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tdetebeo · 2 years
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Este fue el momento que encumbró a la creación de Kirkman como el tebeo de superhéroes, de tirada regular, más importante de lo que va de siglo, en mi humilde opinión.
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Invincible S01E08 | “Where I Really Come From”
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tdetebeo · 2 years
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«Born Again», Frank Miller & David Mazzucchelli
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tdetebeo · 2 years
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«The Batman»: jóvenes iracundos
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Desde que se anunció el fichaje de Pattinson como nuevo Batman, un servidor estaba ilusionado y esperanzado por la llegada de la nueva cinematográfica del mejor personaje de tebeo que existe. La de Robert es una historia, como actor, de superación: ha pasado de los corazones de las quinceañeras a los de los treinteañeros comiquéros; ha ido a más. Uno de esos corazones es, por supuesto, el mío. No me escondo: estoy buscando fotos del actor conforme terminó la película.
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Porque Robert Pattison es Bruce Wayne. Sin duda afirmo esto. Un Bruce joven, eso sí, y también muy dolido aún. Roto, incluso. Su lucha interior es tremenda, hasta el punto que nos muestra un héroe sin el equilibrio frío que acostumbra. Es el Batman de Año Uno, de Miller y Mazzucchelli, mi dúo creativo favorito de todos los tiempos y la historieta del murciélago que siempre recomiendo leer. De sus viñetas extraen el énfasis del joven por rescatar a una ciudad sumida en la oscuridad, la torpeza con la que éste aún ejecuta sus acciones, su falta de paciencia, su uso desmedido de violencia o la piel negra de Catwoman.
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De hecho, una de las frases más contundentes y evocadoras de la película se dicen al inicio de la misma: «Soy la venganza». No es propia de él. Al menos, de su él adulto. Tampoco lo son Nirvana; ni descuidar los negocios familiares, ni la imagen pública, ni su filantropia, pues el apellido lo es todo y su lustre un imperativo. Lo dicho: desequilibrio propio de la herida y la edad. Un joven superado.
El otro gran personaje de la película es, sin absoluta duda, Enigma. Una versión del mismo sin parangón hasta el momento. Sacado de una película de Fincher, aparece para sembrar auténtico terror en el espectador no por cruel ni monstruoso, sino por real. ¿En qué sentido? En qué, como Batman, es alguien común guiado, únicamente, por el resentimiento y la determinación. Es, también él, la venganza; es, de alguna forma, su hermano, pero aún su reverso.
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Dejadme hacer un breve inciso aquí para dar las gracias a la política publicitaria de la película para omitir al intérprete del personaje. Cuando lo vi, la sorpresa fue mayúscula y sólo pude pensar que era el idóneo. Enigma es él, sólo puede ser él. Icónico.
Luego están los personajes secundarios. Un montón. Demasiados. Quien mucho abarca, poco aprieta. Uno de los grandes fallos del guión es, precisamente, ese: el baile de nombres. Pero se perdona porque por primera vez se ha querido hacer una peli de Detective Cómics en vez de serie regular. De seguir así, sería genial que se centrasen en una perspectiva Gotham Central.
El que pienso es el otro error de guión, muchísimo más grande, es haber basado el mayor peso de la historia en tebeos de Loeb. Y es que El largo Halloween y Si vas a Roma… tienen demasiado protagonismo para ser, como son, historias menores. Eso alarga la película, a la que le sobra la última media hora y casi todo lo que en ella pasa — incluyendo la imperdonable e innecesaria humillación al personaje del villano principal —. Demasiada mafia, que es algo vulgar, y ya la clásica manía persecutoria del guionista contra los ancestros de Bruce.
Ante un asterisco tan grande como este, he dejado a la tercera estrella para el final para convencer a todo el mundo de que ir al cine es algo que agradecerán: Matt Reeves. Asombrosa su Gotham, quizás la mejor; asombrosa la voz narrativa de Bruce, como perfectos bocadillos de pensamiento; asombrosa la banda sonora, perfectamente acoplada a la imagen. Pero, por encima de todo, perfecto tratamiento de la luz, un auténtico espectáculo.
