Capítulo Cinco: El Error
Wheatley se apagó sus procesadores ópticos y se preparó para activar el Modo de Sueño.
Después de su discurso con Aaron, Chell había guiado el camino a su propia casita en la esquina. Nadie cerraba sus puertas en Eaden, por lo visto, y Chell, que no era más que adaptable, no había cerrado las suyas cuando salió para las instalaciones. Las noticias de su lesión debían haber viajado rápido, porque cuando entraron (pues, Chell entró, Wheatley la siguió en el segundo intento, agarrándose la frente) había un pequeño grupo de cosas sobre la mesa; un tarro de mermelada lleno de flores, de color amarillo brillante y de cabeza gruesa, una bolsa de manzanas, un recipiente de gres tapado con una nota apoyada encima. Chell había sonreído, leído la nota- ‘¿QUÉ DIABLOS, MICHELLE?’ y sacado el recipiente por las escaleras en la cocina.
“¿Colega tuya?” él la había preguntado cuando volvió.
Ella echó un vistazo a la nota, torcidamente. “Romy.”
“Oh, vale, bueno, está bien… pero, no puedo evitar dar cuenta, es ‘Michelle’ tu-”
“No,” ella dijo, y se sentó a comer el contenido del recipiente, que, por alguna razón, había hecho más caliente.
El resto de la tarde había transcurrido de la misma manera. Wheatley había vagado y bromeado, hurgando con curiosidad en sus posesiones, tropezando con las alfombras y más o menos haciendo una enorme molestia, mientras la luz se desvanecía lentamente de la ventana grande y ella tranquilamente continuaba con una lista de cosas humanas necesarias. Había comido, guardado las botas largas en algún lugar de la cocina y luego subido al segundo nivel un rato. Por los alarmantes sonidos de silbido, tintineo, y martilleo que se habían producido, aparentemente había subido allí para hacerse un trabajo de bricolaje importante basado en la hidráulica, lo que le había parecido un poco extraño. Sin embargo, justo cuando había decidido ir y asegurarse de que no sucediera nada catastrófico, ella reapareció- mucho más limpia, con su cabello oscuro sobresaliendo en extraños ángulos húmedos como un ave marina sacudida por una tormenta, y completamente diferente ropa puesta.
Le tomó un poco de tiempo acostumbrarme a todo este asunto de la 'ropa'. Las máquinas- las torretas y las computadoras y los núcleos como él tenían el mismo aspecto todo el tiempo, tal vez envejeciendo y corroyéndose, adquiriendo algún que otro sello de inspección o mejoramiento, pero manteniendo más o menos la misma cáscara exterior básica. A menos que cambiaran completamente de cuerpo, como él lo había hecho- dos veces, ahora, nada menos- su apariencia nunca cambió. Incluso su nuevo avatar, con el aspecto humano que tenía, tendría la misma camisa de trabajo y la misma corbata arrugada, los mismos pantalones de oficina y grandes zapatillas deportivas, sin importar lo que le sucediera.
Los humanos, por otro lado, parecían ponerse y quitarse diferentes prendas todo el tiempo. Nunca se decidieron por una cosa. En primer lugar, se había acostumbrado a que ella fuera blanca y naranja, con el cabello arriba y las botas abajo. Cuando ella volvió a buscarlo, todo azul grisáceo polvoriento de la cintura para abajo y gris claro arriba, bueno, fue una suerte que él fuera un genio en el reconocimiento facial humano, o podrían haber tenido algunas dificultades. Y como si todo eso no fuera lo suficientemente complicado, cuando bajó las escaleras después de todos los ruidos y silbidos, había cambiado de nuevo, ahora azul oscuro alrededor de las piernas y suave y rojo por todas partes hasta el cuello, incluso los brazos. Desconcertante, eso era lo que era.
Sin embargo, se veía mejor después, a pesar del cabello enloquecido. Con toda la suciedad eliminada, era fácil ver que se veía mucho más saludable ahora que hace cuatro años- él siempre había tenido una especie de sospecha de que los humanos en actualidad no debían ser pálidos y grises alrededor de los ojos y rosa azulados alrededor de los dedos y la nariz, y parecía que había tenido razón. Ahora también tenía una nueva forma de comportarse, una nueva vivacidad que de alguna manera la hacía parecer más como si estuviera a punto de dar un salto corriente y patear el universo en los dientes que antes.
Después de volver a bajar, se ahuecó el pelo con una toalla durante un rato, picoteó con el vendaje nuevo en las costillas, y luego se quedó dormida de repente en la mesa. Aterrorizado de que ella hubiera comenzado a funcionar mal de nuevo, hizo lo primero que se le ocurrió y le dio un empujón bastante fuerte en la oreja. Ella se despertó, lo golpeó con fuerza en un lado de la cabeza como represalia- él estaba inclinado ansiosamente sobre ella en ese momento y, por lo tanto, estaba dentro de su alcance- y se fue a dormir como es debido, en algún lugar del piso de arriba.
“¿Tu duermes?” le había preguntado, antes de había subido la escalera pequeña.
“Lo puedo,” él dijo, alegremente. “Pues, más como un modo de sueño, en realidad. Todo simulado, por supuesto, pero da igual. No hay mucha razón, francamente, para mí, aparte de perder el tiempo, pero sabes, es una opción. Ya lo tengo.”
“También el sofá,” ella observó, y le dejó con eso.
Le había tomado un tiempo darse cuenta de lo que ella había querido decir, pero finalmente recordó que sí, los humanos tenían la costumbre de aparcarse horizontalmente sobre cosas blandas cuando dormían. Había decidido que también podría intentarlo, en honor al nuevo cuerpo y todo. Cuando en Roma, etcétera.
Todo iba bastante bien, pensó. Era libre, primero y ante todo, y aunque técnicamente había sido libre durante los últimos cuatro años, no sentía exactamente que pudiera contarlo como 'libertad'. El espacio había sido más como el purgatorio, no como el Infierno de los Androides o la habitación donde todos los robots te gritaban sin razón, pero casi así- tal vez no equivalente a Su reinado de terror, pero aún cuatro años de nada miserable y sin rasgos distintivos. Esto, por otro lado, era la verdadera cosa. Estaba libre, afuera, y el hecho de que no estuviera muerto era sólo la guinda del pastel.
No solo eso, sino que ella tampoco estaba muerta y, a primera vista, no parecía odiarlo tanto como él esperaba. Además, ya estaba hablando con él, diciendo palabras reales- ¡incluso oraciones!- y dado que esto era más de lo que cualquier otro humano había hecho durante casi todo el tiempo que podía recordar, no podía evitar sentirse muy por delante de la curva.
Se recostó en el sofá hundido, que era demasiado corto para él y requería una especie de posición lateral, enroscado como un erizo al que no le importaba enrollarse correctamente.
Era verdad que, en papel, el Modo de Sueño servía para más o menos nada. Solo era una configuración para conservar energía- poco diferente de lo que le permitía tocar cosas sin quemarlas, en este nuevo cuerpo de luz. Por cierto, no necesitaba conservar energía- el dispositivo funcionaba con la luz del sol, por lo que podía distinguir, que significaba que con tal que la grande bola flameante haga una aparición de vez en cuando, era buena para ir.
