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Anhel With An H
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«¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido será el fuego voraz que me consuma! La perla brota del molusco herido y Venus nace de la amarga espuma.» — A Gloria, Salvador Díaz Mirón.
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anhelwithanh · 10 months ago
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capítulo tres: de tinta y papel a carne y hueso
Cada día era todo un desafío. No había querido acercarme a la habitación de la otra Zina, pero cada vez que pasaba enfrente me cosquilleaba la nuca. Ese día cuando pasé, vi que la puerta estaba abierta y la curiosidad me empujó a asomarme.
Como bien la curiosidad mató al gato, me encontré a la madre de la otra Zina llorando a la orilla de la cama. Para la incomodidad de mi cobardía, cruzamos miradas antes de poder esconderme e huir.
—Por favor, déjame verte—rogó, haciendo que pegara los pies al suelo sin corazón para ignorarla..
—No creo que sea la mejor idea.
Agatha ignoró mi protesta, levantándose de la cama para quedar de frente a mi. En esta etapa de mi vida, mi arrogancia evitaba que me intimidara tan fácilmente. Pero no fui intimidada por temor a Agatha, ni por su autoridad; me intimidó el dolor de sus ojos al recorrer mi rostro con detalle, y me desarmó por completo cómo bajaba la mirada para ver el resto de mi cuerpo.
Mi pecho se estrujó, no tenía la frialdad para ignorar cómo intentaba recuperar un atisbo de su hija en mí. La decepción de reconocerme como una extraña en la piel de su hija, sin encontrar nada de ella en mi.
—Nunca imaginé que vería el doppelgänger de mi hija—no dijo nada más, pero estaba claro lo que dejó entre líneas. La desgarraba verme a mi en su lugar.
—Nunca imaginé ser uno—murmuré, tratando de disculparme.
Quedó un extraño silencio entre nosotras. Carecía de incomodidad, pero no había ningún alivio en su ausencia. Era un silencio de un sombrío respeto por el duelo de la otra. La pesadumbre de tenernos frente a frente, cómplices en el resentimiento por el destino que se nos había impuesto.
Yo no era madre, nunca había perdido a nadie. Así que nunca entendí el lamento de perder el mundo entero al perder un hijo... No hasta ese momento.
—Irán al callejón Diagon hoy, ¿verdad?—sus ojos seguían examinándome centímetro a centímetro, por lo que vio mi asentimiento por más quedo que fuese. Ella me imitó, con un asentimiento más decisivo—Deberías llevar su bolso. Yo te lo traigo.
—No es necesario, de verdad...—mi protesta fue ignorada de nuevo. Me obligué a seguirla, arrastrada por la compasión.
A mis ojos, la habitación resultó un ensueño. El tapiz de las paredes eran de verde olivo, con flores de tallos largos y pétalos beige, amarillos y naranjas; tan sólo con ese color ya otorgaba calidez en la atmósfera.
Los muebles eran de madera oscura, incluidas las repisas, a excepción de un estante de latón en dos esquinas, subiendo poco más de un metro cual escalera de caracol. Las únicas macetas que habían eran bastante llamativas, dos flanqueando la ventana frente a la cama con tallos extendiéndose como lianas cubiertas de hojas extensas, y las demás cubriendo la repisa sobre la cabecera de la cama.
A decir verdad, las paredes estaban plagadas de repisas y sobre ellas tomos y tomos de libros, con estatuillas y velas mimetizándose con ellos. Notar los colgantes de cuerpos celestes cayendo de las repisas me arrebató una sonrisa, por cómo el sol se reflejaba en luces iridiscentes sobre ellos. Y había más colgantes, de hilos coloridos y tubos musicales con campanas, cantando suavemente con la brisa que los acunaba desde la ventana entreabierta.
Pero lo más impactante de todo fueron las runas y los sigilos. Las encontraba por donde viese, serigrafiadas en los muebles, bordadas en las orillas del cobertor, e incluso pintadas alrededor de la cama. Hasta los colgantes de hilos hacían nudos célticos, y pude reconocer
—Zina tenía una fascinación por las runas gracias a su padre, quería depender lo menos posible de su varita...—su voz se apagó, y su rostro se ensombreció de nuevo.
No sabía como consolarla. Sentía que se lo debía, pero también temía lastimarla.
—Creo que su pasión por las runas traspasaron dimensiones—murmuré, concentrando la mirada en acariciar la tela de algodón, explicando el color de hueso. Admiré las runas bordadas en las orillas con hilo dorado, y tras volver la vista a Agatha mientras me colgaba las tiras de cuero al hombro, vi que estaba por romper en llanto—No, no, no quise decir...
—No dijiste nada malo—me interrumpió. Podía verla batallar con el nudo en su garganta, y admiré en silencio cómo se sobrepuso a pesar de agachar la mirada al bolso—No dijiste nada malo—murmuró más quedo, pellizcando el final del bolso con añoranza.
Esta vez, al sentir que la conversación no tiraba a más, resentí el silencio.
—Será mejor que me prepare. Se viene una tarde pesada—me excusé, fallando en ser descortés al irme sin esperar su respuesta.
