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#edith l blackwater
benjaminoeladivino · 4 years
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Avatares con rojos  ❤️
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pennydreadfulrpg · 4 years
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Cacería salvaje.
Leanne y Edith.
Link al tema de rol.
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dreamingofkaggen · 4 years
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Dia!kwain
Dia!kwain and his brother-in-law ≠Kasin were the next two prisoners from /Xam-ka !au who would come to Mowbray. They, unlike //Kabbo and /A!kunta, were !nussa !e, Grass Bushman; those who lived on the grassy plains of /Xam-ka !au. They originated from what the Boere called the Katkop mountains and spoke a dialect of /Xam which was different to that of the other two.
They had both served 3 years of a 5 year sentence at Blackwater prison.
Dia!kwain, who we'll focus on, was somewhere around thirty years old when he arrived at Mowbray. During his stay at Blackwater, he had been reprimanded for disobedience and for the possession of dagga (cannabis). He was around 160 centimeters tall and was described by B&L as an incredibly gentle man in spite of his appearance; the scars under his eye and on his wrist suggested a somewhat more violent man.
"So I kicked him and knocked him down, and he got up, he seized my throat. I was laden with ostrich eggshells of water, having been to dig up water, and I was carrying a gun as well."
His mother /Ko:ang (the : representing the lengthening of the vowel) was related to //Kabbo through marriage and was from the same area as /A!Kunta, the Strondbergen. She was called ≠Kamme-ang at birth by her parents, this was her little name. She got the name /Ko:ang, start back, because whenever you told her something she would start back in surprise.
She disappeared years before her son's arrests. "Probably killed by the Boers" was Dia!kwains explanation.
His father was named Xättin, his little name being ≠Gwai-/ka. Xättin meant Clay Hand, a name he earn when on a Springbok hunt; his foot fell in a crack in some clay, causing him to trip and dislocate his hand.
Xättin had been taught many things by a man named !Nuin /Kuïten, a rain's man, a !gi:xa. He had been killed many years prior by farmers after he had taken the form of a lion and killed one of their oxen; they shot him but he fought back leading them to flee. He would succumb to his wounds after telling Xättin many things about the rain.
Dia!Kwain's stories about his family would make up a large proportion of the narratives that he would tell B&L; his mother in law /Xarrang/Xarrang who looked and walked like an ostrich, his aunt Tano-!khauken who would turn herself into a lioness and his grandfather !Xugendi who would call upon the spirit of /Xarrang/Xarrang to blow the mosquitos away from him whilst he slept where among the many family members he mentioned in some capacity to the two.
Their family would have amicable memories of the man. Edith, Bleek's daughter and Lloyd's niece, who was a young child at the time of Dia!kwain's arrival, said "he was a soft hearted mortal , who would not, unprovoked, have hurt a fly."
Dia!kwain's dealings with !gi:xa had not always been positive. One had shot at him with an invisible arrow when he was around 11, causing him to fall into a deep sickness. He was taken to another named !Kwarra-ang, who could heal people through a process known as snoring. Her husband ≠Gerri:sse was killed by a Boer when he was out collecting poison for his arrows in preparation for a hunt; their young child was also killed.
Dia!kwain and ≠Kasin were incarcerated for the murder of a farmer.
The farmer had threatened to kill their camp; to bring back a commando and massacre their families due to them having possibly stolen and eaten one of his sheep. The two acted quickly. Dia!kwain hit the man with a gun he had on his person and ≠Kasin shot at him on the saddle.
The farmer fled and was found by his friends dead some kilometers from where he had been shot.
These are the events which would lead to the two's arrest and incarceration.
He and his brother would leave Mowbray in March 1974 but returned a few months later in June with his sister and her and ≠Kasin's two children. Out of the 5, Dia!kwain would be the only one to stay after Bleeks death a year later, he himself becoming sick with a lung infection.
He did not die of lung disease.
He too would leave a few months later, intending to return after spending some time in /Xam-ka !au with his people.
He was never seen again.
He did not die of lung disease.
A decade later Lloyd had found some relations of his who said that he had went to look for work, keeping sheep for a farmer with initials NL in the Free State at a place called Klaver Vlei.
He never left Northern Cape.
He never found his son
He never found work with a farmer named NL
He did not die of lung disease.
He was lynched by farmers; friends of the one he killed.
We do not know where he was buried.
He did not die of lung disease.
"Finished, our thoughts, ascending, leave us, while our bodies are those which lie in the earth. Therefore, our thoughts leave us."
