Tumgik
#no puedo con tanto cansancio cuándo se acaba esto
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qué lunes tan lunes os juro que estoy por meterme ya a la cama
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hallofmlrrors · 4 years
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Cater Diamond — ¿Jugamos a adivinar?
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Historia personal de la SR (túnica de ceremonias) de Cater Diamond.
En el medio de la ceremonia de ingreso para los estudiantes de primer año, Trey y Cater hacen una apuesta.
¡Traducción debajo del corte!
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CAPÍTULO 1
— Cámara del Espejo
(Murmullo de muchedumbre)
Cater: Oh, ¡los estudiantes nuevos se dividieron en filas! Cuánta organización~ ♪
Trey: Claro que sí, Cater. Es su ceremonia de ingreso, después de todo. Tenemos desde algunos que tiemblan de nervios hasta otros más impávidos, a los que nada parece afectarles. Un grupo bastante cándido, ¿o debería decir indisciplinado...?
Cater: ¿Eras igual de adorable que ellos dos años atrás, Trey~?
Trey: Vaya, no lo recuerdo.
Cater: Creo que tengo una foto de Trey en su primer año por algún lado.
Trey: Por favor no me la muestres.
Cater: Pero sabes, sé de al menos una persona que jamás ha sido cándida desde el día que llegó.
???: Ustedes, los estudiantes nuevos de allí. ¡Cuarta fila desde la derecha, los tres al fondo! ¿Quieren guardar silencio durante la ceremonia?
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Riddle: Si los descubro cuchicheando una vez más, sus cabezas rodarán en ese instante. Están advertidos.
Cater: Uf~ Ahí tienes a Riddle, tan directo y estricto como siempre~ Me provoca escalofríos.
Trey: Es su primera ceremonia de ingreso como líder de dormitorio, después de todo. Solo debe querer que las cosas salgan bien.
Cater: Eso será hoy, pero sabes que se comporta así todos los días.
Trey: En fin... La ceremonia de selección está a punto de comenzar.
Cater: Qué emoción~~ ♪
Trey: Me pregunto qué clase de personas nos tocarán este año. Espero que consigamos alumnos sensatos y responsables.
Cater: Mejor si fueran alegres y fáciles de tratar~ ¡¡Pero nada de esa gente no sabe leer una situación!! Son un fastidio.
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Cater: ¡Ya sé! ¿Jugamos a adivinar quiénes serán asignados a Heartslabyul? Aquel que acierte menos veces tendrá que ofrecerse como chaperón para la fiesta de bienvenida que habrá más tarde.
Trey: Siento que siempre acabas perdiendo cuando sugieres juegos tontos como ese.
Cater: Sabes que tengo un excelente ojo para la gente~
Trey: De acuerdo, de acuerdo. De todas formas “tu ojo” solo podrá juzgarlos cuando sea el turno de cada uno en el proceso de selección.
Cater: Muy bien... Que comience el dos millonésimo primer juego de “adivina el nuevo estudiante de Heartslabyul” ♪
~~~
Cater: Y sin más tardar, nuestro primer concursante. ¿Será este un nuevo estudiante de Heartslabyul~?
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Cater: ¡Guau~ Es un delincuente! Yo voto que no. Nuestro uniforme de dormitorio no le sentaría ni un poquito.
Trey: Mi voto también es que no. A juzgar por experiencia, la mayoría de los alumnos teriántropos suelen ser asignados a Savanaclaw.
Espejo oscuro: ¡Vuestra alma toma la forma de... Savanaclaw!
Cater: Y ahí lo tienes~ Cuando asistes a estas ceremonias por tres años consecutivos, comienzas a darte cuenta de las costumbres del Espejo Oscuro. 
Cater: Ya llega nuestro segundo concursante. ¿Será este un nuevo estudiante de Heartslabyul~?
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Cater: Sí, sí, ¡ese niño tiene mi voto!
Trey: ¿Hay algún motivo?
Cater: ¡Es sin duda el más lindo que he visto hasta ahora~! Imagina lo hermosa que sería su hermana mayor.
Trey: Tus fantasías no cuentan como un argumento válido. Para empezar, ¿Siquiera estás seguro de que tiene una hermana?
Cater: Pues si no tiene una hermana, al menos debe tener una madre... —¡Es broma, estoy bromeando! ¿Te asusté, Trey?
Trey: Mi voto para él es que no.
Cater: No me ignores~...
~~~
Cater: Sigue nuestro quinto concursante...
~~~
Cater: El décimo concursante...
~~~
Riddle: —Bien, con esto damos por finalizadas tanto la ceremonia de selección como la de ingreso, ¿verdad?
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Riddle: Escuchen con atención, nuevos estudiantes. Yo soy el que dicta las reglas en Heartslabyul. Se le cortará la cabeza a todo aquel que las desobedezca: quiero que eso quede claro. 
Cater: ¡Así damos por finalizado el juego de “adivina el nuevo estudiante de Heartslabyul”~! Y como era de esperarse, el ganador es—
Trey: Lo siento, Cater. Yo gané 5 a 4.
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Trey: Diviértete siendo el chaperón de los nuevos. En especial de ese chico de pelo cobrizo, parece tener mucha energía.
Cater: No puedo creer que perdí... y para colmo, ese niño súper lindo de pelo lila fue a parar a Pomefiore...
CAPÍTULO 2
— Dormitorio Heartslabyul
Cater: ¡Atención todo el mundo! Les doy la bienvenida a Heartslabyul ♪
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Cater: ¡El dormitorio ha preparado una fiesta de bienvenida para todos nuestros nuevos estudiantes!
Ace: Oye, ¿tú también eres de primer año? ¿Qué crees que habrá pasado con ese monstruo que estaba causando problemas al principio de la ceremonia?
Deuce: Mm, no tengo idea.
Ace: ¿Qué dices si nos escapamos y vamos a investigar a la oficina del director?
Cater: ¡Síii, eso suena emocionante, Pelos Parados de primer año~!
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Ace: ¡Ah—! ¿...Cuándo te moviste hasta aquí?
Cater: Solo para que sepan, si no van a la fiesta de bienvenida, Riddle les cortará la cabeza ♪
Ace: D-De eso ni hablar, senpai~ Estamos muy conmovidos por esta fiesta que prepararon para nosotros, ¿no es cierto?
Deuce: ¡Uh—! S... S-Sí, por supuesto.
Cater: Volviendo a dónde estábamos... ¿Todos traen su taza de té consigo? ¿Y la llenaron tal cual se les pidió? ¿Nadie despertó con un baño a un ratoncito dormilón por accidente?
Cater: ¡Okay, brindemos entonces! ¡Por el día más alejado de su graduación~! ¡Salud! ♪
Trey: No esperaba menos de ti, Cater. Buen trabajo manteniendo a los de primer año bajo control sin arruinar el ánimo de la velada.
Cater: ¿Qué puedo decir? Adoro las fiestas.
Trey: Es bueno oírlo, con todo el trabajo que te costó preparar esta.
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Cater: Sí, sí, todo ese trabajo. ¡Eres muy duro con la gente, Trey! Primero tengo que preparar todas las decoraciones del jardín, y luego me toca jugar a la niñera con los nuevos. 
Trey: Quedar como chaperón fue tu propia culpa.
Cater: ¡Qué malo eres conmigo, Trey~!
Trey: Oh, ya es hora de que saque del horno el pastel de carne que es el plato principal. Calculé el tiempo exacto para poder servirlo caliente.
Cater: Debes tener mucho amor por la cocina, Trey... ¿o quizá solo te gusta que Riddle te explote...?
Trey: Haha, di lo que quieras decir.
Cater: Yo ya cumplí con mi trabajo, así que ahora iré a divertirme~ ♪
Trey: Nos vemos luego, Cater.
Cater: Okay, ¿qué tal si nos tomamos algunas fotos para subir a Magicam¹? Pero antes...
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Cater: ¡Guau~ El pastel de carne ya está servido en la mesa! Todos los de primer año, vengan a comeeer ♪
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Cater: Ahaha. Los estudiantes nuevos están aglomerándose alrededor de Trey. Parece algo salido de una peli de zombis.
(Click!)
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Cater: Será mejor que le tome fotos a esto.
~~~
Cater: ¡Ya terminó la fiesta de bienvenida~! Debería subir las fotos de hoy a Magicam antes de volver a mi habitación.
Cater: #CateyDiario #CeremoniadeIngreso #OrgullodeTercerAño #LasTúnicasdeNightravenSonExtravagantes #NRC
Cater: Agrego un par de retoques~~ ¡y listo! ♪ Oh, ya recibí varios likes. Este atuendo siempre funciona.
Cater: Este seguidor ha estado comentando mucho últimamente. Debería darle algunos likes a él también. 
Cater: Haah...
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Cater: ...Qué cansancio. Esta ceremonia de ingreso me importa tan poco...
Cater: ..............No, solo bromeo.
Cater: Por más que haya sido un fastidio, pude subir unos muy buenos selfies hoy. También me saqué muchas fotos con los de primer año. No tendré que preocuparme por nuevo contenido por un tiempo.
Cater: En fin, hora de volver al dormitorio y tomar una ducha. Hablando de eso, ¿dónde está Trey? ¿Ya habrá vuelto a su habitación?
NOTAS:
¹: Magicam es la red social más popular de Twisted Wonderland. Parece ser bastante similar a Instagram.
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kiro-anarka · 4 years
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Se acaba la temporada de la fresa en Huelva. Los campos, repartidos de norte a sur por toda la geografía onubense, reposan y se vacían poco a poco del bullicio de unos meses frenéticos. Desde principios de junio, como cada año, miles de temporeros recogen sus pocas pertenencias y se marchan con destino a nuevos cultivos que precisan de mano de obra igualmente dedicada y sufrida.
Otros cientos regresan a sus hogares en una caravana eminentemente femenina porque a las temporeras, además de ganar un jornal, les espera a menudo la dura tarea de criar a los hijos que dejaron atrás y la de cuidar a unos padres que las necesitan.
Este año el coronavirus ha cambiado radicalmente ese paisaje. El cierre de fronteras ha impedido que lleguen hasta doce mil trabajadores menos de los seleccionados inicialmente y que apenas un 10% hayan podido incorporarse a otras cosechas como ocurre cada año con las 3.000 hectáreas del arándano onubense. Pero las consecuencias del bloqueo van más allá del problema de mano de obra. Hacinadas en viviendas propiedad de los empresarios freseros y sin la correcta atención sanitaria, apenas siete jornaleras han podido regresar a sus países de origen.
