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#guasona
alejandromemesandmore · 8 months
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Que
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corazondetintablog · 3 months
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Penelope era una joven muy divertida. No, «divertida» no era la palabra adecuada. Sorprendente. Sí, esa palabra parecía resumirla. Muy pocas personas la conocían de verdad; jamás se había creado la fama de ser una brillante conversadora. Estaba bastante seguro de que toda su vida se las había arreglado para pasar por esas fiestas de tres horas sin aventurarse jamás a decir palabras de más de una sílaba.
Pero cuando estaba en compañía de personas con las que se sentía cómoda, y se daba cuenta de que él podría tener el privilegio de contarse entre esas personas, ella hacía gala de un humor agudo, una sonrisa guasona, pícara, y de todas las pruebas que indicaban que poseía una mente muy muy inteligente.
-Seduciendo a Mr. Bridgerton. Julia Quinn.
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paliacobe · 1 year
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Día normal en la comisaría
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Keiji es culón y Megumi una guasona, esto podría pasar perfectamente
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saulcastillo · 4 months
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⩔ Los gráficos y mapas son de El Mundo, los análisis son de El País y la puesta en escena, de El Correo. El análisis de los resultados de las elecciones europeas ha sido muy conservador –casi tanto como el escrutinio– y en su mayor parte se ha dedicado a contar cómo queda el Parlamento Europeo, el auge de la ultraderecha en media Europa y a guasonas extrapolaciones como si de unas generales se tratara. Vaya, lo esperado.
» El Correo, El Mundo y El País, del 10 y 11 de junio de 2024
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notasdevivi · 8 months
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Dirigida por Koldo Serra y protagonizada por Vicky Luengo y Hovik Keuchkerian, la serie de siete episodios cuenta también con Andrea Trepat, Celia Freijeiro, Alex Brendemühl, Nacho Fresneda, Emma Suárez y Eduardo Noriega.
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Con un cociente intelectual de 242, Antonia Scott es oficialmente la persona más inteligente de la Tierra. Su inteligencia le valió convertirse en la “Reina Roja” de un proyecto policial secreto y experimental, pero lo que parecía un don se convirtió en una maldición y acabó perdiéndolo todo. Cuando el hijo de una poderosa magnate aparece asesinado grotescamente en su mansión, y la hija del hombre más rico de España es secuestrada, la organización Reina Roja se pone en marcha. Mentor, antiguo jefe de Antonia, recurre a Jon Gutiérrez, un policía vasco y temperamental a punto de ser expulsado del cuerpo, para reactivar a Antonia. El retorcido juego del gato y el ratón en el que se ven envueltos Jon y Antonia durante su investigación les servirá también para descubrir que se admiran y complementan mutuamente casi tanto como se irritan. Reina Roja es un thriller inquietante y diferente, en el que la ciudad de Madrid es una protagonista más, y que combina la urgencia y acción de la investigación con la jugosa y guasona química de sus dos protagonistas.
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nuriaverde · 2 years
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La evolución de Catherine Caawood en Happy Valley
En la tercera temporada (y final) de la serie “Happy Valley”, Catherine ha cambiado a lo largo de los años: está más cansada, más descreída, pero también más guasona, más pasota, más deseosa de jubilarse de la policía de una puñetera vez. Incluso se ha comprado un Land Rover para recorrer mundo. Catherine también ha cambiado físicamente: ha ganado peso y arrugas. Bien por Sally Wainwright, la…
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incorrectkarmaland · 5 years
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Heartstrings:
Luz vs oscuridad.
Violett: 15 años.
Un nubarrón oscuro se cernía sobre Karmaland. El caos continuaba en el pueblo, atentados contra vidas humanas y la integridad del pueblo.
El equipo de gobierno estaba haciendo todo lo que estaba en su mano para detener lo que estaba pasando, pero con los años los atentados de la nueva hermandad oscura se volvían más letales.
Y por eso, hace años, se creó una hermandad totalmente opuesta a aquella otra, destinada a pararlos de la manera que el gobierno no podía.
En la iglesia había túneles, túneles que recorrían todo Karmaland bajo tierra, pero que tenían su función. Si seguías aquellos túneles, acababas frente a una puerta de madera gigante con palabras en latín grabadas en ella.
"repraesentativis luminis", los representantes de la luz. Una persona encapuchada abrió aquella puerta como si nada, y al entrar había una cueva gigante. Agua transparente y un pequeño altar con un libro en el.
Frente al libro, otra persona con una túnica blanca y la cara cubierta por la capucha. Cuando se la quitó, su rostro quedó al descubierto.
— Llegas tarde. — Le dijo Noah a la persona que acababa de entrar.
Aquél desconocido se quitó la capucha, revelando a...
— Pero no soy la última. — Dijo Violett, dejando su arco sobre una de las mesas.
Al otro lado de la cueva, Colette miraba el tablón donde todos los atentados de Karmaland estaban representados por fotos, hilos, chinchetas...
— ¿Y Samuel? — Preguntó Colette.
La cara de Noah cambió, se oscureció por unos segundos.
— Samuel hoy no vendrá.
Las chicas se acercaron a él, y Noah cerró el libro que tenía en el altar cercano.
— Tenemos que parar estos atentados ya, antes de que se lleven vidas inocentes de por medio.
Cuando Colette fue a aportar algo, una explosión muy fuerte y cercana rebotó por las paredes de la cueva. Los tres jóvenes salieron corriendo, y se encontraron parte de la iglesia destruida.
Una enorme nube de polvo nubló sus visiones, y los gritos dificultaban escuchar nada más.
— ¡Al suelo! — Gritó Violett.
Antes de que Noah pudiese reaccionar, una bomba explotó de nuevo. La onda expansiva derrumbó casas y otra pequeña parte de la iglesia.
Cuando Colette abrió los ojos, estaba aturdida, veía doble y le sangraba la cabeza. Violett se acercó corriendo a ella, levantándola lentamente.
— Levanta, ¡Levanta!
