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#iglesia ortodoxa
wgm-beautiful-world · 6 months
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Orthodox Church of Holy Spirit in Chłopiatyn, POLAND
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ylliasbell · 6 days
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jms-viriato · 7 months
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Calendario juliano
El 5 de Octubre de 1582… nunca existió? ( Curiosidades )
Este día del año 1582 nunca existió, ni los siguientes nueve días, dado que, en esta fecha, Europa reemplazó el calendario juliano con el calendario gregoriano.
El calendario precedente tenía una pequeñísima imprecisión anual de 11 minutos y 15 segundos. Por ese motivo, en el momento que entró en vigor el nuevo calendario, se saltaron 10 días para situarse en la fecha astronómica correcta.
Así, en octubre de 1582, el Papa Gregorio XIII emitió una orden para eliminar del calendario los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre y adoptar el calendario gregoriano.
Hoy, ningún país utiliza el calendario juliano, que tiene ahora 13 días detrás del calendario gregoriano.
Sin embargo, todavía se utiliza en muchas iglesias ortodoxas, por lo que la Pascua se celebra en diferentes fechas según las diferentes iglesias.
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J.M.S
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mypepemateosus · 11 months
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Cada 7 de enero la iglesia ortodoxa celebra la Navidad Ortodoxa, en varias partes del mundo. Es una festividad religiosa peculiar que difiere en la fecha de celebración del nacimiento de Jesús, por parte de la Iglesia Católica.
¿Por qué se celebra la Navidad Ortodoxa el 7 de enero?
Los ortodoxos celebran la navidad el 7 de enero debido a que se rigen por el calendario juliano, mientras que las celebraciones religiosas de los cristianos católicos se basan en el calendario gregoriano introducido por el Papa Gregorio XIII, en el año 1582.
Por otra parte, el calendario juliano conserva los días que habían sido eliminados por Gregorio XIII, en el año que introdujo el nuevo almanaque. Esta es la razón por la cual existe una diferencia de 13 días, entre las celebraciones católicas y las ortodoxas.
¿En qué países se celebra la Navidad Ortodoxa?
La navidad ortodoxa se celebra en los siguientes países:
Bielorrusia.
Bulgaria.
Egipto.
Eritrea.
Etiopía.
Georgia.
Grecia.
Israel.
Kazajstán.
Macedonia.
Moldavia.
Montenegro.
Rumania.
Rusia.
Serbia.
Turquía.
Ucrania.
¿Cómo se celebra la Navidad ortodoxa?
En la mayoría de los países en los que se celebra la navidad ortodoxa es una tradición mencionar la frase "Cristo ha nacido", la cual hace referencia a la llegada de Jesús al mundo. Se responde con la frase "¡Gloria a él!".
El 7 de enero, las personas suelen ir a misa, o bien asisten a los eventos religiosos en Nochebuena.
En la Nochebuena se elaboran 12 platos, los cuales representan a cada uno de los apóstoles.
En las horas previas a la navidad los fieles ortodoxos de Europa del Este suelen realizar el ayuno tradicional, el cual culmina con la aparición de la primera estrella en el cielo nocturno, que representa la llegada de Jesús al mundo.
Durante estas festividades se preparan los siguientes platos típicos: Kutia (un plato frío elaborado con trigo entero, miel, pasas, nueces y semillas de amapola), cochinillo asado o de ganso, pescado frito y sopa de remolacha.
¿Sabías Qué?
Mencionamos a continuación algunos datos curiosos e interesantes, acerca de la navidad ortodoxa:
Las iglesias ortodoxas celebran el día de navidad el 7 de enero, mientras que la Iglesia Ortodoxa Armenia celebra la navidad el 19 de enero.
Durante el día de la navidad ortodoxa no se entregan regalos. Esto se realiza el día 19 de diciembre, previo al Año Nuevo.
En Ucrania se lleva a cabo el "Vertep", es una representación de teatro de marionetas en las calles, acompañado de cantos y bailes.
Comparte información útil e interesante sobre la Navidad Ortodoxa, en las redes sociales. Utiliza los hashtags #Navidadortodoxa #OrthodoxChristmas
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seryhumano · 2 years
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La iglesia ortodoxa griega rechaza el yoga por ser incompatible con la fe cristiana
La iglesia ortodoxa griega rechaza el yoga por ser incompatible con la fe cristiana
Recuerda que esa actividad “es parte fundamental del hinduismo” La iglesia ortodoxa El Santo Sínodo de la iglesia ortodoxa griega rechazó el yoga debido a que, según sus normas, su práctica habitual “es incompatible con la fe cristiana” y ni siquiera lo considera un deporte. En su alegato, que nace de la recomendación del yoga como método para reducir el estrés por parte de algunos medios de…
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onceuponalyric · 3 months
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La música en el Renacimiento 🎨
La música en el Renacimiento se desarrolló desde el siglo XV hasta el siglo XVI, coincidiendo con el auge de la cultura humanista, el descubrimiento de América y la reforma protestante. La música en el Renacimiento se caracterizó por la búsqueda de la belleza, la armonía, la proporción y la expresión, la imitación de la naturaleza y la antigüedad clásica, y la innovación de las formas y los instrumentos.
Los principales tipos de música en el Renacimiento fueron:
La música sacra: la música religiosa que se tocaba en las iglesias y las capillas, que se adaptó a las diferentes corrientes cristianas (católica, protestante y ortodoxa). La música sacra se basaba en la polifonía (la combinación de varias voces) y se perfeccionó con la fuga (la repetición de un tema principal por las diferentes voces) y el contrapunto (la relación armónica entre las diferentes voces). Los géneros más importantes de la música sacra fueron la misa (la celebración eucarística), el motete (la composición vocal con texto religioso) y el coral (la canción religiosa popular).
La música profana: la música secular que se tocaba en los palacios, las cortes y las casas, que reflejaba los gustos y las emociones de la sociedad renacentista. La música profana se basaba en la melodía (la sucesión de notas) y se enriqueció con la madrigal (la composición vocal con texto poético) y la canción (la composición vocal con texto sencillo). Los géneros más importantes de la música profana fueron la chanson (la canción francesa), el villancico (la canción española) y el lied (la canción alemana).
