Tumgik
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crackinglamb · 24 days
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After a nice break to rest my Muse (by which I mean write a bunch of other stuff), I've come back to Mirabull. It's still slightly slow going, but better than it would be if I was trying to force myself, so I'm happy. Have some...
“What’s up?” “I...there is something I wish you to have. Something that was once...precious to me.” “Oh?” “Will you come with me?” “Where?” He offered his hand with an enigmatic smile. “Below.”
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lambshots · 29 days
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psicouniverse · 2 years
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La autopista al sur- Julio Cortazar
Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainebleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por el retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse de los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los dos hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.
A la cuarta vez de encontrarse con todo eso, de hacer todo eso, el ingeniero había decidido no salir más de su coche, a la espera de que la policía disolviese de alguna manera el embotellamiento. El calor de agosto se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina, gritos destemplados de 2 los jovencitos del Simca, brillo del sol rebotando en los cristales y en los bordes cromados, y para colmo la sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr. El 404 del ingeniero ocupaba el segundo lugar de la pista de la derecha contando desde la franja divisoria de las dos pistas, con lo cual tenía otros cuatro autos a su derecha y siete a su izquierda, aunque de hecho sólo pudiera ver distintamente los ocho coches que lo rodeaban y sus ocupantes que ya había detallado hasta cansarse. Había charlado con todos, salvo con los muchachos del Simca que le caían antipáticos; entre trecho y trecho se había discutido la situación en sus menores detalles, y la impresión general era que hasta CorbeilEssones se avanzaría al paso o poco menos, pero que entre Corbeil y Juvisy el ritmo iría acelerándose una vez que los helicópteros y los motociclistas lograran quebrar lo peor del embotellamiento. A nadie le cabía duda de que algún accidente muy grave debía haberse producido en la zona, única explicación de una lentitud tan increíble. Y con eso el gobierno, el calor, los impuestos, la vialidad, un tópico tras otro, tres metros, otro lugar común, cinco metros, una frase sentenciosa o una maldición contenida.
A las dos monjitas del 2HP les hubiera convenido tanto llegar a Milly-la-Foret antes de las ocho, pues llevaban una cesta de hortalizas para la cocinera. Al matrimonio del Peugeot 203 le importaba sobre todo no perder los juegos televisados de las nueve y media; la muchacha del Dauphine le había dicho al ingeniero que le daba lo mismo llegar más tarde a París pero que se quejaba por principio, porque le parecía un atropello someter a millares de personas a un régimen de caravana de camellos. En esas últimas horas (debían ser casi las cinco pero el calor los hostigaba insoportablemente) habían avanzado unos cincuenta metros a juicio del ingeniero, aunque uno de los hombres del Taunus que se había acercado a charlar llevando de la mano al niño con su autito, mostró irónicamente la copa de un plátano solitario y la muchacha del Dauphine recordó que ese plátano (si no era un castaño) había estado en la misma línea que su auto durante tanto tiempo que ya ni valía la pena mirar el reloj pulsera para perderse en cálculos inútiles.
No atardecía nunca, la vibración del sol sobre la pista y las carrocerías dilataba el vértigo hasta la náusea. Los anteojos negros, los pañuelos con agua de colonia en la cabeza, los recursos improvisados para protegerse, para evitar un reflejo chirriante o las bocanadas de los caños de escape a cada avance, se organizaban y perfeccionaban, eran objeto de comunicación y comentario. El ingeniero bajó otra vez para estirar las piernas, cambió unas palabras con la pareja de aire campesino del Ariane que precedía al 2HP de las monjas. Detrás del 2HP había un Volkswagen con un soldado y una muchacha que parecían recién casados. La tercera fila hacia el exterior dejaba de interesarle porque hubiera tenido que alejarse peligrosamente del 404; veía colores, formas, Mercedes Benz, ID, 4R, Lancia, Skoda, Morris Minor, el catálogo completo. A la izquierda, sobre la pista opuesta, se tendía otra maleza inalcanzable de Renault, Anglia, Peugeot, Porsche, Volvo; era tan monótono que al final, después de charlar con los dos hombres del Taunus y de intentar sin éxito un cambio de impresiones con el solitario conductor del Caravelle, no quedaba nada mejor que volver al 404 y reanudar la misma conversación sobre la hora, las distancias y el cine con la muchacha del Dauphine.
A veces llegaba un extranjero, alguien que se deslizaba entre los autos viniendo desde el otro lado de la pista o desde la filas exteriores de la derecha, y que traía alguna noticia probablemente falsa repetida de auto en auto a lo largo de calientes kilómetros. El extranjero saboreaba el éxito de sus novedades, los golpes de portezuelas cuando los pasajeros se precipitaban para comentar lo sucedido, pero al cabo de un rato se oía alguna bocina o el arranque de un motor, y el extranjero salía corriendo, se lo veía zigzaguear entre los autos para reintegrarse al suyo y no quedar expuesto a la justa cólera de los demás. A lo largo de la tarde se había sabido así del choque de un Floride contra un 2HP cerca de Corbeil, tres muertos y un niño herido, el doble choque de un Fiat 1500 contra un furgón Renault que había aplastado un Austin lleno de turistas ingleses, el vuelco de un autocar de Orly colmado de pasajeros procedentes del avión de Copenhague. El ingeniero estaba seguro de que todo o casi todo era falso, aunque algo grave debía haber ocurrido cerca de Corbeil e incluso en las proximidades de París para que la circulación se hubiera paralizado hasta ese punto. Los campesinos del Ariane, que tenían una granja del lado de Montereau y conocían bien la región, contaban de otro domingo en que el tránsito había estado detenido durante cinco horas, pero ese tiempo empezaba a parecer casi nimio ahora que el sol, acostándose hacia la izquierda de la ruta, volcaba en cada auto una última avalancha de jalea anaranjada que hacía hervir los metales y ofuscaba la vista, sin que jamás una copa de árbol desapareciera del todo a la espalda, sin que otra sombra apenas entrevista a la distancia se acercara como para poder sentir de verdad que la columna se estaba moviendo aunque fuera apenas, aunque hubiera que detenerse y arrancar y bruscamente clavar el freno y no salir nunca de la primera velocidad, del desencanto insultante de pasar una vez más de la primera al punto muerto, freno de pie, freno de mano, stop, y así otra vez y otra vez y otra.
En algún momento, harto de inacción, el ingeniero se había decidido a aprovechar un alto especialmente interminable para recorrer las filas de la izquierda, y dejando a su espalda el Dauphine había encontrado un DKW, otro 2HP, un Fiat 600, y se había detenido junto a un De Soto para cambiar impresiones con el azorado turista de Washington que no entendía casi el francés pero que tenía que estar a las ocho en la Place de l’Opéra sin falta you understand, my wife will be awfully anxious, damn it, y se hablaba un poco de todo cuando un hombre con aire de viajante de comercio salió del DKW para contarles que alguien había llegado un rato antes con la noticia de que un Piper Cub se había estrellado en plena autopista, varios muertos. Al americano el Piper Cub lo tenía profundamente sin cuidado, y también al ingeniero que oyó un coro de bocinas y se apresuró a regresar al 404, transmitiendo de paso las novedades a los dos hombres del Taunus y al matrimonio del 203. Reservó una explicación más detallada para la muchacha del Dauphine mientras los coches avanzaban lentamente unos pocos metros (ahora el Dauphine estaba ligeramente retrasado con relación al 404, y más tarde sería al revés, pero de hecho las doce filas se movían prácticamente en bloque, como si un gendarme invisible en el fondo de la autopista ordenara el avance simultáneo sin que nadie pudiese obtener ventajas). Piper Cub, señorita, es un pequeño avión de paseo. Ah. Y la mala idea de estrellarse en plena autopista un domingo de tarde. Esas cosas. Si por lo menos hiciera menos calor en los condenados autos, si esos árboles de la derecha quedaran por fin a la espalda, si la última cifra del cuentakilómetros 4 acabara de caer en su agujerito negro en vez de seguir suspendida por la cola, interminablemente.
En algún momento (suavemente empezaba a anochecer, el horizonte de techos de automóviles se teñía de lila) una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine, y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia, sobrevolar el Taunus, el ID violeta de los ancianos, ir hacia el Fiat 600 ya invisible desde el 404, regresar hacia el Simca donde una mano cazadora trató inútilmente de atraparla, aletear amablemente sobre el Ariane de los campesinos que parecían estar comiendo alguna cosa, y perderse después hacia la derecha. Al anochecer la columna hizo un primer avance importante, de casi cuarenta metros; cuando el ingeniero miró distraídamente el cuentakilómetros, la mitad del 6 había desaparecido y un asomo del 7 empezaba a descolgarse de lo alto. Casi todo el mundo escuchaba sus radios, los del Simca la habían puesto a todo trapo y coreaban un twist con sacudidas que hacían vibrar la carrocería; las monjas pasaban las cuentas de sus rosarios, el niño del Taunus se había dormido con la cara pegada a un cristal, sin soltar el auto de juguete. En algún momento (ya era noche cerrada) llegaron extranjeros con más noticias, tan contradictorias como las otras ya olvidadas. No había sido un Piper Cub sino un planeador piloteado por la hija de un general. Era exacto que un furgón Renault había aplastado un Austin, pero no en Juvisy sino casi en las puertas de París; uno de los extranjeros explicó al matrimonio del 203 que el macadam de la autopista había cedido a la altura de Igny y que cinco autos habían volcado al meter las ruedas delanteras en la grieta. La idea de una catástrofe natural se propagó hasta el ingeniero, que se encogió de hombros sin hacer comentarios. Más tarde, pensando en esas primeras horas de oscuridad en que habían respirado un poco más libremente, recordó que en algún momento había sacado el brazo por la ventanilla para tamborilear en la carrocería del Dauphine y despertar a la muchacha que se había dormido reclinada sobre el volante, sin preocuparse de un nuevo avance. Quizá ya era medianoche cuando una de las monjas le ofreció tímidamente un sándwich de jamón, suponiendo que tendría hambre. El ingeniero lo aceptó por cortesía (en realidad sentía náuseas) y pidió permiso para dividirlo con la muchacha del Dauphine, que aceptó y comió golosamente el sándwich y la tableta de chocolate que le había pasado el viajante del DKW, su vecino de la izquierda. Mucha gente había salido de los autos recalentados, porque otra vez llevaban horas sin avanzar; se empezaba a sentir sed, ya agotadas las botellas de limonada, la coca-cola y hasta los vinos de a bordo. La primera en quejarse fue la niña del 203, y el soldado y el ingeniero abandonaron los autos junto con el padre de la niña para buscar agua. Delante del Simca, donde la radio parecía suficiente alimento, el ingeniero encontró un Beaulieu ocupado por una mujer madura de ojos inquietos. No, no tenía agua pero podía darles unos caramelos para la niña. El matrimonio del ID se consultó un momento antes de que la anciana metiera la mano en un bolso y sacara una pequeña lata de jugo de frutas. El ingeniero agradeció y quiso saber si tenían hambre y si podía serles útil; el viejo movió negativamente la cabeza, pero la mujer pareció asentir sin palabras. Más tarde la muchacha del Dauphine y el ingeniero exploraron juntos las filas de la izquierda, sin alejarse 5 demasiado; volvieron con algunos bizcochos y los llevaron a la anciana del ID, con el tiempo justo para regresar corriendo a sus autos bajo una lluvia de bocinas.