Para Wheatley, sin embargo, el Modo de Sueño probablemente era lo único que se lo había mantenido cuerdo, impedido volverse completamente delirando loco durante aquellos días y meses y años y décadas cuando el único alternativo era las largas pistas de mantenimiento, su voz propia resonando de las paredes, el silencio y la decadencia de las instalaciones inactivas.
Enroscó un poco más- todavía era muy extraño para él, ser tan alto y anguloso en lugar de pequeño y redondo y sin esquinas- y dormía.
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[Modo de Sueño activado]
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[accediendo…]
Se estiró, las puntas de los dedos rozaron el techo de baldosas grises, luego se recostó en su silla y arrastró las ruedas chirriantes hacia las ranuras gastadas en la alfombra. El pequeño reloj en el estante sobre su escritorio marcaba las 03:21, así que lo había hecho durante las últimas cuatro horas- no era la cosa más precisa y tendía a tener problemas con números mayores de siete. Estaba acostumbrado a interpretarlo, y según sus cálculos (mitad matemáticas y mitad ilusiones) esto significaba que eran casi las once.
No le importó. Era un trabajo necesario a su manera y, además, solo se estaba aferrándolo hasta que surgiera algo mejor, hasta que los altos mandos por fin echaron un vistazo a todas las ideas asombrosas que les enviaba y se dieron cuenta de que, si realmente querían hacer las cosas aquí, no podían hacer nada mejor que acudir a él. Estaba yendo a lugares, lo estaba, en cualquier momento. Y mientras tanto, no estaba del todo mal, tenía su propio cubículo pequeño y sus propios bolígrafos, y bueno, tenía problemas con la risible idea que la compañía tenía sobre el espacio adecuado para las piernas, pero algunas personas ni siquiera tenían un escritorio, entonces apenas podía quejarse.
Mientras se recostaba, su codo golpeó el borde del escritorio, haciendo que su monitor se tambaleara y golpeando un tenedor de plástico en la trituradora (todo estaba precariamente apilado contra todo lo demás en su pequeño y desordenado cubículo, y pequeñas catástrofes involucrando la papelería como esta ocurría de manera bastante regular). Hizo un ruido espantoso, y él casi se cae de la silla chirriante en su prisa por arremeter contra el tapón antes de que pudiera masticarlo todo y atragantarse.
Se levantó para sacar otro tenedor, miró distraídamente sobre la partición en la dirección de la fotocopiadora-
-y cayó indefensamente, desesperadamente, enamorada.
Había una chica junto a la fotocopiadora. Estaba sacando cosas una por una de una caja de plástico roja sostenida contra su cadera y alineándolas en la mesilla junto a la máquina. Estaba vestida de forma ordenada e informal, con el pelo oscuro recogido en una cola y los ojos más serios, intensos e increíbles que había visto en su vida.
Nunca la había visto antes. No tenía idea de lo que ella hacía allí, y no estaba en el estado mental de poder averiguarlo a partir de las pistas disponibles. Después de haber pasado los últimos treinta y seis años antes de este momento bastante convencido de que la idea del amor a primera vista era un concepto agradable pero que probablemente no existía realmente, fue extremadamente desconcertante descubrir que había estado completamente equivocado.
El susto tuvo un impacto serio en él. Ciertamente había tenido un impacto serio en su pequeño reloj, que rápidamente tiró de su estante y lo convirtió en una taza de fideos a medio comer en su prisa por agacharse por debajo del nivel de la partición antes de que sucediera algo horrible, como que ella pasara a levantar los ojos de su caja y lo vio.
Esperó un momento, con el corazón atascado en la garganta como un gran e inconveniente bocado, y luego se zambulló a través del pasillo hasta el cubículo al otro lado.
“¿Quién es?”
“Jesucristo, ¡aprende a llamar primero! ¿Quién es quién?”
“¡La chica junto a la fotocopiadora!”
“Qué, ¿la chica de la rosquilla? Ninguna idea. Mira, ando liado ahora, tengo una fecha límite, y entre tú y yo, mi jefa de equipo dejó de venir al trabajo la semana pasada, entonces estoy un poco-”
“Rosquilla- espera, espera, rebobina, ¿qué chica de la rosquilla? Nunca hemos tenido rosquillas, nadie me dijo nada sobre rosquillas, ¿desde cuándo pasó eso?”
“Desde que recibimos el aviso. Entrega de rosquillas, los días laborables, algún nuevo contrato de abastecimiento externalizado, diablos si lo sé. Son rosquillas. Son buenos. También son todo lo que probablemente obtengamos desde que OSHA cerró la cafetería. Y aún tengo una fecha límite. ¿Algo más?”
“¡Nunca recibí ningún aviso!”
“Te has encerrado fuera de tu e-mail otra vez, ¿eh?”
“P- vale, no importa, no importa, podría haber posiblemente habido un aviso, pero-”
“Mira, si quieres una rosquilla, ve y consigue uno. No necesitas un formulario de solicitud.”
“Oh Dios, yo lo podría,” dijo, deslizándose bajo contra la pared del cubículo, como si la realización que podría, de hecho, ir y obtener una rosquilla de la chica junto a la fotocopiadora fuera igual a la epifanía de Newton sobre la gravedad, o el momento Eureka de Arquímedes en el baño. “Actualmente yo lo podría.”
“Genial. Estoy feliz por ti. Mientras estés despierto, tráeme un jamón de centeno.”
Se tragó y se anudó la corbata con un nudo pegajoso. “Bueno. Bueno, vale. No hay problema. Solo caminaré allí y decir, ‘¡hola! Aquí para una rosquilla. ¿Qué tienes?’ Aunque, pensándolo bien, suena un poco mandón, un poco demandante, quizás algo como ‘hola, ¿quedan todavía rosquillas?’ aunque, por supuesto, casi insinúa que no tuviera previsión para igualar la oferta con la demanda, podría tomarlo como un insulto, posiblemente mejor voy con algo específico, algo a lo largo de las líneas de ‘¡hola! Busco una rosquilla, ¿tienes algo con queso?’ Excepto que no me gusta bastante el queso, además, suena un poco debilucho, realmente, queso, algo un poco más macho podría ser mejor para primeras impresiones, ¿verdad? ¿Qué es un auténtico macho tipo de rosquilla?”
“¡Por el amor de DIOS tengo una FECHA LIMITE!”
“Vale, sí, tienes razón, mejor es estar natural, probablemente,” dijo, poniéndose a pie y echando un vistazo sutil hacia la fotocopiadora. Ella todavía estaba allí, apilando rosquillas en ordenadas pirámides y tachándolos de una lista con un ligero pliegue de concentración justo entre las cejas, y él sintió que su pulso se aceleraba a algo entre un galope y un zumbido. “Estar yo mismo. Improvisar. Fácil. ¿Qué es lo peor que podría pasar?- Oh, Dios- vale, no, no, no pienso en eso, por seguro no pienso en peores escenarios ahora mismo, es un mal camino para pasar-”
“¡POR FAVOR! ¡VAYATE!”
“Vale, bueno, deséame suerte. Aquí voy.” Se tragó otra vez, se pasó un dedo por el cuello, se arregló la corbata, y-”
[redactado; archivo dañado]
[desviando activo]
[reiniciando…]
()~~~~~~~~~~~~~~~~()
-cayó del sofá.
