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tuwebpage2023 · 12 days
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Historia de las Canastillas Plásticas
Evolución de las canastillas plásticas a lo largo del tiempo
La evolución de las Canastillas Plásticas en Arauca y Estibas Plásticas en Arauca se remonta a su desarrollo e introducción iniciales, que revolucionaron el almacenamiento y transporte de mercancías. Las Canastillas Plásticas en Armenia y Estibas Plásticas en Armenia, como soluciones de embalaje reutilizables, fueron diseñadas para mejorar la distribución y el almacenamiento de diversos productos con las Canastillas Plásticas en Barranquilla y Estibas Plásticas en Barranquilla, principalmente aquellos envasados ​​a granel. En comparación con las cestas de mimbre tradicionales, las Canastillas Plásticas en Bogotá y Estibas Plásticas en Bogotá ofrecían distintas ventajas, como fácil agarre, durabilidad e higiene. Estas características hicieron de las Canastillas Plásticas en Bucaramanga y Estibas Plásticas en Bucaramanga una opción popular para las industrias, el comercio y el transporte marítimo debido a su practicidad y eficiencia de las Canastillas Plásticas en Cali y Estibas Plásticas en Cali.
Con el tiempo, las Canastillas Plásticas en Cartagena y Estibas Plásticas en Cartagena se han producido notables innovaciones en el diseño y los materiales utilizados en la fabricación de Canastillas Plásticas en Florencia y Estibas Plásticas en Florencia. Los fabricantes se han centrado en mejorar la funcionalidad y durabilidad de las Canastillas Plásticas en Ibagué y Estibas Plásticas en Ibagué, lo que ha dado lugar a características como apilabilidad, alta resistencia al desgaste con las Canastillas Plásticas en Inírida y Estibas Plásticas en Inírida, diseños de ventilación para mejorar la circulación del aire y una amplia gama de colores para personalización. La mejora continua en el diseño de Canastillas Plásticas en Leticia y Estibas Plásticas en Leticia tiene como objetivo satisfacer las necesidades cambiantes de diversas industrias y al mismo tiempo garantizar que los productos sigan siendo prácticos, rentables y respetuosos con el medio ambiente con las Canastillas Plásticas en Manizales y Estibas Plásticas en Manizales. Además, innovaciones como el codiseño participativo y el desarrollo de nuevos materiales han ampliado aún más las posibilidades de crear soluciones modernas y sostenibles para Canastillas Plásticas en Medellín y Estibas Plásticas en Medellín.
Aparte de las aplicaciones prácticas de las Canastillas Plásticas en Mitú y Estibas Plásticas en Mitú, se hace cada vez más hincapié en las consideraciones medioambientales en el diseño y producción de las Canastillas Plásticas en Mocoa y Estibas Plásticas en Mocoa. Los fabricantes de las Canastillas Plásticas en Montería y Estibas Plásticas en Montería han estado explorando alternativas sostenibles incorporando materiales renovables con las Canastillas Plásticas en Neiva y Estibas Plásticas en Neiva, reciclables y biodegradables en la producción de Canastillas Plásticas en Pasto y Estibas Plásticas en Pasto. Las Canastillas Plásticas en Pereira y Estibas Plásticas en Pereira han encontrado una utilidad específica en la industria alimentaria con las Canastillas Plásticas en Popayán y Estibas Plásticas en Popayán para transportar productos frescos de forma segura y eficiente con las Canastillas Plásticas en Puerto Carreño y Estibas Plásticas en Puerto Carreño, así como en los mercados locales para envasar frutas y verduras de forma atractiva que se pueden colocar con las Canastillas Plásticas en Quibdó y Estibas Plásticas en Quibdó. Si bien las Canastillas Plásticas en Riohacha y Estibas Plásticas en Riohacha ofrecen durabilidad y practicidad, existe una tendencia creciente hacia la exploración de opciones ambientalmente conscientes con las Canastillas Plásticas en San Andrés y Estibas Plásticas en San Andrés, como también con las Canastillas Plásticas en San José de Cúcuta y Estibas Plásticas en San José de Cúcuta, que brindan funcionalidad, diseño y sostenibilidad si se utilizan bien las Canastillas Plásticas en San José del Guaviare y Estibas Plásticas en San José del Guaviare. Este cambio hacia prácticas sostenibles refleja un esfuerzo más amplio para equilibrar la conveniencia de las Canastillas Plásticas en Santa Marta y Estibas Plásticas en Santa Marta con la responsabilidad ambiental y el impacto ecológico a largo plazo que se pueden realizar con las Canastillas Plásticas en Sincelejo y Estibas Plásticas en Sincelejo.
