Tumgik
#GranadaTV
lilietherly · 2 years
Text
[Fanfic! Mystrade Victoriano]
Relación establecida.
Pensamientos (lujuriosos) intrucivos.
R18 (por recuerdos e imágenes mentales explícitas).
Alfa Mycroft/Omega Greg. (Pero Greg no aparece aquí).
Alfa Sherlock.
(Intento de) Humor.
Tumblr media
Finalmente me decidí por Mystrade 😌, como dije en el post de hace un par de días, es muy seguro que todas las ships de las que escribo pasen por un tema así, no obstante, creo que es genial que Mystrade sea la primera, ¡y eso que aún no escribo un smut completo de estos dos! Lo haré, de eso no hay duda, pero ese no es el punto jajaa 😆
Ok, no escribiré mucho porque espero que mis etiquetas de allá arriba te hayan llamado suficiente la atención como para saltarte esto si agrego más 😏, así que solo me disculparé por los errores de ortografía y ya, ¡espero que te guste! 😈
* * *
Por décima ocasión, Mycroft se volvió hacia el reloj en la esquina de su escritorio. Todavía eran las tres de la tarde, aparentemente cada esfuerzo mental en adelantar las horas que aún tenía de trabajo seguía sin dar resultados positivos. Así como el reporte frente a él no mostraba ningún avance de querer completarse por la mera voluntad de los deseos de Mycroft. El calor aumentaba su irritación, y el viento y la suave lluvia del exterior poco hacían para darle un motivo de que fuera a cambiar; su piel se derretiría tarde o temprano… lo deseó con fuerza. No obstante, un minuto después mucho se sorprendió de mantenerse vivo, aunque no tan estable como le gustaría.
Las frías corrientes que entraban en su oficina y que desde hace mucho apagaron el fuego de la chimenea no ayudaban a estabilizar nada. Las manos de Mycroft seguían temblando, su respiración carecía de compás o profundidad, sus piernas lo derribarían si intentara forzarlas a erguirse y sus ojos, atraídos al reloj, abandonaron cualquier motivo para enfocarse en un objeto diferente entre él y los pañuelos perfectamente doblados que descansaban en el diván, sobre un cojín y dentro de una cajita de cristal medio abierta, junto a la ventana. Cada inhalación, aunque dolorosa por la baja temperatura, traía consigo un sutil aroma a Omega. Su Omega.
Su Omega que, comprensivo como ninguno, aceptó dejarlo ir aquella mañana aun considerando la precaria situación, sabiendo de antemano cuánto Holmes haría por su trabajo. En realidad, ninguno lucho demasiado, ni por quedarse en casa ni por ir a cumplir con el horario laboral. Mycroft podía soportarlo todavía, su concentración era la clave y los pañuelos con la esencia de su Omega el último recurso. Tenía dos semanas para que el orden de las esferas políticas se mantuviera estable durante su celo y, por cuanto resultase una absoluta distracción, lo cumpliría como cada cuatro meses.
En la actualidad, a dos o tres días de entrar a plenitud en ello, casi todos los preparativos estaban completados. Nada impedía, naturalmente, que sin importar los preparativos y toda acción repetida puntualmente acorde a la fecha en su calendario, la situación se hiciera menos difícil de concluir. Ahí estaba él, obligándose a permanecer en su asiento y permanecer ahí hasta que la necesidad se hiciera insoportable y ni siquiera su ejercitado autocontrol bastara para no arrojarse a la cajita de cristal. Habiendo cedido a abrirla y colocarla en donde toda corriente de aire le llevaría el aroma, debía, contra toda hirviente necesidad, contenerse. Una gota de sudor resbaló por su sien y poco tardó en limpiarla, el simple hecho de pensar un minuto en algo relacionado a su Omega traía consigo el comienzo de una erección.
Si no hallaba algo para distraerse, y quedaba ya sentado que nada referente al trabajo sería suficiente, sepultaría su voluntad, atrayéndolo hacia los pañuelos. Recordó la forma en que los obtuvo, sosteniendo a Greg contra su pecho y sobre sus muslos, de costado, con un pañuelo en su pequeño polla y el otro entre la raja de sus nalgas generosas; lo masturbó tortuosamente rápido durante el tiempo que debería ocupar en vestirse. La sedosa tela resguardando la esencia del lubricante natural y el semen fue doblada y puesta al resguardo con devoción en la pequeña caja hecha a la medida, construida con ese único propósito.
No iba a soportar así el resto del día. No cuando debería estar con su Omega, cuidándolo y proporcionándole cuantas cosas hicieran falta para que les construyera un nido adecuado, asegurándose de que habría comida, almacenando mantas, almohadas y toallas; colmándose de dulce aroma Omega y prometiéndole diez intensos días de placer donde se esforzaría en llenarlo de cachorros y… Mycroft tuvo la fuerza golpear la cabeza contra el escritorio, deteniendo con eficacia cualquier idea inconveniente. Con los ojos cerrados tomó un par de frías inhalaciones, una vez logró concentrarse descubrió que había arruinado entre sus manos el trabajo en el que tanto esfuerzo invirtió.
De cualquier manera, probablemente nada en él guardaba un ápice de sentido.
Terminó de arrugar el papel, lanzándolo a la chimenea, el punto blanco en el fondo negro lo ayudó a concentrarse. Pasados tres minutos se juzgó con la voluntad necesaria para zanjar las últimas tareas, aún debía responder media docena de cartas, verificar que algunas gráficas coincidieran con sus números y escribir tres reportes distintos al respecto. Después, una vez estuviera libre durante los próximos quince días, aún no se permitiría ir a casa. Su Omega no estaría y Mycroft debía encargarse de que tendrían lo necesario para enfocarse en lo que de verdad importaba: mantener a Greg desnudo, abierto, lubricado y dispuesto durante días, preparado y rogando por su gran…
—¡Señor Holmes! —Mycroft no pudo agradecer la interrupción, sin embargo lo hizo, de lo contrario habría tenido que hacerse un nuevo huevo de ganso en la cabeza. Un par de personas corrían hacia su puerta, reconoció a ambos de inmediato y sonrió. Se tomó su tiempo reordenándose el cabello para cubrir la hinchazón de su frente y la desesperación de no saber qué hacer con las manos, colocando hojas limpias frente a él. Jude volvió a gritar—. ¡Señor Holmes, por favor, no es buen momento! —La voz del segundo hombre, muy por delante de Jude, respondió antes de abrir la puerta. La sonrisa de Mycroft se mantuvo, ahora acompañada de un ligero aire de petulancia.
—Nunca es buen momento, solo quiero ver a mi hermano. —La puerta se abrió de par en par—. ¿Por qué esta tan frío aquí adentro? — Mycroft tuvo la oportunidad de ver a Jude cubriéndose la nariz. Sherlock se detuvo en la entrada, olisqueando el aire, el asco en su rostro delgado no tardó en aparecer—. Olvídalo, ¿qué es este tufo?
—Si te hubieras detenido y quedado a escuchar, Jude te lo habría explicado.
Pero, naturalmente, su joven hermano jamás se habría detenido a oír que Mycroft entraría en celo en los próximos dos o tres días, que su cuerpo ya emitía el perfume de Alfa Sangre Pesada preparándose para la tarea de salvar entre siete y diez días consecutivos de sexo obsceno y desenfrenado con su precioso Omega. Lo que implicaba también la eliminación casi absoluta de su sentido común, quitándole estos días previos y cada vez durante lapsos mayores sus pensamientos lógicos.
Dejando en su cabeza la única imagen de su Omega, su hermoso Greg y el dulce aroma que emitía, sus pezones erectos, su culo húmedo y apretado, su boca atrevida y cada centímetro de su piel tierna… Además de un sentimiento protector que, si Jude permitía el paso a la oficina de quien no fuera Greg, podía hacerle reaccionar de las peores y violentas formas. Para fortuna de Sherlock, Mycroft se hallaba medianamente tranquilo. Y él lo supo casi de inmediato, pues cerrándole la puerta a Jude —que dada la profundidad del aroma se veía imposibilitado de entrar— irrumpió a la oficina buscando en su viejo pantalón un par de pañuelos, que al encontrar procedió a introducir en su nariz. El muchacho se sirvió medio vaso de wiski, sentándose al fin ante Mycroft.
—Apestas —dijo Sherlock, Holmes mayor aumentó su sonrisa.
—Y tú no eres quién para hablar.
—Estoy en un caso, no puedo pasearme por los barrios bajos si huelo a Alfa.
—Finalmente tienes un caso, felicidades, ¿no estarás escuchando de nuevo en secreto a la policía, cierto?
