Tumgik
#te queres ir
tortademaracuya · 7 months
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capáz la heladeria que nunca sacó el cartel de traenos tu CV hace años y tiene fama de explotar gente aun esté buscando empleados
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distanciastes · 1 year
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Eu desejo que você encontre alguém que te olhe como se você fosse a sua pessoa preferida desse mundo inteiro. Alguém que te olhe nos olhos e seja capaz de enxergar sua alma. Alguém que te abrace e seja capaz de fazer você sentir que lar nem sempre é uma estrutura. Alguém que ao te ouvir rir, caia na gargalhada também. Alguém que espere ansiosamente por uma notificação sua e se fruste quando você sumir do nada. Alguém que seja capaz de andar a cidade inteira para ir até você se souber que você não está bem. Alguém que saiba seus gostos, seus desgostos. Alguém que abrace suas inseguranças e te ajude a vê-las com outros olhos. Alguém que veja o que você julga ser defeito, e te faça enxergar que apesar deles, você segue sendo tão linda quanto se não os tivesse. Alguém que seja capaz de lembrar das suas medicações, restrições, e sinais de alerta. Alguém que lembre de detalhes que são tão importantes para ti. Alguém que você possa encostar a cabeça no ombro e descansar sem pensar no que pode acontecer. Alguém que entenda como funciona sua cabeça. Alguém que leia seus livros preferidos para você ter uma companhia para reclamar por quê a adaptação do cinema é meio bosta. Alguém que evite as coisas que te machucam e saiba conversar para resolver as situações. Alguém que não se importe em parecer um palhaço para te fazer rir. Alguém que ame tanto grude quanto você. Alguém que tope suas loucuras. Alguém que segure seu mundo e te dê o chão quando você desabar. Alguém que não te deixe se isolar ou ir embora porque sua presença é o que ele mais quer. Alguém que te olhe com calma, amor e paixão. Eu desejo que você encontre alguém que seja capaz de mover céus e terras por você, da mesma forma que você seria capaz de fazer por ele. Mas acima de tudo, eu desejo que quando o encontrar, ele te encontre também.
Cordélia.
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americangroupie · 8 months
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♱ flesh for fantasy ♱
enzo vongrincic x reader
tw: +18, el uruguayo recibe
a/n: voy a ir mezclando varias de sus sugerencias en las fics mas largas, e iré haciendo unas más específicas pero cortitas <3 tengo un montonaaazo así que ruego paciencia, pero les voy a dar en el gusto lo prometo
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a pesar de estar acostumbrada a tener el departamento vacío, habían días donde el silencio se hacía mas presente que nunca. no era culpa de él, por supuesto, pero era la culpa de la falta de su presencia al ser tan dedicado y apasionado por su vocación.
el día había concurrido con tanta lentitud que sentías poder contar los segundos al pasar al frente tuya, hacías miles de tareas domesticas para mantenerte ocupada en un híbrido domingo que deseabas hubiera sido tanto tuyo como de ambos. pero nada te ponía mas contenta que verlo llegar a la casa con nuevas anécdotas, nuevas amistades y nuevas experiencias que comenzaba a expulsar con rapidez de sus labios sin siquiera haber abierto la puerta del departamento por completo.
hoy no fue un día de esos.
“hola mi amor.” lo saludaste con dulzura desde el sillón al mirarlo cerrar la puerta detrás suya. su semblante era distinto, sus cejas estaban fruncidas y los sus manos estaban enroscadas en puños. tardó un par de segundos en contestarte, y ladeaste la cabeza.
“hola, amor.” dijo con un tono monótono, distinto a como solía saludarte usualmente al haber estado todo el día sin verse.
“¿cómo estuvo el día?”
“bien. ¿y el tuyo?”
“bien, gordo, gracias.”
“me alegro.”
“ahora si te pregunto de nuevo, ¿me respondes con sinceridad?”
enzo te dirigió la mirada por primera vez desde que entró al departamento, y te dedicó con una sonrisa ladeada y forzada. “¿tanto se me nota?”
“mm..” fingiste pensar. “puede ser que un poquito mucho.”
rió mientras pasaba las manos por su pelo. “no es nada importante, en realidad. el nuevo jefe de producción me tiene las bolas llenas. no entiendo por qué te ponés a trabajar en la producción de una película si no estás ni ahí con el cine.” pausó, suspirando y quitándose el buzo que llevaba. “pero no me quiero desquitar con vos, amor. no es culpa tuya.”
te acomodaste en el sillón al seguirlo con tu mirada mientras se sentaba al lado tuyo. “si te queres desquitar hazlo, mi amor, para eso estoy.” acercaste tu cuerpo mas a él, tomando su mano y jugueteando con sus dedos. “te quiero ayudar, podemos hacer lo que vos quieras.”
“ya se me va a pasar bonita, no es necesario que hagas nada. con que te quedés acá conmigo estoy bien.” estiró sus dedos dentro del agarre de tu mano al hablar, devolviéndote el inocente jugueteo.
“pero quiero que estés más que bien, enzo.” respondiste suavemente, llevando tu mano libre hacia su pelo y acariciándolo con lentitud. enzo no demoró en responder con su cuerpo, cerrando sus ojos y tirando la cabeza hacia atrás levemente, suspirando al dejarse derretir al ritmo de tus caricias. “dejame ayudarte.” hablaste bajito al acercarte a su cuello, despositando dulces y cortos besos sin cesar el movimiento de tu mano en su pelo.
enzo gimió en respuesta. “lo que vos quieras, princesa. todo tuyo.”
“¿todo mío?” sonreíste pícaramente, subiendo tus besos hasta su mejilla, y te acercaste a su oreja. “¿eres todo mío?”
sonrió con los ojos cerrados. “sí, mi amor. entero.” reíste contra su mejilla, dandole piquitos por toda su cara mientras subías tu cuerpo encima del suyo, sentándote en su regazo.
“decime de nuevo.” dijiste con una sonrisa pintada en tus labios.
te respondió de la misma forma. “sos tan caprichosa.” frunciste el ceño, colocando tus ojos en blanco. a raíz de tu acción, enzo subió una de sus manos a tu mejilla para así acariciarla, mirándote con una sonrisa y luego bajando su mirada hacia tus labios. “mi nenita caprichosa.”
te inclinaste hacia el para amoldar sus labios en un beso, ladeando tu cabeza de inmediato al sentir su mano bajar desde tu mejilla a tu cintura, reposándola sin aplicar fuerza. moviste ambas manos a su cuello, alternándolas de lugar entre sus mejillas cada cierto tiempo para acercarlo más a ti al querer profundizar aun más el beso.
pocos segundos después abriste paso a tu lengua en la cavidad bucal contraria, dejando esta chocar contra la suya fusionándose entre sí en un tortuoso ímpetu. podías saborear el gusto mentolado de sus labios en tu propia boca, escuchando únicamente los jadeos de enzo que se mezclaban con los tuyos, sintiendo como su respiración se aceleraba a medida que pasaban los segundos.
te separaste lentamente de sus labios, quedando un hilo de saliva entre ambos mientras respirabas agitadamente sintiendo las caricias en tu cintura. juntaste tus labios con los suyos una ultima vez para luego dejar un camino húmedo de besos hasta su cuello, mordiendo levemente algunas areas. “déjame hacerte sentir bien, en. te quiero quitar todo el estrés”
escuchaste una risa en medio de sus jadeos. “adelante, mi vida. te dije que podés hacer lo que quieras conmigo. soy todo tuyo.”
te incorporaste encima suya, jugueteando con el borde de su remera mientras le sonreías pícaramente. “como querés que no sea caprichosa si me das siempre en el gusto, amor.”
“es imposible no darte en el gusto. sos muy bonita” dijo luego de que le quitaras la remera, tirándola sin mirar dónde caía.
comenzaste a bajar tus besos a través de su cuerpo, sin dejar un hueco que tus labios no hayan tocado mientras te acomodabas entre sus piernas. al subir la mirada te encontraste con tu novio mirándote expectante, con el pelo desordenado y los labios ligeramente rojos. el solo ver como te miraba con lujuria te hizo estremecer, comenzando a bajar sus pantalones con lentitud sin romper el contacto visual.
su ropa interior era gris, dejando ver su líquido preseminal a través de esta y marcando su bulto aún más de lo que normalmente sería. depositaste breves besos encima de este, sintiendo como su cuerpo se estremecía bajo tu tacto y mirando lo rápido que se desesperaba al tenerte así.
“dale nena. no me hagas rogar.” dijo acomodando el pelo de tu cara, agarrándolo en una colita con su mano. “dejáme sentirte bien.”
asentiste con la cabeza; sin ánimos de molestarlo al querer desviar su mente de el estrés que sentía en el momento. aunque la manera en la que te miraba te hacía pensar que su mente estaba lejos de pensar en cualquier cosa que no fuera la vista que tenía en frente suyo.
al bajar por completo su ropa interior afirmaste su miembro desde la base para trazar una línea recta con tu lengua lentamente, hasta llegar a la enrojecida cabeza. lo escuchaste gruñir en respuesta a tu acción, tirando la cabeza por completo hacia atrás mientras se mordía los labios.
jugaste con la cabeza del miembro en tu boca, torciendo tu lengua al rededor de esta mientras mirabas como enzo reaccionaba a cada caricia que le hacías y escuchabas con atención cada jadeo y quejido que salía de sus labios.
lo masturbabas con movimientos lentos, dejándolo mirar detenidamente como tu lengua recorría toda la longitud de su miembro mientras lo acariciabas con suavidad, quejándote levemente al tenerlo en la boca al mirarlo derritiéndose del placer.
“tocáte, bebé.” gimió al mirar como no te podías quedar quieta. “ahógate mientras te frotás.” asentiste con rapidez, bajando tu mano por entremedio de tus piernas y gimiendo instantáneamente sobre su miembro. “estás mojadita, mi amor?” volviste a asentir, dejando que tus dedos se empaparan de tus líquidos.
acorde pasaban los segundos enzo comenzó a tomar control de tus movimientos, moviendo tu cabeza de arriba a abajo mientras lo mirabas a los ojos, sintiendo como el agarre de tu pelo se volvía más y más fuerte y su respiración se agitaba aún más.
te separaste unos segundos para escupirle a la punta, rodando tu lengua por encima de esta seguidamente con rapidez mientras tu mano se movía ágilmente por el tronco de su miembro. “así, así, por favor chiquita no pares.” gimió al sentir como chupabas la cabeza y tu mano aumentaba la velocidad, apoyando su cabeza en el sillón y alzando su cuerpo, indicándote que estaba por correrse en tu boca.
acompañado de gruñidos y gemidos, sentiste tu boca llenarse del tibio líquido mientras tu feminidad se apretaba alrededor de tus dedos al mirarlo así, completamente entregado a vos.
“abrí.” dijo enzo tomándote del mentón. “mostráme la boquita.” sacaste la lengua por un par de segundos, dejándole ver que ya no quedaba nada más en tu boca. “muy bien, mi amor.” habló en un tono burlesco mientras acariciaba tu mentón, mirándote con ojos enamorados. “te ves tan bonita así; sin aliento, despeinada, tus labios hinchados, con los cachetes pintados de rojo..” se mordió los labios al finalizar su oración. “sos perfecta.”
te sonrojaste aún más con sus palabras, incorporándote encima de el para esconder tu cabeza en el hueco de su hombro. “¿te sentis mejor ahora, amor?”
“imposible estar estresado así, princesa.” dijo acariciando tu pelo luego de dedicarte una pequeña risa. “pero podría sentirme aún mejor si tenés más ideas.”
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imninahchan · 7 months
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⌜ 𝑨𝑽𝑰𝑺𝑶𝑺: gangbang [declaro oficialmente aberto meu período fértil slk], fwb, diferença de idade, bebida alcoólica, cigarro [cuidado com os pulmão preto], dirty talk, degradação, elogios e dumbification, oral masculino, dacryphilia, bukkakke(?), breast/niple play, um tapinha na bochecha e um ‘papi’ [me perdoem eu não me controlo], dupla penetração, anal, sexo sem proteção [no puede no]. Termos em espanhol — guapo (bonito, etc), dímelo (me diz), díselo (‘diga a/para’), porfi (informal pra ‘por favor’) ˚ ☽ ˚.⋆ ⌝
꒰ 𝑵𝑶𝑻𝑨𝑺 𝑫𝑨 𝑨𝑼𝑻𝑶𝑹𝑨 ꒱ me perdoa se eu sou uma p****
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𓍢ִ໋🀦 VOCÊ DEITA A CABEÇA NO OMBRO DE FRAN, AS PERNINHAS REPOUSANDO POR CIMA DO BRAÇO DO SOFÁ ─────
— Vai me dar uma carona? — reitera, embora já tenha escutado a oferta diversas vezes antes, durante e agora, no pós do rolê. Sempre pegava carona de moto com o Recault.
Ele, sentado no outro sofá, adjacente, não desvia a atenção do maço de cigarro, capturando com os lábios uma unidade. Uhum, murmura, e quando risca o isqueiro, você estica a mão pra roubar o pito, guardar de volta na embalagem. Aqui dentro não, alega, vai lá fora com eles.
O olhar do argentino segue em direção à sacada do apartamento, onde os homens conversam enquanto fumam. Poderia, sim, de fato, se levantar e participar do assunto facilmente, afinal é a opção mais favorável pra narizinhos tão sensíveis quanto o seu e de Romero, porém um pensamento diferente do desejo de pitar toma conta da mente.
— E sobre eles... — Volta os olhos pra ti. — Já vai embora mesmo? Não ia... sabe?
Um sorrisinho ameaça crescer no seu rosto. Sabe exatamente a que ele se refere.
— Não sei... — mas prefere fazer chamar, encolhendo o corpo. A barra do vestido justo se embolando no seu quadril.
— Ah, qual foi? — o garoto devolve. Se inclina de leve, chega mais próximo pra poder ir sussurando. — Não vai me dizer que tá tímida... — E você cobre parte do rostinho com a palma da mão, respondendo perfeitamente às expectativas alheias. Matí sorri também. — Ah, vai, eu e o Fran ‘tamo aqui... Não precisa ter vergonha de nós, não é como se não tivesse dado pra gente antes. E eles... — espia os outros dois, entretidos demais na conversa que têm pra poder perceber que são assunto da discussão vizinha. — Eles são de boas. Vão te tratar feito uma piranha, que nem você gosta.
Você verga o pescoço pra trás, tenta encarar Romero, o qual bebe um gole da cerveja na garrafa.
— Fran, o Matí me chamou de piranha...
Francisco coça a nuca, cogitando as palavras pra responder, e acaba sendo o mesmo abusadinho de língua venenosa de sempre.
— E ele mentiu?
Tsc, você resmunga. Não é que queria ser defendida nem nada, não se pode esperar outra resposta senão essa mesmo. É só pela manha, pelo suspense que vem fazendo desde um certo momento, desde que vieram pro apê de Romero depois de sair. Encontraram com dois amigos dos garotos num bar e estenderam o ócio pra mais algumas horas no conforto dos sofás largos e da madrugada quente.
Tudo muito calculado, você tem certeza, assim que Matías menciona, com a cara mais lavada possível. Já é contatinho fixo dele, Fran entrou no meio mais tarde, trazendo sua personalidade atrevidinha e melosa. Agora, os outros dois...
Quer dizer, são um colírio pros olhos. Esteban, retraído, tem um olhar que beira o poético, um sorriso de lábios finos e uma fragrância tão agradável ao olfato que quando o abraçou naquele bar, cumprimentando, quis que ele não te soltasse nunca mais. E Enzo, igualmente mais contido, ostenta um charme old hollywood, com os cabelos espessos, acumulando atrás da orelha, mas casual também, de pulseirinhas no pulso.
E, sei lá, só o fato deles serem mais velhos que você, Matí e Fran ao mesmo tempo, os faz mais saborosos ainda.
Morde o lábio, discretamente, os observando. Esteban joga o pescoço pra trás, soprando uma bufada de fumaça no ar, e volta a atenção pro Vogrincic. A cabeça pendendo pro canto de leve, atencioso.
Enzo apaga a bituca no cinzeiro apoiado no parapeito. Corre os dedos pelos cabelos escuros, ajustando as mexas atrás da orelha, gesticulando com as mãos de dedos longos, que parecem mais ásperos, grossinhos. Pô, imagina só dois dentro de você, vai valer por três, nossa...
Alterna o foco entre ambos, fantasiando consigo mesma. E quanto mais alimenta seu lado carnal, mais faz a ideia de ser dividida essa noite parecer um final de festa plausível.
— Son muy guapos, ¿no? — Matías comenta, como quem não quer nada, ao flagrar seu olhar nada casto em direção aos amigos dele. — Eu só ando com gente atraente que nem eu.
— Eu admiro seu narcisismo, Matí. — Fran murmura, levando a garrafa à boca, porém para no meio do caminho quando percebe ah, então eu sou bonito também, e ri.
Mas você nem se dá conta do bom humor, nem percebe, pois a cabecinha está voando longe, com a ajuda dos olhos. Mordisca a pontinha da unha, divertindo-se com a perversidade da própria mente. Porra, o Esteban parece ser aqueles tipos que faz carinho na sua cabeça enquanto você mama ele...
— Ah, é isso que você quer? — Se assusta ao perceber que falou alto demais, e agora o Recault tem consciência dos seus desejos lascivos. Antes que possa detê-lo, no entanto, o argentino rapidamente se vira para o outro e dedura: “Kuku, a gatinha aqui quer que ‘cê faça carinho na cabeça dela enquanto ela te mama!”
Merda, você tem vontade de enfiar a cabeça numa panela quente quando a atenção da dupla recai sobre ti. Vê Esteban apagar o cigarro no cinzeiro, e fica mais inquieta conforme ambos deixam a sacada pra se aproximar de vocês três na sala de estar.
Enzo senta no mesmo sofá que o Recalt, abraçando uma almofada sobre o colo. Na face, tem um sorrisinho de lado, diferente do Kukuriczka, que vem com a expressão mais neutra na sua direção.
Esconde as mãos no bolso da bermuda de algodão, te olhando por cima. O que foi que disse?
— Diz pra ele, princesa — Matías te encoraja, sorrindo, canalha. — Diz.
Você perde a postura porque Esteban está perto. Ele tem um jeitinho tão acolhedor, tão doce, e é justamente por isso que você sente vontade de desaparecer no colo de Francisco por tão manhosa que fica. A vontade é miar feito uma gatinha no cio e se oferecer como um pedaço de carne, nunca ficou tão suscetível.
O mais alto sorri, tranquilo. Levanta as suas perninhas, pra se sentar no sofá junto contigo, e as pousa sobre as coxas dele. Acaricia a região do seu tornozelo, afetuoso.
— Sabe... — começa — ...Matí é um pirralho chato, não liga pra ele. Você não precisa fazer, ou dizer, nada que não queira, cariño. A noite já está sendo muito legal só por ter te conhecido.
Caramba, dá pra ficar mais desejável que isso? Meu Deus, o calor que você sente dominar o corpo parece querer te colocar em combustão. E quando ele te olha com a nuca deitada no encosto do estofado, aquelas íris castanhas brilhando, docinhas igual um caramelo. Quer gritar me come me come me come de tanto tesão.
Não aguenta, então. Rapidinho está no chão da sala, abandonando os braços de Fran de qualquer forma, só pra se colocar sentada sobre o piso, entre as pernas abertas do mais velho.
— Fode a minha boquinha, Kuku — apoia o queixo no joelho alheio —, porfi.
Esteban entreabre os lábios, mas sem saber bem o que dizer. A sua falta de vergonha pra ser baixa com as palavras o pega desprevenido, o que, nem de longe, é algo ruim pra quem tinha topado uma dinâmica tão plural feito a escolhida pra esta noite.
— Eu disse, viu? — Matías fala. — Não vai negar pra ela, né, cara?
O homem te olha. Deita a lateral da face no punho fechado, cotovelos no braço do sofá, feito te admirasse. Com a outra mão, toca no seu rosto, contornando o maxilar até erguê-lo e segurar no seu queixo. Pra uma menina tão lindinha, diz, é difícil falar ‘não’.
— Mas eu quero um beijo primeiro — é a única condição, e você prontamente se apoia nos joelhos para selar os lábios nos dele. Esteban sorri entre os selinhos, a boca vermelhinha com o seu batom. Te tocando na nuca, indo e vindo com os dedos na sua pele, entre os seus fios de cabelo.
Está desabotoando a camisa ao passo que as suas mãozinhas inquietas se encarregam de abrir a bermuda. Aquela maldita expressão tão calma, nem parece que vai ganhar um boquete neste instante mesmo. Te dá tanta ânsia que crava as unhas nas coxas masculinas, na espera ansiosa por recebê-lo na sua boca.
E quando o tem, porra, só de vê-lo cerrar os olhos por um segundinho ao arfar profundo, já te faz rebolar sobre as próprias panturrilhas, excitada.
Ele te ajuda com os cabelos, com tudo que pedisse na verdade. Se quisesse que o mais velho surrasse a ponta da sua língua com a cabecinha gorda, faria sem pensar duas vezes. Mas você gosta de se lambuzar nele, não? Deixa um filete de saliva vazar de entre os lábios pra escorrer pelo comprimento já molhado, duro na palma da sua mão, pra subir e descer com a punheta lenta. Caridosa, empenhada. Alheia a qualquer olhar lascivo dos demais na sala de estar, ou quaisquer comentários sarcásticos que eles possam estar murmurando entre si.
Daí, Fran tem que agir. Ardiloso, se senta no chão, pertinho de ti. Apoia o peso do corpo nas mãos espalmadas no piso, pendendo as costas pra trás ao te encarar bem bonitinha no que faz.
— Sabia que eu falei pro Matí que ‘cê ia dizer não? — comenta, sem mesmo esperar que você fosse parar de encher a boca pra focar em outro alguém. — Mas olha só pra ti... — O rapaz exibe um sorrisinho ladino. — Não posso esquecer da putinha indecente que você é. Fica fazendo dengo, mas é uma garotinha sem-vergonha, não é?
E você ronrona, de boca cheia. Francisco se inclina pra perto, aproveita que você deixa Esteban escapar pra recupar o fôlego, apenas punhetando com as mãos agora, pra sussurrar ao pé do seu ouvido. Posso te dedar enquanto você mama ele?
— Você aguenta, não aguenta? — Beija o seu ombro. — Hm?
— Aguenta, sim — é Esteban quem responde por ri. Toca no canto do seu rosto. — Olha como faz tão bem... Merece um agrado enquanto está sendo tão boa pra mim. — Com o polegar, limpa o excesso de saliva que escorre pelo seu queixo. — Vai aguentar, não vai, cariño?
Você faz que sim. Mesmo se ele propusesse a maior atrocidade, você faria que sim igualmente. Quer agradar e, agora, também não se importa em ser agradada.
