Tumgik
#y ahora que flaco AHORA QUE DIJERON
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Esta imagen es el equivalente al primer panel del meme de supernatural para los argentinos
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isapolvorita · 9 months
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Lo que más me da bronca es que los pelotudos que votaron a Milei estan usandolo como excusa para ser personas de mierda bajo el dicho de "Ahora ganamos nosotros" es horrible horrible ver como hay tanta gente de mierda boludo tanto odio flaco te dijeron que estas mal estacionado que carajos me venis con que los peronistas te cojieron no tenes idea lo que es que te cojan vas a ver como te va a sangrar el culo hijo de puta cuando no tengas tierras no tengas recursos y no puedas hablar porque te vas a estar atragantando con la pija de los que siempre mandan y lo peor de todo es que vas a estar contento porque los ladrones tienen lo que se merecen no? Vas a pasar estas fiestas y todas las que siguen comiendo polenta y vas a seguir pensando que ganaste algo
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Crónica #1
Yohander llegó en la noche; tenía en sus ojos la marca del mal. (eso había dicho Ramona) lo vio entrar apurado, las manos se le movían dentro de los bolsillos. Vení sentate, le dijo con un plato de caraotas negras en la mano. sentate a comer papi, que están muy buenas. Ramona cuenta que sintió en el pecho la puñalada del presentimiento cuando Yohander le dijo que no y soltó una risa nerviosa que le abrió asustado los ojos. Esa puñalada decía Ramona era la misma que sintió cuando le operaron de apendicitis al hijo. La misma cuando en una misa de aguinaldos escuchó los disparos del CONA a las 2:00am en la iglesia. La misma que sentía ahora. ¿Y cómo no? si en la calle al negrito cómo le decían por cariño, la policia lo había arrastrado hasta la calle y lo tenían arrodillado detrás de una patrulla. El policía le pateaba el estomago y le gritaba que le iba a meter un balazo en la cabeza. La pistola desenfundada brillaba como le brillaban los ojos verdes de fiera al policía. ¡Quitate! ¿vos sois burro acaso? le gritó Ramona al policía. ¡Dejá de darle patadas al muchacho! ¿Quien es usted ah? Yo soy la tía le dijo Ramona quien miraba a la abuela parada detrás de las rejas de la casa. Ramona pensó que era un peligro. No debía estar allí, en cualquier momentos se podría escapar un tiro. Deje al muchacho dijo Ramona para luego sentir el frío del pistolon que le reposaba en el cuello de jirafa. Ramona miraba el suelo y veía sangre, veía la boca del ensangrentado que la escupía y el frío de la pistola que la mantenía tensa le hacía subir la mirada para verle los ojos coléricos al policía que parecía una fiera que le iba a comer la cara. Le acusaron de robo en el expediente, un ladroncito. La mala suerte de haberse atravesado con la amante del policía ojos de fiera; ella que testificó que le asaltó, allí en la entrada de la alcaldía, por allí cerquita de su casa. Ella parada en sus tacones gigantes y agarrada a la cartera dijo que lo metieran preso. Ella, la dueña de una boutique viviendo en este pueblucho donde un día la iban a encontrar muerta. Lloraba, el policía su amante anotaba todo. Ramona afuera de la fiscalía esperaba, dijeron que al negrito lo soltaban en la noche. Eso no pasó y lo metieron preso. Si me dais cinco mil bolívares lo suelto dijo el oficial. Ramona no tenía plata y al negrito le tocó entender. ¿Quién iba a saber? nadie sospechaba, quizá la madre pero lo negaba… ¿Quién pregunta esas cosas? Se lo llevaron al Vigía y Ramona decía para consolarse, que cómo el negro prestó servicio militar, allí se sabrá defender. Le llevaba la comida a esa cárcel que era mas un gimnasio grotesco, iba todas las semanas y oraba con él. le llevó una biblia, una almohada y la comida para tres días que el tenía que rendir. Nunca le regañaba, no creía en los castigos, Ramona lo visitó hasta en los días de las revueltas donde murieron mas de cien muchachos, balaceados o decapitados en las comunes guerras entre pandillas. El negrito sobrevivió dice Ramona. Es que él fue al cuarte, repite. El negrito sabe los trucos para arrastrase entre los cuerpos y esconderse entre la sangre. La cárcel aquel gimnasio brutal, aquel mastodonte de rejas, quedó débil de tanta bala, de tanta bomba. Que se mueran esos malos hijos, que maten a todos esos malandros. Yohander nunca mató y casi lo matan allí. Salió al tiempo cuando hicieron el traslado de reos; lo liberaron por tener un cargo menor, días después llegó a la casa con un bolsito con la poca ropa que le quedó y el cuerpo tan flaco que parecía un gancho de ropa donde le colgaba la piel.
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ilyval · 11 months
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no hay cosa que entristezca mas mi corazón que el saber que nunca me voy a recuperar del todo y que siempre habrá algo nuevo para sufrir. Me siento triste, me siento sola, ni siquiera sé porque escribo esto, nisiquiera sé porque vivo.
Sufrir o disfrutar mucho te lleva al mismo resultado, morirte, no importa que tan buenos seamos, que tan bien hagamos las cosas o que tan malos seamos, en cualquier aspecto, igual nos vamos a morir, igual vamos a tener el mismo destino .
De chica, vi a la muerte cómo algo horrible y que no quería que me pase, ahora vivo con la incógnita de "para qué vivo? Por qué?" Enserio tengo que aguantarme todo lo que me pasa y no me pasa? Para morirme? No más para eso? Y después qué? Me voy con Dios? O con quién o donde me voy? Que agotador pensar.
Más agotador es llegar a la noche con ese pensamiento durante el día, y a la madrugada, sentir tus latidos (uno por uno, obvio, hasta enloquecer) y cuando empezas a llorar es cuando no paras, algún que otro pensamiento se cruza, pero es un llanto de cansancio? O un llanto de ansiedad por no poder ver el futuro, no sé, tengo que pensarlo mucho. No es que me importe pensar, lo hago siempre, como todooo el mundo, pero creo que sobreanalizo demás las cosas, soy la única que piensa estás cosas? Espero que no.
En fin, en algún momento, tengo que darle un fin a la tristeza, va, en realidad disfrazo mi ansiedad, mis problemas alimenticios, mis traumas, soledad y mi disociación diaria con la palabra "tristeza" porque si tengo que explicar uno por uno mis problemas podría escribir otra Biblia pero en vez de hablar de Dios y mil señores más, podría hablar de mí, volviendo a lo de antes, en realidad no conozco la tristeza "x encima" la conozco a fondo como si mi único propósito para existir fuese sentirme así, cómo si no sé!
Yo creo que me voy a morir de la misma forma en la que nací, porque me ahorque con el cordón en el parto, de onda no me morí, pero mi mayor deseo, es ahorcarme y que un esqueleto flaco y desnutrido (el mío, fruto de tanto esfuerzo) caiga del barandal de casa. Cómo una enredadera que cae, delgada, larga, bonita (no encajo con este adjetivo pero quiero ponerlo), cae, dw decoración, cae, y listo. Me dijeron que no puedo morirme tan fácil si me ahorco, pero lo quiero, me gusta la sensación de asfixia, anhelo eso, si me tengo que ir me quiero ir así! Pero no tolero la idea de que me encuentren, que horrible.
Puedo pasar a la sección de mi cuerpo, mi "templo" como dicen en esas páginas de body positive. Bueno, de positivo no tiene nada.
Externamente quizas no sea el mejor pero si decente, pero es un éxito no haber comido durante días y sentir que era la más delgada entre todas esas chicas de tantas páginas web, fue cómo ganar un mundial pero un mundial de muertas de hambre. Cuando me dicen "anoréxica" es cómo, no sé, ser alguien, al fin me siento alguien, aunque no sea lo mejor que te llamen así, me siento alguien. Entrar a esos grupos de "anorexia y bulimia" y por fin sentirme alguien, ser parte de algo. Creo que todo se desarrolla con que siempre me sentí sola y que nunca tuve amigos cómo tal y que siempre se me recalcó "come como un cerdo pero es flaca como un palo" no engordo tanto si como pero no quiero siquiera estar hinchada. Amo la comida, me encanta, pero no amo lo que genera en mí. Y no sé, tener complejos con mi cuerpo desde chica y casualidades de la vida termine en grupos, donde te amaban por ser delgada, fue lo mejor, cómo algo que siempre quise, por eso siempre que me siento triste evito la comida, porque me hace feliz no comer, me fascina saber todo lo que puedo estar sin comer o lo que puedo controlarme, igual, si como, pero cuando no lo hago, mi mente descansa.
No comer= paz mental, no pienso, va, al menos no pienso en mis problemas generales, solo pienso en la comida, en mi cuerpo, es mi única distracción a todo lo que me pasa. No comer = distracción de los problemas. Es simple, no te da el tiempo de pensar en cómo papá torturaba a mamá o cómo todos los hombres con los que me relacione abusaron de mi (de varias formas) o en lo sola que estoy y que no tengo ni una amistad o que nunca me voy a borrar la memoria y olvidar todo eso y más. Porque es simple (x2), pensas tanto en la comida y en no verte hinchada o "pesada" que te la pasas pensando en cada plato que entro en tu boca y como te hincho y te hizo llorar durante noches o golpear tu estómago hasta quedar morado por "gorda". O como me estampaba los libros de biología contra todo el cuerpo cómo castigo por la insuficiencia que me daba ver a mis conocidas siendo hermosas y yo siendo tan horrible en todos los aspectos.
Cómo te la pasas viendote al espejo o reflejo cada que tenes la oportunidad y cómo te asquea sentirte llena, o cómo te sentiste por gastar plata en golosinas o cosas ricas, es decir, cosas innecesarias. Por qué gastaría esa plata si puedo contenerme? Es algo inútil.
Mi sensación favorita es abrazar y saber que al estirarme se notan las costillas o cuando te dicen que sos flaquita y ahí te sentís cómo en una típica escena de animalitos cantando y arcoíris y cantos líricos y blablabla. Es perfecto, es cómo si, todo, absolutamente todo, tiene sentido. Aunque todo esto este mal y me arruine la salud, no me importa, prefiero esto, aunque me contradiga con el primer párrafo acerca de la muerte. Como siempre, no soy perfecta, no puedo tener un pensamiento fijo.
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nolmuqta · 1 year
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vengo por un consejo porque la verdad no sé si es una tonteria de mi parte
mi flaco lo conocí por acá y estamos todavía "saliendo". yo la verdad es que soy bastante reservada y exclusiva con ciertas cosas y el siempre me dio a entender que el igual. hace unos días decidimos darnos "una semana" con un poco más de espacio porque veníamos teniendo algunos problemas (pero todo bien). el problema es que por chismosa me di cuenta que esa semana él estaba por aquí y por twitter buscando como sextear con cualquiera. por seguir chismeando también vi que antes (y durante) nos conocíamos estaba en ese mismo plan por aquí y por twitter buscando CUALQUIER PERSONA DESCONOCIDA para sextear como si nada
no sé si la palabra sea que me dio asco o que, pero no me gustó y la verdad cambió mucho mi perspectiva de el. siento que soy solo una que cayó en el jueguito que tiene y busca con CUALQUIERA y eso para mí es muy delicado porque yo no soy así. además me pareció una falta de respeto que por unos días que nos dimos espacio ya hayas ido directo a escribirle a cualquier random para sextear. repito que él siempre me dijo que TAMPOCO le gustaban estas cosas
ahora no sé qué hacer porque unas amigas me dijeron que es exageración y no sé si es cierto. a mí la verdad me dio mucho cringe, asco y hasta me sentí usada y sé que simplemente puedo hablarlo con el y seguir, pero yo creo que esto dice bastante de él como persona y yo soy lo contrario
me darías tu opinión? probablemente pida un par más. yo soy muy pro comunicación (y lo haré), pero primero quiero saber si exagero o no
gracias 🥺🥺
definitivamente NO es una tontería de tu parte, ni la forma en la que te sentiste, ni hablarlo, ni que te pareciera asqueroso, estás en todo tu derecho de hacerlo, onda, yo entiendo que las comillas en el “saliendo” es por ahí aún no formalizamos, aún no somos pareja como tal, que se yo sabes? pero qué hay que tener bien claro que si estás interesado en alguna chica y si aún no es tu novia por x cosa, le respetas y le cuidas de igual forma que lo fuera, pues ese es el punto ¿que no? quieres estar con ella.
si te doy mi opinion me parece, más que asqueroso, muy desvergonzado y cínico, y sobre todo un tipo que no vale la pena, onda amor, si estás viendo que sin tener el título (que ya vimos para nada le valió) se quiere meter con todas, de novios no imagino que hace. entiendo que estes a favor de la comunicación, onda yo lo estoy igual, pero también necesitas darte el valor que mereces y hacer que quienes dicen amarte te demuestren que también eres valiosa para ellos, podemos hablar lo que quiera el otro pero si las acciones hablan por si solas, las palabras salen mucjo sobrando
yyy buaaano que amigas jdjfksjd como va a ser una exageración eso, te juro que me enfadé de pensarlo y no te conozco, si fuese tu amiga seguro voy y lo cago a palos jdfjksjd no perdón ah jsjdj(pero si quieres si ah jdfjjs) de todo corazón, antes de que hables con él, piensa en ti, en todo lo que tú ofreces, en lo que estás dispuesta a dar en una relación y si realmente está persona merece tu amor, porque para mí, da la impresión de que no merece ni las migajas, btw, mantenme informada al menos para regañarte si lo perdonas ah jsjdjdj
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yhwhesmisalvacion · 1 year
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📖🎧 Éxodo Capítulo 32
1 MAS viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, allegóse entonces á Aarón, y dijéronle: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque á este Moisés, aquel varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
2 Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, y de vuestros hijos, y de vuestras hijas, y traédmelos.
3 Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y trajéronlos á Aarón:
4 El cual los tomó de las manos de ellos, y formólo con buril, é hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.
5 Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta á Jehová.
6 Y el día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron pacíficos: y sentóse el pueblo á comer y á beber, y levantáronse á regocijarse.
7 Entonces Jehová dijo á Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de tierra de Egipto se ha corrompido:
8 Presto se han apartado del camino que yo les mandé, y se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y han sacrificado á él, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.
9 Dijo más Jehová á Moisés: Yo he visto á este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz:
10 Ahora pues, déjame que se encienda mi furor en ellos, y los consuma: y á ti yo te pondré sobre gran gente.
11 Entonces Moisés oró á la faz de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor en tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte?
12 ¿Por qué han de hablar los Egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la haz de la tierra? Vuélvete del furor de tu ira, y arrepiéntete del mal de tu pueblo.
13 Acuérdate de Abraham, de Isaac, y de Israel tus siervos, á los cuales has jurado por ti mismo, y dícholes: Yo multiplicaré vuestra simiente como las estrellas del cielo; y daré á vuestra simiente toda esta tierra que he dicho, y la tomarán por heredad para siempre.
14 Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer á su pueblo.
15 Y volvióse Moisés, y descendió del monte trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de una parte y de otra estaban escritas.
16 Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.
17 Y oyendo Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo á Moisés: Alarido de pelea hay en el campo.
18 Y él respondió: No es eco de algazara de fuertes, ni eco de alaridos de flacos: algazara de cantar oigo yo.
19 Y aconteció, que como llegó él al campo, y vió el becerro y las danzas, enardeciósele la ira á Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y quebrólas al pie del monte.
20 Y tomó el becerro que habían hecho, y quemólo en el fuego, y moliólo hasta reducirlo á polvo, que esparció sobre las aguas, y diólo á beber á los hijos de Israel.
21 Y dijo Moisés á Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?
22 Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces el pueblo, que es inclinado á mal.
23 Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, que á este Moisés, el varón que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le ha acontecido.
24 Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y diéronmelo, y echélo en el fuego, y salió este becerro.
25 Y viendo Moisés que el pueblo estaba despojado, porque Aarón lo había despojado para vergüenza entre sus enemigos,
26 Púsose Moisés á la puerta del real, y dijo: ¿Quién es de Jehová? júntese conmigo. Y juntáronse con él todos los hijos de Leví.
27 Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo: pasad y volved de puerta á puerta por el campo, y matad cada uno á su hermano, y á su amigo, y á su pariente.
28 Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés: y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.
29 Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado á Jehová, porque cada uno se ha consagrado en su hijo, y en su hermano, para que dé él hoy bendición sobre vosotros.
30 Y aconteció que el día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado: mas yo subiré ahora á Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.
