midanxiety
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Dan Navarro
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midanxiety · 4 years ago
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Jamás me había sentido identificada con una canción de desamor. Podía cantarlas a todo pulmón, podía llorar con ellas, podía ponerlas a todo volumen y dejar que los audífonos intentaran una vez más hacer que cada nota llegara a mis oídos en un vago intento por dejarme sorda de una manera que, a mi parecer, valía totalmente la pena. Pero, ¿identificada? Jamás.
Tiene su toque de diversión el haberme creído inmune al dolor, pensar que al saber los errores de otros podría actuar para evitar aquellas situaciones en las que mi corazón no sólo estaría en riesgo de romperse, sino de incluso perder pequeños fragmentos de él. Fragmentos que, aunque diminutos, minúsculos, prácticamente invisibles, se llevarían una parte de mí que ni siquiera yo reconocía como propia.
Los suspiros ya no son suficientes para intentar aliviar la creciente presión en mi pecho, y las lágrimas, aunque acumuladas bajo mis párpados rogando por ser liberadas, ya no bastan para desatar la cascada de recuerdos, de sentimientos. Ya no permiten liberar mi cabeza que, noche tras noche, se debate entre hacer o no hacer, entre el qué será, el qué pudo haber sido. Una vez más, todo acumulado. Una vez más, todo perdido.
El golpeteo del aire contra las cortinas tiene un efecto calmante en mí. Quizá sea por la manera en la que se agitan ferozmente cuando un fuerte viento arremete contra ellas. Quizá sea por la repentina tranquilidad que le suscita, dejándolas inmóviles, casi aparentando que así se han mantenido por, al menos, varios minutos. Sea como sea, se repite una y otra vez. A veces más fuerte, causando mayor escándalo; a veces más suave, pasando casi desapercibido. ¿Y yo? No dejo de verlo, no parpadeo al hacerlo.
Recuesto la cabeza hacia atrás, esperando que de esa manera finalmente me abandone aquella sensación que día tras día ha luchado por instalarse en mis pensamientos, crecer, multiplicarse, adueñarse de todo. Me estremezco de sólo pensarlo. Me estremezco de la misma manera en la que la cortina lo hace, dejando entrar con ello un poco de aire que rápidamente golpea mi rostro, mueve mi cabello, enfría mi nariz.
En alguna esquina de la habitación habitan aquellas promesas que en algún momento hice en voz baja, pero jamás frente a ti. En algún cuaderno abandonado garabatée cada sentimiento que mis dedos ansiosos formaban en un intento por alcanzarte. Por alcanzarte y no dejarte ir. Pero son las mismas palabras que jamás me atreví a pronunciar, temerosa de que no hubiera vuelta atrás al hacerlo, temerosa de que esa pequeña espina se mantuviera junto a mí solamente, mientras tú la dejaste lejos en el pasado, esperando nunca volver.
Busqué un 'no'. Un 'no' me habría dado suficiente para dejarte ir. Un 'no' habría acabado con ese vacío que con tanta desesperación buscaba llenar a base de abrazos vacíos, palabras indiscretas, caricias superficiales y fragmentos de mí perdidos. Lo que fuera que me ayudara a no pensarte, a no soñarte, a no buscarte. Un 'no' habría bastado para decirte adiós.
Pero busqué también un 'sí'. ¿A quién engaño? Una parte de mí deseaba ese 'sí', lo anhelaba. Un 'sí' que coloreara mi corazón, que llenara mi cuerpo de calor, que me llenara de vida. Un 'sí' que, por una vez, me diera una razón para cambiar, para ser mejor. Para ser yo.
Comencé a identificarme entonces con aquellas canciones que sentían de la misma manera en la que yo lo hacía, y finalmente me di cuenta que de inmune no tenía nada. Súbitamente aquellas frases que en su momento llegué a considerar exageradas, adquirían un sentido, un rostro, una voz, unas manos que solamente en mis sueños me envolvían al dormir, espantando los ideales que yo sola había creado para aparecer en mis pesadillas y torturarme al dormir.
Y es que no hay nadie más a quién culpar. Ni las canciones, ni los recuerdos. Ni las cortinas, ni los pensamientos. Ni tú. Porque fui yo quien quedó congelada frente a la oportunidad de hacer todo realidad, y fueron mis labios los que decidieron sellarse estando tan cerca de gritar lo que el corazón quería, y en su lugar simplemente esconderse contra tu pecho, rogando porque esos instantes a tu lado duraran para siempre. Esperando que aquello fuera suficiente para finalmente aferrarse al que yo había decidido bautizar como mi propio 'no'.
Fue mi masoquismo el que decidió frenar todo y tomar aquella decisión que cerraría la única puerta que tendría para llegar hasta a ti. Aquella puerta que ahora parece estar sellada, trabada, borrada. Y no es sino a través de aquella ventana a su costado, oscurecida por el moho y adornada con unas cuantas telarañas, que puedo apreciar las figuras borrosas y ennegrecidas de lo que alguna vez fue, de lo que alguna vez fuimos.
Nada.
Y por más que las cortinas se agiten ferozmente contra la abandonada ventana, y por más que las canciones de desamor retumben fuertemente contra la puerta, sé que la única manera de abrirme paso hasta ti es a través de esas dos palabras. Aquellas que aún tras tanto tiempo no me atrevo a pronunciar, pues prefiero vivir una vida atormentada que superar el miedo a perderlo todo, quizá incluso a ti.
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midanxiety · 5 years ago
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Pestañeo.
Restriego mis manos contra mi rostro una vez más. Mis falanges, conocedoras del camino suave en el que se encuentran, se deslizan gráciles sobre mis párpados, evitando las pestañas, evitando las cejas, pero acariciando justo esa zona que requiere su atención, que requiere su tacto. Bajan por mis pómulos, aquellos sobre los cuales cientos de saladas lágrimas se han deslizado antes de perderse en el dorso de mi manga, humedeciéndola un poco antes de desaparecer por completo, para siempre.
Ante el pensamiento, suspiro y dejo caer mi cabeza contra el escritorio. Aquel que no es más que trozos de madera y metal unidos de una manera poco convencional, poco funcional. Aquel que tantas noches de desvelo me ha acompañado, que el peso de tantas cosas ha soportado por su paso sin decir una sola palabra; limitándose a existir.
¿Qué clase de vida es esa? Limitarse a obedecer, limitarse a cargar. ¿Qué clase de futuro les esperará si en ningún momento se tiene la oportunidad de seguir su propio camino? Quizá si se les diera la palabra, si se les diera la libertad…
¿Qué haría yo con ella?
Probablemente estaría sentada donde mismo, haciendo lo mismo, vistiendo lo mismo… ¿entonces por qué me siento así? Como si habitara en una piel que se limita a contenerme, que me impide desenvolverme como podría, como debería. Como si viviera una vida planeada para mí, formada en base a lo que todos esperaban, lo que todos querían y estaba segura yo querer también. ¡Suertuda! Deseabas lo mismo que lo que la gente esperaba de ti. ¿Cierto? ¿No es así?
