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#marcha de la diversidad
mikespice97 · 3 months
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Pride 🏳️‍🌈
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allgusgurls · 2 years
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PRIDE PARADE VIDEO
A random video compilation of what I did on the day of the Pride Parade! Or 'Diversity parade' as we call it here!
youtube
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territorioexpandido · 4 months
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Chichis Glam
Originaria de la Ciudad de México. En 2005 inició su carrera en la producción de eventos artísticos con la colectiva “Meras efímeras”, la cual trabajaba para la creación de espacios lúdicos para lesbianas. Junto con la escritora Artemisa Téllez montó “Efímeros goces” e “Inés, yo con tu amor…” shows de música y poesía de temática lésbica los cuales presentaron en marchas, mitines, conferencias y eventos múltiples LGBT en ciudad de México. Burlesquera y co-productora de la compañía “Burlesquimeras, institutrices de belleza universal”. Después como solista participó en algunos festivales como Bataclán y Extra-Burlesque en 2015. Residió en la ciudad de Oaxaca con el proyecto “Casa Studio chichis libres” dedicado a mujeres y disidencias, en donde se realizaban fiestas, talleres y charlas y siguió produciendo espectáculos con temas de género y diversidad sexual como el cabaret “Oh diosa Venus de la incierta futura”. Actualmente vive en San Cristóbal de las Casas en donde está concluyendo estudios de posgrado.
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¿Por qué "LOVE is LOVE" ya no es suficiente? Realidad y necesidades del colectivo LGBTQIAP+ en la actualidad.
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Hoy es día del orgullo LGBTQIAP+, aun no estoy seguro de saber cómo iniciar un Blog, pero ¡Oye!, es un buen momento para comenzar. Por supuesto deseaba tocar este tema y no solo por ser un día de celebración, tenemos mucho que celebrar y aunque este blog no está hecho para enumerar esas cosas si lo está para recordar esa razón por la que se recuerda este día. Es un día de conmemoración y lucha y me temo que hasta que cada uno de nosotres tenga todos los derechos seremos un dolor de cabeza para cada homofóbico.
El colectivo ha pasado, así como Taylor Swift, por un montón de Eras en las que lo único que jamás hicimos fue pedir perdón ni pedir permiso, principalmente porque nadie debería pedir ninguna de las dos por ser quien es. Es durante la última "Era" en que las redes y medios sociales se han tomado la oportunidad de mirar a un mercado que no creían remunerable, el llamado "Mercado Rosa".
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Aunque no me consideraría a mí mismo un beneficiado de este mercado debo admitir que es mucho más sencillo adquirir un montón de productos que digan "Si, soy Bisexual" a un precio accesible y de manera sencilla gracias a la competencia entre marcas por tener más productos. Pero ¿Hay algo malo con eso?, Bueno, así como estrellas en el cielo habrá un montón de opiniones, y no creo que sea la pregunta correcta.
En el Marco de ENDOSIG, la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018 hecha por CONAPRED, indica que el 28.3% de las personas encuestadas fueron discriminadas al no poder entrar a algún Cine, Restaurante o Bar, ¿pero no acaso vemos algunos de estos establecimientos con sus carros en nuestras marchas?, o ¿rodeados de arcoíris en sus cuentas?, Algo definitivamente no concuerda.
Habrá que revisar entonces el montón de denuncias hechas por nuestros hermanos, hermanas y hermanes hechas a diario en Twitter, nos daríamos una idea de que el problema es más grave de lo que se cree. Incluso establecimientos dedicados a ser supuestos espacios seguros para la comunidad, bares y Cafés temáticos como VIDA Café en Guadalajara con sus casos de discriminación, Rico Club en CDMX que fue y es todo un caso, y así esa larga y deprimente lista de casos y fuentes. Que difícil es verlo o vivirlo a diario, Carajo.
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Naturalmente esto más que solo ser una queja debería abrir una conversación desde adentro de la comunidad, ¿LOVE is LOVE es suficiente?, Señor Marca, ¿Usted cree que de amor se vive?, Love Is Love fue durante años esa frase que recitábamos como un mantra, un discurso único, el Credo LGBT para palmearnos la espalda y decir "Estamos por la misma lucha", Pero los tiempos cambian y las luchas evolucionan, la respuesta sencilla es No, no es suficiente.
En 2023 la Marca de cerveza BUD LIGHT se asocia una famosa influencer de la comunidad Trans, Mulvaney, hecho que les represento un boicot mediático de parte de detractores del movimiento. Casos como el de Target también en Estados Unidos, Walmart y otras más marcas que lejos de incrementar su aceptación en una comunidad que la verdad le da lo mismo y solo quiere encontrar pollo barato para la cena se ha visto en cambio en medio de comentarios negativos por un montón de personas que creen que Arcoíris es igual todo lo LGBTQIAP+ o que temen por sus vidas cuando alguien dice "Amigue" llamándole imposición a una conversación que no les compete y Mientras estas marcas ven el abrirse a la diversidad como un favor a nuestra comunidad, cosa que no lo es.
Las Necesidades de la comunidad van más allá de Amor Es Amor, van más allá de Playeras con banderas arcoíris y Taylor Swift o Katy Perry sonando en las tiendas de ropa. Las personas VIH+ peleando a diario por un poco abastecido número de medicamentos en nuestro país, México siendo el segundo lugar en América Latina con más mujeres Trans asesinadas, el invisibilizar de las lesbianas aun dentro de la comunidad, o la inacción de los gobiernos por dar seguridad, servicios de salud o vivienda digna las poblaciones históricamente rechazadas, esos si son problemas y si bien una marca no lo resolverá, la decisión correcta siempre será estar de lado correcto de la historia.
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No es suficiente hablar de la hipocresía de estas marcas al subirse a nuestro movimiento con sus productos, también se debe indicar los casos de PinkWashing o LavadoRosa, acciones que mediante estas tácticas de marketing intentan lavar su imagen, pero sin cambiar nada dentro o fuera de sus establecimientos. Con playera de del día de la mujer o Pantalones de unicornios no se borrarán los actos de discriminación cada vez que alguien fuera de la norma entra a un Liverpool.
Mas preguntas vienen a la conversación ¿Es el mercado rosa lo mismo que la representación?, pue no, no lo es, ¿El mercado Rosa es malo?, solo si tu playera de algodón de Britney Spears comprada en C&A aún necesita dos lavadas más para quitarle las manchas de lubricante y seguir gastando agua. Lo importante y a lo que quiero llegar, es que el que tu bandera este en un anuncio no debe hacerte creer que ya ganamos una guerra que llega a ser a veces por nuestras vidas.
Con tantos crímenes de odio contra la comunidad, Discursos de odio que atentan contra la dignidad de la comunidad, violencia sistemática en servicios de salud, ECOSIG y violencia interseccional hay tanto por pelear, aunque no, Señor Marca, "LOVE is LOVE" no es suficiente y si a usted no le importa la vida y dignidad de mi comunidad a mi si, así que le pido, hágase para atrás, déjeme hablar y ¡cállese el perro hocico! Por lo que, si su discurso no es como mínimo "Derechos para todas las personas", mejor quédese contaminando la tierra como hasta ahora que eso le sale muy bien, acá los JOvenciTOS estamos trabajando, resistiendo y existiendo por algo más que el "LOVE is LOVE", no me reduzco a eso y no planeo permitir que alguien si rostro me reduzca a eso.
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ye-36 · 2 years
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Hace unas semanas en mi país se celebró la marcha de la diversidad y este es uno de los dibujos que tenía planeado hacer (y postergue por temas de tiempo) 
Viva la bisexualidad y la diversidad
Larga vida a nuestro genio maligno bisexual!
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retratodelconocimiento · 11 months
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Revolución visual en El Salvador 
En El Salvador la fotografía no se queda atrás en la carrera tecnológica. Los avances en la industria han llegado a nuestras tierras, llevando la creatividad y la calidad de las imágenes a niveles insospechados. En el corazón de Centroamérica, la innovación no se detiene. 
En los últimos años, la industria de la fotografía en El Salvador ha experimentado una transformación sin precedentes. La llegada de cámaras digitales de última generación y la proliferación de smartphones con cámaras de alta resolución han democratizado la captura de momentos especiales. Los fotógrafos profesionales y aficionados ahora tienen acceso a herramientas que les permiten explorar su creatividad como nunca. 
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En el pulgarcito de Centroamérica donde la belleza natural y la rica cultura son inagotables fuentes de inspiración, estos avances tecnológicos prometen capturar y compartir la esencia misma de El Salvador. Los artistas visuales y los fotógrafos documentales se benefician de una paleta de herramientas más amplia y la sociedad en general puede apreciar la riqueza de la vida salvadoreña a través de imágenes vibrantes y cautivadoras. 
Los avances en las cámaras fotográficas en El Salvador no solo reflejan una búsqueda constante de la excelencia visual, sino también un deseo innato de contar historias y mostrar al mundo la belleza y la diversidad de nuestro país. La revolución visual continúa su marcha en nuestras tierras, y con cada clic del obturador, El Salvador se presenta en su máxima expresión. 
Galería de fotos a continuación :
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jgmail · 1 year
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Entrevista al historiador italiano Emilio Gentile ¿Quiénes son los fascistas?
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Por Mariano Schuster
Fuentes: Nueva Sociedad
El debate sobre el fascismo está cada vez más presente en la arena pública. ¿Ha vuelto el fascismo? ¿Nunca se fue y existe un fascismo eterno? En esta entrevista, Emilio Gentile, una referencia en los estudios del fascismo italiano, vuelve sobre ese régimen y sobre el papel que tuvo en él el propio Benito Mussolini.
En un contexto político internacional en el que emergen extremas derechas, regímenes iliberales y gobiernos autoritarios, la palabra «fascismo» ha vuelto a estar a la orden del día. Hay quienes definen como «fascistas» a Donald Trump, Víktor Orbán, Marine Le Pen, Giorgia Meloni y Santiago Abascal, y quienes se refieren a un «retorno del fascismo» para explicar las oposiciones conservadoras a las agendas feministas y de los colectivos de diversidad sexual. La situación va incluso más allá: la palabra es utilizada también para acusar a izquierdas autoritarias, a movimientos y grupos religiosos y hasta para definir actitudes genéricamente «antiliberales». El concepto se ha transformado, en definitiva, en un arma arrojadiza que adversarios políticos e ideológicos se endilgan entre sí. Pero ¿qué fue realmente el fascismo? ¿Cuáles fueron sus características? ¿Qué diferencia a las extremas derechas actuales de esa experiencia?
Profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad La Sapienza de Roma hasta 2012 –y hoy profesor emérito en la misma casa de estudios–, Emilio Gentile ha historizado, a partir de documentos y de un laborioso trabajo de archivo y de interpretación de fuentes históricas, el fascismo italiano. En su extensa trayectoria historiográfica, Gentile ha escrito numerosos libros, muchos de los cuales han sido traducidos al español. Entre ellos se destacan Fascismo: historia e interpretación (Alianza, 2004); La vía italiana al totalitarismo. Partido y Estado en el régimen fascista (Siglo XXI, 2005); El culto del Littorio. La sacralización de la política en la Italia fascista (Siglo XXI, 2007); El fascismo y la marcha sobre Roma (Edhasa, 2014); Mussolini contra Lenin (Alianza, 2019) y ¿Quién es fascista? (Alianza, 2019). En 2022 publicó, por el sello Laterza, Storia del fascismo, un volumen de 1.376 páginas en el que explica minuciosamente, sobre la base de una vasta documentación de archivo, el nacimiento y el desarrollo del fascismo en Italia. Su último trabajo es Totalitarismo 100. Ritorno alla storia (Editrice Salerno, 2023).
En esta extensa entrevista, Emilio Gentile dialoga con Nueva Sociedad sobre el nacimiento y el desarrollo del régimen fascista y profundiza en las características particulares de ese movimiento y de ese régimen político a poco más de un siglo de la Marcha sobre Roma.
Profesor Gentile, todavía hoy, cuando nos remontamos al tiempo en que nació el fenómeno fascista, nos encontramos con un contexto particular y específico que, por su diversidad de aristas, no siempre somos capaces de comprender por completo. Pensamos en los escuadristas, en el bienio rosso, en las consecuencias humanas y políticas de la Gran Guerra, en la fragilidad del régimen liberal-democrático. ¿Cómo era realmente el clima en Italia en la época del ascenso del fascismo?
Desde el final de la guerra hasta el advenimiento del fascismo, el clima en Italia fue muy agitado. Entre 1919 y 1920, ese clima se caracterizó por una serie de violentos enfrentamientos de clase que fueron seguidos, en los dos años posteriores, por una reacción escuadrista que desató una verdadera guerra civil contra las organizaciones del proletariado. Esas acciones violentas del escuadrismo fascista se dirigieron principalmente contra el Partido Socialista, pero también contra el Partido Popular, el partido aconfesional de los católicos, y el Partido Republicano. Se trató, en definitiva, de un periodo muy crítico para una Italia que, si bien había resultado victoriosa en la Primera Guerra Mundial –con el sacrificio de más de medio millón de hombres y la movilización de todo el país–, tendió a vivir los años posteriores a la contienda como si hubiese sido derrotada y como si se encontrara a las puertas de una revolución bolchevique.
