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alejandrafrausto · 25 days
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CAPITULO 3
—¿Lista?
Steven me recibe fuera del restaurante, al menos Holly fue piadosa después de contarle sobre mi golpe en la cabeza y me dejo salir temprano.
—Si, la Sra. Wright estaba de buen humor.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Steven preocupado—, ¿aún te duele la cabeza?
—Como te dije hace apenas veinte minutos por teléfono Steven —suspiro—, estoy bien, me siento bien —meto mis manos a los bolsillos de mi chaqueta—, es la treceava vez que te lo digo en el día.
Empiezo a caminar y Steven me sigue en silencio, de hecho ninguno de los dos dice nada mientras caminamos.
Durante el día estuve pensando sobre cómo termine con un duro golpe en el cráneo, tal vez la idea de que se me cayera el pequeño cactus de mi repisa no era tan descabellada; o tal vez, me caí dando vueltas durante la noche y me golpee en la esquina del pequeño buro a lado de mi cama, no sería la primera vez que pasaba.
También, durante el transcurso de mi jornada laboral, caí en cuenta de que olvide la mayor parte de los acontecimientos del último fin de semana, tengo destellos de lo que paso: Steven y yo estábamos en el pasillo que conecta nuestros departamentos, tuvimos una discusión, de eso estoy segura, de lo que no estoy segura era del por qué discutíamos; en otra secuencia recuerdo pasar todo el domingo acostada, raro en mí, suponiendo que todos los fines de semana, desde que conozco a Steven, solemos salir al cine o al parque o a perdernos por las turísticas calles de Londres.
A partir de ahí todo es borroso y son imágenes sin ningún tipo de contexto, por ejemplo, recuerdo estar sentada con Steven mientras veíamos una película a altas horas de la noche, pero nada más. Ni siquiera recuerdo cuando me quede dormida, supongo que muy entrada la madrugada, porque al día siguiente, Holly casi me despedía por llegar 1 hora tarde.
—Quiero emborracharme.
Suelto sin más mientras caminamos.
—Creo que no es una buena idea tomando en cuenta tu condición, Millie —contesta Steven—. Es probable que tengas una contusión cerebral y estas tomando medicina, el tomar alcohol no debería ser una de tus prioridades en este momento.
Dejamos de avanzar y el me mira, soy consciente de que le estoy haciendo un puchero.
—Por favor —lo jaloneo levemente del brazo en tanto alargo la última “o”—, he tenido una semana difícil —ruego—, lo único que quiero es tomar tequila y perderme en la botella.
Mi puchero se alarga y pongo cara de perrito abandonado para convencerlo.
—Sigue siendo una mala idea —dice reacio a aceptar—.
—Por favor, por favor, por favor, por favor —repito rápidamente y junto mis palmas en forma de súplica—, por favor.
Steven me mira rendido y asiente con la cabeza levemente.
—¿A dónde quieres ir? —Steven pregunta—.
—¿Recuerdas ese bar karaoke al que fuimos hace 2 semanas? —digo con alegría—, donde el dueño casi nos saca a patadas porque no queríamos irnos después de cerrar.
—¿Dónde nos tomaron la foto en el pequeño escenario?
—¡Si!
—Bien —dice finalmente—, pero esta vez nos iremos en cuanto den las 11.
—¡Por supuesto!
—Eres un patán Steven Grant ¿lo sabías?
Suelto y tomo mi octavo shot de la noche, hago una mueca y lamo el limón con sal de la mesa. Si aún queda duda, sí, estoy ebria hasta los cojones.
—Yo no soy un patán —contesta Steven de igual forma alcoholizado—, el verdadero imbécil aquí es el hombre que te dejo plantada, que casi muere en tu departamento y que te hizo ese moretón.
—Ese imbécil —titubeo—, ese hombre, eres tú: Steven Grant.
Bajo mi mirada pero no tardo en regresarla al frente, Steven me observa detenidamente, siempre lo hace, como si yo fuera lo más hermoso que han visto sus ojos, lo sé, porque yo también lo vislumbro de esa manera.
—Steven Grant —continuo con un suspiro—. El vecino tímido de en frente, el lindo hombre británico que tiene un pez con una sola aleta, como Nemo, llamado Gus, y que no sabe alimentar, por cierto, pero que aun así lo quiere como a un hijo; el estúpidamente ser más educado, amable y respetuoso que he conocido en mi vida.
Hago una pausa para soltar un hipo.
—Mi mejor amigo, mi único amigo de hecho. El hombre que me gusta, al que le tome demasiado cariño en tan poco tiempo y sé, que si le llegará a pasar algo, me destrozaría la vida completamente.
—Millie…
—Espera —lo detengo y suelto otro hipo—, todavía no termino. Steven Grant es el hombre que aprendí a amar este último mes, lo amo y lo amaré por siempre —me sirvo otro shot y dejo la botella a un cuarto de llena sobre la mesa—, pero también es el primer y único hombre que me rompió el corazón —mi voz se quiebra—, y lo peor fue que sucedió de un día para otro, no sé qué paso, yo solo…
Bebo el shot de tequila pero esta vez no hago ningún gesto.
—Me sentí tan rota, tan miserable —continuo—, tan patética.
Jugueteo con el vaso en mis manos mientras fijo mi mirada en el portarretratos colgado atrás de Steven, éramos nosotros.
—Pero aquí estamos —sigo—, un día entre semana, un día de trabajo, borrachos hasta el culo hablando de lo horrible y nefasto que eres Steven Grant.
Steven no dice nada y vuelvo mi vista a él, su expresión ha cambiado, a pesar de estar ebrio su semblante no es el mismo que el de hace unos minutos, tiene los ojos vidriosos y, no. Él está llorando.
—¿Steven? —no me mira— lo siento tanto, no quise decirlo así.
Me odio por hacerlo llorar y quiero llorar con él.
—Perdón —tomo su mano—, perdóname en serio, no debí mencionar nada de lo que dije, yo, yo estoy muy pasada de copas en este momento cariño, yo solo, perdóname por favor.
—¿Por qué te disculpas? —no huye de mi agarre—, yo soy el que debería hacerlo, ahora me siento peor.
Luce tan vulnerable y la culpa me carcome, ni siquiera estoy segura de que la mitad de lo que salió de mi boca fuera cierta, así que me levanto y lo rodeo con mis brazos, él me corresponde. A pesar de todo Steven siempre ha sido muy cálido, tanto física como mentalmente, estar en sus brazos se siente correcto, como si estuviera en mi verdadero hogar, en casa.
—¿Sabes qué? —dejo un billete sobre la mesa sin soltarlo—, olvidémoslo, solo regresemos a casa, y haremos como si toda esta mierda nunca hubiera pasado.
«Eres una idiota, Millie», pienso y dejamos el establecimiento.
Estamos fuera de nuestros departamentos, Steven no ha soltado mi mano y yo no he querido hacerlo tampoco, caminamos en silencio todo el camino hacia aquí.
—Millie —dice Steven antes de despedirnos—, siento mucho el haberte tratado como lo hice —lo miro fijamente—, aun cuando no lo recuerde. Lamento mucho el haberte asustado y de tan solo imaginarlo, me horroriza el hecho de que te haya golpeado —acaricia levemente el golpe en mi sien—. Realmente entiendo que te lastimé, que te hice sentir tan mal, entiendo que estes molesta y ofendida, y no te culparía si decidieras ya no querer tener algo conmigo.
—Steven…
—Millie es importante que —busca las palabras adecuadas—, quiero que sepas que —coloca ambas manos sobre mis brazos sin hacerme daño—, que no volverá a suceder, nunca más, no volveré a lastimarte, ni siquiera puedo pensar cómo pude llegar a hacerlo, te lo prometo.
En cuanto termina yo ya estoy segura de mi respuesta: Besarlo.
Mi beso es tímido, muy suave, como el roce de una llovizna, y eso es suficiente para provocar que mi corazón palpite frenéticamente.
Al principio Steven esta atónito, no se mueve ni corresponde el acto, y justo cuando estoy por alejarme, me devuelve hacia él para seguir el beso con urgencia y pasión. Desconozco cuanto tiempo nos hemos estado besando en el pasillo, solo sé que mi espalda esta recargada en la puerta de mi departamento mientras que las manos de Steven se deslizan por mi cuello, apretándome suavemente la garganta con los pulgares para echar mi cabeza más hacia atrás.
Sus manos se deslizan a mis mejillas y se aleja solo para mirarme con su pecho agitado y dice:
—Creo, que mi corazón está a punto de estallar.
Y deseo, más que nunca, no volver a alejarme de él.
—¿Quieres quedarte conmigo esta noche? —alcanzo a decir con voz entrecortada—, no tenemos que hacer nada si no quieres —aclaro—, solo dormir.
—Créeme Millie, en este momento me gustaría hacer muchas cosas indebidas contigo, mi vida —contesta Steven pícaramente, nunca había visto este lado de él y me encanta—, pero no puedo hacerte eso —suelta mis mejillas—, no con la gran cantidad de alcohol que tienes en tu cuerpo.
Hago un puchero y pongo mis manos alrededor de su cuello para volver a acercarlo hacia mí.
—¿Y dormir? —susurro en sus labios.
El niega con la cabeza.
—Yo no puedo dormir Millie, lo sabes.
Su sonambulismo.
—Pero tal vez si yo estoy contigo no te suceda, ¿has intentado que alguien cuide de ti mientras estas dormido?
Steven besa mi mejilla con tranquilidad y dulzura, yo cierro los ojos disfrutándolo.
—Buenas noches, Millie.
Él entra a su departamento dejándome sola en el pasillo, tardo unos segundos en procesar lo que acaba de pasar y finalmente entro al mío.
Es el segundo día consecutivo que me levanto con un dolor de cabeza infernal. Al menos sé que este es a causa de la cruda provocada por los mil tragos de ayer.
—Ash —me quejo tocando mi frente—, que tonta eres Millie.
«Mira que emborracharte un día entre semana, no fue tu mejor idea» pienso, y tomo una almohada para aplastar mi cara con ella y volver a acostarme. Suelto un grito de frustración y dolor; retiro la almohada y veo la hora.
—5 minutos más —digo y cuando estoy por volver a quedarme dormida—. ¡Dios mío! ¡¿Qué hice?! —me enderezo rápidamente. Lanzo las cobijas y empiezo a caminar de un lado a otro nerviosamente por mi habitación—. No puede ser, no puede ser, no puede ser.
