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#su mirada se desvió hacia otra mujer
bookishnerdlove · 5 months
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CRLOEX – 43
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Episodio 43 - Por favor ten cuidado   “... ¿Irene?” “Hermano Morgan. ¿Te sientes mejor?” (Morgan) “Oh, yo otra vez…” Morgan se sintió extrañamente renovado y con una disposición fresca. Esto se debió a que era la primera sensación que tuvo desde que sufría fiebre alta. Se despertó sintiendo como si hubiera retrocedido en el tiempo, o incluso mejor que eso. “¿No deberías descansar un poco más?” Miró fijamente a Irene a su lado, que lo instaba suavemente a descansar. Una niña que era tan marimacho como Alice cuando era joven se ha convertido en una mujer madura. Todavía no parecía real. Además, tuvo una sensación extraña. Cuando estaba a su lado, su fuerte dolor de cabeza desaparecía y respirar se le hacía más fácil. “...Tú lo sabes.” (Morgan) “Sí.” “¿Alguna vez ha sufrido fiebre alta?” (Morgan) Los ojos de Irene se entrecerraron levemente ante su pregunta. Quizás porque es un Esper, escuchó una conversación desde una distancia que una persona común y corriente no habría podido escuchar. No creo que él mismo haya notado la diferencia. “Eso fue hace alrededor de un mes.” “En ese caso dime...” (Morgan) Aunque Morgan pensó que no tenía sentido, tenía el fuerte presentimiento de que ella también podría estar sufriendo una enfermedad similar. “¿Tú también te has vuelto más fuerte? Oh, sé que esta no es una pregunta para hacerle a una dama... Es que estoy muy frustrado.” (Morgan) Irene estaba preocupada por qué hacer. – ‘¿Puedo ser honesta? De todos modos, no creo que haya ninguna razón para ocultarlo como lo hice con Ciel...’ Morgan no parecía saber nada sobre los guías. Además, estaba preocupada porque él era un Esper y nuestros padres se conocían. ‘Por último, si deja escapar demasiada energía de esa manera, es posible que se quede sin fuerza y ​​desaparezca en un instante. ¿No sería bueno al menos enseñarle cómo manejar la energía?’ Después de pensar un momento, lo admití suavemente agregando una pequeña mentira. “Sí, es cierto. Pero no me he vuelto tan fuerte como el hermano, así que por favor ten cuidado.” Entre los Espers, con los que debíamos tener más cuidado eran los del mundo físico. Si agarra nuestra muñeca incorrectamente, podría rompernos los huesos, por lo que debíamos tener cuidado. “¡Por supuesto! De hecho, trato de tener cuidado porque ya he lastimado a personas algunas veces... A veces mis manos se mueven como si no fueran mías. Así que nunca tendré ningún contacto contigo.” (Morgan) Morgan no pudo ocultar su alegría mientras hablaba. Un día se sentía solo y aislado. De repente, las fuerzas de todos se debilitaron y parecía que se habían convertido en una especie diferente a la suya. Incluso ahora, la soledad y la alegría que sentí en aquel entonces no se podía explicar fácilmente. “Hermano Morgan.” Morgan, que se perdió en sus recuerdos por un momento, desvió su mirada hacia la voz tranquila pero firme. No, sería más exacto decir que se movió espontáneamente. Curiosamente, la voz de Irene parecía estar llena de poder. Quería escuchar todo lo que ella decía. “Si, ¿por qué?” (Morgan) “En primer lugar, quiero que mantengas todo sobre mí en secreto...” “¿Aún no lo saben el tío Arthur y la Baronesa?” (Morgan) “Sí, y creo que podrían estar preocupados.” “Supongo que sí. Porque te han cuidado mucho desde que eras joven.” (Morgan) Incluso el simple hecho de hablar con Irene pareció aclarar el plexo solar bloqueado de Morgan. “Hermano Morgan.” “Sí, Irene.” (Morgan) “Necesitas controlar bien tu fuerza.” “Ah, todavía es un poco así, ¿no?” (Morgan) Morgan se sonrojó de vergüenza y se barrió el cabello sin motivo alguno. Irene dio consejos útiles, recordando a los Espers de tipo físico que había visto muchas veces en el pasado. “Creo que puedes pensar en cuando sostienes una cuchara.” “¿Eh?” (Morgan) “Cuando sostienes una cuchara de té, la sostienes ligera y suavemente, ¿verdad?” “¿Es así?” (Morgan) Morgan me miró con expresión incomprensible y respondió. “Piense en cada objeto como una cuchara de té.” “... ¿Oh?” (Morgan) Morgan se quedó estupefacto ante mi inesperado comentario. Era un método que nunca podría haber imaginado. Pero de alguna manera, él sintió que si hacía eso, sería capaz de controlar su fuerza, que normalmente le resultaba difícil controlar. Irene buscaba algo para practicar y le acercó un cojín del sofá. “Intenta sujetar este cojín con suavidad.” “...Eh, está bien.” (Morgan) Morgan agarró ligeramente el borde del cojín, pensando en una cuchara de té en su cabeza. Pero inmediatamente, la tela del cojín se rasgó con un sonido de ‘Chazzz.’ Al ver eso, Irene dejó escapar un pequeño suspiro. Morgan dijo mirando alrededor de la habitación para encontrar un reemplazo porque sentía que no podía usar el cojín. “Ahora estoy bien... ¿Deberíamos practicar primero con ramas de árboles? ¡Eh, eh!” (Morgan) Unas plumas de color blanco puro salieron entre la tela abierta del cojín y flotaron en el aire. Morgan no pudo contenerse y estornudó repetidamente. Mientras pensaba: ‘Qué cosa tan vergonzosa hacer frente a una dama’, escuchó una risa a su lado. Morgan puso los ojos en blanco levemente y miró a Irene, quien se tapó la boca y se echó a reír. Su sonrisa de aspecto inocente no era diferente a la de cuando era joven. Un sentimiento extraño siguió junto con una emoción que hizo que su corazón latiera con fuerza. “Hmm, entonces. Intenta practicar más al aire libre. Deja que te ayude.” Incluso si le da orientación, no hay manera de que la energía impura que se ha acumulado hasta ahora desaparezca fácilmente. Irene planeaba quedarse a su lado y brindarle guía radial. Morgan simplemente sacudió lentamente la cabeza, mirándola como si estuviera fascinado.   * * * *   Mientras preparaba un regalo para enviárselo a Irene, Ciel ignoró las cartas del Príncipe Heredero que llegaban todos los días. Sintió que el poema era urgente, pero incluso la carta del Príncipe Heredero le resultaba molesta. Si alguien escuchara sus pensamientos, inevitablemente sería llamado desleal. Por decirlo así... “Ja, esta vez incluso le pusiste el sello oficial tú mismo.” La carta que contenía un breve mensaje diciéndole que entrara rápidamente al palacio y se disculpara con la Santa tenía estampado el sello oficial del Príncipe Heredero. Eso no era diferente a darle una orden. Por muy Duque que fuera, no podía desobedecer las órdenes del Príncipe Heredero. Ciel le habló al mayordomo con una expresión que no ocultaba su irritación y se puso su uniforme. Tiene que ser de esa manera. No fue muy agradable para él, que quería irse con la propuesta de matrimonio tan pronto como terminara de prepararla. ¿No es algo traicionero no decirle nada a Su Alteza?’ La orientación dada por un guía era a la vez una cura para el Esper y, al mismo tiempo, no era diferente de un veneno. Querrá una guía más fuerte sin darse cuenta de que se estás volviendo cada vez más adicto a ella. Era casi una conclusión inevitable que el Esper se desmoronaría frente al guía en el proceso. Ciel le hizo una nueva petición a Luman, el mayordomo principal. “Incluso si te rechazan, intenta quedarte en Baronía el mayor tiempo posible. Me aseguraré de llegar antes de esa fecha.” “Sí, Duque.” (Mayordomo) Entonces, enviando a Luman primero, Ciel se dirigió apresuradamente al palacio imperial. Tras conocer la noticia de que había entrado en palacio, el Príncipe Heredero esperó con la Santa en la habitación donde ella se alojaba. Ciel, que siguió las instrucciones del Chambelán, saludó al Príncipe Heredero con un rostro inexpresivo. “Su Alteza el Príncipe Heredero. Ciel de Leopardt, lo saluda.” Luego saludó inmediatamente a la Santa que estaba sentada en la cama. “Ha hecho un gran esfuerzo, Santa. ¿Se siente bien?” Palabras que crepitan… Desde el principio parecía que no estaba muy interesado. Seoyoon se sintió extrañamente incómoda. Pero más que eso, tenía curiosidad. Se preguntó por qué su guía no funcionó en ese Esper. “...Estoy bien.” (Seoyoon) Seoyoon fingió responder con dificultad. Ha pasado mucho tiempo desde que recuperó su condición. Sin embargo, el palacio imperial era más cómodo y mejor que el sofocante templo, así que fingió estar enferma para poder quedarse allí. “Duque.” (Seoyoon) Jace estaba muy enojado. Esperaba que Ciel viniera y se disculpara por iniciativa propia, pero no lo hizo. No sólo no fue suficiente que viniera solo después de dar la orden, sino que lo decepcionó mucho verlo preguntar por el bienestar de la Santa con una expresión tan severa. “Por favor, dígame su orden, Su Alteza.” Jace, que solía hablar con calma, le dio una orden de una manera inusualmente autoritaria. “¿Qué estás haciendo? ¡Date prisa y pídele disculpas a la Santa!” (Jace) El tono agudo y creciente de las palabras resonó en el tranquilo espacio. Aunque era el Príncipe Heredero, era un trato demasiado severo para el Duque del Imperio. Mientras el Chambelán miraba y no podía hacer nada, Seoyoon le tendió la mano a Jace. Ella bajó las cejas, apretó sus grandes manos con fuerza con ambas manos y habló en un susurro. “Estoy bien, Su Alteza.” (Seoyoon) Si alguien que no la conocía la miraba, tenía una apariencia benévola que haría pensar que tenía excelentes cualidades como Santa. Sin embargo, Ciel descubrió fácilmente por qué Seoyoon estaba haciendo eso. Debe haber herido su orgullo que su guía no funcionara en él. Por lo tanto, no sabe que es un acto para cultivar y aumentar la pelea por celos. Porque era algo que había hecho a menudo en el pasado. “Puede que sea presuntuoso decir esto, Su Alteza.” Desde que se reunió con el Sumo Sacerdote, Ciel había estado preocupado. Sobre una forma de informar indirectamente al Príncipe Heredero que la Santa es falsa. “No entiendo por qué debería disculparme.” “¿Qué?” (Jace) Jace, cuyos ojos se nublaron por un momento debido a la cálida guía, se sintió incómodo con los comentarios de Ciel. “¿Pero no es extraño, Su Alteza? ¿Por qué la guía de la Santa, que se supone es una bendición, no funcionó para mí? ¿Por qué yo, el Duque del Imperio que cayó en tal situación, debería inclinar la cabeza?” “... ¡Tú!” (Jace) “Un Santa debe poder brindar la misma guía a todos los Espers. ¿No era ese el tipo de Santa que aprendimos desde pequeños? Por eso esperé tanto.” Jace gradualmente volvió a sus sentidos debido a la fuerte actitud de Ciel. Conociendo a Ciel, quien siempre llegaba a conclusiones más justas que él, Jace sintió que algo andaba mal. ‘Estaba seguro de que Ciel había cometido un error y la Santa resultó herida, pero ¿eso no es cierto?’ (Jace) Nameless: Hoy les traigo 6 capítulos. Ahora si oficialmente hemos superado al manhwa. Dulce lectura. Nos vemos la próxima semana. Anterior Novelas Menú Siguiente Read the full article
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loshijosdebal · 7 months
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Capítulo VIII: La caída de los Athan
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En la mesa más apartada del Brezal, Alicent rompió otro pedacito de su bollo de crema y se lo llevó a la boca. Fingió mordisquearlo antes de volver a dejarlo en el plato tras asegurarse de que Benor no miraba. El mercenario había tenido el bonito detalle de invitarla a merendar aquella tarde, pero ni su dulce favorito había conseguido abrirle el apetito. Aunque pensó que pasar la tarde con Benor la ayudaría a despejar la mente, seguía sintiendo como si tuviera un enjambre de avispas zumbando en el estómago. Le costaba respirar cada vez que pensaba en Seth, y no podía sacarlo de su cabeza. Tanto así que no pudo reprimir un sollozo ahogado al recordar lo que había ocurrido esa mañana en la tienda.
—Bueno, ¿no me vas a contar qué te pasa?
Alicent cogió su jarra de zumo de calabaza y lo miró de reojo. Benor se cruzó de brazos, esperando, y la tela de su camisa se estiró sobre sus músculos. Tenía el ceño fruncido bajo su pelo largo y desaliñado, algo que acentuaba su aspecto recio y rudo.
Ella dio un par de tragos en silencio y tomó aire. Se sentía algo ridícula por molestarlo con sus problemas, pero él la había visto tan triste en la tienda que había intentado animarla con aquella invitación. Y ahora allí estaba, sentada en silencio, malgastando la comida que le había pagado. No era justo dejarlo sin respuesta. No cuando se había portado tan bien.
—Es Seth. Ya no me hace caso...
—No sabía que os habíais hecho amigos —comentó despreocupadamente, dando un trago a su aguamiel.
Alicent asintió vagamente, volviendo a posar la mirada en su propia bebida aún entre sus manos.
—Nos veíamos bastante desde el Festival de la Bruma. Creí que... Tal vez... —suspiró, sin saber cómo seguir. De normal solo hablaba de aquellos temas con Idgrod—. Pensé que me pediría ser su novia —confesó al fin—. Pero ahora no me hace ni caso.
Benor carraspeó, incómodo.
—Bueno, mujer. Estará ocupao —concluyó con simpleza, como si eso fuera todo y ella estuviera haciendo una montaña de un grano de arena.
—Eso dijo Idgrod. La echo de menos —se lamentó, inflando las mejillas—. Y a Joric. No sabía lo mucho que me estaban ayudando con mi pena hasta que se marcharon a Soledad.
—A lo mejor no pue venir mucho por Morthal —intentó animarla Benor—. Viviendo donde vive... El camino hasta el pueblo en esta época es complicao.
Pero Alicent negó.
—Qué va, no es eso. Hoy vino a la tienda. Me preguntó por los huevos de cabro, puso cara de fastidio cuando le dije que todavía no los teníamos y se fue sin decir nada. Está muy raro desde... Desde la última vez que estuvimos juntos —dijo, recordando aquella última tarde con Seth e Idgrod tras el aserradero.
—¿Discutisteis por algo?
Alicent volvió a negar. Había repasado cada detalle de esa última tarde en su cabeza una infinidad de veces y seguía sin tener una pista de qué había dicho o hecho mal para ganarse su indiferencia.
—Ya veo...
En ese momento Lurbuk, el bardo de la taberna, empezó a recitar su última pieza. A su corta edad, Alicent no había escuchado a muchos bardos pero le costaba imaginar uno peor que el orco quien, para colmo, tenía la fea costumbre de narrar las desventuras de los aldeanos del pueblo. En aquella ocasión le tocó a Benor, que gruñó al escuchar cómo Lurbuk empezaba a cantar sobre su relación con Alva. Incluso aquello la hizo pensar en Seth.
Para Alva sí que tiene tiempo, protestó para sí al recordar lo que le había contado Joric antes de partir hacia la capital. Su amigo los había visto hablando a escondidas entre dos casas y, según él, no había sido la primera vez.
—Benor —lo llamó, haciendo que volviera a mirarla—. ¿Puedo preguntarte algo? —él asintió y tuvo que detenerse un segundo para escoger bien sus palabras—: ¿No te molesta que Alva hable siempre con otros chicos?
Benor entendió a la primera qué quería decir con aquello y desvió de nuevo la mirada, otra vez incómodo.
—Alva nunca superó lo que le pasó a su familia —respondió al fin.
—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó ella, con el ceño fruncido.
—Esta vida es dura y a tos nos forja distinto —explicó—. Alva vivía muy bien en Markarth y siempre odió Morthal. No la pueo culpar por querer recuperar lo que perdió. Y ya sabes lo que dicen, siempre hay un roto para un descosío.
Alicent dio algunas vueltas a las palabras de Benor, hilándolas con lo que Idgrod le había contado el día del festival, antes de la ceremonia.
—Ahora que estamos hablando de esto... ¿Qué fue lo que le ocurrió a su familia?
Benor se tensó en el asiento.
—No sé si... —empezó él.
—Sus padres murieron durante la revuelta en la que también lo hizo el padre de Seth, ¿verdad? —interrumpió Alicent.
Benor asintió con reticencia.
—Sí, Alva estaba allí ese día. Tenía un año menos que tú cuando pasó. Aún...
Benor dejó la frase a medias y ella se inclinó un poco hacia él.
—¿Aún qué? ¿Estaba allí? O sea que, ¿lo vio? ¿Pasó el mismo día? ¿Por qué los mataron? ¡Benor! —el nórdico carraspeó y la miró de una forma muy extraña por un momento, antes de desviar la vista. Movida por la curiosidad, trató de llamar su atención zarandeando su brazo—. ¡No puedes dejarme así! —protestó—. ¿Sabes cómo murieron sus padres o n...? ¡Ay! —gritó al sentir un pisotón en su pie derecho—. ¿Por qué me pisas?
—Para que lo dejes de interrogar sobre mi pasado, niña —dijo Alva tras ella.
Alicent se sintió palidecer y, casi al instante, se puso roja de la cabeza a los pies.
—A-Alva, yo...
Alva la ignoró y arrastró una silla, sentándose entre ella y Benor. Alicent bajó la cabeza y dejó la mirada fija en la mesa mientras Jonna, la posadera, les tomaba la comanda. Alva pidió una botella de vino de Alto y Benor otra jarra de aguamiel; él pagó ambas consumiciones por adelantado. Cuando Jonna los volvió a dejar a solas, Alva fue la primera en hablar.
—¿Te han pagado ya el último encargo? —preguntó directamente a Benor.
Aliviada porque Alva estuviera más preocupada por la economía de Benor que por pedirle explicaciones, Alicent se animó al fin a levantar la mirada. Alva tenía el cuerpo orientado hacia Benor y ni siquiera la miraba. Benor asintió con orgullo.
—Y muy bien. ¡Mil septims! Qué me dices, mujer, ¿hacemos el viaje ese que querías por Saturalia?
Alicent no pudo ver la cara de Alva, pero se dio cuenta de que cerró el puño con rabia sobre la mesa.
—En realidad tengo que irme a otro viaje —se excusó en un tono de disculpa raro para ella.
—¿Cómo que a otro viaje? —preguntó Benor con decepción.
—Me ha escrito mi tío Harkon. Quiere que los visite. —Alva no parecía muy entusiasmada.
—¿Harkon? —Benor la miró con sospecha— Nunca me hablaste de ningún Harkon.
En ese momento Jonna volvió con las bebidas y en la mesa se hizo un silencio que se prolongó hasta que volvieron a estar solos.
—Nunca tuvimos mucha relación. —Alva llenó su jarra de vino—. No sé qué querrá, pero supongo que lo sabremos pronto.
—Podría acompañarte —propuso él.
Alva tensó los dedos alrededor de la jarra antes de vaciar casi la mitad de un solo trago. Entre tanto, Alicent se preparó para dar una excusa e irse de allí. Desde que ella había llegado tenía la sensación de estar de más, por no hablar de lo incómoda que se sentía aún porque la hubiera pillado preguntando algo tan personal. Como si pudiera oler sus intenciones, Alva la encaró.
—Ya lo hablaremos esta noche, Beni —cortó secamente mientras se giraba sobre la silla, quedando ahora en su dirección—. Al parecer aquí hay alguien que tiene demasiado interés en mi familia.
Alicent se intentó esconder tras su jarra bebiendo un trago.
—Déjala —la defendió Benor—. Tiene mal de amores.
—¿Mal de amores? —Alva alzó una ceja, y miró de reojo a Benor—. Bueno, me extraña que Joric haya tardado tanto en conocer a alguien más.
—¿¡Qué!? Joric y yo... —Alicent suspiró y dejó la bebida sobre la mesa, aceptando que Alva no iba a dejar pasar aquello así como así, de modo que decidió sincerarse—. No era por ti Alva, te lo prometo. Solo quería saber qué le pasó a la familia de Seth.
—¿De Seth? —Alva achinó los ojos hasta que la comprensión la atravesó como un rayo y los abrió de par en par—. Ah, ya veo. Así que el mal de amores es por él.
La bretona vació el líquido que quedaba en su jarra y la volvió a llenar hasta arriba. Hasta ese momento Alicent no se dio cuenta del mal aspecto que tenía. Seguía estando más guapa que cualquier otra mujer de Morthal, pero no parecía tan arreglada como de costumbre y las ligeras manchas oscuras bajo sus ojos daban a entender que llevaba varios días sin dormir demasiado.
—Si yo fuera tú, me mantendría alejada de él —dijo de pronto.
Alicent parpadeó sorprendida, y recordó una vez más lo que le había dicho Joric sobre ella y Seth. Aquello sumado a sus palabras la consiguió enfadar.
—Seguro que eso te encantaría —espetó a la defensiva.
A Alva se le escapó una risa seca, irritada.
—Deja de montarte teatrillos en la mente y acepta el consejo, niña. Aléjate de Seth Athan. Te lo estoy diciendo por tu bien.
—¿Por mi bien? —repitió sin creerla—. ¿Por qué por mi bien?
Alva apretó los labios antes de volver a beber, ahora un trago más moderado.
—Ya sabes lo que dicen. La manzana nunca cae muy lejos del árbol.
Por algún motivo, Benor lanzó una mirada de advertencia a Alva. Este gesto avivó la curiosidad de Alicent, que insistió.
—¿Y eso qué significa?
—Pues que el chico se parece a su padre.
—Alva —advirtió Benor.
El tono negativo con el que Alva se refirió al padre de Seth sorprendió a Alicent. Por cómo había hablado Seth de él, el señor Athan parecía una persona bastante respetable.
—Lo dices como si fuera algo malo.
—Porque lo es —gruñó Alva. Estaba claro que algo la irritaba. Benor la miró con desaprobación, pero ella dio un nuevo trago de vino y siguió—. Seth no te ha contado nada de nada, ¿no es cierto? —Alicent negó y ella sonrió con cinismo, con los labios apretados—. ¿De verdad quieres saber lo que pasó aquel día, Alicent?
Aunque la pregunta sonó como una amenaza, ella asintió. Benor se inclinó sobre la mesa, hacia Alva.
—¿Es necesario? —preguntó, en un susurro mosqueado—. Es una niña.
Alva lo calló con la mirada.
—¿Sabes quién era también una niña? Yo, cuando vi cómo mataban a mis padres por culpa de los suyos. —Alva apretó su jarra con fuerza—. Lord Athan era un monstruo. Y Seth, su ojito derecho. El único al que trataba bien.
—¿Cómo...? —empezó Alicent. Pero Alva la cortó.
—¿...lo sé? —la sonrisita ácida de Alva desapareció y a Alicent le dio la sensación de que la pena apareció en sus ojos—. De aquella era muy amiga de Parker Athan, el mayor de los tres hermanos.
—¿Tres? —preguntó, confundida. Alva arqueó las cejas, sin entender la pregunta—. Seth me dijo que eran cuatro —rebatió con desconfianza.
Alva frunció el ceño y negó. 
—Eran tres: Parker, el mayor, y los mellizos, Hugo y Seth. Pasé muchos días en aquella casa, lo recuerdo bien. Lord Athan solo trataba bien a Seth. Al otro, Hugo, lo ignoraba. Hacía como si no existiera. Y entre nosotras, era lo mejor que le podría haber pasado, viendo cómo trataba a Parker. Le daba igual que hubiera invitados en casa; cualquier cosa que Parker hiciera, una tontería como dejar un plato sucio sobre la mesa o arrugar una alfombra al pasar, servía de excusa para ponerle la mano encima.
Alicent abrió los ojos con sorpresa. Ni siquiera la manera pastosa con la que Alva hablaba por culpa del vino consiguió quitar hierro al asunto. Alicent miró de reojo a Benor, entendiendo ahora su actitud. Incluso ella sabía que contar cosas así de una familia tan importante no era muy buena idea, pero Alva siguió su historia.
—Un día Parker desapareció durante semanas. Lo intenté visitar muchas veces, pero no me dejaron. Un mes después su madre me dejó entrar en la casa. Él estaba destrozado. Su ojo... —su voz tembló y quedó pensativa por un instante, tras el cual volvió a beber—. No sé si al final lo perdió. Tenía las costillas rotas y cortes por todo el cuerpo. Por lo que él me contó, sobrevivió de milagro. Después de eso huyó y no he vuelto a verlo.
—Es horrible —consiguió susurrar Alicent. 
Alva tenía la mirada perdida, pero asintió.
—Después de que Parker huyera, las cosas entre Lord Athan y su mujer se fueron al traste. No era algo que saltara a la vista, pero yo lo sabía porque mis padres lo sabían y hablaban de ello cuando estábamos solos en casa. Aunque Lady Athan siempre había frecuentado la corte del jarl, empezó a pasar más tiempo allí que de costumbre. Puede que ella me salvara la vida —añadió con una amargura que desconcertó a Alicent—, pero sé lo que vi. Ella estuvo tras el ataque.
Ese último detalle terminó por sacarla de la historia. Había algo en aquello que no terminaba de encajar.
—Pero... al padre de Seth lo mataron los Renegados —replicó, repitiendo lo que tanto él como Idgrod le habían contado.
—¿Y qué sabes tú de los Renegados? Dime —exigió Alva con desdén.
Alicent se encogió de hombros, sin tener nada que aportar. Lo cierto es que no tenía muy claro lo que era un Renegado.
—Los Renegados gobernaban en la Cuenca hasta que Ulfric Capa de la Tormenta los conquistó, antes de traicionar al Imperio —explicó Alva. En ese momento parecía más concentrada en el poco vino que quedaba en su copa que en cuanto la rodeaba—. Después de eso, los Renegados que no fueron ejecutados fueron tratados como delincuentes y condenados como tal. Entre ellos estaba su rey, Maddanach, que terminó volviéndose un títere del jarl.
Alicent frunció el ceño. Aquella explicación le había dado más dudas que respuestas.
—Pero si quien los conquistó fue Ulfrid... ¿Qué tienen que ver los Athan?
Alva tornó los ojos, supuso que estaba irritada por tener que dar tantas explicaciones. Aquello le generó una punzada de inseguridad.
—Tras la reconquista, los Athan se convirtieron en los dueños de la mina de plata de Cidhna, la principal fuente de riqueza de la Cuenca. Esa mina es una bestia inmensa y peligrosa, y hacen falta muchos hombres para explotarla. Por supuesto, pagar a tantos trabajadores supondría repartir el botín, así que Lord Athan ideó una manera ingeniosa de conseguir mano de obra barata. Cuando cometes un delito en Markarth, no te llevan a prisión, sino que te envían a las minas. Y, créeme, nadie sale nunca de esas minas.
Los labios de Alicent se separaron hasta formar una "o". Si lo que Alva decía era cierto, ¿por qué querría Seth heredar ese legado?