La música instrumental: la música que se tocaba con instrumentos, sin voz ni texto, que ganó protagonismo y autonomía en el Renacimiento. La música instrumental se basaba en el ritmo (la organización temporal de los sonidos) y se diversificó con la fantasía (la composición libre e improvisada), la toccata (la composición virtuosa y brillante) y la variación (la modificación de un tema original). Los instrumentos más importantes de la música instrumental fueron el órgano, el clavecín, el laúd, el violín, la viola, el violonchelo, el sacabuche, la corneta y el flautín.
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¿Qué te parecen estos instrumentos y sus sonidos? ¿Te fascina la belleza y la armonía de la música renacentista? ¿Qué tipo de música te gusta más: la música sacra, la música profana o la música instrumental? Déjame tus comentarios y comparte este post con tus amigos.
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samuraideoccidente · 7 days
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📷 Luchadores cristianos libaneses saliendo de una iglesia ortodoxa durante la guerra civil de los años 70.
► Samurái de Occidente:
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elbiotipo · 1 year
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es muy chistoso que los chilenos le llamen pascuas a la navidad, suena como una de esas herejías medievales raras, o capaz la iglesia ortodoxa chilena usa otro calendario que se yo
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wgm-beautiful-world · 7 months
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Russian Orthodox wooden church in MOSCOW
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notasfilosoficas · 9 months
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“El mundo es el gran gimnasio en donde venimos a fortalecernos”
Swami Vivekananda
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Fue un pensador, místico, y líder religioso indio nacido en Calcuta en enero de 1863. Fue el primero y el más famoso de los líderes espirituales indios del siglo XIX. Introdujo el Yoga y el vedanta en los Estados Unidos e Inglaterra.
Swami Vivekananda nació con el nombre Nath Data, y desde muy joven Vivekananda mostró una mente precoz y una memoria excelente, siendo practicante de meditación desde muy temprana edad.
En 1879, ingresa en el Presidency College de Calcuta y después en la Facultad Inglesa de la Iglesia Escocesa de Calcuta, en donde estudió filosofía, lógica occidental, filosofía occidental e historia europea y mundial.
De joven surgían en Swami Vivekananda las preguntas sobre Dios y su presencia, lo que lo hizo ingresar en el movimiento social y religioso bengalí Brahmo Samásh.
Un parteaguas en la vida de Vivekananda fue cuando conoció por primera vez a Ramakrishna, una místico bengalí a quien muchos hindúes consideraban un avatar o una encarnación divina.
Al preguntarle Vivekananda a Ramakrishna si había visto a Dios, la respuesta que éste le dió le dejó convencido, asombrado y desconcertado, por lo que gradualmente empezó a tener fé en sus palabras.
Ramakrishna enseñó a Vivekananda, la filosofía del no dualismo o “aduaita vedanta” un camino de disciplina y experiencia espiritual de la tradición mas antigua de la escuela hindú ortodoxa Vedanta.
Pasó 5 años bajo la instrucción de Ramakrishna pasando de ser un joven agitado e impaciente a un hombre maduro y preparado para renunciar a todo y conseguir realizar a Dios.
A la muerte de Ramakrishna en 1886, tomó los votos monásticos renunciando a todo y viviendo de la caridad. 
En 1890, Vivekananda decidió dedicarse a la vida errante recorriendo todos los territorios del subcontinente indio, viviendo en palacios de reyes y en chozas de pobres.
Tras una conferencia a jovenes hindúes en Madrás, el profesor griego J.H. Wright de la universidad de Harvard, animó a Vivekananda a representar el hinduismo en el parlamento mundial de las religiones de Chicago en 1893, en donde fue muy bien recibido al dar una serie de conferencias, en donde se le describió como un “orador por derecho divino, y sin duda la figura mas importante del parlamento”.
Vivekananda introdujo el Yoga y el Vedanta en occidente con gran éxito, fundó centros vedanta en Nueva York y Londres, dió conferencias en las universidades mas importantes y encendió el interés por el hinduismo.
De regreso a la India en 1897, fue recibido con gran aceptación, dió una serie de conferencias conocidas como Conferencias de Colombo a Almora, que se cree que levantaron la moral India.
Fundó una de las misiones caritativas mas grandes del mundo, llamada Misión Ramakrishna y reorganizó la antigua orden monástica Swami, llevándola a ser una de las mas importantes de la India.
En su ultimo viaje a Occidente, enseñó filosofía vedanta y tuvo discípulos estadounidenses a quienes llevó a la India e inició como swamis, y de igual manera, envió discípulos indios a Estados Unidos en donde ellos y sus sucesores han permanecido desde entonces.
En julio de 1902, mientras enseñaba filosofía vedanta a algunos discípulos y cuando daba un paseo murió producto de un evento cerebrovascular.
Fuente: Wikipedia y isba.sadhguru.org
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Jesus Anarquista? Existió el tal mesias?, no hay evidencia científica. Que se podría decir de este personaje y de su manoseado mensaje , a través de la óptica anarquista?.Que nos puede dejar está visión del mítico personaje en este artículo?.Va pues buscando puntos de convergencia en la conocida historia.Lo cierto es que de haber existido es indudable la condición de esclavitud y sometimiento en la que se encontraba él y su pueblo por parte del implacable y corrupto imperio romano.
Anarquismo y el evangelio: Jesús, el Estado, el Capital y Dios.
Posted on abril 14, 2017 Por Fray Desquicio (Corresponsal Vaticano) Colaboración Extraído del El Surco N° 36-37, Junio-Julio 2012
“Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista” (S. Faure)
“¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división” (Lucas 12, 49-53),
El platonismo judeocristiano valora las acciones humanas por poseer un carácter bondadoso que las acompañe, mejor aún cuando es un bien supremo que calma la conciencia hasta de un tirano. En este sentido la figura de Jesús ha sido útil para las justificar las empresas de los hombres, correspondiendo a la necesidad de ser buenos, de estar convencidos de una especie de elección sobrenatural que permita el saciar cualquier ambición terrenal. No es casual que quienes se enriquecen groseramente a costa de las masas empobrecidas, de los oprimidos, sean familias moralmente ortodoxas, fundadas en ‘valores sublimes’. Son las mismas que hacen de Cristo el modelo de piedad, garante de recta intención en la alta sociedad, en que se articula el catolicismo institucional (educativo, cultural, religioso, política, económico, ejecutivo, recreativo).
