peculiaridades de las personas adineradas, aunque no tenía fondos fiduciarios ni ahorros propios. Su mundo no me era extraño, me sentía cómoda en él, y me complacía que ella pudiera decir que me aceptaba como alguien que "lo entendía".
La conocí mejor en el Mamo, en West Broadway. Anna estaba sentada en el sillón en L del lado más cercano a la puerta. Sobre ella colgaba una gran ilustración de Lino Ventura y Jean-Paul Belmondo, ambos sostenían pistolas, flotando sobre un oscuro paisaje urbano, se leía en italiano “ASFALTO CHE SCOTTA,” todo en mayúsculas. Había venido directo de la Apple Store, donde se había comprado una nueva laptop y dos iPhones, uno para su número internacional y el otro para un nuevo número local, me dijo. Ordenó un Bellini, y yo seguí su ejemplo.
Cuando por fin me fui, eran  casi las cinco de la tarde. Caminamos hacía el hotel de Anna donde me invitó a tomar algo. Pasamos por el moderno lobby del 11 Howard, dirigiéndonos hacia la escalera en espiral de acero a la izquierda, que se inclinaba dos veces alrededor de una columna gruesa, elevándose hasta el piso de arriba. En el segundo nivel entramos a una gran sala llamada la Biblioteca.
El diseño de la habitación tenía claras connotaciones escandinavas. Mis ojos exploraron el lugar y se detuvieron en una fotografía que colgaba de un marco frente al escritorio del conserje, una imagen en blanco y negro de un cine vacío, parte de la colección del fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto. La luz emanaba de una pantalla aparentemente en blanco, emitiendo su brillo desde el centro de la composición al escenario vacío, los asientos y el cine. Sugimoto usó una cámara de gran formato y configuró su exposición para que durara toda la película, con la esperanza de capturar los miles de fotogramas de una película en una sola imagen. El resultado fue de otro mundo. Mirar su trabajo siempre me recordó a Shakespeare, una obra dentro de una obra. Capturó energía cinética, portentosa y viva con emoción y luz. La experiencia visual fue invertida: yo era el público, mirando un teatro vacío, debajo de una pantalla en blanco. Cualquier cosa podía pasar, o tal vez ya había sucedido. Tal vez ya estaba todo allí.
Después de ese día de febrero, Anna y yo nos volvimos rápidamente amigas. El mundo parecía encantado cuando ella estaba cerca, las reglas normales no parecían aplicarse. Su estilo de vida estaba lleno de conveniencia, y su materialismo fácil era seductor. Empezó a ver a una entrenadora personal y me invitó a unirme. Los entrenamientos los pagaba ella, ya que insistió, generosamente, que hacer ejercicio era más divertido con un amigo. Íbamos tres o cuatro veces a la semana, y terminando nuestro entrenamiento visitábamos el sauna infrarrojo.
Vi a Anna más mañanas. Durante el día me escribía frecuentemente. Después del trabajo, hacia una parada en el 11 Howard en mi camino a casa. Regularmente íbamos a la Biblioteca por vino antes de bajar a Le Coucou a cenar.
Anna era la que más hablaba. La buscaban mucho ya que había hecho amistad con todo el personal del hotel. Me contaba de sus reuniones con restauradores, administradores de fondos de cobertura, abogados y banqueros, y su frustración por las demoras en la firma del contrato de arrendamiento (ya que quería la Church Missions House). Meditaba sobre los chefs que le gustaría contratar, los artistas que le gustaban, las exposiciones que abriría. Era inteligente. Sentí una mezcla de pena y admiración por Anna. No tenía muchos amigos y no estaba muy cerca de su familia. Me había dicho que su relación con sus padres se sentía basada más en los negocios que en el cariño. Pero era fuerte. Su impulsividad y una especie de falta de tacto habían provocado una ruptura entre Anna y los amigos a través de los cuales la había conocido, pero sentí que la entendía y estaría allí para ella cuando los demás no lo hicieran.
Anna era todo un personaje. Su personalidad era altiva, pero no se tomaba demasiado en serio. Era inusual y errática. Actuaba con el derecho y la impulsividad de una niña malcriada, rara vez disciplinada, compensado por una tendencia a entablar amistad con los trabajadores del hotel en lugar de con la gerencia, y nunca dejaba pasar un comentario ocasional que sugiere empatía (“Es una gran responsabilidad tener personas que trabajen para ti; la gente tiene familias que alimentar. No es un chiste.”).En el mundo de los negocios, dominado por los hombres, no se disculpaba por ser ambiciosa, y eso me gustaba de ella.
Ella era audaz cuando yo era reservada, e irreverente cuando yo era educada. Nos balanceábamos una a la otra: Yo normalizaba su comportamiento excéntrico, mientras ella desafiaba mi sentido de pertenencia y me retaba a divertirme. Y como un bono extra, ella pagaba por todo.
El lunes en la tarde, después de pasar dos días enteros en el palacio amurallado de Le Mamounia. Era tiempo de aventurarnos. Anna buscaba dos cosas: montones de especias dignas de una foto de Instagram y un lugar para comprar algunos caftanes marroquíes. El conserje de La Mamounia organizó todo: en minutos teníamos un guía de turistas un auto y un conductor. Nuestra van se detuvo y fuimos bajando una por una, frescas de nuestra resguardada vida en el resort, al caluroso y polvoriento laberinto de la medina.
“¿Puedes hacer este vestido, pero con lino negro?” Anna le preguntó a la mujer de la Maison Du Kaftan. Antes de que la mujer contestara, Anna continuó, “Quiero uno en lino negro y otro en lino blanco y, Rachel, me encantaría uno para ti también.” Eche un vistazo a los estantes de la tienda mientras Anna se probaba un jumpsuit rojo y varios vestidos transparentes. Me probé algunas cosas, pero, desconfiando del material y los altos precios, pronto me uní al camarógrafo y a la entrenadora en el área de espera de la tienda para servirme té de menta. Anna fue a pagar. Su tarjeta de débito fue rechazada.
“¿Le dijiste a tus bancos que estabas viajando?” Pregunte. “No” fue su respuesta. En ese momento no me sorprendí que la rechazaran. Anna me pidió prestado el dinero, prometiendo reembolsarme la próxima semana. Acepté, con cuidado de no perder el recibo. Deambulamos por la medina hasta el atardecer. De vuelta a la van, nos dirigimos directo a La Sultana para cenar. También pagué por eso, agregandolo a “mi cuenta”.
El martes, estabamos caminando por el vestíbulo de La Mamounia, saliendo para visitar el Jardín Majorelle, cuando un empleado del hotel hizo una seña a Anna para que se detuviera. “Señorita Delvey, ¿podemos hablar con usted?” dijo, mientras la hacía a un lado. “¿Todo está bien?” Le pregunté cuando volvió al grupo. “Si” me tranquilizó. “Sólo necesito llamar a mi banco.”
La siguiente mañana, a mi tambien me detuvieron cuando iba por el vestíbulo: “Señorita Williams, ha visto a la Señorita Delvey?” Mandé a Anna con el conserje. Estaba nerviosa por los inconvenientes. Siempre podías saber cuando Anna estaba nerviosa: hacía ruidos casi cómicos (“uh¡¡¡, ¿por qué?”) y tecleaba furiosa en su teléfono. Dejó la villa y regresó poco después, aparentemente aliviada de que la situación se estaba resolviendo.
Salimos a un viaje de un día a la cordillera del Atlas y regresamos a Marrakech después de cenar esa misma noche, volviendo a entrar en La Mamounia a través del vestíbulo principal. Dos hombres se adelantaron cuando Anna se acercó. La hicieron a un lado y ella se sentó para hacer una llamada, mientras el camarógrafo y yo nos quedamos torpemente a un lado. (La entrenadora estaba enferma en la cama por segundo día consecutivo). Mientras esperábamos, un empleado mencionó que alguien había sido despedido debido a los problemas con el pago de nuestra villa. Una tarjeta de crédito en funcionamiento debería haber estado en el expediente antes de que llegáramos, explicó.
Los hombres nos siguieron de vuelta a nuestra villa, mientras Anna hablaba en su teléfono. Se pararon siniestramente en la entrada de nuestra sala de estar. Les ofrecí sillas, pero se negaron. Les ofrecí agua, sonriendo, tratando de disipar la tensión. Se negaron. Anna estaba frente a ellos, demasiado concentrada. Me disculpé y salí, sintiendo la vergüenza de la situación y pensando que era mejor darle algo de privacidad a Anna, ya que no había nada que pudiera hacer para ayudarla.
En la mañana, desperté con un mensaje de texto de la entrenadora. Aun sintiéndose enferma, quería volver a casa y necesitaba ayuda para hacer los arreglos. Me dio su tarjeta de crédito y reserve un vuelo. Mientras empacaba, llamé al conserje para pedir un auto que la llevara al aeropuerto.
En lugar del auto, cinco minutos después, los dos hombres de la noche anterior reaparecieron en la villa. Deje a la entrenadora y fui a despertar a Anna. Indignada fue a la sala de estar con su celular de vuelta a su oído. Volví a llamar al conserje. “Hola, ¿pueden enviar el auto, por favor?. No, no nos vamos todos; tenemos una compañera enferma y necesita tomar su vuelo. Los demás nos quedamos.” Un auto vino y la entrenadora se fue. El resto de nosotros estábamos estancados.