Mis sospechas se confirmaron tan pronto llegamos al callejón Diagon. Incluso cuando los sombreros parecían ridículos y las túnicas sobraban, la magia tomando vida propia por donde viera... robaría el aliento a cualquiera.
—¿Ustedes no tienen su propio callejón?—preguntó Ignatius, empujándome con suavidad para sacarme del estupor y seguirle el paso.
—Tenemos plazas de mercado y tiendas esotéricas, pero nada se le compara—reí todavía deslumbrada por todo lo que alcanzaba mis ojos.
Incluso entre la muchedumbre, podía admirarse la energía derrochante en cómo la magia danzaba por todos lados. En los niños volando bajo en escobas de su tamaño, elfos domésticos corriendo tras sus amos y chispas coloridas saltando aquí y allá.
—En comparación con ustedes, lo más extravagante que tenemos sería levitar y manipular un poco los elementos. Ah, y comunicarnos con espíritus.
Era palpable como Ignatius se contenía para no preguntar nada más. Pero entendíamos el peligro de alterar su mundo si llegaban a saber más del mío.
—Oh, ¿qué tal empezar por ahí?—señalé la tienda con el dedo de inmediato, pero al ver a Ignatius conteniendo la sonrisa me invadió la vergüenza; no me había dado cuenta de la emoción que se me había escapado—Nunca he tenido una varita como tal—me excusé con una sonrisa que no logró ocultar mi bochorno.
Si bien la madre de la otra Zina conservaba su varita, nunca se cuestionó si debía dármela. Después de todo, en este mundo la varita de un mago era como una extensión de si mismo, así que... realmente era la única parte que le quedaba de su hija.
—Diremos que se ha roto tu varita, no debería haber mucho problema—accedió Ignatius, actuando tan casual frente al subtexto que lo agradecí internamente.
Me di cuenta que mis expectativas llegaron demasiado altas. Realmente quería todo un espectáculo, pero las varitas que fui probando tan sólo vibraban con disgusto, soltaban chispas indignadas o directamente se calentaban como si intentaran quemarme.
Pero cuando Ollivander me dio la varita de álamo templado, me enmudeció cómo el plateado tan vibrante de la madera parecía brillar por su cuenta. La longitud se sentía perfecta, y al agitarla me sorprendió su ligereza; tan sólo bastó el primer roce para sentir la calidez recorriéndome por completo, una conexión inmediata que la varita demostró al soltar chispas azules que se extendieron con una brisa propia alrededor de mi, alborotando mi cabello y soltando un aroma tenue a jazmín.
Sin duda era la varita perfecta.
—¿Puedo adelantarme a la tienda de animales?—pregunté a Ignatius apenas se cerró la puerta tras nuestra salida.
—En realidad ya tienes una lechuza. Pero si quieres ver a los animales, está bien.
Asentí, recordando que se incluía en lo que sí tenía que llevarme de la otra Zina. Tenía que aprovechar esta tarde al máximo para averiguarlo todo sobre su vida. Mi vida bien podría depender de ello.
Al entrar a la tienda me sentí fuera de lugar por lo estrecho de sus pasillos. Las jaulas se apilaban peligrosamente por todos lados, con multitud de animales que no reconocía, o resultaban más fantásticos que en los libros.
Era incluso claustrofóbico lo apretado que se sentía cada espacio, pero fue el ajetreo que escuché al fondo lo que me convenció.
No, no estaba en mis planes ser acorralada entre jaulas de animales que no sabía si podían matarme o no.
—¡Eh! Con cuidado—exclamó el muchacho con el que casi me di de bruces por darme la vuelta sin avisar. Tuve que pararme en seco, a centímetros de estrellarme contra sus lentes.
Casi salté hacia atrás para recuperar espacio.
—¿De qué estás huyendo, pajarito? Ten piedad de Lupin, no ha empezado el año y ya le quieren dar trabajo—se burló el chico, riéndose con el resto de su grupo. O al menos dos de ellos.
No se me ocurrió decir nada, había sido enmudecida por la incredulidad y podía verse en lo mucho que se abrieron mis ojos.
—Creo que la deslumbraste demasiado pronto, Prongs—se burló esta vez el pelinegro a su alto, con una arrogancia natural en su media sonrisa.
Entonces sí eran. Ahí estaban los... cuatro. Los cuatro. Eran ellos.
—¡Se va a caer!—exclamó el tercero, el más delgado de los cuatro y de palidez casi enfermiza, aunque más sutil que la de Lupin.
Alcanzó a adelantarse a Prongs para sujetarme del brazo, ahorrándome la vergüenza de haber tropezado por intentar alejarme más.
—¿Estás bien?—preguntó por encima de las carcajadas, a lo que asentí con una sonrisa tímida de agradecimiento.
Cada vez me sentía más fuera de lugar. No sólo por estar siendo el chiste de los otro dos, sino por la timidez repentina que me seguía persiguiendo.
—Estoy bien, me desorientó un poco estar a punto de estrellarme—me excusé, y me avergonzó más ver cómo el alivio relajó a Wormtail.