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benjaminoeladivino · 4 years
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Long days
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Mientras en el exterior las gentes de Londres aprovechaban los últimos minutos de sol de un día particularmente soleado, en el interior de la Mansión Blackwater las ventanas se encontraban firmemente cerradas y la mayoría de sus habitantes —a excepción de la matriarca, un fantasma del pasado acostumbrado a vagar sin rumbo por la mansión— reunidos en comunión en el centro de la misma. El propio Douglas había pedido a la mitad de sus trabajadores que se marcharan temprano a sus residencias y había encerrado a la otra mitad en una sala contigua al salón en el que se encontraba a la espera de recibir algún tipo de orden. Ninguno de ellos era capaz de explicar el extraño comportamiento del cabeza de familia, pero entre ellos circulaba ya el rumor de que una maldición había azotado a la familia, una maldición en forma de desaparición: el barón Maxwell había desaparecido súbitamente de la ciudad sin dejar mayor rastro tras de sí que una chaqueta olvidada en un callejón poco concurrido. El único familiar que quedaba vivo de la familia, su tía Mary Jane, se había mudado temporalmente a la residencia Blackwater a petición del propio Douglas mientras la situación no se solventaba y entre los tres se respiraba un ambiente poderoso de compañerismo culpable. Compañerismo porque sin duda empezaban a hacer un buen equipo mientras se organizaban para intentar hallar pistas del desaparecido. Culpable porque sabían que faltaba uno en aquella comunión.
De pie en mitad del salón, Douglas Blackwater daba vueltas sobre sí mismo, intentando hallar alguna explicación a por qué nadie en la ciudad había conseguido hallar una pista de la desaparición de un hombre casi dos semanas atrás. A pocos metros de él se encontraba Mary Jane, sentada en la misma silla desde aquel mediodía, momento en el que los tres habían intentado comer algo acompañados por silenciosos sirvientes y un banquete que ni siquiera había servido para alegrar sus cansados rostros. Después de haber intentado ayudar a los trabajadores a retirar el servicio, Mary Jane le había dado la vuelta a la silla para encararla hacia la mitad del salón y poder ser partícipe de la pequeña conversación que se había dado minutos atrás en los que Douglas se había preguntado en voz alta, una vez más, dónde podría estar Sean Maxwell. Edith ni siquiera había respondido. Sentada en el pequeño sofá de color rosado herencia de sus abuelos maternos, la morena se encontraba cabizbaja, con las manos sobre la sien y los ojos cerrados. Desde pequeña había tenido facilidad para percibir ciertas cosas, producto de una herencia mágica que ni siquiera sabía que tenía. Durante aquellas semanas, Edith se había obsesionado con la idea de poder encontrar a Sean y había forzado su mente hasta el punto de quedar prácticamente exhausta. Su cabezonería la había llevado a no dormir por las noches intentando usar aquel don al que había restado tanta importancia a lo largo de su vida y Douglas había llegado a la conclusión de que lo mejor era intentar ayudarla a encontrar lo que fuera que deseara en vez de, como había hecho las primeras noches, encerrarla en su habitación y obligarse a creer que su hija estaría descansando.
—Tiene que haber alguna pista en algún sitio —concluyó Douglas, por tercera o cuarta vez durante aquella tarde, deteniendo sus pasos y contemplando a la nada con gesto firme. Mary Jane le dedicó una expresión dulce, aquel tipo de mirada que alguien le dedica a un animal al que compadece. Incluso ella, que no conocía tanto a Douglas como su propia hija, era capaz de ver que el cazador se había obcecado en aquella idea y se encontraba prácticamente en un callejón sin salida. Edith ni siquiera le contempló pero por primera vez desde que se habían encerrado, decidió responder. Malinterpretó el estado de confusión de su padre y creyó que aquel comentario estaba dedicado a sus intentos —inútiles según ella— de encontrar al hombre del cual estaba enamorada.
—Ya lo sé, por eso estoy intentando encontrarla.