Le habían perdido la pista a Noah, pero vieron su figura entre la multitud y el polvo. Estaba peleándose con alguien, alguien en una túnica negra.
Antes de que pudiesen acercarse a él, otras dos figuras se les echaron encima. Colette fue rápida defendiéndose, desarmando a su atacante. Violett le devolvió el golpe, evitando ser dañada por el ataque.
— ¡No seas cobarde, si vas a luchar lucha con la cara destapada! — Le gritó Noah a su oponente, quién le devolvía los golpes con fuerza. Parecía bailar en el aire.
La figura se detuvo frente a las llamas, llevándose las manos a la capucha y echándola hacia atrás. Noah parpadeo varias veces, las palabras escapando de su mente.
— ¿Emma?
La mirada de Emma era furiosa, sedienta de venganza. Agarraba su espada con tanta fuerza que su mano empezaba a sangrar.
El humo teñía sus mejillas de ceniza, también haciéndole saltar las lágrimas.
— Tu me lo quitaste todo. — Su voz escupía veneno. Se le tiró encima, rajando su costilla izquierda.
En la otra punta, Violett usaba sus flechas como defensa, ya que el arco había quedado atrapado abajo. Esquivaba la mayoría de los golpes, pero su oponente era fuerte, insistente, como una lluvia de golpes que amenazaba con destruirla.
Colette era inferior a su oponente en cuanto a fuerza y habilidad en combate, pero era mucho más rápida mentalmente. Cuando su oponente lanzaba un golpe, ella estudiaba su táctica.
Usándola contra el. En una de estas le dió en la cara, revelando el rostro de Adora, quién sonreía sádicamente.
— Sorpresa coco. — Dijo en un tono burlón.
— Que zorra eres. — Respondió Colette, tensando su mandíbula.
Noah luchaba sin querer hacerle daño a Emma, no usaba su potencial al completo. Intentaba calmarla para que no tuviese que luchar enserio.
— Emma para, yo no te quité nada. — Dijo esquivando sus golpes.
Emma no lo escuchaba, solo lanzaba golpes y espadazos contra el, pensando en destruirlo.
El oponente de Violett la tumbó, quitándole sus flechas y tirándolas a un lado, pero no contó con su hermano mayor.
Una figura golpeó al agresor, lanzándolo contra el suelo. Cuando Violett abrió los ojos, vio a Samuel en pie.
— ¿Nunca te han dicho eso de métete con alguien de tu tamaño? — Dijo con una sonrisa guasona.
La figura se levantó y barrió los pies de Samuel, haciendo que perdiese el equilibrio. Cuando Samuel fue a caerse, agarró al desconocido de la túnica, revelando el rostro.
Los ojos de Samuel perdieron el rumbo, y su rostro palideció. Mantenía su mano agarrada a la túnica de aquel chico con el que se había criado.
Era Zeus. Su mejor amigo. Su hermano.
Zeus lo miró con firmeza, ocultando el dolor de tener que hacerle daño a una de las personas que más quería en su vida.
Samuel agarró a Zeus de las mejillas, su mirada buscando la de su mejor amigo.
— Tu no, dime qué tú no.
Zeus apretó los labios, su mirada esquiva. Los ojos de Samuel buscaban un solo motivo por el que no tener que luchar contra Zeus. Que le dijese que él no era de esa hermandad oscura.
Que fuese todo una mentira.
Los ojos verdes de Zeus y los de Samuel conectaron por fin, y el peliblanco los tenía llorosos.
— Te pedí ayuda a gritos, pero no me escuchaste. Lo escuchastes a él. — Dijo señalando a Noah.
Samuel sintió como las palabras de su amigo rasgaban su corazón e infectaban sus venas con dolor.
Violett agarró a Zeus por la cabeza y lo echó hacia atrás, apartandolo de Samuel.
Adora por su parte, vencía a Colette con una mano a la espalda. Era rápida, eficaz y astuta. Agarró una de sus dagas y dió una pirueta hacía atrás, lanzándosela en el proceso.
La daga rajó la mejilla de Colette, haciéndola sangrar. Esta gruñó y se lanzó a por ella, pero Adora la esquivó y la golpeó en la espalda, tumbandola.
Agarró la daga que le quedaba y miró a Colette.
— Siempre vas de mosquita muerta, pero sabes que estás podrida, que pareces buena y en realidad eres la peor. — Dijo Adora forzejeando con Colette.
— Tu eres la podrida, estás enferma.
— Por lo menos no soy el perrito faldero de nadie. — Dijo Adora sonriendo.
Adora le lanzó la daga, pero algo la detuvo en el aire, alguien. Ella tragó saliva y dió un paso hacia atrás. Ayden sostenía la daga a meros centímetros del rostro de Coco.
— Bueno bueno hermanita. Ahora podremos ver quién es el más fuerte de los dos, gemelo contra gemelo.
— Oh cielo, todos sabemos quién el más débil. — Dijo Adora posicionándose para la batalla.
Ayden sonrió y le devolvió la daga, cortando varios mechones castaños de la chica en el acto.
— Que de comienzo el espectáculo.
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etarragof · 4 years
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Permítaseme una despedida guasona y grosera de este pésimo año 2020
21 diciembre 2020
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las-microfisuras · 5 years
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A menudo nos repiten que debemos suprimir los adjetivos. Un buen estilo —oímos decir— puede prescindir perfectamente del adjetivo; le basta el arco sólido del sustantivo y la flecha ubicua del verbo. Y, sin embargo, el mundo sin adjetivos es triste como el quirófano en el día de domingo. Una luz azulina se filtra a través de las ventanas frías, zumban en voz baja los mustios tubos fluorescentes.
