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Vampiro la Mascarada: Mallory
El Abrazo, el momento en el cual un humano abandona este mundo para dejar un cascarón inmortal, es un proceso muy variado. Ningún abrazo es igual a otro, pues las vivencias de cada mortal se ponen a flor de piel al momento de obtener la inmortalidad.
Este, no fue la excepción.
El vacío de un abismo, oscuro y profundo, atrapa el alma de una pobre chica. Sombras gélidas aprisionan su ser mientras su temor crece, conforme los gritos provenientes del interior de su alma la rodean, ella encuentra el final de ese pozo tras un abrupto despertar.
La joven mujer abre sus ojos, los millares de gritos a su alrededor cesan y dan paso a un constante y apagado latido de música lejano, en una habitación silenciosa. ¿Se había quedado dormida? Sus ojos observan con desgano el techo sobre ella, las luces apenas permitían verlo, apenas permitían ver algo.
“¿Donde estoy?” fue la primera pregunta que recorrió su cabeza. No estaba en su hogar, aquel apartamento universitario que compartía con su mejor amiga, el lugar de donde provenía era tan sobrio y austero que, quien las visita, creería que el lugar era minimalista, a pesar de que el verdadero motivo era la falta de presupuesto. Vivir en Manhattan era costoso, pero estar a pocas calles de la universidad era un precio que valía la pena. Sus ojos empezaron a buscar información sobre el lugar en que se encontraba, algo que luego de ver el mobiliario de la habitación, sólo causó más intriga e incredulidad; el maldito lugar parecía una mazmorra de sadomasoquismo al más puro estilo de un set de filmación porno. Desde esas cruces donde atan a los esclavos, hasta una serie de látigos y juguetes sexuales que adornaban las paredes en ganchos, el lugar causaba un pudor notable en ella.
“¿Donde mierda estoy?” se volvió a repetir en su cabeza más extrañada.
Su cuerpo se sentía pesado, ¿Habría tenido alguna sesión con alguien?. Era imposible, jamás se le había cruzado por la cabeza algo así, salvo alguna revista que vió en algún puesto del subterráneo. El sexo casual era algo de ella, pero jamás había pensado en hacer algo así en su vida. Las dudas estaban cernidas en su cabeza. Un vistazo al respaldo de la cama hizo que se estremeciera al ver los grilletes de ésta, sin duda no era tampoco un vistazo de su completo agrado por lo que casi se incorporó en la cama en un solo movimiento.
La desnudez que cubría su cuerpo era una evidencia, a su parecer, de que algo había ocurrido. ¿Pero cómo? ¿Qué había hecho hasta ese momento?.
Las respuestas eran vagas, de nada parecían ayudar, por lo que tuvo que hacer una introspección, debía retroceder en sus memorias más mediatas. Su mañana había sido como la de cualquier otro día de otoño: Un desayuno de cereales y café para incentivarse a pesar del creciente frío de la época, un recorrido a pie junto a su mejor amiga, Leah, hasta el campus de la Universidad de Columbia y unas aburridas cuatro horas de cátedra. A veces se preguntaba por qué había escogido abogacía, luego recordaba a su exigente padre forzando a optar por una carrera que “dejará una buena ganancia en su vida”, la suficiente como para aceptar algún trabajo en alguna poderosa firma. Ella sabía bien que, para alcanzar un buen trabajo en una de esos bufetes de tiburones, sabía que debía probar suerte con un buen conjunto de lencería y un buen lápiz labial. Era una mierda, pero no era más que la pura verdad, algo que su padre obviamente no comprendía. Su mediodía fuera de la universidad había sido normal, como el de cualquier otro día. Un café y algo de comer con sus colegas y amigos, los planes para el resto de la semana y algo más que trataba de recordar. Dustin, su mejor amigo, había mencionado algo sobre salir esa noche a un club nocturno. Leah le había mencionado sobre el lugar, ¿Cuál era su nombre? no podía recordarlo. Mientras más se esforzaba por recordar, algo le impedía hacerlo. La noche lucía distante en su memoria, veía algunos recuerdos sobre ella y Leah preparándose, como le prestó una de sus faldas para la ocasión y ella una blusa que se había comprado hacía poco tiempo. Recordaba estar a los pies de ese lugar. Una catedral, un antro gótico nuevo. Nunca había sido fanática de esos lugares lúgubres, pero las críticas del lugar estaban por los cielos, esos lugares donde “tienes que ir al menos una vez para ser alguien en esta ciudad”.
Su memoria trataba de borrarse conforme llegaba a ese la puerta, algo le debía de haber ocurrido ahí. Quizás se estaba tratando de olvidar de un pésimo encuentro, quizás estaba tan ebria que se acostó con el primer sujeto que vió y ahora se estaba avergonzando.
-Mierda- exclamó en un pensamiento en voz alta. Su cuerpo aún se sentía pesado, el intento de sentarse al borde de la cama se sentía colosal. ¿La habían drogado?.
El paso de unos tacones se hizo escuchar desde donde provenía la música, la joven mujer se cubrió ante una inminente llegada de alguien cuando escuchó la puerta abrirse. Al hacerlo, una mujer de aspecto gótico se encontraba parada ante ésta. En sus brazos y cuello se podían vislumbrar tatuajes, como también lo que parecía ser un arnés de sadomasoquismo bajo su top - Hora de levantarse, Sugar- exclamó la mujer con perfilada sonrisa en sus labios negros. La mujer entró sin miramientos a la habitación, dirigiéndose a uno de los armarios por los que, para hacerlo, debía cruzar toda la habitación. La joven siguió a esa mujer con su mirada, analizandola. Desde su largo cabello rubio, pasando por ese pantalón de cuero ceñido que culminaba en unos tacones negros, la mujer parecía moverse con una naturalidad clara en esa habitación.
-¿Donde estoy?- preguntó la joven con firmeza, una firmeza que parecería desmoronarse fácil para dejar salir cientos de titubeos.
-En la parte trasera de mi bar, cielo- la mujer contestó con una simple serenidad mientras parecía mascullar para sí misma- debe haber algo aquí para ti, creo que esto si te entrará…
-Espera- imperó mientras se cubría aún con pudor su ser con la misma sábana que la había cobijado- ¿Donde estoy? ¿Qué bar es este? ¿Por qué mierda estoy desnuda?- las preguntas escaparon una tras otra de su boca incontrolables- ¿Acaso tuvimos sexo? Yo jamás he tenido sexo con una mujer, ¿Acaso me drogaste?.
La anfitriona se detuvo por un momento, alzando su mirada con exasperación, soltando un profundo suspiro de molestia e incomodidad- Para responder en ese orden- exclamó con firmeza, dejando aquella tarea por un instante, volteando a observar- En la parte trasera de mi bar, como te he dicho. The Cathedral es el bar, estás desnuda porque tu ropa no estaba en buen estado- Tomó varios colgadores con sus respectivas prendas, volteandose a ella nuevamente. Los ojos de esa mujer gótica se clavaron sobre ella, sentía que con su mirada intentaba ver su alma. No sabía cómo, pero por un instante, sus ojos parecían destilar calma, una calma apabullante que le hacía confiar en ella. ¿Cómo era eso posible?- No, no tuvimos sexo y tampoco te drogué, no soy muy fanática de la coerción para jugar, menos forzando a hacerlo por medio de drogas, Sugar-
La calma y confianza de esa mujer contrarrestaban con el aspecto y porte de ella. Lucía como una mujer mala, esas groupies que viajan con los motociclistas y que muchas veces son más peligrosas que ellos. Sin embargo, los ojos negros de esa mujer reflejaban una inusual oscuridad tranquilizante. La joven mujer se quedó la quedó viendo por unos incómodos momentos de silencio, incapaz de preguntar algo más.
-Hey- rompió el hielo la mujer gótica- Mi nombre es Maud, ¿Puedes decirme el tuyo?
La joven titubeó por un instante, como si se hubiera perdido en esa oscuridad por un momento- Soy Mallory.
-Mallory, que hermoso nombre -prosiguió con un elogio y una sonrisa cálida mujer gótica- queda a la perfección con una chica tan bella como tú. Por cierto, me gustan tus rizos...-
Mallory sonrió, algo más calma mientras deslizaba sus dedos por aquella melena negra que portaba- muchas gracias, debo admitir que son difíciles de mantener, pero no puedo vivir sin ellos- una breve risa escapó de sus labios antes de perderse en un silencio mutuo.
Maud acompañó la risa hasta que se apagó por unos momentos, trataba de tornar la situación mucho más seria -Dime, Mallory- rompió una vez más el silencio con sus palabras- ¿Recuerdas cómo llegaste aquí?
-Estoy intentando- dijo sin más, calma y serena. Sus ojos se centraban en un punto de la habitación- Es como si no pudiera recordarlo.
-¿Recuerdas haber venido a este club? - preguntó Maud.
-Si- asintió Mallory, quitando de su rostro de su rostro un mechón de cabello- Vine aquí con mi mejor amiga y un grupo de amigos de la universidad- respondió calma mientras sus recuerdos iban y venían. Recordaba haber ingresado al club nocturno, vagamente recordaba haber tomado un par de tragos con su mejor amiga y luego, después de eso, todo se había vuelto borroso. Recordaba a un hombre. Bueno, a varios hombres- Entré aquí- repitió a Maud lo que veía en su cabeza- creo que bebí unos tragos y luego no sé, no estoy muy segura. Creo que bailé con unos sujetos.
Maud permanecía en silencio, como si le permitiera visitar sus memorias con libertad.