—¿En serio paso?—estoy replanteándome qué ocurrió anoche— ¿Lo soñé?
«Imposible, eso se sintió muy real como para que haya sido un sueño» pienso, e inconscientemente toco mis labios. Culmino el pequeño ataque de pánico en la esquina de mi cama doblada y con las manos en mi enredado cabello.
—Carajo, Millie —digo agotada y recuesto la espalda en la cama para acabar mirando el techo—. Besaste a Steven.
—¡Buenos días!
Steven me recibe cuando abro la puerta dispuesta a salir al trabajo, se nos había hecho tarde a ambos.
—Buenos días, Steven.
—Mamá, voy a dejar a Millie en el trabajo —sostiene su teléfono sobre su oreja—, te llamo después ¿vale?
Él parece cansado, ¿en serio no durmió nada anoche?
—¿Cómo dormiste? —lo examino mejor, sus ojeras están cada vez peores— ¿Algún episodio?
—No lo creo —después de cerrar nos dirigimos al ascensor—, no vi ninguna señal en la arena o la cinta, aunque me siento muy adolorido, como si me hubiera arrollado un autobús.
—¿Será eso algún síntoma de estar crudo? —bromeo mientras entramos al ascensor— Oye, por cierto, Steven…
Solo estamos él y yo mientras descendemos, él me mira esperando a que continue pero no lo hago, la verdad no sé qué decir: ¿Sabrá lo de anoche? ¿O el alcohol fue tan bueno que borro su memoria?
—¿Sí?
Me anima a continuar y yo trago duro, si recuerda o no debo ser clara con él.
—Sobre ayer —hago una pausa y el me mira confundido—, lo siento, realmente lo siento, yo, estaba muy ebria, demasiado —me estoy empezando a sentir nerviosa—, extremadamente alcoholizada y no, la verdad no sabía lo que estaba haciendo y…
Su semblante cambia, parece desilusionado, supongo que ya dedujo lo que voy a decir.
—No debí besarte —las puertas del ascensor se abren pero no nos movemos—. Mira, yo te quiero mucho Steven, más que a nada, de verdad y lo sabes —si antes se veía cansado ahora parece agotado—, pero en este momento yo solo quiero ser tu amiga, tu mejor amiga si quieres, una hermana o una confidente, pero no una amante —a pesar de todo, y como siempre, Steven parece entenderlo—. Soy consciente de que yo di el primer paso y por eso me disculpo, sinceramente perdóname, Steven, no quiero confundirte más de lo que ya estas, y, esto no debe ser una excusa, pero anoche no estaba razonando bien las cosas, yo estaba enojada, estaba triste, asustada, dolorida y confundida.
—Está bien Millie —Steven me regala la sonrisa más comprensiva que he visto en mi vida—, yo también estaba en estado de ebriedad y no pensé sobre lo que hacía.
—¿No pensar? —suelto una risa de alivio— Steven, yo quería ir a segunda base y tu fuiste todo un caballero conmigo —salimos del ascensor justo antes de que volviera a cerrarse—, no te merezco —antes de abrir la puerta del edificio para salir lo detengo y lo rodeo fuertemente con mis brazos—, gracias por ser tu.
—De nada, Millie —Steven me abraza igualmente y me besa la frente—. Además creo que vamos muy rápido —nos separamos—, nos conocimos hace apenas un mes.
—Tienes razón —me rio levemente al igual que el—, ¿vamos?
El asiente y abre la puerta dejándome pasar a mi primero.
—Hola, amigo —le dice al vendedor ambulante, si, el mismo con el que tropecé días atrás—, aun vendes los cepillos y escobas, ¿no? —yo ignoro la amabilidad de Steven y lo insto a seguir— Justo frente a nuestra puerta. Eso…
Jalo con suavidad el brazo de Steven, no vale la pena perder el tiempo con el señor malhumorado, solo conseguiríamos gritos e insultos para que al día siguiente siguiera ahí, vendiendo, como si nada.
—Vamos Steven.
—No tengo problema con ello —sigue hablándole al vendedor—. Buen día.
—¿Otra vez buzón de voz con tu mamá?
Caminamos a través del pequeño mercado, el olor a pan recién hecho del panadero de uno de los puestos hace que me gruña el estómago.
—Intentare llamarla mañana.
—Seguro.
Aunque nunca se lo he dicho a Steven, y jamás lo haré, el hecho de que su madre siempre lo mande a buzón de voz me molesta; cómo por qué no quería hablar con él, si Steven es un sol, al menos ella le manda esas estúpidas postales.
—¿Noche de películas esta noche? —como normalmente lo hacemos, Steven me acompaña a mi trabajo—, debemos de dejar de ser adultos por un momento o mi cabeza va a explotar.
—Estoy completamente de acuerdo —él hace una mueca y toca su cabeza, no había caído en cuenta de que también tiene resaca—, ya no tenemos edad para estas cosas.
Suelto una sonora carcajada.
—Corrección tu ya no tienes edad para estas cosas anciano.
—Nuestros años de nacimiento solo se llevan dos años —defiende Steve—, prácticamente tenemos la misma edad.
—Pero yo —chasqueo los dedos— fui blipeada amigo, así que técnicamente eres siete años mayor que yo —Steven rueda los ojos—. Pero no te preocupes, si te empiezan a doler las rodillas, solo dime y despolvo la silla de ruedas que olvido el dueño anterior en mi departamento.
—Ja, ja, ja que graciosa.
Suelto otra carcajada, y Steven finge estar ofendido pero al final se une a mi risa.
—¿Te dolió? —dejamos de reír, sin embargo seguimos caminando— Cuando, ya sabes, cuando Thanos hizo…
—No —suspiro y me pierdo en mis pensamientos recordando ese momento—. Solo fue un parpadeo, literalmente lo sentí como un segundo.
—¿Cómo paso?
—Tenía un compañero de cuarto —sonrío con nostalgia—, su nombre era Richard, le solía decir “Richie”.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, no quería llorar, no tan temprano. Limpio las pocas que se derramaron con la manga de mi suéter, por suerte Steven no me estaba mirando precisamente.
—Richie y yo no éramos tan cercanos, apenas y lo conocía; pero era mi día libre y él había ganado un bono extra en su trabajo, así que para festejarlo me invito a comer, a uno de esos restaurantes estúpidamente caros del centro. Me insistió en usar el vestido de verano lleno de flores que él había hecho para mí, Richie siempre decía que me vistiera para la ocasión, que mi príncipe azul podría estar a la vuelta de la esquina —ruedo los ojos y niego con la cabeza sonriendo—. Él amaba la moda, su sueño era convertirse en el próximo diseñador más célebre de la ciudad —suelto una leve risa—, hubiera dado todo por vestir al mismísimo Tony Stark, te lo aseguro.
—Cogimos el auto de Richard y, siempre usábamos el metro para movernos por esa ciudad, no sé qué paso ese día, tal vez sintió que por ser una ocasión especial debíamos usarlo —mi voz se quiebra—. No llevábamos ni una calle de camino cuando paso, yo iba de copiloto y Richie venia manejando, yo solo parpadee y de un segundo a otro pase de estar cantando canciones de Taylor Swift con él, a estar parada en medio del asfalto con caos a mi alrededor.
—Me asusté, claro que lo hice, no sabía qué estaba pasando ni donde estaba Richie. Tiempo después me entere que el conductor del camión que lo había volcado había desaparecido también, al igual que yo.
—Oh Dios, Millie.
—Él murió ese día, y no regreso —sonrío triste—, pero yo sí.
—Millie, lo siento tanto —Steven me abraza de lado—, perdóname no debí preguntar.
—Está bien, Steven —le ofrezco una mirada tranquilizadora—. Hace tiempo que pase por la etapa de aceptación, la muerte es el ciclo de la vida y es algo inherente.
—Lo extrañas mucho —Steven me da una sonrisa reconfortante.
—Demasiado —suspiro triste—, a pesar de no habernos conocido tanto como quisiera, él siempre fue amable y respetuoso conmigo. Richie es, era, tan bueno, incluso pudiera decir que era más bondadoso que tú, Steven. Tal vez por eso me caíste tan bien cuando te conocí, te pareces un poco a él.
—¿En serio?
—¡Si! —examino bien a Steven—, bueno no. Él tenía unos músculos exageradamente marcados y media casi dos metros de altura —digo divertida—, él me llamaba “pulguita”.
Ambos reímos y giramos la esquina de la calle donde trabajo. Steven se ofrece a comprarme un café, le digo que no es necesario pero mi estomago no está de acuerdo conmigo y vuelve a hacer el mismo sonido de cuando pasábamos por el mercado. Nos sonreímos sin decir nada y él entra dejándome unos segundos parada fuera del establecimiento, desde aquí veo el restaurante: José está esperando afuera, señal de que Holly no ha llegado; así que sigo a Steven dentro de la pequeña cafetería.
Él ya ha pedido cuando me acerco.
—Aquí tienes pulguita —me ofrece el termo con el café, a Steven no le gusta usar vasos desechables—, pedí fruta con yogurt natural y ten, una barra de avena.
—¡Mi héroe! —bromeo—, en serio, Steven Grant qué haría sin ti.
—Morir de hambre.
Seguimos bromeando hasta llegar al restaurante de comida mexicana, Holly acababa de llegar, y me estaba fulminando con la mirada mientras abría el restaurante.
—Bueno, Holly no está de humor.
—¿Crees que se apiade de ti si le dices que tienes resaca?
Nos miramos mutuamente a los ojos y soltamos carcajadas al mismo tiempo.
—Adiós Romeo, mi hora de salida es a medianoche. Ni un minuto más ni uno menos.
—Buena suerte, Millie.
Me acerco a darle un beso amistoso de despedida, pero justo cuando mis labios están por tocar su mejilla veo pasar su autobús. Mierda.
—Steven…
Lo obligo a girarse bruscamente y mira lo mismo que yo.
—Oh, maldita sea —empieza a correr tras el transporte color rojo haciendo señas de que pare—. ¡Espera!
Lo miro preocupada mientras corre, casi se tropieza y escucho un “Diablos” de su parte.
—¡Harper! —Holly me grita desde dentro, suena muy molesta— Trae tu trasero aquí ¡Ahora!
Steven aun corre tras el autobús, solo espero que si alcance a llegar a tiempo.