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La película es un viaje asombroso por una ciudad oscura, pero también un periplo que acomete el héroe por sí mismo cuando se ve expuesto a tanta perdición. Batman tendrá que comprender que la venganza, la ira, el camino que escogen los demás (Catwoman, Enigma…), no es suficiente si se quiere salvar Gotham, el legado por el que dieron la vida sus padres. Él va a tener que dar algo más, mucho más: va a tener que madurar.
Deseando que llegue la segunda entrega.
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tdetebeo · 2 years
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Está esto repleto de chicas escribiendo fantasías eróticas con Batman y creo que son las mismas que las escribían con Edward Cullen.
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tdetebeo · 3 years
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«Superman: arriba, en el cielo»: el eterno dilema
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Superman es, posiblemente, el superhéroe más difícil de guionizar de todos. Su rigidez no tiene tanto que ver con cuestiones de carisma ni posibilidades, que de ambas tiene a raudales, como con de la pericia que se le exige al guionista. Y es que narrar una buena historia de Superman es muy complicado, principalmente, porque su poder es cuasi ilimitado, divino. 
Es por eso que la galería de villanos de Superman es, junto a la de Batman, la mejor: está a su altura. Darkside. Brainiac, Bizarro, Mongul y, por encima de todos, Lex Luthor, que merecería un artículo entero a su figura -y que, si Dios quiere, lo tendrá-, son villanos de potencial cósmico y maldad ilimitada. 
Sin embargo, ya digo, todo esto puede jugar en contra del escritor. Son conceptos muy grandes, difíciles de abarcar y que requieren de una inventiva enorme. Es como un universo Lantern destinado a un solo sujeto. Por todo ello, para no caer en un arco argumental prototipo, el secreto, pienso, está en humanizarlo: Kal-El reducido no por un poder mayor que el suyo o por kryptonita, sino por unas circunstancias que, por motivos de cualquier índole, le superan. Esto es exactamente lo que encontramos en «Arriba, en el cielo»: una tesitura donde Clark se ve desbordado por lo que la elección le supone. 
Una fuerza oscura y desconocida ataca a un grupo de huérfanas y secuestra a una de ellas, llevándola consigo a la profundidad del espacio exterior. Allí, en la inconmensurable inmensidad, se pierde su rastro. He aquí la disyuntiva: ¿partir en su imposible búsqueda y dejar desvalida la Tierra u olvidar una pequeña vida a la que nadie llorará por el bien común? No debe ser fácil cargar con la responsabilidad de una vida sobre tus hombros, menos la de todo un planeta. Nadie en su sano juicio elegiría libremente ser Superman, por eso admirarlo es tan sencillo. 
En ese estado de conmoción, Superman debe escoger qué hacer de forma sabia. Aunque sabe qué es lo correcto, busca excusas, piensa, pide ayuda. Es entonces cuando Tom King nos explica, en muy pocas viñetas y menos bocadillos aún, la importancia de «Pa» en la vida espiritual de nuestro héroe. A partir de ese momento, empezará una historia de resiliencia más que de fuerza bruta, de esperanza más que de probabilidad real y de fe más que de ciencia empírica. 
No es Superman por saber qué es lo correcto, lo es por hacerlo. Porque la eterna disyuntiva es la que forja al héroe y es igual para todos, nosotros incluidos. 
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tdetebeo · 3 years
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LOS INVISIBLES: ENTROPÍA O BARBARIE
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Jamás olvidaré la primera vez que oí acerca de Los Invisibles. Fue en una plácida noche de verano, tras un chapuzón y rodeado de amigos con los que tenía una amena conversación. Ésta, la conversación, versaba sobre Matrix y su impacto cultural, revolucionario, pero también sobre su génesis. En ese momento, un amigo enumeró las que consideraba las tres grandes influencias de la cinta: Ghost in the Shell, Dark City y Los Invisibles. La película de los entonces hermanos Wachowski no salió de la nada y podríamos decir que del archiconocido anime sacó el concepto de guerra cibernética, de la segunda la oscuridad estética y de la tercera influencia, el cómic de Vértigo, lo más importante: el mapa argumental. 