—Tiene que ser más sencillo. Tiene que haber algo que hayamos pasado por algo —respondió Douglas, claramente sin haber escuchado la respuesta de su hijo. Mary Jane les contempló a los dos en silencio y recordó la conversación que había tenido en la cocina con ellos dos días después de haber denunciado la desaparición de su sobrino: los problemas de bebida de Sean. Todos los tenían presentes, pero ninguno de ellos parecía querer hablar del tema. Era una conclusión tabú, la idea descartada eternamente que ninguno de ellos creería pese a que fuera, finalmente, cierta; que Sean había sufrido algún tipo de accidente tras haberse dado a la bebida. Quizá no necesariamente por debilidad, quizá por felicidad, pero las consecuencias habían sido las mismas. Edith había descartado esa idea, como si careciera de sentido, y se había esforzado en demostrar, en base a malas miradas y respuestas tajantes, que no admitiría que ninguno de los presentes, ni siquiera los trabajadores, se atrevieran a mencionar de nuevo el tema—. Podría volver a enviar a mis hombres al callejón donde encontramos su abrigo. Estoy seguro de que si miran mejor…
—¡No encontrarán nada si miran mejor! ¡No hay absolutamente nada! —le cortó Edith, apartando las manos de su sien y contemplando a su padre con furia. Douglas ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar a las palabras tajantes de su hija—. No hay nada, no han dejado pistas. Alguien se le ha llevado y quiere hacer algo con él. Algo malo. Nuestra única opción es que yo pueda encontrarle haciendo uso del vínculo que compartimos ¡pero ni siquiera eso ha dado resultado porque por más que me esfuerce sólo veo una ventana redonda y sonidos de crujidos metálicos! Huelo incluso ese metal, ¿pero qué importa si no soy capaz ni siquiera de saber qué significado tiene un maldito círculo de luz?
—Edith, no tienes que ser tan dura contigo misma, no te hará ningún b-
—¡Dejad de compadecerme! Sólo tengo que encontrar alguna pista y no estoy siendo capaz. ¿Tú crees que es compasión lo que necesito ahora mismo? —le echó en cara, apartándose el cabello del rostro. La discusión de los dos Blackwater impidió que alguno de ellos pudiera escuchar el característico sonido de la campana de la puerta principal siendo tocada. Uno de los trabajadores se sintió lo suficientemente valiente como para salir de la habitación en la que habían sido confinados todos ellos y penetrar en el salón. Hizo amago de acercarse a la pareja pero su valentía murió en el mismo momento en el que Edith se levantó para seguir reprochándole a su padre su actitud y demostrándole su culpabilidad en ese asunto. Edith se encontraba ojerosa y pálida, algo que llamó bastante la atención del trabajador. De pronto, el hombre se distrajo al notar que había alguien en la sala que sí le contemplaba: Mary Jane. La mujer asintió con la cabeza y sin necesidad de palabras le dio permiso para acudir a la llamada y recibir a la inesperada visita, algo que calmó al hombre de sobremanera. El trabajador desapareció del salón en el momento exacto en el que Edith alargaba la mano hacia un vaso de cristal que se encontraba sobre la mesa y lo alzaba, simplemente con el poder de su mente, unos centímetros—. Puedo hacer esto y no puedo simplemente seguir un olor. ¡Hasta los monstruos con los que nos asustáis son más útiles que yo!
—Edith, no has tenido ningún tipo de entrenamiento. Es normal que no puedas encontrarle. ¡Ni siquiera sabemos si una bruja de alto nivel sería capaz! No sabes qué es lo que le ha tomado y podría ser cualquier cosa más poderosa que nosotros mismos.
—Pues nosotros tenemos que ser mejores —concluyó, entrecerrando los ojos. En el mismo momento en el que lo hizo, el vaso que había alzado empezó a agrietarse. Edith sintió que los oídos empezaban a taponársele y que el sonido dejaba de llegar claro a su cerebro, pero no se detuvo. Se había acostumbrado a la sensación de haber sobrepasado los límites de su humilde poder—. Porque la policía parece que no haga nada, tus amigos no hacen más que darnos falsas esperanzas y mientras va pasando el tiempo sigue habiendo un hombre allí fuera que necesita nuestra ayuda. Y cuando le encontremos, si es que le encontramos, puede que ya sea demasiad-
Edith se detuvo al escuchar un crujido metálico procedente de la entrada al comedor. Extrañada, se giró hacia atrás solo para contemplar el invitado que había llamado usando la campana de la puerta de entrada. Se trataba de un hombre rubio de rostro alargado y ojos claros. Estaba más pálido que la última vez que Edith le había visto pero a la vez parecía tener más energía y los hombros caídos que antaño le habían hecho parecer un hombre débil y sin pretensiones se encontraban en aquel momento cuadrados al milímetro. Sentado en su silla de ruedas oxidada, Virgil penetró en el salón casi sin ser invitado, pues Edith pudo ver al trabajador que corría tras él para evitar que el hombre cuya visita no había sido programada, pudiera llegar más lejos. El cómo consiguió Virgil correr más que un hombre con sus dos piernas intactas fue un misterio para Edith, pero también lo fue la expresión de confianza que acompañaba la sonrisa del hombre que acababa de llegar. La morena frunció el ceño y le contempló con desconfianza, preguntándose si Douglas no habría ya hablado con él para cancelar la boda. Sí, se dijo, lo había hecho. Ella había estado delante. ¿Qué hacía entonces Virgil ahí?