31 Entonces volvió Moisés á Jehová, y dijo: Ruégote, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,
32 Que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.
33 Y Jehová respondió á Moisés: Al que pecare contra mí, á éste raeré yo de mi libro.
34 Ve pues ahora, lleva á este pueblo donde te he dicho: he aquí mi ángel irá delante de ti; que en el día de mi visitación yo visitaré en ellos su pecado.
35 Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.
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whynotcharlotte · 1 year
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Fue en Octubre cuando te fuiste, mi mes favorito del año, porque me encanta el otoño y el vibe a día de muertos, así que estuvo bien que te fueras en octubre oso, no pudiste elegir un mejor mes para despedirnos, días antes de que fallecieras te quise llevar al veterinario porque parecías enfermo y fue cuando me di cuenta que ya no podías caminar, recuerdo que cuando te vi en la calle sin querer moverte supe que no habría más paseos al veterinario ni por las calles de la colonia, supe que no habría más ataques de ansiedad a las 4 am donde corrías por todo mi cuarto, supe que no habría más corretizas por el baño y supe que te estabas muriendo, lo supe porque me volteaste a ver, porque en 16 años nunca nos habíamos visto a los ojos por más de 5 segundos, siempre que lo intentaba te enojabas y enseñabas los colmillos, y las pocas veces que lo logre es porque estabas más dormido que despierto, pero esa vez no te importo, te me quedaste viendo hasta que fui yo quien aparto la mirada, te cargue todas las calles hasta llegar y fue cuando me dijeron que era tu momento, pregunté si era mejor dormirte o esperar y me dijeron que podía esperar, que no estabas sufriendo pero tendría que darte de comer en la boca yo misma, cargarte para moverte de lugar, y tenerte bien tapadito porque tenías mucho frío, así que te cargue de regreso a casa, te compré las latas de comida que dijeron, te puse un suéter y nos envolví en cobijas todo lo que resto del día, pasaron 4 días que iba a la cocina a moler tu comida, te cargaba y con una cuchara te alimentaba como si fueras un bebé, no podía hacer nada para que siguieras estando conmigo, ni siquiera para hacerte disfrutar la vida porque tú ya habías dejado de vivir esa mañana en la que ya no quisiste caminar al veterinario, esos últimos días sólo seguiste extiendo hasta la tarde en que como si de tu última energía de vida se tratase, intentaste caminar y te caíste, verte caer al suelo en ese estado fue de lo más doloroso que pasé, porque sabía que ese era el día en que morirías y tú también lo sabías, por eso querías que te viera caer, por eso usaste tu última energía de vida para moverte sin importar que eso te lastimara, sé que necesitabas que te viera, porque si no hubieras hecho eso, hubieras muerto solo en esas cobijas, porque yo no me habría dado cuenta, porque yo hubiera pensando que seguías durmiendo, te cargue y me acosté contigo, me quedé a tu lado acariciandote y viéndote a los ojos aunque esta vez era yo la que no lograba mantener la mirada fija por más de 5 segundos, estabas tan quieto que la última hora no sabía cómo estar segura de si seguías vivo o no, así que cada minuto ponía mi mano sobre tu pecho para sentir tus latidos del corazón, no quería dejarla ahí todo el tiempo porque sentía que te pesaba, pero después me di cuenta que nunca fue necesario que pusiera mi mano, sabría que habías muerto cuando pasará porque diste el suspiro más profundo que te haya visto dar, te mire a los ojos y aunque no supe describir lo que vi, vi como se te fue la vida, aunque tus ojos ya eran grises por las cataratas cuando te moriste se apagaron por completo, sacaste baba de la boca y como si de una burla se tratase, volviste a hacer del baño sobre mi cama, puse mi mano sobre tu pecho otra vez pero yo ya sabía que esta vez no sentiría los latidos de tu corazón, por unos minutos no dije ni hice nada, sólo te miré y después comencé a llorar, salí a decirle a mamá que habías muerto y fue mi papá quien te cargo y guardo en una cajita, porque, aunque siempre fuiste pequeño y flaco, ahora eras mucho más, con tu columna encorvada y lo flaco que te pusiste al dejar de comer, ahora eras tan pequeño que cupiste en una caja de zapatos, bueno, que tampoco era una caja de zapatos pequeña pero caja de zapatos al fin, fue increíble lo rápido que te pusiste tieso y frío, fue increíble ver lo rápido que un cuerpo deja de importar cuando ya no hay vida en el, porque aunque te vi dentro de esa caja, ahí ya no estabas tú.
Ahora tu cuerpo está enterrado en ese pequeño jardín por el que meses después pasaba a diario de camino a mi ss, a veces pasaba por el lugar exacto donde te enterramos y te decía “hola oso” pero a veces pasaba de lado como si tú no estuvieras ahí y bueno, es que tú no estás ahí, yo sé que estás en muchos otros lados, estás en mi cama enterrado entre las cobijas, en algún lugar de la casa persiguiendo a Torby, con una Leslie de 6 años mordiéndola o con una Leslie de 21 años jugando a las 4 am, perdón por haber pasado el último año de mi vida sin hablarte, sin pensarte y sin sentirte, tal vez no quería sentir tu ausencia, así que me distraje, pero hoy, hoy no sabes cuánto te necesito, me hubiera gustado ser una mejor ama, darte más baños y más paseos, no haberte regañado cuando me desesperabas y haberte mirado más a los ojos, pero gracias por haber sido tú, porque sin importar nada, yo te volvería a elegir como mi perro siempre y aunque hoy no puedo secuestrarte para dormir abrazados, ojalá sientas este abrazo que te doy en donde quiera que estes, te amo oso, te ame desde el primer día que llegaste a mi vida hasta el último día que te fuiste de ella y te seguiré amando hasta el último día de mi propia vida.
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findesemanadeaccion · 2 years
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Cutre - capítulos 3 y 4
Capítulo 3
Y ahora la historia puede ser contada, y debe ser contada, ahora puede revelarse la verdad sobre ese día misterioso y lejano en el que las autoridades encontraron a una persona de muy corta edad caminando por el desierto hirviente, con la sangre que me cubría todo el cuerpo.
Las autoridades dijeron “¿quién sos? ¿De dónde venís? ¿Qué tragedia ha ocurrido?”. Pero no pudo responderles. Su cara ensangrentada solo pudo quedárseles mirando sin pestañear, porque estaba en medio de una condición médica conocida como shock, la misma condición que debe atravesar la atormentada niña de la película Them!, que se llama así porque eso era todo lo que podía gritar cuando la encontraron caminando por el desierto, ¡ellos, ellos!, porque su mente había implosionado por aquello que había visto. Todo lo que podía decir era “¡ellos, ellos, ellos!”. Por eso no podía darles a las autoridades  ninguna información sobre por qué había sido la única superviviente y todos los demás se hallaban desparramados por ahí en pedazos. ¿Qué fuerzas desconocidas habían llevado a cabo este terrible ataque? Them! es una gran película. A veces la pasan en Cine de medianoche, por canal 7. Si ves en la TV Guía que la van a dar, deberías mirarla, porque te da algunas ideas que podrían serte de utilidad si alguna vez te encontrás en la situación de tener que enfrentar a las autoridades en medio del desierto y estás cubierto de sangre que no es, de hecho, tuya.
Y ahora la historia puede ser contada. Y debe ser contada. En este libro, será finalmente revelada la verdad sobre los horribles asesinatos y después la persona que lo escribe deberá morir. Y la gente podrá ponerse triste por eso y desear que hubiera más libros de Roberta Rohbeson, pero, tristemente, será demasiado tarde. Solo saldrá un único número para Roberta Rohbeson en el sistema decimal de Dewey. Tristemente, solo uno. Y si alguna vez encuentran su cuerpo, y si se le concede un deseo final, ese número es el que quiere grabado en su lápida.
Después de que las autoridades nos encontraron, a mí y a Cookie vagando sin rumbo, y después de que pusieron papel de diario sobre el asiento trasero del patrullero y nos hicieron subir, nuestra foto salió en la portada de la mañana siguiente de un periódico de Las Vegas. La foto de Cookie y mía. Nos veíamos muy mal, repugnantes. El titular me llamaba “una criatura misteriosa” (énfasis en “criatura”) y la bajada hablaba sobre mi impactante condición y mi amnesia y hacía un pedido a cualquiera que me reconociera, cualquiera en el mundo. En la foto se puede ver mi versión de ese entonces, una versión con el pelo muy muy corto, rapado como en los varones y con los brazos y las piernas tan flacos y con mi expresión muy paralizada, sosteniendo a Cookie entre los brazos de palitos. Y aunque la mayor parte de la sangre ya se había limpiado, igual lucíamos bastante convincentes, porque el fotógrafo del periódico le había dicho a la mujer del hogar cristiano que por favor nos dejara algo de sangre encima, no toda la sangre, pero un poco, por favor, porque en la sangre estaba el drama y el morbo, pero tampoco podía ser mucha porque esas cosas te destruyen el apetito, y el periódico salía por la mañana para ser leído con el desayuno. 
Así que la señora del hogar cristiano nos llevó con Cookie al patio trasero de cemento, todo cemento pero pintado de verde, e hizo caras de repulsión ante nuestra condición y también ante las familias de moscas revoloteantes que se habían convertido en nuestras devotas seguidoras, y desenrolló la manguera del jardín y dijo “párense acá” y después “sacate los zapatos y dejalos ahí”, y cuando la realidad de mi versión desnuda se le reveló, se volvió loca. Cuando resultó que yo era una chica, esa fue una sorpresa que nadie se esperó.
Y es que a mí el padre me había enseñado bien. A pesar de todo,  se encargó de pasarme su sabiduría: sin importar qué, siempre estate preparado para lo inesperado. Y, de ser posible, sé vos lo inesperado.
Capítulo 4
Y ahora, unas palabras de nuestro auspiciante: ¿ya conocés a Vicky Talluso? De hecho, si estás cansado de tu vida, si querés que tu vida pase a ser magnífica de manera instantánea, deberías conocer a Vicky Talluso. Cuando estás alrededor de Vicky Talluso, las cosas pasan. Cosas increíbles. Conocés gente increíble. Tenés revelaciones. Huís de los policías.
La conocí en el colegio en el día de mi quinto aniversario de la Masacre del Buen Capitán. El interés público había, finalmente, decaído, con sus brazos cruzados como un vampiro en el ataúd. Ya no le importaba a nadie quién lo había hecho. A nadie ya le importaba si alguna vez contaba la historia o no. Yo había estado esperando este momento, pero cuando finalmente llegó, fue un poco decepcionante. En cada uno de los aniversarios anteriores, siempre alguien nos llamaba, alguien del periódico de Las Vegas, un periodista que le preguntaba a la madre “¿y? ¿ya se acuerda de algo? ¿habló?” Y a la madre, entonces, le daban su chance de hacerse pública, que era lo que ella más quería. Pero ese año, el teléfono no sonó y la madre me empezó a mirar con un poquito más de recelo en sus ojos, como si estuviera tomando una decisión importante.
Yo esperaba sentir alivio en el momento en que la historia muriera. Esperaba sentir orgullo. El padre siempre hablaba del valor de ser capaz de cerrar la boca cuando realmente importaba. Yo cerré la mía por cinco años. Le tomó cinco años al desfile de interés público para, finalmente, superar la situación. Pensé que me iba a sentir feliz cuando sucediera. No me imaginaba que iba a dejar una calle vacía detrás mío. No había pensado en los restos de basura del carnaval que harían espirales alrededor de mí.
Nunca lo encontraron. No encontraron su cuerpo, pero yo creía que todavía debía seguir ahí. Que si yo realmente quería, podía tomar el dinero que me había escondido y comprarme un pasaje de Trailways para ir a corroborar que estuviera muerto. Ver si estaba petrificado, igual que el hombre charqui disecado, Sylvester, de La Vieja Tienda de Curiosidades, al que exhiben al lado de cabezas reducidas reales con los ojos y los labios sellados. O tal vez ya fuera un esqueleto, blanqueado y con toda la carne consumida, como el hueso que exhibían en la Tienda de Curiosidades y que debajo tenía escrito “PENE DE BALLENA”. La Vieja Tienda de Curiosidades es un buen lugar a donde ir cuando te quedaste con la espina de saber en qué se ha convertido la persona a la que acuchillaste y dejaste para secar al sol.
En este quinto aniversario, yo estaba pensando cuál era el sentido. Si todo podría llegar a terminar con este mismo sentimiento de nada. Si es que no había mucho más que la mirada estrábica de la madre, ¿cuál era el sentido de haber zafado del castigo? El padre me hubiera dicho que era idiota por estar haciéndome esta pregunta. Hubiera dicho: “Clyde, a veces no estoy tan seguro de que seas mi hijo.”
Él me llamaba Clyde. Él quería tener un hijo para pasarle su sabiduría. Y que yo hubiera nacido mujer era solo un tecnicismo. El mundo fluía mejor una vez que entendías lo que estabas destinado a vivir y lo que no. “Clyde,” dijo él, “el hombre promedio piensa que al mundo hay que atreverse a tomarlo por las bolas. Y por eso, el hombre promedio nunca va a sacar ventaja de nada. Porque trata de agarrar todo por las pelotas, cuando lo único que necesita es un besito y unas caricias. Cuando puedas, fijate de hacerlo con un toro, comprobalo vos mismo.”
El padre venía de una línea de gente de la carne. Generaciones de ellos que podían ser rastreados hasta la época de los monos. “El mono con más carne gana,” decía el padre.
—Creía que comían fruta nada más, —le dije.
—No, no. Fijate los dientes, los colmillos esos. Te vas a enterar el día que te muerdan con uno de esos. La gente de la carne lo maneja todo, Clyde. Desde siempre y para siempre.
Está en mi sangre. Yo lo sé. Persona de la carne. Provoco desastres con un cuchillo y no hay nada que pueda hacer, excepto tratar de mantener la boca cerrada y que no se me note.
Vicky Talluso se me acercaba a través de la pista de atletismo y caminaba muy rápido. La realidad es que no la conocía, pero estaba en una de mis clases y la había visto por los pasillos. Era difícil no notarla. Tenía rasgos extravagantes, usaba mucho maquillaje y ropa muy brillante y tenía un olor a goma chamuscada que trataba de cubrir con Chantilly Houbigant para mujeres. La gente se alejaba de ella automáticamente. Nadie podía soportar mirarla. En la marina, eso se llama camuflaje disruptivo. Fue en la marina que se dieron cuenta de que podías pintar lo que sea con las confusiones más horrorosas y así disgustar la mirada al punto de que los ojos se volvían incapaces de ver. El camuflaje disruptivo es bien de la marina. El padre era bien de la marina. “Marino hasta el final, Clyde. Cada centímetro de mi cuerpo hasta la punta del pito.”
Era la hora del almuerzo y yo me había sentado en mi lugar usual, sobre la hierba del terraplén que estaba cerca de la pista de atletismo. Pasaba el tiempo ahí. Para algunas personas, me estaba escondiendo. Mi escuela es un lugar violento. La gente necesita otra gente para noquear o darle una piña en la boca del estómago. Y por alguna razón, yo resalto demasiado.
Durante mis primeros días sobre la hierba, nadie me molestaba, ni siquiera se percataban de mí. Y entonces, Vicky Talluso vino caminando hacia mí, mirándome fijo, con sus impactantes botas hasta la rodilla de vinilo amarillo y taco alto y con sus revulsivas medias violetas y un vestido-remera psicodélico, rosa y naranja con cuello verde. Su pelo largo se balanceaba y sobre él descansaba un sombrero de esos que usan los rastafaris, hecho de terciopelo rojo. Se movía de una manera tan segura y veloz que me estaba asustando y me ponía de los nervios. No se me ocurría ninguna explicación para que una persona como ella se moviera tan rápido hacia una persona como yo. Porque soy su opuesto en cada aspecto. A diferencia de ella, yo tengo menos detalles que una sombra.
Empecé a arrancar el pasto y las hojas con nerviosismo e hice una pila con todo eso y cuando ella ya estaba muy cerca, empecé a mirar fijamente el montoncito, de una manera muy seria, como si fuera un proyecto para la clase de ciencia, pero su cara ya había aparecido como un destello en mi campo de visión. Tenía unos ojos levemente saltones y se había puesto una sombra violeta alrededor de ellos, junto con el rímel, y tenía una nariz larga que se levantaba por la mitad y una capa gruesa de labial mate que cubría sus agrietados labios y los labios los tenía hacia delante porque sus colmillos torcidos sobresalían, un defecto que tenía su extraño encanto. Uno de sus tantos encantadores defectos.