En aquel marco posbélico, buena parte de la clase obrera –que había sido militarizada durante la guerra, pero que, a diferencia de los campesinos, había estado mayoritariamente en las oficinas y no en el campo de batalla– se sintió atraída por aquellos que habían condenado la participación italiana en la contienda: es decir, el Partido Socialista. Esa organización experimentó, en consecuencia, un fuerte crecimiento, a tal punto que resultó la fuerza más votada en las elecciones de noviembre de 1919 y consiguió 150 bancas en el Parlamento italiano. Un mes antes, el Partido Socialista había adoptado una línea revolucionaria que quedó fijada en sus estatutos partidarios, según la cual su objetivo era lograr la dictadura del proletariado mediante la conquista violenta del poder. El problema, sin embargo, era que la dirigencia de la Confederación General del Trabajo –la organización sindical más importante del país, que alcanzaba casi dos millones de miembros y era una de las que sostenían al Partido Socialista– era reformista y contraria a la revolución. Todo esto provocó una política esquizofrénica entre la voluntad de una revolución bolchevique que no podía hacerse –y ni siquiera se intentaba– y una posible revolución democrática, que habría podido producirse si el Partido Socialista hubiera apoyado a los partidos laicos y reformadores dentro del Parlamento, como los republicanos, los radicales y los socialistas reformistas. El Partido Socialista, que había condenado totalmente la guerra, y de hecho había atacado con violencia e incluso con algunos asesinatos a quienes la reivindicaban, recibió pronto la reacción de todos aquellos que creían que la guerra había sido una necesidad para que Italia se convirtiera en una gran potencia, pero que, estando dominada por las masas socialistas, el país había ganado en el campo de batalla pero había perdido en el campo de la paz. Es en ese sentido en el que hablaban de una «victoria mutilada», lo que constituía un mito sin fundamento alguno porque, con el tratado de paz con Austria, Italia obtuvo las que eran sus principales aspiraciones. No solo consiguió las tierras que se encontraban bajo el dominio del Imperio austríaco –y que eran habitadas mayoritariamente por italianos–, sino también tierras habitadas mayoritariamente por alemanes o eslavos, quienes, sin embargo, debían garantizar fronteras seguras para Italia. La idea de la victoria mutilada fue una reacción, un mito de la reacción a la condena de la guerra por parte de las masas socialistas. Y fue, además, el comienzo de un choque violento contra los socialistas por parte de los nacionalistas, a los que se sumó luego el movimiento fascista, con la fundación de los Fascios de Combate. En este sentido, suelo ser muy cauto a la hora de hablar de un biennio rosso. Lo cierto es que se produjeron agitaciones cotidianas y ataques a oficiales y generales, pero sin que nunca se desarrollara un verdadero intento de golpe revolucionario como el que Lenin había dado en Rusia, porque incluso mientras el Partido Socialista sostenía una línea revolucionaria o bolchevique, mantenía una práctica política parlamentaria y reformista. Que el país sintiera, por tanto, que la posibilidad de una revolución bolchevique era cercana no quiere decir que efectivamente lo fuera. Cuando se habla de biennio rosso, debe recordarse eso.
En definitiva, la situación italiana en vísperas de la Marcha sobre Roma, y sobre todo en los tres años anteriores, era más confusa que revolucionaria. Es una situación marcada por desórdenes muy violentos pero sin la posibilidad de que en Italia pudiera producirse realmente una revolución bolchevique, por la simple razón de que Italia había ganado la guerra, su Ejército era todavía poderoso para poder reprimir una revolución interna y no disponía de todos aquellos recursos naturales que permitieron a la Rusia bolchevique, después de 1921, iniciar su propia industrialización. Era posible, en cambio, una revolución democrática, porque después de 1919 los dos partidos más importantes en el Parlamento eran el Partido Socialista y el Partido Popular, este último fundado por el sacerdote Luigi Sturzo, de inspiración católica pero con una política democrática. Si esas dos fuerzas políticas se hubieran entendido en términos del posible desarrollo de una revolución democrática, se habría podido producir una profunda transformación capaz de impedir que fuera posible la victoria de los nacionalistas. Sin embargo, la división entre estos dos grandes partidos que podían controlar el Parlamento italiano, sumada a la división dentro del Partido Socialista entre reformistas y revolucionarios –estos últimos luego fueron expulsados y dieron nacimiento al Partido Comunista–, hicieron imposible ese proceso. La izquierda, en ese contexto, peleó más entre sí que contra el fascismo emergente: las disputas entre los socialistas maximalistas, el Partido Comunista y el Partido Socialista Unitario, que manifestaba una línea reformista, fueron constantes. Por otra parte, estaba el Partido Popular, que también tenía problemas para avanzar en la dirección de una unidad por una revolución democrática, ya que, como partido católico, no podía aliarse con un partido revolucionario y ateo, pero tampoco con los liberales dirigidos por Giovanni Giolitti, que rechazaban a un partido que era dirigido por un sacerdote. Todas estas divisiones favorecieron, a partir de 1921, el ascenso del fascismo hasta su conquista del poder.
A partir del análisis histórico, usted ha planteado que el fascismo de 1919 –el de los Fascios de Combate– no era necesariamente la semilla para la formación del fascismo de masas que nace en 1921. ¿Cuál es la diferencia entre ese primer fascismo y el de los escuadristas?
Efectivamente, yo sostengo que lo que llamamos fascismo nace en 1921 y no tiene su semilla ni su embrión en los Fascios de Combate creados por Mussolini en 1919. Al mismo tiempo, sostengo que el fascismo de 1919 no constituía un movimiento nuevo, sino que era, en rigor, una reconstitución de los Fascios de Acción Revolucionaria que Mussolini había creado en 1915 para apoyar la intervención italiana en la Gran Guerra. El fascismo diecinuevista era, de modo muy evidente, un movimiento reformista –y no revolucionario y anticapitalista como muchas veces se lo ha definido–, que no buscaba una conquista insurreccional del poder, pregonaba la colaboración de clases, hacía una fuerte defensa de la burguesía productiva, pretendía el sufragio universal masculino y femenino, esgrimía demandas como la jornada laboral de ocho horas y se manifestaba nacionalista, democrático y anticlerical. Ese fascismo, el de los Fascios de Combate, solo se refería al término «revolución» para hablar de modo genérico de una «revolución italiana», concepto que era utilizado para reivindicar a los ex-combatientes como los verdaderos representantes de la nación. Además de ser un movimiento reformista, el fascismo de 1919 estaba a favor de una mayor autonomía regional frente a la centralización estatal, hecho que también lo diferenciaba muy claramente de lo que luego sería el programa del fascismo como fuerza escuadrista y como partido político. Si quisiéramos ver en una imagen la diferencia clara entre el fascismo diecinuevista y el fascismo nacido en 1921, deberíamos acudir al símbolo de Il Fascio, el órgano oficial de los Fascios de Combate de 1919. La insignia, entonces, no era el fascio littorio –ni en su versión romana ni en su forma republicana francesa–, sino un puño cerrado sujetando un manojo de espigas.
Otro aspecto que debemos mencionar es que, en el fascismo diecinuevista, como luego sucedería también en el Partido Fascista, Mussolini no era el líder reconocido oficialmente como tal, sino solo la figura nacional más importante. Desde 1912, primero como líder socialista, después como líder intervencionista [en la guerra] y luego, sobre todo, como editor de un periódico político nacional, Il Popolo d’Italia, Mussolini estaba en escena y era conocido, mientras que el resto de los líderes eran personalidades que habían desarrollado su actividad política en la izquierda socialista o sindicalista, pero que no tenían fama nacional. A pesar de ello, Mussolini no se erigió, como lo hicieron Lenin y Hitler, como líder oficial y absoluto de su propio movimiento. Mussolini solo fue miembro del Comité Central de la Junta Ejecutiva y, siendo un gran orador, no hizo casi nada por recorrer Italia y multiplicar las inscripciones en el Fascio. Permaneció en Milán y, a diferencia de Hitler, hizo muy poca propaganda política en la península, hasta 1921.
Excepto por unos pocos hombres y por el apoyo de las organizaciones paramilitares de los Arditi (los soldados de asalto de elite del Ejército italiano en la Primera Guerra Mundial), el fascismo de 1919 no tiene nada que ver con lo que sería luego el fascismo escuadrista de 1921. Hay mucha documentación al respecto y, por ello, mi posición es muy clara en este sentido. Y es que en el fascismo de 1919 no se encontraba el germen de lo que llamamos «fascismo histórico», aunque ya en julio de 1920 una organización armada de escuadras fascistas establecida en Trieste atacó e incendió la Narodni Dom, la sede de las organizaciones de la minoría eslava. Sin embargo, este «fascismo fronterizo» no constituyó un movimiento de masas.
Ese fascismo de masas nace en 1921, se organiza de modo militar en el escuadrismo, luego toma la estructura de partido milicia [el Partido Nacional Fascista], se dedica a destruir las organizaciones del proletariado y se propone y logra la conquista del poder con la Marcha sobre Roma. En cambio, el fascismo diecinuevista no buscaba instaurar una dictadura; usaba la violencia, pero no con el objetivo de destruir sistemáticamente las organizaciones proletarias; no planeaba, como el fascismo escuadrista nacido en 1921, una insurrección revolucionaria para conquistar el poder, y tampoco quería convertirse en un partido político (a punto tal que se declaraba apartidario).
Según su perspectiva, Mussolini no creó el fascismo, sino que el fascismo creó a Mussolini. ¿Cómo consiguió hacerse con el liderazgo de ese movimiento y qué tensiones vivió en ese proceso?
Primero debemos puntualizar que Mussolini llegó a ser reconocido como el líder del fascismo, pero nunca oficialmente, en tanto no fue jamás el secretario general de los Fascios de Combate, ni el secretario general del Partido Nacional Fascista que nació en noviembre de 1921. En agosto de 1921, tras el crecimiento del escuadrismo como movimiento de masas, Mussolini pensó que reivindicando la paternidad del fascismo podría imponer su voluntad, llegando incluso a promover un pacto de pacificación con el Partido Socialista y con la Confederación General del Trabajo. Es decir que, después de que el escuadrismo destruyera el control y la hegemonía del Partido Socialista sobre las masas, Mussolini pensó en transformar a esa masa de escuadristas en un partido laborista para las clases medias. Hizo incluso un programa para hacer las paces con los socialistas y para desarmar a los escuadristas armados y, finalmente, lanzó una propuesta a los socialistas reformistas para que se desvincularan del Partido Socialista –que aún seguía inspirado en Lenin– y formaran una coalición con los fascistas y con el Partido Popular. Pero los escuadristas, que eran en su gran mayoría jóvenes de alrededor de 25 años y que se habían unido al fascismo en 1920, querían algo muy diferente.
Para ver la diferencia entre los Fascios de Combate, creados por Mussolini en 1919, y el fascismo como escuadrismo, conviene repasar los números. Los Fascios de Combate eran un movimiento marginal que en su primer año contaba apenas con unos 800 miembros. El número ascendió a unos 10.000 a finales de 1920, pero solo con el surgimiento y la explosión del escuadrismo los inscriptos pasaron a ser casi 200.000. En definitiva, Mussolini vio crecer de forma repentina y vertiginosa un movimiento que llevaba un nombre como el que él había creado, pero qué él no había inventado ni propuesto. En ese marco lanza la idea del pacto de pacificación, pero no toma en cuenta que los escuadristas no apoyan ese pacto, porque aspiraban a seguir conquistando el poder local. Es así que, en agosto de 1921, los escuadristas se rebelan contra Mussolini y lo llaman «traidor». Dicen: «El que ha traicionado al socialismo ahora traiciona al fascismo»[1]. Los escuadristas del Valle del Po marchaban cantando «Quien ha traicionado traicionará», dirigiendo ese dardo contra Mussolini. Al final de esa rebelión, los escuadristas le ofrecieron a Gabriele D’Annunzio el liderazgo del movimiento fascista, que ya se había convertido en un movimiento de masas. Pero D’Annunzio no aceptó hacerse cargo de la situación. Ese es el momento en que Mussolini renunció a su programa de transformar al escuadrismo en un partido parlamentario y aceptó seguir a los escuadristas. Y fueron los propios escuadristas quienes decidieron crear el Partido Nacional Fascista como partido armado. Por eso digo que no era Mussolini quien dirigía el fascismo, sino que Mussolini era quien seguía al fascismo. Y esto sucedió hasta la Marcha sobre Roma. Quien decidió atreverse con una insurrección armada no fue Mussolini, sino el secretario del Partido Fascista Michele Bianchi. Mussolini todavía estaba negociando en secreto con ex-líderes liberales como Giovanni Giolitti, Antonio Salandra y Francesco Saverio Nitti la posibilidad de formar un gobierno en el que el fascismo tuviera cuatro o cinco ministerios, pero que estuviera presidido por uno de esos viejos líderes liberales, cuando el 26 de octubre Bianchi lanzó la idea de un gobierno liderado por Mussolini como forma de chantaje al rey y a la dirigencia liberal. Hay una llamada telefónica del 27 de octubre a las 2:40 de la madrugada en la que Bianchi le advierte a Mussolini que la insurrección ya había comenzado y en la que Mussolini le responde: «Espera un poco».
