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#pueblos cubiertos de ceniza
telerealrd · 1 year
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Erupción del volcán Shiveluch cubre pueblos de ceniza en Kamchatka, Rusia
El volcán Shiveluch, uno de los más activos de Rusia, hizo erupción en la península de Kamchatka, al este del país, el martes pasado. La erupción, que comenzó poco después de la medianoche, lanzó una enorme nube de ceniza al cielo que cubrió pueblos enteros con una capa de polvo volcánico grisáceo y provocó una alerta de aviación. De acuerdo con la rama de Kamchatka de la Academia de Ciencias de…
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adictaenserie · 3 years
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Katla vs Curon
Katla y Curon son 2 series ambientadas en pueblos reales (Vík í Mýrdal en Islandia y Curon Venosta en Italia) con una geografía peculiar, en las que aparecen dobles de las personas.
Katla
El volcán Katla entró en erupción hace 1 año y la mayoría de los habitantes del pueblo más cercano evacuaron la zona. Aparece una mujer cubierta de cenizas, que según su testimonio es extranjera y trabaja en el hotel, pero la policía descubre que dicha mujer no está desaparecida, que trabajó en el pueblo hace 20 años atrás y que actualmente vive en Suecia con su hijo. Aparecen más personas cubiertas de cenizas, la hermana desaparecida de una rescatista, el hijo fallecido del geólogo…
La playa con arena negra y los terrenos cubiertos de ceniza generan una atmósfera alienígena, más cercana a los paisajes de la saga Alien que a los del noir nórdico.
La mezcla de géneros está bien lograda, por un lado el geólogo que está estudiando el volcán y la Sra. que administra el hotel aportan una explicación coherente desde la ciencia ficción y el folklore local a lo que está sucediendo y la mera existencia de los dobles y el paisaje como contexto son escalofriantes. En cuanto al drama, los personajes son sólidos y complejos. Obviamente la llegada de los sustitutos les genera un conflicto, ya que deben enfrentarse a su propia existencia y las consecuencias de sus decisiones.
Curon
Una mujer junto con sus 2 hijos adolescentes regresa a su pueblo natal, a vivir con su padre con el que no tiene buena relación y desaparece repentinamente. Se vuelve a manifestar la maldición del pueblo: las personas comienzan a oír campanadas en sus cabezas, y cuando eso sucede, del lago surge un doppelgänger o gemelo malvado, una persona idéntica a ellas, pero sin inhibiciones y con intenciones más egoístas.
En los 1950s se construyó un embalse y del lago resultante surge un campanario, último vestigio del antiguo pueblo que fue inundado.
Al igual que en Katla con el volcán, la trama de los dobles en Curon es sólida, pero la gran diferencia es que son los adolescentes los que llevan la historia y tienen los conflictos propios de su edad, la existencia de los dobles no los desestabiliza de manera tan profunda.
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csalazargt · 1 year
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FOTOS: Así se ve un pueblo cubierto de ceniza tras una erupción volcánica en Lejano Oriente Ruso
http://dlvr.it/SmvlBz
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ichtys · 1 year
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MINISTERIO DEL INTERIOR / 5
libro 3. los caminos de hierro
la noche nacional
1
el portal que no es cósmico
ni cómico en el esquicio
se sostiene y la madre
santa madre de templito
dijo cuando muera dejaré
una herencia con que podrá
comer toda la vida
un juego de cubiertos dejó la vieja
templito temprano es el primero
que baldea el boliche ciudadano
tiene cara de borracho templito pero no
es la transmutación y la cuota
de otredad que se adhiere
en el orden de alguna / subrealidad
supervivencia
del apto encuentro, la máscara
en el olvido nocturno impregnado
de la última aceitada población / los prismas
la marcha del capital, la sobria
concepción precaria del síntoma
2
desde el impulso que lleva
hasta el conocimiento
de la idea de la belleza
hasta la margen izquierda en la canaleta
que arrastra la mugre plástica, la mañana
sigue suelta como un rábano picante
aletea pleno el sábado
y los nuevos austeros jóvenes engullen
el último resquicio de ferchu
a botella limpia, cortada
como quien toma la brea para surtir
el interior inadvertido, apresado
de una vía plana / preludio que lleve
de una vez al dormir
sin más peros precisos
3
como una tranquera asesinada por el calor
(del poniente)
suena el motor de la chata cuando aguarda
que salga la ñata que toma vino
en vaso de telgopor
carótida espera afuera del cowork
para rastrear moneda
crispado en la emoción
hagan la fiesta el gordo dice
también conmigo ahora que están
dale viento, dale moneda
dale sopor
4
el aspertu pregona polisemia y prepara
panchos profundos
llenos de salsa y terror
la solución gurmet para el bajón, el estado
de la carne apelada
en un distrito de oregón
y el almuerzo recurrente que descarta
toda ambición, precuela
epistemológica
de la nación desconchada
la caja que no es de ahorro es de cartón
corrugado por la industria compactadora
y se asusta en la coacción, se vuela
ahora que las nubes amenazantes
truenan con el viento
extorsivo del oeste
se desarman
así los puestos, la vigilia, la circulación
del líquido capital, la tormenta
desarma y arma consecuencias
otra cosa en otro lugar donde ahora
lo que circula es su líquido nebuloso dando
vida nueva al sembradío / y el círculo
empieza otra vez
5
la estatua del estatuto satura, presidente
presiente casos precisos
a su alrededor, bisnietos
el edificio donde casi
sucedió la vida
el reduce con el manto oscuro
grafiteado con presión
los pastores de la melancolía
hoy arrasan lo maldito
la elocusión
pasto pastito pastoreo
con sus tópicos de moda
los adalides de la marmota creen
parecer, parecen
creer pero sahumeria
los extermina a todos
les dice acá
gobierna la derrota
manda la frustración
6
como epílogo del trauma cuecen habas
cocinan, a la distancia
y aquello que se encuentra
tiempo después
es una sola zapatilla
un deportivo de marca inglesa
bajo la sombra remolona del container
se desconoce operación
en realidad, cuando el jornal
empieza lo que sigue para el pueblo
puerco pueblo es venir a descartar
tachito suena fuerte
para el adoctrinamiento
casual, pret a porter
la lana saca
la gloria del ovino
la carne del ternero fresco
la ira del bolsón
7
en otras cosas ayer
lo vimos al musgo
hombre malo si los hay, le dicen
así porque crece a la sombra
no sabe hacer otra cosa
que estar a la sombra libertad
lo pone nervioso, como funesto
calmante el delito
y la crueldad reside
en la bomba que tiene
el musgo en lugar del sentido
después están los errados
que acompañan pero esos
tienen arreglo, un resto
cenizas todavía tibias
en el corazón
8
no deja nada el día cuando amenaza
la lluvia conscripta de albacete
se dijo que los tiempos difíciles crean
hombres fuertes que hacen
tiempos fáciles de los tiempos difíciles
que crean hombres débiles que hacen
de los tiempos fáciles tiempos
difíciles y ahí perdura
el colorado apolo bien parido
cacerolea frula con bencina y espeta
el dueto speed base con vocablos
de casa bilingüe, en la oscuridad / que ahora
disuelve la noche en sus pómulos
brillando como luces
tiernas luces de navidad, el doloso
más tarde tienta
renguea facturas en la tienda viscosa
las baja con mermelada de cartón
9
la llevaron para limpiar una casa y al final
la dueña dijo tenía
que culear al hijo y después
se la terminó culeando
el hermano y al final
se la culearon entre los dos
mientras miraba la señora
no está bien esa mujer, me dice casiopea
entonces no supe muy bien
que hacer me dice pero después
volví con un tacho de gasoil
y prendí fuego el chalet
y ahora tampoco sé
muy bien que hacer
nos abrazamos y al final
quedamos revolcados en las matas
el himen indio de casiopea envolvía
mi miembro y por un rato, sin saberlo
fuimos un poco feliz
nunca tuve sexo
de esta forma, me dijo
y la verdad no supe
qué quiso decir
después no la volví
a ver a casiopea
tal vez fue lo último que hizo
no lo sé
10
mirá que te agarra el ojo
de loris que todo
lo ve desde arriba y cagaste
hasta de cuanto tiempo
tenés puesto el calzón te dice
vos no podés
ser un vagabundo
tenés que creer
en la magia
negra, la blanca
alguna cosa
tenés que creer
mesplico?
11
al puerto nocturno sube la maña
de la moza masiva que siente
y actúa como la supermodel
nadie sabe por qué
el maltrato no ayuda
la fortuna solo empasta
un poco el ego no debe
necesitar la plata
juan de dios filiberto destapacañerías
silueta firme suelta
paso tras paso y el fuego
no quema vagabundos
los eleva, impacta, tenías
el aluvión social a tu favor y viniste
a querer interpretar al maestre
de que planeta
viniste barrilete
12
el musgo mira fanzines que esbozan
secuencias de pornógrafos bajo la sombra
fría y exótica de los maples
que ahora inunda la plaza de cristal
en su hábitat natural hasta los faunos
estarían alertados cuando el musgo
fija la vista en el desierto
sufriente rostro de mujer que ahora
cruje penetrada en su ano
por una verga que emula
en largo y en diámetro el matafuegos
de algún sedán / entonces
todo lo demás en el musgo
parece no despertar
su atención primaria
busca en el rostro no los síntomas
que se extraen del placer
sino más bien el dolor escruta
para buscar su propio
extasis conceptual / y así
lo absorve la escena y como narciso
el musgo se ahoga en su imagen de dolor
la hembra nació para eso
el dolor del parto y nació
también para el dolor de la verga
concluye el musgo con cierto mohín
de abstracta satisfacción
13
la nena paisa empinada sigue
desde el sábado temprano lunes
por la mañana insiste
con asediar a los de menos
camina por el vector
de las calles que nadie camina
pide un cigarro, no augura
llegada, corte y entonces
agacha su torso de frente
a una pick up
lanza una meada monumental
el aire oliente opone su tacto al vapor
que sube por el vaso termal
cargado de café, la sopa
oscura de café que levanta
los párpados, el enjambre
que ahora desata
una nueva ergonomía municipal
la jornada de producción
la vida en general
14
tan solo con saber que el ñato
de la primera locomotora
adquirió sus palotes de mecánica
en una relojería
resulta suficiente para orejear
la forma, el origen
de la forma como los carros
la estructura que soporta
la pila de cartón / la manera
de atacar la basura
la elección minuciosa del metal
no es difícil agregar
a cualquier imagen precaria
alguna denominación
de origen controlado
15
si el dolor del hombre no deja estelas
sobre las cosas de la tierra
dónde las deja
es algo que se puede pensar
en el rostro algo malevo que empuja
como empuja un tractor el acoplado
entre la siembra
en ese momento en que la tarde
se empieza a romper
no se trata del rostro de un muerto
sino de algo peor
que es el rostro de aquel que sabe
la muerte como algo pronto
16
la células se intercomunican
a través de señales químicas y eléctricas
las plantas hablan
entre sí por medio de sustancias
que exhalan en el aire
los insectos danzan para emitir
la ubicación precisa del polen
las aves vuelan
en cautelosos círculos, presagian
la extinción terrenal de la carne
la cadena interminable
de la comunicación
extiende en cada partícula
su hilo y su locación resuelta
hasta el mareado, por decirlo
que ahora intenta juntar moneda
para pegar otro elixir y no puede
ni ubicar las consonantes
estira su mano hasta al fondo
de la estructura emocional y rescata
la última figura que dibuja la empatía
una correlación que, sabemos
no resulta sencilla
en el caso del mamú
17
ninguno de ustedes tiene derecho
a explicar lo que pasa
porque acá no pasa nada
que se pueda explicar
vamos por la revancha
me dice pico dulce y vamos
a buscar otro elixir
de cartón a la covacha
de la pacha mama
yo no sé bien
que vas a decir en esta hora
porque esta es una hora cruel y fugitiva
lo importante es que se entienda
el concepto crónico, la muerte
que si te agarra distraído es lo peor
pero mañana en la sobriedad del autismo
lo vamos a entender mejor
saludo atentamente
18
donde alguien
da un paso atrás
otro da un paso adelante y todo
en la covacha tiene precio
partido y ganancia
que asegura el pirata, el crimen
organizado es la múltiple
cadena donde aquello que el estado
no provee lo trae
la mala vida
crisis en chino
significa oportunidad
19
ando girado el punta
dice hace 10 años
que ando girado y no sé
ya para que lado
apunta la flecha
cuando cae marco aurelio
también 10 años casualmente
hijuelo natural del punta y futuro
emperador de la falopa cae
de buscar el aceite de garganta
olvidado en un percance
a la vuelta del salón comedor
tetra al medio con jugo
de pomelo rosado y áspero
vodka de corralón, la mortadela
se lo conoce en el malecón
20
volaron el trapiche y ahora
viene una torre, ya llega
no vayan
a desesperar / viene
con una banda
de amenitis, lavadoras
a todo trapo, un solar
con sol de tubo y sala
para la orgia total, ofrecen
vida en otro planeta, seguridad
las 24, se calcula
ganancia limpia y lavada
neta de milporciento
anual, se calcula
que los pisos superiores habitará
la imagen viva de don bosco
sorbiendo sauvignon blanc
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i-must-be-complete · 3 years
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Día 14.