Las Canastillas Plásticas en Tunja y Estibas Plásticas en Tunja pueden aumentar la productividad al permitir que el personal trabaje de manera más eficiente. Al poder llevar fácilmente tomates u otros productos de un lugar a otro con las Canastillas Plásticas en Valledupar y Estibas Plásticas en Valledupar, ya sea manualmente o con un sistema automatizado, se ahorra tiempo valioso. En lugar de que los empleados tengan que recorrer toda la instalación para entregar los alimentos en las Canastillas Plásticas en Villavicencio y Estibas Plásticas en Villavicencio, simplemente los colocan en las Canastillas Plásticas en Yopal y Estibas Plásticas en Yopal y los transportan directamente a donde se necesitan. Esto reduce el tiempo de traslado y por lo tanto los costos laborales.
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pilimarin6 · 11 months
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lacestitadelbee · 1 year
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Receta de Canastilla de masa florentina, cerezas jubilee y helado de mascarpone
Receta de Canastilla de masa florentina, cerezas jubilee y Publicado por Escuela de Cocina y Pasteleria Terra de Escudella el 15 de julio de 2024 Requiere 30 min, para cuatro personas. Ingredientes Para las canastillas · 500 gr. azúcar · 250 gr. mantequilla · 125 gr. zumo de naranja · 200 gr. harina · 100 gr. Cointreau · 120 gr. almendras picadas Para el helado de mascarpone · 250 gr.…
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lacestitadelbebe · 6 months
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paralospeques · 2 years
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nauet · 2 years
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Nos encanta que nos mandéis fotos,y con este frio que hace mucho mejor Gracias por confiar en mi #nauetoriginal #nauetdesing #nauet #nauethandmade #kidsclothes #modainfantilespañola #modainfantil #sacosbebe #sacolana #canastillasbebe #canastilla #canastillabebe (en Seville, Spain) https://www.instagram.com/p/ClzAuYlu3Yt/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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boleanhar · 4 months
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¿Sería muy malo si estuviese con el culpable de la muerte de mi hermano?
No lo sé, pero desde muy pequeña..Y muy temprana edad, pusieron un peso de culpabilidad en nuestros hombros, una culpa que no se irá con nada.
» Traición de Amor — AU Medieval de Nathaniel, Corazón de Melón.
(El diseño utilizado de los personajes de CDM para esta historia son los de Universidad, además de eso, se sabe que Ámber es la hermana melliza de Nathaniel, pero en esta historia ella será mayor que él por 4 años. Sin más que decir, disfruten la historia.)
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2 de Diciembre del año 1740.
Me coloqué de puntillas mirando el horizonte y como cada vez el barco se acercaba más al reino de Erendor. Estaba emocionada puesto que llevábamos 3 días de viaje y por fin este llegaba a su fin. La puerta que daba con las habitaciones fue abierta por un sirviente, mamá, la reina Ellary, salió de los camarotes, y en su brazo llevaba la canastilla donde iba mi hermano de 9 meses: Alex. Sus piecitos se movían inquietos, y sus manitos pequeñas y rechonchas sostenían un pequeño juguete de plata la cual tenía forma de ángel, y este juguete además de tener esa forma, poseía un cascabel. Sonreía mientras llevaba dicho objeto a su boca para masticarlo y babearlo.
— Mi señora — uno de los encargados de dirigir el barco, se acercó a mamá e hizo una reverencia, —  estamos llegando. El rey me mandó a decirle que tenga sus cosas preparadas para descender de la nave.
—Muchas gracias — el hombre se inclinó nuevamente y se retiró del lugar.