Después de mil años, GRACIAS por leerme ♥
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alejandrafrausto · 2 months
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*Aclaración: Para esta historia el diseño de los taxis en Londres es el mismo que se usa en Nueva York, Estados Unidos.
CAPITULO 2
—Hasta mañana Alicia —escucho decir a Holly mientras lavo los trastes sucios de la cocina—, recuerda cerrar bien.
No contesto y sigo con lo mío, solo escucho la puerta anunciando su ida. José, el cocinero, también está preparándose para irse.
—¿Hoy tampoco vendrá tu novio?
Lo miro con una cara de pocos amigos sin dejar de lavar los utensilios de cocina. Él se ríe levemente y niega varias veces con su cabeza.
—El luce como un buen hombre —vuelvo mi mirada a la pared frente a mi—, en la actualidad todos se las dan de rudos y son maleducados —José sigue hablando—. No lo dejes ir niña, él es muy amable, algo tonto —sonrío de forma inconsciente, Steven si puede llegar a ser vivamente torpe—, pero noble, y como te dije, —termino de enjuagar un vaso y lo miro, se está poniendo su pesado abrigo para después tomar su paraguas— se ve en sus ojos que te quiere mucho.
Mi sonrisa desaparece, seco mis manos con el trapo pero no contesto, no veo la necesidad de hacerlo, José me sonríe y guiña un ojo.
—Hasta mañana, Millie.
Me quedo sola en el restaurante, afuera está lloviendo demasiado fuerte, yo solo espero que el clima no siga así cuando sea tiempo de irme, en la mañana por las prisas olvide traer mi paraguas.
Sigo limpiando y para cuando me doy cuenta ya solo me falta lavar el baño; salgo del almacén con los artículos de limpieza y estoy dispuesta a dirigirme al susodicho cuando escucho golpes en la puerta.
Recuerdo haber puesto el cartel de “cerrado”, y cerrar con llave poco después de que José se haya ido; por esa razón lo ignoro y sigo mi camino al baño, hasta que vuelven a tocar más insistentemente, las persianas están bajadas así que no alcanzo a ver bien quién es.
Tocan por tercera ocasión y con más intensidad.
—¡Ok! —dejo el jabón con el cepillo a un lado y me dirijo hacia la puerta con paso firme— ¡Esta cerrado, no sabe leer!
Exclamé molesta antes de fijar bien mi vista en la persona frente a mí. Steven.
—Lo siento —dice débilmente, esta empapado de pies a cabeza—, Millie, lo siento.
El entra y me abraza, me abraza fuertemente, su cuerpo esta frio pero a la vez sus brazos son tan cálidos que no lo aparto. No le correspondo, estoy enojada, demasiado enojada, todo el día le he llamado y dejado mensajes para saber su estado y si podía apoyarlo en algo, lo único que recibí fue un “no necesito tu preocupación, ni tu ayuda, si sabes lo que te conviene aléjate de mí”.
—Lo siento, lo siento, lo siento —repite varias veces mientras sigue rodeándome con sus brazos—; cuando desperté y vi la hora sabía que iba tarde a la cena —ok, ¿qué?—, así que fui a tu departamento y no te encontré.
—Pensé que tú también la habías olvidado o que te habías molestado por llegar tarde y —hizo una pausa, yo estoy muy confundida ¿de qué está hablando?—, que ya no quisieras hablar conmigo. Entonces entre a tu departamento y no te vi y —a Steven se le corto la voz— vi sangre en tu sofá y en tu ropa de dormir y, y, y —hipeo—, y pensé, yo creí, que te había pasado algo malo.
—Haber, ¿cómo?, ¿qué dijiste? —frunzo el ceño y lo aparto bruscamente— ¿Steven no te acuerdas de lo que sucedió ayer? ¡Estuviste a punto de morir desangrado en mi sala!
—¿Morir? —Steven luce más confundido que yo—, ¿cómo por qué estaría desangrándome en tu departamento Millie?
—No lo sé, tu dime, ¿por qué estabas atrás de nuestro edificio con fácil 20 heridas de bala y mil golpes en todo tu cuerpo?
—¿Heridas de bala? ¿Qué?
La expresión de Steven me hace creer que realmente no recuerda nada de ayer.
—Steven —digo tranquila—, ¿qué es lo último que recuerdas?
—Era viernes por la noche, nos habíamos despedido antes de dormir, recuerdo haberte mandado un mensaje de dulces sueños también y —hace una pausa y me mira—, y el sábado íbamos a cenar en tu departamento, tu ibas a cocinar comida vegana.
—Steven —me estoy empezando a inquietar—, ¿qué día es hoy?
Él no quiere responder, sabe que no esta seguro de su respuesta, pero aun así lo hace.
—¿Sábado?
—Hoy es martes.
Steven cierra los ojos, parece aturdido, su reacción me recuerda a cuando nos conocimos por primera vez.
¿Será que todo lo que paso en los últimos 4 días tendrá que ver con su sonambulismo? Aunque eso no explica por qué lo encontré al borde de la muerte.
—Por favor dime que si llegué a nuestra cita —dice Steven con aflicción—, odiaría haberte dejado plantada.
—Steven —digo lentamente—, ¿estas bien?
Steven me mira cansado, obviamente no está bien, el perder 4 días es duro de asimilar para cualquiera.
—Me refiero —continuo—, me refiero a si sientes un dolor físico, algo como dolor de cabeza o mareo —lo examino con la mirada—; quizás, ¿nauseas?
Desconozco gran parte del tema pero hasta donde sé, una persona sonámbula está dormida, y Steven no parecía dormido cuando se desarrollaron los eventos de los últimos días. A lo mejor recibió un duro golpe en la cabeza haciendo quién sabe qué, antes de terminar en los contenedores de basura. Me pregunto qué tan duro deben golpearte para que pierdas la memoria.
Él niega con la cabeza.
—¿Por qué lo dices así?
Steven detecto el cuidado y tono de mis palabras. A la mierda Holly.
—Ok Steven —digo con sutileza y me quito el delantal negro de mi uniforme—, solo deja tomar rápido mis cosas y vamos al hospital.
—¿Hospital? ¿Por qué iríamos a un hospital? —me mira preocupado— ¿Te paso algo? ¿Estás herida?
—Si —me dirijo al almacén, tomo mi mochila y apago las luces—, definitivamente vamos a ir a un hospital.
Me pongo mi chaqueta y le ofrezco un abrigo seco a él, José a veces olvida llevarse alguno cuando sale con prisa.
—Vamos —el sin entender me sigue hacia la puerta—, tendremos que tomar un taxi con esta lluvia y sin paraguas no llegaremos a ningún lado.
Cierro tras de mí, y tomo el brazo de Steven.
—Refugiémonos en la parada del bus mientras esperamos a que pase alguno —propongo y corremos a la que se encuentra frente al restaurante—.
Había muy pocos vehículos circulando, miro la hora en mi celular, 23:40.
—Millie —dice Steven después de un rato en silencio— ¿qué paso? ¿por qué vamos a ir a un hospital?
Suelto un suspiro preocupado, ¿será contraproducente decirle? ¿y si lo confundo más de lo que ya está? Con cuidado tomo su cabeza con ambas manos y lo veo a los ojos.
—Steven —sus ojos son diferentes a los últimos días, no sé como explicarlo, son los mismos físicamente pero estos ojos me miran con amor, cariño y preocupación; no con temor, ni molestia—, ayer te encontré ensangrentado, con heridas de balas y golpes por todo tu cuerpo, tirado en la parte trasera de nuestro edificio.
—Te estabas muriendo y yo no supe qué hacer —mi voz se entrecorto—, te dije que fuéramos a un hospital pero tu insististe en que ibas a estar bien. Entonces te llevé a mi departamento, para curarte, y luego tus heridas sanaron mágicamente, y —hice una pausa para soltar su cabeza y mirar al suelo— posiblemente creas que estoy loca pero yo vi como tus moretones desaparecieron y…
Empecé a llorar.
—Ahora tal vez tengas una contusión en la cabeza —emito un sollozo y tomo mi cara con mis manos—, y lo mas probable es que sea mi culpa por hacerte caso, por no llevarte a urgencias a tiempo.
Steven no dice nada, luce perdido, desorientado y aterrado. Me abrazo a mi misma, tengo frio y estoy mojada por la lluvia. Visualizo un taxi a lo lejos, le hago la señal y se para frente a nosotros; por suerte mis lagrimas se camuflan con las gotas de la lluvia, por lo tanto el chofer no dice nada. Ambos nos sentamos en la parte trasera del auto.
—Al hospital más cercano —le pido al taxista—, por favor.
Sin contestar, el señor de mediana edad al volante arranca, derrotada recargo mi espalda en el asiento y miro hacia afuera; la lluvia no ha bajado la intensidad. No pasan ni dos minutos cuando siento que Steven toma mi mano con delicadeza y empieza a acariciarla con dulzura. Lo volteo a ver sin soltar su mano, una lagrima o gota resbala por mi mejilla y él la limpia con cuidado con su pulgar.
—Perdóname Millie —el es Steven, mi Steven—, no tengo idea de cómo paso, sin embargo te creo y gracias por estar conmigo, por no dejarme solo.
Suelto un sollozo fuerte y tapo mi boca con mi mano libre, el conductor nos observa por el espejo retrovisor.
Steven me sostiene en sus brazos, y lo dejo. Me siento tan mal, yo debería estar consolándolo a él, no él a mí. Decido no mencionar todo lo que ocurrió, las cosas que me dijo y mi leve depresión, al menos hasta consultarlo con un médico y asegurarme de que eso no afecte en su pérdida de memoria.
Nos mantenemos en silencio por varios minutos, deje de llorar hace rato aunque aún siento mis mejillas mojadas; continúo abrazada de Steven y el me acaricia el pelo varias veces pero de forma suave, como si temiera romperme si lo hace demasiado brusco.
—Disculpe señor —dice Steven de repente alejándose apuradamente de mi mientras mira hacia la calle en diferentes direcciones—, pero el camino al St Helen’s Hospital no es por esta dirección.
Yo miro a Steven confundida, y me incorporo para ver fuera del auto, las calles están oscuras y la lluvia ha disminuido un poco; considero que mi estadía en Londres ha sido sumamente poca porque desconozco en dónde estamos.
—Vamos al Lennox.
El conductor gruñe su respuesta y sigue conduciendo.
—Lo siento —Steven frunce el ceño al igual que yo—, pero el Lennox queda bastante retirado. ¿Puede dar la vuelta y llevarnos al St Helen, por favor?
