Tumgik
#amor filial
jms-viriato · 1 year
Text
0 notes
tetha1950 · 2 months
Text
Crecer en el Amor de Dios...
Tumblr media
La madurez se alcanza al decidir todos los días seguir a Cristo.
Colosenses 2.6, 7
Ayer vimos la importancia del crecimiento lento y constante. En el pasaje de hoy, Pablo nos dice cómo lograr ese crecimiento: “arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en su fe... abundando en acción de gracias”. A medida que nos arraigamos en la fe, nos acercaremos más y más a Cristo, no solo amándolo más, sino también aprendiendo a amar tal como lo hace.
El crecimiento es una decisión deliberada y un proceso transformador. Piense en un árbol. Poco a poco va creciendo, añadiendo capas año tras año. Del mismo modo, crecemos en amor por medio de la gratitud, paciencia, actos de bondad y perdón. Lo que nos ayuda mejorar nuestras relaciones con los demás.
Por ejemplo, cuando hablamos la verdad con amor, fomentamos una cultura de bondad y comprensión (Ef 4.15). La sinceridad sin amor puede herir, mientras que el amor sin verdad puede permitir el engaño. El equilibrio se encuentra en el Señor Jesús, que encarna a la perfección ambos requisitos.
Tómese un momento para reflexionar en cuanto a sus interacciones recientes. ¿Estuvieron caracterizadas por el amor? Si no es así, tal vez necesite pasar más tiempo sintiendo el amor de su Padre celestial. Entonces estará preparado para dejar que el ejemplo de Dios sea su guía en cada conversación, relación y decisión.
(Ps. Charles Stanley).
3 notes · View notes
unfilodaria · 1 year
Text
L'Occhio di Santa Lucia
Tumblr media Tumblr media
E’ uno degli amuleti più popolari contro il malocchio. Gli si associa il potere di occhio buono e protettivo capace di bloccare ogni altro occhio malevolo. Può essere indossato sia come gioiello, che nascosto tra gli abiti. L’occhio di Santa Lucia è l’opercolo calcareo che il mollusco Bolma rugosa utilizza per chiudersi all’interno della conchiglia. Si presenta con la caratteristica forma ad occhio ed è molto ricercato anche dai collezionisti. In Sardegna si trova facilmente sulle spiagge, specie dopo le mareggiate. L’occhio di Santa Lucia si presenta di un colore rosso vivo se è stato prelevato dal mollusco ancora vivo. Mentre, ha un colore rosa spento se è stato raccolto sulla spiaggia dopo aver subito l’usura della sabbia e del mare. All’occhio di Santa Lucia, oltre al potere contro il malocchio, viene attribuito anche il potere benefico contro le malattie degli occhi e in particolare contro la cataratta. A Oristano era usanza diffusa incastonare numerosi occhi di Santa Lucia in una placca rettangolare d’argento, che si posava sul ventre delle gestanti al momento del parto. Questo era un dono d’obbligo delle nonne e delle madrine di battesimo, o in occasione di una promessa di matrimonio. Veniva regalato solo in ambito familiare e non veniva prestato, ma neppure chiesto in prestito. https://www.corbula.it/storie-miti-leggende-sarde/prevenzione-malocchio/
3 notes · View notes
bocadosdefilosofia · 2 months
Text
Tumblr media
«Esta es la razón de por qué, incluso en los animales, existe un impulso hacia los hijos, para engendrarlos y protegerlos, una vez nacidos. De hecho, los padres (y las madres más que los padres) aman a sus hijos más de lo que son amados, y éstos, a su vez, aman a sus hijos más que a sus padres, porque la actividad es lo mejor. Y las madres aman a sus hijos más que los padres, porque creen que los hijos son más obra suya; efectivamente, se juzga la obra por la dificultad, y la madre sufre más en el nacimiento del hijo.»
Aristóteles: «Ética eudemia»,  en Ética nicomaquea / Ética eudemia. Editorial Gredos, pág. 515.  Madrid, 1985.
TGO
@bocadosdefilosofia
@dias-de-la-ira-1
1 note · View note
alfredoleonel · 10 months
Text
El alma de nuestra Familia Inesiana...
“María de Guadalupe será el alma de esta familia misionera. Ella con su calor maternal la vivificará, ella será su maestra por excelencia; ella infundirá en todos sus hijos su mismo espíritu, aquel su amor que la hizo descender del cielo a esta tierra de Anáhuac, para acoger, tierna y cariñosa, al pequeñito hijo que le había nacido”. En homenaje de filial amor.
Tumblr media
View On WordPress
0 notes
themasterreader69 · 3 months
Text
RURAL
Enzo Vogrincic x Reader
Enzo Vogrincic te invita a tomarte unas vacaciones en la chacra de sus padres, a las afueras de la tumultuosa ciudad de Montevideo, Uruguay.
Tumblr media
Íbamos por la ruta 5 hacia la chacra, yo nunca había visitado el departamento de Durazno así que esto era como una pequeña aventura para mí. Viajamos en un Chevrolet Cruze gris que ya tenía varios kilómetros de uso. A Enzoconducir se le daba realmente bien, seguro debido a lo atento que es –una de sus mejores cualidades–. 
     Los temas melancólicos de Jeff Buckley tomaban el auto, él tarareaba Lover, You Should've Come Over y yo no pude evitar cantar a todo pulmón ‹but maybe I'm just too young, to keep good love from going wrong› esa línea dolía, las canciones de Jeff me recordaban a un amante que prefería olvidar, pero en ese momento, ese verso, era solamente para él. 
     Me sentía jóven e iluso a su lado, mis padres siempre bromeaban «¡10 años de diferencia no son nada!» a mí me llenaba de preocupación sentir que no era suficiente para él. ‹big spoon, you have so much to do and I have nothing ahead of me› pasó por mi cabeza. Mi rostro cambió, mi postura también, caí en sobrepensar. Él se dió cuenta –es atento ¿recuerdan?– pareció que iba a decir algo pero se abstuvo y simplemente cambió de canción, entonces Grace sonó. El inglés de Enzo no era particularmente bueno –por no decir que su conocimiento era nulo– pero me daba mucha ternura escucharlo cantar como podía gueit indefaie gueit indefaaaai (wait in the fire). 
     Me encantaba ser copiloto, ser copiloto para mí significaba sentarme a admirar la belleza del piloto, así que el trabajo se me daba naturalmente bien, como prueba de esto voy a describir lo que mis enamorados ojos veían; llevaba una coleta –él decía que le ayudaba a enfocarse– de la que salían algunos mechones de pelos sueltos que quedaban revoloteando por el viento.  Sus ojos radiantes por la luz solar, los rayos que buscaban contornear la forma de su nariz. Simplemente me encantaba su perfil y ver sus brazos firmes, extendidos, tomando el volante con seguridad. 
     Vestía unos jeans tradicionales, remera de algodón color crema que probablemente habría comprado en Hering y unos championes New Balance clásicos –cabe aclarar que yo jamás habría elegido unos championes claros para andar en la tierra, es más, yo llevaba mis Converse que suplicaban piedad, pero él tiene tanta elegancia que simplemente no lo puede evitar– muchos creerían que ahora que colabora en la industria de la moda, él caería en las garras del consumismo, pero lejos de eso, él es un tipo simple y a mí me gusta eso de él.
Durante el camino, Enzo compartió historias alegres de su infancia, nos reímos mucho. En sus historias se notaba un amor filial palpable –aunque incomprensible para mí– yo también compartí algunas anécdotas, alteradas tal vez, para volverlas más alegres de lo que eran.
A minutos de las tres treinta, le bajó poco a poco el volumen a la música.
—Vos sabés que... –él movía su pulgar derecho sobre el volante con cierta inquietud–. Siempre quise poder dejarle a mis viejos un lugar donde puedan disfrutar del buen vivir, respirando aire fresco, todo eso... –vi como mordía el interior de su cachete–. Como para devolverles un poco todo lo que me dieron.
     Extendí mi mano sobre su pierna haciendo una mueca.
—Bueno el punto es que... –siguió–. Esto es un logro para mí y me hace muy feliz poder compartir esto contigo— Dijo mientras soltaba una sonrisa sincera.
     Las palabras de Enzo resonaban con un afecto genuino. No había en sus palabras, nada más que honestidad y para mí eso era un alivio, venía de años de dudas, toda mi vida dudando del cariño de otros pero su querer era algo certero.
Al llegar a la chacra la inmensidad del lugar dejaba boquiabierto, la chacra se reveló como un edén –que bello mi paísito– quería aprovechar estas vacaciones para conectar con la tranquilidad de la naturaleza. De todas formas las vacaciones iban a ser breves, era más como una escapada, ya que Enzo andaba firmando más contratos otra vez.