La brisa costera removía mi cabello haciéndolo chocar con mi cara. Solté un bufido cuando el mismo cubrió mi vista impidiendo apreciar el puerto en donde íbamos a arribar.
— Dios mío Amelia — río mamá. Le miré desconcertada, una de las sirvientas tomó a Alex para que mamá pudiera acercarse a mí sonriente. Poniéndose en cuclillas, sus manos fueron a los mechones frontales de mi cabello, luego, los llevo hacia atrás haciendo una media coleta. Los pequeños rizos al final de mi cabello fueron adornados con unas flores y, finalmente, una pequeña diadema fue colocada en mi cabeza. Satisfecha con su trabajo se levantó sonriente volviendo a tomar a Alex.
Hice una mueca de confusión.
— Es cierto que es mejor pero, ¿por qué tanto arreglo?— pregunté confundida. Papá llegando, colocó sus manos en los hombros de mamá y los apretó con suavidad.
— No creo que quieras que Nathaniel te vea desordenada — río. Mis mejillas se sonrojaron levemente, y por ende, tuve que esconder este gesto bajando la cabeza.
Es cierto que él va a estar ahí, y a pesar de que tenemos 12 años, he de reconocer que tiene un algo que me gusta mucho de él. Su cabello dorado y aquella sonrisa malévola lo hacía diferente a todos los niños que alguna vez conocí, él era más despreocupado y amaba molestar a la gente, pero a pesar de eso, era tierno cuando se lo proponía.
La brisa comenzó a ser menos cuando el barco comenzó a arribar. Debíamos descender puesto que la famila Carello nos esperaba. Una tabla de madera fue puesta para que descendieramos. Por 10ma vez, mi madre echó un vistazo a mi ropa y cabello, asegurándose de que todo estuviera en orden. Suspirando satisfecha, comenzó a bajar siendo custodiada por papá.
Por mi parte, tomé mis guantes blancos que yacían en el delantal de mi vestido, los coloqué en ambas manos para cubrirlas de algún tipo de suciedad, tomé la sombrilla de encaje y la abrí para cubrirme del sol. Suspiré decidida y bajé por aquella tabla siendo sujetada por una de las sirvientas.
Llegando abajo me dirigí hacia mis padres quiénes se saludaban alegremente.
— Pero miren a quien tenemos aquí — la reina Adelaida se acercó sonriente hacia mí. Hice una reverencia como pude cuando estuvo enfrente mía— Amelia Roberts, cuánto has crecido, y cada vez estás más preciosa. He de decir que estás irreconocible, y estoy segura que serás una gran mujer, claro..Si todos tuvieran la misma disposición — su vista se fue hacia el camino.
Ámber, la hermana mayor de Nathaniel venía hacia nosotros con seriedad mientras un abanico cubría una parte de su rostro. Y más atrás de ella..venía Nathaniel, que a pesar de traer un traje formal y costoso, no le preocupaba, ya que si pensara lo contrario, no estaría corriendo entre la hierva mojada.
— ¡Nathaniel Carello, ven aquí en este instante! — gritó su padre. El muchacho detuvo su andar al ver la mirada amenazante de su progenitor, y cambio aquel caminar por uno más respetuoso y calmado.
Llegando a nosotros ambos hermanos, hicieron una reverencia de saludo.
— Es un placer tenerlos aquí — habló la mayor. Cerró su abanico dejando ver su sonrisa blanca— espero que disfrutéis de unos lindos días — inclinó su cabeza en señal de respeto. Nathaniel por otro lado le miraba asqueado y se limitó a soltar una risa de burla ante tal comportamiento, que según él, era "ridículo".
— ¿Y tú, hijo?¿No piensas saludar a Amelia?— Nathaniel miró a su madre incrédulo, y luego negó repetidas veces— anda, la princesa vino de muy lejos para pasar unos días contigo — ante tal comentario, sus mejillas enrojecieron, y cuando parecía que iba a responder, su hermana le empujó con la mano haciendo que chocara su cabeza con la mía.
Sus cejas se fruncieron y un puchero se formó en sus labios en el momento que quedamos frente a frente. Incómodo, tomó mi mano derecha y la llevó a sus labios dando un pequeño beso en el dorso de la misma.