Anna dejó de hacer llamadas. Estaba sentada sin saber qué hacer. Los hombres insistieron que necesitaban una tarjeta que funcionara para poder hacer el bloqueo de efectivo para la reserva, no para hacer el cobra final, que este podría ser liquidado después. Primero Anna y luego los dos hombres, me presionaron para poner mi tarjeta de crédito para que se realizará el bloqueo mientras Anna resolvía la situación con su banco. Estaba atrapada. Tenía exactamente $410.03 dolares en mi cuenta de cheques. No tenía un transporte alterno desde el hotel, quería ir a casa, y lo más importante, me dijeron que no se haría ningún cargo a mi tarjeta.
Más tarde ese día, cuando American Express marcó mi cuenta por actividad irregular en mis gastos, fui a la recepción para ver porque el “bloqueo” se había registrado como cargos reales. Me dijeron que los créditos para cubrir el total aparecía en mi cuenta. He estado en muchos hoteles y estaba familiarizada con ese proceso: cuando te registras en algún lugar a veces tu tarjeta realiza un pre-cargo que después se acredita en tu cuenta. Pensé que esto era lo mismo. Al menos sabía que Anna era buena para el dinero, la había visto gastar mucho. Y aprendes mucho de alguien cuando viajan juntos.
Deje Marrakech al día siguiente, antes que Anna y el camarógrafo. Cuando llegue a mi destino, recibí un mensaje de texto de Anna prometiéndome que enviaría una confirmación del depósito por correo lo antes posible. Se marchó de La Mamounia y tomo un auto al Kasbah Tamadot de Sir Richard Branson, un hotel en las faldas del Alto Atlas de Marruecos. “Te depositare $70,000 dólares, con eso todo estará cubierto” dijo. De repente comprendí que tenía la intención de dejar los cargos del hotel en mi cuenta, para sumarlos al total de los gastos fuera del hotel. El saldo era mayor a mi ingreso anual. Se sentía como una conclusión inevitable.
Anna se mantuvo en contacto todos los días, pero en las siguientes semanas nunca recibí el depósito que había prometido. Atribuí el retraso a su desorganización e incapacidad de comprender la urgencia de mi situación. Estaba frustrada, pero no sorprendida por su ineptitud, y asumí que las transferencias internacionales se demoran más de lo normal.
Sus mensajes de texto se volvieron cada vez más kafkianos: garantías de reembolso a través de métodos de pago que nunca se materializaron. Creó una red de promesas que se hicieron cada vez más complejas y auto-referenciales. Pense que habia un problema con su fondo fiduciario, y me molestaba que no fuera sincera conmigo.
Cuando regresó a Nueva York, se registró en el Beekman (El Mercer estaba lleno, me dijo). Era reconfortante saber que estaba físicamente cerca, no tan lejos de mi oficina en el World Trade Center. Al menos sabía donde encontrarla. Desafortunadamente, me invitó a unirme a sus usuales visitas con la entrenadora personal. Me negué.
Buscar un reembolso por parte de Anna se convertía en un trabajo de tiempo completo. El estrés consumió mi sueño y alimentó mis días. Mis compañeros de trabajo me vieron consumida. Venía a la oficina con un aspecto pálido y demacrado.
Por fin, un mes después de que me hubiera marchado de Marrakech, Anna afirmó tener un cheque con el depósito. Había estado al norte del estado lidiando con una “emergencia laboral” pero, me dijo, buscaría un banco antes de la hora de cierre y depositaría el cheque en mi cuenta por la mañana. La noticia debería haberme dado un alivio, pero en cambio, me mantuve escéptica.
La mañana siguiente, me presenté sin avisar en el Beekman y llamé a Anna desde el mostrador del conserje. Cuando me respondió sonaba aturdida. “Hola, aquí estoy. ¿Cuál es el número de tu habitación?”, pregunté.
Su habitación estaba hecha un desastre. Los papeles estaban por todas partes. Sus maletas estaban abiertas y se desbordaba la ropa. Su vestido de lino negro de Marruecos estaba en una bolsa de la tintorería colgado en una puerta abierta del closet. “¿Dónde está el cheque?” le pregunté, tratando de simplificar la transacción. Empezó a revisar en las pilas de papeles, miró debajo de la ropa y tiró varias bolsas antes de decir que había dejado el cheque en el Tesla que había conducido desde el norte del estado. Por supuesto, no podía hacerlo fácil. Obviamente, había un problema.
Llamó a la concesionaria del Tesla y luego a la oficina de su abogado (“Él debe tenerlo” dijo). Me negué a irme. Anna dijo que le llevarían el cheque, así que esperé. Fuí con ella a Le Coucou, donde se reunió con un abogado diferente y un administrador de fondos privados. La seguí hasta el vestíbulo del Beekman, donde ordenó ostras y una botella de vino blanco. Me senté en silencio, enviando correos electrónicos del trabajo desde mi teléfono, ignorando en gran medida a Anna, pero observando atentamente y pidiendo actualizaciones periódicamente. Para probar un punto, me quedé hasta las 11 pm. Me fui muy enojada, diciendo que volvería a las 8 am para poder ir juntas al banco. Estuvo de acuerdo. “Espero que al menos te hayas divertido” me dijo con una sonrisa pícara. “No, no fue divertido. Esto no está bien.” balbuceé con incredulidad.
A la mañana siguiente, llegué al hotel a tiempo. Anna no estaba allí. Estaba furiosa. Su evasión manifiesta confirmó lo que más temía: Anna no era de confianza.
Finalmente (¿Por qué me tomó tanto tiempo?) comencé a investigar por mi cuenta. Me contacte con los amigos por los que conocí a Anna, y ellos me hablaron de un tipo que le había prestado dinero. Era alemán, como ella, y conocía a Anna desde que vivía en París. Me contó una historia que fue alarmante y tranquilizadora al mismo tiempo. Dijo que, después de semanas de insistir, recuperó su dinero con la amenaza de involucrar a las autoridades, ya que Anna siempre decía tener miedo a ser deportada. “Su papá es un multimillonario ruso”, dijo. “Exporta petróleo de Rusia a Alemania”. Obviamente, los detalles venían directo de Anna, pero no cuadraban, ella me había dicho que sus padres trabajaban en energía renovable. Dijo que Anna le había dicho que recibía alrededor de $30,000 dólares al comienzo de cada mes y que heredaría $10 millones en su cumpleaños 26, el pasado enero, pero como era un desastre, su padre había dispuesto que la herencia se retrasara hasta septiembre de ese año, pocos meses después.
Sabía que algo no estaba bien. Busque una manera de contactarme con sus padres, pero no encontré ninguna. En la semana del 4 de julio, mientras estaba en Carolina del Sur con mi familia (que no sabían nada de la situación), recibí un mensaje de la entrenadora. Me dijo que Anna estaba durmiendo en su sofá, ¿Que no tenía un lugar para quedarse?. Dos días después, Anna me escribió, me pregunto si podía quedarse en mi departamento. Le dije que no.
Al día siguiente, Anna me llamó llorando “No puedo estar sola en estos momentos” suplicaba. Le ofrecí verla en su hotel, “Tuve que irme, ¿puedo ir contigo?” preguntó. Dije que no y colgué. Entonces mi conciencia sacó lo mejor de mí, y le regrese la llamada: “Puedes venir, pero no te puedes quedar”. Llego a mi puerta pasada una hora. No tenía la energía para abordarla, así que dije muy poco. Mi pequeño departamento tenía un terrible desorden, la manifestación física de mi estado mental: pilas de papeles, cajas, ropa y varias cosas. Me disculpe por el desorden. “No necesitas disculparte conmigo” me dijo. Tenía razón. Tome la decisión consciente de poner la otra mejilla. Ordené dos ensaladas y puse el Diario de Bridget Jones. Cuando me preguntó si podía dormir en mi sofá, ni siquiera me sorprendí.
Incluso en esos momentos, trate de tener un punto de vista optimista de la situación: mi amiga se había topado con un inimaginable hechizo de mala suerte; y cualquier día podía resolverse. Este optimismo es una de mis características definidas, mi talón de Aquiles. Fue por lo que me hice amiga de Anna en primer lugar: una suspensión voluntaria de mi juicio, una falla que buscaba lo mejor en los demás y justificaba lo peor.
Anna sin duda podía ser lo peor. En una ocasión, antes del viaje a Marruecos, la gerencia del 11 Howard le preguntó a Anna si podía pagar sus reservaciones por adelantado. Ella se molesto por el trato tan irregular: “Nadie más tiene que hacerlo” protesto. Como venganza, tomó nota de los nombre de los gerentes generales. Una vez que se fue, me dijo, compró los dominios de internet correspondientes. Entonces les envió correos electrónicos mostrandoles lo que había hecho. “Los devolveré por un millón de dólares, cada uno” me dijo. Era un truco que había aprendido de Martin Shkreli (a quien admiraba, e incluso decía que lo había visto una o dos veces). Traté de racionalizar su afinidad con las “travesuras”, incluso si el estómago me daba vueltas. Me quedo con eso para lidiar con las consecuencias.
