El PP tiene la conciencia tranquila...¿...?
¿Todo es mentira, menos algunas cosas : Mariano Rajoy Brey?
Dice Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación del PP, que tiene la conciencia tranquila, él y su partido tienen la conciencia tranquila. Ese delito del que usted me está hablando, la corrupción, es algo extensamente desconocido. Rajoy vuelve a ver manos inquisitoriales en quienes intentan indagar y atribuir responsabilidades a uno de los más grandes saqueos de las arcas públicas que ha podido darse en un país formalmente democrático. Pero, como dirían algunos de los escribidores del periodismo oficial, hay al menos dos formas de verlo.
El PP no se ha financiado ilegalmente durante décadas tal como contó su tesorero Luis Bárcenas –cuando hablaba– y confirmó con múltiples pruebas documentales la investigación judicial. El PP no ha recibido donativos de empresarios a muchos de los cuales entregó luego obra pública. Ellos lo hacían por cariño y a quién mejor dar negocio en justa compensación.
No hubo sobres en B, ni cajas de puros llenas de billetes en B. No se cargaron los discos duros del ordenador de Bárcenas, borrándolos 35 veces, donde había aún más pruebas. Los SMS de Rajoy, presidente del Gobierno, fueron solo otra prueba de afecto. El propio Bárcenas pasó de ser un apestado a quien cargar las culpas, a un colega que defiende los intereses del PP en la Comisión investigadora del Congreso con la prepotencia que lo haría cualquiera de sus portavoces. Repartiendo culpas y responsabilidades fuera. Y callando cuanto dijo. Sopla el viento de otro lado, trayendo silencio. Nadie nunca supo nada, ni recordó, ni le constó y si alguna desviación mínima se produjo es atribuible en exclusiva a otro tesorero, Álvaro Lapuerta. Incapacitado actualmente por demencia sobrevenida. En el umbral de los 90 años y tras haber sufrido una caída que le mantuvo en coma, es el único responsable de los deslices. Inimputable, tras una trayectoria marcada al servicio de la derecha ya desde el franquismo.
No hay Gürtel, ni Púnica, ni Lezo, ni Taula, ni Canal de Isabel II, ni el abecedario casi completo de la corrupción que ha podrido los cimientos de España los últimos años. Nadie en el PP se ha enriquecido sacando dinero hasta de los colegios, a costa de mandar a los niños a barracones prefabricados. No ha habido ni cacerías ni volquetes de putas para festejar la faena. Todo lo que usted creyó ver y sufrir no sucedió. El PP tiene la conciencia tranquila.
No se han cambiado a conveniencia jueces y fiscales, no hay trato de favor jamás. Las buenas gentes nombradas para presidir tribunales decisorios lo son por puro merecimiento. Moix no existió, Catalá es un ministro ejemplar.
España no se encuentra en la cúspide del crecimiento de la desigualdad en Europa. Los datos del aumento de la pobreza infantil no nos los creemos, porque nosotros (ellos) nos creemos lo que queremos. Los votantes del PP tienen la conciencia tranquila. Crece el empleo con unas remuneraciones suficientes y somos las estrellas de la recuperación. Eso sólo podía hacerlo el PP que se encontró un país en bancarrota por sus Comunidades Autónomas que gestionaba en su mayoría dirigentes del PP. Y por la soga al cuello de la burbuja inmobiliaria que andan inflando otra vez. Si usted es prudente, sabrá apartarse.
Nunca hubo un Soria, ni un Wert. De Guindos se desvive por nuestros intereses económicos lo mismo que el presidente del Banco de España. El ministro de las amnistías fiscales siempre sabe lo que hace y ahí sigue. Y esa vicepresidenta que con tanto tino controla todo. Y, cuando se dice todo, es todo.
Rajoy sí existe, es el presidente que necesita España. La España de esta gente. Aunque si un día cesa, tendrán otro presidente de derechas a quien necesitar.
¿No leen ustedes los periódicos, escuchan las radios y ven las televisiones? No hay problema en el que se encuentre el PP, no digamos problema, no hay atisbo de duda, presunción de presunta posible implicación en algún indicio de principio de presunto delito, que no tenga ahí a unos servidores de la información prestos al quite. Con la conciencia muy tranquila.