Aparte de esas mínimas salidas, era tan poco lo que podía hacerse que las horas acababan por superponerse, por ser siempre la misma en el recuerdo; en algún momento el ingeniero pensó en tachar ese día en su agenda y contuvo una risotada, pero más adelante, cuando empezaron los cálculos contradictorios de las monjas, los hombres del Taunus y la muchacha del Dauphine, se vio que hubiera convenido llevar mejor la cuenta. Las radios locales habían suspendido las emisiones, y sólo el viajante del DKW tenía un aparato de ondas cortas que se empeñaba en transmitir noticias bursátiles. Hacia las tres de la madrugada pareció llegarse a un acuerdo tácito para descansar, y hasta el amanecer la columna no se movió. Los muchachos del Simca sacaron unas camas neumáticas y se tendieron al lado del auto; el ingeniero bajó el respaldo de los asientos delanteros del 404 y ofreció las cuchetas a las monjas, que rehusaron; antes de acostarse un rato, el ingeniero pensó en la muchacha del Dauphine, muy quieta contra el volante, y como sin darle importancia le propuso que cambiaran de autos hasta el amanecer; ella se negó, alegando que podía dormir muy bien de cualquier manera. Durante un rato se oyó llorar al niño del Taunus, acostado en el asiento trasero donde debía tener demasiado calor. Las monjas rezaban todavía cuando el ingeniero se dejó caer en la cucheta y se fue quedando dormido, pero su sueño seguía demasiado cerca de la vigilia y acabó por despertarse sudoroso e inquieto, sin comprender en un primer momento dónde estaba; enderezándose, empezó a percibir los confusos movimientos del exterior, un deslizarse de sombras entre los autos, y vio un bulto que se alejaba hacia el borde de la autopista; adivinó las razones, y más tarde también él salió del auto sin hacer ruido y fue a aliviarse al borde de la ruta; no había setos ni árboles, solamente el campo negro y sin estrellas, algo que parecía un muro abstracto limitando la cinta blanca del macadam con su río inmóvil de vehículos. Casi tropezó con el campesino del Ariane, que balbuceó una frase ininteligible; al olor de la gasolina, persistente en la autopista recalentada, se sumaba ahora la presencia más ácida del hombre, y el ingeniero volvió lo antes posible a su auto. La chica del Dauphine dormía apoyada sobre el volante, un mechón de pelo contra los ojos; antes de subir al 404, el ingeniero se divirtió explorando en la sombra su perfil, adivinando la curva de los labios que soplaban suavemente. Del otro lado, el hombre del DKW miraba también dormir a la muchacha, fumando en silencio.
Por la mañana se avanzó muy poco pero lo bastante como para darles la esperanza de que esa tarde se abriría la ruta hacia París. A las nueve llegó un extranjero con buenas noticias: habían rellenado las grietas y pronto se podría circular normalmente. Los muchachos del Simca encendieron la radio y uno de ellos trepó al techo del auto y gritó y cantó. El ingeniero se dijo que la noticia era tan dudosa como las de la víspera, y que el extranjero había aprovechado la alegría del grupo para pedir y obtener una naranja que le dio el matrimonio del Ariane. Más tarde llegó otro extranjero con la misma treta, pero nadie quiso darle nada. El calor empezaba a subir y la gente prefería quedarse en los autos a la espera de que se concretaran las buenas noticias. A mediodía la niña del 203 empezó a llorar otra vez, y la muchacha del Dauphine fue a jugar con ella y se hizo amiga del matrimonio. Los del 6 203 no tenían suerte; a su derecha estaba el hombre silencioso del Caravelle, ajeno a todo lo que ocurría en torno, y a su izquierda tenían que aguantar la verbosa indignación del conductor de un Floride, para quien el embotellamiento era una afrenta exclusivamente personal. Cuando la niña volvió a quejarse de sed, al ingeniero se le ocurrió ir a hablar con los campesinos del Ariane, seguro de que en ese auto había cantidad de provisiones. Para su sorpresa los campesinos se mostraron muy amables; comprendían que en una situación semejante era necesario ayudarse, y pensaban que si alguien se encargaba de dirigir el grupo (la mujer hacía un gesto circular con la mano, abarcando la docena de autos que los rodeaba) no se pasarían apreturas hasta llegar a París. Al ingeniero le molestaba la idea de erigirse en organizador, y prefirió llamar a los hombres del Taunus para conferenciar con ellos y con el matrimonio del Ariane. Un rato después consultaron sucesivamente a todos los del grupo. El joven soldado del Volkswagen estuvo inmediatamente de acuerdo, y el matrimonio del 203 ofreció las pocas provisiones que les quedaban (la muchacha del Dauphine había conseguido un vaso de granadina con agua para la niña, que reía y jugaba). Uno de los hombres del Taunus, que había ido a consultar a los muchachos del Simca, obtuvo un asentimiento burlón; el hombre pálido del Caravelle se encogió de hombros y dijo que le daba lo mismo, que hicieran lo que les pareciese mejor. Los ancianos del ID y la señora del Beaulieu se mostraron visiblemente contentos, como si se sintieran más protegidos. Los pilotos del Floride y del DKW no hicieron observaciones, y el americano del De Soto los miró asombrado y dijo algo sobre la voluntad de Dios. Al ingeniero le resultó fácil proponer que uno de los ocupantes del Taunus, en el que tenía una confianza instintiva, se encargara de coordinar las actividades. A nadie le faltaría de comer por el momento, pero era necesario conseguir agua; el jefe, al que los muchachos del Simca llamaban Taunus a secas para divertirse, pidió al ingeniero, al soldado y a uno de los muchachos que exploraran la zona circundante de la autopista y ofrecieran alimentos a cambio de bebidas. Taunus, que evidentemente sabía mandar, había calculado que deberían cubrirse las necesidades de un día y medio como máximo, poniéndose en la posición menos optimista. En el 2HP de las monjas y en el Ariane de los campesinos había provisiones suficientes para ese tiempo, y si los exploradores volvían con agua el problema quedaría resuelto. Pero solamente el soldado regresó con una cantimplora llena, cuyo dueño exigía en cambio comida para dos personas. El ingeniero no encontró a nadie que pudiera ofrecer agua, pero el viaje le sirvió para advertir que más allá de su grupo se estaban constituyendo otras células con problemas semejantes; en un momento dado el ocupante de un Alfa Romeo se negó a hablar con él del asunto, y le dijo que se dirigiera al representante de su grupo, cinco autos más atrás en la misma fila. Más tarde vieron volver al muchacho del Simca que no había podido conseguir agua, pero Taunus calculó que ya tenían bastante para los dos niños, la anciana del ID y el resto de las mujeres. El ingeniero le estaba contando a la muchacho del Dauphine su circuito por la periferia (era la una de la tarde, y el sol los acorralaba en los autos) cuando ella lo interrumpió con un gesto y le señaló el Simca. En dos saltos el ingeniero llegó hasta el auto y sujetó por el codo a uno de los muchachos, que se repantigaba en su asiento para beber a grandes tragos de la cantimplora que había traído escondida en la chaqueta. A su gesto iracundo, el ingeniero respondió aumentando la presión en el brazo; el otro muchacho bajó del auto y se tiró sobre el ingeniero, que dio dos pasos atrás y lo esperó casi con lástima. El 7 soldado ya venía corriendo, y los gritos de las monjas alertaron a Taunus y a su compañero; Taunus escuchó lo sucedido, se acercó al muchacho de la botella y le dio un par de bofetadas. El muchacho gritó y protestó, lloriqueando, mientras el otro rezongaba sin atreverse a intervenir. El ingeniero le quitó la botella y se la alcanzó a Taunus. Empezaban a sonar bocinas y cada cual regresó a su auto, por lo demás inútilmente puesto que la columna avanzó apenas cinco metros.