Olí el chantilly y después el olor a goma chamuscada y eso me generó preguntas. ¿Qué era lo que hacía que una persona oliera así? Más tarde me enteraría de que el olor venía de la crema depiladora que ella usaba constantemente por ser una persona demasiado peluda. Naturalmente peluda por todas partes, sus pestañas eran increíblemente largas, pero también lo eran los pelos de sus brazos. Y los de la ceja derecha. La otra ceja le faltaba. Me di cuenta enseguida. Arriba de su ojo izquierdo estaba toda pelada y la piel tenía una costra.
—Hey, —dijo. No le respondí. —Hey, sorda, —dijo, —vos. Me llegó tu mensaje, —se sentó cerca mío y empezó a arrancar pasto y a tirarlo sobre mi pila, —recibí tu mensaje esta mañana y la respuesta es que sí.
—¿Qué mensaje?
—Vos sos Roberta, ¿o no?
—Sí.
—Sssssssí, —estaba imitando mi forma habitual de decir esa palabra. La madre se volvía loca si Julie o yo decíamos “seee”, porque solo los idiotas decían “seee”. Ella quería que dijéramos “sí” de la manera más clara posible. Que la “s” estuviera clara. No quería que la conocieran como madre de dos idiotas.
—Ssssssí, —dijo Vicky Talluso, —Está muy piola eso. Sssssí.
Arrancaba el pasto de una manera vigorosa, con raíz y todo. Arrancaba incluso terrones de tierra y me di cuenta de que sus manos eran muy cortas y anchas y sus uñas eran muy chiquitas y anchas con esmalte plateado incrustado en capas agrietadas.
—Tenés P.E., ¿no? —dijo.
La miré de reojo.
—Tenés P.E., percepción extrasensorial, hiciste contacto con una entidad desgraciada, ¿no? Estabas jugando a la ouija esta mañana.
Sacudí la cabeza. Vio que le estaba mirando su ceja faltante. Se veía inflamada. Un poco costrosa. Me hizo pensar en Demodex, la criatura de la sarna.
—¿Vivís con perros? —dije.
—Se dice “tenés”, “¿tenés perros?” —dijo, — Tampoco es que me importe, pero se dice así, “tenés”. Esta mañana me llamaste por la ouija y te dije que nos encontráramos acá porque hay algo que me tenés que dar. Solo que no sabés lo que es. Y vos dijiste que necesitabas que viniera hasta vos y te dijera qué es lo que me tenés que dar.
Hice que no con la cabeza.
—Sssssí, —dijo ella, —¿Tenés un cigarrillo?
Volví a sacudir la cabeza y ella arrancó un pedazo de pasto que estaba conectado a una raíz enorme y lo tiró. 
—Odio este lugar, —dijo, —odio esta escuela. Odio este mundo. Odio este universo. ¿Tenés un cigarrillo o no?
—No.
—¿Y esta mañana no estabas tratando de contactarme?
—No.
—Mentirosa. No es que me importe, pero sos una mentirosa.
Sacó de su cartera un estuche plano de metal que dejó escapar un sonido de despegue cuando lo abrió.  En su interior, detrás de una barrita de filigrana, había tres cigarrillos. 
—Los últimos, ¿fumás?
—Sí. 
—Sssssé. Está muy piola eso. ¿Te importa si te lo robo? Sssssé. Así es como lo voy a decir de ahora en más. Sssssé. Sssssé.
Me ofreció un cigarrillo. Lo tomé. Lo tomé porque el padre me había dicho que cuando alguien te ofrece algo, incluyendo una nueva identidad, siempre tenés que tomarlo y fijarte a dónde te lleva. Una vez él había terminado en un campamento nudista de esa manera.
Sacó un encendedor con las siglas USN grabadas en él. Grande y pintado de plateado. Edición especial. Hecho para gente en climas ventosos. Lo soplabas y no se apagaba. 
—¿Tu padre es marino? —dije.
—¿Mi padre? —hizo un resoplido. —Ni a palos.
Ahí, sobre la hierba, exhalamos al aire algunos humos rancios marca Newport.  Sentí una extraña electricidad de solo estar al lado de ella. En parte, me impulsaba a irme de ahí y, en parte, era también lo que hacía que me quedara. Entonces, sonó el primer timbre y nadie se dio por enterado. El almuerzo había terminado. Teníamos cinco minutos para llegar al aula. 
—No hay necesidad de mentirme, —dijo. Un humo azul le salió por la nariz.
—Ok, —dije. Era lo que un marino diría. Lo que el padre me dijo que hiciera. Siempre estar de acuerdo. Ver lo que la otra persona tiene en mente.
—Entonces sí me contactaste.
—Sí.
—Sssssí.
Cinco años es demasiado tiempo para andar por la vida obedeciendo, sin hablar y teniendo una vida aburrida. Quizás sí la había contactado. O quizás lo había hecho mi entidad desgraciada, sea lo que sea que eso signifique. Quizás era tiempo de, finalmente, contar la historia y quizás Vicky Talluso era la persona perfecta a la que contársela.
Sonó el segundo timbre. Vicky estaba masticando pasto, lo machacaba con los paletas primero y después lo masticaba, literalmente, hasta que le quedaba una pelota.
—Roberta, Roberta, ey.
Levanté la mirada y tenía la boca abierta, sacó la lengua y me mostró una pelota negra y húmeda de pasto de cerca de cinco centímetros.
—¡Puaj, Vicky!
—¿Qué?
Vio la perturbación en mi cara. Capaz ella era más de la marina que yo. 
—¿Sabés qué es lo bueno de esto, de masticar pasto?
Negué con la cabeza.
—La leche está hecha solo de eso. De pasto masticado y nada más. El pasto es la entidad desgraciada de la leche. ¿Entendés? No vamos a entrar, ¿no? Nos rateamos juntas.
Agarró su cartera y se levantó. Algunas nubes detrás de ella estaban haciendo eso de súbitamente verse empañadas, con bordes blancos que resplandecían.
—Roberta.
—¿Qué?
Me mostró la bola de pasto de nuevo.
¿Fui yo o fue Clyde quien se levantó y la siguió cuando salió corriendo?
¿Era Clyde la entidad desgraciada de la que hablaba? ¿O era yo?
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jlorenamoreno · 3 years
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Llegaste en un momento en que no lo esperaba, he de admitir que siempre me pareciste un chico muy guapo, quizás corporalmente no tenías todo lo que a mí me atraía, pero si una estatura perfecta, una muy carita bonita, con carisma, positivismo, alegría, aguante, una risa muy particular; traté de negarme a sentir algo por ti, te explique el porque, pero si hubo algo que me cautivó profundamente fue tu persistencia, tu objetividad, tU aguante, tus ganas de no rendirte para lograr lo que querías, hasta que poco a poco fui enamorándome de ti, ¿Cómo? No lo sé, ¿Cuando? Tampoco lo sé, solo sé que de un momento a otro no podía dejar de hablar contigo, no podía dejar de pensarte y no podía dejar de extrañarte, reír contigo, bromear contigo, incluso cuando me regañabas, llegaste a ser el complemento perfecto para mi, lo que me había falta a mi lo tenías tú.
Me enamoré, y me enamoré profundamente de un hombre menor que yo, pero que me hacía sentir la más poderosa de todas, me hacía sentir que podía con todo y que con si ayuda íbamos a construir cosas gigantes, un hombre que estaba para mí, me quería, me admiraba, me respetaba; otra vez empecé a hacer regalos, manualidades, detalles, bobaditas que para mí eran mucho, llamadas a diario, todo muy perfecto, pero de un momento a otro todo empezó a cambiar, discutíamos, yo no entendía que pasada, y terminamos... ¡Fue duro, durísimo! Sentía que se me venía el mundo encima, así que decidí escribir aprovechando que era o es la mejor manera que tengo para expresar mis sentimientos, pero también decidí dibujar, hacer un retrato de una de mis fotos favoritas, durante las primeras fases de creación del retrato mi abuela me acompañaba, todas las noches de llanto, ella no entendía porque sufría, pero no dormía si yo no dormía, me abrazaba y me decía "mija, eso está muy bonito", "le está quedando bien lindo", un retrato que no terminé en ese momento; para ser honesta siempre tuve la esperanza de regresar, no puedo mentir, siempre la tuve.
Recuerdo que estaba en taller comercial, realizando el tema de la pasarela, en momentos estaba realizando las estructuras y me ponía a llorar y las chicas me consolaban, no me conocían bien, pero me ofrecieron mi apoyo, en ese grupo había una pareja a la cual veía y nos veía a nosotros, él con 18 y ella con 21, se vean tan bien juntos que sentía envidia, yo siempre busque no alejarme, a ratos quería desaparecerme del mundo, pero en otras ocasiones solo quería estar entre tus brazos... cuidado de mi abuela en la clínica fue que me robaron, y yo no quería molestarte, no quería que me siguieras tratando como un cero a la izquierda, pero también me moría por verte, no podía mentirme, ese día llame a Juan y estaba con Adri, él me dio que me fuera para la casa de él, que me pagaba el taxi, pero no, no me les iba a tirar el polvo, así que decidieron llamarte, porque yo no tenía tu número ni nada, tenía miedo, miedo de verte de nuevo, no sabía cómo reaccionar, porque había conocido una persona muy linda, que después la encontraba por ningún lado, en fin... Lo demás ya lo sabes, aunque, ahora que lo pienso no recuerdo muy bien esa noche, creo que hablamos, la verdad no lo tengo muy en claro... (Aquí puedes agregar algo de esa noche tú) :v
Durante la creación de ese montaje recibí la noticia del fallecimiento de mi viejita, quedé en shock, quedé pasmada, quieta, ni siquiera me baje el celular del oído, fue Dayana la que me hizo volver en si, le dije y salí, ese día solo quería tenerte a ti, no más, pero no te tuve, me odiabas, yo no sé si no soy consciente de que te hice en ese momento, pero solo sé que irradiabas irá hacia mí.
Cuando nos dijeron que podíamos invitar a alguien a la pasarela inmediatamente pensé en ti, no me preguntes por qué, porque no sabria cómo responder a eso, ese día, el día de la pasarela fue lindo a pesar de que me sentía como un culo, fue algo simple, compartí contigo, fue agradable, ameno, sin mayor detalle, éramos nosotros siendo nosotros.
Eran tantas las ganas que tenía de estar otra vez a tu lado que te invité el día siguiente a que fueras a farrear conmigo, entre mis planes, era ir a pasar la noche por ahí por la 63, pero pues no quisiste, era entendible, así que ese dinero lo usé para pintarme el cabello.
Para este tiempo me dije que ya no más, que bobada invitarte, querer hablar... Después de todo eso surgió lo de la reunión donde el gordo, todos ansiosos de que tú llegarás y me vieras con el cambio de look, la verdad no esperaba mucho, sabía que no te gustaba el tono, pero x no me quise matar la cabeza, estuvimos arreglando todo para cuando llegaran, gratamente me sorprendió como me saludaste, y que alcance a notas que querías estar al lado mío y así, jajaja, hasta que algo estábamos hablando y te mencioné como "Santafé" y casi me pegas con la mirada, pero era lo que querías, que fuéramos amigos. A la final me deje llevar por mi corazón y empecé a seder... ¿Y para qué? ¿Para que en la mañana me dijeras que como amigos, que no confundiera las cosas... Me sentí tan estúpida, tanto que no me quise dejar acompañar con el flaco y Celos porque solo quería llorar, y eso hice, llorar como si no hubiera un mañana, tanto así que se me olvidó que estaba enferma.
Después fue lo del partido, en donde apenas cruzamos miradas y si al caso palabra y te dejé una carta en la billetera, o bueno, la puso Adri, jajaja, una que jamás decifraste, pero que también redacté mal, mera boba.
No recuerdo porque continuamos hablando, pero sí que discutíamos con frecuencia por todo y nada, aún sin ser nada, que me bloqueaste y en fin. Después hablábamos normal y de un momento a otro me saliste con una de las frases más lindas que me has dicho:
"Te necesito como Santa Fe necesita a Agustín"
Ese día me quería morir de la felicidad, no me lo creía y lloré como niña chiquita de la felicidad, después de 3 meses por fin estabas volviendo a mi, por fin... el día de mi cumpleaños, que lindo a pesar de que no salieron los planes como los querías, fue muy especial ¿Sabes por qué? Porque te tenía a ti y eras el mejor regalo que podía tener, sentía que tenía el cielo entre mis manos, te tenía a ti y me sentía completa.
Podría agregar mil momentos más, pero creo que no acabaría pronto, se me irían largas horas redactando, leyendo, releyendo, mirando ortografía sabiendo que al final uno que otro error saldrá.
Nuestros paseos, nuestras idas al estadio, nuestros encuentros con los chicos, nuestras idas a vender empanadas, cuando me iba hasta Bosa por verte, el casi vivir juntos, el que nos completáramos las frases del otro, nuestras fantasias, nuestrs o bueno, mi borrachera en la 1ra, tanto... Tanto tan bonito que se vio destruido por actitudes y actos que se hubieran podido evitar, o se hubiera podido hacer más, ¿Que hubiera pasado si...? No lo sabemos y no lo sabremos, quizás tengamos una idea, una muy bonita idea de lo que hubiera podido ser, no creas que todo lo que te decía era mentira, porque en el fondo sabes que no mentiría con algo que tú anhelas mucho a diferencia mía, porque yo si me vi teniendo una familia contigo, me vi teniendo a una pequeña Victoria, me imaginé viviendo en un hogar los tres.
Siento que vivimos momentos muy llenos de felicidad, de risas, de llanto, de juegos, de chistes, de caricias, de abrazos, de arrunchis, de amor intenso, me atrevo a decir que de amor puro, que quizás no se dieron las cosas como quise, como quisiste, como quisimos, que quizás me faltó más de mi parte para perdonar, que quizás pude hacer más por ti, si... Quizás, pero ya no podía ofrecerte una parte de mi, porque estaba destruida por dentro, lo intenta tanto, tanto que por más que intentaba no ser tóxica... Ya no podía, ya no, el desespero por quererlo saber todo me tiene donde estoy ahora, asistiendo al psicólogo porque no sé cómo manejar mis emociones, podrías estoy tan aferrada a una ilusión, a un sueño que no solo dependía de uno, sino de los dos, te amo, y lo hago con cada parte de mi, quizás no pareciera, quizás no me preocupaba lo suficiente, pero daría todo por verte feliz y entre mis tareas está el reconocer que solo te hago daño, que no soy lo suficiente para hacerte feliz, para complementarte, que quizás nuestro destino no es estar juntos, que mereces algo bueno y sano al igual que yo.
Solo queda por decirte que espero me logres recordar como una chica que quiso darte todo y se quedó corta, que se vio opacada por pensamiento y sentimientos tristes, pero que te amo con alma, vida y corazón, nunca dudes de mis sentimientos hacia ti y por favor, por lo que más quieras no me lastimes más, yo no quisiera borrarte de mi vida, pero si colocas cosas que me puedan lastimar así no quería voy a tener que hacerlo, no quiero jamás tener sentimientos negativos hacia a ti, no los tuve cuando tenía el derecho de hacerlo, ahora menos, soy consciente de que debemos tomar distancia, por salud mental, porque yo ya no voy a hacer parte de tu vida, pero no es ni a sido fácil para mí, aún así debí asumir lo que está sucediendo y respetar por amor a ti tu decisión.
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poesias-nomadalife · 3 years
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Hoy me dijeron que por yo ser flaca, no puedo tener una novia con cuerpo. Porque eso no está bien, sin embargo, un hombre flaco puede estar con una mujer con cuerpo. Todavía estamos tan estereotipados con los cuerpos que ahora las parejas tienen que ser de una forma y no de otras. ¡Qué triste está el mundo!. La ignorancia prevalece y por eso hay que seguir educando.
@poesias-nomadalife
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sonlosnomeolvides · 5 years
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latin hetalia argmex week; día 1 → ángeles y demonios
» el ángel guardián {martín + pedro}
Todo comenzó a las pocas semanas de que Martín salió del hospital después de una cirugía de corazón, cuando estaba lo suficientemente recuperado como para dejar la casa de su primo y regresar a su departamento. En otras circunstancias no le habría prestado demasiada atención, probablemente ni siquiera se habría dado cuenta de ello, no con el ritmo tan acelerado que tenía para hacer las cosas (consciente de que cada día podía ser el último). Pero ahora, con las horas que debía pasar en reposo y sin nada más interesante qué hacer, habría sido imposible no darse cuenta del muchacho que se la pasaba sentado en las escaleras de emergencia del edificio al otro lado del callejón. 
