Bandeja paisa, also known as bandeja de arriero, bandeja montanera and bandeja antioquena, is Colombia's national dish since 2005, a heavy, caloric meal traditionally served on a big, oval platter and intended to be eaten for lunch.
Originally, the platter provided nutrition and energy to the farmers to keep them going for the whole day and there are a total of 13 ingredients used in the dish, including golden-fried chorizo sausages with lime, hogau sauce, cooked white rice, ground beef, plantain, arepa (a thin, fried corn cake), avocado, stewed red beans, fried pork belly, and a fried egg on top of it all.
This behemoth of a dish is traditionally accompanied by a mazamorra – a milk-based drink that is served chilled and features smashed maize. Bandeja paisa is actually one of the highest protein-packed dishes on Earth and is especially popular in the Paisa region departments of Antioquia and a part of Valle del Cauca in Colombia.
In 2005, when it became the national dish, it was suggested that the name gets changed to bandeja montanera in order to avoid the exclusion of people that are outside the Paisa region, which led to a huge public outcry. Regardless of the name, it is best to unbuckle your belt before having a go at this gigantic meal.
src.: https://www.tasteatlas.com/bandeja-paisa
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Conoce Agua Zarca
Por Nahomi Garay
Agua Zarca es un rinconcito ubicado en la Sierra Gorda Queretana, para ser exactos en el municipio de Landa de Matamoros.
Se caracteriza principalmente por su historia, naturaleza, gastronomía, cultura, tradición, por su gente hospitalaria y solidaria que sin duda dejan huella en tu corazón y ese sentimiento de querer regresar a aquel pueblito donde se baila al son del huapango, donde te reciben en sus casas con un café de olla calientito y un taquito con salsa de molcajete.
Un lugar de paz y tranquilidad en el cual puedes conectar íntimamente con la naturaleza, pasear por sus calles respirando aire puro y conociendo un poquito más allá de lo que es el estado de Querétaro.
“En aquellos años” se dice que había varias personas que venían de la Misión, Hidalgo y cruzaban por lo que actualmente es Agua Zarca. Se le dio esta denominación a causa de que había varios manantiales en la localidad, por lo tanto, los arrieros comenzaron a tomarlo como un punto para descansar puesto que llevaban varios días de viaje con las bestias de carga y estas necesitaban beber agua. Desde entonces ellos decían “ya vamos a llegar ahí, al Agua Zarca, ahí descansamos” y así surgió el nombre de este pequeño pueblo.
En la actualidad, Agua Zarca ha crecido, además tiene potencial para la actividad turística, por lo que, si te gusta la aventura, los paisajes y la cultura, ésta es una gran opción. Al ser un “lugar virgen” aún está muy arraigado a sus creencias, teniendo otra perspectiva muy diferente de ver la vida y el aprecio que se le tiene en todos los sentidos, disfrutando cada segundo en conciencia plena.
Más adelante, en próximas publicaciones, nos adentraremos a conocer esta tierra de serenata para empaparnos de conocimiento, así como también tener una nueva opción para agregar en tu visita a la Sierra Gorda, este lugar donde conviven el cielo y la tierra, la serenata con floridos cantos que surgen de la naturaleza en el cual podrás disfrutar de una historia de sabor. Ahí, donde las montañas parecen besar al cielo.
Nota: fotografía tomada por Sharis Olguín
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Crónica. Del campo a la carnicería.
Tres horas son las que hacen falta para que trescientas vacas se transformen en seiscientas medias reses. Cien vacas por hora, cincuenta cada media hora.
-Quiero llegar temprano- dice Horacio, en camino al frigorífico-. Me gustaría mostrarte todo antes de que comience la faena.
Horacio es el encargado de Control de calidad del frigorífico “Frigocarne” ubicado en la Av. Pereda, una calle que atraviesa el pueblo Máximo Paz, en el partido de Cañuelas, provincia de Buenos Aires, a 48km de CABA.