     Yo quedé impresionado por la fusión perfecta entre lo contemporáneo y lo rústico de la arquitectura al entrar al lugar, tenía detalles modernos, pero la esencia del campo se mantenía intacta. ¡Qué hijo de puta cómo ama a sus padres! –nosotros compartimos un diminuto apartamento en Montevideo–
Estábamos explorando la moderna cocina, yo mantenía la vista sobre el techo de dos aguas que añadía un toque distintivo a la estructura, cuando Enzo irrumpió mis pensamientos con su voz.
—Tanta ruta me dio hambre, me voy a preparar unos wraps vegetarianos ¿te hago unos?
—Tranqui, no tengo hambre. Comé vos —Le dije sin apartar la vista del techo, que placer los buenos ángulos en una casa, siempre escasean—.
—¿Posta no querés comer nada? Le pongo abundante aguacate como te gusta a vos — Insistió mientras se acercaba para jugar con mi cabello.
—No es que no quiera comer nada ¿o acaso estás vos en el menú? — Respondí mientras lo tomaba por sus caderas. Riéndome.
     Enzo soltó una carcajada y sostuvo mis manos.
—Mejor sigo mostrándote la chacra, así te sentís como en casa.
Me presentó las mascotas que nos recibieron con entusiasmo.
—Este es Garfio. — Decía mientras se agachaba para sacudir sus manos detrás de las orejas de un galgo de pelaje oscuro que no dejaba de dar vueltas a nuestro alrededor, celebrándonos con cada movimiento.
     Aunque no suelen gustarme los perros, la alegría con la que Enzo miraba a Garfio me contagió de emoción. Con una sonrisa –como amo verle sonreír– me contó la conmovedora historia de cómo rescató a este compañero leal en la misma ruta por la que habíamos llegado más temprano. 
     Mientras nos acercábamos a dos gatas persas que se encontraban plácidamente descansando en los sillones del living dijo: Estas son mis reinas más preciadas, Thelma y Louise. 
     Me quedé fascinado con ellas.
—¿Sabías que las dos miran películas conmigo?—Me dijo.
    Sentí en ese momento que Enzo actuaba como un niño, todo le causaba ilusión, me quería hablar de todo, contarme todo, compartir todo. Me subieron unas inmensas ganas de sostenerle.
—¿En serio? Me muero del amor— Le respondí pero sin prestarle mucha atención –ya que toda mi atención estaba en Thelma y Louise– mientras me turnaba para darle besitos en la frente a cada una de ellas.
     Con la tentación de quedarme jugando con Thelma y Louise, Enzo me recordó que aún había más por descubrir. La salida trasera reveló un ventanal inmenso que permitía que la luz natural inundara el amplio living.
Me llevó a un pequeño establo donde conocí a Trueno, un majestuoso caballo negro. 
     Curioso, le pregunté a Enzo si sabía montar a caballo, y con una sonrisa, confesó que recién ahora estaba aprendiendo y que su padre era el verdadero experto en la materia. Luego de interactuar un poco con Trueno, Enzo me llevó a conocer los conejos que su madre criaba cerca de un pequeño invernadero que había en el lugar. 
     Los conejos eran unos seres adorables que él agarraba con tal gentileza que mi corazón no pudo evitar derretirse allí mismo.
—Todavía no terminamos, yo sé que desde la ruta las viste, vamos a saludarlas. 
     Nos dirigimos hacia la zona donde pastaban una diversidad de vacas. 
—¡Y no te enojes conmigo! —Dijo alzando las manos—. Pero te tengo que decir que ninguna tiene nombre. Son sólo "Las Vacas".
     Me reí, miré alrededor, el territorio era tan vasto que era difícil no sentirse ínfimo. Encontré un tronco caído a la lejanía y me senté sobre él. Por suerte, Enzo no me siguió y en cambio se quedó hablándole a las vacas. Mientras tanto, yo estaba cargado de muchísimas emociones, la melancolía me recorría el cuerpo.
—Que locura, no merezco esto— Dije mientras me mordía los labios aguantando el llanto.
     No sé si era la brisa veraniega, el canto de los pájaros, el hermoso atardecer que a lo lejos ocurría, la inmensa cantidad de árboles, los animales o el inexplicable y particular olor a eucalipto que tenía el lugar –ni idea de dónde venía porque la plantación de eucalipto la habíamos pasado hacía muchísimos kilómetros– o quizá era todo eso junto, o nada de eso. 
Al regresar nos sumergimos en la habitación –aún inexplorada por mí– buscando un merecido descanso después de la aventura del día.
      Me dejé caer en la cama, inhalando profundamente. Enzo, de pie, me observaba y pude anticipar un comentario del estilo "¿Ya te vas a dormir?". A pesar de que ya era tarde para una siesta, la idea de cerrar los ojos me tentó lo suficiente como para finalmente hacerlo sin culpa. Sutilmente, Enzo se unió a mí en la cama y con delicadeza, posicionó sus piernas entre las mías y se recostó sobre mi pecho. Sentí una paz inconmensurable. Deseaba quedarme eternamente en ese momento. Creo que la paz fue tal, que hasta tuve un momento de meditación y todo. 
—Entonces... —Volteó a verme con sus preciosos ojos marrones—. ¿Te gustó la chacra?
—Me encantó, cada rincón tiene su encanto.
—Me alegra mucho —Me abrazó con una inmensa fuerza mientras que, susurrando con gran timidez, de una forma casi imperceptible le escuché decir "Cuando te veo relajado, siento que todo vale la pena".
No estoy seguro de si transcurrió mucho tiempo mientras reflexionaba sobre cuál sería mi respuesta a eso, sin embargo, cuando me disponía a dar una respuesta, me percaté de que Enzo ya se encontraba en el dulce abrazo del sueño. La serenidad del entorno parecía haberlo envuelto en un manto de descanso antes de que pudiera compartir mis palabras. Con el pasar de los minutos, la atmósfera apacible y la sensación reconfortante me llevaron también a mí.
80 notes · View notes
moonlezn · 10 months
Text
The Story Of Us III
— Um amor real, Renjun Huang. Primeiro Ato: You Are in Love.
Tumblr media Tumblr media Tumblr media
notas: caras, o tempo tá passando muito rápido. já é o terceiro cap de the story of us! esse romance vai dar o q falar. espero q gostem! <3
SUGESTIVO
Tumblr media
No último período da faculdade, o peso de mais uma mudança enorme caiu sobre seus ombros. Desfazer-se das memórias que recolheu no dormitório, mergulhar de cabeça no oceano das possibilidades infinitas do universo adulto. Precisa de um trabalho, mas a área que quer é tão complicada. Precisa construir a própria vida, mas dar o primeiro passo é impossível quando não se sabe aonde vai.
Conseguiu uma entrevista completamente inesperada para uma vaga na equipe de edição na editora Scarlet, a maior do país, que abriria uma nova filial no Centro da cidade em alguns meses. Obra da senhora Hayden, sua mentora.
— Você já se decidiu, senhorita? — Ela pergunta ao final da aula, te segurando por uns minutos com ela.
— Ainda não… — O suspiro que deixa sua boca é de pura tensão. — Até quando preciso dar uma resposta?
— Bem, o mais rápido possível. — Ela tem um olhar severo. — Só existe uma resposta certa, você sabe.
Claro que sabe o que está na mesa: o mínimo de certeza sobre um futuro, um começo estável. Além, é óbvio, de não desapontar a professora experiente e respeitada no ramo literário, que te indicou para esse processo.
— Sim, sim… é verdade.
— Filha… eu sei que é difícil tomar uma decisão. Mas é necessário arriscar, sim? — Ela deposita uma das mãos no seu ombro, e você enxerga além do lado profissional agora. — Talvez você se encontre na edição, ou não. Porém, é o que você tem de concreto agora. É tudo que você precisa.
Concreto. A palavra bate bem na sua mente e ecoa. A mulher percebe uma chave virar através dos seus olhos distantes e aproveita para revelar o tanto que os entrevistadores gostaram de você, além de mencionar o seu talento para a escrita. É bem verdade que você quase não escuta, mas dentro de si, a decisão está tomada. É prudente que faça o necessário e derrube o castelo de cartas no seu interior.
— Eu vou! — Você declara, sorrindo nervosa, mas ao mesmo tempo animada pela felicidade que nasce no rosto maternal da professora.
Os meses seguintes foram preenchidos pelas despedidas e promessas de amizade para sempre, pelo fim de um mundo e pelo início de outro, o mundo real. Mudou-se para perto do trabalho, bem no coração da cidade que se tornou seu lar. O ponto de vista outrora com vestígios de conto de fadas é iluminado pela luz ofuscante da vida extraordinariamente comum.