—No, es genuino, alguien vino a mí. —Mycroft se alegró de corazón por él, apenas tenía idea de lo que el muchacho esperaba lograr, sin embargo, mientras se mantuviera con vida y dada la imposición de que, si deseaba permanecer en la vida de Sherlock no iba a entrometerse, no importaba cuán interesado estuviera, se guardaría sus preguntas—. Hueles como un vertedero en el que arrojaron tres cadáveres.
—¿Solo tres? —Observó a su hermanito contener una arcada mas no moverse de su asiento, listo para irse. Debería ser importante el motivo que alimentaba su voluntad para quedarse, considerando que eran familia cercana, Sherlock percibiría su aroma a pre-celo un par de niveles más nauseabundos que su divertida descripción—. ¿Qué es lo que te trae a esta humilde oficina, Sherlock?
—Información. —Mycroft frunció el ceño.
—Sabes que hay datos que no puedo proporcionarte. —Sherlock bufó, Mycroft no se enorgullecía tan a la ligera de conocer al muchacho—. Sin embargo, mis libros están disponibles si es lo único que… —Sherlock lo ignoró una vez se le dio pase libre. Conociendo de sobra la ubicación de los libros, saltó de la silla y rápidamente comenzó a apilarlos en su brazo izquierdo. Mycroft se burló—. De verdad, ¿por qué la prisa? Pensé que querrías platicar un poco, tal vez acabar con mi wiski. Puedo pedirle a Jude que te prepare un bocadillo. —El joven Holmes resopló.
—El pobre hombre ni siquiera puede entrar aquí y esta atmósfera pestilente es apenas respirable para mí.
—¿En serio? Que cruel.
—Lo normal, espero. Tuve la fortuna de olvidar algo tan espantoso —dijo, su voz gangosa y conteniendo otra arcada, paseándose entre las estanterías—. ¿En qué etapa estás? No recuerdo haber tenido tantas arcadas en tan poco tiempo. —Ayudado por la distracción, Mycroft volvió a su informe.
—Este es mi último día aquí, mi celo llegará en dos o tres días.
—Demonios, Mycroft.
—Lenguaje.
—¡Y por eso es que apestas así! Padre siempre nos llevó a la choza cinco días antes. ¿Qué es lo que haces aquí? ¿No debería ya ese inspector tuyo prohibirte salir o lo que sea que hagan los Omegas en situaciones como estas? —Un gruñido abrupto nació desde lo profundo del pecho de Mycroft.
—No seas irrespetuoso cuando hables de mi Omega. —Sherlock ignoró por completo la amenaza.
—Y ahí esta la sensibilidad. —Mycroft lo oyó susurrar. El enojo desapareció con la misma rapidez de su aparición. Pronto, Sherlock se veía conforme con la cantidad de libros acumulados, ya se dirigía a la salida, obviamente incapaz de siquiera agradecer o decir que se iba, no si apenas podía respirar. Quizá se despediría una vez estuviera en el lado correcto de la puerta.
—Espera, Sherlock.
—Y ahí la falta de cordura. — El Holmes mayor lo ignoró.
—Quédate un poco más, ¿quieres? La presencia de otro Alfa me ayudaría a completar mis tareas más rápido.
—¿A cambio de la estabilidad de mi estómago y la ansiedad por irme de aquí tan pronto como sea posible? Creo que prescindiré de la oferta, querido hermano. Podría, sin embrago, acercarte aquella caja de cristal tan bonita. —Mycroft gruñó en el instante en que Sherlock señaló hacia el preciado tesoro que resguardaba la esencia de su divino Omega—. ¿No? Es una lástima. —Y tras esa última burla, el desconsiderado se marchó.
Mycroft no tuvo la fuerza para enojarse, su cuerpo simplemente se negaba a derrochar energía en eso, mejor le valía enfocarse en el nuevo intento de informe y aprovechar los minutos de paz que la rápida visita de su hermano trajo consigo. Quién sabe cuánto soportaría evitar el que su mente se encaminara hacia… temas poco remunerables ahora mismo, cada segundo que sucedía su cuerpo se sublevaba al autocontrol forjado a lo largo de los años. Solo debía resistir unas horas y, una vez llegara a casa, habría ganado con creces su recompensa por el esfuerzo sobrehumano que ahora ejercía.
Esa era una prueba que superaba cada cuatro meses y que, para su fortuna, desde hace un par de años compartía felizmente con su precioso y seductor…
Mycroft se aferró a la pluma como quien se abraza a la copa de un árbol en medio de un incendio forestal. Inevitable esquivarlo, ciertamente, ayudaba no obstante a aplazar el final.
Un final de piernas abiertas, un agujero estrecho, húmedo para él, respiraciones agitadas y…
* * *
No sabes, cariñoso amor mío, cuánto luché por retener el impulso y, de alguna manera, no completar el smut Mystrade 🥵, fue incluso difícil hacer que Sherlock apareciera y lo enfriara todo un poco. Verás, antes de decidirme a que Sherlock interrumpiera, la otra opción que no incluía un smut, era que Mycroft cediera y, arrojándose a la cajita, se hiciera... terminar 🥴...
Afortunadamente la meta de este fic se cumplió 🥳 y logré hacer algo puerco (aunque no tanto como me hubiera gustado 🥵) sin que fuera smut jajaa, (pero no sé cuánto más pueda soportar, espero escribir otro fic fluff antes de que me superenlas ganas y... me rinda 🤤).
Entonces, eso es todo por ahora, dime qué es lo que te pareció, estaré esperando para leerte. Nos veremos pronto 😘
¡Te amo! Muchas gracias por leer 🥰💖💖💖
8 notes · View notes
rockmusicassoc · 17 days
Text
In The Rock 9/4/1976: The Sex Pistols make their live television debut on the Manchester based Granada TV late night programme ‘So It Goes’. They performed “Anarchy In The U.K.” with such fury, it blows viewers’ minds. #SexPistols #AnarchyInTheUK #GranadaTV #RockHonorRoll
Tumblr media
0 notes
pestikornel · 4 years
Text
Tumblr media
491 notes · View notes
funkcutter · 3 years
Photo
Tumblr media
Marvellous book about innovative musical magician #MartinZeroHannett by friend #ColinSharp briefly of @TheDurittiColumn on the sordid yet vastly creative days of @factoryrecords #petersaville #TonyWilson #granadaTV @officialjoydivision #Hacienda #buzzcocks #postpunk #producer @happymondaysofficial #madchester #biography 2007 #aurumpress. #RIP everyone. TW #needlephobics. Kids - just say "no" to excess X (at Didsbury) https://www.instagram.com/p/CNTAD6Jnd7fFucS2C86-JgFPXWcudUOdjhChaQ0/?igshid=1h1evzwu0edcs
1 note · View note
bucketsofamour · 6 years
Photo
Tumblr media
Alan Merrill Arrows lead singer 1976, Manchester England, on the set of his TV series the Arrows show ITV/Granada TV UK 1976. #AlanMerrill #Arrowsleadsinger #ArrowsBritishBand #GranadaTV
19 notes · View notes
nickkremenekart · 6 years
Photo
Tumblr media
The full “Sherlock & Watson (Jeremy Brett & David Burke)” portrait is finally complete (at least until I do that artistic thing and change something in 10 years...lol). I promised this drawing to my mom for many years while she was alive; now that she has passed, I only hope she is looking down and smiling at her belated present. You can buy this as a limited Giclee print on my Etsy page here: https://etsy.me/2JmbHfD . . #sherlock #sherlockholmes #drwatson #portraitart #artistsoninstagram #art #graphite #pencil #jeremybrett #davidburke #granadatv #pbs #mystery #holmes #elementary #nickkremenekart #thegameisafoot #etsyartist (at Thousand Oaks, California)
1 note · View note
Photo
Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media Tumblr media
From Acute Appendicitis to Breaking A Door Knob: How did Damian Lewis bring Soames Forsyte to life? You will LOVE this story <3
http://www.fanfunwithdamianlewis.com/?p=2895
11 notes · View notes
ludovicah · 8 years
Link
Fan site dedicated to Alan Merrill <3
3 notes · View notes
inksurgent · 7 years
Photo
Tumblr media
I just watched 24 Hr Party People with Xcaret my dear 15 year old daughter and she was amazed with the New Wave and old school Punk beginnings including Sex Pistols, Joy Division, New Order, Happy Mondays and Tony Wilson’s efforts supporting the underground scene where Factory Records & La Hacienda Club in Manchester spearheaded the thought provoking movement back then. Epic! #24hrpartypeople #punk #newwave #80s #80snewwave #lahaciendanightclub #factoryrecords #tonywilson #granadatv #granadatvstudios #joydivision #neworder
0 notes
ameremancunian · 7 years
Photo
Tumblr media
"Talk to me of all these things and one thing is for certain, I'll hear the Salford Cambridge tones of Anthony H Wilson..." #stanthony #anthonyhwilson #tonywilson #rip #fuckcancer #factoryrecords #factory #granadatv #granadareports #theothersideofmidnight #osm #afterdark
0 notes
lilietherly · 2 years
Text
[Fanfic! Mystrade Victoriano]
Omegaverse.