Otra confirmación de esta situación se produce el 10 de junio de 1924, el día del asesinato del líder socialista reformista Giacomo Matteotti. En esa fecha, en la que el fascismo parecía colapsar, Bianchi le escribe una carta a Mussolini en la que lo acusa de haber obstaculizado siempre el programa revolucionario y le recuerda que fue él, y no Mussolini, quien desató la destrucción de las últimas organizaciones proletarias en agosto de 1922. Allí le dice: «Fui yo quien lanzó la Marcha sobre Roma, mientras tú me acusabas de ser un loco salvaje». En ese mismo documento Bianchi asegura que fue él, un sindicalista revolucionario calabrés, el verdadero creador de la organización político-militar fascista y el que luego se atrevió a chantajear al gobierno y al rey imponiendo el nombre de Mussolini.
¿Esto significa que Mussolini fue forzado o empujado a hacer la Marcha sobre Roma?
Forzado no, pero digamos que se enfrentaba al riesgo de ser desautorizado por Michele Bianchi, Italo Balbo y Roberto Farinacci, los verdaderos lideres revolucionarios del escuadrismo fascista, que eran quienes controlaban efectivamente a la masa armada. Tenga presente que, en octubre de 1922, los escuadristas armados controlaban las principales ciudades, las capitales y todo el Valle del Po, desde Trentino hasta Bolonia, y luego la mayor parte de Italia central. Todas estas provincias estaban ya antes de la Marcha sobre Roma bajo un dominio dictatorial del Partido Fascista. El verdadero éxito de la Marcha sobre Roma como insurrección es que, entre el 27 y el 28 de octubre, les permitió a los escuadristas ocupar grandes ciudades, organismos gubernamentales e incluso cuarteles. A partir de allí, se produce el chantaje de Bianchi al rey y a los liberales para imponer a Mussolini como nuevo jefe de gobierno. Y allí es donde sí se expresa el genio político de Mussolini, que, sabiendo que se trataba de un movimiento arriesgado, ve que no hay ninguna resistencia por parte del gobierno ni de las Fuerzas Armadas, pero tampoco por parte de los trabajadores –millones de ellos aún organizados por los partidos antifascistas–. No hubo, fíjese, ni siquiera una huelga. Con esto quiero decir que los fascistas pudieron llegar a Roma teniendo ya el control de gran parte del norte y del centro de Italia con la fuerza armada del escuadrismo, sin encontrar ninguna resistencia por parte de las organizaciones obreras. Por tanto, en el libro El fascismo y la Marcha sobre Roma [2], sostengo que no hubo compromiso para que Mussolini y el fascismo llegaran al poder, sino que se produjo la victoria completa del chantaje.
Uno de los aspectos centrales de la mitología fascista es la de haber salvado al país del «peligro bolchevique». ¿Cómo se construyó esa mitología, sobre la que usted trabaja en su libro Mussolini contra Lenin, y por qué la considera históricamente falsa?
La idea de que Mussolini evitó una revolución bolchevique en Italia fue, en rigor, una invención de la prensa conservadora inglesa, y muy particularmente del periodista Percival Phillips, quien poco después de la Marcha sobre Roma escribió un libro titulado The «Red» Dragon and the Black Shirts: How Italy Found Her Soul: The True Story of the Fascisti Movement [El dragón «rojo» y los camisas negras. Cómo Italia encontró su alma: la verdadera historia del movimiento fascista][3]. La tesis de Philips, un periodista estadounidense con claras simpatías por el fascismo, falsificaba completamente los hechos históricos, a punto tal que llegaba a afirmar que, incluso durante el proceso de la Marcha sobre Roma, había en Italia un peligro revolucionario de tipo leninista. Esta tesis fue, lógicamente, usufructuada y utilizada por el propio régimen para crear el mito del fascismo como el salvador de la nación. La realidad, por supuesto, era muy distinta, y existen numerosas pruebas documentales que permiten demostrar la falsedad de esas afirmaciones. En primer término, el movimiento fascista no había conseguido monopolizar el consenso de las masas –recordemos que en las elecciones solo obtiene 35 diputados, que luego se convierten en 30–, pero sí el de las clases medias, es decir, de ese amplísimo sector de la población italiana que se había convertido en mayoritario en los años comprendidos entre 1911 y 1921 y que no tenía representación política propia y se identificaba con la nación, con el Estado y con los valores de la burguesía. En segundo lugar, la llamada izquierda revolucionaria estaba completamente dividida y desorganizada. El conflicto y la división en su seno eran de tal magnitud que, hacia 1921, el Partido Comunista estaba mucho más claramente decidido a destruir al Partido Socialista que a luchar contra el fascismo.
Observando la completa división entre socialistas y comunistas, pero también lo que estaba sucediendo en la Rusia Soviética –donde había terminado la guerra civil, la dictadura bolchevique se había asentado y se estaba adoptando una política neocapitalista como la Nueva Política Económica (NEP)–, es el propio Mussolini quien, en el verano de 1920, afirma que el intento de exportar el leninismo a Europa ya había fracasado. Y en julio de 1921, vuelve a declarar que hablar del peligro bolchevique en Italia es «una tontería». A tal punto la consideración de Mussolini es que el peligro bolchevique está muerto que, en ocasión de la Conferencia Internacional de Génova –que es convocada por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial para discutir los problemas económicos de la posguerra–, no se opone a la asistencia de Lenin. En aquel momento se llega a admitir la posibilidad de que Lenin viaje personalmente a Italia, y Mussolini, como si fuera el amo del país, escribe: «El señor Lenin puede venir, pero no debe hablar de política, de lo contrario nuestros escuadristas se encargarán de él».
Pero permítame agregar algo más. Que el peligro bolchevique no existía en Italia era también claro por el hecho de que, cuando se desarrolla la Marcha sobre Roma, los dirigentes maximalistas del Partido Socialista y los del Partido Comunista toman un tren y se van a Moscú para la Conferencia de la Internacional Comunista. Dicen que en Italia no pasa nada, que lo que está sucediendo es solo una disputa entre burgueses. Fíjese que el 27 de octubre de 1922, luego del gran mitin de los escuadristas fascistas en Nápoles, el periódico comunista L´Ordine Nuovo, dirigido por Antonio Gramsci, afirma que todo se trata de una farsa y sostiene que se está asistiendo a las «vísperas de la desintegración del fascismo». Frente a estos documentos, frente a estos datos, hablar todavía hoy de un peligro rojo revolucionario, de una amenaza comunista en Italia, es una de las mayores tonterías que se pueden decir. La idea del «peligro bolchevique» fue instalada y utilizada por el fascismo para construir su mito de salvación nacional, pero está completamente alejada de lo que fueron los hechos históricos.
En muchos de sus libros, pero en particular en El culto del Littorio. La sacralización de la política en la Italia fascista[4], usted definió el fascismo como una religión política y lo ubicó dentro del fenómeno más amplio de la «sacralización de la política». ¿Qué es lo que constituye una religión política y qué hizo que el fascismo se constituyera como tal?
Efectivamente, la religión política es un aspecto del totalitarismo fascista y los primeros en referirse al fascismo como una «religión política» fueron los católicos antifascistas y los liberales. Ellos alegaban que el fascismo pretendía imponer su ideología, es decir, la exaltación de la nación, la exaltación del Duce y la exaltación del propio fascismo como un dogma al que todo el mundo debía someterse, constituyéndose como una «religión política de la nación». Ese tipo de práctica de imposición se desplegó incluso antes de que el fascismo desarrollara su dictadura. Ya a fines de 1923, y a través de feroces palizas, los fascistas obligaban a la gente a quitarse el sombrero y a hacer reverencias a su paso. Los católicos antifascistas, como Luigi Sturzo, entendieron que el fascismo no podía ser de ninguna manera compatible con el catolicismo y que la Iglesia no podía apoyar el fascismo porque era un movimiento pagano que sacralizaba la nación y el Estado. El término de «religión política» se extendió luego entre otros antifascistas que observaban la forma en que el régimen imponía sus ritos, sus símbolos y sus mitos a toda la población italiana por medio de la violencia. Es este el sentido en que, en 1924, el periodista Igino Giordani, que adhería al Partido Popular de Luigi Sturzo, definía el fascismo como una «religión política pagana».
Debo aclarar, sin embargo, que la religión política no es exclusiva del fascismo, sino que pertenece a todos los totalitarismos. Fue, por ejemplo, un fenómeno visible en la Rusia bolchevique de 1918 y 1919, pero sobre todo tras la muerte de Lenin en 1924. En este sentido, y atento a su pregunta, me gustaría hacer algunas puntualizaciones. La primera es que la religión política forma parte de un movimiento más extenso que, como usted bien dice, he denominado «sacralización de la política» y que concierne a todos aquellos movimientos que sitúan la política en el centro de la vida humana y la convierten en una entidad suprema a la que incluso la religión debe someterse. En este marco, debemos diferenciar lo que constituye una religión política, que es típica de los regímenes totalitarios, de lo que constituye una religión civil, que caracteriza a los países democráticos. Tenemos, de hecho, el ejemplo de Estados Unidos, donde existe pluralismo religioso, pero cuando todos los creyentes, desde protestantes a católicos, pasando por judíos, musulmanes o sijs, se reúnen y cantan «God Bless America», reconocen a un dios que no es el dios de una religión concreta: es el dios de Estados Unidos. Estados Unidos es el primer ejemplo de una sacralización de la política en la que la política misma se convierte en el centro de una devoción. Esto se difunde y se extiende de manera más decisiva con la Revolución Francesa, con la dictadura jacobina, con Napoleón y luego, durante el siglo XIX, en los diferentes países y continentes, entre los que se incluye América Latina, donde distintos movimientos políticos pretenden definir el sentido último y la finalidad de la vida en esta tierra.
El hecho de que el fascismo pretendiera erigirse como una totalidad espiritual del Estado lo llevó a contradicciones con el campo religioso, tal como usted lo documenta en Contro Cesare[5]. En su libro usted muestra una relación pragmática entre el fascismo y la Iglesia católica, a la vez que puntualiza la complejidad que el fenómeno fascista suponía para muchos cristianos, en tanto se producía un conflicto entre el primado de Cristo y el del César (el Duce). ¿Cómo fue esa relación y qué influencia tuvieron los católicos antifascistas como Luigi Sturzo y Francesco Luigi Ferrari, a la hora de sentar las bases de una oposición cristiana al fascismo?