El sustantivo y el verbo son suficientes para los soldados y los dirigentes de los países totalitarios. Porque el adjetivo es el garante indeleble de la individualidad de los objetos y las personas. He aquí un montón de melones en un tenderete. Para un adversario de los adjetivos la situación no presenta ninguna dificultad. «Los melones están en el tenderete». Y lo cierto es que un melón es amarillento como la tez de Talleyrand mientras discurseaba en el Congreso de Viena, otro es verde, inmaduro y lleno de arrogancia juvenil, y hay uno que tiene la cara chupada y se ha sumido en un silencio profundo y fúnebre como si no pudiera acabar de despedirse de los campos de Provenza. No hay dos melones iguales. Algunos son oblongos, otros rechonchos. Duros o blandos. Huelen a campiña y a amaneceres o están secos, resignados a todo, asesinados por el transporte, por la lluvia, por las manos de unos desconocidos y por el cielo plomizo de un suburbio parisino.
El adjetivo es para la lengua lo que el color para las artes plásticas. Pongamos por caso a ese señor de edad provecta que se ha sentado a mi lado en el vagón de metro: ¡es una mina de adjetivos! Finge dormitar, pero observa a los pasajeros por debajo de los párpados entornados. Por su rostro vaga una sonrisa guasona que a ratos convierte en un mohín irónico. No sé si lo que habita en su interior es un desespero apacible, cansancio o un sentido del humor inmune a la acción destructora del tiempo.
El ejército limita la cantidad de adjetivos. Sólo el adjetivo «uniforme» parece complacer sus ojos sin color. Ropa uniforme, carabinas uniformes. Quien, después de unas maniobras, se pone el traje de civil para ir a dar un garbeo por una ciudad de civiles recuerda la increíble explosión de adjetivos, colores, matices, formas y diferencias con la que saluda el cosmos repleto de individualidades bien marcadas.
¡Viva el adjetivo! Pequeño o grande, olvidado o actual. ¡Te necesitamos, oh adjetivo maltratado por los puristas! ¡Nos haces falta, oh adjetivo moldeable y esbelto que yaces ingrávido, ojo avizor, sobre los objetos y las personas, velando porque no se pierda el sabor vivificante de la individualidad! Ciudades sombrías y calles bañadas en un sol pálido y cruel. Nubes del color de las alas de las palomas y grandes nubarrones negros rebosantes de ira: ¿qué sería de vosotros sin las alígeras flotillas de adjetivos que siguen vuestra estela?
La ética no sobreviviría ni un solo día sin adjetivos. Bueno, malo, artero, magnánimo, vengativo, apasionado, noble —he aquí unos vocablos que brillan como la cuchilla de una guillotina.
Y, si no fuera por los adjetivos, tampoco habría recuerdos. La memoria está construida con adjetivos. Una calle larga, un día tórrido de agosto, un portillo chirriante que conduce al jardín y allí, entre las grosellas recubiertas de polvo estival, tus ingeniosos dedos («tus» también es un adjetivo —sólo que posesivo—).
- EN DEFENSA DEL ADJETIVO, en "Dos ciudades", Adam Zagajewski
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alejandromemesandmore · 8 months
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Soy ese
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senseyerovi · 5 years
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xhima-blog1 · 6 years
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Encuentra tu lugar
Había sido un día agotador.
Se había encargado de un robo, una disputa entre mercaderes, un niño perdido y de arrestar a un paladín que predicaba contra los brujos y animaba a la gente a quemar las casas de los “acusados de brujería”. Quemar brujos a estas alturas… Ah, y lo del cerdo…
Rebeca sacudió la cabeza. Prefería no recordar lo que pasó en El Cerdo Borracho. Las cosas ahí no eran normales. Era como un mundo aparte, como otro universo. Algún día cerrarán ese sitio.
Se limpió la cara con el agua de la cubeta y se miró al espejo: no es que le gustase mucho la imagen que el espejo le devolvía, ya que tenía ojeras y cara de agotamiento, así que terminó de limpiarse la cara y se echó en el sofá. No había terminado de ponerse cómoda cuando sonó la puerta.
Se levantó a abrir mientras maldecía. Pregunto quien era con la puerta cerrada, a lo que una voz grave y guasona le respondió.
- ¿Tiene usted un momento para hablar de nuestro dios Goldrinn, pequeña fiera?
Estaba a punto de mandar al paseo al borracho cuando se dio cuenta de que en esa frase había dos cosas mal. La primera fue la mención a Goldrinn: ¿Sabía el extraño que había contraído la maldición hurguen recientemente? La segunda fue “pequeña fiera”: ese era el mote por el que la llamaba su padre cuando se enfadaba.
- ¿Vas a tenerme esperando mucho más? Puedo oler que estás en casa y puedo oír tu respiración al otro lado de la puerta.
Rebeca se lo pensó un rato mas y finalmente abrió: al otro lado había un huargen alto, corpulento y viejo al que no conseguía verle la cara porque el marco de la puerta se lo tapaba. El huargen se agachó para cruzar el umbral y colgó, como si fuese su casa, su gabardina en el perchero.
- ¿Qué le ha pasado a la casa? Has vendido muchas cosas, ¿no? Con el buen gusto que tenía tu madre para decorar interiores… está casi vacía.
El huargen dio un paso hacia el interior, pero Rebeca tenía la costumbre de guardar una espada en el paragüero y se la puso en el pecho para bloquear su avance.
- ¿Una espada en el paragüero? ¿En serio? Y me llaman a mi paranoico…
-Guardo más en otras partes de la casa. ¿Qué quieres?
El huargen se tomo un segundo para asimilar toda esa información antes de reír.
- Vale, tranquila, pequeña fiera, no vengo a meterme (mucho) contigo: soy un viejo amigo de tus padres. -Rebeca llevó la punta de la espada al pecho del huargen. Este suspiró y puso una cara seria antes de continuar. – Tu padre se llamaba Radus y tu madre, Rosa. Tu padre te llamaba pequeña fiera porque, de niña, cogiste la costumbre de morderle cuando te enfadabas.
Rebeca miró a los ojos del huargen, y bajó lentamente la espada para dejar que el huargen pasase. Se sentó en el sofá.
- No tengo alcohol.