Omega Greg Lestrade/Alfa Mycroft Holmes.
Relación establecida.
Romance.
Fluff.
Smut/PWP. No menores de 18 años.
Bottom Greg Lestrade/Top Mycroft Holmes.
Blowjob.
Orgasmos múltiples.
Belly bulge.
Anundado Alfa.
Seeeh~, lo siento, todavía no he podido hacer el cartel para marcar el reto Omegacember jajaa. De todas formas, este es el día 21 "Celo Omega" :D
Es además el último smut que escribí del 2022 y el primero que publicaré en este nuevo ciclo de traslación planetaria, bitácora de la capitana, año 2023 :) (?). ¡Es también mi primer smut Mystrade! ¡Y es tan maravillosamente obsceno! XD
Hablando de la historia, la primera parte es juego previo muy travieso y la segunda parte es el espectáculo principal de Mycroft dándole a Greg como cajón que no cierra, y como anoté debidamente en las etiquetas del principio, le da también sus buenas acomodadas de tripas...
Porque, demonios, eso es lo que quiero escribir, obscenidad pura y dura, ¡¿por qué me he estado censurando?! Ok, ok, estoy cambiando de tema ^^Uuu.
Como iba diciendo, esto es un smut de principio a fin ¬w¬, tan o más descriptivo de lo que suelo hacer, y creo que notarás la palabra del día casi de inmediato jajaa. Entonces, por supuesto, no agrego más, cariño, ¡espero que te guste!
* * *
—¿Estás listo, précieux? —susurró Mycroft con voz grave al oído de Greg, quien recostado contra su pecho y sobre sus muslos, negó suavemente.
—Aún no, mon roi, esto es demasiado cómodo —respondió Greg, acariciando con los pies las piernas de su esposo.
—La siguiente ola llegará pronto y el agua comienza a enfriarse. —Greg asintió aunque nada hizo para levantarse, escuchó una profunda risa de su Alfa y al instante advirtió esas grandes manos en la cara interna de sus muslos. Greg gimió, si Mycroft contaba el tiempo en que llegaría la próxima ola de su celo, pues debajo del agua ningún olor podía filtrarse, Greg la notaba en el vientre… desde hacía aproximadamente diez minutos.
—Tómame aquí, mon chevalier parfait, no quiero irme.
—Es el segundo día, si lo hacemos fuera de nuestro nido, no te sentirás bien. —Greg dio un pequeño golpe en la superficie del agua y, resoplando, aceptó. Sin embargo, puesto que no estaba de acuerdo y su Alfa no lo complacería, iba a complicarle el llevarlo al nido.
—Bien, tienes razón. —Y al tenía—. Entonces, será mejor… —Comenzó a levantarse, cuidando de sus pasos y su estabilidad, así como de no ver la dormida polla de su Alfa ni caer en su encanto. Salió de la tina y en lugar de tomar una de las toallas, miró directo a los ojos de Mycroft—… que me encuentres pronto. —Dicho eso, corrió fuera del baño, apenas alcanzando la bata de su esposo. Oyó su risa a lo lejos.
—Travieso ratón, solo intento cuidarte…
Greg no había olvidado la irritable sensación de no pasar los primeros días del celo en su nido. La simple idea ya traía cierta angustia, no obstante, ahora mismo sabía que estaría ahí para cuando lo necesitara y que no se quedaría la duda en si existía la posibilidad de tener uno. Por ese motivo es que corría, con la sonrisa más grande y juguetona plasmada en el rostro una vez se colocó la bata de Mycroft. Un calor delicioso le recorría el cuerpo, erizándolo, levantando su polla y lubricándole el ano, de tan maravillosa forma que le provocaba jugar con su Alfa. Confianza plena lo envolvía, dándole a su lado Omega la libertad de exponerse sin necesitar de ninguna protección.
Recorrió los largos pasillos y las interminables puertas, buscando las mejores rutas y habitaciones para esconderse. Pese a que su Alfa le daba siempre el tiempo necesario, Greg nunca se confiaba, en caso de que no lo hiciera esta vez. Dejó algunas puertas a su paso y se adentró en otras tantas, sentándose en cualquier lugar detrás del que pudiera ocultarse, permitiendo que el lubricante lo marcara. Siendo el lugar tan enorme, su Alfa tardaría en descartar los rastros falsos.
La casa de campo que Mycroft adquirió para ellos una vez comenzó el cortejo de celo no era en absoluto una casa. Más bien cabría en la descripción de ‘castillo’. Greg se negó a usarlo de manera rotunda cada vez que se acercaba su celo o el de su ahora esposo, dijo algunas cosas sobre el despilfarro de dinero, sobre no ser merecedor y media docena de argumentos de los que Mycroft poco tardó en silenciar, colmándolo de besos y palabras devotas. El Omega tardó casi dos años en sentir el lugar como suyo, y gran parte del logro fue gracias a la insistencia de Mycroft, su amor y la gravísima costumbre de mimar a Greg como si fuera él un Gamma. Luego de tres años de matrimonio, finalmente Greg tuvo la confianza de ser el Omega de su Alfa durante sus celos lejos de la residencia en Pall Mall.
Cada habitación del castillo se mandaba a limpiar días antes de que el celo llegara, pues a estas alturas, estando ya unidos por la marca de su Holmes desde hacía años, sus calores se acoplaban al punto de que se presentaban con un día de diferencia. Así pues, dada la eficacia del equipo de limpieza contratado por su esposo, el Omega podía restregarse y disponer su aroma allá donde lo creyera conveniente, confiando en la pulcritud de las superficies. No todas las estancias podían abrirse, algunas se hallaban vacías, otras se amueblaron como alcobas para invitados o como salas de juego, entre ellas también se contaba una segunda biblioteca, una gran sala de reuniones y un bar. De las que se tenía acceso, así estuvieran desiertas, contaban sin excepción con una silla, diván, sofá, cama o superficie suave en la que ningún par de rodillas, manos, espaldas o culos sensibles tuvieran algún inconveniente al ser restregados sobre ellos.
Los muslos amoratados y mordidos del Omega se abrieron sobre una de aquellas estilizadas camas, aún si no igual de cómoda que su nido, montó uno de los bordes como si tratara de lubricar la polla de su Alfa. Se tragó un suspiro ante la caricia de la áspera manta contra su ano sensible, negándose a detenerse, el dolor tenue aumentaba el recuerdo del escozor que lo sacudía al tomar la verga de Mycroft. Esperó un par de segundos y, satisfecho con la cantidad de lubricante en la tela, tomó algunas gotas en sus dedos, dibujando con ellas un rastro que caía hacia la alfombra y al espacio bajo la cama. El rastro se secaría antes de que Mycroft lo descubriera y perdería el tiempo apartando las cobijas que casi tocaban el suelo.
Debía hacer tantos rastros que resultara imposible a su esposo seguirlo a través de su aroma, como un Alfa Sangre Pesada, podía descartar fácilmente las pistas que no lo guarían correctamente. Greg se adentró en una habitación vacía, tomó la silla que se ubicaba en el centro y la colocó junto al arco de la puerta, que no cerró al entrar. Subió una rodilla y se equilibró con su diestra en el brazo de madera sólida, apartando la larga bata arrastró la mano izquierda a su culo, quizá él mismo no fuera capaz de acariciarse del modo provocador en que lo hacían las grandes manos de Mycroft, mas pensando en él, el lubricante que necesitaba para su misión se desbordó de su abertura en cuestión de segundos. Gimió el nombre de su esposo un par de veces al notar el lubricante deslizándose por sus muslos.
Cuidadoso, evitando derramar gotas en el suelo, regresó al pasillo. Conocía cada esquina y lo que contenía cada estancia, si las puertas se abrirían y dónde encontraría el mejor lugar para esconderse, incluso si no bajaría a al primero piso ni iría a al de arriba, aquella planta contaba con las habitaciones necesarias para un juego de caza adecuado. Quizá dentro de algunos días, una vez se sintiera seguro de ser profanado por su Alfa lejos del nido, se aventuraría al bosque que rodeaba el patio trasero, perdiéndose en el camino de altos arbustos de rosas y camelias, pintando su rastro en la estatua del querubín, el invernadero o acaso en el gazebo, sentándose en una de las ornamentadas sillas de hierro fundido bajo la sombra de un rododendro o tal vez caminaría directo a la floresta. Hoy, se quedaría al resguardo del hogar, entre las altas y firmes paredes.