Francisco impulsiona o seu corpo pra frente, precisa que seu quadril esteja mais elevado para que o ângulo permita subir a barra do seu vestido e arredar a calcinha pro lado. E você se esforça, o plano é se esforçar ao máximo, porém no primeiro toque dos dedos no seu íntimo, estremece.
— Poxa, já tão molhadinha... — Fran comenta, naquele tom de voz que faz tudo parecer zombaria. — E tudo isso só porque ele tá fodendo a sua boca?
Matías ri, soprado, o que você esperava da nossa vagabundinha preferida pra meter?, e leva um golpe na face com a almofada que Enzo segurava no colo. O Vogrincic aperta os olhos, seja mais cavalheiro com as palavras, pirralho, repreende.
Já Francisco beija o seu ombro mais uma vez. Dois dedinhos vão fundo em ti, deslizam com facilidade. Acariciam por dentro numa região propícia a te fazer ver estrelas. O polegar, por fora, pressiona outra área mais sensível ainda.
Você engole os choramingos, usa as mãos em Esteban quando necessita arfar, respirar fundo, pra controlar o desejo. Mas não aguenta, não consegue dar conta das duas tarefas. O quadril empinadinho se empurra contra os dedos, remexe lentinho, no automático. Porque foca tanto no estímulo que recebe, cega nisso, aparenta se esquecer que não pode simplesmente deixar a boca cheia pra sempre sem respirar.
Engasga, então. Umas duas vezes. Tosse, com os olhinhos vermelhos e marejando. Um fiozinho transparente te prendendo à cabecinha lambuzada, ao liberá-la da sua garganta quente.
Esteban te ajuda a se recompor, todo carinhoso.
— Calma, mi amor, respira. — Limpa a lagrimazinha que ameaça correr pela sua bochecha. E sorri, terno. Te acha mil vezes mais formosa aos olhos nessa forma vulnerável, fofa, que tem vontade de te pegar pela nuca e ele mesmo encher a sua boca de novo.
— ¿Qué te pasa? — Fran espia por cima dos seus ombros, flagra o seu olhar de coitadinha. — Awn, não aguentou... Pensei que fosse aguentar, princesa.
E essa é a deixa pra te oferecer mais ainda. Mais fundo com os dedos, mais rápido. Mais pressão por cima do seu clitóris, circulando o local. Você passa a servir somente, paradinha, aí sobra pros dois a função de tomar as rédeas. Segura nos joelhos masculinos, levando pela frente e por trás.
É preenchida em ambos os buraquinhos quase que no mesmo ritmo. O rosto vira uma bagunça molhada, uma mistura devassa de batom vermelho manchado, saliva e porra escorrendo pelo queixo, gotinhas no pescoço. E a mordida que recebe na nádega, sem pudor, te faz lamuriar, manhosa. Fran se diverte com o som dos seus gemidinhos, o barulho ensopadinho da sua garganta sendo fodida. Não controla a reação de enfiar a mão por dentro da bermuda pra tocar a si próprio.
Você goza sem refrear. Incapaz de prender o tesão que retém, a situação erótica na qual se colocou contribuindo absurdamente. Uma descarga elétrica percorre o corpo dos pés à cabeça, feito um arrepio. Os músculos dormentes, doloridos. O peito pesando e a mente tão, mas tão fora de si, doente de prazer, que deve revirar os olhinhos, tola.
Nem pensa direito, vazia de raciocínio, só houve a fala de que eles querem se derramar na sua boca e se põe sentada no chão outra vez. Separa os lábios, língua pra fora, como Fran demanda. Os jatos morninhos acertam a sua bochecha, o nariz, lambuzam a face. É uma conjuntura que envolve tamanha submissão da sua parte que os suspiros e as palavras chulas que ecoam de ambos se torna comum pros seus ouvidos.
Francisco senta de volta no sofá, recuperando o fôlego. O calor do próprio corpo o faz puxar a camisa, apoiar a nuca no encosto do estofado. Esteban, porém, permanece à sua frente mais um pouquinho. Também respira mal ainda, quando toca o seu queixo, admira o estrago que fora causado em ti.
— Muy bien, bebê. — Pousa a mão sobre a sua cabeça, acaricia. — Perdoa se eu não te fiz carinho antes, igual você queria. É que estava tão bom que eu me esqueci. — Se inclina, deixando um beijinho na sua testa.
Você tem vontade de choramingar de novo, se debater no chão enquanto lamuria e diz perversidades obscenas. Por que ele tem que ser assim?! Te faz ter vontade de oferecer comida, casa, buceta e roupa lavada. Só manha, porém, com os olhinhos caindo junto dos ombros, o observando sentar no sofá outra vez.
Enzo sorri, te olhando.
— Vem aqui, vem. — Estica o braço. — Chega de ficar nesse chão frio servindo esses dois.
Você cambaleia, engatinhando até poder ser tomada nos braços e subir pro colo do uruguaio. Olha o que eles fizeram contigo, aponta, analisando o seu rosto. Um grande ‘gentleman’, quando puxa a própria camisa para usá-la na limpeza da sua pele manchada. Matías, também no estofado, ri, balançando a cabeça negativamente, incrédulo com tamanha cortesia.
Bem melhor, Enzo escorrega o indicador na ponta do seu nariz, amoroso, ao finalizar. Não se importa com a peça agora suja, joga em qualquer cantinho mesmo. Pode arrumar outra emprestada com o Recault, mas não poderia deixar a gentileza passar — ainda mais porque percebe que você se derrete toda.
As suas bochechas queimam, retraída. E o calor da palma da mão dele soma-se à quentura do seu corpo quando toca o seu rosto. Só que desce, não esquenta só ali. Caindo pelo canto, rodeando rapidinho no seu pescoço, e desviando pra lateral. No ossinho da clavícula, até contornar a curva do ombro, levando consigo a alça do seu vestido.
A timidez some logo, porém, mesmo com os seios expostos dessa forma. Talvez seja o olhar ambicioso, banhado à cobiça, que te acende o íntimo, te manipula a ansiar por ele de volta.
Lembra do meu nome?, ele te pergunta, com a voz rouca. E você, que vinha no esquema de só sentir, e não pensar, demora a ter a iniciativa de uma resposta, apesar de saber muito bem o que dizer. O homem sorri, pousa o indicador no seu lábio como se quisesse orquestrar o movimento que deveria ser feito ao ele mesmo responder — Enzo.
Você repete, igualando o balançar dos lábios com os dele. Quase hipnotizada, boba. Ri, quando ele ri também. Se ele quisesse falar um milhão de coisas pra você ficar repetindo assim, feito um bichinho de estimação, repetiria sem pensar duas vezes. Só quer se entregar total pra ele e curtir todo o deleite que tem certeza que vai sentir nas mãos do uruguaio.
Fran e Esteban também sorriem, julgam adorável a forma com que o amigo parece te domar por completo, tão suave na dominância. Matías, por outro lado, estala a língua, de braços cruzados.
— Tá sendo muito bonzinho com ela — alega. Tomba pra perto, só pra poder te encarar. — Conta pra ele — encoraja —, conta pra ele a putinha que você é. — E você ri, virando o rosto pro outro lado. — Conta que gosta quando eu falo sujo com você, no seu ouvidinho, pego forte no seu cabelo pra te comer. — Estica o braço pra alcançar a sua bochecha e dar um tapinha, chamando a sua atenção de volta pra ele. — Hm?
— É verdade? — o tom do Vogrincic é aveludado, baixo. Pros desavisados, soa complacente, mas quanto mais você interage com o uruguaio mais percebe que ele é tão canalha quanto o Recault é, a diferença é que mascara com o charme. — Gosta quando Matí faz essas coisas contigo? — A mão grande sobe pela sua nuca, afunda os dedos na raiz do seu cabelo e retém os fios, firme. — Que te pegue assim? É? — Inclina pra frente, próximo com a boca do seu ouvido. — Que fale o quê? Que você não vale nada, que vai te comer forte? Ou pior?
Qual foi a palavra que o Matí usou mesmo? Mira na direção do amigo brevemente, mas nem precisa de uma resposta, porque volta o olhar pra ti mais uma vez, sorrindo, ah, sim, ‘putinha’...
Você o envolve, escondendo o rostinho na curva do pescoço dele. Mas o homem não te deixa recuar, as mãos escalam pelo seu torço, te empurrando de leve pra trás, pra encontrar o olhar no dele novamente. Cobrem por cima dos seus seios, só que apenas uma das mamas ganha uma carícia. Os dedos enroscam no mamilo durinho, aperta um pouquinho.
— Gosta dessas coisas, nena? — reitera. — Hm? — Do nariz erguido, pra te encarar, abaixa o olhar e roça a pontinha pela região do colo, curvando lentamente a sua coluna para que possa com a boca umedecer a pele. — Dímelo. — Beija por entre o vale dos seus seios, de estalar os lábios. Você segura nos cabelos dele, suspira, de olhinhos fechados. — Díselo a tu papi.
E você derrete só com o uso do termo. Admite que sim, gosta dessas coisas, que, às vezes, é ainda pior, por isso não abre mão do Recault, muito menos de Romero, pois pode encontrar o que procura neles. Mas, também, se defende. Matí é muito provocador, né? Curte tirar do sério, implicar. Você é baixa, danadinha sim, porém o argentino gosta de degradar mesmo.
A boca quente toma um biquinho, a pressão em volta dos lábios suga, cruel. Língua umedece, lambe. Você arqueja, permitindo que te devorem os peitos, enquanto se força pra baixo, encaixando o meio das pernas sobre a ereção.
Matías se levanta do sofá. Se posiciona atrás de ti, puxa de leve os seus cabelos pra te fazer pende a cabeça e mirá-lo.
— ‘Cê é tão cachorra... — caçoa, com um tiquinho de raiva por ter saído como o ‘vilão’, porém com mais desejo do que tudo. — Quer meter nela, não quer, Enzo?
Enzo levanta o queixo, os cabelos bagunçadinhos o deixam mais atraente, em especial quando sorri ladino, cafajeste. Vamo’ meter nela junto, a proposta do Recault faz o uruguaio morder o lábio.
Toca o seu rosto, amoroso.
— Consegue levar? — pergunta, numa falsa preocupação. — Não vai ser muito pra ti? Eu não acho que vai dar. Mal aguentou o Fran e o Esteban ao mesmo tempo, e olha que eles nem pegaram pesado...
Você une o sobrolho, quase que num desespero. Não, vai dar sim... E ele parece imitar a sua expressão, caçoando, óbvio.
— Tudo aqui? — Com os dedos, toca no seu ventre, com a sobrancelha arquiada. Alivia as linhas do rosto, abrindo um sorrisinho. — Ah, acho que não, nena...
Você até ia choramingar mais, insistir, embora tenha plena consciência de que ele só está tirando uma com a tua cara. Acontece que Matí beija a sua bochecha, aquela risadinha de moleque no pé do seu ouvido pra tranquilizar ‘relaxa, se ele meter aí, eu posso te foder aqui por trás.’
Vai deixar ele fazer isso, bebê?, Enzo continua provocando, com o mesmo sorriso na face. Deita atravessado no sofá, com a cabeça no braço do estofado, para levantar o quadril e retirar as roupas de baixo. O Recault se despe também, a pausa entre se livrar da camisa, e antes de se ocupar com a calça, sendo ocupada com as mordidinhas perto do lóbulo da sua orelha.
Você fica de pé apenas pra empurrar a calcinha pernas abaixo, logo vindo por cima do uruguaio outra vez. Verga pra frente, de joelhos no estofado. Alinha a ereção entre as pernas, desce devagarinho, toda meiguinha, com a boquinha entreaberta.
As mãos de Enzo seguram na sua bunda, apertam a carne. Quando se empina para que o outro possa te tomar junto, resvala a ponta do nariz na do Vogrincic, o qual sorri mais, acaricia a sua bochecha. Matías utiliza a própria saliva pra molhar o caminho, bem devasso, esfregando a cabecinha de cá pra lá, instigante. Ao forçar pra dentro, arranca um resmungo seu, um lamúrio doce que é facilmente calado com o selar nos lábios de Enzo.
Queria poder saber descrever a sensação. Deveria ter se acostumado, quando tem uma referência de já ter experimentado com os seus contatinhos, mas, sei lá, porque é com alguém diferente, tudo aparenta mais intenso. A completude. A fadiga. Ambos jogam o quadril até ti, ocupam tudo no seu interior quase que ao mesmo tempo. Matías torce os fios dos seus cabelos no próprio punho, a mão de Enzo envolve o seu pescoço, o geladinho do anel prateado dele contra a sua pele ardente.
Se sente não só passível, mas conquistada, deliciosamente domesticada. Leva o olhar pro sofá adjacente e flagra os outros dois capturados pela cena sórdida. Fran com a cabeça descansando no ombro do amigo, e Esteban com tamanho amor nos olhos que você não dura muito tempo.
Quando Enzo continua metendo depois do seu orgasmo, procurando pelo dele, é ainda mais gostoso. Te inunda por ali, te dá tudo de si pra te deixar pingando. E Matías faz o mesmo, claro. Enche o outro buraquinho, orgulhoso dos jatos de porra abundantes, quentes, que te faz reter.
Você desmonta sobre o uruguaio, exausta. O corpo não aguenta mover ao mínimo, pesado, espasmando. Com a lateral do rostinho no peitoral suado, até cerra os olhinhos, tentando regular a respiração junto com ele.
— ¿Estás bien, cariño? — Esteban se ajoelha pertinho do sofá, de frente pra ti. Acaricia na altura da sua têmpora.
Uhum, você responde de volta, a voz tão frágil e doce que ambos riem. Enzo beija a sua cabeça, afaga os seus cabelos.
— Te odeio, Matías — Fran resmunga, pegando uma almofada pra abraçá-la. — Olha só pra esses filhos da mãe... Já tô sentindo que vamo’ ter que dividir ela com eles de novo...
Matí sobe a calça, abotoa de volta. Com um sorrisinho de canto, oferece um olhar para os amigos mais velhos, que agora parecem fazer parte dessa dinâmica casual.
Abre os braços, e se curva, vaidoso. De nada.
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ceudeceres · 2 months
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Eu te amei de um jeito torto e desajeitado, daqueles amores que não cabem no peito e transbordam em cada lágrima silenciosa na madrugada. Eu te amei tanto que me desfiz de mim mesma, me transformei em um espelho de tudo o que você precisava. Mas o amor também é deixar ir, é entender que não se pode segurar alguém que não quer ficar. Eu te deixei partir porque te amava o suficiente para saber que eu não era o bastante para você. Eu te amei na saudade, na ausência, na dor do adeus. Eu te amei na esperança de que, um dia, o universo conspirasse para que nossos caminhos se cruzassem de novo, de uma forma menos dolorosa, menos tortuosa. Eu te amei, e por isso, deixei você ir embora, na esperança de que a liberdade trouxesse a felicidade que eu não consegui oferecer. E mesmo com a dor rasgando minha alma, eu sorri, porque o amor é isso: deixar ir quando tudo em você quer segurar.
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tecontos · 17 days
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Eu me tornei uma hotwife com consentimento do meu marido (Agosto - 2024)
By; Iza
Oi, me chamo Iza, tenho 29 anos e sou casada com o Bruno que tem 33 anos.
A primeira vez que ouvi sobre hotwifing foi pelo meu marido, Bruno. Estamos juntos há praticamente dez anos. E ele me colocou nesse mundo no momento certo, nesse mês de Agosto aconteceu o que vou contar a vocês.
Em uma conversa onde ele falou que deveríamos tentar algo novo ele falou do hotwfing, eu de imediato perguntei a ele;
– Você fantasia comigo dando para outros homens? – Perguntei, surpresa.
– Exatamente. – Ele disse. – Só de te ouvir falar assim fico excitado.
Me mostrou o pau duro. Era impossível não acreditar que ele estivesse falando sério.
– E como isso funciona? – Perguntei.
– Na minha cabeça é simples. Você escolhe, conhece outros caras e decide se quer ter alguma coisa com eles.
– Como se fosse solteira?
– Pode se dizer que sim.
A pica dele seguia dura enquanto conversávamos.
– Se eu tiver afim de, por exemplo, Nathan, do meu trabalho, podemos sair juntos?
– Você gostaria de sair com ele?
Fiquei nervosa quando ouvi a pergunta. Nathan era meu colega de trabalho há quase dois anos e tinha certeza que ele me dava bola. Assim como dava em cima de todas as garotas do escritório. Devia ter quase uns trinta anos.
– Talvez? – Respondi com outra pergunta.
– Iza, não precisa se assustar. Se você tem vontade de transar, tem minha permissão.
– Ok, eu quero transar.
Seu pau latejou algumas vezes. Era difícil, de uma hora para outra, falar na cara do meu marido, que desejava ficar com outra pessoa, mas Bruno fez de tudo para que me sentisse segura.
Dormi pensando na proposta e sonhei com Nathan. Quando acordei, estava com tanto tesão que fiz algo que não fazia há muito tempo: acordei Bruno com um boquete.
– Ual! Acho que não acordo bem assim há quase dez anos! – Exclamou.
Caímos na risada e fomos tomar café.
– Pelo visto alguém ficou excitada com o papo de ontem. – Bruno comentou.
– Depois desses dez anos que estamos juntos eu havia esquecido o que era pensar putaria com outros caras. – Falei.
– Pretende relembrar algo no trabalho hoje?
Quase engasgo com o café.
– Hoje?
– Porque perder tempo? Só preciso criar uma regra: quero que você filme tudo e me conte os detalhes pré e pós.
Não eram exigências difíceis de cumprir. O que uma esposa negaria para o marido que acabava de impulsionar o desejo que ela tinha de fazer sexo com outra pessoa?
Fui pensativa durante o caminho até a empresa.
Ao chegar, depois de deixar as coisas em minha mesa, fui direto a copa. Nathan estava lá, sozinho. Meu coração acelerou. Me sentia como uma garota no colégio dando de cara com o garoto que ela estava afim. Eu nunca havia o enxergado daquele jeito. A possibilidade real de ter alguma coisa me trouxe um mar de sentimentos.
Depois de nos darmos bom dia, fui me servir de café na máquina.
– Está quebrada. – Me avisou. – Hoje estamos sem café. Posso oferecer apenas leite. – Complementou.
– Então quero leite. – Falei, sabendo que ele estava fazendo uma brincadeira de duplo sentido.
Nathan riu achando que eu não havia entendido, se virou e foi embora.
Voltei para minha mesa sem conseguir tirar da cabeça a imagem de Nathan me dando leite. Foi difícil me concentrar para trabalhar durante o turno da manhã. Falei por mensagem para Bruno o que havia feito e ele me disse que gozou enquanto me imaginava fazendo aquele pedido para Nathan.
Quando chegou a hora do almoço, Nathan me envia uma mensagem perguntando onde eu pretendia ir almoçar. Respondi falando que não tinha planos.
– Quer almoçar comigo? – Perguntou.
Esse convite não era normal. Nunca havia dado o mínimo de bola para Nathan porque sabia que era um cafajeste, então sempre rolou um certo nível de respeito. Imaginei que depois da nossa conversinha, ele estaria testando as águas para saber se eu tinha realmente entendido o que havia dito.
– Não. Você me negou leite de manhã. – Respondi.
Ele riu e me perguntou se eu sabia de que leite ele se referia.
– Não sou uma criança, Nathan.
Ele seguia sem acreditar. Então resolvi o torturar.
– Quem não entendeu foi você e perdeu o melhor boquete da sua vida.
Em menos de um minuto esse homem brotou desesperado ao lado da minha mesa. Tentava se justificar de todas as formas imagináveis. Mesmo querendo dar risada, tentei permanecer impassível, fingindo que ele havia perdido uma oportunidade única.
– Vou pensar se te dou uma segunda chance. Até o fim do dia te dou uma resposta. – Falei e encerrei a conversa.
Fui almoçar sozinha e conversei com Bruno. Queria saber o que meu marido pensava e a única coisa que me dizia era para fazer o que eu mais tinha vontade. Pensei por pouco tempo e lembrei que o escritório tinha uma salinha que costumava ser do zelador até que um dia demitiram e nunca o substituíram, então a salinha começou a ser chamada de “salinha da sujeira” porque virou um depósito de coisas velhas.
– Vou convida-lo para a salinha no final do expediente e vou chupar o pau dele, posso? – Perguntei a Bruno sabendo bem qual era a resposta.
Respondeu com uma foto do pau ereto e assumi que era um sim.
Perto do fim da tarde mando a mensagem. Primeiro Nathan sai e, discretamente, cinco minutos depois vou atrás. A salinha está com a porta semi aberta e lá dentro encontro um Nathan ansioso.
– Caralho, não acredito que isso seja verdade! – Disse assim que me viu entrando.
Tento não rir e aviso que se ele me negar leite mais uma vez, nunca mais terá uma chance comigo. Que vai precisar me dar leite sempre que eu pedir.
Nathan aceita rápido. Entrego meu celular em sua mão e o mando gravar. Puxo uma cadeira que estava num canto e me sento de frente para o seu corpo.
– O que está esperando? – Perguntei e o vi desabotoar a calça e botar o pau meia bomba para fora.
Estava acostumada com o pau de Bruno. Depois de dez anos era como se eu nunca tivesse visto um outro membro masculino em minha frente. E como meu marido era humilde no quesito do tamanho, fiquei levemente chocada com a grossura e cumprimento de Nathan. Quando segurei senti a diferença nas mãos. Me sentia como uma virgem que nunca havia segurado uma pica. O masturbei de leve e o vi terminar de crescer e engrossar. Era um pauzão de respeito.
O frio na barriga aumentava a cada ato. Quando me aproximei com a boca cheguei ao ápice. Era melhor do que na minha primeira vez porque dessa vez eu sabia o que fazer e não me sentia pressionada. Era uma mulher casada e amada pelo marido, bem sucedida em sua carreira, estável financeiramente e feliz em todos aspectos. Pôr a boca naquela pica era apenas diversão.
Precisei abrir bem a boca para engolir aquela cabeça. Fiz questão de lamber tudo, deixar minha saliva escorrer e deixar a pica bem molhada. Chupei suas bolas enquanto o masturbava e ele gostou tanto que parecia que nunca tinha tido as bolas chupadas. Quando comecei a tentar engoli-lo por inteiro, o cafajeste pôs a mão atrás da minha cabeça para “ajudar”. Eu havia esquecido em como essa força que os homens fazem na minha cabeça enquanto chupo era excitante.
Parei de resistir e o deixei me conduzir. Estava quase ficando sem ar e tinha engolido um pouco mais da metade. Havia muito pela frente. Engasguei e tirei o pau da boca. O safado bateu com a pica no meu rosto, como se me punisse por não ter engolido. A piroca era tão grande que senti como um tapa. Não me deixou recuperar todo o folego e me forçou a voltar a chupar.
