Tumgik
#el sol
frontyard-stars · 2 months
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Sun and moon from early this morning EST time! If you look closely, you can see the small sun spots that are currently passing over. Don't be fooled by their camera size- they're bigger than the Earth!
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fidjiefidjie · 6 months
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🗞 "The Reader" 📰
Huile sur toile 🎨 de Fernando Botero 2013
Bel après-midi 👋
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serenitygrove · 3 months
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“kiss me and you will see stars
love me and i will give them to you”
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desorden-en-letras · 8 months
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Mis lágrimas remojan los recuerdos tristes y nacen espigas dolientes que luego se enredan en la cabeza formando fisuras, pero amanece y el sol las va cerrando de a poquito.
Sara María
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solxs · 1 year
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Te observo por las noches mientras duermes junto a mí, es hermoso admirar el tono de tu piel, pálida como la luz de la luna. Me gusta estar contigo al despertar y que juntos brillemos más que el sol.
healygt
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fromhabana · 1 year
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chaosandthe-deadblog · 7 months
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El Sol
Han pasado unas dos semanas desde que falleció Pato, y unas tres desde la última vez que dormí.
Es verano y a alguien tengo que culpar por eso. La plaza es un verdadero infierno, un infierno alegre, soleado y agobiante, vacío como un desierto. No es culpa de nadie.  Hace calor y de igual manera no puedo quitarme el saco. El sol me fulmina burlonamente feliz, como si supiera de la pérdida de mis noches.
Pato trabajaba en las noches y yo durante el día. Cuando yo dormía él se sentaba al lado de la cama, leyendo sus mails en la computadora, calmandome con el suave ronroneo de su presencia; el subir y bajar de su respiración y sus dedos, tan gentiles como la luz de luna, escribiendo despacio para no despertarme. Porque él era gentil, callado como las noches en las que él se quedaba hasta el alba; solía decir que el silencio de la ciudad durmiendo lo ayudaba a pensar. Para mi, su compañía en mi sueño era como un recordatorio de que yo seguiría vivo en la mañana.
Pato pasaba la mayor parte del día durmiendo y yo aprovechaba para trabajar en el living de la casa. No hacía el intento de imitar la suavidad con la que él me trataba, yo no soy así, simplemente. No podría ser nunca así. El día brilla sin perdón ni vergüenza, el día es fuerte, el sol le quita el lugar en el cielo a la luna. El sol que le dice, “descansa, ahora me ocupo yo.”
Yo no era silencioso como Pato. A él no le molestaba, o eso me decía a mi.
— No puedo dormir en silencio — solía decirme cuando le pedía perdón por el ruido —. Hace lo que quieras. Me ayuda a descansar.
Yo siempre me sentí mal por eso. No podía evitar la sensación de que me lo decía porque sabía que mi presencia agobiante no iba a cambiar nunca. Pero siempre pareció feliz mientras dormía a la luz del sol, y, cuando despertaba cuando yo terminaba de trabajar, siempre me escuchaba a pesar de que yo no tenía nada interesante que decirle. Le gustaba escucharme, o eso creo, él era callado como la noche y yo hablaba como los pájaros mañaneros. A veces me sentía mal, porque nos veíamos tan poco durante la semana, pero él decía que podía sentir mi presencia cuando dormía en el día, y yo sabía que sentía su presencia cuando descansaba en la noche.
Pero no importa eso ahora. Está muerto y yo ya no duermo.
Ahora mismo, sintiendo el sol en la cara, me acuerdo de la primera vez que dormimos juntos, porque no siempre tuvimos el arreglo que terminamos teniendo, teníamos demasiada vergüenza como para pedirle algo al otro.
Es raro pensar en eso. Éramos un par de pibes. En una época fuimos pibes. Fuimos pibes y yo todavía le decía Patricio, porque Pato era un cariño que yo no me había ganado. Fuimos pibes y él todavía no se tenía que afeitar la barba, mi pelo todavía era del color del sol y dormimos en la misma cama un día que mi madre trabajaba hasta tarde.