— Un gusto tenerte aquí, princesa — farfulló avergonzado. Solté una risa viendo como parecía cada vez más un tómate — espero que tengas una linda estadía y que nos podamos divertir.
Y yo esperaba lo mismo. Soltándola, comenzó a limpiar sus labios de forma desesperada. Por otro lado, nuestros padres eran guiados por los gobernantes de este reino, quienes se dirigían a los carruajes para emprender camino al castillo. Nathaniel seguía a mis espaldas mientras yo observaba el paisaje.
— ¿Por qué traes guantes? — preguntó acercándose a mi lado. Miré sus ojos de forma confundida. Este nuevamente hizo un gesto señalando mis manos, las cuales estaban cubiertas por aquella tela de seda.
— Ah..pues..supongo que es por miedo a la suciedad — enarcó una ceja no satisfecho con mi respuesta, bufé y comencé a caminar siendo seguida por el mayor — no tengo porque darte explicaciones.
— Vamos a estar una semana juntos Señorita limpieza. Necesito saber porque los traes para ver si es factible robártelos o no.
Le sonreí con sorna. No era necesario decirle el posible tic que tenía: Lavarme mucho las manos. A pesar de que el castillo era un lugar bastante limpio, me era imposible pensar que todo estaba pulcro y sin alguna bacteria. ¿Podía ser consecuencia del estrés? Quizá, pero era algo de lo que no quería y no PODÍA hablar cómodamente.
— Bien — habló mi madre quien se giró a nosotros y nos sonrió — la reina Adelaida dijo que antes de ir a palacio, iremos a merendar en el Lago espejo. Ustedes jóvenes herederos al trono, se irán en la carroza dorada atrás nuestra. Daremos un pequeño paseo por el pueblo y luego, antes del anochecer, nos iremos, ¿Entendido? — asentimos. Mi madre asintió conforme para luego dirigirse a su carruaje.
Tomé parte de mi vestido para subir con mayor facilidad a dicho transporte. Al estar arriba, me senté al fondo en el pequeño asiento acolchonado, luego, Ámber se sentó enfrente y por último, Nathaniel sin cuidado alguno se sentó al lado mío sobre todo mi cabello.
— ¡Hey, fíjate en donde pones tu trasero! — grité jalando mis rizos. Levantándose un poco, se me hizo más fácil acomodar mis hebras en la espalda. Su risa comenzó a hacerse audible en mis oídos mientras el caballo comenzaba a andar.
— Deberías cortarte al cabello — sugirió.
— Jamás. Parte de mi cabello es lo que más me gusta.
— Si, si. Créeme, no creo que quieras tener todo ese pelo cuando las hojas de otoño comiencen a caer y el viento lo llene de polvo.
Entrecerré mis ojos y miré hacia el frente ignorándole. Su hermana mayor, miraba divertida toda esta situación. Suspiré y me límite a guardar la compostura en el resto del viaje, pero, no creo que cuente con la misma suerte cuando bajemos.
·///
El clima era agradable, y el nombre que tenía el Lago no mentía.
Inhalé el aroma a las flores de distintos tipos. Las voces sonaban como murmullos cuando estaba sentada bajo aquel sauce. Llevé mis piernas a mi pecho y las abracé mirando el horizonte. Sentí mi mente relajarse..Y por mucho tiempo, deseaba que ese momento durara para siempre. Bueno..
— ¡BOH!— gritó saltando de una rama.
hasta ahí.
Bajando con cuidado se colocó detrás de mí, esta vez, con más esmero.
— ¿Estás bien?— preguntó. Yo asentí— ¿estás segura? No comiste demasiado, tampoco te quitaste tus guantes, y ahora estás aquí sola.
Suspiré ignorándole, me acomodé mejor para que los rayos de sol cayeran sobre parte de mis mejillas poniéndolas un poco coloradas.
Detrás de mí, sentí como se sentaba y llevaba sus manos a mis rizos. Sus yemas recorrían con cuidado las hebras que caían por mi espalda hasta llegar a las puntas onduladas.