Quizá “muchacho” no era la mejor manera para describirlo. No estaba seguro del todo, pero aunque lucía joven (más o menos de su edad, ya llegando a la mitad de los veintes), había un aire de melancolía en él que le daba una apariencia mayor. Siempre llevaba la misma ropa, que cada día lucía más sucia; tenía las manos cruzadas, la mirada gacha y los hombros caídos, como si lo aquejara algo terrible. Probablemente era un sintecho. Tendría sentido, después de todo, ¿quién más pasaba tanto tiempo, días incluso, sentado en el mismo lugar, con la misma ropa y lucía como si el mundo se le hubiera venido encima?
Había algo más en él, algo que Martín no sabía cómo explicar. Cada que Martín se asomaba por la ventana de la sala para verlo, tenía la sensación de que lo conocía de algún lugar. Sin embargo, por más que intentaba recordarlo, a su mente no llegaba nadie que fuera como él. Y también estaba esa extraña presión en el pecho, que no tenía nada que ver con el dolor de la recuperación por la cirugía. A ese dolor estaba acostumbrado (lo peor eran los estornudos: sentir que el pecho quería abrírsele nuevamente cada que estornudaba con fuerza), y por eso reconocía que la sensación que tenía al ver a aquel tipo no tenía nada que ver con su recuperación. 
Una tarde de esas en las que el viento sopla con un aire gélido, se percató de que el otro hombre seguía sentado en el lugar de siempre. En él todo se veía igual que siempre, a excepción de la forma como se abrazaba por el frío. El idiota estaba sentado sin siquiera un suéter para protegerse del clima. Martín se quedó observándolo por un par de segundos y justo cuando estaba por volverse para ir a su habitación, vio que el chico levantaba el rostro y lo observaba desde el otro edificio. 
No lo pensó realmente. Caminó hasta su ventana, se estremeció cuando el aire del exterior le dio en la cara al abrirla y gritó:
—¡Oye!
El chico le miró perplejo, pero Martín no le dejó hablar y se adelantó:
—No tienes a donde ir, ¿verdad? —preguntó. La respuesta era obvia, pero la situación ya era extraña de por sí y Martín supuso que no haría daño iniciar la conversación de esa manera.
—No —respondió el otro. Su voz era más grave de la que Martín esperaba y por un instante volvió a sentir esa misma opresión en el pecho. 
—Ven. 
—¿Qué?
—¿No escuchaste?
—Sí, pero… ¿estás seguro? No sabes quién soy. 
Más presión en el pecho. Martín se cruzó de brazos, aunque fue más para disimular la molestia por lo que sentía en el pecho que por otra cosa. Creo que sí sé quién eres, pero no logro recordarlo. 
—Has estado ahí por días y si quisieras hacer algo raro, creo que lo habrías hecho hace mucho. Sube por la escalera del edificio —agregó señalando la escalera de emergencia que daba a su ventana. 
El otro asintió e hizo como le indicaba Martín. Pasados unos minutos, entró por la ventana de la sala, cerrándola detrás de él y evitando el paso del aire helado de afuera otra vez. Volvió a hacerse el silencio, aunque Martín notó que se sentía un poco mejor, que lo que fuera que sentía en el pecho cedía poco a poco para darle paso a la sensación propia de su cirugía reciente. Se miraron uno al otro por un rato y Martín se dio cuenta de otros detalles que no podía ver a través de la ventana: era un poco más bajo que él y lucía delgado, pero no excesivamente flaco, y le llamó la atención la cicatriz que cruzaba su nariz. 
—Gracias —dijo el joven. 
—De nada. ¿Te llamas…?
—Pedro. 
—Martín —Pedro asintió en silencio—. Bueno, pues, toma asiento. ¿Algo de beber? Creo que algo caliente te vendrá bien. 
—¿Tienes café? —preguntó Pedro—. Siempre quise… es decir, hace tiempo que no tomo uno. 
Sí, había algo extraño en él, asintió Martín para sí mismo. Y, a pesar de ello, no tenía miedo de aquel extraño; era como si algo muy dentro suyo le dijera que el hombre al que había invitado tan de improviso jamás le haría daño. 
—Te preparo uno de inmediato. 
—¿Te ayudo? —preguntó Pedro—. Creo que eres tú quien necesita descansar más que yo. 
—No, estoy bie… ¿qué? 
—¿Hm?
—¿Por qué dices que yo debería descansar más? 
Pedro dio un paso atrás y miró de reojo la ventana, como si estuviera pensando en huir. 
—Si quieres ir, vete —dijo Martín—, pero ahora sí llamaré a la policía. 
—¡No! —exclamó Pedro, y Martín pudo ver el miedo en su mirada—. Yo… no es necesario que llames a la policía. No tengo a dónde más ir. 
—Sí, bueno, eso me quedó claro. ¿Te quedaste sin trabajo o algo? ¿No tienes ningún amigo con quien ir o algo así?
—No. No tengo nada… yo. No tengo dinero ni amigos ni familia. 
—¿No eres de aquí?
Pedro miró al piso un segundo y asintió con la cabeza antes de suspirar. 
—Algo así. 
Toda esa situación era extraña y aunque el sentido común le decía a Martín que estaba haciendo todo mal, que lo ideal habría sido llamar a la policía en cuanto se percató de que frente a su edificio había un tipo que no se movía de lugar, al final optó por seguir su instinto otra vez. Señaló con la barbilla el sillón para invitar a Pedro a sentarse y él también se sentó. 
—¿Quieres contarme? 
—No sé qué será mejor, que lo sepas o que no lo sepas. 
—Ok, eso ya me está dando miedo. 
Pese a todo, Pedro sonrió. 
—Tienes la sensación de que me conoces, ¿verdad?
—¿Cómo…?
—Nos conocemos —dijo Pedro. Martín guardó silencio para escucharlo—, aunque no nos hemos visto de frente. Yo te conozco más de lo que tú a mí, pero es inevitable que sientas que me has visto en algún lado, aunque nunca lo hayas hecho. 
—¿Qué quieres decir?
Pedro suspiró. Levantó el rostro y cuando su mirada se cruzó con la de Martín, éste sintió otra vez la opresión en el pecho, que era más intensa que las veces anteriores, e instintivamente se llevó la mano al lugar donde estaba su cicatriz. Pedro siguió el movimiento con su mirada y antes de que Martín pudiera decir algo, puso su mano sobre la de Martín. Un escalofrío lo estremeció. 
—Hace unas semanas debiste morir en el quirófano —dijo Pedro—. La cirugía se complicó. Todo indicaba que no saldrías con vida pero fue…
—Como un milagro —completó Martín—. Eso fue lo que dijeron mis familiares. 
Pedro quitó su mano y sonrió un poco. Fue una sonrisa melancólica, triste, y Martín se hizo un poco hacia atrás. 
—¿Quién eres?
—Tu ángel guardián. 
—¿Qué?
—Debiste morir —dijo Pedro— y yo sabía lo que estaba por ocurrir. Lo he sabido desde siempre, desde que naciste, y no se supone que nosotros debamos intervenir en eso. Somos guardianes, pero no debemos intervenir en lo relacionado con la muerte de nuestro humano, pero… no podía dejarte morir. No así. Tienes tanta vida aún, y eres una persona tan hermosa, con tantos sueños e ilusiones y yo… intervine para que no murieras. Por eso estoy aquí, porque ya no puedo regresar. 
—¿Regresar a dónde? —preguntó Martín, aunque una parte suya creía saber la respuesta. 
Pedro señaló con su dedo hacia arriba. 
—Ah. 
Ambos se quedaron en silencio por tercera ocasión. Era un relato extraño, fantasioso por decir lo menos, pero Martín estaba seguro de que era verdad. Nadie había podido explicar la razón por la cual había regresado a la vida cuando todos los médicos presentes lo daban por muerto y , quizá, todo ese cuento del ángel guardián explicaba un poco por qué Pedro (¿sería ese realmente su nombre?) le parecía tan familiar. Explicaría, también, la opresión en el pecho, que al fin entendió como esa sensación de querer llorar para desahogarse. 
—¿Aún quieres ese café? —preguntó. 
—¿No me vas a echar?
Martín le sonrió, nervioso, y se puso de pie con cuidado. Estaba seguro de que estaba haciendo lo correcto al dejar que Pedro se quedara en su casa. 
—No puedo echar a mi ángel guardián —dijo—. ¿Quién cuidaría de mí entonces? 
—¿Por cuánto tiempo puedo quedarme? —preguntó Pedro poniéndose de pie también. 
—Por el tiempo que quieras. ¿Quieres acompañarme a preparar esa taza de café?  —preguntó. 
No esperó respuesta, caminó hacia la cocina y sonrió al escuchar que Pedro caminaba detrás de él. 
fin.
_____________________________________
Wow, esto quedó más largo de lo que pensé y creo que pude extenderme más, pero así ya estaba algo extenso. Me gusta la idea de Pedro siendo el ángel guardián enamorado de Martín. Obvio que después se casan y son felices por siempre. 
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penal-largo · 4 years
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De las memorias de un arco de fútbol en 1955 [Sérgio Sant’Anna]
Traducción del original, publicado el día 26 de abril de 2020 en Folha de São Paulo.
A mirar los entrenamientos vienen solamente los fanáticos, algunos socios, los que capean clases y uno que otro cesante de aqui del barrio de Laranjeiras. Tengo un lugar privilegiado, no sólo por mi posición dentro de la cancha, sino por el hecho de defender a Castilho, el mejor arquero de Brasil. No hay discusión. Pero Fluminense tiene tanta calidad en su arco, que el titular y el reserva, Castilho y Veludo, fueron convocados a la selección para el Mundial de 1954. Castilho entrena con el equipo suplente para ser más exigido por el ataque titular. Nada menos que Telê, Didi, Valdo, Ádis y Escurinho. Didi juega de volante de creación y es un consagrado pateador de tiros libres, que ejecuta con su famosa folha seca.
La folha seca funciona así: la pelota va alta y cuando está cerca del arco, cerca mío, pierde fuerza y cae, muchas veces directo a la red. Didi acaba de patear uno de esos tiros libres, pero la pelota pegó en el travesaño, en mí, justo en la esquina. No sé si debo sentirme orgulloso o decepcionado, tal vez me siento de ambas formas. Fue perfecta la ejecución, una obra maestra que vi desde mi posición de privilegio, pero también soy quien defiende la meta de Castilho, que es para mí casi un hermano. Didi sonrió timidamente y con su calma de siempre. Lo que pasó fue bonito y divertido. ¿Puede pasar eso? Claro que si.
Otras pelotas entraron. La primera de Telê, que recibió un pase de Didi en el la punta derecha del ataque y le pegó de primera, con efecto y a media altura. Un gol hermoso ovacionado por los pocos espectadores que estaban allí. Los aplausos suenan diferente en un estadio vacío, un poco melancólicos. Un gol así debería haber sido anotado en el Maracanã, un domingo de clásico contra Flamengo.
¿Será que la melancolía está en mi? Sé que a cierta hora llegará mi fin. Hasta la madera se tuerce al sol, de vez en cuando hay que cambiar los travesaños. Vinieron a inspeccionarme ya tres veces, como si fuesen médicos. “Hay que cambiarlo”, dijo un funcionario del club, que con cierto desprecio agregó: “Pueden ser hasta termitas”. Fluminense es conocido por su organización, ya luego me cambiarán. Por ahora cumplo mis obligaciones. Cuando el balón pega en mí, después de un buen tiro, como en la folha seca de Didi, lo siento casi como un mérito propio. Pero las pelotas también entran, qué voy a hacerle, también es parte de mi propio juego.
Es duro, al otro lado está el gran centro delantero Waldo, goleador del equipo y del torneo. Hoy ya anotó dos veces, uno de ellos con uno de sus famosos goles insólitos, marcado con la espalda tras un centro perfecto de Telê. Quiero dejar en claro que no fue un error de Castilho: ningún arquero podría haber previsto que en medio del área y entre los centrales, Waldo encontrara la forma de pegarle con la espalda. El otro gol fue normal: una pared con Átis, entró al área y definió a uno de los costados del arco frente a salida de Castilho.
Átis es un tremendo cabeceador. Se eleva más que todos, cabecea la pelota esquinada y con fuerza. Hoy día fueron dos cabezazos así, pero Castilho las atajó bien. Una de las mejores cosas de Átis es que se divierte en la cancha, se caga de la risa de cualquier cosa y con todo el mundo. A veces eso enfurece a la hinchada, especialmente cuando el equipo va perdiendo o empatando contra un equipo chico aquí de locales en Laranjeiras. Una vez salió pifiado y se rió, como si nada. Dicen que no le importa mucho porque viene de una familia rica de São Paulo y no necesita de su carrera en el fútbol profesional. Hoy día también se rió y los pocos que estaban en la cancha aplaudieron sus cabezazos acrobáticos, así como las atajadas de Castilho. También está Robson, del equipo suplente, un jugador bajito pero talentoso, de buen humor siempre. En una entrevista uno de nuestros jugadores lo apodó la “broma ambulante”. Pero juega en serio, sabe gambetear, sería el titular si Didi no estuviese en el plantel. Mientras Didi hace rodar la pelota, Robson prefiere pasarse a los rivales. La hinchada lo adora.
Duque, el zaguero central suplente, tiene sus cosas. No le gusta perderse ningún entrenamiento y a veces alterna con los titulares reemplazando a Pinheiro, también de la selección. Hoy día hizo un autogol, aquí mismo, en mi arco. Un autogol es algo normal, fue a cortar un centro rasante y desvió la pelota contra el pórtico de Castilho. Nuestro arquero tuvo que consolar a Duque, que estaba al borde de las lágrimas. Y eso que era un simple entrenamiento.
Castilho es un gran profesional, ama tanto su trabajo que pidió que le amputaran un dedo de su mano izquierda que vivía inflamado. Sabía que no podía relajarse, Veludo estaba disponible para quitarle el puesto. La amputación fue vista como un acto heroico por los hinchas tricolores, que no dejan de idolatrarlo.
No todos son cracks consolidados. El puntero izquierdo Escurinho fue comprado al Vila Nova de Minas Gerais por su impresionante velocidad. El problema es que muchas veces centra alto y mal, mandando la pelota lejísimos de mí y de Castilho. A veces se escapa con pelota y todo por la línea de fondo, no frena. Sin embargo su velocidad crea contraataques rapidísimos, que muchas veces terminan en goles para nosotros, de vez en cuando anotados por él. Titular indiscutible.
Volviendo al equipo suplente que me toca defender hoy, hay varios jugadorazos, Fluminense tiene un excelente plantel. Varios apuestan que será campeón, más allá que Flamengo esté buscando el tetra, con los extraordinarios Rubens, Evaristo y Zagalo. Escucho de ellos por los comentarios de quienes pasan por aquí cerca del arco, pues los equipos grandes sólo enfrentan al tricolor en Maracanã. Entre nuestros reservas hay jugadores buenísimos como Emilson Peçanha, volante, un negro hermoso del sur, de mucha categoría y que forma dupla con Ramiro, crack santista.
Zezé Moreira, nuestro técnico, es conocido por su obsesión defensiva. A su juicio él aplica la “marcación por zona”, aunque para muchos no sea más que un tradicional cerrojo. La hinchada se desespera cuando Fluminense hace un gol en los clásicos y se echa atrás a defenderse, matando de angustia a sus fanáticos. Hoy Zezé no está satisfecho con nuestro equipo. Ya nos hicieron cuatro goles y ahora Didi, como vengándose del tiro libre que dio en mi, el travesaño, le pegó con efecto de fuera del área y por arriba de Castilho, marcando el quinto gol.
Castilho fue reemplazado, pero no por haber sido culpable de los goles, sino porque el Profesor Zezé aplicó la psicología y salvó de una boleta histórica al arquero de la selección. Castilho dejó la cancha, mientras Jair, el excelente tercer arquero, entraba a defender el otro arco. Se dice que Fluminense es una fábrica de porteros.
Veludo vino a defender nuestro arco. Como ya les dije es el segundo arquero del Flu y de la selección, aunque para algunos él debería ser el titular. Yo tengo una relación de cariño con Castilho, que surgió de las inferiores del Olaria, vino aquí joven y tras quitarle el puesto al apenas decente Adalberto, se ganó la titularidad para no perderla más. Veludo es negro, no sé si por esa razón muchos lo miraron con desconfianza al principio. Algunos dicen que los arqueros negros no se pueden formar. Es cierto que hay pocos porteros negros en el fútbol brasileño, pero Veludo es una buena excepción. En el último mundial, en el 54, después que los húngaros le metieron cuatro goles a Castilho — ninguno culpa suya, aunque jugó nervioso — , no faltaron quienes dijeron que la historia hubiera sido otra si Veludo atajaba ese día. Puede ser, aunque todos saben, incluso yo, que Hungría es actualmente la mejor selección del mundo. Todo es posible, pero lo cierto es que Zezé viene alternándolos en el equipo titular.