– Vai, cachorra, engole tudo! – Disse, ofegante.
Fui ficando cada vez mais molhada. Sempre que engasgava, ele não tinha dó de mim e me forçava a manter o pau na boca. Eu recuperava o folego as pressas e tentava engolir mais uma vez. Milímetro por milímetro. Não havia amor, carinho ou respeito. Em nenhum momento me perguntou se estava tudo bem. Após dez anos casada, eu havia esquecido o que era ser a puta de alguém.
Ele me manteve desse jeito, “fodendo minha boca”, e eu o deixei. De vez em quando Nathan parava para bater e esfregar a pica no meu rosto, me chamar de puta, cachorra, safada ou qualquer outro adjetivo desse tipo. Eu gemia ofegante e reabria a boca para que ele enfiasse o pau.
– É assim que eu faço com toda puta que pede leite! Gosta, safada?
– Uhum. – Respondo da forma que consigo de boca cheia.
Seus urros de prazer me alertaram que a hora estava chegando. Forçou minha cabeça com mais velocidade e, quando percebeu que iria gozar, empurrou a pica o máximo. Quase não consigo respirar e apenas consigo sentir os jatos de porra sendo jorrados diretamente em minha garganta. Engasguei e sentia que teria porra saindo pelo meu nariz.
Após gozar, parecia que aquele animal havia sido domesticado. Me olhou e perguntou se eu estava bem e se havia gostado. Terminou a gravação e devolveu o celular. Com calma, chupei e limpei o resto de porra que escorria da cabeça da piroca dele enquanto tossia e lacrimejava.
– Caralho! Nunca gozei tão rápido e tão gostoso.
– Não quero saber de nenhuma putinha desse escritório tomando meu leite, entendeu? – Falei.
– Claro! Agora ele é todo seu! Quando você quiser!
Adoro um homem obediente.
Usando a câmera frontal do celular me dei conta que estava um desastre. Cabelo bagunçado, batom borrado, maquiagem destruída e a mancha na parte de cima da blusa eu não sabia identificar. Era esperma ou saliva?
Fiz Nathan ir pegar minha bolsa porque eu não poderia sair pela empresa daquele jeito. Fiz uma rápida maquiagem para disfarçar e sai primeiro. Cinco minutos depois ele saiu e também voltou a sala de trabalho.
Avisei para Bruno e ele disse que mal podia esperar que eu chegasse em casa com o vídeo. Me sentia nervosa por ter medo da reação dele ao ver que a fantasia tinha se tornado realidade.
Assim que cheguei, fui recebida por um longo beijo cheio de vontade. Em seguida sentamos no sofá e colocamos o vídeo na TV.
– Tenho a esposa mais sexy desse mundo. – Foi a primeira coisa que ele disse ao me ver babando em Nathan.
Ri de nervoso, mas estava voltando a ficar molhada ao relembrar o momento.
– Parece que você gostou bastante, não? – Ele perguntou.
Concordei.
– E você? Gostando? – Perguntei.
Bruno colocou o pau duro para fora, latejando de prazer. Suspirei de tesão. Havia algo mágico em ter feito outro cara gozar e ver meu marido ali, excitado, assistindo tudo. Cai de boca sem falar nada. Abocanhei e engoli por inteiro de primeira. Não engasguei nem por um momento. Estava bem treinada no pau de Nathan.
Ele me pegou pela cabeça assim como no vídeo e me fez repetir a chupada. Quando gozou, encheu minha boca de esperma e eu deixei a porra escorrer por seu pau. A quantidade do seu prazer era o indicativo ideal para que eu tivesse certeza que ele tinha amado.
Quando acabei de chupar, me dei conta que o vídeo ainda não havia acabado. Tinha seis minutos de duração e ainda estava em uns quatro minutos. Ele pausou o vídeo e disse que precisava se recuperar para ver o resto depois e dar mais uma gozada.
– Pelo visto você gostou. – Falei, rindo.
Eu havia me tornado a tal de hotwife oficialmente naquele dia.
Depois conto mais ...
Enviado ao Te Contos por Iza
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dramaticadora · 7 months
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Eu quero tudo com você, quero o clichê, as conversas na madrugada, as brigas por coisas bobas, os planos juntas e tudo que tivermos direito. Eu quero ficar acordada te esperando chegar para a gente ficar juntas, em silêncio ou relembrando histórias, quero rir ao seu lado, chorar ao seu lado ou apenas apreciar a presença uma da outra. Quer ir na sua formatura, quero te levar no seu restaurante favorito, deixar bilhetes espalhados pela casa, quero você por completo.
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jaquemuses · 7 months
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hola reina te puedo pedir uno de matias recalt en donde haya consumo de marihuana?? si no queres esta todo bien pero me haria ilusion, me encantan tus escritos
‐🪽
HOLA HERMOSA !! Perdón por haber tardado tanto pero aca esta!! Gracias por la request, me super insipiraste jajsj.
𝜗𝜚⊹ ‧₊˚ slow down
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synopsis: Matias pasa a buscarte para ir a fumar en pos de celebrar buenas noticias, sin embargo no es lo unico por lo que va a terminar celebrando.
pairings: Matias Recalt x reader
content: SMUT! car sex, uso de drogas, marihuana, alcohol,breeding, fingering, blowjob, sobre estimulacion, dirty talk
word count: 7,2k jeje
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i.
Esto ya se habia convertido una costumbre; donde Matías te pasaba a buscar a horas intempestivas para ir hasta la reserva natural de la costanera en su auto, siempre estacionando donde la vista es mejor para pasar un par de horas ahí y compartir un porro mientras esperan para ver el amanecer. No suena como un gran plan, pero son las noches que más esperas. Y esta es una de esas noches.
Estabas en la cama, el ventilador girando arriba tuyo intentando apaciguar las grandes oleadas de calor del mes de enero. El verano en la ciudad de buenos aires era el infierno en tierra. Te estabas revolviendo en la cama contra las sábanas delgadas que causaban mas calor del que creias posible que podia existir luchando contra el insomnio veraniego en donde los dias siempre terminaban en noches calurosas y pegajosas; las peores en tu opinion.
Podias sentir la ligera capa de sudor cubriendote, haciéndote sentir sucia, el ventilador haciendo poco para aliviar la pesadez del clima. -miraste el reloj despertador junto a tu cama por lo que se sentia como la centésima vez, y viste cómo pasaba de la 1:43 a la 1:44. Gracias a Dios es viernes; no estás de humor para levantarte en las próximas 4 horas y prepararte para ir a trabajar con una o dos horas de sueño. Tu horario de sueño ya estaba completamente desordenado y planeabas aprovechar ese fin de semana para intentar arreglarlo. Es justo ahí cuando escuchaste el "ping" de tu teléfono, iluminando el pequeño rincón de tu habitación con el mensaje de texto de Matías.
Holis consegui el papel, ¿venis a celebrar?
Te tapaste la boca con una sonrisa antes de abrir el chat.
Obviamente él sabia que estabas despierta, despues de todo era el quien se ocupo de arruinar tu horario de sueño llevándote a estas escapaditas a altas horas de la noche.
Sin embargo agradeciste internamente la invitación de Matías, hubieras estado dispuesta a inventar cualquier excusa para salir de tu calurosa casa. Tu respuesta fue rápida, y esperabas que no pareciera demasiado desesperada.
"obvio que si, ¿me pasas a buscar?"
Matias tardo un poco más en responder; probablemente estaba preparando sus cosas, llenando sus bolsillos de papelillos y de marihuana. No te sorprendería si se olvidara de traer un encendedor. Podrías contar con los dedos de las manos todas las veces que Matías te había invitado a fumar y se había olvidado de llevar uno. La última vez que se habian juntado, su encendedor se rompió y no habia traido uno de repuesto. Por lo que creiste conveniente recordárselo, porque seguramente ya habia fumado y su memoria no era la mejor cuando estaba drogado.
"Mati"
"acordate de llevar dos encendedores"
"que no nos vaya a pasar lo de la otra vez !!"
"(que no TE vaya a pasar)"
Y no pudiste evitar sentir una pequeña emoción cuando viste el texto debajo de su foto de perfil que te indicaba que estaba escribiendo.
"Jajsjsa, andate a cagar"
"te aviso cuando esté abajo."
Sonreíste ante su respuesta. Estabas segura de que se habia olvidado por completo.
Sin mas preambulos te levantaste de la cama, caminaste hacia el espejo que estaba colgado atras de tu puerta y te observaste. Las ojeras alrededor de tus ojos, y tu pelo desordenado definitivamente delataban tu lucha por conciliar el sueño. Tras ver eso corriste a darte una ducha rápida para refrescarte y al menos estar presentable antes de que él llegara. Te pusiste una musculosa blanca y un par de shorts que ni siquiera recordabas haber comprado. Todavía hacía calor afuera, así que no llevaste una campera ya que estos encuentros generalmente solian durar un par de horas y era cuando comenzaba a refrescar, pero no lo suficiente como para llevar un abrigo, ¿verdad? El auto de Matías llegó antes de que pudieras decidirte.
El claxon te hizo correr escaleras abajo, casi tropezandote al bajar. No pudiste evitar sentirte emocionada, podias sentir que había una gran y estúpida sonrisa en tu rostro. Aun así, no encontraste razones para borrarla, estaban por verse para salir a festejar que matias habia conseguido el papel, era razon suficiente para estar sonriendl. Justo antes de abrir la puerta, te revisaste una vez más: llaves, billetera, teléfono y encendedor. Por las dudas.
Con tus zapatos apenas puestos, cerraste la puerta atras tuyo y corriste por el patio delantero. El aire nocturno se sintió maravilloso y lo recibiste mientras golpeaba tu pelo todavia mojado. Lo sentiste refrescandote y de repente estuviste contenta de haber decidido no traer un abrigo, despues de tantos días de calor este aire fresco se sentia fenomenal.
Pudiste ver el perfil de Matías a través de la ventana del pasajero y casi jadeaste. Su cabello estaba tirado descuidadamente hacia atrás, algunos mechones sueltos enmarcando ligeramente su cara. La luz de los faroles hacian un buen trabajo iluminando su mandíbula, y te preguntaste si realmente era el aire frío lo que causaba los escalofríos.
Esperabas que el color rojo en tus mejillas desapareciera antes de subirte al auto, querias ahorrarte las burlas de parte de tu amigo.
"Hola" dijiste alargando la "a" al entrar al auto, tu sonrisa de oreja a oreja mientras te acomodabas en el asiento para depositar un suave beso en la mejilla del castaño.
Él se inclinó hacia adelante y agarró el abrigo que estaba sobre el asiento del pasajero, tirandolo hacia atrás antes de que subieras. "Hola nena!!" te dijo con una sonrisa ladeada "mira que día festivo te clave ehh." Su habla salió un poco arrastrada; si no te habías dado cuenta ya por el olor en el auto, te dabas cuenta por su voz que ya estaba drogado, o al menos contentito. Te preguntabas qué pensarían tus padres si te hubieran visto ahi, en el auto del porrero de la facu yendo a fumar y a beber alcohol barato. Pero si no se enteran no les va a molestar.
"No es un día festivo, Matías. Deja de buscar excusas para fumar." dijiste riendote "Quiero que me cuentes TODO, como te llamaron que te dijeron que tenes que hacer." empezaste a hablar mientras te abrochabas el cinturon.
Conocías a Matías desde hacia ya bastante tiempo. Estuvieron en la misma secundaria sin embargo sus interacciones no comenzaron hasta que empezaron la universidad. Él se te acercó cuando mientras estudiabas para un examen. No era algo tan importante, pero siempre te estresabas y te ponias frenética dos semanas antes de cualquier examen. Matías no era tonto y habia notado eso, porque te ofrecio algunos consejos para tranquilizarte, por así decirlo.
Una cosa llevó a la otra, y de repente estabas en su habitación, con un bong en una mano y un encendedor en la otra. Empezaste a visitarlo más y más, quedándote por períodos cada vez más largos, hasta el punto en que habian dias que te quedabas a dormir, no siempre consumias porque tampoco te encantaba fumar, pero si disfrutabas de su presencia.
Cabe aclarar, desaprobaste el examen.
"Bueno che pero me estoy portando bien! Ahora decidí que solo voy a fumar en días festivos". Qué mentiroso. Hubieras apostado todo tu sueldo a que esa regla no le iba a durar mucho.
"Matías, si solo fumaras en días festivos, eso significaria que todos los dias de tu vida son festivos". Se metió entre los dos y subió el volumen de la música, chase atlantic sonaba dentro del auto.
"Y bueno, hay que festejar que estamos vivos" Se rió a tu lado, quitando una mano del volante para pasarte una cajita, empujándola contra tu hombro.
"Deja de reclamarme y abrí tu regalo".
Con una mirada confundida en tu rostro, la tomaste. Era larga pero pequeña, y estaba envuelta en una cinta que él había atado en un pequeño moño en la parte superior.
"¿Qué es esto?" Él estaba sonriendo como un nene chiquito.
"Si te fuera a decir entonces no lo hubiera envuelto, tarada", te dijo con un tono burlesco, y una amplia sonrisa en su rostro, "Dale, abrilo"
Y así desataste el pequeño lazo, la cinta se deslizó fácilmente de la caja. Levantaste la tapa y adentro había un porro enrollado de manera desordenada reposando sobre un pequeño almohadoncito de terciopelo. Rodaste los ojos.
"¿Posta envolviste un porro en papel de regalo?" dijiste burlandote.
Matias te miró, los ojos alternando entre tu rostro y la caja. "Ves que sos una forra, ni un gracias me decis..." dijo fingiendo estar ofendido. "Si sos tan desagradecida me lo quedo yo." Intentó agarrar el porro de tus manos, pero fuiste más rápida.
"Menos mal que no te dedicas a robar porque te cagas de hambre, no me podes ni sacar un porro de la mano." El castaño fingió estar herido antes de volver su atención a la carretera.
"Es culpa de la marihuana, hace que mis reacciones sean mas lentas."
"No me digas eso cuando estás manejando el auto, boludo", exclamaste.
"Ay nena. Vos sabes que manejé mucho mas drogado y nunca choqué."
Eso era mentira. ¿Se olvidó que estabas en el auto con él cuando chocó contra el auto de adelante? Tu mama no habia estado muy contenta cuando se entero, pero eras grande ahora; y no podía prohibirte verlo.
"Matias yo estaba con vos esa vez que chocaste contra el auto de un tipo que después te quería cagar a trompadas ¿O te olvidaste de eso?" Le recordaste.
"Bueno pero eso no cuenta. El flaco estaba frenando de golpe, se la buscó. Tuvo suerte de que yo no estaba con ganas de pelear."
"¿No estabas con ganas de pelear? Más bien estabas cagado." Te burlabas de Matías todo el tiempo por eso, pero para ser honesta siempre te sentías segura cuando él manejaba.
Bueno, sí, manejaba cuando estaba fumado, pero había fumado tanto a lo largo de su vida que parecía 100 veces más capaz que cuando estaba sobrio. Confiabas en él con tu vida, para la desgracia de tus papás.
"Y si boluda, ¿vos te acordas del tipo ese? ¡Era alto y estaba armado como si fuera un patovica! Nunca empiezo una pelea que sé que voy a perder. Soy más inteligente, no más fuerte, así sobreviví hasta ahora." Te reías, una sonrisa se te dibujaba en los labios cada vez que lo escuchabas hablar "Bueno, segui así y mira a la ruta cuando manejas."
ii.
Medio porro, tres birras cada uno y media hora de viaje en auto después, llegaron a la costanera. Eran poco más de las 3 am y el horizonte tenía un ligero tinte azul claro, una señal de que el sol pronto traería un nuevo día.
El aire era refrescante y llenaba tus pulmones mientras comenzabas a sentir como todos tus musculos empezaban a relajarse producto de la marihuana haciendo efecto en tu sistema nervioso. El calor parecía haberse ido y ahora el frío se instalaba en tus huesos haciéndote pensar en subir la ventana y en por qué no te habias traido ese abrigo. Matías debió haber notado cómo temblabas porque subió la ventanilla desde los controles en su lado.
"Gracias. ¿Estás pendiente de mí?" dijiste mirandolo a los ojos con una suave sonrisa.
"Siempre". Era verdad, siempre lo estaba.
Debía ser tarde, porque desde la última vez que escucharon al locutor en la radio habian pasado al menos cinco canciones. Ahora los débiles sonidos de clásicos de los 90 se filtraban por los parlantes uno tras otro. Un ruido de fondo perfecto para fumar a esas horas de la noche. Apoyaste tu cabeza contra el asiento y cerraste los ojos disfrutando la sensación de tus músculos volviéndose ligeros.
"Ya son casi las 4:20, ¿cómo vamos a celebrar?"
Matías preguntó sobre el sonido de la radio.
"No sé, ¿como siempre? Fumamos, tomamos, hablamos boludeces y despues vamos a comprar una happy meal." Giraste la cabeza hacia él. "¿Qué podría ser mejor que eso?"
Cogerte en el asiento trasero de su auto mientras fumaban un porro. Eso definitivamente superaría cualquier happy meal de McDonald's. Pensó, pero no lo dijo.
"Me parece perfecto." Dijo Matías aunque preferiria tenerte a su merced en el asiento de atras.
Te pasó el porro que había fumado hasta la mitad y observó como te lamiste los labios antes de deslizarlo entre ellos y tomar una profunda bocanada.
Matías siempre pensó que lucías mejor cuando estabas drogada. La hierba parecía hacer brillar tu piel, creando un cierto aspecto rosado en tus mejillas. Tus ojos siempre lucían más brillantes también, húmedos y un poco vidriosos. Se imaginaba que así era exactamente como te veías cuando estabas caliente, y no estaba equivocado.
Desde que empezaste a fumar, te habias dado cuenta que te ponía un poco más cachonda de lo habitual. No sabías qué te pasaba; era como si encendiera un interruptor adentro tuyo y tus sentidos se agudizaban. Te volvías un poco necesitada y un poco cariñosa, y definitivamente te mojabas mas que cuando estabas sobria. Y cuando estás con Matías fumando? Dios... Apenas dos porros y todo lo que ese hombre tenía que hacer era mirarte para ponerte como una perra en celo.
Tenías la sensación de que Matías sentia lo mismo, pero en todo este tiempo que habias estado haciendo esto con él, nunca habia dado el primer paso. Empezabas a pensar que tal vez no sentia lo mismo, ¿o estaba esperando a que seas vos la que daba el primer paso?
Bueno, apenas habías fumado medio porro y tomado tres cervezas. Pero capaz que otro porro y medio y dos cervezas más te iban a dar la valentia para encararlo.
iii.
El tiempo parecía volar. Matías te estaba contando una historia sobre una chica a la que le vendía marihuana en la universidad y cómo ella se ofreció a hacerle una mamada para pagarsela. Él le dijo que no era por ser desagradecido, pero que necesitaba el dinero. Una mamada hubiera sido genial y todo, explicó el castaño, pero no era lo que estaba buscando. En algún momento entre mencionar una mamada y algo sobre ser abofeteado por la chica mencionada anteriormente, dejaste de prestar atención. La cerveza y el porro ya te habian afectado, pero se mezclaban con algo más peligroso. No podías evitar que tus ojos se desviaran hacia sus labios, viéndolos formar palabras a las que no estabas prestando atención y preguntándote qué tan suaves se sentirían entre los tuyos. Luego tu mirada comenzó a bajar y ahora recién te diste cuenta de que estaba usando pantalones de jogging grises; por lo que podias ver contorno de su pene desde tu posición en el auto, haciendo que tus pensamientos se aceleraran.
"¿Me estas escuchando?" dijo matias cuando se dio cuenta que habias dejado de prestar atención.
No sabías por qué lo decías, pero no hubo forma de evitar que la pregunta saliera de tus labios.
"¿Te puedo chupar la pija?" Solo te diste cuenta de lo que habías dicho cuando volviste a mirar a Matías. Sus ojos estaban abiertos de par en par y parecía confundido.
Mierda.
Él simplemente se quedó allí, con la boca ligeramente abierta mientras procesaba lo que acababas de decirle. ¿Te había escuchado bien? No, seguro habia sido el efecto de la hierba jugandole una mala pasada. Aun así, tenía esperanzas y continuó, "¿Qué?"
Mierda, realmente acababas de decir eso. Pensaste en formas de recuperarte de esto, pero no había forma de que tu cerebro pudiera inventar algo que tuviera sentido. No habia vuelta atras, asi que continuaste, "La oferta no va a durar mucho más." Un nudo comenzó a formarse en tu garganta y tu boca se secó.
Matías empujó su asiento hacia atrás y dejó que sus ojos ligeramente enrojecidos te miraran fijamente, pasando su lengua por su labio inferior mientras su mirada recorría tu cuerpo antes de posarse en tus ojos. Pensabas que no se habia dado cuenta de cómo tus muslos se tensaron cuando el borde de su camiseta se levanto un poco con el movimiento, pero sí lo habia notado, y estaba disfrutando de la forma en que estabas retorciéndote a su lado. Se preguntaba si ya estabas mojada y si esa humedad estaba comenzando a manchar todo el asiento abajo tuyo.
Se preguntaba cuánto tiempo habías querido hacerle esa pregunta. ¿Fue desde que estacionó en la costanera, o mientras estaban en camino? Tal vez incluso antes de eso. ¿Podría haber comenzado cuando te envió un mensaje de texto? ¿O quizás habias tenido este sentimiento durante mucho tiempo, desde cuando solían pasar tiempo juntos en su habitación compartiendo un porro y jugando juegos de mesa? Tal vez, solo tal vez...
Mientras Matías pensaba, definitivamente disfrutaba de verte entrar en pánico. Se aseguró de que estuvieras mirando cuando llevó el porro a sus labios, humedeciéndolos antes de tomar una calada. Respiró profundamente, dejando que el humo llenara sus pulmones. Pudiste ver el extremo del porro brillar, ardiendo en un ámbar profundo.
Cuando Matías exhaló, estuvo velado por el humo; parecía un poco intimidante, sus ojos nunca se apartaron de los tuyos, y podías darte cuenta que estaba pensando en decir algo.
"Dale."
¿Dale? ¿Eso era todo lo que iba a decir? ¿No iba a cuestionarlo? Bueno. Ambos podían jugar ese juego.
Sin apartar la mirada de él, tus dedos fríos se deslizaron por el borde de su pantalón, él respiro entre dientes por el contacto repentino. Fue entonces cuando te diste cuenta de que no llevaba ropa interior, obvio que no, era Matías. Sacaste su miembro de sus pantalones viendo como ya estaba erecto, retorciendose ante tu fresco contacto. Casi jadeaste al verlo y tus muslos se tensaron. Sentiste como una vena prominente a lo largo de la parte inferior se hinchaba bajo tus dedos.