— No te mentiré — habló. Giré levemente mi rostro y le miré — tu cabello es muy bonito. Pero te lo volveré a decir, y esto es porque tengo una hermana que se cuida demasiado: sino lo atas en estas épocas, solo lograrás que tu cabello se reseque.
— ¿Y qué debería hacer para que eso no suceda?— pregunté. Llevó su mano izquierda a su nuca y la rascó nervioso, sus mejillas se tornaron de un color rojizo y sonrió avergonzado.
— Bueno..— murmuró — Ámber suele llevar el cabello trenzado y con distintos tipos de peinado. Si quieres..puedo hacerte una trenza. No pienses que lo enredaré más, sé cómo se hacen. Muchas veces yo suelo peinar a mi hermana.
Reí divertida aún mirándole y asentí a su propuesta. Abrió un poco sus piernas y las colocó una a cada lado de las mías, acercó un poco más su pecho a mi espalda acomodándose y finalmente, sentí como llevaba sus manos a mi pelo.
Comenzó quitando las flores y deshaciendo el peinado que me había hecho mi madre. Luego dividió mi cabello en tres partes y comenzó a tejer entre ellas.
— ¿Qué harás cuando crezcas?— preguntó. Nunca lo había pensado con seriedad, pero además de ser la futura monarca, no me gustaría ser nadie más. Quizá aprender más cosas y perfeccionarme, pero además de eso..No había nada.
— Pues..la verdad es que nunca lo pensé hasta que lo preguntaste, pero me gustaría ser una buena monarca. Me gustaría dedicarme a la música, y pues..Creo que ser una buena esposa si es que me llegase a comprometer.
— Vaya, eso no es muy común de oír — habló concentrado — a tú edad, las niñas que conozco solo piensan en jugar y son tontas. Además de eso, no tienen ninguna meta como persona en el futuro.
Asentí.
— ¿Y tú?— pregunté. Pareció meditarlo un momento antes de responder.
— La verdad es que papá dijo que tendré que ser participe de la sede de caballeros. Además de eso, sé que tarde o temprano tendré que tomar el cargo de gobernante, pero hasta que ese momento llegue, mantendré ese cargo.
— Pues vas muy bien en tu entrenamiento, ya sabes cómo trenzar el cabello cuando estés en combate— me burlé. Como respuesta, tiró de forma leve mi cabello— Auch — sobé mi cabeza.
La silueta de mamá se abría paso entre las hojas del árbol, se acercó lo suficiente para poder hablar.
— Mia, ¿puedes cuidar a tu hermano un momento? Iremos a buscar unas cosas antes de irnos— asentí — bien. Volvemos en 5 minutos, si llora, dale el biberón. Está en su canasta.
Dicho esto, se retiró. Quedamos en silencio por unos segundos, solo se oía la brisa tocar las hojas.
— Pero ya, en serio, creo que serías un gran guerrero— hablé— tienes mucho potencial.
— Sí, eso es bueno. ¿Pero y dónde queda la parte en dónde me debo casar y ser un gobernante?— sentía como sus manos llegaban al final de mi cabello y hacía un pequeño nudo para evitar que el peinado se desarmara.
— Pues no te preocupes, llegaré a tu rescate — comenzó a reír divertido. Sé alejó un poco para levantarse y posicionarse enfrente mía. Extendió su mano para que yo la tomara, y fue lo que hice, me puse de pie fijándome en su otra mano donde tenía las flores intactas.
— Necesito que te gires para poder ponerlas — asentí. Dando media vuelta, sus manos fueron a la trenza y comenzaron a poner con cuidado las flores. Llegando a la última, el llanto de mi hermano comenzó a ser audible. Suspiré.— Creo que deberías ir si no quieres que te deshereden — reí leve. Separándome un poco fui lo más rápido posible a un cesto de picnic en dónde yacía el biberón de mi hermano.
Este cesto, estaba sobre una mesa, un poco alejada de la canasta donde estaba el bebé. Disminuí mi andar cuando había llegado al lugar. Abrí la cesta buscando entre todas las cosas, algunas sonaban entre ellas puesto a que eran de metal. Cuando encontré el biberón cerrado y con líquido en su interior listo para ser servido, el silencio inundó el lugar. Sentía unos ojos observarme y unas ramas crujir.