A la hora de la siesta, bajo un sol todavía más duro que la víspera, una de las monjas se quitó la toca y su compañera le mojó las sienes con agua de colonia. Las mujeres improvisaban de a poco sus actividades samaritanas, yendo de un auto a otro, ocupándose de los niños para que los hombres estuvieran más libres: nadie se quejaba pero el buen humor era forzado, se basaba siempre en los mismos juegos de palabras, en un escepticismo de buen tono. Para el ingeniero y la muchacha del Dauphine, sentirse sudorosos y sucios era la vejación más grande; los enternecía casi la rotunda indiferencia del matrimonio de campesinos al olor que les brotaba de las axilas cada vez que venían a charlar con ellos o a repetir alguna noticia de último momento. Hacia el atardecer el ingeniero miró casualmente por el retrovisor y encontró como siempre la cara pálida y de rasgos tensos del hombre del Caravelle, que al igual que el gordo piloto del Floride se había mantenido ajeno a todas las actividades. Le pareció que sus facciones se habían afilado todavía más, y se preguntó si no estaría enfermo. Pero después, cuando al ir a charlar con el soldado y su mujer tuvo ocasión de mirarlo desde más cerca, se dijo que ese hombre no estaba enfermo; era otra cosa, una separación, por darle algún nombre. El soldado del Volkswagen le contó más tarde que a su mujer le daba miedo ese hombre silencioso que no se apartaba jamás del volante y que parecía dormir despierto. Nacían hipótesis, se creaba un folklore para luchar contra la inacción. Los niños del Taunus y el 203 se habían hecho amigos y se habían peleado y luego se habían reconciliado; sus padres se visitaban, y la muchacha del Dauphine iba cada tanto a ver cómo se sentían la anciana del ID y la señora del Beaulieu. Cuando al atardecer soplaron bruscamente unas ráfagas tormentosas y el sol se perdió entre las nubes que se alzaban al oeste, la gente se alegró pensando que iba a refrescar. Cayeron algunas gotas, coincidiendo con un avance extraordinario de casi cien metros; a lo lejos brilló un relámpago y el calor subió todavía más. Había tanta electricidad en la atmósfera que Taunus, con un instinto que el ingeniero admiró sin comentarios, dejó al grupo en paz hasta la noche, como si temiera los efectos del cansancio y el calor. A las ocho las mujeres se encargaron de distribuir las provisiones; se había decidido que el Ariane de los campesinos sería el almacén general, y que el 2HP de las monjas serviría de depósito suplementario. Taunus había ido en persona a hablar con los jefes de los cuatro o cinco grupos vecinos; después, con ayuda del soldado y el hombre del 203, llevó una cantidad de alimentos a los otros grupos, regresando con más agua y un poco de vino. Se decidió que los muchachos del Simca cederían sus colchones neumáticos a la anciana del ID y a la señora del Beaulieu; la muchacha del Dauphine les llevó dos mantas escocesas y el ingeniero ofreció su coche, que llamaba burlonamente el wagon-lit, a quienes lo necesitaran. Para su sorpresa, la muchacha del Dauphine aceptó el ofrecimiento y esa noche compartió las cuchetas del 404 con una de las monjas; la otra fue a dormir al 203 junto a la niña y su madre, mientras el marido pasaba la noche sobre el 8 macadam, envuelto en una frazada. El ingeniero no tenía sueño y jugó a los dados con Taunus y su amigo; en algún momento se les agregó el campesino del Ariane y hablaron de política bebiendo unos tragos del aguardiente que el campesino había entregado a Taunus esa mañana. La noche no fue mala; había refrescado y brillaban algunas estrellas entre las nubes.
Hacia el amanecer los ganó el sueño, esa necesidad de estar a cubierto que nacía con la grisalla del alba. Mientras Taunus dormía junto al niño en el asiento trasero, su amigo y el ingeniero descansaron un rato en la delantera. Entre dos imágenes de sueño, el ingeniero creyó oír gritos a la distancia y vio un resplandor indistinto; el jefe de otro grupo vino a decirles que treinta autos más adelante había habido un principio de incendio en un Estafette, provocado por alguien que había querido hervir clandestinamente unas legumbres. Taunus bromeó sobre lo sucedido mientras iba de auto en auto para ver cómo habían pasado todos la noche, pero a nadie se le escapó lo que quería decir. Esa mañana la columna empezó a moverse muy temprano y hubo que correr y agitarse para recuperar los colchones y las mantas, pero como en todas partes debía estar sucediendo lo mismo casi nadie se impacientaba ni hacía sonar las bocinas. A mediodía habían avanzado más de cincuenta metros, y empezaba a divisarse la sombra de un bosque a la derecha de la ruta. Se envidiaba la suerte de los que en ese momento podían ir hasta la banquina y aprovechar la frescura de la sombra; quizá había un arroyo, o un grifo de agua potable. La muchacha del Dauphine cerró los ojos y pensó en una ducha cayéndole por el pecho y la espalda, corriéndole por las piernas; el ingeniero, que la miraba de reojo, vio dos lágrimas que le resbalaban por las mejillas.
Taunus, que acababa de adelantarse hasta el ID, vino a buscar a las mujeres más jóvenes para que atendieran a la anciana que no se sentía bien. El jefe del tercer grupo a retaguardia contaba con un médico entre sus hombres, y el soldado corrió a buscarlo. El ingeniero, que había seguido con irónica benevolencia los esfuerzos de los muchachitos del Simca para hacerse perdonar su travesura, entendió que era el momento de darles su oportunidad. Con los elementos de una tienda de campaña los muchachos cubrieron las ventanillas del 404, y el wagon-lit se transformó en ambulancia para que la anciana descansara en una oscuridad relativa. Su marido se tendió a su lado, teniéndole la mano, y los dejaron solos con el médico. Después las monjas se ocuparon de la anciana, que se sentía mejor, y el ingeniero pasó la tarde como pudo, visitando otros autos y descansando en el de Taunus cuando el sol castigaba demasiado; sólo tres veces le tocó correr hasta su auto, donde los viejitos parecían dormir, para hacerlo avanzar junto con la columna hasta el alto siguiente. Los ganó la noche sin que hubiesen llegado a la altura del bosque.
Hacia las dos de la madrugada bajó la temperatura, y los que tenían mantas se alegraron de poder envolverse en ellas. Como la columna no se movería hasta el alba (era algo que se sentía en el aire, que venía desde el horizonte de autos inmóviles en la noche) el ingeniero y Taunus se sentaron a fumar y a charlar con el campesino del Ariane y el soldado. Los cálculos de Taunus no correspondían ya a la realidad, y le dijo francamente; por la mañana habría que hacer algo para conseguir más provisiones y bebidas. El soldado fue a buscar a 9 los jefes de los grupos vecinos, que tampoco dormían, y se discutió el problema en voz baja para no despertar a las mujeres. Los jefes habían hablado con los responsables de los grupos más alejados, en un radio de ochenta o cien automóviles, y tenían la seguridad de que la situación era análoga en todas partes. El campesino conocía bien la región y propuso que dos o tres hombres de cada grupo salieran al alba para comprar provisiones en las granjas cercanas, mientras Taunus se ocupaba de designar pilotos para los autos que quedaran sin dueño durante la expedición. La idea era buena y no resultó difícil reunir dinero entre los asistentes; se decidió que el campesino, el soldado y el amigo de Taunus irían juntos y llevarían todas las bolsas, redes y cantimploras disponibles. Los jefes de los otros grupos volvieron a sus unidades para organizar expediciones similares, y al amanecer se explicó la situación a las mujeres y se hizo lo necesario para que la columna pudiera seguir avanzando. La muchacha del Dauphine le dijo al ingeniero que la anciana ya estaba mejor y que insistía en volver a su ID; a las ocho llegó el médico, que no vio inconveniente en que el matrimonio regresara a su auto. De todos modos, Taunus decidió que el 404 quedaría habilitado permanentemente como ambulancia; los muchachos, para divertirse, fabricaron un banderín con una cruz roja y lo fijaron en la antena del auto. Hacía ya rato que la gente prefería salir lo menos posible de sus coches; la temperatura seguía bajando y a mediodía empezaron los chaparrones y se vieron relámpagos a la distancia. La mujer del campesino se apresuró a recoger agua con un embudo y una jarra de plástico, para especial regocijo de los muchachos del Simca. Mirando todo eso, inclinado sobre el volante donde había un libro abierto que no le interesaba demasiado, el ingeniero se preguntó por qué los expedicionarios tardaban tanto en regresar; más tarde Taunus lo llamó discretamente a su auto y cuando estuvieron dentro le dijo que habían fracasado. El amigo de Taunus dio detalles: las granjas estaban abandonadas o la gente se negaba a venderles nada, aduciendo las reglamentaciones sobre ventas a particulares y sospechando que podían ser inspectores que se valían de las circunstancias para ponerlos a prueba. A pesar de todo habían podido traer una pequeña cantidad de agua y algunas provisiones, quizá robadas por el soldado que sonreía sin entrar en detalles. Desde luego ya no podía pasar mucho tiempo sin que cesara el embotellamiento, pero los alimentos de que se disponía no eran los más adecuados para los dos niños y la anciana. El médico, que vino hacia las cuatro y media para ver a la enferma, hizo un gesto de exasperación y cansancio y dijo a Taunus que en su grupo y en todos los grupos vecinos pasaba lo mismo. Por la radio se había hablado de una operación de emergencia para despejar la autopista, pero aparte de un helicóptero que apareció brevemente al anochecer no se vieron otros aprestos. De todas maneras hacía cada vez menos calor, y la gente parecía esperar la llegada de la noche para taparse con las mantas y abolir en el sueño algunas horas más de espera. Desde su auto el ingeniero escuchaba la charla de la muchacha del Dauphine con el viajante del DKW, que le contaba cuentos y la hacía reír sin ganas. Lo sorprendió ver a la señora del Beaulieu que casi nunca abandonaba su auto, y bajó para saber si necesitaba alguna cosa, pero la señora buscaba solamente las últimas noticias y se puso hablar con las monjas. Un hastío sin nombre pesaba sobre ellos al anochecer; se esperaba más del sueño que de las noticias siempre contradictorias o desmentidas. El amigo de Taunus llegó discretamente a buscar al ingeniero, al soldado y al hombre del 203. Taunus les anunció que el tripulante del Floride acababa de desertar; uno de los muchachos del Simca había visto el coche vacío, y 10 después de un rato se había puesto a buscar a su dueño para matar el tedio. Nadie conocía mucho al hombre gordo del Floride, que tanto había protestado el primer día aunque después acabara de quedarse tan callado como el piloto del Caravelle. Cuando a las cinco de la mañana no quedó la menor duda de que Floride, como se divertían en llamarlo los chicos del Simca, había desertado llevándose un valija de mano y abandonando otra llena de camisas y ropa interior, Taunus decidió que uno de los muchachos se haría cargo del auto abandonado para no inmovilizar la columna. A todos los había fastidiado vagamente esa deserción en la oscuridad, y se preguntaban hasta dónde habría podido llegar Floride en su fuga a través de los campos. Por lo demás parecía ser la noche de las grandes decisiones: tendido en su cucheta del 404, al ingeniero le pareció oír un quejido, pero pensó que el soldado y su mujer serían responsables de algo que, después de todo, resultaba comprensible en plena noche y en esas circunstancias. Después lo pensó mejor y levantó la lona que cubría la ventanilla trasera; a la luz de unas pocas estrellas vio a un metro y medio el eterno parabrisas del Caravelle y detrás, como pegada al vidrio y un poco ladeada, la cara convulsa del hombre. Sin hacer ruido salió por el lado izquierdo para no despertar a las monjas, y se acercó al Caravelle. Después buscó a Taunus, y el soldado corrió a prevenir al médico. Desde luego el hombre se había suicidado tomando algún veneno; las líneas a lápiz en la agenda bastaban, y la carta dirigida a una tal Yvette, alguien que lo había abandonado en Vierzon. Por suerte la costumbre de dormir en los autos estaba bien establecida (las noches eran ya tan frías que a nadie se le hubiera ocurrido quedarse fuera) y a pocos les preocupaba que otros anduvieran entre los coches y se deslizaran hacia los bordes de la autopista para aliviarse. Taunus llamó a un consejo de guerra, y el médico estuvo de acuerdo con su propuesta. Dejar el cadáver al borde de la autopista significaba someter a los que venían más atrás a una sorpresa por lo menos penosa: llevarlo más lejos, en pleno campo, podía provocar la violenta repulsa de los lugareños, que la noche anterior habían amenazado y golpeado a un muchacho de otro grupo que buscaba de comer. El campesino del Ariane y el viajante del DKW tenían lo necesario para cerrar herméticamente el portaequipaje del Caravelle. Cuando empezaban su trabajo se les agregó la muchacha del Dauphine, que se colgó temblando del brazo del ingeniero. Él le explicó en voz baja lo que acababa de ocurrir y la devolvió a su auto, ya más tranquila. Taunus y sus hombres habían metido el cuerpo en el portaequipajes, y el viajante trabajó con scotch tape y tubos de cola líquida a la luz de la linterna del soldado. Como la mujer del 203 sabía conducir, Taunus resolvió que su marido se haría cargo del Caravelle que quedaba a la derecha del 203; así, por la mañana, la niña del 203 descubrió que su papá tenía otro auto, y jugó horas y horas a pasar de uno a otro y a instalar parte de sus juguetes en el Caravelle.