Esa fue, también, la primera vez que me había pedido algo. Él era callado, no le pedía nada a nadie. Si no hubiese estado yo tan cerca de él no lo hubiese escuchado, a veces pienso que ni él quería que yo lo escuchara. Pero me lo pidió, y yo no le pude decir que no. Me acuerdo, quizás demasiado bien, que esa noche él se había quedado despierto, acostado al lado mío con una mano en mi pecho, que subía y bajaba más rápido de lo normal. Hacía calor esa noche, pero era invierno. Las mantas esconderían cualquier error que fuéramos a cometer, en ese momento y para siempre. Pero con mis ojos cerrados y él tan cerca mío yo fui capaz de olvidarme del frío que hacía, de que la luna era nueva y aún no dejaba que el sol la iluminara, de que mi madre lo odiaba a él y a mi por quererlo, y por unos breves segundos fui capaz de perder la conciencia, sintiendo lo que era la paz de estar muerto, muerto y feliz.
Me crece en el vientre una sensación de angustia que se retuerce hasta que me dan ganas de vomitar. Pero no lo hago, no serviría de nada. Está muerto, me digo. Está muerto. El sol es agobiante, y no encuentro la culpa.
Esa angustia se vuelve rabia, enojo, una cólera que me hace cerrar los puños hasta que se me clavan las uñas en las palmas. “Un poco más y sangraría,” pienso. “Un poco más y estaría tranquilo.” Pero suelto la tensión antes de poder sacarme sangre. Sangre roja, caliente como el sol que me da en todo el cuerpo. El día es eterno, cuando se esconde el sol encuentro que la noche es tan oscura que no puedo ver nada, ni mis propias manos; y sin poder distinguir arriba y abajo, llego cada noche a la conclusión de que me he muerto, y espero a ver la luz de luna que suavemente me llevara a mi descanso, hasta que vuelve a encenderse la lámpara del cielo y mis pupilas se achican para no herirse por la luz.
Esa rabia es tan característica de mi, Pato solía decir que sin mis enojos no sería yo. Y es verdad, el odio era algo tan intenso y acalorado en mi cuerpo que a veces sentía que me dejaba ciego. Ahora ya no es más así. Ahora la luz de mi ira y la luz del sol se entremezclan, indistinguibles, y no tiene sentido gritarle al cielo. Dios no me lo quitó, no hubo intervención divina, fue una desgracia sin sentido que ni siquiera tuvo la decencia de darme alguien a quien culpar, a alguien con quien enojarme, alguien a quien pegarle, a quien desgarrar con mis propias manos y matar. Matar, matar porque me habían quitado la noche, dejando solo un día eterno que me quema la piel. Pero no fue culpa de nadie.  “Está muerto,” me digo, y el dolor no llega a darme ganas de llorar, solo quema un agujero en mi pecho.
Así es como yo solía matar hormigas con una lupa cuando era un nene, y ahora pienso que quizás ellas también sentían el dolor que siento yo. No fue culpa mía, yo no sabía que ellas sentían. Pero es verano y a alguien tengo que odiar. Hace calor. El sol me agobia, pero me aferro a la tela sobre mis hombros.
A mi madre nunca le había gustado Pato, o quizá solo no le gustaba que pudiéramos usar la ropa del otro. No sé. Ese saco me lo había dado él, no me quedaba grande ni chico, se sentaba sobre mis hombros con obediencia, como si fuera su derecho estar ahí. Como anillo al dedo. A mi madre nunca le había gustado, siento que le hubiera parecido mejor si hubiese sido un saco de Didi.
La hubiera mandado a la mierda cuando me fui de casa con él de no haber sido ella la que puso la plata cuando sus exámenes dieron positivo y se tuvo que operar. No lo hizo por él, lo hizo porque sabía que yo no habría aguantado mucho tiempo si él se iba.
— No digas eso — me decía él —. Eras vos el que se tenía que morir antes, ¿te acordás? Dale, no digas pavadas.
Lo habíamos prometido cuando éramos más jóvenes. Pato no quería dejarme solo, decía que le daba miedo que yo hiciera estupideces si no estaba él para cuidarme. Le prometí que me iba a morir yo antes que él, así él podía sentarse al lado de mi ataúd como hacía en las noches. No estoy enojado, él no tenía manera de saber lo que le iba a pasar. Pero sería mucho más fácil si pudiera estar enojado con él. Por cualquier motivo. No sé, por no haberse cuidado, por no haberme dicho cuando se empezó a sentir mal, por haber aguantado suficiente tiempo como para darme esperanza. Pero nada de eso fue su culpa. De nadie. No fue culpa de nadie, ni siquiera del sol que me quema la piel.