La sala delantera estaba llena de la cálida luz del sol de la temprana mañana. La radio estaba encendida, chisporroteando débilmente mientras tocaba algo tranquilo y un poco jazzístico, y el sólido golpe de su avatar aterrizando en el suelo sacudió el alféizar de la ventana en el que estaba colocado e hizo que escupiera una fuerte ráfaga de estática.
Chell estaba de pie junto a la mesa grande, deslizando bolillos recién horneados de una parrilla de alambre a una bandeja de listones de madera. Hizo una pausa y lo vio luchar para ponerse de pie con una expresión ligeramente burlona, luego volvió a su trabajo. Tenía harina en la nariz y en la camisa -gris, esta vez, sin mangas, se había cambiado otra vez- y parecía que había estado despierta un rato.
“Buenos días,” dijo Wheatley, apoyándose casualmente en la mesa en una impresión cuidadosamente calculada de alguien que no acaba de tener que levantarse del suelo. Su cabeza se sentía un poco sobrecargada, como si hubiera demasiada información amontonada allí al revés, todo aplastado para encajar y no engranara del todo bien con nada que pudiera haberlo ayudado a encontrarle sentido.
“Eh, ¿adivina qué? ¡Estabas en mi sueño! Acabo de recordar. No sé lo que era sobre, actualmente, pero de verdad estabas en ello, tú y algo sobre… no sé… ¿rosquillas, posiblemente? Sí, tú y rosquillas, estoy bastante seguro de que aquellos eran los detalles más salientes. Misterioso.”
Estremeciéndose un poco, ella se inclinó sobre la mesa en busca de algo que parecía un par de guantes muy hinchados y remendados cosidos juntos en las muñecas. Estaba ligeramente fuera de su alcance, y Wheatley lo agarró para ella, lo pasó y siguió hablando.
“Me pienso ¿qué significa eso? Sabes, simbolismo y tal. Si tuvieras uno de aquellos, ah, diccionarios de sueño, creo que se llaman, podríamos buscarlo. Las rosquillas, me refiero, no a ti. No estarías allá, obviamente, a menos que fuera un particularmente específico tipo de diccionario, aunque para ser justo, creo que eras más importante que las rosquillas, en el sueño mismo. Tal vez habría una entrada de algo como ‘hembra misteriosa y taciturna,’ o ‘extraño bajo con pelo oscuro’ o ‘humana bonita con productos hor- ahhhh, ajá, no, mmm, por supuesto, cuando digo ‘bonita,’ me refiero por supuesto a su básico estético humano ideales socio-ideológicos de belleza, obviamente, no presumo hacer ninguna llamada de juicio en el sujeto por yo mismo, aunque si lo hiciera probablemente todavía… ah…”
Wheatley se apagó. Ella había dejado de apilar bolillos en una segunda capa en la caja, y miraba a él de nuevo, con una pequeña arruga entre las cejas.
“…y, y, ah, ¿es solo cosa mía o hace mucho calor aquí? No creo que sea solo mía. Este pequeño dispositivo no tiene ningún ventilador o nada, sabes, no hay ningún tipo de sistema de enfriamiento a bordo, por lo que es una preocupación legítima. Podría estar gravemente sobrecalentando todo mi procesador central aquí. De hecho, sabes qué, solo para la seguridad, pienso que iré y tomaré un poco de aire fresco. ¡Volveré en un rato!”
Se abalanzó hacia la puerta, que, afortunadamente, ella había apoyado abierta.
La puerta principal de la pequeña panadería se abría directamente a un área amplia, sin césped y medio pavimentada, rodeada de otros edificios. No le había prestado mucha atención la noche anterior- solo lo habían bordeado brevemente y había estado ansioso por salir de la creciente oscuridad y entrar en algún lugar con luz eléctrica en funcionamiento- pero ya que tenía una mejor mirada, se le ocurrió que esto era probablemente el centro del pueblo, como se llame uno de esos. Una especie de plaza central, excepto que era más como un semicírculo aplanado, en realidad, un ensanchamiento desgastado alrededor del lugar donde se unían las carreteras.
Wheatley dejó escapar un suspiro inútil y se estacionó en la acera frente a la puerta principal de Chell. Su casa, como la mayoría de los otros edificios alrededor del borde del cuadrado-círculo-aplastado-lo que sea, tenía una especie de aspecto cosido desde el exterior, la misma apariencia fragmentaria que el salón de ladrillo rojo con su desvencijado campanario al otro lado del camino, como si se hubiera basado en una estructura más antigua que quedó medio derecho antes de que ella, o algún otro humano trabajador, viniera y la reparara.
“Bueno, fue extraño,” él dijo, apoyando el mentón en los rodillos. “Aunque no creo que ella notara nada, creo que podría haberme salido con la mía. Qué suave.”
Desde luego, no había intentado dirigir la conversación- para él, sus divagaciones y el silencio de ella eran una conversación- hacia un área tan peligrosa. Tenía una vaga sospecha de que lo que había soñado- lo que sea que hubiera soñado- tenía la culpa. No podía recordarlo correctamente por su vida, pero recordaba haberla visto a ella- y la forma en que se había sentido, como si- pues, tan completamente tonto como era, como si él-
Wheatley no era precisamente lento. Sus pensamientos en realidad se movieron bastante rápido. Era solo que se movían en todas las direcciones incorrectas, y en los momentos incorrectos, y se distraían, y se asaltaban, y se encontraban al regresar, y daban pequeños paseos para contemplar el paisaje, y chocaban entre sí, y básicamente hacían todo excepto lo que hacían los pensamientos de Chell, que era moverse en líneas rectas ordenadas y económicas y no se detenían para nada. A menudo terminaba sin tener idea de por qué había hecho o dicho algo- solo que, en el impulso del momento, algo le había dicho que era una idea brillante. En su mayor parte, lo impulsaba cómo se sentían las cosas- por ejemplo, cómo se había sentido bien, el día anterior, volver a presentarse a ella. Se había sentido casi como un nuevo comienzo, como si realmente se pudiera hacer algo así, como si los dos pudieran simplemente elegir decir 'hola, no nos conocemos' y deshacerse de toda la maldad que acechaba entre ellos. El pasado, las cosas que él había hecho.
Las máquinas podrían olvidarse así, podrían reformatearse, perder sus memorias por corrupción o restaurarlas a la configuración de fábrica-
-y los humanos también podrían perder sus recuerdos, por supuesto, si sus cerebros estaban golpeados lo suficiente. La propia Chell era prueba de eso-
Su frágil avión de pensamientos se le fue cuando ella salió por la puerta principal, equilibrando su caja en su cadera a la vez que la cerró detrás de ella. Se había puesto una camisa vieja sobre su cosa gris, y se había quitado la harina de la nariz.
“Hola hola,” dijo Wheatley, se peleando con prisa a pie. “Solo- solo tomo un poco de aire, como te dije. Hermoso día aquí fuera, de hecho, muy refrescante. Puesta al día sobre los viejos sistemas de enfriamiento a bordo; ya parecen estar bien, debe haber sido un fallo momentáneo, entonces, ahh, ningún daño hecho. Basta, ah, deja abierta una ventana o algo en la futura, ¿vale? ¿Ahora vamos?”