Escarlate
Dizer que você mudou muito seria te subestimar. No entanto, primeiros dias ainda te deixam agoniada. Chegando no prédio alto e moderno, você já era aguardada por um estagiário que te ajudou no cadastro obrigatório e também te entregou o crachá individual para liberar a entrada cotidiana.
A editora se instalou em três dos andares do edifício comercial, mas você só ganharia um tour pelas áreas depois de conhecer o editor chefe do gênero literário, o foco da nova filial. Seus olhos percorrem todo canto que conseguem, a curiosidade e o senso de observação conduzem todos os seus movimentos. Chegando no escritório, dá de cara com um homem jovem, bonito, com os fios propositalmente desgrenhados moldando o rosto amigável e sorridente.
— Bem-vinda ao time, é um prazer te receber. Eu sou o Kun. — Estende a mão para te cumprimentar num aperto firme. Ele não é nada do que esperava de um chefe, o que é positivo. O olhar terno e descontraído desfaz um pouco do seu nervosismo.
— Obrigada pela paciência, Kun. — Pensou até em chamá-lo de senhor, porém, achou que não seria natural. Ele não protestou, tudo certo.
O líder então libera o garoto mais jovem para voltar ao trabalho e esfrega as mãos com animação.
— Pronta pra conhecer tudo por aqui? — Ele oferece mais um sorriso na sua direção, provavelmente percebendo que está um pouco desorientada. Você assente, tentando corresponder a mesma energia. — A gente gostou muito de você, a professora Hayden falou tanto do seu talento. — Ele abre a porta de vidro, movimentando a cabeça para que entrasse. — A sua função vai ser ler muito, é claro, mas também… — Ele interrompe o caminhar e se volta para você. — ser o meu braço direito.
A expressão na face dele é engraçada, te faz soltar ar pelo nariz numa risada contida. Kun te acompanha, aliviado por ver uma expressão que não a de susto nos seus traços.
— Tudo bem, vou dar o meu melhor. — Você garante, sem mentir. Daria mesmo. Apesar de ser naturalmente desconfiada, algo em Kun te faz acreditar que ele é uma pessoa pura, boa, transparente.
Passeiam pelos dois andares rapidamente, ele explica qual departamento faz o que e te apresenta para alguns colegas de trabalho. No terceiro e último, ele te orienta sobre a dinâmica da divisão da área. O andar era compartilhado com edição e marketing, o que não é comum, mas devido ao ambiente espaçoso, não causaria problemas.
— É basicamente isso. Logo vai ter a festa de…
— CHEFE! — Uma outra voz masculina é ouvida de longe. Girando o corpo à procura do som, veem o garoto correndo de encontro ao par.
Ele chega um pouco ofegante e com as bochechas quentes, quase de cor escarlate. O cabelo curtinho deixa o rosto harmonioso em evidência, e o estilo impecável forma o combo perfeito. Adorável, você repara. Ele mostra um painel para Kun, que sorri em aprovação. Era o que o outro procurava e precisava.
— Ficou ótimo, pode enviar. — Kun bate no ombro do menor e olha para você. — Esse é o Renjun, coordenador de marketing. Meio maluco, mas gente boa. — Eles riem, mas Renjun abaixa a cabeça, tímido.
— Liga pro que ele diz não, só quando for ordem de chefe. — Ele finalmente te fita, disfarçando a piada do outro. — Bem-vinda, viu? Precisar de ajuda, só chamar.
Você murmura um pode deixar bem baixo, ainda meio confusa com a dinâmica dos dois, e também intimidada pela beleza de Renjun. Ele definitivamente notou algo diferente, o sorriso pretensioso denuncia. Quem interrompe a troca de olhares é Kun, dizendo que precisam seguir com a programação do dia.
Não foi muito difícil. Começou a corrigir uma trilogia de fantasia bem gostosinha de ler, então o tempo passou bem rápido. No horário do almoço bateu perna pelas lojas próximas que já conhecia e não foi tão perrengue para ir embora, a maior vantagem de morar perto. A jornada à frente parece mais excitante do que ontem.
Vinho
A festa de inauguração da nova filial é muito maior do que você pensava, mas pelo menos a roupa que escolheu é adequada ainda. Enquanto entra no saguão lotado, repara nas luzes que pareciam gotas de chuva saindo do teto, e é claro que há dúzias e dúzias de propagandas da editora e seus parceiros por todo lugar. Ouve uns amigos conversando ao aproximar-se do bar, eles dizem que todas as equipes de todas as filiais foram convidadas, por isso a quantidade de gente.
Pede um drink leve só para começar a noite, passando os olhos pelo lugar novamente, à procura de um canto menos caótico para aproveitar a festa por uns momentos e ir embora logo — planeja só marcar presença.
Vê Kun apoiado no balcão, seus olhares se cruzam e ele te cumprimenta com um sorriso. Senta-se no banco vazio ao seu lado depois de encurtar a distância entre os dois.
— Em minha defesa eu não sabia que seria enorme assim. — Ele diz, pensando o mesmo que você. Sua cara te denunciou?
— É uma senhora duma festa. Pelo menos tá regada, né? — Encosta seu drink no dele, pegando-o de surpresa com o brinde. — A gente tem que fazer a linha profissional ou…?
— Você pode se divertir já. — O rapaz toma um gole controlado do drink mais fraquinho do menu. — Eu tenho que esperar até a apresentação dos líderes.
Você ri ao vê-lo revirar os olhos, claramente odiando a ideia de estar em evidência esta noite.
— Bom, então eu vou começar por você. — Levanta do banco porque encontrou o lugar perfeito. — Te vejo depois?
Ele assente e também segue outro rumo. Precisa fazer sala para os outros chefes até que a tal apresentação aconteça.
Caminha concentrada em direção ao oásis que te espera, mas então sente algo empurrar seu braço e seu cardigan branco molhar. Mal teve tempo de processar, só viu a mancha vinho na peça.
— Desculpadesculpadesculpa. Mil perdões. — O desconhecido que é, na verdade, Renjun, pede em arrependimento.
— Tá tudo bem, sério. — Já está com calor mesmo, portanto tira o casaco fino enquanto equilibra o copo numa das mãos. Ele parece reconhecê-la, por fim.
— Ah, a gente se conheceu outro dia, né? — Você balança a cabeça positivamente, apoiando o pano no antebraço e voltando a aproveitar a bebida. A mesa do garoto é a vista da sua, desse modo, o vê todos os dias. Ele, porém, está de costas e sempre precisa correr de um lado para o outro. Compreende que você seja só uma memória distante. — Finalmente um rosto conhecido, só tem gente de outro lugar aqui.
— É verdade! — Exclama após constatar que só consegue ver estranhos em volta de vocês.
— Como reparação pela besteira que eu fiz… — Ele entrelaça seus braços e retoma o caminho que você antes fazia. — Vou te dar o presente da minha companhia. — A verdade é que ele procurava alguém para tirá-lo do tédio.
O banco chique de madeira é muito mais confortável do que a meiuca que somente observam agora. Ele é tão bonito que você mal sabe o que fazer, mas tenta puxar algum assunto.
— Você não é daqui, é? — Você indaga, finalizando a bebida e deixando o copo sobre a mesinha. Ele nega com um hm hm.
— Sou do interior, eu acabei de me mudar. — Ele assiste sua reação surpresa. — Meu processo foi todo online. Eu queria outra cidade, mas vim parar aqui. — Ele bebe mais um pouco do vinho que o garçom o ofereceu há pouco. — E sendo sincero nunca fiz nada de muito interessante.
O jeito que ele confessa isso soa engraçado aos seus ouvidos, então você ri. O olhar dele é um pouco confuso, ainda assim se permite contagiar pelo som. Sem querer repousa a mão no joelho do garoto por um instante, o que só contribui para que fiquem mais leves.
— Mas e você, hein? — Se ele sorrir assim sempre, vai ser difícil focar na conversa.
— Eu já morava por aqui, mas tava na faculdade. — Cruza as pernas e ajeita o cabelo discretamente. Por Deus, é só a segunda vez que se falam. Por que está gostando tanto da atenção dele? — Comecei o processo e vim parar aqui. — Copia a fala anterior de Renjun, que acha graça.
Conversam sobre mais coisas aleatórias, engatando um tópico no outro. O espaço entre os dois já é praticamente inexistente, foram se aproximando quase naturalmente.
São interrompidos pela voz alta no microfone, chamando os líderes para o palco. Renjun e você não movem um dedo, apenas assistem as outras pessoas se amontoando perto dos holofotes.
Então, Kun sobe cambaleante e anda até a posição que lhe era marcada. Ele está alegrinho, se divertiu demais, ao que parece. Os olhos do chefe estão brilhando um pouco mais sob a luz forte, e vocês não seguram a risada chocada.