                                                                                                   Las calles de Huelva se inundan de dignidad para reclamar los derechos de las temporeras                                    raúl bocanegra                                                            
Las temporeras marroquíes son el fiel reflejo de este drama humano. Éste año son más de 7.200 las que han permitido levantar una cosecha que nació condenada cuando los contagios por coronavirus comenzaron a multiplicarse en España. Llegaron como profesionales de la recogida del fruto rojo más preciado y ahora son solo mujeres atrapadas en un país que no es el suyo, sin trabajo y lejos de su hogar y de sus familias, para quienes a menudo son el único sustento.
Kala [nombre ficticio] trabaja desde hace seis años en uno de los muchos cultivos que actualmente pueblan la mancomunidad de Islantilla, al suroeste de la provincia. Aunque es reacia a hablar con cualquier medio, ha decidido hacer una excepción con Público. La joven marroquí teme las posibles represalias de sus patrones y nos pide con mucha insistencia que no la grabemos: "No quiero problemas con nadie", insiste con voz temblorosa pero firme, "tengo compañeras que un día hablaron y ya no pudieron volver. No quiero que me pase lo mismo", explica.
El recelo y la situación de Kala son demasiado frecuentes en los campos onubenses. Kala, natural de Tanger, es la imagen de la desesperanza: "Otros años he estado también en la campaña de la nectarina y el melocotón, pero desde que tuve a mis hijos llevo seis años acudiendo solo a la fresa", explica. El dato no es baladí. El 90% de las temporeras contratadas en origen tienen hijos a cargo en dicho país. Las empresas agrícolas suelen escoger este tipo de perfiles porque evitan problemas a la hora de la repatriación. "Si tienen cargas familiares estas mujeres no pondrán problemas para regresar" reconoce Laura Limón desde el movimiento feminista Mujeres 24 horas.
                                                                                                   ¿Quién defiende a las trabajadoras de la fresa?                                    marisa kohan                                                            
"Ahora necesito volver a casa", explica angustiada. "Mis hijos viven con su abuela pero no puedo tenerlos allí durante más tiempo". Mientras las fronteras entre Andalucía y Rabat se mantienen cerradas, Kala y el resto de sus compañeras viven en un limbo laboral y social: "Es como si no existiéramos para nadie. No podemos trabajar en nada más porque no tenemos permiso de trabajo y, aunque lo tuviéramos, el resto de las cosechas ya no necesitan más trabajadoras". Este año, apenas un 10% de las trabajadoras que han llegado para trabajar en la fresa han podido acogerse al plan de redistribución de la mano de obra hacia otros cultivos.
Por un salario que apenas supera los 900 euros, Kala y sus compañeras han llevado a cabo jornadas maratonianas: "Hemos tenido días muy duros este año. Hemos notado que éramos menos y que el trabajo se multiplicaba a causa del coronavirus". Este año, además, las medidas de prevención del contagio han aumentado la dificultad a la que se enfrentan las jornaleras: "Con los guantes, las manos sudan y recoger la fruta se hace más difícil. Con la mascarilla, además, apenas podíamos respirar dentro de los invernaderos".
Ahora Kala solo piensa en volver a casa con sus hijos: "Me siento sola, impotente y triste. Llevo aquí desde el mes de febrero y necesito verlos porque sé que me necesitan y no sé cuándo podrá ser. Nos han dicho que nos harán las pruebas del coronavirus pero tampoco sabemos cuándo".
La situación de Kala es "una cuestión humanitaria", según ha explicado esta semana la Asociación Onubense de Productores y Exportadores de Fresa y Frutos Rojos, Freshuelva, quien ha exigido al Gobierno que aplique el nuevo Convenio para la Ordenación, Coordinación e Integración Sociolaboral de los flujos migratorios laborales en campañas agrícolas, renovado estos días para los próximos cuatro años: "Es un desplazamiento por motivos laborales y por lo tanto está completamente justificado".
Sin plan de repatriación
Las organizaciones agrarias y los principales sindicatos, Asaja Huelva, Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) y UGT-FICA, han demandado al Gobierno un plan de repatriación urgente para que estas trabajadoras, especialmente para las más de 3.000 que ya han cumplido su contrato, puedan regresar a sus hogares.
Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos apuntan a que es necesario reforzar la coordinación entre el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Gobierno marroquí para alcanzar un acuerdo que les permita regresar a Marruecos: "Debemos evitar a toda costa el perjuicio que les supone estar separadas de sus familias". En este sentido, el consulado marroquí en Sevilla reconoce que están trabajando arduamente junto con la Junta de Andalucía para desbloquear esta situación lo más rápidamente posible pero que "no existe una fecha para su regreso". Para facilitar las labores de repatriación, el Gobierno andaluz se ha comprometido a efectuar test de detección de la covid-19 a todas y cada una de las trabajadoras antes de cruzar la frontera para que ello no suponga ningún riesgo para la población de Marruecos.
En este sentido, Luciano Gómez, presidente de la Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT Huelva considera insultante la falta de empatía del Gobierno marroquí con sus ciudadanas: "Nos consta que conocen la situación de precariedad de estas temporeras, las cuales han transferido a su país todos los ingresos durante toda la campaña y una vez finalizado su contrato se encuentran sin recursos para seguir en España a la espera de que se abran las fronteras", explica en un comunicado.
A pesar de ello, un mes después de que finalizara la campaña, no existe ningún atisbo de cambio en la apertura de fronteras con Marruecos, confirma Cristina García, secretaria de Igualdad de UGT-Andalucía. "Desde el sindicato hemos mandado una carta al cónsul de Marruecos y no hemos tenido respuesta. Seguiremos insistiendo porque entendemos que es el único canal sobre el que se puede actuar para la reapertura". Mientras esto ocurre, "tenemos un problema de índole humanitaria", reconoce García. "Son inconcebibles las condiciones en las que viven estas mujeres y los meses que llevan sin ver a sus familias".
Un modelo de semiesclavitud en el siglo XXI
El movimiento feminista Mujeres 24 Horas lleva años recabando información y valorando sobre el terreno esta situación de precariedad y las condiciones de vida de estas jornaleras.
En esta ocasión, y después de visitar personalmente las fincas en las que viven y trabajan, descartan que lo vivido este año sea fruto de una circunstancia excepcional: "Este año la situación es de absoluta emergencia. Las circunstancias de trabajo han sido extremadamente más duras que en otras ocasiones", explica Laura Limón. "No olvidemos que estas mujeres han realizado un trabajo extra, siendo la agricultura una labor esencial que ha recaído sobre su piel y sus espaldas".
Limón explica que desde el colectivo echan en falta un plan de coordinación entre las diferentes administraciones y el Gobierno de Marruecos para solventar, no solo el regreso a sus hogares, sino una solución real para paliar las condiciones de semiexplotación a las que estas trabajadoras se ven sometidas: "En pleno confinamiento las mujeres han sufrido las mismas condiciones de extrema vulnerabilidad que ya veníamos denunciando hace años".
Entre ellas, la coordinadora de Mujeres 24 Horas relata "el incumplimiento de condiciones de vivienda digna por parte de los empresarios, diferentes abusos de autoridad por parte de los responsables de finca o condiciones de falta de acceso a núcleos urbanos, que es algo básico para que estas mujeres, después de su jornada laboral, puedan relacionarse con el resto de la población del municipio o hacer sus compras sin tener que depender de la voluntad del empresario".
Limón considera que, actualmente, el foco más importante está puesto en la vulnerabilidad sanitaria fruto de la falta de recursos a la que se han visto expuestas: "En las últimas semanas nos han llamado desde diferentes fincas porque varias mujeres tenían problemas de salud, especialmente relacionados con el azúcar y la diabetes, y no tenían acceso acceso al personal responsable de la propiedad. Una de ellas llevaba un mes sin pincharse insulina".
La situación sanitaria podría agravarse en los próximos días si no se ponen los medios oportunos, denuncian desde el movimiento. "Están en un contexto en el que se unen el cansancio físico extremo, las altas temperaturas que estamos sufriendo en la provincia de Huelva y la falta de viviendas adaptadas en las que conviven hasta ocho o nueve mujeres en una misma habitación sin aire acondicionado".
Para estas mujeres, la dependencia de la caridad de los empresarios es total. Así lo explica la abogada de Women’s Link Worldwide, Aintzane Márquez, en declaraciones recogidas por Raúl Bocanegra. La letrada ha reclamado la colaboración inmediata de los gobiernos de España y Marruecos para el cambio de modelo: "Su dependencia de la voluntad de las empresas es absoluta. Ahora mismo están aisladas en las viviendas de las fincas que muchas veces no reúnen las condiciones adecuadas de habitabilidad". Para Márquez, los Estados español y marroquí ven a estas mujeres "desde un punto de vista meramente instrumental y una vez que han terminado su trabajo ya no importan".
Mientras dure el cierre de fronteras que separa Andalucía y Rabat, más de 2.000 mujeres continúan confinadas y en peligro. Una cuestión humanitaria en la que el coronavirus solo es un riesgo más. Quizá el menor de todos.
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bibliotecamobi · 8 years
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El retrato vivo | Julia de Asensi
¡Pobres mujeres y pobres niños! Ancianos y jóvenes habían formado un valeroso ejército para combatir al enemigo que había venido a sitiarlos a los mejores de sus pueblos y, no habiendo logrado vencer, habían perecido casi todos. Los pocos que vivían, hechos prisioneros, no podían ser ya el sostén de la madre, de la esposa y de los tiernos hijos. El vencedor, no contento con este triunfo, había dado orden de salir de aquella tierra a tan débiles seres.
Recogieron sus ropas y todo cuanto era fácil llevar sobre sí y que no tenía valor material alguno, y llorando los unos, suspirando los otros, y sin comprender lo que perdían los más, se alejaron despacio de sus hogares, en los que meses antes fueran tan felices.
Ya a larga distancia de su patria, los tristes emigrantes se detuvieron para descansar y también para tomar una resolución para lo porvenir.
Los que tenían familia en otras poblaciones pensaban buscar su protección; los que no, decidían, las jóvenes madres trabajar para sus hijos, las muchachas servir en casas acomodadas, los niños aprender cualquier oficio fácil, las viejas mendigar.
Pero había entre aquellos seres un niño de nueve años, que no tenía madre ni hermanos, que antes vivía solo con su padre y, después de muerto este en la pelea, quedaba abandonado en el mundo.
Se acercó a una antigua vecina suya implorando su protección.