Remus fue quien se acercó a nosotros para apartarme de la entrada con sutileza; sé que intentaba ser amable alejándome de sus amigos, sobretodo por su sonrisa de disculpa. Pero no me función, no cuando sabía que sus disculpas eran para excusarlos.
—No hace falta, ya me iba de todos modos.
—Sólo quiero asegurarme de que tu equilibrio no te la juegue de nuevo—se explicó. Podía ver que era genuino, pero toda la situación me estaba superando y no tardaba en morder de vuelta por las burlas de sus amigos.
—¿Al fin una chica que te gusta, Moony? A como la deslumbró Prongs, la barra quedó más alta—se rio Sirius, con James codeándolo para que se callara pero divirtiéndose con él.
—No empieces, Padfoot, casi nunca se atreve y vas a molestarlo—le recriminó, mirándome como si me estuviera haciéndome el favor, todavía cuando no dejaba de burlarse de mi.
Hice una mueca de hastío al rechazarle la "disculpa" con los ojos en blanco, sin soportar mirar a ninguno de ellos. No pensaba malgastar más energía, ya sabía que todo caería en oídos sordos.
Cuánto estaba maldiciendo a Theo en mi cabeza, por meterme sus fanfics hasta el culo y obsesionarse tanto que me mandó directo con ellos. Idiota. Idiota. Idiota. Todo por no callarse con sus referencias de idiota.
—Mejor ve con ellos. No vaya a seguir deslumbrándome el encanto de tus amigos—sonreí con la mejor de mis falsedades a Remus. Podía intentar ayudar, pero seguía sin detener al dúo de payasos.
—Lo siento mucho, ellos... ellos son así.
—¿Chicos siendo chicos?—pregunté con una voz hiper animada junto a mi sonrisa aun fingida—Anda, mejor ayúdales para que no maten a alguien de risa.
En vez de reaccionar a lo que dije, alzó la cabeza por encima de mi al ver algo que le empalideció. Claro que la curiosidad me pudo más que el orgullo, por eso tuve que voltearme para ver.
—No, creo que Lily ya se me adelantó—advirtió justo cuando la pelirroja se sumó al espectáculo.
Yo sólo quería ver escarbatos.
—¿Qué? ¿Encontraron otra víctima para su comedia barata?—saludó, si es que se podía llamar así, cruzando los brazos con la ceja arqueada con disgusto.
La autoridad que llevaba parecía de una maestra dándoles una lectura a los payasos de la clase. Y no se alejaba tanto de la realidad.
Aunque Peter estaba un poco más apartado de ellos, los ojos de Lily lo abarcaron con James y Sirius.
Y vaya ojos. De verdad eran como dos esmeraldas incrustadas en cada cuenca. Si hubiera tardado un segundo más en salir el dueño de la tienda, Lily me habría tachado de trastornada.
—¡Para sus reuniones afuera! ¡Si no son clientes, dejen espacio a los que si quieren serlo!—reclamó.
Para mi fue la señal de largarme antes que se sumara más gente. Yo me podía ahorrar el chisme, ya me había tocado mi pedazo de pastel, ¿no?
Jódete cada que respires, Theo.
Claro que el destino seguía aferrado a escupirme más en la cara, porque justo en la única vía de escape que me quedaba, se aparecieron más chicas que a leguas se veían como amigas de Lily.
No, el destino no me daría tregua ese día.
A este punto, para mi el destino ya tenía nombre y apellido. Theo D'Mierda
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anhelwithanh · 11 months ago
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Capítulo dos: Los Otros
Nada volvió a tener sentido después de despertar. Una vez recuperé la consciencia, me encontré en una habitación que lucía como las destinadas para invitados en mi casa. Pero no la sentía como tal. Sus muebles y sus paredes encajaban con el estilo de la casa, pero no las reconocía del todo; era como si hubieran añadido una habitación que nunca vi antes.
Había intentado huir, obviamente, pero cuando trepé la ventana no pude saltar cuando vi que estaba en el tercer piso. Tuve un vértigo tal, que tuve que aceptar la ayuda de Fabian para volver a entrar a la habitación.
—Yo no soy quien dices. Así no es como la gente resucita—insistí, conteniendo el nudo de desesperación apretando mi garganta. Después de salir al resto de la casa, comprobé que toda la estructura era la misma, pero cómo se acomodaba todo era distinto. La sala tenía otros sofás, más viejos y de terciopelo oscuro, y la chimenea era más amplia en su interior, igual que en su altura. En ese momento el fuego estaba encendido, pero yo seguía temblando.
—No sé cómo es allá de donde vienes, pero aquí no es algo que suceda seguido. Si no eres nuestra Zina, ¿cómo explicas tener su mismo nombre y su mismo aspecto?—contraatacó la mujer que me había llamado hermana, con lágrimas en los ojos enloquecidos, ignorando la mano del pelirrojo, Fabian, que intentaba contenerla. A pesar de ver cómo se desbordaba, mi frustración y pánico me impedían sentir empatía por ella.