El primer día de Agosto, entre a una estación de policía en el barrio chino. Había tenido suficiente. Le conté mi historia a un teniente. Este se enfocó en el asunto de Marruecos y me dijo que había un problema jurisdiccional insuperable. “Pero con su cara”, dijo, “podría empezar una colecta en GoFundMe para recuperar su dinero”. Me sugirió probar en un tribunal civil. Cuando salí empecé a llorar.
Cuando pare de llorar, me fui directamente al tribunal civil más cercano. Encontre un centro de ayuda y hable con una mujer a través de una división de plexiglás antes de que un hombre con pantalones kaki me acompañara a su cubículo. Le conté mi triste historia. “Bueno, caray, estoy un poco celoso de que puedas ir a Marruecos” respondió. Trató de ayudar ofreciéndome folletos de abogados pro-bono y fundaciones de ayuda, ya que el dinero involucrado sobrepasaba el límite financiero tratado en un tribunal civil, dijo. Me fui sintiéndome muy angustiada.
Y luego llegó el momento decisivo: un episodio que se desarrollo como el clímax de un drama puesto en escena. Anna reapareció en el vestíbulo del departamento de la entrenadora, justo cuando salía del tribunal civil. La entrenadora me llamó inmediatamente y decidimos confrontar las dos a Anna. También invitó a una amiga suya (ya que pensó que sería útil), y las cuatro nos fuimos al Frying Pan, un bar en la autopista West Side. Anna estaba llorando detrás de sus gafas de sol, llevaba usando el mismo vestido durante semanas (un préstamo de su noche en el departamento de la entrenadora). “¿Han visto lo que dicen de mí?” se quejó. Aparentemente, la noche anterior, se publicó un artículo en el New York Post donde llamaban a Anna “aspirante a socialité”, ya que había “estafado” a la gerencia del Beekman durante su estancia, sus pertenencias habían sido detenidas. Estaba siendo acusada de varios delitos menores, incluyendo un vergonzoso incidente de cena y corre.
En una mesa en la terraza, rodeadas por jóvenes profesionales que disfrutaban de una bebida después del trabajo, nosotras cuatro estábamos en nuestro pequeño mundo. “Estamos aquí porque queremos ayudarte”, empezó la entrenadora. “Pero para hacer eso, necesitamos escuchar la verdad, Anna”. Era la misma canción de siempre: Anna se mantuvo fiel a su historia, afirmando que todo lo que había dicho era verdad; nada era su culpa. Anna se sentó frente a mí mientras las otras presionaban sin descanso por respuestas, por nombres, por una manera de encontrar a su familia. Dije muy poco, preferí mirar. Parecía estar flotando fuera de mi cuerpo, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Contra los gritos y acusaciones, el rostro de Anna asumió un vacío inquietante, sus ojos estaban vacíos. De repente me di cuenta de que no la conocía en absoluto. Con esta epifanía surgió una especie de liberación y una extraña calma. Entendí la ira y la incredulidad de las otras; había tenido los mismos sentimientos durante meses. Pero había llegado al otro lado y sabía que solo había una respuesta.
Al día siguiente, mandé un correo electrónico a la Oficina del Fiscal de Distrito del Estado de Nueva York, enviando un link con el artículo sobre Anna: “Creo que esta chica es una estafadora”, escribí. Una hora después, mi celular sonó. El identificador de llamadas decía “Estados Unidos”. Tome la llamada mientras me alejaba de mi escritorio. “Creemos que tiene razón”, contestó una voz.
La asistente del fiscal de distrito me confirmó que Anna Sorokin (a.k.a. Anna Delvey) era objeto de una investigación criminal en curso.
El último miércoles de agosto, bajé torpemente mi bolso de mano al suelo, apoyándolo contra la pared, antes de darme la vuelta para enfrentarme a la sala de jurados de Manhattan, casi dos docenas de caras que me recordaban el aula de un colegio. Asumí el puesto de profesor, aunque casi no estaba en condiciones de enseñar al grupo: yo, la tonta, un caso lamentable. Y luego recordé una clase que podría estar calificada para enseñar, o al menos podría ser una profesora invitada, la única en la que había recibido un A + durante mi tiempo en Kenyon: "El juego de la confianza en Estados Unidos" un curso de inglés de nivel avanzado impartido por Lewis Hyde, quien escribió un libro sobre tramposos (Trickster Makes This World). Bueno, al menos la ironía fue gratificante.
Me paré detrás de una pequeña mesa de madera en el frente de la habitación. El taquígrafo de la corte se sentó a mi izquierda, y la asistente del fiscal de distrito estaba en un podio a mi derecha, junto a un proyector. La presidenta del jurado, una chica de mi edad, se sentó en el centro de la fila de atrás y preguntó desde arriba: "¿Juras decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad?" Lo hice.
Fuí víctima de un presunto gran robo en segundo grado (gran robo por engaño). “¿Cuánto gana en un año?” me pregunto la asistente del fiscal. Junto a ella, en la pared detrás de mi silla, había un pantalla, en la que se mostraba una hoja de cálculo de todos los cargos que había en mi cuenta relacionados con Marruecos. En la parte inferior de la pantalla, se leía el total: $62,109.29. “Habría ido a este viaje de saber que tendría que pagar todo?” continuo la asistente del fiscal. La idea era risible, inclusive mientras lloraba.
No fui la única que había creído en Anna. En la audiencia ante el gran jurado, Anna fue acusada de seis cargos de delito grave y un cargo de delito menor. Me di cuenta del alcance de su engaño cuando más tarde leí la acusación. Fue acusada de falsificar documentos de bancos internacionales que muestran cuentas en el extranjero con un saldo total de aproximadamente 60 millones de euros. Según un comunicado de prensa de la Fiscalía de Distrito del Condado de Nueva York, a fines de 2016, llevó estos documentos al City National Bank en un intento de obtener un préstamo de $ 22 millones para la creación de su fundación artística y su club privado. Cuando el City National Bank negó el préstamo, ella mostró los mismos documentos a Fortress Investment Group en Midtown. Fortress acordó considerar el préstamo si Anna proporcionaba $ 100,000 para cubrir los gastos legales y del proceso.
El 12 de enero de 2017, casi un mes antes de que regresara a Nueva York, Anna obtuvo un préstamo de $100,000 del City National Bank al convencer a un representante del banco para que le permitiera sobregirar su cuenta. Al parecer, le prometió al banco que enviaría los fondos en breve para cubrir el sobregiro (una melodía familiar). Y le dio el dinero del préstamo al Fortress.
En febrero, cuando Anna volvió a mi vida, Fortress uso aproximadamente $45,000 de los $100,000 de Anna y estaba tratando de verificar sus activos para completar el préstamo. Para este punto, Anna se retiró. Me dijo que su padre se había enterado del trato y que no le gustaban los términos. Se retiró y mantuvo los $ 55,000 restantes del préstamo del City National Bank, que Fortress había devuelto. Aparentemente, así es como ella pagó por su estilo de vida: el 11 Howard, las cenas, las sesiones de entrenamiento personal y las compras.
Entre el 7 y el 11 de abril, Anna, supuestamente, depósito $160,000 en cheques sin fondos en su cuenta de Citibank y transfirió $70,000 a otra cuenta antes de que los cheques rebotaran. Nunca pagó a Blade el avión privado de $35,000 que había alquilado para ir a Omaha en mayo. En agosto, abrió una cuenta de banco en Signature Bank y, de acuerdo con las declaraciones, depositó $15,000 en cheques sin fondos. Retiró aproximadamente $8,200 en efectivo antes de cerrar la cuenta. Ella era, supuestamente, una “estafadora de cheques”.
La realidad de los tratos tras bambalinas de Anna, sigue siendo vertiginosa hasta el día de hoy, supuestamente, estaba orquestando un sistema tan elaborado mientras mantenía una superficie creíble, manejando su tarjetas de débito para pagar las cenas, entrenamientos, productos de belleza y tratamientos de spa. Ella creó una ciudad reluciente y sin problemas: lo que sea que quisiera comprar lo compraba, a donde quisiera ir iba, ya fuera en taxi o en avión. La audacia de su actuación se vendió sola, hasta que colapsó por el peso de su ambición. Es una de las razones por las que le creí, y continué creyendo en ella: ¿quién pensaría inventar una historia tan elaborada y seguir así durante tanto tiempo? ¿Quién era ella? ¿Cómo sabes quien es quien dice ser realmente? El 9 de junio, Anna me envió $5,000 a través de PayPal. Pensé que me estaba evadiendo, pero este gesto me derrumbo. Sabiendo lo que sé ahora, ¿por qué siquiera me dio algo? Seguramente, me habría pagado la cantidad completa si pudiera, ¿verdad?
Se programó que Anna compareciera ante el tribunal el 5 de septiembre, por los delitos menores que salieron en las noticias, incluida su estancia supuestamente robada en Beekman, pero nunca apareció. Retome la comunicación con ella a través de un mensaje de texto, como si nada hubiera pasado. Había ido a la costa oeste y se internó en una clínica de rehabilitación en Malibú. A principios de octubre, cuando estaba en Beverly Hills para la cumbre anual del New Establishment de Vanity Fair, Anna y yo organizamos un almuerzo. Nunca llegó. Fue arrestada en Los Ángeles el 3 de octubre y procesada en un tribunal de Manhattan el 26 de octubre. Actualmente está detenida sin derecho a fianza en la isla Rikers.