Siento un vacío que ni diez libros llenarán. Un vació que ni todas las palabras de aliento del mundo podrían retirar. Ni todos los consejos, ni todas las meditaciones, relajaciones y distracciones podrían quitar. Me oprime el pecho hasta el punto de sofocarme, de hacerme jadear, desesperada, por alguna pizca de aire, alguna bocanada que termine por salvarme, por rescatarme. El problema es que entra suficiente oxígeno en mis pulmones para mantenerme viva apenas. Permanecer viva, mas no viviendo.
Y el origen lo desconozco. ¿Por qué será que todo lo que antes me hacía soltar carcajadas, ahora me parece molesto? ¿Por qué lo que antes solía buscar como escape, es aquello de lo cual escapo ahora? ¿Por qué me siento así? ¿Por qué siento esto? ¿Por qué no puedo limitarme a seguir lo que el futuro tiene planeado para mí, sin esperar más? ¿Por qué no puedo dejar de preocuparme? ¿Por qué la incertidumbre de mis siguientes años se presenta ante mí como un oscura y áspera niebla asfixiante? No puedo ver más allá, pero tampoco quiero retroceder. Y, definitivamente, estoy segura de no querer mantenerme aquí. ¿Cómo puedo avanzar si no logro ver nada? ¿De qué me sujetaré?
Gateo a tientas en un suelo frío y áspero. Gateo esperando no encontrar nada más que limite mi avanzar. Y creo encontrar finalmente algún método de salir de ahí. Si mantengo mi vista cerrada y sigo sin importar nada, quizá lo logre. Pero es entonces cuando, súbitamente, olvido en donde estoy y por qué llegué ahí.
Como si de un alucinógeno se tratara, cada molécula de la niebla se cuela por mi cuerpo, por cada poro, por cada orificio, haciéndome olvidar pieza por pieza lo que me hizo convertirme en esto que ahora soy. Intento mirar hacia atrás, pero las lágrimas en mis rojizos e irritados ojos no hacen más que nublarme la vista, haciéndome trastabillar y terminar raspando mi rostro entero contra el asfalto.
Levantando la mirada, dispuesta a evaluar los raspones de los que gruesas gotas de sangre resbalan hasta caer nuevamente, me doy cuenta que en realidad no es asfalto, no es suelo. Es agua y es mi reflejo. Soy yo. Y es entonces cuando caigo en cuenta que en realidad jamás me perdí en el camino, que jamás olvidé quién soy.
Borroso, disperso. Pero ahí está cada momento, cada sonrisa, cada abrazo. Cada persona que en algún momento me dio la espalda o me dio la mano. Que me sonrió con amabilidad o malicia. Que me besó por deber o me besó por placer. Cada palabra, cada frase… todo me compone. Soy un montón de palabras poéticas que coloquialmente llamarían “labia”. Soy un saco de promesas, deseos, de sueños y de problemas. Porque sí. Soñar es un problema. Desear lo es aún más, cuando la pasión con la que lo haces te mueve a realizarlos, a luchar.
Porque eso es lo que hago; luchar. Lucho contra aquellas ramas que se rehúsan a dejar de cortar las palmas de mis manos mientras avanzo, lucho contra las paredes y barreras que, sorpresivamente, terminan formándose frente a mí hasta encerrarme en un laberinto que parece no tener salida, que parece estar fabricado únicamente para hacerme débil y forzarme, una vez más, a quedarme en el suelo. A dejar de luchar.
No sé qué me tiene aquí. No sé qué es lo que logra tumbarme cada tanto, y no sé qué es aquello que, insistente, se sujeta de mis tobillos con tanta fuerza que me hace creer que se romperán en cuestión de segundos. Pero lo que sí sé es que está dentro de mí. Que es parte de mí. Y así como tengo la fuerza para yo sola lastimarme, tengo la fuerza para yo sola sanarme, animarme. De yo sola acariciar mis párpados cerrados, evitando las pestañas y evitando las cejas; acariciando esas zonas que buscan atención, cariño. Hasta finalmente terminar por abrir mis ojos y darme cuenta que, en realidad, todo fue un inminente y ágil pestañeo, y nuevamente veo la imagen de lo que quiero ser, de aquello en lo que me convertiré.
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midanxiety · 5 years ago
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Soñar no cuesta nada.
Soñar no cuesta nada. 
Cerrar los ojos, dejar que tu mente te transporte al lugar que quieras, de la manera que quieras, con las personas que quieras. 
Soñar no cuesta nada, lo que cuesta es dejar de hacerlo. 
Abrir los ojos y darte cuenta de que tu realidad está lejos de ser aquello que soñabas, de saber que, hagas lo que hagas, no habrá nada humanamente posible que te permita alcanzar ese sueño. 
Abrir los ojos y darte cuenta de que, a pesar de desear con el corazón en un puño y el alma a tus pies, él no va a volver. Darte cuenta que se fue, y se fue para siempre. 
Dramática. Exagerada. Desesperada por atención. 
Culpable. Deprimida. Desanimada. 
¿Cuál es la diferencia? Llega un punto en donde todo se siente lo mismo. Donde no sé si está bien ocultarlo, donde no sé si está bien decirlo. Donde temo que al hacerlo, se vuelva real. Donde, incluso si no lo digo, ya lo es. 
Cierro los ojos y no veo más que su cuerpo agitándose violentamente, como si su alma luchara por mantenerse dentro, pero una fuerza mayor tirara de él hasta el cansancio, deseando llevárselo lejos. Lejos de mí. 
Cierro los ojos y escucho sus quejidos. Me levanto presurosa, pero ya no está. No queda nada más que una caja de zapatos y su cuerpo, inerte, duro, frío. No queda más que un caparazón que en algún momento albergó todo el cariño que un pequeño puede dar. 
No había día que no llegara, exhausta, y lo tomara entre mis brazos para acallar esos chillidos que en mi mente sonaban como gritos de alegría. De felicidad por verme después de horas de estar fuera. No había día que no lo pusiera contra mi pecho, deseando escuchar ese tan característico sonido que en varias ocasiones fue el causante de mis sonrisas. No había día que no lo tuviera conmigo. No había día que no pensara en él. No había día que no sintiera que mi corazón saldría de mi pecho en cualquier momento. ¿Era normal? ¿Estaba bien? 
Tantas traiciones, tanto dolor, tantos enojos, corajes y tristezas se las confesaba a él, sin palabras. Cerraba los ojos y dejaba que el silencio hablara por sí solo, dejando que él lamiera mis mejillas como si quisiera limpiar cada partícula de dolor de mi pecho. Sabía que la gente podría lastimarme, sabía que yo misma podía llegar a afectarme, pero no esperaba que él también lo hiciera. Y no esperaba que yo lo lastimara a él. 