Delicadamente envolviste tus dedos alrededor de su eje y lo llevaste hacia tu boca, tu lengua rozando su punta y dejando que tu cálido aliento lo acaricie. Matías sabia que lo estabas provocando e hizo todo lo posible para no levantar la pelvis y follarte la boca, manteniendo sus ojos en los tuyos. No te iba a dejar ganar.
Sentiste cómo tu compostura comenzaba a flaquear cuando viste la punta goteante de Matías, y no pudiste evitar lamerla con lentitud. Él inhaló una bocanada entre dientes cuando sintio tu lengua, y cuando levantaste la vista, te encontraste con su mirada fija, incitándote con sus ojos.
Cuando saboreaste a Matías en tu lengua, no pudiste evitar succionarlo ligeramente hacia tu boca. Tenia un sabor un poco dulce, sin duda por la hierba que corria por sus venas. Cediste ante su miembro bastante fácilmente, ansiosa por sentir su pene llenando tu garganta. Tu boca se hundio en él lentamente mientras ahuecabas tus mejillas. Pudiste sentir como la saliva se acumulaba en tu boca y cubria su pene dandole un leve brillo. Matias gimió ante la sensacion e inclinó la cabeza hacia atrás, sus manos se hicieron puños a los costados del asiento. Sus gemidos y jadeos fueron los que te incentivaron a moverte y antes de que pudieras darte cuenta estabas subiendo y bajando tu cabeza con un buen ritmo.
Su pene era fino y largo, su punta golpeaba el fondo de tu garganta, cosa que hizo que tuvieras que separarte para retomar el aliento viendo como un jilo de saliva unia tus labios con su bombeante pene. Sus dedos se entrelazaron rapidamente al rededor de tu pelo, guiando tu boca de regreso a su pene.
"Dios nena, no me dejes asi, seguí por favor."
Sentiste tus rodillas temblar ante sus palabras y sin mas dilacion lo tomaste de nuevo dentro de tu boca.
Gemidos salian de tu boca y matias no podia creer que todo esto estuviera pasando, no entraba en su cabeza como podia tenerte wntre sus piernas chupandole la pija en su auto, por un momento pensó que estaba soñando. Sus caderas comenzaron a moverse hacia arriba, penetrando tu boca y haciendote tener algunas arcadas que no detuvieron tu labor. Sus dedos apretaban cada vez mas fuerte tu cabello hasta que en un momento, decidio tirar de ellos apartandote de su pene.
"Ah, mierda- si no te sacaba me iba a correr." dijo jadeando
Tratasgw de recuperar el aliento, ya sabias que posiblemente estabas hecha un desastre, sentias tu cabello pegado en tu rostro cubierto de saliva, la piel enrojecida y las lágrimas en tus pestañas. Pero él todavía te miraba como si estuvieras hecha de polvo de hadas.
"Vení para aca." musitó
Antes de que tu cerebro tenga tiempo de enviar ordenes a tu cuerpo, Matías se inclinó hacia adelante atrayendote hacia él, sus brazos rodeando tu pequeña espalda mientras te acercaba imposiblemente mas a su cuerpo, pecho contra pecho. Su boca se poso sobre la tuya inmediatamente, su lengua pasando por tus labios y metiéndose en tu boca. Podias sentir la tensión de su mandíbula contra la tuya y sus palpitaciones apresuradas contra tus manos sobre su pecho.
El momento era embriagador; podias saborear el dulce sabor de Matías en tu boca y su miembro presionando contra tu intimidad dejandote deseando mas. Simplemente no era suficiente.
Casi como si él hubiera leido tu mente, sentiste el leve roce de los dedos de Matías mientras jugando con el borde de tu musculosa. Sus dedos siempre habian sido fríos y gemiste ante la repentina sensación, gimiendo en su boca mientras sus dedos se deslizaban debajo de la tela, recorriendo la piel cálida de tu torso. Su toque provocó un escalofrío que provoco que tu piel se erizara.
Mierda, te sentías como una colegiala a punto de tener su primera vez. Ya lo habías hecho antes, pero nunca con Matías. Las mariposas revoloteaban en tu estómago por la forma en que te tocaba, y había algo en la forma en que te hablaba que te llenaba de nervios.
Sus dedos acariciando la suave carne de tus pechos te sacaron de tus pensamientos. Sentiste que la respiración de Matías se detenía, y ahí fue cuando recordaste que no estabas usando sostén. Abajo tuyo, tu amigo se rió para sí mismo por su pequeño descubrimiento. Sus pulgares pasaron sobre tus pezones endurecidos y, mierda, ¿habías estado sin sostén todo este tiempo? ¿Sentada junto a él, con los pechos desnudos rozando la tela de tu remera? Matias no pudo evitar preguntarse si tu coño estaba igual de desnudo y su corazón se aceleró ante la idea. Su sistema lleno de sustancias simplemente no podía con ello, y empezó a moverse hacia vos para averiguarlo.
"¿Sin sostén?" Matías susurró contra tu cuello, pudiste sentir el roce de sus labios contra tu piel, una sonrisa traviesa se extendio por su rostro. "¿Lo hiciste a propósito?"
Matías se rió contra tu cuello cuando tus muslos se contrajeron alrededor de él ante sus palabras. Por supuesto que era para él. Todo lo que hacías lo era.
Observaste cómo sus ojos, enrojecidos y vidriosos, caían sobre tus manos mientras tus dedos recorrian su piel hundiéndose ligeramente en esta y definitivamente notó tus escalofríos cuando tus manos encontraron su abdomen duro y, si ya de por si su ego no era lo suficientemente grande, definitivamente lo era ahora. ¿Lo habías deseado tanto como él te había deseado?
Fue entonces cuando Matías te miró, llevando el porro a sus labios resecos y tomando una larga calada, sosteniéndo el humo en su boca mientras se expandia en su garganta y pulmones. Desearías poder ver sus pensamientos en este momento; matarías por saber qué estaba pasando en esa mente nublada suya.
Después de lo que pareció una eternidad, finalmente soltó el humo y lo sopló sobre tu figura medio desnuda, envolviéndote en un suave halo de humo, con los ojos aún clavados en los tuyos como si estuviera esperando tu próximo movimiento.
El silencio de Matías te puso ansiosa. No podías decir si estaba disfrutando de la vista o pensando en cambiar de opinión. La mezcla de la marihuana corriendo por tus venas y los nervios que creaba la mirada de Matías te hizo sentir un poco mareada y nerviosa, así que le preguntaste.
"¿Me das una pitada?" Tenías una sonrisa coqueta en el rostro, un destello travieso en tus ojos mientras tu mano se aventuraba un poco más abajo. ¿Cómo podría decir que no?
Con una sonrisa ladeada, las palabras de Matías salieron lentas y un poco arrastradas mientras raspaban al pasar por sus labios. Siempre te había encantado lo ronca y áspera que se ponía su voz cuando estaba fumado. Nunca dejaba de hacer que tu conchita se mojara.
"Obvio hermosa." Sus manos apretaron más fuerte tus muslos antes de que llevara el porro a tus labios.
Recordó la primera vez que habian fumado juntos.
Nunca esperó que dijeras que sí, pero estaba muy, muy contento de que lo hicieras.
Fue cuando eras bastante inexperta. Ambos estaban en su habitacion, tu mente nebulosa por el consumo de marihuana. Era adorable lo exaltada que te ponías, riendote por cualquier cosa que él dijera o hiciera y haciendo chistes malos que solamente vos encontrarías absolutamente hilarantes. Pero tambien empezaste a volverte audaz, tus manos agarrando su mandíbula para acercarlo para pedir otro porro. Matias recordaba muy bien como tus labios se acercaban hasta que estuvieron casi rozando los suyos, prácticamente suplicando ser besados; pero nunca lo hizo, mas que nada porque no sabia si estabas en tus cabales. Pero se lo pusiste difícil.
La marihuana te ponia mas cariñosa y necesitada a medida que pasaba la noche. Agarrabas el cuello de Matías para acercarlo y susurrarle cosas al oído. Tan cerca que podía sentir tu aliento caliente contra su piel, tus labios presionando ligeramente contra su oreja. Matías apostaba a que tus labios sabrían deliciosos con tu brillo labial de cereza mezclado con el dulce sabor de la marihuana.
Sabia que iba a ser difícil para él detenerse, así que nunca comenzó. Pero con el pasar del tiempo, ibas cada vez más a su casa, y pronto ya no eras tan inexperta.
Dejaste de estar tan exaltada y necesitada a medida que desarrollabas tu tolerancia, incluso eras capaz de manejar un porro entero vos sola. Matías casi estaba orgulloso de lo lejos que habías llegado, pero eso significaba no más mimitos y no más trenzas en el cabello. Estaría mintiendo si dijera que no lo iba a extrañar.
Así que podías imaginarte lo emocionado que estaba en ese momento mientras te restregabas contra él, tan necesitada como las primeras veces que habias fumado, tu coño cubierto frotándose contra su miembro desnudo y palpitante haciendo un desastre en tus shorts.
Los dedos de Matías rodearon tu mandíbula, el pulgar pasando por tus labios incitandolos a abrirse. Lo unico que tuvo que hacer fue meter la punta de su dedo dentro para ver cómo tu boca lo recibia, tu lengua girando alrededor de su dígito. Te acercó un poco más, lo suficiente para mantenerte queriendo más mientras exhalaba, envolviéndote en una nube de humo.
Lo inhalaste y lo sentiste ir directo a tu cabeza, mareandote y haciéndote sentir tan ligera como el aire.
Joder, lo habías extrañado. No pudiste evitar la forma en que tus caderas se movieron hacia él mientras lo hacía de nuevo con su lengua sumergiéndose en tu boca esta vez.
"Mirate. Tan desesperada por tenerme adentro, ¿eh?" Dios, Matías sabia que te morías por él, y nada podía calmar tu hambre excepto su pene llenándote por completo. Cada vez estabas mas impaciente, pero antes de que tuvieras tiempo de tonar cartas en el asunto, sentiste los dedos errantes del castaño rozando tu entrepierna cubierta. La tela de tus shorts y de tus panties formando una especie de barrera y sentiste la necesidad de sentir esos largos dedos profundamente dentro tuyo, sentias que si pasabas un minuto mas sin ser follada ibas a estallar.
Sus dedos frotaron circulos sobre la tela por encima de tu clitoris y sentiste como tu ropa interior se empapaba bajo sus dedos.
"Matías, necesito tus dedos adentro." El simplemente se burló de lo desesperada que estabas y le encantó el hecho de tenerte suplicando encima suyo.
"¿No vas a decir por favor?" Matías podía ser un tarado a veces, pero hoy no estabas en condiciones de responder con algo inteligente, tu cerebro era un lío confuso y todo en lo que podías pensar era en Matías y sus dedos y su pene y cuánto lo necesitabas. Así que simplemente te rendiste, ni siquiera intentaste ser un poco sutil al respecto.
"Ugh, por favor, por favor. Cogeme con tus dedos, por favor." gemiste retorciéndote bajo el su toque, el cual simplemente no era suficiente.
"No puedo si tenes esos shorts puestos."
Obedeciendo a sus deseos, te sacaste los shorts sin rechistar, deseando que esa fastidiosa capa de tela ya no estuviera ahí. El castaño gimio debajo tuyo al ver lo que tenía adelante.
Tenías puesta ropa interior gris, y el color hacía que tu humedad fuera visible para Matías, quien no pudo evitar pasar su dedo índice a lo largo de tu entrepierna y hasta tu clítoris. La acción te sacó un gemido delicioso, y él tuvo que apartar la mirada de tu entrepierna para mirarte.
Observabas connatencion y anhelo cada movimiento de Matías, viendo como su dedo dibujaba circulos alrededor de tu clítoris, tu ropa interior oscureciéndose a medida que la humedad crecía. Tus caderas empezaron a moverse hacia adelante, desesperada por sentir esa presión que tanto deseabas.
Si Matías hubiera tenido la mente clara y no estuviera tan drogado, te hubiera hecho rogar por ello, te habría hecho esperar hasta que estuvieras al borde de las lágrimas antes de darte lo que querías. Pero él estaba tan desesperado como vos, y su compostura estaba al límite.
Entonces, con una mano, apartó tus panties hacia un lado, y un gemido gutural se te escapó cuando sentiste las yemas de los dedos del chico deslizarse entre tus pliegues. Sus dedos esparcieron tu humedad hasta tu clítoris, y despues, tal como había prometido, metio uno dentro de tu coño. Jadeaste mientras sentias como su dedo se colaba entre tus paredes, y soltaste un gemido de alivio que no sabias que estabas conteniendo.
"Mirate bebé. ¿Estas tan mojadita por mí?" Sí. Todo era para él. Siempre lo había sido y siempre lo sería. Tus interiores succionaban su dedo profundamente, apretandose contra sus nudillos, enviando olas de excitacion directamente a su polla palpitante. No podias esperar para que reemplazara sus dedos con su pene. El simple pensamiento de matias cogiendote duro hizo que tus rodillas temblaran con anticipacion.
Su dedo medio se unió a su dedo anular dentro tuyo, y movió su muñeca para posicionarse mejor para poder mover sus dedos a un ritmo más rápido. No tardo mucho en establecer un ritmo que te huzo temblar hasta el alma, y tuviste que extender las manos contra la -ya empañada- ventana. Con cada embestida tus yemas golpeaban ese punto dentro tuyo y justo cuando creias que era demasiado subio su otra mano a tu intimidad para frotar tu clitoris.
Sentiste la conocida sensacion de placer acumulandose en tu centro y antes de que tu cerebro pudiera procesarlo, te estabas corriendo contra sus dedos, tus piernas temblando y tus labios soltando gemidos con su nombre contra su cuello.
"¡D-dios, Matías!" exclamaste, tus uñas clavandose en su antebrazo.
"Shhh. Tranquila, aca estoy." Matías sintió cómo te apretabas alrededor de sus dedos después de haberte corrido, sin embargo retiro sus dedos de tu interior y se los llevo a la boca, gimiendo al rededor de ellos. "No puedo esperar más, bebé. Necesito estar adentro tuyo."
Antes de que tuvieras tiempo de calmarte de tu clímax volviona apartar tu rompa interior hacia un lado y alineó su polla con tu entrada. Lentamente, te hundiste en él.
Gimieron juntos mientras lo tomaste lentamente en tu coño, centímetro a centímetro. Podías sentir esa vena prominente sobresaliendo contra tus paredes, y tus interiores se apretaron ante la sensación.
Una vez que Matías estuvo completamente dentro tuyo, tu cuerpo comenzó a moverse por sí solo, desesperada por sentirlo. Empezaste a moverte hacia abajo, pero él agarró tus caderas para detener tus movimientos, manteniendote quieta encima suyo. Sus ojos estaban cerrados y su ceño fruncido, por lo que te preocupaste. "Mati? Estas bien?" dijiste pasando tus manos por su rostro, quitando el cabello que cubria sus hermosas facciones.
"Si gorda... pero si te moves tan enseguida me voy a correr... Deja, deja que me concentre."
Te reiste por lo bajo y empezaste a dejar un camino de besos desde la comisura de sus labios hasta su cuello, de vez en cuando algunos gemidos ahogados salian de tu boca, necesitabas moverte pero entendias que tenias que darle su tiempo, despues de todo sabias que la marihuana agudizaba todos los sentidos y esto no era excepcion.
"Matías, por favor, no sé cuánto más puedo aguantar.". rogaste en un jadeo que hicieron tido lo ckntrario a ayudarlo a que se concentre. La marihuana tampoco ayudó; lo volvió aún más sensible a las tus cálidas y húmedas paredes apretandolo.
Estabas arriba de él, con su polla bien dentro tuyo durante lo que pareció una eternidad. Te estabas impacientando un poco y casi comenzás a moverte hasta que lo escuchaste debajo de vos.
"Dale, bebé, movete". Y eso fue todo lo que necesitaste escuchar. Comenzaste a mover tus caderas sobre las suyas, la punta de su polla tocando ese punto tan placentero dentro tuyo. Soltaste un pequeño grito cuando sentiste como sus caderas subian para embestirte un poco.
Una de sus grandes manos estaba en tu cadera, balanceándose de un lado a otro con tus movimientos, mientras la otra sostenía el porro entre sus dedos, ofreciéndotelo después de darle una pitada y soplar el humo sobre tu cuerpo, envolviéndote en una neblina de humo. Mientras tanto, la luz naranja de las farolas afuera te bañaban en un resplandor celestial, suavizando tu piel. Matías se inclino a darte un tierno beso. Carajo, te veías etérea y el sabia que iba a recordar esta imagen para siempre, deseaba poder tatuarselanoara revivirla cuando quisiera.
La forma en que tu cuerpo se movía sobre él lo tenía mirándote con asombro. Juraba que eras un puto ángel enviado a la Tierra solo para él. Parecías estar bañada en una luz que lo rodeaba a el también. Todavía no podía creer que esto estuviera pasando realmente.
Parte de Matías quería darte vuelta y tenerte abajo suyo. Quería levantarte la pierna sobre su hombro y llegar un poco más profundo, la punta rozando ese punto dulce dentro tuyo... pero ¿por qué habría de hacerlo cuando lo estabas haciendo tan bien vos misma? Y él tenía la vista más perfecta desde abajo; podía ver todo, desde tu coño hasta los hilos de tu previo orgasmo acumulandose en la base de su polla, hasta tus tetas perfectas rebotando tan perfectamente frente a él. Ni hablar de tu hermosa cara. Si pudiera personificar la euforia, estaba seguro de que eras vos, con las cejas fruncidas, los ojos cerrados y la boca abierta, todos tus sentidos concentrados en todo lo que era él.
Matías no pudo evitar hablar. Tal vez era la marihuana hablando a traves de él o tal vez eran simplemente sus pensamientos sobrios, pero carajo, no podía mantener la boca cerrada y te volvía loca.
"¿Qué diría tu vieja si te viera ahora, ¿eh? ¿Su perfecta hija fumando porro y montandome en el auto?" Los ojos de Matías estaban oscuros, y te hacían sentir como si estuvieras haciendo algo que no deberías. Te daba mariposas en el estómago y sentías una ola de deseo ir directo a tu coño.
Matías se volvía tan charlatan cuando estaba drogado, y definitivamente había fumado demasiado, así que no había forma de detener las palabras que salían de su boca. Pero Dios, sonaba tan malditamente: su voz se escuchaba ligeramente ronca y quejumbrosa mientras te elogiaba, diciéndote lo bien que lo estabas haciendo, cómo estabas tomando su polla tan bien y montandolo como una puta diosa. Mientras tanto, la punta de su pene latía y se retorcía y golpeaba tan profundo desde este ángulo. El placer era casi insoportable pero se sentia tan bien que deseabas que el momento no se acabara jamas.
El ritmo era crudo, duro y tan jodidamente bueno. Era todo lo que podrías haberte imaginado y sabias que estabas al borde de correrte encima suyo. Ningún pensamiento coherente pasaba por tu mente y sentias que no podías formar palabras, pero Matías entendió. Podía notarlo por la forma en que tus movimientos se volvieron bruscos y por la forma en la que tus caderas titubeaban con cada embestida y tu respiración se volvía rápida, casi erratica. Por lo que comenzo a mover sus caderas, parando las tuyas connun fuerte agarre, empujando adentro tuyo con tanto vigor que sentiste que podrias desmayarte en ese momento.
"Muy bien, nena. Correte para mí dale, correte encima mio." Sus palabras de elogio, cargadas de deseo y teñidas de dulzura, fueron las que te llevaron al borde. Habías tenido muchos orgasmos en tu vida, pero ninguno habia sido como este, no cuando estabas tan drogada y encima de Matías. Se sintió glorioso, sentiste que tocabas las estrellas con las yemas de tus dedos. El orgasmo comenzó desde tu centro, extendiéndose a cada centímetro de ti de adentro hacia afuera. Te sentías sin peso y era como si estuvieras flotando, lo unico que te traia a tierra eran los suaves besos que el castaño estaba presionando sobre tu hombro y el fuerte agarre en tus caderas.
Matías no estaba muy lejos; de hecho, el pulsar de tus paredes lo hizo derramar todo lo que tenía dentro tuyo sin darle tiempo de sacar su polla. Era la marihuana la que lo hacía así, adormecía sus sentidos y hacía que sus músculos se sintieran pesados. Aunque en realidad no era eso en absoluto. Simplemente estaba demasiado atrapado en el momento como para detenerse sacar y correrse en tu panza. ¿Y por qué lo haría cuando estabas tomando pastillas anticonceptivas y te sentías tan bien? Sería un loco si no se corria dentro.
Guturales gemidos lastimeros pasaron por sus labios con cada carga que salía disparada. Tuvo que agarrarse de tus caderas como si ellas fueran a salvarlo mientras su orgasmo parecía arrastrarlo hasta el cielo.
Cuando Matías regresó a la Tierra de golpe, fue como si estuviera envuelto en una manta cálida y acogedora. Sus ojos finalmente parpadearon abiertos, y juró que se encontró con un ángel.
Realmente creyó que había muerto y había ido al cielo.
iv.
Ya eran las 5:17 am y ambos estaban de nuevo vestidos, la ligera campera que matias habia tirado anteriormente al asiento trasero -en el cual se encontraban recostados ahora.- te cubria los hombros, protegiendote de la fria brisa matutina. El sol ya comenzaba a asomarse lentamente sobre el horizonte, y Matías apenas comenzaba a sentir cómo la sobriedad lo alcanzaba. Percibió el peso reconfortante de tu cabeza sobre su pecho, tus pestañas y tu respiración suave le hacian cosquillas en la piel.
No puede evitar mirar a su alrededor y recordar con cariño. Las huellas de manos adornan las ventanas, y decide dejarlas allí, como un dulce recordatorio de lo ocurrido en las primeras horas del día. Una sonrisa tierna se dibuja en sus labios al rememorar, recuerdos tenues llenando su mente. Esa noche no solo había conseguido el papel de su vida, sino que también había compartido momentos íntimos con la chica de sus sueños. La vida parecía ser hermosa.
Tus respiracion pacífica lo reconforto mentrias sentia cómo sus párpados se volvian pesados. Antes de ceder al sueño observó con ternura hacia abajo, donde te encontrabas acurrucada junto a él, un ligero rayo de sol iluminando tu piel, y no pudo evitar desear que esta no fuera la última vez.
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only0kcal · 2 months
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50 dicas básicas da Ana e Mia. JAMAIS ESQUEÇER.
1. Coma sempre o pequeno-almoço! Isto mantém o teu metabolismo trabalhando.
2. Coma o mais devagar que puder. O organismo leva cerca de 30 minutos a perceber que está cheio. Mastigue até sentir a comida completamente desfeita na boca.