-Los viernes son pocos animales, hoy van a ser trescientos, pero los lunes son entre ochocientos y mil- y agrega -No cualquiera trabaja acá: es muy cruel.
El sol está en el centro de la escena iluminando todo el frigorífico. Una edificación de dos pisos, pintada de blanco por fuera y separada de la calle por un paredón, lo demás es campo.
En la entrada saludan -Buen día, Doctor-. Más adelante, un empleado sentado en un escalón afila su cuchillo, sereno, firme, plácido; dice: -¡que sean pocos hoy, Horacio! así terminamos temprano!
Hacia la derecha del edificio están los corrales, adentro hay vacas echadas esperando. Siempre esperando. El aroma en el ambiente es una mezcla de bosta y pasto mojado.
- El animal baja del camión e ingresa por acá-, señala una rampa con piso de cemento atravesadas por barras de hierro en forma cuadriculada, -eso es para que no se patinen y se caigan- agrega.
Las pasarelas de los corrales están limpias. Horacio trata de no acercarse a los animales.
-No me gusta estresarlas, ahora están tranquilas, si me acerco se ponen nerviosas. Tengo que mirar que tengan agua, que estén bien.-
Encuentra un bebedero roto. Se enoja, resopla por lo bajo, anota en su cuaderno “Revisar corral 36”.
Las vacas observan, parecen entender, algunas se agolpan, otras siguen en su indiferencia reposando al sol.
-Ellas son las de hoy- las de hoy significa, las futuras medias reses. Más tarde ingresará otro camión con las del lunes.
Según SENASA, (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria), los animales deben estar en el establo, al menos, durante 24 horas antes de la ejecución y no más de 72 horas. El viaje es tenso, agobiante. Para que la carne no sea dura, deben descansar. Durante ese tiempo tampoco pueden comer.
Antes de ingresar a la parte donde la sacrifican pasan por otros corrales en los cuales las bañan. Unos tubos que cruzan por arriba les tiran agua a presión con 30% de cloro, -es para limpiar si tienen mierda en el cuero-, dice Horacio. Más adelante, la pasarela para llegar al fin, el martillo hidráulico.
-Esta es la zona sucia-, dice. Así le llaman a la zona de insensibilización del animal, suspensión de la res y vómito, degüello y sangrado. Todo está conectado por la Noria, una máquina transportadora con un mecanismo similar al de las aerosillas. Un riel alto con varios ganchos de los cuales cuelgan a las vacas de las patas y hará todo el recorrido de manera mecánica.
El piso de arriba, que es donde se realiza la faena, parece un hospital. Paredes de azulejos blancos, pisos de cemento, frío, mucho frío. Todo está extremadamente limpio. El espacio es extenso, 300 m2. Hay 33 palcos elevados del suelo para estar a la altura del animal cuando pasa. Cada uno tiene una labor. Más adelante, en las cámaras, están las reses de ayer a 1.8ºC, suspendidas de ganchos y perfectamente alineadas como el perchero de cualquier marca de ropa.
Ahora hay silencio, más tarde todo será ruido.
***
A las dos de la tarde se quiebra la calma, comienza el trabajo. Los animales son arreados hacia la zona sucia. Corren con temor, miran para todos lados intentando escapar, buscando el hueco que las devuelva al campo. El arriero grita, revolea un trapo.
-Dale, daleee, ehh ehh, dalee.
En la pasarela final algunas, mugen asustadas. Intentan sobrepasarse, como apurando el desenlace. Cuando llegan, un operario le apunta frontalmente en el punto medio entre los ojos, el ruido que hace el martillo es seco, fuerte, ¡PAC!; el golpe, preciso. Las piernas que se aflojan son las de la vaca, se abre la compuerta del costado del cajón y cae desmayada. Desde ese momento, según las normas de SENASA, tienen 15 segundos para degollarla, pasado ese tiempo puede despertar. Dos empleados le agarran una de las patas traseras, la atan y la izan como si fuera una bandera de guerra. El animal, que aún se mueve, queda colgado cabeza abajo. José, el encargado del sacrificio, le agarra la mano como si quisiera calmarlo, como si quisiera acompañarlo.