El sujeto frente a nosotros no contesta y mantiene su camino, me empiezo a inquietar.
—De la vuelta —decido intervenir—, ahora.
Silencio. Steven y yo nos miramos preocupados, intento abrir mi puerta mientras Steven trata de bajar su ventana, ambas están bloqueadas.
—Señor —Steven trata de sonar calmado, a pesar de que yo detecto un temblor en su voz—, si no detiene el auto en este momento, voy a llamar a la policía.
El conductor frena abruptamente, lo que provoca que Steven y yo salgamos disparados hacia adelante, y nos amenaza con un arma.
Ambos, por inercia, levantamos las manos en forma de rendición.
—Si no quieres lamer los sesos de tu muñequita del suelo —apunta a mi dirección—, será mejor que cooperes idiota.
Yo trago fuerte sin apartar la mirada del arma que amenaza con mi vida.
—¿Q-q-qué quieres de nosotros? —Steven tartamudea con miedo—.
—La noche de ayer alguien robo algo muy valioso a personas extremadamente peligrosas —la voz del hombre sonaba ronca y gruesa—, y al parecer hoy me saque la lotería porque el hombre al que buscan es igual a ti.
—Pero yo no robe nada —dice Steven rápidamente—, yo no soy el que buscas, te has equivocado; yo trabajo en la tienda de regalos del museo egipcio y Millie es mesera de un restaurante de comida mexicana —«Por Dios Steven, estas dando información de más», pienso—, déjanos por favor.
—Ahórrate las excusas para tu verdugo imbécil —baja su arma pero no la suelta—, ahora sean buenos y cállense.
Ordena mientras vuelve a conducir, yo estoy congelada en mi lugar y veo de reojo a Steven entrando en pánico. Yo no sé qué hacer, quiero hacer algo, lo que sea para sacarnos de esta situación, pero no puedo moverme, estoy paralizada; es la primera vez que alguien me apunta con una pistola. ¿Steven en qué estas metido?
Alrededor de unos 15 minutos, el chofer aparca, baja del auto y abre la puerta de Steven, nos ordena que bajemos y no ponemos resistencia.
Ya fuera del auto el hombre, que parece medir casi dos metros, nos coloca un saco de tela sobre nuestras cabezas, de tal forma que no vemos nada y nos jalonea para seguirlo.
Siento las gotas de lluvia caer sobre mi cuerpo, ahora solo es una leve llovizna, seguimos caminando y dejo de sentirla, parece que entramos a algún lugar cerrado.
—¿Steven? —digo asustada pero en seguida siento como el chofer del taxi aprieta mi brazo de tal forma que duele, duele mucho.
—Cállate —ordena—.
Cuando nos detenemos siento como soy arrojada a una silla, gimo del dolor, y me sujetan en esta con una cuerda; retiran la tela de mi cabeza pero una luz me ciega, creo que están apuntando con una linterna directo a mis ojos.
—Amordázala.
Ordena una voz masculina desconocida, a este punto yo ya estoy muerta de miedo.
—No, por favor —ruego—, por favor…
Ponen una cinta en mi boca amortiguando mis palabras sin embargo mis lagrimas no dejan de resbalar por mis mejillas. Dejan de alumbrarme pero cuando recupero la vista ya no hay nadie.
¿Dónde esta Steven? ¿En qué momento me alejaron de él?
Intento mover mis brazos o levantarme de donde estoy sentada, pero es inútil, ataron la cuerda de forma que rodea mi cuerpo y el respaldo de la silla, al igual que ligaron mis manos y pies. Me desespero y empiezo a llorar más fuerte.
Estoy en un cuarto pequeño, más pequeño que el patético almacén de empleados del restaurante en donde trabajo, hay bolsas cubriendo el piso y la única puerta a la vista es la que está frente a mí. Tras de mi supongo que hay una pequeña ventana porque la luz de la luna alumbra un poco la habitación. ¿Tan rápido se despejo el cielo? Hace no mas de 1 hora se estaba cayendo.
Después de mucho tiempo tratando de tranquilizarme y pensar en como salir de aquí, escucho fuertes golpes, gemidos y gritos fuera de donde estoy.
Me aterrorizo, los gemidos y gritos suenan tan desgarradores como si estuvieran torturando a quienes los emiten.
«No, Steven, por favor, Dios, que no le estén haciendo nada a Steven, por favor» pienso mientras las lágrimas salen de mi por enésima vez en el día.
El lugar queda en silencio, solo se escuchan mis lamentos debilitados por la cinta en mi boca. De pronto arrojan la puerta pegando esta en mis pies, suelto un gemido de dolor y levanto la vista asustada.
«Gracias al cielo» pienso mientras veo a Steven entrar al almacén, camina hacia mi de forma amenazante, yo frunzo el ceño; ¿eso es un arma? y, ¿eso es sangre en sus manos?
Sin tiempo a reaccionar observo como levanta el arma para golpearme en la sien.
Abro los ojos, mi cabeza duele demasiado y la luz que entra por entre las cortinas lastima, siento como muerden levemente mi nariz, me levanto apartando a Colin y quedando sentada en la cama, estoy en mi casa, miro mi ropa, es mi pijama.
«¿Fue un sueño?» pienso confundida, mientras tomo mi cabeza con las manos.
—Duele mucho —me quejo—, duele mucho.
Intento calmar el dolor con leves masajes pero no funciona, lo empeora. Escucho como tocan la puerta. Con esfuerzo me alzo y me dirijo a la puerta.
Abro y veo a Steven con una sonrisa de oreja a oreja, mi mente no recapacita lo que está sucediendo.
—¡Buenos días! —saluda alegremente mientras entra a mi departamento, tiene dos termos de café en sus manos— ¿Todavía no estas lista? Holly te hará trabajar horas extras si llegas tarde otra vez…
Mi cabeza da vueltas, me siento realmente mareada y tengo nauseas.
—¿Millie? —escucho decir a Steven con preocupación— ¿te sientes bien?
Muchas nauseas.
Corro al baño, me arrodillo frente al inodoro y arrojo todo lo que mi organismo quiere desechar; tardo varios minutos, Steven me siguió agachándose a un costado y sosteniendo mi cabello para no mancharlo de vomito asqueroso.
Tan pronto como termino de expulsar todo, me tumbo sobre el piso recargando mi espalda frente a la pared del excusado. Sigo mareada. Ignoro en qué momento mi amigo se levanto y fue por un vaso de agua a la cocina.
—Aquí tienes —me dice mientras regresa a mi lado y lo sostiene sobre mis labios—, tómalo con calma.
—Gracias Steven —alcanzo a decir después de beber—, me zumban los oídos.
Steven me examina y con cuidado toca la parte de entre mi ojo y oreja derecha, su palpar, aunque suave, me duele.
—¡Au!
—Tienes un moretón tenue ahí, Millie —él vuelve a tentar con más cuidado— ¿te golpeaste con algo?
Yo niego con la cabeza.
—¿Te caíste? —Steven deja de tocar y me mira a los ojos, yo vuelvo a negar—.
—No me acuerdo.
—¿Las náuseas empezaron apenas hoy?
—Creo que sí.
—Sospecho que tienes una conmoción cerebral —el rostro de Steven muestra preocupación—, Millie —Steven se para y saca el celular de su bolsillo—, voy a llamar a nuestros respectivos trabajos y avisar que no vamos a poder presentarnos; voy a llevarte a un médico.
—No —si no asisto hoy, Holly me va a hacer trabajar días extra sin remuneración—, Steven, espera.
Con dificultad me enderezo y tomo el móvil de sus manos.
—Estoy bien, es solo un diminuto golpe. Voy a estar bien, no te preocupes.
Intento tranquilizarlo, todo da vueltas pero me las arreglo para seguir de pie.
—No creo eso —Steven sostiene mis brazos estabilizándome un poco—, si estuvieses bien recordarías cómo te hiciste eso.
—Colin tiro mis libros de la repisa sobre mi cama, al intentar volverlos a colocar en su lugar se me vino encima el pequeño cactus que tengo como decoración —lo estoy inventando, en realidad no recuerdo cómo o qué hice para terminar con un golpe de esta magnitud en mi cabeza—, la razón por la que tengo un moretón y esta enrojecido —alcanzo a ver mi cara en el espejo atrás de Steven— es porque el cactus tiene espinas y la maceta está hecha de cemento.
Steven me mira en silencio y alza una ceja, cuestionando lo que le he dicho.
—¿Qué? —defiendo mi mentira—, lo recordé cuando dijiste que ibas a llamar a la insoportable de mi jefa.
—Esta bien —Steven no me cree, aun veo en su rostro preocupación pero suelta un suspiro derrotado—, solo prométeme que me llamaras cada hora reportando tu estado ¿de acuerdo?
—Si papá —suelto burlona y Steven sonríe—, lo prometo.
—Ja-ja-ja muy graciosa —dice él con sarcasmo—, ahora ve a vestirte mientras alimento a Colin y te preparo un sándwich.
—Gracias —digo antes de salir del baño dándole un beso en la mejilla—, no sé qué haría sin ti.
—Matarte con un cactus, eso es seguro.
—Ahora quién es el payaso —termino de reír y cierro la puerta de mi habitación—.
Cualquier rastro de diversión desaparece, estoy apoyada en la manija sin animarme a moverme por miedo a caerme. «Vamos Millie, tú puedes», pienso mientras me dirijo con cuidado al baño de mi habitación, «una buena ducha con agua caliente puede arreglar todo», sigo alentándome.
Ya limpia, vestida y arreglada me miro al espejo, sigo con dolor de cabeza pero al menos las náuseas, la fatiga y el zumbido de odios han desaparecido.
Salgo de la habitación y un olor delicioso llena mis fosas nasales, Steven hizo el desayuno, sonrió internamente.
—¡Mmmm, qué rico! —digo mientras entro a la cocina— ¿No quieres casarte conmigo? Quisiera despertar con este aroma todas las mañanas.
Bromeo con Steven mientras lo ayudo a terminar de poner la mesa, solo faltan los cubiertos.
—Sería todo un placer tenerte como esposa —Steven sigue mi broma, recorre mi silla y me invita a sentar— tú también hueles muy bien, ¿mejor?
Steven toma asiento frente a mi y comenzamos a comer.
—Si, mejor —contesto a su pregunta y le sonrió—, aun me duele un poco la cabeza —confieso— pero de ahí en mas ya me siento mucho mejor.