Por primera vez el frío se hacía sentir en pleno día, y nadie pensaba en quitarse las chaquetas. La muchacha del Dauphine y las monjas hicieron el inventario de los abrigos disponibles en el grupo. Había unos pocos pulóveres que aparecían por casualidad en los autos o en alguna valija, mantas, alguna gabardina o abrigo ligero. Se estableció una lista de prioridades, se distribuyeron los abrigos. Otra vez volvía a faltar el agua, y Taunus envió a tres de sus hombres, entre ellos el ingeniero, para que trataran de establecer contacto con los lugareños. Sin que pudiera saberse por qué, la resistencia exterior era total; bastaba salir del límite de la autopista para que desde cualquier sitio llovieran piedras. En plena noche 11 alguien tiró una guadaña que golpeó el techo del DKW y cayó al lado del Dauphine. El viajante se puso muy pálido y no se movió de su auto, pero el americano del De Soto (que no formaba parte del grupo de Taunus pero que todos apreciaban por su buen humor y sus risotadas) vino a la carrera y después de revolear la guadaña la devolvió campo afuera con todas sus fuerzas, maldiciendo a gritos. Sin embargo, Taunus no creía que conviniera ahondar la hostilidad; quizás fuese todavía posible hacer una salida en busca de agua.
Ya nadie llevaba la cuenta de lo que se había avanzado ese día o esos días; la muchacha del Dauphine creía que entre ochenta y doscientos metros; el ingeniero era menos optimista pero se divertía en prolongar y complicar los cálculos con su vecina, interesado de a ratos en quitarle la compañía del viajante del DKW que le hacía la corte a su manera profesional. Esa misma tarde el muchacho encargado del Floride corrió a avisar a Taunus que un Ford Mercury ofrecía agua a buen precio. Taunus se negó, pero al anochecer una de las monjas le pidió al ingeniero un sorbo de agua para la anciana del ID que sufría sin quejarse, siempre tomada de la mano de su marido y atendida alternativamente por las monjas y la muchacha del Dauphine. Quedaba medio litro de agua, y las mujeres lo destinaron a la anciana y a la señora del Beaulieu. Esa misma noche Taunus pagó de su bolsillo dos litros de agua; el Ford Mercury prometió conseguir más para el día siguiente, al doble del precio. Era difícil reunirse para discutir, porque hacía tanto frío que nadie abandonaba los autos como no fuera por un motivo imperioso. Las baterías empezaban a descargarse y no se podía hacer funcionar todo el tiempo la calefacción; Taunus decidió que los dos coches mejor equipados se reservarían llegado el caso para los enfermos. Envueltos en mantas (los muchachos del Simca habían arrancado el tapizado de su auto para fabricarse chalecos y gorros, y otros empezaron a imitarlos), cada uno trataba de abrir lo menos posible las portezuelas para conservar el calor. En alguna de esas noches heladas el ingeniero oyó llorar ahogadamente a la muchacha del Dauphine. Sin hacer ruido, abrió poco a poco la portezuela y tanteó en la sombra hasta rozar una mejilla mojada. Casi sin resistencia la chica se dejó atraer al 404; el ingeniero la ayudó a tenderse en la cucheta, la abrigó con la única manta y le echó encima una gabardina. La oscuridad era más densa en el coche ambulancia, con sus ventanillas tapadas por las lonas de la tienda. En algún momento el ingeniero bajó los dos parasoles y colgó de ellos su camisa y un pulóver para aislar completamente el auto. Hacia el amanecer ella le dijo al oído que antes de empezar a llorar había creído ver a lo lejos, sobre la derecha, las luces de una ciudad.
Quizá fuera una ciudad pero las nieblas de la mañana no dejaban ver ni a veinte metros. Curiosamente ese día la columna avanzó bastante más, quizás doscientos o trescientos metros. Coincidió con nuevos anuncios de la radio (que casi nadie escuchaba, salvo Taunus que se sentía obligado a mantenerse al corriente); los locutores hablaban enfáticamente de medidas de excepción que liberarían la autopista, y se hacían referencias al agotador trabajo de las cuadrillas camineras y de las fuerzas policiales. Bruscamente, una de las monjas deliró. Mientras su compañera la contemplaba aterrada y la muchacha del Dauphine le humedecía las sienes con un resto de perfume, la monja habló de Armagedón, del noveno día, de la cadena de cinabrio. El médico vino mucho después, abriéndose paso entre la nieve que caía desde el mediodía y amurallaba poco a poco los autos. Deploró la carencia de una 12 inyección calmante y aconsejó que llevaran a la monja a un auto con buena calefacción. Taunus la instaló en su coche, y el niño pasó al Caravelle donde también estaba su amiguita del 203; jugaban con sus autos y se divertían mucho porque eran los únicos que no pasaban hambre. Todo ese día y los siguientes nevó casi de continuo, y cuando la columna avanzaba unos metros había que despejar con medios improvisados las masas de nieve amontonadas entre los autos.
A nadie se le hubiera ocurrido asombrarse por la forma en que se obtenían las provisiones y el agua. Lo único que podía hacer Taunus era administrar los fondos comunes y tratar de sacar el mejor partido posible de algunos trueques. El Ford Mercury y un Porsche venían cada noche a traficar con las vituallas; Taunus y el ingeniero se encargaban de distribuirlas de acuerdo con el estado físico de cada uno. Increíblemente la anciana del ID sobrevivía, perdida en un sopor que las mujeres se cuidaban de disipar. La señora del Beaulieu que unos días antes había sufrido de náuseas y vahídos, se había repuesto con el frío y era de las que más ayudaban a la monja a cuidar a su compañera, siempre débil y un poco extraviada. La mujer del soldado y la del 203 se encargaban de los dos niños; el viajante del DKW, quizá para consolarse de que la ocupante del Dauphine hubiera preferido al ingeniero, pasaba horas contándoles cuentos a los niños. En la noche los grupos ingresaban en otra vida sigilosa y privada; las portezuelas se abrían silenciosamente para dejar entrar o salir alguna silueta aterida; nadie miraba a los demás, los ojos estaban tan ciegos como la sombra misma. Bajo mantas sucias, con manos de uñas crecidas, oliendo a encierro y a ropa sin cambiar, algo de felicidad duraba aquí y allá. La muchacha del Dauphine no se había equivocado: a lo lejos brillaba una ciudad, y poco y a poco se irían acercando. Por las tardes el chico del Simca se trepaba al techo de su coche, vigía incorregible envuelto en pedazos de tapizado y estopa verde. Cansado de explorar el horizonte inútil, miraba por milésima vez los autos que lo rodeaban; con alguna envidia descubría a Dauphine en el auto del 404, una mano acariciando un cuello, el final de un beso. Por pura broma, ahora que había reconquistado la amistad del 404, les gritaba que la columna iba a moverse; entonces Dauphine tenía que abandonar al 404 y entrar en su auto, pero al rato volvía a pasarse en busca de calor, y al muchacho del Simca le hubiera gustado tanto poder traer a su coche a alguna chica de otro grupo, pero no era ni para pensarlo con ese frío y esa hambre, sin contar que el grupo de más adelante estaba en franco tren de hostilidad con el de Taunus por una historia de un tubo de leche condensada, y salvo las transacciones oficiales con Ford Mercury y con Porsche no había relación posible con los otros grupos. Entonces el muchacho del Simca suspiraba descontento y volvía a hacer de vigía hasta que la nieve y el frío lo obligaban a meterse tiritando en su auto.