—El problema está en que nunca hubo tantos delincuentes como mano de obra se necesitaba. Así que cada cierto tiempo, muy oportunamente, los guardias descubrían que algún puñado de hombres jóvenes en edad de trabajar se habían unido a los Renegados. Aunque las familias jurasen que era mentira, poco podían hacer para salvar a sus hijos de la condena. Irónicamente, algunos de los familiares de estos hombres acabaron uniéndose a ellos de verdad movidos por el resentimiento.
»El día que pasó todo mi familia había asistido a una cena privada organizada por Lord Athan. Todavía no habíamos llegado al postre cuando irrumpieron en la casa. Eran seis y llevaban una espada dentada en cada mano. Mataron al edecán de la familia y arrojaron a mi padre por la ventana. Mi madre intentó impedirlo y corrió la misma suerte que él. —Alva hizo una pausa—. La casa de los Athan estaba en la zona más alta de la ciudad, fue como si los hubieran tirado desde un barranco. Con Lord Athan no fueron tan clementes. No hubo una espada que no desgarrara su carne.
»Cuando terminaron con él fueron a por mí, pero Lady Athan se interpuso; se metió entre nosotros y empezó a gritar a los atacantes que me dejaran en paz, que solo era una niña. Pensé que tendría que verla morir a ella también. Uno de ellos levantó su arma, pero...
Alva dejó la frase a medias y vació su copa.
—Si hubieras visto el odio en su mirada... No creo que pueda olvidar nunca esos ojos. No me conocía de nada, pero quería verme muerta. Por suerte, el que debía ser el líder lo detuvo. Les recordó a los demás que tenían órdenes de Maddanach de no dañarla ni a ella ni a sus hijos. Después de eso, se fueron. No mucho después llegó la guardia.
—¿Pero cómo podría haber planeado eso la madre de Seth? —preguntó Alicent, aún llena de dudas—. Ella no era amiga de Maddanach. En realidad, a él ni siquiera debería caerle bien, ¿no?
Alva soltó un bufido.
—Ya te lo dije antes, niña. Maddanach era un títere del jarl. Olivia era íntima del jarl. Ella fue el cerebro tras el ataque, estoy segura.
En ese momento Benor se puso en pie, llamando la atención de ambas.
—Me parece que ya has bebío demasiao, mujer. Y hablao también. Mejor será que vayamos a casa.
Alva se quedó mirando a Benor unos segundos antes de rodar los ojos perezosamente hacia ella. La analizó, como buscando algo en su rostro. Algo que no encontró. Soltó un último resoplido de resignación y se puso en pie con un ligero tambaleo.
—Sí, será lo mejor —aceptó—. Pero antes, niña, —Alva señaló a Alicent con un dedo—, No olvides mis palabras. De tal palo tal astilla. Debe haber algún motivo por el que de sus tres hijos, solo Seth le pareció lo suficientemente digno ¿no crees?
—¡Que ya está bien por hoy! —zanjó el mercenario.
Benor la tomó de la cintura para alejarla de la mesa. Antes de irse, le revolvió el pelo a Alicent con cariño como despedida.
 —Enana, no le hagas mucho caso, ¿vale? Y si no hablas de esto, mejor. Nos vemos.
Tras eso abandonaron la posada, pero Alicent se quedó allí sentada todavía un rato más, dando vueltas a todo lo que acababa de escuchar. Si la historia era cierta, ¿por qué Seth querría que alguien como su padre se sintiera orgulloso de él?
De tal palo tal astilla. Aquello no tenía ningún sentido. Seth no podía ser malo, ninguna persona malvada haría lo que él: la había consolado cuando más miedo tenía y, además, prometió protegerla de la bruma. Vale que ahora no le estaba haciendo caso, pero como Idgrod y Benor habían dicho, a lo mejor estaba muy ocupado. Igual hasta lo que lo tenía tan ocupado era algún plan para proteger al pueblo de los nigromantes. Así que, aunque Alva había ahondado en detalles y parecía honesta, no podía creerla. Además, ella había negado la existencia de Eve, la más pequeña de los hermanos. Si había mentido en eso, ¿por qué no podría haberlo hecho en todo lo demás?
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wingzemonx · 1 year
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La Guerrera de Corazón Puro | Dragon Ball Z - 04
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04
La cola de Gohan, así como la esfera que traía en su gorro, fueron tema de conversación por unos momentos. Milk entendía lo segundo, pero no sabía por qué llamaba tanta atención la cola si todos sabían que Goku tenía una igual cuando era niño. Y aun así, eso pareció poner a Bulma y los demás un poco nerviosos.
Sobre la esfera de cuatro estrellas, Goku se había empeñado a buscarla por lo importante que era para él. Le había dedicado un tiempo a ello, pero Milk lo comprendió. El único riesgo era que alguien como la Patrulla Roja o Piccolo Daimaku se le ocurriera buscarlas y dar con su casa, en especial porque Goku había encontrado otras dos en el proceso que también guardaban. Pero bueno, quien se atreviera a invadir la casa de Son Goku para quitarle las tres esferas, definitivamente se llevaría una mala experiencia.
Luego de pasar un rato viendo las invenciones de Bulma, Gohan ahora se encontraba montando a la vieja tortuga, que paseaba al niño por la playa mientras éste reía contento. Milk lo observaba desde una distancia prudente, intentando de nuevo no ser tan protectora.
«Casi se cae por una cascada esta mañana, caerse del lomo de una tortuga no sería nada» se decía a sí misma, intentando convencerse.
Procuró mejor distraerse con otra cosa, y desvió su mirada hacia Goku y Krilin. El maestro Roshi y Bulma había entrado a preparar un poco de té para acompañar los panecillos que esta última había traído, pero los dos viejos compañeros de enteramiento se habían colocado cerca de la orilla, platicando al mismo tiempo que tomaban rocas del suelo y las lanzaban de regreso al mar lo más lejos que sus extraordinarias fuerzas le permitían.
Milk se aproximó cautelosa hacia ellos, parándose a un lado de su esposo para contemplar el horizonte a la distancia.
—Hacía mucho que no venías por aquí, ¿verdad? —le preguntó con voz curiosa a Goku, volteándolo a ver con una sonrisita.
—Sí, así es —respondió Goku, justo antes de lanzar otra roca. Ésta rebotó en la superficie casi plana del océano y se alejó dando saltos hasta desaparecer muy, muy lejos.
—Resulta un tanto intimidante mirar alrededor y no ver nada más que mar —mencionó Milk, reflexiva—. Aunque también resulta pacífico. ¿Es entonces aquí donde solían entrenar con el maestro Roshi?
—En realidad él nos llevó a diferentes sitios mientras entrenábamos con él —indicó Krilin—. Pero creo que éste en particular siempre fue como un hogar para nosotros. ¿No lo crees, Goku?
Goku le respondió con un ligero asentimiento de su cabeza.
—Entiendo —susurró Milk, y fijó al instante su atención en el rostro de perfil de su esposo, en su característica sonrisa, y en esa mirada libre de cualquier tipo de malicia que observaba hacia el frente. Con la luz del sol bañando su rostro, se veía en verdad muy apuesto.
Milk sintió su corazón agitarse un poco ante la imagen del hombre a su lado, e instintivamente se le acercó más, apoyando su cabeza contra su ancho y fuerte hombro—. Me hubiera gustado mucho acompañarte en esos días.
—¿Te hubiera gustado entrenar con nosotros, Milk? —preguntó Goku, algo sorprendido.
—Ay, no —rio la mujer, divertida—. No creo que podría haberles seguido el ritmo. Pero quizás podría haberte cocinado y cuidado, lavado y cocido tus trajes, recibido con los brazos abiertos cuando volvieras después de cada entrenamiento como si estuviéramos casados.
—Pero si ya haces todo eso ahora, Milk —señaló Goku con ligera humor, colocando una mano atrás de su cabeza.
—Sí, lo sé pero… sólo digo que hubiera sido bonito hacerlo en aquel entonces. ¿No te lo imaginas?
Goku miró pensativo al cielo, pareció meditar sólo unos segundos en la pregunta, y entonces respondió con bastante calma:
—Pues a mí la verdad creo que no me hubieran importado mucho esas cosas. Bueno, tal vez la comida sí, aunque Launch se encargaba de todo eso sin problema.
No era ni de lejos el tipo de respuesta que Milk se esperaba, y ciertamente hizo mellas rápidamente en su buen humor. Pero bueno, ¿qué podía esperar viniendo de él?
—Bueno —murmuró con amargura, separando la cabeza de su hombro—, pues discúlpame por…
—A mí lo que me hubiera gustado es que entrenaras con nosotros —mencionó Goku abruptamente antes de que ella terminara de hablar—. De seguro te hubieras vuelto muy fuerte de haber realizado el entrenamiento del maestro Roshi.
Milk se sobresaltó, notablemente sorprendida por aquel comentario, y se giró a mirarlo de nuevo con sus ojos bien abiertos y azorados.
—¿Yo? ¿En verdad crees eso? —peguntó dubitativa.
—Claro que sí —respondió Goku rápidamente, a diferencia de ella sin la menor duda acompañado sus palabras—. Después de todo, eres la mujer más fuerte que conozco.
Milk fue capaz de sentir como sus mejillas se ruborizaban al escucharlo decir aquello. Aunque a la mayoría de las chicas aquello no les parecía ni siquiera algo cercano a un cumplido, Milk sabía que viniendo de quien venía lo era; y uno muy significativo.
—Gracias, Goku —masculló despacio, ligeramente apenada; tanto que incluso se vio forzada a agachar su mirada hacia la arena—. Pero ser la más fuerte nunca ha sido de mi interés. Si acaso llegué a practicar artes marciales de joven, fue sólo para poder defenderme, y algún día poder estar contigo.
Mientras hablaba, llevó sus manos a sus mejillas y se permitió cerrar un momento los ojos. Una sonrisita alegre le decoró el rostro. Era increíble cómo luego de cinco años, aún lograba tener ese efecto en ella, como si aún fuera una ingenua adolescente.
—Pero ahora que estamos juntos, yo sé que tú siempre estarás aquí para protegerme; a mí y también a Gohan. ¿No es así, Goku?
Hizo una pausa, esperando ansiosa su confirmación. Sin embargo, los segundos pasaron y ésta no llegó; la única respuesta que tuvo fue silencio.
—¿Goku? —masculló Milk confundida, abriendo de nuevo los ojos y volteando a verlo. Notó de inmediato que su esposo observaba fijamente al cielo con expresión seria y aprensiva—. ¿Qué pasa? —preguntó confundida.
—¿Estás bien, Goku? —preguntó Krilin también.
Goku no les respondió de inmediato, y cuando al fin fue capaz de hacerlo sólo pronunció:
—Alguien viene.
—¿Qué? —exclamaron Krilin y Milk al mismo tiempo. ¿A qué se refería con eso?
Bulma y el maestro Roshi salieron de la casa en ese momento, cargando la primera la bandeja con el té. Sin embargo, el aire denso que se había formado en torno a los otros se volvió bastante notable.
—¿Qué ocurre? —preguntó Bulma curiosa, aproximándose con el té.
—Alguien viene —repitió Goku con voz seria, cargada además de angustia—. Se acerca volando.
—¿Volando? —pronunció Bulma, alzando su mirada al cielo—. ¿Será Yamcha? ¿O Tenshinhan…?
—Espera, tiene razón —comentó Krilin de pronto, alzando también su mirada al cielos—. No creo que sea ninguno de ellos. Es… un poder sorprendente…
Aquello sobresaltó a todos.
—¿Acaso es Piccolo? —inquirió el maestro Roshi.
—No… no lo sé —contestó Goku, negando con la cabeza.
Todos callaron, mirando al cielo y aguardando que lo que fuera que había perturbado tanto a Goku se hiciera presente. Milk miraba a su esposo y a los demás, totalmente perdida. Casi nunca había visto a Goku con esa expresión de preocupación; no creía que algo pudiera causar tal reacción en él.
No comprendía qué ocurría, pero su primera reacción fue aproximarse rápidamente hacia su hijo y tomarlo en sus brazos, apretujándolo contra su cuerpo de forma protectora.
—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó el pequeño, confundido.
—Nada, todo está bien —respondió Milk, intentando sonar sincera, pero quizás no lográndolo del todo.
Goku volteó abruptamente en ese momento hacia una dirección específica.
—¡Ahí viene! —informó en voz alta. Y en cuanto todos giraron hacia donde él les indicaba, pudieron distinguir un punto en el cielo que se hacía más y más grande, y con bastante rapidez. No tardaron en darse cuenta que aquello era en verdad una persona…
Y no era Yamcha ni Tenshinhan, ni mucho menos Piccolo. El hombre que descendió rápidamente del cielo hasta pararse firmemente en la arena delante de ellos, era un completo desconocido. Era alto y fornido, de abundante cabello negro que le caía libre por su espalda hasta debajo de las rodillas. Usaba una extraña armadura café y negra que dejaba al descubierto sus gruesos brazos y piernas. Su mirada y sonrisa eran astutas. Frente a su ojo izquierdo, portaba un extraño aparato sujeto a su oído.
—Pero… ¿quién es ese hombre? —susurró Milk despacio, aferrando más a Gohan contra ella.
Sí, era un completo desconocido… o quizás no tanto. Al menos Milk en cuanto lo vio, fue invadida por dos sentimientos. El primero que aquel individuo le causaba una gran incomodidad y recelo por su sola presencia. Y el segundo… que su rostro y apariencia le resultaban vagamente familiares.
—Finalmente te encontré —pronunció aquel extraño con voz grave, ensanchando su inquietante sonrisa. Su atención se encontraba totalmente fija en Goku, a quien al parecer iban dirigidas esas palabras—. Has crecido bastante, pero te reconocí con tan sólo verte, Kakaroto. Eres la viva imagen de tu padre.
—¿Kakaroto? —murmuró Goku, totalmente confundido, y el sentimiento claramente era compartido por todos los demás.
—Kakaroto —volvió a pronunciar aquel individuo, ahora con voz más áspera—, explícame qué está ocurriendo en este planeta. Tu misión era acabar con todos sus habitantes y me encuentro todo intacto. ¿Qué has estado haciendo todos estos años?
Mientras hablaba, menos sentido tenía lo que decía. ¿Quién era Kakaroto? ¿Y por qué miraba a Goku mientras decía todo aquello?
—Oye, no sé quién seas o qué estés buscando, pero lo mejor será que te vayas de aquí —intervino Krilin de pronto, avanzando con actitud despreocupada hacia el recién llegado. Esto causo una palpable reacción de inquietud en Goku. El extraño guardó silencio y se limitó a simplemente sonreír y observarlo con actitud ladina—. Es obvio que estás muy confundido; aquí no hay nadie con ese nombre. No te habrás embriagado tan temprano, ¿o sí?
—¡Krilin! ¡No te acerques! —gritó Goku de golpe, pero ya era tarde pues su viejo amigo se había acercado ya lo suficiente.
Un instante antes de que Krilin se girar hacia Goku, sintió como algo lo golpeaba con gran intensidad en el rostro, con la misma potencia que una fuerte patada o incluso más. Lo siguiente que supo es que su cuerpo entero se separaba del suelo y salía disparado hacia atrás como un torpedo en dirección a la casa. El maestro Roshi y Milk reaccionaron haciéndose hacia un lado para esquivarlo, y el cuerpo de muchacho chocó de lleno contra la pared exterior de la choza, haciendo un agujero en ésta.
—¡Krilin! —exclamó Goku con rabia, y de inmediato se giró de nuevo hacia el extraño. Pero al hacerlo, sin embargo, esa rabia fue remplazada por asombro en cuanto sus ojos contemplaron con qué aquella persona había golpeado a su amigo, pues no había sido ni un puñetazo ni una patada.
Una vez que se recuperó luego de esquivar, y aún con Gohan en sus brazos, Milk se incorporó y alzó su mirada al frente. Ella, al igual que al resto, notaron lo mismo que Goku: una larga cola de pelaje café que se agitaba a un costado del extraño, y claramente sobresalía de su espalda.
—¿Una… cola…? —pronunció Milk despacio, atónita, e instintivamente miró hacia la espalda de su pequeño que sollozaba contra ella, asustado y confundido.
«¿Una cola como la de Goku…. y la de Gohan…?»
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chaos-hs · 2 years
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고장난.
그는 계속해서 자신의 길을 찾으려고 노력하면서 모든 기회에서 비참하게 실패하면서 모래처럼 그의 손가락을 통해 세월을 미끄러졌습니다.그와 같이 상하고 무의미한 영혼에게는 너무 빈약한 위로인 것 같았습니다. La noche anterior fue increíble, con velas sobre la mesa, una cena minuciosamente preparada y un brindis por el futuro. Se sentía aliviado por la reciente conexión con una de las estudiantes de su facultad. Parecía que las citas y los encuentros entre ellos iban bien direccionados. Pero fue a la mañana siguiente del evento que la sensación de hastío volvió a levantarse en su interior. ¿Cuántas veces habían sido ya? Jamás lograba superar la pared de su disgusto por otros, no importaba el tiempo compartido ni lo mucho que disfrutara la compañía de alguien, siempre que esto ocurría era inevitable el deseo de apartarlos o incluso, hacerles daño. 
Ella se había vestido con una sonrisa cálida en el rostro y al minuto siguiente buscó las caricias de Hyun-suk. Él se separó con cuidado de su frágil abrazo y la miró profundamente a los ojos. 
—Deberíamos detenernos, Jiyu-ah.
A pesar del desconcierto, ella asintió como si su confesión no la hubiera sorprendido demasiado, sin embargo, pudo ver como su semblante se oscureció. Era consciente de que tenía el alma podrida, lo había reconocido hace ya mucho tiempo, nadie en su sano juicio o con un mínimo de empatía seguiría enredando en sus problemas a inocentes. Jugando con sus corazones y esperanzas. 
Él puso las manos en sus hombros buscando nuevamente su mirada. 
–No malgastes tu amor conmigo —dijo con suavidad —. Te mereces algo mejor. — En los  ojos oscuros de la mujer brillaron las lágrimas reprimidas pero su barbilla permaneció en alto; su delicada figura se estremeció bajo su toque.   
—Yo seré quien decida eso —le recriminó. Y sin darle tiempo de continuar, lo apartó. La observó cuando dejaba el departamento. No hizo nada por detenerla. 
Hyun-suk suspiró y el mundo se le vino encima. Los años se escurrían como la arena entre los dedos mientras intentaba encontrar su camino una y otra vez, fallando miserablemente en cada oportunidad. Se consumió con la idea de que su vida estaba establecida y que el destino jamás voltearía las cartas a su favor.  
Se despeinó el cabello y como si hubiese perdido todo deseo de vivir, caminó descuidadamente hasta la cocina, donde buscó en uno de los cajones más desprolijos de la despensa una bolsa llena de drogas obtenidas días atrás. Lo lanzó encima de la mesa más cercana con ira, y soltó un grito ahogado. La rutina y la tristeza eran insoportables. Deslizó las manos por sobre los muebles, y en el escaso dominio de las emociones estrelló contra el suelo y las paredes todo lo que estuvo a su alcance.  
No necesitaba mirarse al espejo para describir su expresión. Hyun-suk estaba devastado, deprimido y buscando un escape seguro. Entonces, tras unos minutos una voz sonó en la habitación y se volvió asustado, se encontró mirando al rostro familiar de su amigo. 
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —preguntó con exigencia —, vete. —su voz se quebró. 
—Intentando que no hagas una locura otra vez —respondió Inseok—,¿cuánto tiempo más seguirás así? 
—… —calló y desvió la mirada —, te dije que me dejaras solo, hyung. Lárgate, ¿por qué sigues aquí? 
—No me iré, Hyun-suk —trató de mantener un tono tranquilo. Sospechaba de que algún vecino había informado al hombre mayor, después de todo vivían en el mismo complejo departamental y no existía inquilino que desafiara directamente al hijo de la familia Choi. 
Su enfado era tan grande que casi no podía hablar. Tomó la bolsa que yacía en la mesa y caminó hacia la puerta, ignorando por completo a Inseok. Si no se iba, él lo haría. 
—¡Detente ahí! —le gritó esta vez. Se acercó a él y le arrebató las sustancias de las manos. —No te reprimas. — Inseok no tardó en salir y cerrar la puerta detrás de él. Creyó que era conveniente dejarlo en ahora. Hyun-suk reconoció su determinación y no pudo evitar admirarlo. A juzgar por el modo en que habló al final, la petición implícita era que optara por el medio más sensato de liberar el dolor. Sabía bien que estaría del otro lado.  
Se produjo un instante de profundo silencio; un vacío doloroso. Se desplomó sobre sus rodillas, olvidando por completo los destrozos bajo él. Las lágrimas fluyeron libremente por sus mejillas y se inclinó hacia adelante, escondiendo la cabeza entre sus brazos. Quería detener todo eso. Odiaba quien era, odiaba sentirse así y odiaba más pensarse incapaz de cambiar. 
Tras una hora, quizás menos, Inseok volvió a pararse a su lado. No pronunció palabra. Al cabo de un rato sus sollozos cesaron y se irguió, excusándose aunque no trató de esconder su emoción. 
—¿Por qué sigues aquí? — Inseok alcanzó a percibir el llanto en el tono de su voz y con delicadeza instintiva, le puso una mano en la cabeza, durante un momento, y luego se arrodilló a su lado para abrazarlo. Con cautela de no provocar otra reacción violenta de Hyun-suk. 
—¿Mejor? —inquirió. 
Sus ojos se llenaron de lágrimas y se le hizo un nudo en la garganta. Le resultaba frustrante no poder ayudarlo, nadie podía hacerlo. Aquella era una batalla que el menor debía enfrentar por cuenta propia, pero a veces un poco de apoyo no estaba mal. 
—Estás bien. 
Hyun-suk vio que se lo decía con sinceridad. Parecía ser un consuelo demasiado pobre para un alma tan destruída e insensata como la de él. 2022115
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armandoswife · 2 years
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Nuestra luna
– ¿Le gustó la película, Beatriz?
–Sí Doctor, estuvo muy entretenida. – Respondió ella, pero su voz sonaba apagada. Ni siquiera el cine funcionó, Armando la miró desconcertado. Decidió esperar a llegar a su auto para tener un poco más de privacidad e interrogarla, necesitaba saber porque había estado tan decaída últimamente.
Se apresuraron a subir, comenzaba a caer una leve brisa y no quería que Betty llegara enferma a su casa.
Ya adentro Armando buscó las palabras más dulces para continuar; –Betty vea, yo la he sentido muy diferente estos días, como distante para conmigo. Dígame ¿A usted le pasa algo? –Tomó una pequeña pausa y al ver que no contestaba continuó. – ¿Hice algo que la incomodó?
Ella volteó la mirada hacia su ventana. No quería decirlo, pero tenía un nudo en la garganta que parecía exigírselo. –Doctor...– inhaló como esperando que el aire ahogara sus palabras, pero eso solo le provocó más dolor. Por fin encontró el valor para verlo–usted se va a casar. – soltó. Él casi se atraganta. –Don Armando yo creo que esto ya no debería seguir, Doña Marcela está muy ilusionada y me siento como si estuviera rompiendo un matrimonio.
– ¡No Betty!¡No diga eso! Usted sabe perfectamente que ese matrimonio no va a realizarse. – Respondió desesperado.
–Si usted no se casa me voy a sentir más culpable. – Ya ambos alzaban la voz, pero sin gritar.
– ¿Culpable de qué Beatriz? Mejor que nadie usted sabe que yo dejé de amar a Marcela mucho antes de que esto comenzara.
–Sí, pero antes yo no tenía que sentirme culpable porque yo no era su amante. – Soltó sin pensar. Armando la miró perplejo y ella avergonzada desvió la mirada cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir. 
– Un hombre solo puede tener amantes cuando está casado. – Betty lo miró incrédula, ella lo sabía, todo el mundo lo sabía: Esa relación había sido prácticamente un matrimonio desde el primer día.
– ¿Entonces que soy?
Armando balbuceó, pero no sabía que decir, sus ojos se perdieron entre la lluvia que chocaba en el parabrisas mientras trataba de aclarar sus pensamientos, entendía que para todo el mundo ella fuera su amante y él un pecador, pero nadie estaba en sus zapatos. Nadie podía ni imaginar lo que sentía por Betty. Era algo tan sagrado que aún si se casaran llamarla "su esposa" sería insignificante. Devolvió su mirada a los ojos cafés de Beatriz y pensó de nuevo en lo que estaba a punto de decir.
–Usted es la mujer de mi vida. – Después de pronunciar esas palabras sintió que se deshacía el nudo en su estómago, podía volver a respirar con tranquilidad porque sabía que describían a la perfección lo que sentía.
Betty iba a protestar, pero la mirada intensa de Armando no se lo permitió, casi podía palpar la sinceridad en sus palabras.
–Betty, lo que le digo se lo digo de corazón. Usted para mí significa más que cualquier otra persona, no me obligue a rogarle que se quede conmigo. –Agarró su rostro entre sus manos y le acarició las mejillas. –Yo voy a cancelar ese matrimonio. Y no porque estemos juntos– Hizo una pequeña pausa y tomó aire. –sino porque la amo; Y casarme con otra mujer me dolería más a mí de lo que le dolería a usted.
Ella no sabía que responder. Ningún poema, ninguna canción de amor le parecía lo suficientemente buena. Como en un impulso se lanzó al pecho de su jefe y envolvió su cuello con sus brazos.
Tenerla así de cerca lo debilitaba ¿Qué voy a hacer el día del matrimonio? le dolía pensar en eso, pero la fecha estaba cada vez más próxima y las palabras de Calderón resonaban en su cabeza "De un lado de la balanza está Betty, su romance de verano, su felicidad. Del otro está su familia, Marcela, Daniel Valencia, sus padres, su reputación ¡La catástrofe!" No quería pensar en eso ahora. Apretó fuertemente entre sus brazos a su asistente como si eso alejara esos pensamientos. 
Después de varios minutos Armando desplazó su mano hacia donde el lóbulo de su oreja, su cuello y su mandíbula se unían. La separó de su pecho con suavidad, masajeando ese punto mientras buscaba su mirada. Ambos podían sentir la calidez de la respiración del otro y se acercaron hasta que sus labios rozaron, Armando sintió la necesidad de tenerla más cerca entonces colocó su otra mano en su cintura. Betty llevó su mano al pecho de su jefe y con las yemas de los dedos trazó líneas, subiendo hasta su cuello y hombro. Cuando el aire se les acabó se separaron lentamente, pero permanecieron acariciándose.
Aún en esa tenue luz él logró divisar dos lunares en el cuello de su asistente, nunca los había notado. Betty lo miraba expectante, tratando de descifrar que era lo que desviaba su mirada. Poco a poco Armando bajó su mano y con su dedo pulgar dibujó círculos sobre las manchas en su piel, jamás se había sentido tan atraído por simple pigmento. Ella soltó una risa nerviosa y Armando reaccionó. Volvió a conectar sus miradas y le sonrió dejando ver sus hoyuelos antes de acercarse de nuevo a darle un casto beso.