Esto provoca que creyentes y no-creyentes sintamos real fastidio hacia ese ‘Cristo lava conciencias’, sostén de la moral Oligarca, y nos convoca a hacerle frente desde su misma (teo) lógica: Jesús es además un acontecimiento histórico que podemos investigar y re-descubrir. Porque la historia es más que ‘conservar’ vestigios arqueológicos de un pasado que nos llena de ego científico, la historia se hace con lo acontecido y se proyecta desde el presente, luego, la figura de Jesús continúa en discusión y disputa. La teología tradicional, institución funcional a los linajes aristócratas, debe ser importunada en su apropiación-ocultamiento de la figura de Jesús, pues representa la invención de un Cristo condescendientemente pasivo frente al egoísmo, la codicia y el lucro de las clases dominantes.
De modo que el objetivo de este artículo es reseñar una crítica sobre la historia de este controvertido judío y su manoseado mensaje, intuyendo que la lectura anarquista de Jesús de Nazaret es más objetiva, más próxima a su identidad y menos sometida al control magisterial de la Iglesia Católica. Ahora bien, ¿Tiene notas y textos anarquistas el evangelio?
Vamos a acotar en primer lugar algunos puntos del anarquismo moderno en tanto rechazo del orden capitalista globalizado: la tríada Capitalismo-Estado-Iglesia, central en la desigualdad como evolución/involución histórica de nuestra sociedad occidental. De manera muy general y sin agotarlos, tomaremos éstos como ejes principales de la crítica anarquista a la omnipotencia de la economía neoliberal. El anarquismo no los pasa por alto y ajusta su análisis a estos cimientos del sistema, destruyendo esta perversa trinidad de poder. En ella el anarquista ve claramente la formación de un sistema de muerte e injusticia que atenta violentamente contra la vida, y no creemos que Jesús lo percibió de forma distinta, la historia en dos mil años no ha variado mucho. Pese a que se ha afirmado trilladamente la frase ‘Cristo fue el primer comunista’, las opciones de Jesús apuntan a acabar radicalmente contra todo régimen que anule el camino de liberación humana. Jesús capta los focos de estancamiento social y personal de sus contemporáneos para luego librar al ser humano de esos yugos de esclavitud. Le repugna el clasismo y el racismo judío, entre otros.
Sabemos que los evangelios canónicos (1) nos entregan la vida de Jesús desde un género teológico, sin embargo ello no le resta el valor humano y social de su mensaje, creemos que todo lo contrario, abren una vía comunitaria distinta. Cuando él rompe con las normas comiendo con prostitutas, hablando con samaritanos, no respetando el sábado, faltando al cumplimiento de las purificaciones rituales, horrorizando al Sanedrín con sus palabras, siendo declarado enemigo público por sus coterráneos que querían matarlo y muchas otras situaciones, cuando rompe con este orden, demuestra la intransable autonomía de su ser que no se deja manipular por poder alguno, ni siquiera ante Dios. Cuando aparece la ley Jesús se reb(v)ela con la subversión de los valores tradicionales, colocando al ser humano en el lugar donde impera la ambición y lo ritual, con el objeto de devolverle el lugar que le corresponde.
Esto nos da como resultado una característica esencial en la vida de Jesús y sin la cual sería imposible entender su palabra y el desenlace de la cruz: la conflictividad. A esta altura quien no asume su carácter conflictivo recae en una obcecación mental o simplemente en una complicidad con los sistemas de injusticia presentes en una sociedad tan clasista y dividida como la judía, presentes desde los tiempos de Cristo hasta la actualidad. Muchos aún persisten en soslayar este aspecto gravitante en la vida de Jesús, para ellos van dedicadas esta reflexiones.
Esta retrospectiva cristiana anarquista se enfoca en las tres categorías señaladas como ejes del sistema neoliberal y de la crítica anarquista: el Capital, el Estado y Dios (2) . No vamos a forzar anacrónicamente conceptos modernos (como el mismo anarquismo) en una época tan remota de hace dos mil años, pero vamos a obtener de ellos un punto de vista más honesto y coherente con la identidad de Jesús.
1. JESÚS Y EL CAPITAL
«El dinero es una falsa creencia, es el símbolo que hace presente a la injusticia, matando la palabra que se transforma en hechos concretos y se hace (con) vivencia entre las personas» El dinero en tiempos de Jesús era pieza fundamental de la economía judía, pero a su vez corrompía los lazos ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley, conformando una sociedad rígidamente estratificada, dominada principalmente por los Saduceos a quienes se les permitió acuñar una “moneda de tiro” comercializada en el templo para pagar las ofrendas y los Herodianos que se beneficiaban del control de pago de los impuestos para Roma. De ese negocio se beneficiaban sacerdotes, fariseos, escribas y maestros de la ley. Rompiendo con este orden corrupto el mensaje de Jesús está dirigido a los desfavorecidos del capital, a quienes no lo detentan, a los marginados: “a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt 11, 5; Lc 4,18). Incluso se advierte que para los ricos es una mala noticia: “¡ay de ustedes los ricos, pues ya han tenido su alegría!” (Lc 6, 24), a costa de los demás, claro está.
La tradición católica ha querido relativizar -cuando le conviene- este tipo de textos con directa alusión a la condición sociopolítica de un pueblo, dirán que ‘el mensaje de Cristo es para todos y no puede excluir a nadie’, además, señalan que ‘hay una riqueza espiritual que impide la entrada en el Reino de Dios y una humildad que puede ser virtud incluso de los ricos’. Pero sin dejar de reconocer que la soberbia no es exclusividad de ninguna clase social, la palabra de Jesús implica una clara toma de posición frente a los grupos de su tiempo que no admite doble lectura: para este kairós (3) no es el tiempo de glosas. Tal separación material/espiritual es restar objetividad histórica a la idea de la encarnación. Jesús no busca el consenso institucional: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división” (Lucas 12, 49-53), menos aún siendo testigo de la piramidal sociedad judía y esa abismante distancia entre ricos y pobres que degradaba a las personas.
Los evangelios canónicos (4) nos plantean sólo una opción: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 13). El dinero es una falsa creencia, es el símbolo que hace presente a la injusticia, matando la palabra que se transforma en hechos concretos y se hace (con) vivencia entre las personas: “La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado y el amor por las riquezas los engaña” (Mt 13,22). En una sociedad corrupta y llena de avaricia, Jesús advierte un negro futuro para los acumuladores: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios” (Lc 12, 20-21).