Sus pies avanzaron silenciosamente sobre las alfombras de los pasillos, el largo de la bata de su esposo se arrastraba como la capa de un rey, sosteniéndose en la cara interna de sus codos. Greg extendió el brazo hacía atrás, una vez obtuvo un poco de lubricante en sus dedos, tocó a su paso los bustos, las estatuas, las armaduras, paredes y adornos que decoraban allá donde posara la vista, se atrevió incluso a marcar las molduras de un par de pinturas. El lugar guardaba ya su aroma, aquella travesura no sería detectada por los empleados Beta, y una vez seco tampoco dejaría rastro, para Mycroft, no obstante, aparte de una señal que podía seguir, reafirmaba la aceptación de su Omega al lugar que adquirió para él, le confirmaba su aprobación como un hogar digno de su inspector.
Acercándose al ala este, se adentró a un salón de reuniones. Las pesadas cortinas que parecían cubrir del techo al suelo a las ventanas, sirvieron en algunos juegos de un escondite perfecto, ahora Greg se detuvo detrás de una de ellas para asegurarse de impregnar su aroma ahí. Las espesas y grandes telas le recordaron al abrazo posesivo de su esposo, provocando un ligero temblor en sus caderas y espalda, el vientre que ya le enviaba mensajes de sentirse vacío. Aumentó la molestia a un enérgico recordatorio, aunque todavía soportable. Greg colocó una mano en la ventana, recordando a su Alfa penetrándolo insistentemente contra ella, mientras los jardineros cuidaban las flores a lo lejos.
La bata medio caída se desplomó como un suave charco en el suelo de madera, Greg hizo un esfuerzo para controlar su respiración y el deseo. El juego de la caza no terminaba aún, rendirse ante a él por las gratas memorias no haría satisfactorio el encuentro. Abandonó su posición después de un minuto, decidió irse sin la bata, ella y las espesas gotas que escaparon de su ano vehemente instarían a Mycroft a atravesar todo el salón, topándose con la ausencia de Greg. Se limpió los pies húmedos en la suave tela. Al salir, lo hizo por la puerta lateral, en caso de que el tiempo se acabara.
Probablemente su esposo ya había comenzado la caza, a sabiendas de que el hombre perezoso e inteligente no lo iba a perseguir corriendo y en cambio seguiría el aroma con mesurados pasos; consistía en la parte inteligente del Alfa aquello en lo que Greg enfocaba su cuidado. La cantidad de señales falsas apenas lo confundirían y retendrían su avance, los puntos donde su aroma se percibiera con mayor fuerza, mezclados entre las demás marcas, se convertirían en la base de todo. Tampoco ignoraría el que Mycroft contaba los minutos para que Greg se derrumbara en cualquier superficie y rogara por su polla, pudiendo calcular desde ahí el punto de máximo alcance del inspector.
Así, Greg se dispuso a ocultarse en un lugar ventajoso antes de que eso último sucediera. Temiendo que hacer un retroceso en el camino acelerara el ser atrapado, siguió adelante. Logró esparcir su aroma en dos habitaciones antes de que el dolor lo interrumpiera, anunciando que el tiempo se acababa. Por fortuna, a excepción de las habitaciones vacías, los interiores tenían al menos un objeto bajo, entre o dentro del cual Greg lograra esconderse, lo que le daba algunos minutos para respirar con calma. Y a sus piernas temblorosas, su útero vacío y piel hambrienta, realmente les faltaba una pizca de paz.
Adentrándose en una nueva habitación para invitados, esta con un lujo mayor a las otras, Greg apenas alcanzó el diván frente a la cama. La sedosa tela le acarició la polla y los pezones una vez se acostó bocabajo, lo que poco le reconfortó. Levantando el ávido culo llevó hacia atrás ambos brazos, una mano separó las medias lunas, la segunda rodeó el perímetro de su ano, lubricante lo bañó en un segundo. Por cuanto deseaba atravesar el borde, se abstuvo, de ir rápido nada lo detendría, ni siquiera un orgasmo; en ese punto, aún si eyaculara sin la verga de su esposo, no estaría satisfecho hasta sentir el cálido esperma inundándolo y el gran tamaño de su polla abriéndolo. Sollozó como un animal herido, el pensamiento de la herramienta de su Alfa abusando de su interior acrecentaba la necesidad.
En contra de la razón, ignoró al rato aquello que lo detenía. Usó su diestra para masturbarse mientras sus dedos medio y anular se internaban a su caverna. Greg se mordió el labio inferior, si bien el diámetro conjunto de sus dedos no se acercaba ni un poco a la verga de Mycroft, apaciguaban en menor medida el hambre. Su interior pareció conformarse al iniciar un apresurado vaivén. Ni siquiera se frustró ante el hecho de que sus dígitos fueran demasiado cortos para tocarse la próstata, la carne de su ano Omega era casi igual de sensible en cada centímetro, multiplicándose al estar en celo.
Al eyacular varios minutos después, sus dedos continuaron entrando y saliendo de su agujero; supo que lo haría, y aun así se disgustó por la falta de una verdadera polla. Menos le costó abandonar su pene que salir de su interior, su mano trabajaba como un ente ajeno de su cuerpo, tal cual el deseo de su lado Omega hubiera poseído su brazo, instando a sus dedos a un autoabuso que, al final, todavía no bastaba. Sin embargo, conociéndose al punto en que se conocía, Greg no se mintió, apenas por debajo de la superficie todo él reclamaba quedarse ahí a la espera de su Alfa, intentando que sus dedos lo apaciguaran hasta ese momento. Y poco le faltó para rendirse, pensando en no decepcionar a su esposo, detuvo la insistencia de sus dedos.
Se limpió el lubricante en las dos puertas siguientes, avanzando lentamente ahora. En la nueva habitación se masturbó la polla aún dura, haciendo que cayeran en una de las esquinas algunas gotas de presemen, al cerrar pintó la puerta a continuación y supo que el recorrido había terminado. Suspiró con alivio, reconociendo su buen trabajo. Como recompensa, ya que no podría esperar a los halagos de su esposo, dispuso de algunos segundos para acariciarse el cuerpo, inclinándose contra la puerta comenzó desde los hombros al pecho, pasando por los brazos y luego a las costillas, haló sus pezones un par de veces, trazó círculos en su vientre ligeramente marcado, imaginándolo hinchado por la polla de su Alfa o quizá por un cachorro en camino. Se masajeó los muslos, el culo y la línea que lo separaba. Evocando el nombre de su Alfa, retomó la misión.
Volvió a alcoba elegante. El aroma de su semen cubriría su verdadera presencia, su presemen en las habitaciones de adelante llamarían a Mycroft, obligándolo a descubrir que Greg no se hallaba en ninguna de ellas. Regresaría a esa habitación después de verificar las últimas. Con su mente diluida, no iba a plantearse las posibilidades de que el plan funcionara. Buscando el mejor lugar para esconderse, oyó a lo lejos el estruendo de las puertas del salón de reuniones cerrándose. El ánimo de la caza le recorrió la piel. Su Alfa demostraba nuevamente ser un experto cazador.
Apartó las mantas gruesas de la cama, pensando en que si se convencía correctamente, podría aceptar ser tomado ahí y no en su nido. Acomodó algunas almohadas de forma tal que pareciera que estaba debajo de las mantas, aunque básico, le daría a Greg algunas risas si su esposo le daba tres segundos de su atención. Extendió las sábanas para que escondieran la parte baja de la cama y descorrió las largas cortinas, impidiendo el paso del sol del medio día. Pronto estuvo delante del gran guardarropa, vacío a excepción de un par de tablas que podían acomodarse para formar una repisa. Se adentró tan rápido y tan al fondo como parecía posible, no cerró las puertas, imaginando eso como señal de que no intentaría ocultarse en un lugar tan obvio que además se veía abierto.
El aroma de su semilla estéril en el diván permanecería encima de su lubricante y los rastros de presemen que su polla manaba constantemente. Respiraba por la boca, algunos gemidos se le escapaban, su cuerpo rogando segundo a segundo tener ya la atención de su Alfa. Escuchó el golpe seco de los zapatos de Mycroft en la alfombra y se cubrió los labios. Su corazón latió deprisa, anhelando ser descubierto y a su vez vencer por un momento a su Alfa. Imaginándose ya lo que vería, casi ignorando las emociones duales en su interior, se sorprendió al escuchar la puerta de la habitación siendo empujada para darle paso a su esposo, lo miró vistiendo su vestimenta típica; saco y chaleco incluidos. Ni uno de sus cabellos negros fuera de su lugar y emanando libremente sus feromonas de Alfa Sangre Pesada en celo.