Después de varios minutos (y varios besos) Armando arrancó el carro, sabía perfectamente bien que si Betty no estaba antes de la 1:00am en su casa su papá no iba a permitirle salir de Bogotá de nuevo así fuera por "trabajo", y eso era algo que no podía permitir, porque hacía ya semanas había aceptado no solo que disfrutaba la compañía de Beatriz, sino que estaba profundamente enamorado de ella y le encantaría poder estar toda una noche a su lado, le gustaría que cenaran juntos en su apartamento y se moría por llevarla a un buen restaurante, donde nadie conociera a Marcela y ni los juzgara. Sonrió para sus adentros, hace unos meses habría dado todo por quitársela de encima y ahora lo que más anhelaba era pasar aunque sea una hora más a su lado, cada cosa de ella lo encantaba, la forma en la que hablaba de economía, su piel suave, los lentes que le daban un brillo especial a sus ojos, como lo miraba cuando estaban a solas como si fuera el único hombre en el mundo, la confianza que le tenía. No, no quería pensar en eso, no le gustaba disfrutar de algo que estaba traicionando.
Todo el trayecto fue silencioso, como de costumbre. Para Betty era la parte más difícil, recordaba que su jefe regresaría al apartamento de Marcela, que dormiría con ella y no quería pensar en si harían algo más. También pensaba en su papá, en como iba a tener que regresar a su casa y mentirle en la cara, decirle que en la cena de trabajo habían cerrado un buen trato. Nada de eso importa trató de convencerse, él le había prometido que iba a cancelar el matrimonio, que iban a confirmar su relación ante la gente y ya no tendría que mentirle a su padre ni dormir sabiendo que estaba en la cama de otra mujer.
Cuando llegaron a la calle desolada ambos salieron de sus pensamientos y Armando se acercó de nuevo a Betty para despedirse, vio sus grandes ojos y el brillo le recordó a la luna. Esa es nuestra luna Beatriz, y esta, esta es nuestra noche las palabras se colaron en su memoria y aunque esa vez lo había dicho, esta vez, sin pronunciar palabra, lo sentía. Betty insegura ante la mirada tan intensa de su jefe habló. –Feliz noche Doctor, mañana estoy puntual en la oficina y le tengo las cotizaciones con ColorInn. – Hizo el ademán de abrir la puerta y Armando la detuvo. –Deme un beso de despedida, Beatriz. –Sonrió coqueto, a ella le divertía verlo así, la hacía sentir linda, digna de su amor, era extraño porque a pesar de ser casquivano lo hacía con un toque de ternura con el que nunca lo había visto tratar a ninguna otra mujer. Le dio un piquito en los labios y soltó una risita. –Feliz noche Don Armando.
Esa noche ambos durmieron en sus respectivas camas, Armando llevaba semanas sin visitar el apartamento de su prometida, aunque nunca se lo había comentado a Betty, ella tampoco lo había preguntado y supuso que lo sabía. ________________________ WELL no sé que tanto me gusta este one-shot, estoy entre q lo amo y se me hace lo más aburrido del mundo, de cualquier forma quise publicarlo. Me he dado cuenta que cuando escribo generalmente no pasa nada, es como q son momentos medio X, me gustaría escribir algo donde sí pasen cosas, tipo una cita o así pero no me da la cabeza. Anyway espero que lo disfruten:) y si ven alguna falta de ortografía o así pueden decirme para que lo corrija.
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Feliz cumpleaños, Hange
Despertó, gracias al ruido de las olas, una fresca brisa chocaba contra su cuerpo desde la ventana del oscuro camarote en el que se encontraba, miró hacia la misma, había caído la noche, lo cual le hizo recordar que llevaban varias horas embarcados. Hange le había informado que, probablemente, llegarían a Odiha al amanecer, Suspiró, todavía le quedaban un par de horas de descanso, ¿verdad? Estaba a punto de volver a conciliar el sueño cuando repentinamente lo notó, el lugar estaba silencioso, demasiado silencioso.
¿Dónde diablos está Hange? Pensó, Levi era consciente de que los únicos capaces de poder dormir más de dos horas seguidas en aquellas circunstancias eran esa mujer barbuda, la cual nunca se callaba por culpa de sus delirios febriles, y sorprendentemente, el. Pero incluso teniendo eso en cuenta, consiguió persuadir a su comandante para que se recostara un tiempo, porque, supuestamente, lo necesitaba, o eso era lo que había creído, ya que no había señales de ella aquel silencioso camarote.
Tenía que buscarla y traerla de nuevo a la cama, pensó, así que intento levantarse, pero un dolor punzante en el cuerpo, como recordatorio, lo detuvo.
—Maldita seas Hange… —susurró.
Sus heridas seguían doliendo como el demonio, apenas si podía respirar con normalidad, pero eso no importa, pensó, sentía que si seguía así, durmiendo como un maldito viejo, se olvidarían de él.
De alguna forma, logró ponerse en pie y dar unos errantes y temblorosos pasos, apoyándose en lo que podía para no caer, con esfuerzo, pudo salir del camarote, hasta el pasillo, no sin maldecirla pisada a pisada por no poder quedarse quieta un par de horas, ¿era tanto pedir? Momentos como este le hacían extrañar un poco a aquel joven Moblit.
Finalmente, después de unos largos y dolorosos minutos, pudo reconocerla a través de la ventanilla de un camarote cercano, que suerte, no tendría mucho viaje de vuelta a su cama, en caso de tener que arrastrarla a ella.
Se encontraba sentada en un escritorio, a espaldas de la puerta, la única fuente de luz de ese pequeño camarote era una vela casi extinta cerca de ella, parecía estar esforzándose demasiado para no ser encontrada o interrumpida.
Sin dudarlo un segundo, se acercó y abrió la puerta, causando un chirrido, al mismo tiempo que notó como Hange, que hasta el momento parecía muy concentrada en lo que estaba haciendo, se tensaba al oír aquel ruido, dándole una pausa a su actividad, volteando lenta y nerviosamente hacia él.
—¡Levi! Eres tu —al reconocerlo, se calmó con un suspiro. —Realmente vas a matarme un día de estos…—rió. —¿Necesitas algo?
­—No exageres Hange. Y si, necesito algo, que vuelvas a la cama ¿Qué demonios estás haciendo ahora? —regañó.
El la miró, notó como doblaba y trataba de ocultar un papel con una de sus manos mientras sostenía un bolígrafo con la otra, por más que intentase taparlo con risitas cómplices, parecía nerviosa, como si la hubiese encontrado cometiendo alguna falta, claramente se veía que había estado mordiéndose los labios y Levi lo notó, ¿había llorado? Se había quitado el parche y sus ojos se veían húmedos. ¿Debería decir algo? Pensó.
Cuando abrió la boca para hacerlo, Hange lo interrumpió.
—¡Lo siento! sé que querías que descansara para estar preparada mañana pero… —hizo una pausa, suspirando y dedicándole una mirada algo adormecida. —¿Sabes que, Levi? Realmente no he podido pegar un ojo y…
—Aún esta oscuro afuera, —interrumpió, acercándose a ella y posando su mano sana en el hombro de ella, realmente le preocupaba, se veía muy nerviosa. —realmente deberías intentar dormir un poco antes de llegar a Odiha, tienes tiempo.
—Sí, lo sé, —desvió la mirada. —solo necesito terminar de escribir algo.
Levi no dudó en preguntar
—¿Qué es lo que escribes? —intento observar aquel papel doblado en su mano.
Con una pequeña risa y un movimiento de su mano, escondió el papel detrás de sí, como si jugase, pero claramente nerviosa. Él, respondió a aquella acción frunciendo el ceño ¿Qué era lo que ocultaba? escondida aquí, escribiendo vaya a saber qué a altas horas de la noche, al borde de las lágrimas ¿Qué le ocurría? Y el hecho de que ella estuviese tan empeñada en no dejar que él lo sepa no ayudaba para nada.
—Puedes terminarlo en la mañana, Hange, tendrás tiempo. —dijo, tirándola suavemente por una de las manga de su camisa, intentando que se levantase.
Luego de eso, ella tomo su mano, dándole un suave apretón.
—Sí, Levi, sí —rio. —Lo tengo claro, además… —lo miro divertidamente.—¿No eres tú realmente el que debería estar descansando?
Carajo, tenía razón, recordó como el dolor lo estaba golpeando a oleadas constantemente, cualquiera podía notarlo. Se retorció un poco como respuesta mientras asentía.
—Bueno, volveré a la cama, pero no me hagas venir a buscarte de nuevo.
Intentó encaminarse hacia la puerta pero no pudo, trastabilló, con una expresión de dolor en su rostro se recostó en una de las paredes del camarote, y antes de darse cuenta, Hange lo sostenía por los hombros, ayudándolo a no caer, con una cálida mirada en su rostro, ¿se había calmado?
—Vaya, Levi, tu nunca cambias eh… —bromeó.—¿Quieres que te ayude a volver a tu cama?
Volvió a asentir, sintiéndose avergonzado por la escena y por su estado, ni siquiera podía caminar bien por su cuenta, parecía un maldito bebé, pensó. Pero, aun así, era Hange, lo había curado y cuidado en su estado más vulnerable, esta situación no era algo nuevo para ninguno de los dos a decir verdad, así que no dudó en apoyarse en ella. Luego de eso, la comandante y su herido capitán se abrieron paso hacia el camarote que ambos compartían.
Tardaron varios minutos en llegar, Levi estaba seguro de que hubiesen sido muchos menos si Hange no se hubiese empeñado en esperar a que se le pasase el dolor cada dos o tres pasos, no sin decirle que aparentemente se estaba volviendo un anciano en cada una de sus paradas, obviamente.
Lo acompañó hasta la cama, lo ayudó a recostarse, lo arropó como a un niño y bromeó respecto a ello. Al terminar, Hange se dispuso dar las buenas noches y levantarse, pero la mano de Levi ya la había tomado de una de las mangas de su camisa.
—Hange, ven a dormir.
—Tranquilo, —sonrió. —volveré antes de que te des cuenta, realmente debo terminar esto, tú descansa, ¿sí?—terminó, dándole una dulce mirada mientras sostenía delicadamente su vendada mano.
Levi la miró unos segundos, su mirada denotaba preocupación por ella, estos ciertamente deben haber sido los días más difíciles de toda su carrera como comandante, o mejor dicho, de su vida, y aun así se negaba a permanecer quieta, suspiró, era totalmente un caso perdido. Miró los alrededores de aquella oscura habitación en la que ambos se encontraban, hasta que su ojo se topó con el reloj de pared colgado  frente a él, sorprendido, lo recordó, estaba a punto de decir algo al respecto, de repente pero la vio, parada, su cara daba a la puerta, estaba a punto de irse, ¿Tan rápida era?
—Oye, Hange, espera. —la llamó, en un tono más fuerte que el habitual, lo que sorprendió a ambos.
Ella lo miro, boquiabierta, su cabeza estaba ladeada, sus ojos volvían a estar algo húmedos, con una diferencia, su parche había vuelto.
—¿Necesitas algo más?—Dijo confundida.
—Feliz cumpleaños, Lentes.
Notó como Hange se tensaba, apretando el perillo, acomodó sus anteojos, bajo la mirada, pero luego, lo miró, devolviéndole una significativa sonrisa al capitán.
—Levi, gracias.
El solo asintió.
Así, como si de un espectro se tratase, se deslizo por la puerta, cerrándola tras ella.
La noche pasó, ella no volvió.
Y Levi no durmió.
Mi primer one-shot, terminado hoy a las 6am, quería publicarlo en ao3 pero eso de las invitaciones me arruinó :c no tiene chiste subirlo otro día, tampoco se cuanta comunidad hispanohablante hay por acá u.u pero espero que si alguien lo lee que le guste (? es mi regalito para Hange <3 
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cristinableunoir · 3 years
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Eremika Spanish Week. Día 1: Chefs AU:
La armonía de colores fue lo primero que llamó la atención de Mikasa la primera vez que había cruzado la puerta del restaurante. Las paredes eran color crema, los cubre manteles blanco nuclear y los manteles amarillos. En el centro de cada mesa había jarrones pequeños y transparentes con flores violetas dentro.
- El contrato que firmarás será de un año -Mikasa asintió-, y también...
- Zeke -le interrumpió-, lo he entendido.
Mikasa había hablado con la misma voz dulce, calmada y femenina con la que trataba todos los temas que quería zanjar cuanto antes. ¿Y esta chica tan calmada y fría está tan llena de problemas como todos dicen? se preguntó. En un gesto muy rápido, firmó los papeles y se los entregó. Y con ese simple gesto; Mikasa Ackerman era la nueva encargada del restaurante Jaegeristas. Tras guardar el contrato en una carpeta color camel, Zeke se levantó:
- Te presentaré al resto.
Mikasa se levantó detrás de él y le siguió hasta la cocina. La cocina estaba detrás de la barra de espera del salón del restaurante, en la plantilla de la cocina contaban con cuatro personas además de Zeke, que era el que la dirigía. Niccolo, Armin, Floch y Eren. El último era pariente de Zeke, hermanos o eso tenía entendido Mikasa, pero tampoco había querido hacer averiguaciones. No tenía ganas de responder preguntas, así que tampoco se sentía con derecho a hacerlas.
- Chicos -saludó-; dejad lo que estéis haciendo, quiero presentaros a alguien.
Zeke dio un paso a un lado, para dejar a Mikasa a la vista de todos. La chica mantenía una postura recta y altiva, tenía los hombros anchos y los músculos desarrollados, a pesar de estar tan delgada. Juntó las manos detrás de la espalda y los observó a todos, de la misma manera que ellos la observaron a ella.
- Es un placer conoceros a todos -se presentó-. Soy Mikasa Ackerman, a partir de hoy trabajaré como la nueva encargada de este sitio. Espero poder llevarme bien con todos.
Entre los cocineros había uno rubio y de ojos azules, era el más bajito pero tenía un rostro muy lindo. A su lado, picando cebollas estaba otro con semblante agrio y pelo rojizo, en los fogones había uno que tenía el pelo rubio y rizado. Estaba sonrojado, posiblemente por el vapor del agua que estaba cociendo. Los tres vestían la misma guerrera blanca de cocinero.
- Hola, Mikasa -el rubio de ojos azules dejó lo que estaba haciendo y fue a saludarla-. Yo soy Armin, es un placer conocerte -extendió la mano para saludarla, Mikasa correspondió al saludo-. El rubio es Niccolo, le decimos Nicco y el que está picando cebollas y ni siquiera esas le hacen llorar es Floch.
El primero saludó a Mikasa con un gesto de la cabeza, y el otro con un gruñido. Compañeros de trabajo encantadores pensó con ironía. En realidad le daba igual, lo prefería así, había ido allí sólo para trabajar, no tenía por qué hacer amigos. Notó un suave golpe en la espalda y se apartó enseguida de la puerta. Detrás de ella había un cuarto muchacho, supuso que era un hombre por los brazos fuertes y morenos que sostenían las cajas, porque la cara no se la veía, la tenía cubierta por cajas.
- Zeke, quita de en medio, que voy con carga -rumió.
- No es a mi a quien casi atropellas, idiota -respondió el jefe.
El chico que acababa de entrar en la cocina se giró sobre los talones hasta quedar de costado a Mikasa y mirarla ojiplático.
- Oh -murmuró-, perdona.
Se puso de cuclillas con elegancia y dejó las tres cajas que tenía cargadas en el suelo. El chico no parecía tan alto a comparación de Mikasa (quién era alta para ser mujer) pero tenía los brazos y las piernas largos, y los hombros muy anchos. De todos era el único que no vestía la guerrera, sino una camiseta de color marrón con el cuello de pico y vaqueros. Su pelo era castaño y largo, pero lo llevaba recogido en un moño a mitad de la cabeza.
- Me llamo Eren -le extendió la mano a modo de saludo, Eren tenía los ojos almendrados y profundamente verdes. No se parecía en nada a Zeke.
- Mikasa -correspondió al saludo, estrechándole la mano.
- Mikasa trabajará con nosotros a partir de ahora -intervino Zeke.
Eren apoyó la espalda en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada fija en Mikasa, no la desvió ni cuando Zeke comenzó a explicarle el contrato que la chica había adquirido con ellos.
- Vale -interrumpió sin haber escuchado ni una mierda de lo que su hermano mayor le había dicho-, me parece bien, pero antes de saber si podremos trabajar juntos necesito saber algunas cosas de ti.
Mikasa pestañeó una única vez. Sin descruzar los brazos, dio dos pasos hacia Eren y alzó un poco la cabeza para mirarle a los ojos. Eren se puso recto y entendiendo el desafío se inclinó hacia Mikasa, ella tenía la mirada seria, fría... profundamente triste. La de Eren era como la de un felino que trataba de averiguar en qué punto venía la luz.
- ¿Te gusta el queso? -le preguntó.
Mikasa fingió que no estaba sorprendida por la pregunta y no cambió el semblante.
- Sí -contestó con seriedad.
Eren torció la comisura de la boca en una sonrisa.
- Bien, empezamos bien. No me fío de nadie que no le guste el queso -afirmó, e iba en serio-. Y, ¿estarás dispuesta a probar todo lo que yo cocine? -pronunció cada una de las palabras con cuidado, de manera pausada, como si fuese una insinuación de algo más-, todos los que trabajan para mi están obligados a probar mi comida y a darme su opinión más sincera.
- Eren -el tono de Zeke resultó imperioso. Sólo un hermano mayor podía pronunciar así un nombre y que sonase como una riña.
Los otros cocineros habían dejado lo que estaban haciendo y miraban petrificados el intercambio de miradas, Mikasa se daba cuenta, pero no se amedrentó por ninguno de los presentes. Dio un paso al frente, ladeó la cabeza y contestó:
- Si es una norma, la acataré -y un ángel pasó por esa cocina, porque únicamente el sonido de las burbujas del agua al explotar en la olla se escucharon durante al menos quince segundos seguidos.
Ese fue el tiempo que Eren tardó en reaccionar. Su sonrisa se volvió como la de un niño y se acercó a Mikasa, codeándole la parte alta del brazo.
- Nos vamos a llevar bien tu y yo.
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El primer día de trabajo fue bastante más duro de lo que Mikasa hubiera esperado. Quizás es que aún estaba cansada del viaje y la mudanza, o quizás es que se le había vuelto a olvidar que tenía que comer... Cuando se sentó por fin en una de las mesas del comedor no se lo podía ni creer, era patético para una ex gimnasta olímpica como ella se cansase así, pero enseguida apartó ese pensamiento, tenía que dejar de machacarse a si misma de esa manera. La última tarea del día era actualizar los registros y hacer caja, mejor si se centraba en eso. Además de supervisar mesas y camareros, y que no hubiera ningún problema con los clientes, aquel sería su trabajo principal.
- ¿Me permites? -sin aviso ninguno Eren le quitó el libro de cuentas que estaba examinando y le puso en su lugar un plato enorme de tallarines a la carbonara. Tenía uno idéntico para él en la otra mano, que puso delante del que había puesto para ella.
Retiró la silla y se sentó frente a ella, ofreciéndole un tenedor y una cuchara a Mikasa. Ella no los cogió enseguida, así que Eren se los dejó encima de la mesa, junto a su plato.
- Es pasta fresca a la carbonara -contestó a la pregunta que Mikasa no le había hecho-, y de la buena, nada de nata. La masa también es casera. Pruébalo, seguro que te gusta -la animó, con una leve sonrisa.
Dejó a un lado de la mesa el libro negro de las cuentas y comenzó a comer usando el tenedor y la cuchara para anidar la pasta. Mikasa tenía la mente centrada en el plato. Hacía años que no probaba la pasta, y el plato era demasiado grande, tenía demasiada cantidad de comida, no iba a poder con toda. Ni siquiera estaba segura de si podría comer con normalidad. El corazón comenzó a acelerársele, tenía el vello de punta, taquicardia, otra vez esa maldita ansiedad, el pánico que sentía que iba a devorarla. Basta, basta, se dijo.
- No has comido nada en todo el día -le recalcó, y tenía razón. Mikasa no había probado bocado desde que se había levantado y se había tomado el batido de proteínas con plátano que se hacía cada mañana-. Pruébala, seguro que te gusta -Mikasa seguía sin reaccionar ni decir nada, solo miraba el plato fijamente-.
Eren había hecho otro comentario más pero Mikasa no le estaba escuchando. Una gota de sudor le recorrió la nuca.
- ¿No te gusta?
Mikasa ni siquiera escuchó la pregunta. Sin previo aviso se levantó de la mesa manera un tanto brusca. Eren hizo ademán de levantarse él también pero Mikasa le detuvo con un gesto de la mano.
- Dame un momento, por favor -y se marchó al baño.
Encerrada en el baño comenzó a tener un ataque de pánico,  el primero en una semana. Le costaba respirar pero esta vez no llegó a vomitar, logró controlarlo. Tampoco era un gran mérito porque no tenía absolutamente nada en el estómago que pudiera vomitar si se metía los dedos en la garganta. Aun así, se recordó a si misma que el hecho de no haberse metido los dedos para vomitar, de no provocarse el vómito, era un logro en si y uno muy grande además. Antes hubiera insistido hasta dejarse la garganta, el esófago y escupir sangre, pero ya no, ya no quería sentir más dolor, ya no quería seguir sufriendo así. Era un logro, era un logro, estaba mejor, estaba mejor. Tras salir del baño se echó agua fría en la cara y comprobó la hora, eran las ocho, podía tomarse otra pastilla.
Eren apenas había tocado su plato desde que ella se había ido, pero Mikasa volvió a la mesa como si no hubiera pasado nada.
- ¿Estás bien? -Mikasa ignoró la pregunta y se sentó frente a él.
Cogió la cuchara y el tenedor, o más bien empuñó ambos cubiertos como si fueran armas y después cogió una pequeña porción de comida. Enredó con parsimonia y esfuerzo una porción muy pequeña de pasta y después se la metió en la boca. Mikasa parecía masticar con esfuerzo, frunciendo los labios. Eren no había estado más nervioso en toda su vida en lo referente a que alguien probase su comida. Mikasa no hizo comentarios al respecto, simplemente continuó comiendo, bocados pequeños, masticaba con lentitud y mucho esfuerzo pero lograba tragar.
- ¿Mucha pimienta? -fue el único tema de conversación que se le ocurrió en aquel momento-. Zeke suele quejarse de eso -Mikasa únicamente respondió negando con la cabeza-. A mi es que me gusta fuerte.
- A mi también -contestó después de un minuto.
Eren sonrió satisfecho, pero no preguntó nada más por esa noche, ya tendrían tiempo para hablar cada día que cenasen y comiesen juntos, o al menos eso esperaba él.
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Eren y Mikasa se acostumbraron pronto a hacer las comidas y las cenas juntos en el restaurante después del trabajo y en los descansos, mientras ajustaban las cuentas o comían con los demás al medio día. Eren solía aprovechar para preparar platos tradicionales que le gustaban mucho como la escalivada de pimientos con atún, pasta o pollo al horno con manzana y miel. Y otras ocasiones hacía que Mikasa probase platos nuevos como la ghoulash de pescado blanco, la crema fría de melón con virutas de jamón de corte o arroz revuelto con tomate y berenjenas. Mikasa soportaba muy bien la comida picante, incluso mejor que él, pero odiaba el vinagre y la ensalada condimentada, para ella nunca era demasiada pimienta, se había dado cuenta Eren y aunque apenas comía durante el día (parecía que comer le resultaba un esfuerzo a veces) le encantaban las fresas, porque nunca rechazaba una, fuese la hora que fuese. En el tiempo que pasó con ella no solo descubrió las cosas que le gustaban comer, también que a pesar de parecer seria tenía un muy afilado sentido del humor, que siempre decía las cosas como las pensaba, que era mucho más inteligente de lo que todos pensaban, y bastante buena resolviendo conflictos y mediando entre las personas (había podido comprobarlo con Nico y Floch), y también que seguramente había estado sola desde que era muy pequeña. Por la actitud independiente que siempre exhibía.
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Desnuda ante el espejo, Mikasa podía ver cómo había logrado ganar algo de peso en los últimos meses. Seguía haciendo ejercicio cada día, para no perder la masa muscular que tenía de haber hecho gimnasia rítmica durante tantos años, pero aún así, volvía a tener las caderas y los muslos llenos. Ahora parecía un poco más reloj de arena, la cintura se le formaba nuevamente y le marcaba el abdomen de manera más saludable, ya no notaba las venas del estómago. También tenía los pechos más grandes, el período le venía con regularidad desde hacía tres meses por lo que el pelo negro y lacio estaba más brillante y voluminoso también, la piel volvía a tener su tono blanco uniforme. También arecía algo más femenina, con el rostro más redondeado, no tan afilado como se había acostumbrado a vérselo en el espejo y a no gustarse. Ahora le gustaba lo que veía en el espejo. No recordaba la última vez que así había sido, mirarse desnuda y gustarse, mirarse y no sentir asco de ella misma, mirarse y no pensar que no servía para nada si no era capaz de coger unas mazas o una cinta rítmica. Su peso de cierta manera... ahora ya daba igual, daba igual, únicamente tenía que preocuparse por estar sana y bien.
La rutina del trabajo finalmente le había ido bien, su terapeuta le había insistido mucho en la importancia de llevar una vida ordenada, de ir dando pequeños pasos, de recompensarse por sus pequeños logros. Sigue haciendo gimnasia si quieres, sigue haciéndola si eso te hace feliz, pero no hagas nada que no te haga feliz o que te haga odiarte. Había sido más el consejo de una amiga que el de una terapeuta, pero en cierta manera, era lo que le había salvado la vida.
El uniforme del restaurante consistía en un pantalón negro ajustado, un delantal francés del mismo color y una camisa blanca que siempre llevaba remangada hasta los codos. Con el cambio de peso la blusa comenzaba a quedarle más ajustada en torno al pecho, volvía a tener canalillo. Tendría que comprarse una talla más, o acabaría viéndose en una situación incómoda en el trabajo. En la cocina Eren era el único que nunca se ponía una guerrera, siempre llevaba camisetas de cuello de pico y vaqueros, y como él era el dueño podía hacer lo que quisiera, o eso decía él. Comer y cenar cada día con Eren y los demás había sido también clave en su recuperación. Gracias a Eren se había reconciliado un poco más con la comida, todo lo que él preparaba era delicioso, y sobre todo nunca se quejaba de la cantidad que Mikasa comiera, si comía demasiado poco, si no quería tocar el arroz de la guarnición y prefería comerse solo las verduras. Con el tiempo había incluso aprendido a ponerle platos más pequeños, platos que podía terminarse enteros y que la animaban mucho, porciones ajustadas a ella. Eren era un cielo, Mikasa y él habían llegado a forjar lo que se podía denominar como una amistad muy profunda, o al menos eso pensaba ella. Mikasa nunca había tenido amigos, siempre había estado demasiado ocupada entrenando como para tener una vida o ese tipo de relaciones y todo esto era nuevo para ella. Básicamente era una torpe emocional de veinticinco años pero lo que sentía por Eren, la calma cuando estaba con él, la alegría de verle sonreír y cómo se hacían reír mutuamente... eso era cariño, y lo sabía reconocer. Cariño sincero. Y quizás algo más...
- Mikasa -Eren se asomó desde la cocina, haciéndole un gesto con la mano-, ven, me gustaría que probaras esto.