Quem ri por último, ri melhor. Depois que finalmente foram apresentados, Kun perdeu a linha de vez. Ao passo que o saguão esvazia, vocês dois precisam convencê-lo de que já é hora de ir para casa. No táxi, ele não para de rir. Não consegue nem explicar do que está rindo.
A sorte é que Renjun sabe o endereço dele. O caminho é familiar, e você começa a suspeitar, após uma curva específica, de que sejam vizinhos. Assim que entram na sua rua, checa o GPS no celular do motorista. São mesmo.
Nada é tão ruim que não possa piorar, disse Edward Murphy.
Não são apenas vizinhos de prédio, o apartamento dele é colado no seu. Amaldiçoou-se por não conhecer nenhum dos moradores, foi pega desprevenida.
Kun não parava quieto dentro do elevador, até que ficou zonzo por causa do movimento para cima. Tirou as chaves do bolso com muito custo e te entregou para que abrisse a porta, o outro o ajuda a se equilibrar.
Você espera na sala enquanto eles vão para o quarto. Rapidamente Renjun volta, rindo por causa da situação constrangedora. Não é todo dia que você precisa levar seu chefe alterado para casa. Kun é maravilhoso e tudo, mas ainda é um superior.
Ao chegarem na sua porta, a nuvem embaraçosa ainda persegue o desenrolar da noite.
— Você… — Você começa, sem jeito. Será que ele entenderia errado o convite? — Você quer entrar?
Ele te encara, abre a boca algumas vezes, sem saber o que responder. Ele quer, é claro, mas…
— O cara tá me esperando lá embaixo… — Ele coça a testa, desapontado consigo mesmo, e também meio desconcertado. — E tá meio tarde… — Não queria que você achasse que ele tinha interpretado outra coisa.
— Não, claro. Eu entendo. — Você sorri, abrindo a própria fechadura.
— Mas outro dia? — Ele pergunta antes que você entre, esperançoso.
— Isso… outro dia. Boa noite, Renjun. — Só dá tempo de vê-lo acenar.
Você vai direto para o sofá, soltando o ar que prendeu sem perceber. Algo nele tinha mexido contigo, não consegue parar de repassar as piadinhas e de pensar no sorriso solto do menino. Não queria confundir as coisas, mas garotos engraçados te desmontam fácil.
Ele, por sua vez, mal podia acreditar que realmente tinha recusado a oportunidade de passar mais um tempo na sua companhia. Tudo bem. O que tiver de ser, será.
Depois desse dia, Renjun nunca mais te deixou. Os meses se apressaram enquanto ele vagarosamente se tornou essencial. Fez questão de ser o seu confidente no trabalho, quando o calo aperta é para você que ele corre e vice versa. Ele começou a passar um pouco mais de tempo com a cadeira virada para sua mesa, só para te olhar. Por vezes, tomava o celular para enviar uma mensagem boba e te ver segurar uma risada alta. Ficava ainda mais orgulhoso quando você encontrava os olhos dele e sussurrava “você é um idiota, Renjun Huang”. Seria idiota por um longo tempo se fosse para ter sua atenção.
Borgonha
Renjun ficou preso num projeto e perdeu a noção do tempo, leva um susto ao notar que o computador indica 23:45. Não, não, não. Não mesmo. Logo trata de se espreguiçar, aproveitando para alongar as costas. Inevitavelmente espia sua mesa, interrompendo os movimentos ao ver que você ainda está ali também. Parece tão compenetrada, mas não deixaria que você passasse mais um segundo sequer trabalhando.
— Tá doida, mocinha? Pode desligando isso. — Ele ralha, se apoiando no vidro que rodeia sua mesa.
A voz te alarma, porém você relaxa e sorri preguiçosa ao ver Renjun. A verdade é que o livro que está editando é simplesmente a melhor fantasia que já havia lido, te prendeu tanto que nem viu a hora passar.
— Fiquei imersa na estória… Meu Deus, quase meia-noite! — Você boceja, notando que o menino está com dificuldade para abotoar os botões do próprio casaco.
— Ah, para. Todo mundo sabe que você tá querendo se mostrar pro chefinho. — Ele ironiza, rindo provocante, ainda tentando resolver o problema.
— Melhor querer impressionar chefe do que não saber abotoar a própria roupa. — Você se levanta para ajudá-lo. Resolvido em segundos.
— Touché. — Ele passa a mão pela sua e a segura. — Escuta… bora comer? Não queria ir sozinho.
— Hmmm não. — Fala séria, e Renjun revira os olhos. Murmura um pelo amor de Deus em reprovação. — Mentira, bora sim.
É um hobby muito divertido pilhar o garoto porque ele tem pavio curto, apesar de nunca admitir. Ele tagarela durante o caminho curto até o restaurante 24 horas que disse que era ótimo, o que você duvidou de propósito somente para vê-lo retrucar com as opiniões fortes dele sobre o lugar. Para pior a situação, está vazio. Óbvio que é pelo horário, mas sussurra um “xiiiii” que arranca um grunhido indignado de Renjun. Como é bom vê-lo assim, enfezadinho por nada.
— O que você recomenda que eu coma aqui? — Faz uma expressão duvidosa, contudo Renjun ignora porque fica animado com a ideia de te fazer pagar com a língua.
— O quiche de queijo daqui é bom pra cara… Desculpa. — Ele diz, e você o questiona com uma sobrancelha arqueada. — Ah, foda-se. É tu, né. É bom pra caralho o quiche.
— Hmmm, tá. — Usa um tom desconfiado, recebendo um aperto leve na sua cintura. Infelizmente sorri, o que dá confiança para ele. — Vou querer o quiche, então.
Ele pede o quiche do maior tamanho para a atendente, que bate o pedido no computador. Algo mais?
— Cê gosta de chocolate, né? — Ele pergunta quase brigando, você balança a cabeça. — Me vê um brownie com calda quente também. Vai beber alguma coisa?
— Vou querer um tranquilidade de pêssego, por favor. — Você responde direto para a moça paciente.
— Um americano gelado pra mim. — Renjun finge não ver seu olhar de julgamento. Sem nem pensar ele paga o pedido e te leva pela mão para a mesa mais próxima. — “Trinquilidide di pissigo pir fivir” treco ruim. — A sua cara é de puro assombro, a imitação terrível quase te ofende.
— Tá falando isso só porque sabe que eu ia reclamar de você tomando café essa hora. — Desafia o garoto, colocando as duas mãos sobre a mesa. Ele se rende, fingindo estar intimidado.
— Já falei que isso não funciona pra mim, eu durmo que nem anjo.
O pedido chega logo e vocês dividem o garfo para amassar o quiche. Pela fome, terminam mais rápido do que o normal. Teve de dar o braço a torcer, é realmente delicioso. O brownie não fica atrás, a calda quente é a coisa mais maravilhosa que já experimentou. Renjun não joga na sua cara, todavia. Fica bobo te vendo fazer uma dancinha feliz ao comer.
Apesar de cansado, insistiu em te levar em casa e fazer o trajeto a pé. É menos de vinte minutos, além de que nada paga saber que você chegou bem.
O vento é gostoso, revigorante. Espalha seus cabelos para trás, permitindo que Renjun sentisse o cheiro do seu shampoo tão familiar a essa altura.
Há algo que deixa Renjun mais bonito esta noite. Talvez o rosto tocado pela luz do luar, ou só o sentimento crescendo no seu coração. É tão estranho que até evita olhar para o garoto no trajeto, e é claro que ele repara, não é nenhum bobo. Sabe o que vem acontecendo, também sente a mesma coisa. O problema é que ele ainda está inseguro, não sabe se tomar uma atitude agora seria invadir sua privacidade.
Diminuem os passos em frente ao edifício, ele acena para o porteiro que já o conhece. O silêncio que paira não é ruim, mas o garoto o abomina. Esquenta as mãos no bolso do moletom, te encarando na esperança de que o olhe logo. Não o faz. Ele segura um riso, olhando para o céu.
Faz tempo que não vê as estrelas assim, parecem perto demais para ser verdade. Ele admira, boquiaberto. Você ainda olha para todo canto, menos para quem está na sua frente. Morde o interior das bochechas, como sempre faz.
— Olha pra cima. — Ele segreda, cortando seus pensamentos. Hm? Renjun se aproxima, apoiando seu queixo com os dedos e levanta seu rosto delicadamente.
— Nossa, o céu tá perfeito! — Você deixa escapar através do sorriso encantado. Ele não fita mais as estrelas porque quer capturar cada expressão sua.