Cuando escapó de las instalaciones militares cornerianas construidas en ese planeta desértico, lo que menos se esperó fue que sería apresado por una multitud de titanians enfurecidos después de una noche pagando posada. Era bien sabido por todos los lylatianos viajeros del espacio, que dentro del top de planetas más peligrosos del sistema, Titania se encontraba entre los primeros tres lugares debido a la concentración de rencores alimentados por sus habitantes con el pasar de los años. Pero Shears había logrado pasar desapercibido desde que fue asignado como capitán de la base y paseó en los terrosos pueblos cercanos con la destreza y astucia que le personificaba, por ello no se explicó cómo fue que -a pesar de todas las medidas tomadas a lo largo del día- había sido encontrado tan pronto.
Temió por su vida en cuanto no tuvo oportunidad de correr; continuar escondiéndose entre los diversos locales nocturnos y puestos ambulantes que adornaban el vecindario, cubiertos por pesadas mantas grisáceas. Desde que llegó y tuvo contacto con ellos, se enteró de los espeluznantes castigos que los propios campesinos realizaban contra los desafortunados que lograban perturbar la tambaleante paz social. Así que saberse a merced de sus leyes radicales le llenaba de horror.
Los gritos en su idioma titanian jamás cesaron mientras lo arrastraban hacia la zona donde se celebraría su ejecución, consiguiendo entender de entre tantos insultos la razón de su descontento: lo querían muerto por haber servido al simio que les falló en la guerra y porque se trataba de un sucio corneriano mancillando sus tierras. Shears se quiso burlar, mostrarles su desdén por sus motivaciones tan encapsuladas pero era consciente que era lo menos inteligente que podría hacer en un momento así.
—Provenimos del mismo averno, imbéciles —gruñó para si mismo en respuesta a tal odio, sin darse cuenta de lo cerca que estuvo de ser sujeto en su tumba.
Los titanians que lo transportaron todo el trecho aseguraron sin dificultad sus extremidades, después de todo acostumbrados a la práctica. El can bufó al notar dónde se encontraba, considerando irónica la situación, pues pareciera que acabara de blasfemar contra su religión dominante y ahora estuviera siendo acusado por brujería. Sin embargo, la calma terminó en el instante que fue bañado de un liquido fabricado en ese mismo mundo, famoso por su potencia de combustión, el cual le obligaron tragar con la idea de no quedaran más que cenizas para avalar su presencia en el universo.
Los fósforos se encendieron y las fogatas a sus pies comenzaron arder, el humo le hizo toser inevitablemente hasta que por fin las llamas alcanzaron su empapado pelaje, que sin tardar recorrió todo su cuerpo. El calor era insoportable, el corneriano se retorció por instinto entre gritos inquietantes ante la sensación constante masticando su piel sin compasión, quemándolo como una antorcha en medio de la oscuridad, sólo que en esos momentos parecía brindar tributo al bello atardecer que se pintaba a sus espaldas.
Mientras tanto la muchedumbre entonaba alegres cantos a su nación.
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kuroimiyukatz · 3 years
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DabiHawks week 2021
Luego de mucha desidia me animé a participar en la @dabihawksweek20 de esta semana.
Espero les guste 💕💕
Día 1 Vampiros / Monstruos
El fuego que cruje en la chimenea poco a poco va propagando su calor por toda la habitación. Pronto esa calidez logra contrastar con la lluvia fría de esta noche. Al otro lado de la ventana empañada, aún distingo la calle apenas iluminada con la luz de una farola. No hay un alma, no hay nadie que quisiera estar afuera ahora mismo.
La soledad de la calle me estruja por dentro convirtiéndose en un escalofrío que se expande por mi cuerpo y me lleva a sujetarme a mí mismo en un intento de abrazo.
—Pensé que el fuego sería suficiente —dices rodeándome sorpresivamente por la espalda.
Mis manos se posan sobre las tuyas y me dejo contagiar por tu propio calor corporal.
—Ya sabes lo que recuerdo en noches como esta, Dabi…
Esas manos largas, quemadas, me hacen girar para mirarte de frente, toman mi rostro con una delicadeza propia de la de un maestro artesano que contempla su creación; y muy despacio, me besas en los labios.
—¿Cuánto ha pasado desde entonces? ¿Casi ochenta años?
—Se cumplirán ochenta este otoño.
Tantas décadas a tu lado y a mí me parece que apenas fue ayer cuando yo mismo deambulé desesperado por esas calles obscuras mientras perseguía un aroma que la lluvia difuminaba minuto a minuto.
Por aquél entonces yo no era más que un monstruo, un aterrado fenómeno de circo que se había dado a la fuga. Pocas veces había estado afuera de la caravana y ahora, de un momento a otro me encontraba libre, pero sin saber a dónde ir.
Prácticamente todos mis recuerdos son en cautiverio, en mi jaula o en el escenario, con público o sin público pero siempre recibiendo órdenes, sin ninguna otra función que acatarlas y ser exhibido, como el resto de los animales que ahí había.
Pero yo era la atracción principal: Mitad humano, mitad bestia alada, que en su estado más salvaje hacía crecer plumas en lugar del vello corporal en brazos y piernas. Estando así, mis pupilas también se alargaban y afilaban.
En ese estado era prácticamente indomable, por eso, el capataz intercalaba su látigo con una tabla con púas. Ese desagradable hombre y sus asistentes me amarraban y golpeaban hasta la inconciencia. Por eso debía estar siempre encadenado, con un grillete en el tobillo que me hacía sangrar con frecuencia. Mi comida y bebida eran también adulteradas con drogas sedantes para mantener mi juicio nublado.
Pero una noche de otoño lo cambió todo. Justo iniciaba mi acto con el público a reventar en el circo, cuando percibí un olor particular, como de sangre y ceniza mezclada, nada similar a ningún humano o animal que conociera. Siguiendo mi rutina alcé el vuelo lentamente, aproveché la altura y agudicé mi vista de halcón hasta que di con la fuente del olor. Provenía de una figura con sombrero de copa sentada en el rincón más obscuro de la carpa. Observaba mi acto con atención pero casi inmóvil.
Movido por la curiosidad, quise acercarme aprovechando que durante mi acto era el único momento en el que no estaba encadenado. Por supuesto, todo el público gritó de espanto al verme aproximándome; todos menos ese par de ojos relucientes que no parecían intimidados en lo absoluto.
El miedo se hizo presa de un grupo que comenzó a lanzarme botellas y otros objetos para que me alejara, a lo que como era de esperarse, protesté con violencia.
El pánico se generalizó y pronto sentí el látigo del capataz atrapando mi tobillo lastimado. Me devolvió al suelo de un tirón y sus asistentes me encadenaron tras una golpiza innecesaria.
—¡No se asusten, damas y caballeros! —anunció el capataz—. ¡La bestia está bajo control! ¡El show debe continuar!
La gente aplaudió y vitoreó aliviada mientras la sangre me nublaba la vista. Sabía que mi error me costaría más golpes al final de la función.
Me llevaron de vuelta a mi jaula y escuché:
—¡Hoy no le den de cenar! —dijo la ronca voz del capataz—. ¡Ese animal debe aprender a comportarse!
Limpié lo mejor que pude la herida de mi cabeza e hice presión con un jirón de ropa. Tenía demasiado dolor y miedo cuando escuché los pasos del capataz viniendo hacia mi jaula de madera y hierro. Generalmente, cuando sabía que me encontraba ante una golpiza inevitable, ponía mi mente en blanco, como si así aminorara el ardor que me dejaban los azotes. Esa vez repetí el patrón, vacié mi mente esperando lo peor, pero cuando el cerrojo se corrió, nadie entró.
Un golpe seco y un grito ahogado interrumpieron todo.
No había forma de mirar hacia fuera, debía ponerme en pie y asomarme a través de la pequeña rendija de metal para ver lo que sucedía.
Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, el peso del cuerpo de capataz chocó contra la puerta haciendo que se abriera. Se encontraba inerte, con los ojos abiertos pero sin vida. Mi terror aumentó al percatarme del charco de sangre que comenzaba a formarse a la altura de su cuello gordo. No me atreví a mover un músculo, mucho menos al levantar la vista para encarar con el dueño de la sombra que se alzó sobre el cadáver del capataz.
—Qué puto asco…—le escuché decir tras lanzarle al cadáver un escupitajo sangriento.
Finalmente, en medio de la obscuridad, alcé la cabeza y distinguí ese par de ojos azules que me observaron en la carpa, esa figura de ropas elegantes y sombrero de copa se aproximó hacia mí. Con el pie apartó al capataz muerto y se arrodilló.
Mi instinto habló por sí solo, antepuse los brazos y me cubrí con mis alas en un intento por protegerme. Temblaba esperando lo peor. Si ese sujeto había matado al capataz, seguro iría también sobre mí.
En apenas unos segundos escuché un sonido metálico y la sensación del metal caliente alrededor de mi tobillo lastimado me desconcertó haciendo que por fin saliera de mi escondite.
Lo primero que vi fue el fuego azul que emitía la punta de su largo dedo índice fundiendo los eslabones de mi cadena en apenas un instante.
—Lárgate, cerebro de pollo, lárgate antes de que alguien note la ausencia de este bastardo —dijo la figura lanzándole al cadáver una mirada del más puro desprecio. Hecho esto, como si se tratara de una alucinación, desapareció fundiéndose con la oscuridad de la noche.
Quedé inmóvil ante la puerta abierta. Dude por un segundo si todo aquello había ocurrido; pero el cuerpo muerto del capataz frente a mí, la cadena rota y aquél olor a sangre y ceniza en el ambiente eran totalmente reales.
El ruido y la música que salía de la carpa de los cirqueros me recordaron las palabras de la figura sombría, debía salir de ahí antes de que se percataran de la ausencia del capataz. Si me quedaba, yo sería al único que culparían. Ahí me di cuenta de que era una situación de vida o muerte.
Atravesé la puerta y corrí bajo la lluvia fría. Aún sentía el dolor de los golpes y las cadenas, pero sobre todo, el miedo a que vinieran tras de mí. La desesperación me invadió, no tenía idea a dónde ir, mis pasos descalzos tan solo me llevaban lejos del circo por ese camino que no me resultaba en absoluto familiar. Sobreponiéndome al dolor, apreté los dientes y alcé el vuelo para evitar ser visto, tenía que aprovechar la obscuridad de la noche.
De pronto, mi olfato percibió aquél olor de la silueta obscura, evocando el recuerdo de sus ojos azules y el calor de su fuego. Era tenue pero debió haber recorrido el mismo camino hacía poco tiempo.
Comprendiendo que no tenía más opción, decidí seguirlo a toda prisa, pues la lluvia lo disolvía rápidamente.
Atravesé un campo de trigo seco y después, el rastro del olor me llevó hasta una casa en las afueras de un pueblo, parecía abandonada. Aterricé y sin pensarlo dos veces, empujé la enorme puerta de madera. Aunque adentro hacía frío también, definitivamente era mejor que estar a la intemperie bajo la lluvia.
Dejando un rastro de agua y barro, crucé el recibidor y llegué a la sala, donde todos los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas. No obstante algo llamó mi atención. En medio de la penumbra, distinguí un cuadro en el piso, recargado contra la pared.
La poca luz que se colaba entre los gruesos tablones que bloqueaban la ventana, me permitió apreciar que se trataba del retrato de un apuesto joven de cabello blanco, elegantemente vestido con ropas que jamás había visto, pero que me recordaban a las de los actores del circo cuando hacían su acto disfrazados de piratas.
Contuve la respiración al mirar la expresión melancólica de sus ojos azules, tan parecidos a los que me habían liberado esa misma noche.
—Mierda. Debí suponer que pasaría esto… —dijo detrás de mí una voz que reconocí al instante.
No supe qué responder a esa figura que terminó de revelarse a la luz de un relámpago que hizo retumbar esa noche tormentosa. Por fin lo vi, su rostro intimidante por las quemaduras, de las que sobresalían unas facciones hermosas, idénticas a la del joven del cuadro. No obstante, el cabello que sobresalía bajo su sombrero, era negro.
***
—¿Sigues pensando en nuestro primer encuentro, Hawks?
Me sonrojo un poco porque aunque no puedes leer la mente de otros vampiros, pareces saber lo que pasa por mi cabeza.
—Pienso en lo mucho que cambié gracias a ti.
Ahora eres tú quien carraspea un tanto nervioso, pues no te gusta recordarlo. No te gusta recordar las mil veces que dijiste que jamás crearías un nuevo vampiro y aún así ese día, apenas un par de años después de que me tomaras como tu protegido, lo hiciste, me diste a beber de tu propia sangre.
—Ese día, que estabas tan enfermo… Pese a ser un monstruo, como yo, me di cuenta de la fragilidad de tu existencia —tu mano se encuentra con la mía para enlazarse firmemente—. Pero de que también yo mismo soy patético y cobarde… porque no soportaría verte morir.
Soy yo quien ahora busca tus labios, emulando aquel beso sangriento que me salvó de la muerte y me transformó en un no muerto. Ese día gané la inmortalidad a cambio de no volver a ver la luz del sol y depender de la sangre para subsistir.
—Así te amo, Dabi, patético y cobarde.
—También te amo, cerebro de pollo.
Nuestros labios se funden en un beso ardiente, que como siempre, sabe a sangre y ceniza.
A tu lado, la eternidad se siente como un largo suspiro.
——————————————————-
FIN DEL DÍA 1
Muchas gracias por leer!
Nos vemos mañana!
