Tumgik
#quisiera tener más oportunidades de usar ese gif
elbiotipo · 2 years
Note
Biotipo, cada vez que llamás a alguien un "forro de orto", yo como optometrista no puedo dejar de pensar en nuestro termino "ortophoria" (que significa que no tienes strabismo manifesto ni latentente)
me encanta que la denominación "orto" aparece todo el tiempo en las ciencias
cada vez que digo "forros" lo digo así:
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moody-b1tch · 3 years
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Errores.
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Se suponía que era una misión sencilla. Algo de rutina. Los miembros del grupo de traficantes a los que tenían que eliminar ni siquiera eran usuarios de stand.
Tal vez precisamente eso fue el problema. Se confiaron demasiado. Mucho más adelante, Abbacchio recapitularía todo lo que habían hecho mal, todas las oportunidades que el destino les había ofrecido. El primer error había sido de Bucciarati, cuando tuvo la oportunidad de delegar la operación a una pandilla de menor rango. Pero por supuesto, Bucciarati no es la clase de personas que simplemente rechaza una misión.
El segundo error había sido de Abbacchio. Se supone que solo tomaría una copa de vino. Pero él y Bucciarati sabían que nunca era solo una copa. No había estado ebrio, no del todo, pero tal vez de haber tenido el sistema libre de alcohol hubiera sido más rápido. Tal vez lo suficientemente rápido.
El tercer error también fue del ex policía. "Por favor, déjenme ir con ustedes. Si no, voy a tener que soportar las clases de matemáticas de Fugo toda la tarde." "Solo vas s estorbar, mocoso." "Por favor, saben Aerosmith puede hacer añicos a quien sea en segundos." "Dije que no. Deja de molestar."
Abbacchio había rechazado la oferta de Narancia para poder pasar tiempo a solas con Bucciarati (algo estúpido, pues se trataba de una maldita misión, no de una cita) y Bucciarati no intervino porque aún guardaba cierta culpa por haber involucrado al muchacho en asuntos de la mafia desde tan joven, y no deseaba quitarle uno de los pocos momentos en los que se podía dar el lujo de ser un adolescente normal.
Narancia no hubiera pasado por alto que uno de los otros seguía respirando.
El cuarto error fue de ambos. Se confiaron demasiado, creyendo que por el hecho de que los otros no pudieran ver sus stands tenían la victoria asegurada. Y sí, fue una puta masacre. Eran ocho hombres, de los cuales tres fueron abatidos a disparos, dos a golpes y tres más despedazados por Sticky Fingers.
El quinto error fue de Abbacchio. El tiro de gracia era un precepto básico en el bajo mundo. Y sin embargo, dejó que el hermoso rostro de su capo lo distrajera.
El sexto error nuevamente fue de Abbacchio. Seguir distraído. No darse cuenta de que una mano se alzaba, aferrándose temblorosamente a una Glock 19, apuntando hacua él.
El séptimo (y último) error de la noche fue de Bucciarati, quien tomó una bala que no le correspondía.
A partir de ese momento, las acciones de Leone fueron impecables. El movimiento con el que sacó su arma y disparó (dos veces) directamente al cráneo del atacante fue fluído, letal. La decisión de llevarlo inmediatamente al hospital al ver la velocidad con la que la sangre fluía fue la más acertada. Pedirle que no hablara cuando intentó decir su nombre (por más que quisiera escuchar su hermosa voz, por más que quisiera que el hombre que amaba le prometiera que todo estaría bien) también había sido inteligente. La facilidad con la que forzó y obligó a arrancar el auto más cercano fue prodigiosa. Que se le ocurriera la idea de usar a Moody Blues para hacer presión sobre la herida mientras conducía a pesar del estado de pánico en el que se encontraba fue admirable. Y a pesar de que su mente estaba en otro lado (tratando de convencerse de que eso no podía ser un real, de que tenía que ser una puta pesadilla, pues simplemente era imposible perder a dos personas que amabas exactamente de la misma forma) condujo tan rápido como era físicamente posible sin estrellarse contra algún poste.
En verdad, Abbacchio hizo las cosas bien, tan bien como era humanamente posible. Pero cuando una bala perfora una arteria, lo humanamente posible no es suficiente.
"Resiste, Bruno. Estamos cerca."
Bruno no contestó. Ni lo haría. Llevaba muerto un par de minutos.  
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wattpaddrarry · 3 years
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Querido Draco
Hace muchísimo tiempo que no te he visto, siento a la soledad y la tristeza hacerme un espacio en su abrazo continuo. Es tan detonante la forma en que me siento ahora, estoy totalmente abrumada. Tú eras mi brillo y te fuiste dejándome como una luciérnaga sin esencia.
No eras muy usual a usar sobrenombres o diminutivos cuando se trataba de mí, realmente siempre lo quise, y aunque me llamaste miles de veces por mi nombre y se sintió tan bien que tus labios pronunciaran aquellas silabas con tanto cariño, me quedaré siempre con los mínimos y casi susurrados "amor"; dejo una gran marca con tu nombre en mi pecho.
Si el viento pudiera tener un sonido yo escogería tu voz, hace tanto que no la escucho, cariño, hace tanto que no siento tu aliento susurrando cosas lindas en mi oído cada vez que Snape se giraba, o cada que nos escapábamos de Herbología para ir a la torre de astronomía. Extraño...esa sensación que me recorría el cuerpo cada que tus anillos tocaban la piel de mi pierna, o la simple y emocionante suavidad de tus labios sobre los míos; Extraño sentarme en algún árbol cerca del lago negro y verte dormir manteniendo un ceño fruncido; Pero jamás olvidare las veces que reíste por mí, escuchar tu risa salir desde lo más hondo de tu alma siempre fue mi cosa favorita.
La sensación del anillo que me diste en cuarto año aun se siente presente. Aun lo mantengo conmigo, pero esta guardado para que cause menos dolor. Pero si somos honestos, suelo colocarlo en la almohada a mi lado para sentir que tú estas ahí.
Draco, mi amor, me haces tanta falta. Cada día me cuesta más que el anterior, y no puedo hacer nada para tenerte conmigo, no sé dónde estás; ni siquiera sé si mis lechuzas llegan a ti. Mi corazón duele, y cada día ansió más que el anterior por verte, estoy tan anhelante por tomar tu mano de nuevo y mirar tus ojos tan azules, tan profundamente azules.
Incluso Drina te extraña, Cariño, vuelve conmigo.
Se suponía que eras mi hogar y yo era el tuyo, cada día es más abrupto y silencioso, cada día siento como la oscuridad se va comiendo poco a poco mi corazón y tus recuerdos me duelen y hacen que los malos sentimientos me sigan todo el tiempo.
Quisiera distraerme, pero tú te volviste mi pasatiempo favorito, ya nada me parece entretenido o lindo.
Draco, Te extraño. Draco, no tuve la oportunidad de decírtelo... Te amo, cariño.
Siempre y únicamente tuya.
Erina
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The beggining
Prólogo
8:26 am
Él apagó su reproductor de MP3 ante los insistentes llamados de una chica pequeña con los brazos firmemente apoyados sobre su carpeta.
–¿Qué pasa? –interrogó finalmente.
–Prometiste llevarme con él, ayudarme a hablarle, ¡por favor!
Klaus volvió a presionar el botón de play y a sumergirse en su música. Pero su calma no duró mucho tiempo, pues la rubia de coletas que tenía como compañera comenzó a samaquear su hombro con irritante determinación.
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–¡Arana, es el último día de clases que celebraremos! ¡Solo porque tú no estarás dos años más aquí no significa que puedas ignorarme de esta manera! ¡Ponte en mi lugar, ya no me queda mucho tiempo!
El muchacho se quitó bruscamente los auriculares y se levantó de la silla. Le llevaba al menos dos cabezas a su amiga y aun así no podía evitar sentirse turbado por su ira. Ella era peor que un sicario… Y podía obtener lo que quisiera de él tan fácilmente…
Y lo iba a lograr de nuevo.
–Bien –se resignó-, pero necesitarás un milagro y un poco más para que todo salga como te lo estás imaginando.
A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas por la emoción, y acercándose hacia él con un gesto de cariño súbito, gritó:
–¡Gracias, mil gracias! ¡Eres el mejor amigo que una chica podría tener! ¡Te amo!
8:35 am
–Allí está, ¡vamos, anda!
Sintió sus delgadas manos intentando hacer que diera un paso para acercarse más a su Adonis deseado.
La verdad es que Matt a él le parecía un tipo extrañamente normal… Vaya paradoja, pues no podrías usar el adjetivo “extraño” para describir a alguien “normal”, ambas palabras no iban de la mano… Pero, sí. Matt era extrañamente normal y dejémoslo así. Era un año menor y gustaba de la poesía medieval, como pocos chicos de su edad… hacía juegos de roles de intrincadísima trama, además de llevarse bien con todos los profesores y ser bueno en sus materias ¿El prototipo perfecto de un nerd? Sin embargo, también era bueno en los deportes y las chicas lo amaban sin que él tuviera que pronunciar una sola palabra, lo que lo convertía al mismo tiempo en un… ¿prototipo perfecto de alguien popular?
Era por eso tal vez que Matilde se había enamorado tan perdidamente de él. Atribúyanselo a su gran fama y no al haberla hechizado con su personalidad. Pero de todos modos, la joven parecía estar en un hechizo con él.
“¿No es hermoso?” Recordó que dijo ella una vez, mientras daba su primer paso hacia el susodicho. “¡Podrían llamarnos Matt y Matt! Como, ¡hey, allí vienen Matt y Matt, son tan lindos juntos!” A Klaus comenzó a temblarle el ojo. “¿No crees que nos veríamos lindos juntos? ¡Si tan solo él fuese menos ciego!” Una vena comenzó a palpitarle en la frente.
Maldita Matilde. Ella había construido la mayor parte de sus recuerdos infantiles desde que se conocieron en Astra, pero ¡ahora estaba formando una parte de su adolescencia también! Ellos eran casi familia, y no se quejaba, pero tenía que expandir sus horizontes.
Visto desde esa perspectiva, tenía mucho sentido ayudarla. Tal vez que se ilusionara con una remota oportunidad con Matt haría que dejase de pasar todos los días por su casa y dejar su nevera vacía…
Estuvo parado frente al castaño cuando decidió suspender su hilo de pensamientos.
–¿Matt Jeffrey?
Él se giró con vehemencia, como si por un lacónico segundo hubiera estado seguro de que lo habían descubierto con las manos en la masa.