—¡No sé! Tal vez si matas un doble de mi madre y haces el mismo ritual, puedas preguntarle por qué me parió con esta cara y me puso mi nombre, ¿te parece si lo intentamos?—espeté, dejando la taza de lado para comenzar a levantarme. Había extendido un brazo a un lado, como si le señalara el camino hacia los baños donde aparecí, pero Fabian nos interrumpió antes. 
—No queremos alterarte, Zina...
—¡Pues qué pésimo trabajo! ¡Y no me llames así! No tienes el derecho—exclamé, retrocediendo a manera de rechazo. Ahora yo me sentía con las lágrimas en ojos histéricos.
Fue difícil poder calmarme, sintiendo las miradas de todos aun en duelo por la pérdida de alguien que yo no era. Tíos que no eran tíos, primos que no eran primos y, si no fue suficiente con la hermana que se rompía cada que me hablaba, también estaba mi no-madre. 
Tuve que escuchar lo que más sospechaba y menos quería saber: el hechizo que me trajo aquí fue posible por el cometa, y regresar a mi hogar tomaría mucho más que sólo una noche. Ni siquiera podían asegurar que lo harían antes de que el cometa se fuera, lo que causó un pánico que sólo emperó cuando intentaron calmarme.
—... que es necesario hacerle saber si tiene todo que ver con ella—fue lo que se dejó escuchar en la cocina, donde me atreví a bajar a cenar al día siguiente, justo mientras Ignatius llegaba encolerizado con su hermano Felix siguiéndolo y reclamándole. 
En las comidas anteriores me mantuve encerrada en la habitación que me dieron, pero no soportaba quedarme encerrada y, tras permitirme conversar con los gemelos Fabian y Gideon, pude comenzar a relajarme hasta lograr reír con sus bromas. Además, distraerme con otras personas me ayudaba a escapar de mis propios pensamientos, aun asustada por enfrentar la realidad de dónde me encontraba.
—No ha pasado ni una semana, apenas un día, ¿te parece prudente...?—replicó Ignatius, comenzando a mirarme de reojo con nerviosismo, claramente no esperando encontrarme ahí.
—Oh, entonces por favor dime cuándo lo será, ¿Hasta que nos llegue la carta para el siguiente curso? ¿O donde nos cuestionen la asistencia de quien técnicamente ya no está con nosotros, pero sí que tiene una exacta réplica en su lugar?
Tras haber establecido lo último, su brazo se extendió inequívocamente hacia mi, y al recibir su mirada me encogí más en mi lugar. Empequeñecida como un roedor atrapado in fraganti, sólo me quedó soportar su mirada inquisitiva, ardiendo por hablarme en el silencio que usó para buscar las palabras. ¿Podían ser cartas de lo que sospechaba...?
—Zina- Zinaida, cielo, sé que te está costando adaptarte, pero hay...—un resoplido sarcástico lo interrumpió, desde donde Ignatius negaba con la cabeza en una sonrisa más molesta que otra cosa—Lo cierto es... Que, si bien dices no ser nuestra Zina- Zinaida. Mientras estás aquí se complica la justificación de hacer sus... papeles de defunción, explicar quién eres y de dónde...
—Padre, entiendo la urgencia—lo interrumpió Gideon entonces, con la línea de una sonrisa incómoda que apenas se curvaba, pero bastó para cortar su balbuceo cuando alzó la mano quedamente—No es la mejor manera de abordarlo, tal vez si esperamos...
Entonces dejé caer la cuchara en mi plato, decidiendo que ya era mi turno para terminar de reconocer al elefante en la habitación.
—No, está bien. No me queda hambre con esta intriga. ¿Qué cartas?—pregunté de inmediato, mirando hacia el señor padre de los gemelos.
—Zina todavía llevaba su sexto curso, o era al que iba a asistir...—la voz de Félix empezó a apagarse, agachando la cabeza cuando no pudo continuar. 
Miré hacia los demás, en búsqueda de entender por qué, pero todos habían decidido mirar al suelo o a su taza. Todos con el mismo gesto apesadumbrado, como cada vez que hablaban demasiado tiempo de mi otra yo. Traté de sacudirme el escalofrío.
—Necesito saberlo. ¿Qué pasó con ella?¿Cómo murió?
El silencio perduró, y aunque Fabian trató de devolverme la mirada, balbuceó con voz muda hasta que una última Prewett entró a resolver mis dudas.
—Una sobredosis con la poción para dormir. Mi hija tenía problemas—anunció Agatha, haciendo que volteara mi cuello hasta la puerta del otro lado de la cocina—Nunca tenía suficiente energía, o ánimo, pero siempre batallaba para dormir. Por eso su dosis subía, y por eso creo que... Su hermana insiste en que fue un accidente, y yo no tuve el corazón para contradecirla... Ni para eso, ni para que intentara recuperarla con mi Aldith.
Finalmente mi cabeza terminó de agacharse con el resto de los Prewett. Nunca había tratado con esa chica, pero sabiendo que servía como una clase de dualidad mía en esta dimensión... surrealista, me hacía estremecer como si hubiera sido algo que me pudo suceder, pero escapé por poco.