Al aproximarnos a este tema siempre debemos hacer una distinción entre el Estado Vaticano –es decir, la Iglesia como Estado– de la Iglesia como expresión de una religión determinada. En las relaciones con el gobierno fascista –que no es lo mismo que con el fascismo–, Pío XI aceptó inmediatamente ir por el camino de un Concordato, en tanto había aspectos que el papa compartía. Estos eran el antimarxismo, el antiliberalismo, la crítica a la democracia y, sobre todo, la condena y el rechazo de la soberanía popular y del libre pensamiento. Estos aspectos del fascismo eran compartidos porque eran los mismos objetivos religiosos que tenía la Iglesia en ese momento desde el Concilio Vaticano I. En ese sentido, tenían enemigos comunes. Y ese es el motivo por el que Pío XI intenta y consigue un Concordato con el Estado italiano. Pero el mismo papa, como líder de una religión que predicaba la igualdad –aunque solo fuera en términos espirituales–, el amor entre los pueblos y la condena de la violencia, tenía enfrente un poderoso movimiento político que divinizaba a la nación, que exaltaba a Mussolini como una especie de ídolo y que, sobre todo, contaba con una organización militar armada que se lanzaba no solo contra las organizaciones socialistas, sino también contra las organizaciones católicas y los párrocos que no aceptaban los símbolos fascistas o se rehusaban a recibir a los escuadristas en la iglesia. En ese sentido, se produjo una doble situación. Por un lado, estaba el papa que, como jefe de la Iglesia, buscaba un Concordato para convivir con un Estado laico, pero, por el otro, estaba el mismo hombre que, como líder de una religión, veía ante sí un movimiento que pretendía, cada vez más explícitamente, ser él mismo una religión terrenal que quería para sí no solo la obediencia, sino también la entrega de los ciudadanos. En mi libro Contro Cesare he mostrado con documentos la falsedad de esas teorías –o más bien de esas fábulas– según las cuales el papa Pío XI era un hombre con una personalidad similar a la de Mussolini, por lo cual, supuestamente, era piadoso con él. He publicado documentos que demuestran que, desde 1925, mientras buscaba el camino para un acuerdo entre Estados, el papa manifestaba una marcada angustia por el paganismo fascista y por lo que él llamaba, en algunos de sus documentos, una «religión civil». Pero esto no sucede solo en 1925, sino que continúa en el tiempo. El papa estuvo incluso dispuesto a romper el Concordato antes de su firma, cuando Mussolini, en 1929, pronunció una frase herética, claramente blasfema, al afirmar que «sin la romanidad, sin ser trasplantado a Roma, el cristianismo seguiría siendo una pequeña secta judía en Palestina». Pese a que acabó prevaleciendo la diplomacia y el Concordato se firmó en 1929, en mayo de 1931 el Partido Fascista lanzó una guerra escuadrista contra las organizaciones católicas con la intención de destruir el intento de la Acción Católica de convertirse en una especie de refugio para el Partido Popular –que era católico y antifascista–. En ese contexto, el Papa publicó una encíclica en italiano en la que condenaba el paganismo y la estadolatría fascista. Es decir, utilizó en 1931 las mismas palabras que habían empleado Luigi Sturzo y Francesco Luigi Ferrari entre 1923 y 1925, y por las que se habían visto obligados a abandonar Italia y exiliarse. Eran estos católicos los que escribían desde 1923 contra el peligro que una religión neopagana como la fascista suponía para la fe cristiana. Aun así, a pesar de la posición del papa, el fascismo no dio marcha atrás, y fue el propio papa quien tuvo que retroceder pidiéndole a la Acción Católica que solo se ocupara de asuntos religiosos. Sin embargo, el mismo conflicto volvió a estallar en 1938 y, como demuestro en mi libro, las acusaciones de Pío XI contra el fascismo y su dimensión totalitaria volvieron a ser continuas. Cuando el papa muere, el 10 de febrero de 1939, en vísperas del décimo aniversario del Concordato, tenía ya preparada una encíclica, Humanis generis unitas, para romperlo. En esa encíclica condenaba como herejías el totalitarismo de la nación, de la raza y de la clase (es decir, el fascismo, el nazismo y el comunismo). El papa murió sin que la encíclica fuera publicada, y el nuevo pontífice, Pío XII, enfrentado a la amenaza de una guerra inminente, prefirió guardarla en un cajón. Esa encíclica fue finalmente descubierta y dada a conocer en 1995 por algunos estudiosos[7]. Por tanto, cuando nos enfrentamos a la historia de las relaciones entre el fascismo y la Iglesia, debemos siempre distinguir, por un lado, las relaciones entre un Estado y una institución que asume el carácter de Estado, y, por otro, la relación entre las dos religiones. Entre el Estado fascista y la Iglesia católica hay un Concordato, a la vez que un conflicto continuo, cada vez más grave y cada vez más aterrador para el papa. Los documentos demuestran que esos son, para el papa, diez años de sufrimiento continuo. Es absolutamente ridículo confundir un acuerdo de convivencia entre Estados –sobre todo, en un país en el que en los estatutos el catolicismo era la religión estatal– con una simpatía entre el movimiento fascista y la religión católica. No era posible una real convivencia entre una religión que quería a todo el mundo para sí y un movimiento, como el fascista, que también quería a todos los seres humanos para él en este mundo y que, por lo tanto, no aceptaba la competencia de la Iglesia.
Quisiera ir introduciendo la entrevista, si me permite, en el campo del análisis de la relación entre el fenómeno fascista y otros procesos que tienen lugar en nuestros tiempos. Actualmente se discute mucho sobre el crecimiento del apoyo de los trabajadores a las nuevas extremas derechas. Si volvemos atrás en la historia, ¿cuál era la composición de clase del movimiento fascista? ¿A qué sectores pertenecían aquellos primeros escuadristas armados?
Una pequeña porción del grupo dirigente fascista, tanto en los Fascios de Combate como luego en el escuadrismo, estaba constituida por hijos de la burguesía. Pero la mayor parte –entre la que se encontraban líderes como Italo Balbo, Dino Grandi y Roberto Farinacci– eran hijos de pequeños profesionales locales, abogados o incluso profesores de escuela secundaria. O, como en el caso de Renato Ricci, de un trabajador de las canteras de mármol de Carrara. Por su parte, la base social del movimiento fascista estuvo compuesta, desde el principio, por las nuevas clases medias. Nuevas en el sentido de que muchos de aquellos que militaban eran jóvenes, mayoritariamente del valle del Po, hijos de antiguos agricultores que habían logrado comprar tierras durante el periodo de la gran crisis –que se había extendido entre 1911 y 1921–. Esos hombres, que se habían convertido en propietarios, no querían, lógicamente, someterse a ningún sistema socialista que impusiera una socialización. Debemos tener en cuenta que, entre 1911 y 1921, a partir de la desintegración de la gran propiedad capitalista en el campo, se formó un millón de nuevos propietarios, es decir, personas que habían luchado como campesinos por tener la propiedad de la tierra y que no querían cederla para ninguna idea proletaria o socialista. Si hacemos un ejercicio y le atribuimos a cada una de esas personas un solo hijo varón, tenemos un millón de jóvenes que están en contra del socialismo y que, habiendo sido la mayoría de estos combatientes en la Gran Guerra y habiéndose identificado con la nación, se veían a sí mismos como la nueva clase dirigente. Son ellos quienes dan vida a las nuevas escuadras fascistas, a los líderes fascistas y a los que serán luego los líderes del régimen fascista durante los 20 años de gobierno.
El fascismo tuvo un componente de trabajadores, pero se trataba de trabajadores agrarios que, después de la destrucción de las organizaciones socialistas, habían sido obligados a unirse a los sindicatos fascistas con la promesa de acceder a la tierra –algo que finalmente la mayoría de ellos no obtendría–. Esto nos muestra que la composición de clase del fascismo fue muy diferente de la del nacionalsocialismo, en tanto nunca logró capturar un fuerte apoyo de la clase trabajadora. Mientras que el nazismo tenía un importante apoyo obrero, el fascismo no logró ganarse ese sostén de los trabajadores, exceptuando a los de segunda generación, es decir, a aquellos que no habían conocido la violencia escuadrista. Estos sí eran más favorables al fascismo, tal como lo reconocieron los propios dirigentes comunistas. En 1935, el líder comunista Palmiro Togliatti expresó en una conferencia en Moscú que, en ese punto histórico, ya no era necesario luchar con las armas contra los fascistas, sino entrar en el fascismo, usar los mitos fascistas como el de 1919, y finalmente así conquistar los sindicatos fascistas. Togliatti llamaba a esos obreros «hermanos con camisa negra». Lógicamente, el intento de Togliatti fracasó, porque los fascistas podían ser muy estúpidos en muchos aspectos, pero justamente no para reconocer a sus enemigos. En eso sí que eran muy inteligentes.
Por no remontarnos a muchas otras experiencias que han sido calificadas genéricamente como fascistas, le mencionaré solo algunos casos contemporáneos: un partido como Vox, en España, ha sido calificado como fascista; el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil ha sido calificado como fascista; Donald Trump ha sido calificado como fascista; Mateo Salvini ha sido calificado como fascista. Todo esto por no mencionar los casos en que la expresión se usa aún más indiscriminadamente, llegando a conceptos como «fascismo de izquierda» o «islamofascismo». Usted está manifiestamente en desacuerdo con el uso de ese apelativo. ¿Por qué en ningún caso es válido?
Porque todo lo que no hace crecer nuestro conocimiento de las nuevas realidades que produce la historia es inútil y nocivo. El conocimiento progresa a través de la distinción, no a través de la confusión ni de las analogías. El agua es un líquido, y el aceite y la gasolina también lo son. Si yo digo que todos esos líquidos son agua no avanzo en el conocimiento y puedo correr el riesgo de cocinar fideos con gasolina. Si yo digo que todos los regímenes o movimientos autoritarios son fascistas, corro el riesgo de equivocarme claramente y de no analizar y comprender, de modo concreto, un determinado fenómeno. Ahora bien, ¿por qué puede usarse de este modo extenso, confuso y equivocado el concepto de fascismo? Fundamentalmente porque en su etimología el concepto «fascismo» no significa nada precisamente político. Le daré un ejemplo. Si digo «comunismo», seguramente no apoyo la propiedad privada, sino la comunidad de bienes. Si digo «liberalismo», no apoyo la socialización de los bienes, sino la propiedad privada. Si digo «anarquismo», no apoyo el poder estatal, sino la anulación de cualquier poder. Pero si digo «fascismo» digo solo «fasci», «fascio», que significa literalmente «estar juntos». ¿Entonces todos los movimientos que proponen estar juntos son fascistas? Claramente no. Ahora bien, según el uso extenso de la palabra «fascismo», que es homologada casi a cualquier movimiento o régimen autoritario, podríamos decir, por ejemplo, que Dios es fascista. Fíjese que, si aplicamos ese criterio, el Dios de la Biblia, del Antiguo Testamento, cuando ordena exterminar a las mujeres, niños, hasta la última descendencia, debería ser considerado de ese modo. ¿Y qué diríamos de Caín? Este también podría ser considerado el primer fascista que, para colmo, ha desatado una guerra civil al matar a su hermano Abel.
Hago estas bromas, pero, como usted sabe, todo esto conforma una ironía verdaderamente trágica. Esta difusión del término fascismo ha creado una profunda incapacidad para entender nuevos fenómenos en los que, si bien hay elementos que estaban presentes en el fascismo, no está presente ninguno de los que verdaderamente lo definían, lo hacían particular. Esos elementos son el totalitarismo, el imperialismo, la religión política, la revolución antropológica y la guerra como fin principal de la vida humana. A los regímenes y expresiones políticas que usted planteó en tono jocoso, podríamos agregar los de [Silvio] Berlusconi, [Charles] De Gaulle o [Juan] Perón. ¿Encontramos en ellos algunos elementos similares a los que había en el fascismo? Sí, por supuesto, porque el fascismo siempre fue imitado, sobre todo a través del uso de símbolos, de rituales, de mitos. Pero ¿están los componentes fundamentales del fascismo, aquellos que permitían definirlo como tal? No, no están. ¿Cómo se puede calificar de fascista un movimiento como Vox, que quiere afirmar la primacía de la catolicidad sobre el Estado, sobre la nación, sobre la educación, cuando la primacía del fascismo era la de la política, la del Estado? Hemos llegado a tal punto de confusión, que hay quien no es capaz de distinguir un movimiento nacionalista de inspiración católica que sostiene posiciones de la extrema derecha católica en temas asociados a cuestiones como la familia –donde se opone decididamente al aborto y al feminismo– del propio fascismo. Lo mismo sucede con Salvini y La Liga. ¿Cómo puede ser fascista un movimiento como La Liga, que ha pregonado históricamente la secesión de una región de Italia, cuando uno de los puntos fundamentales del fascismo es el de la unidad de la nación, que fue siempre considerada de carácter sagrado?
Las cosas, como usted comentaba en su pregunta, van incluso más allá. El uso del término fascismo se ha vuelto tan simplista que se lo puede aplicar desde a Trump hasta a Putin. Cualquier régimen autoritario con culto a un líder es llamado fascismo. Corea del Norte entonces sería fascista, la misma China comunista sería fascista. Evidentemente, esto no ayuda a entender los fenómenos contemporáneos que enfrentamos. Este uso priva a la categoría «fascismo» de los componentes que realmente le son propios y que solo se encuentran si los analizamos en la historia.
En resumen, lo que intento transmitir es que muchas veces se sostiene que tal o cual movimiento es fascista porque entre sus ideas figuran posiciones racistas, o apelaciones a la pureza de la nación, o porque desprecia la democracia representativa. Pero todas esas ideas preceden al fascismo. Que haya racismo o que haya autoritarismo no quiere decir que haya fascismo. Esas no son cualidades específicas del fascismo, sino que aparecieron incluso en otras latitudes y todavía perduran. El fascismo no existía durante el tiempo del primer racismo en Francia, o en el siglo XIX cuando había racismo en Inglaterra y en Estados Unidos, país en el cual todavía desgraciadamente sobrevive en muchos estados. Mucho antes del fascismo hubo sociedades, y no solo de Occidente, que afirmaron una identidad nacional que excluyó, por ejemplo, a grupos étnicos de diverso tipo. Con esto quiero decirle, aunque usted lo sabe, que no es posible atribuir a cualquier movimiento, construyendo analogías generales, el carácter de fascista.