Los periódicos de papel ya casi no editan portadas, editoriales, precisas columnas de opinión de los más fiables periodistas, sin un fin o dedicatoria específicos. Anegados en lágrimas o rabia además por la incomprensión que sufren.
Se notan voces molestas por ver entorpecida la labor del PP. Que si una comisión parlamentaria, que si unas críticas por haber perdido 60.600 millones de euros de nuestro dinero en el rescate a los bancos (cosa que no pasó en otros países) o por la gestión de paraísos como el Parque Natural de Doñana que acaban entre llamas. Las urnas las carga el diablo, esto lo dicen de vez en cuando. Conllevan una pérdida de tiempo lamentable para quienes tan bien conocen lo que nos conviene. El Parlamento decididamente es un incordio.
Estos días andan abriendo (poca cosa) las cloacas de Interior, las cloacas del Estado. No terminamos de saber por qué ahora y así. En los bajos fondos se libran batallas por el poder, y producen movimientos. Las cloacas del Estado con sus dosieres, presiones, amenazas, aparecen a nuestros ojos ahora con alguna mayor nitidez. Como una red subterránea, podrida de cavernas, que comunica emporios y palacios, búnkeres y desagües, intereses particulares y mucho dinero.
Las víctimas de este país, de sus poderes más insanos y sus cómplices, merecerían que unos cuantos de ellos se buscaran la conciencia, a ver si la han extraviado por algún sumidero. Y que ofrecieran alguna compensación. La mejor sería que depusieran las trampas y empezar a hablar de responsabilidades.
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OnlyFat (español)
Nigel se miraba al espejo, como hacía cada mañana, admirando su cuerpo trabajado y esculpido tras años de dieta y esfuerzo en el gimnasio. A sus 28 años, se sentía en la cima de su forma física. Músculos firmes, hombros anchos y un abdomen marcado, que junto a su bonita cara y a su polla grande, le habían conseguido un número considerable de seguidores en OnlyFans. Aunque no era millonario, con unos dos mil dólares mensuales de media, podía permitirse ciertos lujos y vivir bastante cómodo. Le gustaba su rutina. Grababa videos privados, siempre complaciente, y respondía a las peticiones más extrañas y particulares de sus fans. No importaba lo que le pidieran, siempre encontraba una forma de disfrutarlo, quizá por su naturaleza sumisa, algo que había descubierto hacía tiempo y que ahora aprovechaba para su propio beneficio.
Aquel martes, mientras revisaba los mensajes en su cuenta, se topó con una propuesta que lo dejó pensativo. Era de un tal Dom43, alguien que le había escrito varias veces, aunque nunca con una petición tan directa como esta. El mensaje decía:
“Te ofrezco mil dólares si engordas cinco kilos de grasa en un mes y me mandas un vídeo del resultado. Sin trucos, quiero verte cómo cambias. ¿Qué me dices?”
Nigel levantó una ceja y releía la oferta una y otra vez. No era la típica petición a la que estaba acostumbrado. En un principio, le resultó extraña, casi absurda. Pero el dinero, ¡mil dólares!, era una tentación considerable. Además, una parte de él, la que siempre había disfrutado obedecer y someterse a los deseos de los demás, sintió una punzada de excitación ante la idea. Después de unos minutos de reflexión, se encogió de hombros y se dejó llevar por un impulso.
“Acepto.” Escribió de vuelta.
Sabía que hacer eso cambiaría algo, aunque no estaba seguro de qué. Lo que no imaginaba era hasta qué punto aquello lo arrastraría por un camino inesperado.
Para Nigel engordar cinco kilos en un mes no le parecía un gran desafío. Y sabía que, una vez cumplido el objetivo y cobrado esos mil dólares, podría volver a su dieta estricta y recuperar su físico en cuestión de semanas. Era un simple desvío, una pequeña indulgencia temporal. Nada grave. Con esa seguridad en mente, decidió cambiar su rutina alimenticia.