-Nada puedo hacer por ti, Gustavo, le dijo ella, harto tendré que pensar para buscar los medios de mantener a mis dos niñas.
-Cada cual se arregle como pueda, repuso otra; no faltará en cualquier país quien te tome a su servicio, aunque sólo sea para guardar el ganado.
-Para eso llevo yo tres hijos -añadió otra mujer-; primero son ellos que Gustavo.
Y en balde se acercó el niño a los demás. Cada cual siguió su camino, y el pobre huérfano, comprendiendo que nada debía esperar de los emigrados que con él iban y entre los que no contaba con un amigo sincero, los dejó antes de la noche tomando distinta senda que los otros.
El pobre niño estaba rendido de fatiga, de hambre y de sed. Se acordaba de que en su modesto hogar nunca había carecido de nada.
Se hallaba cerca de una hermosa población, pero no creía poder llegar a ella, tal era su cansancio. En aquel camino vio un arroyo en el que bebió, y el agua le dio nuevas fuerzas para seguir andando. Antes de entrar en la ciudad divisó un pequeño castillo; las puertas y ventanas cerradas parecían indicar que no estaba habitado. A su espalda tenía un hermoso jardín, cuya cerca ruinosa permitía ver, por entre numerosas grietas, los elevados árboles, las calles cubiertas de rastrojos y muchas estatuas y fuentes. También divisó Gustavo, al resplandor del astro de la noche que enviaba sus melancólicos rayos a la tierra, un pabellón que tenía entreabierta una de sus ventanas.
-Si yo pudiese dormir ahí esta noche, se dijo, mañana encontraría quizás un albergue mejor.
Una vez pensado esto, saltó, no sin alguna dificultad, la tapia; se dirigió al pabellón y, abriendo del todo la ventana, penetró resueltamente en la habitación. Esta no era muy espaciosa y no tenía más muebles que una mesa y un diván. Del techo pendía una lámpara y en los muros, cubiertos de tapices, se divisaba un cuadro que Gustavo no podía distinguir a causa de la obscuridad que allí reinaba. Sólo veía brillar el marco dorado. No logrando satisfacer el hambre, pensó dormir al menos, y echándose en el diván, que le pareció un lecho muy blando, apoyó la cabeza en uno de sus brazos para que le sirviera de almohada.
A poco rato oyó el triste tañido de una campana distante y, llenándose sus ojos de lágrimas, murmuró:
-Así sonaba la de mi parroquia cuando yo, tenía patria.
Pero como Gustavo era un niño, aquella preocupación le duró poco, y al fin se durmió profundamente.
Cuando se despertó habían pasado algunas horas y los rayos de la luna penetraban en la habitación. Uno de ellos iluminaba el cuadro, y Gustavo pudo ver que representaba el retrato de cuerpo entero y de tamaño natural de una mujer. Era joven, bellísima, con el cabello castaño, los ojos grandes y expresivos y las facciones todas de extraordinaria perfección. Iba vestida de negro, y en una de sus blancas manos sostenía un libro encuadernado lujosamente.
Gustavo la miró largo rato; no había visto jamás un rostro más hermoso ni una mujer de mayor atractivo. Pero cuando estaba más absorto, una nube veló la luna, y el retrato volvió a quedar envuelto en las sombras.
A la mañana siguiente se despertó, resuelto a continuar su camino, pero entonces advirtió, no sin sorpresa, que la ventana por donde había entrado estaba cerrada y encendida la lámpara, que pendía del techo. ¿Iría a morir allí de hambre y de sed?
Quiso abrir las maderas, pero no lo consiguió; gritó, mas su voz no fue oída, y temiendo que le hubieran hecho prisionero, pensó, no sin espanto, que había caído en poder de algunos infames que no le soltarían fácilmente, puesto que nada podía dar para su rescate.
Mirando bien a todos lados, no tardó en ver una cesta con provisiones y un jarro de agua. ¿Será esto para mí? -se dijo mientras sacaba todo lo que contenía la cesta sobre la mesa-. Hay pan, carne, fiambre, un pollo y frutas, ¿Cuándo he comido yo cosas tan buenas? No debo dudar: puesto que han dejado esto aquí y me han encerrado, es que es mío.
Y comió con un apetito excelente.
Una vez satisfecha el hambre se encontró bastante aburrido; su única distracción era contemplar el retrato de aquella dama que parecía también mirarle.
Así se pasó el día; el aceite de la lámpara se consumió y esta cesó de arder. Apenas quedó Gustavo en la obscuridad, buscó el diván a tientas, se echó sobre él y a poco rato durmió.
Le despertó un ruido extraño y una súbita claridad; volvió los ojos hacia el retrato y vio sólo el marco.
Delante se hallaba una mujer vestida de negro, que llevaba una lámpara en la mano. Era el retrato que se había animado, tenía vida y, bajando de su lienzo, se dirigía al lado de Gustavo que le miraba con el mayor asombro.
Sí, no había duda, era ella, la hermosa dama de cabello obscuro y ojos negros; la inanimada pintura de la noche antes tenía un cuerpo, un alma, una expresión.
Gustavo creyó que soñaba, y más aún lo pensó cuando la singular mujer, llegando junto a él le miró fijamente y le dijo esta palabra sola:
-Mañana.
Tuvo el niño miedo y cerró los ojos; cuando al cabo de un rato los abrió, la visión había desaparecido, el retrato estaba en su dorado marco, pero había dejado una prueba de su presencia, la lámpara encendida. Entonces, ya excitado por lo ocurrido anteriormente, Gustavo creyó que el retrato continuaba vivo y se atrevió a hacerle diversas preguntas, a las que naturalmente no tuvo respuesta ninguna, llegando a sospechar que aquello no había sido más que una alucinación.
Al día siguiente comió el resto de sus provisiones y tuvo el intento de permanecer despierto para cuando fuese el retrato, pero, como la noche anterior, se apagó la lámpara y, Gustavo, a obscuras y solo, no pudo resistir el sueño que en breve se apoderó de él.
Al despertarse, el retrato estaba vivo otra vez; la bella dama miraba a Gustavo con ternura; iluminando su rostro la luz de la lámpara que, como la noche anterior, ardía sobre la mesa. Un vago temor se apoderó del niño, que cerró los ojos. Pero después oyó que un hombre y una mujer, el retrato, sin duda, hablaban cerca de él.
-¿No te aseguraba yo -decía ella-, que mi niño no había muerto, y que más tarde o más temprano le hallaría?
-Pero ¿es en realidad tu niño? -preguntaba el hombre.
-Ciertamente; mírale bien. Tiene el cabello castaño obscuro, como yo, la frente altiva de su padre, y en la expresión del rostro hay algo de los dos. Haciendo tanto tiempo que no me ve, le asusta mi presencia, pero ya le explicaré todo y me amará como cuando era más pequeño.
-Y ¿quién le ha traído aquí? -interrogó el hombre.
-Un ángel, sin duda, que se ha compadecido de mi llanto. Cógele en tus brazos y llévale al castillo, padre mío.
Gustavo, al oír esto, se puso súbitamente en pie y vio a un hombre de unos sesenta años, al lado de la que él continuaba llamando el retrato vivo.
-Ven, Alfredo- dijo ella.
-Señora -murmuró el niño-, mi nombre es Gustavo, y no conozco a V.
-Eso crees tú, porque te han engañado: pero yo probaré lo contrario. Sígueme.
El anciano cogió a Gustavo de la mano y, aunque él opuso una débil resistencia, le hizo salir por el marco del retrato, que era una puerta que conducía a una galería que comunicaba con el castillo.
Allí encontró a varios servidores, que le miraron con extrañeza, y la dama dejó al niño con el caballero un instante.
-Oye con atención -le dijo el anciano-, y procura no olvidar mis palabras. Esa mujer que acabas de ver es mi hija. Quedó viuda a los dos años de matrimonio, teniendo un niño de diez meses, al que hizo la desgracia viese morir también más tarde; entonces perdió ella la razón. Los médicos me dijeron que sólo una gran alegría podría salvarla; pero ¿cómo proporcionarla a la que nada debía esperar en la tierra? Al verte, ha creído que eres su hijo y la razón le vuelve poco a poco. Hace cinco años que va todas las noches a ese pabellón; ahora tú me dirás cómo te ha encontrado en él.
Gustavo refirió en breves y sentidas frases su triste historia y, viendo que el huérfano no tenía a nadie en el mundo, profirió el caballero:
-Si eres bueno, tu fortuna está hecha; mi hija y yo somos muy ricos y todo será para ti: para eso es necesario que renuncies a esa patria, a la que tanto amas a pesar de tus cortos años, y a tu nombre: serás Alfredo y no Gustavo, y yo te deberé el supremo bien de que mi hija recobre la razón creyéndote su niño. No descubras jamás este forzoso engaño, y así tendrás un amor maternal que nunca hubieses podido encontrar en el mundo.
En aquel momento entró la dama.
-¡Alfredo! -exclamó.
-¡Madre! -dijo el niño echándose en sus brazos.
Ella le besó con transporte, y luego dulces lágrimas brotaron de sus ojos, llanto de felicidad que indicaba que su vacilante razón no estaba ya perdida.
En efecto, no tardó en curarse del todo, llenando de júbilo a su anciano padre que tanto la amaba.
Gustavo, o más bien Alfredo, obtuvo todo el cariño, toda la abnegación que hubiese alcanzado el verdadero hijo de la dama, que siempre se había obstinado en creer que su niño no había muerto.
Y mientras el huérfano desvalido y abandonado, cuando salió de su patria se veía lisonjeado con los más gratos favores de la suerte, los otros emigrados arrastraban una existencia miserable, sufriendo privaciones de todos géneros. El pabellón donde hallaron a Gustavo, fue objeto de constante veneración para la dama y para el niño, el que durante mucho tiempo siguió creyendo que su supuesta madre era el retrato vivo que vio la noche de su llegada, porque, habiéndose roto el resorte que hacía se comunicase el pabellón con la galería, por medio de una puerta oculta, el lienzo no volvió a ocupar jamás su primitivo puesto.
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wingzemonx · 4 years
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 58. Calcinarlo vivo
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX 
Capítulo 58. Calcinarlo vivo 
—¡¿Un trato?! —Exclamó Charlie McGee claramente furiosa, aquella tarde hace ya varios años atrás. Eleven, desde su silla al otro lado del escritorio de su estudio, la miró apacible.