El Profesor Zezé coloca a Veludo a jugar la última mitad del entrenamiento de una hora. Veludo está jugando tan bien que parece justificar esa decisión. Atajó un fierrazo de Telê, un cabezazo al ángulo de Átis, un tiro a quemarropa de Valdo y un tiro desviado de Escurinho. Una actuación para sacarse el sombrero.
Hasta que vino el golazo de Clóvis. Clóvis es un volante central con bastante llegada al área rival. Y llegó a la mía. Un centro del flaco Telê al área y Clóvis la recibe con el pecho, pero en vez de bajarla y rematar, le tira un globito a Veludo en el mismo movimiento. De nuevo controla la pelota con el pecho y entra con ella al arco. Entró en mí, confieso que esa jugada maestra me hizo feliz.
El problema fue que el entrenamiento terminó rápidamente. Siempre es difícil cuando el espectáculo termina, incluso cuando es un simple ensayo. Estuvieron las estrellas principales, los actores de reparto, los extras y el público. Todos, en la cancha y en la gradería, conversan mientras se retiran. Van comentando lo que vieron, los hinchas más fanáticos se entusiasman. De a poco la conversación deriva hacia el espectáculo principal del domingo, el Fla — Flu. Como me gustaría estar allí para participar o por lo menos para ver. Lo malo es que en poco tiempo me transformaré en una pieza del pasado.
Todavía veo la puesta de sol, medio cubierta por la parte de arriba de la galería del otro lado de la cancha. El atardecer, esa palabra que siempre me pone los pelos de punta, es siempre hermoso. Hermoso y triste. Para peor, recuerdo al funcionario que vino a revisarme, el que luego de darle un par de puntapiés a los postes dijo lo de las termitas. Me dieron ganas de decirle que eso es lo que pasa con todos los seres, sean vivos o inertes. Llegó la noche. Es bonita, aunque lo sería mucho más si fuese día de partido, con el estadio iluminado. Pero no lo es. Para mí habrá pronto sólo oscuridad. 
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lymlibros · 5 years
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Ámbar
Un mundo sin magia. Aquel conjuro que salvó al mundo a costa de un gran cambio. Fue difícil para todos adaptarse, aceptar la idea de que no sólo no tendrían magia en la mayoría de las estaciones, sino que tampoco en aquella que era tan especial según el gremio. Ya que los Magos de Otoño no estaban preocupados por detener el fin del mundo, ahora se disponían a encontrar una solución y recuperar la magia, creía que si encontraban el origen del conjuro podrían ver qué lo causó y remediar todo. Pero luego de un largo período, antes de que lo descubrieran, Eren se presentó con su sobrino y ambos confesaron lo sucedido. Billy era un niño, no podrían hacer nada, tampoco poseían ya magia en su poder, sólo eran simples ancianos y algunos hombres más jóvenes que, aunque quisieran darle una golpiza no era apropiado. Además, Eren era un miembro del consejo muy respetado por ser un inteligente y poderoso hechicero, y también por ser un hombre con habilidades físicas. La mayoría de Magos del Consejo vivían encerrados en el Castillo y en las estaciones que no les correspondían se la pasaban leyendo libros sin más. Eren por su parte, la estación de Otoño la pasaba con Billy para enseñarle, y en las demás estaciones se encargaba de los deberes de fuerza, destreza y resistencia física que los demás no querían hacer. Por supuesto que ninguno se atrevería a intentar a pelear con él, ni siquiera, aunque tuvieran magia.
Billy lloró frente al consejo, pero no fue precisamente perdonado, eso dijeron, pero luego de otro medio año de disputas, el rumor se extendió por el pueblo y ya nadie quería ver a ese niño en sus tierras. Por votación general, siendo el voto de Eren el único en contra, la familia Raymon sería desterrada.
En casa Billy oía llorar a su madre por tener que abandonar la casa donde vivió toda su vida, además de que se encontraba muy nerviosa luego del encuentro con el padre de su hijo. La mujer estaba bastante delgada y débil, por lo que Billy y Eren se encargaban de cargar las cajas, ella lo intentaba, pero terminaba cayéndose con todo al suelo. Lloraba por sentir que tampoco podía ni siquiera juntar sus cosas. El sufrimiento que padecía hacía sentir a Billy el peor hijo del mundo.
Eren la atendía porque había enfermado, ya no había magia como para arreglar ese problema con un fácil, rápida y simple poción, de esas que su madre siempre hacía, era experta en ello. Nunca se destacó tanto en los hechizos, prefería buscar ingredientes, juntarlos y con la magia crear algo que durara embotellado. Muchos magos de pociones se lamentaron de que pese al intentar utilizar aquella magia no ocurriera efecto alguno, ahora sólo eran simples mezclas malolientes. A su madre le dolió tener que tirar cada una de sus pociones, pasaba todo el Otoño haciéndolas para que duraran hasta al otro año y se aseguraba así de eliminar enfermedades, plagas, suciedad, sueño, heridas, de hacer crecer las plantas, de reparar grietas, dar buena suerte, dar ánimos, flotar, cambiar el color del cabello, los ojos, hacer crecer el cabello, las pestañas, las uñas, hacerse más grande, más pequeño, más alto, más bajo, más gordo, más flaco, saber bailar, saber cantar, visión nocturna, agudizar el oído, el olfato, resistencia al fuego, no sentir frío ni calor, y mucho más.
Billy continuaba llevando las cajas al camión de mudanza, había recorrido desde lo más bajo, a lo más alto de la casa, ya sólo le quedaba el ático. Cuando subió se encontró con algunos juguetes y recuerdos viejos de su infancia. Se esperanzó de encontrar algo referido a su padre, ya antes había hurgado por allí buscando indicios, pero su madre lo regañaba y no le alcanzaba el tiempo. Ahora debía recoger todo y ponerlo en cajas, por lo que revisaría cada cosa. La mayoría eran cosas suyas de niño, ropa de bebé como un enterito de piel de mamut, algunas cosas de su madre como su primer cuaderno de recetas lleno de hojas secas pegadas en cada página, incluso de su tío Eren como la carta de cuando lo nombraron miembro del Consejo, reliquias de sus ancestros, como fotografías en marcos de ramillas y decorado con hojas secas. Pero lo que le llamó la atención fue algo pequeño que brillaba. Era un anillo hecho de corteza de árbol y con una piedrita anaranjada.
Observándola con atención descubrió que se trataba de ámbar, sin duda eso debía ser de su madre, en especial porque su nombre era Amber. Recordó entonces que las joyas ámbar eran símbolo de amor y cariño entre los magos de otoño, por lo que era muy común. Dudó entonces de si sería una reliquia o de su madre. En la cabeza la palabra “ámbar” le retumbaba, como si aún hubiera algo más que sabía, pero no lograba recordar.
Ya habiendo llevado casi todo al camión, Billy decidió preguntarle por aquel anillo. Su madre lloró en cuanto lo vio, cosa que hizo arrepentir a Billy. Ella admitió que era suyo, un obsequio de Horiam cuando le propuso matrimonio. Era la primera vez que ella lo nombraba desde el incidente y parecía estar dispuesta a hablar. Débil, pálida y entre lágrimas le contó sobre aquel momento cuando su padre le entregó el anillo de ámbar. Dijo que estaban trepados en el árbol del patio, aquel tan grande y bello, el favorito de la familia. Dijo que ese día fue mágico, esa palabra no era usada en vano, pese a que todo era mágico en sus vidas. Le contó que miraban las estrellas y que Horiam lanzaba conjuros al cielo escribiendo la pregunta de si quería casarse con él y haciendo levitar una pequeña cajita de ramillas y hojas secas que se abría frente a ella y dejaba ver la sortija en su interior. Ella lloraba y sonreía mientras recordaba. Comentó sobre que él le narró la historia de esa reliquia, que provenía de los primeros tiempos, ya que el ámbar era algo que guardaba en su interior lo que ya no estaba, el tiempo y el exterior no afectaban su interior, usándolo como metáfora y explicación del amor que él tenía por ella.
La emoción empapó el rostro de Billy, pero pronto las palabras de Amber resonaron en su cabeza. Corrió en búsqueda del libro de su padre, y en él encontró aquella nota que intentaba hacerse presente en su cabeza.
“La reliquia más antigua de ámbar es un amuleto que guarda en su interior la magia más poderosa que jamás podrá ser borrada”.
Billy entusiasmado llamó a su tío Eren y le mostró y explicó todo. Habló sobre recuperar la magia con esa joya, que podían remediar todo, allí dentro había magia que recuperaría todo. Pero Eren le dijo que no, al igual que su madre que le explicaba era una metáfora, referida al amor, porque no había nada más mágico que el amor. Pero Billy estaba seguro y se frustraba de que no lo entendieran. La discusión continuaba entre los tres. Ninguno creía lo que el niño sí. Ambos adultos dieron el tema por terminado, ordenándole que terminara de empacar porque era tiempo de irse. Resignado, obedeció y fue al baño llorando para limpiarse el rostro. Amber y Eren subieron al camión y esperaban a Billy. Él tomó su capa y se la colocó, se miró al espejo y en su mente apareció el rostro del hombre encapuchado. Eran parecidos, Billy ya había tenido esas dudas en sus sueños, pero cuando estaba despierto la culpa no le permitía pensar en otra cosa. La epifanía tardo unos instantes. Ya no había dudas, tomó una decisión.
Billy nunca llegó al camión. Billy fue en búsqueda de su padre.
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Un viaje a Argentina
En 𝐀𝐫𝐠𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐚 🇦🇷       
JOSÉ MANUEL
Aʟʟᴀ́ ᴠᴜᴇʟᴀɴ ʟᴀs ᴘᴀ́ɢɪɴᴀs, ᴀʟʟᴀ́ ᴇʟ ᴛɪɴᴛᴇʀᴏ ɴᴀᴄᴇ.​
Las visitas a la Argentina eran completamente de trabajo, y así, también viajaba a otras naciones por lo mismo. Perú, Bolivia, Paraguay, etc. Es por eso que, esta vez, acompañado de uno de sus jefes, aprovechó de escaparse a una de las bibliotecas de la ciudad. /Cosa que siempre hace/.
Y en eso estaba, usando sus gafas y con una tenida 'semiformal' por culpa del trabajo. Tenía en sus manos un libro de recopilación de cuentos de Quiroga, leía La gallina Degollada, la misma que leyó hace años en la Universidad, pero se tentó en hacerlo de nuevo.
Por otro lado, esperaba a un profesor que conoció hace dos años en esa misma biblioteca.
Tenía calor, y desabrochó su camisa un poco, acercándose a una mesa y sentándose en un cómodo asiento. Ahí se quedó, tenía tres horas libres hasta la reunión de la tarde en el hotel. Más bien, era como una comida junto a otras delegaciones, pero tenía que estar presente. Así que ahora aprovechaba su tiempo libre.
/Los tres idiotas, observaban el tren.../
(...)
/Bertita gritó.../
Se le notaba completamente interesado, no despegaba los ojos del libro.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Había vuelto a su casa apenas la mañana anterior, y no demoraron nada en pedirle que volviera a trabajar, por supuesto. No se tomaba a la ligera sus obligaciones, ni sus jefes le perdían la vista cuando empezaba a hacerse el vago antes de que empezaran las vacaciones de verdad. Claro que le tenían más paciencia (ser al que trasladan y mueven para donde quieren y ser quien es, sirve para eso), pero no quitaba que al menos debiera cumplir la mayoría del tiempo... 
Así que volvió, le pasaron un listado de los pacientes que fueron llegando a su oficina personal en el hospital y que hubieron sido atendidos por colegas, para que se pusiera al tanto y lo regresara con las manos vacías. Lo bueno es que ya no lo hacían cumplir horario rotativo en las guardias, a menos que alguien debiera ausentarse por emergencia. Solo era consultorio ocho horitas al día y volver a casa. Pero cuando vio las hojas se sintió un poco perdido en lo que respectaba al instinto natural de médico. Necesitaba informarse un poco más sobre algunas cosas para recobrar el impulso inicial. Fue a la biblioteca apenas pudo. Y ahí, después de tirarle un par de piropos a la bibliotecaria ya mayorcita, que lo tenía reconocido desde siempre, vio la silueta familiar. ¿Cómo es que no tenía ni idea de que iba a venir? Se fue a la sección de medicina. Nunca se quedaba a leer, siempre retiraba los libros como buen socio que viaja 40 o 50 kilómetros para llegar ahí. Pero se conocía la biblioteca como la palma de su mano. Retiró el par de libracos inmensos que también se había releído más de una vez y lento y silencioso fue donde vio a Manuel. Se le arrimó por atrás, ojeando por arriba lo que leía. Los libros bajo un brazo, se inclinó para apoyar el mentón en su hombro, sin reparo, dejando peso en el gesto. —Pero mirá qué linda sorpresa~ —sonrió, diciendo de repente. Con la idea vaga de querer asustarlo y a la vez no.
JOSÉ MANUEL
La lectura estaba interesante. No era un texto largo y eso daba aun más interés en terminarlo, en llegar a ese fatídico final. Donde la pequeña era degollada como la gallina, y tal hecho, realizado por sus propios hermanos. ¡No mires! Gritaba el hombre, mientras un charco de sangre se hacía más y más grande en el suelo. Manuel había acabado esa lectura cuando la presencia de ese sujeto /su aroma/ golpeó sus fosas nasales y en consecuencia su cerebro. Fue tonto, sí... muy tonto, el cómo su ritmo cardíaco se disparó. Echó la culpa al asombro de la visita inesperada y ahí quedó su pensamiento. Ahora buscaría el cuento del almohadón de plumas para revivir parte del trauma que tuvo cuando lo leyó en la universidad. (...) 𝘛𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘪𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘊𝘰𝘯 𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘚𝘢𝘣𝘦𝘴, 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘦𝘯𝘢𝘮𝘰𝘳𝘰 𝘚𝘢𝘣𝘦𝘴, 𝘮𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘤𝘰𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘨𝘰. —No... Y alargó esa 'O' como si fuese lo peor del día, claro que pronto todo su ser volvió a la armonía /se obligó/ y levantó la vista, girando su rostro, mirando al argentino allí. Cerró el libro y lo dejó sobre sus muslos. —Yo que pensé que esta visita pasaría piola...—pudo notar... /esos golpes/. Arqueó ligeramente las cejas. —Deberíai al menos mantenerte encerrao hasta que esos moretones o chupetones desaparezcan—dijo, con un tono autoritario y serio. Manuel no había sonreído a pesar de tener al Tincho ahí.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Se rió con toda la gracia cuando le escuchó la queja muda. Le dejó un beso en la mejilla y retiró la silla de al lado para sentarse, dejando el par de libros gordos en la mesa con cuidado de no hacer mucho barullo. —¿Qué decís, flaco? No pudo haberse vuelto mejor —rió. Suspiró después, ojeando el libro que tenía en la falda y pasándose una mano por el cuello. No podía disimular el labio roto, o la ceja, o el que tener un poco oscuro el pómulo. Pero los chupones pensó en serio que ya no se deberían ver muy notorios... —¿Y por qué me voy a encerrar? Me cagaron a palos y me comí a una mina, que se note —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Además no tengo estos señores libros en casa como para quedarme leyéndolos. Y tengo que trabajar el lunes, así que igual me van a ver en el hospital así, jaja. Voy haciéndome a una idea. Palmeó sus libros grandes, arrimándose más a Manuel y mirando sobre sus piernas. —¡Qué buena onda! ¡Quiroga! Hace como diez millones de años que no lo leo —bromeó, exagerando—. ¿Y vos qué onda? Qué linda sorpresa verte, eh. No me la esperaba...
JOSÉ MANUEL
Acomodó sus manos sobre sus propias piernas, apretando ligeramente sus rodillas y escuchando lo que decía el argentino sobre su viaje. Sabía algunos detalles sobre ello, lo habían conversado por wssp una noche. /Me cagaron a palos y me comí a una mina/. Manuel negó lentamente y con cierta incomodidad recordaba el beso en su mejilla que antes había dejado Martín allí. ¿En qué momento esa cercanía con el trasandino se había vuelto tan... normal? —Yo vine por unas reuniones, pero me queda esta noche aquí y volamos mañana por la mañana a Santiago—comentó, apegándose un poco más al sofá, hacia el otro lado en donde estaba Martín. De un momento a otro sintió que la confianza que habían tenido se había esfumado, pero ni idea del por qué. —Hay una cena en el hotel, ¿no quieres ir?—preguntó, era algo formal, pero Martín seguramente tenía algo que podía encajar con ello. Se puso de pie y fue a dejar el libro al anaquel correspondiente. Quedando de espaldas a Martín. Y buscó otro texto, quizá Borges para hacer trabajar su cerebro con tanta parafernalia lingüística. Se le notaba un poco alejado /bastante/ en realidad, alienado. Y su cuerpo se veía más pequeño entre esas pilas de libros. Él mismo se sentía de ese modo. Ver a Martín no era su objetivo y su presencia le fue una ráfaga de viento imprevisto demasiado fuerte. —Aunque si no podís no importa—le dijo, sin mirarlo claramente. Siguiendo su búsqueda, ¿quizá algún cuento de Cortázar? El surrealismo de ese hombre también le gusta.