Han pasado escasas horas desde que comprendí que no había nada qué hacer, pero ya lo siento como una eternidad. Si miro el verde pasto, las rojizas flores que mi mamá trata con tanto cariño, lo imagino a él, corriendo de un lado a otro, chillando alegre, como si fuera el momento más feliz de su corta vida. Si miro mi cama lo imagino a él, acurrucándose bajo los peluches como si quisiera espantar todos aquellos ruidos y movimientos que tantos sustos le sacaban, y simplemente descansar. Veo mis piernas, veo mis brazos. Incluso mi cuello se siente vacío. Pero no tan vacío como mi pecho. 
Estúpida. Así me siento. 
Por permitir que un pequeñín que nada sabía de la vida, que nada entendía del mundo, me robara el corazón de una manera que sólo podía imaginar que era posible. 
Imbécil. Eso soy. 
Por no moverme antes, por no hacer nada al respecto. Por dejar que las cosas llegaran a este punto para darme cuenta de lo sola que me encontraba. Que sin él, yo no tenía nada. 
No creo encontrar una manera de llenar ese vacío, pero por lo menos escribirlo me hace sentir que éste se hace cada vez más pequeño, más manejable. 
Deseo que en algún momento pueda mirar sus fotos, sus videos, pueda pensar en él sin sentirme tan miserable. 
Soñar no cuesta nada. 
Lo que cuesta es dejar de hacerlo. 
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midanxiety · 5 years ago
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A él no lo extraño
A él no lo extraño.
No extraño su mirar. Extraño lo que me hacía sentir cuando me miraba.
No extraño su sonrisa. Extraño ser capaz de ser quien la produjera. No en su rostro. Podría ser cualquier rostro. Podría ser incluso el mío. Sonreía y lo contagiaba. Soltaba una carcajada y me sorprendía a mí misma haciéndolo también. No extraño su risa. Extraño la mía. Extraño mi risa, mi sonrisa contagiadas por su risa, por su sonrisa, provocadas por mí. Me extraño a mí.
No extraño sus manos, no extraño sus caricias. Extraño mi piel erizada tras el paso de éstas.
No extraño su pecho, su respirar. Extraño la calma al dormir sobre él, al escucharlo y saber que todo estaba bien. Que nos quedaban varias horas antes de que el despertador sonase. Que podíamos permitirnos un rato más en esa calma, con ese respirar.
No extraño el brinco de mi corazón cuando lo veía inesperadamente. Extraño la emoción que conllevaba.
No extraño lo que él me provocaba. Extraño que nadie lo hace ya.
A él no lo extraño. Me extraño a mí.
No extraño amarlo. Extraño amar. Amarme. Ser amada. Extraño la sensación. Extraño el sentimiento. Extraño el daño colateral de esa rara enfermedad que él me provocaba sin querer, por casualidad.
Lo extraño y me aterra.
Me aterra no volver a sentir lo mismo cuando me miren. Me aterra no volver a provocar esa tan característica sonrisa, tan única carcajada. Me aterra no poder contagiarme de ellas. Me aterra que mi piel no vuelva a erizarse, y que mi corazón no vuelva a exaltarse.
Me aterra que aquello haya sido único, tan único, que jamás vuelva a ser igual. Porque quiero vivirlo, quiero repetirlo, quiero intensificarlo. Quiero, por una vez, realmente sentirlo.
Pero me aterra que se repita. Me aterra que aquello vuelva. Porque así como sonreí, también lloré, y así como tuve calma, mayor fue la tormenta.
Me aterra y lo extraño. Lo extraño y me aterra. Me aterra quizá porque lo extraño.
¿Pero a él? A él no lo extraño.
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midanxiety · 5 years ago
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04/04/04 4:44
Camino cada vez más deprisa, casi trotando, casi corriendo. Sostengo mi celular con fuerza dentro de mi mano y presiono el botón para subir el volumen, buscando borrar el sonido de mis pies chocando contra el asfalto, buscando dejar de escuchar mis pensamientos que, uno tras otro, se arremolinan dentro de mi cabeza buscando desesperadamente ser el foco de mi atención. 
Camino sin mirar hacia atrás. Sin mirar en lo absoluto. Cierro mis ojos y sigo avanzando hacia ningún lugar en específico. ¿Dónde estás? Por primera vez no estoy intentando huir, por primera vez deseo regresar. Regresar a ti. Por primera vez, te busco a ti. 
Y es que por primera vez me doy cuenta de que no estás a mi lado. Dieciséis años creí que te mantenías junto a mí, algunas veces más que otras. A veces, sentía tu calor. A veces, sentía que tomabas mi mano. A veces, escuchaba tu voz, escuchaba tu risa. Pero sólo a veces. porque a veces me percataba de la verdad. A veces sabía que no estabas ahí y que, en contra de lo que deseara, nunca lo estarías. No de nuevo. Sabía que era mi mente queriendo jugarme malas pasadas, haciéndome creer que todo estaba bien, que te tenía conmigo y que todo iba a mejorar. Porque era lo que necesitaba, y era lo que quería. Aún te necesito, aún te quiero. Pero ahora estoy segura de que te fuiste, y aceptarlo es como volver a perderte. 
A veces simplemente me pregunto qué hubiera pasado si aún estuvieras realmente aquí. Porque, a veces, tu sombra no me llena, y tu borrosa imagen en el fondo de mi mente no es lo suficientemente clara para tranquilizar el remolino de sensaciones dentro de mi pecho, formando un nudo en mi garganta justo antes de que explote en llanto. 
Corro, troto. Te busco. Te necesito. Porque todo sería mejor si estuvieras aquí. Quizá las cosas no serían así. Quizá en este momento estaríamos juntos, acurrucados, viendo películas de Harry Potter y burlándonos de alguna tontería, planeando alguna locura, comiendo cualquier chuchería. Quizá tu mamá estaría en cuarto contiguo, escuchándonos reír y sonriendo, preparándose para irse a dormir. Quizá tu papá estaría ahí, y quizá él no sería un imbécil. Quizá... Quizá todo sería diferente, y quizá ese diferente sería lo mejor que nos pudo haber pasado a todos. 
Y con ese pensamiento en mente, me detengo. Mi mente se vacía y mis oídos dejan de escuchar esa melodía que ha estado repitiéndose una y otra vez, buscando tranquilizarme, buscando llenarme de la manera en la que sólo lo hacías tú. De repente, siento mis rodillas chocar contra el suelo, provocando un estruendo seco que sólo escucho yo, porque sólo estoy yo. 
Porque no estás. Porque no estarás. 
Mi cabeza cae hacia adelante, recargándose contra mis rodillas, y no puedo hacer más que sollozar. Sollozo porque te extraño, y me extraño. Sollozo porque te quiero, y no me quiero. Sollozo porque te necesito. Sollozo porque te perdí, y al hacerlo me perdí a mí también. Sollozo porque eras mi pilar, porque sin ti todo se fue hacia abajo, porque ahora no sé cómo ponerme de pie, y ni siquiera estoy segura de que, si lo logro, podré volver a caminar, trotar. Correr.