-MiyuKatz
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anonimouslector · 4 years
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Craig Stejarr
Mandalore tenía ciudades preciosas. Desde una Upsilon descendía a la superficie del inhóspito planeta en busca de algun despeje de la mente. Todo era hermoso desde aquí arriba, pero abajo... Era mejor. Gente con pasados de todo tipo, tan interesantes como aburridos. Mandalore tenía una sociedad con muchísima historia, su cambio cultural de ser un pueblo hecho únicamente para destruir a sus enemigos a formar una sociedad totalmente pacífica me habria parecido fascinante en un momento de mi vida.
Era irónico de cierta forma, extrañar un hogar que no me traía nada más que malos recuerdos.
Me alojé en el palacio Imperial de la capital, allí me recibieron sin problemas los guardias de la Alianza Imperial de Sistemas. Pasé la noche allí, en mi habitación, sin que nadie oudiera entrar jamás a mis aposentos de aquel entonces, tanto por seguridad como por gustos personales.
Normalmente,  me gustaba pasar tiempo sólo. Muy pocas veces había disfrutado la compañía de algunas personas. Y desde que aquello había sucedido, pasó mucho tiempo.
Por la mañana me invadieron recuerdos, de todo tipo. Tan lejanos como muy cercanos, casi incluso tangibles. Siempre había pensado que, sabiendo el pasado, podía predecir mi futuro. No me gustaba el rumbo que estaría tomando mi vida. Antes, cuando apenas había sido un niño, soñaba con la vida de servir por un bien común, ser un soldado de mis intereses por proteger a toda la galaxia de cualquier amenaza. Era sólo un niño. Para la adolescencia no pensaba en nada más que en terminar mi entrenamiento como Jedi y finalmente servir al consejo, eliminar las injusticias de cada sociedad a mi alcance, convertirme en un maestro y entrenar a una nueva generación de defensores de la paz.
Desgraciadamente, es siempre el golpe de la vida el que más duele.
Ahora, como un adulto capaz de al menos pensar por mí mismo, sin depender de los ideales de gente mayor que yo, creí tener las ideas claras; no tenía que servir a nadie si no era a mí mismo. En mis propios intereses. Debía apartarme de todo eso que habían impuesto durante años y años de mi vida.
Siempre había tenido una vida de objetivos, pero hubo un solo momento en el que no tenía ninguno, sino era el más especial de todos.
A los diecinueve años estaba en un conflicto gigante con el propio consejo y la mismísima causa Jedi. Comenzaba a creer que no era suficiente para mí, que no era tan efectivo como las historias lo contaban. Entré en una etapa de rebeldía, en la cual me arriesgaba a las duras sanciones de los Jedi por cometer actos violentos, por desobedecer el código. Decían... Decían que no les era conveniente sacarme de allí, pero que aún así me estaba convirtiendo en su mayor fracaso. No me importaba.
Era crecer, o caer en picada.
Pero hubo una vez alguien que me pudo hacer despertar de aquella etapa de oscuridad. Una mujer. Su nombre, Savaana. La había conocido en una misión aquí en Mandalore, le había salvado la vida de una caída desde un muy alto piso, del cual había caído en un momento de peligroso despiste.
Recordaba mi primera impresión de ella; no bastaban las palabras para describir su belleza. La quería ver. Justo hoy, ahora. Antaño, cuando estábamos demasiado enamorados como para admitirlo, me había dicho que no la debería ver más, que le dejara en paz para cuando lograra decidirme entre mi vida como Jedi o tenerla a ella sólo para mí, sin ninguna limitación, sin ningún peligro de expulsión. Sólo nosotros, nadie más.
Habría dejado la Orden si ella me lo hubiera pedido. Pero mi pasión por la Fuerza... ¿Cómo resistirme a ella? Savaana se había convertido en el detonante de un sufrimiento tal... Que terminaría con la decisión del Consejo Jedi de terminar expulsándome de su Orden.
Pero hoy ya no tenía mucho más que aprender sobre la fuerza. Simplemente ahora tenía todo lo que quería cuando lo quería. Deseaba esa vida para ella, de nada valía mi poder si no tenía a quién jurarle mi existencia.
***
Ahora mismo me encontraba a punto de entrar en su departamento. Cierto era que vivía en donde siempre, después de tanto tiempo...
—¿Craig?  —sonó luego de abrirse una puerta.
Que me mataran si pensaba que su voz no era hermosa. Como el resto de su persona. Había cambiado, pero sólo para bien. Su presencia se sentía tan... Confortante, era como sentirse en el hogar que nunca tuve.
Le extendí un ramo de flores de Naboo que habría comprado en la capital. Ella las tomó con rapidez sin dejar de mirar mi rostro. Yo había cambiado, había cicatrices que a los diecinueve años no tenía, me sentí atacado por su forma de verme. Apenas haber oído su voz no pude evitar sonreír, pero aquel movimiento de boca se esfumó de repente.
—Después de todo este tiempo... —dije emocionado.
Llegó su abrazo para consolarme, correspondí a este mismo con sumo cariño. Sentí su rostro ocultarse en mi cuello, luego a sus labios darme un beso en una de mis mejillas. Creí no haber sonreído por mucho tiempo, quizás años, no lo recordaba, pero ella... Era una nueva razón para sentirme contento.
—Casi siete años... Oh, ¿dónde están mis modales? Por favor, entra.
Me invitó a almorzar, no sin antes poner el ramo de flores dentro de una jarra de cristal llena de agua.
Hablamos de todo, prácticamente. Menos yo, no dije mucho de mi nueva vida. No podía permitirme que ella supiera en lo que me había convertido. Su departamento era hermoso, sí, esta ciudad era hermosa, sí, pero sólo bastaba mirar al horizonte para ver lo que la guerra había hecho de Mandalore. Se dejaron hermosos paisajes convertidos en montones de cenizas, familias destrozadas, una forma de vivir a la que mucha gente no se pudo acostumbrar. Savaana jamás había salido del mundo de las ciudades domo, si fuera por mí, le mostraría toda la galaxia.
Con el paso de los minutos nuestra conversación tomó un enfoque más personal. Todavía no quería tocar el tema de nuestro antiguo amor, y sabía que ella tampoco. Pero era inevitable, en un sillón y pleno anochecer nos habíamos olvidado de nuestra vergüenza.
—Estas muy sonriente, Craig. ¿Qué te pasa? No te recordaba tan alegre. —dijo volteando a verme, con una sonrisa amplia en su bello rostro.
—Oh, nada, nada... Es sólo que es bueno pasar un momento como este al lado de una vieja amiga.
Aquella última palabra,  "amiga", en cualquier género dicho podía romper relaciones. Su sonrisa desapareció lentamente como para considerarse tan bella como antes, apartó la vista. Yo sabía que esas palabras la lastimarían, pero así serían las cosas a partir de ahora; no tenía ganas de ahorrarme nada.
—¿Qué ves en mis ojos, Craig? Quiero que me digas la verdad.
—Dolor. Eso veo. Savaana... Me duele a mi también pensar en lo que fuimos, o en lo que pudimos haber sido. Es la agonía de pensar que si no te tengo a mi lado, no quiero a nadie más cerca de mí. Serviste como la cura de todos mis males, no quiero ver lágrimas en aquellos ojos marrones. Ojos... Que podrían ser verdes si así en verdad lo quisieran.
Ella me miró conmovida. En mi rostro había una mirada preocupada, con la misma demostración de dolor, sino más del mismo. A la habitación se la rellenó con un silencio que era mejor que falsas risas. Nos miramos una vez más, dos segundos pasaron.
Nos terminamos besando.
Sus labios se movían en sintonía con los míos.  Suaves, torturadores. Este se había convertido en el beso que jamás me tuvo que haber dado. Sabía que yo había crecido pero no para ser exactamente lo que ella hubiera querido de mí. No nos importó.
Aquel beso se hizo más intenso. Mis brazos rodearon su cintura para tenerla más pegada a mi cuerpo, sentí una de sus manos en mi mejilla mientras los dedos de la otra terminaron por enrollarse en mi cabello. Al final, me aseguré de que su espalda con mucha suavidad se apoyara en el asiento de aquel sillón. Su cuerpo sintió al mío sobre este, una de mis manos se coló bajo su camiseta con tal de tocar sus pechos; me quitó mi chaqueta y después mi remera, yo fui el que dejó su torso apenas cubierto por un brasier oscuro hermoso. Besé su cuello, poco a poco nos comenzábamos a excitar más. Decidió recorrer con sus dedos las numerosas cicatrices de mi torso, como si las estuviera contando.
Entonces, de pronto me alejé de ella, poniéndome de pie. Frente al mismo sillón me tomé el puente de mi nariz, frustrado. Con la respiración aún acelerada.
—¿Craig? ¿Qué sucede? —preguntó, dudosa.
—Te amo con locura, eso es lo que sucede. —había respondido, tan rápido como ella había terminado de hablar.
—Pues... Yo también te am-
—No me mientas, Savaana. Sé cuando lo haces. —dije, apenas volteando a verla. —No soy quien crees que soy.
En aquel momento le habría dicho todo lo que quería decirle, respecto a lo de mi poder. Pero ella no me habria querido así, ambicioso, era la forma de darme cuenta que no estaba contento con aquello en lo que me había convertido.
—Craig, no digas esas cosas. Sé perfectamente quién eres; aquel chico cariñoso y bondadoso. Ven conmigo, pasemos la noche juntos. –intentó calmarme, acercándose a mí y volviendo a darme un beso en los labios.
—Para. —dije en vano, ella me siguió intentando tentar. —Detente... ¡Ya!
En aquel momento Savaana salió despedida en el aire, metros lejos de mí cayó sobre una mesa de cristal en donde antes habíamos comido y ahora no había más que vidrio roto y, en ella, un duro golpe en su nuca. Miré su cuerpo con un enojo que duró apenas un segundo, justo antes de haberme dado cuenta de lo que había hecho.
Un extraño brillo amarillento se apagó de mis ojos, fui en su socorro. Agarré su ligero cuerpo inerte con desesperación, desde su cuello su cabeza se mantenía con peso muerto. Comencé a perder la poca calma que me quedaba.
—¿Savanna? ¡Despierta!
No respondió.
Sacudí levemente su cuerpo con inquietud, con una mano busqué tomar una de sus mejillas y mantener su cabeza derecha. Sus ojos, cerrados, no parecían moverse. Todo indicaba lo peor.
—Savaana... Respira, quédate conmigo. Por favor, te lo suplico, no me dejes. –dije con una voz apagada, buscando encontrar desesperadamente una señal de vida. —No me hagas esto, ¿cómo puedes...? Savaana, eres todo lo poco que tengo. No me... dejes.
No respondió. Bastó con ver un poco de sangre salir de su nariz como para confirmarme lo peor; la expulsión involuntaria y el golpe contra su nuca habían hecho de aquel cuerpo inerte, su cadáver.
Las lágrimas comenzaron a salir, a escurrirse por mis mejillas. Intenté abrazarla a mi cuerpo, su figura se sentía ligera en mis brazos pero ahora, sin moverse un sólo pelo... Se sentía mucho menos pesada. Lloré en su pecho, el cual ya no daba rastros de respiración alguna. Me resigné, la había pedido.
Había matado a la única persona que había llegado a amar. Había asesinado al amor de mi vida.
Nunca, jamás, en toda mi vida, había sentido algo así. Un sufrimiento tal... Que humillaba a todas las desgracias de mi vida y las hacían parecer, incluso, buenos momentos. Se trataba de un corazón roto, cuyos pedazos desgarraban mi interior irremediablemente y provocaban el inolvidable recuerdo de una tragedia. ¿Por qué ella? ¿Tanto mal había hecho como para merecer algo así? ¿Algo... De tanta importancia personal? Ella antaño había logrado dañarme como nunca nadie antes, pero ahora... Había terminado de destruirme, y todo por mi culpa. Tanto por decirle, tanto esfuerzo como para intentar permanecer, en vano, fuerte. Sabía que nunca me había merecido su amor, ni en mis mejores momentos, pero siempre creía que valía la pena intentarlo.
¿Cómo pudiste hacerme esto, Savaana? Dejarme hecho cenizas. Hubiera preferido un rechazo.
Ahora lo entendía. Todo aquello bueno en la vida se trataba de una luz difusa, y estos eran tiempos de confusión. Ahora ya no tenía nada que decirle, había pagado el precio más alto por mis malos actos. Había intentado tan fuertemente convencerme de que ella ya no estaba conmigo, pero aún así con ella a mi lado, había estado sólo todo este tiempo. Éramos diferentes pero complementarios; yo era la luna y ella el sol. Yo era guerra, mientras ella era paz. Yo no era más que desastre, pero ella era absoluta belleza. Yo era dolor, y ella pura felicidad.
Ella había sido mi salvación, pero yo terminé siendo su destrucción.
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                                                                                           Por Anahí Carreón
El viaje en tren fue largo. Dos años habían pasado ya. Me rehusaba a volver, pero no podía evitarlo para siempre. Caminaba por las calles del pueblo en el que crecí; después de la ocupación, parecía el mismísimo inframundo. Habíamos ganado, había terminado la guerra; sin embargo, los terrores seguían en nuestras mentes. Nunca se irían. De pronto, me encontraba parada frente a una casa que fue hermosa en el pasado.
Mi hogar.
La madera crujía bajo mis pies y todos los muebles estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo. Los ojos me ardían y me costaba respirar. Abrí las ventanas, permitiendo que la casa se ventilara. Después, mi mirada se adhirió a las escaleras. Pasaron varios minutos para encontrar el coraje para subir al segundo piso. De pronto, ya me encontraba ahí. Me esforcé en evocar los recuerdos felices, en lugar de las memorias que todavía me traían pesadillas. Maldije a Celia por haberme convencido de volver. Abrí la puerta de mi habitación; olía fuertemente a humedad. Todo estaba como lo había dejado. Mi vista recorrió mis pertenencias más preciadas; todas estaban ligadas a un recuerdo, o a una persona.