Mikasa dejó lo que estaba haciendo y le explicó a uno de los camareros lo que tenía que hacer antes de irse a atender al jefe. Una vez en la cocina, Eren le ofreció un anacardo garrapiñado con caramelo aromatizado al romero. Eren le acercó el fruto seco a los labios de manera distraída, como si esperase que Mikasa se lo fuese a quitar con los dedos, en cambio la chica inclinó la cabeza y sin dejar que sus labios rozasen ni el índice ni el pulgar que sostenía el anacardo, lo atrapó y se lo metió en la boca. Primero saboreó la textura del caramelo, perfecto de rubio y con un toque refrescante de romero. Eren se la había quedado observando, desconcertado y... hasta sonrojado.
- ¿Qué te parece? -murmuró tras un rato en que Mikasa se había dedicado a darle vueltas al anacardo en la boca.
- Me encanta -dictaminó al final-, el anacardo es el fruto seco que más me gusta -Eren ya conocía ese dato, pero se lo calló, esbozando una sonrisa de medio lado. Mikasa se dio la vuelta para volver al trabajo, pero Eren la detuvo agarrándola por la muñeca.
- Mikasa -hizo una pausa cuando ella giró la cabeza para mirarle- ¿Me acompañarías esta noche a un sitio?  
Mikasa lo pensó durante unos segundos antes de contestar y entonces asintió con lentitud. Eren pestañeó, parecía sorprendido de que hubiese aceptado la invitación, sin más y porque sí.
- ¿Es por trabajo?
- Ah... -murmuró-, no. Es personal... es una tontería -se apresuró a decir-. Es que no tengo con quién ir y... -se encogió de hombros.
- Eren -le interrumpió-, iré contigo. Si es contigo y no se trata de trabajo se que me divertiré.
Eren la miró desconcertado, y ella le correspondió con una sonrisa sincera antes de salir de la cocina. Y justo en la puerta chocó con Floch, que la miró con cara de pocos amigos. Armin siempre era un encanto y Nicco aunque tenía sus días se podía tratar con él, en cambio Floch...
- Hola -le saludó con cordialidad.
La contestación de Floch fue un gruñido y un gesto contra su hombro para que se apartase de su camino. Mikasa lo toleró esa vez en pos del buen ambiente de trabajo, pero no lo toleraría una segunda vez. Atravesó a Floch con la mirada mientras veía cómo este orbitaba en torno a Eren, que estaba sacando otra tanda de anacardos de la sartén y poniéndoles más romero para después guardarlos en un bote de cristal hermético y servirlos en los postres a los comensales del restaurante. Eren dirigió una mirada disimulada a Floch y luego a Mikasa, que ya se había dado la vuelta para largarse de allí.
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Ese día cerraron el Jaegeristas antes de tiempo, normalmente cerraban a las diez, pero Eren les dio la tarde libre a todos y se fueron a casa sobre las cinco de la tarde. Él y Mikasa habían quedado a las ocho, por lo que Mikasa tuvo tiempo de ir a casa, ducharse y ponerse ropa más cómoda. No tenía ni idea de a dónde irían, pero Eren le había pedido que no se pusiera nada formal, más bien ropa y calzado cómodos. Al final se puso unos leggins de color negro y una sudadera de color blanco. Por las noches refrescaba mucho en Paradis. Cuando llegó al restaurante Eren estaba cargando una cesta de picnic y varias mantas en el coche.
- ¿Nos vamos de picnic? -La voz de Mikasa había sobresaltado a Eren, ¿Cómo era siempre tan sigilosa?
- Que susto me has dado -ella le respondió con una sonrisa-. Es por si nos da hambre. Bueno, yo tengo hambre a todas horas, ya me conoces.
Mikasa sonrió y asintió antes de subirse al coche con él.
Eren condujo cerca de unos treinta minutos, mientras atravesaban toda la isla hasta llegar a las montañas del norte. Mikasa supo que había hecho bien en ponerse aquella sudadera de pelillo, Eren también llevaba un cárdigan largo de lana negra que le abrigaba, porque en esa zona de la isla siempre hacía especialmente frío. Eren le contó un poco de historia de la Isla de Paradis, sobre los recursos naturales de esta y cómo al principio era un lugar ruinoso que los antepasados que emigraron allí hacía dos mil años habían logrado sacar adelante. Mikasa le confesó que, aunque ella había crecido en Hizuru con parte de la familia de su madre, su padre era de allí, y que ella había nacido allí también. Aunque nunca había vuelto a Paradis hasta ese año en concreto.
- Y ¿por qué dejaste tu vida en Hizuru y viniste a Paradis? -le preguntó una vez hubieron llegado a una colina desde la que veían iluminada prácticamente toda la capital de Paradis-. Y para trabajar en un pequeño restaurante como el nuestro nada más y nada menos, estudiaste económicas ¿no? podrías optar a puestos mucho más importantes.
- Es que no era feliz -contestó escuetamente-. Con nada de allí, por eso fue que hui -Mikasa desvió la cara hacia la ventanilla del coche, su voz sonó amortizada contra el cristal cuando volvió a hablar-. Hasta llegar aquí.
Eren la miró de soslayo, su reflejo triste en el cristal, el pelo negro y lacio hasta la mitad de la espalda. La primera vez que la había visto había pensado que era muy hermosa, con ojos terriblemente tristes pero aun así llenos de fuego.
Cuando llegaron al destino y se bajaron del coche, Mikasa cogió una manta de color negra con forro debajo y la extendió sobre el suelo de tierra y escarcha. Eren fue detrás de ella con la cesta de la comida y otra manta de pelillo para echársela por encima una vez estuvieran sentados. Habían subido a una colina en lo alto de las montañas de la ciudad, un mirador del que podían ver todas las luces anaranjadas,  las casas de piedras blancas típicas, los caminos llanos... Mikasa se había quedado embobada viendo la escena, era precioso y sobrecogedor al mismo tiempo.
- ¿Y ahora... eres feliz aquí? -Mikasa se dio la vuelta para mirarle. Eren había colocado todo ya y se había quitado los zapatos para subirse a la manta y cubrirse las piernas con la otra.
Mikasa se quitó las zapatillas también y se sentó a la derecha de Eren, metió los pies debajo de la manta junto a él antes de contestar:
- Sí.
Eren le dedicó una sonrisa torcida y la terminó de cubrir con la manta, en un resquicio del pie que se había dejado.
- ¿Tienes hambre? He traído ensalada de patata y pepino con mayonesa, también sándwiches de mantequilla de cacahuete y mermelada, de huevo y mí favorito: sándwich de croqueta.
- ¿Sándwich de croqueta? -preguntó, escandalizada.
Eren asintió con entusiasmo mientras le explicaba en qué consistía el sándwich de croqueta. Eran dos rebanadas de pan, una untada con una suave capa de mayonesa y otra de kétchup, una capa de lechuga (preferiblemente genovesa o de roble) sobre la capa que tenía mayonesa, una capa de huevo huevo picado con sal, pimienta y mayonesa al curry encima de esta, un escalopín de ternera o pollo empanado, una capa de queso y la otra rebanada de pan untada con la salsa kétchup. Mikasa le miró horrorizada.
- Me como medio de eso y me podría ir a arar una semana al campo -se quejó.
- Qué exagerada eres -carcajeó Eren, mientras le ofrecía la mitad del sándwich que ya venía perfectamente partido por la mitad. Mikasa lo cogió con timidez y reparo-. La receta era de mi madre; solía preparárnoslos cuando íbamos de picnic al campo -había un deje de tristeza en la voz de Eren, que no pasó desapercibido para Mikasa. Eren también se dio cuenta, así que añadió-: Murió cuando yo aún era un niño; pero fue por ella que empecé a cocinar.  
- Lo siento mucho -murmuró Mikasa mientras miraba el sándwich-. Yo también perdí a mis padres cuando era niña, fueron mis tíos, la familia de mi madre quienes me criaron en Hizuru.
- Lo siento mucho -Eren tocó el brazo de Mikasa y luego continuó-: Oye, si no te gusta sándwich no tienes por qué...
- ¡No es eso! -le cortó con tono brusco-. Es que... hace un tiempo tuve problemas con la comida, ya estoy bien -se apresuró a decir-, es decir, que me estoy recuperando bien pero... aún hay cosas que me cuestan. Cierta ansiedad persiste aún.
Y antes de que Eren pudiera decir nada más, Mikasa le quitó el sándwich de croqueta de la mano y lo abrió. Eren ya lo tenía partido por la mitad, y se veían todas las capas, incluyendo la del filete de pollo y el color amarillo de la mayonesa, naranja del queso y rojo del kétchup. Era muy bonito, seguro que también era delicioso. Tomó aire y dio un bocado enorme al sándwich, probablemente el bocado más grande que había dado en años sin intención de vomitarlo después. Se recordó a si misma la necesidad de notar los sabores en la comida, de disfrutar lo que Eren había preparado, de ir despacio para no sentirse demasiado llena después y con la sensación de explotar. Eren la miraba como un búho de noche, ojiplático y un poco inclinado hacia ella.
- Buenísimo -contestó después de tragarse el primer bocado y antes de darle el segundo. Tenía el ceño fruncido igual que una niña.
Eren sintió mariposas en la piel, era feliz cuando alguien disfrutaba mucho de lo que él cocinaba, cuanto más la chica que le gustaba tanto desde hacía meses. Desde la primera vez que había visto a Mikasa, había sentido que algo había cruzado su mente, como si la conociera de toda la vida. Quería ver sus clavículas llenas, por alguna extraña razón sabía que su cuerpo no era tan excesivamente delgado de manera natural. Quería verla sonreír, y proteger esa sonrisa a toda costa.
- ¿Quieres agua? -le ofreció una botellita de agua-, también tengo refresco, aunque nunca te he visto tomar uno. Sospecho que no te va mucho.
- Odio las burbijitas que tiene -arrugó la naricilla de pensar en ellas y cogió la botella de agua que Eren le ofrecía, dándole las gracias-; me lo bebo únicamente si le sacudes las burbujitas.
- ¿Cómo me dices eso? -objetó- las burbujitas son lo mejor.
Mikasa le sonrió de manera torcida mientras él abría una lata de refresco y le daba un ligero sorbo.
- Eren... -comenzó de manera distraída-, ¿tu y Floch tuvisteis algo romántico o sexual en el pasado?
Eren esparció como un surtidor en el césped de la colina el refresco que tenía en la boca, como respuesta a la pregunta de Mikasa. La chica ladeó la cabeza, como si no entendiera la reacción de él.
- Pero, ¿por qué me preguntas eso? -exclamó, mientras cogía servilletas de la cesta de la comida.
- Curiosidad -contestó-, como parece que siempre orbita en torno a ti. Le falta mearte encima para que nadie se te acerque -Eren la miró ojiplático, parecía que él no había percibido nada de eso-. Perdón, igual y es un terreno demasiado personal como para preguntar.
- ¡No! -contestó-, quiero decir que no es demasiado personal que me puedes preguntar lo que quieras, vaya -contestó de manera atropellada- y que no, que tampoco, vamos que nunca hemos tenido nada, no es... -se paró, antes de decir alguna tontería más grande y dio un sorbo del refresco de limón. Esta vez sin tirarlo.
Mikasa sonrió un poco para si misma. Siempre veía a Floch detrás de Eren, pero Eren no parecía demasiado interesado en el cocinero, por eso Mikasa había pensado que igual habían tenido algo en el pasado y Eren había pasado de él; quizás era simplemente un amor unilateral. Como fuese, esperaba que su amistad con Eren no crease conflictos en el trabajo. Hacía unos pocos meses le hubiera dado igual, pero Armin y Niccolo se habían vuelto amigos cercanos a ella, y no querría perder o enturbiar su nueva rutina.
- Bueno, entonces, ¿me has traído aquí para un picnic nocturno solamente o...?
- Espera un poco -miró su reloj de pulsera- quince minutos solamente.
Mikasa asintió. El sándwich de croquetas le había encantado, pero también quería probar la ensalada de patata y pepino, así que únicamente se comió una mitad entera y se dejó mordida la otra mitad. Observó que Eren no tuvo problema en terminarse la mitad del sándwich que ella había mordido pero que no tenía intención de terminarse y sonrió un poquito por eso.
- Uf, estoy llenísima -sentenció después de un rato.
A opinión de Eren, Mikasa había comido bastante poco, pero según tenía entendido las chicas comían bastante menos que los chicos. Él siempre había estado más rodeado de amigos que de amigas y si era sincero sabía bastante poco de ellas. Además, con lo que le había confesado antes tampoco quería agobiarla.
- ¿No quieres postre entonces? -sacó de la cesta dos parfait metidas en tarros de cristal, estaba hecha con un bizcocho de vainilla, fresas y nata. Eren sabía que Mikasa nunca decía que no a unas fresas, y si estas llevaban nata... es que nadie se resistía-: ¿Trufa o nata?
Mikasa le atravesó con la mirada.
- Nata -contestó, cogiéndole el bote-, eres malvado. Las fresas me gustan muchísimo.
- A mi también -le contestó.
Eren observó cómo Mikasa se metía en la boca la fresa de en medio, entera y cubierta de nata, y lo que más le gustó fue ver cómo sonreía al morderla y disfrutaba de ella. Eren abrió su bote también y la imitó, a él le encantaba el chocolate, por eso había hecho el suyo de trufa.  
- ¿Sabes? Estás muy sexy cuando comes -el comentario de Mikasa le cogió por sorpresa, e hizo que la fresa casi se le fuera por el otro lado. Podía parecer que no, pero en realidad era un chico bastante tímido-. Esa no es una cualidad que tenga todo el mundo.
Eren quiso reírse, o darle las gracias, o incluso preguntar si debía de darle las gracias. Decir algo. Lógicamente, Eren siendo Eren, no hizo nada de eso, se quedó callado mirando a Mikasa, a sus labios más concretamente. Los tenía rojos e hinchados por habérselos estado relamiendo al comerse las fresas y la nata.
- Te has manchado la comisura con nata -murmuró-, ¿me permites?
Eren extendió la mano y con el pulgar le apartó un pisquito de nata que tenía en la comisura de la boca, luego se lamió el pulgar para quitarse la nata del dedo. Mikasa le miró de manera larga antes de preguntar:
- ¿Eso ha sido como un beso indirecto?
Eren giró la cabeza bruscamente para mirarla.
- ¿Cómo?
- La próxima vez me lo podrías dar directamente -le comentó con naturalidad-. Sólo si te apetece claro está.
- ¿Da-darte un beso... a ti? -a veces no pillaba el humor de Mikasa, no sabía si decía las cosas en serio (porque sincera era un rato) o simplemente estaba de broma. Igual y se había pasado quitándole la nata de la boca.
- Haces que suene horrible -comentó en tono burlón y dejó el bote vacío de fresas, nata y bizcocho en la cesta-. Qué bien he comido -suspiró y se tumbó sobre la manta cuán larga era.
Aunque sonreía, en realidad estaba nerviosa por lo que acababa de decir. En el mejor de los casos Eren lo tomaría como una broma, ella siempre tenía ese tipo de humor que él generalmente solía captar, y en el peor de los casos, le pediría disculpas si le había molestado y esperaría que su amistad siguiera como si nada. Las estrellas brillaban muchísimo esa noche, pero la cabeza de Eren las tapó cuando se inclinó sobre ella, para mirarla a los ojos.
- ¿Tu me quieres dar un beso a mi? -le preguntó abiertamente.
Mikasa no contestó enseguida, se tomó un momento para responder, pero cuando lo hizo fue sincera.
- Sí -contestó finalmente.
El corazón se le calmó cuando lo dijo. Había pensado que estaría muchísimo más nerviosa cuando se lo dijera pero... en realidad fue todo lo contrario, como un peso que se había quitado de encima. Si Eren no quería no iba a tomárselo a mal tampoco, pero al menos ya se lo había dicho. Eren frunció los labios y se inclinó sobre ella para besarla en los labios. El beso fue apenas un roce de labios, parecía más el beso de unos niños de doce años que se besaban por primera vez que el de dos adultos de casi veinticinco años. Eren rozó la punta de su nariz con la de Mikasa, haciéndola sonreír. Ella alzó las manos, acariciándole las mejillas y se incorporó un poco para devolverle el beso, esta vez un poco más profundo, con los labios entreabiertos. Mikasa temía sentirse torpe, no recordaba la última vez que había intimado físicamente con alguien. Aunque quizás a un beso no se le podía llamar tener intimidad, ¿o si? Eren se incorporó un poco para mirarla y le apartó un mechón de cabello de la cara, la forma en que la miró hizo que Mikasa sintiera ganas de llorar y ni siquiera sabía por qué.
Abrió la boca para decir algo, pero en ese momento el cielo quedó plenamente iluminado por una lluvia de estrellas. Eren estiró los labios en una sonrisa, la sonrisa más preciosa que Mikasa había visto nunca.
- Ya ha empezado -Eren se tumbó boca arriba junto a ella, agarrándola de la mano.
Entrelazaron los dedos de las manos y se concentraron en ver la lluvia de estrellas. Era el espectáculo más precioso que Mikasa hubiera visto nunca, caían como lágrimas, estrellas fugaces a las que poder pedir miles de millones de deseos. Pero Mikasa únicamente tenía un deseo, y parecía habérsele cumplido.
- Eren -murmuró. Él giró la cabeza para mirarla, aunque ella aún miraba el cielo y las estrellas cayendo- Gracias -murmuró-, por haberme traído aquí contigo, por haberme ayudado tanto en estos meses, por ser mi amigo. Gracias.
Eren no contestó, pero sí abrazó a Mikasa contra su pecho y le dio un beso en la mejilla. Ella también se acurrucó contra él debajo de la manta, sin dejar de mirar al cielo. A veces la felicidad podía ser simplemente eso.
                                                     🥢🥡🥢🥡🥢
Esa noche cuando Eren la dejó en casa, Mikasa le invitó a quedarse a dormir y él aceptó. Dejaron los zapatos a la entrada, como era la costumbre de Hizuru y pasaron directamente al dormitorio. Mikasa atrajo a Eren hacia si, deslizó las manos por sus amplios hombros y le quitó el cárdigan negro que llevaba puesto, después metió las manos por debajo de la camiseta verde militar, acariciándole la espalda, la cintura. Eren cogió la cara de Mikasa entre las manos y la besó, primero en la frente, luego en la nariz, finalmente los labios. Ayudó a quitarse la camiseta, tirando por la parte de atrás del cuello, Mikasa le acarició el pecho, le besó en las clavículas.
- De haber sabido que esta noche acabaríamos por fin en la cama -comentó entre risas, mientras Eren le sacaba la sudadera de pelillo y la camiseta de tirantes negra debajo de esta- me habría puesto ropa interior más sexy y no un sujetador deportivo.
- ¿Por fin has dicho? -Eren frunció el ceño, pero Mikasa no le dio tiempo a decir nada más, se le colgó del cuello y le besó para que se callase.
Eren captó la indirecta y no dijo nada más al respecto. Separó sus labios pero fue dejando besos húmedos por el cuello de Mikasa, mientras la chica gemía y ronroneaba, le quitó la camiseta, efectivamente llevaba un sujetador deportivo negro, pero sus pechos le parecieron preciosos igualmente. Se arrodilló ante Mikasa mientras le bajaba los leggins negros entre caricias. Tenía unos muslos preciosos, suaves y níveos, como el resto de la piel, pero en el tobillo derecho tenía una cicatriz que le recorría desde el tobillo hasta casi la rodilla. Eren frunció el ceño, acariciándole la piel rosada y tirante de ahí.
- ¿Qué te pasó? -murmuró, mientras le acariciaba la cicatriz con el pulgar.
Mikasa terminó de zafarse de los leggins con un movimiento de los pies y se apartó de él para sentarse a los pies de su cama.
- Me rompí el hueso -le contestó-, tuvieron que operarme de urgencia -Eren se acercó a ella y de nuevo se arrodilló, sentándose sobre los talones frente a ella-. Fue hace un año y medio -prosiguió-, mientras hacía un ejercicio de barras. Había tomado tantos calmantes para poder pasar el día que me fallaron los músculos, me mareé, perdí la consciencia -aún no sabía cómo explicar lo que había pasado ese día, todo había comenzado a darle vueltas, no sentía los miembros, ni los músculos, no era consciente del mundo a su alrededor tampoco de que se había golpeado y doblado la pierna de manera antinatural, no sentía nada-. La verdad es que no lo recuerdo, sólo se que todo me daba vueltas. Me partí el peroné. Tenía una descalcificación por... -calló, aún le daba vergüenza hablar de eso- y hacía tiempo que no tenía la regla tampoco por el mismo motivo -murmuró.
Eren había apoyado la barbilla sobre los muslos de Mikasa mientras la escuchaba, y cuando la chica calló durante unos segundos de más, él se acercó más a ella y le dio un beso en el ombligo. Mikasa notó el pecho amplio y duro de Eren rozándole la parte alta de los muslos, en respuesta ella frotó el interior de sus tobillos contra sus costados, apresándole la parte alta de las costillas con las rodillas. Eren se sorprendió de que tuviera tanta fuerza y en el momento de confusión, Mikasa con manos demasiado ágiles y una musculatura igual de flexible le quitó el botón de los vaqueros y se los bajó, calzoncillos incluidos. En cuanto Eren quedó desnudo, Mikasa le acarició la piel que le recubría las caderas y la parte externa de los muslos. La piel morena del chico se erizó y su miembro comenzó a despertar. Mikasa no se privó de mirarle en la penumbra de su habitación, los ojos de ambos se encontraron y esta vez fue Eren el que se inclinó para besarla. La lengua de Eren rozó la de Mikasa entre medias del beso, y sus uñas recorrieron las nalgas de Eren, arrancando gemidos de este. Mikasa sonrió con malicia aún contra su boca, y entonces le dio un suave azotazo al chico.
- ¡Ay! Oye -se quejó-, cuidadito con mi cuerpo que es sensible.
Mikasa no pudo evitar carcajear, mientras rectaba en la cama, abriendo las piernas de par en par.
- ¿Cómo que tu cuerpo? -se burló- ¿cómo que tu cuerpo?
Eren le devolvió la sonrisa traviesa, entonces la agarró por los tobillos y la arrastró hacia él nuevamente por la cama, deshaciendo el camino que había hecho. Mikasa gimió en cuanto se vio apresada, y Eren comenzó un camino de besos que comenzaron desde la cadera hasta la cintura mientras aprovechaba de bajarle las bragas a Mikasa. Mikasa estaba húmeda y preparada para él, lo había estado desde hacía bastante, pero aquel había sido el momento preciso. Mikasa le abrazó y repartió besos por su mejilla, mientras ambos se unían al placer, a la diversión y al amor.
                                                      🥢🥡🥢🥡🥢
Mikasa despertó un poco antes del amanecer, tumbada sobre el pecho de Eren, que a su vez la rodeaba con los brazos. Tenía la coleta deshecha y la expresión de un niño cuando dormía, Mikasa sonrió y se abrazó más a él, frotando la cara contra su pecho. Para ser hombre la piel de Eren era bastante suave. Eren se removió, abrazándola un poco más fuerte, como si no quisiera dejarla ir nunca. Mikasa sonrió, algo más espabilada ya, y le dio algunos besos en el esternón. Eren reaccionó enseguida, masajeándole la cabeza con la yema de los dedos.
- ¿Tan temprano y ya estás traviesa? -murmuró por encima de su cabeza.
- No estoy traviesa -se quejó, mientras se cubría un poco más con las sábanas-, estoy cariñosa, aprovéchalo.
Eren le dio un profundo y sonoro beso en la frente en respuesta.
- ¿Y qué haremos a partir de ahora? -murmuró Mikasa, contra los pectorales de Eren.
- ¿Estar juntos? -sugirió- ¿ser felices juntos?
Mikasa sonrió, y frotó una vez más la mejilla contra su piel. Le parecía bien, le gustaba esa idea. Mikasa había encontrado en aquel restaurante a su familia, con Zeke, con Armin, con Eren... y a veces puede que en sus buenos momentos incluso con Niccolo y Floch, bueno, con el último lo dudaba un poquito pero... a gusto podrían trabajar como mínimo. Estaba contenta, era feliz, y esa mañana al levantarse, por primera vez en meses no se le hizo raro levantarse y no sentir ningún tipo de dolor.
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CAPÍTULO I: COMPAÑÍA INESPERADA (PARTE 3)
Espantapájaros
El escenario cambió.
El olor a tierra inundaba el aire.
Frente a ellos se encontraba un arco de madera, más allá del cual no se extendía más que maíz y maíz. Los tallos verdes parecían estar aún en una etapa demasiado temprana para la cosecha. Los Negati recorrían los campos recogiendo las gotas desperdigadas aquí y allí, como en el escenario de Ritmo Callejero.
Había una casa de campo anticuada en medio de los campos.
También había un hombre de mediana edad con un mono y un sombrero de paja sentado en una mecedora en el porche delantero. Debió de haber notado a Ritmo Callejero y a los otros porque estaba saludando.
Navegaron a través del mar de maíz hacia la casa de campo.
‘’Hola, Niña de la torre relojera, Pensativo Pierrot. Y…’’ El hombre detuvo la mecedora mirando al chico. ‘’Ritmo Callejero, ¿creo?’’
‘’¿Hay alguien que no sepa mi nombre?’’
‘’¿Por qué no intentas adivinar el suyo?’’ dijo Pensativo Pierrot, casi de forma burlona.
‘’¿En serio?’’ Ritmo Callejero no pensaba que funcionaría, pero decidió seguirle la corriente al payaso de todos modos. Miró fijamente al señor por mucho tiempo. Un nombre le vino a la cabeza. ‘’Eh…¿Espantapájaros?’’
‘’¡Ya lo creo que sí!’’ El hombre le dio a Ritmo Callejero una palmada en el hombro.
‘’Hola, Espantapájaros. ¿Cómo has estado?’’ dijo Niña de la torre relojera. Una amplia sonrisa se enciende en la cara de Espantapájaros.
‘’Oh, bien, bien, gracias por preguntar. Perdiendo las horas contemplando mis campos.’’ Les pidió que tomaran asiento en las otras sillas del porche, entonces se levantó y abrió la puerta delantera. ‘’¿El café te sienta bien, Pensativo? Y tengo un montón de leche para Niña de la torre relojera… Tacha eso, tu quieres té cuando los dos venís de visita juntos, ¿no es eso cierto?’’
‘’Yo siempre tomo té,’’ corrigió Niña de la torre relojera, mirando ligeramente al agricultor como si se le escapara algo que no debía.
‘’Caramba, qué vergüenza olvidarme,’’ dijo, rascándose la parte trasera de la cabeza. Pensativo Pierrot se rió.
‘’¿Qué será para ti, Ritmo Callejero?’’
‘’Estoy bien con lo que sea.’’
‘’No seas tímido. Tengo que hacer una buena primera impresión.’’
‘’En ese caso, quiero zumo de jengibre.’’
‘’Vuelvo en dos segundos,’’ dijo Espantapájaros, y desapareció en el interior.
‘’Me gusta este escenario. Es silencioso. Un payaso puede relajarse aquí.’’