—Metí un frasco de pasillas para el dolor en tu mochila, lo recomendable es tomar una cada siete horas, no abuses, por favor —dice para después dar un trago del café de uno de los termos—, también coloque una botella de agua y llene un termo con té de manzanilla por si te sientes cansada o fatigada.
—Gracias Steven, en serio, no tenías que hacerlo.
—Millie —suena severo pero después sonríe—, qué te he dicho —yo frunzo el ceño sin entender—, no tienes que agradecerme ya te dije que somos amigos.
La felicidad que me provoca su respuesta me llena de entusiasmo, olvidando cualquier otra cosa, incluso el dolor.
—Y los amigos hacen esto porque se quieren —no puedo con mi alegría, el hecho de que me recordara la frase que nunca me canso de decirle me hace querer saltar de emoción—. Te amo, Grant.
—Te amo, Harper.
GRACIAS POR EL APOYO ♥
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alejandrafrausto · 2 months
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CAPITULO 1
Otra vez está lloviendo, como siempre en Londres. No supe hasta que hora terminé de llorar, solo sé que Colin se había acurrucado a mi lado y me estaba dando pequeñas lamidas en mi mano en forma de consuelo; supongo que me quede dormida, ahí en el piso, sentada con mis brazos abrazando mis piernas y ocultando mi cara, recargada en la puerta con la esperanza de que el vecino de enfrente volviera a tocar, diciéndome que todo había sido una broma.
Al día siguiente, domingo, no supe ni como tuve las fuerzas de levantarme y echarme en mi cama para seguir durmiendo. Durante TODO el día estuve deprimida, sin ánimos de levantarme; cuando me dio hambre solo había tomado mi chaqueta, sin preocuparme en cómo me veía, y salido a comer al primer puesto abierto que vi, cuando regresé me fui directo a mi cama otra vez.
Gire mi cabeza, Colin está dormido en la almohada del lado vacío de mi cama, no se ha separado de mi en todo este tiempo. Gato tonto, pienso. Le tomo y empiezo a darle muchos besos en su cabeza.
—¿Sabes que te quiero mucho, verdad? —digo mientras le acaricio el lomo, el levanta su cola en respuesta —No sé qué haría sin ti, Colin.
Le doy un último beso antes de levantarme.
—Un nuevo día —respiro hondo y suelto el aire—, ojalá me caiga un rayo yendo al trabajo.
El sonido de truenos llena la habitación, maldito el día en que decidí mudarme a Inglaterra.
Me dirijo a la cocina, todo estaba igual que como lo deje el sábado antes de abrir la puerta. Las papas guisadas estaban sobre el sartén —por suerte apague el fuego antes de abrir—, el pan estaba a medio cortar, y la ensalada y los platos junto con los vasos vacíos estaban sobre la mesa. Suspiro y empiezo a limpiar, tiro todo a la basura.
—Maldito Steven, te odio, a mí ni me gusta la ensalada.
Estoy quejándome cuando veo una foto, la única foto que tenemos él y yo. Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas, ese día Steven había estado muy triste después de su trabajo; su jefa, Donna, había sido una hija de puta con él, así que decidí alegrarlo: le propuse que en vez de llegar temprano a casa fuéramos a un bar karaoke.
El aceptó, obviamente, la idea de cantar borrachos era muy divertida, así que fuimos. No era un lugar muy conocido, por lo que había muy poca gente, y mientras cantábamos el dueño del bar nos tomó esa foto. Yo estaba sonriendo, al igual que Steven; si alguien ajeno hubiera visto esto pensaría que somos mejores amigos e incluso una pareja, pero no, ahora solo somos un par de extraños.
—Muérete —digo con desprecio, y rompo la foto para después tirar los trozos en donde tire la comida—.
Sigo limpiando y veo la hora, es muy temprano, pienso.
—Y tengo huevos y pan —me sigo diciendo a mí misma, volteo a ver a Colin—, cómo ves mi amor —sonrió mientras saco los huevos del refrigerador— ¿desayunamos antes de ir al trabajo?
Cuando giro la llave para cerrar mi departamento escucho como se abre la puerta tras de mí, finjo no haber escuchado y termino de cerrar la mía, me volteo y lo encuentro enfrente de mí, no digo nada y sigo mi camino al ascensor. Él tampoco dice nada.
Oprimo el botón, espero a que abra y subo en él, Steven también entra. Es lógico que ambos vamos para la planta baja, así que ninguno dice nada al respecto. No nos volteamos a ver, como dije, somos completos extraños. Cuando el ascensor se abre nuevamente yo soy la primera en salir y me dirijo rápidamente a las puertas del edificio, al abrir y salir —casi corriendo— tropiezo con el carrito del vendedor ambulante, que como siempre, se pone justo fuera de nuestro edificio.
Desde el piso veo como Steven pasa de largo y se pierde entre la multitud, quiero llorar pero el vendedor ya está reclamando mi falta de atención.
—¿¡Sabe qué!? No es mi culpa que usted decida vender justo fuera de mi puerta —me levanto alterada—, y, tengo suficientes cosas más importantes que hacer y por las que preocuparme que por pelear con usted, así que tenga un lindo día —tomo mis cosas y sigo con mi camino—.
Si vuelvo a llegar tarde, Holly va a hacer que me quede más horas. Relativamente mi trabajo no queda muy lejos de donde vivo, solo son 15 minutos caminando; por esta razón no uso el autobús, además de que estar rodeada de mucha gente en un espacio reducido como el transporte público me resulta muy incómodo.
Esta caminata me ayuda a despejar mi mente y hacer un poco de ejercicio en el día, normalmente la hacía con Steven —cuando no iba tarde—, el me dejaba en el trabajo y tomaba su autobús en la parada frente al restaurante.
Recordar eso me puso triste.
Ya basta, Millie —me digo a mí misma—, no es la primera vez que te pasa, ya deberías estar acostumbrada.
Suspiro.
—Lo sé.
Terminó mi turno, al fin. Como hoy es lunes (equivalente a que hay menos trabajo), Holly me dejo ir temprano; son las 21:30, si me apresuro alcanzo a ir por las bolsas de mercado a mi departamento e ir a comprar la comida de la semana y cosas que me hacen falta.
Miro la calle, ya estaba oscuro y el alumbrado no era el mejor. Suspiro fuertemente.
Sola, pienso, otra vez.
—¿Vas a esperar a tu novio, niña?
Volteo a mi izquierda, José se coloca a mi lado y me pregunta mientras enciende un cigarrillo.
—No tengo novio —digo secamente—. Steven es —hago una pausa para corregir mis palabras— era solo un amigo, un conocido.
—Si como no —José suelta una carcajada molesta—, ¿has visto cómo te mira? —da una calada— Él está loco por ti, créeme, cualquier hombre sabe eso.
Yo ruedo los ojos.
—Espera —continua—, no me digas que han peleado.
José niega varias veces con su cabeza mientras le da otra calada a su cigarrillo y chasquea la lengua.
—Buenas noches, José —digo molesta y sigo mi camino—. Hasta mañana.
Con Steven el tramo del restaurante a casa no era largo, ni peligroso; distrayéndome con mil y un datos de la cultura egipcia o hablando de los cientos de viajes que ha hecho su mamá alrededor del mundo o recordando que debe de comprarle comida a Gus, que siempre se le olvida.
¿Me pregunto si ya lo habrá hecho? No, Millie, ya basta. Él fue el que quiso romper el vínculo, no tu.
Mientras camino veo como las farolas sobre mi empiezan a fallar, siempre lo han hecho solo que ahora no tengo a nadie a mi lado. Cada cierto tiempo volteo tras de mí, para verificar que nadie me esté siguiendo, procuro sostener mi mochila frente a mí por si alguien pasa e intenta arrebatármela.
Suelto un suspiro relajado cuando llego a mi edificio, además del bullicio de la mañana, por los vendedores ambulantes, tiende a ser un lugar tranquilo.
Entro y me dirijo al ascensor, al abrirse las puertas veo a un Steven con cara seria y enojada —pareciese molesto por algo—, vuelvo a fingir indiferencia como en la mañana. El sale sin mirarme y sigue su camino.
—Está bien —me digo cuando se cierra nuevamente el ascensor—, no te necesito.
El tiempo en el supermercado se hizo bastante largo, todo iba normal hasta que una señora de la tercera edad se me acerco y me confundió con su nieta.
No me dio tiempo de decirle que no la conocía, cuando me empezó a contar toda su vida, por lo que entendí la nieta se había mudado a Estados Unidos hace 2 años y desde entonces no ha hablado con ella. Empaticé con ella y no tuve el corazón para decirle la verdad, la ancianita parecía muy emocionada contándome las cosas que había hecho en ese tiempo.
Me ofrecí a pagar sus cosas, ella se había negado pero yo había insistido, en recompensa recibí un gran beso en mi mejilla y un abrazo. No sabía que lo necesitaba, hasta que yo también la rodee con mis brazos.
Al final nos despedimos prometiéndole que le iba a llamar más seguido, solo espero que su verdadera nieta lo haga.
Baje del ascensor, la luz de Steven estaba apagada. Mire la hora en mi celular, que raro, pienso. Normalmente Steven suele dormirse muy tarde, e incluso no dormir por miedo a su sonambulismo. No le tomo mucha importancia y entro a mi departamento.
Colin me saluda con un maullido al verme y voy directo a la cocina para acomodar las cosas que compre.
Al terminar y guardar las bolsas vacías a lado del refrigerador, decido relajarme tomando una ducha larga y prepararme para dormir.
Cuando me siento en el sofá frente al televisor, con palomitas en mano, dispuesta a empezar una película para después quedarme dormida, recuerdo que no saque la basura esta mañana; así que dejo las palomitas en la mesa y me dirijo a la cocina.
Veo a Colin dormido sobre una silla, me maúlla cuando me ve.
—Ay quién es la cosita más hermosa de este mundo —empiezo a decirle mimos mientras recojo la basura, el maúlla en respuesta—, ay eres tú, eres tú.
Volteo a ver la hora en el reloj de la pared, 00:45. Ya es muy tarde, pienso.
Salgo del departamento con bolsas en mano, y me dirijo al ascensor; doy un vistazo rápido a la puerta de mi vecino: sin luces. ¿Debo preocuparme?
Las puertas se abren; no, ya olvídalo, Millie.
