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theweirdangel · 2 years
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⸻ 𝖙𝖍𝖊 𝖌𝖑𝖔𝖜 𝖎𝖓 𝖙𝖍𝖊 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉
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Silencio, la habitación no era alumbrada más que por la pequeña lámpara de noche que descansaba sobre el buró junto a la ventana que, con las persianas cerradas, impedía la entrada de la luz de la madre luna y de las miradas indiscretas de los árboles y los insectos que rondaban entre las penumbras.
Silencio, un pestañeo y la brocha cepillando el rubor rosado era lo único que se podía escuchar, además de los constantes susurros que le erizaban los vellos de la nuca, causando que el collar de perlas se sintiera más apretado contra su cuello, obstruyendo el paso constante del aire a sus pulmones maltratados y pútridos por los múltiples cigarros que solía fumar durante sus rondines diarios.
“𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖.”
“𝘽𝙚𝙣𝙙𝙞́𝙘𝙚𝙡𝙤 𝙨𝙚𝙣̃𝙤𝙧…”
“𝙈𝙞𝙧𝙚𝙣 𝙖 𝙡𝙖 𝙣𝙚𝙣𝙖…”
Pintalabios rojo y largas pestañas postizas daban vida a su demacrado rostro, añadiendo más color a cada capa de piel, mejillas ruborizadas de forma forzada, finas cejas que no le pertenecían ahora formaban parte de su rostro y, aún sin verse a sí mismo en el espejo sabía que no era él, no lucía como él, y no sabía si debía sentirse feliz o desgraciado por ello.
“𝙌𝙪𝙚́ 𝙙𝙚𝙘𝙚𝙥𝙘𝙞𝙤́𝙣”
“¡𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖!”
“𝙑𝙚𝙧𝙜𝙪̈𝙚𝙣𝙯𝙖…”
“𝙀𝙧𝙚𝙨 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚…”
“¡𝙎𝙚́ 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚!”
Un suspiro y la mirada puesta en el delineador negro, centrada en seguir el flujo de la línea, sin deparar ni un segundo en sus pupilas dilatadas por el brillo cegador de la brillantina que le bañaba en resplandor los párpados. Rímel y más color, más color, más brillo, glitter, la brillantina…; miró fijamente el pequeño frasco transparente, rayado y ligeramente quebrado por el choque constante contra las demás cosas que cargaba siempre en su bolso.
“𝙀𝙧𝙚𝙨 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚…”
Tragó fuertemente, una gota de sudor cayendo desde su cien izquierda, haciendo su recorrido a través de su cuello, dejando a su paso un rastro húmedo casi imperceptible, desapareciendo dentro de su aterciopelado vestido magenta, justo donde el esquelético dedo trazaba un camino en ascenso.
“𝙌𝙪𝙚́ 𝙖𝙨𝙦𝙪𝙚𝙧𝙤𝙨𝙤…”
Se negó a volver la vista a su reflejo, le bastaba con sentir su presencia contra su espalda encorvada, cansada, adolorida; acariciando, rasguñando, resoplando palabras crudas, llenando el aire de un asqueroso aroma a muerto, tan real que sabía que realmente estaba ahí. Sus manos frías le helaban la piel con un simple toque y le dejaban las articulaciones entumecidas y las manos tan temblorosas que le dificultaba tomar el pequeño frasco de brillantina, alzándolo contra la luz, permitiendo que una holeada colorida le bañara de calidez el pecho.
“𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖…”
“¡𝘼𝙨𝙦𝙪𝙚𝙧𝙤𝙨𝙤!”
“¡𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖!”
Sentía que todo a su alrededor comenzaba a comprimirse contra él, aplastándole el pecho, quebrándole las costillas, las voces eran demasiado ruidosas, haciendo retumbar las paredes, tirando polvo sobre sus pinturas, empañando el espejo, borrando su reflejo deplorable y dejando a su paso nada más que una silueta, la forma femenina de una completa extraña, con cabellos largos y quebrados, con largos pendientes de argolla y unos labios tan rojos que relucían claramente; con grandes manos alrededor de su cuello y una gran sombra a su espalda, junto a otras dos más junto a su puerta y sobre su cama.
“𝙃𝙤𝙡𝙖…, 𝙦𝙪𝙚𝙧𝙞𝙙𝙖…”
“𝙉𝙤 𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙪𝙣𝙖 𝙢𝙪𝙟𝙚𝙧…”
“𝙀𝙧𝙚𝙨 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚.”
“¡𝙎𝙚́ 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚!”