Ella asintió, pausó para agarrar mejor la caja y luego echó a andar por el área del círculo-cuadrado. Él la siguió, sus piernas larguiruchas daban más o menos un paso por cada dos de las de ella, pero aun así lograba quedarse atrás.
Había bastantes otros humanos alrededor, cruzando la plaza en sus propios mandados, parados en grupos de dos y tres, charlando. Un pequeño grupo de niños corría frente al salón, jugando a atrapar con un pequeño cubo pintado de colores brillantes que se movía malhumorado de un lado a otro, evadiendo sus manos arrebatadoras.
Los adultos que notaron a Chell, notó Wheatley, parecían muy felices de verla. La saludaron con la mano o la llamaron, le dieron miradas curiosas y ligeramente confusas a él que lo hicieron sentir más que un poco incómodo. Apresurándose a seguirla un poco más de cerca, se le ocurrió que sobresalía un poco, y no solo porque llevaba corbata. No se había dado cuenta del todo hasta ahora- viendo muchos humanos a la vez por primera vez en mucho tiempo- pero no era solo un poco alto, en este nuevo cuerpo. Era muy, muy alto. Era lo suficientemente alto como para que cualquiera que lo mirara dijera de inmediato: “Cristo, ese tío es alto.”
Poco a poco estaba empezando a caer en la cuenta de que ser grande, más grande que todos los demás, no era necesariamente el brillante logro de principio a fin que había pensado que era. No era solo porque tendías a golpearte la cabeza con las cosas y no cabías en los sofás. No cabías en ningún sitio. Eras un albatros agitándose sobre zancos y la gente- gente de tamaño normal- te miraba como si estuvieras decepcionando, como si estuvieras siendo monstruosamente alto para ellos a propósito.
Chell, que no era especialmente alta ella misma, parecía más alta de lo que era porque se sostenía como si tuviera acero al carbono en la columna. Wheatley, por otro lado, se encontró haciendo lo contrario, inclinándose un poco mientras corría tras ella, disculpándose por los dos metros con un encogimiento de hombros perpetuo, medio avergonzado y medio entusiasta.
“Qué asombroso, todo esto. Auténticamente genioso. Toda esta arquitectura, estructuras independientes, ventanas, puertas, tu dilo, por todas partes, y no es como si podamos simplemente decir ‘hm, me gustaría una pared aquí’ y echemos unos paneles, trabajo terminado, ¿eh? Todo esto, básicamente hecho de suelo y piezas de piedras. Y parece bastante robusto también. Quiero decir, no podrías simplemente empujarlo, supongo. Probablemente no es tan resiliente, de verdad, no soportaría un mil o dos Kelvin, por ejemplo, ni un gran terremoto, ja, no, todo esto se derrumbaría como un, un castillo de cartas en uno de esos, pero aun así, muy buen intento, dado los recursos disponibles. Mira, ¡eso es enorme!”
El edificio que había visto definitivamente era el más grande de la plaza; tres pisos, pesado, encajado en el tosco triángulo de terreno abierto entre la calle principal y una calle más pequeña que corría hacia el sur en la distancia. Sobre el dosel blanqueado por el sol, letras blancas desconchadas en el frente de ladrillo se deletreaban:
ALMACÉN GENERAL DE EADEN
EST. 2030
Chell se metió en la sombra bajo el dosel, volvió a equilibrar la caja en su cadera, y empujó abierta la puerta, haciendo tintinear la campana que colgaba de un resorte justo dentro.
Al salir del calor creciente de media mañana, el interior de la tienda general era frío y oscuro. Las paredes estaban encaladas y revestidas hasta la altura de la cintura con madera barnizada, pero era difícil distinguirlas debido al gran volumen de cosas que había en el camino.
Filas de estantes se extendían a lo largo de la gran sala, disparejos y de usos múltiples, desde apiladores que eran poco más que tablones fijados a barras de refuerzo de metal, hasta estantes oscuros pulidos con bordes enrollados de madera. Una asombrosa variedad de artículos cubría todas las superficies, desde sacos gigantes de harina y granos y pirámides de productos enlatados, hasta filas de lámparas de tormenta, ropa doblada en estantes y colgada de perchas, canastas de frutas y verduras, medicinas, cosas en frascos, grandes carretes de alambre y cuerda. Había letreros colgados por todas partes, algunos escritos a mano, otros impresos en grandes letras negras con tinta, como si hubieran sido martillados en una máquina de escribir gigante con una letra 'e' un poco dudosa.
Un gabinete del enfriador de aspecto geriátrico zumbaba quejoso en un rincón, con su interior iluminado en azul y lleno de botellas y jarras y- curiosamente- algunas cosas que parecían piezas de máquinas. Encima del amplio mostrador había una pantalla LED que mostraba una lista actualizada de productos y precios en letra ámbar punteada, y sobre el mostrador había una radio, un modelo mucho más grande y robusto que el de la habitación de Chell- parloteaba consigo misma, con una señal muy borrosa pero apenas reconocible como una especie de crónica deportiva.
Aaron Halifax estaba inclinado sobre el mostrador, hojeando un catálogo de semillas tan grueso como un ladrillo con una mujer joven de la edad de Chell, que estaba de espaldas a ella y dividía su atención entre hurgar en varias imágenes de vegetales en el catálogo, hablar, y sujetar a un collie de la frontera, que parecía albergar una convicción poco realista de que saltando como un canguro loco de cuatro patas, sería capaz de alcanzar la costilla de tocino que colgaba de las vigas junto al gabinete del enfriador.
Chell dejó su caja en el único espacio limpio que el mostrador tenía para ofrecer, entre unos cuantos frascos de vidrio con dulces y una exhibición de clavos para techos de diferentes tamaños. Aaron levantó la vista y le dedicó su lenta sonrisa, y su cliente se volvió, la vio, y en el espacio de un momento había saltado a su propio perro y la había abordado violentamente por los hombros.
“¡Chell!”
Chell logró absorber el impacto sin caer sobre la caja de papas detrás de ella, aunque estuvo cerca. El collie rebotó alrededor de sus piernas, olfateó los tobillos de Wheatley con recelo, luego aplastó las orejas y retrocedió, haciendo un ruido bajo como el de un engranaje saltando.
Wheatley pasó con prisa atrás de Chell.
“Qué te pasó- ¡Duque!” La mujer agarró el collar del collie. “¡Siéntate! ¡Qué te pasó! Vic me dijo que te dispararon y- ¡no, Duke, malo! -y nadie por aquí me dará una respuesta directa, mucho menos General Halifax aquí, es como hablo con un-”
“Romy,” dijo Chell, desenredándose a sí misma, “Estoy bien. Gracias para la sopa.”
“Tú y yo tenemos definiciones muy diferentes de ‘bien,’ ¡Mi-chelle! No esperes la sopa la próxima vez que aparezca muerte de la nada y ni siquiera decir a alguien adónde vas, ¡te digo ahora mismo!”
“No recibo sopa si estoy muerta,” dijo Chell secamente. “Notado. Aaron-”
“No para meterme,” dijo Wheatley, que estaba mirando el collie erizado con un poco de susto, “pero- ah- ¿Qué es esa cosa, exactamente?”