Para este artículo, se contactó al abogado de Anna, Todd Spodek, quien tenía una visión mucho más “ligera” de los asuntos relacionados con Anna. "La carga recae directamente en un prestamista para llevar a cabo la debida diligencia apropiada antes de otorgar crédito de cualquier tipo", escribió, "y para documentar los términos del préstamo. Este es un asunto civil, y el recurso apropiado para la Sra. Williams es demandar a la Sra. Sorokin por incumplimiento de pago de un préstamo, no iniciar cargos penales”. Afirmó que “la Sra. Williams no tiene ni un ápice de pruebas para respaldar ningún acuerdo, de ningún tipo, en absoluto ".
Anna me dijo una vez que sus planes o funcionaban, o iban horriblemente mal. Ahora veo lo que quiso decir. Fue un truco de magia, me avergüenza decir que yo fui uno de los respaldos y también parte de la audiencia. Anna era un hermoso sueño de Nueva York, como una de esas noches que nunca parece terminar. Y luego llega la cuenta.
CORRECCI��N: una versión anterior de esta historia identificó erróneamente la audiencia del gran jurado en la que se acusó a Anna Sorokin. Fue una audiencia, no un juicio.
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ncarrero144 · 5 years
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Alimentación en la Edad Media
El área de estudio conocida como la gastronomía permite observar varios componentes socioculturales dentro de cualquier región, etnia, comunidad, o clase social, todo esto lo logra hacer partiendo desde la comida como eje central de su estudio. Gracias a la riqueza de información que existe sobre los alimentos, los cuáles han sido un elemento fundamental a lo largo de la historia de cualquier ser vivo, me propondré en este texto investigar sobre los hábitos alimenticios en la baja edad media[1], los cuáles pueden llegar a reflejar la baja calidad de vida por la que tuvo que pasar la mayoría de la población mundial en comparación con la nobleza la cual podía disponer de gran variedad de alimentos en comparación de sus subalternos.
La edad media llega a ser un periodo característico de una gran cantidad de choques culturales, lo cual vuelve complicado la forma en la que muchos historiadores hacen generalizaciones en sus conclusiones de una obra. Esto se debe a que gracias a las constantes invasiones entre pueblos tanto occidentales como orientales, las tradiciones y hábitos iban cambiando conforme a estos movimientos. Sin embargo, hay ciertos aspectos que sí pueden sintetizarse sin armar gran conflicto en la objetividad de las afirmaciones que se hacen, como por ejemplo la alimentación en la vida cotidiana bajomedieval. Esto se debe a que a pesar de los constantes choques culturales que ocurrian, la producción de alimentos era limitada al igual que la variedad de estos, volviendo a las hambrunas algo característico de la cotidianidad, en donde la hostilidad y el paisaje solían ser tenebrosos y llenos de dolor[2].
Ahora, cada región y civilización llegó a aportar importantes aspectos culinarios a la cocina medieval, como por ejemplo la repostería (quesos y rellenos) en la civilización bizantina, o el arroz, la caña de azúcar, la granada y la berenjena en Al-Ándalus. Por otro lado, cuando se intenta estudiar aspectos de la época medieval, como la alimentación, hay que tener cuidado de no caer en subjetividades y silencios que se pueden encontrar en algunas de las fuentes más obvias sobre este periodo, como por ejemplo la literatura gastronómica con obras como “The forme of Cury” escrito por el cocinero de Ricardo II de Inglaterra, o “Daz Buch von guter Spise” obra anónima alemana. Dentro de esta literatura también se pueden encontrar las supuestas recetas extraídas de las notas de Leonardo Da Vinci y agrupadas en el “Codex Romanoff”. Se habla de silencios porque las personas de las que se recogieron las recetas en las obras ya mencionadas anteriormente, solían ocupar posiciones privilegiadas (clero, nobleza, burguesía) dentro de la sociedad medieval, por lo que acudir sólo a recetarios para intentar hablar de la alimentación en la baja edad media puede dejar por fuera aspectos dietéticos de la gente del común medieval, las cuales llegaron a ser las víctimas de las trágicas hambrunas, debido a la falta de alimentos, precios y demás[3]. Cabe resaltar que estas clases subordinadas representaban la mayoría de la población medieval.
[4]
Aparte de la literatura culinaria ya mencionada, también se puede llegar a extraer información de literatura narrativa, o de crónicas, pinturas o fuentes oficiales. Por lo que se puede sacar la conclusión de que a la hora de abordar una investigación sobre una época en donde las fuentes son pocas, es necesario intentar abarcar todos los puntos de vista posibles sobre esta temática.
Ahora, se puede empezar hablando de uno de los productos más famosos y conocidos en la era medieval, el pan. Este alimento jugó un papel importante en la dieta de todos los habitantes medievales, esto se logra observar incluso en la religión cristiana, en donde el pan es mencionado varias veces en importantes libros sagrados como la biblia, e incluso en oraciones: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, haciendo referencia no sólo a la importancia de mantener nutrida al alma, sino también al cuerpo que la sostiene[5]. Es importante resaltar que, para la época, el pan se hacía con una gran variedad de cereales, como por ejemplo el trigo, centeno, cebada, alforfón, mijo o avena[6]. De todos los cereales de los que se podía producir el pan, el trigo hacía parte de las harinas más refinadas, con este se fabricaba el pan blanco que hoy en día conocemos. Este pan blanco era usualmente consumido solo por las personas de las altas clases sociales, mientras que el pan negro y viejo se usaba como recipiente en donde se servía la comida, o también podía ser usado en las sopas[7]. La gente que no podía ni siquiera comprar pan de los otros cereales como el centeno o la avena, solían moler sus propios granos y la mezclaban con frijoles o castañas[8].
Es importante resaltar que la dieta de cada región dependía más que todo por los productos locales que estuvieran al alcance de la población, por ejemplo, en Andalucía se consume más cereales, frutos y vegetales, en cambio en el noreste europeo se solía producir y consumir productos lácteos como la leche y el queso, otro gran alimento era el pescado gracias a la cercanía al mar[9].
Hanns Buel. Panadero de pan de jengibre. 1520
Otro gran elemento alimenticio que ha sido parte de la dieta del hombre durante toda su historia son las carnes, rojas y blancas. Claro ésta, que las carnes no eran usualmente consumidas por las clases más pobres, aunque cuando lo hacían debían supeditarse al consumo de carnes saladas o secas. Los alimentos frescos eran característicos de las clases altas, y cuando las carnes empezaban el proceso de putrefacción se solían preparar salsas que “disfrazarán” los malos olores de las carnes en descomposición. La carne llegó a ser de los alimentos más consumidos por las clases altas, casi a diario se consumía carne y pescado[10].
Las carnes eran adquiridas por medio de la caza o domesticación de animales en los corrales. Por un lado, la caza solía ser una práctica reservada solo para los nobles, los cuales prohibían a otros la práctica de la caza, aumentando el estatus social de ésta. Se consumían todo tipo de aves como la codorniz, perdiz, y patos, al igual que las gallinas, los ciervos, cerdos, reses, e incluso pavos reales, alimento preferido por la monarquía[11]. Los restos de los animales que se consumían (hígados, orejas, sangre...) eran consumidos por las clases bajas de otras formas, por ejemplo, en España se volvió común el consumo de embutidos como las salchichas y la morcilla, preparada con sangre e intestinos[12]. Una práctica que aún se conserva hasta el día de hoy es el asado, menú acuñado por los franceses más adinerados de la baja edad media. Estos organizaban asados compuestos por carnes en salsa y frutas frescas (usualmente ácidas). Después procedían a comer los entremés, los cuáles hoy en día son conocidos como los platos azucarados y salados, finalmente se servían los postres, entre los cuáles se podían encontrar quesos y preparaciones frutales[13].
La carne de res o de vaca no era tan consumida como la de cerdo, gallina o pescado. Esto se debe principalmente a que el ganado era usado principalmente en las zonas rurales para el trabajo forzoso. Por ejemplo, los bueyes eran usados en su mayoría como animales de tiro o de carga. En cambio, el cerdo al no tener ningún otro usó llegó a ser la carne más consumida y más asequible para las clases altas y en algunas ocasiones la clase media, gracias a que este animal podía encontrarse en casi cualquier ciudad alimentándose de las basuras y residuos orgánicos. Claro está que el consumo de carne de cerdo al ser prohibida por regiones como el islam y el judaísmo, no era consumida en grandes cantidades en las regiones donde se practican estas creencias.
Tapiz de Bayeux. 1082-1096. Se puede observar un banquete tras el desembarco de Guillermo el Conquistador en Pevensey.
Por otro lado, el cordero llegó a ser una gran fuente tanto de carne como de leche y lana, a diferencia de las vacas. Con la carne de este animal se solía preparar estofados, carne asada, o cocida. La carne preferida era la del cordero que ya tenía entre 3 a 5 años de edad, esta carne se consumía principalmente en el sur europeo árabe y en la comida inglesa de la baja edad media. Uno de los platos más famosos preparados con este tipo de carne fue la pierna de cordero rostizada con ajo[14]. En añadidura, se llegó a creer que la carne de cordero era de difícil digestión, por eso se consumían corderos “adultos”. A diferencia del cordero, la carne de oveja menor a un año era recomendada por ser tierna y húmeda, especial para personas enfermas con estómagos “débiles”, cabe resaltar que las ovejas blancas eran las menos apetecidas a diferencia que las de otros colores[15].