Grant Morrison imagina un universo solapado a otra realidad, de donde proceden entes malignos que manipulan el espacio tiempo a su antojo y tratan, con éxito, de corromper a la humanidad para sus pérfidos designios. Es interesante ver cómo en las historias de hoy se trata de dar una justificación al villano para construir así, dicen, personajes más profundos, tridimensionales, más reales. El reto aquí es mayor, porque hablamos del Mal en sí, de entes de trascendencia cósmica cuya percepción de las cosas puede que, a priori, se nos pueda escapar. Pero Morrison es inteligente y sabe que, en el fondo, no es tan complicado; los deseos de los falsos dioses siempre son los mismos: adoración y sumisión. Por el camino, la mezcla psicotrópica que sólo la mente escocesa puede dilucidar: violaciones de la realidad y la cronología, organizaciones diabólicas que luchan por la homogeneización del ser humano para reducirlo a masa informe, una juventud iracunda y contracultural y, por supuesto, el grupo subversivo que trata de derrocar absolutamente todo y a todos: a los malos, por malos, y a los humanos, por no ser todo lo virtuosos que, a su parecer, deberían. Porque, al final, con Morrison todo se reduce a una idea tan simple como loca: entropía o barbarie.
Como explicaba al principio, mi encuentro con King Mob  y su troupe fue pretérito, en mi adolescencia. Su lectura me voló la cabeza y se convirtió pronto en mi tebeo favorito pese a los pesares, que los tiene. Ahora, ya en mi madurez, he acudido a él con escepticismo, pero... He salido congraciado. Los Invisibles aguantan el pulso del tiempo porque hoy tienen mucha más vigencia de la que tuvieron a finales de los 80. Nuestra era es mucho más asfixiante ahora: políticas constrictoras, multinacionales voraces en los ámbitos personales de la población, lucha por el pulso vital del planeta (pero no de la forma que la mayoría bienpensante cree), destrucción del núcleo familiar, etc. En resumidas cuentas: la vorágine que nos ciega a través de su fulgor y no nos permite ver con claridad. Es por eso que si quieres adentrarte en este cómic, debes atravesar un umbral en forma de compromiso primero; aceptar el cambio permanente. Escoge con libertad, pero a sabiendas.
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Abre los ojos. Aprende a ver las cosas como realmente son. Sé Invisible.
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tdetebeo · 3 years
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El exabrupto
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Una de las muchas cosas malas que tiene ser futbolero es cuán indignado puede uno llegar a estar con los premios. Todos recordamos el flagrante caso del Balón de Oro a Owen por delante de Raúl. Los premios son así: a veces pueden parecernos injustos y otras directamente atropellos. No obstante, en ocasiones, las que menos en un país de ánimo volátil como lo es España, podemos estar de acuerdo con el galardón y verlo como un acierto. 
En los últimos días, en el pequeño sector del internet patrio que ocupa la industria del cómic, se ha producido un estallido en los ánimos de sus miembros que se ha traducido en una lucha beligerante por posicionarse en un bando u otro. El motivo no es otro que la decisión del jurado de este año de otorgar el Gran Premio del Cómic Barcelona a Antonio Martín, reputado teórico, divulgador y editor de tebeos, mas no autor. 
Inmediatamente, como respuesta a lo que muchos han visto una afrenta, un bloque de dibujantes se ha posicionado en contra alegando, con razón, que las bases del premio exigen que éste se conceda a un creador. En el bando contrario, conformados por otros tantos dibujantes pero sobre todo por el jurado, se han posicionado, con cierta razón también a mi humilde parecer, aquellos que alegan que eso es un tecnicismo y que Martín tiene una dilata vida profesional vinculada al tebeo y que ha hecho mucho más por éste que muchos (-ísimos) de los firmantes ofendidos. 