–Ese soy yo, ¿pasa algo?
Klaus entrecerró los ojos tratando de ver lo que ocultaba tras él, antes de que, por supuesto, éste se apoyara contra los casilleros y terminara de esconderlo.
–¿Ibas a darme alguna carta que confesara tus más profundos sentimientos?, ¿chocolates tal vez?
El jodido MP3 se había quedado sin batería y The clash dejó de sonar. Y para colmo de los colmos, era viernes y Matt ya tendría plan en alguna jodida fiesta solo para miembros del equipo de fútbol, seguro llevando a alguna que otra porrista. Si tan solo supieran que el maldito es más gay que el difunto cantante de Queen. Se sintió un poco mal por Matilde.
–Perdona, soy pésimo escribiendo cartas, y no tengo habilidad alguna para la cocina. Quería preguntarte si estabas libre esta tarde, tengo dos boletos para ir a escuchar a Daft Punk–y sacó un par de boletos del bolsillo izquierdo de sus vaqueros-.
–Bueno, no es lo más romántico, pero acepto –admitió Matt, y tomó uno de ellos. Luego le dio una sonrisa notablemente burlona.
El rubio no pudo evitar odiar un poco a Matilde por haberlo hecho ir hasta allí. Y de todos los momentos en el día, justo cuando ningún alumno se encontraba en esa área… Matt tenía razón, era el ambiente perfecto para una confesión. Matilde…
¡MATILDE!
Klaus sonrió a Matt forzadamente, esa era la señal.
–¡Arana, estabas aquí, te estuve buscando por todo el campus! –apareció la rubia dando brincos hacia ellos.
–Sí, estaba hablando con Matt sobre ir a ese concierto… Daft Punk, ya sabes.
–¡Daft Punk! –exclamó ella con una sorpresa bien fingida –. ¡Amo esa banda! Matt, ¿a ti te gusta?
Él asintió moviendo sus ojos oscuros hacia ella, achinándoselos para levantar sus gafas.
–Puedes venir, si quieres, necesito deshacerme de estas entradas ­–y le extendió una, que ella gustosa aceptó. Emprendió su caminata y se despidió de Matilde con un gesto de manos -. Bueno chicos, los dejo. Debo ir a… hacer cosas.
A lo lejos pudo escuchar cómo su amiga preguntaba:
–¡Oh! ¿Qué es eso que llevas ahí? ¿Te gusta escribir poemas?
8:50 am
De pie contra el balcón, el aire golpeaba suavemente sus mejillas y alborotaba su cabello. Subió con placer los ojos hacia el cielo y sintió cómo el sol bañaba su rostro, se quedó así un momento, pero tuvo que bajarlos de inmediato pues ya comenzaban a arderles.
Estaba en el techo de la escuela, ya que era uno de los pocos lugares que encontraba menos repugnantemente atestado de estudiantes.
Dio la vuelta ligeramente sorprendido al sentir tras de él el estremecimiento de la puerta por estar siendo abierta.
Se dejó caer en el suelo, y comenzó a arrastrarse hacia su derecha, con el propósito de esconderse. En ese lugar la entrada estaba prohibida para los estudiantes, y si alguna autoridad lo llegase a descubrir, supondría un pase gratis a dirección y una llamada a sus padres a tan solo haber comenzado el año.
Se había escondido tras una de las columnas que sostenían el tanque de agua, y podía sentir su corazón martillear con estrépito sobre su pecho. La adrenalina corriendo feroz por sus venas, debido a la sensación de estar haciendo algo prohibido, algo que pocas veces había experimentado. Ella sumada con el miedo de que lo encuentren completaba su actual estado de ánimo. Un estado nervioso.
Luego de un rato, se arrastró con suavidad y cuidado de no emitir ningún ruido hacia una de las salidas posteriores que tenía la azotea. Habiendo llegado ya a la baranda de la escalera y antes de completar su escape, se giró movido por la curiosidad de saber quién había interrumpido en su reciente paz. Esperó encontrarse con alguien del personal de limpieza o, peor aún, con el regente dando una de sus cotidianas caminatas alrededor de la escuela. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando vio situada justo detrás de él a una jovencita de cortos cabellos grises siendo movidos por el viento.
La casaca del uniforme la tenía amarrada sobre sus caderas, producto tal vez del calor en el que se hallaba sumida la escuela. Zapatos negros bien lustrados y una media más abajo que la otra.
Una apariencia que no hubiera despertado su atención de no haber sido por los extraños colgantes que llevaba en las orejas. Unos pequeños kiwis bajo el juego de sombras que proporcionaban su cuello, cabello y orejas. La chica de los kiwis lo había asustado.
Klaus sintió que le volvía el aliento, y suspiró por lo bajo. Se había salvado de meterse en un tremendo lío.
La chica giró de súbito, encontrándose con sus ojos rojos.
Klaus alcanzó también a observar los suyos, sin una pizca de maquillaje, pero con una mezcla tremenda de susto y sorpresa por encontrarse con alguien más al creer hallarse sola.
–Hola, Miniatura ­–dijo lo suficientemente alto, dejándose al descubierto.
I
El último día de clases ella estuvo esperándolo desde el pasillo de la escuela con la esperanza zumbando en su alma… Tal vez ese podría ser el día en que él finalmente volteara a mirarla.
O tal vez no…
Pero las esperanzas seguían allí, volando en el aire. Solo lo quería ver una vez y que él le correspondiera la mirada y tal vez, solo tal vez la pudiera acompañar con una sonrisa, esa sonrisa por la que se comería el mundo.
Decidió esperar mientras escuchaba una canción de SOAK llamada B a nobody, pero al abrir su casillero cayeron una carta y una margarita marchitada, las levantó del piso y miró la fina letra del remitente que ya se le hacía familiar.
De: anónimo
Para: Miniatura
Si me dejaras, solo una vez…
Un beso te robare, cuando mis dedos rocen la capa de tu alma.
Un beso te robare y te va a maravillar.
Si tan solo tuviera la valentía…
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Dobló la carta junto a la flor y la guardó junto a las otras. Si tan solo fuera Matt… Pero sabía que no era él, no era la letra de Matt.
Aquel chico de las cartas llevaba todo el año mandándole cartas y flores, pero jamás se presentó. Miró a su espejo, colgado dentro de su casillero, y vio que no llevaba sus pendientes de la suerte.
–¡Maldición! –exclamó, todos voltearon a verla, de la sorpresa.
Esa era la razón por la cual él no llegaba, no llevaba sus pendientes.
–¿Mamá? –dijo Camila al teléfono.
–¿Sí? ¿Cami? – le respondió su madre.
-Debo pedirte algo, es de vida o muerte.
–¿Qué pasó? –dijo su madre con tono de preocupación.
–Tienes que traer mis pendientes de la suerte –dijo desesperada.
–¡Dios, Cami! No sea ridícula cariño, nada malo te pasara sin ellos, no puedo ir hasta la escuela…
–Sí, mamá, es San Valentín; nada bueno puede pasar en San Valentín sin mis pendientes. Solo tienes que levantar tu flojo trasero de la cama, manejar el auto y listo –le dijo en un tono casi gritándole.
A veces su madre se hacia la ‘madre estricta’ y le decía que no se jugara así con ella y le hablara con respeto… pero las dos sabían que era inútil, su madre era más como de esas madres jóvenes que dijeron: “Oh, dios, sería tan hermoso tener un bebé”. Y realmente lo tuvieron, pero no se dieron cuenta, en cuanto lo tuvieron, de la gran responsabilidad que eso significaba y terminó viviendo de becas porque su madre para ese entonces no había terminado la universidad.
–Camila, soy tu madre, merezco…
–Respeto –se adelantó Camila en un susurro– mamá, ¿podrías traerme mis pendientes de la suerte?
–Mmmm…
–¿Sí?
–Está bien, solo porque te amo.
–Y yo igual, mamá –dio por finalizado la chica.
Colgó el teléfono y salió del baño, dispuesta a esperar a su madre sentada en una de las bancas que ofrecía el jardín de la escuela, cerca de la recepción de familiares.
Recibió un mensaje de Brianna
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Holaaa J oye, necesito que me digas todos los chicos de noveno que empiecen con L.
Respondió con el ceño fruncido y con dedos de mantequilla, estaba confundida, aturdida.
¿Con L? ¿Para qué quieres saber que chicos de décimo empiezan con L? ¿Tienes un admirador secreto?
Ella respondió dos segundos después
Tal vez. Es para una tarea.
Él era dos años mayor, pero había aprendido a usar la magia y manipularla de diversas formas antes de que R.Raymonds le hubiera dado el nombre de “shin” en 574. Únicamente sería porque oyó su nombre en boca de sus dos maestros favoritos, que solo la alababan a ella, que el incauto jovencito obtuvo su atención.
―Hola, te llamas Vicente ¿verdad? ―se acercó a él un recreo. Aquel único instante en que los conjuntos de niños de distintas edades se reunían a socializar.
Era el único que no parecía fijarse en sus cejas al entablar conversación, lo que lo hizo comenzar con buen pie.
―Sí, pero prefiero que me llamen por mi primer nombre… es Klaus, si no es mucha molestia.
―Ah… ―notó que no llevaba ninguna colonia que le hiciera ocultar su olor, pero ella era muy insegura alrededor de los chicos― Me llamo Camila pero prefiero que me digan Cam, y quería devolverte esto, pues creo que se te cayó cuando venías para acá―dijo frenéticamente antes de entregarle una grulla de papel que ella misma, conducida por su curiosidad de conocer a ese chico tan especial, había armado como excusa.
―Oh, vaya gracias. ―respondió él observándola correr de vuelta a su aula― Cam…
Pasó el resto del año sin darse cuenta de cuándo dejó de hablarle. Sus salones se mantenían unidos y destacaban por su sana competitividad, pues mientras los más pequeños trataban de vencer siempre a los mayores, también estaban obligados a rivalizar por sus profesores: en lo académico, deportivo y lo artístico. Sumida dentro de aquellas jugarretas pueriles, que con el paso de los años engendró amistades y romances, se desentendió por completo de él.
»»————– ✼ ————-««
(se vuelven a ver luego de un año)
En un campo soleado, bajo la sombra de un árbol, dormía una chica. De cabellos negros casi grises y ojos de la misma tonalidad. A lo lejos se escuchaba el murmurar de un río, con su agua salpicando sobre piedras descoloridas.
