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#CABALLO ROJO
cristinabcn · 1 year
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Jorge Pardo y Cristian de Moret: Flamenco, fusión y más...
Jorge Pardo and Cristian de Moret: Flamenco, fusion and more… TERESA FERNANDEZ HERRERA Periodista, Directora Gral de Cultura Flamenca. Prensa Especializada 11 de septiembre, Teatro Alcázar de Madrid. En concierto irrepetible, único, Jorge Pardo y Cristian de Moret, Cristian de Moret y Jorge Pardo: Tanto monta,  monta tanto Cristian como Pardo. ¡Que me disculpen los Reyes Católicos por…
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juanfuerte · 9 years
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Caballo
Prismacolor rojo sobre papel. Juan Fuerte, 2016.
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chicosanchez · 1 year
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Link: https://www.saatchiart.com/art/Photography-Charro-s-silhouette/625103/10344843/view
Más en: https://www.saatchiart.com/chicosanchezphoto
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hnryob-archive · 6 months
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DOM 31, MARZO / camino al centro de caballos , antes de las 10am 🐎
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es tarde para cuando se da cuenta que el bloqueador que andaba echandose al rostro tenía un tono rojizo, producto de haber estado recogiendo frutos rojos con las manos hace poco. exhala largo & tendido, sin ganas de revisar las consecuencias pues su turno empezaba dentro de poco, estira mano a quien ha estado allí hace un rato, con él⠀❛ ¿te apetece bloqueador solar? ❜⠀
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softaikiria · 29 days
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Sin hábitat
No pude volver a desnudar mi alma frente a otro cuerpo
cada vez que estoy de pie frente un ser tan superficial son tus ojos los que veo y me encuentro vulnerable
Oh, ya no me ves, ni sonríes entre besos y caricias.
Oh, no he podido detener este diluvio de suspiros rotos con un cigarro entre mis dedos.
Me he vuelto diminuta y el mundo dejó de ser mío, fui aplastada por la poca generosidad de los hombres que me han visto como carne y no persona. He sido disuelta como sal sobre el suelo, trayendo mala suerte a los susceptibles.
Ya no hay nada, ya no soy infinita, ni caballo libre como si no hubiera mañana, ni bailo desnuda, ni río sin esperar.
Oh, me han quitado el brillo de los ojos, la risa boba, las rodillas boludas temblar.
Y no volverás a saber nada de mí y no será porque te habré olvidado, sino porque mi cuerpo frío y muerto ahora será encontrado. Oh, amor, al final los ojos mienten y tu brillo no es mío y tus suspiros parecen venir de muy lejos ya guardados.
Hoy dormiré triste porque tu corazón no es mío y mi alma no descansa porque en sueños también llora
Implore tu amor tanto que mi mente ha estallado, te he alejado. ¿Cómo hago ahora? El espejo está roto, rompí mi imagen y lloré de odio, no hay pájaros que canten ya baladas suaves, solo lobos que aúllan anunciando un final
Son mis ojos ahora rojos y la vergüenza de un corazón roto plasmada en mi rostro, ¿cómo esperas que viva ahora? Si oscilo la agonía como si yo fuese ella y llevara mi nombre y no otro
Creo, amor, que he enloquecido.
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Los gauchos . Quién les hubiera dicho que sus mayores vinieron por un mar, quién les hubiera dicho lo que son un mar y sus aguas. Mestizos de la sangre del hombre blanco, lo tuvieron en poco, mestizos de la sangre del hombre rojo, fueron sus enemigos. Muchos no habrán oído jamás la palabra gaucho, o la habrán oído como una injuria. Aprendieron los caminos de las estrellas, los hábitos del aire y del pájaro, las profecías de las nubes del Sur y de la luna con un cerco. Fueron pastores de la hacienda brava, firmes en el caballo del desierto que habían domado esa mañana, enlazadores, marcadores, troperos, capataces, hombres de la partida policial, alguna vez matreros; alguno, el escuchado, fue el payador. Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear, y no alzaba la voz. Había peones tigreros; amparado en el poncho el brazo izquierdo, el derecho sumía el cuchillo en el vientre del animal, abalanzado y alto. El diálogo pausado, el mate y el naipe fueron las formas de su tiempo. A diferencia de otros campesinos, eran capaces de ironía. Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta. Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados. Morían y mataban con inocencia. No eran devotos, fuera de alguna oscura superstición, pero la dura vida les enseñó el culto del coraje. Hombres de la ciudad les fabricaron un dialecto y una poesía de metáforas rústicas. Ciertamente no fueron aventureros, pero un arreo los llevaba muy lejos y más lejos las guerras. No dieron a la historia un solo caudillo. Fueron hombres de López, de Ramírez, de Artigas, de Quiroga, de Bustos, de Pedro Campbell, de Rosas, de Urquiza, de aquel Ricardo López Jordán que hizo matar a Urquiza, de Peñaloza y de Saravia. No murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por un patrón casual, una ira o por la invitación de un peligro. Sus cenizas están perdidas en remotas regiones del continente, en repúblicas de cuya historia nada supieron, en campos de batalla, hoy famosos. Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo. Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quienes eran o qué eran. Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.
Fuente de libro y Poema de Jorge Luis Borges:
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Elogio de la sombra (1969) / Borges /
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cristo-salva · 5 months
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7 SELLOS, 7 TROMPETAS Y 7 COPAS DE IRA - JUICIOS DE DIOS
Los 7 sellos del apocalipsis Estamos viviendo tiempos proféticos, muchas cosas están ocurriendo en el mundo, y como Iglesia debemos mirar con los ojos espirituales el acontecer mundial. Dios utiliza muchas maneras y elementos para hablar a sus hijos. La Biblia contiene también un lenguaje simbólico, que debe ser correctamente interpretado, pues Dios tiene allí grandes revelaciones y enseñanzas para su pueblo… Apoc. 5:1-2, 6-9.   “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?… Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”. Los siete sellos explicados: Primer Sello: Apocalipsis 6: 1,2 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer. El Jinete banco representa el anticristo. Muchos Cristianos por lo general asumen que este caballero es Jesucristo, porque Cristo también viene en un caballo blanco. Pero Cristo viene con una espada, no con un arco (Apocalipsis 19:11-15). Aquí solo se habla del anticristo el cual se hará pasar por Dios, engañando a muchos. Tesalonicenses 2:8-10, Y entonces será revelado ese inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; 9 inicuo cuya venida es conforme a la actividad de Satanás, con todo poder y señales y prodigios mentirosos , 10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Segundo Sello: Apocalipsis 6: 3,4 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. El jinete bermejo o rojo representa la guerra. ¿Qué dijo Cristo acerca de esto en la profecía de los Olivos? “Y oiréis de GUERRAS y rumores de guerras: mirad que no os turbéis, porque todas estas cosas tienen que acontecer, pero el fin no es” (Mateo 24:6). Habrá todo tipo de guerras, antes del arrebatamiento y en la gran tribulación, pero antes de la segunda venida de Cristo sera 100 veces peor que nunca. Este es el mismo período que el Profeta Daniel llama “el tiempo del fin. Sera la peor crisis en la Tierra!. Ya está empezando a desarrollarse ante nuestros ojos. Mira todos los países que tienen bombas nucleares y están listos para luchar. Una vez que empiece una guerra nuclear, nadie en la tierra la podrá detener. Tercer Sello: Apocalipsis 6: 5,6 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. “El jinete negro” Representa la crisis económica, muerte, penuria, desnutrición y hambruna. VER MAS....
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rubimoon45 · 2 months
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Mildrith of Wealas (2/3)
Pairing: Sihtric Kjartansson x fem!reader
Sinopsis: ahora que huyen de todo aquel que quiere hacerse con el sucesor de Mercia, Sihtric decide dar el primer paso a una buena amistad...o algo más.
Warning: sangre, angst, contenido adulto, mención al pasado, posesivo.
You can traslate the story and read it!
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Los caminos de Mercia eran duros y montañosos, pero los caballos se movían con gracia entre las rocas y la maleza que los amenazaba. Y serían rápidos si aparecían enemigos de repente. Mildrith lo intuyó por sí misma cuando los guerreros de Uthred y este se adelantaron al carro donde los niños iban y hablaban lanzando miradas por encima del hombro de vez en cuando. Los hijos de Uthred hablaban entre ellos, seguramente de alguna tontería, pero la atención de ella estaba en los niños que se agarraban al carro conducido por Osferth. Este iba callado.
Aethelstan le había insistido en aprender galés una vez más. Se había convertido en el pan de cada día, y solo llevaban unas horas a caballo desde que se marcharon de Siltwic, la residencia merciana de la reina. Solo pudo conseguir distraerlo cuando sacó un libro de debajo de los sacos que iban con ellos en el carro y se lo dio. Desde ese momento, se había mantenido callado y al margen. Ahora solo quedaba Aelfwynn. La niña lloraba y tosía de la angustia por tener que marcharse y alejarse de su madre. Aunque le dijeran que se reuniría con ella pronto, solo miraba al suelo y evitaba que la tocasen. A Stiorra le hacía gracia verla así y de vez en cuando le lanzaba comentarios, que solo eran detenidos por su hermano y por las miradas de advertencia que ella lanzaba.