Y es que, ¿cuántos de los aficionados al balompié estábamos del lado de Raúl? La historia, para colmo, nos dio la razón. 
Disentir no sólo es natural, es sano y legítimo. Sin embargo, hay que mantener las formas. Más, si cabe, cuando eres adulto. Porque el texto escrito por los contrariados es, tanto a nivel formal (y formala) como intelectual, bastante bochornoso. Se llega, incluso, a esgrimir un argumento bastante peregrino para que no se le premie y que atañe al ámbito estrictamente personal. Se está llevando a cabo una cacería contra un individuo que no tiene ni voz ni voto en el premio. Lo que sí aplaudo de la rebelión es la valentía de abandonar la aspiración al premio en futuras entregas. Todos conocemos por su firma a los abanderados.
La mayoría sabemos que en los premios ha habido, hay y habrá tejemanejes. Forma parte de la condición humana. Ahí están los premios literarios para los despistados. Yo, sin ir más lejos, soy de los que piensa que en este país se ha premiado a gente que no lo merecía. Pero también tengo claro en esta ocasión que si hoy hablamos de industria, que no es una palabra baladí para todos aquellos que coméis del medio, es por gente como el galardonado. Si se quiere seguir prosperando y reducir la precariedad de las historietas, se debe crear comunidad por medio no del pensamiento único, pero sí del respeto. Es vital. Por eso, hay que tratar de tener voz para hablar y no para vociferar tamaño exabrupto. 
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tdetebeo · 3 years
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Jupiter's Legacy: los nuevos tiempos
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Se afirma que el tebeo que lo cambió todo en el género superheroico fue Watchmen, de Moore y Gibbons, con rotunda unanimidad. Bien es cierto: trajo consigo la oscuridad, los dilemas y la violencia a un espacio que, hasta el momento, se mostraba más bien maniqueo e ingenuo. De hecho, hay una frase de Frank Miller que me gusta sacar a colación al respecto y que cito, ahora, de memoria: “Moore mató al superhéroe, yo sólo estoy haciendo la autopsia”.
Tras la obra del hechicero inglés, se repitió en no pocas ocasiones, y con resultados desiguales, su premisa base en distintas franquicias: ante los aires del cambio, ¿qué camino debe escoger el superhéroe? ¿Debe el código moral que les sirvió en el pasado ser el mismo para un futuro que les arrolla o deben adaptarse a una nueva realidad, mucho peor? ¿Deben involucrarse activamente en el devenir del mundo? No es una tesitura fácil. El futuro no implica avance y la toma precipitada de la decisión incorrecta puede llevar a la decadencia en una espiral de destrucción.
Jupiter’s Legacy es la adaptación que Netflix ha hecho del cómic homónimo de Mark Millar y Frank Quitely (Editorial Panini). Yo no he podido leer el tebeo pese a que Quitely es mi dibujante “joven” favorito (para mí, el mejor de su generación), así que esta reseña se va a ceñir estrictamente al primer capítulo de la serie. En éste, Millar nos trae una novedad para pivotar alrededor de la base monolítica de la trama: la familia. Esto es interesantísimo, porque el cambio moral se manifiesta por medio de otro generacional de una forma muy natural: el mundo de los hijos ya no es el mundo que fue el de los padres. No hay estridencias ni añadidos con calzador en esto. Hay que pensar que Millar no es nuevo, él ya ha estado a los mandos de dos cómics así antes, The Authority y The Ultimates, por lo que sabe qué zonas le quedan por explorar. Es muy sorprendente ver cómo los hijos crecen bajo la sombra del deber y lo intachable y cómo, a su vez, se quiebran como ramitas secas por el peso de lo imposible: la losa del “ideal” y de un “código”, a priori, obsoleto.