En aquel entonces, ambas mujeres rondarían la mitad de sus treintas, y sus rostros aún mostraban una notoria juventud y fuerza, y mucho menos cansancio (en especial en el caso de Charlie). La pequeña Terry tendría apenas unos cinco años. Matilda Honey estaría en Connecticut terminando su carrera a una muy corta edad, y un joven Cole Sear ya habría considerado por primera vez la opción de unirse a las fuerzas policiacas, sin pasarle en lo absoluto por la cabeza el cáncer terminal que le descubrirían a su madre sólo un par de años después. Y la Fundación Eleven estaría en uno de sus mejores momentos.
Antes de esa tarde, Jane y Charlie habrían perdido contacto por un tiempo por diferentes motivos, principalmente derivamos de sus metas tan diferentes, y los límites que cada una estaba dispuesta a cruzar para obtenerlos. Pero esa tarde, a espaldas de Mike y de sus hijos, Jane había citado a su vieja amiga ahí en su casa para que pudieran hablar a solas y comunicarle la decisión que acababa de tomar. A pesar de todo lo que había pasado entre ellas, sintió que si alguien merecía ser informada de ello, esa era Charlie McGee; por respeto a su amistad, y por todo lo que habían vivido tanto juntas como separadas.
Su reacción adversa fue más que esperada.
—¿Cómo que un trato? —añadió Charlie justo después sin bajar ni un poco su tono. Por suerte se encontraban solas en ese momento, pues sus gritos de seguro habrían alarmada de más a la familia de Jane—. ¿Has perdido por completo la cabeza? ¡No se hacen tratos con esos sujetos!
—Lucas acaba de tomar el mando del DIC, y he llegado a una tregua con él —se explicó Eleven, serena—. Nos dejará y apoyará con nuestra labor, y nosotros haremos lo mismo con la suya.
—¿Con cuál? ¿La de secuestrar personas como nosotros, ponerles bolsas negras en las cabezas y meterlas en celdas subterráneas lejos de la luz del día?
—Lucas no es así…
—¡Es uno de ellos!, ¡todos son así! —Espetó Charlie frenética, chocando sus manos contra el escritorio—. Para ellos no somos más que ratas de laboratorio a las que pueden usar y desechar cuando les dé la gana. ¡Tú mejor que yo deberías saberlo!
Los ojos de Charlie la miraron fijamente con intensidad. El ambiente en el estudio comenzó a calentarse, figurativa pero también literalmente. Eleven confiaba en que Charlie fuera capaz de controlarse, pero si no era así tendría que reaccionar antes de que por un paso en falso terminara quemando su casa, o incluso a ella misma. Pero por lo pronto, necesitaba ser quien mantuviera la cabeza fría en esa habitación.
—Escucha… —musitó Jane, parándose de su silla y rodeando su escritorio. Charlie la siguió con la mirada—. Queramos o no admitirlo, hay muchos “como nosotros” allá afuera, y no todos hacen el uso correcto de sus habilidades. Muchos han crecido sin la guía correcta, o inspirados por la avaricia o los deseos personales. Y estos poderes, en manos de aquellos que no los saben usar como se debe, son un arma peligrosa. Y eso tú, mejor que yo, deberías saberlo. —La mirada de Charlie se volvió aún más dura ante tal insinuación. Jane continuó—. Nuestra misión es proteger a estos niños, y guiarlos desde pequeños a que puedan tener una vida adulta estable, incluso con sus habilidades. Pero, para aquellos que no podamos ayudar de esa forma, siempre se necesitará de alguien que haga lo que se debe hacer.
Hubo silencio unos segundos. Los puños de la mujer rubia se apretaron con fuerza, y claramente parecía tener deseos de estrellarlos en algo o en alguien. Por fortuna no hizo tal cosa, ni tampoco lo otro que Jane tanto temía. En su lugar, le respondió con una voz fría, que sin embargo se sentía bastante amenazante.
—Te desconozco… No puedo creer que enserio estés dispuesta a estrecharles las manos a estos monstruos. Después de todo lo que te hicieron a ti, a mí, a Kali y tantos más. Después de lo que les hicieron a nuestros padres…
—Charlie, tienes que aceptarlo de una buena vez —señaló El fervientemente, y entonces se le aproximó tomando su rostro firmemente entre sus manos para que la viera fijamente a los ojos. Charlie intentó apartarla, pero Jane no la dejó—. La Tienda, esa Tienda que nos hizo tanto daño, la que mató a tus padres, la que me tuvo encerrada durante toda mi niñez, la que le hizo tanto daño a mi madre… Esa organización ya no existe; desapareció hace mucho tiempo. Te has negado a verlo, pero el enemigo con el que combates, hace mucho que ya no está. Todos los involucrados en aquellos proyectos ya están muertos. Ya no tienes de quien vengarte.
—Otros nombres, otras caras… la misma basura de siempre —declaró Charlie molesta, tomando a Eleven de sus muñecas y apartando sus manos de ella con violencia, incluso empujando a la castaña un poco hacia atrás—. Tú ya no eres la Eleven que yo conocí. Me repugna tan sólo ver en qué te has convertido.
Charlie rápidamente le sacó la vuelta, empujándola de nuevo un poco para que le abriera paso, y se dirigió apresurada a la puerta. Eleven no se opuso físicamente a esto, pero antes de que se fuera volvió a hablarle.
—¿Y qué piensas hacer? —Le cuestionó con fuerza, girándose hacia ella—. ¿Seguir quemando todo hasta que sólo queden cenizas? ¿Y luego qué?, ¿hasta cuándo estarás satisfecha? Si destruyes esta organización, una más la remplazará en unos años. El DIC, la Tienda, o como quieras llamarla, es un mal necesario. Lo mejor que podemos hacer es intentar que sea lo más beneficiosa y justa que se pueda, y que trabaje codo a codo con nuestra Fundación.
Sus palabras no surtieron efecto, y su invitada, si acaso era correcto llamarla así, siguió su camino hasta abrir la puerta y poner un pie en el pasillo. Jane se apresuró rápidamente hacia ella, y antes de que se alejara demasiado, la tomó con fuerza de su brazo y la detuvo. Charlie se viró hacia ella, mirándola con intensidad. Nunca antes había comprendido lo que significaba que a uno lo vieran con ojos de fuego, hasta que sintió esa mirada de Charlie en ella. Era como si le quemara con tan sólo verla. Aun así, se mantuvo firme.
—Te necesito, Charlie —murmuró Jane con seguridad—. Todo esto es tan mío como tuyo. Si dejas esta lucha ahora mismo, Lucas arreglará todo para que ya no te persigan, y puedas tener una vida normal con otro nombre e identidad. Aún no es tarde; puedes tener tu segunda oportunidad. Y lo más importante, podremos combatir aquello que nos hizo tanto daño en el pasado, de otra forma: haciendo que lo que nos pasó sea una fuerza para el bien, no para la destrucción. Ayudar a otros niños para que no pasen por lo que pasamos…
Charlie jaló su brazo a mitad de sus palabras con tanta fuerza que Jane casi cayó, pero se sostuvo de la pared para evitarlo.
—Mientras exista una Tienda, habrá una Charlie McGee dispuesta a quemarlo todo y a todos —fue la respuesta contundente y final de la rubia—. Hasta mi último día… Dile eso a Lucas o a quien sea que quiera detenerme…
Y esas fueron sus últimas palabras, antes de alejarse por el pasillo y salir de la casa. Eleven ya no hizo más intentos de detenerla. Y esa habría sido la última vez que ambas amigas se verían o hablarían… hasta más de diez años después, en circunstancias que en aquel entonces ninguna de las dos podría haber predicho.
* * * *
Esa mañana, Charlie McGee entró con paso seguro y firme por las puertas principales del Hawkins Memorial Hospital. Por dentro, sin embargo, se sentía ansiosa, incluso nerviosa.  Pero su trabajo como reportera, así como sus labores un tanto más secretas, le habían enseñado como disimular su verdadero estado de ánimo, especialmente si se estaba infiltrando a un lugar. Y, ¿acaso eso estaba haciendo? ¿Infiltrándose? Posiblemente no era la forma correcta de decirlo, pero tampoco estaba muy apartada de hecho. Aunque ciertamente la mujer alta, rubia, con chaqueta de cuero y botas no pasó desapercibida ante la mirada de varios en el vestíbulo. Pero ella siguió avanzando derecho hacia el área de información sin prestarle atención a nada más.
—¿Algún moro en la costa? —susurró despacio, intentando no hacer parecer que hablaba sola.
—Todo despejado —susurró la voz de Kali en el comunicador de su oído.
Su vieja aliada se encontraba sentada en la camioneta, afuera en el estacionamiento del lugar. Habían conducido todo el día de ayer y toda la noche turnándose, cruzando Pensilvania, Ohio, y casi toda Indiana hasta llegar ahí. No era muy sencillo para ninguna de ellas subirse a un avión, pero por suerte las carreteras y las matrículas falsas siempre habían sido sus amigas.
—Aunque si la Tienda tiene algún elemento por aquí, te aseguro que no tendrán sus vehículos negros estacionados en la fachada del edificio —añadió Kali, un poco irónica.
—Igual estate al pendiente, ¿quieres?
—Descuida, yo te cuido. Ya me conecté al sistema de seguridad, así que seré tus ojos. Si veo algo sospechoso te avisaré. Relájate o terminaras calentando de más ese sitio, Bobbi.
—Lo dices muy fácil. Sigo pensando que es una estupidez que haya venido aquí. No sé qué intento conseguir…
Había estado diciendo lo mismo prácticamente todo el viaje, más como una mantra personal para liberar estrés que como una afirmación real. Pero ya había llegado bastante lejos para retroceder en ese momento. Después de todo estaba ahí de nuevo, en Hawkins, Indiana, un sitio que pensó nunca volver a pisar… no mientras Jane Wheeler siguiera con vida.
Cuando ya estaba delante del área de información, cortó su conversación con Kali, e igualmente cualquier pensamiento distractor. En su lugar, dibujó en su rostro la sonrisa más amplia y amable que le era posible, y se apoyó sobre la superficie del mueble, inclinándose un poco hacia la mujer robusta de uniforme marrón al otro lado, que apenas y alzó un poco su mirada estoica hacia ella.
—Hola, soy Roberta Manders —se presentó, enseñándole rápidamente su gafete de prensa con su foto y nombre falso—. Soy reportera del Main News Post.
La mujer no hizo ademán de querer tomar el gafete. Sólo le echó un vistazo rápido, y luego volvió a mirar a la extraña a su rostro como queriendo comparar éste con la foto.