La caja de música
Mi padre la había comprado en París para mi cumpleaños número 10. Cada noche escuchaba su dulce melodía, justo antes de dormir.
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Un libro
La edición exclusiva de Orgullo y Prejuicio –mi novela favorita– que me heredó mi abuela. Ella solía decir que era su posesión más preciada; pasando las páginas, se podían ver anotaciones, manchitas de café y el casi invisible rastro de ceniza de cigarro.
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Un ajuar
Mi madre y yo lo empezamos a reunir a mis 17. Nunca llegué a usarlo y este es uno de mis más grandes remordimientos.
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La carta
Llegó desde el frente. La última que recibimos de nuestros soldados.
Pasé mis dedos sobre la exquisita caligrafía en el papel amarillento. Derramé unas pesadas lágrimas. Me permití entonces releer la primera línea:
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un-sujeto-anonimo · 6 years
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Rey de cenizas.
El Sombrío Rey se ajustó la capucha que cubría su rostro, cubriéndolo por completo y no dejando ni a la más luminosa de todas las luces penetrar bajo la negra tela. Su cuerpo completo por tela y cuero era delgado, pero a la vez imbuido en la fuerza del extinto pueblo que un día había gobernado, era un cuerpo que no había servido más que para luchar y gobernar, y sus numerosas cicatrices era prueba más que suficiente de ello. No recordaba el origen de ninguna, pero todas eran recuerdo más que suficiente de los peligros de quien ostenta poder sobre los corazones de hombres devorados por la envidia.
Lentamente se alzó de su trono cubierto de cenizas, bañado por la oscuridad nocturna que atravesaba los destrozados escombros de lo que un día fue fortaleza y ceremoniosamente agarró a sus únicos dos compañeros, una espada larga de un hierro tan negro como el mayor de los abismos y un gran escudo de lágrima, de madera astillada y deformada por las numerosas marcas de corte que lo cubrían. Golpeó el ancho de su hoja contra el borde del escudo, haciendo que el chocar de los metales resonase entre las ruinas, ese era el único sonido que necesitaba para partir a la batalla, ni trompetas ni ostentosos instrumentos, lo que su reino necesitaría sería que los cánticos de los guerreros hicieran temblar el aire, que el chocar de las armas hiciera a la misma roca agitarse y que la sangre tiñera el suelo hasta hacer un mar en la mismísima tierra que un día Adán pisó.
Su viaje empezó ahí, en la sala de su antiguo trono, mientras el mundo avanzaba y un hombre olvidado se preparaba para avanzar con él. A paso lento abandonó las ruinas y pudo ver por primera vez el mundo exterior, en la penumbra nocturna que hacía que las extrañas formas de alargasen y parecieran moverse, haciendo que un mero árbol pudiera parecer la más terrible criatura, produciendo visiones que ningún hombre se atrevería a encarar por las bestias que su propia mente podría crear solo por esas negras sombras, en la más negra de las oscuridades. Era por ello que el hombre era cobarde, se aferraba a sus hogueras, a la luz que les guiaba a algo más, algo más grande, seguridad, valor, osadía, crueldad o piedad, pero siempre bajo la luz, ya que el hombre sabía que la oscuridad era otro reino, uno que no le pertenecía y en el que estaba a merced de sus oscuros pobladores. Pero él no era un hombre, era un rey, uno que les mostraría lo que era el verdadero valor, un valor que no valiese únicamente con una espada en la mano derecha y una antorcha en la izquierda. No, él les enseñaría a abrazar la oscuridad, a utilizarla como su arma más mortal y a no temer a lo que ella les tenía reservado.
Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad mientras este pensamiento se fraguaba en su mente, y como una sombra se adentró en la negrura para hacer su propio camino, uno que no recorrería solo durante mucho más tiempo.
No llegó a cruzar las derruidas murallas que separaban el antiguo reino del mundo exterior antes de ver a los primeros hombres del nuevo mundo, acobardados junto a una hoguera, con aparente tranquilidad, creyendo tener valor, creyendo estar seguros de los horrores de la noche junto a su insignificante luz. Eran cuatro, tres hombres y una mujer, todos con pieles y cuero, portando hachas y espadas, además de un arco y un escudo circular. Samael dedujo que no eran personas de bien, si no los saqueadores más repugnantes que el mundo podía albergar, los oportunistas. Tales cobardes utilizando su reino como hogar, como escondite a ojos de la ley que impartían los bien conocidos hombres de acero. No era algo que el rey de esas tierras fuera a permitir.
Lentamente emergió de las sombras en silencio, acercándose a la hoguera hasta casi ser tocado por su patética luz. Los bandidos no se dieron cuenta de quien los obsrvaba hasta el último momento, en el que los cuatro se levantaron atropelladamente, agarrando sus armas y apresurándose a ponerse en guardia al otro lado del fuego ¿Acaso ya estaban asustados? Por el temblor en la voz del bastardo que le apuntaba con un arco cargado no le cupo duda de que sí.
-¿Q-quién va?
-La mala fortuna.
Su voz ronca cortó el aire, inhumana, más propia de una bestia que de una criatura creada por Dios. Con el mayor terror que cualquiera haya experimentado el bandido soltó la flecha que sostenía, lanzándola contra el pecho de la criatura cubierta por sombras. Pero ya no estaba ahí.
La hoguera se había apagado, la penumbra envolvía a los cuatro cobardes y un grito ahogado rompió el silencio. El del arco ni siquiera tuvo tiempo de coger otra flecha antes de tener el filo de una larga hoja hundiéndose contra su garganta, mientras su ejecutor cortaba profundamente desde su espalda. El corte fue tan rápido y brutal que la cabeza del arquero rodó por el suelo, hasta acabar chocando contra el pie de la mujer que había sido su compañera. Entonces la noche se convirtio en una marea de gritos, sin maldiciones ni insultos propios de los bandidos, sin valor ni osadía pues ya no tenían luz ni nada a lo que aferrarse, ahora solo estaban al descubierto en la más negra noche, sin poder ver más allá del filo de sus armas.
Era una partida de ajedrez perdida, las fichas seguían en el tablero pero no tenían ningún propósito, solo esperaban a su muerte. En vano agitaron sus grisáceos instrumentos de muerte tratando de acabar con su cazador, pero era demasiado rápido. La hoja se hundía en la carne, daba rápidos tajos que no tenían la intención de ser letales, pues tan sólo jugaba con sus presas. Se internaba en la oscuridad y atacaba desde distintos puntos, haciendo que la superioridad numérica no sirviera para nada a sus enemigos. En poco tiempo uno de ellos cayó al suelo, tan herido que no podía continuar en pie. No tardó en sentir el filo del escudo clavarse contra su espalda, seguido de la espada que puso fin a su vida. Para cuando sus amigos quisieron ayudarle la sombra había vuelto a irse, dejándoles en el más absoluto silencio pues ni siquiera tenían el valor para gritar de puro terror.
Hombre y mujer se pusieron espaldas contra espalda, como si eso pudiera servirles de algo ante la inminente muerte que se cernía sobre ellos. Tratando de escuchar sus ojos se movieron rápidamente en la oscuridad, intentando captar el más mínimo sonido de aquello que les acechaba.
Sin embargo no esperaron el ronco grito que en pocos segundos cayó sobre ellos, un "Tenebris" acompañado de una figura tan rápida que sólo se pudo distinguir el brillo de su hoja bajo la luna. Con un grito la mujer reaccionó tirándose al suelo, salvándose del largo tajo de la espada larga. Quien estaba de espaldas a ella no tuvo tanta suerte, sin siquiera tiempo a girarse antes de ser brutalmente decapitado por el arma larga.
Ahora solo estaba la mujer, que de rodillas se negaba a mirar al inhumano ser cubierto de sangre que la observaba a escasos centímetros.
El rey clavó tanto espada como escudo en el suelo, acercándose a ella y poniendo ambas manos sobre sus mejillas, obligándola a mirar bajo la oscura capucha. El rostro de la mujer era hermoso, joven, Samael podía verlo incluso en la negrura de la noche muerta. Su cabello era largo y rojizo, del color del fuego más ardiente. Sus ojos eran verdes como el jade, bañados en lágrimas de puro terror. Incluso así, deformado por el miedo y cubierto de lágrimas su rostro era algo hermoso, algo que incluso él podía apreciar.
Un rey necesitaría súbditos al fin y al cabo... Pero no serían cobardes bandidos.
Repentinamente introdujo los pulgares en los ojos de la chica, que comenzó a gritar agarrando las muñecas del hombre en vano, mientras lágrimas ahora de sangre bajaban por su rostro. Gritó hasta no poder más, mientras él clavaba ambos dedos lo más profundo posible, acabando con su vida de una forma lenta y más dolorosa de lo que su espada podía hacer. Finalmente sacó ambos dígitos cuando los brazos de la mujer colgaron inertes a los lados de su cuerpo, cuando su boca quedó abierta sin emitir ningún sonido y la sangre hubo empapado todo su rostro. Apartando las manos del horrible cuadro que había creado dejó la cabeza colgar mirando hacia abajo, quedando el cuerpo de rodillas sin moverse más.
Su trabajo había acabado y debía darse prisa, su misión ni siquiera había empezado y quedaba poco para que el sol saliese, el momento en el que los débiles hombres eran más fuertes, protegidos por su falsa luz.
Con un ruido sordo alzó sus armas, caminando lentamente lejos del cuadro que había creado, en dirección al hueco en lo que alguna vez fue una muralla.
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casualfartfun · 5 years
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Cómo caminar el camino de temer a Dios
La Biblia registra: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; Y la ciencia de los santos es inteligencia” (Proverbios 9:10). Solo siendo una persona temerosa de Dios podemos alcanzar la iluminación y la guía de Dios, así como también ser aceptados por Él. Entonces, ¿cómo podemos convertirnos en una persona que teme a Dios? Creí en el Señor por muchos años. En el pasado, a menudo oraba y leía la Biblia, me esforzaba por trabajar para el Señor, y sufría y pagaba un precio. Además, fui tolerante y paciente con los demás, y no violé las leyes ni caminé por el camino de mundano. Por lo tanto, pensé que había sido santificado del mundo y que era alguien que reverenciaba a Dios, y que ciertamente obtendría la aprobación y las bendiciones del Señor. Recientemente, leí un libro acerca de la verdad de temer a Dios, y obtuve mucho de ello. A partir de allí reconocí que mi conocimiento de este aspecto de la verdad era muy superficial, y que realmente no entendía la verdad de temer a Dios, y mucho menos tener un corazón temeroso de Dios. Aquí, me gustaría compartir con ustedes tres pasos prácticos para temer a Dios. Espero que después de leerlos todos podamos caminar en el camino de temer a Dios.
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                                             Job teme a Dios
1. Debemos tener claro que Dios ve lo más profundo de nuestros corazones y lo observa todo. Ora a Dios con un corazón sincero, deja que te mire y vive delante de Él con un corazón reverencial.
El Señor Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). En los Salmos dice: “¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón” (Salmos 44:21). Dios observa lo profundo de nuestros corazones y conoce nuestros pensamientos e ideas como la palma de Su mano. Por lo tanto, debemos aceptar la observación del Espíritu de Dios en todos los asuntos y darle nuestros corazones a Él, dejándole ser el maestro y el que toma las decisiones. Al orar, debemos ser honestos y decir las palabras en nuestro corazón a Dios para tener verdadera comunión con Él. Dios observa las partes más profundas de nuestros corazones; cuando ve que realmente lo queremos y verdaderamente buscamos la verdad, el Espíritu Santo obrará en nosotros, nos iluminará, nos aclarará y nos guiará. Pero si solo hablamos palabras bonitas para captar la simpatía de Dios o hablamos falsedades para engañarlo, definitivamente seremos abandonados por el Espíritu Santo, y aquellos que a menudo engañan a Dios finalmente serán odiados y eliminados por Él. La gente de Nínive y los fariseos son dos ejemplos que podemos usar para comparar. Cuando la gente de Nínive oyó a Jonás predicando las palabras de Dios, se arrepintieron a Dios con cilicio y ceniza; viendo su sincero arrepentimiento, Dios extendió Su misericordia y los libró de la catástrofe. En cuanto a los fariseos, oraban en las esquinas de las calles frente a las multitudes, tratando de hacer que los demás vieran lo devotos y fieles que eran. ¿Pero cuál es el resultado? El Señor Jesús los aborreció y los llamó hipócritas, diciendo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas su corazón lejos está de mí. Y en vano me honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Marcos 7:6-7).
Por lo tanto, si queremos alcanzar la reverencia hacia Dios, a menudo debemos comparecer ante Dios y orar con un corazón sincero, dejando que Dios vea nuestros corazones, y nunca engañarle ni ocultarle nada de Él. Solo así podemos alcanzar la alabanza de Dios. Este es el primer principio para lograr la reverencia hacia Dios.
2. Debemos conocer los mandamientos de Dios y buscar la verdad para tener un conocimiento verdadero de la disposición de Dios y producir un corazón de temeroso a Dios.