Ahora, cuando la religión prohibía el consumo de carnes rojas, o en los días de ayuno, se consumía el pescado. Cabe resaltar que para la época existía gran variedad de tipos de pescados, tanto de agua dulce como de agua salada[16]. Dentro de los de agua dulce se encontraban: el robalo, albur, anguila, lamprea, boga, barbo, trucha y camarón. Dentro de los pescados de mar se encontraban: corvina, atún, lenguado, palometa, urta, sardina, salmón, pez rubio, pulpo, raya, ballena, langostino, cangrejo, almejas, ostras, jaibas, entre otros[17]. Las formas de preparación de los pescados variaban según la cercanía a las zonas de pesca, entre más lejos, los pescados solían ser salados o servidos en salsa. También se podía hacer frito, hervido, horneado, asado o incluso se servía dentro de pasteles y en gelatina[18]. El pescado frescoera consumido siempre en las zonas costeras por la clase alta, la cual lo acompañaba con especias como la pimienta o el azafrán, un gusto que pocos podían darse.
Livre des Simples Médecines. Castor con cola de pescado. 1480.
Para las civilizaciones que no tenían costas y pocos lagos para pescar, el pescado solía ser más caro que incluso otras carnes rojas, esto se debe principalmente a que si el pescado debía ser transportado largas distancias, entonces se debía disponer de técnicas de conservación que no dejarán que el pescado se pudriera, pero más que evitar esto, se le daba prioridad a esconder los malos olores que con el tiempo esté iba adquiriendo. En cuanto a los factores medicinales del pescado, este era conocido por ser de difícil digestión, por generar humores flemáticos y por causar sed[19]. Los pescados que se querían guardar por un tiempo debían ser preservados en sal o secados, también se recomendaba hervirlos en vino para evitar enfermedades.
Tacuinum Sanitatis. Siglo XIV. Pesca de Lamprea[20]
Otro de los productos más usuales de la civilización bajomedieval, son los lácteos, leche, queso, y la mantequilla. La leche era difícil de mantener en buen estado, por lo que para prevenir que se echara a perder la convierten en queso o mantequilla, ya que aún no existía la refrigeración ni la pasteurización. Sin embargo, la leche fresca si era consumida por los enfermos, ancianos y niños recién nacidos. La leche que se les suministraba provenía de vacas, corderos, y ovejas. Cabe resaltar que las clases altas no consumían leche animal, preferiblemente producían y usaban la leche de almendras para cocinar otros alimentos[21]. Por otro lado, los huevos llegaron a ser un alimento muy versátil, al igual que él pollo y el cerdo. El uso del huevo como plato principal predominó en la región italiana[22], en donde existían demasiadas maneras de cocinarlo, junto con especias como la pimienta. Incluso en algunas recetas se hace mención del uso de la remolacha verde en los huevos para poder así darles color. Este factor llegó a ser muy importante para las sociedades árabes, en dónde se acostumbraron a usar gran variedad de elementos para darle color a sus platos. Este alimento pudo haber sido una buena forma de conseguir las proteínas y grasas necesarias para las personas de las clases bajas.
Ahora, abarcar a profundidad la historia de los alimentos principales de la civilización bajomedieval resulta muy extenso, ya que como se puede observar en este texto cada alimento tiene una gran cantidad de aspectos tanto sociales, como geográficos, culturales y económicos. Por ejemplo, con base en este texto se puede concluir que la dieta medieval siempre estaba sujeta a constantes cambios, ya que la mayoría de los alimentos cultivados, criados, y cazados dependen en gran parte de los cambios estacionales. Estos cambios en la dieta se ven reflejados cuando se observa que el aspecto más característico de la civilización bajomedieval fue el aumento en el consumo y dependencia de los cereales en las clases bajas, y la disminución del consumo de carnes y otras proteínas. Cabe resaltar que el estudio de la alimentación y dieta de una sociedad son formas diferentes de aproximarse a diferentes estudios históricos, ya que permiten ver tanto aspectos comerciales (económicos), sociales (tradiciones, costumbres), religiosos (Ej: relación judaísmo con el cerdo como alimento) y políticos (clases sociales, jerarquía). Por lo que considero que el historiador al hacer un estudio de la edad media, al ser una época con tan pocas fuentes primarias escritas, debe acudir a herramientas de estudio como la alimentación para poder tener una visión más completa y un poco más objetiva.
Herramientas digitales:
Cerveza: https://view.genial.ly/5cafce5c6e08c20f4e0b720f/imagen-interactiva
Vino: https://view.genial.ly/5cafd2105400140f8461dfbe/imagen-interactiva
[1]Principalmente me enfocare en los alimentos más consumidos por los nobles, clero y en algunas ocasiones las clases bajas.
[2]Almodóvar, Miguel A. “La cocina del Cid. Historia de los yantares y banquetes de los caballeros medievales”. Ediciones Nowtilus, S.L. (2007). Pág. 13
[3]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. Pág. XVII
[4]Tomado de: file:///var/folders/l4/x9m24qy5571cqg3fmpqzp_r80000gn/T/com.apple.Safari/WebKitDropDestination-vBzQRaEw/Captura%20de%20Pantalla%202019-04-10%20a%20la(s)%2012.48.59%20p.%20m..png
[5]Almodóvar, Miguel A. “La cocina del Cid. Historia de los yantares y banquetes de los caballeros medievales”. Ediciones Nowtilus, S.L. (2007). Pág. 11
[6]Dhondt, Jan. “La alta Edad Media”. Cap. 5. Pág. 91
[7]Tormo, Jose R. “Historia de la alimentación, La gastronomía en la Edad Media”
[8]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. Pág. 3
[9]Giménez, José M. “La gastronomía europea en la baja edad media: las crisis alimentarias”. Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales. Nº 217. 15 de agosto de 2011. Pág. 4
[10]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. pp 30-45.
[11]Giménez, José M. “La gastronomía europea en la baja edad media: las crisis alimentarias”. Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales. Nº 217. 15 de agosto de 2011. pp. 4-5.
[12]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. pp 121-123
[13] Giménez, José M. “La gastronomía europea en la baja edad media: las crisis alimentarias”. Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales. Nº 217. 15 de agosto de 2011. Pág. 5
[14]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. pp 31-33
[15]Ibídem.
[16]Es interesante observar como para la civilización bajomedieval, el castro llegó a ser considerado como un pescado, ya que este roedor suele pasar la mayoría de su tiempo en el agua.
[17]Azcoytia, Carlos. “La historia de la alimentación en la Baja Edad Media en Sevilla” Capítulo I. 13 de noviembre de 2014. Disponible en:https://www.historiacocina.com/es/alimentacion-en-sevilla
[18]Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. pp 39-40
[19]Ibídem.
[20]La lamprea era considerada un manjar para la clase alta, la cual la consumía en los días en los que no era permitido el consumo de carnes rojas. Algunas personas también las guardaban en estanques como mascotas. Servían de reemplazo para los platos con anguila, ésta debía ser preparada con sal y pimienta para que no provocara enfermedades. Weiss, Melitta. “Food in Medieval Times”. Greenwood press. 2004. Pág. 44
[21]Pegge, Samuel. “The Forme of Cury”. junio 13 de 2003. Disponible en: http://www.gutenberg.org/cache/epub/8102/pg8102-images.html
[22]En lugares como Francia, el huevo llegó a ser un ingrediente secundario en sus platos principales.
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Mi Dieta
AQUÍ OS DEJO LA DIETA QUE USARÉ DE BASE PARA MI RETO. ES UNA DE LAS DIETAS QUE DA LA SECCIÓN DE ENDOCRINOLOGÍA-UNIDAD DE NUTRICIÓN DEL HOSPITAL DE CABUEÑES (GIJÓN-ASTURIAS)
DIETA DE 1.500 CALORÍAS CON FÉCULA
DESAYUNO
- 200 cc de leche desnatada, sola o con café, malta o té - 30 gr de pan integral - 40 gr de queso fresco
MEDIA MAÑANA
- Una ración de fruta
COMIDA
- Una ración de VERDURA - Una ración de FÉCULA - Una ración de PROTEÍNA - Una ración de FRUTA - 30 gr de pan integral
MERIENDA
- 200 cc de leche desnatada - 30 gr de pan integral
CENA
- Una ración de VERDURA - Una ración de FÉCULA - Una ración de PROTEÍNA - Una ración de FRUTA - 30 gr de pan integral
RACIONES DE VERDURA
ACELGAS 220 gr ALCACHOFAS 125 gr BERENJENAS 320 gr BRÓCOLI 400 gr CALABACÍN 270gr CALABAZA 300 gr CARDO 275 gr CEBOLLA 190 gr CHAMPIÑÓN 250 gr COL DE HOJA 260 gr COLES DE BRUSELAS 370 gr COLIFLOR 600 gr JUDÍAS VERDES 200 gr LOMBARDA 260 gr NABOS 260 gr PEPINO 550 gr PIMIENTOS 450 gr PUERROS 165 gr RÁBANO 260 gr REMOLACHA 165 gr REPOLLO 250 gr SETAS 250 gr TOMATE 350 gr ZANAHORIA 175 gr
Además de las raciones anteriores se podrán tomar hasta 500 gramos de APIO, BERROS, ENDIVIAS, ESCAROLA, ESPÁRRAGOS, ESPINACAS, GRELOS O LECHUGA.