El camino a Caester al menos se conservaba en bien estado. El carro se movía bien y no necesitaban hacer paradas por las ruedas y los baches. Hacía calor, aunque de vez en cuanto se levantaba viento y lo volvía en su contra. En la primera hora ya tuvo el pelo enredado. En la tercera, una mujer apareció en una yegua blanca camino abajo al encuentro por sorpresa con quienes encabezaban la marcha. Mildrith se llevó una mano al costado, hasta recordar que era la única que no iba armada. Aethelstan levantó la vista por primera vez en el viaje para atender.
Era pálida y pelirroja, con una gruesa trenza colgándole al lado. No supo qué más pensar, más que el parecido que tenía con ella exceptuando algunos de los rasgos y el tipo de vestuario entre ambas. Mientras que Mildrith llevaba el vestido fino y rojo con el que habían salido, cubierto por una capa gris, la dama iba vestida al completo con tonalidades moradas y varias joyas adornaban sus dedos y cuello. Sus ojos altivos miraban de pies a cabeza encima del caballo a Uthred mientras hablaban.
Mildrith miró a sus espaldas. Stiorra y el joven Uthred miraban sin palabras lo que pasaba delante de ellos. Aelfwynn y Aethelstan se habían tirado sobre los sacos hacia el frente para observar, sin vergüenza alguna. Incluso Finan y Osferth miraban con sorpresa lo que esos dos hablaban; ambos estaban cerca y podían escucharlo bien. El único que se mantenía firme y serio era Sihtric, con una mano como de costumbre en la empuñadura de alguna de sus armas. Se había alejado para observar el camino por el que había aparecido la mujer.
Dos pares de ojos marrones se posaron sobre ella, entonces. No necesitó que se acercarse para saber cuáles eran sus intenciones. No había maldad en ellos, a simple vista. Y era...bella a la vista.
-No necesito probar mi confianza, solo sigo órdenes. Pero para que creáis que estoy de parte de Lady Aethelflaed, supongo que tendré que demostrarlo -lanzó una risa seca, pero no cruel-. Dijo que usted sería la única en saber lo que me dijo.
Mildrith se encogió de hombros. Bajó del caballo, con cuidado, y le entregó las riendas al joven Uthred para que el animal no marchase. Las piernas le tiraron del esfuerzo por caminar, habiendo perdido la costumbre a hacerlo. El que la dama la mirase desde encima de su caballo solo la estremeció. No hizo ademán de bajarse, a diferencia de ella. Mildrith se detuvo frente a la yegua blanca.
-Supongo, dígame.
-Tiene pesadillas desde que su arco hirió a uno de sus hermanos, pero es buena de corazón pese a eso. Canta en galés todas las noches para Lady Aelfwynn y conoce los ritos celtas de sus ancestros -decía. A cada palabra, a ella le recorría un escalofrío que aumentaba en intensidad-. Le dijo una vez que los intentó imitar pero que las monjas la pillaron y castigaron.
-¿Todo eso te ha dicho? Ahora me conoces más que mi madre.
La sonrisa tirante de la mujer no desapareció. Era astuta como un zorro, pero no parecía tener malas intenciones. Y si no iba armada, no supondría una amenaza. Pero también podía ser una mentira para distraerlos y hacerles caer en la trampa. Supuso que era el motivo por el que todos tenían cuidado con ella y en si creerle.
Ahora todos los ojos estaban sobre ella. Mildrith tragó con fuerza. Eso era algo que solo ella y Lady Aethelflaed sabía Mildrith asintió.
-Es cierto -y alzó el tono-. Dice la verdad. Solo Lady Aethelflaed sabría eso.
-Ahora viene con nosotros -anunció entonces Uthred.-Cambio de planes. Iremos a reunirnos con Aethelflaed a las ruinas del priorato de santa Milburga.
Pero a Mildrith se le quedó un mal sabor de boca. Osferth ya estaba volviendo a subirse al carro para conducirlo, cuando la miró y estuvo un rato en silencio a la espera de que subiera a su caballo. Los demás ya estaban moviéndose. Osferth esperó con ella. Los niños la miraban con curiosidad. Y ella...simplemente era incapaz de moverse. ¿Tan fácil era sacarle información a una persona y usarla? No a las malas porque esa mujer demostraba ser de confianza sabiendo algo que solo una dama con Aethelflaed conocería. Si los capturaban, ¿qué haría esa? ¿Pediría que le cortasen el cuello como la última vez que la acorralaron o aceptaría las condiciones que le impusieran? ¿Qué era lo mejor?
La última vez que había intentado llevarse bien con alguien, otra persona la había golpeado por su elección. Y no se arrepentía, pero sí confundía. Hiciera lo que hiciese, parecía que el mundo no estaba hecho las decisiones de las mujeres. Ni siquiera en una sociedad moderna como anunciaba ser Wessex.
Mildrith se pasó la lengua por los labios, secos. Luego, se dio la vuelta y subió a su caballo inundada en las voces de sus propios pensamientos.
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-Cuando seas mayor lo comprenderás.
-Pero...
-¿Para qué quieres saber lo que significa? Solo eres un niño.
-Tengo diez años -debatió él. Mildrith sacudió la cabeza.
Estaban donde Eadith había dicho que estaría Aethelflaed. Las ruinas del priorato eran menos que el tamaño de una habitación, pero supuso que las ruinas primitivas de su religión eran todas así. Su padre solían ir mucho de peregrinación cuando era pequeña, probablemente siguiera haciéndolo, y cuando regresaba siempre decía que era como purificar su alma en suelo de sus ancestros. Las ruinas del priorato estaba en la cima de una colina, marcadas con una cruz de piedra y el grabado en latín de qué suelo estaban pisando. Uthred había dicho que esperarían hasta que la reina apareciera como se indicó, pero ella tenía otras cosas en la cabeza. Los niños se habían tumbado en el suelo bajo el sol mientras que los demás hacían guardia esperando a Aethelflaed.
Sihtric y ella habían hablado brevemente al desmontar. Tuvieron que dejar los caballos lejos de su ubicación al descubrir que una enfermedad plagaba las tierras y cualquier comerciante o viajero tenían prohibido moverse por los caminos porque los habían cerrado. Moverse a pie ahora era más complicado, lente y agotador para los niños, que necesitaban descansar más de seguido. Sihtric lo había advertido, que no aguantarían mucho a pie, y hacer paradas era igual de peligroso que quedarse expuesto en una batalla. Antes de eso una mujer y un hombre los habían asaltado y robado parte de la comida, pese a las patadas de Stiorra. El hombre había agarrado a Stiorra y Finan estaba de los nervios con miedo porque se contagiase. Sihtric la había cogido a ella del brazo y limpiado solo para que Finan se callase, ambos riéndose de su comportamiento.
Finan dejó de juntarse con ella cuando supo lo de la enfermedad. Ninguna la tenía, pero él decía que era mejor ser precavido que acabar echando las entrañas por el culo. Mildrith se alejó con los niños todo lo posible de él solo con una mirada, pero Stiorra era más valiente y le respondía a cada queja que tenía.
-Aparta a los niños del sol. Le hará mal.
-No creo que les haga tanto mal. Solo se pondrán un poco morenos, pero lo perderán.
Uthred le dio una mirada vacilona.
-Era para Stiorra.
-¿Por qué tengo que seguir cuidándolos? Llevo meses haciendo lo mismo y a cambio de nada.
El joven Uthred y ella compartieron una mirada cómplice. Se rieron, poco después, y ella se levantó del caído muro de piedra para estirar las piernas. A lo lejos, las montañas cubiertas de bosque se extendían. En medio, una gruesa y negra humareda ascendía hasta el cielo. El viento arrastraba el honor de los cuerpos carbonizados, dijo Finan como advertencia, sabiendo que eso era más dañino que ver a un hombre moribundo desangrándose... El recuerdo se revivió. Los dedos de Mildrith temblaron suavemente, y ella se acarició el brazo sin mangas del vestido.
-Es parte de tu entrenamiento como esposa.
-¡No quiero! No entiendes nada. ¡Ninguno lo hace!
A sus espaldas, los pasos de Stiorra se alejaron dando zancadas. Mildrith no necesitó darse la vuelta. Eadith y ella compartieron una larga mirada que aumentó su divertida sorpresa, para su sorpresa. Una parte de ella lamentó que se sintiera así, pero si dejase que las emociones la inundasen por cada mujer que pensaba como ella entonces estaría sepultada por tener ideas contrarias a la Iglesia. Se tocó la cabeza ardiente por el sol, pensando en las probabilidades que había de que la reina apareciera a tiempo y estuvieran a salvo de las amenazas que la perseguían. Pensó en el ya difunto rey. Los hombres solo pensaban en una cosa: poder. Y cuando no lo tenían, se veían obligados a actuar para beneficiarse.
