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Mantra para la ansiedad

Ya no es raro pensar en la muerte. La súbita desaparición del cuerpo, el desprendimiento del alma y la mortalidad de la memoria.

¿Por qué tenemos tanto miedo a morir? (me incluyo), sabiendo que toda pena viva se esfuma con nuestro último aliento.

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Paquito

Hoy te busqué. En el cielo, en las flores, hasta en la lagrima furtiva que rodó por mi mejilla como toda una escapista.

Te busqué desesperadamente en nuestros recuerdos de niños. Te busqué mientras rodábamos sobre el bote de juguetes hasta encontrar al dinosaurio naranja. Deslizándonos por un colchón viejo y empolvado para entrar a una casa abandonada y rescatar a unos gatitos. Jugando con las canicas haciéndolas rodar por un pequeño agujero debajo del buró.

Hoy te busqué más que otros días porque me da miedo olvidarte. Que un día tu cara se vuelva difusa y no pueda encontrarte ni en nuestros recuerdos más bonitos. Que un día me olvide de como nos escondíamos debajo del comedor con la caja de cereal haciendo ruido con los dientes mientras lo comíamos y decíamos que éramos los hermanitos ratón.

Hoy te encontré, hermano, en las nubes, en las flores, en la lluvia y en esa lagrima furtiva que rodó por mi mejilla como toda una escapista.

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A perpetuidad

Sí, yo sé que no respondes

por miedo a mis te quiero,

que te mantienes al margen

mirando desde lejos.

Mi amor es solo mío,

y lo sabemos.

Pero nació,

y vivo o muerto

no tiene condiciones.

No me quieras,

no respondas,

no te acerques.

Mi amor está y aquí se queda.

No importa cuanto amor

te falte allá afuera,

el mío no tiene miedo

y a perpetuidad te espera.

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Esclavos

Todo sentir se limita a las palabras. Se esclaviza.

Porque el cuerpo y el alma sienten cosas tan indescriptibles que no han podido ser nombradas, pero ahí están.

Mezcla de angustia, de amor e incertidumbre. De euforia y nostalgia. Un popurrí de palabras mezcladas tan solo como un intento. Mediocre.

No hay manera de explicarle a alguien lo que se siente durante un episodio de ansiedad o un arranque de amor efusivo. El sentimiento siempre será tuyo.

¿Cómo le explicas a alguien tu alma? Cómo resumes toda una vida de lecciones y aprendizajes que te han llevado a ser lo que eres ahora. Y por eso nacen tantas penas y mueren tantos amores. Es una lástima.

Esa incapacidad para expresar el significado de una lágrima o una sonrisa, es el principal asesino. El león que traga. Y la víctima que sangra. Un completo circulo de la vida que fluye en el corazón.

Pareciera que tenemos grilletes desde que nacemos. Solo hace falta aprender a escribir.

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Barquito de papel

Una vez fui frágil, como aquel barquito de papel que navegó por un tiempo hecho canción. 

-¿Escuchas las cigarras?- nos decíamos mutuamente y luego cerrábamos los ojos, dando paso a un silencio cómodo entre los dos.

Hubiera deseado ser en ese instante lo que soy hoy. Sentirme libre y compartir mi sabiduría sobre el amor y la paciencia. Sobre estar solo pero desear y amar intensamente. Qué calamidad... supongo que nunca aprenderemos lo suficiente para el momento indicado.

Hace poco me reencontré con esa canción que navegaba frágil en un barquito de papel, pero me di cuenta de que ya no es la misma.

Yo en cambio, aún sigo esperando pacientemente como si la vida me fuera eterna a que algún día el amor que quiero me encuentre. 

Sin embargo si hay algo claro, es que sé que no serás tú, porque nunca serás capaz. 

Sé que no serán otros, porque no saben como.

Pero si sé que será un día.

Quizá hoy no seré yo, pero un día...

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La misión

A veces pienso que tengo la maldición de encontrarme gente en mi camino a la que no le interesa lo que siento. Que aquello que anhelo con más fuerza en la vida se aleja a medida que más deseo tenerlo, que quizá si dejo de perseguir el sueño de sentirme comprendida y amada, llegará el momento en el que sea comprendida y amada.

Otras veces simplemente me he rendido a la idea de que en esta vida se me retribuya todo lo que he hecho por el resto. Quizá de eso se trata. Que mi lección de vida sea aceptar que hay cosas que uno simplemente no puede tener.

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Cielo mi cielo

Ahí esta Dios. Sea lo que fuere...