Las memorias de Mallory parecían ir encajando como piezas de rompecabezas, rápidamente su mente se iba esclareciendo, sólo para dibujar un rostro de terror en ella. Recordaba a esos hombres, algunos eran sus amigos de universidad, lo que por un momento parecía haber sido un recuerdo de ella bailando, era en sí un momento desagradable donde uno de ellos manoseaba su cuerpo “siguiendo” el ritmo de la canción. Recordaba a él y sus amigos ahí, vio como una cachetada suya volaba al rostro a ese imbécil y como Leah la ayudaba a separarse. De un momento a otro, el rostro de enojo de ese chico y el de sus amigos, seguido de varios halagos, tales como “zorra pretenciosa”, “puta engreída”, entre tantos otros. Ella y Leah salieron del club tratando de volver a casa, pero quien diría que no iba a suceder. El grupo las siguió y fácilmente, aún a la vista del sórdido pueblo neoyorquino, fueron arrastradas al callejón oscuro más cercano. Las vejaciones comenzaron ahí, era por eso que sus ropas se encontraban en mal estado, recordaba la navaja con la que cortaron sus atuendos. Leah apenas intentaba separarse de ellos, el entre golpes y un miedo apabullante hacían que le fuera imposible hacer algo. Mallory, por su parte, mucho más reacia, recuerda como arañó a varios de ellos, incluso recuerda como a uno le había enterrado sus uñas en un ojo. Aquello sólo recrudeció el asunto, pues los golpes se volvieron moneda corriente, al igual que varias puñaladas para ella y para su amiga. Finalmente, después de todo eso, vió como ellos se alejaban, a la vez que un charco de sangre se iba lentamente formando ante ella desde su cuello.
Por último, la muerte.
El rostro de desencajo de horror y dolor se empezó a bañar en lágrimas silenciosas. La incredulidad estaba grabada en este, el dolor de sus recuerdos comenzaban a gestarse en su sollozo producto de un recuerdo que, quizás, era mejor no haberse molestado en recordar. Maud observó a esa chica temerosa frente a ella y sólo pudo deslizar sus brazos alrededor de ella, abrazándola por segunda vez esa noche.
Maud dejó que ella descargara todo su sufrimiento y dolor, el llanto se volvió desconsolado por un gran instante. Siquiera podía preguntar cómo era posible todo eso, ¿Estaba muerta? ¿Eso era una especie de Limbo?. Cuando Maud la cobijó en sus brazos, tras un silencio sollozante, finalmente pudo hablar.
-¿Qué me ocurrió?- preguntó Mallory entre sollozos- ¿Estoy muerta? ¿Leah está muerta?
-Si- respondió Maud con calma mientras sus dedos iban y venían dulcemente por la melena de esa joven. Maud suspiró mientras tomaba el rostro de la joven entre sus manos de largas uñas negras. Mallory no lo sabía, pero su rostro estaba lleno de líneas rojas causadas por sus lágrimas de sangre- Escúchame, todo estará bien- Mallory se sujetó de los brazos de ella mientras asentía, la calma que esa mujer le irradiaba era antinatural, pero en ese momento era lo que más necesitaba- A partir de ahora estarás a salvo, habrán muchos cambios en tu vida, pero tendrás más de lo que nunca habías deseado. Yo te ayudaré.
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Evarist
Si estás leyendo esto, es probable que ya no esté en este mundo y se haya cumplido mi último edicto. Ha pasado tiempo desde que te dediqué alguna palabra, por lo que pensé en dedicar unas ideas póstumas para ti.
Con los años, vi como te abrías paso en este cruel mundo al que te forcé a entrar hace ya tantos años atrás. El lúcido recuerdo de nuestro primer encuentro en las calles de parís antes de sus más emblemáticos periodos de pasión, una noche agitada y fulgurosa que desencadenó nuestro intenso amor en la parte superior de una taberna llena de gritos de odio y desprecio a la monarquía, mi ciego placer y deseo de poseerte a mi lado. La noche siguiente estabas enloquecido de ira, mi decisión de traer conmigo tu persona a las noches eternas no había sido de su beneplácito, te arranqué de una vida intelectual en la época donde grandes ilustres fomentaban creencias de democracia y unidad.
Fue difícil para ti, pero con el tiempo nuestra mutua cercanía fue lo único que pedías clamabas, para ese momento yo era lo único que deseabas y lo único que tenías. Te arrebaté todo lo que aprecias por un caprichoso deseo mío de tenerte.
Las noches seguían, vi como tu pensamiento volvía a renacer bajo la luna que un vástago como nosotros usa para vislumbrar su camino, tus ansias de pensamientos rebeldes eran el combustible de tu odio por los Patricios, aborreces a los Sangres Azules con feroz temperamento desde la primera noche en la que te cruzaste con uno.
Quizás, en algún punto, nuestras visiones encontraron caminos divergentes, pero eso nunca importó cuando estos se unían una vez más. Tus ojos de plata me miraban con sentimientos dispares, pero que al final terminaban en un amor profundo que se forjó con el pasar de las décadas. Tú te acercabas a mí, desabotonando mi camisa para poder sentir con tus dígitos mi pecho, como si buscaras el corazón que latía sólo para tí y esbozamos una dulce sonrisa en tu rostro cuando finalmente lo sentías. Ese corazón que latía era la representación más pura de mis sentimientos hacia ti, algo que con el pasar los siglos demostré con tenacidad que eran inalterables.
Aún así, en mi mente no deja de haber desconsuelo ante un lúgubre dolor ocasionado por todo lo que te he hecho. El tiempo hizo de ti un cainita reconocido, pero no por méritos favorables a tu persona. Esa noche de mayo de 1893 sellaste tu destino al haber realizado tu primer amaranto. La noche en que probaste por primera vez la sangre de uno de los tuyos, la primera vez que te apropiaste del alma de otro, algo cambió en ti.
Y así continuaste.
En algún punto de nuestra existencia, dejé de ver a ese joven de ojos de plata, pasé a ver a un vástago que ansiaba un poder descomunal sin temor a las represalias que eso podía conllevar. Las noticias de Roma, París, Viena y Londres eran clavos sobre mi corazón que ansiaban paralizarse mientras intentaba negar todo lo ocurrido, deseaba que todas tus hazañas de sangre no fueran más que mentiras y artimañas. El tiempo hizo de ti un monstruo, y sin embargo, sería de necio culpar a algo indetenible por tus acciones.
Soy el único culpable de todo lo que haces, aún cuando te liberaste de mi aprendizaje hace ya tanto tiempo, lloro y sufro por cada paso equivocado que realizas. En mi corazón se alberga un joven idealista, obstinado y perseverante que no dudaba en decir sus pensamientos en un elíseo, a pesar de las represalias que muchos de los presentes deseaban realizarse.
De un momento a otro, un monstruo se formó en tu interior producto de la sed.
Esa noche de 1911, mi corazón se rompió. Los ojos de plata ese bello joven que amé habían desaparecido, ahora sólo había la mirada de un depredador. Endulzabas mis oídos con melodiosas palabras que me quisieron hacer creer que eras tú, pero sólo veía en esos finos labios las palabras de una criatura que ansiaba continuar con su deseo de beber más vitae. Desde ese momento preferí evitar volver a verte, y sin embargo, mi deseo de buscarte siempre quiso anteponerse.
La eternidad no será suficiente para pedirte perdón, y espero comprendas que la culpa me corroe como un veneno corroe al cuerpo de un mortal. Quizás el Creador me reciba, pero qué le diré cuando me pregunte sobre lo que te he hecho. No espero piedad de él, sino expiación, sólo expiación.
Veré el vuelo de ícaro por primera vez después de tantos siglos, albergo en mi interior un deseo ambiguo de curiosidad y temor, pero ya he tomado mi decisión, y no planeo faltarme a mí mismo. Ya me veo a mi en el alba, he ansiado con un morboso deseo el ver como la luz del sol se filtra entre los edificios de París, ansío poder ver como las aves vuelan en un cielo donde los rayos del sol parecen acariciarlas, deseo que el dolor que reciba mi cuerpo pueda llegar a compararse finalmente con el de mi corazón.
Aún con todo lo que ha pasado, puedo asegurarte, con un gran dolor, pero un mayor amor hacia ti, que ese corazón que gustabas oír latir, seguirá latiendo a pesar de las adversidades.
En mi encarecido amor, suplico tus disculpas una vez más, como tantas veces lo hice hace siglos atrás.
Te amo, y siempre te amaré.
Baptiste Bettencourt, 9 de Octubre de 1913.
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Vampiro la mascarada: Ghoul
Para Alexia, el mundo tenía algo en su contra. Más allá de lo que todos piensan en algún momento, ella quizás tenía algún que otro motivo para decir de forma convincente “el mundo me odia”.
En ese punto de su vida, huía por las pendientes de las sierras de Santa Mónica, esperando toparse con una carretera que la llevara a algún lugar lejos de ahí, tan lejos como podía permitírselo. Su corazón bombeaba sangre a una velocidad sin igual, su pecho ardía ante cada bocanada de aire que alimentaba un cuerpo desgastado y lleno de golpes. Sus dedos estaban afianzados al rifle de caza de su marido muerto, cualquier ruido que sintiera a su alrededor era una posible amenaza, estaba plenamente convencida de ello.
Nos estamos adelantando demasiado, ¿qué tal un poco de trasfondo?
La pequeña Alexia vivió toda su vida en un pueblo rural de Oregón, sus padres eran personas devotas y cariñosas pero que, un buen día, encontraron el final por culpa de un conductor borracho. A sus nueve años, Alexia no esperaba imaginarse en el asiento de atrás del coche de sus padres, atorada entre fierros y metal doblado mientras la mirada muerta de su madre le atormentaría por más de cuatro horas. Pasado el momento traumático, vivió hasta sus dieciocho años en la granja de sus abuelos, trabajando como una empleada más sin una paga más allá del techo y la comida. La joven deseaba salir de ese mundo por lo que, con ceguera y pocos miramientos, su corazón fue flechado por un hombre que casi duplica su edad en ese entonces; El amor es ciego, eso es lo que dicen, Henry Shields parecía lucir como el típico hombre respetuoso de dios y laborioso, un hombre que recorría parte de Estados Unidos gracias a un gran trabajo. Alexia a sus dieciocho años se casó con Henry en un intento de salir de su pueblo y la granja de sus abuelos. Aun así, como es de esperarse en este cruel mundo, la historia no tiene un final feliz, pues no estaríamos aquí en este momento, ¿Verdad?.
Henry la llevó a su hogar, una cabaña apartada en algún lugar al norte de Los Ángeles, cerca de Santa Clarita. La vida de Alexia, en ese momento, estaba muy lejos de ser buena. Alexia descubrió que su esposo comerciaba Metanfetaminas y que, no sólo eso, uno de los varios motivos de haberse casado con ella, era para usarla como prostituta. Cientos de veces se tuvo que acostar con los colegas y compradores de su esposo, y rara vez podía llegar a quejarse por ello.