Pero el frío empezó a ceder, y después de un período de lluvias y vientos que enervaron los ánimos y aumentaron las dificultades de aprovisionamiento, siguieron días frescos y soleados en que ya era posible salir de los autos, visitarse, reanudar relaciones con los grupos vecinos. Los jefes habían discutido la situación, y finalmente se logró hacer la paz con el grupo de más adelante. De la brusca desaparición de Ford Mercury se habló mucho tiempo sin que nadie supiera lo que había podido ocurrirle, pero Porsche siguió viniendo y controlando el mercado negro. Nunca faltaban del todo el agua o las conservas, aunque los 13 fondos del grupo disminuían y Taunus y el ingeniero se preguntaban qué ocurriría el día en que no hubiera más dinero para Porsche. Se habló de un golpe de mano, de hacerlo prisionero y exigirle que revelara la fuente de los suministros, pero en esos días la columna había avanzado un buen trecho y los jefes prefirieron seguir esperando y evitar el riesgo de echarlo todo a perder por una decisión violenta. Al ingeniero, que había acabado por ceder a una indiferencia casi agradable, lo sobresaltó por un momento el tímido anuncio de la muchacha del Dauphine, pero después comprendió que no se podía hacer nada para evitarlo y la idea de tener un hijo de ella acabó por parecerle tan natural como el reparto nocturno de las provisiones o los viajes furtivos hasta el borde de la autopista. Tampoco la muerte de la anciana del ID podía sorprender a nadie. Hubo que trabajar otra vez en plena noche, acompañar y consolar al marido que no se resignaba a entender. Entre dos de los grupos de vanguardia estalló una pelea y Taunus tuvo que oficiar de árbitro y resolver precariamente la diferencia. Todo sucedía en cualquier momento, sin horarios previsibles; lo más importante empezó cuando ya nadie lo esperaba, y al menos responsable le tocó darse cuenta el primero. Trepado en el techo del Simca, el alegre vigía tuvo la impresión de que el horizonte había cambiado (era el atardecer, un sol amarillento deslizaba su luz rasante y mezquina) y que algo inconcebible estaba ocurriendo a quinientos metros, a trescientos, a doscientos cincuenta. Se lo gritó al 404 y el 404 le dijo algo Dauphine que se pasó rápidamente a su auto cuando ya Taunus, el soldado y el campesino venían corriendo y desde el techo del Simca el muchacho señalaba hacia adelante y repetía interminablemente el anuncio como si quisiera convencerse de que lo que estaba viendo era verdad; entonces oyeron la conmoción, algo como un pesado pero incontenible movimiento migratorio que despertaba de un interminable sopor y ensayaba sus fuerzas. Taunus les ordenó a gritos que volvieran a sus coches; el Beaulieu, el ID, el Fiat 600 y el De Soto arrancaron con un mismo impulso. Ahora el 2HP, el Taunus, el Simca y el Ariane empezaban a moverse, y el muchacho del Simca, orgulloso de algo que era como su triunfo, se volvía hacia el 404 y agitaba el brazo mientras el 404, el Dauphine, el 2HP de las monjas y el DKW se ponían a su vez en marcha. Pero todo estaba en saber cuánto iba a durar eso; el 404 se lo preguntó casi por rutina mientras se mantenía a la par de Dauphine y le sonreía para darle ánimo. Detrás, el Volkswagen, el Caravelle, el 203 y el Floride arrancaban a su vez lentamente, un trecho en primera velocidad, después la segunda, interminablemente la segunda pero ya sin desembragar como tantas veces, con el pie firme en el acelerador, esperando poder pasar a tercera. Estirando el brazo izquierdo el 404 buscó la mano de Dauphine, rozó apenas la punta de sus dedos, vio en su cara una sonrisa de incrédula esperanza y pensó que iban a llegar a París y que se bañarían, que irían juntos a cualquier lado, a su casa o a la de ella a bañarse, a comer, a bañarse interminablemente y a comer y beber, y que después habría muebles, habría un dormitorio con muebles y un cuarto de baño con espuma de jabón para afeitarse de verdad, y retretes, comidas y retretes y sábanas, París era un retrete y dos sábanas y el agua caliente por el pecho y las piernas, y una tijera de uñas, y vino blanco, beberían vino blanco antes de besarse y sentirse oler a lavanda y a colonia, antes de conocerse de verdad a plena luz, entre sábanas limpias, y volver a bañarse por juego, amarse y bañarse y beber y entrar en la peluquería, entrar en el baño, acariciar las sábanas y acariciarse entre las sábanas y amarse entre la espuma y la lavanda y los cepillos antes de empezar a pensar en lo que iban a hacer, 14 en el hijo y los problemas y el futuro, y todo eso siempre que no se detuvieran, que la columna continuara aunque todavía no se pudiese subir a la tercera velocidad, seguir así en segunda, pero seguir. Con los paragolpes rozando el Simca, el 404 se echó atrás en el asiento, sintió aumentar la velocidad, sintió que podía acelerar sin peligro de irse contra el Simca, y que el Simca aceleraba sin peligro de chocar contra el Beaulieu, y que detrás venía el Caravelle y que todos aceleraban más y más, y que ya se podía pasar a tercera sin que el motor penara, y la palanca calzó increíblemente en la tercera y la marcha se hizo suave y se aceleró todavía más, y el 404 miró enternecido y deslumbrado a su izquierda buscando los ojos de Dauphine. Era natural que con tanta aceleración las filas ya no se mantuvieran paralelas. Dauphine se había adelantado casi un metro y el 404 le veía la nuca y apenas el perfil, justamente cuando ella se volvía para mirarlo y hacía un gesto de sorpresa al ver que el 404 se retrasaba todavía más. Tranquilizándola con una sonrisa el 404 aceleró bruscamente, pero casi en seguida tuvo que frenar porque estaba a punto de rozar el Simca; le tocó secamente la bocina y el muchacho del Simca lo miró por el retrovisor y le hizo un gesto de impotencia, mostrándole con la mano izquierda el Beaulieu pegado a su auto. El Dauphine iba tres metros más adelante, a la altura del Simca, y la niña del 203, al nivel del 404, agitaba los brazos y le mostraba su muñeca. Una mancha roja a la derecha desconcertó al 404; en vez del 2HP de las monjas o del Volkswagen del soldado vio un Chevrolet desconocido, y casi en seguida el Chevrolet se adelantó seguido por un Lancia y por un Renault 8. A su izquierda se le apareaba un ID que empezaba a sacarle ventaja metro a metro, pero antes de que fuera sustituido por un 403, el 404 alcanzó a distinguir todavía en la delantera el 203 que ocultaba ya a Dauphine. El grupo se dislocaba, ya no existía. Taunus debía de estar a más de veinte metros adelante, seguido de Dauphine; al mismo tiempo la tercera fila de la izquierda se atrasaba porque en vez del DKW del viajante, el 404 alcanzaba a ver la parte trasera de un viejo furgón negro, quizá un Citroën o un Peugeot. Los autos corrían en tercera, adelantándose o perdiendo terreno según el ritmo de su fila, y a los lados de la autopista se veían huir los árboles, algunas casas entre las masas de niebla y el anochecer. Después fueron las luces rojas que todos encendían siguiendo el ejemplo de los que iban adelante, la noche que se cerraba bruscamente. De cuando en cuando sonaban bocinas, las agujas de los velocímetros subían cada vez más, algunas filas corrían a setenta kilómetros, otras a sesenta y cinco, algunas a sesenta. El 404 había esperado todavía que el avance y el retroceso de las filas le permitiera alcanzar otra vez a Dauphine, pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se había disuelto irrevocablemente, que ya no volverían a repetirse los encuentros rutinarios, los mínimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los niños jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando las cuentas del rosario. Cuando se encendieron las luces de los frenos del Simca, el 404 redujo la marcha con un absurdo sentimiento de esperanza, y apenas puesto el freno de mano saltó del auto y corrió hacia adelante. Fuera del Simca y el Beaulieu (más atrás estaría el Caravelle, pero poco le importaba) no reconoció ningún auto; a través de cristales diferentes lo miraban con sorpresa y quizá escándalo otros rostros que no había visto nunca. Sonaban las bocinas, y el 404 tuvo que volver a su auto; el chico del Simca le hizo un gesto amistoso, como si comprendiera, y señaló alentadoramente en dirección de París. La columna volvía a 15 ponerse en marcha, lentamente durante unos minutos y luego como si la autopista estuviera definitivamente libre. A la izquierda del 404 corría un Taunus, y por un segundo al 404 le pareció que el grupo se recomponía, que todo entraba en el orden, que se podría seguir adelante sin destruir nada. Pero era un Taunus verde, y en el volante había una mujer con anteojos ahumados que miraba fijamente hacia adelante. No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar. En el Volkswagen del soldado debía estar su chaqueta de cuero. Taunus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota. Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que pedía. Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja, y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.
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allen-kunekune · 5 years
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L'avarice du Dragon
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Fried avançait silencieusement sur le chemin, ses yeux s'attardant sur les arbres l'entourant sans pour autant les voir. Son esprit n'était pas à ça. Il était restait à la dispute de se matin, dans la maison qu'ils occupaient tous ensemble.
Il s'était disputait avec Luxus , une grosse dispute. Cela arrivait bien sur de temps en temps d'avoir un désaccord, mais ce matin cela avait été plus fort, plus violent. Fried repoussa ses pensées une nouvelle fois, ne souhaitant pas se rappelais des objets volants dans la pièce et des cries. Il s'était emporté, tout comme Luxus. Plusieurs verres avait étaient brisé et il était sur d'avoir cassé leur canapé comme le blond avait réussi à briser la fenêtre.
A la fin il était simplement partie en se téléportant, refusant de continuait de briser leur maison tandis que Luxus partait s'enfermé dans sa chambre en claquant la porte. Cela avait été pour le mieux. Il était arrivé la guilde quelque seconde plus tard, avec la chance de n'avoir presque personne.
Cela lui avait suffit, peu de monde pour savoir se qu'il faisait là. Le jeune homme n'avais pas hésitait et été partie voir Mirajane qui s'occupait justement des missions. Il avait besoin de partir, de remettre ses idées en forme. Les mots l'avaient blessé plus qu'il ne l'aurait souhaité. Si c'était se qu'on pensait de lui, il ferais sans doute mieux de maintenant travaillait seul et ne plus gêner ses amis.
" Bonjours Mira, j'aurai besoin d'une mission solo s'il te plaît." Simple et directe.
L'ainé des Strauss releva les yeux surprit avant de sourire comme à son habitude. " Bonjours, les autres ne sont pas là ? D'habitude tu demande toujours des missions de groupe."
Décidément elle connaît bien trop les habitudes des membres de la guilde. Freed n'avais pas l'esprit à ça néanmoins pour le moment. Il avait juste envie de partir quelque pars quelque jours pour juste être seul et réfléchir, pas félicité la barman pour ses bonnes attentions.
"Non, j'ai besoin de partir seul quelque temps. Tu n'aurais pas quelque chose pour moi ? "
Mirajane fut surprise, mais chercha tout de même parmi les nouvelles missions reçus se matin même.
" Je n'ai pas l'habitude de te voir partir seul, tu veux quelque chose en particulier Fried ?"
" Juste quelque chose de pas trop loin pour que je puisse y être dans la journée et qui m'occupe un peu."