—Entonces ella... ¿Fue el mismo día...?—Agatha asintió antes de que terminara de preguntar, lo que imité a manera de haber comprendido. Mis ojos se desviaron al plato de avena casi vacío frente a mí, acumulando el valor para mi siguiente pregunta—Necesitan que siga siendo ella, ¿verdad?
Tal y como lo esperé, nadie respondió, o al menos no inmediatamente. Ignatius fue quien se adelantó a los demás.
—Necesitamos saber qué hacer. Y la razón de que Zina... hiciera lo que hizo, accidente o no, es más compleja considerando sus circunstancias antes de que sucediera—se relamió los labios, tratando de reacomodar sus palabras al ver mi ceño fruncido—. Estaba siendo acosada, en la escuela, por muchachos cuyos padres se involucran... con magia tenebrosa.
Cerré los ojos, comenzando a presentir hacia dónde se estaba dirigiendo la conversación. No quería escuchar las palabras, pero entre más avanzaba todo esto, más cerca estaba del pánico anudándose en mi pecho.
—Ahora que Aldith se graduó, suponemos... Que la idea de entrar sola a este siguiente año fue demasiada—continuó Gideon, cruzado de brazos con el rostro más serio que antes—, pero había algo especial que tenían estos chicos contra ella. Nunca dijo apellidos...
—Los conseguiré—declaré, dejándome llevar por la repentina determinación que me hizo cerrar el puño sobre la mesa—No tienen que pelear sobre si lo piden o no, iré por ella.
—No necesitamos héroes, Zinaida. En donde vives puede que sea diferente, pero ahora mismo estamos entrando a tiempos más... difíciles—explicó Ignatius, tan precavido como podía, pero Felix se veía ansioso por callarlo.
—Tengo una idea general de lo que dices, pero no tienes que advertirme. Técnicamente si tengo su cara, nombre y familia, en este mundo yo soy Zina; no es algo a lo que pueda escapar aun si lo quisiese—esta vez yo me relamí los labios, abarcando a todos los presentes con una nueva mirada llena de resolución; todos de cabello rojo y pecas tanto en rostros jóvenes como los mayores—¿Cómo se llama esa... Escuela?
Ya sabía el nombre, y su eco llegó a mis oídos antes de que las palabras fueran dichas. Pero, de todos modos, el estremecimiento se hizo presente cuando las primeras sílabas volaron de la boca de Agatha.
—Hogwarts, una escuela de magia.
—Y hechicería, sí. Supuse—completé, clavando las uñas en la mesa para contener el mareo. Otra vez la falta de oxígeno—Voy a dormir ahora.
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anhelwithanh · 11 months ago
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Capítulo uno: El Cometa
¿Qué puede ser más extraordinario que un cometa visto cada cien generaciones? Un cometa que, para las brujas, marca el reinicio de cada cien generaciones en sus aquelarres y resguarda sus más sagrados conocimientos hasta su próxima aparición. El máximo grimorio que une las vidas de todos los aquelarres en uno solo, alimentando su poder por cada vez que lo invocan.
En un evento como aquel sólo podía esperarse lo inimaginable. Lo impensable. Lo imposible. Ardiendo por un canal que, la mayoría de las veces, terminaba siendo una persona cruzando el punto y el momento exactos para desatar el caos. 
En esta historia me tocó ser esa persona. Empezaba esa noche con todo tipo de intenciones, y ninguna relacionada con acabar en un universo ficticio y tan apartado de casa. Todo por escoger el patio de juegos menos indicado para jugar con el destino.
¿Qué puedes esperar de un grupo de adolescentes libres de supervisión, de libre acceso a licores, cervezas, y con jugos para mezclar bebidas horrendamente alcohólicas? Nada más que límites hechos cuerdas de saltar y reglas de adorno. 
Lo primero que hicimos, por supuesto, fue meternos a las zonas prohibidas, y hacernos con todo lo que nos prohibieron usar o tocar. 
— Hasta donde yo sé, el punto de esconder algo es que nadie lo encuentre. No sé, usar libros en una biblioteca de libre acceso no me parece de lo más ideal para llaves secretas —reflexionó Theo en voz alta, teatralizando su monólogo a mis espaldas.
— Sí, pero su TOC las condena a esconder libros donde van los libros: la biblioteca  —razoné sin reaccionar a sus pullas, demasiado concentrada para darle cuerda. Cosa que notó, por cómo escuché que dejaba caer los brazos en frustración.
— ¿Eso qué? No tiene sentido que diga "no usen esa llave", diga dónde guarda la llave, y esté justo donde dice que está la llave ¡que no quiere que usen! —insistió, estirando los brazos para que me indignara con él. Con eso logró que finalmente volteara, yendo directo al grano como quería.
— Porque cuando son cosas que de verdad no quieren que encontremos, ni siquiera sabemos que existen; todo lo demás lo esconden a simple vista. No pasa de un jalón de orejas y "que no se repita", así que ¿vas a seguir pensando como si no supieras quiénes nos criaron, o mejor me ayudas a encontrar la llave para tu jacuzzi mágico del amor? —una vez terminé la eterna pregunta, recuperé el aliento dramáticamente y le dediqué una sonrisa de lo más falsa y harta del tema. 