Le aseguro que yo me esfuerzo mucho por entender estas analogías, pero las analogías no sirven para comprender la historia, sino para hacerla más confusa. Eso es lo que yo denomino «ahistoriología», es decir, una historia hecha como la astrología, que, en lugar de estudiar científicamente los hechos, se limita a interpretarlos según los propios deseos, esperanzas y temores.
Es completamente cierto que todos esos movimientos o regímenes son nítidamente distintos del fascismo o tienen características que no pueden ser circunscriptas a él. Pero ¿qué sucede con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, de Fratelli d’Italia, que proviene de una fuerza política que sí se ha reivindicado como neofascista, como el Movimiento Social Italiano? De hecho, en su propio símbolo, Hermanos de Italia lleva la vieja insignia del Movimiento Social Italiano, la llama encendida…
Efectivamente, entre 1946 y 1994, hubo en Italia un partido neofascista con representación parlamentaria y que llegó a ser el cuarto partido a escala nacional. Hablamos, como usted bien dice, del Movimiento Social Italiano (MSI), una organización política que fue fundada por funcionarios, jerarcas y adherentes al régimen fascista que, aunque nunca llegó a 10% de los votos, rozó esa cifra en las elecciones de 1972. Ese partido participó en la elección de al menos un par de presidentes de la República, y compitió democrática y pacíficamente en las elecciones generales y locales. Como usted sabe, el MSI se disolvió en 1994, transformándose, con el liderazgo de Gianfranco Fini, en el partido Alianza Nacional. Ese partido repudió el fascismo –aunque Fini en los años 2000 seguía diciendo que Mussolini había sido el mayor estadista de toda la historia de Italia– y formó parte de todos los gobiernos de Berlusconi. En tal sentido, desde 1994, Alianza Nacional se despegó de su matriz original de neofascismo y se encaminó a un proceso de transformación hacia una derecha nacional conservadora, posición que ahora es recogida por el partido de Giorgia Meloni.
El partido de Meloni bebe de esa experiencia y, en tal sentido, no tengo inconveniente alguno en considerarlos como posfascistas que han aceptado las reglas del Estado democrático y de la República y que han jurado sobre la Constitución, y que se inscriben en esa derecha nacional conservadora. Por supuesto, la herencia del MSI es visible en el modo de concebir la política y en la relación con los adversarios. Pondré un ejemplo. Por estos días, se habla en Italia de la reforma constitucional. Meloni quiere el presidencialismo y se dirige a la oposición diciéndole: «Si no están de acuerdo con lo que yo digo, avanzaré igual». Evidentemente, no es una actitud democrática dialogar con la oposición bajo esta premisa. Recuerda a aquello que hiciera Mussolini en 1923, cuando siendo líder de un gobierno de coalición, se dirigió a sus opositores parlamentarios –los socialistas y los liberales antifascistas– diciéndoles: «¿Pero ustedes que quieren? Pongámonos de acuerdo». Y ellos respondían: «No queremos escuadristas armados, no queremos violencia». Y Mussolini terminaba diciendo: «Si ustedes no quieren lo que yo impongo, yo seguiré mi propio camino». En esto, digamos, hay un tipo de actitud similar. A esto se suma la perspectiva mitológica que expresan algunos de los que forman parte del gobierno de Meloni, según la cual el fascista fue el mejor gobierno que Italia jamás haya tenido, «excluyendo» las leyes racistas. Esto no implica, sin embargo, que siete millones de italianos que han votado a ese partido y a ese gobierno sean fascistas. De hecho, tampoco se trata en sí de un gobierno fascista –ya hemos dicho que no hay escuadristas armados, no se propicia una revolución antropológica de la sociedad, no instala una religión política, no construye un régimen totalitario–. Es un gobierno que tiene a un partido como Fratelli d’Italia, que convive con otros muy distintos. Fíjese, sin ir más lejos, que en este gobierno convive el partido de Meloni, que reivindica el «orgullo nacional», pero aliado a un partido como La Liga, que ha negado históricamente la propia existencia de la nación italiana y buscaba la secesión de una parte del país –aunque hoy la llamen «autonomía diferenciada»–. Y participa también una fuerza como la de Berlusconi, que exalta el liberalismo y el hedonismo.
Profesor, creo que ya la respuesta surge de sus propias respuestas previas, pero de todos modos le haré la pregunta. Como usted sabe muy bien, en 1995 el ensayista Umberto Eco utilizó la categoría «fascismo eterno» en una conferencia pronunciada en la Universidad de Columbia, que sería publicada algunos años más tarde. Eco no solo apuntaba 14 rasgos que él definía como «fascistas», sino que además asumía que el fascismo era casi una identidad política móvil, que ya no usaba solo uniformes militares sino también «trajes civiles» y que volvía en «nuevos ropajes más inocentes». Su conclusión lógica era que el deber de los demócratas era «desenmascararlo». ¿Cuáles son los inconvenientes que, según su parecer, tienen esta definición y esta idea? ¿Qué problemas puede traer aparejados la idea de una «eternidad» en la política?
Permítame responderle comenzando por el final de su pregunta. Debo decirle que, en comparación con Eco, yo soy un poco avaro, porque he definido al fascismo no en 14 sino en 10 puntos, pero podría reducirlos incluso a tres. El problema con los 14 puntos de Eco es que pueden ser aplicados también a la Iglesia católica o a la Falange española. Y si se pueden aplicar de ese modo, entonces no definen algo particular del fascismo. A eso agregaría otra cuestión de igual importancia. Si los fascistas aparecen, como dice Eco, disfrazados de demócratas, ¿cómo distinguimos a los demócratas antifascistas de los demócratas fascistas? Es decir, ¿quién tiene derecho a definirse como un demócrata antifascista si, por ejemplo, como hizo Gramsci, llamamos semifascistas a socialistas como Filippo Turati, a liberales como Giovanni Amendola, a católicos democráticos como Luigi Sturzo? ¿Y cómo hacemos para decir que el verdadero antifascista fue Gramsci, que fue encarcelado en 1926, mientras que Matteotti fue asesinado en 1924, Amendola fue atacado en 1923 y 1925, y Sturzo se vio obligado a exiliarse en 1924, y Turati en 1926? Lo mismo ocurre con el concepto según el cual el fascismo puede repetirse en otras formas y depende de los demócratas desenmascararlo. Una posición de ese tipo les otorga una suerte de poder totalitario a los llamados demócratas para decidir cómo, cuándo y quién es un fascista disfrazado. Con ese criterio, todo el mundo podría decir «tú eres el fascista, yo soy el verdadero antifascista».
Yo siempre tuve una gran admiración por Umberto Eco, un semiólogo con un enorme conocimiento de la retórica y también de la historia. Pero no podía ni puedo estar de acuerdo con él cuando afirma su tesis del «fascismo eterno». ¿Cómo se puede sostener la idea de algo eterno en la historia, cuando ni siquiera las divinidades se revelan eternas? ¿Dónde están hoy Júpiter y Apolo? ¿Dónde están los dioses de Persia? ¿Estamos seguros de que el cristianismo y el islam serán eternos? Hasta ahora, de hecho, han vivido menos que la religión egipcia. En la historia nada es eterno. Es un absurdo hablar de eternidad en la historia. Y, por otro lado, ¿solo el fascismo sería eterno? No veo que nadie hable de un «liberalismo eterno» o de un «bolchevismo eterno», de un «jacobinismo eterno» o, para referirme a su país, de un «peronismo eterno». Pareciera que solo el fascismo estuviera dotado de eternidad. Pero si el fascismo es eterno, entonces todo antifascista está derrotado de antemano. Nunca ganará porque, al parecer, su adversario es poseedor de un don único que no tiene ninguna otra ideología y ningún otro régimen: la eternidad. Ese supuesto carácter de la «eternidad» se basa, tal como le decía, en la práctica de las analogías. Se basa en atribuirles a movimientos o regímenes no fascistas la categoría de fascistas.
Al mismo tiempo que se ha producido toda esta banalización con la tesis del fascismo eterno, también se ha producido el fenómeno que usted ha denominado como «desfascistización del fascismo». ¿Podría explicar en qué consiste ese proceso?
Por supuesto. Mi concepto de «desfascistización del fascismo» se refiere, sobre todo, a lo que sucedió en Italia inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando distintos grupos ideológicos se enfrentaron al problema de pensar el fascismo tras el propio fin del régimen. Lo que había sido, a todas luces, un régimen de 20 años que había tenido características opresivas y excitantes para toda la sociedad italiana, se transformó, en algunas conceptualizaciones de los propios hombres de la izquierda que lo habían derrotado, en un fenómeno que básicamente consistía en una banda de criminales que se habían quedado con el poder frente a unas masas siempre hostiles al régimen y sometidas a la miseria. Entre los mismos antifascistas que habían derrotado al fascismo se evidenció un fenómeno de falta de rigor a la hora de definir ese régimen. Lo mismo sucedió, claro, desde el lado neofascista, que definía el fascismo como un régimen que había hecho mucho bien al país pero que, desgraciadamente, se había convertido en una dictadura porque el comunismo amenazaba a Italia. Esa derecha neofascista intentaba decir que el fascismo no era totalitario, que recién se había vuelto racista en 1938, que se había convertido en un régimen de partido único solo porque Matteotti había sido asesinado y porque la izquierda y los antifascistas querían derrocarlo. En definitiva, desde la izquierda y desde la derecha se produjo una banalización del régimen que impedía ver su especificidad. Se «desfascistizaba» el fascismo. En la izquierda se llegaba incluso a afirmar que el fascismo no tenía ideología, no tenía una visión de la economía, y hasta que ni siquiera había existido un régimen fascista: solo había mussolinismo.
En torno de este tema conviene mencionar la influencia que tuvo un libro que seguramente usted conoce y ha leído. Me refiero a Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, en el que la autora, sin saber nada del fascismo, afirmaba que el fascismo no era totalitario. En su libro, en el que el único régimen que aparece como totalitario es el estalinismo –ni siquiera considera totalitarios a Lenin y a Mao–, tampoco consideraba totalitario el nazismo: solo le atribuye esa cualidad desde el inicio de la guerra. La tesis de Arendt fue utilizada durante la Guerra Fría como un manifiesto propagandístico para ubicar en el mismo lugar la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler, pero sobre todo, para justificar que Estados Unidos y distintos países de la Alianza Atlántica estuvieran aliados a regímenes como el de la España de[Francisco] Franco y el Portugal de [António] Salazar, que tenían aspectos comunes con el fascismo. El concepto de Arendt según el cual el fascismo no era totalitario sino autoritario les servía a los países aliados a regímenes que tenían algunos aspectos del fascismo para afirmar que, si era autoritario, era «menos malo» –e incluso en ocasiones podría ser bueno– que el totalitarismo, es decir, que la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin. Este tipo de posiciones contribuyeron a la desfascistización del fascismo. A ese proceso de desfascistización del fascismo también contribuyó el hecho de que muchos fascistas reales de los tiempos de Mussolini se hicieran luego democristianos, comunistas o socialistas, por lo que los partidos debían decir que el fascismo no había tenido ninguna influencia y solo se dedicaban a ridiculizarlo.
Mire, cuando yo era niño no vi ni una sola película en la que no se ridiculizara el fascismo. Nunca tuve la sensación, de niño y de joven, de que el fascismo había sido algo trágico, que había allanado el camino para el nazismo y el totalitarismo en Europa. En lugar de hacernos entender cuál había sido la tragedia del fascismo, lo tomaban todo en broma, como algo gracioso. De las atrocidades del fascismo, solo se recordaba el crimen de Matteotti y la muerte de Gramsci. Si usted mira los primeros documentales sobre el fascismo, se dará cuenta rápidamente de que todo era una caricaturización, una serie de burlas y de chistes. Esto influyó mucho. Y el beneficio, por supuesto, se lo llevaron los neofascistas reales, que se presentaban como defensores de las «buenas políticas» del fascismo, de las grandes obras arquitectónicas, de las grandes fábricas, del bienestar de los trabajadores. Utilizaban toda esa palabrería amparados en ese proceso de desfascistización del fascismo. Decían, por ejemplo, que el fascismo había hecho buenas obras, para justificarlo. Usted sabe bien aquello que decía Cervantes: que no hay ningún libro malo que no contenga algo bueno.
Permítame que insista con las cuestiones relativas al uso de la palabra «fascismo» como arma arrojadiza para calificar a los adversarios políticos e ideológicos. Usted recordaba que en 1924 Gramsci llamó «semifascistas» a Amendola, Sturzo y Turati. Podríamos mencionar también que Palmiro Togliatti aplicó conceptos similares a Carlo Rosselli, el socialista liberal que murió luego a manos del fascismo. ¿Qué incidencia tuvo en el uso extenso y equívoco del término fascismo que vemos actualmente el hecho de que los comunistas siguieran la tesis del «socialfascismo» y aplicaran el concepto indiscriminadamente contra sus adversarios políticos, incluso contra aquellos que eran claramente antifascistas?