Una amplia sonrisa comenzaba a formarse en sus temblorosos labios, un brillo particular haciéndose presente en sus ojos, inundando sus pupilas, devolviéndoles el brillo que de falso le hacía juego a toda su apariencia, falsa, triste, incorrecta.
“𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖…”
Destapó con un suspiro el frasco de glitter y lo vertió lentamente sobre su palma abierta, hipnotizada con la caída del resplandor divino, que en su diminuto reflejo le permitía vislumbrar la soledad soñada a sus espaldas, tan brillante y colorida como distante y dolorosa.
“¡𝙉𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖!”
El silencio de la habitación fue cortado de golpe por el estruendo provocado por el choque del plástico contra las baldosas de madera vieja, deslavada y polvorienta. Cada golpe incrementaba más el sonido y mitigaba las voces inquebrantables de su alrededor, comenzó a reír victoriosa por la repentina paz que, desconocida, se colocaba en su pecho, asfixiante.
“¡𝙎𝙚́ 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚, 𝙣𝙞𝙣̃𝙞𝙩𝙖!”
Lágrimas derramadas con lentitud sobre sus mejillas, resbalando con suavidad y corriendo de paso al maquillaje intruso de su camino, internándose en sus fosas nasales, humedeciendo el aire putrefacto con aroma a sal, bañando sus dientes sucios de labial corrido, perdiéndose en su boca que, entre carcajadas, permanecía abierta.
“¡𝙉𝙊 𝙀𝙍𝙀𝙎 𝙐𝙉𝘼 𝙈𝙐𝙅𝙀𝙍!”
“¡𝙉𝙄𝙉̃𝙄𝙏𝘼!”
Todo estaba mal, su ropa se sentía demasiado ajustada y al mismo tiempo demasiado desnuda, mientras las garras se abrían paso entre las costuras, despellejando su interior, dejándolo vacío, con el maquillaje corrido y la peluca despeinada por el viento infernal que, entre ráfagas, le bañaba con restos de sombras turquesas, verdes y anaranjadas, con brillantina colándose entre los agujeros de sus medias de red, mitigando el dolor físico con sus delicadas caricias.
“𝙉𝙤 𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙣𝙖𝙙𝙞𝙚…”
“𝙉𝙤 𝙚𝙧𝙚𝙨 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚 𝙙𝙚 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙…”
“𝙑𝙚𝙧𝙜𝙪̈𝙚𝙣𝙯𝙖.”
“𝙎𝙀́ 𝙐𝙉 𝙃𝙊𝙈𝘽𝙍𝙀”
“𝙉𝙊 𝙀𝙍𝙀𝙎 𝙐𝙉𝘼 𝙈𝙐𝙅𝙀𝙍”
Un pestañeo, inhala, exhala. Volvió su vista hacia el espejo, su mirada viajando a lo largo de la habitación, vacía, desolada, irreconocible, apenas iluminada por su tenue lámpara de noche.
Inhala.
Exhala.
Miró lentamente su reflejo, su vestido estaba aún en su lugar, intacto, impecable. Su peluca seguía perfectamente arreglada, rizos discretos descansando detrás de sus orejas. Su maquillaje seguía ahí, pequeños rastros de lágrimas decoraban sus mejillas.
Inhala.
Exhala.
Sonríe.
Dejó caer sus manos a cada lado de su cuerpo, agotada, sin permitirse dejar de ver su reflejo, sin dejar de vislumbrar sus pupilas dilatadas y su labial corrido, las comisuras de sus labios irritadas y brillantes. Un suspiro y un torrente de brillantina salió disparada contra el espejo, reflejando múltiples veces su silueta, encorvada, sin vida, con la brillantina llenando su boca, sofocando su esófago, llenando su vacío interior, desalmado por aquel que detrás suyo lo tomaba por el mentón y la obligaba a verse.
Inhala.
Exhala.
Podía sentir como dentro suyo todo comenzaba a cobrar vida, todo se sentía mágico, se sentía real, se sentía correcto. Relamió sus labios con su lengua rasposa por las diminutas partículas de color.
Inhala…
Exhala…
Pestañeó lentamente y sonrió, bajó su vista hacia su mano, donde sus largas uñas postizas se hallaban bañadas en sangre. Alzó sus pupilas temblorosas e inundadas y se quedó hipnotizada por la manera tan exquisita en que la sangre fluía lentamente desde su garganta, drenando toda la brillantina con ella.
Inhala…
Sintió el toque en su mentón desaparecer, sintió el peso aligerarse de sus hombros, sintió todo lo malo fluir de su cuerpo, dejando simplemente un pensamiento en su mente.
"Aquella noche se veía tan deslumbrante, tan hermosa. Tan ella."
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