La mage acquiesça et fouilla parmi la pile alors que de nouvelles personnes rentraient. Bientôt la guilde serais bondé, et pleine de vie comme à son habitude. Le regard de Fried se déposait sur les nombreuses missions, avant de remarquer une plus petite pile de missions sur le coté. Le jeune homme les prit, les feuilletant rapidement avant de s'arrêtait sur une qui semblais idéale. Elle demandait un mage capable de détruire un vieux sort de protection et d'en installer de nouvelle sur une propriété nouvelle acquis à quelque heur d'ici. Elle avait une paye convenable et demandais un savoir important que Fried savait avoir. Elle pourrait tout autant convenir à Levy et Fried voulu s'assurer qu'elle était bien disponible.
" Celle-ci est elle réserver Mira ?"
" Oh, non mais elle me paraissait peu suspecte. Je ne pense pas que cela soit une bonne idée de la prendre, surtout si tu es seul."
" Non, c'est bon. Je sais me défendre et elle n'est pas très loin en plus en cas de problème."
Mirajan paraissait septique, argumentant qu'il pouvait attendre quelques heurs le temps qu'elle vérifie que l'annonce soit vrais mais le jeune homme resta obstiné. Levy qui venais d'arriver avec Juvia se proposa même de l'accompagner pour rassurer la barman et veillé sur le mage mais Fried refusa toutes demandes. Il partait pour être seul et même si la compagnie de la petite mage était souvent agréable, le sujet de la dispute le revenait doucement.
"Je vous remercie mais ce n'est pas la peine. Je reviendrais dans quelques jours si tu se passe bien et j'ai vraiment envie de faire un travail en solitaire" Sourit 'il, laissant les deux femmes douteuses.
Maintenant Fried se trouvait un peu idiot d'être partit aussi rapidement et pour une mission qui se pouvais très bien être juste une perte de temps voir un piège. Néanmois marchait dans cette foret avait au moins des vertus apaisante. L'après midi était déjà présent et le jeune homme s'imagina quelque seconde si les autres avaient remarqué son absence. Non, ils devaient profité de ne pas avoir leur capitaine sur leurs dos pour une fois.
Les remuts de la disputes revenant lentement et Fried s'obligea à ne plus y songé. Il jetait un nouveau regard au chemin, laissait la pensé de son travail le détendre. Il reviendrait à Fairy Tail détendu après quelque jour à étudier un vieux sort de protection et en installer un nouveau. Il l'avait déjà fait pour leur maison, personne hors de la guilde ne peux rentrer chez eux et ceux même si il vienait à mourir. Il n'avait qu'à faire un autre modèle de se types, quoique un peu différent pour ne pas mettre en péril sa maison ou celle de ses clients. Cela ne lui prendrait qu'une journée ou deux. Le plus dur allait sans doute être de détruire l'ancien sort.
Fière de sa résolution, le jeune homme aux long cheveux continuait sa marche paisible jusqu'au croisement qui indiquer la direction de la maison de ses clients.  Son regard s'attardait sur les vieux panneaux en bois abimer par le temps et presque entièrement couvert de mousse lorsqu'un qu'un bruit suspect résonna derrière lui.
Fried se retourna rapidement mais il ne vit rien d'autre que les arbres et le chemin de terre. Fried secouait la tête, pensant avoir réver quand le bruit de pas se fit plus fort et juste derrière lui.  Le mage runique entendit le coup de feu alors qu'il sautait sur le coté, l'épée sortie et des sorts sur le bout de doigt. Une douleur le fit plisser les yeux, son œil visible s'attardant une seconde sur l'épaule saignante qui laissait une tache sombre sur son manteau.
Quand Fried relevaient les yeux, personne n'était là. Le bois était de nouveau silencieux et si il n'avait pas cette blessure il aurait put jurer avoir entendu ses bruits de pas. Les sens en alerte et prenant soin de placé son dos contre un arbre Fried sentie que trop tard le canon d'une arme dans son dos. Le coup fut douloureux, mais soigneusement placé pour ne toucher aucun organe important.
Deux mains le jetaient sur le sol, renvoyant un choc douloureux dans les deux plais de Fried qui remarqua que trop tard l'absence de son épée. Brisé et jeté plus loin sur le chemin, Le mage runique remarqua que son agresseur ne prit pas la peine d'attacher ses mains. Il avait juste brisé son épée, menace directement et ne cherchait pas à l'empêchait d'utilisé sa magie. Il pouvais sentir le sang se répandre sur son manteau et sa chemise autrefois blanche , mais cela ne l'empêchait pas de bouger malgré la douleur.
Serrant les dents, Fried profitait de voir l'homme lui tournée le dos pour se relevais malgré la douleur provoquer entre ses cotes par le mouvement soudain. Son ennemie avais fait l'erreur de le laissait libre d'agir, et Fried n'allait pas attendre pour l'attaquer.
Le sort s'incrusta sur le dos du long manteau en cuire usé, et l'homme vola loin de Fried dans un surprise évidente. Le jeune homme ne put pas envisager une nouvelle action qu'une forte main ne le saisie. Une poignée de fer se renfermait sur ses mains, un craquement douloureux résonnant  avec le cri de douleur de Fried quand son nouvel agresseur fit plier ses bras dans un angle peu naturel lui laissant ses poignées brisé.
Fried vit la personne qui le tenais sortir de l'arbre contre le quel il s'était réfugier, sa magie étant visiblement la raison pour laquelle il n'avait pas remarquait plus tôt la présence de la femme à la musculature impressionnante. Forcé d'être mis à genoux sur le sol, Fried sentit un coup de pied sur sa plais qui le fit chuter sur le sol mais le laissa loin des mains adverse. Repliant ses bras aux poignées brisées contre son torse dans une tentative d'apaisé la douleur et le protéger, Fried reprenait son souffle difficilement en s'attendant à un nouveau coup qui n'arriva pas.
" C'est suffisant Danaé. Il doit être vivant pour la suite." La voix était calme quoique marquer par le choc de l'attaque surprise de Fried.
" Bien. Laissez-moi juste le rendre plus facile à transporté."
Sa tête fut saisie sans grande délicatesse, la grande main ne laissant aucune chance d'échappatoire qu'en un tissu imbibé d'une forte odeur fut placé sur son nez et sa bouche. Fried se débâtit maladroitement, épuisé et son corps lui renvoyant en permanence des vagues de douleurs avant d'être juste laissait sur le sol peinant à garder les yeux ouverts.
Luxus ...
Cette journée avais si mal commençait pensa t'il. Il avait était idiot et maintenant il était en train de perdre connaissance sur chemin de terre, la douleur de son corps s'endormant alors qu'il perdait lentement connaissance.
Ses yeux se refermaient définitivement, le peu de force qui lui restait partant sous l'effet de la drogue alors qu'il laisser une dernière pensée a ses compagnons. Finalement il se pourrait bien que cette dispute soit son dernier moment avec eux. Il aurait juste voulut un peu plus de temps pour les revoir , s'excusé d'avoir était un si mauvais capitaine.
C'est grognant que Luxus sortie, Evergreen ayant fini par le convaincre de sortir pour aller à la guilde. Le blond refusait toujours d'expliquer aux autres le sujet de la dispute avec Fried , alors Bixrow et Ever attendais des réponses de leur capitaine.
Il devait s'être réfugié à la guilde, parlant sans doute à Mirajane ou d'autre membre en attendant ses amis avec une mission prête pour eux comme toujours. Le blond pardonné et déjà de quoi remplacé les objets cassés.
Cela les surprit de ne pas trouver la tête verte assis quelque part, attendant souriant qu'ils partent ensemble en mission.
" Fried est déjà partie si c'est lui que vous cherchiez." La douce voix de la barman les surprit, mais Mirajane les saluait juste poliment en nettoyant plusieurs verres.  
" Comment ça partie ?" Questionna Ever , prenant place au bar pour pourvoir mieux discuter avec Mirajane.
" Il est venue tôt se matin, se téléportant directement dans la guilde et m'a demandé une mission solo. Il avait l'air troublé mais il a insisté pour prendre une mission et il est repartie aussitôt il y a maintenant bien cinq heurs."
Evergreen jetait un regard noir à Luxus qui grogna, détournant la tête en se sentant maintenant un peu coupable. Maintenant il allait être aussi en froid avec la seule femme de leurs groupe pensa t'il. Bien qu'elle est une bonne raison de lui en vouloir mais tout va se résoudre comme toujours non ? Fried ne laissait jamais le temps au blond qu'il s'excuse qu'il était pardonné.
"Et il a pris quel genre de mission ? On peux surement le rejoindre !" S'exclama Bixrow optimiste mais Mirajane secoua là tête. "Il a demandé à être seul et à refuser Levy qui voulais bien partir avec lui. Il ne voulais pas être accompagné." Elle soupira avant de reprendre. "Je ne sais pas comment il a put être mit dans un telle état. Mais normalement il devra être de retours d'ici la fin de semaine." Fini la mage, tentant de terminait sur une note plus joyeuse.
Luxus grogna avant de se dirigeait vers la porte. Pas la peine de resté si Fried ne serais pas de retours plusieurs jours.
" Luxus ? "
" Il en aura vite fini de cette mission. On l'attend juste avant de prendre une mission ensemble." Sans plus de mot le blond partie, laissant les trois mages s'échangeait un regard.
" Ils se sont disputaient n'est pas ?" Demanda Mira , finissant de laver la pile de verre sale de se midi.
Ever se contenta de soupirer, fatiguer du comporte contradictoire du chasseur du dragon qui n'arrivait pas à communiqué  même avec son équipe depuis quelque jours.
" Tu ne sais pas ou je pourrais trouver Elfman plutôt que de remarquait l'évidence? " Fini par demandais la jeune femme à lunette en ignorant le petit sourire qui se formait sur les lèvres de l'ainée.
Les yeux de Fried s'ouvrait lentement, le sommeille disparaissant pour laisser place à la confusion. Son corps se réveillait lentement avec lui dans l'obscurité flou que ses yeux lui apporté. La première chose qu'il remarqua était ses bras attaché au-dessus de sa tête, de lourd bracelet qui compressait ses poignées et tirait sur tout son corps. Une chaine semblais avoir était accrocher sur chaque menottes et descendait du plafond. A part ses bras rien ne semblais l'empêchait de bouger.
Son épaule et ses cotes était douloureuse, mais il avait était soigné. Ses poignées bougeaient sans douleurs mais rien ne se passait quand il traça une rune. Il devait portait des menottes anti-magies pensa t'il.