“¿Qué es cuál cosa?” dijo Romy, que parecía que acababa de darse cuenta de que Wheatley estaba allí en absoluto. “¿De dónde acaba caer este chico?”
“Oh, ah, ¿recientemente? Alrededor, mm, trescientos y ochenta kilómetros arriba de- ¡aau!”
“Este es Wheatley,” dijo Chell, un poco demasiado rápidamente.
“Sí- específicamente, ¡esa era mi espinilla! Solo porque en realidad no está ahí en términos de la física convencional de la materia, no significa que puedas pisarlo cuando quieras, ¡gracias!”
Él miró a Duque con antipatía. “Ese es un perro, ¿eh? Ah, ¿sirve para algo en particular? ¿Tiene alguna función útil, aparte de hacer ruido y parecer que necesita un corte de pelo?”
Chell empezaba a sentir que le podría estar dando dolor de cabeza. Romy miraba a Wheatley, bastante adecuadamente, como si acabara de aterrizar de la luna, al igual que la mayoría de los otros clientes de Aaron que habían presenciado el intercambio hasta el momento. A Chell no le gustaba estar cerca del centro de atención en el mejor de los casos, y realmente no se sentía de humor para comenzar a dar un montón de explicaciones prolijas a todos los que estaban al alcance del oído, particularmente cuando todo el asunto se acercó peligrosamente al tema que todavía le daba sudores fríos por abordar a alguien aquí, incluso ahora.
Afortunadamente, Aaron había notado su incomodidad y eligió ese momento para cerrar el catálogo de semillas y rodear el mostrador para recoger la caja de bolillos.
"Si no puede hacer que Duque se comporte en mi tienda, Señorita Hatfield, tendré que pedirle que lo ate afuera.”
Romy dio la impresión de haber discutido, pero Duque eligió ese momento para arremeter con las piernas rígidas de repente sobre el tobillo de Wheatley, elevando el ruido del engranaje acoplado hasta algo más parecido a un motor acelerando. Wheatley aulló y retrocedió hacia una pirámide de latas de pintura que, afortunadamente, estaban demasiado bien apiladas como para tambalearse.
“¡Duque! No sé qué pasa con el estúpido- ¡Jason! ¡Max! ¡Ven aquí y lleva a Duque afuera!”
Un par de niños pequeños, que hasta el momento se habían dedicado a precipitarse por el pasillo más lejano y a asesinarse uno a otro con pistolas de rayos de madera pintadas de colores vivos, llegaron corriendo al frente de la tienda y agarraron al collie gruñendo por el collar.
“Oye, ¡eres Chell!”
“¡Ellie Otten dijo que estabas muerta!”
Chell se encogió de hombros. “Me mejoré.”
“¡Guau! ¿Quién es ese hombre?”
“¿Es un gigante?”
“¡Es como un zancudo!”
“No, no soy,” les dijo Wheatley con altivez, despegándose de los botes de pintura y arreglándose la corbata. “Lo que sea eso. Ahm, de paso, ¿sois clones por casualidad? Tenía la impresión de que la tecnología de clonación no estaba realmente sancionada convencionalmente, aparte de-”
“Somos gemelos,” dijo Max, mirando fijamente arriba a Wheatley. “¿Por qué eres tan alto?”
“Max,” dijo Romy, en la misma voz que había usado por el collie.
“Solo pregunto.”
“Yo- bueno- simplemente yo soy, ¿vale?” dijo Wheatley, que estaba empezando a enfadarse un poco, sobre todo por inseguridad. “No hay necesidad de seguir charlando de eso, ¿verdad? En serio, ¿qué pasa contigo? ¿Por qué eres tan rojo?”
“¿Qué es eso en tu camisa?”
Wheatley miró el logo de Aperture en su bolsillo delantero. Era más bien pequeño y de un gris discreto, pero aun así no estaba muy contento de que estuviera allí para que todos lo vieran. Metió la mano sobre él.
“Um, solo- solo un logo, no significa algo en particular. Así que sois gemelos, ¿eh? He oído de esto, de hecho. Cuál- mm- ¿quién de vosotros es el malo? Solo para futura referencia.”
“Él es,” contestaron juntos inmediatamente, apuntando el uno al otro. Agarraron el collar del collie de nuevo, y- riéndose- lo arrastró fuera de la tienda.
“Se les pregunta mucho,” dijo Romy, mientras la puerta tintineó cerrada detrás de ellos. “Creo que ensayan.”
“Pues, no fui a punto de buscar pelea con ellos,” dijo Wheatley, razonable. “En serio, estaban armados.”
“Venga fuera atrás por un segundo, ¿de acuerdo?” le dijo Aaron a Chell, apartando suavemente por los hombros a Romy, que parecía confusa, y abriendo la escotilla del mostrador. “Amigos, volveré al rato- y por cierto, Lindsay Randall, ya sé cuántas canicas hay en el frasco, entonces no te hagas ninguna idea.”
El almacén de la tienda de Aaron era un taller amplio y de techo bajo. Una vez, no había sido más que lo que se llamaba, un lugar para almacenar existencias, pero en esta etapa de su vida todo el espacio estaba alineado con largos bancos de trabajo de madera, sus superficies llenas de cicatrices llenas de piezas de máquinas, herramientas, una cueva del tesoro de basura desmontada e irreconocible. A primera vista, había una clara delimitación en el trabajo aquí, un método para la locura- la mayor parte del desorden era estrictamente mecánica pesada, hidráulica, equipos agrícolas, pero un par de bancos de trabajo lejanos estaban apartados, llenos de piezas de computadora, placas de circuitos, cables, las carcasas de un par de monitores desmontados, un soldador y lentes de aumento en un estante montado en la pared junto a un monitor de computadora inactivo. La UCP conectada a él era una cosa gris metalizada apoyada en su caja sobre el escritorio, sus entrañas expuestas, zumbando tranquilamente para sí mismo.
El aire olía a petróleo y metal viejo, a pesar de que la puerta distante estaba abierta de par en par sobre un patio trasero de tierra apisonada, y Wheatley se vio atrapado entre una sensación de inquietud al ver tantas máquinas y hardware muertos y desmontados, y una sensación mucho más sentimiento confuso que, si hubiera tratado de identificarlo, podría haberse dado cuenta de que era seguridad. Había mucha tecnología aquí, viva o muerta, y por primera vez desde que había dejado las instalaciones, no estaba en una minoría.
Aaron se acercó a un grupo de piezas de repuesto en la esquina. Pasó la mano por algo que parecía una rueda de bicicleta de gran tamaño y ennegrecida por el hollín sin los radios, y le dio un golpecito inactivo, haciéndolo girar de un lado a otro en la pared.
“¿Te sientes capaz de hablar ahora?”
Wheatley habría adivinado, por el rostro pálido y serio de Chell, que no lo hacía, no en lo más mínimo. Sin embargo, claramente su habilidad para interpretar las expresiones faciales humanas era un poco más defectuosa de lo que había pensado, porque ella asintió y respiró hondo.
“Hay un- un lugar,” ella dijo. “aproximadamente un día de caminata al noreste. Eso es de donde… vine. Lunes por la mañana… volví.”