Quisiera poder escucharte de nuevo. Quisiera poder abrazarte de nuevo. Quisiera tantas cosas a tu lado, y aborrezco el hecho de que es imposible. Me detesto por no haberte valorado lo suficiente. Me odio por no haberte dicho antes lo mucho que te amaba. Mi error fue ese, así como también lo fue el jamás haberme dado cuenta de ello hasta que te fuiste. 
Quiero gritar, quiero que me escuches. Quiero llegar a ti. Quiero disculparme, quiero tenerte a mi lado. Quiero que tomes mi mano, que me abraces. Que me digas todas esas cosas que ya sé, pero que igual necesito escuchar. Que seas ese pecho al que acuda cuando las cosas salen mal. Quiero que seas esa mano que me ayude a levantarme, que me guíe, que me sostenga. Lo quiero, lo deseo, y lo necesito. 
Te necesito. 
Y quizá todo esto sea sólo un sueño. Quizá las cosas ni siquiera serían de esa manera, pero no puedo hacer más que pensar, soñar despierta, desear e imaginar. ¿Porque... qué sería de mi alma sin mi imaginación? ¿Qué sería de mi voz sin mi creatividad? 
Lentamente me pongo de pie, imaginando que eres tú quien me sostiene. Cuidadosamente me sacudo la ropa, pensando que estás a mi lado, riendo por lo torpe que soy. Y, lentamente, camino de vuelta a casa, deseando que seas tú quien abra la puerta y me envuelva entre sus brazos, deposite un beso en mi cabeza y me asegure que todo estará bien. 
He aceptado que no estás, y duele aún más que al imaginar que una parte de ti seguía conmigo. Me he admitido a mí misma que te fuiste, y me quema más que cuando dijeron que no volverías. 
Hoy, después de dieciséis años, tu ausencia terminó por aplastarme por completo. Y sé que por más años que pasen, ese peso jamás terminará por irse. Y está bien. Porque lo acepté. Porque me he dado cuenta que quien me dirá que las cosas estarán bien, soy yo, quien se levantará, quien se sacudirá, quien se sostendrá, soy yo. 
Porque hoy, después de dieciséis años, me he dado cuenta que debo dejar de atarte a mí. Que por más que desee tenerte a mi lado, lo correcto es no forzarte a quedarte. Porque quizá te mantengas a mi lado por gusto, y quizá to cueles entre mis sueños a decirme que me quieres, a tomar mi mano, a sostenerme contra tu pecho. Pero ya no seré yo quien lo dictamine. Ya no seré yo quien te persiga desesperadamente, buscando sentir aquel calor que hace años que se apagó. 
He dejado de correr. He dejado de trotar y he dejado de caminar, porque no puedo llegar a ti y me he dado cuenta de eso ya. Sin embargo, mantengo los ojos cerrados, deseando que tu mamá se hubiera dado cuenta antes de que, aunque la ausencia de tu calor ha sido suplido por un insoportable frío que se cuela hasta el fondo de mis huesos, sigues aquí. Y sigues a mi lado. 
He dejado de correr porque no corría hacia ti; te huía. 
He dejado de correr, he cerrado mis ojos, y, finalmente, me he dejado envolver por aquella tibieza que llevaba dieciséis años buscando y que, sin darme cuenta, había tenido a mi lado todo este tiempo. 
He dejado de correr, porque al aceptar tu ausencia es cuando siento más tu presencia. He dejado de correr, porque al dejarte ir, te tengo más cerca. Y no puedo pedir más porque no quiero nada más. 
Suspiro. Abro los ojos, y aunque sé que no estás, te siento. Sonrío. Porque aunque te dejé ir, permaneces, pero ya no como sombra, ya no como calor. Sino como parte de mí, y al menos así sé que no será necesario volver a correr a por ti, porque no hay manera en que vuelva a perderte. 
Te tengo. Te quiero. Y al hacerlo, me tengo y me quiero. Y sé que no necesito nada más. Nada más que a ti. 
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midanxiety · 5 years ago
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27/03
Cierro los ojos y ruego. Ruego porque no sea cierto. Ruego porque sea un sueño. Ruego porque mi mayor temor sea falso, que no esté pasando. 
Cierro los ojos porque no puedo verte, porque tan sólo el levantar mi mirada hacia ti hace que mi corazón caiga a mis pies, se me hiele la sangre y mi piel palidezca. 
Porque creí en ti, porque confié en ti. Creí en que serías diferente y confié en que no pasaría lo mismo. Te dije cómo me lastimaron, y tú lo tomaste como reto para buscar una nueva y original manera de volver a hacerlo. De hacerlo con más fuerza. 
Porque creí que siempre estarías ahí, que en verdad había encontrado en ti aquello que toda mi vida había estado buscando sin darme cuenta. Porque si una persona era perfección, esa eras tú. Porque te defendí a capa y espada creyendo que tú hacías lo mismo por mí.
Quién iba a decir que el daño más fuerte me lo darías tú por la espalda. Quién iba a decir que todo aquello que yo temí que ocurriera, que yo sufría porque no sabía manejarlo, y que tú buscabas la manera para ayudarme a superar, en realidad era causado por ti. La fuente de mi dolor estaba conmigo. La causante de que estuviera viviendo mi peor pesadilla, eras tú. 
Me viste atacarme, me viste odiarme, me viste hundiéndome más y más cada vez, y en lugar de darme la mano, me lanzaste tierra detrás de una cortina de humo. Porque ni para hacerlo de frente tuviste el valor. 
Pero es ahora cuando agradezco ser yo la que te diga adiós, porque no te necesito. Porque me dañaste, me rompiste. Y si había algo que aprender de todo aquello es saber aplicar más filtros de calidad a las personas que dejo entrar a mi vida. Porque tú lo gritabas al resto del mundo, ponías carteles fluorescentes mostrando quien en verdad eras, y yo era muy ciega, o quizá muy tonta, para verlo. Muy terca para escucharlo. Muy imbécil para negarlo. 
Realmente espero que algo de todo aquello te haya traído por lo menos algo de paz, algo de tranquilidad. Espero que por lo menos te haya servido para alcanzar cual fuera tu propósito. Porque, a diferencia de ti, yo no puedo guardarte rencor. No puedo odiarte. Y al contrario de lo que muchos pensarían, yo aún te quiero. Te quiero y me duele. Porque mi problema es el querer. Mi problema es el confiar. 
Porque de todos en los que pude haber confiado, siempre termino confiando en el lobo. 
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midanxiety · 6 years ago
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Café.