Mi primo tan sólo rodó los ojos al techo, quejándose con la boca abierta y doblando las rodillas como si quisiera tirarse al suelo en plena rabieta. Pero, tan pronto le di la espalda de nuevo, pude adivinar su sonrisa burlona
— Soy totalmente consciente de cómo funciona nuestro bello matriarcado, muchas gracias —aseguró mientras paseaba los dedos por los lomos de los libros que tenía enfrente— En especial si mi vida depende de ello. O peor, —jaló del último, lo abrió, y reveló la llave que buscábamos. Intercambiamos una mirada cómplice, de reojo— si la pongo hoy o no—declaró en un tono fúnebre, aprovechando el drama del momento.
— A ti, pero a veinticinco uñas —corregí, alzando las cejas para mostrar mi escepticismo a que él pudiese ser el activo— Y yo me salgo como empiecen, eh, no quiero ver cómo te abren... —Theo no me dio tiempo a terminar, golpeándome el costado del hombro con el libro cerrado.
—¡No seas cerda! 
—¡Pues tú que me obligas a ir contigo!
—¡Pero no a que te quedes! —se carcajeó todavía con la expresión asqueada, siguiéndome para salir de la biblioteca.
Trotamos por pasillos y bajamos escaleras entre risas, dejándonos guiar por la energía vibrando de la llave todavía encerrada en el libro. Se veía hecha de una piedra demasiado lisa para ser ordinaria, y juraría que tenía un brillo propio, tan tenue que bien podría ser una ilusión óptica.
— No hagas como que no sabrás cuándo irte. Si traes una fantasía incestuosa por ahí, no se te cumplirá conmigo—declaró una vez llegamos con la puerta que nos detuvo al mismo tiempo. Solté la carcajada, tirando atrás la cabeza mientras sacaba la llave para poder abrir. 
— No te halagues, si tuviera de esas no empezaría contigo —me burlé, empujando la puerta después de escucharla destrabarse. Primero revisaríamos la habitación, para saber qué tantas cosas llevar con nosotros y si tendríamos espacio para meternos todos juntos. Eso, y disfrutar que por fin tendríamos un baño termal para usar a escondidas. 
Nuestra familia solía practicar rituales para invocar espíritus y ancestros en cuerpos de agua, por lo que escondían bastantes baños dentro de la casa familiar que consideraban sagrados, pero, fuera de los rituales, el agua que usaban era tan común y corriente como el de la regadera. Ni siquiera verían la diferencia después de que usáramos éste. 
Brincamos de la emoción apenas vimos el balneario al centro de la sala. Después de abrazarnos, corrimos hacia lo que parecía imitar un jacuzzi tallado bajo el nivel del suelo, combinando trabajos de mármol y piedra.
— Si cabemos todos aquí, ¿No? Apretaditos pero... —comenzó a decir, sonriéndome con la misma perversión que yo le devolvía.
— Pero igual esa es la idea —completé, riendo con él otra vez. Nos sentíamos en las nubes con esa pequeña victoria.
— ¡Mira! Creo que está debajo de los patios. ¿Cómo se atreven? —acusó en una voz cargada de envidia, mirando por las ventanas que daban al césped y permitían ver algunos arbustos altos con flores pequeñas.
— Tiene que ser una ilusión más fuerte, o lo habríamos encontrado ¡Así! —enfaticé la palabra con un chasquido de dedos, asintiendo con la misma arrogancia que Theo.
— Bueno, es obvio que funciona. El humito significa que sí es termal, ¿No? Digo, todavía tener que calentar el agua... —se quejó sin terminar la frase, fisgoneando la balnearia con una ceja levantada.
— Si, con todo el efecto nebuloso. Obviamente irán con todo por la estética fantasmal —me burlé, negando con la cabeza en una sonrisa irónica.
— Igual revisa, no llevo mi traje de baño —insistió Theo, viendo desde el otro lado de la balnearia.
— ¿Llevamos preparando esto desde el inicio del año y no se te ocurre amanecer con las trusas puestas? ¡El cometa está justo arriba de ti y aun así se te olvida!—le recordé, apuntando al cielo que asomaba desde la ventana.
— ¡Ya sé, ya sé! Se te olvida que yo fui el de la idea. 
— Eso te hace más imbécil todavía —rematé, indignada.
A pesar de los piques, empecé a bajar los escalones del balneario para sumergirme poco a poco hasta sentarme, con el agua llegándome al nivel del estómago.
— Oh... —suspiré, ganándome una mirada cargada de duda que no respondí— De aquí ya no me quitas, el agua está... —volví a suspirar, esta vez estirando la cabeza hacia atrás, y los brazos a los lados sobre el escalón.
— Ya habías tardado. Buscando excusas para no hacer nada —se quejó Theo, rodando los ojos al techo con los brazos cruzados. Ofendida, salpiqué agua en su dirección como protesta.
— ¡Yo nos conseguí el baño! ¿A eso le llamas no hacer nada?