Salgo por la puerta trasera del edificio, el contenedor de basura está justo al lado de esta. Me percato que el callejón está muy oscuro, solo lo alumbra la luz de dentro y empiezo a sentir escalofríos, creo que salir solo con mis pantalones de pijama puestos y mi remera blanca no fue la mejor idea; como el contenedor está lleno debo hacer espacio.
—¡Dios! —exclamo mientras aplasto las otras bolsas dentro— Esto es asqueroso.
Un quejido tras de mi me sobresalta, no quiero girar, pero me esfuerzo en hacerlo, no después de tragar duro. Alcanzo a ver a Steven entre las penumbras, esta moribundo, tumbado y recargado en la pared frente a mí. ¿Eso es sangre?
—¡Oh, Dios mío! —me acerco rápidamente a él, mis ojos se llenan de lágrimas— ¿Steven? ¿Qué paso? ¿Quién te hizo esto?
Él no contesta, parece inconsciente. No lo pienso ni dos veces cuando intento levantarlo, él se queja, apenas puedo con su peso. Me impulso para adentrarnos en el edificio, volteo a ambos lados antes de cerrar la puerta, solo espero que quien sea que hizo esto ya se haya marchado.
Con dificultad lo guio, hay demasiada sangre.
—Ok Steven —nos detenemos al pie de las escaleras a lado del ascensor, con cuidado lo acomodo en uno de los escalones—, estas sangrando mucho, voy a llamar a una ambulancia pero mi teléfono está en mi departamento.
El abre los ojos y me mira.
—No te muevas, no tardo ni 2 minutos en ir por él, espérame.
Digo rápidamente y justo cuando estoy por alejarme de él, toma mi brazo con fuerza pero sin lastimarme. Me estremezco levemente.
—No —susurra—, no hospital. Voy a estar bien, solo necesito —respira con dificultad— descansar.
—No —gimo—, estas agonizando. No voy a tardar —oprimo el botón del ascensor—, solo 2 minutos.
El no suelta mi brazo.
—Por favor.
Steven me ruega, siento mis lagrimas caer por mi mejilla.
—Está bien —digo, intranquilizándome del por qué no quiere involucrar a nadie más ¿será esa la razón de sus palabras del sábado?—, no hospitales.
Las puertas del ascensor se abren, vuelvo a tomar a Steven pero ahora el también carga algo de su peso. Lo sostengo a mi lado, trato de no lastimarlo más cuando presiono el botón del quinto piso.
Lo examino mientras subimos, tiene moretones en toda su cara, como si lo hubieran golpeado repetidas veces con algo pesado, y varias —por no decir muchas— heridas de bala alrededor de su torso.
Quiero vomitar, ¿estuvo bien no llevarlo al hospital? Este hombre se está desangrando en mis brazos.
En cuanto las puertas se abren lo sostengo con fuerza y cuidado, y lo encamino a mi departamento; él quiere entrar al suyo pero lo obligo a seguirme.
—Si no quieres ir a un hospital —digo cuando entramos—, al menos déjame curarte.
Él no dice nada, pero no pone resistencia. Lo siento con cuidado en mi sofá y me dirijo al baño, lavo mis manos y tomo el botiquín de primeros auxilios.
Cuando regreso Steven esta tumbado en donde lo deje con los ojos cerrados. No. Rápidamente me hinco a su lado y le tomo su cara con ambas manos dejando el botiquín en el piso a lado de mí.
—¿Steven? —lloriqueo más fuerte— ¿Sigues conmigo?
El abre los ojos.
—Por favor —vuelvo a tomar el botiquín y saco alcohol, algodón, gasas (muchas gasas) y vendas—, no te duermas ¿ok?
Con cuidado retiro su chaqueta y playera, visualizo sus heridas, todas parecen agujeros de bala pero no encuentro ninguna incrustada. ¿Se las habrá sacado el mismo?
Procedo a vaciar el alcohol sobre ellas, el gime.
—Lo siento, lo siento —trato de tranquilizarlo— pero debo desinfectar la herida para que empiece su proceso de cicatrización.
La verdad, no sé qué estoy haciendo, nunca he tomado un curso de primeros auxilios ¿ok? Jamás pensé que lo fuera a ocupar algún día.
Tomo las gasas y hago presión en las dos heridas más preocupantes, la de su torso derecho y la de su pecho. Steven vuelve a quejarse.
—Ya sé que duele, lo siento.
Mis lagrimas no dejan de caer. Poco a poco la sangre deja de salir, ok, tal vez no estoy tan perdida y sé lo que estoy haciendo; sus heridas empiezan a cicatrizar.
—Bien, creo que eso no es normal —como dije, no soy una experta en servicios paramédicos pero es increíble como sus heridas se van cerrando como si nada—, una herida así, y con el debido cuidado, debe de cerrar en mínimo 15 días —vacilo—. ¿Qué te sucede Steven?
Lo miro a los ojos, él no contesta pero su respiración se vuelve más tranquila; desaparecieron los moretones que tenía hace tan solo unos minutos. Estoy asustada pero no me alejo de él.
—¿Steven?
Él también está mirando a mis ojos, niega repetidas veces y lentamente con la cabeza sin apartar la mirada.
—No puedo Millie —dice en voz baja—.
No decimos nada más, nos quedamos mirándonos por varios minutos hasta que decido ser la primera en apartar la mirada; el ya parece estable, como si nunca hubiera estado a punto de morir atrás de nuestro edificio, en los contenedores de basura.
—Bueno —digo finalmente—, ¿quieres ver una película conmigo?
Me levanto para tomar el control del televisor junto con el bol de palomitas, no espero su respuesta y le hago señas para que hiciera campo en el sofá. Desconcertado por mi sugerencia se mueve a un lado y yo tomo asiento.
Aún hay sangre manchando el piso y parte del sofá, pero decido limpiarla mañana, estoy muy conmocionada y cansada como para hacer algo más. No le pregunto qué quiere ver, solo reproduzco lo que ya había elegido con anterioridad: una comedia romántica, bastante aburrida diría yo, pero la dejo.
Creo haberme quedado dormida los primeros 15 minutos de la película, porque no recuerdo ni de lo que trató.
Veo mi alrededor, sigo en el sofá, me debí haber recostado en el transcurso de la noche; y hay una manta sobre mí, Steven debió colocarla cuando se fue.
Steven.
Miro el suelo, no hay sangre, ¿habrá sido un sueño?
Camino hasta la cocina y tomo un vaso de agua, siento la garganta muy seca, no veo nada fuera de lugar, dejo el vaso vacío sobre la mesa y regreso a la sala para recoger la manta cuando lo veo.
Sangre seca manchando la mayor parte de mi sofá.
Un sueño —suelto un bufido—, como no.
Definitivamente eso va a ser difícil de quitar. Veo la hora en el reloj de la pared.
—Santa mierda —voy 45 minutos tarde al trabajo—, Holly va a despedirme, no puede ser, no puede ser.
Dejo la manta donde estaba y corro a mi habitación para alistarme; bueno, pienso, al menos va a ser el trabajo más duradero que he tenido, 4 meses bien invertidos.
Antes de irme, le sirvo rápidamente comida a mi gato, tomo mi mochila, llaves y chaqueta; y salgo corriendo al ascensor.
“Fuera de servicio”.
—¡¿En serio?!
Corro escaleras abajo, tropiezo como 2 veces pero al final sigo mi camino. Lo mismo de siempre, salgo y el vendedor de escobas y cepillos está frente a nuestra puerta, al menos esta vez no tropecé con él.
—Buenos días —digo como si lo de ayer no hubiera pasado, el solo me fulmina con la mirada—, que tenga un buen día.
Decido tomar el autobús, será más rápido que caminar.
Tardo 8 minutos en llegar, cuando entro Holly me hace una seña con su dedo índice para seguirla a su oficina.
Ella entra primero, seguida de mí.
—¿Qué te dije Malia —dice mi jefa mientras toma asiento—, la última vez que llegaste tarde?
Ignoro el hecho de que vuelve a errar en mi nombre.
—Que si volvía a llegar tarde —digo cansada y tomo asiento frente a ella— ibas a despedirme.
—¡Exacto Sofía! —exclama fuertemente y junta sus manos sobre el escritorio mientras me mira— Estás despedida.
—¿En serio? —digo esperanzada—.
—Claro que no niña —se ríe burlonamente—, eres la persona mas explotable que he conocido, estaría loca si te despidiera.
Suelto un suspiro cansado y recargo mi espalda en la silla aplastando la mochila tras de mí. Una pequeña parte de mi quería que me despidieran, para ya no ver la cara de Holly nunca más; pero la parte más razonable, la más inteligente, me dice que no iba a poder conseguir un mejor trabajo que este, al menos no en mi condición de ilegal.
—Pero esto te va a costar caro —dice Holly sonriendo maliciosamente—, 2 horas más, todos los días de aquí al viernes.
—¿¡8 horas?! —digo estupefacta—, p-pero si solo llegué —miro la hora— 1 hora y 15 minutos tarde, ¿¡qué demonios te pasa Holly?!
—¿Quieres repetir la próxima semana también? —dice tranquilamente— ¿Qué sean 18 más?
Hablaba en serio: si empezaba una discusión, podría hacerme trabajar más horas de aquí hasta que se acabe el año.
  —No —digo derrotada, sujeto fuertemente la hombrera derecha de mi mochila y me levanto—, gracias Sra. Wright —desprecio puro sale de mi voz—.
Cuando estoy dispuesta a salir Holly vuelve a hablar.
—Ah y no se te olvide lavar los baños antes de irte, Gabriela.
Lanzo mis cosas en el estante del pequeño (muy pequeño) almacén de empleados, reprimo un grito frustrado, estoy enojada, ¿8 horas extra? ¿en serio?; quiero llorar de la impotencia pero me trago las lágrimas. No le voy a dar el gusto.
Me arreglo un poco y salgo del almacén.
—Bueno —me animo a mí misma—, al menos Steven no se murió en mi sala.
Este es solo algo que escribí para mi y que quiero compartir con las fans de Moon Knight. Lo único que me pertenece es el personaje de Millie, su historia y personajes involucrados con ella; la historia original, junto con los personajes de Moon Knight pertenecen a Disney, Marvel y Marvel comics. Escribo por diversión, espero lo disfruten ♥
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alejandrafrausto · 2 months
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Constrúyelo mejor - PREFACIO
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Lo primero que escucho cuando me despierto es la gotera del techo de mi sala. Genial, digo sarcásticamente. Desde que me mude a Londres, no ha habido un día que no amanezca lloviendo.