Un golpe. Dos golpes. “Eres una puta barata, claro que te gusta ésto”, su vida era así hasta que encontró una alternativa para huir. “Cariño, luces tan hermosa como cuando nos casamos”, algún ramo de flores o ir a un bar a solas, ella como ingenua volvía a los brazos de su torturador tan ciega como necia.
A sus veinticinco años, eran varias las drogas que habían pasado por su cuerpo, y más los hombres que lo habían usado. Era un zombi bajo casi cualquier concepto. Estabas perdida en medio de la nada, con un tipo abusivo y lleno de contactos que le iban haciendo “un favor” si tu te ibas mucho más allá del círculo por el que te permitía moverte. Durante mucho tiempo fuiste su cocinera, su mujer de limpieza, su juguete sexual, incluso llegaste a ser su barberá.
Un día, te valió una mierda el resto de tu vida.
Henry estaba atontado por la heroína, fuiste lo suficientemente buena como para evitar que él te drogara durante todo el día. Entonces, tomaste su rifle de caza y, bajo una oleada de frases provenientes de Henry, frases como “no tienes los putos testículos para hacer eso” o “cielo, baja el arma por favor”, disparaste el arma. Recargar. Disparar. Recargar. Disparar. Cinco disparos que perforaron la cabeza de su esposo que dejaron suficientes huecos en su cabeza como para ver al otro lado de esta.
Alexia lo había hecho. ¿Ahora qué? ella se sentó contra la pared de madera de su cabaña, a metros de la puerta. Intentando volverse la cabeza con la pistola de su esposo. No podía hacerlo, había tenido el valor para quitarse a su esposo, pero el tormento de él aún estaba ahí, siquiera tenía la fuerza como para hacerlo, pues sentía que “él la mataría”.
Quizás iba a ser él, o por qué no uno de sus amigos que siempre iban a su cabaña.
Al anochecer, un par de luces provenientes de una camioneta iluminaron el frente de la cabaña, un par de voces se acercaron a la ventana mientras la golpeaban para verificar si había alguien ahí. Alexia había permanecido en su lugar con la pistola y el rifle de su esposo cargados, esperando su final. Ya había matado a su marido, quería que esos desgraciados la mataran, pero para eso necesitaba darles un motivo. Cuando uno de ellos se acercó a la puerta de la cocina, Alexia abrió fuego varias veces contra la figura que abrió la puerta. La figura cayó y, por algún motivo, se volvió a levantar rápidamente. Una segunda figura se asomó y en sus ojos, vio algo que la aterrorizó. El pánico la comenzaba a invadir, pero aún más el deseo de huir. Sin meditarlo mucho, destrozó el ventanal de la cabaña en una carrera contra éste, su cuerpo estaba tan somnoliento por las drogas que apenas sintió el impacto y los múltiples cortes en su cuero cabelludo, brazos totalmente expuestos, espalda y pecho.
Alexia corrió y corrió por las sierras de Santa Mónica, tratando de llegar a algún pueblo o motel donde pedir ayuda. ¿Pero qué haría? todos conocían a Henry, prácticamente abastecía a todos los pueblos cercanos de metanfetaminas y heroína, los contactos de él la matarían y, los de más poder, la mandarían a la cárcel a pasar el resto de su vida en una celda de aislamiento. Hace horas deseaba morirse, ahora estaba huyendo por vivir. Su mente era tan imprecisa como lo era la de una chica joven.
Una figura corría hacia su dirección en la oscuridad de la noche, bañada por la luna que iluminaba en dirección a las colinas donde había estado la cabaña de Henry, una figura bajaba en dirección hacia ella rápidamente. No sabía que era, pero tampoco deseaba averiguarlo. Un miedo de autodefensa le invadió y no dudó en disparar los cinco disparos de su rifle. Su miedo iba creciendo cuando veía como esquivaba con una naturalidad increíble cada disparo. El cargador estaba vacío, Alexia tomó la pistola en mano mientras se preparaba para lo peor. El ruido de una camioneta en la carretera cercana le hizo llenarse de esperanzas, corrió rauda y con desesperación en búsqueda de auxilio frente a aquella criatura. “Debía ser un skinwalker” era lo que decía su imaginación desgastada por las drogas. Sin embargo, no encontró algo alentador.
Cuando llegó a la carretera, la camioneta frenó bruscamente cuando su conductor vió como Alexia casi se montaba sobre el capó para detenerlo. Una figura salió del lado del piloto; ahí estaba el temor una vez más. El hombre que había bajado de la camioneta clavó su mirada sobre ella, sus ojos grisáceos irradiaban un miedo paralizante que, esta vez, le impedía moverse. Alexia se aferró a su pistola con ambas manos mientras intentaba apuntar, su pulso era tan nulo en ese momento que era posible que se llegara a disparar a sí misma.
Una segunda voz, la persona que cruzó la colina en su dirección, parecía haberse acercado por detrás de ella. El sujeto habló con el conductor de la camioneta en un idioma que no comprendía, pero que reconocía que era francés por sus pesados acentos tan estereotipados. De un momento a otro, el sujeto se colocó cerca del conductor, lucían prácticamente iguales. Debían ser hermanos, debían ser gemelos. El conductor lucía mejor vestido, una camiseta blanca impoluta bajo una chaqueta negra y unos jeans con botas pulcras. El otro, por su parte, vestía en un cojunto deportivo que, para su horror, estaba plagado de agujeros ensangrentados. Aquella persona, era a quien había disparado, y sin embargo, estaba ahí parado con una sonrisa que denotaba diversión en todo el asunto. Rápidamente, casi en un pestañeo, aquel sujeto le arrancó la pistola de las manos, sintiéndose totalmente desprotegida y a merced de esos hombres. Ya había probado el infierno ocasionado por un bastardo mortal, no sabía que le esperaría por algo presuntamente inmortal.
-Sabes disparar-dijo con una risa ahogada el conductor.
-¿Bromeas?- replicó incrédulo el que había sido herido por ella- me dejó como una puta coladera. Debías ver cómo disparaba entre los árboles, esa mierda ni siquiera tenía una y mira y me costó esquivar.
Alexia se sostuvo de la correa del rifle de caza, mientras sus ojos seguían puestos en los de aquel sujeto que la miraba con una frialdad paralizante. -Por favor- dijo titubeante- déjenme ir.
-Chica, mataste a nuestro contacto aquí- exclamó el gemelo en el conjunto deportivo mientras parecía encenderse un cigarrillo- el hijo de puta tenía lo que buscábamos, y tu le volaste la puta cabeza como cinco veces.
Los temores de Alexia crecían, eran contactos de Henry, lo último que hubiera deseado en ese momento. Su vida finalmente estaba acabada, lo que había deseado desde el comienzo de ese día. Las lágrimas comenzaron a salir mientras el miedo la invadía y las súplicas volvían a salir de ella -Por favor, tengan piedad.
-¿Piedad?- exclamó el gemelo mejor vestido. Un alzar de ceja parecía ir anulando esa parálisis que hacía tan letárgico su cuerpo.- No lo sé, nos quitaste la información de una buena ruta de contrabando de aquí a Oregón, Michigan y Canadá.-El gemelo se volteó al otro que había sido agujereado por ella con su mirada- ¿Tu que dices, frérot?
-Me gusta como dispara, nos vendría bien alguien así- Exclamó sonriente y risueño aquel gemelo- además, recuerda que Scott dijo que le llevemos gente para la cuadrilla…
La sonrisa de ambos se amplió mientras Alexia miraba en silencio y lagrimeando a ellos dos, apenas cortaba el silencio del momento por un jadeo lloroso.
-Dime- exclamó el conductor, observándola- Parece que tu vida ha sido una mierda, estoy seguro que esos moretones bajo tus cortes no te los hiciste cayendo de una escalera, cierto ma cherie? -insinuó irónico y sonriente aquel gemelo mejor vestido- ¿que tal si usas ese talento al parecer innato para disparar a cambio de una buena paga y la capacidad de que nadie te toque una hebra de cabello sin tu consentimiento nunca más?
La pregunta era idílica e increíble. Aún varios meses después, pensaba que debía estar en el infierno después de haber muerto. No había que malinterpretar, era un infierno genial. Sus jefes, domitors como se lo habían explicado, compartían con ella su sangre, una droga tan poderosa como adictiva, a cambio de que ella trabajara como su tiradora en Los Ángeles. Tenía buen ojo, ellos eran pesados con ella, pero jamás se había sentido tan bien en su vida.
Las cosas eran una mierda, pero era la mejor mierda que le había pasado en su vida.
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Vampiro la mascarada: Clayde
“Bueno, hoy es jueves primero de octubre, son casi las siete de la noche. Ha pasado tiempo desde la última vez que me puse con esto de mi bitácora, si recuerdo bien lo había abandonado hace casi un año después de varios incidentes en el camino. Los Cammy, como uno de los referentes de ese problema y su jodida fobia anacrónica. ¿Qué ha sucedido desde entonces? pues, mucho y poco.”
Clyde observó a su alrededor una vez más, el hastío de un vástago que habitaba el mundo subterráneo, un lugar donde escuchaba constantemente el goteo del agua a las cisternas, la inmundicia de la sociedad la cual debía cohabitar en las sombras y las ratas que iban y venían por todos lados, caminando inclusive entre sus piernas.
“Cuidado pequeña, no querrás freírse con eso” avisó a una rata que merodeaba entre los cables cercanos a una toma de corriente industrial.
“Como es de esperarse, estoy en mi pequeño lugar seguro como tantas otras ocasiones, poco ha cambiado contando que tuve que hacer una mudanza express por un tiempo antes de volver aquí. Los chicos de las cruces y las plegarias llevan molestando un tiempo y ahora un poco más los del gobierno. Mierda, es absurdo pensar que las conspiraciones suelen ser ciertas por culpa de ellos, parecen jodidos hombres de negro.”
El nosferatu se recargó en su silla de trabajo, dando un vistazo rápido a las múltiples pantallas que adornaban su vasto escritorio. Cámaras por toda la ciudad, códigos que bajaban por su pantalla como una lluvia de información, que decir que las salas de chats de sus colegas nocturnos e inmersos en el mundo tecnológico al que, supuestamente, los suyos no debían acceder por el peligro que suponían los cazadores.