La Biblia dice: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; Y la ciencia de los santos es inteligencia” (Proverbios 9:10). “El que menosprecia la palabra, perecerá por ello: Mas el que teme el mandamiento, será recompensado. la ley del sabio es manantial de vida, Para apartarse de los lazos de la muerte” (Proverbios 13:13-14). Para tener verdadera reverencia hacia Dios, debemos conocer los mandamientos de Dios y aclarar qué cosas podemos hacer y qué no. Si buscamos la verdad en el proceso de comprender los mandamientos de Dios, tendremos un conocimiento verdadero del carácter de Dios no permite ninguna ofensa, y luego produciremos un corazón que verdaderamente tema a Dios.
Después de que el rey David cometió adulterio, Natán le transmitió las palabras de Dios. Al escucharlos, David sintió remordimiento y se odió a sí mismo, e inmediatamente confesó su pecado ante Dios. Pero debido a que ofendió la disposición de Dios, la espada nunca se apartó de su casa después de eso. Se puede ver que Dios es recto con todos sin sentimiento personal alguno. Entonces, incluso si la persona que ofende la disposición de Dios es alguien que Dios ama y que es usada por Dios, aún será castigada. Sabiendo que nadie puede ofender a la disposición de Dios, David tuvo verdadera reverencia hacia Dios y tuvo un verdadero arrepentimiento. Así, cuando sus sirvientes le trajeron a una niña israelí para mantenerlo caliente cuando ya era anciano, David no se acercó a ella. Por lo tanto, debemos esforzarnos un poco para comprender los mandamientos de Dios. Solo cuando tenemos conocimiento de la disposición justa de Dios que es intolerante a la ofensa del hombre, podemos producir un corazón que teme a Dios. Es el corazón de temer a Dios lo que puede protegernos de hacer el mal y ofender la disposición de Dios.
3. Debemos prestar atención a las intenciones de Dios en todo, orar a Él y buscar Su voluntad con frecuencia, y mostrar consideración a Su voluntad y obedecerle absolutamente.
La Biblia registra: “Bueno es Jehová á los que en él esperan, al alma que le buscare” (Lamentaciones 3:25). En nuestra vida, a menudo nos encontramos con algunas personas, asuntos y cosas inesperadas, y la obra de Dios generalmente no se ajusta a nuestras concepciones e imaginaciones. En este momento, debemos esperar calladamente ante Dios con un corazón piadoso y prestar atención a buscar y meditar en las intenciones y requisitos de Dios dentro de las personas, eventos y cosas establecidas por Él, esforzándonos por obrar exactamente de acuerdo con la voluntad y las demandas de Dios.
Cuando no entendemos la voluntad de Dios, nunca vamos a llegar a quejarnos con Dios en caso de que pecaremos con nuestra boca y lo ofendamos. Vamos a tomar a Job, con quien estamos familiarizados, por ejemplo. Al enfrentarse a las pruebas de perder sus bienes y sus hijos, además de tener su cuerpo cubierto de llagas, no pecó con los labios ni albergo sospecha, juicio o queja alguna de Dios; en cambio, se rasgó la túnica, se rasuró la cabeza y se postró ante Dios, esperando y buscando la voluntad de Dios. Al final, dijo las palabras que honraron a Dios y alabaron a Dios: “Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21), dando un decisivo testimonio de Dios delante de Satanás y obteniendo la aprobación de Dios. Sus tres amigos, sin embargo, al conocer su situación, no buscaron la voluntad de Dios ni tuvieron la más mínima reverencia a Dios, sino que arbitrariamente juzgaron a Job según sus propias concepciones e imaginaciones, diciendo que Job debía ofender a Dios y que estaba siendo castigado por Dios. Debido a su ignorancia, obstinación y absurdo, Dios los aborreció.
Dios observa el fondo de nuestros corazones y Su justa y santa posición no tolera las ofensas del hombre. Él nos conoce a todos como la palma de Su mano. Él conoce cada una de nuestras tallas y aún más sabe qué tipo de entorno es beneficioso para progresar en nuestras vidas. Aunque Él permite muchas cosas que no concuerdan con nuestras, Su intención es salvarnos. Debemos buscar las intenciones de Dios en todos los asuntos, abandonar nuestras concepciones e imaginaciones, y abandonar nuestra propia carne para obedecer y satisfacer a Dios. Esta es una manifestación de tener un corazón de temor a Dios. Aquellos que temen a Dios son mucho más devotos y honestos que la gente común. Mientras hacen las cosas, mantienen un perfil bajo y actúan con prudencia, no con arrogancia, por temor a pecar contra Dios. Estas personas pueden vivir delante de Dios en cualquier momento, cercarse a Dios en sus corazones, y con frecuencia obtener la guía de Dios, así como Su cuidado y protección, para que puedan caminar por el camino que Dios les guía.
Creo que, si nos enfocamos en entrenar y practicar de acuerdo con los varios caminos anteriores, podremos andar en el camino de reverenciar a Dios y convertirnos en una persona temerosa de Dios.
Leer más sobre teme a Dios:
Versiculos bíblicos del temor de Dios – apartarse del mal
(Traducido del original en inglés al español por Angel Leonardo Pérez Hurtado)
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todastusestrellas · 6 years
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Teseracto
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Alguna vez escuché que la distancia más corta entre dos puntos establecidos siempre es una línea recta
   Pensé que sí es así, a menudo
   Pero apenas la mitad de las veces, siempre.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es la cuerda de una guitarra manchada con la sangre de una elegía
Una canción popular que aprendí cuando estaba en la escuela
El himno que un niño no aprendió antes de llevarse una M16 al hombro o una cuerda al cuello.
A veces, cuando lees la primera línea de una historia piensas
       Conozco esta historia
La mayoría de las veces, la verdad es que la historia te conoce a ti.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es una escalera que debe hacer todo para permanecer en pie
Incluso cuando no quiere hacer nada más que desmoronarse
Los humanos también hacemos eso a veces.
Cuando te miro contra la luz radiante del sol me pregunto cómo el cielo es tan asquerosamente azul en este mundo tan horrible
Tu cabello blanco dorado para hacer juego
La sensación de las letras trazadas con tinta en tu piel.
   ¿Crees que si Dios vive allí se cansa siempre del mismo color?
De todos modos no crees en Dios
Aún te cruzas el cuello con una cruz de plata
Una promesa o algo a lo que aferrarse.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es la lluvia que apenas moja nuestros zapatos rotos
La mayoría de las veces es una oleada que deja caracoles colgando en árboles como guirnaldas
Dicen que la lluvia es necesaria para que las cosas crezcan
    Las lágrimas también.
Pon ese caracol contra tu oreja y escucha el latido de mi corazón sobre mi lengua
Latiendo más rápido de lo que puedo hablar
Golpeando más rápido de lo que puedo sacar la tristeza de mi esternón
No sé si mi corazón todavía vive allí.
Mis nudillos cubiertos de cobre opacando el brillo con óxido rojo como la sangre
   Todo hecho de hierro.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es un lirio que crece en un cementerio, observando todo lo que fue cortado demasiado pronto
Vidas y flores.
Nunca visité las tumbas de mis parientes y no creo que signifiquen gran cosa
En un prado de nomeolvides, los humanos olvidan tantas cosas antes de siquiera saberlas
Si cada una de mis palabras es un barco de papel tratando de encallar seguramente en la orilla o una corona de espinas
   Quiero escribirlas antes de morir.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es un beso abandonado detrás de una oreja
A veces es un dedal en la punta de un dedo cansado de sangra
Peter Pan decía que todos eran lo mismo.
Cuando te pregunté si sabías el significado de tu nombre, me dijiste que no
Me dijiste que el mundo es demasiado grande para que una cosa signifique una sola cosa.
No sabía lo que quería decir y aun así dije
   Lo sé
Porque lo hago
Hasta cierto punto.
La distancia más corta entre dos puntos establecidos a veces es un deseo hecho al polvo de estrellas
A veces es una plegaria al océano que la luna no pudo empujar o jalar
Las cenizas que aún cubren nuestra piel donde nuestro pueblo se quemó.
Si cada palabra que escribo no suena en mis teclas como tus pasos volviendo a casa, es porque esbozo cada uno de mis poemas a mano como un boceto
Si un edificio de nueve pisos es sacudido por un terremoto
   ¿Qué muro está destinado a quedar en pie?
Nuestra ciencia dividió el átomo
Hizo su mejor descubrimiento cuando decidió volar una cometa en una tormenta eléctrica
Todos hemos perdido la razón un poco
Pienso y por eso existo, dicen los genios
También los que están encerrados en la cueva de Platón.
Alguna vez me dijeron que la distancia más corta ente dos puntos establecidos es una línea recta solo si piensas en tres dimensiones
Yo quise pensar que nosotros somos más profundos que eso
   Tal vez somos más profundos que eso.
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mensaje-del-grial · 6 years
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CASSANDRA (6...y Fin)
La orilla estaba devastada y empapada de sangre. Los pájaros descendieron a los cadáveres que no habían sido enterrados. Las olas glaucas desatadas anunciaron una tormenta. Los barcos abandonaron la costa de Troya y Cassandra echó un último vistazo a la casa derrumbada de su padre. Un viento tempestuoso silbaba lastimosamente en las velas.
Troya había caído, y los supervivientes de su gran linaje de héroes estaban en alta mar, liberados por las olas. El noble Príamo, padre de muchos hijos de los cuales Héctor, Paris y Poldor estaban entre las joyas de la corona de los héroes troyanos, ya no era Príamo. ¡Ay de Troya, los orgullosos, los caídos, que la clemencia de los dioses había creado en tal esplendor! Estaba muerta ahora, había muerto entre los escombros y en la sangre. Gimiendo, los vientos barrieron sobre el mar la angustia de los que habían sido abandonados y perecieron en las cenizas de Troya. La tormenta estaba en su apogeo, y los barcos cargados con ricos tesoros fueron dispersados.
Brillando en la Luz de la Pureza, Cassandra, esta preciosa perla, estaba bajo la protección de Agamenón. Su mirada, que penetró en las profundidades del pasado y podía abrazar la inmensidad del futuro, estaba viva de nuevo.
Los días del cruce y las noches siniestras durante las cuales sus acompañantes esperaban su desaparición con angustia fueron solo minutos e incluso segundos.
Ella había regresado a una Luz que brillaba intensamente para ella a través de toda esta oscuridad, una Luz que nunca podría perder.
Sin embargo, ella vio el terrible destino de los humanos, la caída de los pueblos y las generaciones.
"¡Agamenón, escucha! Te advierto: asesinos, asesinos cobardes te esperan en tu propia casa. Ten cuidado ! Una mujer hermosa y peligrosa vive en tu casa, como una víbora venenosa, y un hombre cobarde y vicioso, un hombre a quien hace lo que quiere, es su compañero. ¡Oh, si solo los vientos pudieran hacernos perecer en mar abierto para que no tengamos que ver el final, el final de los héroes tan orgullosos! "
Así habló Cassandra, y fue una noticia muy oscura para Agamenón.
Mientras los otros prisioneros, que estaban en el fondo de la nave, vivieron momentos dolorosos, a Cassandra se le permitió quedarse a menudo en la cubierta cerca de Agamenón. Le gustaba ver su actitud orgullosa, tranquila y reservada. La pureza y la paz emanaban de ella, la mujer vencida, la esclava, y pasó al temido jefe del ejército, ¡al enemigo! No había odio entre ellos, y tampoco amor, pero sentían la más alta estima el uno por el otro, porque lo merecían.
Cassandra sufría pensando en el futuro: sabía lo que la esperaba. Al entrar en el horror, vio a Micenas y sus habitantes, y vio que los dioses eternos se habían apartado de este pozo de pecados. Parecía una guarida de serpientes, cada una de las cuales llevaba una corona adornada con muchas piedras preciosas, cada piedra era un veneno mortal.
Las paredes y los pasillos estaban oscuros, llenos del dolor de los que habían sido abandonados y la lujuria de los libertinos. En todas partes el vicio hizo una mueca! ¡Ahí era donde iba el camino de Cassandra!
El recuerdo de sus seres queridos a veces abrazaba su corazón. A menudo buscaba saber cuál era el destino de Andromache que había amado y quién tenía que seguir al cautiverio del hijo de Aquiles. Sin embargo, fue rechazado. Andromache estaba demasiado profundamente enterrada en su dolor para que el asunto con Cassandra pudiera establecerse. En su aflicción, ella atrajo fuertemente el espíritu de su esposo a la Tierra al llamarla.
Hécuba estaba muerta. Deambulando, con los ojos oscuros, luchaba en las profundidades oscuras de Hades. Había olvidado por completo la luz brillante que una vez emanaba de su hija Cassandra y tenía que mostrarle el camino. Ella tampoco podía relacionarse con Cassandra, quien, como una estrella brillante, atraía solo almas luminosas hacia ella, mientras que la odiosa oscuridad se desataba a su alrededor.
La flota griega se había dispersado durante las grandes tormentas. En cuanto a Agamenón, había aterrizado sano y salvo en Argólida, con el resto de sus barcos cargados con abundantes botines y muchos esclavos entre los cuales estaba Cassandra.
Este país le parecía a Cassandra triste y áspero. Estaba cubierto por una pesada sombra gris que solo su ojo podía ver y en la que se movían seres horribles que le mostraban el estado mental de los seres humanos.
La tormenta empujó inesperadamente las naves hacia el continente, y los marineros temieron que sufrieran daños.
Vadeando en el agua, llegaron a la orilla con dificultad y buscaron un pasaje para mujeres y niños. Desfigurados por la miseria y las preocupaciones, asolados por el hambre y las enfermedades, los esclavos ofrecieron un aspecto lamentable. Muchos de ellos habían muerto durante el viaje y habían sido arrojados por la borda.El convoy de esclavos encadenados entre sí se formó dolorosamente. Los hombres más fuertes tenían que avanzar, el cuello doblado bajo una especie de yugo y sus manos atadas detrás de sus espaldas. Sin embargo, los soldados de Agamenón no trataron a los prisioneros con dureza. Actuaron sólo de acuerdo a la costumbre de ese tiempo.