Esa misma tarde fue al supermercado, llenando el carrito con todo lo que habitualmente evitaba: pizzas congeladas, bollería, snacks salados y sobre todo muchas tarrinas de helado, que se prometió devorar cada noche. Se habían acabado las ensaladas por unas semanas. Cuando llegó a casa, la idea de entregarse al placer desmedido, de romper con las normas que él mismo se había impuesto durante años, le dio morbo. Y aún más al recordar que lo hacía por Dom43, por cumplir su petición.
A la noche, se sentó en el sofá frente a la televisión con una pizza y una tarrina de helado a los lados, y una sonrisa en los labios. Al principio comió con hambre, pero pronto esa hambre se transformó en algo más oscuro, más íntimo. Seguía comiendo, aunque ya no tenía apetito. El simple hecho de saber que estaba hinchándose, llenándose para complacer a alguien, le hacía sentir una excitación que nunca había experimentado. Cuando acabó, se tumbó en el sofá, acariciando su estómago ligeramente abultado, sintiéndose extrañamente satisfecho.
***
Pasaron dos semanas y Nigel se había volcado completamente en su nueva rutina de excesos, se había dedicado a comer como si fuera una competición. La comida le llenaba, pero lo que realmente le llenaba era la idea de transformarse a petición de alguien. Sabía que estaba cambiando, que su cuerpo estaba reaccionando. Y lo comprobó al pesarse: cuatro kilos más. Estaba a punto de cumplir el objetivo.
Al día siguiente, mientras entrenaba, su entrenador personal, Mark, notó algo diferente en él. Nigel estaba haciendo abdominales, cuando Mark soltó una risa burlona.
—Te has relajado un poco, tío —dijo mientras le daba un ligero golpe en el vientre—. Has echado barriga. Y no solo barriga... —añadió, haciendo un gesto hacia su trasero.
Nigel se rio, intentando disimular el calor que subió rápidamente a su rostro.
—Sí, bueno, me he permitido un par de caprichos, nada serio.
Mark negó con la cabeza. Nigel no pudo quitarse el comentario de la cabeza. Esa burla le había llegado profundamente. No le molestaba, al contrario, le gustaba. Durante el resto del entrenamiento, no pudo dejar de pensar en cómo su cuerpo estaba cambiando, en cómo Dom43 disfrutaría de verlo ablandarse.
Cuando volvió a casa, se quitó la ropa rápidamente y se miró en el espejo. Tocó su vientre, que ya no era tan plano como antes, y acarició la suave blandura que empezaba a formarse en su trasero. Las palabras de Mark resonaban en su mente. Y en ese momento, no pudo resistir más. Se tumbó en la cama y se la cascó, alcanzando el clímax más intenso de su vida. Lo que había empezado como un simple juego para ganar dinero, ahora lo consumía por completo.
El mes había llegado a su fin y Nigel estaba listo. Preparó la cámara con esmero, asegurándose de que la iluminación fuera perfecta, lo suficientemente clara para resaltar cada cambio en su cuerpo, para mostrarle a Dom43 el resultado de su esfuerzo. Se colocó frente al espejo, respiró hondo y comenzó a desnudarse lentamente mientras grababa. Primero se quitó la camiseta, revelando su torso. Su pecho, que antes era firme y marcado, ahora mostraba una ligera flacidez. Y su vientre, abultado y cubierto de una ligera capa de grasa, se doblaba en michelines cuando se inclinaba un poco. Luego se bajó los pantalones, quedando solo con sus slips blancos, que ahora le apretaban como nunca. Sus muslos estaban más anchos. Pero fue al darse la vuelta cuando la verdadera sorpresa se mostró. Sus nalgas, más grandes y redondas, parecían querer escapar de la tela ajustada. Los slips apenas podían contenerlas. Se tocó el culo suavemente, sintiendo su magnitud. Sin perder el ritmo, se acercó a la báscula que había preparado frente a la cámara. Se subió con cuidado, observando los números incrementar rápidamente. Y ahí estaba, la cifra que lo dejó atónito: 87 kilos. Había engordado siete kilos en lugar de los cinco que Dom43 le había pedido. Tres kilos de más, fruto de su total entrega a la comida. Al ver el número, Nigel se empalmó al instante, sin poder evitarlo.