- ¿Y te haces llamar hija de tus padres? ¡Blasfemia! Aun recuerdo cuando apostaba con tus padres a ver quién bebía más y ellos seguían bebiendo cuando yo no podía distinguir quien era Radus y quien Rosa…
Rebeca estaba a punto de soltarle algo cuando el huargen soltó un suspiro melancólico. Su cara reflejaba la pena que sentía cuando hablaba de sus padres, lo cual sorprendió a Rebeca, ya que ella no recordaba haber conocido nunca a ningún amigo de sus padres. Su instinto le decía que el viejo no le estaba mintiendo, al menos hasta ahora
- Muy bien, empecemos por el principio: Tu padre creció en un pueblo minero de los Páramos de Poniente que era saqueado frecuentemente por un grupo de bandidos. Un día, tu padre enfureció cuando le hicieron daño a su hermano pequeño, cogió un pico y se lo clavó al responsable en el pecho. El resto del grupo, enfurecido, arremetió contra él. Lo habrían linchado si mi grupo de mercenarios y yo no hubiésemos pasado por allí y decidiésemos ayudar. Matamos a los bandidos, salvamos el pueblo, bla, bla, bla… pero lo importante de la historia es que tu padre demostró tener un buen par. Le vi potencial y lo convencí para que se uniese a mi grupo. Lo vi como una inversión de futuro y vaya si lo fue: Radus se volvió grande, fuerte y el mas brabucón del grupo. ¿Alguna vez te contó esa historia?
Rebeca negó con la cabeza, con los ojos abiertos y la boca abierta, como una niña a la que habían ensimismado contándole una historia. El huargen, satisfecho con el resultado, siguió contando.
- Viajábamos mucho, y Radus se encariño con una mercader ambulante que nos había contratado para defender su caravana. Ya te imaginas con quien: tu madre. Rosa y Radus congeniaron casi desde el principio: Rosa vio en Radus un hombre sincero (aunque yo lo calificaría mas de inocente. O tonto perdido), fiel, noble y toda esa mierda; mientras que Radus… bueno, creo que él se fijó mas en sus tetas, para que mentirte, pero su carácter fuerte y decidido y su astucia fueron otras cosas que creo que a tu padre le encantaron cuando se le bajaron las hormonas.
“La cosa es que, cuando terminamos nuestro contrato después de meses, tu padre decidió seguir con Rosa en lugar de conmigo. Me rompió el corazón, pero cuando quieres algo… Tiempo después me enteré de que tu madre abrió una tienda en Ventormenta y Radus se agenció un puesto en la guardia (sabe la luz como lo consiguió. ¿Estaría borracho al reclutador?). Perdona, me voy por las ramas. Como ya sabía por dónde andaban no perdí el contacto y pasaba a verlos cuando mi trabajo me llevaba por ahí. El huargen miró fijamente a Rebeca, estudiándola por un momento- La última vez que te vi eras tan pequeña que es normal que no me recordases. Luego la muerte de tu madre, la depresión de tu padre…- se tomó un momento antes de seguir- Cuando lo expulsaron de la guardia, tu padre vino a mí en busca de trabajo. Cuando vio que, mientras él aun lloraba la pérdida de tu madre, tú habías conseguido seguir adelante por tu cuenta se sintió como una carga y que era mejor no molestarte. Me volvió a dejar cuando el Club de Arqueología le hizo una mejor oferta. El resto ya lo conoces.”
Rebeca se quedó mirando al suelo pensativa. Aunque conocía la historia en términos generales, había muchos detalles que eran nuevos para ella: nunca había oído hablar de Colbert, del lugar donde nació su padre…
- Hay otros detalles- siguió Colbert- como la muerte de tus abuelos y tu tío por una enfermedad, la discusión por la herencia de tu madre…
- ¿Herencia?
- Tú madre era una noble que se fugó de casa- Colbert dedujo por el rostro de Rebeca que no tenía ni idea de esa historia. - Supongo que tus padres preferían que vivieses tu vida antes de que te preocupases por la suya.
Rebeca estaba atónita. ¿Cuánto había de sus padres que no conocía? Se sentía como si su vida hubiese sido una mentira…
- Terminaré esta tanda de historias con una más para llegar a donde quiero llegar: la mía
“Había una vez… vale, no. Yo llevé el grupo de mercenarios hasta que contraje una enfermedad. Había una solución rápida: la transformación en huargen. No la curaría, pero mitigaría sus efectos permitiéndome vivir el resto de mis días con una ballesta en las manos. Pelo o muerte. La elección fue fácil. Pero las cosas nunca son tan sencillas: al resto de mi grupo empezó a tratarme de forma diferente. La transformación en huargen había agravado mi ya de por sí mal carácter, mi mejoría física hacía que a los demás les costase seguirme el ritmo… eran muchas cosas y al final me di cuenta de que no pintaba nada allí. Yo ya no era humano. No me sentía humano y no me trataban como humano. ¿Te suena de algo? He oído que te salieron colmillos cuando intentaste poner fin a una discusión entre dos comerciantes, y el paladín gritaba que lo habías mordido... Y lo del Cerdo…
- Dejemos lo del Cerdo.
- Rebeca, - Colbert se había plantado frente a ella, mirándola directamente a los ojos- intentas seguir con tu vida como si nada hubiese pasado. Pero la gente no puede ignorarlo: te temen, se apartan de tu camino, te encargan las patrullas por los peores sitios porque nadie quiere ir contigo. La gente se calla de golpe cuando te acercas, evitan mirarte a los ojos. La gente a la que intentas proteger te teme más a ti que a los malhechores. Todos lo saben, pero tú eres la única que un quiere admitirlo.
“Sientes la llamada de la luna cuando miras por la ventana antes de dormir. Hules el miedo porque tienes los instintos mas desarrollados. Sientes tu cuerpo arder cuando te enfadas. Sientes un subidón cuando persigues a un ladrón, como un lobo cazando a su presa. Y la carne… -El huargen se relamió- Nunca había estado tan buena, ¿eh?