La noticia de la llegada de los barcos se había extendido lentamente, y la gente estaba empezando a reunirse. Al principio tenían curiosidad, luego se emocionaron cuando vieron que su rey regresaba victorioso. Sin embargo, Agamenón se dio cuenta de inmediato de que intentaban evitarlo casi con temor.
¿Fue así como la gente dio la bienvenida a su señor que había pasado muchos años frente al peligro y la angustia lejos de su país y de su hogar? Cassandra pensó en la alegría con que saludaron a su padre y hermanos cuando regresaron de sus expediciones. ¡Qué diferente fue aquí! ¿Fue esta la alegría del vencedor?
A la vista de este país extranjero y de estos seres cerrados, con una mirada fugaz, una fuerte opresión invadió su corazón.
Agamenón había regresado, mientras que muchos videntes habían anunciado que nunca pondría un pie en el suelo de su país. Todos admitieron que había sido un mal administrador y sintieron doblemente el peso de su culpa: todos habían presenciado la desgracia de la casa del rey y la habían tolerado.
El camino parecía largo e incluso interminable para Cassandra; era pedregoso y un violento viento de tormenta todavía soplaba desde el mar. La gente estaba llegando, siempre más numerosa. Formaron grupos y esperaron el convoy. Se arrojaron piedras a los prisioneros y golpearon dolorosamente a algunos de ellos. Los guerreros que acompañaban el convoy intentaron intervenir.
Los carros tomaron la columna de esclavos y tuvieron que esperar al borde del camino hasta que pasaron. El polvo de la carretera era tan espeso que apenas se podía distinguir a la multitud. Los cautivos se arrastraban jadeando; llevaban pesadas cadenas.
Cassandra caminaba entre dos mujeres que la habían calumniado hacía mucho tiempo. Una de ellas había dirigido a las criadas; estaba totalmente dedicada a los sacerdotes y siempre había temido el conocimiento de Cassandra porque no tenía la conciencia limpia. El segundo fue su nieta, de veinte años. Ambas ya no la estaban dejando y tratando de aligerar lo más posible su abrumador destino. Cassandra estaba feliz de tener a sus mujeres de su país natal.
Así, cansado, lento y triste, el convoy se dirigía a Micenas. Las dificultades del camino marcaron profundamente las almas de los prisioneros. Cada paso fue un dolor para las mujeres, ya que se sentían como si estuvieran caminando descalzos en un camino cubierto de zarzas. Los gemidos de aquellos que se derrumbaron, se debilitaron, partieron sus corazones.
Alta y orgullosa, la ciudad tan hermosa y tan rica se alzaba en la distancia. Las paredes de color marrón grisáceo se veían oscuras y amenazadoras, pero detrás de ellas brillaban edificios blancos, y magníficos grupos de árboles atestiguaban la presencia de hermosos jardines.
Pero todo era tan extraño y tan diferente de Troya. ¿Dónde fue tan espléndida y extraordinariamente cantada la vida de los poetas? ¿Dónde estaba la actividad de los dioses benéficos? Este país no se veía feliz. Aquí la tierra respiraba desolación, miseria y descontento, la Medusa estaba amenazando por encima de la gente.
Cuando el convoy de esclavos finalmente llegó a la ciudad, hubo una emoción alegre y alegre. La gente se regocijó; con el regreso del príncipe, esperaba un nuevo crecimiento y mejores días. Sin embargo, se temía la dominación opresiva de Clitemnestra.
Vestida suntuosamente y adornada con las piedras más preciosas, Clitemnestra se paró en los escalones de su palacio, con la corona sobre su cabeza; ella vio pasar la procesión de carros y jinetes saludándola  Aegisthus estaba a su lado.
La reina debe haber sido hermosa una vez. Ahora su rostro pintado llevaba la marca de sus vicios. Su alta estatura en el puerto, una vez tan orgullosa, no era más que un siniestro devorado por un gusano que había adornado con las joyas más preciosas de este mundo con especial cuidado.
Sus ojos no tenían el resplandor que proviene de la profunda alegría que le causó el regreso del ansiamente deseado esposo, pero reflexionó sobre la inestable vacilación de la locura incipiente y una angustia secreta. Su cuerpo exhalaba el mal olor del vicio, que los perfumes más caros de las esencias más raras no podían ocultar, ya que era de una naturaleza diferente.
La bienvenida que le dio a su esposo fue como un espectáculo hábilmente orquestado, ya que ella dominó el arte de la simulación y el lenguaje hermoso. Aún así, Agamenón estaba decepcionado. Las palabras de Cassandra volvieron a él, y de repente comprendió lo que ella le había dicho. Fue advertido. Fue aprehendido de una gran amargura que trató de vencer.
En cuanto a su hija Electra, se regocija de su niña. Se puso en pie sollozando, y su largo cabello limpió el polvo de sus zapatos. Este solo gesto expresaba la totalidad de su devoción fiel y ansiosa, su alegría por verlo de nuevo y su dolor por el pensamiento de su joventud en ruinas. Ella no pudo decir una sola palabra.
Los carros y jinetes ya habían pasado, al igual que los hombres de infantería y arcabuceros más valientes y experimentados. Luego vino el convoy de esclavos con, a cada lado, los guerreros avanzando entre los prisioneros y las puertas del castillo para proteger a las mujeres.
Con la cabeza baja, Cassandra caminaba entre las otras mujeres. Todos fueron impasibles y silenciosos, a pesar de su profunda emoción y agotamiento después de un viaje tan doloroso. Cuando Cassandra cruzó la puerta, una luz pareció iluminar la oscuridad del patio.
Al pasar junto a Clitemnestra, se detuvo, miró ferozmente a los ojos y miró a la reina. Clytemnestra se tambaleó ante esta mirada, se puso aún más pálida bajo su maquillaje y sus ojos se volvieron demacrados. No podía soportar la vista de esos ardientes ojos azul grisáceos. Las piedras preciosas chocaron contra su pecho, su cuerpo temblaba de emoción reprimida.
"Clytemnestra, estás a las puertas de Hades! Piénsalo cuando la serpiente de tus malos instintos silba en tu oído mientras susurra imágenes seductoras. Todavía hay tiempo, pero estás al borde del abismo y el rayo de los rayos vengativos ya te amenaza. ¡Mira en ti, reina, y pregúntate si mi consejo es bueno! "
De repente, un silencio repentino cayó en el patio. Solo las paredes reflejaban la voz sonora de Cassandra, que había resonado como un latón. Por un momento, Clytemnestra se tambaleó, pero su esclava favorita la contuvo. Su séquito quedó petrificado.
Luego levantó el brazo y dijo, señalando a Cassandra con un gesto autoritario:
"Manténgala bien, vale la pena". Está sucediendo con tu vida. ¡Tírala sólo en la torre! Tú, Kyros,
Con eso, ella se fue a casa tambaleándose; Ni siquiera quería ver el botín que seguía en muchos tanques.
La alegría de la fiesta terminó. Los prisioneros entraron en silencio por las puertas. Sin embargo, Electra se separó del grupo de mujeres; tranquila, con la cabeza inclinada y su expresión firmemente resuelta, siguió a Cassandra y Kyros. Un rayo de luz le había tocado el alma: le parecía que desde ese día tenía que seguir los pasos de Cassander por toda la eternidad.
El guardia Kyros, que era un verdadero gigante, conducía a Cassandra. Electra lo siguió a cierta distancia, porque quería evitar la irritación de Kyros.
Terminaron llegando a una torre redonda y maciza en la que descendían cien escalones.Esta torre se alzaba sobre el castillo. Sin embargo, había en sus profundidades una habitación que nunca había visto el menor rayo de sol.
Esta torre se alzaba sobre el castillo. Sin embargo, había en sus profundidades una habitación que nunca había visto el menor rayo de sol.
No contenía nada más que un banco de madera y una mesa en la que se colocaba una jarra y un tazón. Un olor a descomposición y aire asqueroso saludó a los recién llegados; Las telarañas caían del techo. Cassandra se estremece de horror.
Cuando Kyros estaba a punto de cerrar la puerta detrás de él sin decir una palabra, tuvo un movimiento de sorpresa: algo lo había golpeado. Le dirigió a Cassandra una mirada escrutadora, luego inspeccionó el techo y las paredes, examinando las grietas y grietas. Finalmente, salió de la habitación sacudiendo la cabeza y, con un cerrojo que chirrió, cerró la puerta desde el exterior. Cassandra era una prisionera.
"Reina, algo curioso me sucedió con la princesa extranjera de Troya", dijo Kyros a su amada cuando hizo su informe. "Pero conozco perfectamente la torre oscura que, a menudo ya, se ha cerrado sobre tus enemigos. Sin embargo, nunca me había parecido tan oscura o clara como después de haber recibido a esta mujer. Examiné cuidadosamente la habitación, pero no pude encontrar la fuente de esta extraña luz. " Clytemnestra se burló de él.
"¡Tonto, envejeces o te deslumbró, como deslumbró a Agamenón! "
Poco después, un terrible suceso ocurrió en el castillo de Agamenón en Micenas.
Un silencio espantoso fue seguido por un grito. Una voz gritaba:
"¡Lo asesinaron, asesinaron a Agamenón!". Esta voz provenía de las profundidades, sacudiendo el castillo y cruzando los pasillos. Al oír este grito, Clitemnestra y Aegisthus, pálidos como la muerte, salieron apresuradamente de la habitación del que acababa de ser asesinado. Pero, una vez fuera de la habitación, la reina fingió terror, se arrancó el pelo y lamentó la muerte de su marido.
Electra estaba de pie detrás de una columna al lado de una pared oscura, y con sus ojos ardientes miró a Clitemnestra.
Esa noche fue interminable, y el día siguiente fue tan oscuro para Cassandra. Ella, generalmente tan activa, sufría del silencio uniforme que la rodeaba. Siguió febrilmente el hilo de su vida y, volviendo a sus inicios, solo pudo encontrar tristeza, pero nada malo o inmundo. Su camino de dolor había sido difícil, pero puro. Su mente no pertenecía a las esferas de donde provenían los humanos.
Pensó en Apolo que la había guiado y en la Luz pura que la había llevado a las Alturas, y supo que había sufrido por el Amor.
Esta torre se alzaba sobre el castillo. Sin embargo, había en sus profundidades una habitación que nunca había visto el menor rayo de sol.
Ella oró Entonces la torre se abrió y, como un pilar, una luz cegadora de blancura descendió hacia ella.
"Pronto lo habrás logrado y regresarás al Padre", se hizo eco de la voz de Arriba. "No teman nada, y espérenme, porque, por lo que se sabe, voy a llegar pronto".
En ese momento, las cerraduras crujieron y uno escuchó un susurro de seda y un ruido de oro. Pálida, con las mejillas hundidas, los ojos fijos, Clitemnestra estaba en el umbral; Kyros estaba detrás de ella.
"Sabes cómo contar historias", comenzó, "y sabes muchas cosas", dijo Agamenón. Sepas que quiero que me ayudes, esclava, porque estoy enferma. Debes alejar a los espíritus malignos que me atormentan, especialmente de noche. Debes servirme tus bebidas y poner tus manos curativas en mis extremidades doloridas; también debes indicarme las estrellas y las piedras que confieren juventud y poder eternos, ¡para que las conozca!
Cassandra la miró con calma y resolución.
"Te voy a decir, reina, qué tienes que hacer para curarte. ¿Qué me darás si te ayudo?
"Te daré la mitad de mi ropa y una décima parte de mis joyas. Te daré un esclavo además, vivirás conmigo y serás honrada como una princesa ".
No aspiro a estas cosas, Clitemnestra. No codicio tus tesoros, y los honores de tu casa me repugnan. Agamenón está muerto, lo mataste, lo sé.
Borra el acto que has hecho, y los Erinnyes se apartarán de ti; No puedo hacerlo No trate a sus hijos como los esclavos más viles de su casa, déles lo que es suyo y quedará satisfecho. Dales amor, y cosecharás amor. Vuelve a ti misma con pensamientos puros, y los pensamientos puros te rodearán cien veces. Persigue el oprobio y la lujuria de las paredes de tu casa, y verás que el honor y la pureza entran en ella. Apártate del mal, busca los brillantes jardines del amor eterno, y se te entregarán. ¡Pero creo que es demasiado tarde, Clitemnestra! "
La reina, que se había hundido y había gemido, no pudo sentarse.
"¡Me las pagarás, maldito vidente!", Dijo jadeando y silbando. "¡Ahora, te mostraré quién soy!"
Se levantó, sacó una daga de su cinturón y se arrojó sobre Cassandra. Pero un rayo de luz se levantó entre ellos, por lo que no pudo mover su brazo.
"¡Mira quién soy!", Fueron las palabras pronunciadas por Cassandra. "¡Consigue lo que mereces!",
Clytemnestre huyó como loca.
Unas horas más tarde, Cassandre escuchó un ruido detrás de la puerta. Trajeron piedras y, a través de la pared, escuchó rasguños y rasguños. Ella sabía que en su temor, Clitemnestra la tenía amurallada con vida. Ella no sintió desesperación. Su vida había terminado, y su espíritu la había precedido. Sometido a la Voluntad del Padre, Cassander esperó a que llegara la hora. entonces, ella seguiría. Su muerte no fue una pelea, como es el caso de los humanos. En cumplimiento de la Divina Voluntad con la que hizo una, dejó su receptáculo terrenal de materia densa, como una vez había penetrado.