—Ochenta y siete... —murmuró para sí mismo.
Sin pensarlo más, dejó que la excitación tomara el control. Se alivió frente a la cámara, su respiración entrecortada y sus jadeos llenando la habitación. Lo hacía por Dom43, pero también por él mismo, por todo lo que había descubierto sobre sí en ese proceso.
Una vez acabado, envió el vídeo privado con una mezcla de ansiedad y satisfacción, esperando la respuesta de Dom43. No tardó en llegar: el mensaje de pago acompañado de un comentario que lo hizo estremecer.
—Eres un cerdo patético. Has engordado solo por que yo te lo pedí. Me encanta. —Nigel leyó en voz baja—. Te ofrezco diez mil dólares más si engordas otros diez kilos en dos meses. ¿Te atreves a convertirte en mi fantasía?
Nigel se sentó en el borde de la cama, mirando su cuerpo aún desnudo y ligeramente sudoroso tras la grabación. La pantalla de su teléfono brillaba con el mensaje de Dom43: diez mil dólares por engordar otros diez kilos. La oferta era tentadora, demasiado tentadora. Con ese dinero, no tendría que hacer más vídeos durante meses, podría tomarse un descanso de su vida online y dedicarse a cualquier otra cosa. La sola idea de esa libertad económica lo hacía sentir aliviado. Pero había algo más. El deseo profundo de complacer a Dom43, de seguir sus órdenes y someterse a lo que le pedía, lo consumía por dentro. Había descubierto una nueva forma de placer. Cada kilo que ganaba, cada pequeño comentario de humillación, le encendía de una manera que nunca había experimentado. Satisfacer a Dom43 se había vuelto una especie de adicción. Sin embargo, el miedo también estaba ahí, siempre presente. Ya había ganado siete kilos y aunque en un principio pensó que podría perderlos fácilmente, empezaba a dudar de que lo mismo ocurriese con diecisiete. ¿Y si no podía? ¿Y si seguir engordando acababa con el éxito de su cuenta de OnlyFans?
***
Nigel nunca pensó que perdería tanto de control. Lo que en un principio parecía un desafío, casi un juego, se había convertido en una nueva realidad para él. En solo mes y medio de comer sin parar, había ganado los diez kilos que Dom43 le había pedido, llevando su cuerpo a límites que jamás había imaginado. Ahora pesaba 97 kilos, y cada vez que se miraba al espejo, el hombre que veía era casi irreconocible: su vientre colgaba, sus muslos se rozaban al caminar, y su pecho, antaño firme, ahora rebotaba ligeramente con cada movimiento. Pero lo más impactante de todo eran sus nalgas, que se habían vuelto enormes, dos masas blandas que rebotaban con cada paso. Y eso, por alguna razón, lo excitaba más de lo que le asustaba.
Cuando llegó al gimnasio una tarde, Mark lo recibió con una sonrisa burlona, como siempre lo hacía desde que había empezado a ganar peso.
—Vaya, si es mi cliente estrella —dijo Mark con un tono sarcástico mientras observaba el cuerpo de Nigel.
Durante el entrenamiento, Mark no paró de hacer comentarios sobre su peso. Cada vez que hacía una sentadilla o levantaba pesas, podía sentir la mirada de Mark sobre él, observando cómo su barriga se balanceaba o cómo sus nalgas sobresalían de los shorts, que apenas lograban contenerlas. No obstante, lo más intenso llegó después del entrenamiento, cuando Nigel salió de las duchas. Aún estaba secándose cuando se dio cuenta de que Mark lo estaba mirando desde el otro lado del vestuario.
—Madre mía, tío... —dijo Mark recorriendo el cuerpo desnudo de Nigel con la mirada—. Estás enorme. En serio.