Finan puso los ojos en blanco cuando la vio caminar hacia ellos, y murmuró algo antes de alejarse casi corriendo. Ella lo retó observándolo, viendo cómo se acercaba a la bolsa donde guardaban las provisiones y buscaba en ella. Sihtric sacudía la cabeza intentando contener la risa por su modo de actuar.
-¿Alguna nueva de Lady Aethelflaed?
-Ni un caballo -sacudió la cabeza. Los rizos oscuros se movieron con él-. Ya he dicho que ella no aparecerá hoy. Uthred piensa lo contrario.
-Nunca ha sido una mujer que use su palabra en vano. Vendrá, y si no lo hace es porque habrá cambiado de planes.
No hubo respuesta, no una inmediata. Ya estaba jugando con los dedos, intentando no respirar profundamente. El aire apestaba al humo que llegaba de la otra montaña, movido por el viento. Difícilmente podía distinguirse aquello de una matanza. Por si fuera poco, los que morían por la enfermedad no tenían acceso a una confesión. A una redención. Jamás irían al Cielo. Como los cuerpos empalados del camino... Apartó el recuerdo de su mente que está tanto ansiaba evocar, como una advertencia a lo que se le vendría encima además de huir con los niños y unos daneses.
-¿Por qué la princesa se llevaba un arco?
Mildrith recordó el arco que Aelfwynn había cogido de su baúl, y casi se sintió culpable por haberlo dejado en el carro con el resto de cosas inútiles y los caballos.
-Cuando era pequeña mi padre insistió en enseñarme. Al principio mi madre se negó porque no es lo estipulado para una dama de alta cuna y menos de sangre real -indicó, recordando la discusión y las tensiones de la Corte. Los gritos de su padre y los sollozos de su madre-, pero acabó accediendo. Mi padre me regaló uno antes de abandonar Wealas para que siguiera aprendiendo por mi cuenta. Aelfwynn juega con él algunas veces.
-Un buen arma. Los arqueros de Wealas están bien adiestrados, supongo, para ser cristianos.
Mildrith arqueó una ceja.
-Es por los celtas -respondió ella-. Eran buenos guerreros. Algunos linajes siguen vivos.
-Tengo entendido que eran tribus bárbaras.
-Solo son bulas de los salones de Mercia, que construyeron un muro para separarse de nuestra barbarie pero que no consiguieron completar. Los nuestros convirtieron para sobrevivir con los romanos. Aunque con otros ritos -sonrió ante la idea de que podía no estar entendiendo nada y todavía la miraba con curiosidad-. Hay rumores de que en el norte, en Escocia, continúan celebrando el paganismo. El rey Constantino es un hombre flexible cuando se trata de sus creencias.
Sihtric arrugó el gesto. Probablemente nunca lo hubiese conocido, solo escuchado de él como un monarca al norte de Northumbria y algunos rumores que llegasen. El norte estaba muy desconectado normalmente, pero el rey Eduardo se esforzaba en mantener buenas relaciones con todos y en evitar conflictos que pudieran debilitar todos los reinos frente a los daneses. Sihtric jugó con el mango de un cuchillo, atado a su cinturón, envolviendo los dedos en las empuñadura una y otra vez.
-Nunca lo he conocido, señora.
-Bueno, yo tampoco. Pero...dicen que también es pelirrojo. Su sobrino también, el que lo sucederá...
Puede que también tuvieran una gota de parentesco. La abuela de su padre era escocesa, miembro de la familia real, entregada para unirse a una coalición contra los daneses que asomaban por las costas y ansiaba hacerse con el control de algunas islas del oeste. Jamás los había conocido, pero los rumores decían que eran igual de bárbaros que los paganos pero que con Constantino los valores cristianos casaban en la sociedad cada vez más. Tal vez porque fuera uno de los mejores reyes que la historia recomendaría estudiar.
-¿De qué madera era?
-De roble. Mis ancestros siempre han creado armas con el roble porque es el que más abunda, pero creo que mi padre quería que fuera más un recuerdo a mis raíces para que los sajones no me hiciesen olvidar de dónde vengo.
Por sus relaciones. Britanos y sajones no se llevaban bien desde siglos. Por disputas comunes, se habían unido de escasas ocasiones y enfrentado al mismo enemigo para volver a separarse y hacer vida en común. El único motivo por el que ella estaba ahí era, aparte de para ser la pupila de Lady Aethelflaed, era por petición de su madre que también era merciana y confiaba en la educación que la corte le daría ahí.
-Aquí no hay robles, señora.
-Bueno -lo desafió, dándole una sonrisa juguetona y a la vez que intentaba infundir una confianza de la que dudaba tener más que para cuando jugaba con los niños o recitaba las horas de seguido-, usted mismo ha dicho que los míos son guerreros fieros. Cualquier árbol podría servir.
Lo vio desatarse las pieles que usaban para beber en los viajes. Las conocía porque ella en el suyo propio había bebido de ella y también en aquel ven varias ocasiones. Se aseguraba de que los niños hicieran lo mismo. En ese momento, Osferth se había quedado con ella y la mantenía a buen recaudo.
-Cualquier árbol-repitió él, limpiandose la barbilla con la parte interna de la muñeca. Gotas resbaladizas de agua bailaron desde su barbilla hasta su cuello, descendiendo en una carrera que ella seguía fijamente dado que era lo primero que tenía a la vista antes que el rostro. Por la diferencia de altura...y eso-. Bebe.
Mildrith se mojó os labios, a la vez que él le tendía su petaca de agua. Aceptó, tomándola para beber, teniendo cuidado de que Finan no la viese beber del recipiente por miedo a que montase otra escena... Los ojos de Sihtric la siguieron en todo momento. Desde su cercanía, podía ver la diferencia clara entre colores que no se veía a la distancia que solían mantener. La hacian sentir invadida, pero no incomoda. Sabia que si le pasaba algo, aunque fuera bebiendo, al menos tendria la seguridad de tenerlo cerca para protegerla. Mildrith bebió, con cuidado, tratando de no quedar empapada.
-Gracias.
Él la tomó de vuelta. Mildrith estaba a punto de irse cuando vio la mano de Sihtric volar en el aire. Hacia ella. Hacia su rostro. Tuvo el reflejo de apartarse demasiado tarde, dándose cuenta de que el impacto no era una invasión de su espacio vital indeseado o una amenaza. Al parecer, desde fuera podía verse más cuando una era un desastre. Los dedos de él se posaron sobre su mejilla, una sensación extraña que le atascó el aire en los pulmones. Sus dedos... Sus dedos, largos y gruesos por el manejo diestro de las armas, le limpiaron el desastre que era. El polvo de la tierra sobre su mejilla, en su cuello, el recorrido del agua descuidada en sus labios. Mildrith no se movió, no se apartó, una escena que podría haberle sentenciado una vida de clausura o la consternación de cualquier monja que lo viera.
El decoro era su lema. El que le habían impartido desde niña. A todas las niñas. A todas las mujeres de su familia que aspiraban a casarse o a vivir en silencio con las monjas de clausura lejos de los lujos de un castillo. Pero en ese momento... Ella se sentía ligera. Como la nada misma. Como la nada que había sido todo tras la acción de Dios en siete días. Le limpió los labios, pasando tiempo de más sobre su labio inferior como un curandero examinando su cuerpo en busca de la enfermedad. Su estómago tiraba de ella. Pensó en el momento que pasaron juntos encerrados en ese armario, en el señorío de Lady Aethelflaed, cuando contuvieron el aire mirándose a los ojos en esa oscuridad, en el calor que hacía ahí dentro...
Contuvo el aliento. Él la miraba como si fuera la cosita más adorable del mundo, un pajarito necesitado, como el pájaro que Aelfwynn había mantenido hasta que su ala se recuperase. No era un pájaro. Pero, en ese momento, se sentía uno. Quizás algo más pequeño. Y a su parecer, bien podría haberlo sido con el cuidado que él le brindaba. Solo respiro cuando él apartó la mano, los ojos también, como si se diera cuenta de recién del efecto que causaba.
Pero aún con esas, y la insistencia de él el mantenerse apartado de ella como si se hubiera convertido en la enfermedad misma, pegado a Finan o pasos por delante haciendo guardia al retomar el camino, a Mildrith se le hizo algo confuso. Solo tenía unas pocas cosas claras a esas alturas.
Que ella era una princesa cristiana y él un pagano.
De cómo él la miraba cuando pensaba que ella no se daba cuenta.
Y de lo que ella sentía en su cuerpo.
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La aventura se detuvo para descansar en medio del bosque. Siguiendo el cauce y ruido del río, acabaron en un paraíso vegetal donde podrían descansar para felicidad de los niños y de sus piernas. Uthred les permitió disgregarse tras un examen rápido del terreno y que estaban bien escondidos entre la maleza, la cascada y que si a ellos ya les había costado encontrarlo nadie se adentrará en el bosque huyendo de los caminos bloqueados por la enfermedad.