MARTÍN HERNANDEZ
Abrió el primero de sus libros, acomodándolo frente a sí para revisar el índice y dirigirse a la sección que buscaba. No planeaba quedarse mucho, pero revisar por mientras si el material le servía, no estaba de más. —Qué buena onda, che. Con razón no me dijeron nada de que venías, te quedás re poco —comentó, revisando títulos y párrafos por encima—. Yo volví hace poco igual, pasa que ando medio oxidado y me vine a buscar para aclararme unas cosas. No vivo tan cerca de acá, pero por donde vivo no hay una biblioteca como la gente... Por su parte, sentía un poco esa distancia y al mismo tiempo estaba en su propia. Entre la concentración y la idea de tenerlo más al margen, había una breve incomodidad que tapaba con un poco de cinismo en la /amistad/. No podía ser que la cosa se pusiera más tensa para su parecer. Lo dejó ir sin prestar más interés, escuchándolo. —La verdad, no te veo con tantas ganas de que vaya, ni me tienta mucho ir teniendo la cara así —dijo, en tono divertido—. ¿Cómo dijiste? Que me quedara encerrado. Bueno, no viene mal. Además estoy re croto y vivo como a cuarenta minutos de acá, una re paja ir a cambiarme y venir de nuevo —De pensarlo no más le daba pereza excesiva, aunque se sentía medio mal por no acceder. Casi como si todo se estuviera derrumbando. —Igual, si vos no querés ir y te dejan, podés venirte a casa también. No me jode —Se encogió de hombros, aunque no lo estuviesen mirando—. De paso conocés... —Seguía con sus ojos las indicaciones médicas de tratamientos y formas de descubrimiento, hablando en lo que parecía a las perdidas.
JOSÉ MANUEL
Autopista del sur. Ahí estaba ese cuento de Cortázar, otro de sus autores favoritos. Y sintió alegría y una paz enorme cuando abrió el libro y pudo tocar aquella edición que había sido encuadernada de una hermosa forma. Tenía la nuca gacha, con esas mechas chocolates apenas escondiendo su cuello. —Sí, poco tiempo...—agregó, con la voz arrastrada. Baja, recordando que estaban en un lugar donde el silencio era un tesoro. Levantó la vista y miró los libros, los títulos que, a pesar de pasear sus ojos por esos lugares, no ponía demasiada atención. No estaba cómodo. Abrazó el libro como si buscara que esas hojas le devolvieran algo de fuerza y así, de ese modo, se giró y miró al rubio que hojeaba esos libros. Apoyó con mucho cuidado su delgada espalda contra el anaquel y apretó un poco más el texto. —No es necesario que vayai y sí...; /detente Manuel, no lo digas/ ... no quiero que vayas. (...) mordió su mejilla derecha por el interior de su boca, pero buscó que esas palabras no revelaran demasiado y forzó una mueca que de sonrisa no tenía nada. Volvió a sentarse, y le pesaba el cuerpo, las rodillas. Apretó su mandíbula y dejó salir el aire por su nariz, bastante aire, pero de ese modo ni se notaba. —Tengo unas tres horas para leer, así que, estoy retomando lectura ligera, ¿has leído la Autopista del sur? Es genial...—abrió el libro, fijando su vista en el inicio. Pero volvió su vista hacia los libros de Martín. De puro interés.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Sonrió por la aclaración que ya sabía. No le molestaba, porque en realidad le daba bastante alivio el saber que no molestaba con eso. Se lo imaginó eligiendo el libro, y por el tono de voz, voltearse y mirarlo desde su posición. Tenso, igual de delgado que como lo conocía y agarrando el libro contra sí o en una mano. —¿Viste? Mejor me quedo en casa no más —descartó, con ligereza y sin ni una tensión visible. Se notaba tranquilo aunque le pesara el pecho. Como si no tuviera ningún problema en ese instante con esa situación. Lo miró cuando se sentó a su lado, directamente y sin mucho espacio, con una sonrisa en calma. —Es uno de mis cuentos favoritos de Cortázar, sí —respondió, acordándose brevemente de los personajes principales, no del todo los nombres—. La idea de la gente formando una sociedad en conjunto ante una problemática, por medio de la comunicación espontánea y el sentimiento de apego y confianza. Algo medio primitivo que tienen todos... y la pelotudez de no encarar a alguien cuando se debería, obvio. Aunque sea para pedir el número de teléfono —Se rió un poco, volviendo entonces a su libro grande y más aburrido, pasando página y arrimándolo a su rostro, que las letras chicas no ayudaban cuando no tenía los anteojos de descanso.
JOSÉ MANUEL
Le gustó lo que escuchó, es como si alguien hablara en su lengua. La verdad es que adoraba el hecho de conversar sobre textos literarios, y oír una crítica valorativa o un breve resumen sobre el texto, le resultaba completamente genial. —Mejor es que volvai a tu casa—dijo—, y sí. Me gusta cómo pasa el tiempo en ese lugar, y cómo los lazos se van haciendo más fuertes con el pasar de los días. Por la costumbre. Cómo se dan cuenta que en unos autos más allá y en otros más acá, la vida seguía. ¡O nacía! —recordaba a la niña teniendo el bebé. La comida que escaseaba, las peleas. El cómo en un principio no había interés en el otro y al final, se convirtieron en unos vecinos que sabían y se preocupaban del otro. Leía de apoco, pero no había paz. Demonios. ¿Y es normal estar así? ¿Pasará esto en algún momento? Acaso...; ¿no cambiaría la situación? Las preguntas iban una tras otra apareciendo en su cabeza. Odiaba tanto la normalidad y la paz en Martín. Uf (...) Y sentía un ovillo en la garganta, palabras que querían salir pero se acumulaban allí y no salían. Manuel seguía con sus gafas puestas, y verle acercar el libro le causó un poco de diversión. —Léelo en tu casa, te vas a joder la vista.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Asentía con las acotaciones de Manuel a la historia, recordándola de a poco más a fondo y lo que pensaba de ella. —Me mata que el ingeniero sea tan boludo. Pero me gusta su forma de ver el resto del mundo y de la situación. ¿Era el ingeniero el protagonista, no? Jaja —Llevaba tiempo sin leerlo, y teniendo la cabeza a medias en la medicina, lo complicaba un poco, Lo que le gustó de ese texto era la magia con la que se veía formar lazos a la gente. Porque le parecía un poco mágico el asunto de las relaciones humanas, sin dudas. Eran algo importante, eran esenciales en la vida. Y ellos eran tan humanos como sus propios hijos, por lo que entendía y era llamativo en parte estudiarlo. —Me acuerdo que me gustó mucho cómo veía la vida de ella, de la chica del Delphi si mal no me acuerdo, y lo que quería de momento, con solamente tenerla en frente —memoró—. Todo por deducción. Poner en prioridad a unos sobre otros, pasándola bien entre tanto bardo... —asentía, moviendo la cabeza de un lado a otro también, como si razonara. Lo miró, acercándose un poco hasta que su hombro chocó con el de Manuel. —Me parece más increíble cómo de no saberse nada, terminaron siendo tan... esenciales para el otro. Me gusta esa idea porque es así como resultan todas las relaciones siempre, tan fáciles entre tanta complicación... —comentó, cerrando su libro sin dejar de mirarlo, y cambiándolo por el otro, al que sí le regresó la mirada y que arrimó tan o más que el anterior a su rostro. Notaba la tensión en el chileno a su lado. Había quedado en no dejarse sentir diferente por él, lo que probaba no ver como imposible. Porque era bastante imposible negar que /seguía/ queriendo tenerlo cerca y en mismo grado de confianza como hasta antes de irse. 
JOSÉ MANUEL
Asentía a cada palabra del otro, a las ideas globales, a esas preguntas. Era como si pudiera imaginarse el mundo de esos humanos atrapados en aquel embotellamiento vehícular. Sí, sí. Sí a todo. —La aparición de las monjas, o el cómo empezaron a organizarse. También es notable como van formando esa sociedad lentamente—dijo, de apoco, volviendo a tener un poco más de tranquilidad. Al menos hasta que sintió aquel peso en su hombro y su cuerpo reaccionó crispándose. /Se noto/. Porque dio un respingo y removió su cuerpo. —¿Tení sueño?—preguntó, molestando y removía su hombro, buscando incomodar al argentino. Para que se alejara, aunque hasta ahora, no era tan directo con esas cosas porque, de algún modo, no le molestaba -del todo- la situación. —El punto es que al menos esos personajes mantenían objetivos, si quieres problemizar algo solamente porque quieres y provocas al otro sin objetivos, entonces, sólo estás molestando...; ellos al menos, como dices, de lo complicado, lograron crear lazos. Que es lo más normal. El hombre es un ser social. Dijo, recordando a su profesor de Ética y Moral en la Universidad. —Martín... (...) Y ese nombre salió de su boca como una piedra, como si hubiese lanzado un cuchillo en mitad de la atmósfera. Rompiendo el ambiente, deteniendo el tiempo.
MARTÍN HERNÁNDEZ
La verdad era que la problemática del cuento lo hizo verse con Manuel en medio de su propio embotellamiento. Uno del que igualmente no tenía idea de la mitad de las causas, y que comprendía que no había nada qué hacer para adelantarlo. Simplemente paciencia, esperar... Sonrió a medias cuando lo notó tensarse más en el contacto, y por su parte se relajó todavía más. —No, no tengo sueño —dijo, como si fuera obvio, empujándolo divertido a su vez, para molestar. Estaba echándosele con más fuerza y muy a la jugarreta infantil—. Siempre se tiene un objetivo, aunque sea el de molestar. Y nunca se sabe si se quiere molestar o en realidad hay otra problemática entre tanto... Porque bien podía ser que no tuviera ni idea de cuál fueran sus principales motivos, y solo supiera que le quedaba seguir... Regresó a quedarse quieto cuando escuchó su nombre, casi autoritario a su parecer. —¿Manuel...? —indagó, a espera de que dijera algo. Notando bien clarito el filo atravesando el aire a su alrededor.
JOSÉ MANUEL
Pero...; dejarse llevar era una mentalidad muy de niño. Y Manuel... Manuel ya había pasado por eso y no había salido nada bien de allí. —Claro, en ese caso sería crueldad si molestar es el objetivo—tenía una visión más centralizada, más concreta... a pesar que era un hombre de letras, en las emociones y sentimientos, resultaba ser bastante práctico. Quizá demasiado. Se giró un poco y eso provocó que, en ese sofá, terminara de costado, y observando al fin el rostro del argentino. Volviendo a captar las heridas, las manchas azules. Y eso ayudaba a que su estado de animo no cambiara, y que sus ideas mentales siguieran siendo las mismas con las que se vino de Santiago. Maldita sea la hora en que se encontró con Martín de sorpresa allí. /¿Manuel...?/ Le dedicó una mirada directa, sus ojos avellana observando los verdes. Y se quitó las gafas en ese instante. Dejando las lentes sobre una mesa. —¿Puedes irte? (...)
MARTÍN HERNÁNDEZ
Se le hacía muy difícil mantener todo eso de esa manera sin querer, literalmente, ponerse a pensar en el millón de cosas que lo separaban de lo que realmente buscaba y todavía no sabía, entre todo eso. Suspiró, dándole la razón, pero ya no acotando nada. Pensando en el libro, era bastante parecido en boludo al ingeniero. Dejar pasar oportunidades y no encarar cuando las cosas se ponían más allá de lo fácil, era mucha mala tendencia y costumbre suya. La diferencia era que, por primera vez, dudaba así de fuerte en cambiar o no eso. Se encogió de hombros, como si lo que hubiera pedido lo aceptara con facilidad. Regresó la atención a lo suyo, rebuscando de las últimas cosas que precisaba. Se levantó, con ambos libros en los brazos, y se dirigió a la salida, parando en el escritorio para sacar el carnet de socio y esperar a que la bibliotecaria le pasara el préstamo. Ya parecía que se iba. Pero volvió. Y se dejó caer a su lado nuevamente. —Perdonáme, ¿no? —indicó, realmente no muy llevado a eso—. ¿Por qué querés que me vaya?
JOSÉ MANUEL
Y sus muñecas comenzaron a picar. Pronto sus cortas uñas empezaron a deslizarse por encima de ellas y buscaba, como si pudiera, encontrar sus venas, rozar su propia sangre, saberse vivo. ¿Por qué empezaba a sentirse tan avergonzado? Pronto el recuerdo de la autopista desapareció... y los recovecos de una cena navideña llegaron a su mente, evocaciones de mapas, de planos de una casa. De una noche fresca en un balcón, con el sonido de la ciudad de fondo, con las conversaciones de personas que caminaban por debajo de aquel lugar. Se recordó feliz en algún momento. Y en cuanto el cuerpo del argentino se fue, el peso sobre sus hombros lo hundía con tanta bestialidad en ese sofá, apretando una vez más su mandíbula. Y dañando una de sus muñecas al arrastrar parte de su piel con la uña. Agachó la vista, abriendo un poco más los párpados y buscando la forma que su mente y pecho se tranquilizara. No quería ver si Martín se había ido o no, ni siquiera fue capaz de despedirse. Ninguno de los dos fue capaz de hacerlo... (...) pero no, pronto el argentino volvió a aparecer y el nudo en su garganta se hizo mayor, y el piquete en sus ojos le alertó. Manuel levantó la mirada y lo observó. Mordió el interior de su labio. —No lo sé... Confesó. Y esbozó una sonrisa nerviosa, se le notó natural. Se le escapó ese gesto. —Será que tengo miedo a tenerte cerca...
MARTÍN HERNÁNDEZ
Verlo tan... así, le hacía sentirse apabullado y nervioso a su vez. ¿Se creía que no tenía ni un poco de emociones como para no sentirse mal por un rechazo semejante? Y es que en serio sentía que hacía un sobre esfuerzo para no meter la pata y cagar una relación como la que tenían. ¿Se pensaba que en serio no era difícil para él sentir más de un tipo diferente de cosas encima por el otro? Se mordisqueaba el labio inferior en espera de una respuesta, evitando el lado dañado, y cuando la obtuvo tembló. Sí, tembló de ansiedad y de la risa nerviosa que se le salió. Nada ruidosa y no muy extensa. Le subió un nudo a la garganta automáticamente. Y también pensó en una carita bonita, en un mil de situaciones bonitas, en sonrisas hermosas, en risas suaves, en tardes donde podía olvidarse de la vida... ¿Manuel tenía miedo? Soltó el aire, relajándose todo lo que podía. —¿Y por qué mierda tenés miedo de tenerme cerca? —preguntó, ya aguantándose como podía las ganas de mandar todo a la mierda. Su amistad, su comodidad, el relativamente poco tiempo que llevaba llevándose bien con él. Porque le dieron ganas de salir corriendo, y de enfrentarlo. Como había pensado hacía solo cinco segundos atrás.