Tuvo un gran impacto, porque como usted dice, en el antifascismo italiano hasta 1935 e incluso en algunos casos hasta 1937, para los comunistas todos los izquierdistas no comunistas eran fascistas o semifascistas. Quien no se convertía a la interpretación comunista del fascismo era un fascista. Esta interpretación se suspendió durante la guerra y durante el periodo de la Resistencia, pero volvió a ganar lugar tras la Liberación. Después de 1947, los comunistas comenzaron a llamar fascista a Alcide de Gasperi, que era democristiano y antifascista, y ese proceso comenzó otra vez. Fíjese que Lelio Basso, militante marxista antifascista, en 1951 publicó un libro titulado Dos totalitarismos: fascismo y democracia cristiana. Una homologación realmente sin ningún sentido. Y debemos tener en cuenta que esto lo decía Lelio Basso que era quien, en un artículo publicado el 2 de enero de 1925 en La Rivoluzione Liberale, dirigida por el joven antifascista Piero Gobetti –víctima de los escuadristas, obligado al exilio y muerto en París en 1926, a los 25 años— había inventado el término «totalitarismo» para definir el régimen fascista.
El uso indiscriminado del término «fascismo« en Italia se relaciona directamente con esa acusación de fascistas contra todos los antifascistas no comunistas. En términos globales, la incidencia en ese uso indiscriminado la tuvo claramente la victoria de la Unión Soviética de Stalin en la Segunda Guerra Mundial, en tanto los comunistas extendieron la idea de que, como ellos habían vencido, eran los verdaderos opositores al fascismo. En consecuencia, podían marcar como fascista a cualquiera que se les opusiera. Y de ese uso extenso y confuso de la categoría derivó su pasaje a todos los ámbitos, a punto tal que los anticomunistas empezaron a llamar fascistas a los comunistas. Se transformó en una categoría para utilizar como arma contra cualquier opositor ideológico. Por eso vuelvo a mi razonamiento inicial: si el término «fascista» en sí mismo no contiene ninguna idea política clara, fascista puede ser cualquiera. ¡Incluso usted puede ser fascista porque me está haciendo preguntas para meterme en dificultades! Cuando reprobaba alumnos y debían repetir el examen, ¿qué decían?: «¡Este es un fascista!».
El hecho de que usted no utilice, por todas las razones que ha expresado, el concepto de «fascismo» para referirse a fenómenos políticos muy diversos, no implica que no observe los graves problemas de las democracias contemporáneas y sus derivas «iliberales». En tal sentido, usted ha acuñado el concepto de «democracia recitativa». Al mismo tiempo, ha advertido que el mayor peligro en la actualidad es la presencia de líderes elegidos democráticamente pero que carecen de ideales democráticos. ¿Qué significa el concepto de democracia recitativa y cuáles son, según su perspectiva, los dilemas que atraviesa la democracia hoy?
Si nosotros utilizamos el término «fascismo» para referirnos a lo que históricamente ha sido –es decir, que se ha expresado como organización, como cultura y como régimen en una cultura irracionalista y mítica fundada en la exaltación del Estado y de la nación, en una militarización de la política, en el totalitarismo y el imperialismo, en el racismo, en la revolución antropológica de la sociedad y en la guerra como fin último de la vida humana–, entonces debemos concluir que esto no está presente en los países democráticos. Sin embargo, en todos los países democráticos, incluso en los más antiguos, se están verificando una serie de procesos muy preocupantes. Uno es el creciente descontento de la ciudadanía, expresado en términos de desconfianza y, sobre todo, en una fuerte abstención electoral. Otro es la permanente y galopante intrusión de la corrupción. Y el que considero más importante es la renuncia al ideal democrático. El ideal democrático no es lo mismo que el método democrático, que consiste en el proceso de elecciones libres y pacíficas por el cual los ciudadanos eligen a sus gobernantes. Con el método democrático, lo sabemos muy bien, es posible elegir gobiernos racistas, antisemitas, machistas o antifeministas. Por eso el ideal democrático, por el cual durante 200 años muchos ciudadanos han sacrificado su vida en manifestaciones, en agitaciones, en revoluciones y en guerras, no consiste solamente en que los ciudadanos puedan elegir pacífica y periódicamente a sus gobernantes, sino en trabajar constantemente para eliminar todos los obstáculos y discriminaciones entre los gobernados.
Si la desigualdad de riqueza, y la pobreza y la precariedad son cada vez mayores, entonces tenemos un problema democrático –y en buena medida, parte del voto de los trabajadores a la extrema derecha se vincula a estas cuestiones–. Las estadísticas mundiales nos dicen que el 10% más rico del mundo posee hoy alrededor de 76% de la riqueza global. En Italia, durante la pandemia, el 5% más rico aumentó su riqueza, mientras que todas las demás clases perdieron poder adquisitivo salarial. Esa profunda desigualdad en la riqueza hace a un problema democrático muy serio: ¿quién, sino los ricos, puede acceder a propagandas electorales televisivas?
Al problema de la desigualdad, que impacta seriamente en la democracia, se agrega otro, y es el que usted menciona: el de la recitación. Una de las razones por las cuales se produce una fuerte abstención electoral se vincula a la consideración ciudadana de que la democracia se ha transformado en un espectáculo que tiene lugar solo en el periodo electoral. Los ciudadanos sienten que son convocados a votar y que, luego, los dirigentes políticos toman decisiones arbitrarias, de espaldas a la ciudadanía. En definitiva, toman las decisiones que quieren. En el sistema político italiano, los candidatos ni siquiera son elegidos por la ciudadanía, sino por sus compañeros de partido, y la ciudadanía es obligada a aceptar lo que los partidos han decidido. Todo esto hace a la calidad democrática. Es en este sentido en el que hablo de «democracia recitativa».
Ahora bien, es importante destacar que el método democrático prevalece, a diferencia de lo que sucedía hasta 1945, cuando movimientos fascistas y nacionalsocialistas negaban el principio mismo de soberanía popular. O a diferencia de los regímenes comunistas, que predicaban el principio de la soberanía del proletariado, pero que, finalmente, sostenían dictaduras de tipo totalitaria. Hoy todos los partidos, y también los llamados «populistas», reconocen ese principio y, de hecho, se refieren directamente a él. Evidentemente, este tipo de apelación al diálogo directo entre las masas y el pueblo puede constituir un desafío a la democracia liberal, como lo vemos en casos de Europa oriental, en la Rusia de Putin, en la Turquía de [Recep Tayyip] Erdoğan. Pero eso no los vuelve fascistas. No se puede ser fascista y apelar a la soberanía popular. Sería como ser bolchevique defendiendo la propiedad privada. Por lo tanto, los principales riesgos de la democracia emergen de la democracia misma. Repito: no debemos olvidar que la democracia como método basa su acción en el propósito y el objetivo de alcanzar algo más, el ideal democrático. Sin ese ideal, tenemos una democracia recitativa en la que, efectivamente, pueden producirse mayorías racistas, nacionalistas, iliberales. Si se abandona la realización del ideal democrático y la democracia es solo una recitación, el desarrollo del individuo se obstaculiza sin que exista ningún tipo de régimen fascista. Por lo tanto, para evitar la elección de gobiernos racistas, machistas, iliberales, de lo que se trata es de que la democracia no se limite al método democrático, sino que persiga el ideal democrático.
Permítame hacerle una última pregunta asociada a su propia trayectoria como historiador. Usted tuvo entre sus maestros a Renzo de Felice, un historiador de enorme relevancia, que desarrolló una de las más importantes biografías de Mussolini que se hayan escrito hasta la fecha. ¿Cómo conoció a De Felice y qué aprendió de él en términos del quehacer historiográfico?
Déjeme comentarle que, de niño, yo tenía dos grandes pasiones. Una era la pintura y la otra era la historia. Luego, por una serie de circunstancias, no me fue permitido seguir la vocación que más apreciaba que era la pintura, así que me dediqué a mi otro campo de interés. Mis primeros intentos fueron en historia medieval, y cuando tenía 18 años y estaba terminando el bachillerato, hice un ensayo  sobre la poesía de Dante. Sin embargo, el trabajo fue rechazado por el que entonces era mi profesor. Sinceramente, yo había puesto mucho empeño en ese texto, había dedicado mucho trabajo, y pensé que podía pedir otra opinión sobre aquel ensayo. Entonces se me ocurrió escribirle a Giuseppe Prezzolini, un escritor y periodista que escribía en Il Tempo, el periódico que leía mi padre. Prezzolini era un hombre muy famoso que, entre otras cosas, había sido el fundador de una revista La Voce en la que habían colaborado Giovanni Amendola, Benedetto Croce, Mussolini. Cuando le escribí yo desconocía por completo que él tenía 84 años y, en mi carta, lo traté de «tú», como si se tratara de un amigo. Él me respondió muy amablemente que, por la cultura que expresaba mi artículo, no creía que yo tuviese 18 años. Y así comenzó una relación. Luego, ya realizando mis estudios universitarios en Historia, conocí a un historiador antifascista que había sido amigo de Piero Gobetti y que tuvo una gran influencia para mí. Me refiero al gran historiador Nino Valeri, que fue el primero en estudiar el fascismo de manera científica. Yo quedé fascinado porque Valeri hablaba del periodo giolittiano y de los contestatarios de ese tiempo, entre los que se encontraba un joven intelectual que era el mismísimo Prezzolini. Lo cierto es que Valeri se convirtió en el director de mi tesis, pero se retiró de la academia antes de que yo la terminara. Mi director pasó a ser, entonces, Ruggero Moscati, pero necesitaba, sin embargo, un codirector. Y fue Prezzolini quien me dijo: «Fíjate que en Roma hay un historiador que yo admiro mucho. Se llama Renzo de Felice. Yo te daré una carta de presentación». Y así llegué a De Felice y se convirtió en mi codirector de tesis. Aun así, y a diferencia de lo que muchos creen, e incluso de lo que se afirma en la Enciclopedia Italiana, yo nunca estudié con él ni fui su discípulo directo.
De Felice era, ya entonces, un hombre muy importante en términos históricos. En 1965, cuando me estaba graduando del bachillerato, yo había leído el primer volumen de su extensa biografía de Mussolini, que había sido publicada ese mismo año. Ese libro me causó una profunda impresión. Aunque me fastidió un poco que el libro de De Felice estuviera escrito con un estilo muy difícil –yo siempre he preferido las frases breves, a lo Tácito–, quedé muy impactado por el aparato de citas bibliográficas que manejaba. De hecho, las notas casi duplicaban el tamaño del libro. Todas esas citas de archivo me fascinaron. Fue así como descubrí que no solo existía la historia que yo había leído en los libros de Benedetto Croce, que eran sintéticos y casi sin notas, sino que también estaba esto: la posibilidad de encontrar libros como el de De Felice, donde el archivo y las notas bibliográficas eran fundamentales.
Lo cierto es que, luego de graduarme, con De Felice como codirector de mi tesis, pasé un buen tiempo sin verlo, en tanto yo no comencé rápidamente la carrera académica, sino que me dediqué, algunos años, a enseñar italiano y latín, y luego historia del arte y por último historia y filosofía, en escuelas secundarias. Sin embargo, en 1971, conseguí una beca que no solo me dio una excedencia en la escuela secundaria en la que daba clase, sino que me permitió investigar en Roma. Esa beca hacía necesario tener a un profesor como garante de la investigación, y decidí pedirle ese rol a quien había sido mi codirector de tesis de grado. Acudí a De Felice y me contestó que sí, que él sería el garante de mi investigación. Fue entonces cuando comencé a colaborar en sus clases y seminarios. Esos fueron, para mí, dos años de un enorme aprendizaje. En primer lugar, aprendí la importancia de basar cada hecho histórico en la mejor documentación posible. Y, observando e interactuando con De Felice, entendí el verdadero significado de la independencia intelectual. Recuerdo que en una oportunidad le llevé unos capítulos de mi tesis para que los leyera y él, como buen profesor, me hizo una serie de observaciones. Yo le contesté, muy ingenuamente: «Muy bien, profesor, ahora mismo lo voy a modificar, voy a cambiar esto y aquello». Pero De Felice, a quien yo muchas veces veía en su casa, no me dejó ni siquiera terminar de hablar, me interrumpió y me dijo: «Escuche, Gentile, si usted cambia una palabra porque yo le he hecho una serie de observaciones, no venga más a verme». Fue entonces cuando aprendí lo que es ser un profesor universitario de gran valía pero que, como el propio De Felice decía, no quiere crear su copia en papel carbón.