“Hace un tiempo tuve un predicamento con un par de críos, incluso tuve que hospedar a uno de ellos aquí. Mierda, jamás conocí a alguien tan molesto, quizás sea debido a que mi paladar, gustos de moda y estilo de vida sean como el de un Boomer” Una leve sonrisa se esbozó en los labios resecos y curtidos del vástago de las cloacas “fue divertido, me sacó un poco de la monotonía habitual ayudar a ese par de chiquillos, aunque casi la cago y lo envió a ese mocoso insoportable a las fauces de un jodido huargo grande y rabioso. Mierda, debo prestar más atención a la política antes de mandar otra vez a otro desgraciado a su inevitable muerte. Debo admitir que fue divertido hacer volar todas las luces del principado y mojar esos vestidos caros con los aspersores.” Una risa seca y ahogada escapó de sus labios, esbozando tenuemente esa hilera de dientes chuecos.”No tengo idea de qué estarán haciendo ese par de niños ahora, espero que estén bien. Supongo que si no recibo información de ellos es porque están a salvo, espero que ese chico Draven entienda que no puede usar Twitter.” giró los ojos mientras reía.
En sí, toda la situación lo había divertido, haber salido de la monotonía de un nosferatu le había alegrado un poco. Aún así, lentamente su sonrisa se fue difuminando conforme un silencio que sólo era cortado por los incesantes goteos de la alcantarilla se hacía presente.
“En ese tiempo volví a meterme a mis viejas redes sociales. Mis niños están bien. Landon ya tiene veintiuno, es todo un hombre. Vi el chat que tenía con él en Facebook, al parecer escribe de vez en cuando alguna palabra a mi persona, me cuenta lo que le ha sucedido. Dijo que se había tomado unos años para ahorrar suficiente dinero como para ir a una buena universidad. Entró a la Universidad de Chicago después de ser aceptado con una beca en Ingeniería Electrónica. Mierda, quién hubiera dicho que seguiría tan bien mis pasos. No me molesta que lo haya hecho, yo estudié e hice varios posgrados ahí. Aún así, me hubiera gustado que fuera a un lugar mucho menos conflictivo, sobre todo con tantas sanguijuelas como yo merodeando. No estoy seguro si podré cuidarlo, pero haré todo lo posible para hacerlo, incluso si eso me trae problemas. Fracasé como padre en su niñez, al menos quisiera hacer lo posible para cuidarlo en su adultez. Mallory, mi pequeña princesa, es toda una mujer, le gustan los deportes, algo que sin duda le hace ser mucho más como su madre y su abuelo, me hubiese gustado verla cuando vino a Chicago con su abuelo a ver a los Bears contra los Green Bay.”
El ceño de Clyde se frunció conforme sabía lo peligroso que eso sería, aún más si lo vieran en esa forma horrible que tenía. La mascarada, una mentira necesaria para que otros hijos de puta como él pudieran tapar su existencia sombría y horripilante. Él sería el candidato número uno si saliera así sin más por las calles.
“El pequeño Cory aprendió a andar en bicicleta, su abuelo lo empujaba mientras él pedaleaba y pedaleaba”
La mirada perdida de Clyde se iba humedeciendo en un tono carmesí cuando rememoraba aquel video de Facebook. Se suponía que tendría que ser él quien le enseñara, se suponía que tenía que ser él quien acompañase a su hija, se suponía que tenía que responder y alentar a su hijo mayor en sus logros, no ver un chat al que no podía responder.
“Hay noches que son más difíciles que otras, noches en las que deseo que llegue el amanecer y salir de mi agujero para ver el amanecer. Supongo que soy demasiado cobarde como para hacerlo, o me engaño a mi mismo con que debo estar aún ahí para ellos. Debe ser eso. Sigo enviando sumas de dinero a Carry, las puedo camuflar bien como una pensión por viudez, supongo que es la única cosa que puedo hacer de momento. Si pudiera salir de mi agujero, lo primero que haría sería disculparme con él, luego con los chicos, por no poder darles la vida feliz que se merecían. Creo que dejaré esto por ahí. Adiós.”
Clyde apagó la grabación de voz y se dejó caer en el silencio de la pesadumbre de sus recuerdos. Su había se había empezado a quebrar al final de su último monólogo frente al micrófono. Tal vez esa noche sería una de las difíciles.
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Relatos de Allanar: El Demonio de Goyire (6/6)
La historia del demonio de Goyire era algo que a esa sacerdotisa de Juvelle hizo que su camino hasta la abadía fuera llevadero. Pasó por donde estaba el emporio de Rohan, una edificación en ruinas que nadie parecía haber intentado reclamar más que con pillaje. Desde fuera, se podía ver como la avaricia lo atacó, robando todas las pertenencias, joyas y cualquier cosa que no estuviera clavada al suelo y fuera de valor.
Ella se lamentaba mucho por cosas así, rezaba a Juvelle pidiendo que la gente se alejara de los deseos menos justos, de ayudar a quien lo necesitaba y donde cuando lo necesitara era parte del credo que había aprendido. Para eso estaba ahí, desde que era una niña deseaba formar parte de eso, más cuando creyó escuchar la cálida y maternal voz de Juvelle.
Colina arriba, la abadía se dibujaba, las murallas que la separaban del exterior llevaba numerosas estatuas que simbolizaban a Juvelle, una mujer que cargaba en sus manos el don de la justicia, aquello que separaba a los humanos de las bestias, el sentimiento de ética y moralidad que volvía a los humanos buenos. Ella era a veces ingenua, pero la ingenuidad y la inocencia a veces traían consigo las buenas intenciones.
Las pesadas puertas de madera reforzada se abrieron ante ella, sus hermanos y hermanas la esperaban dentro.
Brindaron con una cálida bienvenida a la nueva sacerdotisa, salvo por el único que no estaba en ese momento. El jefe de la abadía no estaba ahí con ellos.
“El Clérigo Siedam está ocupado. Dijo que cuando llegaras fueras a su recinto después de que te diéramos la bienvenida, hermana.” replicó una de las sacerdotisas cuando ella preguntó por la presencia del Sacerdote Mayor.
Unos breves momentos de cofradía con ellos bastaron para hacerla sentir en casa. Ahora, sólo faltaba conocer a su superior.
Recorrió las salas acompañada por un par de sus hermanos, conociendo un poco más el lugar en el que viviría; La capilla de Juvelle con sus hermosos vitrales, coloridos a los que ansiaba ver cuando el sol de las mañanas lo iluminara, la biblioteca donde los monjes del lugar invertía su tiempo en manuscritos de digna justicia, los patios florecidos donde ellos cultivaban las medicinas para los desposeídos.
El camino de sus hermanos terminó varias salas antes, cuando le hicieron continuar por su cuenta. Frente a ella, una inmensa puerta se cernía. Aún así, su curiosidad no estaba puesta en ésta, sino en una extraña figura en un banco cercano.
Al acercarse con curiosa cautela, vio que se trataba de una gnomo; una joven de rojizos cabellos que con una cálida sonrisa, atendía y cuidaba de un fino instrumento en sus manos.
La sagaz percepción de la gnomo le hizo sentirse observaba, sus ojos rápidamente se posaron en aquella chica. “Buenas tardes, hermana” dijo rápidamente la señorita volvió a tomar con sus dedos en las cuerdas su inusual instrumento.
“Buenas tardes para usted, señorita” replicó rápidamente la joven, avergonzada por haberse acercado con tanta cautela y desconfío.
“No la había visto con el resto de hermanas, ¿recién llegas?” preguntó perspicaz la joven gnomo.
“Si, de hecho sí.” afirmó incrédula aquella chica. Aquello fue inusual para ella. “¿Eres la persona que debe hablar con el Sacerdote Mayor Seidam?”
“No querida” negó con la cabeza sonriente y levemente risueña “ya está atendiendo a la persona, yo sólo la acompaño” la gnomo observó con curiosidad a la joven, una chica que podría incluso decir que no era mayor de edad “Disculpa, ¿Podría tomarme atrevimiento saber tu nombre?”
“Claro que sí, ningún problema en absoluto señorita” confirmó sonriente y amable esa joven “me llamo Ayla, hija de Orlen y Marlein de la ciudad Cellien” la joven se sentó con elegancia y nobleza en el banco con aquella gnomo. Ayla provenía de una familia de la antigua nobleza de Lephride, épocas antiguas antes de que se volviera una república. “¿puedo saber su nombre también, señorita?”
La gnomo rió con delicadeza, haciendo sonar tenuemente con sus dígitos la música de su instrumento “Para un bardo, el nombre no es algo importante, por lo que suelen decirme simplemente Nadie”
La chica observó con una sonrisa incrédula a la gnomo, en un atisbo extraño esperando que eso se tratase de una broma. “Bueno es… un gusto conocerte, Nadie”
Para cuando sus palabras terminaron, la pesada puerta se abrió, rápidamente se sentó tan erguida como se lo podía permitir, estar frente al Sacerdote Mayor de esa abadía, una figura muy importante en su credo, era algo que ameritaba el mayor de los respetos. Su porte lentamente comenzó a caer cuando vio quien salía de dentro de la habitación con el Sacerdote Mayor.
Aquel chico, vulgar y provocador, de túnica gris y capucha negra apareció, pero sus ojos no podían creer el aspecto que tenía. Reconocía la vestimenta, reconocía la voz, pero esos ornamentados cuernos, y una piel oscura que parecía casi una mortaja que llevaba sobre la piel, dejando su boca y cuello aún pálidos en un extraño patrón.
Los intensos ojos verdes de aquel Tiefling se posaron sobre esa chica. La reconocía muy bien. “Hey, Seidam, creo que tienes que hacer que alguien conserve un pequeño secreto…”
El clérigo se asomó, aquel firme porte vió en dirección donde había permanecido la gnomo que había llegado horas antes a la abadía a toparse con su colega Tiefling, habían viajado por separado y se volverían a encontrar en esa ciudad ya que él planeaba visitarlo a él, el sujeto que había creído en su inocencia.
La joven doncella vio con incredulidad a aquel Tiefling que lentamente comenzó a adoptar nuevamente la antigua forma que ella reconoció. ¿Estaba asustada? no, por el contrario, estaba muy intrigada.
“Ven Nadie, volvamos a la posada, el viaje fue largo y quiero un baño” sugirió el Tiefling mientras sonreía a la gnomo, pero soltando un descarado guiño a aquella doncella que no paraba de observar.