— Eu ia fazer uma piadinha agora…
Abaixando o olhar, nota a proximidade maior. As íris do garoto te prendem, e o seu peito fica pequeno demais para o ritmo das batidas do seu coração.
— Injun… — Sai mais como um pedido do que como um de seus típicos protestos contra o engraçadinho.
— Esse céu só não tá mais bonito do que você. — Não é uma piada. Era para ser, mas foi tão honesto que não teve nem coragem de trazer o sorriso arteiro aos lábios.
Você costuma ter uma resposta na ponta da língua, então por que está calada agora? Apenas o mira, os olhinhos brilhantes passeando pelos traços de Renjun. Prende a respiração quando ele se aproxima do seu ouvido. É verdade, ele sopra.
Ele quer tanto te beijar, mas se limita a te dar um beijinho demorado na bochecha. Primeiro porque ele adora provocar, segundo porque só te beijaria quando tivesse certeza do seu querer também. Um arrepio percorre seus braços escondidos pela jaqueta, e é quando você percebe que é real: está apaixonada.
— Amanhã a gente se vê. — Despede-se quase encostando as pontas dos narizes, torturando a si próprio. E então ele vai embora, te deixando confusa e pensativa.
Dormir não é fácil quando tudo que se faz é pensar em Renjun Huang.
Tantas coisas aconteceram ou deixaram de acontecer por causa de insegurança sua, não ouviria o próprio instinto desta vez. Faria diferente com ele porque ele é diferente.
Vermelho
No dia seguinte você aparece no escritório absolutamente decidida a confessar seus sentimentos. O frio que sente na barriga aumenta à medida que os andares passam, entrar pela porta de vidro nunca foi tão complicado. Enrola antes de abrir, anda de um lado para o outro, calcula as palavras, ajeita os cabelos. Respira fundo e entra de uma vez.
O quê?
A mesa de Renjun está vazia, nada fora do lugar também. Tudo exatamente como deixou ontem. Isso é extremamente esquisito, ele nunca se atrasa. Não tem outra alternativa a não ser esperar.
Uma hora depois, ainda nada. Será que tinha acontecido alguma coisa? E se ele estivesse precisando de ajuda? Ele chegou bem em casa ontem? Meu Deus.
Sua mente começa a girar com as possibilidades negativas. Pensa em perguntar a Kun se ele sabe de alguma coisa, porém o vê atolado de papéis enquanto fala ao telefone. Você encara as janelas do prédio da frente sem ser capaz de se concentrar na edição do livro que te espera. Talvez você só esteja pensando demais, com certeza ele está bem.
Começa a corrigir os erros automaticamente, a estória não te interessa mais. Escreve sugestões como observações, mas seu olhar está focado na porta, esperando que ele entrasse.
Três horas depois, não consegue mais se conter. A preocupação te faz tremer de nervoso. Pega o celular escondido e manda algumas mensagens para Renjun, notando que não estão sendo entregues. Ligaria para ele agora mesmo, mas não tem como fugir da mesa agora.
Não pode perdê-lo, não estando tão perto. Não gostando tanto dele. Sussurra para si mesma palavras positivas, ainda checando a entrada de cinco em cinco minutos. Toda vez que sente o celular vibrar é uma tortura. A notificação que aguarda nunca chega.
Novamente no elevador, descendo para ir almoçar, pondera duas coisas: se está sendo louca, ou se deveria procurá-lo. A calçada lotada de pessoas andando apressadas te causa tontura por um instante, sente até vontade de chorar.
Nem percebe a direção que toma, apenas segue o fluxo, se viraria depois.
Renjun vira a esquina da editora quando finalmente se lembra de ligar o celular. O escritor mais filho da puta de todos os tempos fez questão de marcar uma reunião desnecessariamente longa para discutir o conceito da próxima capa de seu próximo livro. Ele odeia autores de fantasia criminal por causa disso, os caras são malucos.
Você interrompe os movimentos abruptamente quando vê que ele está ali, sorrindo para a tela do aparelho que tem nas mãos. Como se sentisse alguém o observando, ele levanta o olhar e aumenta o sorriso quando te reconhece. Aperta os passos para se aproximar mais rápido, sem nem notar a sua cara séria.
— Eu vi suas mensagens agora, tava até te respondendo, olha. — Renjun vira o telefone para você e logo o coloca no bolso novamente. — Cara, pior manhã da minha vi…
— Eu tava preocupada, Renjun. — A familiar ardência no canto dos olhos ameaça, e você inspira devagar. Não sabe dizer se é alívio ou nervosismo.
O garoto finalmente percebe seu estado. O cenho franzido, os olhos quase transbordando, a postura assustada.
— O que houve?
Renjun mal teve tempo de completar a frase porque você o agarrou pelo pescoço e uniu os lábios com toda ternura que percebeu ter guardado todo esse tempo. Ele não demora a retribuir o beijo, suspirando na tua boca ao te envolver pela cintura. O quanto ele queria isso não está escrito.
Nem pensaram nas pessoas em volta, elas só se desviam do casal para seguir o caminho. Algumas até sorriem pelo gesto romântico. Sinceramente, não ligam para mais nada. Só consegue se concentrar no lábio macio do Renjun se moldando ao seu como se fosse feito para isso. Aprofunda o contato ao conduzir o garoto pela nuca com as duas mãos, que se perdem nos fios agora desalinhados.
O dia de trabalho ainda não tinha terminado, e quase se arrepende de tê-lo beijado nas horas seguintes. Ele não te deixa em paz nenhum segundo.
Começou com os quinze emojis de beijinho que ele te enviou assim que voltaram ao escritório. Você fingiu ignorar as mensagens, ele odiou.
Insatisfeito, manda um e-mail. A notificação te faz revirar os olhos. Óbvio que ele sabia que você não abriria, por isso, escreveu no assunto: vai me beijar aqui também? Estalando os lábios, esconde o rosto nas mãos, tentando conter a vontade de gritar.
Olhando na direção de Renjun, repreende-o com a expressão mais dura que consegue fazer. Ele ri, mandando um beijo no ar. Não suficiente, cantarola várias músicas sobre beijo baixo o bastante para não ser repreendido.
Ele resolve, então, ir até sua mesa. O sorriso convencido te causa estresse, e ele não tá nem aí. Apoia-se na divisória, te olhando em silêncio.
— Uma foto dura mais. — Você murmura entredentes. Ele segura uma gargalhada, é tão bom não ser o pilhado para variar.
— Bom, já que você me beijou antes que eu pudesse te chamar pra sair…
— Você planeja me deixar em paz algum dia? — Finalmente gira a cadeira, ficando de frente para o garoto.
Ele inclina o corpo, o rosto bem na altura do seu. Só não rouba um selinho porque ainda não ficou maluco.
— Só se você aceitar jantar comigo. — O tom é desafiador, borbulha seu sangue.
— Só se você cozinhar. — Impõe a condição porque não quer ficar para trás. Ele perde um pouco a compostura quando percebe que encurtou um pouco mais a distância entre as faces.
— Combinado então.
Às cinco horas em ponto Renjun já está com tudo guardado e pronto para ir embora. Enquanto você se ajeita, ele limpa sua mesa e organiza tudo como você faz para poderem partir logo.
O apartamento é bem a cara dele. A essência doce se espalha por toda a decoração simplista e sofisticada, nas plantas bem cuidadas, na cheirinho de lar que invade as narinas assim que chegam.
Renjun te apresenta toda a casa, te guiando pelos cômodos de mãos dadas. É linda e aconchegante. Logo partem partem para a cozinha, pois ele não para quieto. Inventou um risoto meio maluco que jura ser a especialidade dele. Você oferece ajuda, dizendo que pelo menos deveria cortar os vegetais, só que ele é teimoso e não aceita.
O clima é gostoso, leve. Enquanto ele prepara o prato com muito carinho, conversam sobre milhões de coisas como de costume. Ao mesmo tempo, tudo parece ter mudado. A forma como se olham, como se dirigem um ao outro, os toques…
Ele dá o braço a torcer e te deixa colocar a mesa para a janta, o que você faz com maestria porque é a única coisa que teria de fazer. Ao finalmente provar a comida cheirosa e bem apresentada, se surpreende. Além de bonito, inteligente, engraçado e independente, Renjun também é bom cozinheiro. Ele sorri genuinamente feliz pela sua reação surpresa ao gosto impecável do que havia preparado. Comem num silêncio confortável, as mãos entrelaçadas e os olhares tímidos falam mais alto do que as palavras.
— Quer mais vinho? — Renjun pergunta enquanto você caminha até o sofá, se acomodando logo em seguida.
— Só um pouquinho, nem metade. — Acompanha-o despejar a bebida na taça. Ele te mostra a quantidade, você confirma com a cabeça que está perfeito.