Bajo la mirada, obligado por el dolor en mi frente, y me toma un par de parpadeos notar las amapolas rojas que están plantadas en frente mio. Trato de encontrar algo bello en ellas, pero encuentro odio. Odio, odio, odio por su felicidad ante tanta luz. Pero no es culpa suya, tampoco. El mundo las hizo así, necesitan al sol tanto como yo necesito a Pato al lado mío para dormir.
Las noches llegan, porque el mundo no deja de girar a pesar de mis gritos, pero se vuelven una parte del día como cualquier otra. Una parte del día donde recuerdo porque odio la noche; una oscuridad en la que todo lo que puedo hacer es morir por unas cuantas horas para sobrellevar el pesar de vivir cuando no hay luz. Ahora ni tengo eso. Una muerte breve y feliz. Ni eso. Ni eso es culpa de nadie. Hace mucho que no duermo.
Quisiera que hubiese sido culpa de Didi, me hubiera dado una razón para no quererla. Pero Didi es una buena persona, yo esto lo sé. Ella me odia por mi crimen de no quererla. Didi nunca me culpó por eso, mi madre tampoco. Lo culparon a Patricio, porque ellas no le tenían el cariño de decirle Pato. Pero yo no la quiero a ella y ella no me quiere a mi y nadie mató a Pato. Es así de simple. Hay cosas que no tienen razón de ser, no hay a nadie a quien apuntar y gritar, no hay nadie a quien arrastrar por la calle, nadie a quien humillar.
Aun así, el sol me mira con un brillo burlón. El calor que genera en mi cuerpo me hace hervir la sangre, me llena de ira y odio. Odio, que es un calor tan parecido al de la muerte breve. Desearía que ese sol me matara de una vez. Levanto la cabeza y miro al sol otra vez, cubriendome la cara con una mano en un patético intento de generar un pedazo de noche sobre mis ojos, que tan cansados están de llorar y no dormir, y me doy cuenta que el sol no dejará de arder aunque yo arda más fuerte que él. Él no es así, simplemente. No podría ser nunca así. Brilla sin perdón ni vergüenza, le quita el lugar en el cielo a la luna.
— Descansa, ahora me ocupo yo — me decía cuando me iba a dormir, sentado al lado mio.
Arde en mi pecho una hoguera. Quema lo que queda de mis órganos, dejando un corazón que late como si estuviera tratando de cansarse. Me abrazo el pecho, cubriéndolo con el saco, generando más calor en mi piel, agacho la cabeza y suelto un gemido sin lágrimas – mis ojos son un desierto – pero convulsiono como un perro sollozando. Me aferro a ese saco de lana, lana que calienta y cocina mi piel a la luz de la fuerza que no me perdona. 
“Perdoname,” le ruego. “Perdoname.”
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red-goat · 2 years
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Opening 🎆September🎆 with some shitpost haha
Finally my fav part of the year begins!
*puts on a sombrero*
Voy a ir a tronar cuetes con permiso :D (not really fireworks scare me up close).
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cilantr0-whor333 · 21 days
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Solar Eclipse ~
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freackthejester · 6 months
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Made this for my funsies, here it is.
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fidjiefidjie · 8 months
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🗞 "Man with Newspaper: El Sol" 📰
Huile sur toile 🎨 de Fernando Botero 1996
Bel après-midi 👋
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downinmalibu · 2 years
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faantasizee · 1 year
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Jerry Wanek is now working on Superman and Lois
Source: Supernatural Then and Now podcast - Mystery Spot with Jerry Wanek (S3EP11)
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thesandybabex · 1 year
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𝒲𝒾𝓉𝒽𝑜𝓊𝓉 𝓎𝑜𝓊, 𝓂𝓎 𝓈𝓊𝓃, 𝐼 𝓌𝒾𝓁𝓁 𝓃𝑜 𝓁𝑜𝓃𝑔𝑒𝓇 𝓈𝒽𝒾𝓃𝑒��
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urlasage · 10 months
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