3. Coma em frente ao espelho.
4. Quando tiveres ânsias (compulsão) por comida conta até 100. Geralmente só o fato de te concentrar, faz-te perder a fome.
5. Pouse o grafo entre cada garfada.
6. Nunca comer a partir das 19h/20h (o metabolismo fica mais lento).
7. Disfarça a descoloração da pele debaixo das unhas por falta de nutrientes com verniz de cor.
8. Tome comprimidos para a azia se tiveres com muita fome. Neutraliza o ácido do estômago que te faz sentir fome.
9. Mantenha um caixote perto de onde come. Se sentires que vais comer demais, jogue o resto fora.
10. Beba refrigerantes light. Enche e têm apenas 1 caloria. (mas é preferível beber água)
11. Limpe alguma coisa nojenta, certeza que vais perder o apetite.
12. Escove os dentes. O sabor da pasta é horrível se comer em seguida.
13. Todas as calorias são importantes. Quando sentado(a) mexe a perna, contrai os abdominais, nunca pare de se exercitar.
14. Beba um copo de água por hora, não só vai fazer com o estômago se sinta cheio, mas também te vai dar uma pele hidratada. Água fria queima mais calorias, água quente enche mais.
15. Jogue fora a comida que achar que pode comer compulsivamente.
16. Quando sair, leve só o dinheiro que precisar, nada extra. Assim, não terá a tentação de gastar em comida.
17. Senta-te com a coluna direita, ter uma boa postura queima mais 10 calorias do que curvado(a).
18. Bebe um gole de água entre cada garfada. Isso vai te dar uma sensação de satisfação mais rápido.
19. Não fique muito agasalhada. O organismo gasta mais energia a manter o corpo quente.
20. Se tiver um ataque de comer compulsivo, mastiga a comida e cospe a seguir.
21. Coma as refeições em pratos pequenos.
22. Ande sempre com as nádegas contraídas, gasta imensas calorias e o resultado é bom.
23. Tente ficar confortável na cama, uma posição a qual terá certeza que não vai levantar-te para ir comer a noite.
24. Use a imaginação. Imagine como será a comida no estômago e como a gordura será formada (eca).
25. Estrague a tua comida. Coloque demasiado sal, por exemplo, resulta muito bem e você não irá comer. 26. Vai a lojas e experimenta roupas que gostaria que te servissem.
27. Olha para a gordura que tens no corpo e imagina que se comer, não vai fazer mais nada senão adicionar mais gordura ainda.
28. Coma quando estiver rodeada de pessoas. Com a conversa elas irão esquecer de te vigiar.
29. Obesidade é horrível e gordos são inúteis lembre-se disso.
30. Veja sempre foto daquele thinspiration linda.
31. Pesa-te sempre.As balanças não enganam.
32. Coloque na cabeça que se o teu amigo(a) magérrimo(a) come 3000 calorias e não engorda, não quer dizer que possa fazer o mesmo.
33. Aprende a gostar da sensação de vazio no estômago. Confia em mim, vai sentir-te enjoado quando comeres exageradamente mais uma vez.
34. Observa as outras pessoas, especialmente gordos (as), quando estiverem a comer, e sinta-se superior por não estar comendo nada e ter seu corpo limpo.
35. Come pastilhas elásticas (sem açúcar), mantém a boca distraída e não pensas em comer (só no último caso.).
36. Se comer, tenta comer sempre no mesmo lugar, mas sozinho(a), sem ver Tv ou no PC. Comer em frente a Tv distrai dos sinais de estômago cheio, e provavelmente não vai reparar na quantidade que comer.
37. Se estiveres com muita fome sai de casa , visita amigos onde não pode comer a vontade.
38. Quando sentires dores de estômago da fome, curve-se e encolha a barriga. Pelo menos para mim funciona.
39. Tente comer algo calórico, mas saudável, (ex.: uma banana) logo de manhã. O resto do dia sempre que te sentir tentado(a) a comer pense nas calorias que já comeu e que mais comida não será necessário.
40. Lembre-se sempre de uma coisa, perder peso não é só um objetivo, mas também uma disciplina.
41. Como uma data de evento (casamento, formatura) na vida é preciso esforço e força de vontade. É necessário planear e organizar a dieta, e não desistir nunca.
42. Um dia desleixado na dieta não é desculpa para parar e engordar horrores. Desistência é desculpa de pessoas fracas. E você não é fraca, não é mesmo?
43. Durante os dias de NF ou de LF muito baixo, pingue entre 3 à 10 gostas de limão (com uma gota de zero cal, a gosto) em 500ml de água gelada. Vai te refrescar além de te fazer sentir melhor e queimar calorias! (agua gelada acelera metabolismo)
44. Se bater uma vontade de compulsão troque refeiçoes para não entrar em desespero! Por exemplo, ao invés de almoçar algo que você não está com vontade, chupe uma bala ou coma azeitonas por exemplo. Aprenda a balancear.
45. Evite passar perto da cozinha principalmente nos horários de comer em que seus parentes estarão lá.
46. Cuide-se. Faça uma escova no cabelo ou mude o corte por exemplo. Tudo isso te fará se empenhar no emagrecimento.
47. Estaveleça punições. Eu sempre ando com um elástico azul no braço daqueles de colocar dinheiro. Deu vontade de comer ou abandonar a anna? Aperte bem forte no braço, fique na posição fetal e puxe! Você vai se sentir melhor,acredite.
48. Arranje um namorado ou alguém especial. Uma pessoa que é importante na nossa vida, sem ser da família obvio, nos faz esquecer de tudo fútil, por exemplo, comida.
49. Ouça músicas que te encorajam a ser bonita!
50. Uma ótima forma de se inspirar é vendo fotos de quem realmente tem o corpo dos seus sonhos!
51. Escreva textos sobre como você gostaria de ser, e o que você faria se fosse assim! Te dará ânimo para emagrecer!
52.Compre aquela roupa perfeita a qual você se comprometeu a usar. Eu sei como é difícil domar a anna as vezes até porque eu sou uma! Mas entenda que não adianta você ler mil dicas e não fazer nada. Não só pense, aja! Não sonhe, seja! Ana, make me beautiful.
Creditos: pro-annnamia-blogspot.com
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gimmenctar · 11 days
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*ੈ✩‧₊˚
Tumblr media Tumblr media
…vocês já devem imaginar. 💭 MNDI
tags. phone sex, masturbação (m&f), os dois são meio perv. bigdick!jisung, ele é um MENACE aqui. tá simples.
Tumblr media
o charme de jisung é ser alheio ao poder que tem.
vocês conversam animadamente após o fim do expediente no estágio. enquanto ele fala sobre seus gostos questionáveis, mas fofos, você ouve com atenção e sorriso fácil. no fundo da sua mente, porém, correm os familiares pensamentos pervertidos.
os dedos longos; o pescoço; a mandíbula; os lábios cheinhos; a voz, oh sim, o tom grave que é tão calmo e inebriante ao mesmo tempo, e a porra dessa corrente que ele cismou em usar. jisung é uma perdição sem sequer perceber.
o boné com a aba pra trás lhe cai bem, adiciona certo quê de perigo ao conjunto todo. vira e mexe ele ajeita a franja que insiste em pinicar os olhos, ou futuca algo nas próprias roupas… você não deixa escapar nenhum movimento.
ninguém é de ferro, park percebe seu olhar queimando nele, mas não sabe o que fazer com isso. às vezes acha que é surto da cabeça avoada dele. entretanto, a vontade que tem se iguala a sua — o que não daria pra te beijar agora, ir além disso também.
parece que existe uma barreira entre os dois, mas ela está prestes a ser quebrada.
ao chegar de volta em casa, percebe que jisung havia mandado uma foto. ao abrir, sente seu estômago contorcer. que merda, park.
o clique exibe o reflexo dele em um pequeno espelho. os lábios fazem uma pequena aparição, já é o suficiente pra te chamar atenção. apenas o pescoço e parte do colo aparecem, junto com a bendita correntinha prata que te desestabilizou.
jwi: tirei p vc jwi: parece que vc gostou de como eu tava hj
de início, você fica apenas chocada. mas ele... ele sabe o que está fazendo. envia outra foto, desta vez mais comedida. os dedos em volta do celular enquanto ele brinca com o boné causam certo efeito sobre seu corpo.
jwi: me responde qnd chegar jwi: preciso de vc
ele não pode estar falando sério.
bom, dois podem jogar o mesmo jogo.
você se sente diferente, o desejo de atender o pedido implícito te faz sentir muito, muito poderosa. óbvio que não perderia a oportunidade de provocar, jisung park não perde por esperar.
cheguei agora
mentira, tinha demorado pra se arrumar pra ele.
do que vc precisa?
os segundos de espera fazem seu coração acelerar. parecia prestes a explodir. e se tivesse entendido errado? e se fosse só uma brincadeira pra ele?
jwi: deixa eu te ver jwi: facetime? jwi: pode?
bingo!
respondeu positivamente, e logo o convite pra ligação apareceu na sua tela.
nada poderia ter te preparado, entretanto. o torso nu de jisung te pegou desprevenida, o cordão reluzindo pela luz do aparelho. o quarto está no fundo está escuro, mas dá pra ver que ele está encostado na cabeceira. os olhinhos focam em você, reparando a camisa maior do que seu corpo.
será que teria algo por baixo? qual é seu cheiro agora? será que já entendeu o que ele precisa? são tantas perguntas, mas a tensão é tão excitante que não conseguem dizer nada.
"qual é o problema, ji?" seu sorrisinho disfarçado responde uma das perguntas. "como eu posso te ajudar?"
ele está duro, esse é o problema. esse que é o foda de ter imaginação fértil, mas você também não ajuda, comendo ele com os olhos todos os dias, o dia inteiro. ele quer saber o que exatamente se passa pela sua cabeça quando você fica quase babando nele.
"é um problema grande." ele ri.
filho da puta.
jisung provoca a ereção por cima da cueca, doido pra te mostrar como você o deixou. mas ainda não. ele quer tirar todas as suas inibições antes, arrancar os segredos que você esconde.
"você quer ver?" atiça.
não acha coragem pra responder. sente seu centro pulsar com a possibilidade. sempre pensa em como ele é, como seria colocá-lo na boca enquanto ele te dá prazer também... os cenários que passaram por sua cabeça são infinitos.
"responde, gata. não posso te dar o que você quer sem saber o que você tá pensando agora." o tom de voz é ainda mais grave e sério do que o comum, te causa um arrepio.
"tô pensando tanta besteira, ji." fala firme, provocante. jisung morde os lábios em antecipação, o pau lateja com a vontade.
"fala, vai."
"queria que você tivesse aqui pra eu te mostrar."
ele murmura, é quase um gemido, pra dizer que quer ouvir mais. cerrando as pálpebras, park põe a mão por dentro do pano e lubrifica o pau com o pré-gozo.
"me mostrar o quê?"
"como eu tô molhada pra você. aposto que você tá doido pra ver meus peitos também."
ele abre os olhos com urgência. "deixa eu ver. brinca com eles pra mim."
hesita um instante, mas sua umidade grita de necessidade. você levanta a blusa até revelar os mamilos durinhos. belisca um deles e depois desenha círculos devagar, sentindo o corpo reagir rapidamente ao estímulo.
"vem por a boca aqui, vem."
park está vidrado, hipnotizado. ele quase dá de maluco e vai mesmo.
"deixa eu ver você também."
jisung mostra o tronco despido, ele sabe que é gostoso. a mão grande acaricia o próprio corpo até chegar na pelve, te mostrando a cabecinha pra fora da cueca, toda meladinha e irritada, pedindo por um pouco de carinho. águou.
"quer fazer o que pra resolver isso?" resolve ousar, abaixa mais a peça e te mostra a extensão inteira. está levemente fora de si.
"quero te chupar todinho."
o homem estremece. começa a movimentar as mãos no pau, bem devagarinho. "hm, queria estar fodendo sua boca gostosa."
"sabe o que é mais gostoso, ji? minha buceta."
puta que pariu. ele, de verdade, quase gozou. a renda rosinha claro já estava molhada com seu mel. seu indicador alisa o centro pulsante, o carinho te fazendo desejar mais.
"chega essa porra pro lado."
ele se ordenha um pouco mais rápido, certo desespero começa a tomar conta dele. ao te ver inteiramente exposta fica pior. você está escorrendo por ele.
“põe um dedo. não me deixa sozinho.”
você chupa o próprio dedo e não perde tempo em atender ao pedido dele. é muito bom conhecer o próprio corpo, com alguns movimentos, você já se sente em brasas. não controla nenhum som, deixa jisung ouvir tudo.
“merda! hm.” os barulhos molhados do pau dele saem alto do outro lado. “você é muito gostosa. caralho. põe mais um dedo, goza pra mim.”
enquanto seus dedos entram e saem, seus olhos se fecham, imaginando as mãos de park no lugar. sente-se mais excitada, mais molhada. precisa dele.
jisung fode a própria mão com força, o quadril sobe e desce sem que ele pudesse evitar. te assistir rebolar contra a própria mão está o enlouquecendo.
“tô perto, linda. mostra essa boceta pra mim.”
ele vê a câmera chegando mais perto. o ângulo é perfeito: seus dedinhos massageando o clitóris babado, os peitinhos mais no fundo e seu rosto entregue ao prazer. é o suficiente pra ele.
park estimula a cabecinha uma última vez, voltando a ordenhar o membro com rapidez. o leitinho dele vaza por toda parte, mela ele inteiro.
“jisung!”
dá pra ver as contrações nos seus músculos, e ele deseja muito que fosse em volta dele.
enquanto as respirações voltam ao normal, você ri. está muito satisfeita, mas a vergonha logo aparece, te fazendo corar e esconder o rosto na camisa.
“a gente tá fodido.” jisung te acompanha na risada.
“literalmente.”
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hansolsticio · 3 months
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✦ — "frustração". ᯓ johnny s.
— marido ! johnny × leitora. — 𝗰𝗮𝘁𝗲𝗴𝗼𝗿𝗶𝗮: smut (+ contexto). — 𝘄𝗼𝗿𝗱 𝗰𝗼𝘂𝗻𝘁: 3736. — 𝗮𝘃𝗶𝘀𝗼𝘀: pai de família ! john, size kink & size training (big dick johnny), sexo no carro, john soft dom, breve discussão e um leve angst [não me joguem aos lobos], creampie & superestimulação. — 𝗻𝗼𝘁𝗮𝘀: realisticamente, sexo no carro não seria muito confortável com um homem desse tamanho...
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Acompanhou com os olhos quando Johnny finalmente saiu do escritório, ficou tentada a continuar com a guerra do silêncio que você mesma havia estabelecido com ele, porém lembrou que precisava intimá-lo de algo:
"A Amélie tem balé agora a tarde.", tentou soar indiferente — mas admitia que soava mais como desprezo. Ele concordou com a cabeça, ainda fuçando as gavetas da estante de livros.
"E você quer que eu leve ela?", questionou, o tom era neutro.
"O que você acha?", ácida, nem você sabia explicar porque rebateu dessa maneira. Percebeu o homem hesitando, ainda que estivesse de costas.
"Foi só uma pergunta.", finalmente se virou, o semblante calmo demais para o seu gosto.
"Claro que foi...", resmungou, falando consigo mesma. Levantou aborrecida, deixando o homem sozinho para ir até a cozinha.
Johnny estava te dando nos nervos nas últimas semanas. E era difícil explicar o porquê, você só se via constantemente incomodada com a mera presença do homem. Isso pode ser considerado, no mínimo, peculiar. Especialmente pelo fato de você agora compartilhar o mesmo sobrenome que ele. Não achava que se veria em pé de guerra com o seu marido tão cedo assim no casamento. Porém havia uma questão: essa guerra só existia dentro da sua cabeça.
Do outro lado da moeda, seu marido se sentia quase um monge. Sempre julgou a própria paz como imperturbável, porém recentemente havia descoberto que só era desse jeito porque você nunca havia tentado pertubá-la. Não entendia o que havia de errado e em todos os momentos que ele conseguiu revisitar na memória, também não se lembrava de ter feito nada para te deixar desse jeito. Tinha noção de que a rotina de vocês era agitada e que mal havia tempo para relaxar, mas, caramba, parecia tão injusto ser tratado dessa maneira. Ele também possuía as próprias questões, mas fazia o máximo para deixá-las de lado.
Tudo o que fazia, fazia por vocês duas. Sempre deixou explícito que vocês eram a vida dele. Queria ser melhor, mais amoroso do que já era, mais presente. Tanto que até moveu a maior parte do trabalho que fazia para casa, tudo uma tentativa de ficar mais perto de você e Amélie. Só que nem isso aparentava ser suficiente, as horas que ele passava no escritório eram retribuídas com a mesma atitude fria pela sua parte. O homem nunca se sentiu tão frustrado.
Tentou todo tipo de estratégia. Nunca foi de fazer arrodeios, então claro que a primeira delas foi te confrontar — o fez com calma, pois ainda era super paciente com você —, mas tudo que conseguiu foi aumentar a parede que você havia construído entre vocês dois.
Desde o fracasso, ele mudou a abordagem. Resolveu te dar tempo, respeitar seu espaço. Presumiu que era o melhor a se fazer e, por mais compreensivo que fosse, não tinha ânimo para solucionar um problema que ele sequer sabia qual era. E Johnny era bom até demais nisso de respeitar seu tempo, porém não parecia funcionar. O jeitinho tranquilo e sempre muito comedido parecia te irritar mais ainda — o homem parecia um santo e isso te dava nos nervos. A relação de vocês dois nunca esteve tão fragilizada. Obviamente, não deixavam isso transparecer para mais ninguém — especialmente para Amélie —, só que não era preciso ser um gênio para perceber.
𐙚 ————————— . ♡
A sua risada misturada à da sua colega de trabalho era a única coisa que se ouvia no hall de entrada da empresa. Discutiam de forma alegre, já que finalmente a sexta-feira havia chegado ao fim e estavam livres de todas as responsabilidades por cerca de 48 horas. Você já estava prestes a acompanhá-la até o carro dela quando bateu os olhos numa figura alta e um tanto esguia na recepção, o rostinho era inconfundível. Seu sorriso se fechou um pouco, mas tentou disfarçar, despedindo-se da outra mulher com carinho.
"Você não deveria estar buscando a Amélie do balé nesse exato momento?", aproximou-se, admirando o jeitinho casual que ele estava vestido — não era usual, visto que ele também deveria ter saído do próprio trabalho a não muito tempo. Johnny fez basicamente o inverso, apreciando o jeito que a sainha corporativa abraçava suas curvas, não costumava te ver no uniforme de trabalho — os horários de vocês definitivamente não eram muito compatíveis.
"Deixei ela com meus pais hoje mais cedo. A professora dela adoeceu.", explicou. "Já 'tava indo buscar de novo, mas resolvi passar aqui 'pra te pegar também.", finalizou com um selinho rápido assim que você chegou perto, você sequer reagiu — era natural retribuir.
"Hm.", concordou. E foi a última 'palavra' que você deliberadamente falou. Uma vez que, assim que caíram na estrada, a maior parte do percurso não foi nada confortável — o silêncio entre vocês dois estava corroendo a mente do homem. Johnny até tentou amenizar a situação, fazia perguntas simples sobre o seu dia, só para ser quase que imediatamente interceptado por respostas rápidas e que não davam curso para diálogo algum. O ciclo doloroso se repetiu por algum tempo, até ele finalmente desistir.
[...]
Você não notou o exato momento no qual a mudança de rota aconteceu, afinal as árvores em volta do percurso pareciam todas iguais. No entanto, uma estrutura diferente chamou sua atenção, finalmente situando-se quando se viu num grande estacionamento vazio. Johnny tinha dirigido até o local onde, alguns anos atrás, funcionava um antigo cinema drive-in.
O espaço, ainda que muito desgastado, te trazia memórias vívidas de quando você e ele visitavam o local quase religiosamente todos os fins de semana — sequer prestavam atenção nos filmes, muito mais preocupados em ficar de namorinho. Você encarou o homem ao seu lado, esperando uma explicação para o fato de estarem ali. O esclarecimento não veio, Johnny mantinha os olhos nos espelhos, estacionando o veículo numa baliza muito cuidadosa.
"A gente não é meio velho 'pra isso?", você rompeu o silêncio, questionando as ações do seu marido. Ele finalmente parou o carro, o ruído ininterrupto do ar condicionado ficando em primeiro plano.
"A gente também é velho demais 'pra ficar fazendo birra.", enfim se virou para te olhar. Você não negava que a entonação áspera te chocou um pouco, estava tão acostumada com a paciência interminável do seu marido que qualquer sinal de irritabilidade te tirava do eixo. "Conversa direito comigo. O quê tem de errado com você? Juro que tentei te dar espaço 'pra relaxar, mas pelo visto não funcionou.", ele não queria ter soado tão rígido, só que a frustração que ele próprio sentia tomou conta da situação. Você evitava o olhar dele a todo custo, pois apenas mencionar a possibilidade de falar sobre isso te estressava. Suspirou exaltada, deixando claro que não pretendia abrir a boca. "Isso é sério mesmo?", soltou um riso sem humor. "Eu tô tentando resolver um problema entre a gente, 'cê acha mesmo que é uma boa hora 'pra agir feito criança?"
"Não tem nada 'pra conversar.", resmungou.
"Então você estar me tratando como se eu fosse um intruso na sua vida não é nada? Porque eu tô de saco cheio. Se foi algo que eu fiz, 'tá na hora de me dizer. Você só tá me afastando agindo assim.", era dolorido admitir — assim como doía escutar —, mas o homem sentia como se lentamente estivesse deixando de fazer parte da sua rotina, de fazer parte de você. Você hesitou por bons segundos, finalmente criando coragem para sair da defensiva.
"Foi você quem se afastou primeiro.", a voz já embargava. Virou o rosto, decidida a não chorar na frente dele. O homem só precisou disso 'pra amolecer completamente, não sabia ser duro com você por muito tempo, nunca soube.
"E como que eu fiz isso?", era curiosidade, em seu mais puro estado.
"Eu não sei."
𐙚 ————————— . ♡
'Não saber' não era o caso. Definitivamente não. Na verdade, acontecia que certas coisas não podiam ser colocadas em palavras, não sem antes refletir sobre elas adequadamente, coisa que você não fazia. Pois pensar sobre como o relacionamento entre vocês dois estava se deteriorando nos últimos dias doía muito, doía ao ponto de você evitar pensar sobre.
Johnny sempre assumiu um papel de liderança no relacionamento de vocês de forma espontânea. Ele não exatamente quer ser seu dono ou uma espécie de dominador, na verdade, ele só gosta de te guiar e aprecia que você confie no julgamento dele para decidir as coisas. Johnny sempre foi um protetor por natureza. E essa era uma configuração muito confortável para vocês dois. Porém, com a rotina pesada, a experiência de pais de primeira viagem e todo o estresse que vem junto com tudo isso, ficou complicado deixar a dinâmica de vocês fluir naturalmente.