Antes de que Nigel pudiera decir algo, Mark se acercó y le dio una palmada en el culo. El golpe resonó en la habitación y las nalgas de Nigel se movieron como gelatina bajo la mano firme de Mark. Nigel sintió cómo su rostro se calentaba, una mezcla de vergüenza y excitación invadiendo cada centímetro de su piel.
—Joder —dijo Mark riendo—, eso se mueve como si estuviera hecho de gelatina. ¿Qué te has estado metiendo, helado por litros? Estás obeso, macho.
Nigel no pudo responder, su garganta seca y su mente atrapada en el eco de las palabras de Mark. “Obeso”. Era la primera vez que alguien lo llamaba así y lejos de molestarle, la palabra lo atravesó como un rayo de puro deseo. Intentó reírse, pero el sonido salió débil, casi ahogado.
Estaba de pie frente a la cámara, respirando profundamente mientras preparaba su segunda sesión privada para Dom43. Comenzó a desnudarse lentamente, como en el vídeo anterior. Se quitó la camiseta, revelando un torso que ya no guardaba rastro de los músculos firmes que solía tener. Su pecho, redondeado y blando, se movía visiblemente con cada respiración. Los pezones se habían ensanchado y parecían extrasensibles. Los acarició. Después se bajó los pantalones hasta quedar solo en los slips blancos que había usado antes. Ahora, esa prenda parecía un chiste cruel. Los bordes se clavaban en la carne de sus caderas y muslos, apretándolos de manera incómoda pero intensamente placentera y su vientre abultado colgaba ligeramente de la banda elástica. Nigel se giró hacia la cámara, permitiendo que esta captara el cambio más evidente de todos: el culo. Sus nalgas llenaban por completo los slips, haciéndolos parecer diminutos. La tela estaba a punto de rasgarse. Los cachetes sobresalían en grandes pliegues por arriba, enseñando la raja, como si fuera imposible para la prenda contener tanto volumen. Dio una ligera sacudida, y su culo rebotó, moviéndose durante unos segundos antes de detenerse. Verlo así, tan expuesto, tan imposiblemente grande, le produjo una oleada de excitación que casi le hizo perder el control en ese mismo momento. Nigel no pudo evitar sonreír. Sabía que Dom43 disfrutaría viendo lo que había conseguido. El momento culminante llegó cuando se subió a la báscula, que había colocado justo frente a la cámara. Mostró el resultado: 97 kilos. Casi veinte kilos más de lo que pesaba cuando todo comenzó. No pudo evitarlo; la emoción de haberse transformado para alguien, de haberse entregado por completo a ello, lo sobrepasó. Se masturbó una vez más frente a la cámara, pero esta vez el orgasmo fue más intenso, más liberador. Su respiración se volvió pesada y cada curva de su cuerpo se agitó con el temblor de la eyaculación.
Cuando terminó, envió el vídeo a Dom43. No pasó mucho tiempo antes de recibir el pago prometido. Pero lo que aceleró su corazón no fue la gran suma de dinero, sino las palabras que lo siguieron.
“Te has convertido en mi esclavo sumiso. No vales para otra cosa, solo para engordar. Debería darte vergüenza lo bajo que has caído, pero lo peor es que sé que lo disfrutas.”
Nigel tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago. Era cierto. Disfrutaba cada palabra humillante, cada comentario cruel que le hacía sentirse más pequeño, más sometido a pesar de su tamaño creciente. La última línea del mensaje lo dejó paralizado.
“Te ofrezco veinte mil dólares si engordas quince kilos más.”
***
Nigel estaba nervioso. Había pasado más de dos meses sin grabar un vídeo para sus suscriptores habituales en OnlyFans y, ahora, con su cuerpo transformado de manera drástica, no sabía cómo reaccionarían. Quería probar si el aumento de peso había cambiado algo, si sus fans seguían interesados en él a pesar de que ya no tenía el físico musculoso y esculpido que los había atraído en un principio. En el fondo, esperaba que no importase demasiado, que aún lo desearan y que, de ese modo, no tuviera que depender de Dom43 para mantener su vida económicamente estable. Preparó la cámara como siempre, pero esta vez se miró en el espejo con más detenimiento. Era increíble lo mucho que había cambiado en solo dos meses. Su cuerpo se sentía pesado. Cada movimiento lo hacía más consciente de su tamaño.