Greg contuvo un jadeo, preguntándose cómo tuvo la suerte de que el atractivo e inteligente ángel lo hiciera suyo. Asomándose a través de la rendija de las puertas, observó a su esposo olisqueando el aire, su actuar apacible desmentido completamente por la masiva erección encerrada en sus planchados pantalones. Saliva inundó la boca de Greg, que terminó obligándose a prestar atención en donde hacía falta. Los ojos de Mycroft recorrieron la alcoba, el Omega se enorgulleció al presenciar la manera en que su esposo lamió sus labios al detectar el pequeño charco de esperma. Orgullo que tardó un instante para convertirse en lascivia, una vez Mycroft se acercara y con la punta de sus largos dedos tomara una muestra de la eyaculación que terminó levándose a la boca. Él susurró:
—Délicieuse. Gracias por el regalo, mon univers…
Creyendo que había sido atrapado, Greg esperó a que lo llamaran, en ese punto carecía de importancia cuánto tiempo escapó de su esposo, quería solo exponer su culo y ser invadido ahí mismo. A su pesar y ligera alegría, Mycroft comenzó a retirarse, en cuestión de un parpadeo salió de la habitación. Greg pudo detenerse antes de golpear la cabeza contra la madera del guardarropa, su corazón corría a tal velocidad que le causó extrañeza el que Mycroft no lo hubiera oído. En última estancia, gracias a lo sucedido y que nada pudiera hacer para evitarlo, el Omega comenzó a masturbarse, invirtiendo su escasa voluntad en limitar los toques —en extremo lentos— solo a su polla. Una mano aún le cubría los labios.
Los pasos firmes se alejaron, sin premura en ellos. Ninguna de las siguientes dos puertas, según el cálculo de la ahogada mente de Greg, se abrió, como un recordatorio de que su esposo, pese a estar en celo, mantenía un claro autocontrol dentro de la búsqueda. En ese momento Mycroft debía estar en la habitación donde se tocó e hizo caer algunas gotas de presemen, detectando que el rastro se terminaba poco después. Dividendo su concentración entre su polla y el sonido de las puertas abriéndose, un salto de felicidad sacudió su corazón al oír que su Alfa volvía sobre sus pasos.
El avance lento y decidido se frenó de golpe en la puerta de la habitación elegante, Greg se liberó y cubrió su aliento con ambas manos. Amaba el modo en que Mycroft cazaba, no como una bestia cuya falta de cerebro lo hacía perseguir a su Omega dando brincos por todos lados. Su Alfa era un pensador, la mayor parte de su energía la guardaba para cuando acorralara a su presa, entre tanto, se enfocaba en los detalles, aquello que le ensañara el camino correcto a su travieso esposo, quien escapó de su intento de llevarlo al nido.
—Sé que estás aquí, ma petite étoile, ¿por qué no vienes y terminamos con esto? No lo compliques, estás atrapado.
Dicho eso dejó pasar unos segundos, al no haber algún resultado caminó hacia el diván, tomó un pañuelo de su bolsillo y cuidadosamente limpió la crema deliciosa. Mantuvo el pañuelo en su diestra y procedió a sentarse con aquella calma tan favorecedora, digna de un cazador que aguarda el momento idóneo para lanzarse a una presa que se le ofrecería por voluntad propia. Una presa que ya advertía la rendición, acercándose veloz al estudiar las cuidadosas acciones de su esposo. Atento desde que lo tuvo a la vista, se preguntó qué haría una vez se sentara. El panorama se aclaró ante sus ojos al advertir a Mycroft recostándose, separando las piernas se acarició la verga por encima del pantalón y pronto la mano que no sostenía el pañuelo fue retirando la tela que la cubría. Su erección hinchada y llorosa se liberó de un salto. La enorme verga Alfa superaba el amplio volumen de su estómago y se levantaba todavía más allá.
Era una polla tan larga y tan gruesa como el mismo Mycroft, y al igual que Mycroft solo pertenecía a un hombre.
Usando su gran mano se dio un par de caricias, rodó en la punta del glande casi violeta su dedo índice, en seguida desdobló el pañuelo con la esencia de su Omega y la usó para acariciarse el tronco. Greg se aferró a cada gramo de la cordura que aún conservaba para evitar caer de rodillas. En general, ver a su Alfa siempre razonable, inteligente y tranquilo, fuera de su papel de caballero perfecto, provocaba a Greg de maneras indescriptibles. Actuando vulgar y sin embargo vestido como si tuviera una entrevista con Su Majestad, además de ser Greg quien tuviera la dicha y el privilegio de provocar aquella liviandad en su esposo, terminó con su ya escaso control.
—Ven a mí, Omega. —Greg gimió bajo la natural y erótica manera en que Mycroft extendió la orden. No una petición ni una pregunta, el tono grave aceptaría exclusivamente una respuesta, una a la que el Omega cedió en segundos.
Greg abrió la puerta del guardarropa y salió despacio, Mycroft sonrió al escucharlo pero no detuvo el masaje en su perfecta polla. Un par de brillantes ojos grises se posaron en el inspector y no halló él más excusa para mantenerse erguido. Sus manos y rodillas golpearon el suelo sin dar un paso hacia su Alfa, la lujosa alfombra ayudó en su aterrizaje, aunque apenas hubiera dado importancia a alguna lesión menor. Su concentración no se alejaría de aquella majestuosa e ingente verga, de las manos que la mimaban y los hilos transparentes que brotaban cual fuente de ella; del Alfa poderoso que le entregaba una nueva oportunidad de adorarlo y alabarlo.
El inspector gateó y se colocó en medio de los amplios muslos, cuidadosamente colocó sus manos en ellos, casi como si un movimiento en falso le arrebatara la oportunidad de venerar a su Alfa. Tragó ruidosamente, saliva no paraba de inundarlo al igual que su agujero creaba tal cantidad de lubricante que ya formaba un charco en la alfombra, eso tampoco apartó su atención de la magnánima polla.
—Haz sido un buen Omega, seré ser un buen Alfa para ti. Déjame alimentarte como es debido —gruñó, ofreciendo su verga a la boca sedienta de Greg, quien renegó toda voluntad de contenerse.
Una vez la lengua del inspector probó el elixir de su Alfa, el afán se desató en el interior de su vientre. Lamió sediento los caminos de presemen, masturbándolo con sus pequeñas manos e incitando a que continuara brotando. Gemía a la par de los gruñidos placenteros de su Alfa, disfrutando tanto de tener la verga en su boca como Mycroft de sus atenciones. Greg pasó de lamidas y besos a ligeras succiones a lo largo y ancho, hizo bailar su lengua ávida en la corona y siguió cada vena resaltada hasta la base, donde acunó cada pesada esfera, tirando de ellas amorosamente.
Al sentir una gran mano acariciándole la mejilla y un suave empuje que lo regresaba a la punta, el Omega entendió el deseo de su Alfa. Queriendo recompensar de nuevo todo cuanto su adorado esposo hacía por él, así como felicitar la manera en que lo capturó, demostrando una vez más ser un Alfa perfecto; Greg abrió la boca al máximo posible. Cubrieron sus labios los dientes y tragó la verga de su esposo hasta el fondo de su garganta. Eso aún no cubría ni la mitad de la herramienta obscena, entonces sus manos se encargaron del resto, bajando y subiendo a la par de su boca. Respirar se volvía una opción cuando se trataba de darle placer a su esposo y de disfrutar el oscuro anhelo por la suculenta polla.
Los sabores explotaban en su lengua, colmaban su hambre y, del modo en que lo haría una droga, lo hacían codiciar y tomar tanto que aun si pudiera secar a su Alfa, seguiría codiciando su esencia. Mycroft le masajeaba el cuero cabelludo, guiándolo según lo necesitara, obteniendo su placer de la experta boca del Omega. Greg, al igual que antes, se dejó conducir, disfrutando libremente de la gorda y celestial polla sabiendo que su esposo recordaría el punto máximo de la velocidad, profundidad y el tiempo que tardaba Greg en recuperar el aliento. En cuestión de minutos alcanzaron aquellos límites, y Greg no pudo agradecerlo en voz alta.
—Mon beau… Mon amour… La boca de ninguna cortesana podrá jamás compararse a la tuya.