No había animal que dejara de acudir a la onírica fuente de agua. Había algunos que lo usaban para refrescarse de una tarde calurosa o que enjuagaban allí la sangre de sus batallas, algunos otros que descansaban en las orillas o atosigaban a las criaturas que allí residían: grandes y regordetes peces, escurridizos crustáceos… Un par de lirones se tendían sobre las piedras, autoproclamados guardianes del río. Ella esperaba que el sol cayese y el día acabara.
Su nombre era Camila Tassa, la culpable de que se comenzara un viaje de millones de años congelados en un solo instante de tiempo. Guardiana de la historia que se desenvolvería y entrelazaría como las partículas que forman los copos de nieve, que, por un simple rayo de sol o roce, se escurrirían. Aunque ese día, ella no estaba prestando más atención que a su sombra bajo el árbol.
­― ¡Buen día! ―exclamó incorporándose de repente. Con algunos cabellos enmarcando su rostro jovialmente, se estiró y sacudió sus shorts.
Caminando fuera de la sombra, a medida que se acercaba a la bajada de la colina, fue impulsada con piernas ágiles. El viento estaba golpeando salvajemente aquella tarde de febrero, iba aumentando su velocidad. Corrió.
― ¡Más rápido que la luz!
Tomaba el deporte como una terapia mental, iba avanzando en línea recta solo para olvidarse por un momento de los pensamientos que varios meses antes, se habían mudado con ella. Continuó así por un buen rato, descendiendo la colina con movimientos coordinados gracias a atléticas pantorrillas.
Cuando estaba en el décimo año y al top de su clase, los adultos apenas conocían los principios la magia “Shin”y cómo había llegado al planeta, mas nadie perdía la oportunidad de transmitir cualquier dato a las nuevas generaciones. Nadie sabía nada de su composición, ni qué hablar de poder catalizarla o siquiera controlarla. Sin embargo, cuando la dejaron tocar por primera vez aquella esfera en el colegio, que parecía tener un aura estelar, supo que una pequeña parte de ella se le había pegado. Corrió como siempre lo había hecho.
Al llegar a su lado le dio una sonrisa, haciéndola volver al tiempo.
―A los años, Miniatura.
Y, como si tuviera mejores cosas que hacer, la rebasó perdiéndose en el bosque frondoso.
Camila se había quedado estática en medio del campo, con los nudillos de sus manos blancos y su rostro tornándose peligrosamente rojo. Desde hacía meses no se acordaba de aquel apodo, recién permitida de dejar Astra, todos ya habían salido de vacaciones e iban a comenzar su último año, de graduación. La presencia de aquel muchacho no solo la incomodó y trajo de vuelta sórdidos recuerdos que prefería enterrar, sino que sintió un reto. Uno que no debió haberse tomado muy enserio, y el cual estaba directamente relacionado con los eventos catastróficos en el tiempo. Si tan solo ella hubiera preferido ignorarlo y ellos jamás hubieran cruzado caminos aquella tarde de verano, y si…
―No… ―susurró casi inaudible― Me llames… ―separó las piernas y levantó la cabeza― ¡MINIATURA!
Su estela blanca había tomado un tono rojizo, como si emitiera la advertencia de un peligro inminente. Ya que las fuertes zancadas que daba junto con el increíble momento de velocidad que había adquirido, podían prenderla en fuego en cualquier momento.
“¡Maldito Arana!” escupió en su mente.
No se daba cuenta aún de que era su primera vez usando magia.
Siguió durante un largo tramo cuidándose de mantener a su rival detrás de ella, únicamente sintiendo el cielo aún azul sobre su cabeza. Al final del camino pudo ver una línea gris que se levantaba interrumpiendo el paisaje. Era la valla.
Sonrió de mera felicidad, separando la distancia que la alejaba de la meta. Esta sería su primera victoria contra Klaus, y él tendría que reconocerla.
― ¡Mírame, Klaus! ¡Esta vez, yo…!
Se quedó muda de inmediato, sin poderse creer lo que estaba observando; el chico que anteriormente había dejado rezagado la estaba saludando desde la meta.
Nuevamente los ojos rojos se reían de ella.
―Hasta que al fin llegas, joder, ya me estaba hartando.
Ella terminó el camino con pasos cada vez más inestables, y ya no tan veloces ni furiosos.
―Pero…yo…yo te había dejado allá, atrás ―en ese instante, volteó para señalar detrás de ella, y pudo ver que en el camino por el que había pasado solo había pasto quemado―. Eh… ―ella sonrió, avergonzada― ¿qué haces aquí, de todos modos?
―Pues he ganado, y como buen jugador, te he esperado hasta el final.
Ella se le quedó viendo consternada, y debido a un mal movimiento, cayó al suelo con desparpajo.
Sintió que el rubio se paraba y acercaba hacia ella con vehemencia.
―Cam, ¿estás bien?
Ella pudo ver que delante de sus ojos, él le tendía una mano. Encima de ella, unos ojos rojos que no querían hacer notar la evidente preocupación. Por unos momentos ella le hizo caso omiso e intentó levantarse sola, intentos poco fructíferos, pues ni siquiera podía sentir sus piernas.
Ella bufó. Esto no podía estar pasando otra vez. No ahora que había perdido, y mucho menos frente a él, su rival. Era un golpe directo a su orgullo, demasiado vergonzoso.
“¡Vamos, levántate!”
― ¿Cam? ¿Tanto drama únicamente porque te gané?
“¡Tiene razón, Camila! ¡Levántate!”
Dado que no iba a poder recuperar la sensibilidad hasta luego de un rato, no tuvo más que apartar un poco su orgullo y decir la verdad.
―No…no… ― “No puedo caminar”.
― ¿No qué?
―Que no p…pue…―realmente se le estaba haciendo muy difícil. Si le decía que no podía caminar, él seguro se lo tomaría como una invitación abierta a burlarse de ella.
― ¿No pue…?
Se miraron a los ojos.
― ¡No puedo perder! ―gritó y le dio un golpe con las fuerzas suficiente para lanzarlo hasta la luna. Dejándolo adolorido en un rincón, y con una vena notoriamente furiosa en su frente.
Al menos se había vengado por el truco que había hecho él durante la carrera.
― ¡Maldita orgullosa! Lo que no puedes es caminar, ¿cierto?
― ¡Te odio!
Él volvió a acercarse a ella y, esta vez sin pedir permiso, la levantó sobre su espalda y emprendió la marcha.
― ¡Hey, bájame!
―No.
― ¡Que me bajes ahora mismo!
―Que no.
― ¡Suéltame!
―Me niego.
Ella lo apretó fuertemente por los hombros, hasta haber canalizado su ira. Suspiró frustrada y se dejó caer, rendida, sobre su espalda. No estaba dispuesta a disfrutar el camino con él, pero ¿qué le quedaba? Estaba cansada de luchar.
“Voy a decirlo claro, tú me gustas.” Le había dicho Klaus dos años antes. Ella solo había atinado a evadir hablar del tema de la declaración de amor todo este tiempo, luego de responder con un seco “debe ser una broma, ¿no?”.
Mientras él avanzaba en silencio, como si los 55 kilos de ella no simbolizaran nada, ella se preguntaba cuántas veces habían estado así. Con Klaus cargándola luego de una competencia, saliendo de un día cansado en el que el sol comenzaba a desaparecer por el horizonte.
Había pasado mucho tiempo, ¿no? Desde que ella le propuso su primera competencia y, no acostumbrada a perder, le propuso otra y otra. Él siempre burlándose de ella, pero cargándola hasta su casa en el atardecer. Siendo su modelo a seguir, la barrera que debía superar.
― ¿Por qué siempre estás molestándome?
Klaus no respondió. Ambas respiraciones se acompasaron.
―Hey ―dijo la chica de cabellos grises, esta vez más alto.
―Perdón, ¿me estabas hablando?
Camila frunció el ceño y rápidamente volvió a recostarse.
―No, descuida, no era importante.
Siguieron así, pasando al costado del río, cuyas aguas estaban más calmadas a diferencia de la mañana.
― ¿Estabas pensando en algo?
Klaus asintió, pero se dio cuenta de que la chica no podría verlo.
―Sí.
― ¿En qué era?
―Mmm… Esta preparación para la PSE me pone de los nervios, ―la miró con un destello de malicia por el rabillo del ojo― pensaba en lo buena que eras como distracción.
―Bueno, ¡espero que no me digas que estás agotado! ―chilló ella, sonrojada― Porque yo también voy a postular, ¿ya sabes, dentro de dos años? ¡Y no quiero a un debilucho como mi rival!
Klaus lanzó una carcajada fuerte.
― ¡Calla, coja! ¡Aún no te he mostrado mi verdadero potencial!
Eso, de alguna manera, hizo estremecer el cuerpo de Camila. Ella sí le había mostrado su verdadero potencial, y ahora él ¿le salía con eso? ¡Tenía que hacerse más fuerte, definitivamente!
Acomodó su cabeza en el hueco del cuello de su amigo y pudo ver, a la distancia, su casa con las luces prendidas. Seguro que su hermano y madre ya habían llegado.
―Hey, Arana, ¿te parece si nos mojamos en el río un rato? Mis pies están sucios y si mi madre me descubre así, me matará. ―dijo la chica, saltando de su espalda y aterrizando elegantemente sobre el pasto.
La verdad es que sí, su madre la mataría, pero lo que en realidad buscaba era alargar su estadía con el joven. Pensamientos de que él pudiera irse lejos, le habían causado una sorpresiva intranquilidad.
― ¡Hey! ¿Pudiste caminar todo este tiempo?
―Oh ―Cam miró hacia sus pies, ¡era cierto, podía caminar! ― ¡Siento mis piernas! ¡Sí! ¡Adiós a la invalidez!
Eh… Klaus, ¿estás bien? ¿Por qué siento un aura negra a tu alrededor?
¿Era solo su imaginación o él se había sonrojado?
― ¡Bueno, pues usa tus piernas ahora! ―exclamó mientras se preparaba para perseguirla.
La joven dio media vuelta y comenzó a huir como posesa. Llegó casi de inmediato al río, consciente de la presencia de su amigo tras su espalda.
― ¡Klaus basta, me asustas! ―exclamó al darse vuelta. Con los reflejos entorpecidos por el repentino empujón del pelinegro.
Pero logró cogerlo de la camisa, y jalarlo junto a ella, cayendo juntos al río.