Rebeca bajo la cabeza. Cada palabra de Colbert había sido como una chispa que encendía algo en su interior. Todo lo que había dicho es cierto, pero le resultaba imposible negarlo cuando lo se lo oía decir a otra persona. Empezó a morderse el labio.
- Eres una huargen, Rebeca. No se como ni porque te transformaste, pero no creo que eso importe. Ahora solo importa una cosa: ¿Realmente quieres seguir fingiendo ser humana? Mírame un momento.
Cuando Rebeca alzó la cabeza, encontró que el huargen se había situado dejándola a ella entre la ventana y él: la luz de la luna permitía verlo con total claridad.
- No sé si serán prejuicios, Rebeca, pero ser un huargen no tiene nada de malo: defendido a mis compañeros, mi tierra y mi gente con mis garras y mis dientes. Salvé a muchas personas cuando fui humano, puedo hacerlo mejor ahora que soy huargen. Soy Colbert: aterrabrujas de la guardia del lobo. Y estoy aquí porque creo que hay un lugar donde puedes ser más feliz que aquí. Donde puedes seguir dedicando tu vida a una causa justa y luchar sabiendo que estás donde debes estar, con quien debes estar. Se lo debo a tus padres, sobre todo a tu padre.
Rebeca miró a Colbert como quien mira a una figura de autoridad. Había conseguido encender algo dentro de ella, algo que llevaba intentando extinguir desde que contrajo la maldición. Y Colbert había percibido el brillo en sus ojos, así que no cedió en su empeño.
- Pasado mañana, cuando haya terminado unos asuntos, cogeré un portal de vuelta a Gilneas. Le dije a mi superior que encontraría reclutas, pero creo que ninguno dará la talla como tú. Es tu elección si quieres vivir entre humano o entre los tuyos, pero te lo digo por experiencia: no puedes cambiar lo que eres.
Colbert cogió su gabardina y se preparó para irse. Hizo un gesto, como si se diese cuenta de que se olvidaba de algo, y se detuvo en el quicio de la puerta.
- Ah, y ni una palabra de esto a nadie: nada de que tengo amigos, nada de que hago bromas… y, sobre todo, nada sobre mi enfermedad. Soy un viejo cascarrabias con mucha puntería.
- ¿Por qué?
- Porque es más fácil cumplir las expectativas de la gente cuando no esperan nada mas de ti salvo que gruñas, cuentes batallitas y hagas tu trabajo. Adiós. -Cerró la puerta y la casa quedó en silencio, como si nada hubiese pasado y todo hubiese sido un sueño.
Rebeca se levantó y volvió a mirarse al espejo: era una humana mas alta y corpulenta que la mayoría. Piel morena, orejas pequeñas, nariz y boca pequeñas ojos… Brillantes. Brillaban de forma inhumana reflejando la luz de la luna que entraba por la ventana.
Rebeca sus piró y bajó la cabeza. Cuando volvió a alzarla, la imagen reflejaba una huargen alta, de pelaje rojo anaranjado. Hocico pequeño, orejas pequeñas y unos grandes ojos brillantes y salvajes.
Se apartó del espejo y miró por la ventana, dejando que el viento frio de la noche le revolviese el pelaje. Contempló el Bosque de Elwynn por primera vez con ojos de huargen, viendo en la oscuridad mucho mas que cualquier humana. “Sientes la llamada de la luna cuando miras por la ventana antes de dormir”.
Y saltó por la ventana
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gothen3000 · 2 years
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La Leyenda del Sapo Kuartam
Dice una vieja historia que hace muchísimos años, en lo más profundo de la selva del Ecuador, vivía un sapo diferente a los demás sapos del mundo porque tenía una peculiaridad: si alguien le molestaba o se burlaba de él, se convertía en tigre y atacaba sin piedad.
Tan solo algunos ancianos afirmaban haberlo visto cuando eran niños, así que para la mayoría de los indígenas de los poblados cercanos al Amazonas el extraño animal era como un ser de leyenda que se ocultaba en la jungla. Eso sí, sabían que existía porque a veces, amparado por la noche, cantaba a grito pelado desde su escondite:
-¡Kuartam – tan! ¡Kuartam – tan! ¡Kuartam – tan!
Como ‘Kuartam – tan’ era lo que repetía sin cesar, con el nombre de sapo Kuartam se quedó.
Según cuentan, un joven de la tribu shuar llamado Nantu quiso salir una noche a cazar. Antes de abandonar el hogar, su esposa le advirtió:
– Ten mucho cuidado ahí fuera, y por favor, si ves al sapo Kuartam ni se te ocurra burlarte de él. ¡Ya sabes la mala fama que tiene por estos lugares!
– ¡Bah, tonterías! Estoy seguro de que eso de que se convierte en tigre es pura invención, pero ¡quédate tranquila! Te prometo que si me lo encuentro no le diré nada y pasaré de largo.
Nantu dijo esto al tiempo que mostraba una sonrisa pícara que no gustó demasiado a su mujer.
– Nantu, insisto en decirte que no seas irresponsable.
El chico guiñó un ojo y le propinó un sonoro beso en la mejilla.
– ¡Confía en mí! Y ahora me voy que se hace tarde… ¡Estaré de vuelta antes de medianoche!
Bajo la luz de la Luna el joven deambuló por la selva tropical apartando la frondosa vegetación con un afilado machete y fijándose bien por si aparecía alguna posible presa. Desgraciadamente no vio más que una serpiente y dos o tres ratones diminutos correteando de un lado para otro.
– Aquí no hay bicho que me pueda servir de comida… ¡Vaya manera de perder el tiempo!
Pasado un rato llegó a un claro y se tumbó en el suelo a descansar. Le dolían los músculos, pero sobre todo estaba aburrido de dar vueltas y vueltas sin obtener resultados.
– Como llegue a casa con las manos vacías el menú de mañana será fruta para desayunar, fruta para comer y fruta para cenar. ¡Voy a acabar odiando los cocos y las bananas!
De repente, dejó de lamentarse porque una idea de lo más divertida pasó por su cabeza.