‘’Si, es agradable.’’ Ritmo Callejero asintió. Su mirada se desvió hacia los cobertizos, diversos equipos agrícolas abandonados aquí y allí, y un molino de viento para bombear el agua, inmóvil mientras alguien lo manipulaba. Todo le dejó una extraña sensación de deseo.
‘’Espero que tengáis sed.’’
Espantapájaros reapareció con una bandeja con café, té y un vaso de zumo de jengibre.
‘’Sentíos como si estuvierais en casa.’’
El granjero volvió a sentarse en su mecedora. ‘’Así que,’’ le dijo a Ritmo Callejero, ‘’cuéntame sobre tu escenario. ¿Qué tienes ahí?’’
‘’’Es solo una calle de ciudad normal, llena de tiendas y cosas. Pero no voy de compras, solo bailo.’’
‘’¿Todo el tiempo? Caray, los niños seguro tenéis energía de sobra. ¿Yo? Me gusta sentarme aquí en esta mecedora y mirar a los campos. Pasar mis días en paz.’’
Pensativo Pierrot frunció el ceño.
‘’¿Son todos pacíficos? Solo pregunto porque...bueno, los tres hemos estado viendo estas extrañas visiones.’’
Los ojos de Espantapájaros se levantaron de su propio café. Por su expresión, Ritmo Callejero notó que él había visto algo también.
‘’¿Dices que habéis visto al hombre sonriente del sombrero de copa, la chica llamada Luchadora y árboles bailarines también?
Pensativo Pierrot inclinó la cabeza.
‘’Bueno, ninguno de nosotros ha visto árboles bailarines. Las únicas cosas que nuestras visiones tienen en común son Luchadora y el hombre sonriente.’’
‘’¿Que más había en vuestras visiones entonces?’’
‘’Vi una mujer de pelo largo plateado. Niña de la torre relojera vio una especie de de criatura terrorífica. Ritmo Callejero solo vio a Luchadora y el hombre del sombrero de copa. Árboles bailarines dices…’’
Un ceño fruncido cavó una profunda zanja en el rostro de Espantapájaros.
‘’Los árboles bailarines… me quieren quitar todo. Tres veces los he visto ya, y cada vez, se acercan más…’’
Niña de la torre relojera se llevó las manos al pecho.
‘’¿Qué crees que significa?’’
El granjero liberó un suspiro.
‘’Me gana. Creía que estaba imaginando cosas, pero si no soy el único viendo estas visiones…’’
‘’Si, también estoy preocupado por los otros. Los tres vamos a visitar a todos, para ver si no podemos encontrar algo más.’’ Pensativo Pierrot se levantó de su silla. ‘’Gracias por el café.’’
‘’Ya estáis en marcha, ¿verdad?’’ Espantapájaros se pasó una mano por la mandíbula, sumido en sus pensamientos. Creo que deberíais dirigiros al escenario de Bichita como siguiente. Es el más cercano al mío.’’
‘’Ese es el plan. Gracias por el encantador té, Espantapájaros,’’ dijo Niña de la torre relojera con una reverencia.
Espantapájaros se levantó y se despidió mientras navegaban lejos por los campos de maíz. Niña de la torre relojera se daba la vuelta para devolver el saludo hasta que él desapareció de la vista.
‘’Así que, ¿todos los escenarios no están conectados de la misma manera?’’
‘’No. Por cualquiera que sea la razón, algunos son fáciles de llegar, dependiendo desde donde vayas. Por ejemplo sería un dolor ir del escenario de Pensativo desde aquí, pero es super fácil ir al suyo desde el mío.’’ Niña de la torre relojera sonaba bastante satisfecha con eso. ‘’Siete pasos hacia delante… Siete a la izquierda…’’
Ritmo Callejero hizo los mejor para recordar el camino, pero una sensación molesta en el fondo de su mente le hizo perder la concentración.
Algo le molestó sobre como Espantapájaros dijo qué pasaba todo su tiempo en su mecedora, pero Ritmo Callejero no podía saber por qué.
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nethwan · 3 years
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Ladrón de vida
Summary:  A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Pairings: Netherlands/Taiwan
Warnings: Explicit language
Other links: 
https://archiveofourown.org/works/31814512/chapters/79130080
https://www.fanfiction.net/s/13897388/2/Ladr%C3%B3n-de-vida
Capítulo II. Una nueva vida
Al llegar al aeropuerto, Lars reconoció el rostro de Henri entre la gente. Éste alzó la mano a modo de llamar su atención y fue hacia él para recibirlo y ayudarle con el equipaje. Tuvieron una corta charla intercambiando preguntas sobre el viaje, mientras lo guiaba hasta donde un auto los estaba esperando, pero de camino a casa, se quedaron en silencio. Quizá, supuso, para no abrumarlo con tantas noticias. A Lars le pareció que Henri era un joven prudente, pero esa fue solo su primera impresión.
Una vez en la mansión, Henri le dio indicaciones al chofer de llevar las cosas de su hermano a su departamento, y Lars siguió al joven con paso titubeante. Por lo que Jan le había contado, se hizo a la idea de que la familia van der Linden era un grupo de snobs insensibles, todos ellos metidos en una burbuja de irrealidad. Pronto se daría cuenta de que estaba equivocado.
Fue recibido por varias sonrisas simpáticas. Reconoció a Emma, quien le dio un tierno abrazo de bienvenida. Incluso su prometido, lo saludó de manera educada, así como el hermano y la prima de éste. Lars los recordó, eran Antonio y Paulo, entonces le vinieron a la mente los comentarios de Jan sobre no confiar en ellos, pero no pudo identificar a la mujer que los acompañaba. Ésta se presentó con el nombre de Sara y lo abrazó de una manera que se le hizo demasiado afectuosa.
La señora van der Linden le dedicó una dulce sonrisa y lo hizo inclinarse para darle un beso en la mejilla. De cierta forma, eso le provocó a Lars una punzada de nostalgia, pues hacía tiempo que su madre lo había dejado y aún la extrañaba. Así que el saludo le provocó más melancolía que alegría.
“Hijo ¿Qué te pasó en la frente?” le preguntó la señora al verlo con más cuidado.
Lars titubeó antes de contestar que había tenido un percance con la puerta del auto durante el viaje. Había olvidado disimular la cicatriz como Jan le había indicado. Aunque eso pareció convencer a los otros, a la señora se le hizo difícil de creer pues aquello debía haber sido de mucho tiempo atrás. Sin embargo, no siguió interrogándolo al ver su notoria incomodidad.
En ese momento, llegó otra persona. Saludó a todos con gusto, después abrazó a Lars y se separó de él para mirarlo de arriba abajo. Era Mei.
“Disculpen la demora. Jan, qué bueno que regresaste. ¡Te extrañé muchísimo!” exclamó con todo el cariño del mundo.
“Yo… yo igual” contestó nervioso, sintiendo que todos los veían.
“¿Cómo que te golpeaste en la cabeza? Debes tener mucho cuidado” comentó a modo de un falso regaño y después sonrió.
“Sí, lo haré” respondió, intentando sonreír. Luego se puso serio al ver una mueca burlona en la cara de Sara.
Ante la reciente tensión de su hijo, la señora les indicó que era momento de cenar.
“Debes estar hambriento por tan largo viaje. Tú también Mei, sé que has estado trabajando mucho últimamente” dijo la señora van der Linden, cambiando de tema.  
Lars asintió.
“Claro que sí, señora Margot” contestó Mei con dulzura.
Lars se asombró al ver la mesa bien servida y la exquisita comida que le estaban ofreciendo. Esa sería la primera vez en años que tendría una comida decente. Sin embargo, fue la cena más incómoda de toda su vida. Mientras Sara se divertía tocándole la pierna con el pie por debajo de la mesa y coqueteándole, le parecía que Mei lo estaba ignorando y solo tenía ojos para Paulo. Esto le hizo creer que estaba en lo cierto acerca del matrimonio de conveniencia, y posiblemente de la mutua infidelidad. Sin embargo, su fastidio crecía a medida que esa mujer se tomaba la libertad de tocarlo de manera insistente, tratando de llamar su atención a como diera lugar.
Harto de tanto asedio, se alejó de la mesa tan bruscamente que la silla se fue hacia atrás en una estrepitosa caída. Lars se puso de pie ante la mirada atónita del grupo y se excusó diciendo que tenía que ir al baño. Aún con la puerta cerrada, podía escuchar los murmullos y las risas. Ahora estaba arrepentido de ese arrebato y quería irse de allí lo antes posible, ya había hecho el ridículo en su primer día. Trató de mantener la calma, pensando que podría inventar algo, pero necesitaba un respiro para pensar mejor las cosas. Ahora solo esperaba que nadie lo hubiera seguido, especialmente Sara. Iba a llamarle al chofer para marcharse de una vez, pero en ese momento, tocaron a la puerta.
“¿Jan? ¿Te encuentras bien?”
Era la voz de Mei.
“Sí… solo estoy un poco mareado por el cansancio. Es todo”
“¿Estás seguro? ¿Tomaste tus medicamentos?” preguntó preocupada.
“Lo hice, pero creo que debería irme a casa y dormir” contestó él.
“Bueno, si quieres te llevo, yo también estoy cansada” dijo ella, en un tono que le hizo pensar que también quería escapar de ahí.
Lars salió del baño, sintiéndose avergonzado y molesto porque lo había arruinado todo. Al encontrarse con la sonrisa franca de Mei, se sintió más relajado.
“Anda, despidámonos”
Él asintió. Lars se despidió de la señora de manera cortés. Sin embargo, trató a los demás con su desdén habitual incluso con cierto rencor, propio de sí mismo, pero no de Jan, dejando mucho de qué hablar por parte de los invitados.
Mei condujo en silencio, sin hacer más comentarios. Lars le agradeció en silencio, no estaba de humor para explicaciones ni charlas. Cuando llegaron al departamento, él sintió envidia, porque era mucho más grande y bonito que el cuarto en el que vivía. Ese si era un lugar seguro y digno, aunque demasiado presuntuoso en su opinión. Los muebles lucían costosos y hacía que los cuartos parecieran como sacados de algún catálogo. Entonces recordó a Miffy y la buscó por todas partes.
“¡Pero qué conejito más lindo! Pensé que no querías animales en el departamento, dijiste que ensuciaban todo” exclamó Mei al encontrar la jaula.
“Cambié de opinión. Se llama Miffy. No te molesta que la haya traído ¿verdad?” le preguntó como pidiéndole permiso, aunque ella no viviera allí.
“¿Por qué iba a molestarme si es tu departamento?” le preguntó divertida. “Además, es preciosa. Es igual al que tenías cuando eras niño”
“¿Ah sí?” preguntó él, sin poder imaginarse a Jan con una mascota.
“Sí” contestó ella sonriendo. “Tú mamá me contó hace tiempo”.
Lars alimentó a la conejita y se tranquilizó al verla comer y después dormir. Mei sonrió al ver esa extraña ternura que muy rara vez mostraba. Luego se dejó caer en el sofá y lo invitó a que le hiciera compañía. Él lo hizo y ella se acurrucó cerca de él. Eso lo inquietó, porque era demasiada proximidad con una persona a la que apenas conocía, aunque no se movió, permaneció quieto. Ella le tomó la mano con firmeza, le dio un suave apretón y luego lo soltó de repente.
“¿Qué sucede?” preguntó él.
“Es que… bueno, no es nada. Debes estar muy cansado luego de tan largo viaje,” dijo y apretó los labios, como censurándose de lo que realmente planeaba decirle. “Ven, vayamos a dormir”.
Y al pronunciar esas palabras, Mei forzó una sonrisa y desvió su atención hacia comentarios superfluos acerca de la cena. Lars no supo cómo interpretar ese gesto, pero le pareció que quería hablarle de algo mucho más importante que la comida. Creyó que lo más conveniente era darle su espacio para reflexionar, en lugar de presionarla para que le contara lo que estaba pasando. Sin embargo, estaba demasiado cansado y tenso como para desatar una discusión con alguien con quien no mantenía ninguna relación, así que tampoco tuvo el valor de pedirle que se fuera y lo dejara solo.
Para su suerte, ella tardó arreglándose en el baño, entonces Lars ni siquiera tuvo tiempo de detenerse a pensar que ella pasaría la noche con él. Se quedó dormido en cuanto se metió a la cama, estaba rendido por todas las emociones del día. Cuando ella volvió al dormitorio, lo encontró durmiendo, entonces le dio las buenas noches con un beso en la mejilla.
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A pesar de haber iniciado con el pie izquierdo con la familia, las cosas en el trabajo se desarrollaron de la manera más normal posible. Lars se presentaba a las reuniones con toda seriedad y trataba de desempeñar su papel con naturalidad. Aunque era un poco complicado, porque seguía sin entender varias cuestiones importantes y a veces no recordaba a las personas con las que trabajaba y mucho menos a los clientes. Además, su actitud tan reservada y poco participativa llamó la atención. Henri se lo hizo saber con un comentario que parecía más un reproche.
“¿Qué te pasa, Jan? No podemos permitirnos perder clientes con esa actitud. ¿Dónde dejaste tu poder de convicción?” le cuestionó con cierta ironía en la última parte.
“Lo siento, es que no me siento yo mismo en estos momentos. Creo que los medicamentos me están afectando” replicó con cierto cansancio.
Henri suspiró y le dio una palmada en la espalda.
“No te preocupes, aquí estoy para ayudarte”
Como Jan le recomendó, Lars siempre tomaba en cuenta lo que Henri decía y lo consultaba todo con él. Y aunque creyó que posiblemente estaba hartándolo con sus preguntas, el joven se hacía cargo como si ya estuviera acostumbrado, pronto Lars se dio cuenta de que sus responsabilidades eran muy pocas. Entonces tuvo la revelación de que en realidad Henri no era su mano derecha sino el cerebro detrás de la empresa. Sin embargo, a él parecía no importarle, estaba satisfecho con su puesto de vicepresidente.
Desde entonces, Lars trataba de ser más eficiente y depender menos de él. Hacía lo posible por entender los registros, las cuentas, tomaba notas de lo que Henri le decía y de lo que hablaban en las reuniones. A veces se arrepentía de haber tomado un lugar para el que no estaba calificado, era como cuando empezó a trabajar con los Beilschmidt. Aunque agradecía que Henri fuera una especie de guía, tal como Ludwig y Gilbert habían sido para él hacía unos años.
Para Henri esos esfuerzos no pasaron inadvertidos, el hecho de que Jan estuviera tomando, no solo su puesto de presidente en serio, sino también su papel de hermano mayor, le pareció una novedad. De repente se aparecía en su oficina para le invitarle un café o para almorzar juntos, y eso significaba mucho, pues, aunque nunca quiso admitirlo, siempre se sintió menos que Jan, como relegado al segundo lugar. No era como con Emma porque ella era la única hija y había conseguido seguir su propio camino. Aunque tenía muy presente que él era la persona en la que Jan confiaba más, sino es que era la única.
Como Lars había crecido como hijo único, se preguntaba qué clase de relación fraternal tendrían Jan y Henri. Parecía que eran unidos, pero la actitud de Henri hacia él no era para nada como la de Gilbert y Ludwig, quienes, a pesar de sus diferencias, se estimaban y querían, actuaban como amigos y confiaban el uno en el otro. Durante su infancia había querido tener hermanos, pero nunca se le concedió su deseo, ahora tal vez era su oportunidad para probar cómo hubiera sido.
Un día de esos, encontró a Henri aún en la oficina cuando ya todos se habían ido. Sintió una punzada de culpa, preguntándose si así sería todos los días y entonces decidió intervenir.  
“Creo que es momento de irnos a descansar, has estado en la oficina todo el día. Te invito a cenar” le propuso.
El otro lo miró como si le hubiera hecho una mala broma. Estaban en medio de un proyecto importante y no quería perder el tiempo, pero al ver que era en serio, se quedó sin palabras y abandonaron el edificio, aún ante las demandas de Henri.
“Tu salud es importante para seguir trabajando” anunció Lars y ese fue el fin de la discusión.
Minutos después, llegaron al departamento. Ambos hermanos discutieron un poco sobre qué preparar. Aun sin ponerse de acuerdo, Lars le pidió que lo pensara mientras él iba a dejar su saco y corbata a su alcoba para estar más cómodo, pero al entrar, en la oscuridad de la habitación alguien se le echó encima.
“¿Mei?”
“Por supuesto que no, tontito. Soy Marcia. No te habrás olvidado de mí ¿cierto? Estuve esperando ansiosa a que regresaras” replicó una desconocida voz femenina.
“¿Quién te dejó entrar?” preguntó molesto, encendiendo la luz, pero desviando la vista al ver a la mujer desnuda frente a él.
“Fuiste tú, ves, aquí está la llave”
En ese momento, Henri se asomó tras escuchar la discusión.
“Oh… disculpen,” exclamó y volvió a la sala de prisa.
“No, Henri. No es lo que crees,” le explicó. “Y tú, lárgate de aquí,” ordenó Lars con firmeza. No es que fuera puritano, pero creyó que no era una grata sorpresa que una desconocida entrara a su departamento como si nada, era demasiado celoso con su espacio y privacidad. Además, pudo haber fisgoneado y descubrir su verdadera identidad.
La mujer se rio, pero al darse cuenta de que él hablaba en serio y le señalaba la salida, se vistió de nuevo y se fue indignada, amenazándolo con no volver a dirigirle la palabra. Henri seguía un tanto abochornado en la sala e hizo una mueca cuando ella dio un portazo. Lars quitó las sábanas y las cobijas para lavarlas. Al ver el disgusto del hermano, Henri quiso consolarlo, pero no supo exactamente qué decirle porque para él no era nada nuevo.
“Lo siento. No tenía idea de qué había alguien aquí,” se disculpó con una cara de verdadera vergüenza.
“No es novedad realmente” contestó Henri, encogiéndose de hombros.
“Lo sé. Es que no me agradan las visitas indeseadas” admitió, recordando que Jan había sido una de ellas.
A Henri se le hizo difícil aceptar lo que su hermano acababa de decir. A pesar de conocer todas sus conquistas, esta vez notó que Jan de verdad estaba molesto como no lo había visto en años. Si fuera el Jan de siempre, quizá no hubiera habido alboroto y le habría dicho que se fuera sin ninguna explicación. Sin embargo, si de verdad quería eso, tal vez podría ofrecerle su ayuda.
“Qué tal si empiezas por cambiar las cerraduras y tal vez tu número de teléfono” le aconsejó.
Lars supuso que Henri sabía en qué estaba metido y por eso se lo decía de esa manera. Luego de aquella extraña escena, decidieron olvidarla y sin una mínima idea de cuestiones de cocina, ambos decidieron ordenar una pizza. Y así, los dos tuvieron una cena agradable, Lars trató de sacarle conversación para conocerlo mejor y por esa ocasión, no hablar de trabajo, y tuvo suerte de que Henri fuera de palabra fácil y le platicara sobre él.
Al poco rato, fue momento de irse. De camino a casa, Henri reflexionó sobre esa nueva actitud tan reservada de Jan, levantando sus sospechas. Él sabía todo lo que su hermano tramaba incluso antes de que le contara, y le parecía incorrecto que no solo se saliera con la suya, sino que no mostrara arrepentimiento alguno. Se preguntaba si eso no le traería consecuencias que podría lamentar tarde o temprano. Ahora no tenía idea de en qué estaba metido. Desde que regresó, Jan hablaba menos, y parecía mucho más centrado que antes, incluso más responsable. Pensó que probablemente, estaba tramando algo de nuevo y que esta vez no lo podría descifrar a tiempo, pero no tuvo el valor de enfrentarlo.
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geovanisantillan · 3 years
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Ella nos ha abandonado, ¿pero cómo se lo explico a Benito?
A Benito mi fiel acompañante. Mi gato.
Ella nos ha abandonado...
Benito mira por la ventana a los pájaros revoloteando en el jardín de junto, el aire mueve sus bigotes y el suave pelo de su cara. Ese gato es listo y puede notar que algo anda mal, pero ¿será capaz de entenderlo?
La última vez que la vimos su cabello era brillante, sus ojos nos veían con alegría. Ahora ella a desaparecido al final de la calle. Aún sigue en el aire su perfume fresco, aquel olor que enloqueció por primera vez a Benito.
Su partida ha desmantelado una parte considerable de esta casa. Las paredes de aquella recámara donde muchas veces nos disfrutamos, han comenzado a descomponerse. Pronto serán cambiadas para que el resto de la casa pueda crecer, si es que eso aún es posible.
Lo que queda de ella es su abrigo sobre mi silla, algunos libros y una grabación almacenada en mi memoria, porque una conversación de cien horas, dispersa entre varias semanas, no fue suficiente para hacerme entender que nuestras vidas estarían mejor separadas.
Cada que abro su mensaje, una alerta informa que aquellas emociones siguen activadas, ahora tal vez ya no vuelva a experimentar nuevas sensaciones; si no una copia en menor medida de todas aquellas que sentí a su lado. no seré capaz de experimentar lo mismo con alguien diferente por qué ella se lo ha llevado todo.
Me muevo por la casa, abro las ventanas con un pensamiento. Benito mueve las orejas, pide de comer, me siento en aquel sofá; Benito Brinca a mis piernas y me ve con esos ojos amarillos.
Adopté a Benito hace un año aproximadamente, antes de que ella llegara. Cuando se conocieron fue amor a primera vista. Ahora, más de un año después de ese día, siento que ha transcurrido una eternidad.
¿Pudo Benito anticipar su partida? Incluso antes que yo notara los pequeños cambios en su rutina, la distribución sesgada de sus pasos sobre el piso, la probabilidad condicional de sus afectos, la desviación estándar de sus “te amo”. Las señales antes que me dijera que no veía un futuro conmigo.
Los días pasan en casa, Benito crece y ahora se comporta diferente, el sentirá mi dolor? Sentirá que algo nos hace falta? Y así como yo, el también llora tu recuerdo. Las puertas se abren con fuerza, pero nadie entra.
Tal vez nunca fue buena idea jugar a qué controlaba mis emociones de forma consiente, aunque ocultara mis miedos, aunque dijera: “lo siento” y al final justificara mis tonterías con dos simples enfermedades.
Pero Benito no teme. Con los ojos cerrados, estira su cuerpo bajo un intenso rayo de sol; limpia su pelaje delicadamente, bosteza y vuelve a dormir. El contorno de su pelaje bicolor brillante me relaja. Quisiera tener la serenidad que el tiene al momento de enfrentar sus miedos. He hecho todo mal pero al menos, el; sigue bien.
Un mensaje aparece de repente en mi teléfono. Mi cuerpo empieza a temblar, mi corazón late rápidamente veo su foto. Sigue siendo tan hermosa.
Sin notarlo, reproduzco el mensaje. Su rostro y torso aparecen nuevamente. Está aquí en la recámara. Puedo ver que está sentada en mi silla.
—No sé cómo empezar esto, no quiero que pienses que fui una ruin — dice. — Lo he pensado tanto tiempo y creo que llegó el momento de partir. Los tiempos van cambiando por qué si, no entiendo. Yo sé que puede haberte dado algo mejor —. Pasa una mano por mi rostro, de pronto la siento fría, distante y la veo desaparecer su mano como un fantasma —. Desde aquel tropiezo, las cosas han sido confusas, más para mi que para ti. No quiero regresar al pasado; me mostré esta opción, y elegí tomarla. Sabía que no sería lo mismo, que no sería la misma persona. —
Desvió la mirada, contengo el llanto. Benito entra a la recámara, se talla en mis piernas y se sienta enfrenta de mi, sus ojos grandes no pueden detenerme; de repente salta a mi regazo, y le sonrío con tristeza mientras lo acaricio—.
Benito de verdad sabrá que estoy completamente destrozado? O solo será su naturaleza el estar aquí en este momento y hacer su labor de súper héroe cómo aquellas tantas veces que recurrí a el.
Se acuesta en la esquina de la cama, ha empezado su labor de guardia.
En la nota, ella calla, noto que Benito frota su cabeza contra el abrigo de ella. He olvidado alimentarlo. Le pongo croquetas, no muchas no quiero que se pierda toda la tarde; Benito camina hacia su plato. El alimento y el agua no serán problema para el, El problema, a pesar de mis atenciones, será la soledad y su falta de entendimiento de la ausencia.
—Todo ha sido tan distinto, necesitábamos emoción y si razón aparente la perdimos —continúa ella— ahora nuestras conversaciones parecen un intento de contacto entre diferentes especies.
Lo que sigue de la grabación lo he escuchado infinidad de veces. - cuida mucho a Benito, lo quiero demasiado es un gran gato; cuídalo mucho no quisiera que le pasará algo y ahora tu te quedarás solo -.
A mi mente se vienen esas escenas donde ella se levantaba de la silla para acariciarlo, para besarle en la frente.
Se despide de mí con un corto y ambiguo "te quiero" que me recuerda a esa mujer que me acompañó los últimos días de mi borrosa existencia pasada.
Benito termina de comer y mira a su alrededor, notando mi presencia en una silla. Activo su ratón de juguete y lo hago dar vueltas por el comedor. Veo sus pupilas dilatadas a la espera del siguiente movimiento súbito.
Parte de mi cerebro reside en recuerdos que nunca fueron, y la otra parte está en el presente lamentando lo que hice mal. Sin embargo, sigo siendo humano. La extrañaré.
He desactivado mis emociones. Ahora solo como por qué si, solo duermo por qué si y vivo por qué si. Ignoro los días y lo que estoy sintiendo y abrazo a Benito con todo mi ser.
Las paredes y ventanas crecen. Y aunque una parte de mí se ha marchado para siempre, mi casa es más grande ahora de lo que era antes de conocerla.
Sé que estaremos bien, aun en su ausencia.
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jennamoreci · 4 years
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Hi, Jenna! Hope you'll have a wonderful year 2021, and that Cliff feels much better.
2020 was a difficult year, but it certainly had its highlights. For instance, I discovered your YouTube channel and watched most of your videos, started following you on social media and even became a patreon. I read both TSC and TSS and loved them.
Watching your channel, the flame of my long lost dream was reignited, so I started working on my old writing project, and also started planning my author platform. I took some courses on Skillshare, and recently I created an account on Storiad, all thanks to you.
I feel like I owe you so much, and wanted to give you something in return, but I didn't know what. Finally I thought, maybe Jenna would like to see part of her work translated into another language. So here it is, my gift to you, and I really hope you like it: The Prologue of TSC translated into Spanish.
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EL CAMPEÓN DE LA SALVADORA
EL COMIENZO
Corre.
Apuró su paso, pero sólo levemente. Correr sería tonto; atraería demasiada atención, crearía un revuelo. Contuvo la respiración, tratando de apaciguar sus pulmones agitados, y se concentró en el camino de piedra frente a ella.
El pueblo a su rededor estaba lleno de energía. Ella siempre había disfrutado de sus paseos entre los plebeyos, encontraba a la gente jovial y alegre, pero hoy los sentía diferentes. Amenazantes. Me están observando. Ansiosa, escaneó a los vendedores ambulantes, los tenderos, y la gente que pasaba, buscando a alguien sospechoso, aunque ni siquiera estaba segura de cómo se verían. Se arregló la capucha de su capa, acercándola más a su rostro como ya había hecho unas cien veces, aunque nada parecía evitar que se sintiera irremediablemente expuesta.