Quelque chose se tenait sur sa gorge, un lourd collier que Fried reconnu être comme ses menottes anti-magie. Il n'avait pas fait la même erreur que lors de son embuscade. Le jeune homme devais d'abord trouver le moyen de retirait les lourd fers qui le tenais avant de tentait une fuite.
Sa vision s'adapter au peu de luminosité, le flou disparaissant maintenant qu'il était bien réveillé. Le sol était froid contre ses pied nues, comme le reste de se qui ressemblais à une prison. Le mur humide sur le quel il était attachait, les chaines au mur et les pierres recouverts de mousses. Il devait être sous terre en vue de l'humidité ambiante et le manque de fenêtre.
Fried frissonna quand une porte à sa droite d'ouvrit, laissant la lumière du couloir se rependre dans sa cellule. L'air frais le fit réaliser qu'il n'avait plus de manteau, juste sa chemise sale de son sang et son pantalon.  Deux hommes entraient, refermant la lourde porte de fer et de bois derrière eux. Une chaude lumière continuait de se reprendre de la torche que portait l'homme en retrais , réchauffant un peu les pierres froides et les muscles engourdies du mage de fairy tail.
" Je ne pensais pas que se serais un mage de Fairy tail qui viendrait." Dit soudainement l'homme en avant que Fried reconnu être son agresseur. Il était grand, dans la moyenne et portait des habits usés mais pratique. Un long manteau de cuire qui descendais jusqu'à ses cuisses, recouvrant une partie d'une chemise lâche bleu nuit et un pantalon noir.
Deux yeux rouges rouilles l'observais, un sourire se formant sur les trais de l'homme aux cheveux argentés cours lissé à la vas vite. Fried se contenta de lui renvoyait un regard noir.
" Aucun mage capable de maitriser des runes ne travails seul dans cette guilde mais j'imagine que nous avons eu de la chance." Conclut l'homme.
" Que voulez vous ?!"
Le sourire de l'homme se fit un peu plus grand. " Nous n'avons pas le temps à ça c'est vrais. Maintenant que nous avons notre mage il ne manque plus que de vous convaincre."
" Je ne ferais rien pour vous." Déclara simplement le mage runique. Il n'allait certainement pas travailler pour une guilde noire. Il devait juste attendre de trouver un moyen pour s'échapper.
" Nous avons besoin de quelqu'un pour tracé quelque runes pour nous. Voyez vous nous avons mis la main sur un livre fort intéressant pour convoquer notre propre démon." La voix de l'homme était plus calme et douce de se à quoi il était habituer quand il combattait des guildes noirs. Si Fried l'avait croisé dans une autre occasion, il ne l'aurait pas suspecté d'être dans une guilde illégale.
" Tracez simplement le cercle d'invocation pour nous, ou nous trouverons le moyen de vous faire céder."
La menace était à peine cachée, et Fried douté que leurs moyens de dissuasion soit une simple discutions.
Pourtant Fried garda le silence, ignorant les deux hommes qui s'échanger un regard entendu.
" Je n'attendais pas moins. Va me chercher Danaé , et dit lui d'importer quelques jeux avec elle."
Les autres chapitres sont disponibles sur AO3 et maintenant Wattpad
L'avarice du Dragon AO3
L'avarice du Dragon Wattapad
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charlotsweb-blog · 7 years
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Roadtrip LA-SF
Voici mon parfait road trip Californien clé-en-main. J’ai filtré mes meilleures expériences, bons plans et adresses bien choisies. De Los Angeles à San Francisco en passant par Palm Springs, ce parcours peut se suivre à la lettre (20/20) ou se picorer librement (désinvolture tolérée). Suivez le guide: 
1. Los Angeles 
Atterrir à L.A. ou plan B malin le petit aéroport de Burbank (à taille humaine et les vols sont souvent moins chers). Louer un gros SUV à l'aéroport. Dormir, Option1 avec enfants: dans un Airbnb à Venice Beach pour être proche de la plage et de Abbot Kinney Boulevard qui est une concentration de boutiques et restaurants sympas. Option 2: hotel Petit Ermitage pour son rooftop-piscine romantique, idéalement situé dans West Hollywood avec moult bars et restaurants tout autour. Aller downtown pour visiter The Broad Museum et The Guetty Center.
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Le Petit Ermitage:
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2. Joshua Tree National Park 
Sur la route de Los Angeles à Palm Springs, le Joshua Tree est un sublime décor désertique composé du Mojave + Colorado desert. A voir: la vue sur Coachella Valley. On peut faire un tour en voiture ou une randonnée, mais la spécialité c’est l’escalade. Joshua Tree est qualifié de “Insta-worthy” avec entre autres Heart Rock (un rocher en forme de coeur) et Skull Rock (en forme de crâne) #maximumdelikes
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3. Palm Springs est une oasis en plein désert, aux pieds des montagnes. Dormir au Ace Hotel Palm Springs, pour se faire une session grosse chaleur dans ce motel Instagram-able autour de la piscine au son d’une playlist parfaite. Si vous êtes avec des enfants, éviter d’y aller le weekend c’est pool party. Et voici un article avec toutes les activités autour: http://redtri.com/los-angeles/kid-friendly-palm-springs/. Je ne garantis rien car pour ma part je suis restée plantée comme un cactus à l’hotel pendant quatre jours.
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Puis remonter la route 1 vers San Francisco. Et voici les arrêts possibles (note: la route entre Palm Springs et Carmel est environ 7 heures de voiture, on peut couper la douloureuse avec une nuit à Santa Barbara ;-):
4. Carmel pour sa jolie plage et petit village charmant, connu pour être le fief de Clint Eastwood #legend. Dormir au Bernardus Lodge and Spa, un boutique-hotel ultra luxe, recommandé par une amie qui ne s’emmerde pas (pour ma part j’ai fait une très mauvaise expérience de mobile home immonde sur lequel je jette un voile discret).
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5. Big Sur est un spot légendaire entre les montagnes et le Pacific: de toute beauté! Dormir au Big Sur Lodge: une série de petites cabanes individuelles dans la foret, “a rustic gateway” comme ils disent! La déco est gratinée et la douche est en plastique mais on est au milieu de la foret, ideal pour se faire une balade randonnée et profiter de l’océan sur Pfeiffer Beach.
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6. Monterey pour voir les baleines avec cette petite compagnie de bateaux de pêche: Monterey Bay Whale Watch. L’expérience est unique, c'est carrément impressionnant de voir des baleines d’aussi près! Dormir: The Monterey Hotel est un parfait petit hotel classique dans le centre. 
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7. Santa Cruz pour son ambiance surf-skateboard-motel-vintage, avec une foire "Board Walk” le long de la plage, et pleins de restaurants sympas que voici: Bantam pizzeria, Suda et Home, cuisine californienne from the market. Je vous aurais prévenu!: L’AIL est la spécialité locale, avec festival et cornet de frites à l’ail à tous les coins de rue.
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8. San Francisco: je conseille de s’installer au centre, dans les quartiers de CASTRO, HAIGHT ASHBURY ou près du DOLORES PARK, cela vous permettra de vous balader facilement à pieds et en tramway. Avec enfants: je recommande une location Airbnb. Pour les autres il y a un charmant petit hotel: Parker Guest House près du Dolores Park.  
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En quelques jours voici les spots essentiels: visiter le SF MOMA downtown, monter sur les Twin Peaks pour la vue à couper le souffle, visiter la prison Alcatraz (audiotour raconté par les anciens prisonniers), traverser le Golden Gate Bridge en vélo (électriques) pour aller jusqu'à Sausalito déjeuner chez FISH et voir les Boat Houses. Puis rentrer en bateau (avec son vélo) à SF. 
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Des restaurants garantis bons:  Tartine Manufactory, Suvla SF, Red Hill Station, Lolinda, Mister Jiu's, Reveille Coffee Bar,  Vive la Tarte Bakery, Namu Gadji ... 
Des boutiques dénichées: Mira Mira, Lexington Standard, Reformation, Marine Layer, et les boutiques vintage de Haight Ashbury. (je développe mes bons spots dans un post précédent by the way).
Ensuite cela vaut le coup de remonter un peu au nord de San Francisco pour voir la côte, l’océan et les éléments de cette nature XXL. Et voici deux bons plans:
9. Russian River à 1h30 en voiture au nord de SF pour une expérience glamping chez AUTOCAMP Russian River. On dort dans une caravane design en aluminium avec queen size bed de rêve et douche à l’italienne. Le spot est idéal pour faire du canoe sur la rivière et une grande balade dans la foret des Redwoods. 
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Le petit village de Guerneville à 5min en voiture est minuscule et authentique mais infiltré par quelques hipsters californiens qui ont ouvert des restaurants healthy-good-food: Seaside Metal ou Big Bottom Market, et Nimble and Finns pour leurs glaces maison dans une ancienne banque.
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10. Point Reyes: sur le chemin du retour vers SF je conseille de vous arrêter sur la plage de Point Reyes, no comment.
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Dernier tips: 
Il existe deux principales alternatives à Aribnb, la première est VRBO, l’ancêtre de airbnb, moins sexy mais souvent les prix sont un peu moins chers. Et Kid&Coe, pour trouver des locations uniquement kids friendly toutes équipées bébé, avec des chambres remplies de jouets et des recommandations de babysitters.
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Et vous pouvez suivre le compte Instagram California Weekend pour ses bonnes adresses road trip.
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crackinglamb · 1 year
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Chapters: 17/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
Mira Foret has always drifted. No place is home, no one is family.
Until the Iron Bull.
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Chapter 17 - Keeping a Careful Distance
“How much did you hear?”
“Enough.” She stuck her needle through the mending, knowing she didn't need the ruse anymore.  She glanced back up at him, noting the set of his shoulders, the tightness in his fists.  “No believer like a true believer, eh?”
“What do you mean?”
“Well, he's human, and Rivaini.  Lots of converts up that way, so I hear.”
“Maybe he was born to it,” he shot back, and for a moment it looked like he was pissed that she figured it out, but it passed quickly to something more jovial and almost mocking.  Challenging.  She grinned at him.
“Maybe. But would he have had so much fervor about it if it was all he'd ever known?  In my experience, zealotry is a mark of those trying to impress.  Be that their god, or those they feel have strayed.  It's a superiority complex, warranted or not.  It tends to happen more in people who have chosen a thing rather than were born in it. Like they're still justifying it, maybe even to themselves.”