Chapotearon bajo el agua un rato, hasta dejarse llevar dócilmente hacia la superficie. Primero llegó Klaus, naturalmente, seguido casi de inmediato por Cam. Ninguno de los dos dijo nada por un rato, solo se observaron hasta no poder aguantar la risa más y lanzar grandes carcajadas, inundando la noche con su felicidad.
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Sus ojos se enfrentaron, ambos brillantes, y no tuvieron que decir más nada. Observaron el cielo oscuro, las incontables estrellas y la luna plateada, era como una obra dantesca…sus vidas. El agua los elevaba y también los hacía bajar, como si quisiera que volvieran a darse un chapuzón, para llenarla de vida nuevamente.
―Klaus… ¿Puedo hacerte una pregunta?
―De que puedes, puedes.
Cam lo empujó.
―Ya pues.
El chico volvió a re��r, pero se detuvo al ver la seriedad con la que iba la joven.
―Bueno, bueno. Prometo que te voy a responder.
Camila nadó hasta enfrentarlo cara a cara.
― ¿Qué… ―comenzó a formular su pregunta― qué vas a hacer si te aceptan en la PSE?
La sonrisa de él, aún grande, comenzó a reducirse.
―Buena pregunta.
Camila lo observó, expectante. Pero fue en ese momento en el que se dio cuenta de que realmente no quería saber la respuesta. Era obvio, él iba a aceptar la propuesta e iba a alejarse. Alejarse de ella. Y ella… estaba siendo muy egoísta al esperar que él respondiera algo como: “Me negaría”.
¿Qué persona, en su sano juicio, rechazaría a la PSE? Cualquiera que tuviera un amante, Cam… Pero él no…
―Bueno, yo…
―Olvídalo. No respondas ―dijo con fingido desinterés. Intentando alargar lo inevitable―. En verdad, tengo que irme a casa ahora. Sí, ahora. Mamá debe estar preocupadísima, ¡Jaja! De seguro que me mata al llegar. Bueno, adiós, suerte con el examen práctico mañana. Y… no vengas a verme antes de irte, voy a estar fuera.
―Yo…
― ¡Buenas noches! ―dijo mientras le daba una última mirada y corría colina abajo hacia su casa.
―Camila…
Llegando a su casa, con el pasto entre sus pies, sintió que sus mejillas comenzaban a humedecerse. No podía ser posible esto, no podía estar llorando, ¿acaso era tan dependiente de las personas? Bueno, no de todas las personas, pero sí de esa persona. Pero, ¡llorar no arreglaría nada! Si quería mantenerse a su lado, debía trabajar duro. No podía rendirse a las lágrimas con tanta facilidad.
Por otra parte, se sentía patética, llorando como una chica. Bueno, era una chica. Sacudió la cabeza. Hubiera deseado que Klaus estuviera allí para consolarla, y vaya paradoja, pues había sido él la causa principal de que estuviera así ahora.
Casi podía escucharlo llamándola por su incesante apodo, “miniatura”.
¡No iba a seguir llorando como una niña!
Abrió la puerta de su casa con fuerza. Allí, en la sala, se encontraba su hermano haciendo las tareas. Su madre se hallaba en la cocina y al verla descalza y con lágrimas en los ojos, soltó fugazmente el cuchillo y fue en dirección a ella.
―Cami, ¿estás bien? ¿Qué pasó?
Las respuestas que intentaba darle solo sonaban como un coro de lágrimas e hipidos, totalmente inentendible. Su hermanito también se acercó a ella, con un pedazo de papel entre sus manos, observándola un poco asustado.
―N-no es nada mamá, seguro que se me pasa luego…
―Te conozco Cami, sé que definitivamente no estás bien, solo quiero que sepas que puedes confiar en mí para cualquier cosa, ¿de acuerdo? Puedes confiar en todos nosotros, somos tu familia.
Ambos esperaron hasta que ella se había relajado un poco, llevándose una sorpresa ante lo que iba a salir de sus labios en ese instante.
― ¡Quiero postular a la PSE!
II
Por el rabillo del ojo percibió un halo de luz a sus espaldas, un áureo destello cuya energía asemejaba bastante a la de la luz. Sintió que la presencia cálida detrás de su nuca la buscaba, trazando laberínticos caminos desde el bosque. Envuelta por un sentimiento agridulce de reconocer esa humana aparición, comenzó a bajar la velocidad. “¿Qué estrategia usarás hoy Cam? ¡Ah! ¿Será la de ‘perdida en el espacio’ o quizás ‘tengo en lo más profundo herida existencial’?”
Acercándose a ella, la luz empezó a confirmar sus sospechas y tomó una forma que se erguía 6,2 pies de alto. Se sintió cohibida por las ráfagas de ansia de la boca del estómago que la sobrevinieron al escuchar la voz varonil, lanzada como risillas burlonas desde la orilla del río.
―Hola Cam, vine aquí por última vez, pero creo que no tendría mucho sentido recordarlo si no venías también....
Se había vuelto una experta en ocultar su rabia, su angustia y sus deseos más profundos. Sus manos ni siquiera temblaban, pero sus pies descalzos frotados por las piedras y el agua gélida y su corazón desbocado contaban otra historia.
Sutil, Cam…
―Lo lamento, debería saber cómo me siento antes de aparecerme en tu campo―la magia shin por lo general se usaba para mantener el distanciamiento físico, si la activabas. La honestidad era su vieja confiable.
Algo dentro de ella se contorsionó, sintiendo cómo aquel extraño se sentía igual de inseguro que ella, al parecer. Pero en ese momento, le tomó la menor cantidad de esfuerzo abstraer su recuerdo que si se hubiera topado casualmente con cualquier otro.
Se habían conocido en el colegio Astra, y no le despertó ni siquiera un agradable interés. Cuando lo viera por primera vez, sería un chico promedio a simple vista, desgarbado y con unas pecas que le hubieran quedado mejor en años anteriores a los de la adolescencia.
Él era dos años mayor, pero había aprendido a usar la magia y manipularla de diversas formas antes de que R.Raymonds le hubiera dado el nombre de “shin” en 574. Únicamente sería porque oyó su nombre en boca de sus dos maestros favoritos, que solo la alababan a ella, que el incauto jovencito obtuvo su atención.
―Hola, te llamas Vicente ¿verdad? ―se acercó a él un recreo. Aquel único instante en que los conjuntos de niños de distintas edades se reunían a socializar.
Era el único que no parecía fijarse en sus cejas al entablar conversación, lo que lo hizo comenzar con buen pie.
―Sí, pero prefiero que me llamen por mi primer nombre… es Klaus, si no es mucha molestia.
―Ah… ―notó que no llevaba ninguna colonia que le hiciera ocultar su olor, pero ella era muy insegura alrededor de los chicos― Me llamo Camila pero prefiero que me digan Cam, y quería devolverte esto, pues creo que se te cayó cuando venías para acá―dijo frenéticamente antes de entregarle una grulla de papel que ella misma, conducida por su curiosidad de conocer a ese chico tan especial, había armado como excusa.
―Oh, vaya gracias. ―respondió él observándola correr de vuelta a su aula― Cam…
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Pasó el resto del año sin darse cuenta de cuándo dejó de hablarle. Sus salones se mantenían unidos y destacaban por su sana competitividad, pues mientras los más pequeños trataban de vencer siempre a los mayores, también estaban obligados a rivalizar por sus profesores: en lo académico, deportivo y lo artístico. Sumida dentro de aquellas jugarretas pueriles, que con el paso de los años engendró amistades y romances, se desentendió por completo de él.
Dos años fuera del colegio y notó, ruborizada, que había madurado excepcionalmente. Ella apenas había acabado de graduarse el año pasado. Lo escrutó tan bien, ojos rojizos que la obnubilaban y, como por dicotomía, la hacían pensar en el universo… como capacitados para divertirse a costa suya.
―Mañana daré la entrevista de la PSE.
La PSE o “Programa de servicios especiales” era un evento que se organizaba a nivel mundial entre los estudiantes que estaban a punto de egresar de sus estudios básicos, la mayoría aún no había cumplido los 17 años y ya se estaban despidiendo de su familia para ir a enfrentarse en torneos de preparación contra “la oscuridad” que había invadido recientemente terrenos del oeste, cerca de la sede de Otoño. Decían que tan solo un año de esta preparación dejaba secuelas psicológicas imborrables.
A Klaus le habían enviado una carta para que él en específico fuera a concursar, siquiera ser considerado un postulante era el sueño de todo adolescente... “Un año” le dijeron, pero la mayoría tenía que pasar más tiempo en esos centros para ser elegidos. Y los aptos que mantenían las mejores notas, eran seleccionados para las entrevistas.
Él ya ni siquiera tendría que preocuparse por hacerlo bien, estaba a milímetros del ingreso, solo iría a dejar su primera impresión… Todo ese ambiente horrorizaba a Camila, que en su interior, deseaba que Klaus no hubiera aceptado aquella carta hace mucho. Pero ya lo había hecho y mañana se reuniría con unos representantes de la PSE no aquí, en Primavera. Iría en tren solo, rumbo a Hibernum.
―Ah… con tal de que no mueras, bien.
¿Qué es tan divertido? No se atrevió a agregar ella, a pesar de ver sus comisuras neutras, con la espalda apoyada aún entre los árboles. Estaba más que desconfiada, quizás, por el resplandor dorado que se consumía en los ensombrecidos ojos fugazmente.
“¿Por qué me miras así?” Es lo que él había pensado.
Él había comenzado a moverse nuevamente, dejándola atrás.
Y es que a ella no le causaba gracia que a esa distancia pudiera escuchar su voz hialina. Aquella voz que le traía problemas para dormir… Clara, gélida y tranquila como el agua que amenazaba con producirle una gripe severa.
O que iba a volverla inmune al resfriado común.
Cualquiera de las dos. Con igual probabilidad. Su vida estaba repleta de quizás.
―Gracias…
“Cami, ¿por qué me miras así?” La pregunta no pudo salir de la garganta del muchacho, pero sus ojos vampíricos eran muy buenos transmitiendo aquel mensaje.
―Claro, ―confirmó la chica, sonriendo por primera vez― recuerdo que éramos muy unidos hace cuatro años.
Camila apartó la mirada y la llevó hacia los verdes pastos que daban continuidad al camino del río y demarcaban por consiguiente el final del bosque. Al fin, cayó en cuenta de lo que era iba a hacerse realidad a futuro… Años sin mirarle en el mejor de los casos, si es que la Oscuridad no le deparaba una eternidad encapsulada en una brisa como las de aquellas tardes.