Tomo un sorbo más de mi café y nuevamente bajo la taza hasta la altura de mi barbilla. Suficientemente bajo para que me deje observar hacia el frente. Suficientemente arriba para que el vapor, aunado a mi respiración, empañe mis lentes y haga mi visión ligeramente borrosa.
Aún así, lo veo. Nos veo.
En el sofá frente a mí, a través de toda la lluvia que, inesperadamente, decidió no sólo refrescar el tan amado árbol de mangos de mi abuela, sino también helar hasta el último de mis huesos, provocándome un escalofrío tan profundo que ni diez mantas y chamarras podrían quitar por más que eso fuera lo que realmente quisiera.
Nos veo sentados, nos veo abrazados. Nos veo.
La tenue luz de la habitación contigua ilumina por encima aquel viejo sillón, la pared, la mesita construida con cajas y sillas rotas. Porque mi abuela se rehúsa a tirarlas, se rehúsa a pensar que son basura, así que las convierte en algo más, algo suyo, algo relativamente útil. Útil mientras que no sea tocado, porque de otra manera provocaría un enorme estruendo y un montón de chatarra y piezas sin utilidad regadas por todo el suelo.
La luz ilumina también tu rostro, y yo no puedo hacer más que imaginar que ilumina de igual manera el mío. Incluso más de lo que lo hace ese pequeño brillo de ilusión que decidió implantarse en mis pupilas en el momento en el que decidimos acercarnos, sentarnos. Abrazarnos.
Sonrío, y ya no sé si lo hago en verdad o lo hace ese reflejo compuesto de sombras, luces y algunos cuantos recuerdos.
Me estremezco, porque nuevamente el viento logró colarse por aquella puerta mal cerrada, metiéndose por debajo de mi sudadera para provocar que cada vello de mi cuerpo se erizara.
Tomo otro sorbo de café y desvío la mirada. Porque quizá no es el viento y no es la mesita. Quizá no es el árbol ni son mis lentes empañados.
Y quizá, sólo quizá, tampoco son los recuerdos, sino mis deseos.
Quizá ese no eres tú, sino una simple sombra.
Quizá esa tampoco soy yo, sino una simple luz.
Sujeto mi taza con fuerza y giro sobre mis talones, alejándome para dejar de ver lo que, quizá, sólo está en mi cabeza.
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midanxiety · 6 years ago
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Me siento todo menos capaz.
Me siento todo menos interesante.
Me gustaría decir que soy inútil, pero a decir verdad, sentirme útil es de las cosas que sí siento: me siento útil para el resto, para alegrarlos, escucharlos, para hacerlos sentir bien (sea lo que sea que eso implique), pero no me siento útil en cuestión duradera. Siento que la gente me usa, me siento frágil pero incapaz de romperme. Me siento triste pero incapaz de llorar. Estoy llena de coraje pero no debo mostrarlo. Tengo pensamientos pesimistas, siento que me lleva la chingada, siento que, por más sencillo que esto sea, no es para mí. Siento que paso flotando, sin hallarle gusto a nada. Me siento poco valorada, me siento ignorada. Siento que realmente no valgo. No sólo la pena, simplemente no soy lo suficiente. Nunca. No lo soy para él, para ella, para mí. Y entonces me pongo a pensar si en algún momento lo seré, o si en algún momento lo fui.
Está en mí, ¿pero desde cuándo? A ratos quiero dormir y que me pase el mundo encima, a ratos quiero correr y tener un ataque de rebeldía. Y a ratos quiero gritar. Gritar hasta que mis pulmones se sientan secos, que mi garganta me ruegue por un descanso. Gritar hasta que alguien me escuche. Gritar hasta que ese alguien sea yo.
Mis ojos se cierran, mi cabeza se ladea, y mi cuerpo simplemente yace. Yace sin movimiento, sin sueños, sin fe. Yace esperando que ocurra algo, ya sea encontrar esa luz que necesito, o que esa luz me encandile tanto que me deje ciega, incapaz de ver y de soñar, haciéndome inmune a mis deseos y obligándome a hacer lo que todos esperan de mí.
Quizá, al menos de esa manera, pueda cumplir.
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midanxiety · 6 years ago
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(Te) quiero.
Grito. 
Te busco. 
Suspiro y me dejo caer. 
Te quiero. ¿Es tan difícil? ¡Te quiero! ¿Por qué no lo oyes? ¡TE QUIERO! 
Silencio. 
Te quiero, pero no como quieren las parejas. Con esa dependencia latente de tenerse cerca, de no poder mantener las manos quietas, de sentirse, de besarse, de tocarse. Te quiero, pero no como quieren los amigos. Con esa confianza de reír y llorar al mismo tiempo, de abrazarse y darse palmaditas en la espalda para apoyarse, acompañarse. Te quiero, pero no como quieren las familias. Con esa seguridad de que estarán siempre, esa sensación de que no serán juzgados y mucho menos abandonados. 
Te quiero, pero no necesito demostrarlo. Te quiero, pero no deseo gritarlo. Te quiero, te quiero. Te quiero y lo murmuro. Te quiero y lo susurro. Te quiero y mis labios apenas se mueven. Te quiero, pero no lo oyes. Por mi parte no te enteras. Porque me lo callo y me lo guardo. Porque te quiero como pareja, como amigo, como familia y como mi todo. Mi todo y mi nada, porque nada somos. Así que lo escribo. Escribo que te quiero, y te quiero porque escribo.
Silencio. 
Porque aunque quiera quererte, no me necesitas queriéndote. No me necesitas y punto. Te quiero, y te quiero tanto que primero es tu querer.
Escribo que te quiero, porque al menos así el silencio no duele. Escribo que te quiero, porque quiero seguir queriendo. Te quiero porque puedo. Te quiero porque quiero. ¡TE QUIERO! ¡Te quiero! Te quiero. 
Te quiero y lo escribo porque quiero que sea ésto lo que te grite que, en realidad, no necesito que me quieras. Porque te quiero, y con eso es suficiente. 
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midanxiety · 6 years ago
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Curioso.
Curioso cómo solía soñar con esto. 
Curioso cómo solía pasar mis noches en vela, sentada, mirando a un punto fijo en la pared mientras dejaba que la tenue música que inundaba mis oídos me llevaran a donde mis pensamientos quisieran arrastrarme. 
Curioso cómo siempre me llevaban a ti. 
Entre tanto gris, tú. Entre tanto drama, tú. Entre tanto caos, tú. Me forcé a evitar darme cuenta que también eras gris, también eras drama, y también eras caos. Mi caos. 
Curioso cómo intento buscar razones, buscar métodos, buscar distracciones y maneras de ya no buscarte. Porque buscarte implica perderme. Porque perderme implica gris, implica drama, implica caos. 
Apago la luz una vez más y me acomodo en el centro de la cama. Dejo caer la cabeza hacia atrás, la recargo contra la fría pared y dejo que mis manos encuentren su lugar a mis costados. Parece un juego, incluso ya una vieja y mala costumbre. Mala costumbre la de mantenerte conmigo. Tu silueta a mi lado, siento tu calor, siento tu peso. Mis ojos cerrados. Mis manos frías. Y mi mente lejos. Lejos. Tan lejos que no encuentra su camino de vuelta. 