—Es solo un vídeo —se dijo a sí mismo en un susurro, tratando de calmar sus nervios—. Solo quiero ver cómo reaccionan.
Se colocó frente a la cámara, sin camiseta, mostrando su torso redondeado y blando, vistiendo únicamente unos slips negros que antes le iban grandes. Hizo algunos gestos habituales en sus vídeos, mostrando su cuerpo con diferentes ángulos, tocando su pecho y su abdomen, acariciando las zonas que ahora estaban cubiertas de grasa...
Subió el vídeo.
Las primeras respuestas no tardaron en llegar. En cuanto leyó los comentarios, supo que sus temores se habían hecho realidad. No había aceptación, no había admiración. Solo críticas, burlas y, sobre todo, shock.
“¿Qué te ha pasado? Solías estar increíble, pero ahora pareces otra persona.” Escribió uno de sus antiguos seguidores
“¡Estás enorme! No en el buen sentido. ¿Qué clase de broma es esta?” Puso otro.
Los comentarios siguieron llegando, cada uno más duro que el anterior. Lo llamaban "gordo", "descuido total", "vergüenza", "asqueroso". Algunos incluso se sentían traicionados por el cambio, como si Nigel les hubiera ocultado deliberadamente lo que había estado haciendo durante esos meses. Otros se reían abiertamente de él, burlándose de la forma en que su cuerpo había perdido toda definición. Nigel leyó cada palabra, sintiendo una mezcla de humillación y excitación indescriptible. Se esperaba una reacción negativa, pero la brutalidad con la que lo atacaban superaba todas sus expectativas. Lejos de sentirse abatido, algo oscuro y profundo en su interior despertó. Cada insulto, cada crítica, lo hacía sentir más vivo, más consciente de su cuerpo y de lo que había conseguido. Las burlas sobre su físico, lejos de disuadirlo, lo excitaban de una manera que no podía ignorar. Era como si esas palabras lo liberaran. No quería volver atrás, deseaba avanzar. Apagó la pantalla de su ordenador y se tumbó en la cama mirando al techo. Dom43 le había ofrecido veinte mil dólares para ganar otros quince kilos. Quince kilos que lo transformarían aún más, que lo llevarían a un nuevo nivel de sumisión. Había pensado en rechazar la oferta, en volver a su antiguo físico. Sin embargo, después de leer los comentarios de sus fans, de sentir el impacto de las críticas en su cuerpo, ya no tenía dudas. Con una sonrisa en los labios, Nigel decidió que iba a aceptar el reto. Estaba listo para entregarse completamente, para ver hasta dónde podía llegar.
***
Nigel dejó de ir al gimnasio por completo. Cada mañana despertaba con la misma rutina: comer, pajearse y comer más. Su apetito parecía no tener fin y su libido estaba fuera de control, más alta que nunca. La disciplina que una vez tuvo se había desmoronado y en su lugar había nacido una obsesión por entregarse a la comida y al morbo de su propia transformación. Su ropa dejó de valerle. Los vaqueros, las camisetas ajustadas y los slips que alguna vez definieron su figura musculosa, ahora no pasaban de sus muslos o se rompían al intentar ponérselos. Pronto se dio cuenta de que la única prenda que le servía era un viejo chándal, y ni siquiera eso le quedaba bien, le apretaba tanto que la tela se estiraba de forma ridícula y su barriga sobresalía. Solo lo usaba cuando salía a comprar más comida, pero en casa se pasaba los días completamente desnudo.