Levanté mi vista rápido encontrándome con plena oscuridad. Una sombra asechaba en los árboles, y de la nada, el llanto cesó, un frío inexplicable inundó mi ser cuando un grito me volvió a la realidad.
— ¡Amelia!— Nathaniel habló sacudiéndome desesperado. Mis ojos le miraron de arriba a abajo dejando caer aquel objeto para alimentar a mi hermano. Su ropa estaba con cortes y algunas zonas de su cuerpo estaban con sangre. Mi vista fue al cesto donde se supone que estaba Alex.
No, no, no..
Apartándome de él, corrí casi cayendo en el intento mientras las lágrimas caían con rapidez por mis mejillas. Llegando al lugar, me arrodillé y ví lo que quedaba del canasto; parte del tejido estaba roto, la manta que lo cubría estaba rota junto a su juguete de plata que estaba intacto, pero todos tenían algo en común: estaban con manchas rojas.
Tomé aquel cascabel y lo llevé a mí pecho abrazándolo. Las lágrimas comenzaron a caer con más fuerza junto a un grito desgarrador que salía de mi garganta.
!!
Aquella pesadilla por sexto año consecutivo, se había vuelto a repetir.
Abrí mis ojos en medio de la noche, me senté con rapidez en el respaldo de la cama. Mi pecho subía y bajaba debido a la ansiedad mientras las lágrimas caían fuertemente. Él sudor helado caía por mi frente, y luego de eso, una vela fue encendida siendo puesta en el velador. Unos brazos femeninos me rodearon con calidez calmandome.
— Rosa..— hablé entrecortada. Mi rostro estaba oculto en el hueco de su hombro— es hoy..No quiero, no quiero volver a ver todo esto..Se sigue repitiendo una y otra vez..No quiero.
<<<<
Mamá llegó corriendo al escuchar el grito. Su vista fue de un lado a otro confundida, viendo mi ropa y manos con sangre y sobretodo, viendo cómo su hijo menor no estaba.
— Amelia..— habló temblorosa— ¿dónde está tu hermano?— no hubo respuesta por mi parte. Las voces cada vez se volvían más inadubles. Cada vez se volvían más agresivas buscando a algún culpable.
— ¡Si supieras criar a tú hijo, nada de esto sucedería!— una bofetada resonó provocando un eco. Entonces..todo estaba perdido..un pitido inundó mis oídos, finalmente, cayendo en la oscuridad.
2 de Diciembre del año 1746.
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phnxz · 1 year
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* privado 1 / 3 con @casiang📍 rue de l'université.
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se aferra a la pequeña canastilla, misma que ha surtido previamente con algunos platillos y bebidas. todo lo necesario para tener un picnic decente ( considerando que esta es la primera vez que planea algo así ). el estado del otro leo no pasa desapercibido, por lo que está decidido a dar el mejor esfuerzo para distraerlo. desde aquella calle la cercanía a la torre eiffel es mínima, un par de pasos y podrán ubicarse en el césped. ' ¿tienes hambre? ' su mano libre se amolda a la cintura de casimir, recargando su mentón a la altura de su hombro para mirarlo. ' creo que acabo de asaltar el pequeño super de en frente. ' habla tranquilo, con media sonrisa adornando sus labios.