Curioso cómo encuentro cierta acogedora tranquilidad en ello. Curioso cómo preferiría mantenerme en ese estado que tener que afrontarme a la realidad. Porque ese calor no es tuyo, y ese peso es, simplemente, la aplastante realidad pasándome factura de cada noche que he pasado en vela. Porque las estrellas pueden guardar secretos, pero también los susurran entre ellas, traviesas, juzgando en silencio y buscando el momento indicado para dejar caer la noche sobre aquellos hombros que se han cansado de sostener la cabeza en alto durante el día. 
Caos.
Porque te soñé y es curioso.
Porque te sueño y, ¿es odioso?
En la oscuridad pienso mejor, y es que te pienso. 
Porque no estás ahora, porque no lo estuviste y no lo estarás. Pero es en la oscuridad donde puedo acomodarme al centro de la cama, dejar caer la cabeza hacia atrás y soñar que tomas mis manos, y no necesito dejar que la música me lleve lejos, porque ya lo estoy. Lejos, lejos, pero contigo. 
Curioso cómo, sin tenerte, te tengo. Y sé que si te tuviera, en realidad no estarías. Porque al menos así, pensándote, te pienso como quiero y te tengo como deseo. Porque sé que si en realidad tu calor estuviera espantando el frío de mis temblorosas manos y tu peso me presionara contra tu pecho, nada sería como ese caos. Mi caos. 
Curioso cómo, a pesar de todo, prefiero ese gris, ese drama, ese caos. Curioso cómo, al tenerte o extrañarte, te prefiero lejos. Lejos con mi mente, lejos con mi frío. Te prefiero lejos porque así te tengo más cerca.
Curioso.
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midanxiety · 6 years ago
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Quizá es simplemente que no quiero salir de ahí. Estoy tan acostumbrada a este silencio, a esta oscuridad, que llegué incluso a sentir cierta acogedora comodidad al encontrarme en ella. Escalo y rasguño, corro y me arrastro, buscando la manera totalmente desesperada de lanzarme dentro de un pequeño agujero en el que ni siquiera puedo lograr que mi cuerpo entre. Me siento como un adolescente que se rehusa a dejar ir sus juguetes de niño. Me siento como un gato buscando caber en la caja más pequeña que pudo haber encontrado. Y es que es la costumbre, es el papel que durante gran parte de mi infancia quise adquirir, y una vez lo tuve, me arrepentí. Pero me es tan difícil recordar el por qué no lo quería, el por qué no me llenaba. Ahora mismo me gustaría volver a esos días en los que un par de audífonos, sudaderas negras enormes y mis lentes me hacían capaz de borrar el mundo entero y llevarme de inmediato a uno nuevo en donde todo era tranquilo, todo era silencio. Pero había tantas cosas entonces que no conocía, tantas personas, tantas situaciones. Y las palabras. La dulzura que acompaña cada una de ellas. Los gestos que las decoraban. Las personas que las portaban.
Qué fácil es caer, qué fácil es creer. Sin embargo, lo es aún más cuando sabes que te toparás con un fondo oscuro, duro y frío. Porque piensas que lo sabes, piensas que encontrarás un suave colchón en el cual aterrizar y que todo estará bien. Pero al estar ahí, cayendo, con el aire golpeando tu rostro mientras te dejas llevar, tus ojos cerrados para disfrutar, es cuando te das cuenta que ese colchón no existía en ningún lado más allá de tu imaginación, pero es muy tarde ya para volver, y te estampas con fuerza contra el asfalto, deseando con todas las fuerzas el nunca haberte dejado caer, arrastrar. Empujar.
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midanxiety · 6 years ago
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Cierro los ojos, oculto mi rostro. 
No quiero que me vean. Pero no hay nadie aquí. 
No quiero sentirme libre, no quiero que ellos sepan que no estoy bien. 
Lo estoy, sonrío. Una carcajada. Un abrazo. 
Lo reprimo. Porque no puedo dejar que ese sollozo escape, no puedo dejar que mi sonrisa flaqueé ni mucho menos que esa pequeña lagrima se deslice por mi mejilla. 
Y es que no estoy acostumbrada a ser débil, a estar mal. Está mal, está prohibido. Porque puedo estar ahí, puedo dejar que vengan hacia mí, que sollocen, que griten, que desgarren el mundo y lo lancen por la ventana conmigo dentro, con tal de que el torbellino dentro de ellos se libere un poco, se tranquilice. Puedo estar, pero no puedo sentir. No debo sentir. Porque cuando trata de mí, ¿dónde están esos brazos en los cuales refugiarme? ¿Dónde quedaron los oídos que, sin peros, escuchan cada grito, cada reclamo, cada mentira que por impulso sale disparada de entre mis dientes cual balas a punto de lastimar a cualquiera que se le atraviese? 
Todos dejan su marca, todos prometen cuidarme. Pero cuando confío, cuando decido lanzarme de ese rascacielos en llamas, caigo, caigo, el viento golpea contra mi rostro. Caigo un poco más, y entonces llega el momento de abrir el paracaídas. ¿Dónde está? ¿Cómo funciona? No hay. Y si hay, no sirve. No conmigo. Y termino estampándome contra el suelo sin miramientos, deseando una vez más el no haber tenido el valor de abrir mi enorme bocota. Porque sí, es valor, son huevos, pedir ayuda no es fácil. Mucho menos lo es pedírselo a la nada, pues terminas esperando que el viento lleve tu plegaria y, que por arte de magia, llegue a oídos de quizá un trampolín, quizá un colchón. Quizá simplemente un lecho de hojas secas en el cual poder caer sin romperme la cara contra el asfalto una vez más. 
Pero entonces ocurre lo contrario: estoy bien. Véanme, sonrío. Véanme, soy feliz, mi vida es extraordinariamente maravillosa. Pero detrás de mi alegría y de ese cariño que no hago más que repartir, la ausencia de seguridad y apoyo pide a gritos un poco de atención. ¡Véanme! ¿Qué no lo ven? 
No. 
¿Cómo podrían? ¿Acaso se es capaz si yo lo oculto con mantas y cobijas, con bromas y sonrisas, con desesperación por miedo a ser vulnerable? 
He aprendido que por más que quiera, ese apoyo que busco no lo encontraré en otro lugar además de mí misma. Porque ahí está, oculto. Entre mis palabras calculadas y mi explosión de emociones mezcladas entre sí hasta formar un gran escrito poético que no hace más que decepcionar a mi maestro por no haberlo sacado antes, a tiempo para su revista. 
Locura. Seguro habría quedado bien ahí. 