JOSÉ MANUEL
¿Cómo podía explicarle? ¿Cómo podía decirle tanto? Si ni siquiera él parecía tener claridad en lo que había comenzado a ser algo... tan complejo. Amistad, cariño. Gusto. /Ahí terminaba/. ¿Pero por qué /dolió tanto/ saber que se había acostado con alguien más? (...) Se sentía tan imbécil. Tan egoísta...; tan falto al respeto con esa persona que una vez amó. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué se sentía así? ¿Era -acaso- una forma de sobrellevar el dolor acumulado? Su cabeza y corazón era un caos. Llevaba separado casi un año, /un año/. Y aun así sentía culpa de comenzar a querer a alguien más, como si no se mereciera volver a ser feliz. Porque, ¿lo merece, verdad? Aunque sea solo un poco. Pero, ¿por qué justamente /él/? ¡Agh! Su mente lo iba a matar en cualquier momento. Y su orgullo estaba por lo suelos una vez más, también era algo que dolía y le alejaba de la verdad. Escondiendo los motivos y sólo enseñando las consecuencias de tantas cosas que pasaban. Nunca se había sentido tan abrumado. —Porque es fácil enamorarse de ti...—el temor que le embargó luego de esas palabras, fue suficiente para que se pusiera de pie, era mucho el sentir para mantenerse quieto y no podía. —Y no quiero...—murmuró tan bajo, tan quebrado, con la voz temblorosa. /No quiero volver a sufrir una pérdida así/. Sus párpados se sintieron pesados. Estaban en un lugar público. ¡Repleto de historias! En cada libro una... y ellos dos, ellos dos tenían sus propias historias también.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Era un cobarde de los buenos, sí. Esperaba que escuchar decir algo de eso le instaría a callarse la boca y salir corriendo, sí. Como cada vez hasta entonces que había algún acercamiento así con otra persona, como cada vez desde hace añares. En algún momento había pensado que era una buena hora para seguir adelante, ¿no? Justo un instante antes de arrepentirse y no sentirse meramente preparado para eso, justo un instante después de conocer a Manuel y decirse que era un buen amigo, una buena compañía, alguien que le gustaba por más de una cosa en específico y que no tenía que ver por el ámbito /seguro/. Le quedaba grande verlo como amigo. Y sabía que la cobardía era su punto débil ante eso, ¿cómo siquiera podía llegar a pensar en verlo de otra forma? ¿Cómo arriesgarse a cagar a una persona tan jodidamente buena? Soltó el aire, relajándose, porque con esa mezcla de emociones encima no ayudaría nada. —Te juro que tengo ganas de pegarte una patada en el culo y mandarte a la mierda —sonrió, con aparente diversión y enojo contenido—. Pero ni puedo hacer eso, o pensarlo. O me recrimino yo solo que sos de las pocas personas que me hacen sentir bien y que no te merecés nada malo. Inhaló una bocanada larga de aire, parándose a su vez y sujetándole de la muñeca por miedo a que se vaya antes de tiempo. Era un cobarde, ¿lo sabía, o no? ¿Por qué lo retenía? —Yo no sé —dijo, bajito y para ellos—. Enamorarme de vos... —intentó aclarar. Serio, sí, como podía. Se relamió la boca incómodo y ojeando que no anduviera nadie cerca. Aunque lo hubiesen pisado como a un bicho la primera vez que se sintiera así de cómodo y seguro de querer a alguien. Aunque eso le tuviera todo ese tiempo a base de jugarretas simplonas. Incluso quiso besarlo. Por ese instante, la valentía que tenía a principio de todo lo envolvió lo suficiente para decirlo. Y no le molestó quedar a medias porque sabía que se entendía lo suficiente.
JOSÉ MANUEL
Sus piernas estaban fijas al suelo, pero sentía débil esa posición, y de repente, quería abrazarse a sí mismo. Pero mantuvo la compostura, y su cabeza comenzaba a doler, quizá porque estaba pensando demasiado. Y porque temía que, en algún momento, acabara quebrándose. Eran amigos, y la pasaban bien juntos...; demasiado bien. Y se gustan, ambos lo saben y por un momento pareció ser una jugarreta, y Manuel lo quiso entender de ese modo. Disfrutarlo, quiso conocer esa parte de la historia. Quiso gozar -por primera vez- una relación así. Pero tuvo que joderlo todo. (...) ¡Y conoce al argentino! Carajo...; lo conoce tan bien, que por eso mismo tiene miedo de comenzar a sentir algo más. Porque ese Rubio delante de él...; para Manuel, no sabe amar. Y le duele creerlo de ese modo...; y se sintió tan basura odiando los mensajes que recibía mientras él respondía con comentarios de amigo. Riéndose, cuando en realidad el calor en su pecho había abrasado sus órganos. Sin poder detenerlo. Lo vio ponerse de pie, la clara amenaza no fue suficiente para sacarlo del estupor que el momento le provocaba. Pero que le sujetara de la muñeca, le electrizó toda la espalda y nuca. La cercanía comenzó a ser tan clara que su corazón volvía a bombear, a latir tan fuerte que le dolían las costillas. Y si bien todo parecía lento y pausado. Fue el chileno quien alzó una mano, la que Martín no tenía y apoyó de ella en la mejilla del argentino. Su pulgar quedó en mitad de esos labios. Justo encima, aplastándolos. Manuel pegó su espalda a uno de los anaqueles, con Martín tan cerca que sus piernas se entrelazaban. Unidas. Se rozaban. —No me beses...—pidió—... no seas cruel. (...)
MARTÍN HERNÁNDEZ
¡Era difícil! Tan difícil como se podía esperar. No estaba acostumbrado a querer de esa manera, ciertamente. Era como había dicho: huidor. No le gustaba que la única otra vez terminara tan mal. No le gustaba tener esa imperiosa necesidad de tenerlo para sí mismo siempre. Egoísta, celoso. Y todo nacía con el entendimiento de por medio con tanta fuerza que lo abrumaba, de la misma manera que la cercanía, que la imagen del chileno sobre los libros, en la biblioteca solitaria, tocándolo y pidiéndole que no sea cruel. ¿En serio pretendía que lo pasara por alto? Tenía los ojos tan fijos en su rostro que parecía que lo fuera a atravesar. Y miró sus labios por un momento, miró sus ojos el resto del tiempo. No quitó la mano de Manuel de su boca, ni hizo un movimiento brusco en lo que recaía: el dolor en su pecho, el de su estómago, su vientre... Las manos le sudaban y sentía un hormigueo indeciso y pesado en la cabeza, los hombros y cada lugar donde estaba tocando al chileno. Hizo una mueca. —¿No te parece cruel de tu parte también? Vos también estás siendo muy malo por pedirme eso ahora y así —medio reclamó. Giró la cabeza en dirección a la salida, zafando la boca del agarre de Manuel, y en dirección contraria. No había nadie... no quería ser malo. No con él después de que lo tachara como tal por sólo pensar en la acción. —Yo no soy así, aunque parezca lo contrario después. También me enamoré de alguien y después me partieron en dos sin que les importara una reverenda mierda. Para vos soy malo si te beso, para mí sos horrible por pensar que no puedo sentir culpa por eso. Lo besó, sí. Le plantó la boca encima de golpe y con fuerza, haciendo que se golpeara contra los libros de atrás, cruzando una mano entre ellos para sujetarlo de la nuca y que no se le fuera a ir. Movió los labios con fuerza y probó tanto como pudo en los segundos que se sintió normal hacerlo. Aunque se sintiera los músculos contraerse de nervios y ansiedad por lo que hacía. Que aunque no lo hubiera hecho, hubiese sido lo mismo. Y prefería la culpa después a la incertidumbre de no poder hacerlo más. Prefería recibir así el golpe cruel que sintió llegar por parte de Manuel, así como devolverlo igual. Si después iba a seguir tachándolo como una persona sin alma, ya qué más daba... no tenía que recordarse que, de igual manera, ya no había vuelta atrás.
JOSÉ MANUEL
Su pulgar presionaba esos labios, pero también iba perdiendo la fuerza, porque su tacto conocía en ese instante -de forma directa- la textura de esos labios. Y la atmósfera comenzaba a transformarse en una especie de universo paralelo. Ya no hacía caso a lo que allí les rodeaba, no a la gente. No a las voces en la entrada. Sólo ellos. ¿Malo? ¿Él? ¡Estaba intentando -de una forma muy escueta en verdad- el que Martín no siguiera! Que se detuviera, que sepa que no era bueno tomar y luego dejar en el olvido. Que esas cosas son crueles, de alguien que prefiere el daño por la paz mental. Cada palabra de Martín se colaba en su mente. No le quería bautizar como un ser insensible, pero las circunstancias, la fama y todo lo demás, fomentaban que el chileno le creyera como tal. ¡Hasta se lo dejó en claro con lo de la rubia! Se habían dicho que existía un gustar, que había una atracción... y Martín lo primero que hizo fue acostarse con otro. ¿Cómo creerle entonces que gustaba de él? De él. De un hombre más encima. De un chileno. Él no era nada al lado de una alemana. (...) y odiaba sentirse así. Aborrecía el sentimiento de inferioridad. Y culpaba a Martín por eso. Esa noche lo hizo, le culpó de muchas cosas. ¿Cómo podía gustar -Martín- de él? De un idiota que aún le es fiel a su ex...; o eso creyó... Por los últimos meses, hasta esa noche. Cuando se sintió siendo egoísta con alguien. Con justamente este rubio que ahora le aplastaba las ideas y le revolvía las tripas. —No es es--hmmh—no acabó la idea, no acabó siquiera la frase para cuando esa boca fue a poseer la suya y sintió como si le agarraran el vientre y se lo tirara hacia abajo. Su nuca dolió por esa presión, se removieron algunos libros y su boca, que si bien pareció al principio muy negada al tacto, pronto liberó un jadeo cálido y húmedo. Momento en que esos labios se movían y los suyos, aún algo lentos, intentaron seguirle el ritmo por deseo. Porque le deseó la boca antes. Y una mano del chileno buscó apoyó entre los anaqueles, abriendo escasamente sus piernas y montándose poco a poco en una del argentino, simplemente para lograr un roce más cercano. El fuego quemó todo, hasta sus pensamientos. Y su pecho subía y bajaba...; nadie lo había besado hace tanto ya. Y volver a sentir la humedad de uno, la suavidad de los labios, la intromisión, el roce escaso de una lengua mojada. —Ah--Mhartín...—le mordisqueó el labio inferior y logró de ese modo retirar apenas su boca de la ajena. Usando sus manos empujó el pecho contrario, avergonzado, con las mejillas rojas, con los ojos aguados. Jamás le había dolido tanto besar a otro. Y las emociones que se iban sumando, entre alegría y miedo, ansiedad. Terror. —T-tengo que volver al hotel—dijo, y como si la reunión fuera en diez minutos, el chileno salió de esa cercanía, alejando a Martín. Avanzó por el pasillo... un paso, dos, tres... pronto comenzó a trotar, pronto abrió la puerta y se dispuso a correr. Sus piernas aceleraban el paso, se cansaba, el pecho dolía de la fuerza que palpitaba su corazón. Pero el viento golpeaba su rostro. Se detuvo y sacó su móvil. Caminando y volviendo a respirar, con nerviosismo -porque sus dedos temblaban- y buscó rápidamente el chat de Martín.       #wѕѕp ; 𝚃𝚒𝚗𝚌𝚑𝚘    » Te espero afuera. (...) se giró, y miró desde allí hacia la puerta de la librería. Vamos... Vamos... Sal, Martín.
MARTÍN HERNÁNDEZ
Le rebotó el corazón en las orejas cuando se sintió correspondido, apretándolo más de lo necesario y reclam��ndole os labios y la boca con gusto, con un nivel de ansiedad que llevaba muchos años de no sentir. Ni se dio cuenta de la posición que adoptaban ni del calor que le inundó el cuerpo hasta que sintió los dientes ajenos y que respiraba. Se había olvidado de respirar por un momento, de los músculos tensos, del ambiente en el que estaban. Volvió de golpe la fragancia a Manuel, el olor a papel de los libros. Y entendía en enorme parte lo que le pasaba por la cabeza al chileno. Porque admitía que era un pendejo para ciertos asuntos. No se había enamorado nunca de alguien que pudiera corresponderle. Y si lo repetía tanto era porque en ese último tiempo fue que empezó a encontrar más motivos. Le pesó, e intentó no darle importancia. A la mayoría de las personas que apreciaba les veía un tercer ojo, pero a Manuel no. Aunque en serio intentara olvidarse de él, no. Ni siquiera le encontró el defecto necesario en su personalidad como para conseguir una excusa para borrarlo de la dirección que tomaba en su mente. Manuel le gustaba y punto, y lo quería en serio, que era peor para su confianza propia. Aunque no para la reciente valentía. Y ¿qué podía reclamarle sobre irse con otro cuando, estando con esa persona, empezó a enviarle mensajes por acordarse de él? ¿Ni siquiera le sonó en la cabeza al chileno que pudo tener más intenciones? No por nada había vuelto más perdido que encontrado al asunto de ellos dos. Aunque igual, sí, no lo detuvo en ese momento. Apenas regresó en sí, Manuel se le había escurrido de los brazos y lo veía salir corriendo. —La reputa madre que me parió —murmuró, recuperando el aliento como pudo en un par de suspiros. Fue hasta donde estaban sentados, agarrando los libros. La había cagado, ¿no? Sí, seguro. Lo que lo sorprendía era la falta de miedo por lo que acababa de hacer. Tenía una seguridad que no cargaba antes. Y se sentía raro e imposible, casi. Sacó el celular del bolsillo trasero cuando lo escuchó sonar y se apuró a salir cuando leyó el mensaje. Cruzó la puerta de la biblioteca, mirando de un lado a otro para encontrarlo, avanzando cuando lo visualizó a unos metros. Cada paso suspirando para juntar coraje, no flaquear. Era lo que quería, estar seguro de lo que sentía. Aunque no tuviera ni puta idea de qué decir.
JOSÉ MANUEL
Su cabeza había dejado de retumbar, pero los labios...; los labios ardían y picaban del recuerdo de esa boca sobre la suya. Había sentido la suavidad, la humedad /el sabor/ de esa saliva. Y sus labios habían correspondido, lo recordaba bien. Se pensaba recibiendo el beso y sin haberse negado a ello. Toda su cabeza iba calmándose lentamente, como lo hacía su pecho, su respiración. Cuando notó el 'visto' en el teléfono, sus piernas -aún temblorosas- dieron un par de pasos hacia la biblioteca en la que había estado, pero era un caminar lento. A pesar que estando allí afuera le daba un poco más de tranquilidad, seguía nervioso. Temiendo lo que podía significar tener a Martín delante de sí. Había escapado del beso y del calor que le estaba rodeando, no porque no gustara -y bien claro quedó aquello- sino porque la adrenalina le obligó a salir de allí. El nerviosismo le ganó. Afuera autos pasaban por las calles,la gente avanzaba por las alamedas y Manuel estaba detenido en mitad de ese ir y venir de los argentinos que le rodeaban y no entendían qué hacía ese muchacho de pie allí. Una nuca amarilla apareció. Se relamió los labios de acto reflejo. Sudaba, tenía calor. Tenía el estómago destruido. La mente en cualquier parte. Y es que una vez más estaba mirando a Martín desde su lugar. Y el chileno más se aferraba a las calles de Buenos Aires, la suela de sus zapatos más se afianzaban en ese lugar. Hasta que Martín llegó frente a él y pasando unos segundos, fue Manuel quien habló primero. —Lamento haber salido corriendo—dijo enseguida, aún brillaban sus labios por el beso. Aunque había sido un contacto pequeño, pero el primero que tuvieron y más encima en un nido de libros. No había nada mejor como escenario, ¿verdad? Manuel esbozó una sonrisa avergonzada. Con los hoyuelos remarcados. Se sentía protegido en la calle, y es que estar a solas con Martín comenzaba a ser demasiado peligroso. —Tú me gustas—repitió, porque ya lo había comentado antes—, y comienzo a quererte—¿se estaba confesando? Diablos, ¿y en mitad de las calles? Demonios. —Sólo quiero que lo sepas, Martín. No quise irme sin decirte eso—dijo al final—, voy a volver al hotel. (...) Manuel miraba al argentino a los ojos, pero se notaba nervioso.
MARTÍN HERNÁNDEZ
A medida que lo tenía más cerca, iba sintiendo el temblor en las piernas, en el pecho, en las manos. Sostuvo con más firmeza los ejemplares bajo el brazo derecho. Tomando aire cuando estuvo frente a él de una vez. Estaba nervioso como nunca, literalmente nunca, lo había estado. Le hormigueaban los labios de gusto por el beso, seguramente tenía la lastimadura roja de nuevo. Ni había reparado en ella hasta ese momento en que dudó de su imagen. Tenía los pelos en punta y el calor tentativo ahí no más a flor de piel. Miró a Manuel con bastante intensidad. Recorriéndole las expresiones para hacerse una idea de cómo estaba. Acababa de besarlo. No se la creía. Estaba entre cargar una emoción poco probable y un nerviosismo incomparable. Le había gustado horrores. Su sabor, su tibieza, su voz hablándole entre tanto, la correspondencia que no se esperaba llegar y que lo hizo subir los niveles de emoción quizá un poco demasiado. Se relamió los labios un poco, con sutileza. Escuchando atento las palabras. Sonrió, asintiendo. —Si no salías corriendo vos, lo hacía yo —confesó, muy seguro de eso, contentándose sin querer por la imagen que revelaba el chileno frente a él. La vergüenza, la sonrisa, los nervios—. Yo también... me gustas, digo. Ya quedó claro de la otra vez. Y... te quiero —dijo, con más seguridad, no con falta de creencia en el medio. Y sintió un alivio en los hombros enorme—. Yo igual, quiero que no te tomes a mal todo esto, que si querés hablar de cualquier cosa yo te la aclaro, pero no la pienses por vos. Porque después de esto siento que pensás muchas cosas por vos y que no me das oportunidad ni a barajar un poco las cartas... Suspiró, serenándose del todo. —Sé que es difícil y todo. A mí no más se me va a hacer el desastre en la cabeza cuando vuelva a casa, pero por favor; si tenés dudas, preguntáme —Y sonrió, sintiéndose incluso una persona madura por haber podido soltar todo aquello. Todavía se sorprendía no ver a la cobardía aparecer cerca—. Andá con cuidado... Lo miraba igual a los ojos. Y eran notorios sus nervios, pero su tranquilidad y seriedad igual. Era raro ver al Tincho intentar ser maduro en una situación así, pero ya que había que hacerle frente...