Mildrith se atrevió a mirarlos de lejos. A ambos, arrodillados en el riachuelo sin mediar palabra. Hacía mucho tiempo que conocía a Aethelstan, desde que llegó por indicaciones de la reina viuda de Wessex a la residencia de Saltwic, pero jamás lo había visto apartar la mirada de algo que no fuera un libro. Sin embargo, ahora veía lo que realmente era: un niño jugando a ser un niño. Y Mildrith lo comprendió, observando cómo la barca que habían hecho Finan y él con un trozo corteza, un palo y una hoja se deslizaba corriente abajo. Una vida recluido y apartado de otros niños con sola opción a la que aspirar en la vida trastocaban el alma. Sin miles de ojos que observasen sus pasos, dagas apuntando en su dirección, en ese momento Aethelstan estaban experimentado lo que toda una viuda de prohibiciones le habían impedido disfrutar. Y de la mano de una persona que negaba ser bueno con los niños. No puedo hacer más que sonreír cuando las comisuras de los pequeños labios del niño se curvaron hacia arriba en una de las más tiernas expresiones que habría visto jamás.
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No pudo evitar pensar en lo triste de aquello. ¿En qué acabaría toda esa historia? Cuando se encontrasen con la reina, Aelwynn estaría segura y Aethelstan también. Probablemente volverían a la vida de siempre una vez la sucesión estuviera asegurada tras la muerte del rey. El destino de ella era incierto, pero estaba segura de que su padre ya estaba al tanto de lo que ocurría al otro lado de su reino, en su vecino próximo. Y Aethelstan... Tendrían que hacer algo con él. No podría residir en el palacio a no ser que tuviera una justificación. Vio esos ojos llenos de alegría, la forma en la que Finan lo levantaba en brazos para cruzar más rápido al otro lado del río, y solo vio el destino de un niño marcado por las sombras y los peligros que le ocurrirían si se descubría quién era y cuál era su destino.
-Una vez vi esa mirada y supe que no eras sajona -hablaron a sus espaldas. Mildrith miró por instinto al suelo bajo sus pies-. Los sajones son demasiado remilgados.
-Y una vez usted me dijo que había nacido sajón y forjado danés.
Uthred se limpiaba las manos mojadas en los pantalones, pero miraba en la misma dirección que ella hacía unos instantes. Las marcas de lucha eran cada vez más evidentes con los años, sumándole experiencia y valor. Un danés de corazón, tendría que haber dicho.
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-Estoy pensando en el futuro. Lo que pasará con Aethelstan. Harán con él lo que quieran y solo es un niño.
-No es nuestro tarea preocuparnos de esto ahora mismo -insistió él, por su parte-. Sobrevivir es lo que tenemos que hacer. Y tu futuro...todavía puede ser una ventaja para nosotros en caso de encontrarnos con los soldados de Mercia.
Por supuesta, por su herencia. Porque enfrentarse a Wealas abiertamente después de haberse aliado contra los daneses enemigos era y sería un problema. Uno grande. Pero ella conocía la corte mejor que él. Los juegos que se hacían para ganar poder y para apartar a otros de él.
-¿Alguna vez han jugado con usted, señor?
Los ojos de Uthred parecieron perderse en miles de pensamientos.
-Más veces de las que uno imagina -dijo, pero no dio más detalles o informó sobre lo que se le pasaba por la cabeza. Tenía el pelo sucio y enredado como los demás-. Una vez estuve casado con una chica de tu mismo nombre porque jugaron conmigo, a sabiendas de que había cosas que ignoraba y tardaba en aprender. Fuimos felices un tiempo, hasta que el destino hizo lo suyo. Alfredo me la impuso y mis acciones la apartaron.
-Me enseñaron a no creer en el destino.
-El destino lo es todo para la gente como nosotros, incluso para ti -contestó, y apoyó el peso de su cuerpo sobre una pierna. La otra se había subido a una roca y ahora Uthred trabajaba en los nudos de sus botas. Parecían desgastadas-. Hazme un favor y sube ahí para decirle a Sihtric que tiene tiempo para comer con nosotros antes de cambiar de guardia.
¿De guardia? Sonaba como el campo de entrenamiento de una fortaleza. Mildrith suspiró, y vio donde había visto e incordiado a Sihtric minutos atrás. Permanecía ahí subido, camuflado pero visible desde donde estaban. ¿Alguna vez hacía algo más que vigilar o mantenerse alejado de otros hombres?
-No creo que me haga caso.
Uthred le lanzó una mirada significativa.
-Depende del tono que uses con él -respondió, y se rió él de su propia broma-. A veces parece que es él quien se haya comido un perro -rememoró la conversación que habían tenido antes de abandonar los animales y comenzar a caminar-. Tu hazlo y verás que obedece.
Le tocó hacerlo. Y casi de mala gana. Resultaba que a parte del coraje que tenían los daneses en el campo de batalla y en el día a día, resultaba que también tendían a ponerse en los lugares más altos. Por alguna razón. Una obsesión enfermiza que la hizo sufrir cuando tuvo que recogerse las faldas para subir el ascenso de tierra y árboles y arbustos que cubrían la cascada de ojos indiscretos. Los tacones de las botas se le hundía en la tierra húmeda, o alguna rama la hacía tropezar.
Cuando por fin llegó a la parte alta, se sorprendió de hacerlo viva. E intacta dadas las circunstancias. Sihtric estaba en el final de la pendiente, en la punta oculta que daba al claro desde el que se escuchaba el curso del río y la caída del agua. Un lugar idílico... Si no fuera por la naturaleza que intentaba matarla. En un momento la capa se le había enganchado en un arbusto y roto al tirar de ella para sacarla. Su estómago tiraba de allá hacia atrás, recordando lo sombrío que se había mantenido desde que huyeron del bosque cuando encontraron a los soldados de Mercia descansando, o la tensión que habían cortado cuando él había acariciado sus labios con la suavidad de un sastre a sus prendas más lujosas.
-Lord Uthred dice que puedes comer con nosotros. Si quieres.
Añadió eso último para no sonar como una imposición. En aquellos momentos, no era una princesa ni un miembro de sangre real como para dar órdenes a las personas que se ocupaban de ellos. Una carga, más bien seria. Fuera lo que fuese, los ojos de Sihtric se movieron hacia ella y de un momento a otro ya estaba levantándose y dándose media vuelta, hacia el camino improvisado por el que habían ascendido. Tenía tierra en los pantalones y las botas de cuero manchadas, con los cordones empapados de lo que podría ser el agua del río mientras lo seguían. Cuando se las había manchado si habían caminado codo con codo, no tenía respuesta.
-Alguien tiene que hacer la guardia, señora -dijo él, colocándose bien el cinturón sobre la cintura y asegurándose las armas.
Mildrith miró nuevamente hacia ellas. Una daga, con la cuchilla afilada y reluciente, y una pequeña hacha de oja curva y también afilada en los bordes. Los demás llevaban espadas así que le llamaba la curiosidad que pudiera usar ambas en batalla tan a la ligera, y si había algo que se le diera mal.
-Deben de pesar mucho después de tantas horas en camino, pero qué sabré yo -le sonrió, apartando la mirada hacia otro punto. El viento meció las copas de los árboles en una canción silenciosa. En Escocia decían que la naturaleza intacta estaba poblada por espíritus. Sus niñeras le contaban esas historias sobre esprititus salvajes y traviesos para que en las cazas de la familia real no se marchase por libre como sus hermanos mayores-. Esperemos que su esposa no tenga que encargarse de afilarlas cuando regrese a casa. Tampoco quiero vivir un derramamiento de sangre innecesario.
-Lo hago yo -respondió, y añadió al final con cuidado-, señora.
-¿No lo hace tu mujer? Lord Uthred dijo una vez que sus hombres no estaban solo prometidos con su empresa.
Sihtric la miró a los ojos tan despacio que pareció una respuesta obvia acompañada de timidez natural. Se pasó la lengua por los labios, solo para empezar a caminar hacia la bajada que ella había ascendido hacía unos minutos.
-Soy un hombre libre, señora.
Mildrith lo miró con los ojos muy abiertos. Hasta que lo comprendió, y la vergüenza la consumió.
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-Lo lamento -respondió con sinceridad. Una pesadez se acopló en su pecho-. ¿Los daneses podéis divorciaros tan...?
-Fácil -añadió, y lo siguió un cabeceo que asumió como una afirmación. Su rostro era piedra pulida, hermosa y con la cicatriz que solo lo hacía parecer más hermoso. Un rostro hermoso, la visión del pecado que las monjas de su crianza la habían advertido. Pero no podía apartarse, otro consejo del que le habían advertido que fuera precavida...-. No hay votos ni formalidad. Tenemos nuestros rituales, pero nunca ligados a las normas de una institución como la vuestra. Rompemos ese acuerdo y a la mujer se le devuelve parte de la dote. Son nuestras costumbres.