Jesús no perteneció a la cultura del egoísmo socioeconómico (Lc 9, 58), pues el reino que dice instaurar -aquí en la tierra- es la antí- tesis de un país que abre abismos sociales entre ricos y pobres, como lo señala en la parábola de Lázaro y el Rico (Lc 16, 19-31). Claramente la “novedad” de Jesús no admite el modelo de hombre exitoso tan en boga por aquel tiempo (también hoy), simplemente su mensaje no es compatible con la acumulación de riquezas, son “dos amos…” (Mt 6,24) que se contraponen. Sabe que los ricos tienen enquistado un altivo modo de ser (ethos), que no se sana por el mero cumplimiento de preceptos rituales, sino transformando activamente el orden conocido, cambiando la estructura sociopolítica: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!” (Lc 18, 24)
2. JESÚS Y EL ESTADO
Precisamente se rebela contra la autoridad en un acto llamado ‘purificación del templo’, porque tal purificación se traduce en limpiarlo de la corrupción económica: “comenzó a echar de allí a los que estaban vendiendo” (Lc 19, 45)
Resultado de imagen para jesus anarchistPese a que el concepto de Estado no era propio de la organización judía, Jesús se manifiesta contra su equivalente: la elite gobernante de su país. Estos son los mismos líderes del judaísmo, pues la cultura judía no tiene distinción entre poderes laicales y religiosos. Los líderes del gobierno judío son las mismas cabezas del Sanedrín: Saduceos, Fariseos, Sacerdotes, etc. Y aunque eran colonia del Imperio Romano podían contar con esa independencia similar a la regionalización de nuestros modernos estados-nación subdesarrollados respecto de los países del primer mundo.
El gobierno organizado por el Sanedrín tiene su ‘casa de gobierno’ en el lugar más sagrado de Jerusalén: el Templo, esta vez profanado por los mercaderes. Jesús percibe una vez más el peligro del poder económico, entra al templo y expulsa con autoridad a los empresarios y comerciantes que lucran con lo más sagrado de su cultura. Por eso, el miedo a desestabilizar el sistema que los favorecía les lleva a odiarle: “los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley comenzaron a buscar la manera de matar a Jesús, porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba admirada de su enseñanza” (Mc 11, 18). Le temen porque amenaza los intereses privados de los terratenientes enriquecidos, quienes dicen servir a Dios y a su pueblo.
Precisamente se rebela contra la autoridad en un acto llamado ‘purificación del templo’, porque tal purificación se traduce en limpiarlo de la corrupción económica: “comenzó a echar de allí a los que estaban vendiendo” (Lc 19, 45). Escandalizados con su actuar, mientras Jesús andaba por el templo “se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, y le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te dio la autoridad para hacerlo?” (Mc 11, 27- 28). Jesús les da una respuesta que abre una encrucijada: “Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan Bautista, ¿venía del cielo o de los hombres?» Ellos se hacían este razonamiento: “Si contestamos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘¿Por qué no creyeron en él?’. ¿Diremos entonces: ‘De los hombres’?”. Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: “No sabemos”. Y él les respondió: “Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas”. Conoce la ambigüedad de los jefes políticoreligiosos, tiene claridad de sus intereses. Se niega a entrar en una discusión con quienes sólo hablan aferrados a su estatus, a ellos sólo les refleja la deshonestidad sus cargos poniéndolos frente a frente con el pueblo que aún creen engañar.
En Jesús es irreverencia su silencio ante Pilatos, pues no se deja intimidar ante su arrogancia, tampoco quiere entrar en la dinámica de un juicio ya viciado de antemano, no admite ser juzgado por ninguna de las autoridades de su tiempo: “ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba; por eso es que me entregó a ti tiene mayor pecado” (Jn 19, 11), es decir, desaprueba la legalidad vigente Romano-Judía. Tal vez el acto más rebelde de todos ya había sido señalar ante el Sanedrín su condición de instaurador de un nuevo orden: “El Sumo Sacerdote insistió: Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho… Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia” (Mt 26, 63-65). Ahí está Jesús frente a las autoridades gubernamentales de su tiempo: blasfemo, rebelde, desobediente agitador y peligroso insurgente.
3. JESÚS FRENTE A DIOS
¿Creía Jesús en Dios? Discutirá algún conservador católico que es un absurdo preguntarlo, por tanto se declaraba el Hijo de Dios. Pese a los reaccionarios discursos teológicos, el vocablo ‘Dios’ de origen griego no está tan claro como auténtico de Jesús,inclinándose más bien por un nombre poco usual: Abbá (5) , vocablo que dejaba perplejo a quien lo escuchara. No existe un Dios omnipotente sobrenatural ajeno a la vida de ‘acá abajo’, sino un padre, quizás una madre. En todo caso son irrelevantes para Jesús éstas imágenes antropomórficas para su experiencia inefable de amor infinito, es un Dios-Comunidad donde se conjugan todos estos arquetipos vitales, porque “nadie ha visto jamás a Dios” (Jn 1, 18). Su iluminación le lleva a darle poca relevancia a los problemas semánticos sobre la religión. Para Jesús lo que le da crédito a nuestras certezas es que el ‘cómo’ (con) vivimos.
Y si bien es cierto que Jesús no podría ser un positivista antirreligioso, es capaz de negar, especialmente con sus hechos a ese Dios tan puro como lejano, que se sitúa al lado de los poderosos. El Abbá de Jesús es alguien que se ‘juega el pellejo’, involucrado hasta la muerte con los seres humanos, alguien que no tiene otra referencia más acertada que el amor-amar. Sostiene su vivir en la divinidad impronunciable e inconocible del Antiguo Testamento sin dejar de entenderla como implicancia o cercanía absoluta con lo humano. Ese movimiento inverso a los señores y reyes del mundo (ya en sí una idea revolucionaria) no es otra cosa que el encuentro de lo trascendente con lo inmanente en el aquí y ahora, es un Dios que no tiene sentido sino se instala en medio de la miseria y la precariedad humana, para luchar activamente desde allí revirtiendo el sistema y humanizándolo.