Ya habiéndose volatilizado aquellos pensamientos, sonrió para sí misma nuevamente en el presente. ¿Pero cómo no se había dado cuenta antes? Sí, era obvio. Él podía conectar con las emociones de la gente e incluso manipularlas, uno de los tipos más agotadores de magia. Sintió el golpe de realidad como un baldazo de agua fría.
―Te deseo mucha suerte.
Él la miró con una sonrisa triste, otra vez tratando de ocultar sus pecas ―La necesitaré, porque no me gusta mucho lo que voy a hacer.
¡Claro que todo tenía sentido ahora! Era de esos momentos en los que se sentía realmente estúpida… Desde niño empezó por conducirse con intuición en las mentes de sus pares y profesores para ganarse cumplidos, pero esta vez él había perjudicado a sus rivales de preparación y logró manipular a los altos directivos para que le facilitaran la entrevista. Todo en un año exactamente. Esto fue algo que quizás debía asustarla un poco.
Giró su rostro hasta encontrarse por detrás de esa dorada cabellera, que ya se alejaba. Bastante poético, dado que ella siempre iba por detrás de él como el segundo lugar.
Entonces la invadió una gran duda. Se preguntó si él había usado su magia durante el encuentro, si las pequeñas intuiciones que tenía, no eran más que Klaus manipulando el ambiente para ambos... Llegó a dudar de sus propios sentimientos a lo largo de tantos años. ¿Hasta qué punto…?
¡Definitivamente no lo iba a dejar ir! ¡Lo seguiría hasta su tumba! ¡No, hasta el mismísimo infierno! Ella necesitaba a su rival para superarse. Pero igual de importante, iba a potenciar su propia magia.
De todos modos, al parecer él había dejado de usar su Shin, pues a la distancia ya no lo detectaba. “Chúpate esa, Klaus”.
III
La madre de Camila había puesto su restaurante familiar en la cima de una pequeña colina, al lado norte del pueblo. Al terminar sus labores diarias, como haber limpiado la jaula de las gallinas y acabado de arrancar las malezas del pequeño huerto, se dirigía con paso firme hacia el restaurante a ayudarla. Sabía que en un futuro, lo que le esperaría sería casarse con un hombre que pudiera proveerle de alguna pequeña fortuna, hacer mejoras en la casa y ampliar el restaurante, extendiéndolo en lo posible a otras tierras. Pero muy dentro de sí, guardaba el fuerte anhelo de poder viajar por todo el mundo, rumbo a diferentes países y poder conocer las altísimas montañas, las extensas llanuras, los armoniosos valles y a gente de todas las culturas.
Pero se convencía de que todo eso no podría ser más que un sueño de alguien que, al haber vivido toda su vida en un pequeño pueblo alejado de las grandes ciudades, con una sola escuela, estaba desesperado por un cambio de aires. Decidió que aquellos sueños eran tan solo productos de su inmadurez, tal como decía su madre, y se centró en ser alguien honorable, al igual que su padre, que podría dirigir a una familia y llevar una vida completamente normal.
Y sucedió que, por capricho del destino, pasaran un día por el portal del caserío cuatro hombres desconocidos, cargando sobre sus hombros una litera. Iban resguardados por dos caballeros, uno a cada extremo del vehículo, y seguidos por un batallón de quince hombres por la retaguardia. Uno de ellos, el de más juvenil apariencia y visiblemente armado con un sable, comenzó a dar la voz. Al parecer, quienes viajaban dentro del vehículo eran nada más y nada menos que el joven señor feudal de la nación, Thomas Ranma, heredero de las extensas tierras del vino, que conformaban la mayor parte de Candor, nación de Camila. Él iba acompañado de su bella hermana, Iris Ranma, prometida al señor feudal Jiao, dueño de las tierras del arroz, y con cuya unión, ambas naciones serían aliadas.
Camila se preguntó qué hacían aquellas eminencias paseando por su pueblo, si raras veces es que alguien se acordaba de su existencia. Este hecho le hizo gracia, y formó una pequeña sonrisa inconsciente en su rostro. Sin darse cuenta, siguió sonriendo incluso cuando el hombre dentro de la litera extendió una mano y después todo el cuerpo para salir, y se posicionaba enfrente de ella. En efecto, tenía apariencia juvenil, no le echaba ni veinte años, pero cuando se paraba delante de ella podía reconocer en sus ojos que había pasado por muchas batallas y enfrentamientos, y que posiblemente conocía el mundo como si fuese la palma de su mano. Cuando veía su porte y elegancia, su cabello perfectamente cuidado y recogido, y su espada enganchada firmemente entre su kimono a la altura de sus caderas, al estar frente a ella.
Frente a ella…
Camila se agachó rápidamente ante su majestad, algo avergonzada, pero él ni siquiera la miró al pasar por su costado. Se había dirigido directamente al restaurante de sus padres, y estaba ordenando ya la mejor de sus mesas para él y sus hombres.
Seguida de él salió su hermana, también con porte señorial pero mucha más delicadeza, avanzando a largos pasos hacia la entrada del restaurante. Camila, que seguía agachada, no pudo distinguir bien su rostro ni sus facciones, pero a simple vista se podía deducir que era la mujer más hermosa que hubiera pisado tierra de aquel pueblo nunca.
Un par de soldados se quedaron resguardando a los caballos y la litera y el resto se encaminó también hacia el restaurante. Cuando ya se había reunido todos, su hermano menor tuvo que jalarla del brazo para hacerla reaccionar y que comenzara a atender a los clientes.
Camila tuvo que juntar tres mesas para que todos pudieran sentarse cómodamente en ella, y comenzó a repartir los platillos que había pedido todo el batallón, no se atrevió a mirar a los ojos a ninguno de ellos durante mucho tiempo, y mucho menos al señor feudal ni a su hermana. Solo se limitó a sonreír mientras extendía a cada uno de ellos su platillo en la mesa, finalizado por un sonoro: “¡Que aprovechen!”
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Pensó que su labor por el día ya estaba terminada, y que nada más tendría que saber por el resto de su vida sobre gente importante, hermosa y elegante, y cómo comportarse frente a ella. Estaba ya quitándose el delantal cuando escuchó una voz grave reclamar, seguida de un fuerte golpe sobre la mesa.
―¡Hay un cabello en mi sopa!
Giró rápidamente y, conmocionada, observó cómo uno de los hombres se acercaba hacia ella.
―¡Exijo el reembolso total de los alimentos!
―Eh… disculpe señor. Debe haber una equivocación… ―se apresuró a decir ella ¿Reembolso total? ¡Si se creían que iba a ceder, estaban muy equivocados! Odiaba a la gente que trataba de aprovecharse de otras personas aún sin tener necesidad de nada.
―¿Estás diciendo que somos unos mentirosos, entonces?
No quería ofenderlos ni tener problemas con ellos, aunque deseara con todas sus fuerzas correrlos del restaurante, así que decidió quedarse muda. Buscó a su madre con la mirada, quizá ella estaría de acuerdo con un reembolso parcial…
―¡Sí! ―Escuchó la voz de su hermano detrás de ella ―¡tú mismo has puesto el cabello en la sopa, nosotros jamás dejaríamos que eso ocurriese, porque aquí trabajamos con honestidad y limpieza! ¡Así que deja de inventar mentiras!
Camila se quedó asombrada, pero pudo reaccionar rápidamente.
―No le hagan caso ―soltó velozmente con una sonrisa―. No sabe lo que dice, tan solo es un niño. Si aún desean el reembolso…
―¿Tú eres su hermana? ―la cortó una voz proveniente del otro extremo de la mesa, la voz del señor feudal, Thomas Ranma.
―S-sí, mi señor, soy esa misma ―respondió ella temblorosa, inclinando un poco la cabeza.
―He visto en tu hermano dotes que me serán de gran ayuda para mi viaje. Así que estaría encantado de volverlo mi probador de comida personal. De hecho, sí, acabo de decidirlo.
Se escuchó como su madre rompía en llanto al fondo, y cómo escribía a su padre en vanos intentos de tranquilizarse.
Camila se quedó en shock.
―¿Pero qué significa eso, hermana? ―preguntó Kei, que se había pasado a esconder detrás de su espalda y la observaba con sus inmensos ojos grises asustados.
―Significa, renacuajo ―habló esta vez el hombre que anteriormente había pasado la voz de su llegada en el pueblo, aquel hombre joven―. Que viajarás por todo el mundo probando los más exquisitos platillos que conocerás jamás.
Y así fue como, llegada ya la noche, Camila se vendó los pechos, se cortó el cabello y se puso uno de los kimonos de su hermano. Le advirtió que no saliera de su escondite hasta que amaneciera, y se despidió de sus padres entre lágrimas.
Iba a tomar el lugar de su hermano, era su deber como hermana mayor protegerlo de todos los peligros. Incluso si eso significaba arriesgar su propia vida para lograrlo. Y lo iba a hacer.
A la mañana siguiente, la reclutaron, mientras ella trataba de no hacer contacto visual durante mucho tiempo y ajustar su voz a un barítono decente.
Partieron esa misma mañana la marcha, mientras ella se despedía internamente de su jaula de su gato, su escuela, su casa, su restaurante y su pueblo. Y mientras comenzaba la más grande y extraordinaria aventura de su vida, la cual podría costarle la vida.
IV
A la mañana siguiente Camila estaba parada con determinación frente al Lago del Roble, junto a un grupo de turistas dirigido por un muchacho de cortos cabellos castaños y un gato blanco sobre su hombro. El guía estaba esperando a que todo el grupo estuviera reunido antes de comenzar a dar su explicación y llevarlos por fin a la ciudad acuática de Blaz, donde también se hallaba la oficina de la PSE. La chica ya comenzaba a impacientarse y, sin dejar de ocultarse tras su cabello, trató de convencerse de que Klaus aún no la había notado.
Bendita sea mi suerte al elegir el grupo de las 9:15, y ¡maldita sea! Por no notar a Klaus hasta que se sentó delante de mí en el tren. Ahora, si me descubre, no parará de fastidiarme e intuir cosas tontas acerca de por qué lo seguí hasta aquí.
Apartó la vista bruscamente al cruzar sus ojos con los de él.
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¿Qué? ¿Lo estuve observando inconscientemente? Mierda, mierda, mierda. Ahora ya me vio. Ya, todo terminó, me largo. Qué vergüenza.
Giró lentamente y dio un par de pasos fuera de la multitud. Aunque fuera solo Klaus, él tenía algún tipo de poder magnético sobre ella cuando la descubría tratando de alcanzarlo. Tratando de estar, en algún momento, a su altura.