En tres meses, Nigel ganó dieciséis kilos más, superando incluso el reto de Dom43. Su cuerpo estaba irreconocible y la báscula no mentía. Pesaba 113 kilos, una cifra que nunca hubiera imaginado alcanzar. Sus muslos eran tan gruesos que habían cambiado su manera caminar. Su vientre era pasado, redondeado y colgante. Sus brazos, antes firmes, ahora estaban envueltos en grasa. Y su pecho, completamente blando, se agitaba al más mínimo movimiento. Sabía que había llegado el momento de grabar el vídeo para Dom43. Se preparó de la manera más simple y morbosa posible: en pelotas, con una caja de donuts a su lado y la báscula lista para mostrar el resultado. La cámara comenzó a grabar y Nigel se dejó llevar por el momento. Cogió uno de los donuts y lo mordió lentamente, dejando que el azúcar se deslizara por sus labios mientras lo masticaba de forma exagerada. Sabía que a Dom43 le encantaría verlo así, disfrutando de la comida que lo había convertido en lo que era ahora.
—He superado tu reto —dijo Nigel, con la voz ronca de placer mientras mordía otro donut—. Dieciséis kilos más. Espero que estés contento.
Se levantó con dificultad, sus nalgas rebotando visiblemente mientras caminaba hacia la báscula. Se subió a ella con cierto esfuerzo y esta se detuvo en 113 kilos. Nigel mostró la cifra a la cámara con una sonrisa satisfecha en su rostro.
—113 kilos —dijo con un tono orgulloso—. Pero eso no es todo.
Cogió una cinta métrica y comenzó a medir su cuerpo. Primero se la pasó alrededor de la cintura.
—Ciento veintisiete centímetros —anunció observando su vientre.
Luego midió su culo, que se había convertido en una auténtica bola de sebo, y la cifra no fue menos impactante.
—Ciento treinta y cuatro centímetros. No quepo en la silla del ordenador.
Nigel se detuvo por un momento, mirando a la cámara con una expresión de éxtasis.
—Todo esto... es para ti, Dom43. Espero que estés disfrutando tanto como yo.
Terminó el vídeo con un último bocado, masticando lentamente mientras meneaba su cuerpo entero al masturbarse. Cuando terminó, apagó la cámara y se desplomó en el sofá, jadeando por el cansancio. Envió el vídeo a Dom43 y esperó, sabiendo que la respuesta no tardaría en llegar. Cuando lo hizo, fue exactamente lo que esperaba.
“Has superado mis expectativas, cerdo. Nunca imaginé que llegarías a esto, que serías capaz de convertirte en semejante montaña de grasa por mí. Mírate, eres patético, completamente fuera de control. Y, ¿sabes qué? Me encanta. Has hecho todo lo que te he pedido y más. Eres el gordo sumiso perfecto. No vales para nada más que comer, engordar y dejar que otros se rían de ti. Pero también debo decirte que estoy orgulloso. Has demostrado ser completamente mío, dispuesto a transformarte de esta manera solo para satisfacerme. Eres impresionante, en el peor de los sentidos, claro, pero esa es precisamente tu grandeza”.
Nigel se quedó mirando la pantalla, absorto en las palabras. Había hecho lo que Dom43 había querido. Y, aún así, sentía que podía ir más allá. La idea de seguir engordando, de dejar atrás cualquier vestigio de su antiguo yo, lo llamaba con una fuerza imparable. Sin pensarlo demasiado, tecleó la pregunta que rondaba en su mente desde hacía días, una pregunta que lo hacía temblar de anticipación:
“¿Cuánto me pagarás si llego a los 130 kilos?”
El silencio de unos segundos fue ensordecedor, pero la respuesta de Dom43 llegó rápida.
“No te voy a pagar nada. Esta vez, no lo harás por dinero. Quiero que lo hagas por mí, porque ya no puedes evitarlo. Quiero que engordes hasta los 130 kilos solo para complacerme, porque ahora sabes que eso es lo único que te excita. Lo harás porque me perteneces.”
Nigel respiró profundamente, sintiendo cómo cada palabra de ese mensaje lo envolvía, llenándolo de una mezcla de sumisión y placer absoluto. Sabía que Dom43 tenía razón. Ya no se trataba del dinero. Se trataba de algo mucho más importante, delo que había empezado por el simple deseo de cumplir una fantasía, pero se había convertido en su realidad. Con los dedos temblorosos, respondió lo único que sabía que podía decir en ese momento, lo único que su mente y su polla le pedían con una claridad arrolladora:
“Lo haré.”
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