Mildrith asintió con educación. Su educación cristiana le hacia incomprensible una sociedad así. Romper los votos del matrimonio, volver a casarse sin queja alguna, que a la mujer se le devuelva parte de la dote... Si el rey Alfredo quería una Inglaterra unida, con una sociedad sajona, tendría que haber percibido cuánta profundidad había en las tradiciones de sus enemigos. Y tal sus ancestros también. Su propia familia tenía raíces de otra cultura, que aún recordaban y veneraban mezcladas con la cristiandad de los romanos. ¿Como de difícil iban a tenerlo los sajones en eso? ¿Cómo iban a hacerlo sin tener en cuenta que el enemigo podía ser una ventaja?
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A Mildrith le vino un recuerdo de un pasado cercano. Uno que todavía recordaba, que de vez en cuando se le venía a la cabeza a medida que pasaban horas y horas caminando en silencio o atendiendo a los niños.
-Pensaba que tenías hijos.
Sihtric tardó en responder, como si se le hubieran atascado las palabras. Los ojos le brillaban, cada uno de un tono, pero con una familiaridad alarmantemente conocida. Molestia. O incomodidad. A sus hermanos también les costaba hablar de sus emociones.
-No eran míos. Tanta batalla le dio tiempo a hacer de su antiguo trabajo un hábito.
Mildrith separó los labios. La pendiente era inclinada, y la suela de los zapatos parecían oponerse a continuar la bajada sin probar la resistencia de su durabilidad. Hubo un momento en el que pensaba que iba a resbalarse, pero su compañía fue un respaldo para ayudarla tomándola del brazo.
Las piezas no tardaron en encajar, para su consternación.
-¿Era una fulana?
La sonrisa pícara le hizo vacilar, y avergonzarse de decirlo con ese tono de sorpresa. ¿Qué esperaba?
-¿Sorprendida? Las prostitutas también pueden casarse, mi señora.
Mi señora. Retuvo ese detalle en cuenta. La había llamado así antes, cuando hablaban con formalidad, pero en ese momento... Ese detalle era un desperdicio pudiendo hablar sin tapujos. Que lo hiciese de aquella forma, en ese momento, en ese instante donde solo estaban ellos dos... Mildrith tragó saliva e intentó recomponerse.
-Un hombre puede casarse con quien le plazca, creo. Pero consideraría a una prostituta como una persona al margen de esa decisión -fue lo que respondió, generando que él le diera una mirada extraña.
La ayudo dándole la mano a bajar de unas piedras en el camino. Se escuchaba la voz de Finan a lo lejos, discutiendo aparentemente con el niño, pero no a tanta distancia como pensaba que quedaba. Mildrith se sintió extrañamente decepcionada.
-Fue amor juvenil, señora. En ese momento no sabía distinguir amor de necesidad y pensaba que era lo que mejor me convenía -dijo, solemnemente, con una pizca de comprensión a medida que lo decía en alto. Cayó en la cuenta de que aún no le había soltado la majo, y que la guiaba por el bosque gracias a eso yendo a la velocidad que ella arrastraba-. ¿El amor es tan raro en su mundo?
Su mundo. Otro detalle a tener en cuenta. Un recordatorio de lo que realmente eran. Una niña princesa y cristiana y un adulto pagano cuya vida era dar la cara por su señor y matar gente por su lealtad. Mundos distintos. Mentes distintas. Personas distintas.
-No creo que en todos sea así, pero en general las alianzas valen más que una emoción. Mis reyes, mis padres, no son la representación del cariño pero se respetan el uno al otro y creo que eso es importante -le respondió, tras pensarlo un rato-. Sin embargo, creo que el rey Alfredo y su dama sí que lo hicieron. A su manera, pero lo hicieron.
-Pregúntale a Osferth.
Mildrith le miró mal.
-Has fastidiado mi buena respuesta con una broma cruel.
-¿No se casaría por amor, mi señora?
-Entre gente como yo el amor el escaso, pero de hacerlo lo haría con quién me quisiese por cómo soy y no por el valor que tengo. Los nobles son...complicados.
Y gente que solo se movía por influencias. Su educación se había basado en el matrimonio y la religión, lo poco que se le pedía a las mujeres por esos tiempos. Lady Aethelflaed la había educado en ambas por insistencia de la reina de Wealas. Solo para que a ella la vendieran al primer noble que ofreciera algo de interés a la Corona y acabase en manos de un señor con tierras y ventajas. Seguramente menos religioso de lo que aparentas y mucho más...adecuado a romper los votos.
-¿Tú que opinas de los señores, Sihtric?
-No me importan sus vidas, señora -se pasó la lengua por los labios, dando rienda suelta a sus pensamientos-. Si tengo que agachar la cabeza la agacharé, pero si mi señor no jura lealtad a ninguno es porque ninguno es mejor o peor que el anterior.
Rumió su respuesta.
-Ciertamente nuestras opiniones pueden ser diferentes, por nuestras vivencias.
No hubo respuesta, solo una mirada larga y tendida. Mildrith se detuvo, clavando los tacones en la tierra. Sihtric dobló el cuello para mirarla, con los mechones negros y rizados bailando en su rostro.
-Los nobles solo quieren acercarse al poder para cumplir sus beneficios, y otros mantenerse al margen para protegerse a ellos mismos -explicó en voz baja-. Y aún así, los condes de Mercia ahora luchan después de haber elegido a su rey hace pocos años. Para disputar el trono a una niña.
-Es una niña -repitió, sereno.
En otro momento esa respuesta la habría enfadado. Por supuesto que era una niña, una que no podía distinguir la maldad del bien y que se había criado lejos de las crueldades de los adultos y de la corte. Incluso ella, que vivía lejos de su tierra natal, conocía las intenciones delos hombres del consejo de su padre. Y sus intenciones. Mildrith inspiró, mirando a su alrededor. Ya veía la melena trenzada de la mujer, de Eadith, moviéndose alrededor de quien supuso que era Aelfwynn y un hombre apenas un poco más alto a su lado.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
Una inocente cargada de ansia. Sihtric volvió a centrar su atención en ella, apartandola de los pájaros que los sobrevolaban. Eran cada uno de un color diferente, uno más claro y otro más oscuro. Pero con la mismas curiosidad de saber qué rondaba por su cabecita pelirroja para que ahora fuese tímida con él. Su lengua resbaló, vacilante, en su paladar. Aún no se acostumbraba a la lengua de los sajones, pero hacía lo que podía aunque se denotase su acento y el arrastre de algunas letras.
-¿Por qué apuñalaste el cuello de ese enfermo?
-¿Lo viste?
Se encogió de hombros.
-Iba a acercarme, pero Finan empezó a gritar que la enfermedad iba a por nosotros y... No tuve valor.
Sobre todo porque la había cogido del brazo y tirado de ella para alejarla, para ponerla con Stiorra antes de lanzarse a los brazos de Uthred por el tema de la enfermedad. Después de eso, había visto cómo Sihtric empuñaba la cuchilla y la clavaba en el cuello del hombre en la pica y la sacaba para limpiarla. Aún sentía sus dedos sobre su piel cuando le lavó el brazo que uno de los hombres que los habían sorprendido había sujetado para bajarla del caballo. Una extraña sensación que le calentaba el corazón.
-Fue por misericordia -le respondió, en voz baja pero firme-. Estaba sufriendo por la enfermedad y su situación.
Mildrith asintió suavemente, no muy convencida si tuviera que aceptarlo en voz alta.
-¿Hubieses hecho lo mismo de ser uno de nosotros?
-Creo que cada uno podría buscárselas para acabar con su sufrimiento -se burló, torciendo los labios en una sonrisa-. Menos cierto monje.
-Finan quería dejar a los niños en el bosque, pero tu dijiste que no iban a conseguirlo si íbamos andando.
Entrelazó las manos tras la espalda, esperando algún cambio en su expresión. La tela de las mangas crujió en el gesto, pero no le dio importancia. La suave corriente mecía las copas de los árboles, sus ramas. A veces se preguntaba cuáles eran las diferencias entre Wealas y Mercia si eran tan parecidos por su vecindad, y qué mal veían los suyos en las tierras de los sajones. Tal vez nunca pudieran hacer las paces, pero ella conocía la verdad.
Sihtric tensó los labios.
-Tu rey no hubiera permitido que te atravesasen y dejado moribunda en el bosque -comentó, apuntando al pequeño claro protegido-. Nos hubiese costado más que la cabeza.
Mildrith sonrió.
-Mi padre puede haber unificado muchos territorios en Wealas, Sihtric, pero la muerte de su hija mediana solo conseguiría que atacasen una pequeña parte Wessex.
Volvieron a caminar. Salieron al pequeño claro, conscientes de que les miraron con sorpresa al verlos aparecer, volviendo a concentrarse en sus asuntos tan pronto como supieron que eran ellos. Uthred les lanzó una mirada, pero pronto volvió a hablar con Osferth. Mildrith iba agarrada a su brazo por su insistencia, temiendo que resbalara con las piedras mojadas del río o tropezase de nuevo con alguna raíz.
-¿Solo una pequeña?