En resumidas cuentas, Jupiter’s Legacy es la historia de la familia más poderosa de la Tierra, que se conforma por dos mundos: el antiguo, forjado y sólido, representado en unos padres, y el actual, en descomposición y líquido, que se manifiesta en unos hijos hundidos; es la historia del vértigo que puede sufrir el héroe en la tesitura de elegir entre el cinismo y lo difícil.
El planteamiento es apasionante, es un terreno proclive, fértil,  para el desarrollo de la trama. Ahora hace falta saber si llegará a buen puerto.¿Lucharán por traer de nuevo el pasado o lo harán por transformar el presente en un futuro mejor? Vamos a ver qué sucede con el legado.
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tdetebeo · 3 years
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Invencible: el cambio de paradigma
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Con la irrupción primero del anime y del manga después, la cultura nipona se introdujo en Occidente desde los 80 como lo haría un elefante en una cacharrería: con mucho, mucho estruendo. Su violencia, su estilo narrativo trepidante, sus tramas tan viscerales en lo emocional y su animación más viva hacían de sus historias, y por consiguiente de su cultura, algo excitante. Eran series repletas de una fuerza nueva, que golpeaban en la mente por medio de la novedad e incidían en el gusto del receptor a través de la necesidad de saber más. Un producto exótico que querías ver de nuevo y que dejaba a lo otro, lo propio, ya habitual, como algo obsoleto.
Hoy Japón goza de una vigencia indiscutible tanto en Europa como en toda América. Los niños ven anime y leen manga, son cosplayers y también aprenden japonés para entender más y mejor toda una idiosincrasia que adoran — creo que sin conocerla al completo—. A tal punto llega la pasión, que foros repletos de traductores desinteresados ejercen cada semana para que los capítulos de sus historias favoritas puedan ser leídos por miles de otakus al mismo tiempo que se publica en el país del sol naciente.
Así han pasado décadas y la generación Dragon Ball le ha dado la mano a la Naruto, pareciendo perpetuar un dominio pese a los esfuerzos americanos por adaptar sus productos y tratar de reconquistar el espacio perdido. Ni que decir tiene que han fracasado… Hasta ahora.
Un poco a favor de los vientos de una Disney que ha sabido reconquistar los corazones de sus viejos lectores y los de sus hijos a través de películas, ha hecho acto de presencia una adaptación de un tebeo que lo cambió todo hace ya más de una década: Invencible (ECC Ediciones). De éste ya hablaremos más adelante, en otro artículo, ahora lo que toca es hacerlo de la ya imprescindible serie de Amazon. ¿Imprescindible? ¿Ya? Sí, ya; porque ha asumido riesgos y ha apostado por lo difícil, que no es otra cosa que volver a la esencia de lo occidental: el debate moral.
Como apuntaba al principio, los autores nipones buscan el paroxismo para establecer rápidamente vínculos afectivos con los aficionados. ¿Cuántas veces no hemos visto sacrificar la vida a héroes por salvar a sus amigos? ¿Cuántas ver al protagonista sacar un poder oculto desatado por el afecto a sus seres queridos o por la pérdida de los mismos en el momento final? Con la edad, es imposible no caer en lo tramposo que es esto. Qué decir de los villanos y su percepción maniquea de la realidad.
Invencible vuelve a poner sobre el tablero las grandes preguntas y, a la vez, las pequeñas cosas que afectan la vida de un joven. Esto hace que el público receptor sea transversal. La última batalla de esta primera temporada, portentosa a todos los niveles, es un claro ejemplo de lo que quiero decir: ¿quién quieres ser? ¿Hasta qué punto importa tu origen? ¿Es legítimo sacrificar la libertad en pos del avance? ¿Cuánto, “en el gran esquema de las cosas”, vale una vida?
Grandes series de animación como Samurai Jack, las sagas de Avatar u Hora de aventuras habían vuelto a hacernos vibrar, pero la última pieza de Kirkman (que ha vuelto a hacerlo) es otra cosa, otra escala mayor: la superheroica.
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