Ele segura as taças, levando as duas com cuidado para a sala. Ele se senta bem perto, trazendo suas coxas para cima das dele.
— Brinde? — O menino sugere, o sorriso disfarçado te dá calafrios. Lá vem. Você encosta as taças meio desconfiada, esperando a besteira que ele falaria. — Um brinde ao beijo da calçada e ao da sala.
— Que sala? — Você procura algo em sua mente que a faça compreender.
Ele ri, deixando a bebida na mesinha de centro após um gole que tinge a boca um tanto mais. Antes que pudesse protestar, ele tira a taça de suas mãos e a coloca ao lado da outra. Acaricia as pernas que cobrem as dele ao mesmo tempo que te puxa pela nuca com delicadeza. Rouba um selinho demorado, molhado, dos teus lábios.
— Essa sala aqui. — Renjun sussurra, finalmente iniciando um beijo mais intenso. A língua molha teu lábio inferior, tirando seus sentidos com a troca que começam. A gola da blusa já está completamente amassada entre os nós dos seus dedos.
Para recuperar o fôlego, ele separa brevemente os lábios, mas beija o canto da sua boca, a bochecha e desde a mandíbula até a orelha num ritmo deliciosamente devagar. No pescoço ele se perde, mordendo os lugares certos, sugando levemente só para te deixar molinha no enlaço dele. Agora que pode, ele quer te dar tudo que tem.
Pouco a pouco sente a mão subir da coxa para o quadril, onde aperta a carne com vontade. Num movimento rápido, você se ajeita no colo dele, colocando uma perna de cada lado da figura. Os olhos escuros esbanjam desejo, as digitais masculinas passeiam por cada canto que consegue.
Ele te beija outra vez, mais acelerado, desesperado, bagunçado. Te incendeia por inteiro. Renjun finalmente levanta a barra do vestido, queimando a pele com os dedos curiosos. Guia os seus movimentos contra o quadril que te precisa mais que nunca, chiando sôfrego entre o beijo.
Ao despir suas peças, lançando-as em qualquer lugar, Renjun também despe os fantasmas do seu passado. Na força do amor, faz marcas de felicidade, de cura, de coragem. Por horas a fio te ama absolutamente, cada parte sua. Quanto a você, mergulha de cabeça no oceano que ele é, que ele será. Explora cada mistério escondido.
Antes de adormecerem, Renjun deposita um selar na sua testa, te encara daquele jeito apaixonado que faz seu peito estremecer.
— Que foi? — Segreda curiosa, risonha. Ele acha graça da sua inocência que retorna.
— Você… — Suspira porque não sabe expressar tudo que o coração fala. — Você é minha. melhor. amiga. — Enfatiza cada palavra, esperançoso de que compreendesse tudo que elas continham.
Fora de contexto, não faria sentido. Mas porque são vocês, tem sentido demais. Um eu te amo não seria bom o suficiente, você entende o que ele quer dizer. Sem medir, sem pensar, só de ouvir, você sabe tudo o que Renjun deseja passar. No silêncio, no escuro, na guerra, onde for, entende Renjun. Porque está incondicional e irrevogavelmente apaixonada por ele.
57 notes · View notes
perpassareiltempo · 1 year
Text
Che cosa strana che sono i baci. Nessun animale si bacia, neppure i gatti, che ci ingannano annusandosi i nasi.  Solo gli esseri umani sentono il bisogno di appoggiare le labbra su quelle di qualcun altro; è quando tirano fuori la lingua, allora quello è amore, e tra tutti i tipi di amore - filiale, paterno, cerebrale, artistico, calcistico - il più incomprensibile. 
Paolo Zardi 
55 notes · View notes
xochiquetza3autora · 1 month
Text
Tumblr media
Si quieres podemos culpar al ron, al tequila y las cervezas, hijo; podemos decir que los mariscos que comimos eran afrodisíacos; podemos poner cualquier excusa que se te ocurra, mi amor. Pero no puedes negar que tenerte dentro de mí y sentir tu "crema de bebé" en mi "bollo" fue el mejor regalo de día de las madres que he tenido y me gustaría repetirlo mientras sigo en mis días fértiles. Tal vez en Junio pueda festejarte el día del padre también; y el próximo año también el día del niño con nuestro bebé endogámico fruto de nuestro amor filial.
14 notes · View notes
jms-viriato · 2 years
Text
Falsa provocación
0 notes
tetha1950 · 2 years
Text
La necesidad de la amistad...
Tumblr media
La Palabra de Dios nos dice que nos amemos unos a otros, que llevemos las cargas y que confesemos nuestros pecados a nuestros hermanos en la fe.
2 Timoteo 4.9-22
Hoy en día, muchas personas prefieren confiar en sí mismas antes que en los demás. Es común que los vecinos se traten con desconfianza en vez de congeniar, y eso se aplica también a los miembros de la iglesia. La independencia puede ser un atributo apreciado en nuestra cultura, pero no en la Biblia. En ninguna parte de las Sagradas Escrituras usted encontrará: “Ayúdate que Dios te ayudará”.
El mismo hecho de que el Señor formara la Iglesia —una comunidad de creyentes— revela que no creó a las personas para la autosuficiencia o el aislamiento. En el diseño de Dios, una amistad estrecha y fiel entre dos creyentes sirve para edificar a ambos hacia la semejanza con Cristo. Observe a cualquiera de los santos en la Biblia y encontrará evidencia de la dependencia de un amigo cercano o confidente para encontrar apoyo. Pablo, en particular, hablaba libremente y con frecuencia de su dependencia de sus queridos compañeros, y animaba a otros a formar también asociaciones estrechas (Fil 2.1, 2).
La Palabra de Dios nos dice que nos amemos unos a otros, que llevemos las cargas y que confesemos nuestros pecados a nuestros hermanos en la fe (Jn 13.34; Ga 6.2; Stg 5.16). Esto significa que debemos entregarnos a los demás y que ellos hagan lo mismo con nosotros. Dios diseñó este estímulo mutuo para dar lugar a una mayor santidad en todo el Cuerpo de Cristo.
(Ps. Charles Stanley).
2 notes · View notes
leninfernando · 2 months
Text
FELIZ CUMPLEAÑOS AMOR
Tumblr media
Hoy es un día perfecto porque hace más de 25 años nació un ser espectacular. Ese ser cuidaría mi corazón y daría calor al lado más cálido de mi ser. Es la persona que me enseña a vencer obstáculos, a crecer y a encontrar orientación en todos los sentidos.
Celebro tu vida, mi amor. Celebro que tu alegría, que compartes generosamente, sea el motor que impulsa muchas de nuestras acciones. Gracias a ti, todo es posible; todo se llena de luz y brillo. No solo escribo estas líneas por lo que representas en mi vida, sino también porque tu alegría e iluminación tocan a propios y extraños. Cada día a tu lado es un regalo invaluable.
Aprecio cada momento que hemos compartido. Los viajes que hemos vivido juntos, desde ser padres hasta visitar lugares y conocer personas, permanecerán imborrables en nuestros recuerdos y en los de nuestros pequeños.
Hoy, siento que estamos caminando juntos por una playa infinita. Cada día me enseñas a expresar lo mejor de mí, a ser agradecido por esta vida. Que Dios esté presente en nuestra ruta, y que seamos luz para otras parejas. Eres un ejemplo constante de superación, tanto para nosotros como para quienes nos rodean.
Eres un faro de amor, dedicación y esperanza, y tus hijos son testigos de ello cada día, lo mejor de ti es que eres un ejemplo para nuestros hijos, tus acciones cotidianas son un modelo a seguir para nuestros pequeños. El amor incondicional que les das, tu paciencia y comprensión, son lecciones valiosas que ellos llevarán consigo siempre. Tu ejemplo les enseña a ser generosos, amables y a luchar por lo que creen.
Amor a tu familia, tu amor por nuestra familia es palpable grande y generoso. Cada gesto, cada palabra, refleja ese cariño profundo que tienes por nosotros. Eres el corazón que late en nuestro hogar, y no podríamos imaginar la vida sin Dios y sin ti. Tu amor filial es un recordatorio constante de la importancia de la familia y la conexión con nuestras raíces. Para tus padres sigues siendo su niña, incluso mientras cuidas de tus propios hijos.
Tu trabajo es más que interesante; es vital. Como pediatra, has dedicado estos años a cuidar a los más vulnerables. Cada bebé que has atendido, cada niño al que has ayudado a sanar, lleva un pedacito de tu amor y dedicación. No solo salvas vidas, sino que también das esperanza a las familias que confían en ti.