Esta vez iba a presentar sus papeles a la preparación para la PSE, con el pretexto de hacerse más fuerte y el único objetivo de superarlo. Aunque iba a ser un poco más difícil de lo que se imaginaba. Bien, ahora solo es cuestión de encontrar algún buen escondite hasta que se vayan y poder…
― ¿Sí?, ¿ya estamos completos? Disculpe, la señorita de atrás… ―los pies de Camila se detuvieron a medio andar y su cuerpo entero se congeló―, estamos por comenzar la explicación, y necesitamos al grupo entero…
Demonios.
La chica apretó los ojos con fuerza antes de comenzar a responder con el mejor acento de ciudad que pudiera fingir.
―Ah, sí… yo… solo estaba yendo a tomar algunas fotos…
Apretó más los ojos, y esta vez por el enojo que le causaba el saber que Klaus seguramente la estaba observando con satisfacción desde de la multitud.
―Eh… ―habló el guía, algo contrariado por el acento artificial que acababa de escuchar ―el momento de las fotos será después de la explicación, en el mirador de la ciudad podrán hacer tomas muy buenas y dispersarse, pero por el momento mi responsabilidad es mantener al grupo unido…
Dirigió la vista al suelo y sin apartarla de ahí, giró lentamente hasta encontrarse con los pies de los turistas… en su campo de visión pudo ver unas zapatillas blancas sumamente familiares que se acercaban hacia ella con pasos largos y algo flojos. Tassa levantó el rostro evitando mirar al dueño del blanco calzado y únicamente enfocando sus ojos en el guía de turismo y en el extraño gato que se posaba plácidamente sobre uno de sus hombros.
―Oh… sí, lo lamento, prosiga.
El chico le dedicó una sonrisa que ella tardó un rato en procesar, incluso cuando ya todos estaban vueltos hacia su explicación y un rubio en shorts se había parado frente a ella, respetando para nada su espacio personal. Había olvidado hacer su acento al momento de responder al guía.
Aunque pareciera imposible, la tonalidad roja en su rostro aumentó peligrosamente, por lo que tuvo que taparse el rostro con las manos para disimular su vergüenza y, en lo posible, disminuirla. Oculta entre sus manos, comenzó a tratar de pensar en cosas triviales para olvidarse de lo recién acontecido.
Hum… Esa crema de manos de mi mamá es un buen humectante y con muchas vitaminas, debería usarla más seguido… Huele rico…
Entonces, luego de un rato, sintió unas manos algo más grandes que las de ella despejándole el rostro. Abrió los ojos, un poco empañados por la luz, y se encontró con el rostro de Klaus a escasos centímetros del suyo. Una sonrisa gigante y burlona se expandía en su semblante y sus orbes escarlatas no paraban de escrutarla, haciéndola sentirse idiota.
―Hola, niña acosadora ―dijo aún sin soltar sus manos―, ¿cuántas veces te he dicho que no te sale para nada ese acento?
Ella entrecerró los ojos al estilo ‘película del lejano oeste’.
―Tan divertido, Arana. No tardas ni medio segundo en hacerte irresistible para mi puño ―escupió ella soltándose de sus manos.
―Divertido, irresistible… ¿algo más que añadir? ―soltó él, siempre sonriente.
Camila rodó los ojos y antes de asestarle un golpe entre las cejas, trató de canalizar su ira con un método muy eficiente que había descubierto hace... Bueno, desde que conoció a Klaus.
―Lunes, Martes, Jueves, Viernes, Sábado, Domingo―comenzó a susurrar sin pausa―, Lunes, Martes, Jueves, Viernes, Sábado, Domingo, Lunes, Martes, Jueves…
―Te faltó el miércoles.
― ¡INCREÍBLE! ―chilló ella, y le lanzó un golpe que él rápidamente pudo esquivar.
―Wao, increíble, esa es nueva. Hum... Me gusta.
Camila se comenzó a alejar de él, ansiando encontrar nuevamente a su grupo y evitar todo contacto con su rubio amigo, no sin antes soltarle un nada cariñoso: ‘Púdrete’.
Llegó a la orilla del Lago, donde se hallaba aglomerado su grupo, sintió cómo el guía le dedicaba una mirada rápida mientras continuaba con su explicación.
―Y ahora nos encontramos frente al Lago Blaz, o si prefieren su nombre antiguo, el Lago del Roble. El más conocido de la nación de Blaz por albergar en su interior los edificios públicos de la capital, construidos durante La guerra de las luces y los segundos más antiguos del mundo, luego de Candor, dentro también se halla la única oficina de la PSE de Hibernum, además de las mansiones de algunos grupos de élite y siete hoteles, de los cuales el más importante es el del Grupo Frey, una de las más grandes cadenas de hoteles de Las estaciones. Como se habrán dado cuenta, la gran laguna sobre estos edificios le otorga al lugar una belleza paisajística casi mística, la cual se intensifica durante la noche, cuando todas las luces de allá abajo están encendidas. Los invito a pasarse por aquí durante esas horas, mientras tanto, preparémonos para descender… ―concluyó señalando los botes que se hallaban anclados a su costado, en el muelle.
Cam se volvió, ansiando encontrarse con Klaus detrás de ella. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando lo encontró recostado contra uno de los árboles de la plazuela atendiendo el teléfono.
Ella volvió a mirar los botes, calculando el tiempo que le tardaría llegar hasta allí y hacer que la acompañe antes de que todos comenzaran a partir. Tomó un impulso y comenzó correr hacia él, aumentando su marcha al verlo colgar y dar media vuelta en dirección contraria al Lago.
Miles de crecientes preguntas comenzaron a formularse en su cabeza, ¿a dónde iba? ¿Con quién hablaba, para tener un rostro tan serio? ¿Iba a dejarla sola?
― ¡Arana! ―gritó al alcanzarlo al fin.
Él se giró y la miró sorprendido.
― ¿Qué haces aquí aún? ―reprendió― ¡Te van a dejar atrás!
― ¿Qué crees que hago, idiota? ¡Vine por ti! ―respondió ella como si fuese lo más obvio del mundo.
Klaus la encaró con rapidez.
―Me han llamado de la PSE, dicen que no es necesario que me dirija a su oficina en el Lago Blaz, va a venir un grupo a buscarme aquí a la estación de bus.
Camila se quedó muda ante las nuevas, ―Oh ―fue lo único que pudo articular.
Se quedaron mirando hasta que Klaus rompió el silencio.
―Oye, ¿vas a vencerme, no es así? Ve con el grupo y sepárate cuando lleguen a la PSE. Entonces ¡deslúmbralos! ―la animó palmeándole la frente.
Ella asintió y subió su mirada hacia sus ojos, sorprendida de no hallar una pizca de burla en ellos, tan solo un apoyo fraternal muy sincero.
―E… entonces, adiós―susurró regalándole una ligera sonrisa, aún un poco aturdida.
Se volvió hacia el grupo y corrió al darse cuenta que solo quedaba un bote vacío. Aumentó su velocidad, recordando que Klaus no iría con ella. Al llegar estuvo a punto de saltar sobre él, pero una mano detuvo su marcha al cogerla firmemente por el brazo.
―Hey, hey, tranquila… el bote no se irá a ningún lado.
Camila giró el rostro instintivamente hacia el lugar del que provenía la voz, encontrándose con el rostro de un alarmado guía que trataba de detener su apresurado andar.
Ella pasó la mirada de su brazo al rostro del castaño una y otra vez, haciéndole entender que quería que la soltara. Él lo hizo sin más apuro y comenzó a explicarle que si saltaba sobre el bote, podría caer al agua y darse un delicioso baño con los peces que se reunían allí por el pan que les daban los turistas.
―Whiskey no dejaría de tratar de comerte en todo el camino ―advirtió él, señalando a su gato, quien dirigió sus azules orbes hacia otro lado con recelo.
―Oh… Mejor no lo provoco, entonces ―propuso la chica, con una mirada divertida clavada en el animal.
―No lo hagas, puede ser bastante insistente―advirtió el joven―. Anda, subamos al bote.
Camila asintió y colocó un pie dentro de la nave, sintió cómo ésta se balanceaba por acción de su peso, por lo que tuvo que sujetarse de los asientos para no caer. Ya cuando ambos estuvieron dentro, y sin ningún contratiempo, el chico accionó una palanca del panel de control y un vidrio comenzó a subir por el nivel de sus cabezas hasta encerrarlos completamente en la estrecha cabina.
Así todo parecía hacerse más pequeño, y el campo de visión de Cam se cubría de un color malva opaco, como si estuviera tratando de ver a través de un globo generosamente inflado. El guía bajó su dedo índice hacia un botón rojo y comenzó a hablar a través de él.
―A todo el público se le pide que no accione ninguno de los controles que encuentren delante de ustedes durante el viaje; y si alguien sintiese alguna clase de mareo o dolor, accionase el botón azul que se encuentra en la parte posterior de la cabina, de donde saldrá un tanque de oxígeno y si es necesario, un par de bolsas. Cabe recordar que…
Camila ya no prestaba atención al procedimiento de seguridad, pues se había vuelto en su asiento para observar el paisaje. Sin darse cuenta, ya estaba observando a su amigo a la distancia, a través del vidrio translúcido. Pudo observar cómo su silueta se acercaba a la de una mujer pequeña que le hacía oler algo. Vio a Klaus desplomarse en el suelo y fue cuando entró en un total estado de alerta y pánico.
Sin darle tiempo a su acompañante de reaccionar, accionó la palanca que anteriormente había usado para sellar la nave.
― ¡Oye, no hagas eso! Vas a hacer que…
La palanca no cedía, y el vidrio no se alzaba. Ya desesperada, Camila comenzó a golpearlo con insistencia.
― ¡No entiendes, la nave está programada para partir, además el vidrio es muy duro como para que puedas…!
Observó cómo un hombre vestido de gris se acercaba al cuerpo de su amigo y lo levantaba sobre sus hombros, mientras que otro vestido de negro le ofrecía unos billetes a la señora, quien aceptaba gustosamente.
“Bien”, pensó Cam. “Voy a hacerlo”.
Escuchó el cinturón de seguridad del guía soltarse, como si supiera lo que iba a hacer y por algún motivo intentara detenerla.
Puso su mano sobre el vidrio y éste irradió una tonalidad rojiza que se fue expandiendo como la ola de una explosión. Las manos del guía ya estaban cogiendo sus codos, tratando de apartarla, pero era demasiado tarde para salvar a su nave.