Pero cómo decirle que no a lo que mis manos me piden, cómo contradecir a la niña berrinchuda que llevo a todos lados sobre mi espalda. Escriben cuando quieren, gritan cuando pueden. Y mi cuerpo no hace más que seguirlas, porque efectivamente, la inspiración sigue huyendo de mí, se rehúsa a ser mi cómplice, mi amiga. Porque sabe de lo que soy capaz, sabe lo que lograría al agarrarla de mi mano y atarla a mis pies como Peter Pan con su sombra. 
Me asusta. Le temo. 
Porque sé que podría estar del otro lado, pero heme aquí, sujetándome con manos y pies a mi pasado, ocultándome detrás de esa espalda que debí haber dejado atrás hace tanto tiempo. 
Es curioso. Y no debería sorprenderme, pues si al pedir ayuda veo espalda tras espalda es porque aprendí a vivir detrás de ellas, ocultándome, bajando el rostro y esperando ser uno más. Entonces soy yo. Entonces está en mí. 
¿En verdad es difícil pedir ayuda, o es simplemente que no me dejo ayudar y me cierro a la ayuda que recibo sin darme cuenta? 
Curioso, de nuevo, que la única ayuda que quiero no la pido, pero la que pido es por puro capricho, buscando llamar esa atención que necesito. Su atención. Porque de qué me sirve el resto si no es la suya. De qué me sirve un abrazo si no es él quien me rodea, de qué me sirve todo esto si, de nuevo, el valor no será suficiente para hablarle y quedaré tras su espalda, oculta, reprimida. 
Cierro los ojos, oculto mi rostro. 
Porque prefiero serle invisible a que vea mi patético intento por conseguir el valor suficiente para salir de este hoyo que yo solita me empeño por seguir cavando.
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midanxiety · 6 years ago
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“The sad thing is, you too got hurt like I do. It’s not because of your absence, you’re still inside of me. From where should I start to forget you? Up until now I have no idea. Could you forget me?”
— Bobby (It’s love)
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midanxiety · 6 years ago
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midanxiety · 6 years ago
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I do not regret my body
but I regret the hands of most
who have touched it.
— Kayleb Rae Candrilli, from “Transgender Heroic: All This Ridiculous Flesh,” published in The Normal School
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midanxiety · 6 years ago
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Después de varios meses decidí retomar esto.
Explosión de palabras.
Vómito de sentimientos.
Ni yo misma estoy segura de lo que es, o de si en verdad es algo que me sirva, que quiera hacer. La inspiración es un cómplice de mi negatividad y pesimismo, puesto que entre más intento tomarla de la mano y mantenerla a mi lado, más lucha por deslizase lejos de mí, separándose por completo de mi cuerpo y de mi mente, abandonando cada una de las neuronas en mi cerebro. Abandonándome a mí.
Y puede que sea un error publicar esto, mostrar una faceta vulnerable, débil, susceptible a cualquier tipo de daño del exterior. Sin embargo, no encuentro otra solución.
Hay ocasiones en las que hablar no sirve de nada. En las que por más que haya una persona del otro lado, sabes que estás hablando con una pared, pues es imposible para esa persona entenderte, comprender por lo que estás pasando y, sobretodo, ayudarte.
No es mi caso.
Con el paso de los años me di cuenta de que de nada servía ir por las calles contando tus problemas, buscar a esa persona que te ayudaría a resolverlos, buscar una mano amiga que te diera el soporte necesario para superarlo. Me di cuenta que nunca sería suficiente para mí, que nunca, nunca, estaría conforme con lo que mis oídos escucharían a cambio de mi boca soltando aquellos gritos que mi corazón constantemente intenta expulsar a partir de la presión constante en mi pecho.
No entienden.
No saben.
No conocen.
Puedo intentar buscar una razón para todo, pero siendo completamente sincera, no sé qué es lo que busco escuchar. ¿Qué me pueden decir que no sepa ya? ¿Qué me pueden aconsejar que no lo haya pensado yo con anterioridad? Nada.
O quizá sí. Pero viniendo de una persona errónea, nada parece importante.
Y sin embargo, no sé cuál sería la persona correcta. ¿Yo? Quizá. Pero he buscado y rebuscado tanto en cada rincón de mis pensamientos, que no puedo evitar pensar que mis conocimientos son demasiado limitados en ese ámbito y nada de lo que haga puede ayudarme, que necesito algo más.
Es un cliché decirlo, pero jamás lo había notado tan acertado: estoy rodeada de gente, y aun así me siento sola.
Me siento triste.
Me siento… ¿cansada? ¿Harta? ¿Enojada?
Y es aquí cuando empieza la interrogante de hasta qué punto es válido estar así.
Crecí escuchando que estaba mal sentirse triste, que debía ser alegre, mostrar una gran sonrisa ante todo. Crecí ocultando cualquier sentimiento distinto a la felicidad, gratitud, compasión. Cualquier sentimiento denominado “malo” o “dañino”. Y aunque sé que sentirse triste es válido, que trae buenos resultados en dosis pequeñas, me es imposible aceptarlo como parte de mí.
Pero esa no es la única razón, incluso llego a omitir el hecho de que me resulta completamente imposible llorar o permitirme sentirme mal cuando alguien más está frágil, mostrándose débil ante mí. Es regla: ellos lloran, yo me callo. Yo lloro… bueno, también me callo.
Y está bien, no me molesta. Me encanta ayudar a la gente de la manera en la que pueda y nunca exigiría lo mismo de vuelta. No puedo, no soy así. Pero de vez en cuando llega un punto en el que mi cuerpo se agota, mi mente se debilita y entonces los pequeños diablillos aparecen nuevamente, traviesos, buscando ávidamente en dónde atacar y de qué manera hacerlo.
Siempre dan en el punto.
Y es que aparece aquella interrogante que por más que intente ahogarla debajo de cumplidos, de abrazos y de pequeñas mordidas, siempre encuentra la manera de asomarse nuevamente en mi vida: ¿Qué hay de malo conmigo?
Nadie es perfecto, me consta y estoy completamente segura, sin embargo tampoco me considero una persona mala, que aleje a las personas, que las lastime a propósito. Me esfuerzo porque todos estén bien, porque sepan que estoy yo para atraparlos si en algún momento necesitan caer. ¿Y mi red de seguridad? Si decido caer, si no puedo más y mis piernas flaquean, ¿habrá alguien debajo para atraparme?
Palabras vacías cualquiera puede decirlas, pero jamás he tenido el placer de voltear detrás de mí y ver a una sola persona que esté dispuesta a atraparme. Todos miran a otro lado. Todos están ocupados. Todos tienen sus prioridades, y de nuevo, no soy parte de ninguna de ellas.
Si me siento tan sola, si no recibo de vuelta aquello que doy… ¿tengo el derecho entonces de imitarlos? No. No puedo. No debo.
Esto deriva a una nueva situación.
Aquella que por siete meses me ha estado atormentando, apareciendo a manera de sueño, pesadilla, pensamiento, recuerdo.