Tus sueños e ilusiones son como estrellas en el cielo nocturno. Brillan con fuerza y nos inspiran a seguir adelante. Sigues persiguiendo tus metas con pasión y determinación, y eso nos motiva a hacer lo mismo. Cada tarea, cada proyecto, lo abordas con el corazón. Tu entrega y pasión son contagiosas. Nos enseñas que no basta con hacer las cosas; debemos hacerlas con amor y dedicación.
¡¡ FELIZ DÍA, MI AMOR. ERES MI TODO !!
05-05-2024
6 notes · View notes
susieporta · 1 year
Text
Mantenere la propria umanità anche sul posto di lavoro è "la sfida".
"L'umanità non si misura dalle grandi imprese, ma dalle piccole cose. Come il sorriso che si offre a un collega, la parola gentile per un superiore, la comprensione per un subordinato, la gratitudine per un aiuto ricevuto." - Victor Hugo
“Ci porti a messa domenica mattina?”.
I miei anziani genitori mi fanno questa domanda tutte le volte che li vado a trovare.
E io sento un pezzetto della mia vita che si disintegra per sempre.
Felice di avere ancora la possibilità di averli e poterci parlare e potere alleviare un ultimo atto, disperato perché vedo un film mai visto prima e che appare non avere un bel finale.
I genitori sono esseri, di solito, importanti per i figli.
Esseri che sanno e possono, che danno permessi, carezze e sberle, morali e a volte fisiche.
Immagini che sappiano sempre come si deve fare, che conoscano la via e sappiano mettersi al sicuro dai tracolli.
Invece la vita si rovescia quando si è vecchi.
Devi chiedere.
Devi chiedere per favore.
Devi sempre aspettare che qualcuno ti dia una mano.
Che qualcuno ti regali qualche manciata di attenzione.
Quando è in comodo, quando può, quando vuole.
Ti attacchi a quello che resta di una esistenza con i piedi nel passato e un presente che si sbriciola in una farina sempre uguale e senza futuro.
Quel “ci porti a messa domenica?” mi strattona insistentemente e mi suggerisce con una voce incerta, timorosa e roca che esistono modi sottili di dare significato alla parola “amore” ma anche meno drammatiche, come “interesse”, “cura”, “attenzione” che trovo spesso nelle mission aziendali.
Certo con i tuoi genitori è facile capire la disperazione di chi passa dall’avere in mano il volante della propria vita a dovere chiedere per favore passaggi anche se solo per conversare un po’ con Dio nella sua filiale qui prima di incontrarlo a casa sua.
E mi chiedo quante altre volte sono incapace di avvertire l’angoscia di chi con me lavora e sta vivendo i suoi di ultimi atti, di grandi e piccoli drammi e romanzi personali.
Di chi sente che di non avere più il potere di dirigere la propria esistenza e nuota in cerchio senza cime di salvataggio da afferrare.
Senza nessuno che li porti alla loro di messa della domenica e apra lo sportello dalla parte giusta così che qualche auto distratta di un mondo individualmente globalizzato non li investa.
Io non credo che basti un piccolo atto per salvare il mondo, anche se forse è meglio di niente.
Credo però che basti un piccolo atto per aiutare me stesso.
A farmi rimanere in contatto con la mia finitezza e permettermi di rimanere umano.
Che forse è quella cosa che dovrebbe stare dietro a quelle mission aziendali che se devi andare a messa e non puoi più guidare non se ne accorgono.
Ecco sì, rimanere umani mentre fai ciò che serve al gioco dell’economia mi pare un pareggio accettabile.
Non pensavo di arrivare a questo pensiero da una domanda così.
Sebastiano Zanolli
23 notes · View notes
alfredoleonel · 11 months
Text
Las apariciones de la Guadalupana...
“Hasta la fecha de las gloriosas apariciones, la conversión de los indios había sido muy lenta, pero a partir de ese día las conversiones se registraban a millares; es que la Reina del cielo, la Inmaculada que quería asentar sus reales en la colina del Tepeyac, para ser desde allí nuestra Reina, nuestra Madre, nuestro consuelo, nuestra guía, al tomar posesión oficial, por así decir, de nuestra…
Tumblr media
View On WordPress
0 notes
i-did-not-mean-to · 1 year
Text
Gold-digger
Tumblr media
(Where does the Blue Filter come from? Idk)
Here goes the dumbest, most OOC story I've ever written. @scyllas-revenge, my beloved friend, I hope you'll have a good laugh about this!
Théoden lives
Words: 2.1 k
Warnings: OOC, Modern!AU, ageism
Characters: Théoden x OC, Farawyn, Éomer
Tumblr media
“Oh, we’re really in it this time,” Éowyn moaned as she wrenched the steering wheel around so suddenly – sending her car sliding into an alarmingly tight parking spot – that Faramir’s head slammed into the passenger window. “You say you love me, why don’t you do something?”
Rubbing the bump that was already forming at the point of impact, her boyfriend gave her a doleful side-glance. “You’ve had the honour of meeting my own, woefully single, father,” he then said carefully, “what in our dealings made you believe that I hold any sway over the hearts and minds of aged men?”
“True,” she conceded readily and nudged him gently to express her love and support as she knew the dichotomy between filial piety and taciturn exasperation that constituted Faramir’s relationship with Denethor only too well. “Nonetheless, it’s absurd that this woman…I mean…” She huffed in frustration when the blood rose to her face and choked off whatever ungracious words she had been on the brink of uttering.
“She’s young enough for him to have held the reins while she sat on a blasted pony!” she finally cried out and banged her fist into the steering wheel. Unfortunately, her anger had compromised her aim and she squarely hit the car’s horn which announced their arrival rather irrevocably.
“I’ve found,” Faramir interjected cautiously, “that it is often best to smile and nod. Try to be polite, my beloved and to not let prejudice cloud your sharp mind.”
The glower distorting her pale, handsome face made him flinch, but his steady kindness and endless patience didn’t waver.
With another groan of annoyance, Éowyn grabbed the bottle of wine rolling around in the rear and got out of the car tempestuously, ready to meet this hostile interloper camouflaged as her uncle’s new flame.
Stomping up the broad stairs leading to the stately manor that had been the castle and island of her maidenhood daydreams, she tried to wrestle her face and temperament into a semblance of civility which was unfortunately blown away like a thin layer of mist by a gust of north wind as soon as she rang the doorbell and came face-to-face with her broadly grinning brother.
“You’re late,” Éomer jeered and stepped aside to let her and her boyfriend enter. “Uncle and his girlfriend are waiting anxiously for you.”
He savoured the title of “girlfriend” entirely too much, Éowyn thought, and the way he stressed the “girl” part made her skin crawl.
When her brother had first told her about the woman who had shown up on in their kingdom – he and their uncle had devoted their life to breeding, training, and selling only the finest horses – Éowyn had harboured cautious hopes for Éomer.
Too long had he dwelled under Théoden’s wing like a careless youth, unheedful, untroubled, and unwed; he had at least as much pedigree as his horses and he would make a fine husband in Éowyn’s not entirely objective opinion, tainted as it was by the steadfast love she bore her only brother.
Never in a thousand years would she have expected any young, nubile lady to take an amorous interest in her aged uncle instead.
“Éowyn,” that self-same kinsman cried as he stepped into the foyer to embrace her; the love they shared was deep and earnest and – for a second – Éowyn wondered whether the overflowing wrath she desperately tried to contain was but puerile jealousy because she’d have to share his affection with another woman henceforth. “Come, I want you to meet her!”
As his broad frame blocked out the light pouring from the living room, Éowyn had to admit – if only to herself in the privacy of her own thoughts – that her uncle was still a good-looking man. Tall and proud, Théoden sported long, luscious hair that had lost much of its colour but none of its vitality, and his eyes were bright and clear as he looked expectantly at her while she shrugged out of her coat.
How could that wise, temperate gaze that had witnessed her every shameful failure and soaring success now turn onto another face with cupidity and desire? It was unthinkable. It was wrong!
“Good evening,” Faramir greeted politely and clasped the strong, calloused hand extended to him eagerly. “I am so sorry we are late. There was a lot of traffic.”
He could see in the softening of Théoden’s gaze that he saw through the blatant lie easily but – unlike his own sire, Denethor – his treasured girlfriend’s uncle was too noble and generous by far to point out such a testament of petty weakness and craven mendaciousness.
“You’re here now,” the stately personification of honour and familial loyalty said in a conciliatory tone and led them into the living room with a gesture that brooked no opposition.
Of course, he had seen the pugnacious gleam in his niece’s eyes and braced for the tempest darkening the horizon of a peaceful evening of joyful togetherness.
Faramir followed obediently but shot a last warning look at his golden-haired warrior bride in hopes that his silent plea for lenience and understanding would sway her savage heart.
Sullenly, Éowyn followed; as soon as her eyes grew accustomed to the much brighter salon though, they narrowed suspiciously.