—¿Main qué? —soltó la recepcionista algo confundida—. No lo conozco. ¿Es de Indianápolis?
Charlie mantuvo su sonrisa inmutable. «De New Yok, pero da igual… de todas formas ya ni siquiera trabajo ahí realmente», se dijo a sí misma. La secretaria de Harry la había estado buscando el día de ayer en su teléfono, de seguro para comunicarse en su nombre para que pudieran reunirse y discutir la situación, pero ella no respondió. La última fue incluso una llamada del propio dueño del periódico, lo cual de cierta forma la hizo sentir halagada, pero tampoco atendió a esa. Aunque no hubiera tenido ese exabrupto en la sala de juntas, igual no creía quedarse mucho tiempo más ahí, ni siquiera en New York. Así que por ella, todo aquello era cosa del pasado, pero usaría su pase y el nombre del periódico mientras aún pudiera… aunque tuviera que mentir sobre su ubicación.
—Sí, es uno pequeño —le respondió a la recepcionista, restándole importancia. Guardó de nuevo el gafete en su bolsillo antes de que se le ocurriera analizarlo con más detalle—. Como sea, la señora Jane Wheeler se encuentra aquí internada, ¿cierto? —La mujer no le respondió nada—. Llegó hace dos noches con hemorragia nasal, inconsciente, y actualmente me parece que está en coma…
—Sé quién es —murmuró la recepcionista de mala gana—, todos en Hawkins sabemos quién es Jane Wheeler.
—Por supuesto que sí —susurró Charlie, esperando no haber sonado demasiado sarcástica—. Quería ver si sus familiares pudieran recibirme. Quisiera que me dijeran qué fue lo que le pasó con exactitud. Hay muchas especulaciones, y ninguna versión oficial hasta ahora…
—Si no es familiar o amigo de la familia, no puedo dejarla subir —le respondió la recepcionista de forma cortante, casi agresiva.
—Entiendo, claro. —Charlie sacó en ese momento su billetera, sacando de ésta un billete de cincuenta dólares, recién sacado del cajero automático, y lo colocó sobre el mueble—. ¿Qué tal ahora?
La recepcionista vio el billete con marcado asombro y confusión, como si fuera algún tipo de bicho extraño que, más que asustarla, la fascinara por su extrañeza.
—¿Me está queriendo sobornar para que la deje pasar? —soltó de pronto la mujer, más confundida que enojada.
—No —respondió Charlie con un tono irónico un tanto exagerado—. Sólo creo que quizás se le podría escapar casualmente en qué piso y habitación está la señora Wheeler, e ir a tomarse un café en los próximos minutos. —Colocó entonces sus dedos sobre el billete y lo deslizó sobre la superficie lisa para acercarlo más hacia la mujer—. Yo invito…
Si antes la confusión era más visible en la mirada de la recepcionista que el enojo, esto se invirtió rápidamente en ese momento. Se paró entonces lentamente de su silla, y Charlie se dio cuenta de que era bastante más alta de lo que parecía en un inicio.
—Escuche, señora —musitó la mujer con severidad, encarándola—. De seguro para usted esto es sólo una noticia más para rellenar su periódico, de seguro con los datos más amarillistas y escandalosos que se le ocurran. Pero Jane Wheeler y su familia son de los pilares más importantes de nuestra comunidad, y merecen algo de privacidad en estos momentos tan difíciles para ellos. Así que, repito, sólo puede subir si es familiar o amiga de la familia. ¿Es alguna de las dos cosas? —Charlie permaneció callada. Ciertamente, ya no se podía considerar ninguna de las dos opciones—. Entonces no la puedo dejar subir. ¿Está claro?
—Muy claro —respondió Charlie de forma cortante, recuperando su billete de cincuenta y justo después alejándose de ahí. Pudo escuchar a sus espaldas la silla de la mujer rechinar cuando ésta se volvió a sentar en ella—. Ahora resulta que me encuentro con la única recepcionista con principios justo en este maldito hospital.
—Sólo está cumpliendo su trabajo —señaló la voz de Eight en su oído.
—Sí, claro. Bien, quizás sea mejor así…
Mientras caminaba por el pasillo en dirección a la salida, más adelante vio entrar por las puertas a una mujer de largos cabellos color zanahoria, sujetos con una cola, de rostro pecoso y vistiendo una bata blanca. Tenía su teléfono celular en su oído y su rostro mostraba seriedad. Un segundo después de que Charlie la vio, y la reconoció, la mujer posó sus ojos en ella pues prácticamente habían quedado frente a frente a algunos metros de diferencia. Por el cambio en su mirada, Charlie supo de inmediato que también la había reconocido a ella.
—Oh, mierda… —soltó entre dientes, y su primer reflejo fue darse media vuelta e intentar alejarse de ella, aunque conscientemente sabía que eso no tenía sentido.
—Te marcó después —la escuchó pronunciar rápidamente a sus espaldas, seguido por un mucho más claro y sonoro—: ¿Roberta?
La rubia se detuvo en seco en su sitio. Respiró hondo por la nariz, intentó volver a sonreír (aunque claramente menos efusiva que hace unos momentos con la recepcionista), y entonces se giró lentamente hacia la doctora que le hablaba. Ésta ya se encontraba prácticamente pegada a ella, y cuando se viró y pudo ver con más claridad el rostro de la reportera, sus ojos se abrieron de par en par con asombro… y miedo.
—Santo Dios… eres tú… —susurró perpleja la pelirroja.
—Hola, Max —le saludó Charlie, aparentemente algo incómoda—. Veo que sigues trabajando aquí… Lo siento mucho…
—¿Qué haces aquí? —lanzó Max rápidamente, casi como una acusación.
—Vine a ver a Eleven, ¿qué más?
—¿Por qué?
—Eso mismo quisiera saber. —Charlie llevó su mano a su cabeza, pasando sus dedos nerviosos por sus cabellos rubios—. Al parecer le dejó una instrucción a algunos de sus resplandecientes, o como sea que se hagan llamar ahora, de que me llamaran justo a mí si algo como esto le pasaba.
La Dra. Mayfield entrecerró un poco sus ojos, al parecer dudando en primera instancia de esa explicación.
—Yo no sabía nada de eso.
—No eres tan especial, entonces —le respondió Charlie con sorna, algo que claramente a Max no le agradó.
—Veo que no has cambiado en nada tu actitud. De todas formas, sigo sin entender qué haces aquí. Eleven está en coma, así que no te responderá porque te buscaba exactamente.
—Ya lo sé, sólo…
A mitad de su explicación, dos personas pasaron justo a su lado, un hombre adulto y una joven adolescente. Charlie logró ver fugazmente el rostro de la jovencita. Ella tenía el cabello castaño y rizado, corto hasta los hombros, y su rostro y ojos… era idénticos a los de Eleven. Al notar esto, Charlie se quedó paralizada por unos momentos sin que fuera precisamente consciente de ello, como si acabara de ver algún tipo de aparición.
—Buenos días, Max —le saludó fugazmente y sin detenerse el hombre que acompañaba a la chica, sin reparar en Charlie en lo absoluto—. Volvemos en un par de horas.
—Si ocurre cualquier cosa con mi mamá, avísanos, por favor —soltó la joven con apuro mientras seguía avanzando a la puerta, tampoco poniéndole mucha atención a la extraña mujer con la que hablaba su tía Max.
—Descuida, pequeña —le respondió la doctora, despidiéndolos con un ademán de su mano.
Cuando al fin salieron por la puerta, sólo entonces Charlie logró reaccionar.
—¿Esa era…? —Intentó preguntar, pero las palabras no salieron de su boca.
—Terry, su hija menor —respondió Max rápidamente.
Claro, su hija; aquello tenía mucho más sentido. Era una niña pequeña la última vez que estuvo en Hawkins, y ni siquiera la había visto en aquel entonces. Por un momento le pareció que se trataba de la propia Eleven con una apariencia bastante similar a cuando la conoció por primera vez, aunque ello fuera una locura.
—Es idéntica a ella —susurró despacio para sí misma.
—Charlie, no quiero ser grosera —musitó Max, llamando de nuevo su atención—, pero supongo que sigues siendo una fugitiva, ¿o no? El que estés aquí, en mi hospital, me pone en una situación un tanto incómoda. Sin mencionar que siempre que te veo ocurren… problemas.
Aquella recriminación fue suficiente para hacer que Charlie saliera del pequeño letargo en el que la había sumido su impresión previa, y adoptara de nuevo su postura defensiva.
—¿Y qué vas a hacer?, ¿llamarle a tu novio y avisarle que estoy aquí? —soltó de pronto de forma asertiva. Al principio Max no pareció entender a qué se refería, pero unos segundos después lo comprendió.
—¿Te refieres a Lucas? Por supuesto que no haré tal cosa. Lo que menos quiero es causar un caos aquí, un tiroteo o… eso que tú haces. Sólo retírate sin hacer escándalo, por favor…
—Oye, ya hice el viaje hasta acá. Al menos quiero verla, o a Mike, o a Sarah…
—¿Sarah? ¿Por qué a Sarah en específico?
Ese cuestionamiento destanteó un poco a la reportera, que volvió a pasar sus dedos por sus cabellos nerviosamente.
—He estado viviendo una temporada en New York, y… me la he topado un par de veces. Es una jovencita muy agradable.
—¿Y ella sabe quién eres en realidad?
—No lo creo… Escucha —pronunció cambiando abruptamente su tono, y a la vez la dirección de la conversación—, yo no quiero estar en este sitio más de lo que tú me quieres aquí, ¿bien? Sólo… déjame pasar unos minutos y me iré. No causaré ningún tipo de problema; te lo prometo. ¿Puedes hacerlo por una vieja amiga?
—¿Eso somos? —Pronunció Max con reservas, aunque su expresión ciertamente se había suavizado lo suficiente como para que Charlie sintiera que sus palabras habían surtido efecto. Un largo suspiró se escapó de sus labios, y luego éstos se movieron como queriendo pronunciar una maldición silenciosa—. Está bien… Lo haré, sólo porque creo que El así lo hubiera querido. Pero no te separes de mí.
Charlie llevó una mano al corazón y luego la alzó a un lado de su cabeza en una exagerada seña de juramento. Max comenzó muy temprano a sentir que se arrepentiría de su decisión.
Se dirigieron de regreso con la recepcionista, aunque Charlie decidió mantenerse unos pasos detrás en esa ocasión.