—Buenas noches —saludó el hombre, con educación—. Siento tener que presentarme sin avisar.
—Virgil, no creo que sea un buen momento…
—No, querida, lo es. Te veo estresada y aunque no te lo creas, sigo preocupándome por tu bienestar a pesar de nuestra separación. ¿No te dio la buena nueva tu padre? —preguntó entonces el hombre, consiguiendo que Edith cambiara su expresión de disgusto por una de curiosidad. Con un toque de inquietud, la morena se giró hacia su padre, quien le devolvió la mirada con aire ausente. Edith conocía aquel tipo de respuesta visual: su padre le había estado ocultando algo. La morena recordó el episodio de euforia por el que había pasado Douglas cuando los dos habían ido a la Mansión Maxwell por primera vez y se preguntó si el nuevo estado confiado de Virgil tendría algo que ver con aquella carta que su padre había recibido antes de encaminarse hacia su cita. Edith se giró hacia Virgil y decidió esperar a que fuera él quien le respondiera—. Después de nuestra pequeña fase —empezó, consiguiendo que Edith enarcara una ceja por la manera en la que el hombre se refirió a romper un compromiso de matrimonio— hice grandes avances en mí mismo. Me esforcé por recuperarme, trabajé duro. Quería ser el hombre que merecía estar a tu lado, arreglar nuestro pequeño malentendido. Incluso le escribí a tu padre anunciándole que estaba mejorando. Quería que te dijera que podías confiar en mí y tener esperanzas. Ya sabes que por ti soy capaz de mover montañas, Edith.
—¿Éste es el antiguo prometido…? —preguntó una voz en un susurro. Virgil abandonó su sonrisa para contemplar de reojo a Mary Jane, la mujer que se había hecho notar sin desearlo dirigiéndose al trabajador. El hombre asintió con la cabeza, incómodo, y la tía de Sean Maxwell hizo lo posible por volver a pasar desapercibida en una conversación en la que parecía que no se esperaba su intervención.
—Tengo algo que enseñarte, Edith. Pero tienes que venir conmigo —le hizo saber Virgil.
Edith no reconoció a su antiguo prometido. Siempre había pensado que Virgil era demasiado cerrado de mente, demasiado dado a ligar con desconocidas y demasiado agarrado a las normas y reglas de la sociedad. Le había menospreciado desde que supo que su padre les había prometido y su interés en él había decaído desde que Virgil entró en una extraña depresión tras su accidente a caballo. El hombre que ella había conocido jamás habría actuado con la confianza en sí mismo con la que actuaba el nuevo y, muy a su pesar, Edith tuvo que reconocer que el hombre que acababa de entrar por la puerta le provocaba cierto temor. No le gustaba como pronunciaba su nombre y no le gustaba que alargara las S como si hubiera estado viviendo muchos años en un país europeo extranjero. La morena no sabía qué le había sucedido a ese hombre después de que Douglas le hubiera informado acerca del fin del compromiso que les unía a los dos, pero sin duda pensó que tenía que haber sido algo terrible. Virgil parecía otro.
—Ahora mismo no es un buen momento.
—¿Porque estás preocupada por la desaparición de tu actual prometido?
La pregunta tomó por sorpresa a Edith, pero la mujer se esforzó por intentar aparentar que no había sido así.
—Eso mismo.
—Te puedo asegurar que es un magnífico momento —la contrarió, sonriente. Sus ojos se movieron durante unos segundos hacia Douglas Blackwater, en silencio a pocos centímetros de su hija, antes de actuar. Virgil, el hombre que había permanecido postrado en una silla desde que un accidente a caballo le rompiera la columna algunos meses antes, apoyó las manos sobre los brazos de su vehículo, dobló las piernas y se levantó sin apenas esfuerzo. Edith contempló el gesto con los ojos muy abiertos, pero sin duda su sorpresa fue incapaz de competir con el sincero terror de su padre, un hombre que había presenciado los intentos de Virgil por levantarse y sus numerosas caídas ante la imposibilidad material de volver a sostenerse de pie. El patriarca de los Blackwater no lo dudó ni un momento tras presenciar aquel supuesto milagro: a una velocidad letal se colocó delante de su hija, protegiéndola y resguardándola de la mirada burlona de un hombre que no tenía ya ninguna dificultad para ponerse de pie.