-¿Le parece poco, señor? -inquirió, divirtiéndose con esa conversación sobre las intenciones de su padre. Que nunca haría, por supuesto. Si le hiciesen algo a una hija del querido Hywel el Bueno, ya podían temblar los reinos que hasta sus contrarios en su mesa se unirían con tal de invadir las tierras sajonas.
-Wessex es extenso -habló él, convencido. Los ojos le resplandecían.
Mildrith lo miró con visible diversión.
-Un pequeño trozo de Wessex es para Wealas todo el territorio.
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persmo · 3 months
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Yo tengo un caballo verde 🐎🟢 Q hace piruetas 🤸‍♀🤸‍♀🤸‍♀ Se sabe lavar los dientes 🪥 Va en bicileta 🚴🚴🚴 Tiene un hueco en la bariga 🕳 De andar echado 🛌🛌🛌 Y cuando lo llevo al río se mete en el agua y sale colorado 🌊 🟢 -> 🔴 Y cuando lo llevo al río se mete en el agua y sale colorado 🌊 🟢 -> 🔴 Yo le enseñé a hablar 🗣🗣🗣 Sabe decir 🤓☝ Mamá 👩‍👦 Y es tan inteligente q hasta usa lentes pa' poder mirar 👓 Y es tan inteligente q hasta usa lentes pa' poder mirar 👓 Su novia es una rubia 👱‍♀ Muy coquetona 😘😘😘 Se pinta los labios rojos 💋 Y es percherona 🎠 Y cuando lo ve al caballo 🐴 <-👀 Le dice así 🗣☝ Me dan ganas de comerte pq te pareces mucho al parejí-íl 🌱 Me dan ganas de comerte pq te pareces mucho al parejí-íl 🌱 Yo le enseñé a hablar 🗣🗣🗣 Sabe decir 🤓☝ Mamá 👩‍👦 Y es tan inteligente q hasta usa lentes pa' poder mirar 👓 Y es tan inteligente q hasta usa lentes pa' poder mirar 👓
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#Confía_en_Él_para_abrir_un_camino
“Unos confían en carros y otros en caballos, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios”. – Salmo 20:7, NVI
Es fácil desanimarse cuando las cosas no salen como uno quiere. Quizás no esté saliendo de sus deudas tan rápido como quisiera. O está experimentando algunos desafíos en su salud o sus relaciones. Tenemos que tener cuidado de no rendirnos sólo porque no ha sucedido en nuestro calendario. Recuerde, servimos a un Dios sobrenatural. Sus caminos son más elevados que los nuestros. ¡Cuando creemos, todo se vuelve posible!
El primer paso es dejar de intentar resolverlo todo. Puede que no haya una manera natural, pero está bien. Dios puede hacer lo que los hombres no pueden hacer. Piensa en los hijos de Israel. Cuando salieron de Egipto, eran dos millones. Entonces, Faraón vino persiguiéndolos, y cuando llegaron a un callejón sin salida en el Mar Rojo, parecía que todo había terminado. No veían una salida, pero eso no significaba que no la hubiera. Dios simplemente abrió el Mar Rojo y ellos atravesaron sobre tierra seca.
Recuerde, si parece que no hay camino en lo natural, confíe en que Dios abrirá un camino. ¡Él dividirá las aguas si es necesario! ¡Él hará lo que sea necesario para guiarte por el camino de la victoria que ha preparado para ti!
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rosebudblog · 4 months
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TRES PELÍCULAS MUY INCÓMODAS
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NEVILLE CON CHAPLIN EN LOS AÑOS 30
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CARLOS ARÉVALO
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CONCHITA MONTENEGRO
Por todos es bien conocido el desarrollo del cine español a partir del año 1939 con el final de la guerra civil. El establecimiento de la dictadura en toda España y el férreo control que la censura ejerció con todos los medios de comunicación y en el caso que nos ocupa con el cine. Es evidente que todas las producciones realizadas a partir de aquellas fechas tenían que contar con el placet de los organismos controladores de la dictadura y en aquellos años no se les escapaba nada que pusiese en duda sus presupuestos políticos, morales o religiosos. Esencialmente todos los profesionales del cine de los años 40 eran adictos al régimen, habían participado activamente en la guerra civil o al menos eran sumisos con los poderes establecidos (no fue hasta los años 50, con unos jóvenes, Bardem y Berlanga, cuando comenzaron a aparecer subliminales críticas al establishment que requirieron una feroz actuación por parte de los censores).
Por todo ello sorprende, cuando se revisa el cine español de aquellos primeros años de la postguerra, cómo fue posible que algunas películas se convirtieran en un auténtico problema para las autoridades cuando la autoría de las mismas correspondía a fidelísimos seguidores de la dictadura; en esta situación quedaron tres películas de las que nos vamos a ocupar hoy: Frente de Madrid, El Crucero Baleares y Rojo y Negro.
EDGAR NEVILLE fue un director al que aún hoy día no se le ha reconocido su aportación al cine español. Hombre polifacético, estuvo un tiempo en Hollywood trabajando como traductor y guionista y allí entabló amistad con algunos famosos como Charles Chaplin. Neville era un extraño personaje dentro de la maquinaria de la dictadura, pues siendo un aristócrata con título nobiliario entró en ese mundo odiado por las sesudas autoridades franquistas: el mundo del cine. Además, tuvo la osadía de iniciar, a partir de la película de la que vamos a hablar, una relación fuera de los cánones morales de la época con la actriz Conchita Montes y esto le granjeó también la enemistad y el desprecio de ciertos sectores de la dictadura. Su aportación al cine español es muy brillante y la dirección de Neville nos ha legado varias películas en aquellos años 40 de muy buena calidad: El crimen de la calle Bordadores, Domingo de Carnaval, La torre de los siete jorobados, Mi calle, Nada, El último caballo o el documental Duende y misterio del flamenco.
En este caso, con FRENTE DE MADRID, Neville en pleno 1939 se entregó en cuerpo y alma al nuevo régimen fascista para ensalzar las virtudes del bando ganador de la guerra en contraposición con los perdedores. Neville había sido un republicano de derechas que una vez iniciada la guerra civil se puso a disposición de las autoridades golpistas posiblemente para borrar su “pecado” republicano; partiendo de un guion suyo realiza una coproducción con Italia (con la colaboración de la Alemania nazi) rodando dos versiones: una para el país transalpino con el título Carmen frai i Rossi y con actor principal Fosco Giachetti y una versión española con Rafael Rivelles. A ambos los acompañó una joven Conchita Montes de la que Neville se enamoró e iniciaron una relación extramatrimonial que duró hasta el fallecimiento del director en 1967.
Frente de Madrid es una película muy primaria y sumamente maniquea, con los estereotipos radicalmente expresados en imágenes: a los personajes del bando fascista los presenta como individuos limpios, guapos y educados mientras que los del bando republicano aparecen feos y sucios.
En síntesis, la película relata los intentos de un falangista en infiltrarse en la zona republicana para entregar unos mensajes y ver a su novia con quien tenía previsto casarse el 18 de Julio de 1936, boda que lógicamente no se pudo celebrar. En Italia tuvo un gran éxito mientras que en España pasó sin pena ni gloria y afectada por los recortes de la censura; de hecho, la versión española se perdió por lo que la muestra que podemos ver hoy es la italiana doblada al castellano (es posible que la versión española la “perdiesen” las propias autoridades franquistas).
Como he señalado anteriormente la película es de un maniqueísmo absoluto y no tiene grandes valores artísticos; el problema con la censura surgió porque en las últimas secuencias Neville nos muestra un cierto hermanamiento entre dos soldados de los dos bandos en lucha, manteniendo un diálogo sin odio, algo que en plena ebullición fascista el régimen recién instaurado no podía permitir. Afortunadamente hoy se puede ver la versión italiana como una auténtica rareza y Edgar Neville nos obsequió años después con películas de mucha mayor calidad que esta curiosa Frente de Madrid.
A los avatares de la segunda película, EL CRUCERO BALEARES, ya le dedicamos un capítulo y no nos vamos a extender hoy en ella. Dirigida por un curioso personaje, el mejicano ENRIQUE DEL CAMPO, se realizó en 1941 con la participación en su producción de la RKO. Del Campo fue espía del bando fascista durante la guerra civil y no parece que contara, salvo ese, otros méritos artísticos para dirigir la película.
La película cuenta el hundimiento del crucero Baleares en plena guerra civil por parte de la escuadra republicana; no se escatimaron medios de ningún tipo y el apoyo institucional a la película fue total y absoluto. Una muestra de ese apoyo se puede observar en el telegrama cursado por el Departamento Nacional de Cinematografía a los distintos jefes provinciales de propaganda en las ciudades donde iba a estrenarse la película: «Dada la tesis película crucero Baleares que entraña propaganda nacional este Departamento considera oportuno que jefaturas provinciales propaganda de acuerdo casa Radio Films ayuden organización estreno».