—Violet, la señora subirá conmigo —le indicó Max a la recepcionista, y ésta miró con desdén a Charlie unos metros detrás—. Descuida, yo la escoltaré todo el tiempo. Es una vieja amiga de la familia.
—Como usted diga, doc —Respondió la recepcionista Violet no muy convencida, pero igual obedeció, colocando sobre la barra un portapapeles con una lista de visitas—. Firme aquí.
Charlie se aproximó, intentando con todas sus fuerzas no vanagloriarse de ello, y comenzó a llenar los campos de la solicitud.
— — — —
Unos minutos más tarde, mientras se dirigían a la camilla de Jane, Max y Charlie se cruzarían justamente con Sarah, que cargaba dos vaso de papel con café en ellos, uno en cada mano. La joven tuvo la iniciativa de saludar a su tía, pero al ver que iba acompañada se limitó a sólo alzar el vaso de su mano derecha a modo de saludo, a lo que Max respondió con una seña similar que indicaba que hablaran después. Su acompañante, por su lado, se viró a otro lado de una forma tan marcada que parecía ser que intentara no mirarla… y ciertamente así fue.
Sarah contempló a Charlie mientras se alejaba, y pese a su intento le pareció reconocerla, aunque fuera vagamente. Siguió con su camino hacia la sala de espera, en dónde su hermano Jim la aguardaba mientras revisaba su teléfono. Su expresión debió reflejar cierto desconcierto, pues en cuanto la vio lo primero que le preguntó fue:
—¿Qué te pasa?
La mayor de los Wheeler le entregó su café a su hermano, y luego se viró hacia el pasillo de nuevo esperando poder divisar a ambas mujeres, pero ya se habían perdido detrás de una puerta.
—¿Viste la mujer que iba con la tía Max? —Cuestionó Sarah mientras señalaba al pasillo.
—No, ni siquiera noté que pasó la tía Max. ¿Por qué?, ¿sucede algo con ella?
Sarah se sentó en una silla a su lado mientras continuaba mirando en la dirección del pasillo, y se cruzó de piernas.
—Es que me parece que la conozco. Creo que es una reportera de New York.
Jim parpadeó un par de veces, confundido.
—¿Y qué hace aquí? —Cuestionó el muchacho—. ¿Acaso querrá entrevistar a papá sobre lo sucedido?
—¿Qué interés podría tener una reportera de New York con esto? —Respondió Sarah con escepticismo.
—Bueno, mamá es una persona importante.
—Es importante, pero no famosa o conocida. No lo sé… pero no creo que la tía Max permitiría que pasara si fuera para algo malo, ¿no? —Volteó a ver a Jim esperando una respuesta, pero éste sólo se encogió de hombros—. Bueno, supongo que luego nos enteraremos de qué se trata…
— — — —
Cuando Max corrió cuidadosamente la cortina que rodeaba la camilla de Eleven, no se sorprendió de ver a Mike ahí, sentado a un lado de ella tomando su mano. Max se preguntó si acaso se había parado de ese sitio desde que le permitieron pasar a verla. Era muy triste verlo en ese estado.
No pareció percatarse de sus presencias, por lo que Max se le aproximó con paso cauteloso, colocando una mano sutilmente sobre su hombro para llamar su atención.
—Mike —susurró la doctora despacio, y el hombre de anteojos se viró un poco ausente hacia ella—. El tiene una visita.
Al principio aquellas palabras parecieron no significar nada para Mike, hasta que divisó a la mujer a espaldas de su amiga, de pie en la abertura de la cortina con sus ojos fijos en su esposa inconsciente. Tardó un poco en lograr salir de la introspección en la que se encontraba antes de que llegaran, y poder reconocerla. Pero, en cuánto lo hizo, fue como si alguien le retirara la silla de debajo de él y se hubiera precipitado al suelo. Sólo que en realidad no cayó, sino más bien todo lo contrario: se puso de pie abruptamente, mirando atónito a la supuesta visita.
—¿Tú? —exclamó con severidad el Sr. Wheeler—. ¿Qué haces aquí?
Charlie apenas y lo miró un instante, y luego volteó de nuevo hacia la camilla. Se aproximó lentamente hacia ella, rodeándola hasta pararse del lado contrario.
—Es la pregunta de la semana —comentó la rubia con tono irónico—. Por cierto, también me da gusto verte, Mike.
—Tranquilo, por favor —intervino Max antes de que Mike dijera o hiciera alguna otra cosa, colocando sus manos sobre el brazo de su amigo—. No llamemos de más la atención. Sólo quiere ver a El.
—¿Y eso desde cuándo? —Exclamó Mike escéptico—. Si no hemos sabido nada de ti en años.
—Mejor pregúntaselo a tu esposa —musitó Charlie despacio—. Ayer me llamó una de sus rastreadoras y me dijo que dejó la instrucción explícita de que si algo como esto le ocurría, tenían que buscarme y contactarme. Y así lo hicieron.
—Nunca me mencionó nada de eso —declaró Mike con firmeza, quizás suponiendo que esa sola afirmación bastaba para contrarrestar la de Charlie—. De hecho, hacía mucho que no te nombraba siquiera.
—No me extraña. La última vez que hablamos le dije algunas cosas de las que ahora me arrepiento… un poco.
Desde que Max abrió la cortina, como un mago revelando la sorpresa de un truco, Charlie apenas y había logrado quitarle los ojos de encima a la mujer ahí recostada, entubada, con sus ojos cerrados, vestida con una fea bata de hospital, despeinada y desarreglada. Se le había formado un nudo en el estómago en cuanto la vio. La siguió observando insistentemente, buscando algo, cualquiera cosa en esa imagen tan lamentable que pudiera recordarle a su vieja amiga y aliada, o al menos a la mujer a la que le había dado la espalda aquella tarde en su estudio. Pero sencillamente no lograba ver nada de la Eleven que ella conocía ahí. Era como estar viendo a una completa extraña, y eso por algún motivo no hacía las cosas ni un poco mejor.
—Jamás pensé verla así —susurró despacio, casi como un quejido de dolor. Luego, se forzó a al fin fijar su atención en Mike por más de un segundo—. ¿Qué fue lo que le pasó con exactitud? Quien me llamó “no tenía los detalles.” Sólo me dijo que la habían atacado.
Mike se mantuvo en silencio, y claramente tenía  sus reservas con respecto a decirle cualquier cosa. Aun así, se viró hacia Max, quizás en busca de algún tipo de apoyo o clarificación. Ésta, sin embargo, se encogió de hombros, dudosa. Mike suspiró con cansancio, y ese suspiró se convirtió rápidamente en un profundo bostezo. No se había percatado de lo cansado que se encontraba hasta ese momento. Miró de nuevo el rostro dormido de El, que en realidad no se veía nada apacible, y volvió a tomar su mano entre las suyas.
—Yo tampoco lo entiendo muy bien —susurró despacio sin dejar de mirar a su esposa—. Había un caso, una niña, o dos, en Oregón. Algunos de sus ayudantes en la Fundación estaban allá encargándose, y parece que alguien más se involucró. Alguien muy poderoso que la atacó una vez hace unos días, y otra vez esa noche. En la primera logró repelerlo… Pero en la segunda la atrapó.
No era mucha más información de lo que la tal Lucy le había dicho, pero al menos era algo. Esperaba que Eight estuviera escuchando atentamente y haciendo sus notas.
—¿Ya tienen alguna pista de quién es? —cuestionó Charlie, casi como una exigencia. Mike, sin embargo, pareció vacilar en un inicio.
—No lo sé… no creo que alguien lo esté buscando en realidad…
Aquello dejó totalmente perpleja a la visitante.
—¿Cómo qué no? Tienen a un ejército de rastreadores por todo el país. Alguno debe de poder encontrarlo.
—¿Qué no ves lo que esa persona le hizo a El? —Señaló Max, apuntando con su mano a la susodicha—. ¿Qué crees que le haría a alguien más si intentarán alcanzarlo de alguna forma?
—¿Y acaso le tienen miedo? —inquirió Charlie, aún más agresiva—. Un sujeto ataca a su líder, la deja en este estado, ¿y qué hacen su familia y los valientes niños de la Fundación que tanto se esforzó en proteger? ¿Se esconden bajo las faldas de sus mamis? —Los rostros de Max y Mike se llenaron de asombro ante sus palabras, y también de su correspondiente dosis de enojo; aunque, para Charlie, de ésta no parecía haber tanto en realidad.
Para la mujer McGee, Mike Wheeler y su grupito de amigos siempre habían sido un montón de miedosos que preferían esconderse tras Eleven para todo; no le sorprendió darse cuenta de que sin ella, volvían a ser exactamente los mismos de antes.
Charlie rio con condescendencia.
—Creo que comienzo a entender porque Eleven quería que me buscaran. Pese a todo, sabía muy bien que si alguien iba a tener pantalones para hacer algo al respecto con este asunto, esa sería yo.
—¿Cómo te atreves? —Espetó Mike, ahora sí más enojado que antes—. ¿Crees que no movería mar y tierra con tal de encontrar al malnacido que le hizo esto a Jane si pudiera?
—¿Y qué harás entonces, Mike? —Lanzó Charlie levantando de más la voz—. ¿Te quedarás sentado tomando la mano de tu esposa en coma, esperando que tu amiguito Lucas y su pútrida Tienda quieran hacer algo al respecto?
—Roberta, basta —intervino Max con tono autoritario, aproximándose desde el otro lado de la camilla—. Dijiste que no causarías escándalos.
Charlie pareció querer decir algo más, pero a último momento se contuvo. Respiró hondo y se alejó unos pasos, intentando calmarse ante la mirada crítica de Max, y  la furiosa de Mike.
—Lárgate de aquí —exclamó Mike con severidad—. No te quiero cerca de El o de mi familia.
—Pues perfecto —soltó Charlie con fuerza, girándose de nuevo hacia él—. Pero haré lo mejor que puedo hacer por Eleven en estos momentos. Lo que ninguno de ustedes, niñitas, tiene el valor de hacer. —Miró unos instantes el rostro dormido de su antigua amiga, y luego volvió a encarar tanto a Mike y Max con los mismos ojos de fuego que Eleven había visto en ella años atrás en su última conversación—. Buscar al bastardo que le hizo esto… y calcinarlo vivo.
Sin esperar respuesta alguna, se alejó de la camilla, incluso empujando un poco a Max a un lado para poder pasar. Ambos miraron en silencio como cruzaba la cortina y luego se perdía de sus vistas. Si no estuviera en dónde estaban, posiblemente Mike hubiera terminado rompiendo algo o le hubiera gritado algo más mientras se iba. En su lugar, sin embargo, sólo se sentó de nuevo, notablemente intranquilo.