Demostrando su agradecimiento por el cumplido, Greg hizo vibrar su garganta, provocando la expulsión de algunos cálidos hilos de exquisito esperma. Sus ojos lagrimearon al retomar el sube y baja, dolorosamente complacido con el sabor, en consecuencia su agujero aumentó la producción de lubricante, hacer feliz a su Alfa lo hacía feliz a él. La prueba de la ambrosía incrementó el llamado en su vientre, el vacío gritaba ahora, desgarrándole el interior. Sin embargo, peleándose contra su hambre de polla, no realizó ningún movimiento para frenar a Mycroft. De estar en su nido, utilizaría alguno de los juguetes que su esposo mandó a hacer con su tamaño exacto, disfrutando del sabor, el largo y el grosor de su verga en la boca otro par de minutos; no siendo el caso, las caderas de Greg comenzaron a moverse de arriba abajo, cabalgando el aire.
—Codicioso y cruel Omega… —Greg emitió algunas quejas cuando Mycroft redujo la velocidad de sus embates, él tampoco le permito a su Omega hacerlo por sí mismo. Encontró sus ojos desde abajo y le frunció el ceño, aunque no se detuvo, separó una de sus manos y con ella le amasó el saco cargado de esperma—. Te duele, e incluso así…
El inspector logró resistir los primeros intentos que hizo Mycroft para sepáralo de su polla, consiguiéndolo al hacer el intercambio de tres de sus gruesos y largos dedos, que todavía guardaban un poco de su presemen. Greg, ciego y atado a una gula interminable, los succionó enérgicamente, siguiéndolos sin quejarse. Acabado el sabor, se descubrió aferrado a los suaves dígitos, sentado en un blando regazo y frente al rostro de su Alfa; sus protestas terminaron ahí. Se le abrazó al cuello y lamió cada centímetro de él, también el mentón, los labios y mejillas. Enredando los dedos en los hilos de cabello oscuro, se entregó a un beso salvaje, apasionado, aceptando ser sometido bajo la lengua dominante y los dientes afilados.
Las manos de su Alfa vagaron a través de su pecho, uñas trazaron caminos en su espalda, dirigiéndose pronto a su cintura y caderas, cada zona ya debidamente decorada con moretones y mordeduras posesivas. A ese Alfa pertenecía y maldita fuera cualquiera que se atreva a acercársele, era un Omega al resguardo de un Alfa que sabía proteger su propiedad al punto en que se había ganado el derecho de colocar su marca en donde quisiera. Un escalofrío recorrió a Greg al advertir aquellas grandes manos acariciándole el maltratado cuerpo, rogando internamente que le hiciera aún más. Apunto de externar su anhelo, soltó un agudo suspiro contra la boca de su Alfa al sentir su polla dividiéndole la raja del culo.
Balanceó sus caderas de atrás hacia delante, golpeando su propia polla en el estómago de su Alfa y arruinando la elegante vestimenta. Aún no le pediría que se desnudara, si bien se estaba perdiendo la visión del amplio estomago en el que le imprimió sus rasguños y mordidas o del pecho colmado de moretones, amaba igualmente ser tomado desnudo con su amante vestido en su totalidad. Mycroft le lamió el labio, casi como una señal de que sus sentimientos eran los mismos. Y de no ser el caso y pretendiera ocultarse por razones ajenas, Greg iba a encargarse nuevamente de hacerle entender a su señor Gran Hombre cuánto amaba cada pliegue y esquina de su cuerpo lascivo.
Mycroft le acarició el agujero con su larga y gruesa polla un par de veces, la cabeza goteante besándolo, impregnándole su aroma descaradamente. Antes de colocarle las manos bajo los muslos, sostenerlos y levantarse, algo dentro del Omega comenzó a sustituir con rapidez su lujuria. Greg formó un mueca, resoplando, luchó contra lo que se avecinaba y pese a la erótica promesa en la verga de su Alfa. Un escalofrío le erizó la espalda de la peor manera, lo azotó la impresión de que alguien vendría en esa delicada situación a matar a su Alfa para tomarlo y aprovechar su celo, que debía estar en su nido y cerrar tantas puertas al exterior como sea posible asegurándose de que nadie sino su Alfa intente preñarlo. Los pensamientos intrusivos opacaban a la razón y frenaban de un tajo lo que hubo deseado hace no menos de un minuto.
Abrazándose al cuello de Mycroft inició la vigilancia en los alrededores, la habitación vacía poco hizo para menguar las advertencias cosquilleándole la piel. Agudizó sus sentidos, una vez salieron de la habitación, dispuesto a descubrir las amenazas para que su Alfa se encargara de ellas. Una mano en su cadera le repartió caricias a lo largo de la espalda, las nalgas y el muslo, despertando una parte de su conciencia de un modo eficaz aunque paulatino.
—Llegaste muy lejos en esta ocasión, amado mío, temo que calculé mal lo que le tomaría a una nueva ola del celo alcanzarte. Debimos habernos ido hace tres minutos, es imperdonable. —Greg le mordió el lóbulo, llamando su atención. Le susurró al oído:
—No te culpes, valió la pena… Me alimentaste como el Alfa perfecto que eres.
Las palabras cumplieron su intención. Gruñendo, Mycroft lo golpeó contra la pared del pasillo, le mordió en la marca del cuello e introdujo en su ano tres dedos hasta el límite de los nudillos. El grito hedónico del Omega resonó en todas direcciones. Si bien no se trataba de una polla, ser abierto repentinamente luego de tener solo sus dos pequeños dedos, aunado a los dientes en la marca sensible en su glándula de olor, jugaron juntos para provocarle un orgasmo. Consiguiendo el doble de lo que buscaba incitar al pronunciar su oración. Quizá olvidó que, igual a él, Mycroft lo necesitaba con una urgencia comparable a la suya.
—¡Sí… Sí, por favor! —imploró el Omega, cabalgando los gruesos dedos. Mas la facilidad de olvidar la urgencia de regresar al nido volvió tan pronto como se rindió al encanto de aquellos dedos. La dualidad del hecho incrementaba la distancia que lo separaba de su destino. Esa boca que pronto le selló los labios no ayudó en absoluto.
—Prometo… —inició Mycroft, Greg apenas captó el esfuerzo que hacía en formar las palabras—… que mantendré mis dedos en tu interior si detienes cualquier palabra de esos labios indecentes.
—¿Los… los moverás? —Mycroft respondió agitando sus dedos, Greg tembló entre sus brazos el resto del camino, ocupando sus labios indecentes en la piel a su alcance.
La habitación del nido, iluminada por lámparas de gas, guardaba aún sus aromas, conservando los restos de la última ola del calor. La cama en forma de abanico, empotrada contra la esquina más alejada de la puerta, estaba sobre una plataforma de madera firme quela levantaba del nivel del suelo. Un poste en cada esquina recta formaban un dosel bajo el que nadie podría entrar erguido si este no se desmontara al ser innecesario, siendo el caso, las cortinas que lo cerraban permanecían caídas desde cada mástil. Un muro sobresalía casi cuarenta centímetros sobre el ángulo convexo de la cama, hecho de largas y exquisitas telas, firmes en la base y delicadas en la cima, trenzadas entre ellas con el mayor cuidado y dedicación para que, incrustados en las amarras de las paredes, se conservaran erguidas pese a cualquier movimiento en la cama. Así, una vez Mycroft subió uno de los dos escalones de madera para superar el muro, Greg se encontró dulcemente en el centro del nido que creó para su Alfa.
Ocupó algunos segundos para ver el par de armas en la pequeña mesa a las afueras del nido, la reglamentaría de la Yard y el regalo sublime de Mycroft en su segundo aniversario; ambas limpias y cargadas, casi al alcance de la mano, dispuestas a defender a su Alfa y su nido. Greg se restregó ligeramente en las mantas sedosas, impregnando en ellas su perfume, puesto que colocó un par limpio al terminar la última ola del celo. Satisfecho, extendió una mano hacia su Alfa, la ansiedad de un peligro medio imposible sucedía su lugar al ya indiscutible vacío en su vientre.
Mycroft le besó en el dorso, acomodándose entre sus piernas, dirigió los labios a sus rodillas y muslos. Greg lo detuvo al ver a dónde quería llegar. En lugar de aclararlo, se decantó por deshacerse de una vez de las prendas que osaban esconder el cuerpo de su esposo. Si bien la erecta polla y las esferas permanecían expuestas, formando una imagen con la que Greg había eyaculado mil veces, nada superaba la visión de su Gran Hombre completamente desnudo. Comprendido el mensaje, pronto sus pieles se reunieron de nuevo. El calor, las feromonas y las manos vagabundas redescubrieron el lugar al que pertenecían, fundiéndose, danzando, se convirtieron en pasión y voluntad sin diluir.