– ‘¿Y si me burlo un poquito del famoso sapo?… ¡Voy a probar a ver qué pasa!’
Sin ningún tipo de pudor comenzó a llamar a Kuartam. Estaba convencido de que, aunque el sapo cantaba raro, no tenía poderes de ningún tipo y por tanto no había nada que temer.
– ¡Kuartam!… ¡Kuartam!
Solo escuchó el aleteo de una familia de pajaritos, así que siguió erre que erre.
– ¡Kuartam!… ¡Kuartam!…
Como allí no había ni sapo ni similar, Nantu se fue envalentonando y su voz se tornó más guasona:
– ¡Yujuuuuu!… Sapo Kuartam, ¿estas por aquí ?… ¿Es cierto que eres un sapo mágico?… ¡Si no lo veo, no lo creo!… ¡No seas cobarde y da la cara!
No obtuvo respuesta, pero Kuartam sí estaba allí, agazapado en la copa de un árbol. Por supuesto lo había escuchado todo, y llegó un momento en que se sintió tan molesto, tan enfadado, que su paciencia se agotó y sucedió lo que tenía que suceder: su cuerpo, pequeño como una naranja, empezó a crecer descomunalmente y se transformó en el de un tigre.
Nantu, ajeno a todo, siguió llamando al batracio sin dejar de mofarse de él.
– Kuartam, sapo tonto… ¡Eres un gallina! ¡Clo, clo, clo! ¡Gallinita, ven aquí! ¡Clo, clo, clo!
 Kuartam, antes simple sapito y ahora enorme félido, no pudo más y emitió un rugido que hizo que temblaran las nubes. Acto seguido saltó desde lo alto, abrió las fauces lo más que pudo, y se tragó de un bocado al insensato cazador.
Mientras todo esto sucedía, la esposa de Nantu aguardaba en el hogar sintiendo que la noche transcurría muy lenta. Durante horas esperó junto a la puerta el regreso de su esposo, pero al ver que no volvía se puso muy nerviosa.
– ‘¡Es rarísimo que Nantu no haya vuelto todavía!… ¿Qué le habrá pasado?… Conoce la selva como la palma de su mano y es el más ágil de la tribu… La única explicación posible es que… que… ¡se haya encontrado con el sapo Kuartam!.
Sin pararse a pensar salió corriendo de la cabaña. Por suerte no había llovido y pudo seguir el rastro de las huellas de los pies que Nantu había dejado tras de sí.
Todo fue bien hasta que llegó a un claro en la jungla; en ese lugar, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, las pisadas se esfumaban por completo, como si a Nantu se lo hubiera tragado la tierra.
La muchacha se sintió muy triste y empezó a decir en alto:
– ¿Dónde estás, amado mío, dónde estás?… ¿Debo ir hacia el norte?… ¿O mejor rumbo al sur?… ¡No sé por dónde buscarte!
En ese momento, escuchó una especie de resoplido que venía de las alturas. Miró hacia arriba y, en una gruesa rama, vio un sapo gigantesco, dormido panza arriba y tan hinchado que parecía a punto de estallar.
– ‘Ese fenómeno de la naturaleza debe ser Kuartam. ¡Apuesto a que se ha zampado a mi esposo y por eso está tan gordo!’
Efectivamente era Kuartam, que después de devorar a Nantu había vuelto a transformarse en sapo pero manteniendo unas dimensiones colosales.
La chica, en un acto de auténtica valentía, cogió el hacha que llevaba colgado de la cintura y comenzó a talar el tronco. El sapo, que debía estar medio sordo, ni se enteró de su presencia y continuó roncando como si con él no fuera la cosa.
– ¡No tienes escapatoria!… ¡Acabaré contigo!
Tras mucho esfuerzo, el árbol se vino abajo y Kuartam cayó de espaldas contra el suelo. El tortazo fue tan impresionante que abrió instintivamente la boca y Nantu el cazador salió disparado como la bala de un cañón.
¡Pero eso no fue todo! Al quedarse vacío el imponente sapo empezó a desinflarse, y en un abrir y cerrar de ojos, recuperó su pequeño cuerpo de siempre. Tras la conversión se sintió muy dolorido, pero temiendo que tomaran represalias contra él, sacó fuerzas de flaqueza y dando unos brincos desapareció entre el verde follaje.
Nantu, afortunadamente, seguía vivito y coleando. Su esposa le había salvado por los pelos y no podía dejar de abrazarla.
– Si sigo aquí es gracias a ti, a tu valor. Estoy avergonzado por mi comportamiento y por no haber cumplido la promesa que te hice cuando salí de casa. ¡Te ruego que me perdones!
La muchacha se dio cuenta de que Nantu estaba siendo sincero y se arrepentía de verdad, pero aun así levantó el dedo índice y le dijo muy seriamente:
– El respeto a los demás, sean personas o animales, está por encima de todas las cosas. ¡Espero que hayas aprendido la lección y jamás vuelvas a burlarte de nadie!
– Te lo prometo, mi amor, te lo prometo.
Es justo decir que Nantu cumplió su palabra y fue amable con todo el mundo el resto de su vida, pero tuvo que cargar con la pena de no poder pedir disculpas al sapo Kuartam porque sus caminos jamás volvieron a cruzarse.
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decimoquintoarte · 6 years
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Disparatada reposo, pero inquietantemente forzada a jalar un desenlace pronto. Ser el zen en seno furico, esperanzada por que el embrollo mental se haga madeja, barajo emociones contrastadas en seño fruncido. Detrás de toda la fachada oculto una faceta concentrada por dejar de dar manotazos de ahogada. Que la paz no se alza... Que la ira me maneja... Soy la bufona de mi reino sensacionalista, malabarista experta en batallar contra la bestia y la misa. La tormenta se burla hilarante en sonrisa dentada de la extenuada calma, que paupérrima carece... Aparece la cólera guasona... Se mecen las muecas en mi cara... Descartando posiciones opositoras al ataque de turno. La rabia irrisoria me monta una escena teatral y en penitencia intento hallar el silencio yoga, en tanto la sulfuria me subyuga aventurándome en el yugo de la dualidad emocional. Desvaríos de una fiesta implícita en purgar la falla execrable, creando una reyerta espiritual. Vesania que besa mi frente crespa mis cabellos, lucho con ello entre juegos deprisa, a ver si mis ánimos se mimetizan e inspiran sosiego en esta meditación sin vida.