— Claro, como víbora buscando qué robarte para jodernos a todos—insistió, señalando cómo ya me había deslizado hasta sólo asomar la cabeza sobre el agua.
— No empieces con tus lloriqueos de "Gryffindor versus Slytherin" —me quejé, cerrando los ojos para comenzar a ignorarlo—Ya no tienes diez años para pelear que si eres león o tejón o lo que sea.
—¡No, no empieces tú con eso! Ya te dije que Pottermore me chupa un huevo porque yo soy Hufflepuff, y si Remus estuviera aquí...
—¡Como me sigas jodiendo con eso, voy directo con el imbécil de Remus Lupin a su puto castillo para que...!
Fuimos interrumpidos en el acto, apenas notando el vapor que había comenzado a elevarse de la superficie del agua, envolviéndome poco a poco en un estrecho remolino. Miré hacia Theo, tan desconcertada como él.
— ¿Qué activaste, Ada? —cuestionó enseguida, a lo que me encogí de hombros, insegura de si salir corriendo, o quedarme en mi lugar.
— Dime que no despertamos ancestros de mala cara o algo, porque no tengo los sentidos para aplicar el librito guía que los pone a raya.
— ¿Y yo sí? Tú empezaste con tus...
Entonces volví a callarme, en el momento que comencé a escuchar murmullos ininteligibles provenir del agua.
— Tal vez no les gustan los libros de Harry Potter —trató de adivinar, dando un paso cauteloso hacia mi.
— O tal vez no les gustas tú —propuse con una mirada de rabia llegando a la histeria por sus ocurrencias idiotas, al tiempo que las voces se oían cada vez más insistentes bajo mis pies.
—No sé, le paso si no le gusta Harry Potter. Pero si supiera de Remus Lupin en sus años mozos...
— ¿Y si mejor te callas un ratito? Seguro tratan de decir que tu homosexualidad ya ha superado los límites interdimensionales con tus jaladas—rogué, ya sin siquiera voltear a verlo. Tenía la vista clavada en el agua, pero la idea de lo que estaba diciendo me causó una risita para completarla, volteando a verlo de nuevo—. Capaz y te traen un mensaje de Remus Lupin rogando que dejes de dedicar tus corridas hasta su dimensión —susurré con la voz temblorosa por la risa que quería escaparse— Trataste de manifestar eso de la realidad alterna, ¿verdad?
— ¡De los pelos te voy a sacar! —estalló con los ojos saltones del coraje, pero el enrojecimiento de su cara me dijo todo lo que necesitaba. Mientras él se estiraba sobre el agua para alcanzarme, yo misma me alejé más al centro, riéndome mientras Theo me mandaba a callar entre chillidos indignados— ¡Ya cállate, coño! ¡Salte de ahí!
— ¡No, no! ¡Espera! ¡Creo que Remus me está hablando! ¡Dice que tiene una orden para que dejes de invocarlo! ¡Espera, Remus! ¡No te oigo bien, ya voy contigo! —terminé chillando a ese punto, peleando con la risa para seguir acusándolo mientras Theo maldecía en mi contra como histérica. 
De repente, fue como si todo el sonido de la sala se hubiese aspirado de golpe. Theo se calló a la mitad de un grito, el agua se aclaró como si nunca hubiese sido perturbada y mis propios oídos comenzaron a zumbar por lo abrupto del silencio. Ni siquiera me animé a moverme un centímetro cuando volví a escuchar mi corazón latiendo, mirando a Theo con el mismo miedo que yo debía mostrar de vuelta.
Justo cuando abrí la boca para decir algo... Sentí el tirón en mi tobillo.
Ni siquiera tuve tiempo de jalar aire. Estaba siendo arrastrada hacia una profundidad que sentía infinita, perdida en una oscuridad tan densa que ni siquiera parecía estar dentro de ningún balneario. ¿Podía ser un lago subterráneo? ¿Una corriente succionándome hasta el océano?
Desesperada, traté de patear hacia la superficie que se alejaba cada vez más rápido, sintiéndome apresada por cuerdas que tiraban mucho más fuerte de mi cintura para detenerme. Ardiendo por la falta de oxígeno, insistí en golpear hacia arriba con brazos y piernas, cada vez más fuerte y más asustada hasta que, quedando al borde del pánico, estiré los brazos hacia la luz cada vez más débil y pequeña señalando la superficie. 
Seguí tirando, casi jurando que el agarre en mi cintura comenzaba a partirme a la mitad, y mientras la desesperación terminaba por vencer mi juicio, abrí la boca en un grito mudo que soltó el aire que quedaba. La vista comenzó a fallarme justo cuando fui lanzada como bala de vuelta al exterior.
Tan pronto como pude respirar, estiré los brazos en busca de dónde aferrarme para no ser arrastrada de vuelta. Con una mano buscaba de dónde anclarme, y con la otra me tallaba el agua lejos de los ojos y mi nariz, irritados y llorosos, mientras tosía entre las bocanadas de aire que insistía en recuperar. No podía pensar bien. No encontraba voz para llamar a Theo, esperando sus brazos sosteniéndome y su voz histérica disculpándose. Volví a toser cuando, en vez de llamar a mi primo, intenté llamar a mi mamá en un acto infantil de desesperación.