―Perdona, mi amigo está en problemas, espero que puedas entender… ―susurró ella antes de dar un pequeño empujón con su mano y hacer se abriera un hueco en la nave, con el vidrio estallando en miles de partículas pequeñas, cada uno de los vidrios dirigiéndose a sus manos como siendo atraídos por alguna fuerza magnética.
― ¡¿Cómo hiciste… ―estalló el guía― ¡Mi nave!
Cam saltó a tierra antes de que el chico pudiera decirle algo más. Decidió que los vidrios podrían servirle para defenderse, por lo que los conservó en sus manos formando un par de guantes de cristal.
Llegó a la plazuela con una velocidad digna de las carreras que hacía con Klaus, miró de un lado a otro incesantemente, pero no había ni rastro de su amigo. Todo ese ambiente no le daba buena espina. La plaza estaba demasiado silenciosa como para ser un domingo por la mañana, y ni los animales emitían ruidos.
De repente su campo de visión se volvió negro, y sintió que alguien la asfixiaba desde atrás. Ella trató de gritar, pero unas manos que le apretaban cada vez más fuerte la garganta se lo impidieron. En un intento de saber dónde se encontraban las piernas de su agresor, trató de retroceder. Al sentirlas, y antes de perder la conciencia, lanzó una ráfaga de cristales que se clavaron contra sus músculos. El hombre lanzó un grito de dolor y comenzó a maldecirla.
Cuando el agarre en su cuello cesó, Cam cayó al suelo, tratando de recobrar la respiración. Se quitó con brusquedad la bolsa de tela que tenía sobre su cabeza y observó el rostro del hombre con unos ojos que desprendían fuego.
Era el mismo que había visto dándole dinero a la anciana, razón suficiente como para odiarlo más y lanzarle una ráfaga extra de vidrios hacia su brazo, clavándolo contra el suelo.
―Escucha. Vas a responder a todas mis preguntas ―ordenó sosteniendo el cuello de su camisa con firmeza.
― ¡Yo no tuve nada que ver con esto! ―vociferó el hombre, repentinamente acobardado por la fuerza descomunal de la chica.
― ¿Dónde está Klaus?
V
(interrogatorio del hombre, más sobre la personalidad, historia y poderes de Cam, recuerdos de Klaus y Brianna, el mesero la ve por primera vez pero aparece como chico misterioso X dirigiéndose a trabajar a mitad del cap)
VI
Cam cerró la puerta detrás de ella vehementemente al llegar al pórtico del restaurante. Se deslizó con sumiso cuidado hasta atrás de la fila, mientras trataba de encontrar la calma entre turbulentos suspiros.
Había tenido que esquivar a varios turistas de Hibernum por el camino, quienes no dejaban de pararla por direcciones creyendo que se trataba de una local. Desprevenidos y sin norte, llenaban el bazar de su vitalidad extranjera, algo que los pueblerinos del oasis agradecían ver al atardecer... A excepción de ella, que los sorteaba sosteniendo aún el pedazo de tela que había rasgado de la camisa del raptor de su mejor amigo.
Klaus debía estar atribulándola con su sonrisa, como ellos, y a punto de tener la entrevista más importante de su vida. No estar a un paso de caer al abismo de la Oscuridad. Varios rumores se habían escuchado en el ambiente por años, sobre una mafia de secuestradores… pero ella nunca imaginó verlo con sus propios ojos.
― ¿Cómo dijiste que te llamabas, nuevamente? ―la voz del chico de la caja la sacó de su presente estado de angustia.
―Ca-camila Tassa… pe-pero póngale Camila, perdón, ha sido un largo día.
―Ya lo creo ―musitó él acabando la conversación y regalándole una media sonrisa compasiva.
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Fue a sentarse a una mesa con vista a un callejón poco transitado y una librería con luz acogedora. Sintió repentinas ganas de llorar por su pérdida, pero se encontró nuevamente con la mirada del hombre a quien le había destrozado la nave y agachó la mirada con vergüenza, a pesar de que ya le había firmado un cheque por los daños ocasionados. Procedió a comer desganadamente su grillado.
Su familia era de clase media alta, todo gracias al trabajo de su papá, quien había formado parte del equipo de la empresa de turismo más grande de Hibernum hace algunos años.
Quizás era ese el motivo por el cual jamás sintió que encajara entre sus compañeros de escuela, y al mismo tiempo sentirse tan repentinamente en casa ahora.
Cada vez que ella intentaba invitarlos a su casa a compartir o hacer trabajos, no podía evitar cierto recelo por parte de ellos, y además estaba acostumbrada a recibir el apoyo de su familia al cometer errores que supondrían grandes suplicios para sus pares. A excepción de Brianna, su mejor amiga, quien pertenecía a una familia de diplomáticos prestigiosos. Los últimos años de escuela, agotada, simplemente dejó de intentarlo. Aunque siempre sintió que eso no debería ser un impedimento.
El hombre de la nave le dio una rápida ojeada recelosa al encender un cigarrillo, antes de marcharse por el callejón. Ella iba aprendiendo poco a poco a no desperdiciar el tiempo de la gente, tratando de impactarlos en la menor medida de lo posible. Lento y sutil, pero bastante más lento… Cam ya había tenido este tipo de problemas antes, y era uno de sus mayores traumas.
―Señorita, ¿se lo retiro? ―se le acercó el mesero al ver su plato vacío.
―Es correcto ―ella le acercó con amabilidad los platos, su mano tembló―, por favor…
Sus ojos se pusieron como platos al ver como el vaso que sostenía se le resbaló de las manos en un momento de debilidad y acabó por destrozarse estrepitosamente contra el suelo. Sintió mucha culpa por el chico que podría cortarse con el reguero de vidrios al tener que limpiarlos, a pesar de que él le dirigió una mirada en blanco y la detuvo cuando ella quiso ayudarlo a recoger.
―Por favor, ¡déjeme compensarle con algo!
―Mierda… ―susurró él mientras le daba la espalda para, seguramente, buscar una escoba y recogedor.
Ella volvió a usar sus poderes magnéticos para recomponer el vaso, luego de asegurarse de que las miradas curiosas se hubieran retirado de ella… solo podía hacer uso de su magia de esa forma en cuerpos pequeños, pues demandaba una gran cantidad de energía.
Cuando el chico volvió a ella con ceño fruncido y escoba en mano, al verla con el vaso entero en su mano, no atinó a más que mirarla con la boca abierta.
― ¿Pero c-cómo hiciste eso? ―la interrogó inconformidad. Se vio atravesada por sus ojos mieles.
―P-prometo decírtelo luego de pagar por esto… ―le contestó con genuino arrepentimiento.
―Está bien ―susurró él mientras recogía la cuenta. Desde adelante le hizo señas para que lo acompañara. Ella no había parado de mirarlo, abstraída en su ensoñación, como hacía con cada chico bien parecido que le dedicara atención por más de treinta segundos.
Se dio una bofetada mental y lo siguió desde atrás. Era un chico moreno y alto, con varios piercings en las orejas y uno al lado de la nariz. Al menos eso fue lo que más le llamó la atención de él en un principio. Llegaron al fondo del callejón y el muchacho se volteó para observarla, impasible. Ahora que lo veía desde cerca, se dio cuenta de que él era realmente guapo… tenía una mirada profunda detrás de sus largas pestañas, levantaba una ceja desde arriba.
― ¿Y bueno…? ―exigió el moreno, con los fuertes brazos cruzados sobre su pecho.
―E-en verdad lo siento, e-espero que no vayas a tener problemas con tus jefes por lo ocurrido… o con lo-los clientes que me vieron usándola… ― la chica no se había dado de cuando había empezado a tartamudear―, porque n-no viste mal, digamos que…
El chico lanzó una carcajada al aire.
―Supongamos que no eres de por aquí ― le interrumpió el pelinegro―. Eso explica la magia.
―Digamos que vine a Hibernum para potenciar mi Shin ―musitó la chica, confiando ciegamente en el desconocido―. Sé que la magia no es muy común aquí, y no está muy bien vista… ¡p-por favor no lo cuentes a nadie!
Él ni se inmutó.
―Bien ―se arregló el delantal para regresar a su puesto.
― ¡E-espera! ―exigió la muchacha en un arrebato― ¿Cómo te llamas?
El aludido se dio la vuelta con serenidad.
―Alex ―y le regaló otra media sonrisa compasiva―, ¿y tú?
―Camila… un gusto.
Le dio una mirada perspicaz, ―Eres muy confiada, niñita ―susurró y dio por finalizado el encuentro.
Spoiler: weyyyyyyy si supieeeeeras qué más te llamará la atención de él XDD
Plot twist: el padre era el mafioso q se llevó a Klaus XD
Spoiler: se muda por un tiempo a Hibernum a encontrar a los captores de klauss (un mes) y COINCIDENCIA, su ventana da al balcón del mesero, quien además entrena sin camisa y está bien definido… y HOT. Aiuda. (specific much?) uyyy inspirado en quién XDDD. Help rlly. Help. Okno. la oscuridad y los centros eran una mafia y el padre de Cami, q estaba metido hasta el cuello, había contratado a Klaus para q proteja a su hija, haciéndola quedarse en Hibernum donde estaría mas segura que en primavera, según ella tratando de salvar a Klaus, quien de todos modos 100pre iria un paso delante de ella XDD
So: el padre era malo(¿, Klaus era neutral(¿, el mesero estaba de colado XD pero Klaus lo odiaba xq el tenía el la magia de la cancelación y no podía interferir para nada cn él. Jeje. La magia de Cami era una magia elemental de las partículas, mas q nada el vidrio. XDDDD
POV 2: pero la magia también se puede usar para unir, recuerdas? Como aquella vez q trabajaba de mesero… le recuerda el chico al oído, aferrándose a la vida… unu
Plot twist 2: en realidad Klaus había manipulado hasta a su padre para protegerla POR AMOR… nunk ingreso a PSE, also el padre de ella acepto su ayuda xq en vdd keria protegr a su hija.
Tons, al final Alex se presta para ayudarla en sus entrenamientos y con el es su primera vez tmb, xq el no puede resistir… quedan de ser amigos con derechos y se podría decir que gracias a él, ella encuentra su rumbo luego de haberlo perdido al sntirse sola en ese nuevo lugar y desolada… pero se abre y conoce a mas gente y nuevos lugars en esa nueva ciudad… claro q al final tiene q dejar ir su enamoramiento por Alex, con mas recuerdos felices q tristes, y GRACIAS X TANTO Y PERDON X TAN POCO. Entonces de eso va esta primera nove… serán 5 noves en total creo Xd. TODA ESTA PRIMERA NOVE OCURRE EN HIBERNUM, excepto sus recuerdos y familia q están en CANDOR.