Me levanto y coloco un balde entre el sillón y la mesa de estar; cuando regreso a mi alcoba veo a mi gato recostado en la repisa más alta arriba de la cabecera de la cama.
—¿En serio Colin?
Como respuesta el solo se estira y tira uno de los libros amontonados (los que nunca he leído y no estoy pronto a leer), el libro cae en mi almohada. Suspiro y lo tomo, dispuesta a devolverlo a su lugar.
“El libro egipcio de los muertos”
Leo la portada, es un libro color naranja opaco con ilustraciones egipcias. Ya ni recuerdo como llego eso a mis pertenencias, tal vez me lo dieron en mi cumpleaños hace 3 meses antes de mudarme.
Sin pensarlo subo a la cama para bajar a Colin y dejar el libro donde estaba cuando tocan la puerta. Veo la hora en mi despertador a lado de mi cama: 7:25 AM
Colin se volvió a acomodar en su sitio, indispuesto a bajar. Vuelven a tocar, bajo rápidamente de la cama y me dirijo a la puerta.
Un hombre moreno con cabello negro me mira cansado.
—¿Sí?
—¡Hola! Mi nombre es Steven Grant —se presenta, escucho un acento inglés muy marcado— vivo en el 52, en frente del tuyo —señala la puerta tras el—. Me preguntaba, solo por curiosidad, si no tienes comida de pez.
Lo miro con amabilidad, y solo niego con la cabeza en respuesta.
—Veras —continua Steven—, tengo un pez, su nombre es Gus, se supone que ayer, como todos los martes en la noche iba a comprar su comida pero me quedé dormido y ahora mi pez esta moribundo.
—Pero ayer fue jueves.
Su reacción me desconcertó, parecía aterrado con mis simples palabras y comenzaba a hiperventilar.
—¿E-en serio? —suena temeroso.
Asentí.
—¿Te encuentras bien?
—No puede ser —ve al techo agotado—, otra vez no.
Steven se dio la vuelta, entro a su departamento y cerró la puerta tras él. Frunzo el ceño y cierro la mía. Que extraño, digo.
Miro el libro aun en mis manos, tal vez sea una señal para empezar a leerlo de todos modos. Lo dejo en la encimera del recibidor.
Hace 30 minutos que terminó mi turno en Chilango “A stampede of Mexican Flavours”
—Harper —Holly, la dueña, me llamo—, espero que no estés guardando tus cosas todavía. Me debes 2 horas.
—Señora Wright —rogué—, esas horas se las pagué hace 2 semanas, y la semana pasada paso lo mismo.
—¿Me estás diciendo mentirosa? —se molestó.
—No, señora —respondí frustrada—, solo que ya había hecho planes para esta noche.
No era mentira, desde que me mude a Inglaterra a principios de año solo me he dedicado a trabajar y arreglar mi nuevo hogar; en todo este tiempo no he salido a conocer nada, ni el cine, ni un centro comercial, ni un museo, no he podido ni ir por una simple cerveza a un bar. Por suerte para mí, hoy se estrenaba una de las películas de mi saga favorita y obviamente había comprado mi boleto con anticipación.
—A mí no me interesa tu vida social Amelia.
—Millie.
—¿Qué?
—Mi nombre es Millie, no Amelia.
—Como sea Emily —volvió a errar en mi nombre y señala la cocina con su mano mientras dice:— quiero todo limpio, que quede reluciente antes de que te vayas.
Me lanza las llaves del local, yo por inercia las agarro con ambas manos.
—Asegúrate de cerrar bien niña. Hasta mañana.
No me dio tiempo a responder cuando sonó la campana de la puerta anunciando su ida. Solté un grito de frustración. José, el cocinero, paso a mi lado.
—No luches jovencita, o será peor.
Sin decir más, salió por donde Holly dejándome sola en el restaurante. Quería llorar, era el segundo viernes que me hacia lo mismo y sabía que estas horas iban a ser sin remuneración. Suelto otro grito reprimido y empiezo a limpiar, tal vez si me apuraba alcanzaría a llegar a la función.
—Maldita Holly, eres una desgraciada, espero y te arroye un autobús de camino a donde sea que hayas tenido la urgencia de irte.
Sin darme cuenta estaba maldiciendo a mi jefa en voz alta mientras limpiaba las mesas y subía las sillas a estas, hasta que la campana de la entrada volvió a sonar.
—Lo siento —seguí limpiando las mesas con ira, no me gire a ver quién había entrado— cerramos hace 40 minutos, si gusta volver mañana más temprano —bajo la voz— o  nunca.
No recibo respuesta ni escucho el sonido de la campana de la puerta.
Lancé el trapo a la mesa más próxima con frustración y giro dispuesta a sacar al que sea que haya entrado.
—Hola —dice mi vecino con un “a” alargado.
Estaba frente a mí y sus ojeras lucían peor que esta mañana.
—Hola —respondo sorprendida de verlo aquí—, ¿me estas siguiendo?
Pregunto con desconfianza, desde su reacción anterior me preocupaba el estado mental de este hombre.
—¿Qué? No, —dice apresuradamente— no, no, por supuesto que no. Yo solo salí un poco tarde del trabajo y, ¿sabes lo difícil que es encontrar un restaurante abierto después de las 10? He estado caminando por media hora y este fue el primero que vi con las luces prendidas y la puerta abierta.
Suspiro de forma cansada, y tomo asiento en el primer banco que veo.
—Lo siento —tapo mi cara con mis manos—, es solo que ha sido un día muy largo y no quería sumarle a mi vecino psicópata acosándome.
—¿Psicópata? —lucio ofendido— ¿Crees que estoy loco?
Lo miro arrepentida e hice un puchero con mis labios.
—¿Un poco? —sonreí— bueno amigo, nadie en su sano juicio pierde 2 días completos como tú.
Él se aleja de la puerta para acercarse a mí, yo sigo viéndolo con una sonrisa burlona; Steven no parece alguien peligroso, de hecho todo lo contrario, el parece un pollito perdido buscando a su mamá.
—Para tu información —empieza a defenderse— no estoy loco, padezco de sonambulismo —ahora luce indignado— tal vez mi cuerpo estuvo despierto toda la noche haciendo quien sabe que para terminar así de cansado y dormir por 2 días ¿de acuerdo?
Lo miro divertida, tal vez no logré ir a ver la película pero puedo sacar algo bueno de esto: Conseguir al menos 1 amigo en esta ciudad.
—Ok señor sonámbulo —me levanto y lo miro para arriba, como siempre éramos mi 1.60 cm contra el mundo—, ¿eres alérgico al chili?
—¿Disculpa? —ahora el sorprendido era él.
—Toma asiento mientras cierro, estas a punto de probar los mejores tacos de tu vida.
Steven tarda en procesar lo que le dije, pero cuando regreso a la mesa ya está sentado esperándome. Sonreí.
Tomo el trapo de la mesa, y me dirijo a la cocina.
—¿Gustas algo de tomar? —Grito desde donde estoy para que Steven alcance a escuchar.
—Una botella de agua —responde de la misma forma—, por favor.
Tome la botella y el menú, y regrese con Steven.
—No respondiste mi pregunta —mira al agua en mis manos confundido—, ¿eres alérgico a algo?
—Oh —se toma su tiempo para pensar—, no, no soy alérgico a nada, pero, soy vegano.
—Bueno, por suerte para ti —le ofrezco el menú—, tenemos un menú vegetariano.
Steven abre el menú mientras yo exagero mi rol de mesera con mi pequeña libreta y mi pluma, es fácil desenvolverse con él.
Carraspeo cuando Steven encuentra la sección vegetariana.
—Solo que nuestro cocinero dejo las instalaciones hace 1 hora y tendremos que conformarnos con la especialidad de la mejor mesera en burritos, quesadillas y tacos sin dorar.
Steven sonríe.
—¿Y qué, de esas 3 cosas, me recomienda la amable mesera que me atiende hoy?
—Ella le diría que sus tacos le quedan muy ricos.
—Entonces tacos serán.
El hombre sentado frente a mí me da una gran sonrisa.
—Muy bien señor, en seguida le traemos su orden.
Steven me toma del brazo con suavidad y suelta el más sincero “Gracias” que he escuchado en mi vida. Le sonreí en respuesta.
—No hay de que.
Antes de entrar a la cocina le escucho preguntar.
—¿Cuál es tu nombre?
Me giro con una mano aun sosteniendo la puerta.
—Soy Millie —sonrío—, Millie Harper.
—Ok, ¿estas bromeando verdad?
Steven y yo caminábamos de regreso al edificio de nuestros departamentos. Nos habíamos sentado juntos a comer y él se habría ofrecido a ayudarme a terminar de limpiar la cocina. Eran las 00:15 cuando salimos del restaurante, aun alcanzaba a llegar a la película; pero decidí hacerle compañía a Steven, el también parecía que necesitaba un amigo, no sé, me daba la impresión de que tampoco los tenía.
—¿Cómo por qué bromearía con algo así?
—No lo sé Steven —digo—, ¿para asustarme?
—¿Estas asustada?
No respondí, ¿me asusta el hecho de que me dijera que tiene que dormir amarrado de su cama con arena alrededor para asegurarse de que no se había levantado en sus horas de sueño?
—No, la verdad no —me sincero—. Es solo que —hice una pausa para pensar mejor mis palabras—, me preocupa, es todo. ¿Has intentado ir a un médico?
Inquiero con amabilidad, el solo se encoge de hombros.
—Creo que sí —dice—, hace años supongo. Pero por lo visto no funciono.
Termina diciendo cansado. Suspiro y tomo su mano, aun seguíamos caminando por las frías y oscuras calles de Londres. El no opuso resistencia y sonreí.
—Bueno, es que antes tal vez no tenías a la superheroína Millie para ayudarte.
Bromeo y me detengo para poner una mano con el puño en mi cintura y la otra, de igual forma, levantada sobre mi simulando que iré a volar como un superhéroe. Lo hago para olvidar el tema y reírnos un poco, aunque Steven y yo sabemos que eso no sería todo mentira; que tal vez el conocernos nos traiga algo de luz a ambos.
—¿Tú crees? —sigue la broma Steven—, pensaba llamar al Capitán América si las cosas se llegaban a salir de control.