RACIONES DE FÉCULAS
ALUBIAS, LENTEJAS O GARBANZOS 40 gr GUISANTES FRESCOS 180 gr HABAS DE MAYO FRESCAS 200 gr HABAS DE MAYO SECAS 35 gr ARROZ 20 gr PATATAS 95 gr PASTAS PARA SOPA, MACARRONES, ESPAGUETIS Y SIMILARES 20 gr SÉMOLA 20 gr
RACIONES DE PROTEÍNAS
CARNES TERNERA 125 gr CAZA 125 gr CERDO 125 gr CORDERO 125 gr PECHUGA DE POLLO 125 gr ZANCA DE POLLO 85 gr PATO 85 gr LENGUA 85 gr JAMÓN 85 gr PECHUGA DE PAVO 125 gr
PESCADOS ABADEJO, ANGUILA 125 gr ARENQUE 125 gr BACALAO FRESCO 125 gr BESUGO, BONITO 125 gr BOQUERÓN, CABALLA 125 gr CALAMARES, CONGRIO 125 gr DORADA, LENGUADO 125 gr LUBINA, MERO 125 gr MERLUZA, RAPE 125 gr PALOMETA, PESCADILLA 125 gr PULPO, RAYA 125 gr RODABALLO, SALMONETE 125 gr SALMÓN, SARDINA 125 gr TRUCHA 125 gr BACALAO SECO 65 gr
MARISCOS ALMEJAS 165 gr BERBERECHOS 165 gr BÍGAROS 165 gr BOGAVANTE 65 gr CANGREJO 85 gr CENTOLLO 85 gr CIGALAS 65 gr LANGOSTA 65 gr MEJILLÓN 85 gr OSTRAS 165 gr PERCEBES 65 gr QUISQUILLAS 65 gr VIEIRAS 125 gr
QUESOS: Bola, Gruyere, Emmental, Brie, Camenberg, Gallego, Burgos y Manchego fresco 100gr 1 HUEVO + Media ración de pescado
RACIONES DE FRUTA
ALBARICOQUE 225gr CEREZA 125 gr CIRUELA 155 gr CHIRIMOYA 75 gr FRAMBUESA 270 gr FRESA O FRESÓN 240 gr GRANADA 90 gr HIGO FRESCO 155 gr KIWI 100 gr MANDARIN 185 gr MANZANA 125 gr MELOCOTÓN 165 gr MELÓN 240 gr NARANJA 180 gr NÍSPERO 140 gr PERA 140 gr PIÑA NATURAL 130 gr PLÁTANO 75 gr POMELO 285 gr SANDÍA 285 gr UVA 95 gr ZUMO DE NARANJA 160 cc
OBSERVACIONES:
Utilizar ACEITE preferentemente de oliva. HUEVOS: limitados a 3-4 por semana y nunca 2 yemas en el mismo día.
SE PUEDE SUSTITUIR:
- 100 cc de leche desnatada por un yogur desnatado. - 10 gramos de pan por 1 galleta “María”. - 40 gramos de queso fresco por 30 gramos de jamón serrano.
SE PUEDE TOMAR LIBREMENTE: café, té, infusiones, gaseosa blanca, Coca-cola light, TAB, Pepsi-Diet y tónica light
ABSOLUTAMENTE PROHIBIDO: - Azúcar y derivados: pasteles, helados, chocolate, mermelada, golosinas y miel - Bebidas azucaradas: Coca-Cola, Fanta, Trina, Bitter, Mosto... etc,. - Frutos secos: cacahuetes, avellanas, almendras, nueces, pasas, pistachos, higos secos, dátiles, etc,. - Conservas en aceite, escabeche o almíbar. - Cubitos para caldo tipo Avecrem o Maggi. - Salazones. - Eko, Colacao y similares. - Alimentos dietéticos especiales para diabéticos.
En general no debe tomar embutidos, bacon ni cualquier otro alimento que no venga reflejado en la dieta. Es importante tomar FIBRA por lo que se aconseja consumir además del pan integral, las verduras y las frutas con piel previamente lavada. Deberá tomar la RACIÓN DE PROTEÍNA en forma de pescado una vez al día (comida o cena) y deberá realizar todas las tomas indicadas en la dieta respetando los horarios.
NORMAS CULINARIAS
- Debe ajustarse el peso exacto de cada ración. Los alimentos se pesan EN CRUDO, antes de cocinarse, una vez pelados y deshuesados, es decir SE PESA LA PARTE COMESTIBLE. - Es muy útil convertir los gramos en medidas caseras: 1 CUCHARA SOPERA = 10 GRAMOS 1 TAZA = 200 CC - Si en lugar de un tipo de verdura quiere dos tipos, elegirá la mita de la cantidad indicada en cada una de ellas. - Retirar la grasa visible de carne y el jamón y la piel de las aves antes de cocinar. A ser posible elaborará los caldos el día anterior a su uso, de forma que al enfriar el caldo pueda retirar la grasa que queda por encima. - EVITAR LOS FRITOS, cocinar los alimentos A LA PLANCHA, AL HORNO, COCIDOS O AL VAPOR. - Los HUEVOS se prepararán duros, pasados por agua o en tortilla francesa, NUNCA FRITOS ya que absorben mucho aceite. - No utilizará harinas ni rebozos. - No utilizar salsas comerciales tipo Mayonesa, Ketchup... - Los alimentos pueden ser frescos o congelados. - La condimentación puede hacerse con vinagre, limón, perejil, ajo, cebolla, pimentón, laurel y en general con cualquier hierba aromática. - Para endulzar utilizará edulcorantes artificiales tipo SACARINA.
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ocioenlinea · 5 years
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Tradición de sushi en la ciudad
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Una larga historia de crecimiento y su buena sazón encierran su encanto Desde 1996 que este tesoro de la ciudad abrió sus puertas, con la cocina oriental a su estilo, con la sazón y el buen trato que los hizo crecer y mantenerse. Todo comenzó con un pequeño puesto en la esquina de ese local, y poco a poco ampliaron hasta lo que vemos hoy, colocando una estructura, creando la terraza, las barras, y recientemente decorándolo con bonitos murales. Es grande, tanto en su menú como en el lugar, ideal para visitar con los amigos o la familia. 
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Si los visitas por primera vez, te recomendamos ir directo a los sushis especiales, que no te defraudarán. Por ejemplo el Hiroshima, un rollo con alga por fuera al centro camarón, kanikama, masaga, aguacate, philadelphia y pepino. O el Tkai-Shino que lleva al centro camarón, kanikama, masaga, pulpo, salmón, atún, aguacate, philadelphia y pepino. O el Mar y Tierra envuelto en philadelphia, con camarón, arrachera, pepino y aguacate al centro. Las porciones son prácticamente para compartir y asi disfrutar más de un platillo cuando vayas acompañado. Si prefieres atreverte puedes preguntar por sugerencias, ya que como están en constante renovación del menú te puede ofreces algunas novedades. 
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En nuestro caso así sucedió y degustamos por ejemplo un sushi de aguachile delicioso. También encontrarás algunos platillos de mariscos, por ejemplo su tostada de atun cítricos con cubos de atun con pepino, cebolla morada, salsa de cítricos, aguacate, poro frito y ajonjolí, con salsas negras y limón. Su amplio menú enlista al igual yakimeshi, ebidon, kanidon, sopa udon, y no pueden faltar otros favoritos como los sushis fritos, en diversas presentaciones y con tu marisco favorito como surimi, camarón, kanikama, pulpo, atún, salmón, anguila, incluso pollo y res. A la plancha ofrecen tepanyaji, yakitori, udon. Los conos también son favoritos como el Pacheco con ensalada de callo de almeja, o el Tako Loco, un cono con ensalada de camarón, pulpo, salmón, hanikama y masago. En bebidas encontrarás desde calpico hasta cervezas, coctelería y licores y si prefieres algo sin alcohol no dejes de pedir alguna de sus aguas frescas que preparan al momento con frutas naturales, nosotros acompañamos los alimentos con una de maracuyá con frutos rojos, exquisita. El servicio es ágil, amable, y con tantas opciones que no errarás de acuerdo al gusto en el día que los visites, comprobando por qué a más de dos decenios permanecen firmes.