La gnomo sacó del trance a aquella doncella que rápidamente enrojeció por aquel acto tan descarado en aquel templo sagrado. “Se reconocer un rostro lleno de preguntas cuando lo veo” la joven rió mientras acomodaba su instrumento en su espalda “así que, en vista de que alguien parece necesitarlas con urgencia, ¿por qué no te pasas mañana por la mañana por La Flama Cobriza? Está al Oeste del pueblo, cerca del puente. Quizás, si quieres, pueda contarte una historia.” La gnomo sugirió sonriente, mientras le observaba con sus azulados ojos “Apuesto que tengo alguna historia que puede llegar a gustarte, una quizás como El Demonio de Goyire”
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Relatos de Allanar: El Demonio de Goyire (5/6)
Neyariff huyó al bosque, la noche comenzaba a caer y las antorchas y perros vendrían por él en cualquier momento, lo único que podía hacer en ese momento era tratar de huir.
Estaba cansado, su cuerpo ardía de dolor y sufrimiento, con todo un pueblo tras el clamando su sangre después de haber matado a quizás una docena de hombres, sólo quería huir y ponerse a salvo. No deseaba matarlos, sólo deseaba que lo ayudaran.
Entre los árboles, un virote a gran velocidad cortó el viento, y pudo sentir como éste se incrustaba en su espalda. Un ahogado jadeo de dolor escapó de él mientras trataba de seguir corriendo, sólo para que otro se incrustara en su pierna. Más imposibilitado, pero con deseos de huir, siguió en un vano intento cojeando por sobrevivir, pero un tercero llegó volando otra vez a su espalda y lo hizo caer.
Neyariff cayó al suelo una vez más, su cuerpo adolorido se quemaba con miedo y dolor, se colocó en posición fetal y, una vez más, se limitó a llorar. Pasos entre las hojas del bosque se acercaban con cautela, atentos a la situación, pensando si era necesario un cuarto virote. Neyariff, sólo se aferró al libro, esperando ese cuarto virote.
Un clérigo de Juvelle se acercaba al joven malherido con cautela. Su vestimenta blanca le hacía sobresalir de la oscuridad a causa de los primeros rayos de la luna de esa noche. El clérigo lo observaba con recelo y temor.
Neyariff, temblando de dolor y miedo se aferró más a su libro, las voces le gritaban con desquicio que lo atacara, que arrancará cada extremidad con sus tentáculos, que profanara el cuerpo de aquel sujeto y diera un escarmiento a los pobladores. “¡Mátame!” escapó rápidamente de su boca entre llantos desconsolados, apretando sus dientes para contener aunque sea un poco su orgullo. “¡Ellos me quieren muerto!”
El clérigo se quitó su capucha, un hombre de cabellera negra, larga, unos ojos grises y penetrantes estaban fijados en el demonio. “Mataste a muchos inocentes” sentenció el hombre afianzando su arma en mano “tienen razones para quererte muerto. Mataste a sus hermanos, sus hijos, sus padres”.
“¡Ellos me querían muerto a mí!” bramó el joven mientras cerraba los ojos con fuerza, esperando despertar de un sueño que jamás llegaría, llorando con más fuerza “¡les dí una razón para que me mataran! ¡ahora puedo irme a los putos infiernos con un motivo como quisieron!”. El chico abrió sus ojos verdes y observó finalmente a su atacante. Lentamente, y alertando al clérigo, el Tiefling trató de sentarse, abrazando aquel libro donde los gritos emanaba silenciosamente hacia él, gritos que él sólo escuchaba “No me escucharon cuando les pedía ayuda, no me escucharon cuando quise explicarles lo que sucedió, no me escucharon cuando les pedía que se detuvieran y me arrojaban piedras a la cara. ¿Que se suponía que hiciera?” una sonrisa torcida se dibujó en su rostro ensangrentado y lleno de lágrimas.
“Adelante” incitó al proseguir el Infernal “acaba con ésto, por favor. Quiero ir a los infiernos a atormentar a mis padres de una vez.”
El clérigo observó a aquel chico rendido y expectante de su muerte. ¿La duda se había sembrado en su mente? “La justicia se debe cernir” era el credo de Juvelle.
Sin reparo, el sujeto dejó caer su ballesta tras de sí, cauteloso de que el Tiefling no la tomara, y se quitó su guante de cuero negro para exponer su mano. El símbolo de Juvelle estaba en su mano, como un inquisidor de ella debía tomar una decisión, pero como quien escuchaba su voz, haría lo que ella le pareciera justo.
Su mano se posó en la frente de aquel chico lacerado y con ojos vacíos.
“Tu delito” empezó aquel hombre con sus firmes palabras “para los mortales, es la muerte” el Clérigo guardó unos momentos el silencio, antes de soltar un profundo suspiro “tu crimen, para la diosa de la justicia, sólo fue un mal giro del destino”. La voz de aquel hombre se hizo más firme y fuerte como un trueno. El brillo plateado de la diosa rodeó los dígitos de aquel sujeto que bañó al joven con su gracia. Los virotes caían uno a uno al suelo, las magulladuras de las piedras y las armas que usaron contra él desaparecía, el mordisco de las fauces de aquel mastín también habían desaparecido.
Neyariff vio con incredulidad lo que pasaba, el dolor se había ido. ¿Estaba muerto? no, aún no sentía el ardor de los infiernos. “¿Por qué?” inquirió rápidamente, observando a aquel clérigo. “Soy un monstruo, soy un demonio”
“No.” negó con firmeza aquel hombre. “Sólo eres un chico con mala suerte. Tu castigo, no es la muerte, sino la convivencia con tu propio ser.” Aquel hombre portaba palabras tan duras como la piedra y tan firmes como los pilares de la catedral de su propia diosa.
“¿Convivir?” preguntó incrédulo el chico “¿Cómo haré eso? ¡Mírame!” el joven se arrancó parte de su harapienta camisa, una mancha negra comenzaba a esparcirse desde su pecho, desde su corazón que había dado inicio al ritual. “¡tarde o temprano, me convertiré en un monstruo!”
“No.” resonó con su palabra la voz del clérigo que observaba desde su altura al chico. “Tú tienes la oportunidad. Busca la manera de abandonar el lado de esos demonios. Tu castigo por tantas muertes es esa mancha, tu castigo es vivir con tus remordimientos y tu sufrimiento” El clérigo prosiguió mientras extendía su mano sin guante a aquel chico para que se levantara, un gesto de piedad y clemencia, uno que aquel chico había pedido con desquicio. “Pero también, tu redención será alcanzar la paz contigo mismo, será romper las cadenas de esos monstruos. Ahora vete, tu camino espera ahí fuera, yo me encargaré de tu muerte. Para el pueblo, tú estarás atormentandote en los infiernos.”
Neyariff, incrédulo y lloroso asintió y escapó tan rápido como pudo. El clérigo, rezó a su divinidad, buscando guía en la decisión que tomó junto con ella.
Para el pueblo de Goyire, un demonio arrebató numerosas vidas. Para Neyariff, el pueblo le quitó la fe en las personas, le hizo ver ese lado de temor a lo desconocido al que ellos sucumben, sólo por ignorancia e hipocresía.
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Vampire the Masquerade: The Final Death
Evarist
If you are reading this, it is likely that I am no longer in this world and my last edict has been fulfilled. It has been a while since I dedicated a word to you, so I thought I would dedicate the last ones to you.
Over the years, I saw how you made your way into this cruel world that I forced you to enter so long ago. The lucid memory of our first meeting in the streets of Paris before its most emblematic periods of passion, on a hectic and fulgurial night that unleashed our intense love in the upper part of a tavern, full of cries of hatred and contempt for the monarchy, my blind pleasure and desire to have you by my side. The following night you were maddened with anger, my decision to bring you with me to the eternal nights hadn’t been of your approval, I pulled you from an intellectual life at the time when great illustrious people promoted beliefs of democracy and unity.
It was difficult for you, but over time our mutual closeness was the only thing you asked for, that you cried out for. By that time I was the only thing you wanted and the only thing you had. I took everything you held dear, just because of my wayward desire to have you.
The nights continued, I saw how your thought was reborn under the moon that a kindred like us uses to glimpse its path, your craving for rebellious thoughts were the fuel of your hatred for the Patricians, you hated the Blue Bloods with fierce temperament from first night you ran into one.
Perhaps, at some point, our visions found divergent paths, but that never mattered when they came together once more. Your silver eyes looked at me with disparate feelings, but in the end they reached a deep love that was forged over the decades. You approached me, unbuttoning my shirt so that you could feel my chest with your digits, as if you were looking for the heart that beat only for you and we outlined a sweet smile on your face when you finally felt it. That beating heart was the purest representation of my feelings towards you, something that over the years I tenaciously demonstrated that they were unchangeable.
Even so, in my mind there is still grief at a gloomy pain caused by everything I have done to you. Time made you a recognized Cainite, but not for merits favorable to you. That night in May 1873 you sealed your destiny by having made your first amaranth. The night you first tasted the blood of one of your own, the first time you appropriated the soul of another, something changed in you.
And so you proceeded.
At some point in our existence, I stopped seeing that silver-eyed young man, I began to see a vampire who yearned for enormous power without fear of the reprisals that that could entail. The news from Rome, Paris, Vienna and London were nails on my heart that longed to freeze as I tried to deny everything that had happened, I wished that all your exploits of blood were nothing more than lies and tricks. Time made a monster of you, and yet it would be foolish to blame something unstoppable for your actions.
I am the only one to blame for everything you do, even though you freed yourself from my learning so long ago, I cry and suffer for every wrong step you take. In my heart there is an idealistic, stubborn and persevering young man who did not hesitate to speak his thoughts in an Elysee, despite the reprisals that many of those present wanted to be carried out.
From one moment to the other, a monster formed inside you from thirst.
That night in 1911, my heart broke. The silver eyes that beautiful young man I loved had disappeared, now there was only the look of a predator. You sweetened my ears with melodious words that wanted me to believe that it was you, but I only saw on those thin lips the words of a creature that yearned to continue its desire to drink more vitae. From that moment I preferred to avoid seeing you again, and yet my desire to look for you always wanted to come first.
Eternity will not be enough to ask your forgiveness, and I hope you understand that guilt corrodes me like poison corrodes the body of a mortal. Perhaps the Creator will receive me, but what will I say when he asks me about what I have done to you. I don't expect mercy from him, but atonement, only atonement.