Estas ideas apuntan a conocer mejor la figura de Jesús, a acabar con el monopolio teológico que lo tergiversa como pieza de un mecanismo de desigualdad (6) institucionalizado como ley natural de la humanidad. Lejos de la resignación, representa la apertura de un camino nuevo, la revolución integral que hace de una sociedad piramidal un reino de hermanos•
Notas
1. Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
2. En último caso, pese a las discusiones etimológicas de la palabra, Dios no es una palabra tradicional del mundo hebreo, es de origen griego y no tiene la densidad que para los judíos tiene Yahwé.
3. Palabra griega que significa demonio fugaz que aparece como inspiración y nos lleva a otra dimensión, o sea el momento oportuno, en sentido cristiano lo llama ‘tiempo de Dios’.
4. Siguiendo los criterios de autenticidad histórica, los evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) fueron escritos el primer siglo inmediatamente después de la muerte de Jesús, por tanto resultan más fiables por su cercanía con la vida de Jesús.
5. Palabra hebrea que significa “papá” en arameo, se suele traducir también como “papito”. Este término aparece sólo tres veces en el Nuevo Testamento.
6. Se afirman en ese pasaje que dice: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Mt 26,11). 
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jgmail · 1 month
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Las fases históricas de la ortodoxia rusa
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Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La conversión a la ortodoxia por parte del Gran Duque Vladimir de Kiev es considerada como el punto de partida de la historia del cristianismo en Rusia, una historia que sin duda abarca prácticamente todos los períodos de nuestra existencia histórica con excepción del período soviético y la época de las reformas liberales. Esta historia sin duda es compleja y multidimensional, por lo que sería un error considerarla simplemente como una penetración gradual y unidireccional de la cultura bizantina ortodoxa que iría reemplazando poco a poco las creencias populares precristianas (“paganas”) del pueblo ruso. Por el contrario, resulta mucho más preciso hablar de varias fases que culminaron en una síntesis del bizantinismo con la civilización de Deméter predominante entre los eslavos orientales. Cada una de estas fases fue determinada por las diferentes correlaciones entre las estructuras principales de la sociedad, especialmente el bizantinismo que predominaba en las élites, y la recepción del cristianismo por parte del pueblo. Teniendo en cuenta todo lo anterior, podemos distinguir diez fases de la ortodoxia rusa de acuerdo a las configuraciones que se desarrollaron entre estos dos polos:
El comienzo de la síntesis y la formación de un núcleo único que caracterizaría la percepción ruso-cristiana del mundo (siglos X-XII, donde predominaba Kiev);
Diferenciación y formación de la tradición ortodoxa rusa debido a la parición de varios polos provocados por la fracturación del mundo ruso (siglos XII-XIII);
Formación de dos polos diferentes de la tradición ortodoxa durante el dominio mongol: la Rusia de Vladímir (Moscú) y el Gran Ducado de Lituania (siglos XIII-XV);
Formación de la ortodoxia moscovita: Moscú como la Tercera Roma (siglos XV-XVI);
Intentos de “purificar” la Ortodoxia de las capas “paganas” que aún conservaba (círculo de los Amantes de Dios), seguido de la modernización y el cisma (siglo XVII);
Triunfo de la Ortodoxia modernista, aumento de la influencia occidental en Rusia y aparición de los Viejos Creyentes dentro del Imperio ruso (siglo XVIII);
Aparición de los eslavófilos y el conservadurismo ortodoxo, renacimiento de los staretz (ancianos) y del bizantinismo (finales del siglo XVIII-XIX);
Nacimiento de la Sofiología, búsqueda de los principios religiosos por parte de los principales representantes de la Edad de Plata y proyectos de la Unificación de las Iglesias (finales del siglo XIX y principios del XX);
Persecución y marginación de la Iglesia durante el periodo soviético (1917-1991);
Desplome del ateísmo oficial y retorno parcial a la ortodoxia durante las reformas liberales y las primeras décadas del tercer milenio.
Cada una de estas fases históricas tiene su propia semántica y estructura al interior de la historia rusa. Además, podemos decir que en cada una de estas fases cambia la importancia de la religión popular o la ideología oficial dependiendo de cual de las dos sea dominante, lo que ha crea una configuración particular al interior de la ortodoxia rusa en cada uno de estos períodos históricos.
La primera fase se caracterizó por una correlación bastante laxa entre el cristianismo y el paganismo, ya que las élites – incluido el sacerdocio ortodoxo que era dirigido por el episcopado bizantino y más ampliamente por los maestros griegos – fueron en general tolerantes con las creencias populares y únicamente reprimían los levantamientos de los paganos que atacaban directamente a la nueva religión o pretendían volver al politeísmo. Tal actitud permitió que surgiera al interior de la ortodoxia rusa una serie de estructuras profundas que se correspondían semánticamente con las tradiciones indoeuropeas – en su mayoría de carácter campesino – que conservaban elementos de la antigua religión eslava mezclados con el cristianismo bizantino.
En una segunda fase esta visión del mundo se desarrollaría en líneas generales alrededor de la Rus de Kiev, la cual comenzaría a fragmentarse más o menos siguiendo los patrones de la división geográfica y política de los príncipes. Sin embargo, a nivel religioso y político se mantuvo una unidad parcial y relativa que comenzaría a erosionarse con el tiempo debido a la influencia del catolicismo en la Rus occidental (Galitzia-Volinia y Polotsk), el creciente poder de la Rus oriental (Rostov-Susdal y más tarde Vladimir) y el aislamiento de la Rusia septentrional (Novgorod y Pskov). No obstante, ya en esta época se empieza a producir una división estilística casi imperceptible al interior de la ortodoxia rusa: una con sede en Occidente y la otra con sede en Oriente. La ortodoxia occidental se vio influida por las naciones católicas vecinas (en primer lugar, Polonia y Hungría, pero también Roma) que ejercieron sobre ella una mayor influencia que en la Rus de Vladimir, la cual permaneció mucho más cerca de Bizancio y de la esencia misma de la ortodoxia rusa que había surgido en una primera fase. Esto nos lleva a pensar que el centro de la tradición ortodoxa rusa comenzó a desplazarse hacia el Este.