- Ya no siente nada, los movimientos son reflejos -, dice.
Con el cuchillo afilado y desinfectado con agua a 82ºC, le corta primero el cuero y luego lo entierra en la entrada del pecho de manera que seccione los grandes vasos cercanos al corazón. La sangre brota violentamente, como un grito de odio.
Diez son los segundos que tarda en desangrarse y morir.
La lengua del animal se arrastra por el suelo. La res es grande, larga, pesada. Ya no le queda nada más que cuero y carne. La Noria empieza a subirla hacia el primer piso, la zona intermedia.
En esta zona se realiza el desollado. A la res se la cambia de riel, se le cortan las patas traseras a la altura de las articulaciones y se la cuelgan de los tendones. Una vez suspendida, se le amputan las manos y comienzan a quitarle el cuero de forma manual, con cuchillos. Los operarios se mueven tan rápido que casi no se ven, en pocos segundos ya no queda cuero por quitar.
A la altura del palco 16 ingresa a la zona limpia. Le cortan la cabeza y la cuelgan en otros ganchos para lavarla y controlar que no tenga parásitos.
La tarde avanza sin pausa como los cuerpos por los palcos. Los empleados gritan, se molestan, se divierten, trabajan. Mientras esperan que llegue el animal a su puesto, afilan sus cuchillos con ansiedad, casi como un reflejo, sin mirarse las manos, sin pensar en lo que hacen. Por un ventanal pegado al techo, un halo de luz ilumina las reses que por ahí desfilan. De ellas emana un vapor espeso. Todavía están tibias.
En el palco 18 una sierra le atraviesa el pecho para que en el palco 19 un empleado le haga un corte en el plano medio abdominal y con sus manos retire las vísceras que caerán de manera estruendosa sobre unas bandejas para ser inspeccionadas. Luego otro operario con una sierra eléctrica realiza el aserrado longitudinal. La res se transforma en dos medias reses.
Lo que queda por delante es un lavado mediante un chorro de agua para que por acción de arrastre elimine toda suciedad, materia fecal u otras partículas contaminantes. Si en algunos de estos palcos se encuentra algo anormal, (Tumores, tuberculosis), se detiene la faena y se descarta la res.
Una vez terminado el lavado, se las pesa y etiquetan. Horacio, las inspecciona antes de que ingresen a cámara. Mientras las examina nota el temblor de los músculos; - Tarda 24 horas en dejar de hacer esos movimientos – Dice.
En la cámara deben estar a una temperatura menor a 7ºC durante 24 horas, para luego ir a las carnicerías.
Cerca de las cinco de la tarde han pasado por los palcos 300 animales. Ninguno fue descartado. Todos estaban sanos. Los operarios golpean el mango de los cuchillos contra los caños y gritan; la faena terminó. Se apagan las máquinas, la calma abraza al personal de limpieza ingresa para dejar nuevamente impoluto este lugar. Afuera, bajo el manso sol del otoño, unas nuevas vacas están tranquilas, recostadas, echadas a su suerte, esperando. Siempre esperando.
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Arrieros somos y en el camino andamos
Y cada quien tendrá su merecido
Ya lo verás que al fin de tu camino
Renegarás hasta de haber nacido
Si todo el mundo salimos de la nada
Y a la nada por Dios que volveremos
Me río del mundo que al fin ni él es eterno
Por esta vida nomás, nomás pasamos
Tú me pediste amor y yo te quise
Tú me pediste mi vida y te la di
Si al fin de cuentas te vas, pos anda, vete
Que la tristeza te lleve igual que a mí
Arrieros somos y en el camino andamos
Y nada más…
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