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Chapters: 19/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
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Chapter 19 - Slip of the Tongue**
“In here,” he said, waving one hand around to encompass the tent, “you can call me anything you like.  Out there...?”
“Out there I wouldn't dream of undermining your authority with your own men,” she interrupted sharply.  “I'm not stupid.  They bet on us enough as it is.”
He scoffed lightly and scratched his jaw.  “Yeah, I should probably put a stop to that.”
“Or give them something else to think about.”
“Eh, it's winter.”
It was her turn to chuckle.  “Was that almost an admission of not wanting to stand around in the cold watching them drill?  You getting old on me, Bull?  What are you now, thirty?”
“Thirty one, and still plenty quick enough to catch you if you want to be a brat.”
“Thought you wanted to go to the marketplace.”  Mira grinned into the rim of her mug as she drank the rest.
She caught the gleam in his eye just before he launched himself from his chair.
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crackinglamb · 11 months
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Chapters: 20/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
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Chapter 20 - In Vino Veritas
Not ten minutes later, the flap flew open and Krem came in, bearing a bottle of wine and two cups.  His look brooked no argument and she marked her page with a sigh.
“Did you get the short straw or is this of your own volition?” she asked as he poured a healthy amount into a cup before sliding it towards her.
“The kids don't like it when their parents fight,” he said, pouring his own.  
“It wasn't a fight.”
“No? Tell that to all the backsides he just flattened in the drilling ring.  Like he had something to prove.  And you weren't even watching.”
“It wasn't a fight,” she reiterated, sipping from the cup and deciding Krem had good taste.  Or had raided Bull's stash.  The second was more likely.  “I did maybe yell at him, though.”  Another sip, another small silence.  She noticed Krem was shifting in his seat. “You one of the ones he flattened?”
“He knows I can take it better than the recruits.”
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Chapter 16 - Just Fun**
Mira giggled a bit as she settled in his lap under the water.  It was hot enough to sting, but she could also feel her muscles loosening their stranglehold on her.  Bull could tell the tension was leaving her and his face was approving.  For a while they merely sat there, soaking in the heat.  The water had a mineral tang, with the faintest hint of sulfur lingering on it.  Just enough to be noticeable, not enough to be unpleasant.
“Do you remember that first day, after we met?  The bathing house?”
“Of course.”  He looked around the hot springs, an amused look on his face.  “This is a little more...open.”
“No kidding.”  She shifted in his lap, bringing her upper body flush against his and she wrapped her hands around his horns from behind. His expression said that he knew she liked doing that and he wasn't opposed.  “I was such a mess then.  And you were kind.”
“Kind?”
“You didn't push me for more than I was ready to give.”
“I'm still not.”
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Chapter 18 - Of Passing Time and Important Distinctions
“Do you trust me to take tea?” she asked, looking up at him and holding his eye and hopefully hiding her inner thoughts.  He blinked at her. “As a healer, as a displaced woman who's joined a mercenary company and knows fully well that this is no place for a baby, do you trust me to do that?”
“I trust you, Mira.”
She closed the box and slid it across the desk towards him.  It was entirely selfish, and probably incredibly foolish, but this one thing was hers.  Skin on skin, no barriers, no interruptions.  He wouldn't judge.  “Them.”
Inherent in her decision was that she was going to trust him too.  Both to hold up his end of this agreement and to know why she'd decided the way she had.  He nodded and picked up the box, then left her tent.
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Chapters: 27/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
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Chapter 27 - A Culmination of Acts
On a quiet evening, as the sisters were preparing to leave for the day, Leliana approached Mira with a tightly rolled missive in her hands. “It is imperative that this reaches its intended location.  Rue Capole, at the sign of the Pierced Star.  I cannot go.  Can I trust you to do this?”
While most did not know what was happening under their noses, Mira was aware that Leliana had been in contact with companions from her year traveling with Warden Tabris.  She couldn't see a recipient's name, and the location was vague at best.  Her blood ran cold, however. What the Nightingale was asking went beyond what a mere secretary should be responsible for.  No matter that it was presumably dropping a letter into a secure box.  It was nothing more dangerous than what she'd been doing to pass information to Bull for years.  
But Leliana should not know that she was capable of doing it.
“I will be discreet, Sister Nightingale,” she said, keeping her tone soft and guileless.  She didn't really have a choice in the matter. It was only driven further home by the look in Leliana's eye when she looked at her.
“I know you will, Cipher.”
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crackinglamb · 10 months
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Chapters: 26/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
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Chapter 26 - One Night In Val Royeaux**
“You all right?” he asked, his tone very different from the one he'd used before.  
“Yeah, I'm good.”
He sat up, spilling her loose-limbed and chortling into his lap.  He didn't seem to mind sitting on the plank floor, but then again, his skin was tougher than hers.  “Give me a minute, I'll see how good I can make round two.”
Mira hummed and snuggled into his chest.  His fingers combed through her hair, untangling her braid and laying the tresses flat down her shoulder blades.  It was nice just to be in his presence again.  She felt like nothing could touch her as long as he was.  Her fears and worries dropped away, pushed back by the solid wall of his body.  She wished it could last.  She knew it wouldn't.
“I have things for you, since the dead drop is gone.”
“Worry about that later.”
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Chapters: 4/27 Fandom: Dragon Age (Video Games) Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
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Chapter 4 - Into the Mouth of Madness
“Where is this mission, anyway?”
“A fortress south of some village.  Lothering, I think.”
Ostagar.  Oh fuck.
“I see.”  Dread sank deeper into her.  “How long will it take to get there?”
“A week, ten days.  Depends on how often we can change mounts.”
“I'll get packed.”  She managed to unstick her feet from the ground and turn away, but hadn't gone more than a couple steps when she heard his voice again, low enough that it didn't carry beyond the pair of them.
“Why don't you want to go to Ferelden, Chestnut?”
There was no way she could answer that.  The only thing she could do was turn it back on him.  “Why don't you want to take me there?”
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crackinglamb · 10 months
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Chapters: 25/27 Fandom: Dragon Age (Video Games), Dragon Age - All Media Types Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
Mira Foret has always drifted. No place is home, no one is family.
Until the Iron Bull.
 NSFW will be marked with **. Beta'd by Iron_Angel. Updates on Monday.
Chapter 25 - Under Cover, of Identity and Dark
The Angry Swan was a rather disreputable looking inn and Mira grinned, knowing that was likely why Bull had chosen it.  It was the kind of place where one didn't admit to seeing anything, and if they did, they didn't say so.  It reminded her of the tavern where they’d met, so long ago.  Inside the light was murky and the sailors and dockworkers drinking there barely gave her a glance when she walked in.  She searched the taproom and found Bull sitting in a corner, his back and blind side protected by the walls.  He'd seen her come in – a smirk already curled his lips – so she wasted no time crossing the room to him.  In her periphery she saw a barmaid's disappointed glower.  It made her grin.  Some things never changed.
“Hey, babe.”
He gave her one long assessing look, from her hood to her boots.  His smirk grew wider.  “Chestnut.”
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crackinglamb · 1 year
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Chapters: 2/27 Fandom: Dragon Age (Video Games) Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
Mira Foret has always drifted. No place is home, no one is family.
Until the Iron Bull.
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Chapter 2 - In a Bathhouse
“So what's your story, Chestnut?” he asked out of nowhere, shattering the illusion that he wasn't paying attention.  She remembered something else then.  Ben-Hassrath.  Qunari secret police.
He's a spy.  And all that implies.  Keeping things from him will be next to impossible.
“Chestnut?” she asked aloud, pushing the thoughts aside.
“Most folks think chestnuts are brown.  The fruits are, but the wood is not.”  He gestured to her hair.  It was true that it was a dark red, more russet than orange.  She supposed she would describe it with that color.  She suddenly caught the pun too.  He'd called her by the color of the wood, and she'd given her name as Foret. She arched a brow in his direction and he laughed.  “Well, you aren't slow on the uptake.  Nice job.”
“Is bad joke,” she said dubiously.
“Yeah, but funny.”
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crackinglamb · 1 year
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Chapters: 3/27 Fandom: Dragon Age (Video Games) Rating: Explicit Warnings: Graphic Depictions Of Violence Relationships: The Iron Bull (Dragon Age)/Original Female Character(s), Cremisius "Krem" Aclassi & Original Female Character(s) Characters: Mira Foret, The Iron Bull (Dragon Age), Cremisius "Krem" Aclassi, The Bull's Chargers, Original Orlesian Character(s), Original Dalish Character(s) (Dragon Age), Leliana Additional Tags: Alternate Universe - Canon Divergence, Modern Girl in Thedas, pre-Inquistion, Eye Trauma, oc is a healer, OC is a Polyglot, Obligatory Sad Backstory, Canon Trans Character, Found Family, Blood and Gore, Open Relationships, Friends With Benefits, Explicit Consent, Contraceptives, Semi-Public Sex, Size Difference, Service Top Bull, soft domming, Aftercare, Just Because Bull is a Masochist Doesn't Mean He's a Sadist, Merc Life Ain't Easy, Minor Character Death, The healer has the bloodiest hands, Dubious Spycraft, Unplanned Pregnancy, Miscarriage, Ambiguous/Open Ending, part one of a series, Additional Warnings In Author's Note, Please Heed Them; Parts of This Are Graphic, Dead Dove: Do Not Eat Series: Part 1 of Driftwood Summary:
Mira Foret has always drifted. No place is home, no one is family.
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Chapter 3 - Lines of All Kinds
She finished the last knot and snipped off the thread, then bathed the skin again with more antiseptic.  His fingers tightened on her, hard.  It wasn't truly painful through her leathers, but she shifted on her feet just the same.  Just in case he'd forgotten where his hands were.  He loosened his grip, but didn't let her go.
“How's the new patch doing?” she asked.  “Are the straps holding up okay?  No irritation?”
“It's fine, Chestnut.”  He grumbled under his breath as she wrapped a bandage of linen over his fresh stitches.  He'd need to keep them covered at least a day before she would let him out of her sight again, and well he knew it.  He didn't necessarily like it, but he rarely fought her on it.  It was the closest they'd come to a compromise on the nature of his obsession with scarification.  “I suppose you want to check, eh?”
“You just want my hands on you some more.”
“Wouldn't complain,” he said, his tone dropping in register from half serious grumble to deeply sensuous purr.  She resisted the urge to swat him.
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