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nise08 · 6 months
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Still looking for a last minute Easter dress come check out the Spring collection at La Canastilla in New Jersey
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tuwebpage2023 · 3 months
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La Importancia de las Canastillas y Estibas Plásticas para las empresas
Los pallets de plástico están diseñados para soportar y transportar diversas mercancías de forma segura, con entradas o aberturas que facilitan los procesos de carga y descarga, agilizando aún más las actividades de transporte. Estibas Plásticas Arauca Estibas Plásticas Armenia Estibas Plásticas Barranquilla Estibas Plásticas Bogotá Estibas Plásticas Bucaramanga Estibas Plásticas Cali Estibas Plásticas Cartagena Estibas Plásticas Florencia Estibas Plásticas Ibagué Estibas Plásticas Inírida Al considerar el impacto ambiental de las cestas y paletas de plástico, es esencial reconocer la importancia de las prácticas de reciclaje y sostenibilidad dentro de la industria. Estibas Plásticas Leticia Estibas Plásticas Manizales Estibas Plásticas Medellín Estibas Plásticas Mitú Estibas Plásticas Mocoa Estibas Plásticas Montería Estibas Plásticas Neiva Estibas Plásticas Pasto Estibas Plásticas Pereira Estibas Plásticas Popayán Estibas Plásticas Puerto Carreño Las cestas y palés de plástico, cuando se reciclan y reutilizan adecuadamente, contribuyen a reducir los residuos y promover un enfoque de economía circular dentro de los sectores de la logística y el transporte. Las cestas de plástico son conocidas por sus propiedades higiénicas, fácil agarre y durabilidad, lo que las convierte en opciones sostenibles para manipular y almacenar productos y, al mismo tiempo, minimizar el impacto ambiental. Estibas Plásticas Quibdó Estibas Plásticas Riohacha Estibas Plásticas San Andrés Estibas Plásticas San José de Cúcuta Estibas Plásticas San José del Guaviare Estibas Plásticas Santa Marta Estibas Plásticas Sincelejo Estibas Plásticas Tunja Estibas Plásticas Valledupar Estibas Plásticas Villavicencio Estibas Plásticas Yopal
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relatosmaricas · 1 year
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Una pieza de Jazz
Puso un elepé de Nina Simone, prendió un cigarrillo y caminó hasta la cocina dando brinquitos al ritmo de la música, en una pantaloneta holgada que ya estaba roída por unos diez o quince años. Estaba durísimo. Durísimo estaba sonando el elepé un miércoles a plenas ocho de la mañana. Los vecinos pensarían que estaba borracho, pero estaba feliz.
Sacó un par de huevos de la canastilla y los soltó en una cacerola. Los miró freírse con el intenso calor de la estufa y recordó en ellos ese par de pezones rosados que le habían volado la cabeza. Miró hacia los vidrios de la ventana y viajó al momento en el que los dedos de Jazz se deslizaban a través del cristal, mientras él le daba su merecido. Qué rico. Pensaba, mientras ponía el café y los huevos acababan de hacerse en el fogón.
La puerta del cuarto estaba entreabierta. Daba la sensación de que todavía había alguien allí, pero la cama estaba revuelta y aparentemente vacía. Apenas se asomó la cabeza del gato entre las sábanas, revoloteando como solía hacer en las mañanas, mientras Felipe se comía el desayuno. Los huevos estaban en su punto y él estaba durísimo, como la música jazz que sacudía las paredes de la pequeña habitación en el centro de la ciudad.
Si alguien pudiera alzarse a la altura de quince pisos, habría visto a Felipe acariciando su bulto palpitante, con las ventanas abiertas de par en par. Murmuraba entre dientes y gemía como no lograba hacerlo delante de nadie más, mientras la creciente humedad de sus fantasías inundaba las yemas de sus dedos. Sonaba Sinnerman y se desprendía un fuerte olor a café hirviendo que hizo que Felipe se levantara para apagar el fogón. 
Con los dedos todavía untados de sus mieles y las nalgas desnudas hasta la mitad, miró hacia el sillón que estaba junto al teléfono y pensó en Jazz, postrada de espaldas, ofreciéndole sus caderas para introducirse en ellas y perderse del mundo hasta que la explosión de los dos les trajera de regreso.