En la tercera fase, durante la época mongola, la división producida durante la segunda fase se agrava ya que la Rusia oriental es sometida por la Horda de Oro y la Rusia occidental termina siendo conquistada por el Gran Ducado de Lituania y luego Polonia tras la Unión de Kreva. Los mongoles, que se convirtieron al Islam bajo el Khan Uzbek (1283-1341), se mostraron tolerantes e incluso indiferentes frente a la ortodoxia de sus súbditos rusos. En cambio, la Polonia católica trató de cambiar por completo las ideas religiosas de la población rusa bajo su control. Estas diferencias agravaron los problemas internos, pero no llevaron a una pérdida de la unidad profunda de la cultura rusa. Al mismo tiempo, en la Rusia occidental las élites oficiales adoptaron fácilmente el catolicismo, mientras que las masas populares – los campesinos – seguían siendo firmes partidarios de la tradición ortodoxa, lo que luego predeterminó en esta zona una tensión latente entre la ideología oficial del Estado y la cosmovisión del pueblo llano. En la Rusia oriental, dominada por los mongoles, no se produjo esta estratificación que solamente comenzaría a jugar un papel importante en la siguiente fase.
La cuarta fase fue especialmente importante para la Rus de Moscovia, ya que fue marcada por la caída simultanea de Constantinopla y el fin da la dominación de la Horda de Oro. Fue aquí cuando se empezó a manifestar una nueva ideología: el Katehon ruso, Moscú como la Tercera Roma. El Estado y el pueblo ruso adquirieron la misión de convertirse en el baluarte de la ortodoxia, expresándose las peculiaridades de la religión rusa (que primero había surgido en Kiev y que luego se conservó en la Rusia oriental) como materialización de un principio escatológico. Algo similar podemos encontrar entre los búlgaros (en el Primer y Segundo Reino), la dinastía Nemanjić durante la época de Dusan el Fuerte (1308-1355) [1], la Valaquia de Vlad III (1431-1476) y la Moldavia de Esteban el Grande (1429-1504) [2]. Fue durante este período, especialmente durante el reinado de Iván IV (1530-1584), que tanto el cristianismo popular como estatal comienzan a armonizarse el uno con el otro, produciéndose una síntesis entre el pueblo y las élites parecida a la que existió durante la época de Kiev. Es en estos momentos cuando la consciencia cristiana no solo logra tocar las profundidades mismas de la cultura popular, sino que también el espíritu del pueblo se eleva hasta lo más alto del poder estatal hasta el punto de afectar la misma personalidad del soberano, que a partir de entonces comienza a denominarse por primera vez en la historia como Zar de todas las Rusias, ya que anteriormente el gobernante supremo del Estado ruso era denominado únicamente como Gran Duque.
En la quinta fase, la cual incluye el Período de los Disturbios y los primeros años de la dinastía Romanov, la síntesis lograda durante la época de Iván IV comienza a debilitarse gradualmente. Es en este momento que el círculo de los Amantes de Dios – creado por Alexei Mikhailovich (1629-1676) en el que participaron varias figuras importantes que luego desempeñaron roles relevantes en el Raskol (cisma), entre ellos el Patriarca Nikon (1605-1681) y el proto-pope Avvakum (1620-1682) – tiene la intención de cristianizar y purificar los últimos estratos de la tradición popular, lo cual termina por generar dos fenómenos completamente diferentes: por un lado, estaban los partidarios de la revisión de los libros y de una serie de reformas eclesiásticas liderados por Nikon, mientras que, por el otro, los Viejos Creyentes se alinearon con Avvakum. Los primeros apostaron por una modernización de la tradición espiritual rusa siguiendo el ejemplo de la Rusia occidental con fines pragmáticos y de ese modo facilitar la reconquista de las tierras rusas ocupadas por Polonia, mientras que los segundos, por el contrario, se aferraban a los principios de las tradiciones moscovitas y sus fundamentos como garantía del cumplimiento de la elección y la misión universal de Rusia en la historia. Esta polémica da origen a una escisión donde las élites rusas consideran que la Ortodoxia oficial es la defendida por Nikon e incluso impulsan la modernización de la religión mucho más allá de los objetivos propuestos por este último. En cambio, los Viejos Creyentes se extienden ampliamente al interior del pueblo, aunque nunca lograron convertirse en un movimiento masivo debido a la represión de la que fueron víctimas por parte del Estado. Los “Nuevos Creyentes” adoptan una postura cada vez más hostil hacia las “tradiciones ortodoxas populares” y los Viejos Creyentes intentan fijar, de forma artificial, la fe moscovita convirtiéndose en los portadores de una ideología conservadora. Por otra parte, los Viejos Creyentes consideraban las reformas de Nikon y sus partidarios de la Rusia occidental una “apostasía”, lo que convierte esta disputa religiosa en un conflicto geopolítico que ya desde la segunda fase (la época de la fragmentación) comienza a ser relevante.
En la sexta fase la ortodoxia rusa continua la trayectoria trazada por el cisma. Después de Pedro el grande, las élites modernizan la fe ortodoxa siguiendo el modelo europeo (católico y protestante) y no el ejemplo de la Rusia occidental, como se intentó al principio de las reformas del Patriarca Nikon, o el planteado por los Patriarcas griegos en el Concilio de 1666-1667. Este proceso va acompañado de una fuerte secularización y separación de una buena parte de la aristocracia gobernante del pueblo, que termina tratando a los campesinos como objetos y mercancías privados de cualquier derecho. Este trato hacia los campesinos por parte de la aristocracia facilita la expansión de los Viejos Creyentes entre el pueblo, dando como resultado el surgimiento de numerosas sectas apocalípticas y extáticas que desafiaban directa o indirectamente la ortodoxia oficial. Además, al interior de este movimiento comienzan a resurgir costumbres y símbolos precristianos propios de la civilización campesina: en los Viejos Creyentes toman una forma cristianizada, mientras que en las sectas adquieren rasgos grotescos y extraños. Por otra parte, la ortodoxia oficial occidental resulta ser mucho más “conservadora” que las tendencias modernistas y secularizadoras del período post-petrino (siglo XVIII), lo que complica a un más el panorama.