EXT. ROMANTIC LAKESIDE - DAY
Also: A partir de 45 000 palabras ya se consideraría una novela, y éstas rondan aprox. Las 80-90 000 palabras. Q esta nove te de los 25 caps quuenie <3
PLOT TWIST3, esto ocurre en la segunda nove, donde ella regresa a Candor: (Cambiar) En Candor ella tmb llama la atención de Max, EL CHICO RICO Y PERFECTO, ella estaba enamorada de él cuando eran niñitos, su amor de infancia, pero se le pasa xq todas las chicas más lindas tmb estaban coladitas por él… como siempre pasa. Pasa el tiempo y ellos llegan a coger, por accidente. Pero Max tenía un pasado oscuro que osea nada q ver, él no era perfecto tampoco, quizás era malo… ella se llega a asustar por eso lo deja. Lo bueno es q ella siempre lo hace con precauciones, tenía como apoyo emocional a su mejor amiga. Quizás él se sentiría lastimado x eso y querría vengarse de ella(¿ XD
Pero en fin, en la segunda nove ella acaba dándose cuenta de q está mejor sola… y se va a “Saturno” a sanar, solo se queda con la relación ya nada tóxica (porq si, se puso turbulenta en el entremedio) con su amiga… hints de yuri? XD IWAL AMBAS TIENEN MUCHO Q TRABAJAR DE TODOS MODOS, asi q no se sabeeeee XD pero ambas se dan cuenta de eso al menos, y el final es feliz p, abierto pero feliz XDDD DOBLE SENTIDO OKNO.
Pero ya bueno entonces el tercer libro de la saga se trataría de “sanación espiritual” Y TAMBIÉN LA GUERRA CONTRA LA OSCURIDAD. (aquí va estrella y petirrojo) + nuevos personajeees:D
Y el cuarto y último libro se trata sobre El Viajero del vacío.
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royaltyhqs-blog · 7 years
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LARGA VIDA A SU ALTEZA REAL, PHY ROHAE.
Hace 15 años ocurrió una de las tragedias más grandes de Occeana: el Atentado Real, noche en la que murieron cientos de civiles e incluso miembros de la realeza. Phy Rohae fue una de esas víctimas, quien a los 8 años vio sufrir a la gente de Kaewon. No le quedó más opción que borrar toda su vida hasta ese momento y convertirse en Hwan Kyungsik. Ahora, con 23 años y después de haber vivido todos estos años en la seguridad de las sombras, donde usualmente era confundido por Min Yoongi, su asenso al trono real de Ikwon se ha manifestado inesperadamente y solo es cuestión de tiempo para que su verdadera identidad sea revelada al mundo. ¡Larga vida a Phy Rohae!
¡Bienvenido/a a Royaltyhqs, puta, digo Lala! Tu audición ha sido revisada y aceptada, así que desde este momento tienes 24 hrs. para enviar la cuenta de tu personaje. La ficha de tu personaje será publicada en un plazo de 48 hrs. después de ser enviada la cuenta ¡Gracias por audicionar!
INFORMACIÓN OOC.
Nombre o apodo: Lala.
Pronombre: ella/suya/puta.
Edad: 21 años.
País: México.
Nivel de actividad: 7/10.
Triggers o temas que te incomoden: incesto, homofobia, transfobia, racismo, abuso sexual explicito.
Comentarios, dudas, sugerencias: *canción de doofenshmirtz malvados y asociados*
Si un tren tiene que llegar a la estación a las 8AM, pero llega a las 10AM. ¿De qué color llega el tren?: bitch is too early leave me alonE.
INFORMACIÓN OC.
REALEZA.
Nombre real: Phy Rohae.
Nombre falso: Hwan Kyungsik.
Reino: Ikwon.
Edad: 23 años.
Fecha de nacimiento: 15/06/1994.
Edad en el atentado: 8 años.
Face Claim: Min Yoongi.
¿Recuerda algo sobre el Atentado Real?
No recuerda demasiado, lo que fuera que el príncipe vivió en aquella noche, fue reprimido por una suerte de primera. Estando aturdido cuando la primera bomba fue detonada, el menor entonces fue tomado por los guardias para ser dirigido a un lugar seguro, más al minuto después cuando la segunda explosión se dio, el impacto logró llegarle a él y el hombre que dio su vida y utilizó su cuerpo como escudo para proteger al moreno. Si no fuese por el mismo hombre, Rohae hubiera sido un nombre figurado en aquella lista de monarcas caídos. No salió completamente librado sin embargo, pues al explotar un cristal cercano a él, su rostro terminó con una cicatriz que cruzaba desde la mitad de su frente a su mejilla izquierda, el impacto incluso le afectó en su ojo, pues el príncipe terminó con problemas en la vista después de aquello.
Ahora, no es un hombre de pesadillas, ni de pequeño solía tener aquellas malas noches, pero claro que las mismas le invaden en ocasiones, siempre siendo el mismo y repetitivo mal sueño, lucido se ve a si mismo atrapado por aquel cuerpo casi mutilado sobre él y ese ácido y corrosivo ardor en su rostro, seguido del zumbar de sus oídos. Muchas de las ocasiones donde despierta con sudor frío y su cuerpo temblando, es debido a esta misma pesadilla. La cual, solo pasa a ser reprimida con la excusa de: “es solo un maldito sueño.”
¿Cómo ha sido su relación familiar (falsa)? ¿Qué piensa de su familia (falsa) ahora?
El enterarse de que aquellas personas no estaban siquiera relacionadas a él no fue una sorpresa, no hubo trauma al respecto, pues ni siquiera se inmutó al enterarse de aquello. Hundiéndose de hombros acepto aquella noticia sin problema alguno, pues aun creciendo y pasando por aquellos años de adolescencia, Rohae nunca se sintió apegado a aquellas personas. No al hombre tan frígido y difícil de tratar al que debía llamar padre, o a esa mojigata mujer que tanto le llegaba a los nervios con tan solo dirigirle la mirada. Ambas figuras nunca fueron importantes para él, incluso en algún momento llegó a pensar que había algo mal en él, ¿cómo era posible que aquellas personas quienes se decían haberle dado la vida, le importaran tan poco?
No había amor ahí, no había interés o empatía el uno por el otro. Nunca hubo un momento digno de recordar o siquiera agradecer a esos sujetos el haberle “cuidado” todo aquel tiempo.
Al momento de su despedida, el moreno ni siquiera se permitió el dirigirles una mirada más, simplemente pasó de largo de ambos guardias repitiendo un “lo sabía.”, además, estaba agradecido de no tener nada que ver con aquellas personas de tan diferente personalidad, modo de vida y mentalidad a la suya.
¿Cuáles eran sus aspiraciones antes de ser revelada su verdadera identidad?
Salir de aquella casa a como diera lugar, ante cualquier merito y tomando la primera oportunidad que se le cruzara. Llegó un punto en donde el moreno decidió pasar las noches y gran parte del día en un remolque en el patio de la casa. Prefería mil veces encerrarse en aquel lugar a tener que soportar esos molestos rostros e irritante compañía de quienes supuestamente eran sus padres.
En aquel lugar se servía por sus propias reglas, podía llegar a la hora que quisiera y claro, se permitía el negar acceso al lugar a menos que fuera por aquella mujer para limpiar su desastre, por que incluso, quizás lo llevaba ya en su sangre, pero Rohae era un caprichoso de primera, que detestaba tener que sudar la gota para limpiar aquel lugar y que prefería mil veces tener a alguien más hacer sus deberes por él.
¿Cómo era su vida antes de ser un príncipe o princesa?
Podría ser simplemente una fase, o el típico caso del adolescente rebelde, pero Rohae se forjó una personalidad liberal, sublevado a las autoridades y cínico a sus mayores. Insurrecto en sus ponzoñosas palabras e insensatas decisiones cuales le dio su reputación en aquella escuela de gobierno a la que asistía, una no de muy buena procedencia. Nadie quería meterse con aquellos chicos que todas las tardes se iban a fumar en la parte trasera de la institución y sería mejor ni siquiera cruzar miradas con esos adolescentes de mala muerte, mucho menos el que parecía ser el lider, Rohae tenía a la merced a las personas con solo darles ese frívolo vistazo y lo mismo le encantaba, más al final, para él era algo ridículo.
Esa reputación se formó sola, el no provoco nada, fue solo un aspecto colateral que se desató cuando por primera vez le vieron bajando por aquella calle en su patineta con un cigarrillo en la boca.
Esa popularidad de le otorgó cuando robó su primer automóvil para llevar a sus amigos a cierta fiesta afuera de la ciudad. El respeto se le regaló cuando robó por primera vez ese paquete de cerveza de un almacén del centro y cuando le encerraron por una noche en la comisaría al encontrarle pintando las paredes de la biblioteca del lugar.
Esa magnética necesidad de llegar a conocerle cuando tomó por primera vez esa guitarra eléctrica y formó una banda clandestina con sus amigos, o cuando dio su primera tocada en ese antro de mala reputación, donde terminó ebrio y envuelto en una pelea.
Su apodo le gustaba, suciedad de la sociedad.
¿Qué piensa sobre su nueva vida como miembro de la realeza?
Quizás en el fondo esta algo emocionado al respecto, pues ahora fácilmente se le dará todo lo que pida cuando lo pida y necesite. Tendrá a personas bajo su mando y toda petición por muy ridícula que sea será cumplida a su antojo.
Si, quizás venga con sus desventajas, pues usar una corona, no es su estilo para nada, esos zapatos de charol tan bien lustrados se ven más incómodos que sus amigas las botas de cuero y ese traje tan elegante le provoca arrugar la nariz, pensando en como preferiría quedarse con los pantalones rasgados y la chamarra negra deslavada, pero, ya se le ocurrirá como desquitarse después.
Aunque claro, al final, la realidad le golpeó de manera dulce y con enorme razón, pues lo que antes era un simple sueño que le atormentaba por algunas noches, se había convertido en algo real, algo que de verdad había pasado, sí, preferiría la comodidad de su remolque en el patio de su casa a estar en un palacio que podría volar en pedazos de nueva cuenta en cualquier segundo.
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