Yo, que nunca fui su alumno, tampoco soy, como algunos dicen, su mejor heredero. Se dice que lo he seguido, pero en realidad, si esto es así, también lo he traicionado. De Felice argumentaba que el fascismo no había sido totalitario, pero yo llegué a la conclusión contraria a partir de mi trabajo con documentación histórica. Luego, De Felice también se convenció de ello. Fíjese que yo escribí en la década de 1980 muchos artículos sobre este tema, discutiendo la propia tesis de De Felice según la cual el fascismo no había sido totalitario. ¿Y sabe dónde se publicaron algunos de esos artículos? En la revista que dirigía el propio De Felice. Fue él mismo quien los publicó. Eso es lo que él me enseñó. Lo que realmente aprendí de De Felice es que hay que ser muy riguroso en la investigación documental y que no hay que escribir una frase que no corresponda a los documentos, a los hechos tal como resultan de los documentos, evaluándolos, por supuesto, críticamente. Y el otro gran aprendizaje que tuve fue que jamás debes oponerte a alguien que defiende una tesis distinta de la tuya si antes no compruebas si esa persona tiene razón y tú estás equivocado. Yo también he intentado enseñar esto a mis alumnos, muchos de los cuales se convirtieron luego en mis colegas. Son lecciones que hay que aprender. Aunque sea muy cansador e implique un trabajo continuo. El año pasado, en octubre, publiqué una historia del fascismo de 1.300 páginas, pero en el año 2002 publiqué una historia del fascismo de 29 páginas.[7] ¿Cuál es la verdadera? Ambas. Solo que en la primera no documenté todo lo que afirmaba. En la segunda, en cambio, no hay nada de lo que afirmo que no esté documentado. Y esto me parece importante.
Notas:
1. Se refiere a la militancia previa de Mussolini en el Partido Socialista.
2. Edhasa, Buenos Aires, 2014.
3. Carmelite House, Londres, 1922.
4. Siglo XXI, Buenos Aires, 2007.
5. Contro Cesare. Cristianesimo e totalitarismo nell’epoca dei fascismi, Feltrinelli, Milán, 2010.
6. Georges Passelecq y Bernard Suchecky: L’Encyclique cachée de Pie XI: Une occasion manqué de l’Église face a l’antisemitisme, La Découverte, París, 1995.
7. En Fascismo: Storia e interpretazione, Laterza, Roma-Bari, 2002.
Fuente: https://nuso.org/articulo/entrevista-emilio-gentile-fascismo/
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diario-vespertino · 2 years
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Así se vivió el 8M 2023: un mapeo de imágenes, reclamos y consignas en América Latina
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Estuvimos en las calles de Asunción, Buenos Aires, Ciudad de Mexico y San Salvador. Lo que vimos, escuchamos, gritamos, reporteamos y nos llamó la atención este 8M 2023. Miles de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexualas, femeneidades y diversidades indígenas, trabajadoras, migrantas, participaron de las movilizaciones por el 8M en distintas localidades de la Argentina. En Buenos Aires hubo dos marchas, una hacia Plaza de Mayo y otra hacia el Congreso de la Nación. Todas partieron de 9 de julio y avenida de Mayo.  En la tarde resonaron múltiples reclamos sociales, políticos y culturales. Desde el cese de las violencias hasta el reconocimiento de las identidades indígenas y la reparación a las mujeres trans y travestis.  “Hoy marchamos para que esta sociedad y el Estado reconozcan que la condición a la sometió a la población travesti trans es de genocidio y debe repararnos y darnos garantías de no repetición para nuestras niñas y niños y defenderlxs del odio externo” dijo Marlene Wayar, en la columna travesti trans Diana Sacayán. Allí los carteles enumeraban los reclamos: Reparación histórica, indemnización por persecución, cupo laboral travesti trans y también la pregunta que sigue vigente a poco de cumplirse otro aniversario de la desaparición del joven trans: Dónde está Tehuel? La activista Florencia Guimaraes resaltó: “Seguimos exigiendo la urgente implementación del cupo laboral travesti trans y la ley de reparación histórica. Es una deuda del Estado con las compañeras travestis y trans  perseguidas y torturadas simplemente por su identidad de género. Hemos atravesado muchos años pidiendo esto, muchas compañeras no están y otras se están muriendo. ¡El tiempo de la reparación es ahora!”.   Mujeres y diversidades indígenas ocuparon un espacio crucial en este 8M. Pidieron por igualdad, basta de genocidio y persecusión, basta de terricidio. También la urgente libertad a las presas políticas mapuche que continúan privadas de su libertad desde octubre de 2023. Campesinas e indígenas peruanas participaron con carteles denunciando las violaciones de ddhh en su país. 
8M en Asunción
Mujeres de distintas organizaciones sociales, políticas, del campo y de la ciudad se congregaron en el microcentro de Asunción y marcharon por el #8MPy. Este año, la articulación Paro de Mujeres Paraguay escogió el lema “Por nuestros derechos laborales y contra todas las violencias” por el actual contexto del país que se encuentra marcado por una ola de feminicidios, acosos y discriminaciones.  “Queremos vivir y no sobrevivir”, “Marcho hoy con mis amigas para no marchar mañana por ellas“Los derechos de las personas trans son derechos humanos”, “Basta de acoso sexual y laboral”, “Qué ganas de ser pared para que te indignes si me tocan sin permiso” fueron algunos de los carteles que denunciaban la situación de las mujeres en el país. La marea violeta marchó con brillo, sudor y éxtasis por las calles Mariscal Estigarribia, Palma e Independencia desde la plaza Uruguaya hasta la plaza de la Democracia. Este año, el manifiesto hizo hincapié en la precarización de las mujeres trabajadoras en el año electoral. “Les decimos firmemente: ¡No van a comprar nuestro futuro con un 100mil!”, sostuvieron, refiriéndose al prebendarismo político. Exigieron políticas públicas para la disminución de los empleos informales y contra la precarización laboral. Así como seguridad social, igual paga por igual trabajo, seguridad laboral y protocolos contra todo tipo de violencia. Hasta el 8 de marzo se registraron 11 feminicidios en Paraguay y 2 víctimas de feminicidio en Argentina (se toma en cuenta a las paraguayas migrantes), una cifra que supera más de tres veces la cifra del año pasado en el mismo periodo. La articulación denunció la desprotección a las mujeres en situaciones de violencia y exigió el cumplimiento de la ley 5777/16 integral contra la violencia hacia las mujeres.
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8M en San Salvador
En San Salvador cientos de mujeres salieron a las calles para exigir a la Asamblea Legislativa legislar sobre la ley de identidad de género, acceso al aborto, liberación de miles de personas detenidas arbitrariamente y justicia por los feminicidios.
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8M en Ciudad de México Este 8M en la Ciudad de México contingentes de madres y padres de víctimas de feminicidio y desaparición, contra la militarización, el racismo, la violencia vicaria y la violencia ácida así como estudiantes, médicas, músicas, mujeres indígenas, mujeres discapacitadas, cannábicas, vagoneras, negras, cimarronas, bordadoras, niñas, adolescentes, adultas mayores, mujeres trans, lesbianas, bisexuales, personas no binarias y más tomaron las calles de la Ciudad de México. Exigieron justicia, seguridad, memoria, despenalización del aborto y que se garantice el derecho a una vida libre de violencias en un país donde 10 mujeres son asesinadas diariamente.
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Fue una marcha multitudinaria. De acuerdo a datos del gobierno de la CDMX, asistieron 90 mil personas, superando a la de 2020 donde asistieron 75 mil personas. 
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Partió de distintos puntos de la ciudad. Del Ángel de la Independencia, el Monumento a la Revolución y la Glorieta de las Mujeres que Luchan, todas con dirección a El Zócalo. Durante el recorrido sobresalieron la cantidad de carteles con consignas contra la violencia machista y patriarcal.
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Hubo distintas expresiones artísticas: bordados, danza y música de instrumentos de viento, jaranas, percusiones. También hubo rap y sonidero por parte de ChingonaSound frente a la Antimonumenta.
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Grupos que convocaron y se expresaron como transincluyentes izaron banderas trans, LGBT+, y gritaron consignas de la resistencia trans. También asistieron familiares de Ximena, una mujer trans de 28 años asesinada este año en Teotihuacán. 
Ataques de transodio y violencia policial 
Durante el recorrido se podían leer pintas transodiantes. Una reportera del medio La Lista documentó el momento en que Mikaelah y Marian, dos mujeres trans racializadas, activistas e integrantes de la escena ballroom, fueron atacadas por un grupo de mujeres durante la marcha. Las insultaron, malgenerizaron y lanzaron aerosol. 
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Previo al arranque y durante la marcha se suscitaron algunos encapsulamientos policiales. El Frente por libertad de Expresión y Protesta documentó el uso excesivo de polvo de extintor, gas irritante y lanzamiento de piedras por parte de la policía. También recuperaron cartuchos de gas lacrimógeno lanzado en forma de cohetón. Identificaron el uso de balines de metal que provenían de las vallas de protección de los cuerpos policiales. Y otras malas prácticas como que la policía no estaba identificada, vestían de civil y tomaron fotografías a las manifestantes.  La marcha que arrancó desde la una de la tarde terminó en la plancha del Zócalo hasta pasadas las siete de la noche.  :::Agencia Presentes::: Read the full article
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alertachiapas · 1 year
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Esperan unas 10 mil personas al Mampride, la marcha del orgullo en Chiapas
En este 2023 la convocatoria es el 10 de junio a las 10 de la mañana, desde la ex Fuente Mactumatzá hasta el Parque Central de Tuxtla Gutiérrez.
La Red por la Inclusión y Diversidad Sexual en Chiapas anunció el Mampride, la marcha por el Orgullo LGBTTTIQ+ Chiapas 2023, en donde se espera duplicar la cifra de la del 2022, a la que acudieron unas 5 mil personas. En este 2023 la convocatoria es el 10 de junio a las 10 de la mañana, desde la ex Fuente Mactumatzá hasta el Parque Central de Tuxtla Gutiérrez. En este año el Comité Organizador…
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infacundia · 1 year
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¿Por qué una biblioteca?
Por que creemos en el uso de la palabra, no sólo oral sino también escrita. Su poder de circulación, de socialización ideas. Porque una biblioteca es una invocación a la búsqueda: la búsqueda de un libro que te zumba en el oído, que alguien te recomendó y lo querés chusmear; la búsqueda personal de ideas, de formarse, de entretenerse, de aprender y fantasiar; la búsqueda de un archivo personal, interpersonal, social y político. La búsqueda de interpelaciones posibles.
Nos gusta pensar en las bibliotecas como librerías, pero con la salvedad de que existen por fuera de las relaciones de mercado. Librerías sin propiedad privada, donde los libros son comunitarios, sociales, se despojan de su calidad de mercancías y dejan de pasar de moda. Donde también existe la variedad, la diversidad, la potencia de lo desconocido, la posibilidad de lo inesperado... En rebeldía con un mercado editorial, una industria del libro y una economía política en general que reduce la porción de la sociedad que puede acceder a la materialidad de la palabra escrita.
Una biblioteca, históricamente, atiende a la necesidad social del acceso democrático no sólo a la información (porque eso te lo resuelve Internet), sino sobre todo a los diversos conocimientos, a la literatura y al arte impreso, a los saberes de los que todes somos portadores. Una biblioteca es, entonces y en potencia, un centro de socialización de esos saberes, que abraza todos a los géneros literarios y todas las áreas del conocimiento.
Creemos en el poder de la lectura. La lectura implica un abrir la cabeza para torcer los destinos que nos asigna la inercia del orden social existente, ¿qué sería de nosotres sin lo que hemos leído a lo largo de nuestras vidas? Entendemos la lectura como un intercambio de saberes genuino y vitalizante: leer es escribir, porque los textos conversan entre sí a través de nuestra práctica y de nuestra subjetividad lectoras.
Por eso militamos la lectura como crítica y como desvío. Como desvío, porque nos corremos de ese encorsetamiento lector que entiende que hay un patrimonio a venerar, unos recursos a consumir o un capital simbólico a acumular. Al contrario, creemos que leer es en sí un ejercicio de reapropiación de lo leído: hacerlo pasar por une misme, por la propia biografía, la propia experiencia, la propia vida. Como crítica, porque frente al espectáculo cotidiano, donde se puede yuxtaponer de todo y que no deja tiempo a la reflexión, la lectura nos exige “un verdadero juicio a cada línea”. Discernir lo verdadero de lo falso.
Con la lectura aprendemos a razonar y a construir en común. Sólo hay un yo que piensa si hay un vos que responde. Esa respuesta mantiene el pensamiento en marcha, muestra las sombras, lo aún no pensado. De ahí pues, lo que desde el equipo de La Carpinchera entendemos como su vital importancia y su principal objetivo: la lectura que la biblio quiere promocionar y socializar, es aquella que permite, y hasta exige, prefigurar en nuestra vida social otros mundos posibles.
-Biblioteca Popular La Carpinchera, abril de 2023.