En la séptima fase, que comienza a finales del siglo XVIII, se va desarrollando gradualmente un proceso contrario: la ortodoxia rusa, en su dimensión folclórica y bizantino moscovita, va recuperando poco a poco su lugar dentro de la sociedad rusa. Esto se debe al renacimiento de los staretz y el hesicasmo de Athos tanto en Rusia como en Moldavia, a lo cual se suma la aparición del movimiento eslavófilo que critica la modernización y la europeización de Rusia durante el período de Pedro el Grande. Los eslavófilos reclaman un regreso a los ideales y a la cosmovisión de la Rusia moscovita como única salida a la creciente división de la sociedad rusa, dividida entre una élite occidentalizada (aún monárquica y nominalmente ortodoxa) y un pueblo campesino conservador. Esta es la tercera vez que se desarrolla en Rusia un proyecto sobre la comprensión del destino histórico y religioso de Rusia como medio para lograr una reunificación entre la élite gobernante y el pueblo llano. Los eslavófilos se convierten poco a poco en la ideología oficial del zarismo y dan nacimiento a la Edad de Oro de la literatura rusa. La Unión de la Fe, que propone unir el antiguo rito con la jerarquía eclesiástica oficial, se establece simbólicamente en 1800, marcando con ello un hito en la historia rusa.
En la octava fase se produce el surgimiento de la Edad de Plata de la literatura rusa, la cual recupera el problema ya planteado por los eslavófilos de la división entre la religiosidad popular y la ortodoxia oficial apoyada por el Estado. Vladimir Soloviov (1853-1900), fundador de la filosofía religiosa rusa, intenta comprender a su manera las peculiaridades de la ortodoxia rusa y su relación con el Estado, el cristianismo universal y la historia de las sociedades europeas. Sus reflexiones lo terminan llevando a plantear la tesis de la Sofiología (Santa Sofía) como el punto de unidad y Gestalt más importante para comprender la identidad y la misión de Rusia en la historia mundial. Los principales representantes de la sofiología durante la Edad de Plata fueron V. Rozanov (1856-1919), P. Florenski (1882-1937), S. Bulgakov (1871-1944), N. Berdyaev (1874-1948), D. Merezhkovski (1865-1941), A. Blok (1880-1921), A. Bely (1880-1934), Vyach Ivanov (1866-1949), etc., quienes plantearon una nueva forma de expresar la idea rusa y justificar las particularidades de la religión hasta el punto de ir mucho más allá de los dogmas establecidos por la ortodoxia, incluso llegando a unirse a sectas populares como los azotadores, los skoptsi (castrados), etc. Por otra parte, en esta fase pensadores como K. Leontiev (1831-1891), V. Soloviov, D. Merezhkovski, etc., problematizaron las relaciones entre la ortodoxia y el cristianismo occidental, mientras que otros, como P. Florenski, S. Bulgakov, V. Rozanov, N. Berdyaev, etc., planteaban las peculiaridades de la tradición ortodoxa rusa y las diferencias – incluso oposición abierta – entre los fundamentos de la cosmovisión del pueblo ruso y el Estado modernizado que luego seria desarrollada de forma extensa tanto en la obra de Lev Tolstoi (1828-1910) como en los movimientos populistas y más tarde entre los social-revolucionarios. Ahora bien, en la medida en que se extendía la alfabetización y crecían el número de sectas el mismo pueblo comenzó a participar en este dialogo junto con la aristocracia, lo que dio nacimiento a una nueva situación, única en la historia de Rusia, para resolver las cuestiones centrales de nuestra misión mundial. Poetas rusos como Nikolai Kliuev (1884-1937), Sergei Esenin (1895-1925), Velimir Khlebnikov (1885-1922) y, en parte, Vladimir Mayakovski (1893-1930) son los ejemplos más claros de este proceso.
En la novena fase se produce una búsqueda radical por parte del pueblo ruso por encontrar su propia identidad, incluyendo la religiosa, en un momento en que el Estado zarista colapsa. Este período esta marcado por el ascenso al poder de los bolcheviques que proclaman la abolición completa del cristianismo y la destrucción total tanto de la ortodoxia como de cualquier otra clase de manifestación religiosa. Sin embargo, como bien señalan Berdyaev [3], los eurasianistas [4] y los nacionalbolcheviques [5] el bolchevismo, enmascarado tras el ateísmo, el materialismo y el marxismo, no era sino la encarnación de las ideas escatológicas de muchas sectas rusas y en ese sentido reflejaban la identidad más arcaica de Rusia, incluso hasta el punto de tocar las capas más profundas de la misma, llegando a despertar no solo ideas precristianas, sino incluso paleoeuropeas enraizadas en la civilizaciones matriarcal de Tripolí. En esta fase tanto los Nuevos Creyentes como los Viejos Creyentes y las diferentes sectas se convierten en víctima de la represión selectiva de los bolcheviques. Durante los primeros de la Gran Guerra Patria esta represión se debilita, pero la mayoría de estos movimientos continúan siendo marginados e influyen poco o nada en la cosmovisión comunista oficial compartida por la mayoría de la población soviética. No obstante, el núcleo fundamental de la tradición ortodoxa se conserva incluso durante este período (al menos tal y como existía en vísperas de la Revolución Bolchevique), aunque la imposición de la cosmovisión materialista (“científica”) soviética no deja de pasar factura y esto termina por afectar incluso a la ortodoxia que acepta muchos de los postulados de la ciencia materialista-naturalista, entre ellos el progreso, la evolución, etc., que son incompatibles con la fe cristiana, como ha sido señalado por muchos autores.