Estavam presos numa espécie de "fase de adaptação" interminável, tentando voltar ao jeitinho que eram no começo. Se sentiam fora do lugar, Johnny não se via mais tão apto a se doar tanto quanto antes e você se sentia deslocada demais sem tê-lo cuidando de você como sempre fez. É só somar tudo isso a um volume bem relevante de frustração sexual e boom! Era a receita perfeita para a primeira crise no casamento de vocês.
𐙚 ————————— . ♡
O homem suspirou, vendo você brincar com a aliança no próprio dedo.
"Vem aqui.", tentou afastar mais o banco, criando espaço para você se sentar. Seus olhos encararam as pernas dele de forma hesitante, era orgulhosa e não gostava dar o braço a torcer assim tão fácil. Mas até a ação de te chamar pro colo dele despertava memórias demais — de quando, até brigados, vocês resolviam as coisas juntinhos, incapazes de se afastar. Não sabe se foi a carência ou o fato do local te lembrar de um monte de coisas, só sabe que cedeu.
Evitava olhá-lo, se sentia minúscula no colo dele, os braços te envolveram num enlace apertado — fazendo você parecer menor ainda. Deixou-se ceder mais uma vez, agarrando-o com toda a necessidade que sentia. O cheiro dele te embriagava e pela primeira vez em muito tempo você achava que entendia o motivo da sua chateação. Naquele momento a saudade apertou tanto — não tinha como não notar.
"Eu sinto sua falta.", sussurrou contra o pescoço dele. E seu marido sabia que não havia nada que ele pudesse te dizer naquele momento, ainda que fosse um homem muito vocal quanto as coisas que sentia — especialmente com você. Te abraçar com mais força e selar o topo da sua cabeça foi o que pareceu certo de se fazer, mas era insuficiente. Tomou seu rostinho, te colocando no campo de visão dele.
Passaram tempo demais mapeando o rosto um do outro, as testas coladas. Ele acariciava suas bochechas com os polegares o tempo inteiro, também sentia saudades. Você foi a primeira a não suportar a proximidade, avançou no rosto do homem, beijando-o com urgência. Ele retribuiu com mais intensidade ainda, como se tivesse esperado por anos para finalmente te ter de volta — como se você realmente tivesse o deixado. Pareciam dois desesperados, o contato não sanava a vontade.
"Eu te amo tanto. Não faz mais isso comigo, ouviu?", ele confessava contra a sua boca, entorpecido demais para parar de te beijar. Você concordava atordoada, buscando pelos lábios dele, balbuciando um "eu também te amo" quase ininteligível. Investiam um contra o outro involuntariamente, o corpo grande encaixava tão bem contra seu — era como se sentir em casa novamente. John parecia afobado, adentrou uma das mãos na sua saia, acariciando o pontinho sensível por cima do tecido. Você, que era tão apressada quanto, subiu a peça, deixando-a enrolada na parte mais baixa da sua cintura e afastou a calcinha de ladinho.
Três dedos ameaçaram te invadir, roçando nas dobrinhas meladas que circundavam sua entradinha. O homem ergueu a mão rapidamente, cuspindo nos dígitos — ali você teve a confirmação de que ele realmente iria fazer. Johnny não tirou os olhos dos seus quando retornou os dedos molhados para a sua bucetinha. Você cravou as unhas nos braços do homem, temerosa. Fazia algum tempo desde a última vez que ele havia te aberto assim.
"Amor-", a vozinha trêmula balbuciou. Na mente só havia o fato da mão do seu marido ser grande demais.
"Shhhhhh. Não adianta reclamar, meu amor. Você sabe que precisa.", o homem tentou te consolar, acariciando seu cabelo com a outra mão. Você não discordava, sabia que o tamanho dele era meio... excessivo e poderia acabar machucando sem preparação alguma — especialmente depois de tanto tempo.
Foi cuidadoso, inicialmente enfiando só um dos dedos. Estocava vagarosamente, assistindo você relaxar em volta do dígito. Te enlaçou num beijo molhado, colocando o segundo quando percebeu que te distraiu. Enfiava mais fundo, espaçando-os para conseguir te abrir mais. Você impulsionava a cintura contra ele, amando o carinho gostoso.
"É tão pequenininha, amor. Nem parece que engole meus dedos.", elogiou, sorrindo amoroso ao ver sua carinha de tesão. Mordeu sua boquinha, sugando e lambendo seus lábios enquanto colocava o terceiro dígito. Você suspirou manhosa, sentindo as pontas dos dedos se esfregarem lá no fundo. Puxava os fiozinhos curtos da nuca dele, descontando a sensação.
Incrivelmente, não era o bastante. A buceta babadinha implorava por outra coisa. Suas mãos foram até o meio das pernas do homem, apertando o volume evidente entre os dedinhos. Johnny jurou que ia perder a cabeça quando te sentiu bater uma para ele por cima dos tecidos. Não se aguentou, tirando o pau da calça de um jeito atrapalhado. Você puxou a mão que estava dentro de você, assistindo-o chupar o líquido viscoso que escorria entre os dedos antes que pudesse fazê-lo primeiro. Posicionou-o no lugarzinho certo, as veias grossinhas e o aspecto molhadinho te fazendo pulsar.
"Devagar.", ele alertou, te dando um selinho para assegurar. Os olhos não saíram do seu rostinho, absorvendo cada uma das reações. Você desceu com cuidado, sentindo a glande avantajada te abrir. A boquinha abriu junto, arfando contra o rosto do homem. Johnny acariciava suas costas com zelo, como se estivesse te encorajando a continuar. A extensão parecia não ter fim, você sentia ele praticamente te partindo em dois pedaços — uma queimação gostosinha se espalhava por todo seu quadril.
"Johnny...", soluçou o nome do homem, cravando as unhas afiadinhas nos braços dele.
"Tá quase lá, linda. 'Cê 'tá indo tão bem.", ele pulsava. Detestava te causar qualquer tipo de incômodo, mas você ficava tão gostosinha tentando aguentar ele por inteiro — era difícil resistir à cena sem sentir vontade de te comer sem dó. Sorriu todo orgulhoso quando você finalmente encaixou tudo, selou seu rostinho um monte de vezes, enquanto você tentava regularizar a própria respiração. "Relaxa essa bucetinha 'pra mim, amor.", sussurrou contra a sua boca, te roubando para um beijo lentinho.
Seu corpo retesou assim que sentiu os dedos dele no clitóris inchadinho, te estimulando com cuidado. O carinho misturado ao ósculo gostoso foram suficientes para tirar sua tensão, passou a se mover molinha no colo dele, acostumando-se com a pressão quente na sua entradinha.
Foi rápida em relaxar de verdade, pois querendo ou não aquele era o seu homem — já tinha dado conta dele mais vezes do que podia contar. Agora rebolava como se ele fosse um dildo, nem parecia a mesma pessoa que reclamou horrores para conseguir encaixá-lo direitinho. A cinturinha tinha consciência própria, empenhada em matar toda a saudade que você sentia. Seu rostinho fervilhava, queria chorar de tesão. Gentilmente apoiou as costas no volante atrás de você, abrindo mais as pernas para se mover num vaivém gostoso.
Johnny observava a cena completamente hipnotizado, apaixonado no jeitinho que você se fodia nele. As mãos grandes apertavam suas coxas, mas não influenciavam o movimento, queria deixar você se satisfazer da maneira que sentisse vontade por enquanto. Você apoiou o antebraço em cima dos olhos e a outra mão apertava o pulso do homem, estava sobrecarregada com o estímulo — mas era incapaz de parar. O rostinho se contorcia, embebido em prazer.
"Tá tão fundo, porra...", choramingou. Ele não sabia mais por quanto tempo conseguiria resistir ao jeitinho manhoso sem fazer nada. Suas perninhas começaram a tremer, sabia que iria acabar gozando rápido desde o início — estava a tempo demais sem senti-lo. Você tentou impedir, parando de se mover assim que percebeu o orgasmo começando a se formar e era dolorido se atrapalhar assim.
Seu marido não demorou a notar, a pulsação incessante no meio das suas pernas te entregava. Sorriu maldoso, os dedos grandes não perderam tempo em brincar com seu clitóris — os movia com rapidez, te forçando a gozar. Seu corpo não aguentou a sensação, praticamente se jogou em cima do homem. Tentava agarrar o braço dele, mas era fraquinha demais para impedir. Gemeu desesperada finalmente se redendo ao próprio orgasmo.
"Isso foi tão sexy, amor.", sussurrou após assistir toda a cena. Você ainda ofegava, a cabeça apoiada em um dos ombros dele. "Gozou gostoso 'pra caralho. Porra, que saudade que eu tava.", não houve tempo para você deixar os elogios te afetarem, as mãos fortes já agarravam a carne da sua bunda, te impulsionando para sentar nele. A sensibilidade bateu, mal havia superado o primeiro orgasmo.
"Jonh-"
"Você aguenta. Eu sei que aguenta.", afirmou, soava totalmente certo. Suspendia e abaixava o seu corpo como se não pesasse nada — fazia o trabalho todo praticamente sozinho. "Vai ser boazinha comigo e vai deixar eu te comer gostosinho, não vai?", inclinou-se para falar no seu ouvido, você concordou contra o pescoço dele — ainda que o homem não conseguisse ver. Johnny sabia que também tinha muito tesão acumulado e era incapaz de se segurar.
Por um tempo, o barulhinho molhado das peles se chocando somados aos sons obscenos que sua garganta produzia eram as únicas coisas ouvidas dentro do carro. Seu marido comprimia os próprios olhos, a boca abertinha soltava um ou outro palavrão. Descontava o tesão na sua pele, apertando impiedoso. Te fazia sentar forte, a glande vermelhinha já expelia um líquido abundante — te sujando inteirinha por dentro.
Chegou ao clímax uma segunda vez, perdendo todas as forças que ainda tinha em cima do homem. Johnny terminou de usar seu corpinho fraco, grunhindo enquanto esporrava bem no fundo. Precisaram de uns bons minutos para voltarem a si, quase cochilaram abraçadinhos — entorpecidos demais com a intensidade da situação. Especialmente você, que sempre ficava sonolenta depois de gozar.
Vocês dois compartilharam um suspiro aflito assim que ele saiu por completo. Sua entradinha espasmava contra si própria, a sensação de vazio que ficava toda vez que ele saía de você era sempre meio incômoda. Seu marido sabia desse fato, tanto que envolveu seu íntimo com a palma — a mão grande cobria sua bucetinha quase por inteiro. Fazia certa pressão no local, tentando consolar o buraquinho carente. Ficaram assim por um tempo, você aspirando o cheirinho do pescoço dele enquanto o homem acariciava o lugarzinho sensível.
"Deixa eu arrumar essa sainha, amor?", questionou quando te sentiu relaxar mais, já era hora de ir — ainda precisavam buscar a filha de vocês. Você levantou preguiçosa, ajoelhando no banco ainda em cima do homem, o quadril ficando na altura do torso dele — teve que se curvar para não bater com a cabeça no teto.
Ele puxou alguns lenços do porta-luvas, fazendo o máximo para limpar todos os fluídos que escorriam de você, ajeitou sua calcinha, voltando o tecido para o lugar original. Abaixou-se para deixar um beijinho na sua buceta antes de descer o tecido da saia. Assim como também aproveitou a posição para guardar o próprio pau dentro da calça. Você sentou-se novamente, agora vestida.
"Eu não acabei com você, hm? A gente tem muito o que conversar.", beijou sua boquinha mais uma vez, cheio de dengo. "E eu ainda tô morrendo de saudade.", murmurou contra o seus lábios te assistindo sorrir sapeca antes de te 'expulsar' para ir sentar no seu lugar.
[...]
Mal entraram na casa e a pequenina já apareceu correndo na direção de vocês. O homem se abaixou, abrindo os braços para aparar o corpinho veloz. A vozinha animada falava sobre tudo ao mesmo tempo, era difícil resgatar qual o era o assunto, mudava o foco a cada frase. Mas Johnny parecia entender tudo, reagindo a cada uma das palavras que saíam da boca da pequena. O timbre, que era geralmente mais másculo, involuntariamente subia alguns tons, ainda que John cismasse que não usava voz de bebê para falar com a filha de vocês — o homem havia visto em algum lugar que isso atrapalhava o desenvolvimento da fala e desde então tentava se policiar.
Você assistia sorridente, ouvindo a criaturinha dissertar sobre como 'o balanço que o vovó construiu no quintal era legal', até que a voz doce da mãe de Johnny chamou sua atenção.
"Você tá tão mais relaxada hoje, querida. Comentei com o John que tava super preocupada com você.", a mulher te olhou amorosamente, te puxando para um abraço rápido. Você ficou meio mortificada por alguns segundos, não tinha ideia de que era tão perceptível assim.
"Ah, é que eu tirei um bom cochilo no caminho 'pra cá. 'Tô bem, juro 'pra senhora.", desconversou, culpando o temperamento anterior no cansaço.
"Que maravilha então.", sorriu, arrumando alguns fios do seu cabelo. Os trejeitos eram exatamente iguais aos de Johnny — ele tinha a quem puxar. A conversa dos outros dois roubou a atenção de vocês duas novamente, Amélie parecia empenhada em conquistar a permissão do pai para alguma coisa — com direito a beicinho e tudo.
"Mas eu já pedi 'pra vovó!", exclamou, era meio afobada — e essa parte ela aprendeu com você.
"Então pode. Mas só se a vovó disser que você se comportou direitinho.", o homem virou-se para vocês duas, olhava para cima, visto que já estava sentado no chão.
"Vovó! Eu me comportei?", encarou-a cheia de expectativas. A mulher achava uma graça, teve que refrear a risadinha.
"Ah, sim. Foi uma mocinha super obediente hoje. Até ajudou a vovó na cozinha.", exagerou no tom complacente, só para ver o rostinho satisfeito da pequena.
"Ajudou, princesinha?", seu marido questionou surpreso, vendo Amélie concordar orgulhosa com a cabeça.
"Fiz bolinho."
"Bolinho?!", ele imitou a pronúncia bonitinha da palavra. "Deixou um pouquinho pro papai provar?", a pequena concorda uma segunda vez, agarrando o braço de Johnny para levá-lo até a cozinha.
"O que 'cê acha, amor? Tudo bem a Amélie dormir aqui hoje?", ele te oferece um sorriso sugestivo, de um jeitinho que só você era capaz de entender. Seu rosto queima, mas você sorri de volta.
"Tudo bem."
n/a²: sempre que eu escrevo com alguém pela primeira vez eu fico um tiquinho insegura, então me mandem feedback sobre o meu johnny (pra saber se eu tô no caminho certo) 🫡.
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# — © 2024 hansolsticio ᯓ★ masterlist.
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citouvenus · 1 year
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Cheguei a um nível em que tô deixando as pessoas me perderem. quer ir embora? Vai, não vou jogar na sua cara todas as minhas qualidades, dizer que nunca vai encontrar alguém semelhante a mim. Te deixo ir sem pressão, não preciso te lembrar do meu valor, eu que não posso esquecer.
—MarcosFontes
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imninahchan · 5 months
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𓏲 ๋࣭ ࣪ ˖ 𐙚 ⌜ 𝐀𝐕𝐈𝐒𝐎𝐒: strangers to lovers(?), sexo casual e sem proteção (as cachorras mais burras desse calçadão se protegem!), dirty talk (degradação), choking, um tapinha, exibicionismo(?), masturbação fem ⁞ ♡ ̆̈ ꒰ 𝑵𝑶𝑻𝑨𝑺 𝑫𝑨 𝑨𝑼𝑻𝑶𝑹𝑨 ꒱ wagner moura a gnt não vai te dividir com as gringas amore ─ Ꮺ !
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⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀
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VOCÊ NOTA O PESO DO OLHAR DELE SOBRE O SEU, e não é como se te incomodasse tanto, longe disso, até o achou atraente com os cabelos grisalhos nas laterais do corte, mas tudo que se passa pela sua mente é o revirar de olhos, repetindo mentalmente pra si mesma ah, não, mas um gringo, não…
O escuta conversando em inglês com outros dois caras, claramente estrangeiros também — quer dizer, nativos, porque a pessoa em praias estrangeiras aqui é você —, e evita devolver os olhares. Acha fofo, porém insuportável, o quão facilmente esses homens ficam formando fila assim que notam o sotaque marcado de uma mulher que veio de fora. Suas amigas estão aí pra confirmar, e o pior de tudo é que no final, quando se trata de conseguir nem que seja um contatinho, acabam tendo que se render aos “gringos” mesmo. Nem se lembra a última vez que beijou um homem brasileiro, não é?
“Deixa, eu ajudo você”, a voz masculina soando em português te pega desprevenida, quase deixando a caixa térmica cair na areia de novo. Os olhos procuram pelo dono da voz, embasbacada quando percebe que é justamente aquele que há poucos minutos não parava de te encarar. Hm, então ele é brasileiro…
O homem sorri, simpático, os lábios formando uma linha, antes de pegar a caixota da sua mão, ainda pesada com as garrafas de cerveja que a sua amiga mexicana não bebeu porque acabou precisando ir embora mais cedo. Você não nega a ajuda, especialmente porque de pertinho pode notar melhor o rosto de bochechas cheias, o corpo magro levemente bronzeado de sol, e, claro, finalmente por responder um ah, sim, obrigada, depois de meses só falando “thank you”.
“É uma coisa bem brasileira de se fazer”, ele brinca, enquanto te acompanha em direção ao concreto da calçada, “trazer coisa pra comer na praia”, especifica, ao que você acena com a cabeça, ajeitando a bolsa de tricô no ombro, é claro, não tem um ambulante nessa praia vendendo um camarãozinho. O brasileiro ri, sagaz ao conduzir bem as palavras de volta pra ponta da língua, sorrateiro, parando ao pôr os chinelos pra longe da areia, “espero que ainda esteja com fome, queria te levar pra almoçar num restaurante bacana aqui na frente.”
Um sorrisinho ameaça crescer no seu rosto. É que ele falou com tanto charme, a cabeça pendendo de leve pro lado, que ficou mais do que óbvio, caso ainda não estivesse, que está dando em cima de ti. “E eu espero que seja um restaurante chique”, é o que você responde, a mão abrindo o zíper da bolsa pra buscar pelo vestidinho floral.
De fato, é um restaurante grã-fino. Se apoia no antebraço dele para calçar o saltinho para adentrar o estabelecimento à beira mar, o espera a camisa que descansava sobre o ombro masculino até então. Julgando pelos olhares quando vocês caminham pelas mesas em busca de uma disponível, eles sabem que vocês são os ‘gringos’.
Wagner, o nome dele. Pô, é tão bom pronunciar o w como v que você utiliza de toda oportunidade durante o almoço para ficar repetindo vez após vez. Wagner é exatamente o que você sentia falta do Brasil e mais. Ele é baiano, embora o sotaque nativo sobreviva em últimos suspiros com algumas palavrinhas marcadas ali e aqui na fala, e quando você pergunta se ele gosta mais de Los Angeles, o homem aperta o olhar, num sorriso que enche as bochechinhas, não é a Bahia, né? Pronto, ganhou seu coração.
Como dois brasileiros, para bom entendedor meia palavra basta, não é preciso fazer mais nada para demonstrar o interesse mútuo. Mas ele paga a conta e te leva para dar uma volta pela região. Te compra um sorvete, assistindo a forma com que a sua língua propositalmente perpassa pelo doce e retorna pra dentro da boca. Vocês conversam, conversam, as vozes já soando mais baixas, meio sussurradas, os corpos se inclinando pra perto um do outro. Os sorrisos. O polegar dele limpando o cantinho melado de creme da sua boca. Ele diz que tem uns amigos brasileiros e que vai te levar no samba que eles sempre fazem quando se encontram com outros conhecidos latinos. E aí, voltar pra casa com ele se torna inevitável.
O jeito que o braço masculino te aperta o busto por trás, praticamente tirando os seus pés do chão, num abraço ao fechar da sua porta, é de roubar o fôlego. Você ri, Wagner, repreendendo o nome alheio. Os lábios encontram o seu pescoço, o corpo quente de sol cola no teu, deixando as coisas jogadas pelo chão no caminho que fazem cambaleando em direção à mesa. Te prensa contra a madeira, a mão tomando conta da sua nuca para te guiar ao beijo. Você sentiu falta de um beijo assim; molhado, bem encaixado, os estalinhos dos lábios quase não são tão audíveis porque a língua ocupa mais espaço, é mais intensa na troca de saliva. Talvez seja a nostalgia da saudade de casa, mas é à brasileira, é perfeito.
Os dedos dele se fecham nos seus cabelos, puxam a sua cabeça pra trás, abre o trajeto para que toda a umidade babada possa molhar abaixo, quando a língua vai lambendo do seu queixo até o vale entre os ossos da sua clavícula. Te solta, você pode tornar a mirada para a dele, flagrá-lo umedecendo os próprios lábios, sorrindo de canto. Salgadinha de mar, sereia, a voz rouquinha dele solta, o ar cálido batendo no seu rosto. Poxa, o marrom dos olhos do homem cintila, caramelo, feito estivesse bêbado naquilo que assiste com tanto desejo. A boca volta a sua, naturalmente. Com mais fome, devorando os seus beiços, pra inchar, deixar quentinho de tão bem usado. Afastar com um selar, calmo para que as mãos possam puxar a camisa pra fora do torso. Nem parece que você há pouco já tinha o presenciado seminu dessa forma, a atenção viaja pelo corpo à sua frente, descobrindo além do bronzeadinho, a correntinha dourada, os pelinhos que se concentram no centro do peitoral e só voltam a surgir, finos, próximos ao cós da bermuda. “Vira”, ele dá a ordem, empurrando o queixo no ar, marrento. E você obedece, a coluna já adquirindo uma certa curvatura quando empina a bunda contra a virilha dele.
Wagner “limpa” os cabelos da sua nuca, beija ali, roça a ponta do nariz enquanto murmura, entre sorrisos, “só você mesmo pra me fazer foder no meio do dia, do nada assim, porra…”, esconde o rosto no arco do seu pescoço, logo erguendo o olhar novamente para te encarar. Você devolve o contato visual, com a língua afiada, o quê? Faz tempo que não come uma mulher bonita? E ele sorri, sacana. Pega na sua garganta, “E você? Rapidinho ficou toda empinadinha pra levar pica… Faz tempo que não fode com um homem de verdade, né?”, só que você perde o veneno, é pra contar você?