I will see the flight of icarus for the first time after so many centuries, I harbor an ambiguous desire for curiosity and fear, but I have already made my decision, and I do not plan to miss myself. I already see myself at dawn, I have longed with a morbid desire to see how the sunlight filters between the buildings of Paris, I long to be able to see how the birds fly in a sky where the sun's rays seem to caress them, I wish that the pain that my body receives may finally be compared to that of my heart.
Even with everything that has happened, I can assure you, with great pain, but a greater love for you, that the heart that you liked to hear beat, will continue beating for you despite the adversity.
In my dear love, I beg your apologies once again, as I did so many times centuries ago.
I love you and I will always love you.
Baptiste Bettencourt, October 9, 1913.
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I’m just going to keep drawing him as edgy and anime as possible before the canon tells me otherwise?
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Historias Cortas de Terror: El Accidente
A lo largo de mi vida, he de reconocer que no he hecho todas las cosas bien. Supongo que eso lo puedo hacer ahora, en un punto en el que lo único que puedo hacer es meditar las situaciones que me han puesto en este lugar.
Hace años, salía con una chica llamada April. Ella y yo nos conocimos en el primer año de universidad en una fiesta de bienvenida. Ella estudiaba medicina, y yo, a falto de imaginación, abogacía. El oficio venía de mi padre, y de su padre, era algo familiar.
April y yo estuvimos saliendo por algo más de un año y, en este momento, puedo decir que fui un idiota con ella. En mi novedoso brote de sinceridad, puedo decir que era un imbécil; mis celos podían llegar a ser enfermizos, era muy controlador con ella, algo que finalmente sentenció nuestra relación cuando la golpeé una noche de borrachera después de una fiesta. Varios amigos llamaron a la policía pues el escándalo que estaba haciendo era demasiado. Pasé unas horas en la jefatura de policía hasta que mi padre fue a sacarme de ahí y, para cuando volví al apartamento que compartía con ella, se había ido.
Debí dejarlo ahí, pero el despecho era fuerte. April llegó a dejar la universidad y yo, como él desgraciado que era, la empecé a acosar. Iba al trabajo que había conseguido, la esperaba en el estacionamiento, daba un par de vueltas alrededor de la calle de ella, en mi peor momento llegué a arrojarle un par de piedras a la ventana de su habitación y gritarle.
Bebía mucho y en mi interior crecía el odio.
La policía, después de un largo tiempo, me entregó una notificación de restricción, ella la había solicitado con mucha dificultad pero con una prueba en video donde yo estaba pintando con aerosol algunas palabras en su coche, no importaba si mi apellido fuera de importancia, el juez terminó por autorizar el pedido de restricción. Esa noche mi padre me gritó, pero no para regañarme sobre lo que hice estaba mal, sino de que había llegado a un escalón muy alto. “Esas cosas se mantienen en privado” fue lo que me dijo.
Me sentía avergonzado, pero sobre todo, muy enojado. Un papel no iba a detenerme, aunque en ese momento, hubiera deseado que si. Hace una semana me metí al estacionamiento de donde ella trabajaba, aproveche la cantidad de autos y personas que iban a hacer sus compras para pasar tan desapercibido como era posible, me deslicé bajo su coche y corté con una herramienta las mangueras de freno de su coche. Quería que tuviera un accidente, que sufriera pues, en ese momento, yo me sentía como la verdadera víctima.
Quizás cuando decía “quiero que sufra un accidente” me refería a que al tratar de frenar en un semáforo, siguiera camino y ella terminara chocando con un coche y saliera vagamente ilesa, quizás, en mi más despreciable momento, que quedará lisiada o algo así. No me esperaba que esa misma noche, tuviera un accidente en la carretera camino a su casa cuando trató de aminorar su marcha al haber querido pasar un coche y, en lugar de eso, fue directo contra un camión.
No voy a mentir, estaba en un estado de incredulidad único, pues no era lo que tenía en mente. No me sentía culpable, como dije, yo me sentía la verdadera víctima. Después del funeral, me empecé a sentir un poco mal por lo ocurrido, pero me aseguraba de estar lo suficientemente ebrio como para no percatarme de ello.
Ahora bien, de camino a casa, después de una fiesta, tuve una avería en mi coche que hizo que debiera estacionarse a un costado de la carretera. No sabía de motores, sólo sabía que si algo ocurría era cuestión de llamar al seguro pero, para mi suerte, en medio de la carretera no tenía señal. En ese punto, podría simplemente haberme quedado dormido en el coche, que un policía me despertase en la mañana y me ayudara a volver a casa, pero estaba tan ebrio que tenía miedo de dormirme y tener algún problema al hacerlo.
Entonces, fue cuando lo vi. A lo lejos, un coche venía a la lejanía, un viejo Peugeot de principios de los dos mil venía con sus faros encendidos e incandescentes. Agité mis brazos torpemente para llamar la atención del conductor quien lentamente fue aminorando su marcha hasta detenerse a mi lado. La ventanilla del copiloto se abrió y una voz femenina resonó.
“¿Necesitas un aventón?” me dijo esa mujer a la que apenas podía ver la silueta dentro del coche.
“Serías mi ángel de la guarda si lo hicieras” le respondí sonriente y con galanura.
La chica me abrió la puerta y entré al coche.Puesto que dentro del coche estaba oscuro, no podía ver bien los rasgos de ella. Parecía joven, de cabello largo y castaño. Obviamente, empecé a hablarle en un intento de sacarle quizás su número de teléfono o algo.
“¿Estudias en la universidad?” le pregunté de un momento a otro.
“Estudiaba” me respondió ella con simpleza. Ella pareció soltar un suspiro antes de proseguir “tuve un par de problemas y me vi obligada a dejar este semestre”
“Vaya mierda, ¿qué ocurrió?” le pregunté al instante.
“Tuve un problema con un ex-novio” me dijo sin reparo “vivía con él, y las cosas se salieron de control por lo que tuve que dejar la carrera para alejarme de él tanto como me fuera posible”
“Diablos, el tipo debe ser problemático, ¿cierto?” le dije sin mucha comprensión, el alcohol estaba aún recorriendo mi cuerpo “Pero aquí no tienes problemas con él, ¿verdad?”
“Oh no, las cosas fueron para peor” exclamó con una negativa de su cabeza. “Me acosaba en mi lugar de trabajo, me acosaba en mi casa. No parecía detenerse por nada. Incluso saqué una orden de restricción contra él, pero eso no pareció detenerle”
Aquello debía parecerme familiar, lástima que era tan tonto que volví a preguntarle “¿a que te refieres?”
“Hace una semana, él cortó mis frenos”
Aquella frase sentenció mi cabeza. De un momento a otro, ya no estaba ebrio, sino que estaba más lúcido de lo que jamás me he sentido en mi vida. Debí suponer que algo andaba mal cuando vi el coche, en esa precisa carretera, pues ella conducía un Peugeot.
Después de eso, el silencio se apoderó del coche. No sé cuánto tiempo llevamos en la carretera, pues mi teléfono que estaba casi en la totalidad de su batería se ha agotado y la carretera parece no tener fin. La puerta no se abre, y cuando tuve la oportunidad de verle a la cara, ella tenía una sonrisa torcida en ésta.
“Tuviste suerte de que haya sido yo quien pasara por ti, ahora podrás ir a donde debes”
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Short Horror Stories: The Accident
Throughout my life, I have to admit that I haven't done all things well. I suppose I can do that now, at a point where all I can do is meditate on the situations that have put me in this place.
Years ago, I was dating a girl named April. She and I met in our freshman year at a homecoming party. She was studying medicine, and I lacked imagination, law. The trade came from my father, and from her father, it was something familiar.
April and I were dating for a little over a year and right now, I can say I was an idiot to her. In my novel outbreak of sincerity, I can say that I was a jerk; my jealousy could become unhealthy, I was very controlling with her, something that finally sentenced our relationship when I hit her on a drunken night after a party. Several friends called the police because the scandal they were making was too much. I spent a few hours at the police headquarters until my father came to get me out of there and by the time I got back to the apartment I shared with her, he was gone.
I should have left it there, but the spite was strong. April even dropped out of college and I, being the wretch that he was, began to harass her. I would go to the job I had gotten, I would wait for her in the parking lot, I would go around the street a couple of times from her, at my worst I got to throw a couple of stones at her bedroom window and yell at her.
I drank a lot and hatred grew inside me.
The police, after a long time, gave me a restraining order, she had requested it with great difficulty but with a video evidence where I was spraying some words on her car, it didn't matter if my last name was important, the judge ended up authorizing the restriction request. That night my father yelled at me, but not to scold me that what I did was wrong, but that I had reached a very high step. "Those things are kept private" was what he told me.
I was ashamed, but most of all, very angry. A role wasn't going to stop me, although at that moment, I would have wished it would. A week ago I went to the parking lot where she worked. I took advantage of the number of cars and people who went to do their shopping to go as unnoticed as possible. I slid under her car and cut the brake hoses of her car with a tool . I wanted him to have an accident, to suffer because, at that moment, I felt like the real victim.
Perhaps when I said "I want her to have an accident" I meant that when trying to brake at a traffic light, I kept going and she ended up colliding with a car and came out vaguely unscathed, perhaps, in my most despicable moment, that she will be crippled or something like that . I didn't expect that that same night, she would have an accident on the road on her way home when she tried to slow down because she wanted a car to pass and instead went straight into a truck.
I'm not going to lie, I was in a unique state of disbelief, it was not what I had in mind. I didn't feel guilty, as I said, I felt like the real victim. After the funeral, I started to feel a bit bad about what happened, but made sure I was drunk enough not to notice it.
Now, on the way home from a party, I had a breakdown in my car that caused it to park on the side of the road. I didn't know about engines, I only knew that if something happened it was a matter of calling insurance but, luckily for me, in the middle of the road I had no signal. At that point, I could have just fallen asleep in the car, had a police officer wake me up in the morning and help me get home, but I was so drunk that I was afraid to fall asleep and have a problem doing so.
That's when I saw it. In the distance, a car was coming in the distance, an old Peugeot from the early 2000s came with its headlights on and incandescent. I waved my arms awkwardly to get the attention of the driver who slowly slowed down to a stop next to me. The passenger window opened and a female voice rang out.
"Do you need a ride?" That woman told me that I could barely see the silhouette inside the car.