—No amigo, ese hombre ya es un vejestorio —continuamos caminando—. Mejor llamemos a la Capitana Marvel, ella si está mucho mejor. Es mucho más hermosa y poderosa que Steve Rogers, espera —hice una pausa y exageré una sorpresa—. No puede ser —tape mi boca con ambas manos—, te llamas igual que el Capitán América.
Steven se rio muy fuerte.
—Si, bueno —seguía riendo—, te sorprendería más si te dijera que eres una de las pocas personas en darse cuenta.
Me reí con él, su risa era muy contagiosa.
—Increíble. —Dije terminado de reír.
—¡Guau! —dice Steven—, no recuerdo la última vez que me reí así —se queda pensando un momento—, de hecho no recuerdo la última vez que me reí.
Termina triste y empatizo con él.
—Bien —intento animarlo—, ¿quién dijo que esta será la última vez?
Para cuando nos dimos cuenta ya estamos frente a la puerta de nuestro edificio. Entramos y nos dirigimos hacia el elevador. Ya adentro y en funcionamiento Steven dice:
—¿Hablabas en serio? —hace una pausa— ¿No será la última vez?
Le doy una sonrisa sincera, la milésima de la noche.
—Por supuesto que no, ahora que nos conocemos será muy difícil deshacerte de mí Grant.
Le sacudo su cabello desordenado con mis manos, él se ríe tímidamente y las puertas del ascensor se abren. Caminamos hacia nuestros departamentos.
—Gracias por todo —empieza a decir Steven—, por la comida, por tu amabilidad y por acompañarme.
—No tienes que agradecerme Steven —respondo con otra sonrisa—, eso hacen los amigos —hago una pausa dramática—, ¿lo somos verdad?
La verdad no me gustaría invadir su vida si él no quiere que yo lo haga.
—Si —él sonríe ampliamente mientras asiente repetidas veces—, lo somos. Buenas noches, Millie.
—Buenas noches, Steven, descansa.
Ambos entramos a nuestros respectivos departamentos.
Mi vida estas últimas 4 semanas han sido las mejores desde que me mude a Londres. Steven y yo nos hemos vuelto más cercanos, todos los días, después de ese encuentro, él me recoge de mi trabajo y regresamos juntos a casa. Dice que es porque el restaurante le queda de paso, aunque él y yo sabemos que queremos, ambos, pasar más tiempo juntos.
Hoy es sábado por la noche e invité a Steven a cenar a mi departamento, no es la primera vez que Steven entra a mi departamento, de hecho pasamos la mayor parte del tiempo allí. Steven dice que se sentiría incomodo si yo llegara a entrar al suyo, supongo que es por su extraño ritual para evitar su sonambulismo.
La verdad a mí no me importa mucho, yo solo quiero pasar tiempo con él. Así que el lunes pasado, cuando lo sorprendí llevándole el desayuno (un sándwich vegano y 1 café sin leche), a su trabajo en la tienda de regalos del museo egipcio, lo primero que le dije fue:
—Tú, yo, la noche del sábado, cena en mi departamento. Te haré las mejores papas guisadas que has llegado a probar te lo garantizo.
Steven no dijo nada, creo que le impactaba más el hecho de que fuera a visitarlo en sus horas laborales que el invitarlo a cenar.
—No puedes negarte Grant—advertí.
Sin esperar respuesta me retire, no sin antes ver como su jefa lo molestaba por mi presencia. Esa noche que nos vimos después de que acabara mi turno me dijo:
—¿Debo usar traje?
Su respuesta me dio ternura.
—Pues yo pensaba en algo más informal, sentarnos a cenar para después aplastarnos en el sofá y ver películas toda la noche —dije para luego bromear—; pero si quieres hacer una cena romántica dime con anticipación para alcanzar a comprar las velas.
La reacción de Steven me derritió de amor.
—No, no, no, no —dijo apresuradamente—, las películas están bien. Gracias.
—Steven qué te he dicho —lucí un poco molesta, era la octava vez que le decía lo mismo—, no tienes que agradecerme, ya te dije que somos…
—Amigos —Steven me interrumpió para completar la frase—, lo sé.
—Y los amigos hacen estas cosas porque…
Ahora yo lo insistí en que terminara la frase.
—Se quieren —no tardo en decirlo con una sonrisa—, te quiero Millie.
Me abrazo y yo lo correspondí con una sonrisa.
—Yo también Steven.
Escucho como tocan la puerta, son casi las 07:15, había citado a Steven a las 7. No es normal de Steven llegar tarde (a menos que pierda el autobús, pero eso no tendría sentido viviendo enfrente literalmente), pensé que me había dejado plantada o que le había pasado algo. Sonrío y abro la puerta.
Un Steven con ropa muy diferente a la que estoy acostumbrada a ver esta frente a mí. Tal vez es su ropa de descanso, pienso. Sin perder tiempo, me hago a un lado para que pase, pero él no se mueve.
—¿Steven?— lo miro confundida, está más serio de lo usual—, ¿está todo bien?
El traga fuerte y dice seriamente:
—Ya no quiero que seamos amigos.
—¿Qué? —rio nerviosamente, Steven y yo solemos bromear pero no así— ¿de qué estás hablando?, entra, vamos —lo tomo del brazo para jalarlo amistosamente dentro del departamento pero él se suelta con brusquedad, mi risa termina e inquiero con preocupación—, ¿Steven?
Steven me mira a los ojos.
—Ya no quiero que me hables, no me busques ni me des nada —su acento se oía diferente—, ¿escuchaste? no quiero NADA de ti, ¡NADA!
Sentí como mi corazón se quebrantaba, era la primera vez que veía a Steven tan molesto, ni cuando hablaba de su intolerable jefa, Donna, reaccionaba así.
—P-pero… —digo desconcertada tratando de no llorar— ¿qué paso? Ayer en la noche estábamos bien, ¿Qué sucedió Steven? ¿Te paso algo? ¿Te duele algo?
—Si, TU —dice con desprecio—, tú me pasas —levanto la voz—, eres tan insoportable, tan molesta. No sé ni porque somos amigos.
Mis lagrimas caen, no sé qué decirle. El no suena como Steven, pero luce como el, aunque mi verdadero Steven nunca me diría algo así; definitivamente el hombre frente a mí no es mi amigo, no puede ser.
—Tú no eres Steven —solté cuando estaba dispuesto a irse—, ¿Quién eres?
El hombre se detuvo en seco y me encaro.
—¿Ves? Estás loca, por eso nadie quiere acercarse a ti.
Auch, eso dolió. Pero confirme mis sospechas.
—Steven NUNCA me diría algo así —deje de llorar y repetí desafiante— ¿Quién eres?
—OK —se acercó peligrosamente a mí, yo doy un paso atrás, me estaba asustando—, si no fuese Steven sabría que eres la persona más patética que he conocido —los demás vecinos empezaron a salir para ver qué estaba pasando, nosotros discutíamos en el pasillo fuera de nuestros departamentos—. Si no fuese Steven sabría que después de la muerte de tu papá, tu mamá te abandono en un basurero a los 8 años. Si no fuese Steven sabría que te criaste en un orfanato hasta los 16 y después te escapaste. Si no fuese Steven sabría que eres un inmigrante ilegal y que la policía te ha arrestado más veces de lo que has recibido un abrazo.
Es imposible retener mis lágrimas con cada palabra que dijo, yo no le había contado eso a nadie, nunca había mostrado mi ser más vulnerable a otra persona en toda mi vida más que a Steven. Y me duele, me duele el hecho de que la primera persona que confíe me haya traicionado en tan poco tiempo.
—Para terminar en Londres a kilómetros de donde naciste en un departamento de mierda con un trabajo de mierda.
—¡Basta! —grito— ¿Te crees mejor que yo, Steven Grant? —lo confronto— tu mamá no te ha hablado en meses, solo te envía esas tontas postales que sepa tú de donde las saca, para mí que ella ya está harta de ti y con razón.
No estoy orgullosa de lo que estoy diciendo, hace días caí en cuenta de que Steven y yo éramos personas perdidas (rotas), buscando un lugar en donde nos sintiéramos amados. Creí que lo habíamos encontrado.
—¿Tú me dices patética a mí? —levanto más la voz— ¿A mí? Mas bien el patético aquí serias tú ¿no?, con un trabajo de mierda queriendo ser algo más pero sin lograrlo por tu estúpida incapacidad de socializar con los demás.
Estoy llorando y gritando, y la verdad no me importa, se suponía que hoy tendríamos una noche divertida con cena y películas, tal vez con juegos tontos de mesa también, pero el decidió desconocerme y mandar todo lo que construimos este último mes por la borda.
—Durmiendo como un completo loco, amarrado a tu cama y con arena a tu alrededor, colocando una maldita cinta en tu puerta.
—Tienes razón —dice serio—, estoy loco y por esa misma razón ya no quiero ser tu amigo. Adiós Millie.
Se aleja, dispuesto a tomar el elevador, yo suelto un grito frustrado y miro a los otros vecinos.
—¡¿Qué quieren?! —les digo aun con coraje— ¡Se terminó el show!
Entro a mi departamento y azoto la puerta tras de mí, y lloro, lloro todo lo que he guardado por años, lloro por mí, lloro por Steven, lloro por mi estúpido trabajo y lloro por mi patética vida.
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alejandrafrausto · 1 year
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Constrúyelo mejor
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SINOPSIS
"Te amo Steven Grant, eres la persona más maravillosa que he conocido; mi vida tuvo un antes y un después desde que te conocí, yo estaba perdida y tú me encontraste."
"No fue tu culpa Marc, ni lo de tu hermano, ni lo de tu madre. No me imagino el dolor que pudiste haber sentido, solo sé, que ahora estoy aquí y yo quiero darte todo ese amor que se te prohibió, todo ese cariño que tanto anhelabas, yo puedo dártelo, yo QUIERO dártelo. Soy tuya y tú eres mío, y nunca más vas a volver a estar solo, LO PROMETO.
...No quiero perderte, no puedo imaginarme un mundo sin ti, no puedo. Te amo y te amaré siempre Spector."
"Aléjate de mí por favor, me estas asustando Lockley...
...hablo en serio Jake, ¡No me toques!"
Hola, soy nueva en tumblr y este es mi primer fanfiction; ya lo había subido en Wattpad pero igual lo publico aquí para que mas personas puedan leerlo y disfrutarlo. Espero les guste ♥
*La imagen NO es mía, solo la comparto, la baje de un usuario de Pinterest llamado srwann.
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