—Alfa, por favor…
Greg se abrió de par en par, sosteniéndose de la cara interna de las rodillas para exponer su ano ambicioso, brillante y hambriento, deseoso de la verga Alfa, de su dureza, su largo, de aquel grosor que nunca fallaba en romperle los sentidos y las caderas. Mycroft se elevó sobre él opacando las luces, haciéndose de una suerte de halo sobrenatural e indómito que reafirmaba su condición de todopoderoso, del ángel que baja de la tierra por el comando de dios a imponer su castigo a los pecadores. Y qué lubricidad hallaba. Qué castigo no impondría en el Omega que rogaba por su polla, exhibiéndose su indecencia para recibirlo.
Los pensamientos de Greg murieron en el mismo instante en que Mycroft, frotándose los nuevos hilos de presemen alrededor de la verga, guio la punta hasta su agujero. Dilatado por los dedos de su esposo, aún la ancha cabeza tardó en acoplarse, Greg gimió del placer más absoluto, aceptando cada punzada se permitió caer de lleno en la dicha de ser finalmente profanado. Marcó las yemas de sus propios dedos en sus muslos, abriéndose tanto como la generosa verga lo necesitara. Sin detenerlo, sin dar la menor señal de que no era eso lo que exigía su alma, consintió cada centímetro de su esposo en el abrigo estrecho de su orificio. La satisfacción inundándolo al punto en que, antes de asimilarlo todo, un orgasmo no advertido, cegada su mente y su carne por la inmensa verga, lo sacudió.
Naturalmente, eso no detuvo la exigencia que nacía desde su útero o la lujuria que ordenaba ser complacida por la polla de su Alfa. El tiempo perdió sentido una vez logró contenerlo todo. Un ligero movimiento de esa verga provocaba en Greg un jadeo agudo, una vez Mycroft aceleró, los gritos y los sollozos de Greg nunca dejaron de suplicar la piedad de su Alfa, rogando que colmara con su polla colosal el anhelo, la sed, la ansiedad de su ano codicioso. Que apagara con espesa eyaculación el fuego ardiendo en su vientre.
Mycroft, cansado de inclinarse pese a la cantidad de almohadas elevando a su Omega, sostuvo sus caderas y lo levantó aún más. El nuevo ángulo provocó lágrimas de éxtasis divino, Greg se aferró a las mantas revueltas por una vida carente de valor si esa polla se alejaba, si se atreviera a tener compasión y le diera una calma que ahora podría matarlo. Tembló, su cuerpo entero siendo invadido, divido por la verga monstruosa que en cada estocada le abultaba el vientre, le hacía perder el control de sus piernas, de su cabeza, de su boca. Eyaculó de nuevo, el placer no se detuvo, mucho menos las estocadas de la bestia que ahora tomaba el papel de su Alfa.
Bestia a quien le encantaba reducir a su Omega a poco menos que una masa de nervios carente de sentido, voluntad y opinión, rendido a su mandato. Dispuesto a complacerlo con su ano estrecho si aquello saciaba el hambre de polla y de esperma cálido que le daría a los mejores cachorros. El Omega se arqueó, feliz de ser el esclavo de su Alfa y de su polla, impaciente de mostrar cuánto le complacía su ferocidad, cuánto su pequeño agujero podía abrirse para recibirlo. Cuánto se deformaba y lo bien que se sentía. Cómo podía expandirse con sus cachorros.
El nudo de Mycroft comenzó a formarse, el interior de Greg ya estaba preparado para él. Lo cargó fácilmente, el cuerpo laxo, sumiso y confiado, lo sostuvo contra su pecho sin permitirle el contacto con la cama. El Omega se aferró a él, expuso su cuello amoratado, gimiendo por su nudo y su semen. La dificultad del vaivén convertía cada golpe, aunque lento, en indescriptiblemente perfecto. Conforme la verga ya monumental aumentaba su grosor, un estremecimiento final los sacudió al tiempo en que el tamaño imposible detuvo cualquier pretensión de estocada.
Cálido y abundante semen fue vertido dentro del Omega, leche espesa que inundó su sed, extrayendo de su cuerpo clímax celestial, eterno. Y la madre naturaleza, recompensando la intención de perdurar la especie, condicionándolos a repetirlo si acaso no diera resultados, obsequió a sus cuerpos de un largo y profundo orgasmo. Permanecieron durante tres minutos en convulsa dicha.
Descendiendo del paraíso y descubriéndose devuelta en la cama, dentro de los brazos de su esposo, Greg se preguntó si acaso ese iba a marcarse como el orgasmo más pequeño que disfrutaron desde que comenzó su celo. Cual sea el caso, ciertamente no interpondría ninguna queja. Su Alfa acurrucándolo en un abrazo apretado descartó el asunto. Greg sonrió al ver los colmillos de su esposo comenzando a retraerse, cuatro hermosos y nada aterradores pares que saldrían a jugar sobre su cuello la próxima vez. Se ofreció a ellos aún si no le atravesarían la piel. Mycroft le mordisqueó ambas glándulas, las dos con su respectiva marca e igual de sensibles que su polla, misma que ahora descansaba inerte entre su estómago y el de su esposo.
—Mycie… Mycie… —susurró Greg, riendo. Su voz silenciada y rota por los gritos. Los traviesos mordiscos continuarían si no pronunciaba las palabras correctas—. Mycie… te amo… —Entonces, Mycroft se detuvo. Lo miró a los ojos, su piel blanca resaltaba el sonrojo y algunas pecas en la nariz, su cabello negro impresentable en la buena sociedad. Sin embargo, su sonrisa… ¡Esa sonrisa! Greg mataría por esa sonrisa.
—Te amo, alma mía.
Y eso era el mundo.
* * *
Primero, traducciones;
Précieux: precioso.
Mon roi: mi rey.
Mon chevalier parfait: mi perfecto caballero.
Délicieuse: delicioso
Mon univers: mi universo.
Ma petite étoile: mi pequeña estrella.
Mon beau: mi hermoso.
Mon amour: mi amor.
Segundo, ¡ocupé cuatro horas de mi vida buscando información sobre jardines victorianos y solo lo mencioné en un párrafo! ¬¬*. Y tercero: ¡Sí, mi Greg sabe francés! :D
Ahora, cariño, solo me resta disculparme por las faltas de ortografía. Espero que esta cosita traviesa te haya gustado, porque sin lugar a dudas vendrán muchas igual o más divertidas uwu. Por cierto, ¡feliz dominio público! Ahora todas y cada una de las historias de Sherlock Holmes están libres de derechos de autor :D
¡Déjame saber lo que piensas! ¡Feliz inicio de año!
¡Muchas gracias por leer!
¡Te amo! <3 <3 <3 <3
4 notes · View notes
rockmusicassoc · 3 years
Photo
Tumblr media
In The Rock 9/4/1976: The Sex Pistols make their live television debut on the Manchester based Granada TV late night programme So It Goes. They performed “Anarchy In The U.K.” with such fury, it blows viewers’ minds. #SexPistols #AnarchyInTheUK #GranadaTV #RockHonorRoll https://ift.tt/38HqW1k
0 notes
rormix · 10 years
Photo
Tumblr media
Look at this box of obsolete technology #throwbackthursday #tbt #floopydisc #granadatv #videotape #zip (at Granada Studios)
0 notes
ameremancunian · 7 years
Photo
Tumblr media
Saint Anthony. Ten years gone. Miss this fucker like mad. #rip #tonywilson #anthonyhwilson #fuckcancer #factoryrecords #factory #granadatv #granadareports #theothersideofmidnight #afterdark
0 notes
lilietherly · 5 years
Text
[Fanfic] Hablar amor
Suspiro único
Declarar un sentimiento es fácil, casi tanto como cortarse un brazo.
Quien más para saberlo con exactitud que Sherlock Holmes, cuya mascara de soledad y fríos razonamientos se ha quedado sobre él por tanto y tanto tiempo que, como no había reparado jamás, es ya totalmente imposible retirarla. Mucho menos ahora, por más necesidad que tuviera por ello, sus pétreos gestos se mantendrían firmes, tan inamovibles como una montaña, tan sempiternos como el tiempo y tan indiferentes como una piedra ante su inminente destrucción. Y sus intentos anteriores por dibujar sobre su rostro algo más que sínicas sonrisas o sutiles gestos amistosos importaban poco si al final de cuentas los resultados eran tan vacuos como inexistentes.
Holmes estaba perfectamente consiente sobre su incapacidad para dejar en claro sus emociones.