"You would be my guardian angel if you did" I replied smiling and gallantly.
The girl opened the door for me and I got into the car. Since it was dark inside the car, I couldn't see her features well. She looked young, with long brown hair. Obviously, I started talking to her in an attempt to get maybe her phone number or something.
"Do you study at the university?" I asked him from one moment to another.
"I was studying," she replied simply. She seemed to let out a sigh before continuing "I had a couple of problems and I was forced to leave this semester"
"Wow, what happened?" I asked him instantly.
"I had a problem with an ex-boyfriend" he told me without hesitation "I lived with him, and things got out of control so I had to drop out of school to get away from him as much as possible"
"Hell, the guy must be troublesome, right?" I said without much understanding, the alcohol was still running through my body "But you don't have a problem with it here, right?"
"Oh no, things were for the worse" he exclaimed with a negative in his head. “She harassed me at my workplace, she harassed me at home. She didn't seem to stop for anything. I even got a restraining order against him, but that didn't seem to stop him. "
That must have seemed familiar to me, too bad it was so silly that I asked him again "what do you mean?"
"A week ago, he cut the brakes"
That phrase sentenced my head. From one moment to the next, I was no longer drunk, but more lucid than I have ever felt in my life. I should have assumed that something was wrong when I saw the car, on that precise road, because she was driving a Peugeot.
After that, silence settled over the car. I do not know how long we have been on the road, because my phone that was almost at full battery has been exhausted and the road seems to never end. The door won't open, and when I got a chance to look at her face, she had a crooked smile on it.
"You were lucky that I was the one who passed for you, now you can go where you should"
#writer#writers#writing#writing community#original fiction#writing tags#short stories#horror#my writing#writers of tumblr#darkhorror#thriller#mystery#psychological#short horror stories#toxic relationship#stalker
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Relatos de Allanar: El Demonio de Goyire (4/6)
Una mañana, fue despertado a golpes en uno de los graneros. Uno de sus granjeros lo despertó a patadas y golpes con su herramienta, le hizo salir de entre el heno y animales como una criatura monstruosa. Las madres gritaban, hacían que los niños entrarán a las casas mientras los hombres del lugar iban a por él.
Trató de hablarles, les suplicó clemencia, pero sólo recibió más golpes. Huyó de entre sus agresores, internándose en el camino de árboles mientras ellos y sus animales iban tras de él. Ladridos y gruñidos lo rodearon en su camino entre los árboles. Uno de ellos, un gran mastín, se tiró sobre él y lo hizo caer entre el suelo y las hojas. El gran can lo mordía, el gritaba de dolor ante las fauces de aquel animal. Suplicaba entre gritos hasta que, de su mano, un increíble estallido emanó.
El ruido crepitante, un destello salió de la mano con la que intentaba sacarse de encima al animal. Ahora, sólo quedaba poco más que restos de este. Un grito de temor e incredulidad salió de él, pero no tenía tiempo para comprender lo que había ocurrido.
El animal estaba prácticamente partido al medio por un estallido que él hizo salir de su mano.
El joven huyó nuevamente a la ciudad, incapaz de internarse más en los bosques o la campiña ya que los granjeros y sus animales venían por ahí.
Malherido, con un brazo lacerado, gritó por ayuda entre los pobladores que se negaban a oírlo. Una visión patética y sufriente dejaba en ese momento, un chico lloroso que sólo buscaba ayuda en la gente que alguna vez consideró su pueblo.
Los granjeros llegaron tras él, incapaces de dejar el crimen de matar a su animal lo acusaron en plena calle de ser un monstruo. La gente gritaba por ayuda, buscaban a la guardia, a quien sea que pudiera ayudarlos. Él trató de explicar lo que pasó, pero cuando varios hombres armados con mazas y espadas no deseaban oír sus palabras, tuvo que volver a huir.
Aún así, poco fue su trayecto. A pocas casas de donde lo empezaron a perseguir, un sujeto se abalanzó sobre él, tacleando al chico y lanzándolo contra el desgastado camino de piedras y comenzó a golpearlo para detenerlo; el sujeto llegó a tomarlo de su cornamenta para estrellarle la cara contra el suelo. El demonio, había sido detenido.
Ensangrentado, Neyariff volvió en sí. Los gritos de la gente seguido de cubetas de agua helada lo hicieron volver en sí. Lo habían arrastrado a uno de los bazares, estaba atado a un tronco donde la gente le gritaba, señalando al demonio como lo que era, un ser abominable.
Él, volvió a suplicar por clemencia. Él no había hecho nada, no tenía la culpa de ser lo que era, no quería ser lo que era. Estaba ahí, como un fenómeno de algún circo itinerante al que debían acusar de culpable de su propia desgracia. Entre piedras que le lanzaban, cubetas de agua helada, verduras y frutas podridas y gritos, él deseaba el fin de todo eso.
Lentamente, en él surgía aquel imperante odio, aquel sentido de supervivencia se empezó a gestar tras cada piedrazo dirigido a su cabeza. Debía morir como un monstruo, o vivir como un demonio.
Con dificultad, gritó las palabras que lo hicieron famoso en el pueblo.
“Soy el Demonio de Goyire”
Como si eso sellara su destino, fue lo que necesitaron los demonios de las profundidades para que él cayera finalmente en sus incomprensibles garras.
El sentimiento de odio se volvió una densa capa de oscuridad que empezó a emanar de él. El miedo empezó a invadir a los hombres y mujeres del lugar, todos empezaron a huir como ratas con pavor. Las ataduras alrededor de sus brazos se volvieron tentáculos que atraparon al primero que trató de acercarse a él.
“Soy el Demonio de Goyire” volvió a repetir a ese sujeto mientras se levantaba de su lugar. Los tentáculos comprimieron a aquel sujeto hasta que cada hueso en él tronó.
“Soy el Demonio de Goyire” repitió con un fuerte grito que sobrepasaba al de las masas miedosas.
Las voces volvieron a su cabeza, estaban complacidas por aceptar el trato. Cuando más hombres armados se acercaron a él, tratando de eliminar al demonio, las voces le insinuaban las ideas que tenían para ellos. Neyariff, a regañadientes y cansado, las obedeció. Los tentáculos azotaban a los sujetos contra el suelo con una fuerza descomunal, parecían juguetes de trapos usados por niños que los lanzaban al suelo.
Más hombres venían por él, pero él sólo los hería con la furia y el temor que había dentro de él. A fin de cuentas, ellos querían un demonio al que ajusticiar, no a un crío como él.
El pueblo entró en pánico cuando desapareció de la vista, la guardia se puso en alerta y todos los hombres salieron a buscarlo. El primer lugar, el emporio de Rohan, fue revisado hasta la última habitación, no parecía siquiera haber estado ahí, todas las joyas estaban en su lugar, el sótano estaba completamente vacío… siquiera, el libro estaba ahí.
Lo único que se llevó del lugar fue el libro de los demonios de las profundidades, aquellos que lo había salvado, pero a los que ahora estaba atado.
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Tales of Allanar: The Demon of Goyire (3/6)
Neyariff spent several days locked in the prison of Goyire, some cells under guard barracks where the sheriff and his men were wondering what the hell had happened. The boy was chained to the wall, still stained in his own blood, they hardly attended to him, they hardly gave him water or food. They were afraid of him, he had become an infernal being, his antlers gave him away, didn't it? "What had happened under there?" the city’s guard wondered. Finding Mazuff's diary with his studies in demonology went a long way toward solving the case, at least enough to prove that Neyariff wasn’t guilty, but the victim.
Still, Neyariff occasionally saw and heard the sheriff's men talk about what they would do to him. Legally, he wasn't responsible for anything and was free to go. Still, he was a "demon." It must not be there, not on the physical plane, but in the deepest infernal abyss. Those of this lineage, the Tiefling or Infernals, are not common, see one of them is sometimes difficult and that is why a lot of ignorance is formed around them.
In the end, they had to do what the law indicated; if he didn't commit the crime, even if he had become a "Demon", he should be free for lack of any incriminating evidence. Since Goyire belongs to the Republic of Lephride, and it boasts of enforcing its laws to the letter, and it is curious how they enforced it in this despite the guards' fear being more than evident.
Neyariff left the town hall once his "trial" was terminated, wearing dirty rags and an antler from which he still had dried blood; the people of Goyire saw him with incredulous fear and mistrust, returning home was a parade of disapproval and repulsion. I suppose that some horns already make you evil in front of a crowd that does not know the world well.
The following days he spent locked up in the emporium, there was an inexplicable emptiness in that house in which he thought he had some happiness, a happiness that had ceased to exist when he saw his father stab him and his mother completely immobile.
Still, that emptiness, that loneliness, was fictional. Neyariff was not alone in that moment, something else was with him. Every night a voice told him to go back down, a soft, tantalizing male voice, like a disgusting old man inviting a child into an alley for sweets.
Neyariff came down, the scene of his death, that of his parents and there it was: the book.
The voices came from it, urging him to come closer. In his fury, in his crying, he did it, but with the bull's eye that he smashed against the book so that the oil from it impregnates the book and makes it burn.
The laughter only made strident, evil laughter of incomprehensible beings flooded the room.
“Do you think that will do something? that only got the back a bit dirty” the voices replied after their attack of rage. "You are tied to us, you will do what we want"
Neyariff watched the book open as it flooded the room in darkness. He hurried out of the basement down the ladder, thinking that they would chase him.
It was not so. It wasn't like that because, after all, he already belonged to them.
The poor boy shut himself up in him again. If he stayed, they were going to catch him, and if he fled, who knows what the villagers would do to him.
Without many turns, and considering that a mob was more tempting than a monster, the boy preferred the second option, fled in terror out of the place and got into the streets of Goyire, scarcely oblivious to the gazes of villagers who shouted or crouched at the have it close.
He begged for help to whoever was in the street, one by one the villagers turned from that ragged and exalted young man. Going to the temple of Juvelle, the goddess of justice and the patroness of Lephride, was not the best option, especially when she had been brought up with the history of the demon hunters of her inquisition.
The boy wandered around town, as far from home as he could get. At night, he slept sneakily between the farms, only so that his eyes could not close as he listened to the tantalizing pleas and words of the demons.