JOSÉ MANUEL
No era tonto y podía notar cómo el argentino también parecía alguien completamente nervioso, como si lo que estuviera viviendo fuese algo bastante nuevo. No sabía cómo concluir todo lo que había pasado, desde que se molestaron con nieve, hasta ahora. Y si lo ponía de ese modo, parecía que habían pasado años. Cuando la verdad, no eran más que meses. Debía ordenar sus ideas una vez más, pensarlas, aclararse para así poder hablar con serenidad. Jamás pensó que terminaría comportándose cual crío de secundaria. Con idas y vueltas. Incluso salió corriendo del beso...; ¿quién diablos hacía eso? (...) La gente seguía pasando al lado de ellos, yendo con sus vidas mientras estos dos se mantenían de pie justamente en ese mismo lugar. Manuel escuchaba con atención lo que Martín iba diciendo, sobre todo cuando sintió que lo estaban retando por pensar cosas y quedarse con sus propias conclusiones sin preguntar. ¡Cuántas veces fue él quien pidió al otro que eso no pasara! Recordaba perfectamente dicha situación. Acabó con una pequeña sonrisa en la boca, por el recoveco aquel. Pero, lo más importante para el chileno fue esa correspondencia en los sentimientos. Al parecer, ambos estaban padeciendo el mismo mal. El castaño se acercó un poco más al argentino. —Tenemos que hablar, de eso no hay duda...; pero no ahora. Yo cacho que ni tú ni yo estamos en condiciones para hablar de esto—porque había un sin fin de cuestiones que charlar. —Y haz lo mismo... si quieres hablar algo, o tienes dudas de algo, cuéntamelo la próxima vez que nos veamos, ¿vale?—luego, alzó una mano y apretó el hombro derecho de Martín, más ancho, más atlético que él. —Nos vemos, Martín. Soltó aquel hombro con una pequeña caricia hasta el codo, para finalmente girarse y avanzar, avanzar porque los nervios volvían y necesitaba su preciada soledad. Sus cuatro paredes. Y pensar. Y recordar ese beso, rodeado de historias en una biblioteca.
Rol hecho con Aurora, ella maneja a Martín Hernández en facebook. Data: 11 de noviembre de 2017. 
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El Flaco
Vamos a jugar, vamos a decir palabras que terminen en “ina”: Camina, morfina, vagina, cocaína, página, codeína, gallina…  
Al flaco le gustaba jugar con las palabras y tenía una manera singular de escuchar música, nunca escuchó la mezcla de los instrumentos, tampoco las voces, pero sí sabía exactamente las notas que tocaba cada instrumento, diferenciaba las melodías de las armonías y en su cabeza cada nota fue como un pincelazo de diferente color, el flaco tocaba el bajo de profesión y la guitarra por afición.
El pelo lo llevaba más abajo de los hombros y tenía un copete que permaneció en la década de los ochentas.  En su espalda una guitarra que formaba parte de su indumentaria para puntear al atardecer la introducción de Stair Way To Heaven, mientras que en su rostro se dibujaba una plácida sonrisa.
Era un muchacho alegre y viajero.
Las mujeres que se cruzaron en su camino eran todas malgeniadas o tenían un papá que les reclamaba la honra, como le iba mal en el amor permaneció casi siempre soltero hasta una semana antes de su muerte.
Recuerdo que después de hacer su programa radial, en la emisora Ecos del río y de haberse deleitado con las delicias de Deep Purple y Pink Floyd, se iba a bañar a los charcos más panditos del recodo del río, ese que pasaba a ochocientos metros de su casa.
Tenía una vida sencilla: la guitarra, la emisora y el agua, pero cuando las cosas le iban más o menos bien se le enredó la vida. Una llanerita le cautivó el corazón, se enamoró de ella.  La vio bañarse en el charco con una camiseta rosada que se le adhirió al cuerpo como una segunda piel, el cabello largo y azabache se trenzaba hasta la cadera, ella se sumergió en lo más profundo y cuando salió del agua no se le ocultó nada, él vio cada curva, le notó la sonrisa.  El flaco se puso nervioso ante tan escultural mujer y en su cabeza la letra de una canción que se le presentaba inevitable.  Empezó a dejarse llevar por la letra y la melodía de la canción, comenzó a cantar a todo pulmón:
 Ay qué frio que tengo
Ay que frio que tengo
Despierto temprano
Me gritan:
apúrate amigo ya es hora de irte
En siete minutos me lavo la cara
Tomo café con algunas tostadas
Ay qué frio que tengo
Ay que frio que tengo…
 La llanerita lo miró con esa pinta rockera y con el escándalo que había acabado de presenciar sintió, más que amor a primera vista, pura curiosidad. Esa noche en los llanos sólo se escuchó la guitarra y la voz del flaco que entre cervezas, perico y canciones se iba manteniendo animado y ella se sentía toda una reina.  
Lo que el flaco nunca pudo entender fue la huida que le tocó emprender cuando el papá de la muchacha empezó a averiguar quién era el hombre con el que su hija había pasado la noche… ella, todavía sonriente por la marihuana y el amor, le dijo a su padre que se relajara, que no la había tocado, pero para los campesinos llaneros eso era una deshonra… que una muchacha de buena familia pasara la noche por fuera de casa…
¿Quién es ese hombre? Le preguntó el papá. 
La llanerita respondió que era el flaco, que era inofensivo, que tenía mirada de vaca.  Pues nada, al papá no le valieron las palabras de su hija y le exigió al flaco que se casara con la llanerita, pero ante la negativa del rockero se fue para donde el comandante de la policía, que lo capturaran porque había perjudicado el nombre de la familia.
El flaco salió como alma en pena del pueblo, con el agravante de tener el mismo nombre y el mismo apellido de un guerrillero colombiano instruido por los cubanos. 
El guerrillero estaba exiliado en Cuba hacía unos cuantos años, sin embargo las fuerzas armadas del país lo seguían buscando.  Además de ser homónimo del flaco eran campesinos, inteligentes y ambos compartían el don de la malicia indígena. Los dos vieron morir a sus familiares a machetazos en la época de la violencia; la diferencia fue que uno empuñó un arma y el otro una guitarra, se vengaron de maneras diferentes, ninguno dio un paso atrás.  El flaco y el subversivo a pesar de haber nacido en un país hostil, se protegieron y resistieron, dormían con un ojo cerrado y el otro abierto.  Mientras el tocayo estaba en Cuba, el Flaco buscaba refrescarse en las Cristalinas, la quebrada que pasaba cerca de la casa de su infancia.
Luego de ir a las Cristalinas se supo que el ejército hizo una operación cerca del río donde el flaco se estaba bañando, doscientos militares derrotaron a ciento treinta y cinco guerrilleros, pero el del mismo nombre del flaco no cayó. Una monja le ayudó a salir del país para siempre, dijeron que la religiosa era una campesina que se acostó con él o, más bien, que fue acosada por el revolucionario cuando era sólo una niña de diez años y por eso dejó de ser guerrillero: porque lo vencieron los militares y le gustaban las muchachitas… tocarlas, acosarlas. En la guerrilla le perdonaron la vida, pero no lo dejaron estar en Colombia.
El flaco tenía la habilidad ancestral de ver tal como eran las nalgas de las personas, de viejos, de mujeres, de niños, de monjas… la nalga de Gloria se la imaginó y la vio desnuda tal cual la palpó la noche en que se acostaron, la única noche que pasaron juntos, la noche en que Gloria quedó embarazada. Gloria, la estúpida, desapareció de su vida esa misma noche, pero volvió una semana antes de que el flaco se muriera y le diera el sí.
Estaba en casa un viernes en la noche y le dio por coger un bus para irse al campo, no importaba el destino, importaba alejarse de la ciudad, era urgente que sintiera con las palmas y las yemas la corteza de los árboles, necesitó pisar el pasto con los pies descalzos.  Preguntó en la terminal de transportes cuál era el primer bus en salir y en ese se subió.  
Llegó a su destino, no se sorprendió al ver el pueblo, caminó unos cuarenta minutos y llegó a la casa donde se crió.  Recordó el viejo camino que lo llevaba a la Cristalina. Se remangó el pantalón y metió los pies en la quebrada hasta la rodilla, no más hondo, le temía al agua en la misma medida que le gustaba. Pasó la noche en una hamaca que colgó entre dos árboles.  
Al amanecer el color naranja del sol recién nacido le encandiló los ojos, se despertó, cogió la mochila, la guitarra y se devolvió a casa. Un retén del ejército a pocos metros del pueblo hizo que se bajaran del bus, hacía poco la guerrilla había tenido un enfrentamiento con los militares, volaron el comando de policía y el ejército, victorioso esta vez, tomó muchas vidas.
El bus en el que iba el flaco ardió en llamas, nunca se supo quién lo incineró si los policías, los militares o los “guerrillos” y al pedirle los documentos al flaco se lo llevaron para el batallón porque era un guerrillero, tenía el mismo nombre del guerrillero.
Pasó doce meses y veintitrés días en el batallón, odió a muerte a la monja, esa zorra dijo que era el guerrillero, que era campesino, que tenían el mismo nombre… Al flaco no le importó la vergüenza, el oprobio del encierro. La calle que conducía a su celda estaba llena de gente, algunos de pie, otros sentados o en cuclillas. Un soldado le entregó una colchoneta y un kit de aseo personal: papel higiénico, crema de dientes y jabón.  Le prohibieron tocar la guitarra, él tomó la decisión de cocinar, le gustaba servirle a las personas y que se sintieran bien atendidas.
Entre los conteos de los recluidos se hacía evidente el hacinamiento.  Hombres de escasos recursos estaban ahí porque querían ser Pablo Escobar, otros por revolucionarios y el flaco porque tenía el mismo nombre del guerrillero.  Todos, soldados y reclusos, tenían la misma mirada: tensa y cansada.
El flaco disfrutaba cantar en el patio y no se desanimó con los gritos de quienes ejercían el cargo de ordenanzas, no le molestaba el olor a humedad y cañería. Le gustaba ver cómo se secaba la ropa colgada en los cables o extendida en las ventanas del pabellón. El olor a la comida le agradaba, él preparaba los alimentos, de este modo, la incontenible necesidad de salir y respirar aire libre se disminuía.
Antes de que se ocultara el sol, como a eso de las cinco de la tarde, se angustiaba, la razón no era su inocencia, sino porque los días eran iguales, eran eternos. El cachetón le contaba siempre la misma historia: que había sido encerrado por primera vez por estafador, la segunda vez por homicidio.  Después de eso se quedaba dormido y el flaco pensaba que la vida se le había derrumbado por dormilón, tuvo mucho tiempo para perder, sintió la vida aburrida, no se diferenció un día de otro, nada pasó… rutina… desespero…
El chiqui fue su amigo, le contó que probó la marihuana a los doce años y a los catorce ya se había ido de la casa, a los veinte traficaba droga y pertenecía a una cuadrilla de ladrones, hizo paseos millonarios y estafó a más de uno con tarjetas robadas.  Llegó a la cárcel y duró sólo treinta meses, salió por buena conducta, pero volvió al batallón para venderles droga a sus compañeros y a algunos guardas, la traía camuflada, cayó de nuevo y ahora tenía que pasar nueve años en ese lugar.
Gloria no lo visitó. Sus hermanas, de alta alcurnia, fueron en navidad, el 24, cantaron villancicos, comieron natilla y buñuelos, le prometieron que al salir de ese encierro injusto iban al mar, a las cabañas donde se veía el agua azul oscura y la arena blanca.  El flaco quiso que ya se acabara el encierro.
Amaneció el día en que fue libre, lo primero que hizo fue montarse al metro e ir a su casa por la guitarra, quedó con un par de amigos de ir al centro, tomaron cerveza, fumaron marihuana y se dio dos pases.  La felicidad y la música lo llenaron de vida otra vez.  Descubrió las aves que bailaban en el cielo, el ruido de las busetas y los pasos de la gente fueron suficientes para sentir de nuevo las vibraciones de la ciudad, de él mismo.
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Instrucciones/durezas/amigandome
Aclaración: escribí todo esto en 6 minutos dejando que salga todo lo que pasaba por mi cabeza.
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es como una autopista
no se cuantos pensamientos van y vienen por ahí
te falta mucha agua (en el ser y el cuerpo)
fluí, cuidate
estira un poco todos los días, dejá de sonarte los huesos
dejá de destruirte
disfruta tu juventud
no te presiones
no depresiones
salí de tu pieza, salí de tu casa, movete
tenes 19 y la espalda hecha bosta
la cabeza quemada, los pulmones incapaces
te enojaste porque no me acorde tu nombre
¿como puede ser? si tenías el pelo de colores! y te vi una sola vez antes
no te ofendas, retengo poco
anda en bici, metete en el rio
juntate con tus amigues
no permitas que todo sea complacer
complacete un poco a vos misma
deja el control, relaja el cuello
enfretate, hacete cargo
basta de depender
deja de pender
dejá de alejar a todes
no destruyas a quienes amás
dejá de alejarte de vos misma
Conecta
Desconecta
viví
LLORÁ , permititelo
no te sientas culpable o hipócrita al hacerlo
callate un rato
no seas tan intensa
no te miran, ¿te das cuenta? no sos parte, evaden tu mirada obsesiva
si lo sos, involucrate, actua
decí algo, están esperando una respuesta
están esperando
están esperando
están esperando a que te enfrentes
deja de evadir, ¿vas a seguir acumulando?
escuchate
respetate, querete un poco, lo mínimo
no me ignores, te estoy hablando
aprende a decir que no
no estoy cómoda, no quiero esto
no soy puta, solo intento aceptar mi cuerpo
(instagram no es la mejor plataforma para eso, te van a sexualizar, te vas a sexualizar)
igual no podes porque ¿te acordas lo que siempre dijeron?
pareces un fideo flaco y largo
que impresión abrazarte! te siento todos los huesos
bue por que tan dura?
bue por que tan dura con vos misma?
bue por que tan dura con todes? no traspases tu autoexigencia
empezar dejar empezar dejar empezar dejar
no soy estable y tampoco me interesa
¿por que tengo que dedicarme a una sola cosa para ser alguien? ¿qué es ser alguien? somos un píxel dentro del píxel un poco más grande que es la Tierra
sincerate con tu oscuridad
la dejaste en un frasco mal tapado y se escapaba de tu inconsciente
se escapaba en tus dibujos
se escapaba en tu desorden, en tus relaciones, se escapaba en tu prepotencia, en tu ansiedad
observaste, te sobrepreocupaste y en tu observación dejaste pasar miles de oportunidades (y lo seguís haciendo)
deja un poco esas sobrecargas
acordate la frase: esto no es mio, no me pertenece
¿que realmente es mio y me pertenece?
¿vas a seguir así con todo lo bueno que te pasó? por ahora no puedo por no dejar de ver lo malo
si miras fijamente al abismo terminará por devolverte la mirada- dijo nietzsche con razón
ya nos miramos el tiempo suficiente, ahora toca enfrentar
por una red social es más facil, mucho más comodo, mucho más virtual
cagona
terminas haciendo las cosas incómodas siempre
deja de victimizarte dramática, perseguida, no sos la única con cosas en la cabeza, les demás tienen problemas mucho peores
pensar eso hice que minimice todo por tanto tiempo y creer que nadie me iba a entender
no comunicar, callar, evadir
pero basta de eso
hacete cargo de cuidarte porque empieza por vos y tus ganas de estar bien
escucha tu intuición que nunca te falló
querete un poco, lo justo y suficiente sin permitir que de nuevo traspase la línea finita hacia el egoísmo
amigate
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