É empurrada sobre a mesa, o rostinho prensadinho contra a superfície gélida sem mais nem menos. “Cala a boca, vai”, é o que escuta sendo soprado na voz aveludada, tão casual que nem parece que te dominou por cima do móvel dessa forma. Ávido, não demora a terminar de se despir, mas não se importa em fazer o mesmo contigo. É um vestidinho leve, prefere suspender a barra, as palmas rodeando as bandas da sua bunda, apertando a carne, e só puxar pro cantinho o tecido da calcinha do biquíni um pouquinho úmido ainda. Aponta na sua entradinha, levando a outra mão do próprio pau para a sua cintura, segurando firme ali ao colocar pra dentro.
Devagarzinho, te fazendo sentir cada centímetro com gosto. Você espia sobre o ombro, embora saiba que não pode assistir a visão erótica de ser preenchida, porém consegue pegar o deslocamento do olhar dele da sua bunda pros seus olhos. Vadio, boquiaberto, o ar fugindo dos pulmões até que consiga pôr tudo.
Ele espalma a mão na sua lombar, pressiona, não há pressa no ritmo, não há sede ao pote É como se saboreasse, te saboreasse. Tão lentinho e cuidadoso que as suas nádegas nem estalam na virilha dele. É uma tortura deliciosa que te conquistaria mais fácil se não estivesse desejosa como está. Mais, você pede, com a voz manhosinha. “Hm?”, percebe, só nesse murmuro o tom de gozação, “O que foi? Pensei que tinha dito pra você ficar caladinha, não?”, o que você ignora, apelando com mais dengo, me fode com força, vai. Bruto.
Wagner esconde um sorrisinho ladino, acenando negativo com a cabeça. Uma das mãos pega na sua nuca pra poder te erguer, ao passo que a outra vai logo de encontro com a sua mandíbula, arisco, “Que cachorra você é”, deprecia, te encarando.
“Um pouco.”
“Um pouco?”, ergue o sobrolho, “Um pouco muito, né?”, estalando um tapa na sua bunda, “Vai, tira a roupa e deita ali, sua puta.”
Você acata a ordem. Sem demora pra deslizar a calcinha perna abaixo e arrastar o vestido pra cima. É só puxar a alcinha da parte superior do biquíni que está completamente nua, feito ele, para deitar no sofá.
Separa as coxas, se mostra aos olhos do homem. Gosta da forma com que ele te observa, a luxúria o fazendo tomar o próprio pau nas mais uma vez ao testemunhar a visão do seu corpo desnudo. O desejo dele te excita, leva o toque do indicador para o pontinho eriçado, circulando, masturbando. Bom?, ele pergunta, num sopro. “Uhum. Mas seria melhor com você dentro de mim.”
O sorriso na face do homem alarga, apoia o joelho no estofado entre as suas pernas para se inclinar sobre ti. “É?”, reforça, só pela graça de te ver fazendo que sim, que o necessita. Os olhos são captados pela visão do seu sexo exposto, babadinho de tesão já. A carne vermelha, saborosa, o buraquinho pedindo para ser preenchido novamente. Usa o indicador pra contornar a abertura, “me pede”, te diz, “me pede pra socar aqui dentro, pra te encher de porra”, te devolve o olhar, “anda, vai. Pede, vadia”, sorrindo. Bate com a cabecinha inchada contra os seus lábios meladinhos, esfrega de um lado pro outro, molhando tudo ainda mais, uma bagunça úmida que deixa um fiozinho grudando seu corpo ao dele.
Você até poderia negá-lo, afirmar que te degradar assim com nomes tão feios da língua portuguesa não te instiga, mas estaria mentindo. Cada termo infame chega doce aos seus ouvidos, ainda mais porque o tom sedutor faz a pronuncia se arrastar, canalha. Você deita a cabeça pra trás, num suspiro, o compasso da masturbação que faz em si mesma já começa a fazer os músculos latejarem, a queimação no ventre te apetecendo, me pede, bem educadinha, a voz do homem chega ao pé do seu ouvido, você sente o pontinha do pau dele se enquadrar direitinho pra subir, senão vai ter que se contentar só com os seus dedinhos.
“Me fode, Wagner”, o seu clamor ecoa, por fim, mesmo que ofegante. O encara, com os olhinhos de coitadinha, “mete em mim”. Por favor, ele especifica, exigente, tocando no canto do seu rosto, “Por favor”, e você repete, submissa, “mete em mim, por favor.”
O sorriso de satisfação na face alheia é impagável. Dá pra perceber exato o momento em que o ego se infla e a volúpia toma conta do brilho nas íris escuras mais uma vez. “Que boazinha”, pega numa das suas pernas para acomodar a sua panturrilha por cima do ombro dele, um ângulo que, você sabe, vai te causar um estrago delicioso quando ele começar a meter. “Uma piranha boazinha, sabe?”, empurra pra dentro, desliza até o fim, lento, porque o caminho ensopadinho pro seu interior permite que tudo chegue numa descida única. Eu sou piranha?, a sua pergunta soa lúdica, a sua carinha de desentendida. “É, sim”, ele responde, imitando o seu tom dissimulado, a mão grande pega no seu pescoço, o corpo masculino pesa sobre o seu. Dessa forma, a correntinha dourada acerta o seu queixo, geladinha, contrasta com a quentura da união lasciva, “olha só pra você... pronta pra levar pica até não conseguir mais levantar desse sofá. Sem marra, adestradinha. Vai ficar uma cadela bem mansinha depois que eu esfolar essa buceta.”
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idollete · 5 months
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– 𝐨𝐥𝐝𝐞𝐫.   ⋆ ˚。 𖹭
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ೀ ׅ ۫ . ㅇ atendendo a esse pedido; esteban!dilf e funcionário do pai da leitora; inspirada na música ‘older’ da isabel larosa; perda de virgindade; leitora meio femcel (lê-se completamente biruta das ideias), riquinha e mimada; manipulação (de ambas as partes); o esteban é meio escroto e a leitora também (aqui é cobra engolindo cobra); age gap; penetração vag.; sexo desprotegido (e nem pensem em fazer isso); daddy kink; corruption kink; size kink; uso de apelidinhos (‘boneca’, ‘bonequinha’, ‘chiquita’, 'princesa'); degradação (uso de ‘vadiazinha’); menção a chocking, praise kink (?); oral (masc.) e creampie; oral (fem.); fingering; dirty talk.
idollete’s typing… ୭ ˚. ᵎᵎ. rsrsrsrsrsrs fui completamente influenciada pela diva @creads e me rendi ao kuku dilf também. also, essa história é o exemplo de um relacionamento nada saudável e que não deve ser seguido. só é permitido fanficar, tá bom, chicas?! also², eu me inspirei não só na música da isabel, mas no videoclipe, que também não deve ser romantizado. tudo que tem aqui é para propósito bucetisticos visse. also³, mesmo sendo primeira vez e tudo mais, isso aqui tá 0 romantismo (mim desculpem tô no cio quer dizer período fértil).
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Quando você o viu pela primeira vez, você sabia que ele seria seu. 
Conheceu Esteban em sua festa de 18 anos. É claro que justamente no seu aniversário o seu pai convidaria parceiros de negócios, homens que você nunca havia visto ou conversado, mas que lhe cumprimentavam como se fossem familiares distantes se reencontrando. Ele não. Indiferente, o homem nem sequer olhou na sua cara durante mais da metade da noite. E é claro que isso te enfureceu, quem ele pensa que é, vindo até a minha casa, a minha festa, e não falando comigo? 
De longe, era possível perceber a postura desinteressada dele diante dos homens com quase o dobro da sua idade, que se gabavam por suas riquezas e posses. Esteban não poderia dar a mínima. Nascido em berço de ouro, nada daquilo o surpreendia. O que quer que eles houvessem conquistado durante a vida, Esteban já havia nascido possuindo. Por isso, não demonstrou um pingo de interesse, ou comoção, pela garota que o encarava a cada instante. Sentia o olhar queimar a nuca, mas ele era um homem ocupado demais e a sua atenção deveria ser merecida, não dada a qualquer um. Especialmente para mimadas como você. 
No entanto, para a ruína de Esteban, era impossível não ser magnetizado pela sua presença. Você chamava atenção por natureza, não precisava se esforçar para receber sorrisos e cantadas por onde passava. Como uma bonequinha, vestia-se com roupas delicadas, sempre com uma sainha, a clássica double flap rosinha claro e os lábios brilhando com gloss. Você era uma vista para os olhos e isso enfurecia o argentino, que te ignorava de propósito. Mas você estava disposta a tê-lo. E você sempre conseguia o que queria.
Foi preciso mudar de tática. Percebeu que Esteban não se curvaria às suas vontades como os outros garotos faziam. Não, Esteban era um homem e, para tanto, você precisaria de mais que uma atitude esnobe e alguns amassos no fundo de limousines. Você bancaria a boa garota até que ele cedesse. Visitava o escritório com a desculpa de que queria saber mais sobre os negócios da família, enganava a todos com a falsa postura atenta, disposta a ajudar qualquer um e até mesmo fazer o trabalho pesado – que você sempre pagava algum estagiário para realizar no seu lugar – para a surpresa de toda a sua família.
Por ser o braço direito do seu pai, Esteban passou a fazer parte do seu convívio. Ou melhor, você se inseriu na rotina dele. Quando estava ocupado demais para lhe ajudar, tudo que o seu progenitor dizia era “pergunta ao Esteban” e te mandava ir embora. Foi assim que você se viu fazendo visitas diárias à sala do Sr. Kukuriczka, como letreiro na porta indicava. A princípio, ele desconfiou da abrupta mudança no seu comportamento, esperto demais para cair no seu papinho. Sempre inexpressivo e soando entediado, ele te ordenava o que fazer. Nunca ajudava, ele mandava. E quando você errava – propositalmente em todas as ocasiões – ele te repreendia, bruto. “Eres una estúpida. Muévete, déjame hacerlo”.
Com o passar do tempo, ele parecia ceder, no entanto. Mais amigável a cada dia, até te elogia quando você resolve um problema – supostamente – por conta própria. Você o flagra sorrindo na sua direção, mínimo, mas estava lá. Te permitiu descobrir mais sobre ele; 31 anos, divorciado e pai de uma pequena de 4 anos. Dócil, Esteban se tornou um amigo. Ou era isso que ele queria que você pensasse. Enquanto te consolava, te envolvendo em um abraço e enxugando as suas lágrimas após mais uma briga com o seu pai, o argentino fingia interesse nos seus problemas, garantia que compreendia perfeitamente a sua raiva por não ter sido permitida a ir para Aspen no meio do semestre letivo, te acalentava, “pode chorar, chiquita, eu estou aqui”, mas te amaldiçoava por sujar o terno caro dele com toda aquela choradeira idiota. 
É justamente um desses momentos que dá início ao grand finale do seu plano. Estavam juntos na sala dele, você deitada na otomana de couro, encarando o teto ao passo que resmungava sobre mais um casinho fracassado da faculdade, ele te observava com o mesmo semblante neutro de sempre, meneando a cabeça vez ou outra, só ouvia o seu falatório interminável.
– Sabe, Kuku… – Você começou, se virando de bruços no pequeno sofá, balançando os pézinhos no ar. Parecia angelical, só parecia. – Acho que preciso mudar o meu foco. Mudar o ambiente, procurar alguém fora da faculdade e do clube de golfe. Acho que preciso de alguém mais velho.
Esteban sabia exatamente onde aquela conversa iria chegar e ele te permitiu continuar. Arqueou uma das sobrancelhas, como quem te pede para prosseguir. Te ouve, então, reclamar sobre como garotos da sua idade não sabem de nada, são imaturos e nunca atendiam às suas expectativas. Sobre como sempre quis um homem de verdade. O último comentário arranca um riso nasalado do argentino, incrédulo com o quão sonsa você consegue ser. 
– Isso é porque eles são apenas garotos. É o que eles fazem. – A resposta parecia resignada, quase te fez desistir da ideia, mas Esteban continuou. – Além do mais, garotas como você sempre dizem que querem um homem, embora nunca aguentem o que um homem de verdade faz. – Era completamente sugestivo e ele sabia. Tinha total consciência das implicações quando deixou a poltrona e caminhou até você, pairando sobre ti, imponente, com as mãos no bolso da calça social. – Então, o meu conselho para você, chiquita, é que continue com os mesmos playboyzinhos de sempre.
– Mas eles são tão chatos! – Birrenta, você argumentou. – Com todo aquele grude e melosidade, me chamando de vida logo depois do primeiro encontro. – Enrolando uma mecha de cabelo, fez uma pausa, fingindo ponderar algo, quando, na verdade, tinha todo aquele diálogo na ponta da língua. – Acho que preciso de alguém só um pouquinho mais frio. – Novamente, uma pausa, dessa vez para ensaiar uma timidez que nunca existiu em ti. – Tipo…Você. 
Com a cabeça levemente tombada para o lado, Esteban só pôde rir do teu teatrinho. Te mediu de ponta a ponta do corpo, tão pequena em comparação ao porte dele, a saia revelando um pouco mais das coxas diante da posição, os lábios rosados que faziam o pau dele pulsar por dentro da cueca. A destra te tocou o os fios, alisando-os, te fazendo ronronar baixinho, carente pelo toque dele, desceu até o queixo, segurando o seu rostinho, como quem está prestes a ensinar algo e precisa de bastante atenção.
– Não peça por algo que você não pode aguentar, boneca. – Soou como um alerta, quase uma ameaça tendo em vista o olhar sombrio que ele te lançava. – Além do mais, eu não curto pirralhas metidas. – Aqui estava o velho Esteban, sempre com uma forma de te degradar, a diferença é que dessa vez ele fazia com um sorriso no rosto. 
– Tenho idade o suficiente. – Dando de ombros, você se desvencilhou do toque dele, embora o seu interior desejasse por mais. – Eu nunca deixo eles me tocarem, sabia? – Felina, se ajeitava, colocando-se de joelhos sobre o estofado, ainda mais sugestiva na nova posição. – Não sinto vontade…
– Uma bonequinha intocável. – O olhar dele acompanhou o teu, que encarava o volume discreto paralelo ao seu rostinho. – E acha que eu sou o que precisa, hm? Para, o que?! Te deflorar? É essa a sua fantasia suja? Dar para um cara mais velho logo na sua primeira vez? Porque os moleques riquinhos que você anda não saberiam te tratar feito a vadiazinha que você é? – Estoico, Esteban permanecia te encarando de cima, nunca saindo daquela postura de superioridade, queria você se sentindo menor que ele, submissa.
Franziu o cenho e uniu os lábios em um biquinho manhoso diante da aspereza das palavras dele, chegando até mesmo a deixar um chorinho escapar, exibindo o melhor semblante magoado, como se a calcinha não estivesse ensopada só de ouvi-lo se referindo a ti dessa maneira. “Assim não”, foi o que você murmurou, piscando os olhos, dócil. Esteban imitou a tua expressão, cínico. 
– Qué? Quer que eu te diga que você é uma boa garota enquanto te faço carinho no cabelo, é isso? – A voz exibia um sarcasmo explícito, não disfarçava o tanto que gostava de estar naquela posição. – Quer que eu te elogie, que diga que você é a coisinha mais bonita que eu já coloquei os olhos? – Com a destra, pegou um punhado dos seus fios, sem puxá-lo, apenas pressionando, domando. – Ou prefere que eu te recompense por ser uma bonequinha tão boa quando conseguir levar o meu pau por inteiro? 
A verdade era que Esteban queria ser egoísta, queria te colocar de joelhos no chão frio e encher a sua boca dele, foder até te deixar com a garganta magoadinha, sem voz, assim ele não ficaria um bom tempo sem te ouvir sendo irritante. Fantasiava com o barulho dos teus engasgos, em como se curvaria sobre ti, prendendo o seu rostinho bonito contra o caralho teso, o nariz encostado na virilha. Pensa em como poderia gozar só com o brilho desesperado dos seus olhos, sem ar, rendida às vontades dele, arruinada para qualquer outra pessoa que não fosse ele. Mas ele não te daria esse gostinho, não seria mais um dos seus segredinhos para ficar na sua estante.
Não. Esteban queria te foder, tomar algo de ti que seria só dele. Que ficaria na estante dele. E não te dar nada em troca. 
O que ele não sabia é que estaria ainda mais arruinado uma vez que provasse de ti.
– Eu… – Com a voz quebrada, você tentou se aproximar dele, sendo impedida pelo aperto paralisante. – Eu…Quero você.
– E o que você quer que eu faça? Dímelo. 
– Quero…Que você me toque… – Em um falso acanhamento, suas mãos percorrem o próprio tronco, espremendo os seios por cima da blusa. – Aqui. – Mais atrevida, desceu até a barra da saia, apontando para as coxas. – Aqui. – Suspendendo o tecido, revelou a calcinha rendada delicada. – E aqui.
Esteban te queria e você sabia disso. Criou uma persona e se moldou em uma garota agradável para se aproximar, até que o tivesse na palma da sua mão, disposto a arriscar a carreira e todo o resto pelo gosto de ser aquele que te corromperia para sempre. Por isso, foi preciso muito esforço para esconder o sorriso viperino quando ele, de modo abrupto, te mandou levantar e se sentar na mesa dele. Queria vê-lo perdendo o controle. Faminto por algo que só você poderia dá-lo. 
Obediente, você se posicionou exatamente como ele mandou. “Tira tudo”, ele disse, “e senta com as pernas abertas”. E foi usando um terno impecável e certamente superfaturado, que Esteban se ajoelhou diante de ti no meio do escritório dele. O mesmo homem que te desprezou, havia caído perfeitamente no seu joguinho. 
Ali, exposta, sentiu seu ventre contrair em excitação e ansiedade pelo primeiro toque. Estremeceu sob as mãos dele quando as coxas foram agarradas e separadas ainda mais, para o agrado do argentino. Os lábios macios te beijavam a pele desde o ventre até a parte interna da virilha, os dentes arranhavam contra a derme sensível, marcando com a língua e saliva, deixando um rasto que você não esqueceria jamais.
Seu interior pulsava em necessidade, fazia o melzinho escorrer e molhar todos os papéis importantes deixados na superfície de vidro. A língua contornou o sexo encharcado, lento e suave, te provando e provocando, deslizou desde o clitóris até a entradinha virgem, arrancando gemidos dengosos de ti. As palmas enormes se fecharam ao redor das suas coxas, te mantinham paradinha enquanto a boca te devorava. 
Não havia nada de casto no jeito com que Esteban te chupava. Não, ele fazia uma bagunçava, esfregava a ponta do nariz contra o pontinho sensível, babava toda a barba com o teu líquido e te lambia com gosto. Sabia exatamente o que fazer e como fazer para te ter derretida, rebolando contra o rosto masculino em busca de mais contato, de, enfim, ser saciada. 
Observou quando Esteban se afastou apenas para que pudesse envolver um dos próprios dígitos com a saliva, levando-o até o buraquinho que piscava para ele, pensou em como o seu gosto ficava ótimo na ponta da língua dele, mas essas eram palavras que você jamais ouviria. Rodeando o canal estreito, o argentino te encarava intensamente, assistindo todas as suas reações para os estímulos, sem desviar nem mesmo quando o dedo passou a deslizar por entre as paredes, sentindo o pau pulsar ao te ver tão tontinha daquele jeito.
Um filete de saliva escapava do cantinho dos lábios, as bochechas estavam coradas e o peito subia e descia, ofegante. Ouviu quando ele rosnou, ainda que baixo, ao sentir o quão apertada você era, imaginando como seria a sensação quando ele te enchesse. Embora os dedos fossem largos, não se comparavam ao estrago que o pau dele faria. Então, Esteban te preparava, mamava o clitóris inchadinho enquanto o dedo ia e vinha na buceta ensopada. 
– Tão bom… – O chiado escapou dos seus lábios sem que você sequer percebesse. – Esteban… – O chamado saiu quando um outro dedo deslizou pelo seu interior, te fazendo contrair violentamente. – Você…
– Tsc. Será que você tem uma bucetinha tão carente assim que só um pouco de atenção é o suficiente para te deixar com essa cabecinha vazia? 
Um polegar agora fazia movimentos circulares contra a região sensível, fazendo você se molhar ainda mais para o homem, sendo alargada agora por três dígitos. Os movimentos te entorpeciam, faziam os dedinhos do pé contorcerem e os quadris perderem o controle, empurrando-se contra o punho alheio. 
– Você está se fodendo na minha mão, boneca. – Não era uma pergunta. Esteban estava constatando em voz alta somente para te humilhar mais um tanto. – Mas acho que eu deveria esperar isso vindo de uma virgenzinha feito você… – Ele queria te chamar atenção, perguntar onde estava aquela atitude boçal de sempre, mas o jeitinho patético que você ficava desesperada por pica o distraía completamente dos seus objetivos.
A formigação no seu ventre indicava que um orgasmo estava próximo, te arrancando suspiros em deleite, sem se importar com o barulho que fazia ao chamar o nome do argentino como em uma prece devotada. Com os lábios entreabertos e o cenho franzido, você gozou no que parecia ser o momento de maior euforia da sua vida, sentindo todo o corpo arrepiar e estremecer. Se sentia tão leve quanto uma pena, poderia se considerar vitoriosa naquele momento, havia conseguido o que queria de Esteban e agora poderia seguir em frente para a sua nova obsessão do momento.
No entanto, pareceu congelar no lugar ao abrir os olhos e vê-lo envolvendo o caralho duro com uma das mãos, enquanto a outra desfazia o nó da gravata, deixando-a de qualquer jeito no tronco. Seu olhar queimava na extensão, a pontinha rosada estava coberta em pré-gozo, que Esteban espalhava até a base, o interior pulsou novamente, se sentindo abandonado de repente. Você queria mais. Queria sentir tudo aquilo te enchendo, te tomando.
O argentino se aproximava lentamente, se colocou entre as suas pernas, envolvendo-as ao redor do próprio corpo, te fazendo sentir a dureza contra o pontinho sensibilizado. Por impulso, você avançou nos lábios dele, mas Esteban não permitiu que o beijo acontecesse, exibiu um sorriso perverso diante da sua fraqueza e acenou em negação. 
– Sem beijos, princesa. – Ele claramente se divertia com aquela situação. – Garotinhas mimadas feito você não merecem beijo. – Mas ele te provocava, falava rente aos seus lábios, permitindo que eles quase se encostassem. – Precisam aprender a ouvir não, você precisa de alguém que te coloque no seu lugar.
Os sexos, por sua vez, estavam em seu contato mais íntimo, pele com pele. Você sentia as veias contra os lábios separadinhos com a fricção, observou quando Esteban cuspiu na própria mão, envolvendo o caralho com a saliva, deixando mais fácil, molhado, sujo, “Mas não se preocupa, não, tá? Eu vou te foder até você aprender direitinho”, ele pontuou quando esfregou a cabecinha na sua entrada, “Relaja…”, te acalmou, se mantendo naquela provocação, “Vai ser boazinha e levar tudo que o papai tem pra te dar, né?”. O apelido fez os seus olhinhos brilharem, o que não passou despercebido por Esteban, notando a sua cabeça acenar freneticamente, necessitada dele como nunca antes.