The stranger standing by Éomer’s side now was short and, by all appearances, soft. Her hair fell in messy waves onto narrow, sloped shoulders and her painted mouth was moving quickly as she unleashed a salvo of words onto the slowly blinking man.
In that first moment of recognition, that vaguely foreign-looking and distinctly unwelcome woman struck Éowyn as garishly coquettish and distastefully youthful, an evil succubus deploying her nefarious wiles to ensnare every man Éowyn had ever held dear.
Biting down on her rising temper, Éowyn thus merely ground her teeth in seething, irrational rage as she watched her uncle float towards that intruder who was still drowning poor Éomer in a flood of logorrhoea.
“No business talk tonight, my love,” Théoden chided her softly, his hand – the very hand that had held Éowyn’s through many a troubled night – coming to rest possessively on the small of her back.
She was no great beauty, Éowyn thought with a tinge of base cattiness for which she felt immediately ashamed; such thoughts were beneath her and she resented the woman for making her fall so low.
No, indeed, that creature looking up at her uncle with a warm glow in her dark, almond-shaped eyes struck her as comfortable and comforting more than outrageously titillating.
“You are right,” she replied with a rueful smile and tilted her tanned face up to receive the tender kiss of a man old enough to be her father.
Nevertheless, Éowyn could not discern any indication of dishonesty in the way her mouth melted into a broader, brighter smile as the bearded, lined face of Théoden withdrew from her own.
“Come and meet my niece,” he invited and, swallowing her tiny hand in his own sturdy palm, he pulled her gently towards the newcomers.
“Behave,” Faramir hissed warningly into his fiancée’s ear. “Your uncle looks really happy. Doesn’t he deserve to feel loved and cherished?”
Instantly, Éowyn turned her burning gaze upon him inquisitively.
“I think you do him wrong by barring him from that kind of bliss on account of his age,” Faramir whispered but was interrupted by the arrival of the improbable couple.
“My sweet,” Théoden said gravely to the woman by his side, “this is my niece Éowyn whom I love like a daughter.”
The woman bowed as well as her tight, black dress allowed it and gave Éowyn a slightly nervous smile.
“I am closer in age to you than to your uncle,” she then stated the obvious and addressed the elephant in the room. “I am sure you must have misgivings if you love him only half as well as he loves you and your brother.”
“Indeed,” Éowyn grunted and squeezed Faramir’s hand for support; his calm, steady, serene presence grounded her and prevented her not to fly into a panicked rage again.
“Darling,” Théoden cut in sharply, “I am sure that – as much as I adore them – neither Éomer nor Éowyn are to have any say in my private life.” “Your every decision is informed by your love for them,” his new girlfriend expostulated gently, “and I know how much their disapproval would hurt you. I can only hope that they’ll give me the chance to explain myself and convince them that I have no sinister, ulterior motives.”
Éowyn’s eyes flickered around the room in search of some point she could focus on; she was drowning on the inside in a flood of tears she would not shed in sight of that damnable vixen.
“Éowyn,” Théoden called her cautiously and her heart broke. He looked so cosy in his woollen sweater and outdated corduroy pants; everything about his soft beard and gentle smile was a living, breathing monument of the safety and happiness of her childhood, and yet, everything was so dreadfully different tonight.
“You should get a nurse and not a lover,” she spat and bit down on her tongue viciously when the dart of petulant dismay found its mark and her uncle’s eyes darkened with pain.
“I am not a doter yet,” he declared imperiously, pulling himself up to his full height. He had ever been a proud man, just and brave, and – for all that he had been to her in the absence of her parents – he deserved better than this. “Or would you lay me to rest already?”
The choked sound of shock Faramir uttered behind her and the dumbfounded look on Éomer’s face only exacerbated the shame flooding Éowyn’s mind and soul and painting her face a guilty crimson.
“Oh uncle, forgive me,” she pleaded, taking hold of his hands and lifting them to her lips in profound contrition. “I’ve never meant to speak such cruel words.”
“You’ve ever been hasty and stubborn,” Théoden acknowledged not without a hint of deep affection; he was slow to anger and quick to forgive, and his willingness to pardon her trespass only made Éowyn feel more wretched with culpability and grief.
“You’ve spoiled us too much,” Éomer commented lightly, “and we are loath to share your attention and love with anybody else.”
He turned to his sister with a stern expression on his comely face. “Which is unfair,” he went on, enunciating every word painstakingly, “as you’ve welcomed many a friend and lover of ours in your home only too willingly.”
“He is right,” Faramir backed his future brother-in-law eagerly, “you have been nothing but good to me.”
Théoden’s flinty eyes thawed into the mellow expression of fearless devotion once more.
“You’ll always be my best girl,” he said, bending over Éowyn’s ear as he had done when she had been but a ferocious, little girl and they had pretended to exchange shocking secrets, “and only too soon will you have to brave your adventures without me. Grant me the solace of a loving hand to hold at night and of relishing the last taste of spring on my lips before winter claims me!”
“Hush now,” the woman chided sharply, “this is a day to be merry for your niece and nephew – much discussed and praised, I assure you – have come to eat with you. As you’ve said, my dear, you’re not a geriatric jade yet. Let’s eat and drink to many more years of spats and reconciliations. How about that?”
Éowyn watched, mesmerised and chagrined by her own folly, as her uncle inclined his head once more to press another loving kiss onto the cheek of the woman who beamed at him with a love that was certainly less idealising and possessive than the one burning in Éowyn’s chest but not any less real or sincere for all the clear-eyed realism tempering it.
“You are right,” Théoden admitted and glanced at the old, scratched-up watch slung around his strong wrist. “Should I get the dish out of the oven?”
“Yes, you intrepid warrior,” she giggled, “you go brave the wild fires of your murderous stove and I shall see to it that your niece and her man get something to drink. All that hissing and growling must parch even so fair a throat.”
With a benevolent wink, she grinned at Éowyn and Faramir and motioned towards the small cart stacked with various liquors.
“I think,” Faramir whispered into Éowyn’s ear as they drew nearer, “that I could grow to like her.”
“Béma have mercy,” she replied in the same hushed tone, “but I think I could too.”
Tumblr media
There we go, my humble, shameful, misguided effort to have a living Théoden...
I am awaiting the throwing-up emojis in our DMs :D
Love you!
Tumblr media
24 notes · View notes
seasideretreat · 4 months
Text
The circle of life
Some of us will say that life is a curse: that time is an illusion, that we must free ourselves from, and that we must move casuistically into the netherworld of being and nothingness, to see the true essence of the Here and Now, or the emptiness of existence (a kind of reciprocity). But this is - verily - the purest sound of being automatic and senseless.
The hoary old sages of the eternal time are venerable entities of systematic thought, that fool around in the majestic nature of exalted, edified nutrition and togetherness, that has no bearing on the cantankerous vicinity of ferocious cunning that provides only temporal releases from the buildings of architectural simplicity that goes nowhere; so, in fact, the building-blocks of artificial synonymity are drawn back to the furrows of therapeutic attenuation that sees no brilliance in the kept majorities of democratic synonymity, which is now the hope of the governmental statesmanships that point indiscriminately towards the variety of deconstructive analyses that make the man who builds his house on the rock in fact realize his manifold attenuations to the happy virility of dependant captainships in the structure of play and verisimilitude. Wisely, then, our initial thought of "love" then is reduced through a magical act to the chemistry of solidary acquirements in the purpose of magisterial seigneuriality against the hopefulness of detrimental causes and virile acquirements against the visibility of visual examinations that corrupt the status quo. In this totality, buildings of rarified enunciation are opportuned to the viscerality of tentamount normalcy that gives us a brink of seriousness in the bellicose nonsense of synonymic arrests that we have found in the brilliance of correct usage of terms in the examinatoric revelations that send us, impossibly, to the borderline of acquaintance and research.
Kierkegaard described Hegel as having built a vast mansion of thought, but occupying just a tiny kitchenette in the back himself. Arguably, then, the filial piety of these vehement Buddhists that have conveyed a post-colonial revolution to the builders of the new world will certainly not encounter structural tendencies in the brilliance of visual tendentiality in the wilderness of kinetic feeling and amorous divisions in the grave tendrils of the cosmic unity. Therefore, I will say that the family is certainly a complete home in the constructive sense, but only a factory or workshop in the operative sense. So normal accounts of the future are in fact symbolic; and the geography of terrorism is frankly countered in the schizo-religious amateurism of the present moment, which is just a military, Anglo-Saxon Protestant work ethique, that forever sends us spiraling towards criticism, practicals and contrasts. In summary, life is a fight, but gentility is possible, and moreover, a pastime.
2 notes · View notes