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mikespice97 · 3 months
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Marcha de la Diversidad, Monterrey, 2024 🇲🇽🏳️‍🌈
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kevinroyk · 2 years
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MARCHA POR LA DIVERSIDAD 
Kevin Royk llega al escenario de la multitudinaria Marcha Por la Diversidad de Montevideo con el Show Magia Negra en Vivo y un elenco de primera! Les dejamos algunas de las fotos ...mientras esperamos el anunciado DVD en Vivo! 
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nay69blog · 2 years
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Marcha por la Diversidad 🏳️‍🌈🌈
Organizada y patrocinada por Valdiversa Chile
Inicio: Plaza Simón Bolívar
Término: Plaza de la República
17 de diciembre, 2022.
12 archivos.
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Chamel Gaspard Morell Presenta Estudio sobre Inversiones en el Sector Turístico del Caribe
Chamel Gaspard Morell, destacado empresario y presidente del Grupo J Gaspard, ha presentado un nuevo estudio que analiza las oportunidades de inversión en el sector turístico del Caribe. En un contexto donde la región busca recuperarse de los efectos de la pandemia y los desastres naturales, este informe ofrece una visión integral sobre el potencial de crecimiento y desarrollo en este sector vital para las economías caribeñas.
Oportunidades de Crecimiento
El estudio de Gaspard Morell destaca que el Caribe sigue siendo uno de los destinos turísticos más atractivos del mundo, gracias a su diversidad cultural, paisajes naturales y clima favorable. «A pesar de los desafíos recientes, el Caribe tiene un enorme potencial para atraer inversiones en turismo, especialmente en áreas como la sostenibilidad, el ecoturismo y el turismo de lujo», afirmó Gaspard Morell.
El informe también señala que la recuperación del turismo está en marcha, con un aumento en el número de visitantes a medida que las restricciones de viaje se han ido levantando. «Las inversiones en infraestructura hotelera, servicios turísticos y actividades recreativas son clave para capitalizar esta tendencia», agregó.
Enfoque en la Sostenibilidad
Uno de los aspectos más destacados del estudio es la necesidad de adoptar prácticas sostenibles en el desarrollo turístico. Gaspard Morell enfatiza que la sostenibilidad no solo es crucial para preservar el medio ambiente, sino que también es un factor determinante para atraer a un nuevo tipo de turista que busca experiencias responsables. «Las inversiones que priorizan la sostenibilidad no solo benefician al entorno, sino que también pueden resultar en un retorno financiero significativo», explicó.
Desafíos y Recomendaciones
A pesar de las oportunidades, el estudio también identifica varios desafíos que deben abordarse, como la infraestructura deficiente en algunas áreas, la necesidad de capacitación para el personal y la gestión de los recursos naturales. Gaspard Morell recomienda que los gobiernos locales y los inversores trabajen juntos para desarrollar estrategias que aborden estos problemas y fomenten un entorno favorable para la inversión.
Llamado a la Acción
En conclusión, Chamel Gaspard Morell hace un llamado a los inversores nacionales e internacionales para que consideren el Caribe como un destino atractivo para sus inversiones en turismo. «El momento de invertir en el Caribe es ahora. Con un enfoque estratégico y sostenible, podemos contribuir al crecimiento económico de la región y al bienestar de sus comunidades», concluyó.
Este estudio se presenta en un momento crítico para el Caribe, donde la recuperación económica y la sostenibilidad son más importantes que nunca. Gaspard Morell espera que su análisis inspire a otros a unirse a los esfuerzos de inversión en el sector turístico, promoviendo un futuro próspero para la región.
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luiandlui · 20 days
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La Comunidad LGBTIQ+: Un Espacio de Diversidad, Resistencia y Amor
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En el vasto espectro de experiencias humanas, pocas comunidades han demostrado tanta resiliencia, creatividad y amor como la comunidad LGBTIQ+. Esta sigla, que representa a lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales, queer y otros, es mucho más que un conjunto de identidades: es un espacio de diversidad, resistencia y lucha por la igualdad.
La Belleza de la Diversidad
La diversidad es una de las mayores fortalezas de la comunidad LGBTIQ+. Cada letra en la sigla representa no solo una identidad, sino también una historia, una cultura, y una forma única de experimentar el mundo. La riqueza de esta diversidad permite a las personas encontrar su lugar en el mundo, un lugar donde no tienen que conformarse a las expectativas tradicionales de la sociedad.
En un mundo que a menudo insiste en la conformidad, ser parte de la comunidad LGBTIQ+ puede ser una afirmación radical de la individualidad y la autenticidad. Desde los colores vibrantes de la bandera arcoíris hasta los múltiples símbolos que representan las diferentes identidades, la comunidad LGBTIQ+ celebra la diferencia y defiende el derecho a ser quien realmente se es.
Resistencia y Lucha: Una Historia de Coraje
La historia de la comunidad LGBTIQ+ es, en muchos sentidos, una historia de resistencia. Desde las primeras revueltas en Stonewall en 1969 hasta las actuales marchas del Orgullo, cada paso hacia la igualdad ha sido ganado con esfuerzo y valentía. Las personas LGBTIQ+ han luchado no solo por el reconocimiento de sus derechos, sino también por su existencia misma, en un mundo que a menudo les ha dado la espalda.
Esta resistencia no siempre ha sido fácil. A lo largo de los años, muchas personas LGBTIQ+ han enfrentado discriminación, violencia y rechazo. Sin embargo, estas experiencias también han servido como un catalizador para el cambio, impulsando movimientos que han transformado sociedades y generado un mayor entendimiento y aceptación.
El Poder del Amor y la Comunidad
A pesar de los desafíos, el amor sigue siendo el corazón de la comunidad LGBTIQ+. Amor en todas sus formas: romántico, platónico, propio y comunitario. Este amor se manifiesta en la solidaridad que une a las personas LGBTIQ+, en el apoyo que se brindan mutuamente y en la creación de espacios seguros donde todos pueden ser ellos mismos sin miedo al juicio o la persecución.
La comunidad LGBTIQ+ nos enseña que el amor verdadero no conoce límites ni fronteras. Es un amor que trasciende géneros, orientaciones y normas sociales. Es un recordatorio de que, al final del día, todos buscamos lo mismo: ser vistos, escuchados y amados por quienes realmente somos.
Mirando Hacia el Futuro: La Promesa de un Mundo Más Inclusivo
El camino hacia la plena igualdad aún no ha terminado. Todavía hay muchas luchas por delante, especialmente en países y comunidades donde las personas LGBTIQ+ continúan enfrentando persecución y violencia. Pero hay esperanza. Cada día, más personas se levantan como aliadas, más corazones se abren y más mentes se educan.
La comunidad LGBTIQ+ sigue siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que creen en un mundo más justo e inclusivo. Su lucha es una invitación a todos nosotros a ser parte del cambio, a alzar nuestras voces y a defender el derecho de cada persona a vivir su verdad.
Conclusión
Ser parte de la comunidad LGBTIQ+ es ser parte de una historia de resistencia, amor y esperanza. Es ser parte de una lucha que nos llama a ser más compasivos, más abiertos y más valientes. Y es, sobre todo, una celebración de la diversidad que hace del mundo un lugar más hermoso y vibrante.
Así que, ya seas parte de la comunidad o un aliado comprometido, recuerda siempre que la lucha por la igualdad y la aceptación es una lucha por el corazón mismo de la humanidad.
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hala2021 · 2 months
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Un solo objetivo
El otro día pensaba en la trampa del enemigo, de promocionar dos polos ficticios. Por un lado, hablan de una derecha a favor de los adinerados. Esa derecha la pintan como tranquila, con leyes que regulan y en contra de la ideología de género y del aborto, entre tantas cosas. Por el otro, dibujan una izquierda a favor de los pobres y de los más necesitados, pero introducen la ideología de género, el aborto y otras yerbas. ¿Y es verdad esto? ¿Acaso todos los ricos son crueles y no ayudan a los pobres? Sin embargo, todas las ayudas de los templos religiosos provienen de personas adineradas. ¿Y es verdad que los pobres estamos a favor del aborto y de la delincuencia? Yo hablo de mi parte y te puedo asegurar que no soy lesbiana ni tampoco estoy a favor del aborto. Tuve a mi hija en la máxima pobreza. Por lo tanto, ¡cuidado con eso! Veo que en las marchas populares llevan la bandera de Palestina junto con las banderas de LGTB o llevan los pañuelos verdes a favor del aborto, todo junto. Por consiguiente, nos quieren vender que todos los pobres somos delincuentes, abortivos y transgresores. Y también, que todos los ricos son crueles, que odian a los pobres y que cumplen con la ley, porque aman la justicia. Entonces, entre un extremo o el otro, ¿acaso no hablamos de lo mismo? Promocionar ambos extremos de clases sociales tiene un solo objetivo: que nunca pienses en otra alternativa, en otra opción. Y es muy difícil encontrar la fruta verdadera entre tantas imitaciones o frutas de plástico. ¿Se entiende la metáfora? ¿Y no pasa lo mismo con la religión? ¡No! No es mi propósito venderte nada ni predicarte de nada. Lo que quiero expresar es que muchas religiones surgieron de Estados Unidos, como los mormones o los testigos de Jehová. ¿Y acaso no son todas diversidades de lo mismo? Y me detengo a pensar en ese objetivo que nos quieren meter en la cabeza, casi por la fuerza, de que si eres pobre, inevitablemente estarás del lado de la droga, del robo; así como de los grupos LGTB, la delincuencia, el aborto, etc. Y que si eres rico, inevitablemente estarás a favor de reprimir a los pobres, usarlos como esclavos, pagarles bajos salarios, quitarles sus derechos; y al mismo tiempo, respetarás las leyes que prohíben el aborto y que limitan esas tergiversaciones del idioma, como el lenguaje «inclusivo»; que te pondrás del lado de la ley, pero para explotar al trabajador; y que te verás como una raza superior, por encima de los pobres, como mejor que ellos. ¿No están los dos polos opuestos en realidad unidos para el mismo fin? ¿Y cuál es el objetivo? Pues muy sencillo: mientras estudias y escuchas de uno y del otro, jamás piensas en una tercera o cuarta opción. Y siempre terminas votando a un candidato de la derecha o a otro de la izquierda. Y una minoría no la tomas en cuenta, porque ambos polos promocionan sus ideas. Y por contraposición votas a uno de un lado o a uno del otro. 
Pero retomando el punto anterior: ¿qué pasa con las religiones? Tan variadas todas. Incluso sectas que se desprenden de un original. Tan solo piensa en las religiones más conocidas: en el cristianismo no solo tenemos a los católicos, sino también a los evangélicos pentecostales, los carismáticos, los adventistas, los testigos de Jehová, etc. Y del lado del Islam tenemos a los sunnitas, a los chiitas, alauitas, ahmadíes, fatimitas, etc. Y del lado del Judaísmo tenemos a los reformistas, ortodoxos, sionistas, judíos mesiánicos, etc. ¿Y tanta variedad no está unida para que no encuentres al original? Pon una manzana natural entre miles de manzanas de plástico, de buena imitación, y te puedo asegurar que nunca encontrarás al original. Así también, jamás votarás a un político verdadero ni encontrarás una religión que se oriente hacia algo genuino. 
Dentro de una gran variedad se puede ocultar una conspiración de más de lo mismo. El mundo gira en torno al dominio de Israel, aliado a países como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido; pero también, muchos cristianos defienden ese estado colonialista artificial. Incluso, predican cosas opuestas, pero defienden sus políticas, cultura, poder económico, guerras, etc. Por lo tanto, observamos un popurri de elementos opuestos y diferentes, pero que todos conservan un solo objetivo: que jamás encuentres a la fruta verdura, la religión verdadera o al político verdadero. Y nadie habla de perfección o de moral en este caso, sino de autenticidad y lealtad. 
Pienso que una mayoría corrupta domina el mundo, pero que se presenta ante nuestros ojos como una falsa diversidad. Sin embargo, con el tema de Palestina logré darme cuenta de que todos se unen a favor de Israel y de la colonización de tierras diferentes, tierras árabes y también en América, como la Argentina. ¿Y cuál es el objetivo? Pues ese: que nunca encuentres al verdadero, que te pierdas. Hasta en el amor y en la amistad te relacionas con una gran diversidad de personas, pero al final del día te encuentras solo. ¿Y acaso toda esa gente no estaba unida para un solo objetivo? Y ese será el título de mi redacción: un solo objetivo. Piensa, mientras pierdes el tiempo buscando la fruta natural, se te va la vida y todas esas manzanas falsas van ganando terreno. Ya tomaron tierras en Palestina, Cisjordania, Siria y el Líbano; pero también tomaron el poder en la Argentina, con políticas opresoras a los pobres. Un solo objetivo, desinformar y promocionar una oposición falsa, ficticia. Y solo para mantenerte separado, que no logremos encontrarnos. 
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