– Você é tão suja… – Ele te distraía com beijos e mordidas no pescoço. – Ficou animadinha assim porque gostou do que eu disse, foi? Quer me chamar assim, eh?
Retraída, você concordou. As bochechas esquentavam e ganharam um tom ainda mais corado, perdida no próprio prazer, sentiu quando a pontinha foi pressionada no seu interior, soltando um murmúrio doído quando foi, pouco a pouco, preenchida pelo homem. A lentidão era tortuosa, cada centímetro era sentido, de modo que um chiado cheio de manha escapou, tentando se acostumar com a invasão. 
Esteban te acariciava os seios, envolvia os mamilos com a língua, te dando mais estímulos para suportar a ardência. Estava molinha nos braços dele, entregue, os sentidos à flor da pele passeando entre os limites da dor e do prazer. O argentino sussurrava no pé do teu ouvido o quanto você era apertada, mas que era tão boa em recebê-lo, que ele poderia passar horas dentro de ti. Vulnerável também, ele se encontrava entorpecido, dominado pelo tesão. Agarrada ao tronco dele, você suspirou quando as virilhas se encontraram, aliviada. 
– Você é tão grande. – Revelou, apoiando a cabeça no ombro masculino. – Tá me deixando tão…Cheinha. – O tom manhoso era o suficiente para enlouquecer o homem ainda mais, desesperado para se afundar em ti e te deixar cheia não só do pau dele, mas da porra também.
Quando a dor começou a dar lugar para o prazer, seu corpo passou a buscar mais daquele contato, remexendo o quadril lentamente, descobrindo o seu próprio prazer também. 
– Essa é a buceta mais gostosa que eu já comi. – A voz masculina saiu abafada, grogue. – Tá sentindo, né? Como eu te deixo estufadinha de pica. – Riu nasalado contra o teu ouvido, te arrepiando quando deslizou um pouco para fora, somente para entrar em ti de novo. – A princesinha da família levando pau pela primeira vez na vida bem debaixo do nariz de todo mundo.
Esteban passou a repetir os movimentos, entrando e saindo do seu interior, até que os seus chiados ficassem mais e mais necessitados e a sua buceta babasse ainda mais pelo pau dele, pulsando freneticamente. Ele havia te arruinado. Com um único movimento, o argentino meteu em ti de uma vez só, arrancando um gritinho fino dos seus lábios, que logo se transformaram em gemidos e murmúrios desconexos quando o quadril dele ia e vinha com maestria. 
Sua coluna arqueava a cada investida contra o interior apertado, tentando se segurar ao que podia diante da força das estocadas e o impulso que Esteban pegava para que foder do jeito que ele sempre quis. Com a cabecinha áerea, você se viu chamando-o, “papai”, uma, duas, três vezes, ouvindo um grunhindo em resposta, aumentando a intensidade dos movimentos, mais selvagem, sedento. Você o havia arruinado.
O que havia começado como um joguinho de egos, parecia se findar naquele momento. Nos corpos suados que se entrelaçavam, nas palavras sussurradas, nos gemidos que escapavam, nas mãos que se agarravam, no encontro dos desejos. Mas o que vocês possuíam estava longe de terminar, porque embora os caras mais novos não fossem nada iguais a Esteban, ele acaba de perceber que você não era como nenhuma outra mulher também.
Ambos estavam arruinados e condenados um ao outro para sempre.
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creads · 6 months
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⭐️ eu moro no seu pensamento. fem!reader x simón hempe
🪐 minha masterlist
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» cw: smut! por favor só interaja se for +18; exes to lovers; simon!ciumentinho; menção ao consumo de álcool e maconha; masturbação masc e fem; dirty talk; phone sex; linguagem chula; menção a creampie e sexo oral; simon 50% aquariano nato 50% patético e leitora 100% loba (we ❤️ to see it)
» wn: como uma boa loba mineira reconhece a outra, eu adoro a marina sena, então fiz esse smut baseado na música “sonho bom” da diva (não deixem de ouvir a música, por favor! além de ser muito boa, ouvir ela pensando nesse cenário é babilônico, o link está no final da história!). a leitora é o CÃO nessa KKKKKK espero que gostem 🎀🐺⭐️
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Sentado no sofá para assistir o jogo com os amigos, Simón não poderia estar prestando menos atenção na partida de futebol que passa na TV, nem os gritos dos colegas bêbados e afoitos com o time perdendo conseguem distrair o moreno do seu pensamento mais recorrente: você.
Procurando um jeito de te ver todo dia Quero olhar na sua cara, saber da sua vida Se cê tá de boa, como tá sua família?
Faz um mês e meio que você e Simón terminaram, por mais que nenhum dos dois sabe ao certo o que causou o fim da relação. Cortaram o contato completamente, apesar do garoto fazer questão de andar pelos caminhos mais longos da faculdade só para te olhar: quer ver se você parece estar bem, com quem você conversa, o que você está vestindo.
Quero saber se você pensa em mim Eu tô pensando em você
Se nos momentos de sobriedade você já não sai da cabeça de Simón, quem dirá depois de um dia inteiro de bebedeira em um churrasco na casa do amigo. Após muitas cervejas, ele pensa que há alguns meses atrás começava e terminava o dia ao seu lado: a manhã era repleta de chamegos antes de levantarem para a faculdade; a noite o quarto era preenchido pelos seus gemidos, pelo barulho da pele com a pele e sons molhados dele metendo em você. E agora, nada.
É minha sina, não precisa falar nada Só cruza o olhar no meu de vez em quando E eu sei do que se trata É uma vontade que não passa Eu penso em você, você pensa em mim Mas ninguém fala nada
Não é como se o problema fosse a falta de sexo, muito pelo contrário, dia sim e dia não Simón leva uma menina nova para a cama, mas não adianta, nenhuma é você. Ele insiste no erro porque ainda tem esperanças de encontrar outra que consiga te substituir, mas nada: se entregam completamente pra ele, só conseguem gemer ao ouvir as coisas que ele fala, perdem a postura. Simón sente falta do seu jeitinho provocante: você rebate as coisas que ele te diz, joga tão sujo quanto ele, se faz de difícil. Ele sente falta da conquista, da tensão, de você.
E nessa guerra fria, eu doida pra ficar pelada E eu chego, pouca roupa Muita pele, você não aguenta E dá um confere, eu sei que te agrada Tudo na calada, mas eu tô ligada
Cansado de pensar tanto, Simón se levanta do sofá e vai pro banheiro, nem fala nada com os amigos, os mesmos que não cansam de zoar quando ele fecha a cara ao te ver conversando com outro cara na faculdade. Ainda mais usando aquela saia que deixava suas coxas evidentes, as mesmas coxas que ele já tanto beijou, mordeu, apalpou, lambeu… Mas, agora, o que ele pode fazer é ir se aliviar no banheiro do único jeito que sabe.
Ele se sente muito sujo, sabe que deveria ter apagado esse áudio. Na verdade, ele nem se lembrava da existência dele, descobriu sem querer um dia que estava com saudade de você e foi ler as conversas antigas, até que se deparou com uma mina de ouro: uma mensagem de voz sua daquela vez que ele viajou com os pais, com a vozinha de sono ainda, dizia: "Amor, eu acabei de ter um sonho bom com você... Tava me chupando do jeito que só 'cê sabe, tão gostoso... Depois me botou pra sentar enquanto dava tapa na minha bunda... Olha só o estado que você me deixou, filho da puta." Seguido de um barulhinho molhado, que para ele era indistinguível: eram seus dedos passeando pela sua buceta, encharcada só de ter sonhado com ele. O áudio continua com você gemendo baixinho e falando tudo que falava no ouvido do moreno quando estavam juntos. Desde que encontrou essa mensagem antiga, nunca precisou mais ver nenhum pornô, prefere bater uma ouvindo sua voz doce falar coisas tão sujas.
É um ritual que se desenrola muito rápido, dá play no áudio e imediatamente está com o pau nas mãos, fazendo movimentos de vai e vem rápidos. O banheiro pequeno começa a ficar abafado, é torturante te ouvir falando aquelas coisas e não ser a sua mão em volta dele. Tonto de tesão, fica muito decepcionado quando o áudio é interrompido, e desesperado ao perceber que acidentalmente apertou na miniatura do telefone. Te ligou sem querer, merda. Desliga na velocidade da luz, torcendo para que você não tenha nem recebido a ligação.
Aquele dia você me ligou do nada Disse que foi sem querer Mas tava lendo as conversa antiga e achando graça Só me manda: Oi, que passa Só me manda: Oi, que passa
"NÃO MANDAR MENSAGEM está te ligando". Simón lê na tela brilhosa do telefone, não deu nem tempo de se recompor - nem broxar, que situação horrível. Esse é o nome que os amigos dele colocaram no seu contato, e ele deixou isso mesmo, era orgulhoso demais para ir atrás. Mas agora não tinha como não atender, era melhor responder e fingir que está tudo bem.
Atende e quase derrete quando ouve "Tava lendo conversa antiga, Simón?". Merda. A verdade é que você também não estava sóbria, tinha fumado um sozinha e a maconha bateu diretamente pra sua buceta: ficou com saudade dele. Mas ele não precisava saber disso. De qualquer forma, não ia perder a oportunidade de falar com o ex, afinal, ele que te procurou, né?
— 'Cê é bem metidinha, né? Tava procurando resumo de matéria e te liguei sem querer, só isso. — Tenta manter a marra, novamente: era orgulhoso. Mas a voz dele saiu em um tom você conhecia muito bem, era um tom que ele usava pra disfarçar o desespero e o tesão.
— Você? Querendo resumo de matéria? Num sábado à noite? — Você diz, convencida, sabia exatamente qual conversa antiga ele estava lendo, se lembra muito bem de ter gravado esse áudio, e conhecia Simón como a palma da sua mão: sabia exatamente o que ele ia fazer com aquela mensagem de voz. Nunca se preocupou dele mostrar para ninguém, ele era ciumento demais pra cogitar fazer isso.
— Não importa, o que você tá fazendo? — Ele mesmo reconhece que a desculpa foi muito esparramada, mas finge naturalidade, tenta mudar o assunto.
Respira fundo com o jeito do menino. — Tô vendo um filme. —
— Tá gostando?
— Não, tô entediada.
Silêncio.
— Saudade de ver filme com você. — A frase saiu da boca de Simon, não sabia se era por causa das cervejas ou do pau latejando na mão dele. Antes que pudesse se arrepender, pensou: já liguei mesmo, agora foda-se, “se tá no inferno, abraça o capeta”.
— É por isso que ‘cê me ligou, Simón? Pra falar que tá com saudade de mim?
— Não falei que tô com saudade de você, burrinha. Tô falando que tô com saudade de ver filme com você.
— Burrinho é você, eu sei muito bem o que eu tô falando. A gente fazia tudo menos ver filme.
— Não tenho culpa se essa buceta sua é tão gostosa. — Ele diz, e não liga pro fato de parecer um tarado quando fala isso, não se contenta de tanta saudade que estava da sua língua afiada; da sua língua no geral, a que lambia o pescoço dele enquanto se beijavam e responsável pela melhor mamada que ele já recebeu. Involuntariamente, aperta o membro que estava na mão dele, desesperado por qualquer tipo de estímulo.
Eu vou resolver essa tua cara amarrada Só me manda: Oi, que passa Só falar que quer, que passa
— ‘Cê acha que eu não sei disso, Simón? Eu te vejo me olhando na faculdade com cara de cachorrinho abandonado. E agora me ligando com esse papinho de que minha buceta é gostosa... Tá querendo me comer e não sabe pedir. — Você diz, sabendo muito bem o que seu tom causa nele.
— Porra... — O garoto diz com um suspiro e volta a se masturbar, com movimentos de vai e vem rápidos. Ele já entende que você entendeu, e não tem a intenção de se segurar.
— E assim, eu achei que ‘cê fosse mais espertinho e conseguisse perceber que eu também sinto saudade. Mas não… Fica de orgulhinho e aí tem que bater uma pensando em mim. É isso que você tá fazendo né? Eu te conheço muito bem.
Eu vou te falar exatamente o que te falta Tá faltando minha sentada Eu acabo com a sua marra
— E é uma pena, sabe? Vai desperdiçar essa porra toda quando podia guardar ela dentro de mim.
— Continua falando. — Ele diz, ofegante, sabe que não vai durar mais muito tempo, mas não quer correr o risco de ficar sem ouvir sua voz enquanto ele se alivia.
— Pede com jeitinho — Você dizia, provocante, adora infernizar a vida desse moleque. Não é de ferro, o que acontece do outro lado te excita, e muito, então desce com a mão até a sua buceta, tão necessitada do garoto que geme para você no telefone.
— Por favor, não para de falar… Por favor, não para… — Ele te responde, praticamente suplicando.
— É? E o que você quer que eu fale? Hm? Quer que eu fale que eu tô doida pra sentar em você? Que só isso vai resolver essa marra sua? Ou que eu queria que você jogasse tudinho dentro de mim? Mas, como ‘cê é orgulhoso demais, eu tô tendo que me dedar aqui no sofá… O mesmo sofá que você me colocava pra mamar a noite toda. É isso que você quer ouvir, Simón? — Coloca tudo pra fora, faz questão de falar devagarinho, pra combinar com o ritmo que faz círculos no seu clitóris e pra torturar o garoto, só mais um pouquinho. Não tem pressa nenhuma porque sabe exatamente como a noite vai terminar.
— Você é uma cachorra, meu Deus... — Ouve Simón te xingar, quase incoerente. Logo depois escuta um gemido misturado com grunhidos, depois, uma respiração pesada, ofegante. Sabe que ele terminou, o barulho da torneira sendo aberta pra ele limpar a mão só confirma sua teoria.
— Você gozou? — Ele te pergunta enquanto sobe a cueca e a calça com pressa.
— Ainda não…
— Então para o que você tá fazendo, tô indo pra aí agora.
— Então vem rápido, gatinho. Não vou te esperar a noite inteira não.
Parece que tudo indica pra essa direção Parece que eu gosto quando aparece No meu sonho bom Você tá na mesma situação Já acorda com o meu nome martelando na sua mente É uma maldição.
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cherryblogss · 29 days
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tirei um 9 em física (milagre 🙏🎉🎉) e acho que mereço migalhas de kuku sendo timido e safado e tarado em peitos ein ein ein 🫦🫦
parabéns mor👏🏻 realmente física é um bagulho doido (mas eu gosto mt)😔 a minha física no ensino médio era biologia pqp sempre tirava nota baixa msm me matando de estudar
aqui vou deixar migalhas de um tópico que eu tô pensando muito esses dias: esteban novinho👏🏻
Esteban!nerd que desde que começaram a estudar juntos no ensino médio ele nutre uma paixonite enorme por ti. No início, era mais uma fantasia e uma atração por ti, só que com o tempo passou a se sentir arrepios quando te via ou escutava sua voz, só de pensar na sua pessoa já ficava nervoso com o coração palpitando erroneamente.
Esteban!nerd que passa 4 anos em silêncio, te observando de longe, guardando cada momentinho raro que você interagiu com ele. As vezes você ria do que ele falava ou ficava admirada com a inteligência do loirinho na hora de falar na frente da turma, já que apesar de ser extremamente tímido era super eloquente quando falava de um assunto que entendia. Tudo muda quando ambos começam a estudar no mesmo bloco na universidade, Kuku ficou todo vermelhinho quando vc o reconheceu e ficou ainda mais afobado quando vc insinuou que queria conversar mais ainda com ele. Podia jurar que seus olhos tinham um duplo sentido na parte que falou sobre manter mais contato.
Esteban!nerd que chegou em casa nesse dia quase gozando na cueca por causa da sua roupa e cheiro do seu perfume. Punhetava o pau rosado e comprido enquanto lembrava dos seus peitos quase saltando da regata e as suas pernas expostas pelo short que ia até a metade das suas coxas. Coxas que ele sonhava em se enfiar no meio e chupar sua bucetinha até a boca ficar dormente. Morria de vergonha, mas as vezes assistia pornô pra aprender e fantasiar como seria te mamar gostoso. Na hora que ele goza só se lembra do seu decote e imagina suja-los de porra para depois te pedir para engolir e esfregar o esperma quentinho.
Esteban!nerd que quando vc o pede ajuda com aulas de uma matéria e professor em comum, fica ansioso depois de aceitar, ainda mais quando vc o convida para ir na sua casa estudar. É torturante ficar do seu lado enquanto vc ficava toda bonitinha e fofa estudando e conversando com ele como se fossem amigos há anos, sendo que até uns meses atrás vc só tinha falado com ele umas 5 vezes. Era apaixonante como vc era linda, inteligente, gentil. engraçada e até esquentadinha. As vezes ter todas essas qualidades o fazia te odiar por faze-lo sentir tantos sentimentos intensos desde a primeira vez que te viu.
Esteban!nerd que congela na hora que sua mãozinha descansa na coxa magrela dele, acariciando de cima para baixo enquanto falava com um biquinho que já estava cansadinha depois de uma tarde inteira estudando. Por mais que fique sem reação com seus avanços óbvios, ele só coloca o moletom por cima da ereção que crescia cada vez mais nos jeans. Um sorriso malicioso cresce em seus lábios, chegando mais perto dele para deixar beijinhos no pescoço pálido do garoto que se tremia só de sentir seus lábios na pele dele. "que foi, kuku? não quer se divertir um pouco comigo?" pergunta dengosa na hora que chupa o lóbulo da orelha dele. "eu sei que vc fica todo desesperado quando eu toco em ti." fala pegando uma das mãos grandes e colocando na sua cintura. Você nem fazia nada demais e ele já gemia ofegante com os olhos fechados, apertando sua cintura tentando se controlar na medida que seus beijos viravam chupões. "Pode me tocar, Esteban, quero sentir suas mãos em mim." Você mal termina a frase e as mãos do esteban sobem para apalpar seus peitos com vontade. Ele aperta e massageia de todas as maneiras, grunhindo ao sentir a carne macia msm por cima da roupa. Depois de um tempo, você afasta ele que choraminga tristonho e abaixa a parte da frente do seu vestido, movendo uma mão para segurar os cabelos loiros e direcionar o rostinho ao seu busto. "Aqui, bebê." Fala em um tom de voz convecido na hora que a boca dele chega perto dos seus biquinhos tesos, Kuku não perde tempo, logo começando a sugar e mordiscar toda a pele sensível. Ele gemia e massageava o próprio pau por cima da roupa com a sensação deliciosa dos seus peitinhos na boca dele. Você não aguentava mais o pulsar no seu pontinho, logo puxando-o agora para beijar os lábios finos ferosmente, ambos emitiam suspiros enquanto inclinavam a cabeça para se beijarem mais profundamente.
Impaciente, você se levanta ainda beijando o mais alto, encaminhando vocês dois para a sua cama com os lençóis rosa e lilás, tudo era tão pecaminoso e erótico com a imagem daquele homem alto e forte deitadinho de lado contigo na medida que se beijava calorosamente. Esteban ousava mais, tocando sua bunda e puxando seus cabelos toda vez que sua língua massageava a dele. "E-eu não vou aguentar mais, amor." Ele fala com o rosto vermelho e as pupilas dilatadas, te admirando e com medo de talvez vc não o querer mais. "Tudo bem, gatinho, a gente pode fazer isso devagarinho." Fala se deitando e ele te seguia hipnotizado, se deitando em cima de ti voltando a te beijar. Esteban nunca tinha beijado alguém e sabia que sempre seria só vc, era viciante seu gosto e a forma gostosa que sua boca acariciava a dele, o nariz grande ficava pressionado na sua bochecha enquanto ele imitava tudo o que vc fazia com os lábios. Mesmo sem experiência, Kuku aprendia rápido e sabia seguir os próprios instintos, te deixando afetadinha com o pouco que estavam fazendo.
No momento que ele sente o seu peito esmagado no peitoral dele junto com seus biquinhos duros, Esteban abaixa as calças e lavanta mais sua saia, gemendo sofrido quando vê a sua calcinha minúscula toda encharcada no meio. Satisfazendo o desejo de te tocar que ele tinha há anos, Esteban massageia sua intimidade por cima do tecido rendado, grunhindo ao sentir o calor e a sensação melecada. Volta a descer beijos para dar mais atenção ao seu peito que subia e descia com a respiração entrecortada por conta da massagem dos dedos grandes na sua bucetinha carente. Pedia por mais, queria os dedos grandes brincando com a sua bct, oq kuku obedece na hora, afastando a calcinha pro lado e revirando os olhos ao dedilhar a pele macia e molhadinha, o pau pulsava nas calças ao comparar o tamanho pequenino da sua entradinha com os dedos gigantes dele. Por isso, leva os dedos até os próprios lábios, chupando-os e voltando a tocar sua fendinha. Os dedos longos te pentraram lentamente, saboreando o interior quentinho e estreito. Esteban nem conseguia focar em mais nada, só babava no seu peito enquanto gemia como sua buceta era apertada e gostosinha, toda esticadinha nos dedos dele.
Depois de te dar o primeiro orgasmo, Kuku se torna insaciável, abaixa rapidamente as calças junto com a cueca, em seguida, pincela a glande na sua intimidade, dando batidinhas no seu pontinho inchado. Você arregala os olhos quando vê o tamanho avantajado do membro, com certeza te deixaria toda arromadinha oq vc não podia esperar. Esteban abre suas pernas ao máximo que sua flexibilidade e a força dele permitia, mantém os olhos fixos na sua buceta engolindo cada centímetros do pau comprido e grossinho, seu buraquinho piscava enquanto miados manhosos saiam da sua garganta. Quando enfia tudinho, esteban lentamente começa a estocar encontrsndo um ritmo bom para os dois. Conforme ele acelerava e atingia seu ponto g com a pica grandinha, você descia uma mão para apertar a bunda dele e empurra-lo mais para dentro msm com ele te preenchendo por inteiro, quando sua mão o tocava esteban ria baixinho te chamando de princesinha gulosa e safada. O meio das suas pernas já estava totalmente melecado com pré-gozo e sua lubrificação. Tudo era super estimulante, mas nada fazia as bolas dele se contraírem mais do que os seus peitos saltando junto com os impulsos dos quadris dele. Esteban não se segura e deita por completo em cima de ti, te esmagando com o corpo alto e maior. Os lábios dele se fecham ao redor de um dos seus mamilos, sugando e gemendo a cada aperto da sua buceta no pau dele.
off ele assim a qualquer momento do dia 👇🏻
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