Una de las peores cosas que he vivido, sin duda alguna. Y es que nadie tendría por qué vivirlo.
Estoy tan molesta, tan dolida. ¿Qué tan jodido debe ser estudiar algo por el deseo de ayudar, de salvar vidas… y tener tan cerca a una persona a la que no puedes ayudar, cuya situación ni si quiera podría ser tomada en cuenta como “vida”?
Es jodido cuando crecí con una única petición: ››No me dejes estar así. Mátame. Méteme una pastilla en la boca, pero no me dejes postrada en una cama, con extraños, o peor aún, con ustedes limpiándome el culo.‹‹
Estoy enojada, y no sé siquiera con quién.
¿Está mal? ¿Me convierte en una mala persona detestar esta parte de mi vida? ¿Debería recapacitar si digo que me molesta mi situación? ¿Me hace egoísta? ¿Me hace inconsciente y de mente cerrada?
Quisiera por una vez pararme en medio de la tormenta, justo cuando el granizo está a punto de caer, cuando los rayos y los truenos retumban a mi alrededor, amenazadores, anunciando que lo peor apenas está por venir y que el fin está aún bastante lejos, y finalmente gritar. Simplemente soltarlo todo. Romper ese candado que me forcé a mí misma a poner para evitar dejar entrar a cualquiera capaz de lastimarme, y especialmente para evitar lastimar al resto con cualquier pequeño demonio que, inquieto, se abra espacio entre el burullo de pensamientos para lograr salir abalanzándose hacia el exterior, quemando todo a su paso.
Necesito un respiro. Pero no sé cómo, no sé de qué.
Me siento tan cegada por mi alrededor, tan atada de manos y de piernas por nada más que mis propios miedos e inseguridades.
Me siento perdida y poco a poco las fuerzas se me agotan. Me siento harta, asqueada.
Cerraré los ojos, colocaré mis brazos alrededor de mi cabeza, acercando las rodillas a mi pecho. Me convertiré en una pequeña bolita, esperando que todo pase, o que, por lo menos, alguien tenga la decencia de dejar de jugar, de patearme de un lado a otro, y finalmente termine por aplastarme como lo haría con cualquier insecto en la calle.
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midanxiety · 6 years ago
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Idfk.
Mucha gente dice que escribir es la mejor manera para sacar todos tus demonios internos, ¿cierto? Pero, ¿qué pasa cuando tus demonios internos no son más que puras mentiras, un mundo ficcional, promesas inválidas, palabras infundadas, personas que no importan, una pantalla que refleja mentiras y un mundo distópico.
Mundo distópico.
Ojalá fuera eso.
Más que enfocarme en la manera en la que sus palabras a manera de cuchillas penetraron mi carne, mis huesos, hasta llegar a donde se supondría que debería estar mi alma.
En realidad nadie tiene ninguna certeza de que eso exista realmente, de que esté dentro de nosotros.
Se dice que apenas unos segundos después de que un ser humano muere, pierde veinticinco gramos de su peso.
¿Pero cómo podemos saber que eso es realmente el alma que se fue surcando los aires de quién sabe qué para llegar al lugar de quién sabe dónde con quién sabe quién, y no los gases que naturalmente -y probado científicamente- abandonan nuestros cuerpos de la misma manera en la que lo hace todo lo que los intestinos y órganos albergaban durante la vida?
Al igual que las uñas y el cabello que siguen creciendo aún después de la muerte, la vida sigue su curso, el mundo sigue girando en una órbita sobre su propio eje y alrededor del sol. Porque nadie es lo suficientemente importante y poderoso como para hacer que eso se detenga; es imposible.
Pero no quiero hablar de la muerte. Sería estúpido que algo tan sencillo como una palabra en un mal contexto, una historia que nunca se contó y una promesa rota provocaran en mí el deseo de terminar con algo tan preciado como es la vida. Lo siento, cariño, pero no eres tan importante.
Realmente estaba bien, hacía ya bastante tiempo que no me sentía de la manera en la que me siento justo ahora, pero la diferencia es que ahora he madurado y entiendo mi alrededor, me entiendo a mí y entiendo las consecuencias, las cuales por ningún motivo estoy dispuesto a repetir, a volver a vivir.
Y es por eso que escribo, para comprobar si en serio puedo soltar estos fantasmas, para mantenerlo como un leve secreto inofensivo por completo, que sólo servirá de manera beneficiosa para mí, en lugar de guardarlo en mi interior y finalmente explotar, lastimándome a mí y a la gente a mi alrededor. Pero, hey, this is an ode to myself. Ya pusiste muchas veces a la gente antes que a ti. Y si guardo esa bomba en mi interior, no habrá nada que salvar después. No habrá daños menores, no los habrá mayores siquiera. Porque no habrá nada.
El silencio absoluto.
La calma más grande.
El negro más tranquilizante.
Pero a su vez, el más escalofriante.
Sus palabras me dolieron, y no porque realmente sea algo malo lo que haya hecho, y no porque no esté acostumbrado a vivir en la situación en la que yo mismo, por decisión propia y de manera consciente, me metí.
Me dolieron porque por un momento pensé que quizá sí era verdad, que sí le importaba, que le significaba algo. Que la llegada de esa tercera persona no cambiaría nada como mi subconsciente bien me había dicho anteriormente.
Pero estoy cansado de fingir que todo está bien y cansado de echarme la culpa sobre los hombros adhiriéndola a mi piel como si fuera otra capa de ésta.
Estoy cansado de decir que no hay problema cuando claro que lo hay y cada vez es más grande, por más que intente cubrirlo momentáneamente.
Y espero el momento en el que se dé cuenta de que lo necesito y que la decisión nunca ha sido fácil y nunca lo será, porque lo necesito a él y lo necesito conmigo. Pero a mi lado, sujetando mi mano y no pretendiendo hacerlo cuando su mirada y su mente están en otro lugar.
Si yo puedo hacerlo, ¿por qué no él? Somos buenos en ésto, él mismo lo había dicho, pero ahora que hay que ponerlo en práctica es cuando comienza a fallar el plan perfecto. Porque nunca fue plan, y mucho menos perfecto. Fue una fachada, un comentario al aire que probablemente la gente ignoró. Pero yo no.
Necesito mi espacio, pero no lo quiero.
Necesito un tiempo, pero ya tengo mucho.
¿Qué me hace falta? ¿Qué puedo yo hacer para estar bien?
La respuesta finalmente es obvia, y quizá sea la única, pero me rehúso a tomarla y a hacerlo realidad. No aún y no ahora. No me pienso dar por vencido ahora que he llegado tan lejos y no pienso pretender que estoy bien cuando en realidad no lo estoy.
Así que lo hablaré, se lo diré. Le explicaré lo que sucede y le rogaré piedad porque se ponga en mis zapatos. No debe ser tan difícil, igual tiene un par idéntico en casa.
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