“Y casi te matan por la molestia,” dijo Aaron, dejando la rueda a girar suavemente, y se dobló hacia ella. “Chell, yo sería el último en el mundo en obligarte a desenterrar cosas que preferirías dejar enterradas, pero me parece que, si hay algo tan peligroso tan cerca de nosotros, tal vez sería un plan para ir a tomar a-”
“¡NO!”
Si realmente hubiera tenido algo de piel, Wheatley habría saltado fuera de ella. No fue solo el volumen repentino, aunque eso fue bastante inesperado, viniendo de su dirección- fue la forma en que se encendió repentinamente, pasando de quieta y tensa a explosiva, de la misma manera que una reacción nuclear es explosiva. Fue una explosión contenida, controlado pero apenas, cada parte de su cuerpo delgado se preparado a punto de romperse por una especie de terrible cadena interna de combustión, sus ojos ardían en su rostro pálido.
Aaron no parecía tan alarmado como Wheatley, pero probablemente solo la había visto así cuando la masa de su pan no se elevó correctamente o algo así, alguna crisis menor que terminó con algunos dedos ampollados y un pan francés carbonizado, mientras que la última vez que Wheatley recordaba ver su cara implosionar así, el resultado había sido un daño de cientos de millones de dólares en sistemas informáticos vitales que estaban conectados a él en ese momento, e- indirectamente, que cierto es- él ser arrancado de su cuerpo y arrojado al espacio.
“Oye, anda-”
“Ese lugar-” ella se esforzó. “Es tóxico, Aaron. Déjalo sólo.”
Levantó la vista salvajemente, como si hubiera olvidado por un momento que había alguien más allí, y captó la mirada de Wheatley. Él realmente habría sido mucho más feliz si ella no lo hubiera hecho, en ese momento- tan aterradoramente brillante como ella fuera cuando se emocionaba de esta manera, era el tipo de gran fuerza de la naturaleza que se inspiraba temor y se sentía mejor viendo desde la seguridad de un búnker de hormigón a unas pocas millas de distancia, y si alguien tuviera un par de esos anteojos ahumados especiales allí también, eso sería ideal.
“Wheatley- dile.”
Porque era que, si no lo hacía, si se quedaba en la zona cero y se arriesgaba, este tipo de cosa podía suceder. Wheatley abrió la boca un par de veces antes de que pudiera sacar algo coherente de ella.
“Qu- esperaespera, espera, qué, ¿dile qué?”
Ella le lanzó una mirada tan candente y letal que de repente él deseó mucho que fuera una esfera de nuevo, y pudiera enrollar su ocular casi hasta el final en su capa interna y poner una capa de metal casi impenetrable entre él y ella. Se encogió.
“¡Bueno! Bueno, entiendo, te pillo, vale- es- es- pues, como ella dijo, es un lugar. Es subterráneo, y es- es enorme de narices. Se extiende bajo por- y- mira, no quiero entrarlo, a decir verdad, prefiero mucho no hacerlo, no puedes simplemente-”
Él la miró suplicante, lo cual fue un error, porque le permitió ver mejor su expresión.
“-¡Vale! De acuerdo, qué diablos, ¿dónde estaba? Aja, sí, se extiende por kilómetros- sin fondo, en realidad- tan pronto como piensas que lo tienes todo trazado, ups, qué es eso allí, es otra parte completa. Y lo todo se mueve, así que no podrías trazarlo de todas formas- se desplaza, como un tipo grande de cubo de Rubik, y no sé tú pero para mí nunca podía dominarlos. Se necesita dedos, lo ves, algo como eso, necesita todo el asunto de destreza manual que, hasta bastante recientemente, no tenía en actualidad. No es que lo sea relevante particularmente de una manera u otra, pero-”
Tragó, girando sus manos alrededor de la otra. Si intentaba demostrar su nueva destreza manual, no lo hacía muy bien.
“-pero, pero, no es aquello por que necesitas preocuparte. Quiero decir, sí, podrías perderte si deambularas por allí, pues, probablemente sí que te perderías si, si deambularas por allí, te atascarías en algún lugar sin salida y morir de hambre si tuvieras suerte, o caerías por un foso o algo, pero en cierto modo es el mejor de los casos, porque- por Ella.”
Siguió tartamudeando, un parpadeante, crispado, nervioso caos, demasiado atrapado en la pesadilla que estaba describiendo para tratar de moderarla con cualquier rastro de su habitual falsa bravuconería. Solo hablar de las instalaciones, de Ella, escuchar su propia voz describiendo temblorosamente todo lo que había tratado de escapar era casi tan malo como estar allí de regreso. Quería detenerse, pero simplemente no tenía el valor- no mientras ella todavía lo miraba ferozmente de esa manera, como si lo desafiara a hacer otra objeción.
“Y Ella es una- una auténtica lunática, no estoy de bromo- no es humana, por cierto, lo hago absolutamente claro, Ella es nada como todos vosotros- y controla todo por allí. Estar allí es como- es como estar en Su mente, y Ella es un genio cuadrado por no sé cuántas veces, y es totalmente ardiente loca, y te odia tanto. En- en serio, literalmente no Le importa si vivas o mueras, porque todo que Le importa, es La Ciencia. Y si necesite matarte, por Ciencia, ooh, que lo hará. Sin siquiera pensar en ello. Argh, aplasta, estás muerte, cuenta cuántos puntos de Ciencia obtuviste, adelante al próximo. Chell aquí es la única humana que alguna vez logró conquistarla, y solo lo logró por- porque- n-ni siquiera sé en realidad cómo lo logró, para ser honesto, pero probablemente involucró muchas explosiones. Oh, Dios- y francamente no es mucho mejor si seas una máquina, porque bueno, es, es más difícil para Ella matarte, pero no significa que no tiene un completo listo de otras opciones, otras cosas que pudiera intentar, mientras estás allí.”
Wheatley se quedó mirando las punteras rayadas de sus zapatillas. Estaba temblando.
“Y morir es malo- probablemente, muy malo- me dijeron así- no, no sé, nunca he muerto- pero creo que algunas cosas… algunas cosas son aún peores.”
Pasó un silencio. Wheatley, que no se sentía con ganas de mirar a ningún otro lado ahora mismo, seguía estudiar sus zapatillos. Había un feo boquete en la textura de goma en el derecho- parecía que quienquiera que haya contribuido con sus datos biométricos al avatar en primer lugar había corrido y pateado algo bastante fuerte. Vagamente, esperaba que no hubiera sido una pelota de fútbol.
El ambiente tenso en el almacén se rompió con un leve golpe y un estallido de gritos desde el otro lado de la pared. Con un suave sonido metálico, Aaron dejó la cosasamabob que había estado manipulando en el banco de trabajo más cercano, y se dirigió hacia la puerta. Por lo que era posible decir, entre sus cejas pobladas y sus ojos oscuros y arrugados, parecía pensativo, y muy sobrio.
“Sostenga ese pensamiento un segundo,” él dijo, y salió, cerrando la puerta detrás.