—No puedo creer que la hayas dejado pasar —musitó como una recriminación, mirando de reojo a Max. Ésta también se hacía una pregunta similar en esos momentos, aunque en el fondo pensaba que aquello no había salido tan mal como podría haber salido. «Un consuelo de tontos», pensó.
—Es amiga de Jane, tenía derecho a verla —señaló Max con la mayor firmeza posible.
—No es su amiga. Es una loca terrorista que nos dio la espalda hace mucho sólo porque no quisimos seguir participando en su venganza imaginaria.
—Pues sea como sea, tú mismo la escuchaste —añadió Max, mirando hacia El, reflexiva—. El la hizo llamar. Por algún motivo, la quería aquí.
—Si es que lo que dice es verdad. A lo mejor se inventó todo ese cuento de la llamada. ¿Para qué la querría buscar después de todo este tiempo?
Si Mike no tenía idea, entonces no tenía caso que Max intentara siquiera adivinarlo. Apoyó sus manos en el barandal de la camilla, aun admirando el rostro de su querida amiga.
—Supongo que sólo ella podría decírnoslo —concluyó Max con seriedad, y Mike no pareció estar dispuesto a decir algo más para debatirlo. En efecto, la única persona que podría darles una explicación era la propia El. Pero, al menos de momento, a Mike realmente no le interesaba.
— — — —
—Espero que hayas escuchado bien, Eight —susurraba Charlie mientras caminaba por el pasillo apresuradamente sin ningún rumbo fijo aún—. Necesitamos descubrir quién es este maldito atacante.
—¿Y cómo esperas que hagamos eso? —Cuestionó Kali en su comunicador.
—Tú eres la genio de la información. Tú dime.
Escuchó entonces como su cómplice soltaba una marcada y sonora risa sarcástica, como a la reportera le parecía nunca haberla oído reír.
—Me estás pidiendo que busque a un psíquico, que nadie sabe siquiera cómo es, que podría estar en cualquier parte del mundo, y con ninguna pista o señal. ¿Esperas que agite mi bola mágica y me diga un nombre o algo así?
Charlie se detuvo de golpe. Aún en su ironía, Kali tenía un excelente punto que no había analizado del todo. No tenían en realidad ninguna pista adicional que las pudiera encaminar hacia alguna direcci��n, y ni siquiera contaban con un rastreador que pudiera echarles una mano.
“¿Qué no ves lo que esa persona le hizo a El? ¿Qué crees que le haría a alguien más si intentarán alcanzarlo de alguna forma?”
Había menospreciado las palabras de Mike y Max, pero tenían también un punto en ello. Este sujeto era peligroso, y si le hizo eso a El desde una larga distancia, cualquier otro rastreador estaría igualmente en peligro de terminar como ella, o incluso peor.
Se sentó en una silla de espera que estaba a su lado y caviló unos segundos sin llegar a ninguna resolución clara. Aunque le resultara difícil, no podía dejarse llevar por sus emociones. Debía pensar muy bien su próximo movimiento.
—¿No se te ocurre alguna cosa que podamos hacer? —Le cuestionó a Kali con dureza—. No creo que le pueda sacar más información a Mike, o a cualquier otro de aquí. Ninguno sabe nada más de lo que ya sé.
Kali también guardó silencio, de seguro también meditando por su cuenta sobre las opciones que tenían disponibles.
—Pero quizás alguien más sí sepa algo —comentó luego de un rato, haciendo que Charlie rápidamente se pusiera en alerta para escucharla—. Dijeron que algunos miembros de la Fundación estaban en Oregón encargándose de un caso relacionado a todo esto, ¿no? Quizás alguno de ellos sepa algo más.
Sí, Mike lo había comentado. Que había una (¿o dos?) niñas en Oregón, y algunos de los colaboradores de Eleven estaban allá, y que eso ocasionó todo ese desastre. Quizás Mike y su familia no tenían ni idea de qué había ocurrido, o eran demasiado cobardes para averiguarlo. Pero alguno de esos otros debía de tener más detalles.
—¿Crees poder averiguar quiénes eran? —Susurró Charlie despacio, como si temiera que la pudieran escuchar.
—¿No sería más fácil que se lo preguntaras a Mike o a tu nueva amiga Lucy? —señaló Kali.
—Si puedo, quisiera evitarlo. Para eso te tengo a ti, después de todo. Tienes una base de datos de los miembros conocidos de la Fundación, ¿cierto? ¿Puedes ver quienes volaron a Oregón en los últimos días?
Kali resopló con cierta molestia.
—Claro, lo que usted diga, jefa —le respondió un poco de mala gana—. Pero me tomará unas horas.
—Te espero. Me quedaré por aquí un rato lejos de la vista de Mike, por si algo más ocurre o si puedo obtener algo de alguien más.
Eso se lo estaba prácticamente diciendo a sí misma para convencerse, cuando la realidad era que aquello contradecía lo anterior que había dicho. En realidad, fuera consciente de ello o no, lo que quería era esperar y ver si podía ver de nuevo a aquella chica: la hija menor de Eleven.
Su sola presencia había dejado una impresión muy pesada en ella, como no le había ocurrido en mucho tiempo. ¿Por qué?, no tenía ni idea. No sabía si era por su parecido con Eleven, o uno de esos presentimientos que le daban seguido de niña y que con el tiempo fueron disminuyendo en su frecuencia. Pero esperaba que un segundo vistazo, incluso una pequeña charla, lograra mitigar aquello, incluso si eso molestaba a papi Mike. Como fuera, procuraba no pensar mucho en ello.
—Intenta no quemar nada mientras tanto, ¿quieres? —advirtió Kali en el comunicador como punto final antes de ponerse a trabajar en su último encargo. Charlie no respondió nada, pero no estaba muy segura de que podría cumplir dicha indicación a la perfección. De hecho, sentía esa energía tan conocida para ella acumulándose detrás de sus ojos, deseando poder salir. La sintió con más fuerza durante su pequeña discusión con Mike, pero por suerte logró contenerla, aunque de seguro alguno de los dos había percibido algo de calor de pronto.
Necesitaba contenerse, al menos de momento. Debía aguardar el momento en el que podría liberarlo todo de golpe y por completo sobre su nuevo enemigo. Hacía tanto que no lo dejaba salir todo con libertad, que en verdad anhelaba poder hacerlo. Ya se estaba imaginando lo realmente placentero que se sentiría… Mejor que un buen orgasmo.
FIN DEL CAPÍTULO 58
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nikiforovpaper-blog · 7 years
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Capítulo 5 (Retorno)
Las falanges se mueven con habilidad por la corbata y no se detienen hasta que logran crear un nudo, acto seguido se dirigen a los cabellos con el propósito de peinarlos hacia atrás (aunque liberan un flequillo de medio lado), finalmente buscan el saco que se desliza sobre los hombros del muchacho con aspecto varonil, pero carismático.
— ¿Minwoo, te encuentras bien? — Pregunta sin dejar de verse en el espejo de cuerpo completo, no obstante clava la mirada en la silueta del gatuno que se aprecia a través del cristal.
—S-sí, ¿Por qué? — Titubea no muy seguro.
—Desde que regresamos te encuentro muy distraído, ¿Acaso no te gustó visitar el árbol de cerezo?
— ¡No, no, no! —Mueve la cabeza de un lado a otro —. No es eso. Simplemente me pregunto si la gente me aceptaría, es decir, si yo fuese un chico normal. — Libera el aire que ha estado conteniendo por varios segundos y las extremidades auditivas nuevamente se agachan —. Siempre que salimos debo amarrar mi cola, ocultar mis orejas... Fingir ser lo que no soy.
DongHyun abandona la tarea de atarse los gemelos de la camisa para prestar total atención al menor. A los pocos segundos decide sentarse en la orilla de la cama; posa la palma en los cabellos del híbrido y los revuelve con cariño —. Puedes ver, oír, comer y sentir, ¿En qué sentido no eres normal? — Acaricia la parte trasera de la oreja felina pues quiere calmarlo.
—Sabes a lo que me refiero. Quiero ser un chico normal para gustarte. — Susurra con voz agua y a la vez calmada.
—No tienes que ser igual a mí, solamente necesitamos algo que nos una. — Con la diestra sostiene el mentón del menor mientras que la zurda busca una interacción directa entre las manos. — ¿Ves? Los huecos de tus dedos son creados para que los míos descansen.
Las mejillas de Minwoo aumentan su temperatura, la sonrisa que se plasma en el rostro es tan grande que los ojos se achican y la primera hilera de dientes se muestra en plenitud, por otro lado la cola se mueve de un lado a otro sin importarle que algunas cosas caigan al suelo. Físicamente es más bajo que Kim, conserva un corte poco tradicional donde las mechas sobresalen como un peinado de anime para luego caer sobre el flequillo y cubrir parte de las cejas. DongHyun ha intentado -por todos los medios- cubrir las orejas gatunas con el cabello aunque el éxito es poco por lo que prefiere ponerle un gorro de lana aunque desea dejarlas al aire libre porque le dan al híbrido un toque de dulzura.
— ¿Debo ir a la fiesta? Realmente me gustaría quedarme.
—Ya hablamos de esto. — Responde un tanto inquieto —. Es mi graduación y no puedo faltar, pero tampoco tengo con quién dejarte. — Envuelve al chico entre los brazos, lo atrae al pecho y le besa la frente —. Vamos a repasar las preguntas: supongamos que mis amigos te preguntan qué eres de mí...
—Tú sobrino. —Completa la frase.
—Bien. ¿Y si alguien te persigue?
—Busco un escondite y no salgo de ahí hasta que me encuentres aunque nunca debo alejarme de tu lado.
—Creo que estaremos a salvo. — El mayor toma un cepillo con cerdas afiladas para poder desenredar los nudos de la esponjosa cola del bajo que bien puede llegar a confundirse con la de un mapache; empieza a peinarla con lentitud y cariño (una reciente costumbre que ambos han adoptado después del desayuno). Es difícil creer que llevan tan sólo una semana juntos más no necesitan más pues se acoplan como si hubiesen nacido para ello aunque los dos son conscientes de que en cualquier momento tendrán que separarse pues después de todo, Minwoo es un fugitivo y DongHyun no siempre podrá cuidarlo —.Nadie te hará daño, te lo prometo. — Dice en medio del silencio.