Su garganta se apretó; el camino estaba denso, lleno de demasiada gente para contarla. Con su mandíbula apretada, se sumergió entre la multitud, forcejeando por hacerse camino cual si su cuerpo se enfrentara a un ariete. Manos la rozaban, codos la pasaban a llevar, y ella instintivamente apoyaba su mano en su vientre antes de alejarse.
Sigue avanzando.
Un claro apareció un poco más adelante. El borde del pueblo – su escape. Cargó adelante, sus latidos retumbando a través de sus huesos, sus vistas puestas exclusivamente en el claro. Los sonidos a su alrededor se disfuminaron, la gente una bruma. La libertad estaba prácticamente a su alcance. Lo iba a lograr.
Corre.
Un hombre apareció frente a ella, sacudiendo una mano en su dirección. Le habló con burla.
“Bendita sea La Salvadora.”
Los ojos de ella se movieron desde su mirada de odio hasta su mano – y su espada, cubierta de sangre.
Su sangre.
Entonces la sintió – la humedad cubriendo su cuello. Sin dolor. Sólo humedad. Se agarró la garganta, convulsionando una vez que la mano se encontró con la enorme herida, la sangre saturando el frente de su capa. Sus rodillas colapsaron bajo ella, incapaz de seguir gobernando su voluntad, y se desplomó al suelo.
Llantos sonaron a su rededor, desvaneciéndose en un silencio fantasmal. Todo lo que quedó fue el pulsar de la sangre desde su cuello, cada latido de su corazón expulsando más desde su cuerpo. Su asaltante escapó entre la gente, desapareciendo de su vista mientras su mundo caía en oscuridad.
“¿Señorita? Señorita, ¿está herida?”
Un hombre vistiendo un delantal de herrero se agachó junto a ella y apuntó hacia el público. “¡Deténganlo!”
Los hombres se apresuraron a ir tras el asaltante, y el herrero fijó su atención nuevamente en la mujer acurrucada junto a él. La volteó sobre su espalda, y su capucha cayó, revelando un halo de luz blanca emanando de la piel de la mujer.
“¡Dios santo!”
El herrero se echó hacia atrás, sus piernas repentinamente débiles. La multitud formó un círculo alrededor de ambos, sorprendidos ante la mujer: Su pelo rubio fresa, ojos azules como hielo, y piel brillante con una luz blanca, celestial.
La Salvadora.
Varias personas se desmayaron, entumecidos, mientras que otros observaban impactados con las bocas abiertas. El herrero se contuvo y se apuró al lado de La Salvadora. Rojo carmesí cubría Su pecho, Su garganta abierta como una boca, y él aplicó presión sobre la herida.
“¡Está sangrando!”
Una mujer apuntó un dedo tembloroso hacia ella. “¡Está embarazada!”
Una barriga grande y redonda asomaba de la capa de La Salvadora.
“¿Cuánto tiene?”
“¿Alguien siquiera sabía?”
El herrero escaneó con sus ojos el cuerpo de La Salvadora, desesperado, antes de mirar sus ojos – cristales nítidos, vacíos. Sin vida. Quitó sus manos temblorosas, bañadas en sangre, de Su garganta.
“Está muerta.”
Llantos resonaron desde la multitud. La Salvadora está muerta. No podía ser cierto, y aun así la realidad estaba directamente frente a ellos, yaciendo en un pozo de Su propia sangre.
Una mujer sosteniendo a una niña pequeña se hizo paso entre quienes los rodeaban. “La bebé.” Se agachó junto a La Salvadora, su mirada decidida. “Tenemos que salvar a la bebé.” Apartó a la niña de su pecho. “¿La sostienes?”
El herrero obedeció, tomando a la niña en sus brazos. La mujer rajó la capa de La Salvadora y levantó Su vestido, exponiendo Su gran, blanco vientre.
“¿Sabes lo que estás haciendo?”
“Sí.” Buscó con la mirada entre la gente que los rodeaba. “¿Alguien tiene una cuchilla?”
“¿Una cuchilla?”
“Tenemos que actuar rápido,” dijo la mujer. “Tenemos que sacar a la bebé.”
“¿Vas a abrir a La Salvadora?”
“Está muerta,” gruñó ella. “Tenemos que sacar a la bebé, y tenemos que hacerlo ahora.”
“No puedes simplemente cortarla. ¡Es una abominación!”
“¿Prefieres que Su hija muera también?” respondió la mujer. “¿Es eso lo que quieres?”
Un anciano se acercó entre la multitud y colocó un cuchillo gastado en la palma de ella. “¿Esto sirve?”
“Tendrá que hacerlo.” La mujer se volvió hacia el cuerpo, tratando de mantenerse firme. Frente a ella yacía La Salvadora. Ensangrentada. Muerta.
Presionó el cuchillo contra la carne de La Salvadora, suave al principio, luego dura, maniobrando el filo mellado con fuerza y habilidad. La sangre emergió por la punta de acero, y lo deslizó a través del estómago, creando una línea roja larga y delgada. Separando las capas de carne, expuso la grasa amarilla bajo ella, y luego cortó a través de ésta, trabajando rápida y toscamente.
Pánico emergía por detrás de ella, pero no le puso atención. Se enfocó en su labor – en la mujer destrozada frente a ella, Sus interiores exhibidos. La Salvadora se veía igual que cualquier otra mujer por dentro, una sorpresa, ya que ella había esperado una inundación de luz blanca que saliera de Su cuerpo abierto. Pero no hubo luz, sólo sangre y tejido, los mismos órganos pulposos que había visto tantas veces antes.
Y luego hubo luz – un pequeño brillo enterrado dentro del cuerpo de la mujer.
La luz de Su bebé.
Hizo una incisión en el útero, moviéndose con delicadeza, con destreza. Inhalando profundamente, hundió sus manos en el vientre de la mujer y sacó una pequeña bebé mojada.
La gente se silenció. En sus brazos había una pequeña bola de luz brillante – una pequeña niña de piel blanca, sus ojos apretados, grumos rojizos pegados a Su cuerpo. La mujer cortó el cordón umbilical y pasó un dedo por las encías de la bebé, sacándolo lleno de fluidos. Esperó que gritara, como hacen todos los recién nacidos, pero nada pasó.
Está muerta también.
Repentinamente la bebé hizo un largo sonido como un crujido. Aún la mujer esperó por algún llanto, pero no lo hubo. En cambio, la bebé respiró lentamente, Sus ojos cerrados, Su cuerpo pacíficamente acurrucado contra el pecho de la mujer.
La mujer limpió a la niña con el dobladillo de su vestido mientras la multitud miraba impresionada. La bebé era pequeña – prematura, casi no se sentía su peso en los brazos de la mujer, sin embargo se la sentía fuerte, como si poder emanara de Ella, brillando a través de Su piel.
“¿Ella está bien?” preguntó un observador desde el público.
“Sí.” La voz de la mujer flaqueó. “Ella es perfecta.”
Sus ojos se deslizaron hacia la madre – el cuerpo sin vida, el vientre abierto de par en par. Lágrimas inundaron sus ojos y desvió la mirada, enfocándose en la bebé en sus brazos – la pequeña niña con la misma piel brillante que Su madre. La Gobernante del Reino.
“Nuestra nueva Salvadora ha nacido.”
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I tried to be as faithful as I could to the original. I really, really hope you like it.
HAPPY NEW YEAR!!!
This is amazing. Thank you so, so much. I don’t even know what to say. I’m just so honored and humbled <3 Thank you.
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bookishnerdlove · 2 years
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NEUV EXTRA Capítulo 18
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Incluso después de que pasaron los meses, su vida diaria era siempre la misma. Por la mañana, despertada por la luz del sol, Eve enterró la cabeza en los brazos de John. Después de despertarnos de un sueño somnoliento, almorzamos juntos y luego nos dirigimos juntos a la oficina. Eve era la heredera del gran Norte, y el genio de John compensó perfectamente lo que le faltaba a Eve. "Gracias por ayudarme hoy". Mientras Eve reunía y organizaba el papeleo, Johannes se dio cuenta de que el día había terminado así. "Eh." ¿Ya ha sido así el tiempo? John miró su reloj de bolsillo, pensando que si estaba con Eve, perdería la noción del tiempo. Puso la chaqueta calentada por la temperatura de su cuerpo sobre los hombros de Eve y caminaron juntos por el pasillo. Hoy era exactamente el quinto mes del embarazo de Eve, y el vientre de Eve ahora estaba tan hinchado que incluso se podía ver la silueta reflejada en la ventana. Y luego, sus náuseas matutinas cesaron. "Creo que fue alrededor de las 12 semanas". Fue realmente sorprendente que las náuseas matutinas desaparecieran tan pronto como habían pasado 12 semanas. Eve todavía decía que estaba enferma del estómago, así que buscó algo nuevo, pero no se quejaba de tanta incomodidad como antes. Sintiéndose afortunado, a medida que se acercaba la visita, se movió rápidamente y se paró frente a Eve. Cuando Eve lo miró con cara de perplejidad, tomó las manos de Eve con fuerza y dijo: "Espera aquí por un segundo". "¿Por qué de la nada?" En el rostro de Eve estaba claro que quería descansar. Con razón, Eve manejó todos sus deberes como heredera del Norte como de costumbre, a pesar de su cuerpo cansado. Lamenté tenerla de pie en el pasillo aunque sea por un momento, pero hoy tenía que ser una excepción. “Solo espera… Ayúdame. ¿eh?" "¿Qué escondes en tu habitación?" "No. De ninguna manera… .” “Por cierto, ¿qué estás haciendo estos días? ¿No sigues saliendo de tu asiento? ¿Tienes algún secreto para mí?” "No en realidad no… Eve." Eve pasó junto a él y abrió la puerta de par en par. Después de eso, se quedó allí como estaba, y Johannes se tocó la frente con una cara avergonzada, incapaz de mirar hacia atrás. Sentí que podía sentir claramente cómo era la vergüenza. No es difícil imaginar la expresión de Eve ahora, por lo que los lóbulos de sus orejas ardían. Mi corazón estaba latiendo. arruinado. definitivamente jodido "Este… .” Escuché la voz de Eve murmurando en blanco. Escuchó el clic de los tacones y sus brazos alrededor de su cintura con cuidado. Él se giró, la tomó en sus brazos y la besó en la coronilla. Su vientre hinchado lo tocó, haciendo que le doliera el pecho. Nuestro hijo. Su corazón latía como loco. Su mano acarició su brazo. “Tu cara está toda roja.” Eve sonrió y alcanzó su mejilla para mirarla, pero él se recogió el flequillo salvajemente y desvió la mirada. Fue aún más vergonzoso porque en realidad no estaba acostumbrada a prepararme para un evento como este. Sentimientos desconocidos se extendieron por su corazón. Como pintura cayendo sobre la tranquila superficie del agua. “… Hoy es exactamente el quinto mes de embarazo. En este punto, el embarazo es estable, así que pensé que no sería tan malo celebrarlo”. En el momento en que Eve abrió la puerta, lo que vio fueron asistentes encendiendo velas, pétalos de rosa esparcidos sobre la funda nórdica y herramientas mágicas tocando música atmosférica. Cuando nuestros ojos se encontraron, la criada que estaba limpiando las copas de vino dijo: "¡Lo siento!" Me sobresalté y tiré el pañuelo al suelo. Junto al pañuelo caído yacía algo parecido a un paquete de regalo. “Lo preparé con el dinero que gané vendiendo pociones en la cima. Sufriste mucho por las náuseas matutinas”. En la mesa había un pastel de arándanos agridulce, nectarinas en una canasta y otras frutas ácidas. El vino fue reemplazado por jugo de uva porque el alcohol no era bueno para las mujeres embarazadas. Para Johannes, expresar amor de esta manera era desconocido y desconocido, pero como era su forma favorita, tuvo que preparar torpemente un pequeño evento. Su cara e incluso sus orejas estaban tan rojas que no podía mirar a Evenes. “Eve siempre estaba ocupada trabajando... .” Los sirvientes se miraron entre sí y rápidamente terminaron su trabajo y se fueron. Eve tomó la mano de John en silencio y lo llevó a la habitación. Hasta ese momento, Johannes mantuvo la mirada fija en el suelo y solo se mordió el labio inferior. Maldita sea, ¿qué estabas pensando? Eso es estúpido. es un evento Quería saltar por la ventana si podía. En ese tiempo. "Gracias." Realmente podría haberlo sido si ella no hubiera estado en sus brazos. Miró a Eve con el rostro en blanco ante la temperatura corporal que lo tocaba y el sonido de los latidos de su corazón que parecía perforar su piel. Su siempre amada esposa. Esposa. Reflexionó sobre eso. “¿Mi hijo será una hija o un hijo?” Los ojos rojos centelleantes hacia él son más bonitos que las estrellas en el cielo nocturno. “… Si es tu hija, se llamará Brianna, John". La música tranquila que fluía en la oscuridad era muy lírica. “¿Brianna?” “Es un nombre bonito. Seguí pensando en ello”. "Entonces… .” Sostuvo a Eve en sus brazos y la acarició con la palma de su mano. "¿Qué pasa con Nicolas como hijo?" “¿Nicolas?” "Eh." John inclinó la cabeza y cuidadosamente le contó a Eve sobre su familia. “… ese era el nombre de mi padre Nikolai. Nikolai está un poco desfasado.” "bien. Nicolas.” Si es una niña, es Brianna, si es un niño, es Nicolas. John estaba mareado ante la idea de querer ver pronto a la encantadora niña. No sabía si era por la atmósfera, por su cuerpo adictivo, o por los latidos de su corazón otra vez. ***   Parece que fue ayer cuando esperaba con ansias el primero, pero ahora. "¡Mamá!" Ocurrieron el tercero y el cuarto. Tarde en la noche, cuando la puerta se abrió de golpe, John y Eve en la cama miraron hacia la puerta. Cuando Eve empujó apresuradamente a John, él se arregló la ropa en silencio. "¡Mamá! ¡mamá!" Mellizos. Ernst explicó, agitando los brazos con sorpresa. "¡Tuve un sueño, y en el sueño un enorme dragón voló y simplemente quemó nuestra mansión!" Harriet ayudó. “Todo lo que dijo Ernst es correcto. ¡Fue un sueño muy aterrador! El dragón gigante voló el castillo y los sirvientes, ¡y fue tan aterrador! ¿Verdad Ernst?” "¡Así es! Así que traté de hacer que lloviera, pero no lo hizo, mamá”. “Estaba tan asustado después de escucharlo de Ernst que acudí a mi madre”. "¿Puedo dormir a tu lado esta noche, mamá?" "¿Puedo dormir a tu lado esta noche, mamá?" Mientras los gemelos hablaban al mismo tiempo y miraban a Eve, John, sintiéndose derrotado, se echó el pelo hacia atrás, maldita sea. Mirando esos ojos brillantes, era tan claro como ver lo que sucedería a continuación. Sólo por hoy, por favor. Envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Eve y le dirigió una mirada suplicante, pero su deseo fue rechazado fácilmente. Le dio unas palmaditas en la mano sin piedad y le arregló la ropa. "Vamos. Voy a tener los pies fríos.” “¡Mamá es la mejor!” "¡Gracias mamá!" Como si los gemelos hubieran estado esperando, se enterraron en los costados de Eve. "Eve." John miró a Eve con una voz mezclada con quejas, pero Eve fingió no escuchar y acarició las cabezas de los gemelos en sus brazos. " ¿No estás cansada?" Había estado esperando esta hora. Al ver los rostros de los gemelos sonriendo levemente con los ojos cerrados, Johannes se acostó. Qué pesadilla. ¿Por qué Eve siempre es engañada por ese repertorio obvio? Pensando así, cerró sus ojos impávidos. Atrás Novelas Menú Siguiente   Read the full article
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elementalxwitch · 3 years
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❝                        › Rol privado.                ↳ with @msimpossiblewitch              And... you are?
No era novedad para nadie cercano que la arquitecta había desarrollado una fuerte adicción al café desde su instalación en tierras americanas, por lo que se podría decir que la rutina de Christine se basaba en salir a trotar con el sol saliente, parar en la cafetería más cercana al departamento, desayunar con la mirada pérdida y luego volver a su hogar para tomar una ducha rápida, ayudar a su hija para ir al colegio y finalmente ella pasar a su estudio para hundirse en los planos hasta nuevo aviso.
Sin embargo, sentía en sus poros que algo distinto ocurriría en el presente día. Mientras estaba sentada en aquella cafetería, tomando a pequeños sorbos aquel cappuccino que sostenía entre sus dedos, una mujer llamó su atención.
No se dio cuenta que tenía la mirada clavada en ella cuando ambas cruzaron miradas, casi de forma inmediata Hayden desvió su atención a uno de los carteles de menú, comenzó a leerlos mientras tomaba un gran sorbo de su café. Su sexto sentido estaba rascándole la nunca, no tenía idea de porqué esa mujer le despertaba tanta curiosidad, Christine simplemente trató de callar a sus pensamientos y buscó refugio en el calor de su taza, en su intento de no volver a posar los ojos sobre la castaña, todo con el fin de no parecer alguna especie de acosadora.
Nunca ha sido fácil enfrentar una situación como la que Aradia estaba por vivir. Tiene a su hermana a tan solo unos metros. Sabe que ha ido varias veces ya que según los datos que ha conseguido sobre ella dicen que su trabajo no está tan lejos de allí y es donde prácticamente se encuentra en su momento de descanso.
La observa y por un instante su mirada con la de su hermana se cruzan. Siente en su interior un nerviosismo que no ha sentido nunca. Observa sus manos y éstas le tiemblan. Cierra sus ojos y respira profundamente terminado con el té que se ha pedido un tiempo antes y decide levantarse y acercarse hacia donde Hayden se encuentra.
— No sé si es buen momento para esto pero necesito hablar contigo..—musita la castaña observando a la otra, mirando cada uno de los pequeños gestos de su hermana e incluso algún parecido físico que hay entre ellas. — Me llamo Aradia.. y sí, puedo imaginar lo que piensas.. “¿Quién es, qué hace esta desconocida aquí y qué quiere?
Antes que nada le observa mientras pone una de sus manos sobre una de las sillas que se encuentran frente a Hayden para poder sentarse. — ¿Puedo?
Levantó la cabeza de golpe al escuchar la voz, estudió el rostro ajeno ahora con más detenimiento— ¿Hablar conmigo? —fue lo único que pudo responder ya que la contraria volvió a hablar.
Hayden adoptó una postura erguida e inclusive en modo de defensa, su cabeza había vuelto a trabajar. Sabía que la mujer tenía noticias pero lo que no sabía era si era referente a su ex quién había logrado conseguir información sobre sus secretos pasados o si Elliot había logrado ventajas para investigarla y sacarle a la niña.
— Mira, si vienes departe de mi ex esposo, por favor, retírate que no quiero armar ningún escándalo y este es mi tiempo de paz mental, además por órdenes legales no podemos ni intercambiar palabras, ni miradas. —Christine hizo un gesto con la mano queriendo indicar que le negaba su compañía— No sé quién eres y la verdad es que no estoy interesada.
Cuando escucha sus palabras sabe que está malentendiendo las cosas pero le comprende. — No, no vengo de parte de tu ex esposo, tampoco se quien es ni que hace..—musita la muchacha mientras la observa. — Se trata de algo relacionado a tu padre y algo que jamás ha contado. —Aradia respira profundamente. — No quiero caerte de la nada con una noticia que te caerá pesada…—la muchacha la observa a su hermana. La misma no sabe ni siquiera de su existencia.
No piensa que ella vaya a creerle a la primera de cambio, pero la intención de decirle la verdad está. — Tu padre, es también mi padre..—le dice Lilly a Hayden esperando a su respuesta. — Pero nunca me ha dejado conocerlas a ninguna de ustedes.. —comenta. No quiere ni sacar a la luz que sus padres le han pagado a la madre de Aradia para que ambas se mantuvieran lejos de sus hermanas. Y es algo que con lo que ha crecido ella. Sabiendo que tenía familia, pero que esta tampoco sabía de su existencia. — Si no me crees, lo comprendo. Pero no estoy mintiendo.
Se tuvo que cubrir la boca con una mano debido al café que se le había escapado de sus labios gracias a la risa que sus palabras le provocado.— ¿Perdón? Te estás confundiendo y grande. —negó con la cabeza repetidas veces limpiando la comisura de sus labios con una servilleta.
— Mis padres son extremadamente correctos para que él tenga un desliz o un amor fuera del matrimonio, con decirte que por andar de caliente yo me han echado de la casa y no he pisado bajo ese techo en casi diecisiete años. —la castaña miraba aún con una expresión burlona a la muchacha que estaba parada frente a ella. Pero mientras la miraba podía notar en ella pequeños rasgos de su padre, pero era algo que no iba a aceptar— ¿Quieres dinero? No soy la que está para dar alguno, menos con que no me han dejado nada. —hizo una mueca con los labios acomodándose en su lugar— Eres una chica bastante graciosa, pero diste con el blanco equivocado.
Sabe que no será fácil convencer a Hayden de su verdad. Pero no se va a rendir. — No quiero plata, no necesito plata. Bien me mantengo con mi trabajo. Ese no es mi problema, ni mi punto..—musita Aradia tratando de no levantar la voz así las personas que están en la cafetería no las observan.
— Tu padre es un hipócrita por haberte hecho eso, porque sí..—le observa la castaña y suspira profundamente. — Ha tenido un maldito desliz con mi madre y lo único que ha hecho fue pagarle a mi madre para que no hablara de mi existencia. No me dejaban conocerlas, no podía..—niega suavemente con la cabeza. Sabe que no será fácil que le crea. Algunas lágrimas se asoman en sus ojos pero se los seca con rapidez. — No espero a que realmente entiendas a que vengo. Pero esperaré el tiempo que sea necesario para que puedas escuchar mi versión de esta historia y mostrarte que esto que te digo no es más que la verdad. Y que el único motivo por el que estoy aquí hoy es para tener la oportunidad de conocerte, de conocerlas a ti y a Auburne. Y tener de una vez por todas a mis hermanas mayores como ha debido ser siempre.
Tres cosas habían logrado que Christine bajara la barrera que había comenzado a levantar: las lágrimas, la mención de la paga y el nombre de su hermana menor.
Respecto a lo segundo, sí, era algo típico en su familia el ofrecer dinero para callar a los demás y era algo que habían hecho con la familia del padre de su hija. Esta vez, en una forma mucho más maternal Hayden hizo un gesto con la mano invitándola a sentar y con delicadeza extendió una servilleta para que la menor la use de pañuelo.
— Primero que todo, cálmate y no te descompongas que lo máximo que puedo hacer por ti es ofrecerte esta servilleta. —la voz de Christine por más pausada que suene, todavía existía la frialdad en su tono— En segundo lugar, me cuesta creerte y no creo que lo haga, pero tienes que darme la pincelada completa ¿De dónde eres? ¿Cuántos años tienes? Tengo que hacer mis propias investigaciones y si no me das toda la información, será muy dificil para mi creer que no quieres más que plata.
Aradia toma la servilleta para secar sus lágrimas y le agradece. Al ver que le permite sentarse, lo hace y la observa. Está un poco más abierta a escucharla y espera que realmente todo lo que ha hecho hasta llegar a ella, funcione.
—Soy de Londres, más bien del barrio de South Kensington. He vivido prácticamente pocos años allí ya que a mi madre la transfirieron sorpresivamente a la otra punta del mundo..—da a entender que probablemente su padre ha tenido que ver con ello para evitar el contacto estrecho entre las Vorgrimler y Aradia. — Tengo treinta, en octubre cumplo los treinta y uno. Soy periodista y gracias a mi trabajo he podido dar contigo ya que no tenía idea de que estabas viviendo aquí en Nueva York. —para Aradia haberse enterado de que Hayden estaba viviendo en la misma ciudad que ella ha sido una señal.
—Pregúntame todo lo que quieras que te responderé..—le observa mientras aprieta con suavidad la servilleta que se encuentra un poco húmeda debido a las lágrimas.
Un prolongado silencio se hizo presente en la mayor mientras analizaba y obligaba a su mente a indagar en recuerdos pero por lógica no iba a tener absolutamente nada, debido a que lo acontecido se dio cuando ella era prácticamente una bebé.
Hayden levantó la mirada hacia el techo e inhaló aire— Tiene sentido, a grandes rasgos. Nosotros siempre estuvimos en la misma ciudad de Londres, dónde vivían era un lugar vecino y dónde papá iba al museo a trabajar.
Apoyó sus brazos sobre la mesa e inclinó su cuerpo hacia el frente, buscando cercanía. "𝐇𝐚𝐲𝐝𝐞𝐧, 𝐧𝐨 𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚́ 𝐦𝐢𝐧𝐭𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨.” escuchó en su cabeza y asintió confirmando aquel pensamiento.— ¿Cómo se llamaba tu madre? Desde que papá falleció sus cuentas se congelaron, así que, capaz pueda corroborar ciertas cosas con eso.
Poco a poco Aradia puede sentir un poco más de tranquilidad al observar que Hayden se está abriendo un poco más para escucharla. — Yo no tengo prácticamente recuerdo de Londres pero alguna vez desearía regresar a la ciudad que me vio nacer..—responde ella añorando lo que ha podido ser y no fue.
— Mi madre se llama Marguerite Loughty. Yo llevo los dos apellido, el suyo y el de nuestro padre..—musita la muchacha. Él le ha reconocido -prácticamente en su lecho de muerte- como hija pero jamás ha estado presente ni siquiera en ninguno de sus cumpleaños. Para ella él ha sido nada más ni nada menos que un total y completo desconocido. — Si precisas mi identificación, mi acta de nacimiento.. todo lo que necesites para comprenderme, lo haré. —Aradia muestra una mueca de lado. Realmente quiere conocer a su hermana y tener la oportunidad de crear una relación entre ellas.
— No, no es como que… —suspiró y negó con la cabeza varias veces. Christine se paró de su lugar mientras se arropaba con su abrigo para volver a la intemperie— ¿Sabes? Anótame tu número y veré de volver a colocarme en contacto contigo, necesito hablarlo con mi herm.. con Auburne y luego sentar cosas, esto es demasiado.
Hayden dejó dinero sobre la mesa y guardando su billetera en sus bolsillos volvió a mirar a Aradia— Mira, fue un gusto, en serio, pero no quita lo raro de todo esto ¿He pasado treinta y tres años de mi vida sin saber que tengo una hermana más? —arrugó su nariz sacando el cabello que había quedado atrapado por el abrigo. En su interior se movió todo de repente, las emociones siempre lograban dominar sus acciones— Solo, solo espera a que yo me vuelva a colocar en contacto ¿Te parece? Dame tu número. —volvió a pedir, esta vez entregándole el celular para que lo anotara.
Cuando Hayden le pide su número para ponerse en contacto duda que quiera hacerlo. Piensa que todo lo que le ha dicho ha sido en vano pero necesita tener otra oportunidad donde conversar más cosas. Quiere realmente tener contacto con ellas.