El nombre que formaron sus labios fue su última promesa a la humanidad. Y ese nombre era: "¡Imanuel!" Las aguas grises que se elevaron desde las profundidades y estaban destinadas a aumentar aún más el horror de su muerte no la alcanzaron más viva.
En silencio, su cuerpo fue entregado al olvido; pero su espíritu extravagante es eterno.
FIN
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"La  traducción del idioma francés al español puede restar fuerza y luz a las palabras en idioma alemán original ...pido disculpas por ello"
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crushesducinema · 4 years
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Las vacas y relámpagos de Tatiana Huezo
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La tragedia y el dolor siempre han sido temas recurrentes en las obras de arte latinoamericanas y no es difícil ver por qué, tenemos mucho de donde escoger, una violenta colonización y masacre de los pueblos originales, guerras civiles y golpes de estado manufacturadas por terceros y en general una vena de violencia misógina y salvaje que nos persigue desde generaciones. Muchos cineastas han cubierto estos temas, desde películas de balazos superficiales hasta documentales socialmente conscientes, todos han metido su cuchara en esa sopa, unos con más originalidad que otros, de los diamantes de esta vena tenemos a Tatiana Huezo, una documentalista mexicana que ha buscado nuevas formas más humanas y poéticas de contar estas historias.
Nacida en El Salvador en 1972, Tatiana Huezo emigra a México a los cuatro años donde sigue sus estudios, se gradúa del CCC, el Centro de Capacitación Cinematográfica; En 2004  realizo un master en la universidad Pompeu Fabra de Barcelona;
Su filmografía incluye tres cortometrajes y 2 largometrajes:
Tiempo caustico (1997), cortometraje
El ombligo del mundo (2001), cortometraje
El lugar más pequeño (2011), largometraje (ópera prima)
Ausencias (2015), cortometraje
Tempestad (2016), largometraje
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Parte 1: Montaje y El lugar más pequeño
El lugar más pequeño, la opera prima de Tatiana Huezo abre con la siguiente cita:
“En 1979 en El Salvador, Centroamérica, Empezó una guerra civil que duró 12 años, dejando más de 80 mil muertos y miles de personas desaparecidas. Muchos pueblos fueron arrasados por el ejército e incluso dejaron de existir en los mapas oficiales salvadoreños. Esta película está dedicada a los sobrevivientes de esta guerra que con su esfuerzo reconstruyeron su pueblo de las cenizas.”
Cinquera, pueblo natal de la abuela de la directora, un lugar rodeado de montañas y árboles, el documental cuenta las historias de sus distintos personajes sin mostrarlos directamente durante la entrevista, el documental opta por irse por la ruta de un montaje más reflexivo y asociativo.
Mientras los viejos habitantes del pueblo nos cuentan de sus juventudes sus voces son acompañadas por imágenes de la vida en el pueblo, sus árboles, sus montañas, su gente haciendo sus deberes diarios, esto se nota desde el principio del largo, una mujer nos narra su regreso a Cinquera después de la guerra y la sorpresa de sus habitantes al encontrar el pueblo arrasado, sin rastros de vida o civilización, en otro documental esta escena pudo haber sido resuelto con fotos o clips de archivo, soldados marchando, explosiones, fuego, pero aquí es resuelto con un clip de la cámara moviéndose rápidamente por la arboleda y la flora de los alrededores, todo esto complementado con los ruidos de la selva, dándole un tono casi místico a la llegada a Cinquera, mientras ellos narran su llegada en el pasado, tu como audiencia estas llegando, visual y emocionalmente;
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Este tipo de juegos temáticos de montaje continúan por todo el documental, los juegos no son solo el montaje entre entrevista y material visual, un ejemplo de este pasa meros segundos después de la narración de su llegada al pueblo, un montaje de diferentes patrones de audio en los clips crea un tipo de melodía, las mujeres del pueblo barriendo las calles, un hombre golpeando unos jarrones, una bicicleta recorriendo el pueblo, una máquina de tortillas, esta es la canción que toca diariamente Cinquera.
Este tipo de montaje dinámico y no literal es lo que hace brillar el estilo de Tatiana Huezo, si tuviera que describirlo comparándolo con alguien más lo compararía con los montajes poéticos de Andrei Tarkovsky, sus monólogos sobre la vida y la muerte contrastados con imágenes de la naturaleza, los árboles, el viento, el agua, todos estos elementos acomodados para ponerte en un espacio emocional, hacerte tener una reflexión;
Lo mismo aplica para los documentales que Tatiana donde los temas son un poco más específicos y sociales, pero el objetivo es el mismo más allá de informar como un reportaje usa todas herramientas del cine para hacerte reflexionar, no solo hacerte decir “Que horrible tragedia” sino “¿Por qué pasa esto?” “¿Cómo me hace sentir?” y esta es una de mis características favoritas del cine latinoamericano actual, su uso del montaje reflexivo como herramienta para el cambio social.
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Interludio: Motifs
En una filmografía basada tanto en el montaje como la de Tatiana Huezo es difícil no encontrar o hacer relaciones entre el contenido visual y los temas generales de la pieza, tomemos de ejemplo la cinta que acabamos de analizar El lugar más pequeño, durante la trama vemos a la gente viviendo con este dolor y hablando sobre como reconstruyeron literalmente, sus vidas, en un documental diferente esto pudo haber sido representado con imágenes de algún albañil construyendo algo en el presente pero el filme decide usar dos motif para moldear estos temas.
 El arco de la mujer que perdió a su hija y ahora hace a su gallina empollar huevos ajenos y el de la vaca embarazada dando a luz, fuera de contexto estos dos personajes recurrentes no significan mucho pero combinado con los demás elementos audiovisuales hacen que se complemente en vez de imágenes dictadas por las entrevistas, porque los temas del filme van más allá de la reconstrucción literal de su pueblo, hablan de temas que se encuentran por toda la filmografía de Tatiana, de la supervivencia y el dolor.
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Parte 2: Tempestad y las temáticas.
Tempestad, salida en 2016, su segundo largometraje, esta vez tomando lugar en México, el documental cuenta la historia de dos mujeres cuyas vidas han sido marcadas por el narcotráfico y la trata de personas, Miriam quien es acusada falsamente de tráfico de personas y es mandada a una cárcel regida por narcos y Adela quien por 10 años ha estado buscando a su hija mientras se esconde de los mismos hombres que se la quitaron.
El documental trata con el dolor de estas personas, el dolor que sufrimos los mexicanos en bajo este yugo de la violencia organizada, pero la temática general de sus filmografías más que ser reportes de eventos dolorosos son historias de supervivencia, al enfocar el documental a un nivel más personal y menos en el evento de la tragedia en sí, podemos apreciar como el personaje sobrevive dicho dolor causado por el evento, dándonos más espacio para comprender a la persona, su contexto y así poder reflexionar sobre la realidad de estos hechos que también nos afectan.
Un tema más específico que maneja en este documental y en su filmografía en general es la corrupción y la impunidad que viene con esta, sus trabajos no son apolíticos, muchos documentalistas tratan el documental como una herramienta de la sociología, buscando una inexistente objetividad. De nuevo volvemos al tema anterior como al hacer este tipo de documental más personal tira por la ventana todas esas nociones lo volvemos más reflexivo, un ejemplo muy adecuado sería el uso de los retenes de policías alrededor de México en el montaje, diciéndote que la violencia vivida por estas mujeres no es exclusiva, es algo que nos tiene amarrados.
Este tipo de reflexiones no existirían si vinieran de un lugar de apreciación superficial por los temas y sus personajes, son temas que a ella como a nosotros nos afectan y nos duelen.
Conclusión
Como parte de la nueva ola de cine latinoamericano, un cine más reflexivo e intelectual, el trabajo de Tatiana Huezo es socialmente consiente sin ser superficial o performativo, aprovecha todas las herramientas audiovisuales y del documental.
Sergio Ortiz
Un morro que quiere escribir y dirigir cine, me gusta tomar limonadas adulteradas, a veces escribo para otras revistas que deberían leer, como Visualize Magazine y Erizo Media.
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postalescolima · 3 years
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Cuyutlán : un pueblo pesquero con encanto en Colima.
En Cuyutlán las olas tienen un efecto que durante los meses de abril y mayo, producen unas pequeñas partículas verdes fosforescentes.
La ola Verde es uno de los aspectos que hacen de Cuyutlán un conocido pueblo de pescadores de la costa de Colima. No se trata de un superhéroe o de un luchador, sino del efecto que producen, sobre las olas, durante los meses de abril y mayo, unas pequeñas partículas verdes fosforescentes. Además, el lugar es célebre por una gran ola de 20 metros de altura (conocida también como la Ola Verde) que la mañana del miércoles 22 de junio de 1932 sobrepasó la playa 100 metros, llegando hasta la estación del ferrocarril y destruyendo el pueblo.En esas playas, Emilio “el indio” Fernández rodó sus películas La Red y Erótica. Fue también el lugar preferido del director Alberto Isaac, quien filmó ahí seis de sus 13 cintas, y donde decidió quedarse a morir; el 11 de enero de 1998 sus cenizas fueron depositadas sobre las olas verdes del mar. Cuyutlán está a unos 40 minutos de Manzanillo, sobre la carretera 200, rodeada de cerros verdes que parecen cubiertos de musgo. Crucé esa carretera una tarde nublada hasta una desviación que lleva a Cuyutlán, situada al final de un estrecho camino de siete kilómetros.
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Al llegar al centro del pueblo me dirigí hacia el mar, que está a unas tres calles de la plaza, y encontré varios hoteles de distintos precios en la playa. También hay algunos restaurantes y bares, y otros lugares más económicos para hospedarse que se anuncian como “cuartos de baño”. En ese recorrido encontré El Bucanero, un hotel sencillo con restaurante y una pequeña alberca.
Al caer la noche caminé un poco hacia el norte, sobre la orilla del mar, y vi algunas partículas fosforescentes, sobre la espuma, que de pronto parecieran luciérnagas. A poca distancia la playa está vacía de hoteles, ya no hay iluminación y el cielo parece caer redondo sobre el mar. Tuve la impresión de estar en medio de la nada, suspendida en un lugar donde no había nadie más que yo, hasta que vi a lo lejos un pescador solitario recortado en el brillo del agua, echando a lo lejos su atarraya en el mar.
Más tarde fui a buscar algo de comida en el centro del pueblo, pues los restaurantes junto a la playa habían cerrado temprano. Encontré algunos puestos en la plaza, y aunque me puse todo el repelente que pude y me acerqué al humo de los cocos que estaban quemando para ahuyentar a los mosquitos, no me salvé de la sangrienta persecución.
Al día siguiente, temprano, fui al Museo de la Sal, a un par de calles del centro del pueblo. Ahí se da constancia de que Cuyutlán es uno de los principales productores del país; a finales del siglo XVIII producía hasta 3 600 toneladas mediante una de las tecnologías salineras más antiguas de México, en uso desde el siglo XVI, cuyo origen se desconoce. Ya casi a la salida, el museo tiene el cráneo de una ballena jorobada que en 1981 encalló en esas playas.
Al salir de ahí me dirigí al Paraíso, una playa a seis kilómetros de Cuyutlán. Su arena es también oscura, aunque su oleaje es mucho más tranquilo, por lo que los pescadores del lugar se adentran en el mar para echar los trasmallos. También es posible hospedarse ahí en algunas enramadas como Los Equipales y la Enramada Valencia. El hotel más lujoso del lugar es el Paraíso, con alberca y terrazas.
Mientras observaba el mar, desde una de las enramadas, el dueño del lugar me contó que hay lanchas que ofrecen un recorrido por la laguna Cuyutlán y que están organizando paseos.
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También me recomendó visitar el tortugario, que está a tres kilómetros del Paraíso. Ahí vi criaderos de tortugas de tres especies; golfina, negra y laúd. Se sacan del mar recién nacidas y se crían durante 10 días; luego se libera a la mayoría. En el lugar hay varios cocodrilos de una de las tres especies que se encuentran en México (cocodrylus acutus) y en otra área del tortugario hay iguanas verdes, que se atrapan en el manglar y que están en peligro de extinción
El mar en esa zona, entre el Paraíso y Cuyutlán, es el justo medio; el oleaje es mucho más tranquilo y los pelícanos juegan y atisban peces en el nacimiento de las olas. Hay algo especial en ese mar, un magnetismo que me ayudó a explicar la predilección que por ese sitio han mostrado muchos visitantes. No sólo al estar entre las olas sentí esa atracción, sino sobre todo al alejarme del pueblo, que me hizo prometer que volvería a la espuma brillante, al verde, a la arena oscura.
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Fuente : https://n9.cl/mhsrno
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"TiemVla: Teatro Volcánico" llega este sábado al teatro San José
próximo sábado 2 de octubre, a las 21hs, el teatro San José vuelve a abrir sus puertas para un nuevo estreno, está vez de la mano de la obra "TiemVla: teatro volcánico". Las entradas ya se encuentran a la venta en el teatro.