Wheatley se tragó, frotándose una mano temblorosa por la cara, bajo el fantasma de luz sólida de sus anteojos, dejándolos torcidos. “Oh, Dios. No hacemos eso otra vez, ¿de acuerdo? No vamos a hacer un bis. Sé que suena tonto, pero simplemente pensar en ello- es- estuve absolutamente aterrorizado.”
“Sí.”
Ella miró a él. Había una sonrisa allí, pero no era una sonrisa feliz. Ciertamente no era nada como la que había dado a Aaron, ayer, fuera de la casa de la doctora. Tenía un aspecto amargo, y algo más- duro, y un poco… ¿culpable?
“Y convincente.”
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“¡Me usaste!”
Wheatley salió a grandes zancadas por la puerta trasera del taller, tirando la cabeza hacia un lado en el último minuto para evitar golpearla contra el marco, pareciendo nada más que una jirafa furiosa con un sentido inusualmente malo de sus propias dimensiones.
“¡Me malditamente usaste!”
Chell lo siguió, con los brazos cruzados. “Un poco.”
Él se volvió hacia ella. “Oh, bueno, ¿un poco? Sí, me hace sentir tanto más mucho mejor. Sí, sabías que tener que hablar sobre Ella me asustaría como el demonio para que Papá Noel de atrás tomaría tu palabra, pero está bien, solo me usabas un poco, ¡obviamente no tengo derecho a sentirme maltratado de ninguna manera, forma, ni modo!”
“Mira-”
“Claro que estoy siendo muy sarcástico ahora mismo, ¡por si acaso no me pilles!”
“La gente hace lo que él le dice. Si piensa-”
“Sí, tengo la idea básica, ¡gracias! Posiblemente puedo ser lento en la captación a veces, pero no soy, como podía haber mencionado una o dos veces antes, ¡un cretino!”
El patio estaba lleno de piezas de vehículos antiguos, generadores desmoronados, chatarra recuperada, cascos de equipos pesados dejados por muertos o en proceso de restauración. No era fácil, mirando algunos de los cascos oxidados, adivinar a qué categoría pertenecían. Wheatley chapoteó en un charco grasiento y pateó el parachoques delantero de un camión de carga M35 podrido, cualquiera con la esperanza de aliviar sus sentimientos o replicar el golpe en su zapatilla derecha. El parachoques hizo un ruido desagradable gimiendo y se cayó.
“Por supuesto, no importa si resulto en sentir como estoy a punto de tener un flipando ataque al corazón, no, ¡con tal que puedes probar tu punto! Quiero decir, no me va a hacer ningún daño, ¿verdad? ¡Ni siquiera tengo un maldito corazón! Claro, vale, obviamente, te da carte blanche total para sacar el corazón que de hecho no tengo- a menos que hablamos en un sentido puramente metafórico, sí que estoy- y patearlo como un- una- ¡pelota! Oh, sí, lo siento, en retrospectiva, ¡tiene sentido completo! ¡Debía haber sabido! Sigo estar muy sarcástico, ¡por cierto!”
“Lo supuse.”
“Y no me mires como así, ¡querida! Piensas que esto es gracioso, ¿no? No, en serio, está bien, sigue, todos ríanse a pobre debilucho Wheatley, se pone muerto de miedo si lo fuerzan revivir el tiempo cuando una supercomputadora lunática con poderes de un maldito dios lo machacó medio muerto y le dejó por chatarra, o el tiempo que Ella atascó cosas en su cerebro y lo hizo repetir los peores partes de su vida una y otra vez, ¡es fantástico! Oi, ¡es un asunto que solo me acaba de ocurrir! Al hacerme recordar todo eso, sí, jugada maestra, ¿sabes qué?”
Ella ya había dejado caer los brazos y lo miraba, cautelosa, aprensiva. Una punzada de advertencia en el fondo de su mente le dijo que ella probablemente sabía a dónde iba él con esto, siendo el genio en unir los puntos que era, pero no le importaba. Estaba demasiado enojado- ofendido- herido- para detenerse.
“¿Sabes qué? Ella estaría orgullosa. Sí, me oíste, exactamente como algo Ella haría, eso fue. Bien saber las dos tenéis algo en c-”
La palma abierta de ella golpeó con fuerza el lado de su mandíbula, sacudiendo su cuello hacia atrás en una exhibición de cinética artificial que habría sido extremadamente impresionante si no hubiera picado como el infierno. Él retrocedió, al igual que ella- él tomándose la mandíbula, ella el costado vendado.
Miraban fijamente el uno al otro. De repente, el metro más o menos de grasienta tierra compacta entre ellos sentía como una vasta, vasta distancia, demasiada amplia incluso para él alcanzar a través. Veía dolor escueto en los ojos de ella y realizó que, sin planear- por supuesto, desde cuando lograba así de bien algo que planeó- la había dañado otra vez.
“Oh,” él dijo. “No. No, no lo-”
Los ojos de Chell se entrecerraron. Wheatley se calló, dio un paso tambaleante atrás, tropezó con el parachoques, y salió corriendo.
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“¿Qué pasa con él?”
Chell se giró rápidamente. Aaron estaba a pie en la puerta trasera del taller, sombreando sus ojos del sol con el dorso de la mano.
“Ese joven Randall es un genio auténtico por no escuchar buenos consejos,” él dijo. “Ahora tengo que cerrar mientras recogemos quinientos treinta y dos canitas y un montón de vidrio roto, que no es exactamente mi idea de recreación. ¿Estás bien?”
Ella empezó a encogerse de hombros por pura costumbre, pero se detuvo.
Aaron siempre, siempre había sido derecho con ella. Nunca había ocultado la verdad para beneficio de ella, mostrando una falta de dualidad que fácilmente podría ser confundida con ingenuidad por alguien que nunca lo había visto regatear con un vendedor o comerciante de fuera de la ciudad. Y ella había sido honesta con él a cambio, pero no le había confiado exactamente su confianza, ¿o sí? No en este tema único y vital.
Cuando lo miraba de esa manera, era una forma bastante pobre de tratar a un amigo. Y en cuanto a Wheatley- sí, era un hipócrita de proporciones increíbles al acusarla de usarlo, mientras estaba tan asombrosamente ciego a la ironía de eso- pero lo horrible era que tenía un punto. Era una especie de punto pequeña y torcida, y necesitaba ser afilada, pero estaba allí. Ella había visto su miedo, su desgana, y lo había obligado de todos modos, porque sabía que haría un espectáculo convincente.
Pero fue para una buena razón-
Ella sacudió su cabeza. No sabía cómo explicarle a Aaron que tenía que luchar contra la creciente sensación de que había logrado vivir entre humanos durante cuatro años sin lograr volverse más humana. Se asentó en su estómago como una piedra en el fondo de un estanque, plano y turbio, enfermizo.
“No creía así.” Aaron la observaba de cerca. Metió la mano en el bolsillo de su camisa y sacó un librito; encuadernado en cuero, con cicatrices y desgastado y cuidadosamente cosido. “Aquí, estaba leyendo por esta vieja cosa anoche. El diario viejo de mi papá- solo era un chico en ese entonces, cuando este lugar era simplemente un montón de escombros en el camino.”
Tomándose su tiempo, hojeó por un par de los páginas blandas y amarillentas. “¿Te dije que mi abuelito ejecutaba cachés de suministro para la Resistencia?”