En la décima fase el derrumbe de la Unión Soviética causa que el ateísmo deje de reinar en la sociedad, por lo que la ortodoxia comienza a recuperar su estatuto al interior de Rusia. El anticomunismo de los reformistas liberales de la década de 1990 fue igualmente hostil con la Iglesia Ortodoxa, a la cual consideraban como “una institución reaccionaria que obstaculizaba el progreso social, la modernización y la occidentalización de la sociedad rusa”. Sin embargo, como en aquella época el comunismo era el principal enemigo, no se reprimió de forma sistemática a la religión. La Iglesia Ortodoxa aprovechó esta coyuntura para reforzar su influencia al interior de la sociedad, siendo bastante fuerte para principios de la década del 2000. El problema radica en que ahora la ortodoxia ya no es un reflejo ni de la ideología oficial de las élites gobernantes ni del pueblo, el cual había sido influido fuertemente por la educación soviética, de ahí la ambigüedad y la incertidumbre de la ortodoxia rusa contemporánea con respecto a que modelo seguir para permitir el renacimiento de la Iglesia. Las nueve fases precedentes de la historia religiosa de Rusia se caracterizaron por tener estructuras y orientaciones totalmente diferentes y, en consecuencia, la cuestión sobre este problema sigue abierta hasta el día de hoy. La actual fase en la que nos encontramos no es sino una prolongación en el tiempo de una cuestión fundamental, pues prácticamente todas las posturas anteriores están, de un modo u otro, presentes en la sociedad rusa contemporánea, especialmente si tenemos en cuenta los procesos religiosos paralelos que se desarrollan en la parte occidental del mundo ruso, incluyendo a Ucrania y Bielorrusia. Es por eso que en la ortodoxia actual encontramos partidarios del modernismo, el progreso, el materialismo científico naturalista y el evolucionismo junto a defensores del período moscovita que a veces proclaman la necesidad de canonizar a Iván el Terrible, ideólogos de los Viejos Creyentes, unificacionistas, sofiólogos, eurasiáticos, nacional-bolcheviques que justifican a Stalin y se solidarizan con la posición adoptada por el Patriarca Sergio, anticomunistas radicales (tanto monárquicos como liberales), gnósticos, sectarios, uniatas (especialmente abundantes en la Rusia occidental), ecumenistas que abogan por la unificación de la ortodoxia rusa con las demás confesiones cristianas occidentales, nacionalistas de miras estrechas, paneslavistas, tradicionalistas (que buscan una plataforma común con otras religiones con tal de oponerse a la modernización, la secularización y la postmodernidad), conformistas dispuestos a aceptar cualquier ideología oficial, puristas que insisten en la “pureza de la Ortodoxia” y otras muchas posiciones más. Ninguna de estas interpretaciones se ha vuelto dominante y se puede decir que la actual fase en la que se encuentra la sociedad rusa es muy paradójica. Pero para comprender esta décima fase es necesario decodificar y entender correctamente todas las anteriores, pues la situación actual es resultado de ellas, aunque no es completamente indefinida y en ella podemos encontrar muchos de los elementos cristianos anteriores que siguen influyendo en la sociedad rusa contemporánea. Por eso la mayoría de los teólogos rusos del siglo XX han estado de acuerdo con que el problema primordial dentro de la teología rusa ortodoxa es la eclesiología, es decir, la comprensión del camino histórico que ha seguido la Iglesia terrestre y que en nuestro caso se refiere al destino de la Iglesia en Rusia.
Notas:
[1] Dugin, A.G, Noomajía. Europa del Este. El logos eslavo: la vida balcánica y el estilo sármata.
[2] Dugin, A. G. Noomajía. Los horizontes no eslavos de Europa del Este: La canción del demonio y la voz de las profundidades.
[3] Berdiáyev, N, Las Fuentes y El Sentido Del Comunismo Ruso, Losada, Buenos Aires, 1939.
[4] Fundamentos del eurasianismo.
[5] Ustrialov, N., Nacional-Bolchevismo. Moscú: Eksmo, 2003.
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mypepemateosus · 7 months
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Anastasía, Resurrección: la realidad tras la ficción
Para empezar esta breve reseña, quisiera dar un pequeño apunte etimológico. Como adelanto en el título, el nombre Anastasía (allí llevaba esta acentuación) tiene un significado muy bonito: viene del griego y significa “Resurrección”, o sea, volver a la vida. Y es que es un nombre muy llamativo y acorde para esta pequeña Gran Duquesa, pues tras su muerte, las especulaciones sobre su supervivencia fueron muy conocidas, e incluso llevadas, en ocasiones, a la literatura y al cine.
La Gran Duquesa Anastasía nacía en 1901 como la cuarta de los cinco hijos del Emperador Nicolás II de Rusia y de su mujer, la Emperatriz Alejandra Feodorovna Románova (nacida princesa Alix de Hesse, nieta de la Reina Victoria). Tenía tres hermanas mayores y un hermano pequeño, el heredero, que por estar afectado de hemofilia, requería las «curaciones» del misterioso monje Rasputín, uno de los principales contribuyentes a la caída de la monarquía, asesinado sólo dos meses antes de la Revolución.
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Cuando la familia fue ejecutada en julio de 1918 (fueron declarados a posteriori mártires por su Iglesia Ortodoxa), hace 105 años, antes de terminar la Primera Guerra Mundial y con Rusia en plena guerra entre blancos y rojos, en la Europa de la época (sobre todo sus reyes) quedaron conmocionada ante el suceso, pues sus gobernantes eran parientes cercanos entre sí.
Hay que tener en cuenta que, aunque la orden de la ejecución no llegó (al menos oficialmente) desde la cúpula del PCUS, sino que fue el militar Yurovski, quien estaba a cargo de la familia, quien ordenó y ejecutó con su pelotón a la familia en el sótano de la casa, ni sus restos fueron entregados a la familia ni pudieron siquiera conocerse sus tumbas.
De la noche a la mañana decenas de Anastasias, de Olgas, de Marías, de Tatianas y de Alexis que decían ser los verdaderos miembros de la antigua Familia Imperial que, con mejores o peores historias, se creía o no la gente, pero hubo una que, por sus peculiaridades y por su aceptación incluso dentro de la familia, necesita un capítulo especial: Anna Anderson.
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jartitameteneis · 11 months
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Solimán el Magníco, sultán Otomano y su esposa Roxelana. Solimán solamente tuvo una mujer, caso inédito en toda la historia del mundo islámico. Se enamoró y fue fiel toda su vida a una única mujer, de origén cristiano,Polonia. Sentó un precedente femenino único en la historia otomana. Debido a su gran inteligencia y astucia, Hürrem logró convertirse en la principal asesora de Solimán el Magnífico, el cual la convertiría en la Gran Emperatriz Otomana y la Reina de los Otomanos unos títulos que solo en la historia del Imperio fueron utilizados por ella. La investigación ha establecido que Hürrem nació en Rohatyn, un pueblo ruteno perteneciente al Reino de Polonia y que en la actualidad se ubica la óblast de Ivano-Frankivsk y que debió de ser hija de un párroco de la Iglesia ortodoxa.​ Hürrem es calificada por los historiadores como la mujer más legendaria de la historia otomana, al marcar un antes y un después en el imperio.
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