Siempre que se clavaba en los recuerdos, su mente volvía a ese febrero del 87 y pensaba en la llamada que había recibido cinco horas antes de que Alex estuviera parado en su puerta, con una botella de tequila y una maleta con la ropa de apenas un par de días. La voz de Alex se escuchaba nítida en los recuerdos de Felipe. —¿Te acordás?—, le decía, mientras servía las dos primeras copas de la noche. —¿De qué?—, contestaba Felipe, cuando todavía podía declararse inocente. —De nosotros—, acentuaba Alex, con sus ojos de ámbar clavados en los de Felipe. —De nosotros cuando éramos niños y nos comíamos la boca—. Felipe lo miró aterrorizado. Por supuesto que lo recordaba, pero más con un cierto remordimiento que rayaba en el horror. Fueron muchas las veces que se preguntó por lo que había pasado con Alex. Solo tenían doce años. Eran un par de niños. Felipe nunca había sentido algo por un hombre. La masculinidad le resultaba eróticamente repulsiva. —Soy heterosexual—, se apresuró a responder Felipe con un ligero titubeo. —Lo sé—, le tranquilizó Alex, mientras le ofrecía su copa para brindar. —Siempre lo has sido—, continuó Alex, mientras se quitaba el abrigo y le hacía una poderosa revelación. Una camisa delicada y diminuta vestía su dorso, exponiendo sus clavículas y la pronunciada profundidad de su cintura. La tela dejaba entrever el contorno de sus pezones, que se asomaban como dos pequeñas frutas prohibidas que Felipe no podía dejar de mirar. Sonaba el mismo elepé de Nina Simone, con el volumen adecuado para que solo los dos pudieran escucharlo. 
Felipe tragó saliva. Sintió que iba a explotar y que una parte de él iba a salir disparada hacia la pelvis de su amigo de la infancia. Veía de nuevo el brote de sus pezones, recostados sobre un par de bultos pequeños que apenas se estaban formando, pero que sin duda habían estado allí toda la vida, esperando el momento de su exquisita maduración. 
Alex le miraba desde la barra de la cocina, con su copa de tequila a medio acabar. Su figura casi femenina se acercaba voraz hacia la boca de Felipe, que la recibía sin prevenciones, invadido por un frenesí que iba más allá de la excitación física. Casi. Ese era el detalle que zumbaba como el aleteo de una avispa agresiva en la cabeza de Felipe. Sonaba la música jazz. Los cuerpos se unían en un abrazo violento y se desprendían de las telas para salpicar el lienzo de las pieles. De pronto sus miembros se encontraron incómodamente erguidos entre las caricias. —No lo tienes que mirar—, le dijo Alex, mientras se ponía de espaldas sobre el sillón y le enseñaba el camino hacia sus glúteos. Sonaba Revolution y Felipe embestía con fuerza a la mujer que deslizaba los dedos a través del cristal en la ventana. Saboreaba los colores de las pecas de su espalda y se fundía en decenas de constelaciones que se iban formando con cada beso. Las manos inquietas de Felipe recorrían el delicado cuerpo de Alex desde su esbelta cintura hasta los retoños de sus pechos, para apretarlos sedientas, tratando de extraer sus jugos naturales.
Pequeños gemidos brotaban de los labios de Alex, que había dejado de ser él para convertirse en Jazz y fundirse con la música del elepé. Sonaba To Love Somebody, mientras las lágrimas recorrían el rostro de Jazz, hecha mujer. La cruda respiración de Felipe resonaba tan fuerte que sacudía los cuerpos de los dos en una misma frecuencia. —But I am a woman—, dice la canción. —Can’t you see what I am?—, canta entre dientes Jazz, mientras se aferra con fuerza al pecho de Felipe, que la contiene en su embriagante calidez. Es febrero del 98. Suena To Love Somebody y Felipe está feliz de recordar a Jazz, la mujer que estuvo a punto de matar a golpes en el 87. La de los ojos de ámbar que se apagaron en llanto, mientras sonaba esa canción. La que salió esa noche con la cara reventada y el alma vuelta mierda. La que se salvó porque Felipe alcanzó a ver en su rostro moribundo la imagen de su amigo de la infancia. La que de otro modo habría muerto, cuando apenas se estaban asomando sus primeros sueños de mujer. La de los besos de tequila y la piel de caramelo, que Felipe jamás iba a volver a ver, ni a sentir, ni a tocar. Salvo por esa pieza. Esa remordida pieza de Jazz. La que se despidió esa noche, sin hacerlo. Y para siempre.
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lacestitadelbee · 11 months
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whileiamdying · 2 years
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CASA TOMADA
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
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lacestitadelbebe · 6 months
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paralospeques · 2 years
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