Lo vi en tu sonrisa cuando terminaste de besarme. Me miraste a los ojos y soltaste una pequeña carcajada como si acabaras de cometer una fechoría y tu corazón diera un ligero salto celebrando su maldad.

"Ahí está Dios", pensé.

Y no sé lo que es. Pero lo vi.

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Yo no sé amar despacito

No busqué nunca el amor en ninguna parte. El llegaba a mi siempre de maneras inesperadas. Algunas como bofetada, como cuando te pega el ácido, muchas otras como un paseo en bicicleta y un suéter calientito con olor a perfume.

A veces no lo reconozco (es por culpa de la miopía, quizá).

A veces no me doy cuenta que ha estado sentado conmigo mientras me fumo un cigarro quejándome de la vida que ha sido una puta, quejándome del dinero que no tengo y de los sueños que no cumplo.

He estado viviendo tan en automático que no lo vi pasar aún cuando me pedía un beso.

Uno es torpe, qué le vamos a hacer.

Y luego me preguntan ¿porqué ahora? ¿porqué tienes ganas de enamorarte ahora? ¡Pues yo que sé!

Siento que mi vida ahora es como si todos los días fueran un domingo y yo solo quisiera estar acostada en la cama de cucharita con esa sensación de que los dos encajamos perfecto. Levantarnos al trabajo y saber que más tarde iré a verle con ganas de tomar un café. Para leernos el horóscopo y echar a reír porque los astros nos dicen qué será de nosotros.

Porque tengo ganas de recorrer los rincones que aún no conozco de esta ciudad que todavía no es mía. Porque le quiero tomar la mano y acariciar la cara y prendernos fuego. Porque le quiero consumir a besos y dedicarle todo esto que escupo aquí. Pedirle perdón porque yo no sé amar de a poquito, por ser tormenta, por ser asfixia. Por amarle tan intensamente.

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Mujer de arena

Mi vida siempre ha sido como un desierto, con relieves e incontables dunas.

Inestable, con tormentas de arena, noches frías y días soleados.

Y nadie soporta un día soleado sin morir de alguna forma.

Soy desierto, radiante, pero solitaria.

Si alguien alguna vez alguien se aventura a viajar sobre el laberinto de arena que es mi cuerpo... termina hundido, termina perdido, termina exhausto o termina muerto.

Nunca es mi intención, pero soy desierto.

Con tristeza he aceptado que lo único que ha formado los oasis de mi vida es la lluvia de mis ojos, agua salada.

Me estoy volviendo tormenta, me estoy volviendo loca.

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Ad stra

De repente me encontraba escuchando los aviones volar sobre mi cabeza. Y recordé cuando me recostaba en la azotea de aquel cuartucho en la Asturias viendo los días pasar.

Atardecer. Parpadeo. Se encienden las luces.

En ese entonces ya tenía preparadas las maletas. Imaginándome casi a diario como serían las despedidas. Intentando no deshacerme de tantos recuerdos por temor a perder algo de mi en el proceso.

Sin embargo, a manera de pausa y como punto de partida, deje inconclusos algunos mensajes y una canción, que hoy son simples borradores de lo que solía ser.

Y otra vez, con el sonido de los aviones pasando sobre mi cabeza, en un cielo totalmente diferente, solo pude decir: “¿recuerdas cuando te dije que encontraría la felicidad en unos ojos más bonitos?”

Fueron los míos.

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In magic we trust

La ciudad está llena de seres brillantes. Ocultos por temor a la masa gris que consume a la mayoría.

Puedes distinguirlos por esa sonrisa pícara de quien juega a las escondidas, por su mano dispuesta a construir y crear; por el destello que escapa a través de un pequeño túnel en sus ojos y por la alegría que comparten casi telepáticamente cuando no podemos entendernos de otras maneras.

Ten por seguro que están aquí y que con tan solo un toque, no importa en qué tiempo o en qué lugar, dejarán la huella más sutil y estremecedora del mundo en tu piel.

Quien sabe, tal vez algún día también podamos flotar sobre esta mugre y dejar de ensuciarnos. Quizá algún día dejemos de ser fantasmas, que no se miran, ni se tocan.

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Piromanía

Y de repente así, un día terminas dudando de ti misma y dejas caer los brazos mientras un par de pilares gigantescos se vienen contra ti.

Otra vez.

Y vuelves a decir “maldita sea... mi casa no, de nuevo no”. Y tomas la pala desgastada y sin empuñadura y comienzas a escarbar para armarte de nuevo los cimientos. Preguntándote otra vez porqué siempre hay que pedir que no te hieran, que escuchen, y que guarden los cuchillos.

Y después te llaman loca.