Pero, cuando finalmente pude levantar la vista y enfocarla hacia mi alrededor, no sólo no encontré a mi primo ayudándome, sino que vi múltiples siluetas rodeándome. Aun tardando en recobrar bien los sentidos, detuve mis esfuerzos para levantarme y apoyé la frente en el suelo, maldiciendo en un débil susurro.
— Ada... —fue la primera voz femenina que escuché. Una que me hizo fruncir el ceño de inmediato. 
Esperaba voces femeninas, específicamente unas gritándome; pero no sólo escuché una sola voz bastante calmada, no tenía puta idea de quién era. Busqué a la mujer que me llamó, y al ver su rostro suplicante por... razones que desconocía, retrocedí todavía dentro del agua.
— ¿Quién...? —comencé a preguntar, con una voz mucho más débil de lo que esperé.
— ¿Será que olvidó...? —sugirió alguien, esta vez un hombre fuera de mi campo de visión.
— Zina, soy tu hermana —insistió la misma mujer, esta vez con ojos cristalinos.
— No... No te conozco —negué, comenzando a subirme a los escalones del balneario con el deseo de escapar— ¿Quién te... ? ¿Quién los metió a mi casa? —me corregí, abarcando con la mirada al resto de la gente rodeándome. Todos iban vestidos de túnicas medievales y capas oscuras encima.
— Zina, estás... Estás confundida, ésta es nuestra casa —corrigió mi supuesta hermana, a lo que volví a negar, esta vez con más fuerza y comenzando a alejarme hasta alcanzar el suelo de la sala.
— No, no es cierto. No sé de dónde salieron, pero no pueden estar aquí. Tienen que...
— Zina, respira —interrumpió el hombre de antes, a quien finalmente pude ver ahora que estaba cerca de "mi hermana."— Es normal que tu mente se sienta perdida ahora mismo, pero necesitas mantener la calma para que pueda adaptarse, ¿si? —instruyó, hablando con tal seguridad y calma en su voz que me hacía imposible ignorarlo— Eres Zinaida Prewett, ¿Cierto? —continuó, a lo que asentí lentamente. Haciendo espejo de mis acciones, asintió conmigo y se movió con la misma lentitud hacia mi— Nosotros somos tu familia, Zina. Soy Gideon, y él es Fabian —señaló, manteniendo la cautela, hacia el hombre junto a él; ambos eran pelirrojos, y tan idénticos que retrocedí con más brusquedad.
—Mierda, estoy viendo doble —jadeé, comenzando a hiperventilar mientras terminaba de gatear de espaldas; ya podía sentir el ataque de pánico subiendo por mi garganta— No, no te acerques, ¡No me...! —a mitad del grito, un par de manos sostuvieron las sienes de mi cabeza.
Antes de poder hacer algo, mi vista se obscureció y regresé a la nada.
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anhelwithanh · 11 months ago
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DISCLAIMERS
Las historias publicadas aquí no son aptas para menores de dieciocho años. Como advertencia adicional, aquellos lectores sobrevivientes de relaciones abusivas -intrafamiliares, platónicas o románticas- les pido de favor que reconsideren antes de leer estas historias. Siendo sobreviviente yo misma, sé que exponernos a contenido que resuene con nuestras vivencias cuando la herida aun está muy fresca, puede resultar bastante negativo en nuestra recuperación -hablando de la salud mental-.
Si aun así deseas leer mi contenido, primero debo agradecer tu voto de confianza hacia lo que escribo, y segundo, en ningún momento pretendo revictimizar a nadie aquí, así que advierto que las conversaciones aquí serán bastante difíciles y pueden llegar a desafiar varios pensamientos y puntos de vista.
Dicho esto, debo aclarar que el contenido de este blog no es por el sensacionalismo, morbo ni por la romantización de conductas abusivas o similares. Si buscas fantasías que faciliten, refuercen o fomenten lo anteriormente dicho, no las encontrarás aquí. Aquí pretendo usar los temas abordados, principalmente aquellos de abuso y violencia, para estimular el pensamiento crítico de mis lectores, con la esperanza de ayudarles a identificar los patrones que puedan ver reflejados en sus propias vidas.
Mi intención principal aquí es relatar la complejidad tanto de los personajes como de las relaciones entre ellos, con tal de crear una historia difícil de juzgar como blanco o negro.
Mi segunda intención, es hacer de este lugar un espacio donde puedan explorar estas situaciones sin necesidad de exponerse a ellas, con tal de cuestionar un poco más el comportamiento humano y generar así mayor consciencia sobre cómo funcionan las relaciones abusivas, entornos abusivos, etc.
Un logro para mí sería que empaticemos más con las víctimas, y justifiquemos menos a los agresores; y de la misma manera, que hay ocasiones donde los agresores pueden ser víctimas de otro ciclo de violencia y estas dos cosas pueden coexistir, de la misma manera en que una víctima también puede recrear otro ciclo de violencia siendo agresor de alguien más.
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