—Existe una persona que puede hacerme daño... — No le deja preguntar pues agrega un «Tú» a la frase, de igual manera las orejas nuevamente se esconden bajo las hebras cafés.
—Yo nunca te haré daño. —Insiste al deshacer uno de los nudos de la cola perteneciente al menor.
"Me haces daño cuando besas o abrazas a Jeongmin. Odio haber llegado a tu vida y darme cuenta de que le perteneces a alguien más... No soporto anhelar tu atención, quisiera dejar de fantasear contigo pero simplemente no puedo alejarme cuando eres tan atento conmigo, cuando has sido el único que me ha tendido la mano".
Son las palabras que quieren salir de los labios de Minwoo porque es lo que realmente siente en el fondo de su corazón y todavía no entiende por qué experimenta tanta ansiedad en el momento en que el mayor le acaricia el cabello o lo abraza. De algo está seguro y es que debe guardar aquel pequeño sentimiento en el pecho, nunca puede ni podrá dejarlo salir.
DongHyun -ajeno a los pensamientos del menor- guarda el cepillo en el escritorio de estudio. Finalmente le ofrece el brazo al felino pues de esa forma pueden caminar juntos hasta el automóvil, posteriormente abre la puerta trasera dejando que Minwoo ingrese y antes de ocupar el asiento de conductor piensa sobre si debe o no precipitarse a dar clases de piano siendo que el dinero empieza a escasear y no puede decirle a sus padres que le manden más cuando acaba de gastarse toda la mesada en ropa tanto juvenil como infantil (sin contar las cajas de leche con sabor a chocolate a las que el chico gato es adicto).
 Durante el trayecto ninguno inicia conversación, la razón de esto se da a partir de la incomodidad que Minwoo siente con el gorro así que termina por despeinarse mientras Dong lo observa con un deje de ternura.
—Es aquí. — Apaga el motor, sostiene las llaves en la derecha y cierra las ventanas mientras sonríe por haber tomado el mejor lugar de todo el estacionamiento.
—Yo...Yo mejor te espero aquí.
—Por favor. — Suplica al cruzar la mirada con el menor en el espejo retrovisor —.Solamente me entregarán el certificado y regresaremos.
Minwoo quiere negarse pero prefiere darle gusto al ajeno sin embargo, es cuestión de que ponga un pie en la entrada de la escuela para que quiera retirarse de inmediato; la combinación entre oído sensible y mil personas hablando al mismo tiempo le hacen perder el equilibrio. Se aferra al antebrazo de DongHyun e intenta ignorar a la multitud que, en muchas ocasiones, lo observan sin indiscreción cohibiéndolo más de lo debido.
Se detienen en lo que parece ser el teatro principal de la universidad. Naturalmente las paredes están abarrotadas de moños y gigantescos lazos azules, a lo lejos se vislumbran unas escaleras de madera que llevan a una tarima con únicamente un micrófono como decoración (apenas visible pues las largas cortinas color vino cubren la plataforma), de igual manera están las destacables butacas negras creando hileras, para terminar se encuentran los carteles con información pegados a las paredes de mármol divisoras.
Minwoo traga saliva al no hallar el inicio de los asientos ni el final de los mismos, es como si de pronto se convirtiera en el punto negro que rompe la armonía del lienzo blanco. ¿En qué momento accedió ir a un lugar así? ¿Cuándo podrá irse?
— ¡Quédate aquí, chaparro! — Ordena DongHyun en un tono mimoso, lo ayuda a sentarse en la esquina del lugar menos poblado que encuentra y señala un sillón siete filas por delante —. Yo estaré por allá solamente en lo que recibo los documentos necesarios para irnos, ¿De acuerdo? No puedes acompañarme porque es la sección de estudiantes y aquí la de familiares. — Pasa el dorso de la mano sobre el surco de la mejilla del más joven —. No tardaré así que no hables con extraños. — Inclina el cuerpo hacia adelante, deposita un beso en la misma zona que ha acariciado con anterioridad y se reúne con otros chicos mientras se coloca una bata azul rey junto un gorro.
Minwoo sigue con la mirada los movimientos del rubio e interiormente se cuestiona sobre si es correcto la relación que tienen, es decir, las miradas ambiguas y los coqueteos intencionales por parte de ambos. Por mucho que intente esquivar o ignorar, siempre termina por caer a los juegos de DongHyun que aparentemente son inocentes pero de igual forma lo atormentan.
Cuando alza la mirada se topa con una escena poco agradable; Jeongmin rodea el cuello del mayor mientras le planta un beso en la boca y éste último parece querer apartarlo aunque únicamente se queda con las manos en el aire como si no pudiese reaccionar... ¿Por qué el corazón del híbrido palpita con pesar? ¿Por qué la respiración se le corta? Ellos son pareja, técnicamente deben mostrarse amor, besarse y más aunque todo eso implica un dolor directo para Minwoo.
Lágrimas gruesas resbalan por las mejillas del más joven sin que pueda evitarlo, intenta apartarlas con la manga del suéter pero consigue el efecto contrario. No demora en levantarse (se siente devastado y el vértigo que se instala en el vientre no le ayuda), corre tan rápido como sus piernas se lo permiten, así mismo empuja a las personas con los brazos para hacerse abrirse paso y para sólo cuando los pulmones se quedan sin aire.
Recarga la espalda en la pared de la facultad de música (deduce esto al notar el edificio en forma de guitarra). ¿Cuánto ha corrido? Probablemente poco más de un kilómetro pues los labios están resecos, los cabellos revueltos y las lágrimas ahora son gotas de sudor. Lleva las manos a la cabeza aunque el gorro que la cubría ha desaparecido unos metros atrás. Poco a poco las piernas ceden al cansancio hasta que termina sentado en el suelo de madera mientras el aire fresco le acaricia las mejillas y la tristeza se esfuma.
— ¿Por qué no puedo ser suficiente para ti? ¿Por qué no pude conocerte antes? — Esconde la cabeza entre las piernas que luego abraza con ímpetu. Vuelve a sollozar pero con menos fuerza sin embargo, el ruido de un tenue aullido proveniente de unos arbustos cercanos lo obligan a elevar el rostro. — ¿Kwangmin? — Ladea el facial al reconocer aquel característico sonido.
—Minwoo...— Interrumpe DongHyun con voz agitada, eventualmente apoya la mano en el hombro del gatuno queriendo captar la atención de éste —.Te estuve buscando, ¿Por qué te fuiste cuando dijiste hacer todo lo contrario?
—Lo lamento. No soporté estar rodado de tantas personas. — Clava la mirada en el suelo porque no tiene la valentía de mirar al mayor a los ojos. Un silencio hostil se adueña de la conversación y los alardeos, gritos, música del teatro resuenan a tal volumen que pareciera estuvieran ahí dentro. — ¿No deberías estar allá?
—Perdona por traerte sabiendo lo incómodo que es para ti. — Toma asiento en las escaleras, descansa el brazo en los hombros del híbrido y al mismo tiempo le acaricia los cabellos —. Contestando a tu pregunta; no me gustan las multitudes aunque mi trabajo me obliga a ser gentil con ellas.
—No quería preocuparte, no era necesario que vinieras por mí. — Susurra una vez logra componerse de las caricias que recibe y es que las manos de Dong son grandes, calientes, suaves.
— ¿Por qué lloras y pretendes ocultarlo? ¿Crees que no me doy cuenta? — Pega los pulgares a los mofletes del bajo, barre las gotas saladas para luego dedicarse a mirarlas —.Quiero mostrarte algo. — Pasa la extremidad izquierda por debajo de las rodillas de Minwoo mientras la derecha sostiene con firmeza la espalda y logra cargarlo en el aire. Finalmente lo lleva a la sala de prácticas que también es su lugar preferido en la universidad; un cuarto compuesto por más cristal y vidrio que paredes, suelo de madera, instrumentos e incluso algunas estanterías para que los alumnos dejen de sus cosas.
Tan rápido como los pies del felino consiguen tocar el suelo, DongHyun lo toma de la mano y lo guía hasta el fondo de la habitación para que puedan sentarse frente al piano —. La primera vez que vi el instrumento del que posteriormente me enamoraría mis pies se balanceaban en el aire y mis manos no eran capaces de alcanzar las teclas. — Explica al mover las muñecas de forma circular como si estuviese preparándose para hacer algo complicado, abre y cierra los puños antes de pasar los dedos por el piano causando un sonido irregular pero después de un momento comienza a tomar forma: "Dust in the wind" es la canción que cual caricia se cuela por los oídos del joven y tal pareciera una despedida. — ¿Recuerdas la leyenda de los príncipes? Quiero imaginar que al nuevo rey le hubiese gustado dedicarle esta tonada al príncipe menor. — Nuevamente cae preso de la concentración sin embargo, Minwoo solamente piensa en que todo parece ser parte de una conspiración pues al poco tiempo la lluvia irrumpe aquel momento siendo el sonido de las gotas golpear la ventana quienes se unen a la melodía que sale del instrumento de madera.
DongHyun tiene una expresión suave en el rostro, los labios se muestran ligeramente entreabiertos y las pupilas siguen el trayecto de las manos. Por otro lado, el gatuno mantiene las orejas en el aire mientras una corriente eléctrica le azota la espalda y automáticamente le obliga a retener la respiración. Agradece que estén resguardándose de la lluvia porque de esa forma es capaz de grabar en la mente hasta el gesto más insignificante del mayor.
— ¡Es hermoso! — Aplaude con cierto asombro y respeto también.
—Es la primera vez que le toco a alguien. Jeongmin no cuenta pues ensayamos juntos, mis familiares me han escuchado en recitales pero jamás quise dedicar una canción hasta ahora. — Curva los labios en una sonrisa, toma las manos de su acompañante con el fin de llevarlas a los labios y de esa forma besarle los nudillos. — ¡Espera! Tengo una idea. — Saca el móvil, busca entre las mil carpetas de música y tras demorarse una eternidad finalmente reproduce la canción que acaba de tocar (aumenta el volumen lo más que puede), regresa la mirada al joven mientras extiende la mano invitándolo a bailar. — ¿Me acompañas? — Juntos se dirigen al centro de la recámara, los dedos primero se acarician para luego fundirse y Minwoo descansa la palma en el hombro del alto, -por obvias razones- DongHyun termina apoderándose de las caderas del menor. Los pies se trasladan hacia adelante y luego atrás como si practicaran una coreografía; las miradas se encuentran, las respiraciones aumentan y los cristales se empañan con aquel amor que irremediablemente ha comenzado desde mucho antes de que puedan evitarlo...
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