Aun así y por increíble que pudiera ser, se había topado con alguien que estaba dispuesto a aceptarlo tal cual. En principio hubo sonado bastante fantasioso y por completo irreal, después no le faltó más que un par de meses para dar cuenta de que en realidad no se lo estaba imaginando. Aquella persona realmente existía, podía soportarle y convivir con él de un modo por entero normal, sin que Holmes mismo se viera en la necesidad de mentir, actuar o censurar de alguna forma sus palabras. Había alguien que le aceptaba.
Y no solo eso, se sorprendió el detective luego de casi medio año, ese hombre además de soportarlo le consideraba su amigo, alguien por quien ofrecía palabras halagadoras, de aliento y sobre todo de celo. El hombre dejaba siempre muy clara su preocupación para con Holmes, no solo por su estado de salud sino también por confirmarle una vez tas otra, durante sus accesos de depresión, lo increíblemente valioso que el detective era para la sociedad. Recalcando también, lo aburrida y solitaria que resultaría la vida de ese hombre si Holmes no existiera. Además, por si aquello no fuera ya bastante y a pesar del muy insufrible carácter del detective, totalmente inexistentes eran las razones por las cuales ese hombre excepcional le abandonaría.
Lo había comprobado ya muchas veces, no a propósito desde luego, John H. Watson jamás se apartaría de su lado, no importa cuántas veces pudiera ofenderlo, avergonzarlo o hacerle ver lo inferior que era, el doctor nunca le dejaría solo. Y Holmes no solo había llegado al punto de colocar a Watson sobre un pedestal insustituible, un lugar que absolutamente nadie había merecido antes, sino además, una vez aceptado el hecho de que ese puesto era inamovible, llega a ser este el momento en donde, sin mayor ceremonia; Holmes puede dar crédito a lo que desde hace un tiempo su mente y corazón han comenzado a susurrar.
Se ha enamorado.
Aquella delicada, fría y calculadora maquinaria con la que había comparado a su mente pragmática y docta pasaba a ser, gracias a la benevolencia del honorable doctor Watson, una suma imperfecta de emociones, sensaciones e irracionales pensamientos cuyo resultado no era tan negativo como en un principio Holmes estuvo dispuesto a asegurar. Todo ello, sin embargo, no causaría el más mínimo efecto sobre los gestos de su rostro, los movimientos de sus manos o el frío mirar de sus ojos. Holmes pudo haber caído en el amor, ergo, poco haría esto en pos de hacer entrever su sentir sin la necesidad de hablar. Un requisito ciertamente necesario cuando se tiene una fuerte disposición por hacerlo.
Guardar silencio no entraría jamás en algún plan. Censurar tal nivel de emoción resultaría, más tarde que temprano, en una bomba que podría estallar en cualquier momento. Cualquiera. Tener semejante secreto guardado no sería sino un inconveniente. Resultaría mejor, sea cual fuere el resultado, aclarar el asunto y dejarlo morir o vivir en paz. Ser libre de algo que de una u otra forma le traería a Holmes más problemas de lo debido, era en verdad lo más conveniente. Pero he ahí el problema.
Si Holmes solo se detuviese frente a Watson y en aquel tono tan serio declarase su amor, no podría el detective enojarse si el doctor se tomara sus palabras como una especie de broma retorcida. Por supuesto, la escritura no era lo suyo. Pensar en otra cosa no estaba dentro de sus capacidades, pedir consejo mucho menos. Si ser directo era pues lo más factible, ya no habría entonces porqué seguir retrasando el asunto.
—¿Se encuentra usted bien? —Sin esperar respuesta Watson colocó una mano sobre la mejilla de Holmes y finalmente la retuvo contra su frente—Su temperatura es normal, sin embargo desde esta mañana le he notado extraño —comentó el doctor. Holmes levantó la mirada, enfocándose en los ojos verde pasto que le observaban preocupados. Su corazón, siempre tranquilo, volvió a correr apresurado bajo el firme examen de Watson sobre su persona.
—Le haré una pregunta Watson —anunció Holmes, tomando con una de sus manos una de las del doctor. Con su pulgar acarició apaciblemente la suave piel contraria, un estremecimiento le recorrió como un aviso tácito sobre lo mucho que extrañaría ese nuevo gesto si Watson llegase a rechazarlo.
—Usted dirá Holmes. —El detective tomó por buena señal que el doctor no rechazara su contacto, más aún que su rostro se pintara de un sutil escarlata y mirara hacia otro lado.
—Antes deberá prometerme una cosa. —Watson asintió, Holmes, de pie y todavía sosteniendo la mano del doctor, soltó en silenció todo el aire contenido en su pecho—. Me escuchará atentamente, no dirá o comentará una palabra y esperará hasta que termine para hacer lo que desee. —Una vez más Watson asintió. Holmes entonces acortó la distancia entre ambos, pegó su pecho contra el del doctor, llevó la mano entre la suya hasta sus labios y dejó sobre ella un beso. Con el otro brazo rodeó la cintura de Watson, su aliento tibio y su voz susurrante acariciaron el sonrojado oído—. Espero haber dejado claro que no estoy tratando de hacer una broma —Holmes pudo sentir en carne propia el estremecimiento que recorrió por entero a su cronista—He estado pensando mucho en usted últimamente. En todo lo que ha influenciado en mí, lo que estaría dispuesto a hacer por usted y en lo imposible que sería reemplazarle. Me he preguntado por qué, de entre todas las personas a mí alrededor, ha sido usted el elegido para despertar en mi semejante sentimiento de apego. Una vez obtuve las razones de ello, he llegado a una súbita conclusión; ¿qué me responderá usted, Watson, cuando le diga que le amo?
Un parco silenció se extendió por toda la sala. Afuera la noche comenzaba a pintar el cielo y este era acompañado por gotas de lluvia, mismas que comenzaron pronto a repiquetear traviesamente contra las ventanas. De la chimenea se extendía una apacible y perezosa calidez.
—Yo le respondería más con un cómo que con un porqué —dijo Watson en tono susurrante, ocultando su rostro entre el cuello y el hombro del detective. Holmes enarcó una ceja, lo máximo que podía expresar al darse cuenta de que las probabilidades de ser rechazado se reducían considerablemente con forme los segundos pasaban.
La piel de Holmes se erizó a partir de su cuello hasta los pies cuando Watson comenzó un camino de besos desde el punto detrás de su oreja hasta su pómulo. El doctor entonces le miró, sus ojos entrecerrados y un hermoso escarlata decorando sin vergüenza sus mejillas. Holmes cerró los ojos al instante en que Watson le besó en los labios. La suavidad de ellos se quedó marcado a fuego en su memoria, el calor que irradiaban se esparció por todo su cuerpo. Pudo sentir dos corazones acelerados, más no podría decir cuál de ellos era el suyo, tampoco es que importara. Cuando su cronista se separó, luego de lo que parecieron tan solo un par de segundos, el detective le miró nuevamente.
Su mente estaba acelerada, los pensamientos iban y venían, en cambio, no parecía encontrar las palabras adecuadas para hablar.
—¿Puede decirlo una vez más? —Pidió Watson, con ese maravilloso color todavía sobre su rostro.
—¿A qué se refiere?
—Te amo.
—Te amo —repitió Holmes, aunque esta vez solo recibió una ligera risa.
—Ahora dígalo sin parecer tan serio —más Watson solo pudo ver un ceño fruncido. Sí, ya lo sabía, estaba pidiendo demasiado. Soltó un suspiro y sonrió—. Solo puedo imaginarme lo que debió pasar por su cabeza para decir todo eso sin reflejar la más mínima emoción en su voz. Sé que no es usted un hombre sentimental, recuerdo mejor que bien cada opinión suya sobre todas las emociones y reconozco que en un principio pensé que no eran sus palabras otra cosa sino un experimento… sin embargo, conozco demasiado bien a mi Holmes —la sonrisa en su rostro se hizo todavía más amplia. Con una de sus manos comenzó a acariciar los azabaches cabellos del detective—y dado que yo no padezco su misma sintomatología puedo decírselo claramente; así como es, como espero sea siempre, le amo y le amaré.
Holmes sonrió de forma imperceptible, le faltaba mucho por decir y por aprender, más parecía que su doctor podía entenderlo completamente, con el tiempo –quizá– intentaría aclararlo. No obstante, en realidad, prefería mil veces que le cortasen un brazo a decirle a Watson que ese había sido su primer beso.
1 note · View note
rockmusicassoc · 4 years
Photo
Tumblr media
In The Rock 9/4/1976: The Sex Pistols make their live television debut on the Manchester based Granada TV late night programme So It Goes. They performed “Anarchy In The U.K.” with such fury, it blows viewers’ minds. #SexPistols #AnarchyInTheUK #GranadaTV #RockHonorRoll https://ift.tt/3lNsKLv
0 notes