El próximo sábado 2 de octubre, a las 21hs, el teatro San José vuelve a abrir sus puertas para un nuevo estreno, está vez de la mano de la obra “TiemVla: teatro volcánico”. Como en cada edición de este programa, las entradas se encuentran a la venta, a precio promocional, en la boletería del teatro. En junio de 2011, el pueblo de Villa La Angostura fue cubierto por 30 cm. de ceniza volcánica…
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La gota roja - Un amor entre el deber y el deseo
Primera parte - El engaño
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La mano de Álvaro paseaba por la espalda de Sandra y ese calor, ese contacto, reavivaba las emociones dormidas y sepultadas bajo la piel durante años. El recuerdo de aquel primer encuentro volvió a su mente. No siempre cometía errores pero el sólo hecho de pensar en lo ocurrido días atrás, le provocaba un ardiente cosquilleo en su cuerpo. Sostenía el cigarrillo con la mano derecha y al volcar la ceniza observaba su brazo con el poco bello como escarpia. Desde el día que conoció a Álvaro en el cumpleaños de su amiga Verónica supo que necesitaría a ese hombre como necesitaba sentir que su sangre corría por sus venas. No le hacía gracia ni se sentía orgullosa haber engañado a su marido pero llegó a hacerlo sin ni siquiera darse cuenta. Apagó el cigarrillo con movimientos compulsivos y cuando fue a encender otro, miró la bolsa de la farmacia que contenía el test de embarazo que acababa de comprar.
―Cómo puedo volver a fumar si lo he dejado hace un año, ¿y si esto que me pasa es un embarazo? ―, reflexionó. Cogió la cajetilla y el mechero junto con el cenicero y lo llevó al mostrador. Le regaló sus cosas a Samanta, la chica que atendía el bar, prometiéndole que no fumaría más. Volvió a la mesa y cómo no sabía qué hacer con sus manos sacó un bolígrafo del bolso. Comenzó a dar golpecitos en la mesa. Un golpe tras otro enviaba esos encuentros con Álvaro a su cuerpo excitándolo. Pensar en la posibilidad de estar embarazada, la animaba, le daba fuerzas, la fortalecía, sin embargo no podía siquiera rozar la taza de ese café que se estaba quedando frío sobre la mesa a la espera del sorbo de sus labios. Cerró los ojos y apoyó el codo izquierdo sobre la mesa. En su mano dejó descansar la cabeza dolorida de tanto pensar y con los dedos pulgar y anular presionó sus sienes como para mitigar los latigazos que le enviaba su cerebro.
Todos los momentos de su vida volvían a su presente. Se descubrió en el mismo bar donde había conocido a Néstor años atrás, en la misma mesa en que se enamoraron. Este lugar, que ahora está reformado, se encuentra en la plaza mayor del pueblo. Los dueños habían cambiado y las caras que lo frecuentaban también pero Sandra tenía el detalle de aquel tiempo a su mente. La televisión encendida en el local, que hoy en día es tan normal ver en los bares casi sin volumen, interrumpía su visión y mezclaba ese murmullo actual con la música que ambientaba ese espacio en aquellos días. Se secaba las lágrimas que sin remedio caían desde lo más profundo de su alma.
―¿Si ya no amo a Néstor, por qué sigo a su lado? ―la ausencia de la respuesta hacía dolorosa su realidad―. Tal vez sea costumbre, o ese cariño que se toma a la gente después de convivir mucho tiempo o ese miedo a estar sola ―. Buscaba la manera de entender ese click que resonaba tan fuerte en su cabeza una y otra vez.
Se encontraba estancada y perseguida por la penosa tortura del olvido de Néstor. Su esposo no la trataba como antes y por más que fingieran ante los demás, la verdad se imponía como un manto cuando llegaban a casa. Se resignaba al recuerdo de esos días en los que fue feliz y en un esfuerzo cogió la taza para beber el café. Al sentir ese frío casi helador de la bebida las náuseas treparon por su garganta. Se tapó la boca para no vomitar con la mano que tenía libre y las convulsiones del llanto se apoderaron de ella.
―Debo de ser la comidilla del bar ―pensó, pero le daba igual. No podía más con esas imágenes que acosaban su presente y negaba con la cabeza lo cruel que puede llegar a ser la vida en los temas del amor.
Reanudó ese juicio de su conducta y Néstor se plantaba frente a ella, en un bar que dibujada más allá del vaivén de las puertas actuales. Bloqueaba su respiración y le hacía pensar en su engaño. ‹‹¿Tienes fuego? Su voz grave, profunda, tan viril. El pelo rubio de Néstor caía sobre la frente despeinando a un flequillo que le daba un toque interesante y enigmático. Los ojos celestes, cristalinos de Néstor dejaban reflejar el marrón intenso de la mirada de Sandra››. Comprendió que ese destello de ella en los ojos de Néstor siempre le producía miedo. Le pidió a Samanta que le calentara el café y un paracetamol o ibuprofeno para el dolor de cabeza. Luego al ver que una mesa en el fondo quedaba vacía se cambió de lugar sin pensarlo dos veces. Apoyó su espalda contra la pared y después de tomar el paracetamol con el vaso de agua que Samanta le ofreció, reposó su cabeza sobre ese muro frío que desplegó otra serie de recuerdos. ‹‹Mientras quería encender el cigarrillo de Néstor. Este la estudiaba con la mirada y la contemplaba con el mismo mimo que le dedicaba a su colección de piedras preciosas, que tenía desde pequeño. Siempre quería descubrir algo nuevo en ellas y las pupilas de Sandra eran un océano en donde sus pensamientos nadaban, para que Néstor los cazara. Él no paraba de jugar con ella preguntándole lo que estaba pensando a cada momento. Le sacaba la verdad con mentiras y ocurrencias que no dejaba de inventar. Sandra sonreía y Néstor no dudó en hacer suya esa sonrisa. Él seguía con su juego mientras Sandra sostenía el encendedor entre sus manos. Lo encendía y lo apagaba tantas veces como le era posible, le quemaba. Pero él no paraba de hablar, de sonreírle, de inclinar la cabeza, sacaba el cigarrillo de su boca y cuando Sandra bajaba las manos cansada de su ir y venir, él le tomaba las manos entre las suyas para colocarlas cerca del cigarrillo para poder encenderlo. Néstor sentía el contacto frío de las manos de Sandra que contrastaba con las suyas que parecían fuego.
―Están heladas tus manos ―dijo sorprendido.
―Siempre tengo frías las manos ―. Recalcó Sandra al ver que Néstor no le soltaba las manos y no podía desembarazarse de ellas. Él comenzó a restregar sus manos para darle un calor que Sandra juzgó innecesario. Néstor observó la delgadez de esas manos que ya se le antojaban por su cuerpo y sintió ganas de besarla. Fue obvio. Él encontró a la mujer perfecta para su vida, por lo menos eso creyó en ese momento. Néstor comenzó a avanzar por los brazos de Sandra para seguir con esa entrega de calor que ella supo detener cogiendo los brazos de Néstor. Al tiempo que escondió sus labios en el cuello cisne de su jersey y Sandra no sabía si temblaba de frío o porque en realidad ese calor le gustaba o porque se dio cuenta de las intenciones de Néstor. Que sin querer, coincidían con las de ella. Y aunque no quería aventurarse, comenzó a divagar en los ojos de Néstor y en ese reflejo que en un principio creyó que no era real. Pero también no podía creer que ese hombre la atrajera tanto y le provocara un gran deseo de saber cómo de tiernos eran sus labios››.
El ruido del bar la distrajo y al volver a la realidad vio como una chica mucho más joven que ella charlaba con un muchacho. No paraban de reír y en un momento de esa conversación que Sandra imaginaba palabra por palabra, porque no podía oír realmente lo que decían, él besó a la joven dejándola con un semblante serio. Sandra creyó que le iba a dar un guantazo pero no, ella lo abrazó y le devolvió el beso. Al ver ese beso Sandra se acordó de los hombres que habían pasado por su vida. No eran tantos pero no fueron los más indicados. También rememoró las promesas que nunca cumplían, las risas que suenan muy bien juntas y son muy idílicas pero luego te engañan. El amor que así como viene se va y te deja hundida por un tiempo. A lo mejor a esa chica no le pasaría lo mismo que le pasó a ella pero ¿y si ese chico era igual que Néstor? No sabía porque pensaba así de ese muchacho que ni siquiera conocía. No obstante se vio reflejada en ella y supuso que esa chica decidida a entregarle todo a ese hombre, con el tiempo también crearía un escudo para no ser dañada por la persona que se cree amar. En el caso de Sandra el supuesto Robín Hood fue Néstor que disparó mal la flecha hiriéndola de muerte. Se bebió de un trago el café y la acidez trepó nuevamente dentro de ella. Prefirió no moverse y controlar esa náusea con la respiración. Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos. Se estremeció al recordar la mirada de Álvaro y lo que nació entre ellos, cómo apareció en su vida de la nada poniendo todo patas arriba. Los comparaba sin querer. Odiaba ese tipo de comparaciones pero no las podía evitar. Medía las conversaciones, las caricias, los besos hasta la forma de hacer el amor y su respiración al hacerlo. Borró esos pensamientos y volvió a Néstor, y se preguntaba qué creencia o embrujo la llevó a pensar que él era el hombre de su vida. La gente que entraba y salía del bar renovaba el aire del ambiente y otro recuerdo la atacó:
‹‹―¿Salimos fuera, vamos a dar un paseo? ―le propuso Néstor cansado del bullicio de la gente. Sandra aceptó. Al salir del bar Las Bravas, así se llamaba ese establecimiento por aquel entonces, se encontraron con los coches que estaban aparcados delante de la puerta cubiertos por una buena capa de rocío. Llegaron a pensar que había llovido aunque en realidad era el invierno que castigaba con su dureza y hacía de Sandra un ovillo dentro de su abrigo. Levantó la cremallera de su cazadora cubriéndose hasta la nariz. Néstor comenzó a pensar que dar un paseo con una temperatura tan baja era una idea muy descabellada pero ya estaban fuera.  
―¿Qué pasa, te asusta el frío? ya estoy lista para caminar un buen rato ―dijo ella al verlo parado en la puerta del bar.
―Vale, vamos ―. Néstor no era tan friolero y se lo demostraba a Sandra cada dos por tres. La tomaba de la mano y la ponía entre las suyas o las acercaba a su cara fría. Este reía porque contrastaba el calor de sus manos con el frío de ella y hasta bromeaba diciéndole que parecía un vampiro. Cosa que a Sandra no le hacía mucha gracia y se burlaba de su risa. Caminaron por la avenida central del pueblo. Esta avenida va a la capital de la provincia para el sur y para el norte a un pueblo un poco más grande. A medida que el paseo avanzaba nacía cierta complicidad, hablaban de los sueños, de dónde trabajaban, de sus signos zodiacales, de sus amigos y de aquellas cosas que esperaban de la vida. Las palabras subían de tono cuando sus miradas chocaban de soslayo y las sostenían por un segundo. Se gustaban y esa atracción sexual que empezaban a sentir el uno por el otro ya era imposible de contener. Sandra entre los nervios y el deseo encendió otro cigarrillo. Néstor recordó al verla aspirar el humo lo que decía su padre cuando él iba visitarlo al estanco: Es tan sensual ver a una mujer fumar hijo que a veces maldigo que tu madre no fume. Ahora entendía esas palabras al ver a Sandra sostener el cigarrillo entre los labios››. Sandra se sorprendió por recordar todos los momentos vividos con Néstor y a su vez se preguntaba si él los recordaba. Ya no le amaba, era un hecho. Pero sin darse cuenta revivía ese viejo temor que la perseguía, el ser hija, nieta y bisnieta de las virginianas. Nunca lo había hablado con Álvaro y eso también le hacía temblar. No quería que la leyenda de su familia fuera una traba para su relación.
El dolor de cabeza había remitido un poco y decidió salir del bar. Caminó por la misma calle en la que Néstor casi cae al suelo aquella noche por ir de espaldas. Ella acababa de tropezar con la misma baldosa con la que él tropezó. La había acompañado hasta su casa y Sandra lo invitó a pasar. Ahí él descubrió que era hija de la virginiana y ella se lo aclaró. Recordaba la conversación como si fuera hoy:
‹‹―Sí, soy pariente, hija, nieta y bisnieta de las virginianas. Los rumores son muchos en este pueblo, sin embargo sólo son eso, rumores. Mis hermanas nunca soportaron lo del mote y los gilipollas con que me relacioné antes no supieron diferenciar una leyenda de la realidad, así que mejor no hablar.
―Bueno mi padre siempre me contaba historias del pueblo y muchas veces nombraba a las virginianas. También decía que era una leyenda muy antigua que no hacía justicia con tu madre ni con tu familia. 
―No, no hace justicia.
―¿Y cómo no nos conocemos? ―dijo Néstor sorprendido pero enseguida corrigió―. Bueno yo me fui con cinco años. Mis padres me mandaron a un internado a estudiar y volví hace unos días.
―Ahí tienes la respuesta. Es increíble como hemos conectado, ¿no? ―dijo Sandra para cambiar radicalmente de tema. Al entrar dejó el bolso en la mesita de la entrada y se miró en el espejo del recibidor. Corrigió un poco el rímel y a través del espejo descubrió la sonrisa sexy de Néstor ―. ¿Quieres beber algo?
―La verdad es que sí ―contestó Néstor que no aguantaba más las ganas de besarla. La tomó del brazo derecho y la atrajo para sí dándole la media vuelta―. Quiero besarte y de hecho lo voy a hacer ―Néstor se excusó en un  permiso ridículo. El amanecer se filtró por la ventana tiñendo el cuerpo desnudo de Sandra con su luz. Néstor la observaba dormir y recorría con su mirada aquella perfección que lo cautivó en cuanto la vio››.    
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