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Relatos de Allanar: El Demonio de Goyire (3/6)
Neyariff pasó varios días encerrado en la prisión de Goyire, unas celdas bajo las barracas de la guardia donde el alguacil y sus hombres se preguntaban qué infiernos había ocurrido. El chico estaba encadenado a la pared, aún manchado en su propia sangre, apenas lo atendían, apenas le dieron agua o de comer. Le tenían miedo, se había vuelto un ser infernal, ¿su cornamenta lo delataba, no es así?. “¿Que había ocurrido ahí debajo?” fue lo que se preguntaron la guardia. Encontrar el diario de Mazuff con sus estudios en demonología sirvió de mucho para solucionar el caso, al menos lo suficiente como para demostrar que Neyariff no fue el responsable, sino la víctima.
Aún así, Neyariff veía y escuchaba de vez en cuando hablar a los hombres del alguacil sobre lo que harían. Legalmente, él no era el responsable de nada y era libre de irse. Aún así, era un “demonio”. No debía de estar ahí, no en el plano físico, sino en el más profundo abismo infernal. Los de esta estirpe, los Tiefling o Infernales, no son comunes, toparse con uno a veces es difícil y es por eso que se forma mucha ignorancia alrededor de estos.
Al final, había que hacer lo que indicaba la ley; si él no cometió el crimen, aún cuando se hubiera convertido en un Tiefling, debía ser libre por falta de prueba alguna que lo incrimine. Puesto que Goyire pertenece a la república de Lephride, y esta se jacta de cumplir sus leyes al pie de la letra, y es curioso cómo la hicieron cumplir en esto a pesar de que el temor de los guardias era más que evidente.
Neyariff salió de la alcaldía una vez su “juicio” se dió por terminado, vistiendo harapos sucios y una cornamenta de la que aún tenía sangre seca; los pobladores de Goyire lo veían con incrédulo temor y desconfío, volver a su casa era un desfile de desaprobación y repulsión. Supongo que unos cuernos ya te hacen malvado ante una multitud que no conoce bien el mundo.
Los días siguientes se los pasó encerrado en el emporio, un vacío inexplicable había en esa casa en la que pensaba que tuvo algo de felicidad, una felicidad que había dejado de existir cuando vió a su padre apuñalarlo y a su madre completamente inmóvil.
Aún así, ese vacío, esa soledad, era ficticia. Neyariff no estaba sólo en ese momento, algo más estaba con él. Todas las noches, una voz le decía que debía volver a bajar, una voz masculina suave, tentadora, como un anciano repugnante que invita a un niño a un callejón por dulces.
Neyariff bajó, la escena de su muerte, la de sus padres y ahí estaba: el libro.
Las voces provenían de este, le incitaban a que se acercara. En su furia, en su llanto, lo hizo, pero con el ojo de buey que destrozó contra el libro para que el aceite de este se impregne en el libro y lo hiciera arder.
Las risas, sólo se hicieron estridentes, carcajadas malignas de seres incomprensibles inundaron la habitación.
“¿Crees que eso hará algo? sólo se ha ensuciado un poco el lomo…” replicaron las voces tras su ataque de rabia. “Estás atado a nosotros, harás lo que queremos”
Neyariff vió el libro abrirse mientras inundaba la habitación en oscuridad. Él escapó apresurado del sótano por la escalerilla, pensando que ellas lo perseguirán.
No fue así. No fue así porque, a fin de cuentas, él ya les pertenecía.
El pobre chico se encerró nuevamente en él. Si se quedaba, ellos lo iban a atrapar, y si huía, quien sabe lo que le harían los pobladores.
Sin muchas vueltas, y considerando que una turba era más tentadora que un monstruo, el chico prefirió la segunda opción, huyó despavorido fuera del lugar y se metió en las calles de Goyire, escasamente ajeno a las miradas de pobladores que gritaban o se agazapaba al tenerlo cerca.
Suplicó ayuda a quien fuera en la calle, uno a uno los pobladores se volteaban de aquel harapiento y exaltado joven. Ir al templo de Juvelle, la diosa de la justicia y la patrona de Lephride, no era la mejor opción, menos cuando se había criado con la historia de los cazadores de demonios de su inquisición.
El chico vagó por la ciudad, tan alejado de su hogar como podía. Por las noches, dormía escabullido entre las granjas, sólo para que sus ojos no pudieran cerrarse al estar escuchando las tentadoras súplicas y palabras de los demonios.
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Tales of Allanar: The Demon of Goyire (2/6)
The history of the Demon of Goyire varies greatly. The ballads tend to be disparate, the bards add or subtract details as needed, even the scribe of the mayor of the city who established the story at the time admitted that he made a couple of mistakes; whether they were rougher or more realistic, he never said.
Don't worry, I'll tell you the story, at least the version someone gave me. I think, after all, that it is the most successful of all the existing ones.
Why am I sure of that? someone who was there, someone who saw everything, told me the story. Is this a legit person? you will tell me.
The story begins at the Roha Emporium, a shop for jewelry, beads and precious metal ornaments. The emporium received merchandise from all over the continent; I'm not kidding about this, they had pieces brought from Khal Garohm, the kingdom of the dwarves, the kingdom of Albaruss, and even from Leen Seerin, the Crystalline Islands. The owner of the place, a guy named Mazuff, was very good at his job, he was a skilled salesman who seemed to know people everywhere.
I know what you're thinking, "What the hell was such an 'important' vendor doing in a town like Goyire?" Well the answer is somewhat complicated. Mazuff came from beyond the Lion Desert, he came from Al-Ramasha as a member of a merchant caravan that traveled the entire continent. Mazuff settled in when he met a beautiful woman from Goyire. Things of love, this can make a nomadic man who loves the roads settle down and lead a sedentary life in a town.
Mazuff was doing well, some noblemen from Vassion as well as some important politicians from the Republic of Lephride and Syard were applying for the jobs that this merchant and jeweler did. I'm not going to lie to you, he was very clever, he could pass a gravel pebble like a jewel if he wanted to.
Still, with so much on his hands, he had a major drawback in his life: greed. His greed was inordinate, like a fire inside him that was only quenched with money. He might have the largest vault in Goyire's bank, something they ironically built for him, but as much as he was overflowing, he wanted more. On the outside, Mazuff was that lively and insightful man who could sell anything to anyone. Inside, he was a person of dubious morals.
Now, the story that I have heard about this tells that, in his eagerness to seek more things, more money, more power, he opted for more demonic ways.
A black and disturbing book was brought in from Al-Ramasha, which he smuggled into the Sochinsk Smugglers Guild. Those guys could smuggle anything they wanted into any kingdom, and apparently they did it very well.
Mazuff looked for the worst way to get what he wanted.
In the days after the book was brought to him, he was kept locked up in his workplace. He hardly slept, he hardly ate. It seemed that, at that moment, he was not the master of his will. Who was it that was read? Was Mazuff looking for a way to get rich or were the demons that inhabited that book thinking about how to trick this guy into giving them what they needed?
Neglected and exhausted, he had even attended the store in that week he spent in boarding with that book, leaving everything to his wife and son until, finally, he found what he was looking for.
The owner of the Rohan Emporium found a way to make his dream come true.
That night, as soon as the store closed, Mazuff ran from his work room to his family jumping with excitement, smelly and almost starving to give them the news that they would finally be as rich as they wanted. As he wishes.
After a dinner in which Mazuff seemed to devour his food, he spoke with his wife and son about how to make his dream come true. He would have to establish a relationship with a demon from the depths, beings who are classified as demons only out of ignorance, beings that in many eyes, would be even superior to any god. Why would such a being make a pact with a mere mortal? They are very strange to tell the truth, one day they make a pact with someone for a simple wish, other times they release their power in exchange for practically nothing. Mazuff believed that by invoking his presence, the demon from the depths would make a pact with him. The details to summon them were, to tell the truth, a bit more difficult. For days reading and writing down what he found, something in his head began to develop in an evil way, because to invoke one of these beings, the blood of an innocent was needed.
The innocent, in his eyes, was easy to come by. In those days he understood that he needed to sacrifice something close, he needed to make the boat weigh less, he needed to wear something that had always sat in front of him, every day for lunch and dinner: His son. Because the? I don't know, I suppose the demons in his booklet told him to be like that and he, maybe he didn't realize what he was doing, or he just agreed.
Mazuff drugged his son, used the root of a Cantobello, a plant forbidden in Lephride as they are known to be hallucinogenic and, in the right proportion, a good paralyzing poison.
The poor boy, Neyariff, woke up in the damp basement of his home, tied to one of his father's work tables, surrounded by candles and his father doing the summoning work. His despair grew, he began to hurt his wrists and ankles with the ropes that bound him. His father recited a few words in his native language as he began this ritual. His mother was there, the boy begged her to help him. She, fearful, did nothing. Her mother was loving, kind, but above all, very submissive. That submission sentenced her.
The ritual ended with Mazuff burying a knife in Neyariff's heart. Neyariff only managed to let out a shocked sigh that killed him.
Or did it not?
Neyariff saw how from the wall of his basement, where an incomprehensible pattern was drawn, tentacles followed by immense darkness surrounded everyone equally. His father and mother watched with unimaginable terror as they surrounded them in a constricting way. Neyariff watched as the tentacles made his parents disappear for an instant in a black and misshapen mass of tendrils, only to fall to the ground moments later, dead and debris.
What happened? The pact had been finalized after all. Yes, it is true, it was like that. But, the pact established that sacrifices were to be delivered, it was never specified how many, or who, or how. The blood of someone innocent was needed, someone who wanted nothing but his freedom? Mazuff wanted power, fame, and riches; His wife? she wanted what he wanted. I think they saw in Neyariff a much simpler wish, one that they could fulfill faster in exchange for his eyes being on our world. A very dirty trick, a very blatant ruse but, in my opinion, well played.
Neyariff sealed the pact with the demons of the depths, even when he didn’t want to. He wanted a normal life, but at that point, he had no right to reply at that moment. The tendrils withdrew the bloody knife from his chest, only to fill it with its darkness. A scream that tore at the boy's throat was heard throughout the house and the street, apparently to the point that many residents of the street where the emporium was located woke up late at night. They lit their candles, called the guard.
The guard abruptly entered the emporium, there was no light on, except for a door in the ground where a very dim lighting stood out from the wood. When going down there, two of the guards were amazed and terrified.
They didn’t observe a boy crying disconsolate with pain in a corner, they saw two brutally destroyed bodies and a monster holding on to its black antlers across the room.
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