—Mantente alejada —le pidió en un susurro a su hija.
Virgil entrecerró los ojos.
—Te dije que tenía buenas noticias. ¿Por qué luces tan asustado, Douglas Blackwater?
—Tu estado no es natural. Yo mismo presencié que ni siquiera sentías dolor en tu parte baja.
Edith dirigió la mirada hacia Mary Jane, segura en su silla al lado de uno de los trabajadores. Entonces buscó por la habitación alguna arma con la que luchar y encontró aquella espada en exposición que habían colocado en la pared acompañada por un escudo con el sello de los Blackwater gravado en él y un antiguo casco medieval. La firmeza con la que Douglas seguía delante de ella, empero, pareció ser suficiente aviso como para que Edith se replanteara abandonar aquel lugar.
—Puede no ser natural, pero eso no impide que me sienta mucho mejor. Y que quiera reparar el daño causado —aseguró, restándole importancia. Edith sintió que Virgil estaba dominando la conversación, algo que tampoco habría sido capaz de hacer el hombre aburrido y sin pretensiones con el que su padre la había prometido tiempo atrás—. Sois tan malos anfitriones que ni siquiera me habéis preguntado a qué se debía mi visita a la gran Mansión Blackwater, así que con vuestro permiso me permitiré ser yo quien tenga el gesto de anunciarlo: me gustaría invitar a la señorita Blackwater, mi prometida, a una cena en mi casa —explicó, alargando la mano hacia ella. Sus ojos se entrecerraron antes de añadir las condiciones—. Los dos solos. Esta noche. A la luz de las velas y de la gran luna llena que va a iluminar nuestras cabezas cuando la oscuridad se pose en nuestras tierras. Quiero poder compensarla por todo el daño que hemos sufrido los dos debido a mi accidente.
—Edith no va a ir sola a tu casa.
Las palabras de Douglas provocaron que Virgil recuperara su sonrisa.
—Entonces venid los dos. Organizaremos una pequeña cena que pueda ayudaros a superar la pérdida. Contrataré al mejor cocinero disponible y cuando hayamos terminado de cenar os enseñaré una nueva sorpresa. Quién sabe lo que podría ocurrir si me rechazarais. —Pese a hablar en plural, Douglas sintió que aquella amenaza estaba únicamente destinada a él y que el precio a pagar bien podría ser la cabeza de su hija. Sintió que no tenía otra opción y cuando habló, lo hizo en tono firme. Aquel que impedía que alguien pudiera actuar en su contra.
—Preparad un carruaje; esta noche cenaremos en compañía de Virgil. Quiero a los cocineros preparando la cena para nuestra invitada Mary Jane y quiero que tras nuestra marcha se cierre la mansión a cal y canto. No quiero ver a ningún trabajador correteando por aquí a horas indebidas y tampoco quiero llegar y descubrir que no se han cumplido mis peticiones —anunció, empezando a señalar a aquellos hombres y mujeres que, desde su habitación aislada, admiraban la escena con ojos sorprendidos y un cierto temor por la aparición de Virgil. Sin proponérselo, el hombre parecía ser capaz de aterrar incluso a aquellos que no tenían sus ojos sobre su figura—. Quiero que Helene ayude a Edith a vestirse. Raymund, tú conmigo. Estaremos listos en una hora y nosotros mismos llegaremos a su residencia. Mary Jane, espero que puedas quedarte en nuestra casa hasta que volvamos. Si recibieras alguna noticia del paradero del barón querríamos saberla a nuestro regreso.
Mary Jane asintió.
—Y ahora, Virgil. Le pido que permita que mi hombre le acompañe a la puerta…
Virgil negó con la cabeza.
—No te preocupes, Douglas, Sé dónde está la salida. Sienta bien ser tratado como merezco por una vez. Edith, preciosa… —empezó, atrayendo la atención de la mujer. Douglas no se apartó de delante de su cuerpo—. Nos veremos esta noche.
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benjaminoeladivino · 3 years
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Un edit de hace bastante que he encontrado en mi ordenador ;u; Guardo buen recuerdo de él <3 Tenía que publicarlo x3
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pennydreadfulrpg · 4 years
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Humanity ... Divine treasure ...?
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pennydreadfulrpg · 4 years
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