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hello-martita · 3 years
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Volvimos a mi casa , soñaba con ver a mi familia de nuevo aunque se que ellos ya no estaban allí.Rebeca no te he dicho que viniste de muñequita gótica y de negro dije sonriéndole a rebeca con mi sonrisa mas picara y guasona. si he venido de muñequita gótica ya que te gusto el otro día mi estilo caballero.Anda ven aquí muñeca que te bese un poco ese cuello dulce y goloso nena. Le bese a Rebeca y ella se reía diciendo me haces cosquillas Nathan.¿vamos dentro de mi casa siniestra y oscura o sigues teniendo miedo nena? ,para nada no tengo miedo nene dijo Rebeca riendo.tu rebeca recuerdas a tu familia? . Rebeca dijo: a mi madre casi no la recuerdo no tuve mucha relación con ella pero a mi papa si , el me lo enseño todo aunque tuviera sus paranoias pero el me quería igualmente al igual que yo a el.recuerdas que cosas hacías con tu familia? pregunto rebeca . pues creo recordar que cocinaba con mi padre pero nada mas , andemos por la casa a ver que vemos dijo rebeca.Rebeca y yo entramos en los dormitorios y nos quedamos mirando una estampa muy familiar.Allí estaban mama Dasha y tía Inna teniendo una conversación de hermanas , eran tan bonitas y se querían tanto Ella es mama Dasha y tía Inna la que lleva moñitos le dije a rebeca . Rebeca contestó: que guapas son Nathan , ¿no sabes que dicen? . No nena no se que dicen no entiendo sus palabras dije tristemente.Nathan y yo salimos al comedor mientras paso de pronto mamá Dasha diciendo serás la elegida princesa.Me senté en el sofá mientras veía hablar a papa Nael y mama Dasha , entonces escuche algo como la princesa nos salvara , ella es la elegida , no entendía nada pero los veía muy contentos.Entonces de pronto vimos un niño que se parecía mucho a Nathan , Nathan dijo : Rebeca ese niño soy yo😭❤️ https://www.instagram.com/p/CWY1tsOD1X4/?utm_medium=tumblr
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tastaturean · 3 years
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Ese domingo el equipo de quidditch tiene entrenamiento intensivo con miras a nuestro próximo partido contra Slytherin, así que no vuelven hasta muy tarde, y para entonces están tan cansados que se van directamente a dormir. La tarde pasa tranquila entre charlas y deberes. Apenas tocamos un par de canciones después de cenar. Los ánimos se encuentran divididos entre la incertidumbre por el último ataque de Sirius Black y la perspectiva de que al día siguiente, lunes, es San Valentín. Es una fecha que para mí no significa mucho y, la verdad, me alegro una vez más de haberme librado el año pasado de las felices ocurrencias de Lockhart, pero para muchas de mis compañeras parece el día más emocionante del año. Ilusas... Sé que en nuestra casa tenemos algunas parejitas de cursos superiores, e incluso parejas mixtas con otras casas, y que todas ellas anhelan la próxima visita a Hogsmeade para tener una cita en condiciones. Pero, sinceramente, dudo mucho que las desovejadas encuentren el amor de su vida de un día para otro.
De hecho, el lunes es un día muy tranquilo. Aparte de Black para comer, Black para merendar y Black para cenar, de los regalos furtivos u ostentosos de mesa a mesa o dentro de las propias mesas, de las lechuzas con sobres chillones (e incluso los literales: hasta un par de vocifeadores para declararse estallaron durante el almuerzo; aunque el peor fue el de Neville, con su abuela echándole una bronca de impresión por haber perdido las contraseñas y haber avergonzado a toda la familia) y de la decoración (vomito)... digamos (vomito)... sugerente (vomito) del comedor, es un lunes como otro cualquiera.
Hasta que llega la noche.
Ese lunes no hay entrenamiento porque el campo está reservado, así que la mayor parte de Hufflepuff no enamorada pasa la tarde en la biblioteca. Ernie me echa una mano con las dudas, como de costumbre; los mayores nos avanzan cosas para complementar los temas que estamos dando, como también es habitual; y Cedric da consejos de vez en cuando a sus compañeros de equipo según se va acordando mientras lee un libro de quidditch entre tarea y tarea.
"Ante todo tenemos que mejorar nuestra forma física. Todos sabemos que Slytherin no juega muy limpio que digamos," susurra, y los demás asienten.
"Son unos malditos guarros," comenta el golpeador Rickett. "Lo siento, capitán, pero pienso pagarles con la misma moneda como amenacen la seguridad de alguien."
"Sólo si amenazan la seguridad de alguien, ¿entendido?" advierte Cedric con el dedo en alto.
"Y sólo después de pedirles perdón por dejarnos golpear, ¿verdad, capitán?" replica Zacharías.
Después de la cena, un enorme corrillo femenino de Hufflepuffs me acorrala bandurria mágica en mano para que les cante una balada en condiciones, con sentimiento. No sé a qué viene tanta excitación (alguien me explica que ya han puesto el cartel de la siguiente visita a Hogsmeade, lo cual puede ser una de las causas del alboroto), pero tienen pinta de haberlo estado maquinando todo el día, porque no dejan de cuchichear y de reír entre ellas. Eso me pone muy nervioso. Los chicos empiezan a reírse en mi cara y toman asiento para verme salir del apuro en primera fila. Las de primer año tienen cara de mudo éxtasis y las de segundo ya están coreando un "¡Justin, Justin, Justin!". No hay salida. ¿Qué tendrá mi voz a medio desarrollar, que las vuelve locas? Nooooo lo entiendo. La prefecta, guasona ella, me acerca una silla con mucha pompa y luego se sienta al lado de Cedric en uno de los sofás grandes circulares. Al otro lado están algunos compañeros del equipo. Alrededor y en el suelo, tres cuartas partes de mi casa. Al principio no se me ocurre nada oportuno que tocar ante semejante expectación, pero enseguida me viene a la cabeza (¡hombre, por favor!) la canción que llevaba practicando desde Navidades después de recibir el tan deseado libro de partituras que me faltaba: Romeo & Juliet. "Ésta va dedicada a todas mis chicas Hufflepuff," anuncio con aires de locutor de radio, y ellas se ríen, que es lo importante.