Y te arde el pecho y te prendes en llamas, porque ¿cómo no vas a estar loca? si tus palabras son lamentos que nadie escucha. ¿Cómo no vas a llorar? con tan poca justicia para tu corazón que se desvive por el resto.

Y te llaman loca por decir que algo te hiere. Por tener el valor de decir que algo te hiere. Mientras el cobarde aguarda paciente a que se calmen tus fuegos... mientras guarda los cerillos.

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Eclipse

A veces solo necesito una pequeña brisa para desatar mis dedos. Luego solo me basta con pensar en ti. Pienso en el eclipse que somos. En los bordes de la ropa que se deshilan por tus ganas y en el cálido abrazo de ti. El lobo que habita en la parte oscura de la luna. Sé que de vez en cuando vas y tomas el té con ese roedor de pelo blanco que corre constantemente a destiempo. Lo sé porque a veces vuelves con hierba en los colmillos y el bigote. Ya sin sabor. También sé que hablan de mi. Da lo mismo de que... yo también le he contado cosas. Le he dicho que te conozco de hace poco pero que tengo la ligera sensación de saber quien eres. Que tengo que disculparme profusamente contigo por desatar tus pesadillas cuando duermes conmigo.

¡No es mi culpa!, mis demonios están celosos de ti.

Pero no te preocupes, prometo tejerte un sueño bonito en el cabello y puedes usar mis ojos de talismán. En fin... te dejo terminar ese cigarro y acabarte el té, te espero en casa. Te dejé galletas en la mesa y mi corazón en el buró.

Arte de: Chiara Bautista

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James

Los sábados por la tarde me siento libre. A veces siento que hace frío, pero otras tantas pienso que hace el clima perfecto. Los sábados son mis días lúcidos. Aquellos que se llevan con el viento las hojas y las penas. A veces me reinicio. Aspiro fuerte y con cada bocanada se blanquea mi interior, en un intento por dejarte espacio para acurrucarnos dentro. Los sábados tengo un rumbo fijo. Un camino con vertientes que me llevan todas al mismo sitio, como si de encontrarnos siempre se tratara. Los sábados te pienso mucho. Porque es el día que antecede a reencontrarnos por las noches para besarnos la cara con la promesa de querernos siempre. 

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Miedo a mar

Yo siempre me sentí como el aire, aunque él constantemente me decía que era más como un río caudaloso, mientras confesaba que alguna vez tuvo miedo. Que me miró a los ojos y vio en mi un cauce violento que parecía llevar las olas del mar, mientras se sentía como una roca siendo golpeada por ellas. Fue en ese instante, que supo de inmediato que nadie más en su vida lo amaría de esa forma y eso lo asustó. No puedo culparlo. Jamás lo haría. Pues el río ahoga... el mar ahoga... Y así fue como todo nuestro tiempo se fue tan líquido, tan espuma bella que se disuelve al instante. Pero yo ya lo sabía. Había señales en el agua. En el viento. En aquellos susurros nocturnos y apariciones que no me dejaban dormir. Yo me preguntaba cada vez que tomábamos una ducha juntos... ¿será que le gusta el agua caliente porque quiere calentarse el corazón? ¿y las manos? ¿y el alma también?. El constantemente me decía que yo era como un río, mientras yo le decía que el era más como un águila... pero con miedo a las alturas. 

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Un cortito de sombrilla

¿Y qué con que llueva? A mi me graniza siempre en la cabeza y me llueven los poros y los ojos. Llevo siempre de paraguas a "Los amorosos" por si encuentro tu sombra y tengo que recitarle de poesía unas cartas. ¿Y qué con que llueva? ya sabes que siempre tengo agua caliente en la boca esperando-té. 

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Tiroteo

En días como estos, en los que el cansancio me mantiene entre la vigilia y el sueño, alucinando como si de drogas se tratara. La piel se me eriza desde el hombro hasta donde empieza la muñeca y justo ahí se detiene, como un espanto.

De vez en cuando siento tu boca susurrándome cerca, soltando un suspiro entre una palabra a medias, como quien se queda sin aire. Cual fantasma distante y pasajero.

Pero me giro y nunca estás. Te he soñado despierta otra vez.

Omnipresente.

Estás dentro de mis párpados cuando cierro los ojos. En las yemas de mis dedos cuando toco mi cara y en casa durante la noche cuando el aire se cuela por la ventana.

Tienes el control de mis espasmos, el control de mis pupilas y el accionar de mis gatillos.

Pero al final, ¿qué se siente ser bala que atraviesa mi pecho y que me hiere igual?