La Resistencia. Era una frase poderosa y evocativa, aún ahora. Las personas que habían defendido a la humanidad en su hora más oscura eran consideradas héroes casi míticos, y sus historias tocaron una fibra sensible incluso para Chell, quien nunca sabía que existían hasta hace cuatro años. Al fin y al cabo, ella misma era bastante resistente.
La mayor parte del tiempo, atribuía la pérdida de su memoria a una piedad, sencilla y simple. El mundo había cambiado más allá del reconocimiento mientras ella había estado en criogenización en el Centro de Relajación. Si ella hubiera tenido recuerdos- amigos, familia, una casa, una vida-
Como era, no tenía nada que la atara al mundo que había existido antes de la invasión de la Alianza, antes de la Guerra de las Siete Horas, las tormentas de portales, la liberación de la Tierra por parte de la Resistencia- y era lo suficientemente práctica como para estar agradecida. Ni siquiera podía imaginar cuánto más difícil habría sido salir a un mundo donde todo lo que conocía se había ido para siempre, y tener que vivir el resto de su vida sabiendo lo que había perdido.
La manera que era, tenía mucho para aprender cuando llegó por primera vez en la comunidad amable y humilde de Eaden, pero entonces, ¿qué narices era ella, si no una aprendiz rápida? Había absorbido todo lo que podía, todo lo que era relevante para su nueva vida, y confiaba en que captaría el resto con el tiempo. Nunca había visto a un Vortigaunt cara a cara, ni había viajado más allá de Nueva Detroit, pero tenía una comprensión de la historia tan buena como cualquiera de ellos, y después de las cosas que había enfrentado en las instalaciones, ninguno de ellos la había desconcertado mucho. En realidad, habían sido las cosas más pequeñas que habían sido más difíciles de volver a aprender, las pequeñas cosas triviales que, por lógica, deberían haber sido fáciles de entender.
La proporción había sido la dificultad, por la mayor parte- tener una idea de ella y ajustarla para que conveniara a su nueva vida. Es difícil preocuparse tanto por cuestiones como si debe o no lavarse el pelo por la mañana, para enmarcar un ejemplo, cuando previamente había estado ocupado con preguntas como si podía o no correr a cubrirse antes de que el tiroteo de la torreta le arrancara las rodillas.
Solo fue una suerte que hubiera encontrado algo en lo que realmente pudiera concentrarse- algo que se sintiera bien, que descubrió que podía hacer- para conectarla con su nueva vida, o podría haber terminado encontrando difícil preocuparse por algo en absoluto.
Aaron tocó su dedo en una página abierta. “Bueno, Papá ayudaba cada vez que podía, y un día estaba explorando el paisaje al norte cuando se topó con algo fuera de lo común. Dijo que lo tomó por el lugar de un accidente, al principio, un Cazador derribado, algo así… pero no cuadraba del todo.
Miró hacia ella. “Habla de un grande lote pavimentado en el borde de un bosque, cráter en el suelo y un montón de chatarra tirada por ahí sin una buena razón, oxidándose. Algo malo al respecto, además. ‘No podía decir por qué, pero me sentía como si estuviera siendo observado. Tal vez hubiera más para encontrar, pero no me quedó más tiempo que necesité. Era malvado, aquelle lugar. No voy a volver.’”
Le tendió el libro. Ella lo tomó y sintió un escalofrío atravesarla, desde el cuero cabelludo hasta los dedos de los pies. Halifax Padre no había sido un gran artista, pero los bocetos a lápiz desvaídos debajo de las palabras eran lo suficientemente claros. Allí estaba la valla, la pequeña caseta de guardia con su barrera rayada, los postes de luz inclinados como espaguetis hechos añicos, un cementerio de piezas contra una hilera de árboles oscuros garabateados. Era increíblemente espeluznante- como mirar una instantánea directamente de su propia mente.
“Tengo que admitir, nunca me ocurrió hasta ayer que el malvado lugar de mi papá y el lugar de que viniste podría haber sido uno y lo mismo. Si pensara en ello en absoluto, supongo que lo atribuyó a un joven asustadizo esperando Alianza a la vuelta de cada esquina. Si hubiera sabido-”
“-podrías haber ido buscando,” dijo Chell. Estaba mirando fijamente a la página. “Gracias a Dios que no lo hiciste.”
Le dio a ella una pensativa mirada de medición. “Tal malvado, ¿eh?”
Su voz era ferviente. “Peor.”
Aaron estaba silencioso por un rato, frotando la ceja distraídamente con un pulgar. “Sabes que haría cualquiera que sea necesario para proteger este pueblo,” dijo eventualmente. “Asumo que lo harías también, trata de eso. Y de lo que puedo decir este lugar es un Problema con un P mayúscula. Pero si los únicos tres personas conozco actualmente estado allí- tú, mi papá, y este muchacho tuyo- todos están diciéndome a dejar lo suficientemente bien solo, no soy demasiado necio para escuchar.”
Chell, que se había estado sujetando inconscientemente como una prisionera a punto de recibir una sentencia, empezó a respirar de nuevo.
Ella no era el tipo de persona que le daba mucha importancia a las grandes y llamativas promesas verbales- y con algo tan serio, no se habría atrevido a exigirle una a Aaron de todos modos, incluso si lo hubiera hecho. Para ella era suficiente que él entendiera correctamente la gravedad del asunto, el peligro- Ahora que podía decir que estaba convencido, que su sentido común no le permitiría tomarlo a la ligera, su mente estaba mucho más tranquila.
Bajo las circunstancias, aún lo dejo que se salga con el muchacho tuyo.
“Hablando de necio… probablemente mejor alcanzas a él mientras puedas. En esas piernas, ya estará a medio camino de los Cementerios. Sabes,” Aaron añadió, echando un visto a través del patio hacia la puerta en el lado lejano, “momento puse los ojos en él, pensé que me recordó de alguien. Me tomó hasta ahora para reconocerlo.”
Los ojos se quedaban en ella, amables, preocupados. “Alguien conocí ya hace sobre cuatro años. Simplemente caminó en el pueblo un día de la nada, tal como así. Asustando por las sombras, mirando cada cosita como nunca había visto lo tal antes, como si en algún momento iba a despertarse y encontrarse en algún otro lugar. Un lugar a que no era demasiado parcial, tampoco.”
Ella apartó la mirada.
“Bueno, esa alguien… ella era fuerte, y mejoró. Él, por otro lado…” Aaron se encogió de hombros de forma expresiva. Otras personas, sugirió el ademán, podrían calificar las posibilidades de Wheatley como quisieran, pero él, Aaron, tenía su propia opinión, y no era demasiada positiva. “Un poco ardilla, ¿no?”
Chell se mordió ligeramente el lugar dolorido de la lengua, decidiendo cómo responder. En un nivel, estuvo de acuerdo- aparte del arrebato, hasta ahora Wheatley parecía estar tomando su pueblo como un pato a la lava. Probablemente estaba estirando los límites del optimismo para esperar algo más, pero…
“Si hubieras estado allí,” ella dijo, eventualmente. “Serías ardilla, también.”
Presionó suavemente el diario de su padre en sus manos de nuevo, y salió por la puerta.
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