Carraspeo, caliento motores con las cuerdas, y empiezo:
 A lovestruck Romeo sings the streets a serenade    Laying everybody low with a lovesong that he made     Finds a streetlight, steps out of the shade     Says something like: you and me babe, how about it?
Como las caras de emoción y el silencio continúan, me dejo llevar por la música y todo pierde sentido salvo el mensaje que intento transmitir, especialmente cuando llego a:
 Juliet, when we made love you used to cry    You said: I love you like the stars above, I'll love you till I die     There's a place for us, you know the movie song     When are you gonna realize it was just that the time was wrong?
Y cuando termino, el aplauso es ensordecedor y las lágrimas sorprendentemente numerosas. ¡Veo a un par de chicos esconderse para secárselas! Oooh, las niñas están fuera de sí. Me rodean para pedirme un bis, entre palmas. Smith y otro grupillo se llevan las manos a la cabeza y hacen como que se alejan, pero no abandonan la Sala Común, no.
Sin embargo, entre todos los rostros felices, los murmullos por lo bajo de Hannah y Susan (¡cómo si no supiera que hablan de mí!), la cara impasible de Ernie mientras hace como que lee un libro, y las burlas de los cursos superiores (de entre las cuales distingo claramente la palabra "mariquita" un par de veces, pero ellos tampoco se mueven de su sitio), me quedo con la cara extasiada de Cedric. La prefecta le está diciendo algo, pero él no me quita los ojos de encima y yo le sonrío y el me sonríe y se libra de la prefecta con cualquier excusa; y se libra de otros dos guasones; y no oigo la charla a mi alrededor, ni siento los tirones en mi camisa de las de segundo y (¿estas no son de quinto y sexto?) los continuos gritos de bis, porque Cedric, sin dejar de mirarme (insisto en este hecho) levanta el pulgar en alto, arquea las cejas y, al fin, se une al coro de palmas que insisten en que "¡OTRA VEZ, OTRA VEZ!", y me convence con sus ojos grises. O lo que es lo mismo, convence a mis dedos para que empiecen a tocar por sí mismos, y a mi voz para hablar una vez más de Romeo, y de cómo Julieta lo abandonó y él no puede hacer otra cosa que amarla, y de advertirla de que lo único que falló fue que el momento no era el adecuado, y de que hay un lugar para ellos, como dice la canción. Y yo, que amo profundamente a los Dire Straits, me alegro de ayudar a todo el mundo a irse a la cama con buen sabor de boca, porque para la tercera vez que la toco, la gente ya corea el estribillo, y algunas lo repiten a dúo de camino a sus dormitorios.
"Precioso," me susurra Cedric mientras guardo la bandurria en su caja.
"¿Cómo?" me sobresalto. No sé por qué se molesta en susurrar, si ya se ha ido casi todo el mundo.
"Todo: la música, la letra, la canción, el momento. Me ha encantado. Me gustaría que la volvieras a tocar otro día, aunque no sea San Valentín, ¿vale?"
"Cuando quieras," sonrío sin mirarle. Me pregunto si se habrá percatado de que mis ojos volvían siempre a él con el estribillo. No lo hacía a propósito, simplemente, se me iban. Cada día lo oculto peor.
"Me ha parecido muy triste. Espero que nunca me pase algo así."
"¿A ti? ¡Ni de broma! Pero yo ya me he resignado a que ése sea mi destino," cierro la tapa de la caja y la empujo hasta su sitio. "Por mucho que intente no enamorarme de estrellas principales contra cuyo foco no pueda competir, y acabe olvidado."
"¿Como Potter?"
Me sacudo las manos y me pongo en pie, con el corazón dándome saltos mortales en la garganta.
"Como Potter. Buenas noches, Cedric," vuelvo a sonreír rápidamente y me dispongo a huir hacia mi dormitorio, antes de hacer o decir cualquier cosa de la que me arrepienta mañana, cual resaca post-San Valentín.
Cedric, sin embargo, no está dispuesto a permitirlo y me agarra del brazo. Vacila mucho antes de hablar, pero al final lo consigue:
"Si yo puedo olvidarme de Wood, tú también puedes olvidarte de Potter, Justin."
Sus ojos grises no sólo me están atravesando el cerebro, sino que me lo están revolviendo. Patas arriba, defensas abajo. Me doy cuenta de que tengo que salir de aquí, ¡YA!
"¿Cuántas veces te he dicho que hace MESES que me olvidé de Potter?" respondo desafiante y esta vez no consigo sonreír, lo cual hace que suene más agresivo que reconfortante, en contra de mis intenciones. Cedric me suelta, confuso, y yo balbuceo un escuálido y sonrojado "perdona", y aprovecho para marcharme a pasos acelerados, antes de perder aún más el control. Detrás de mí oigo que él murmura "Buenas noches, Justin", pero yo ya no soy capaz de responder.
En vez de eso, a una distancia segura escaleras abajo, miro hacia arriba y susurro suavemente:
"Cedric, I'd do the stars with you... anytime."
Y creo que él, en el fondo, ya lo sabe.
— Extracto de ¡Hufflepuff Existe! Capítulo 7 - Un jarro de agua fría y una ducha caliente        [AO3] [Ffnet]
Nota: Letra de la canción Romeo & Juliet de Dire Straits.
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