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Tkai Shino H: 13:30 a 22:30 h Juan Sebastian Bach 5157 a dos cuadras y media de Av. Patria. T/23059938 Pormenores Aceptan tarjetas Precios: Tostada atun cítricos $45, Yakimeshi $55 a $85, Sushis $60 a $85
Luis Addams Torres. No.1147. 060919  
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ungramodelocura · 6 years
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El último verano Todos levantaban consternados la mirada buscando en el cielo alguna señal de esperanza. Nadie en el Valle, ni los más ancianos, recordaban un verano así. Hizo calor, mucho calor en ese tórrido verano del 53 y la lluvia parecía, como una terrible maldición, haber abandonado a sus pobladores. Aquel paraíso del bajo pirineo vasco-navarro en la frontera francesa, húmedo y boscoso, de montañas rechonchas y apacibles, poco antes moteadas de prados de infinitos verdes como un mosaico de esmeraldas, amarilleaba de sed. Abajo, el pueblo, semienterrado entre sus faldas, protegido por las suaves colinas que como eternos centinelas custodiaban el ritmo pausado de sus latidos parecía ahora más adormecido que nunca y sus calles respiraban con dificultad asmática, victimas de la asfixia que lo envolvía todo. El agua, que antes brotaba a raudales, bajaba de las montañas formando pequeños riachuelos como hilos de plata que desahogaban enfermizos, famélicos, los unos sobre el río Elgorriaga, sobre el Ezcurra otros. Ambos confluían a la entrada del pueblo. Ahí se fundían formando juguetones remolinos y atravesaban el pueblo para desembocar al otro extremo en el río Bidasoa que, próximo ya a su inevitable final, vertiría su desnutrido caudal en las aguas ingobernables del Cantábrico. Mi casa o mejor dicho la casa en donde fui acogido desde mi nacimiento -mi madre había fallecido un mes después del parto y mi padre la seguiría cinco años más tarde- se encontraba a las afueras del pueblo. Nos separaba una estrecha carretera asfaltada protegida a ambos lados por tapias construidas con gruesas piedras, dispuestas unas sobre otras sin más argamasa que el musgo que taponaba cada uno de sus huecos y cubiertas por zarzas espinosas preñadas de moras que en esa estación del año explotaban apetitosas como relucientes diamantes negros. Más adelante, ya en la antesala del pueblo, bajo un antiguo puente de dos arcos también de piedra, se mezclaban las corrientes limpias y cristalinas de los dos ríos. Cada vez, al cruzarlo, sin poder evitarlo, me asomaba, en ocasiones peligrosamente, sobre el barandal y de puntillas me gustaba observar cómo las truchas escondidas bajo las zonas más sombrías de sus pilares desafiaban inmóviles y a contracorriente las leyes más elementales de la física. A un lado del puente, de una fuente de cantera construida de una sola pieza y provista de un largo abrevadero para el ganado, manaba, habitualmente y sin interrupción, un chorro de abundante agua fresca procedente de los muchos manantiales que serpenteaban como cascadas montaña abajo. Inmediatamente detrás se abría un pequeño claro alfombrado por un mullido cespín y ensombrecido por numerosos robles y hayas que apenas si permitían la entrada de algunos tímidos haces de luz. En su costado izquierdo aún quedaban, como testimonio, restos de los pabellones y caballerizas de un viejo cuartel que, no hacía mucho tiempo, había albergado un regimiento del ejército que patrullaba la frontera en busca de maquis. Y al fondo de la explanada, entre el curso de los dos ríos y el puente, un muro con una gran puerta enrejada, rematada en su parte más alta por una imponente cruz de hierro, daba entrada al cementerio. No era muy grande y sólo a la luz del día me atrevía, no sin cierto recelo, a aproximarme a la reja y desde allí espiar durante largo rato su interior. Media docena de ceremoniosos cipreses se elevaban orgullosos y desafiantes como puntas de flecha. Aquellas tumbas formidables rematadas con soberbias esculturas de ángeles alados, vírgenes de rostros bellos y afligidos, cristos sufrientes, retorcidos por el dolor, magníficas figuras de personajes encapuchados, místicas, misteriosas, algunas esculpidas en mármol, despertaban en mi imaginación todo tipo de fantásticas cavilaciones al tiempo que me producían cierto espanto y, sin embargo, una extraña fuerza mantenía mis manos aferradas a los barrotes de la puerta mientras libraba en mi interior una febril batalla por continuar allí o salir disparado como alma en pena. Pero a veces la noche me sorprendía al volver a casa y entonces aquel lugar se me antojaba terrible y quedaba paralizado sin atreverme a cruzar el puente. La turbadora presencia del camposanto a mi izquierda, el murmullo estremecedor del agua, el zumbido del viento sacudiendo las ramas y el clamor entre las sombras de cientos de criaturas nocturnas en el fragor de su existencia me maniataban de tal manera que debía de esperar paralizado a que algún vecino del pueblo pasara por allí para, pegado a él como una lapa, atravesarlo en su compañía. Después, una calle a la derecha que bordeaba el pueblo me encaminaba directamente hacía la nueva escuela. Hacía poco que este regio caserón muy del estilo de los antiguos palacetes de la zona sustituía a la vieja escuela que los años habían dejado ruinosa e insuficiente. Recuerdo a mi maestro con una mezcla de aprensión y afecto. Con aprensión porque poseía una peculiaridad que desde la perspectiva de mi tierna edad contemplaba con comprensible estupor: de la parte inferior de sus pulgares a modo de un sexto dedo brotaban un par de apéndices rematados por unas uñas de aspecto repulsivo; y con afecto porque a pesar de ello y de su apariencia tosca, se trataba de un hombre bueno y afable que, en la medida de sus posibilidades, trataba con encomiable entusiasmo transmitirnos sus modestos saberes. Pero cuando llegaban las vacaciones de verano, durante tres largos meses, nos convertíamos en los dueños absolutos de aquel paraíso. Excepto la obligación de observar estricta puntualidad a las horas sagradas de las comidas, el resto del día nos pertenecía para dar rienda suelta a nuestra inagotable energía. Como intrépidos y diminutos tarzanes nos bañábamos en los remansos de los ríos, improvisando todo tipo de diabluras; con ramas de avellano fabricábamos arcos y flechas con los que librábamos formidables combates escondidos entre el laberinto del bosque; antes de que el fútbol, que percibíamos como un eco lejano, hiciera su aparición por aquellos pagos, jugábamos en el frontón a pelota vasca hasta que las manos, amoratadas e hinchadas como globos de feria, marcaban el límite de nuestra resistencia; correteábamos por el monte como gatos monteses inventando mil juegos y, en fin, no existía fantasía que nuestro ingenio no pusiera a prueba. Que yo recuerde, pocas cosas se compraban en aquella casa. Las dos mujeres de la familia eran expertas costureras y me vestían decorosamente. En la parte trasera teníamos un gallinero. Nunca más en mi vida he vuelto a ver huevos tan grandes y frescos y, en fechas muy señaladas, se sacrificaba una gallina o algún conejo. En un lateral de la casa una leñera con tejabán, que mantenía secos los troncos apilados y cortados a la misma medida, nos garantizaba en la cocina un refugio caliente durante aquellos interminables inviernos. Y al otro lado, en un precioso huerto muy bien cuidado se cultivaban todo tipo de verduras y hortalizas únicamente para nuestro consumo y los excedentes de tomates, pimientos y algunos otros productos se embotellaban en conserva en un cuarto de la planta baja. Una antigua ley no escrita decía que todo lo que crecía en los márgenes del río no tenía propietario y era allí donde recogíamos manzanas, fresas, peras, cerezas, con las que se elaboraban deliciosas mermeladas caseras y almacenábamos, además, nueces, castañas y avellanas para buena parte del año. Los ríos nos proveían de truchas, barbos, cangrejos y unas riquísimas anguilas que en casa se cocinaban a fuego muy lento en cazuela de barro acompañadas de una exquisita salsa. En temporada peinábamos el monte en busca de la gran variedad de setas que crecían silvestres en lugares que nosotros conocíamos a la perfección. Nunca recibí, me imagino que como la mayoría de mis compañeros, un solo céntimo en casa para satisfacer algún capricho. La verdad es que tampoco lo necesité demasiado, excepto para poder ir al cine, que ya era mi gran pasión. Junto al gran frontón en el otro extremo del pueblo y muy cerca de la estación, una vieja edificación, que había sido una fábrica artesanal de quesos, fue adaptada como sala de proyección. Los domingos pasaban una película a las seis de la tarde pero, para mi desgracia, no siempre reunía el importe de la entrada. Afortunadamente, de cuando en cuando, se celebraba algún bautizo y era costumbre que al término de la ceremonia el padrino lanzara monedas sobre la lonja de la iglesia. Naturalmente, al igual que el resto de la chiquillería, me precipitaba como un poseso a disputar como si me fuera la vida en ello la parte del botín que por derecho me correspondía. Y aunque algunos domingos no reuniera suficiente dinero, no faltaba jamás a mi cita. Junto a otro par de infelices desarrapados como yo, esperábamos pacientemente para comprobar si Martintxo, el portero, nos permitiría pasar 10 o 15 minutos antes de finalizar la función. No siempre corríamos con suerte y para nosotros siempre supuso un verdadero misterio las razones que asistían a Martintxo para tomar tan trascendente determinación. Lo recuerdo bien, era un solterón de mediana edad, alto, muy espigado, que se encorvaba mucho al hablar sin que un eterno cigarrillo a medio consumir colgando de su labio inferior como una prótesis inalterable se