Se organizó un gran estreno en 48 capitales de provincia y en Madrid se construyeron unos grandes anuncios publicitarios de la película en plena Gran Vía. Dos días antes del estreno se realizó un pase privado ante un numeroso grupo de autoridades militares del Ejército y de la Armada. Inmediatamente la película fue prohibida sin atenuantes y se ordenó la recogida y destrucción de todas las copias, por ser contraria “a los intereses nacionales”.
¿Cuáles fueron los motivos por los que la película fue retirada, prohibida y destruida finalmente?:
-desilusión en la Armada por la baja calidad del producto que no acompañó ni reflejó la hondura política y propagandística de la “gesta heroica” del crucero.
- falta de dignidad suficiente en la reproducción de los principios y hábitos de la escuadra
- excesiva frivolidad de las escenas. Más concretamente, las escenas más esperadas como la rebelión de la marinería y la muerte heroica de sus víctimas, así como el apocalíptico final, fueron un fiasco que, unido a que más de la mitad del guion descansaba en una “vulgar comedieta de amores y amoríos con inadecuadas situaciones sainetescas”, apuntaron hacia la inflexible medida.
Posiblemente en todo ello figurara la lucha subterránea entre Ejército de Tierra y Armada. Mientras que en otras películas se mostraba a sus hermanos del ejército de tierra en heroica resistencia como los cadetes de la Academia de Infantería de Toledo, pertrechados en el Alcázar, la oficialidad del crucero Baleares se presenta esperando el hundimiento entre amoríos y fiestas. La Marina no podía admitir semejante agravio y eliminaron la película.
Pocos años después, en 1947, Enrique del Campo falleció prematuramente. Las copias de la película fueron destruidas y nunca más se supo de El Crucero Baleares. A día de hoy nadie queda ya vivo que asistiera a aquel pase privado del 10 de Abril de 1941 que supuso la destrucción física de una película que ya solo forma parte de la historia más negra del cine español.
La historia de ROJO Y NEGRO es, si cabe, más curiosa aún, pues se trata de la única película de total inspiración falangista hecha en la inmediata postguerra. Dirigida por CARLOS ARÉVALO se estrenó en 1942 en el cine Capitol de Madrid, tuvo un gran éxito y estuvo tres semanas en cartel, luego desapareció totalmente y no se exhibió más hasta que se encontró una copia en los años 90 del siglo pasado y la Filmoteca Española la restauró.
La película contó con actores como Ismael Merlo y la guapísima Conchita Montenegro, la llamada “Garbo española” y a la que algún día le dedicaremos un capítulo. Cuenta la historia de unos jóvenes amigos desde niños que se hacen novios, pero que militan cada uno en distintos bandos cuando llega la guerra civil: ella es falangista y él un anarquista de la CNT y nos muestra las actividades clandestinas en Madrid durante la contienda civil. El título de la película no es baladí pues recordemos que tanto la bandera falangista como la anarquista cuentan con los colores rojo y negro.
Lo curiosos de la película es que, aunque tratándose de un producto propiamente del nuevo régimen, dota a los personajes del bando republicano de una humanidad que llama la atención cuando las películas típicas de aquellos años como Raza o Sin novedad en el Alcázar muestran a los republicanos como auténticas bestias.
Arturo Pérez- Reverte ha dicho de esta película: “Rojo y negro, es una de mis películas españolas favoritas. Admiro esa historia sombría y dura, hija bastarda del cine franquista, estrenada en 1942, demolida por la crítica oficial y retirada después de sólo tres semanas de cartelera para verse enterrada en el olvido”.
Efectivamente la censura no actuó sobre ella, pero la película fue retirada por mostrar ligeros matices de humanidad en el personaje masculino y solo se encontró una copia 50 años después. Según el testimonio de un empleado de la productora que asistió al estreno, la película molestó enormemente a los militares y estos la hicieron llegar hasta el Palacio de El Pardo para que la viese el dictador… de ahí a desaparecer de las salas de exhibición solo había un paso.
Hasta aquí esta pequeña y negra historia de 3 películas españolas que realizadas desde dentro del régimen, supusieron una auténtica molestia para las jerarquías del gobierno; el cine español de aquellos años se decantó rápidamente por películas como Raza, Sin novedad en el frente, Harka o El santuario no se rinde, que no presentaban ningún tipo de ambigüedad en sus historias de adhesión a los principios del régimen fascista.
17/5/2024
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las-microfisuras · 2 years
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Estas cosas no se cuentan
Es terrible el silencio de las casas vacías.
Dicen que quienes escuchan estos ruidos permanecen ocultos debajo de las conchas hasta que todo empieza a romperse. Pero estas cosas no se cuentan.
Es terrible el silencio de las casas vacías.
Dicen que algunos se pintan el ojo izquierdo solo para que lo vea el ojo derecho, delante del espejo que compraron cuando aún existía la luz y las posibilidades eran una masa blandita de harina y agua dentro de un cuenco blanco.
Con todas las formas posibles.
Muchos gritan que no había que tener miedo.
Lo gritan al hombre que se cuela en el pasillo buscando un lugar donde estar a salvo. Porque eso nos enseñan en la escuela. Que hay que caminar rectos con las heridas en las rodillas y subrayar las faltas de ortografía con bolígrafo rojo. Y que estas cosas no se cuentan.
Es terrible el silencio de las casas vacías.
Y te llega como llega un rayo que parte el mundo. Con las arterias de los árboles dentro de los vientres y con un grito en la boca que no puede caer por la ventana.
Siempre hubo gritos cayendo por la ventana.
Cuando todavía había voces.
En las casas vacías.
La mujer extiende la sal sobre la mesa y suspira. Y por cada suspiro pierde una noche. Y por cada noche, se acerca más a la tierra,
que se presenta como un dios donde descansan los errores.
Dicen que ella se agarra a los objetos como la única esperanza.
El hombre es tranquilo y huele a manzanas. Tiene ojeras negras y nieve en la cabeza que se enreda cada mañana con el peine como buscando el pensamiento que no debería estar ahí.
Los dos fueron a la escuela y caminaron rectos con las heridas en las rodillas. Y los dos marcaban las faltas de ortografía con bolígrafo rojo.
Es terrible el silencio de las casas vacías.
La condena de los que todavía no han muerto.
El hombre vive en el lugar olvidado. Tuvo una vez un perro pequeñito que llevaba sobre el dedo como el que sostiene un cristal. Un perro en el jardín. Y el hombre descansando con ceniza en el pantalón y un barco en la montaña. Los planos de una casa brillante como una perla. Una oficina importante. Un doctorado en cosas complicadas que pendía de un clavo en la pared del pasillo.
La mujer se esconde tras una cortina. Es alta y sueña con caballos en el agua y con un pájaro que cubre el mundo con dos alas extendidas.
Es terrible el silencio de las casas vacías.
Aplasta como el pie que arrasa el reino de los insectos.
Dicen que la mujer nunca salió de la casa.
Dicen que el hombre entró en el jardín.
Y dicen los expertos que hay que evitar los pensamientos que no deben estar ahí. Como el que encuentra una bola de naftalina desintegrada en la caja de la ropa de invierno.
Dicen que la mujer era pequeña como un olivo que no crece.
Dicen que el hombre tenía agua en la boca.
Cada uno en cada punta del mundo. Con el mismo ruido en el estómago.
Con dos casas vacías.
Y todo el tiempo dentro de la noche.
Dicen que pensaban que allí no había nadie. Que el ruido de los pasos era el de un monstruo confinado a cumplir una pena. Que los niños pasaban de puntillas por la puerta de la casa del hombre. Que las madres corrían al cruzar la casa de la mujer.
Y cada uno en cada punta del mundo.
Con dos casas vacías.
La mujer observa la fina transparencia de su mano.
El hombre se pinta el ojo izquierdo.
Cada uno en cada punta del mundo.
Y cada uno en la casa vacía.
Dicen que todo vino como un espanto que es visto en la calle por los que no tienen miedo. Vino como el viento que promete calmar el picor del agua.
El hombre con puños en el vientre.
La mujer sin ojos en la cara.
Cuatro manos que se vuelven transparentes. Rodillas sucias. Heridas en los pies de trazar círculos desde la cocina hasta donde estaban las hojas de almendro que llegaban de fuera. Como el recuerdo de lo que no quiere verse.
Dicen que nunca hubo nadie. Y que esas cosas no se cuentan.
Dos casas vacías.
Ellos debajo de la tierra cuando llegaron los fantasmas pidiendo explicaciones.
Dicen que algunos no soportan el peso del mundo.
Pero esas cosas no se cuentan.
Es terrible el silencio de las casas vacías.
-  Alicia Louzao, de Las niñas que no queríamos ir a la escuela. Ediciones Liliputienses
-  Agnès Varda, Jeune fille à la tourterelle, 1954
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sucede-es · 1 year
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1976 Volvo C303 4×4
El Volvo C303 comenzó a producirse en 1974 como un vehículo de transporte para el ejército sueco.
Diseñado para operar en Europa, el C303 tenía una huella relativamente estrecha y una longitud corta para navegar por sinuosos caminos forestales y terrenos todo terreno. La tracción en las cuatro ruedas y los ejes portales daban al C303 una impresionante distancia al suelo de 38,10 cm con potencia proveniente del motor B20 de Volvo, un seis cilindros en línea de 125 caballos de fuerza.