Cuando le da su móvil para que Lilly le anote su número, lo hace con rapidez. —Toma, y gracias por darme la oportunidad de poder hablarte. Sé que es difícil de asimilar todo eso y lo comprendo..—Aradia le dice con calma y con una sonrisa le agradece mientras le regresa su móvil. —También es difícil para mi pasar por esto..—concluye la muchacha mientras se para también para despedirse. No sabe si estrechar su mano o abrazarle, pero hace lo primero. — Esperaré tu llamado..—y una vez que cada una se despide, Aradia vuelve hacia su casa ya que han pasado horas de que ha terminado su horario de trabajo.
Rol cerrado.
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senig-fandom · 4 years
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TERAPIA. Capitulo 2
En la ciudad de México, dentro de una comisaría de policía, se encontraba el joven mexicano, sentado en una banca dentro de una prisión, mientras observaba de reojo a su hermano mayor, quien estaba al otro lado de la celda, sentado en una silla, tapando con su brazo su cara, mientras suspiraba pesadamente.
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Junto a él se encontraban algunas personas, SEDENA, el líder de los militares, Policía militar, guardaespaldas de Centro, y Policía federa, al quien le pertenece este sitio.
El silencio de su hermano era abrumador, para los que lo rodeaban, hasta los que estaban dentro de otras celdas, estaban callados, nadie quería decir una sola palabra.
-Dime, hermano… – El propio Centro rompió el silencio de este lugar – Puedes explicarme… ¿porque lo hiciste?- Centro no se movía de su posición, simplemente, aguarda la respuesta del menor.
-…- El joven quien se encontraba entre rejas, no hablaba y mucho menos se movía, simplemente se dedicaba a observar a los presentes. Como si ambos lucharan por quien se rendiría primero por el silencio, si la terquedad del más joven o el orgullo del más alto.
-¡¡TE HICE UNA PREGUNTA!!- La voz de Centro estremeció el lugar, su voz era el arma mejor echa para hacer que otros lloraran por piedad, pero Sur simplemente bajo sus ojos. – ¡PORQUE DEMONIOS ATACASTE A FEPADE?! ¡EXPLÍCATE AHORA!
-Qué demonios tengo que explicar…, lo hice y ya…, no hay nada más.
-¡COMO QUE NO HAY NADA!, ¡ATACASTE A UN REPRESENTANTE!, ¡Y DICES ESO!- Se inclinó de su silla Centro para mirar a Sur, mientras lo veía, la realidad lo ataco de nuevo, podía ver a su hermano, cubierto de sangre, el olor a sangre le llego aún más a Centro, poniéndolo nervioso a la indiferencia de Sur.
-Y que puedo decir…, no hay nada…, lo ataque por mi propia voluntad, y listo, todos lo vieron…, no hay nada que se oculte ahora. ¿Verdad?- Sur cruzo sus brazos mientras recargaba su cuerpo en la pared.
-¡SUR!, Por todos los dioses,… como puedes decidir tú…, quien vale más y quienes no! Es verdad que FEPADE cometió errores enormes, pero matarlo no es una opción. Y mucho menos una solución a toda la mierda que han hecho hasta ahora. Te dije que ante cualquier cosa, yo resolvería esto, tú y Norte ya tuvieron suficiente de esta mierda. Y mucho más TU quien ha estado cometiendo delitos dentro y fuera del país.
-Y que…
-Hermano, comprende, te ha estado pasando algo desde mucho antes de que yo volviera, y Norte no recuerda casi nada del sexenio pasado, así que por favor, dime que es lo que ocurre, porque eres tan violento, tu nunca fuiste el malo en nada, y ahora pareciera que eso es lo que quieres, por favor hermano, dime, que pasa contigo.- la mirada de centro cambio de rígida a esperanzada, esperando a que su hermano por fin después de un año entero viéndolo así, le hablara de su problema.
-No lo entenderías – O tal vez no.
Un fuerte golpe sonó entre las rejas de la celda, haciendo que todos pusieran más atención al ambiente que se había formado.
-¡NO, CLARO QUE NO LO ENTIENDO, Y SABES PORQUE, PORQUE TU PREFIERES GUARDARTE TUS PROBLEMAS, EN VEZ DE CONFIAR EN NOSOTROS, TU SIEMPRE PENSASTE QUE PODÍAMOS CONVIVIR LOS TRES SI CONFIÁBAMOS, PERO TAL PARECE QUE SOLAMENTE PREFIERES, HUIR DE ESTO!- Un hombre mucho más alto, sostuvo los hombros de Centro.
-Ya es suficiente Centro… - Hablo SEDENA.
Centro, simplemente dirigió su mirada de nuevo hacia Sur, desvió la mirada, aleándose de la celda de su hermano, mientras este veía como se alejaba.
-Te quedaras aquí hasta que vea la situación con FEPADE, así que tienes prohibido salir de este lugar, y si te veo o escucho que saliste de esta celda, haré que GAFE te case y ambos sabemos que no queras eso, así que no salgas de este lugar. – Con esas palabras Centro salió de la comisaria junto a PM y SEDENA.
Las voces del lugar volvían a sonar tras la salida del líder de México, personas gritando cosas desagradables, sobre su hermano, sobre Policía Federal y hacia él. Otros se retorcían de miedo, algunos gritaban que eran inocentes y que no les hicieran nada.
Sur simplemente se acostó en la banca de su celda, ignorando todo el griterío de lugar, intentando descansar.
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Centro se encontraba en un auto blindado de la militaría, junto a SEDENA y PM, quienes lo observaban con preocupación. Centro masajeaba su frente con frustración, en su mente solamente había una pregunta ´´ ¿Que hice mal?´´ y su mente le respondía con tantos recuerdos de las posibles razones de lo que hizo mal.
-ha… que haré con el…vigilarlo es imposible al menos que realmente lo amarre y eso no es muy ético que digamos…-Dijo el líder de México.
-Bueno si me lo preguntas a mí, creo que muchos partidos y otras organizaciones, estarían a tu favor si digieras ´´ quien vota por que amarre a mi hermano a una silla´´ solo digo, no tienes que hacerlo- Dijo SEDENA con sarcasmo, aunque podría ser verdad, conociendo a su propia gente, y a los enemigos que Centro acaba de hacer con tan solo 2 meses, y que su hermano es el más odiado entre los poderosos.
-SEDENA por favor, no me digas esas cosas, que no ando de humor- Centro pareciera ocultar su risa, con tan solo pensar que todos los partidos dirían un si a esa idea. Y solo una gota de sudor sobresalía en su rostro – solo llévame al hospital, para ver a FEPADE.
-Si señor – Dijo PM quien era el conductor del auto.
En el camino SEDENA y Centro discutían sobre asuntos dentro de la militaría, SEDENA le contaba poco a poco, todas las cosas que pasaron en México en su ausencia, y cada cosa afectaba más el ánimo de Centro, pensar que ahora su vida dependía de un hilo, y que su independencia ahora era arrebatada por Estados unidos, simplemente no sabía con que comenzar a eliminar primero.
-Que piensa sobre la reencarnación de la Guardia Nacional – Pregunto SEDENA serio ante el asunto. Hace mucho tiempo, existía una GN antigua, que fue disuelta tiempo después.
-mmm… honestamente no sé si sea buena idea crear otra organización a estas alturas, el problema inicial es que crearlo será complicado, ya su anuncio se volvió una polémica, y nuestros opositores no parecen contentos con las decisiones del presidente actual, eso y una cantidad extraña de ciudadanos, parecen extremadamente enojados. –Centro levanta el collar que lleva puesto – No sé si tu tengas que ver con esto, pero juro erradicarte de todos.
-Qué piensa de los nuevos partidos, usted solamente conocía dos, PRI y PAN.
-Honestamente me tienen irritado, todos huelen a ese olor asqueroso, Anarquía parece haberse divertido con ellos, y olerlo solo me da asco, MORENA parece distraído, siempre perdido en su mundo. – Centro dirige su mirada a la ventana – Ya le advertí que no se crea la gran cosa, solo lo utilizare para lograr que este país progrese, si me traiciona o hace cualquier contacto con cualquiera de los hijos de corrupción, pondré su cabeza sobre mi pared. – mientras decía eso, sus ojos se llenaron de un color particular, que hizo que SEDENA se estremeciera de miedo.
-Lo que usted ordene mi México.- Dijo SEDENA serio, mientras acachaba la cabeza.
-Ya llegamos.
Al escucharlo, PM se estaciono fuera del hospital, los tres bajaron del auto, y se dirigieron a la puerta. Allí los recibió una de las enfermeras, quien estaba concentrada en su teléfono. No fue mucho hasta que Centro bajo su teléfono a la mesa con su dedo, la enfermera iba a confrontarlo hasta que lo vio a  la cara.
-Buenas tardes señorita, me puede decir donde se encuentra Fernando Padierna Deiros. – dijo mostrándole una enorme sonrisa a la señora que atendía la recepción, quien antes quería decirle de cosas, ahora se encontraba nerviosa y sonrojada.
-si...si señor – busco en la computadora de al lado, y al ingresar el nombre logro encontrarlo rápidamente. – se…se encuentra en la sala 45, señor, dos escaleras arriba.
-Muchas gracias por su atención, siga así – y con eso se separó de la sala y se dirigí a las escaleras, mientras que SEDENA y PM se quedaron tiesos, junto a una señora que salían corazones a su alrededor.
-Por dios… ni yo recibo tanta amabilidad por parte de él, y cuando lo hace es tan extraño…-Decía PM con un rostro sonrojado, mientras empezaba a caminar detrás de su general y su líder.
-Es normal, nosotros no acostumbramos a sentir mucho cariño, simplemente somos guardianes de este país, pero… mientras más estemos cerca de cualquiera de ellos tres, nuestro instinto nos grita, protegerlo, y muere por él. Hasta el punto de sentirnos débiles, y ser simples armas para nuestro país. – Contexto SEDENA, explicando las cosas desde su punto de vista.- O simplemente solo te llama la atención su aspecto tan atractivo– Dijo al final para alivianar el ambiente que el mismo creaba, mientras que PM reía en silencio.
Los tres llegaban a la habitación 45, Centro toco la puerta y al escuchar una voz femenina diciendo ´´ pasen´´ Centro abrió la puerta, encontrándose con la secretaria de Salud. Una mujer con una fría mirada, y una actitud indiferente.
-Buenas tardes mí querida doctora – Decía Centro mientras se acercaba a ella y a FEPADE, quien se encontraba en la camilla comiendo, mientras SALUD lo revisaba.
-No me vengas con tus tonterías México, has lo que debes y vete que arruinas mi tiempo.- Dijo, y se alejó un poco para escribir algunas notas del estado de FEPADE.
-¿Como te encuentras?- Pregunto Centro a FEPADE, quien lo veía con normalidad.
-Estoy bien señor, nada que no pueda ser arreglado. – En México existen dos tipos de organizaciones, algunas que son tan humanas, pero con habilidades superiores a la de cualquier ser vivo, o una maquina mitad humano, los cuales son poco pues lo más conocidos son FEPADE y AEXA.- Mi cuerpo se recuperó con facilidad, gracias a SALUD, y con la ayuda de AEXA fue más rápido.
- ¿Ella estuvo aquí? – Pregunto centro sorprendido.
-Acaba de irse, me dijo que atender este tipo de cosas no son tan preocupantes como las que puede sufrir una organización humana.
-Y dime, que piensas hacer, ¿quieres ponerle una demanda a mi hermano?
-No señor, a pesar de la escena echa por los periodistas, mi sangre no es tan real como lo dictaran las noticias en unas cuantas horas. Yo no siento dolor, y mucho menos siento sentimientos erráticos como los demás. Y me gustaría confesar que he estado así mucho antes, no es como si Sur fuese el primero, mucha gente ha querido mi cuerpo tirado en el basurero de su patio. – Confeso con frialdad.
En la mente de centro, se decía a si mismo ´´ Realmente te han cambiado´´ observaba a aquel que creo para ayudar a otros y ahora, parecía una maquina sin emociones.
-Bueno, deje a Sur dos días encerrado, espero y que compense tu lado humano…
-No lo hará señor, pero agradezco su preocupación. Y su interés.
-Bien, se acabó el tiempo, váyanse. – empezó a empujar a centro y con él a SEDENA y PM. – Y tú, a partir de ahora te checaran los enfermeros, nos vemos en dos días.
-Está bien, gracias por tu ayuda SALUD.- Salieron y se cerró la puerta.
-¿Que pretendes SALUD?- Pregunto PM indignado por los empujones de SALUD.
-De que hablas, solo hago mi trabajo, y además la horade visitas a cabo, tuvieron suerte de yo estuviera allí, si fuese otro los echaría como ratas.
-Gracias por esperar por nosotros SALUD.-dijo Centro.
-No te preocupes, y si me lo permiten, tengo que irme a revisar otros dos hospitales, nos vemos- En eso se alejó de los chicos.
-wow, si GAFE es frió ella puede ocupar el segundo lugar.- Confeso PM, mientras soltaba un suspiro.
-Bueno a diferencia de ustedes, los ciudadanos no se les acercan al menos que no sea para pelear o arrojarles piedras, pero cuando tu vida está rodeado de muertos, gente que pelea dentro de tu lugar de trabajo, que te insultan y te dicen lo inútil que eres, también sería tan frió y distante. Y sobre GAFE, él tiene su propia razón para no mostrar sentimiento alguno, su trabajo, a veces es tan horrible que debes ser frió para hacerlas.- Contexto Centro mientras caminaba y bajaba las escaleras, observando a su alrededor, diferentes tipos de personas.
Familias que rezaban por sus seres queridos, algunos para que alguien les diera esa fe que perdieron, otros que peleaban con los doctores, ya sea porque era violento, drogado o porque estaba enfermo de la cabeza, mujeres que hoy en día darían a luz o no, familias reunidas en amor o peleando en medio de la sala  y al final, a doctores que corrían hasta la sala de emergencia más cercana, intentando salvarlos y quien sabe a quién deba sobrevivir hoy.
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En la estación de policía se encontraba Sur, acostado, escuchado las peleas entre compañeros de celda, las ofensas a Policía Federal y como algunos llamaban a sur, intentando explicarle como llegaron a este lugar y del miedo que tenían.
Aunque Sur era altruista y que obviamente sacaría a esas personas inocentes de las garras de PF y de una posible desaparición. En la mente del sureño se encontraban las palabras de su hermano.
-¡NO, CLARO QUE NO LO ENTIENDO, Y SABES PORQUE, PORQUE TU PREFIERES GUARDARTE TUS PROBLEMAS, EN VEZ DE CONFIAR EN NOSOTROS, TU SIEMPRE PENSASTE QUE PODÍAMOS CONVIVIR LOS TRES SI CONFIÁBAMOS, PERO TAL PARECE QUE SOLAMENTE PREFIERES, HUIR DE ESTO!
-*Yo no huyo…*-pensó con rabia.
-¡OYE QUE ESTAS COMIENDO!- En eso la mirada de Sur se dirigí a la voz que le gritaba.
Y se podía ver al Sureño comiendo unas palomitas en un tazón grande, lleno de limón, sal y chile.
-Que te importa- dijo sonriente.- si quieres quitármelo tendrás que entrar a la celda y creo que tú no quieres eso verdad jejeje- En la mente de PF, le aparecían mil escenas que le haría Sur para escapar de la manera más tonta, así que se resignó y siguió viendo a los demás presos.
Ente su respuesta se oyó risas hacia PF, Sur triunfa nuevamente, se acomodó y siguió comiendo. Hasta que otra voz le grito.
-Vaya al final este donde te mereces maldito monstruo.
Sur al escucharlo, empezó a dirigir su mirada al hombre que está en otra celda al frente de la suya.
-Al fin tus hermanos te abandonaron y te encerraran donde tú ya no causes más problemas, por primera vez este país ya está haciendo algo bien.
-No, esto no es nada nuevo, pero como puedo verificar tu ignorancia, ignorare tus balbuceos. – Sur empezaba a acostarse de nuevo.
-Jejejeje, que mierda, acaso siempre serás libre, pero claro la perra de tu hermana y el puto de tu hermano siempre te salvan no – Un fuerte ruido se escuchó, el tazón de palomitas estaba en el suelo, al lado de la rejillas, con todo su contenido derramado por la celda de ambos seres.
-A mi dime lo que quieras…pero a mis hermanos ni los menciones con tu sucia boca.
-JAJAJAJAJA maldito monstruo eso es lo  que eres JAJAJAJAJA, TUS MANOS MANCHADAS DE SANGRE, de todo tipo de personas.
-…tal vez, pero por lo menos yo no hice sufrir a mi esposa hasta matarla – El hombre reacciono a sus apalabras – Y sabes que, ella misma me dice  que está feliz de estar muerta, porque prefiere morir que pasar su vida contigo. –lo hizo que los ojos de Sur se volvieran sombríos, estaba muy tranquilo hasta que este ebrio agarro su ira contra él.
Sur se acomoda triunfante
-¡HA SI! ¡POR LO MENOS YO NO TORTURE A UNOS NIÑOS POR MAS DE 10 AÑOS!
Sur esta vez se había levantado y golpeando las rejas de la celda, mientras su mirada se ponía oscura y fría y su esclera se volvía naranja. Era un golpe bajo.
-JAJAJAJAJA al parecer realmente no eres tan ignorante como pensaba, pero ten cuidado, si sigues este camino, en cuanto mi hermano me saque de aquí, vendré por tu lengua y ya veremos cuanto puedes balbucear. Aunque podría hacer una excepción por ti, al fin y acabo, para mi escapar es como un juego de niños, y te aseguro que puedo llegar a tu celda sin problemas.
El hombre se puso a temblar, pero la verdadera mirada de Sur estaba con la mujer, quien desaparecía, al parecer le agrado la idea las palabras de Sur, aunque Sur, solo lo estaba amenazando, realmente no le haría nada, solo le gusta exagerar para espantar a los que se creen con muchos ´´ huevos´´ para hablarle como si nada sin recibir algo.
Sur en su triste realidad, no ha matado a los ciudadanos, solo se mete con las organizaciones corruptas, y deja que otros sean los verdaderos asesinos, pero que se puede esperar de su reputación.
Las risas del lugar empezaron a hacerse presentes, se reían del hombre que se asustó ante las palabras de Sur, otros simplemente se quedaban viendo a sur con tristeza, mientras que PF intentaba callarlos.
Las risas se hacían más fuertes, pero una destacaba entre los demás, una risa que conocía bien, una maquiavélica, ronca y rasposa. Sur dirigía su mirada hacia esa risa, y en el asiento de PF podía verlo de nuevo, un ser oscuro, con una sonrisa podrida y un rostro roto, riéndose y riéndose, de Sur.
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-Corrupción??!! – Dijo Sur espantado
-jajajajajaja que pasa Sur, sorprendido de verme- Decía ese ser oscuro y venenoso, con un aura alrededor suyo, tan oscuro como el mismo.
- p…pero… yo y USA…-Sur tartamudeaba, pero no por miedo, si no de ira.
-Me mataron, jejejejeje por favor, ¿no pensaste que se desearían tan rápido de mi? – Están tranquilo en su haciendo, imponiendo su indiferencia al la ira consumida por el que lo veía.- soy aquello que vive dentro de ustedes, ninguno puede desaparecer el veneno que les he otorgado, como ninguno puede librarse de mi, todos ustedes están podridos.
-¡CÁLLATE! ¡TU NO SABES NADA! de Ninguno de nosotros…
-Es corrupto, que todos son buenos, que la verdadera culpa es el que gobierna, que los que sufren son los débiles o los que no tienen un cargo importante, o que son juzgados por alguien que se cree mas importante que el otro. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA si eso es el discursito tonto que dirías, déjame decirte, que todos ustedes son lo que hace que yo exista aun, ustedes no importa su ubicación, hasta los mas grandes países, hacen de mi existencia poderosa e inquebrantable. Solo tenlo en cuenta pequeña rata de alcantarilla, YO haré de este mundo un caos a mi favor, gente tendrá que morir para que yo sea mas poderoso, y mis hijos sean aun mas billonarios, solo te diré, que lo que hiciste me las pagaras y no hay nada que puedas hacer.
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PF intentaba callar a los presos, sin darle mucha importancia al pequeño sureño que hablaba, y se peleaba con otros, y no fue hasta que un golpe y gritos captaron su atención.
Al voltear veía como Sur estaba afuera de su celda, golpeando y diciendo ´´ Muérete´´ a su silla reclinable, el Sureño no paraba de golpear, rasguñar y maldecir, haciendo que el sillón le saliera el relleno de la parte superior, causando que PF se dirigiera a su ubicación para detenerlo.
-¡¡QUE PUTA MADRE HACES MALDITO IDIOTA!!- Agarro del brazo PF a Sur -  ¡QUE LE HACES A MI POBRE CILLA LOCO DE MIERDA!.
Sur estaba confundido,respiraba rápidamente, intentando calmar su ira, veía de nuevo a su alrededor, y no había nadie mas, solo los de la celda, PF y el.PF lo levanto con fuerza y lo volvió a meter a su celda.
-¡SI NO QUIERES QUE TE GOLPE Y QUE LLAME A CENTRO, TE QUEDARAS ALLÍ¡- se fue a levantar su silla reclinable que estaba rota.- HAGG, haré que lo pagues indio de mierda.
Ante esas palabras, simplemente Sur se quedo sentado, intentando pensar que es lo que había pasado.
Continuara.
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Aquí nuevo capitulo, espero y lo disfruten mucho ^^, se que por ahora es lento y muchos tienen preguntas, pero de poco a poco.
Aqui dejo el link del libro de Terapia por si acaso: https://www.wattpad.com/story/232520820-terapia
Agradezco a @remedysix​ por de nuevo su ayuda.
Eso es todo saludos ^^
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Text
Fire On Fire
Day 4 of @frukweek2020: Monster
Summary: Cuando sus especies van a firmar un acuerdo de paz, Arthur y Francis planifican una forma de conseguir que su matrimonio sea aprobado por la familia, sin que Arthur deba dejar de lado su intención de convertirse en el heredero de su clan.
Relationships: FrUK
Rating: T +13
Word Count: 3566
Language: español
Durante todo el camino, Francis mantuvo la mirada sobre los árboles y los diferentes lugares que pasaban. Sus padres continuaban hablando en el carruaje, mientras él se aburría más y más del viaje. Una vez que el cochero les avisó que habían llegado a su destino, se apresuró en bajarse. Detrás de ellos, el resto de los carruajes iban llegando a la mansión, en donde todos los estaban esperando.
Se sacudió el traje, asegurándose de lucir presentable, para entonces seguir de cerca a sus padres, quienes inmediatamente fueron a visitar a Edmund y Ethel Kirkland. Detrás de ellos se encontraban sus cuatro hijos.
–Buenas noches –saludó su madre, inclinándose ante la pareja. Su padre y él la imitaron.
–Espero que hayan tenido un buen viaje –habló Ethel Kirkland, fuerte e imponente. Edmund se acercó para estrecharle la mano a su padre.
–Es un placer recibirlos –agregó, sonriendo–. Ya conocen a nuestros hijos, Alistair, Connor, Dylan y Arthur.
Su mirada cayó inmediatamente sobre el último, quien lo miró de reojo y desvió la mirada. Sonrió ante su reacción.
Compartieron un par de palabras más antes de que se dirigieran adentro de la mansión. El resto de sus acompañantes los siguieron, mientras que el resto de su nobleza se encontraba dentro de la vivienda. La reunión se celebraba en el enorme salón de baile, en cuyas esquinas se encontraban las sillas. Aparentemente, primero iban a bailar y a pasar el rato, luego cenarían y finalmente discutirían el acuerdo.
Tomó la primera copa de vino que le ofrecieron, pues necesitaba calmar sus nervios de alguna manera. Jamás podría expresarlos en voz alta, por supuesto, ya que al ser el único heredero debía dejar una buena impresión a los presentes. Así, una vez más admiró el gigantesco salón de la mansión que prácticamente parecía un castillo. Sus padres estaban platicando con los Kirkland, por lo cual supuso que todo estaba saliendo bien hasta el momento. Miró a su alrededor hasta visualizar una pintura sobre una hermosa mujer de cabello negro al fondo de la habitación. Se le acercó y se dedicó a apreciarla hasta que sintió una mano sujetar la suya y casi arrastrarlo. No dudó en seguir a la figura que lo estaba llevando consigo.
Atravesaron diferentes partes de la mansión, incluso algunas que parecía como que no cualquier persona lograría hallarlas. Sonrió al pensar que quizá sería el único visitante que había transitado esas zonas. Una vez que llegó a cierto lugar donde solamente se encontraba una puerta al final de un pasillo oscuro, sintió que el estómago le daba vuelta de la emoción.
La figura rápidamente abrió la puerta con una llave que sacó de su bolsillo, mientras él esperaba a su lado. Sin pensarlo dos veces, lo empujó adentro de la habitación, se volteó para cerrar la puerta y antes de que pudiera reaccionar, se lanzó sobre sus labios. Francis sonrió en medio del beso, mientras desataba el pequeño nudo de la capa de la figura para así revelar al hijo menor de los Kirkland.
Enredó las manos entre sus mechones de cabello, mientras el otro lentamente lo iba dirigiendo por el cuarto. Sin el menor cuidado, lo empujó contra uno de los muebles de la habitación, y se vio obligado a interrumpir el beso cuando una de las esquinas se le clavó en la espalda baja.
–Arthur, no seas tan bruto, me dolió –lo regañó, separándose de él con delicadeza. El otro tenía las pupilas dilatadas, el cabello alborotado y las mejillas profundamente sonrojadas.
–¿Y? Mierda, Francis, me has hecho falta –murmuró, para proceder a abalanzarse sobre su cuello. Él rodó los ojos, sonriendo tontamente al sentir unos pequeños mordiscos. Al menos ambos tenían la misma fijación.
–Yo también te he extrañado –susurró, mientras sus manos se deslizaban sobre su pecho y procedían a desabotonar el primer botón de su camisa. Arthur bufó, alejándose de él.
–Ya casi nos llaman para que vayamos a bailar –explicó, colocando sus manos sobre las suyas. Hizo un puchero en respuesta, y el otro rodó los ojos–. Después vamos a tener suficiente tiempo para eso, te lo prometo –agregó, tomándolo de las manos para dirigirlo hacia la cama. Francis tomó asiento, sin quitarle la mirada de encima a su acompañante. Lucía tan lindo así de ruborizado y desarreglado.
–¿Les has dicho a tus padres del trato? –el otro asintió.
–Están de acuerdo en que un matrimonio sería una buena idea para establecer el acuerdo de paz. Eres el único heredero de los líderes de su clan –lo corrigió al indicarle que ellos la llamaban "familia", pero Arthur lo ignoró–, entonces no es como que tengan otra opción.
Se movió para acercarse más a él, y antes de que pudiera protestar, se sentó sobre sus piernas y empezó a jugar con su cabello. Inmediatamente, sintió que el otro colocaba las manos sobre sus caderas. Se mordió el labio, sonriendo.
–¿Y no crees que se les ocurra buscar a una mujer noble de su familia... –ignoró a Arthur cuando le indicó que ellos hablaban de "clanes", no de "familias"–... para que nos casemos? –negó con la cabeza.
–Lo justo sería que fuera un matrimonio entre los hijos de los líderes. Sino tendrían que elegir un noble de tu especie y una de la mía para el casamiento, pero de igual modo firmarían el acuerdo de paz. Estaríamos ganando de cualquiera de las dos formas –le explicó, mientras él distraídamente delineaba su mandíbula. Arthur tomó su mano para besarla y Francis sintió como si su corazón estuviera dando saltitos de alegría.
