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para lxs que necesitamos escuchar las mismas canciones muchas veces

En esta sala de espera, miércoles 10.15 AM se escucha Vilma palma e vampiros. Le pregunté a Google cómo se llamaba ese tema que sonaba. ”Mojada”.

Camino a la clínica sufrí por adelantado los olores y los miedos que atraviesan el barbijo, el tener que esperar, los ventanales enormes por los que casi no entra el sol y sirven para esconder algunos rincones oscuros que están en remodelación desde antes de la pandemia.

Es la segunda vez en la semana que me toca esperar acá. Somos pocos en la sala, puedo elegir lugar, así que me siento lejos de la estufa porque está al mango y parece que va a explotar. 

Estamos todos solos y desperdigados. De un lado estamos los que esperan; y separados por una mampara de acrílico y unas cadenas de plástico naranja, las que esperan también, pero otra cosa.

“Te busqué en mi auto rojo a las 6…”

Es otro día, pensé, casi la misma hora. Otro tema. No, no es una radio. Ahí me dí cuenta de que esto se trataba de algo completamente intencional y premeditado. Era parte de una selección que seguía un orden estratégico. Fue fácil ver quién se encargaba de la banda sonora. Iba y venía sentada en la silla, bailaba con los hombros y se sacaba los rulos de la cara con las uñas rojas, largas, almendradas y brillantes, se veían perfectas. Ella no atiende a los que esperamos. 

Las primeras canciones que suenan son las que sirven para cantar bajito, tipeando fuerte las teclas de la PC de escritorio. Después llega esa que dice “Te quiero tanto uo te quiero tanto uo”. Ni me acordaba que había escuchado ese tema alguna vez. 

Por ese rato algunos malestares o dolores parecen irse, hasta la que tiene el brazo enyesado empezó a seguir el ritmo con el piecito.

“Déjame déjame que te toque la piel…” Con los clásicos no se jode, pensé en ese momento, no sé por qué.

Otra de las que espera de nuestro lado se para como eyectada de la silla y les pregunta a las que saben sobre el asunto de la espera; si falta mucho para que llegue el Dr., que está hace 1 hora esperando.

Mira la computadora y levanta un teléfono de línea amarillento hermoso, al mismo momento suena: “Borracho, borracho hasta el amanecer. Ay, borracho, borracho hasta el amanecer. Muy borracho, borracho hasta el amanecer. Totalmente borracho”. 

La curadora de la playlist se para cantando a los susurros, con unos pocos papeles en la mano está como en trance, no mira a nadie más y atravesando las cadenas naranjas, sale.

“Borracho hasta el aman…” abruptamente se corta la música. En realidad, la rubia que llegó apurada y con una parva de más papeles irrumpió en el espacio de la curadora y sin siquiera sentarse agarró el mouse e hizo doble click bien fuerte y ahí la música paró. Yo la v��. 

“Que me perdone pero no puedo más”, dice la rubia con una media sonrisa.

Una de las compañeras que estaba ahí le responde asintiendo con énfasis que sisi que menos mal. Casi aplaudiendo.

La curadora regresa.

“Yo quería parar el tiempo…” Ahora suena Cristian Castro.

¿Cuánto es la consulta? dice uno que acaba de entrar y está viendo si espera hoy o tendría que esperar otro día y en qué horario. “1200 particular” responde desde atrás ella mientras se mira las uñas rojas brillantes. Y sigue, "Lili, hacé esta factura de nuevo porfa, fijate que te equivocaste de nuevo" dice sonriendo. Microvenganzas burocráticas.

Se escucha mi apellido, no quiero pero saco la mirada de todo este pasito de comedia que se estaba poniendo un poco telenovelesco. 

Ahora se escucha mi nombre también. Atravieso esa cadena de plástico para no esperar más, por ahora. Acá de este lado ya no hay música. Hay otros olores y la misma cantidad de luz. 

Saliendo volví a mirar las cadenas y la sala de espera, una vez que se acaba esa parte ya no me interesa seguir ahí. Quise tanto no estar de este lado que ni me acordé de prestarle atención a la música que sonaba. Ojalá haya sido “La pachanga” de Vilma Palma.

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