Su caja de acero tenía un diseño estrictamente utilitario y, combinado con su capacidad para circular en cualquier terreno, hizo que el vehículo fuera popular entre ejércitos extranjeros, clientes industriales y servicios de rescate. Se fabricaron casi 9,000 C303, con cerca de tres cuartos destinados al servicio militar, lo que hace que versiones civiles como este modelo de 1976 sean relativamente difíciles de encontrar.
Originalmente comprado por El Paradiso, un resort alpino en St. Moritz, Suiza. El camión cuenta con luces exteriores adicionales en la parte delantera y un cabrestante Warn, con una carrocería en blanco y gris sobre tapicería de vinilo rojo. Aunque no es exactamente práctico para el uso diario, este C303 es definitivamente todoterreno.
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oldsardens · 5 months
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Luciano Diaz Castilla - Caballo rojo
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kaelucfantasy · 6 months
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TROCITO 13
El dia habia llegado y aunque todo en la mansión permanecía tranquilo, habia una zona en la casa que no lo estaba. Los ruidos de cosas cayendo por el cuarto de baño me hicieron abrir la puerta.
—Diluc…
—Ayúdame Remus… no consigo domar este pelo…
Diluc estaba con los ojos apunto de romper a llorar, el cepillo se le habia enrollado en su desordenado cabello y se notaba que estaba terriblemente nervioso.
—Deberias de mantener la calma… solo es un té con galletas… -dije mientras le cepillaba el cabello con calma
—¡¿Pero y si no le gusta como estoy? -dijo nervioso
—Diluc… te ha visto vestido mas informal y apostaría que ya lo tenias conquistado…
—¡No lo digas asi! -dijo avergonzado
—Diluc… has vivido junto a él desde niños, asi que te ha visto hasta con la cara llena de mocos y de cualquier modo…
—¡Remus!
Diluc protesto mirándome con su rostro rojo como un tomate.
—Te pongas como te pongas mi querido amigo, aunque no lo recuerdes, pero es lo más lógico…
—Entonces… -dijo agachando su mirada
—¿Entonces que? Diluc… eres no solo fuerte, habilidoso e inteligente; si no que tienes una hermosa belleza, pero no por tu cabello o tus ojos… eres hermoso en todo tu ser..
Diluc me miro con emoción ante mis palabras, poniendo su mano sobre la mia que estaba sobre su hombro y yo le sonrei con cariño; cuando escuchamos como sonaba el timbre de la puerta. Yo con rapidez termine de recoger su cabello en una hermosa cola alta de caballo y se la decore con flores.
—¡Remus!
—… asi estas arrebatadora mente hermoso… vamos a enamorarlo, ya veras -dije con una sonrisa
Me aparte para que se levantara y ambos fuimos abajo a la entrada, yo estaba detras de Diluc mientras bajábamos la escalera y senti mucha lastima por no poder mirar a dos lados a la vez, porque el rostro que puso Kaeya cuando vio descender Diluc era todo lo que estaba bien en el amor.
Su pecho se hincho mientras suspiraba dibujándose una sonrisa calida y brillante en sus labios que hacia latir el corazón a cualquiera. La cara de que estaba prendado de él.
Asi que me imaginaba a Diluc con su carita de fresa con una emoción arrebatadora inundando su corazón.
—Hola -dijo Kaeya al verlo
Irónicamente, el usuario con la visión del hielo, lo habia roto.
—Hola… -dijo Diluc con una sonrisa bobalicona
—Hola Kaeya -salude de forma alegre —Adeline, corazón ¿esta todo listo?
—Por supuesto, podeis pasar al comedor cuando queráis -dijo Adeline con una sonrisa
—Pues no esperemos mas, que quiero tomar el té calentito
Baje para abajo y los guié hacia la sala como si hiciera falta, pero asi les deje el momento para que Kaeya fuera un caballero haciéndole una reverencia y Diluc aceptándola para pasar el primero, así ahorrándome que me vieran la sonrisa de ver que pillos eran.
Deje que se sentaran juntitos y les serví una taza de té a cada uno con una sonrisa.
—Siento tener que estar presente… pero por lo menos vemos podido hacer que volváis a veros
—¿No estarás con tus pensamientos? -dijo Diluc inflando sus mofletes
—Hahahah, para nada; pero entiendo que esta fiesta os gustaría tener vuestro momento a solas -dije sentándome despues de servirme el té
—No te preocupes Remus. Te la guardaremos cuando quieras estar a “solas” -dijo Kaeya con una sonrisa en los labios
—Ahhhh… que lindo. Creo que antes Celestia nos baila al son del arpa de Barbatos -di un sorbo de mi té
—¡Remus, no digas blasfemias! -protesto Diluc
—Con lo que me gusta verte saltar… -dije riendo
—¿Ya volviste a entrenar? -pregunto Kaeya
—Si, Diluc ademas se ha adecuado a un nivel lógico para ir recuperando el tono
—Diluc es el mejor con la espada sin duda -corroboro Kaeya
—Oye… -carraspeo Diluc -De todas formas deberia de ir a la herrería a que le repasaran el filo de la espada que esta usando…
—Oh, una visita a Wagner…
No se de que forma lo dije, que ambos me miraron directamente hacia mi.
—¿Que? -pregunte sorprendido
—No, no, no… -dijo Diluc mientras Kaeya negaba con la cabeza
—¿Que no, que? -me sentia muy confuso
—Wagner no te conviene… -dijo Diluc muy orgulloso
—¿Perdon? -pregunte riendo —¿en serio?
—Le conozco… no es digno para ti…
—¡Pfffff! ¿De verdad creéis que iba a tener oportunidad con Wagner? ¡Teneis mas fe que Venti al vino! -dije a carcajadas
—¡No seas asi! ¡Claro que tendrías oportunidad!… pero yo te quiero bien enlazado con alguien adecuado
—… olvidaros de esa tontería… -dije con tono apagado mientras tomamos un sorbo de té
—…no estas destinado a un humano
En ese momento, los tres dimos un brinco de la mesa alejándonos un poco. De los demas lo dudo, pero yo me cague vivo.
—…Ah…. ¿Acaba de hablar la tetera?… -pregunte con el corazón en un puño
Aquella tetera roja y dorada que tan bonita me parecia, de ella habia salido una voz que me sorprendió.
END TROCITO 13
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elosogudo · 1 year
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//Bajos instintos//
tuve una pesadilla extraña con Catherine Tramell y cerré los ojos con fuerza para intentar despertar justo antes de que me clavaran el picahielo
ahora tengo los ojos abiertos y no estoy en mi casa
el cielo es todo de pasto sintético y la gente lleva maletines y adentro de los maletines hay otras personas que se ven más ocupadas todavía
mirar a esa gente caminando en todas direcciones es cansado
así que he pedido lugar a un ocupado niño adentro de un maletín
me recuesto en su sillón a contar monos dorados
ahora tengo los ojos abiertos y no estoy en mi casa
conduzco por las calles de una Agua Prieta fantasmal con mis amigos
nos reímos de algo muy tonto
y nos preguntamos si veremos al legendario niño bichi
en el horizonte hay caballos de espuma
y los ángeles levantan el telón de la noche
cierro los ojos mientras escucho a mis amigos hablar de músicos japoneses que no conozco
me quedo dormido al volante
ahora tengo los ojos abiertos pero no estoy en mi casa
mi abuelo me pide que lo acompañe a trabajar
y vamos a un lugar a recoger un pedido madera
de pronto comienzan a llover caracoles
mi primer reflejo es refugiarme dentro de la troca,
pero me quedo paralizado al ver los caracoles chocar contra el cofre de lámina y hacerse trizas
mi abuelo me da un balde y dice
—de aquí somos
ya es de noche cuando terminamos de recoger la madera
me quedo dormido en el asiento del copiloto
con una mano adentro del balde de caracoles
ahora tengo los ojos abiertos, pero no estoy en mi casa
soy una bomba instalada cuidadosamente en un cuarto de porcelanas, mármoles, seda
estoy en una posición muy incómoda
y me dan ganas de estornudar
le pido perdón a las cosas frágiles
antes de volar por los aires entre escombros hermosos
caigo sobre una nube
resignado
cuento panteras azules que vuelan cerca
hasta quedarme dormido
abro los ojo, pero no estoy en mi casa
Catherine Tramell me ha masacrado
y cabalga mi cuerpo sangriento
mientras me dice al oído
—cuidado con lo que deseas
abro los ojos y estoy en mi casa
busco los agujeros en mi pecho y abdomen
encuentro en su lugar besos podridos de un amor de antaño
se transforman en cardenales que luego se transforman en trampolines que se derriten como bolis rojos
estoy chucatoso
frutorrojoso
afrodisiaco
debería bañarme (la cuarta es la vencida)
debería ir a comprar brócoli
debería dejar de desvelarme viendo películas.
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