desprendiera jamás. De su rostro alargado se despeñaba a tumba abierta una nariz ganchuda de dimensiones telescópicas, dando a su cara un aspecto ciertamente jocoso. Su cabeza, hacía mucho, había quedado monda y lironda y lucía un peluquín cómicamente escorado sobre la oreja izquierda. En el pueblo se decía que a Martintxo se le había agriado el carácter desde que le plantó, casi a las puertas de la iglesia, una buena moza de un caserío de Leitza. Pero a mí Martintxo siempre me pareció un hombre cariñoso y entrañable y por más que escudriñé nunca pude vislumbrar las hieles avinagradas de su naturaleza. Al final de la tarde, cuando el cansancio había hecho presa de nosotros, formábamos corros sentados en cualquier rincón y nos aterrorizábamos con morboso placer contándonos historias tenebrosas oídas a nuestros mayores. Uno de esos días se me fue el santo al cielo sin sentir el paso del tiempo. Era ya noche cerrada, corrí hacia casa, crucé el puente como un rayo con los ojos cerrados para espantar el miedo, subí los escalones de tres en tres y llegué sin aliento cuando todos estaban ya sentados para cenar alrededor de la mesa. Observé rostros muy serios y temí una fuerte regañina con motivo de mi tardanza. Tímidamente me senté y esperé. No sin cierta solemnidad, de manera fría, sin un sólo gesto de compasión, el hombre de la casa me comunicó que en breve debería abandonar aquel hogar para ingresar en un internado de Madrid. Mientras desmenuzaba los detalles, como si de un mazazo se tratara, mi cabeza se deshacía en mil pequeños fragmentos, incapaz de entender las razones de tan mezquina decisión. Llegado el día, durante el trayecto a Pamplona en un destartalado autobús, pude ver caer las primeras gotas de lluvia de aquel verano seco y plomizo, dispersas y suaves al principio pero que muy pronto, convertidas en un aguacero impetuoso, levantaron en el aire una espesa cortina gris. Los prados se humedecían de nuevo, por fin saciaban su sed agónica largamente contenida, un fuerte olor a humedad lo impregnaba todo, y parecía como si la hierba macilenta recobrara de pronto su color primigenio y volviera a pintar de verde el paisaje. Las tierras ocres, ya segadas, despedían desde sus entrañas un vaho misterioso que se extendía a ras del suelo como un manto de nubes. Dentro del autobús los pasajeros miraban hacia el exterior, incrédulos, como si aquel milagro fuera el despertar de una larga pesadilla mientras que, sobre los cristales empañados, las gotas de lluvia resbalaban sumándose la una a la otra formando surcos fugaces. Cuando llegué a Pamplona, una cadena de misericordiosos samaritanos se encargaron de llevarme a la estación y embarcarme en un tren hasta Madrid. Allí, en el andén de la estación, una tía, hermana de mi madre, a la que no había visto jamás, solterona, flaca, seca como una vara de aventar cebada, de carácter más bien áspero y que no mostró demasiado afecto por su sobrino, como si la misión que se le había encomendado tuviera la trascendencia de un castigo divino, me esperaba para depositarme, media hora después, en mi destino final. Y allí hube de quedarme durante diez largos años en total desamparo, encerrado en aquel colegio tapiado como una cárcel. Durante el día apretaba los dientes para disimular como podía mi frustación y rabia pero, al llegar la noche, cuando los dormitorios quedaban en silencio y reinaba la oscuridad, rompía a llorar desconsoladamente oculto entre las sábanas. Y lloré muchas noches más hasta que, muy lentamente, los verdes prados de mi infancia se fueron alejando e irremisiblemente también, apagando el murmullo leve de los ríos. Emilio Castelló Barreneche (Barcelona, viernes, 20 de abril de 2018)
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lucianamartinezblog · 6 years
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Mi Vacación
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Mi vacación fue muy estupendo, yo fui a Cancún con mi familia. Mi hermana Brittany no fue con nosotros porque ella está en el universidad de Michigan para estudiar. Yo empaqué para mucho tiempo y preparé para el viaje. Yo desperté a las cinco de la mañana en sábado. Mi familia y yo fuimos en carro a Los Ángeles donde está el aeropuerto. Cuando fuimos por la seguridad, el oficial comprobó la moleta de mi mamá. Yo comí en Starbucks y esperé para la avión. En el avión yo miré a la televisión y dormí. El vuelo duró cuatro horas. Cuando llegamos en Cancún, fuimos al hotel en un taxi. Para la próxima semana pasé el tiempo durmiendo, tomando el sol, comiendo mucho, y nadando. Cade día yo nadé en el mar y la piscina. El mártes mi papá y yo fuimos a Cozumel para bucear. Yo miré a muchas peces y mi papá lo vió un anguila. En jueves mi familia y yo fuimos a Tulum y visitamos los monumentos. Después nosotros fuimos a un cenote y nadamos. En mi viaje yo comí muchas frutas frescas y bebí muchas piñas coladas sin alcohol. El domingo nosotros fuimos al aeropuerto otro vez. Yo no quería salir pero les extraño a mis amigos y mis perros. El lunes después de mi viaje, yo fui a dos prácticas de natación y polo de aquático. También fui a la playa con mis amigos Megan y Levi. En todo, mi vacación fue fantástico.
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Una de las terrazas más bellas y refinadas de #madrid, sumamente romántica también, alberga un estupendo restaurante comandado por @msandovalcoque. Una delicioso almuerzo de verano muy bien servido, buenos vinos y un servicio que mima al cliente entre manteles de hilo y cubertería de plata. Empiezo a contaros, saltándome el orden porque me encanta, por el mítico cochinillo Sandoval, aquí confitado con migas, panceta y manzana caramelizada, una preparación que deja muy jugoso al cochinillo y se acompaña de estupendas migas. Para empezar un crocante bocado de huevas de trucha y curry, seguido de un aterciopelado y denso ajoblanco con almendras y cerezas rellenas de un delicado “caviar” de palo cortado. Muy fresca y original la anguila ahumada con siracha y remolacha, manzana verde, pepino encurtido y salsa yogur, muchas cosas que combinan a la perfección y resaltan la anguila. El foie en escabeche es una de las grandes creaciones del chef en su estrellado @coquemadrid y una suerte que esté en la calma. El escabeche, esta vez de Oporto, lo anima y le resta grasa aportando sabores deliciosos. También tiene un poco de calabaza y rábanos. El rodaballo asado con crema de aguacate, flor de loto frita y tomate cherry es una receta de pescado sencilla y muy bien guarnecida. De los postres, la pannacotta es estupenda y muy cremosa. Como a mi sola me parece bastante sosa he agradecido que la alegren con lima, violetas, salsa de albaricoque y una rica teja de frambuesa que como está hecha con manteca de cacao tiene textura de chocolatina. Las migas de chocolate con helado de frambuesa, y varios liofilizados: yogur y fruta de la pasión tiene también tierra de pistacho y espuma de crema de leche. Muchas preparaciones y un vistoso resultado. Ya les he dicho que el jardin es muy bonito pero además, háganme caso, es en el que mejor se come de la cuidad junto con el de @mo_ritzmadrid si de hoteles hablamos. Vale la pena, aunque a mi me hayan invitado… By anatomiadelgusto.com #lifestyle #foodporn #follow #food #delicious #foodstyling #foodie #foodpic #foodgasm #foodporn #instafood (en Relais & Chateaux Hotel Orfila) https://www.instagram.com/p/CfPPa8XjnOI/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Una de las terrazas más Bellas y barrocas de #madrid, sumamente romántica también, alberga un estupendo restaurante comandado por @msandovalcoque. Una delicioso almuerzo de verano muy bien servido, buenos vinos y un servicio que mima al cliente entre manteles de hilo y cubertería de plata. Empiezo (en las fotos, claro) por el mítico cochinillo Sandoval, aquí confitado con migas, panceta y manzana caramelizada, una preparación que deja muy jugoso al cochinillo y se acompaña de estupendas migas. Para empezar un crocante bocado de huevas de trucha y curry, seguido de un aterciopelado y denso ajoblanco con almendras y cerezas rellenas de un delicado “caviar” de palo cortado. Muy fresca y original la anguila ahumada con siracha y remolacha, manzana verde, pepino encurtido y salsa yogur, muchas cosas que combinan a la perfección y resaltan la anguila. El foie en escabeche es una de las grandes creaciones del chef en su estrellado @coquemadrid y una suerte que esté en la calma. El escabeche, esta vez de Oporto, lo anima y le resta grasa aportando sabores deliciosos. También tiene un poco de calabaza y rábanos. El rodaballo asado con crema de aguacate, flor de loto frita y tomate cherry es una receta de pescado sencilla y muy bien guarnecida. De los postres, la pannacotta es estupenda y muy cremosa. Como a mi sola me parece bastante sosa he agradecido que la alegren con lima, violetas, salsa de albaricoque y una rica teja de frambuesa que como está hecha con manteca de cacao tiene textura de chocolatina. Las migas de chocolate con helado de frambuesa, y varios liofilizados: yogur y fruta de la pasión tiene también tierra de pistacho y espuma de crema de leche. Muchas preparaciones y un vistoso resultado. Ya les he dicho que el jardin es muy bonito pero además, háganme caso, es en el que mejor se come de la cuidad junto con el de @mo_ritzmadrid si de hoteles hablamos. Vale la pena, aunque a mi me hayan invitado… By anatomiadelgusto.com #lifestyle #foodporn #follow #food #delicious #foodstyling #foodie #foodpic #foodgasm #foodporn #instafood (en Relais & Chateaux Hotel Orfila) https://www.instagram.com/p/CfOlXj7jdja/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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