–¿Y por qué no crees que van a intentar casarme con alguno de tus hermanos? –cuestionó, pues tenía en claro cuánto estaban arriesgando solo para encontrar una excusa que les permitiera volver su relación oficial y dejar de ocultársela al mundo.
–Porque mis padres saben que si te engañaran, echarían a perder el tratado de paz –depositó un beso en la nariz del otro–. Y mis hermanos no se resistirían a las chicas de tu clan.
–Familia –lo corrigió nuevamente. Arthur rodó los ojos–. Siempre piensas en todo, ¿no?
–Por supuesto. Tengo que demostrarles a mis padres que sería un buen heredero, ¿no?
Francis sonrió melancólicamente.
Y es que tenía miedo. Mucho miedo. Temía que sus padres no firmaran el acuerdo de paz por algún motivo, que no incluyeran una cláusula que permitiera relaciones amorosas entre las dos especies o que incluso las castigaran y peor aún, que pudiera casarse con Arthur, pero que eso le impidiera ser el sucesor de sus padres.
A Francis no podría importarle menos si él llevaba a suceder a sus padres o no. Su especie normalmente elegía a los líderes por fuerza física y mental, por lo cual él no mantenía altas expectativas. Es más, ni siquiera querría tomar el control de una familia si acaso se fuera lejos del vecindario donde todos vivían. La convivencia con otras especies solía dificultarse, por lo cual solían juntarse entre ellos mismos, aunque de vez en cuando a uno que otro se le ocurría irse lejos.
Arthur, en cambio, tenía en claro que su especie se encontraba en peligro la mayor parte del tiempo. No eran particularmente buenos disimulando su origen, y entre clanes siempre había claras tensiones, por lo cual desde temprano solían elegir un heredero de los tesoros, que pudiera dirigir y proteger al resto de los de su grupo, en caso de que al líder le ocurriera algo.
Francis odiaba la idea de que Arthur, quien desde la más tierna infancia se había esforzado en fortalecerse física (aunque estaba lejos de alcanzar a sus hermanos mayores) y mentalmente para ser elegido como sucesor, alcanzara su sueño. Temía que alguien quisiera lastimarlo, y tenía en claro que sería capaz de morir por él si fuera necesario para protegerlo; pero al mismo tiempo, habría odiado verlo con el corazón roto si sus padres llegaran a escoger a Alistair, pues todos creían que sería el siguiente Kirkland en tomar el control.
Se recostó contra su pecho, sujetándolo con fuerza. Arthur depositó un beso en su cabello, mientras continuaba acariciando su espalda. Decidió disfrutar esos pequeños instantes que tenía con él: llevaba siglos de conocerlo y de verse a escondidas con él, pero nunca habían podido pasar un día entero juntos. Y lo deseaba más que nada en todo el mundo.
–Te amo, Arthur –susurró, escondiendo el rostro en su pecho.
–Yo a ti de vez en cuando –respondió el otro juguetonamente, y rió cuando él lo empujó con sin mucha fuerza–. Todo va a salir bien, en serio. Si tenemos que huir, ya tengo las maletas preparadas –sonrió, echándose una risilla. Se separó un poco de él para poder mirarlo a la cara.
Era tan hermoso.
Se inclinó para besarlo, sujetándole el rostro entre sus manos. Arthur sostuvo su cabeza, acercándolo más para profundizar el beso. La otra mano del otro empezó a bajar más y más, y Francis estaba bastante seguro de que al final iba a ganar él, cuando su oído captó algo que lo hizo gruñir. Su acompañante frunció el ceño, acabando con el beso.
–¿Qué pasó, amor? ¿Estás bien?
Sintió un saltillo en su corazón. Arthur podía ser tan lindo.
–Ya los escuché, nos están buscando –respondió, haciendo un puchero. Arthur suspiró, para entonces depositar un beso en su barbilla y sujetarlo de los muslos para levantarse y proceder a colocarlo en el suelo–. No quiero ir...
–Yo tampoco, pero tenemos que disimular. No pueden darse cuenta de que estamos planeando todo esto –explicó el otro, acariciando su rostro con cariño. Él se inclinó ante el toque, disfrutando cada segundo.
–Podemos inventarnos una excusa. Ni siquiera pueden escucharnos, ¿no?
Y es que Arthur se había encargado de buscar los planos más antiguos de la mansión para así encontrar una habitación que nadie más conociera y encantarla con el fin de que el sonido no pudiera salir de ahí. Hasta tal punto había llegado su esfuerzo: aprendió magia como un gran extra para conseguir ser el sucesor de su clan.
–Igual, ya tenemos que ir, amor –respondió el otro, depositando un delicado beso en sus labios. Cerró los ojos, disfrutando de la sensación. Cuando los abrió de vuelta, se sorprendió al notar que la habitación estaba vacía. Estuvo a punto de llamar a su novio, cuando notó un pequeño murciélago sobre su cabeza.
–Arthur, no –protestó, cruzándose de brazos. El animalillo empezó a dar vueltas mientras volaba.
–Vamos, tú salta por la ventana y corres, puedes seguir el olor, ¿no? –frunció la nariz.
–No soy un perro, Arthur –respondió, irritado ante lo infantil que el otro podría actuar–... y hoy no cae luna llena.
–Bueno, yo voy a volar. Te aconsejo que te apresures, entonces –estuvo a punto de salir por la ventana, cuando se volteó para mirarlo una vez más–. Ah, espero que recuerdes el camino.
Tuvo que utilizar todo su autocontrol para no destrozar la puerta cuando la abrió y cerró de golpe. Cuestionándose en qué momento se le ocurrió meterse con un condenado vampiro, se fue pisoteando y gruñendo por el camino que tantas veces había recorrido. Maldijo en voz alta cuando se percató de que efectivamente se estaba guiando mejor por el olor que por su sentido de la ubicación.
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Francis estaba moviendo las piernas constantemente, muestra clara de la ansiedad que sentía en esos instantes. Habían terminado de bailar para ese punto (hasta tuvo la oportunidad de danzar un rato con Arthur, mientras ambos intentaban disimular sus sonrisas a toda costa) y parecía que la cena iba a llegar a su fin muy pronto. Se encontraba sentado al lado de sus padres, quienes se hallaban al final de la mesa, charlando con los Kirkland.
Sutilmente, echó un vistazo a donde se encontraba Arthur, quien encontró su mirada y le dedicó una diminuta sonrisa. Sintió que el corazón le empezaba a latir más rápido en su pecho. Su mente para ese punto había imaginado todo lo que podría pasar si sus padres finalmente firmaban el acuerdo de paz, pero no podía dejar de maquinar formas para poder huir con Arthur en caso de que todo saliera mal.
Le echó un vistazo a la comida. Sabía que los vampiros no acostumbraban a consumir alimentos sin sangre y que se estaban esforzando, pero le era imposible notar lo blando que era el platillo frente a él. Suspiró, tomando un trago del refresco. Era sospechosamente rojo, pero estaba seguro de que no se trataba de nada raro.
Por un momento, sintió como si agarraran su corazón y lo estrujaran como una bola de papel al considerar la posibilidad de que Arthur lo dejara con tal de perseguir sus metas. Sabía que no podía culparlo: era lo que soñaba desde que era pequeño, pero cada minuto pensaba más y más que su relación con él había sido una pésima idea.
Iban a querer herederos. Iban a querer herederos. Iban a querer herederos.
–Bueno, me parece que es tiempo referirnos al motivo por el que todos estamos aquí –empezó a hablar Ethel Kirkland–. Considero que es hora de que leamos el acuerdo y por fin lo firmemos, entonces los invitamos a pasar a la sala de estar.
Se levantó para ir con el resto de su familia a la habitación en cuestión, mientras el corazón latía fuertemente en su pecho. Una vez que llegaron, tomaron asiento en uno de los enormes sofás. Los Kirkland sacaron un serie de papeles de un vitral y se colocaron en medio de la sala. Sus padres se les acercaron para leer el documento en conjunto.
La idea general era sencilla: el clan vampírico liderado por los Kirkland y la familia de hombres lobos dirigidos por los Bonnefoy permanecerían en paz, mientras ninguna de las dos partes rompiera el acuerdo. De tal manera, estaba prohibido atacar física o verbalmente a ninguno de los miembros de los dos grupos. Ambos estaban obligados a ofrecer y brindar protección al otro en caso de un ataque externo.
Por supuesto, habían elaborado a profundidad, pero Francis solo había logrado prestarles atención a las generalidades. Al menos hasta que mencionaron cierto punto.
–Los matrimonios entre vampiros y hombres lobos serán reconocidos por los dos grupos –leyó su madre, demasiado concentrada como para percatarse de la manera en que su rostro se iluminó.
Miró de reojo a Arthur, quien se estaba mordiendo el labio para disimular su sonrisa.
–Por tal motivo, estábamos pensando en que una manera de fortalecer este tratado, es mediante un matrimonio entre un miembro de los hombres lobo y uno de los vampiros –habló Edmund Kirkland, para entonces dirigirse a él. Tuvo que recomponerse lo más rápido posible con el fin de disimular su alegría–. Nuestra intención es formar una unión entre uno de nuestros hijos y el único hijo Bonnefoy.
El corazón le empezó a latir fuertemente en su pecho.
–Nosotros hemos estado de acuerdo con esta parte del acuerdo –su padre se volteó para mirarlo–. ¿Tú estarías de acuerdo, Francis?
Asintió lentamente, asegurándose de no parecer demasiado entusiasta ante la idea.
–Por supuesto. Me gustaría tener la oportunidad de dar el primer paso para una convivencia tranquila entre las dos especies –sus padres le mostraron una pequeña sonrisa llena de orgullo.
–De acuerdo, entonces dejamos en sus manos la elección de su esposo –habló la líder de los vampiros. Miró entonces a los Kirkland, y notó que todos a excepción de Arthur lucían perplejos–.  Por eso, puedes escoger entre Dylan y Connor, nuestros hijos del medio.
¿Ah?
–¿Ah? –soltó Arthur repentinamente. Luego se dio cuenta de su muy visible reacción y se aclaró la garganta– ¿Por qué Alistair y yo no, madre?
–Porque ustedes dos son mis posibles opciones a herederos, y cada sucesor debe poder tener hijos en un futuro para continuar la tradición.
Tomó una bocanada de aire para calmarse. Sintió el estómago se le empezaba a revolver y la cabeza a darle vueltas. Connor y Dylan estaban protestando a sus padres, quienes los estaban ignorando. Alistair mantuvo la calma, encendiendo un cigarrillo que sacó de su bolso. Arthur mantuvo la mirada fija en él
Cuando estaba empezando marearse ante la conmoción, Arthur dio un paso adelante.
–Entonces renuncio a mi candidatura.
No.
No, no, no.
Sus padres portaban la misma expresión de sorpresa en el rostro. Alistair continuó fumando tranquilamente.
–Arthur, ¿por qué? ¿A qué se debe esto? –empezó Ethel cautelosamente. Su novio se aclaró la garganta, ahora evitando su mirada a toda costa.
–Bueno, yo quiero ser partícipe en este evento tan importante. Siento que es una gran forma de honrar el nombre de la familia.
Estaba mintiendo.
Bueno, tal vez no completamente, pero Arthur le había confesado que preferiría morir antes de contraer matrimonio y tener hijos con una mujer. Francis no entendía el motivo, pues él llegaba a percibir tanto a los hombres como a las mujeres como criaturas preciosas, a quienes estaba dispuesto de darles amor.
Arthur, no. Arthur creía que las mujeres eran feas y los hombres también, pero un poco menos. Principalmente Francis. Según el vampiro, él era "relativamente, la criatura menos fea con que se había encontrado". Estaba seguro de era su manera de decirle que era la persona más hermosa con la cual se había topado en toda su vida. Sus siglos de vida.
Habían hablado por mucho tiempo de eso, de cómo el otro percibía a las mujeres como estéticamente bellas, pero jamás se imaginaría estando con una. Jamás podría amar a una como lo amaba a él.
Francis disfrutaba esas conversaciones solo por la manera en que sentía como si su corazón flotara de lo amado y halagado que se sentía.
Pero Arthur no podría tener herederos. Y no podría ser sucesor.
Se quedó mirándolo, esperando su siguiente movimiento. Él tenía que saberlo desde antes, ¿no?
–Entonces retiro mi candidatura a sucesor... A menos que me reconozcan mis hijos no biológicos.
¿Sus qué?
–He leído cientos de veces las reglas para obtener el liderazgo del clan. Indican que el heredero deberá tener hijos en un futuro para así mantener el apellido Kirkland, pero en ningún momento se indica que no puedan ser hijos adoptivos. El requisito principal es que sean vampiros fuertes y sabios –explicó Arthur. Francis notó ese brillo de determinación en sus ojos que tanto le encantaba.
Estaba tan enamorado de él.
Los líderes Kirkland se miraron entre sí y suspiraron.
–Sí hemos pensado que serías la mejor opción para este acuerdo, Arthur –empezó a hablar Edmund. Entonces miró a los hermanos del medio, cuyos rostros reflejaban pura esperanza–. Eres el único que sabemos que no llegaría a dañar el matrimonio de ninguna manera.
–Podríamos seguirte considerando como futuro sucesor, pero solo si nos pruebas que sí vas a brindarnos nietos. Tendrían que considerar ser padres lo más pronto posible –Alistair alzó una ceja, claramente entretenido por la situación.
–Estoy dispuesto a hacerlo –respondió Arthur sin pensarlo dos veces.
Ellos no habían discutido eso.
No, le parecía que lo recordaría.
De inmediato, los líderes de las dos especies se voltearon para mirarlo. Arthur también dirigió su atención hacia él, prácticamente rogándole con los ojos que aceptara.
Bueno, en realidad a él sí le agradaba la idea de tener una casa grande y unos pequeñines con el vampiro. Además, si iba a estar con él, sabía que juntos podían lograr cualquier cosa. Criar unos vampiritos no sería tan difícil, ¿cierto?
–De los cuatro hijos, Arthur siempre ha sido con quien me he sentido más cómodo. Siempre me ha tratado maravillosamente y me ha respetado –era una vil mentira, tomando en cuenta todas las veces que lo había comparado con un perro–. Si él fuera a pedir mi mano, lo aceptaría sin duda alguna.
El rostro el vampiro se suavizó considerablemente. Francis estaba seguro de que nunca lo había mirado con tanto afecto. El corazón le dio saltitos en el pecho.
Ethel se volvió para mirar a su hijo, y al notar la expresión embobada en su rostro, tuvo que realizar señas para que saliera de su ensoñación y se le acercara. Una vez que lo tuvo al frente, Arthur se inclinó en una rodilla y extendió su mano. Él la sujetó mucho más rápido de lo que hubiese debido.
–Francis Bonnefoy, ¿aceptarías casarte conmigo y así representar esta unión entre ambos clanes? –preguntó, con los ojos fijos en los suyos. Tuvo que respirar profundamente para disimular la emoción que sentía como si estuviera a punto de explotar en su pecho.
–Familia. Y sí, Arthur Kirkland, sería un placer para mí honrar las dos especies de esta manera.
Nunca había realizado un esfuerzo tan brutal con el fin de no empezar a chillar en media sala de estar. Arthur asintió y le dedicó una diminuta sonrisa, aunque él estaba seguro de que se encontraba tan entusiasmado con él. Mientras el otro se levantaba y se colocaba a su lado, sonaron los aplausos en la habitación.
Sus padres y suegros continuaron leyendo el tratado, pues al parecer faltaban bastantes páginas para terminarlo. Sintió una pizca de ansiedad al pensar en el futuro que le esperaba, con un posible sucesor Kirkland y pequeños hijitos vampíricos; mas cuando Arthur aprovechó que no les estaban prestando atención para sujetar su mano, los saltitos que dio su corazón le indicaron que todo iba a estar bien.
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mouxesaint · 3 years
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Amor
Amor.
- ¿Qué es esto? – Nozel miro con desagrado las diversas cartas que estaban esparcidas por el escritorio, su padre detrás de la mesa sonreía con picardía.
- He recibido varias propuestas de matrimonio para ti y para Nebra, con mucha suerte podremos encontrar algo beneficioso para la familia.
Nozel bajo la mirada para detallar que había varias fotos de adolescentes y niñas entre las hojas, de forma rápida pudo reconocer a las hijas de varias familias nobles, él tenia dieciocho años y Nebra apenas trece años, su madre apenas tenia tres años de su fallecimiento y se había enterado por medio de los soldados del palacio que su padre estaba saliendo a bares con mujeres jóvenes, algunas quizás apenas mayor que él mismo.
- ¿Por qué quieres concertar un compromiso?
- Para asegurar tu futuro y el de tus hermanos. – Respondió como si su preocupación fuera real.
- Mis hermanos menores son apenas niños, madre no quería exponer a Nebra a tener un compromiso, incluso rechazo la propuesta de su amiga.
- Acier ya no está.
- ¿Y crees que eso te da permiso para comportarte de forma inapropiada o decidir sobre nuestras vidas?
- ¿Cómo te atreves hablarme de esa forma, Nozel?
- Madre me nombro el jefe de la Casa.
- A un adolescente de quince años – Bramó levantándose bruscamente – Que decidió convertirse en Caballero Mágico ¿Cómo piensas atender los asuntos de la Familia?
- Lo he estado realizando estos tres años, mientras tu permanecías en los bares… ¿Crees que no se que te estas llevando parte de los fondos asignados a Noelle?
- ¿Qué importa si me llevo algo del dinero de la niña inútil? Acier murió por ella. – Nozel apretó con fuerza sus manos en forma de puños.
- He sido permisivo, intentando comprender como estas llevando el duelo por mi madre, tu esposa, incluso he pensando que la actitud de la abuela era extraña pero comprensible. Veo que estaba equivocado, así que ahora mismo tomare el lugar que me corresponde.
- ¿Qué dices?
- Sal de mi oficina. – Ordenó, a pesar de ser un adolescente su voz había tomado el tono perfecto de mando.
- ¿Crees que puedes echarme? ¿Quién crees que te apoyara?
- Yo soy el heredero de la Familia Silva, el legitimo heredero por derecho de nacimiento, tu eres un Rosecante, solo un miembro adoptivo por matrimonio. – La magia de mercurio empezó a extenderse a su alrededor.  
- ¿Estarías dispuesto a atacarme, hijo? Solo me preocupo por ustedes por que los amó, es lo que un padre haría.
- Si esta es la forma en que nos amas, prefiero que te olvides de nosotros. – Nozel desvaneció su magia – Mantendré un flujo constante de dinero a cambio te apartaras por completo de las decisiones de la familia.
- ¿Crees que podrás hacer todo solo?
- Ya estamos solos, no has sido un padre para nosotros desde la muerte de madre. – Sahir cambio su expresión a una de molestia, Nozel no retrocedió por lo que al final cedió con un murmullo inentendible para marcharse.
- ¡Hermano Mayor Nozel! – Nebra abrió la puerta con una sonrisa enorme – Han traído regalos.
- Nebra no estés corriendo por el pasillo, los regalos los regresaremos a sus dueños, han sido enviados por una equivocación. – La niña lo miro con una gran confusión en su rostro abrió la boca para replicar, pero él continúo hablando – Son responsabilidad de padre, no toques nada.
- Esta bien, Hermano Mayor. – Dijo con un poco de tristeza.
Una vez que se quedó solo golpeo la mesa con enojo, con la ira en su interior decidió salir del Palacio, cuando llego tenia la esperanza de poder descansar con tranquilidad después de haber estado en una misión durante los últimos días, sin embargo, la presencia de su padre lo puso de pésimo humor.
Convoco a su águila de mercurio para irse, sin una dirección precisa en mente, unos minutos después se dio cuenta de que estaba cerca de la base del escuadrón de los Pavos Reales, era una tontería venir a este lugar ni siquiera estaba seguro de que hacia ahí.
- ¿Nozel? – Reconoció la voz de Dorothy inmediatamente.
- Vuelve a la base. – Dijo dándole la espalda, escucho su suspiro antes de que la sensación familiar de ser transportado por su magia lo rodeaba, aun después de aparecer en el Mundo de Glamour de la bruja se negó a verla.
- ¿Qué sucede, Nozel?
- Déjame ir. – Ordenó.
- No, estas muy enojado y eso no es común en ti. Dime: ¿Qué paso?
- ¡No es algo en lo que debas involucrarte! – Grito girándose para enfrentarla, su magia había empezado a burbujear a su alrededor.
- ¿Acabas de gritar?
- No tengo tiempo para tus estúpidos juegos. – Su voz salió mas brusca de lo que pensaba y sus palabras parecían ser dolorosas para la chica.
Dorothy no retrocedió, movió sus manos para crear una mesa con dos sillas, sobre la madera se sirvieron varios postres y una tetera acompañada de dos tazas, la invitación muy clara de que se sentaran a conversar, aquella acción pareció enojarlo mas por lo que uso su magia para destruirlo.
- Déjame salir, Dorothy.
- No hasta que te calmes.
La adolescente comenzó a caminar en su dirección con pasos lentos, la expresión de su rostro tenia una seriedad muy poco acostumbrada en ella, todo su lenguaje corporal mostraba que no iba a rendirse, Nozel conocía el alcance de su magia mejor que nadie, por lo que frustrado dirigió su magia hacia su cuerpo, no iba a lastimarla, pero si a dejar bien en claro que quería irse.  
- ¿Quién te hizo enojar?
Sin contestar envió una ráfaga de su magia, varias de estas fueron eliminadas por los poderes de la adolescente excepto uno que realizo un corte leve en su mejilla sangrando, solo después de ver el rojo Nozel se detuvo, asustado intento dar un par de pasos hacia atrás que ella se apresuró a transitar para abrazarlo.
- No te preocupes, Nozel. Estoy aquí contigo, siempre estaré contigo. – Dijo la muchacha contra su pecho donde tenia enterrado su rostro – Si quieres llorar puedes hacerlo, si quieres gritar, hazlo. Si quieres te acompaño a gritar.
- No es… Lo siento mucho, Dorothy. – Dijo mientras rodeaba su pequeño cuerpo con sus brazos con mas fuerza de la necesaria si bien ella no se quejó.
- ¿Qué sucedió?
- Cuando llegue de la misión que me asignaron mi padre tenia una lista de candidatos para matrimonio, tanto para Nebra como para mí. – Contesto en voz baja.
- ¿No es eso común para la realeza?
- Mi madre deseaba que fuéramos libres de elegir a nuestras parejas. – Nozel termino el abrazo manteniendo sus manos sobre sus hombros – Además mi padre no ha sido un buen ejemplo desde la muerte de mi madre, este par de años apenas lo he visto, ha descuidado los deberes como jefe de la familia y estaba malversando fondos de la asignación de Noelle.
- Pobre bebé.
- Tomare mi lugar como jefe de la familia, mantendré la manutención de mi padre con el compromiso de que no se acerque a mis hermanos. – Explico más calmado sintiendo su ira disminuir.
- Entiendo por que te enojo todo eso, tu padre está haciendo cosas indebidas, pero… ¿Eso te molesto tanto? – Ladeo su rostro para mirarlo fijamente a los ojos.
- Me enoja porque… Tiene la audacia de decir que sus acciones son por que nos ama ¿Es eso amor? – Pregunto al aire.
- Tal vez una forma retorcida de amor. – Contesto Dorothy – Hay muchas formas de amor, algunas son dañinas mientras otras nos ayudan a crecer. Tu madre te amaba, y tu amas a tus hermanos. Incluso tú también estas haciendo cosas que no me parecen bien.
- ¿De qué hablas?
- ¿Por qué no abrazas a Noelle? Es apenas una bebé, pero he escuchado que tu hermano menor la molesta.
- Solid es solo un niño.
- Es mayor que ella, la responsabilidad de los mayores es cuidar de los más pequeños. – Dorothy se mantuvo firme con sus palabras – Te arrepentirás algún dio por la forma en que la estas tratando.
- ¿Por qué estas en mi contra?
- No lo estoy, Nozel. Pero que te ame no quiere decir que siempre estaré de acuerdo contigo. – Nozel se sonrojo suavemente, la muchacha frente a él siempre expresaba lo que pensaba libremente, desde el primer beso que le robara meses antes.
- Estoy haciendo lo mejor para Noelle, de esa forma ella estará a salvo. – Comento.
- Trata de convencerte de eso, Nozel. – Dorothy negó con la cabeza, aunque sonrió al final con suavidad – No hablemos más de ese tema por ahora.
Un silencio incómodo para Nozel se instauro entre ellos, Dorothy se compadeció de él así que uso su magia para crear pequeñas figuras danzantes para distraerlo de sus pensamientos.
- Sabes, Nozel… Desde que nos conocimos por primera vez siempre he pensado en ti como en alguien importante para mí. – Sonrió con suavidad – Sé que no tengo la misma posición social que tú así que mientras todavía pueda ser alguien a quien consideres preciado seré feliz.
- ¿Por qué dices eso?
- Eres un miembro de la realeza, al igual que tu padre otros van a decirte que necesitas casarte en beneficio de tu familia.
- No importan lo que digan, yo soy la cabeza de la familia, nunca aceptaría un matrimonio arreglado ni forzaría nada en mis hermanos.
- ¿Eso quiere decir que mantendrás tu promesa?
- ¿Qué?
- Me pediste que esperara, pero en cualquier momento podrían imponerte un matrimonio.
Nozel apretó los labios pensativo, sabia que sus emociones por la adolescente frente a él no se parecía a nada de lo que hubiera sentido en algún momento de su vida antes de conocerla, incluso después de unirse al escuadrón y al estar en contacto con mas personas nadie podía despertar esos sentimientos mezcla de anhelo, felicidad y vergüenza, Dorothy le confesó sus sentimientos el día que se convirtió en Vice Capitán, no, en realidad lo había estado haciendo por años hasta que decidió avanzar hace un año.  
- Dije que no era un no. Solo necesito tiempo para organizar todo. – Dijo, suspirando al ver el puchero de su rostro. – Eres importante para mí, Dora.
- ¿Quieres decir que también te gusto?
- ¿Por qué siempre preguntas eso? – Desvió la mirada avergonzado.
- Me gusta escucharlo de ti.
- Ya veo. – Nozel se inclinó para besarla en los labios mientras su mano se apoyaba sobre su mejilla – Me gustas, Dorothy.
- ¿Ves?  No es tan difícil decirlo. Sobre todo, si es decirle a la persona que amas cuanto la quieres.
- ¿Eso quiere decir que me amas? – Pregunto divertido.
- Por supuesto, te amo, Nozel.
Dorothy mantuvo su mirada fija en los ojos de Nozel al mismo tiempo que una dulce sonrisa se extendía por sus labios, el hombre solo pudo sonrojarse mientras asentía, tomo su rostro en sus manos para besarla con suavidad, ella comprendió sus sentimientos no expresados con palabras, Nozel era increíblemente tímido cuando se trataba de sus sentimientos a un punto de que a veces resultaba frustrante, pero aprendió que debía ser paciente y darle su tiempo para hacer o decir las cosas a su propio ritmo.
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