La Naturaleza se compone de tres amantes. La Madre Tierra, una cierva anciana con ojeras tan largas que en sus pliegues hacen nido las golondrinas y los alcatraces, y con orejas caídas de las que cuelgan lianas y enredaderas. Con enormes y pesadas patas que albergan ardillas, mariposas y lémures balanceándose tranquilos en su pelaje. En cuya piel sustenta millares de hongos de mil colores y formas. En cuyo amplio lomo yacen bosques y sabanas, selvas y desiertos, pantanos y montañas. Que de sus tetas colgantes se alimentan aquellas que han perdido a sus madres. Y que en sus ojos, dos lagos cristalinos, se refleja la Madre Agua. Una cierva igual de anciana que su compañera, de largo pelaje hecho de cascadas azules, pero más ágil que cualquiera. Sus orejas rematadas de espuma, como olas inquietas en donde se mecen estrellas de mar, pulpos y cangrejos. Recorren su esbelto cuerpo ballenas y cachalotes, calamares y tiburones, tortugas y peces voladores. Desde las profundidades de su existencia crecen imponentes bosques algares y alegres arrecifes coralinos. Y en lo más profundo de su ser, habitan criaturas incomprendidas. La arena fina maquilla su rostro, y las piedras abisales hacen las veces de pezuñas. Los chorros de las ballenas y los saltos de los delfines adornan su espalda tibia, y millones de alevines se dejan llevar día a día por las corrientes de sus entrañas. Sin embargo, todo mundo se mantiene siempre alejado de sus ojos, dos hermosos pero mortales huracanes, que tienen en su corazón el aliento del Padre Aire. Tan ciervo y tan anciano como sus compañeras, el leve compañero del trío natural tiene cuerpo de viento y pelaje de nube. Enormes astas surcadas por brisas y ventiscas constantes adornan su cabeza. Sus largas patas revuelven el aire frío y el caliente a su antojo, mientras su cola y orejas crean ventoleras revoltosas. El Padre Aire es surcado en cada momento por las migraciones anuales, y los estiramientos vespertinos. Es el mediador entre La Madre Tierra y La Madre Agua, llevándole lluvia a una, y arena a la otra, fuentes de sustento. Y sus ojos, llevan luz y oscuridad a su momento, para que sus hijas puedan disfrutar de lo que él no puede, ya que El Padre Aire es ciego. Más sin embargo, no necesita ver para saber que comparte su existencia con las más hermosas criaturas que pudiera nunca soñar.
De la eterna y efímera unión de La Madre Tierra, La Madre Agua, y El Padre Aire es que hemos nacido.
Pirata de espuma y estrellas, me robo la sonrisa, pintó en mi cuerpo arrecifes de coral. La brisa me remueve las nostalgias, agonizo sin los peces de su piel, su sal dolorosa, sus tormentas. Pero es el mar y nadie puede retener el mar entre las manos.
Nada, esta espuma, virgen es
el verso que sólo a la copa
designa. Así lejos, en tropa,
sirenas húndense al revés.
Navegamos. Mi sitio es,
oh diversos amigos, la popa
y es el vuestro la proa que copa
rayos e inviernos. Embriaguez
gozosa ahora me convida
(su cabeceo no intimida)
a hacer de pie el saludo mío,
soledad, estrella arrecife,
a cuanto valga en este esquife
de nuestra vela el blanco brío.
Arma perfecta, desnuda, poco pálida,
con la mente extraída de entrañas celestes,
prisionera de estas carcasas de huesos y carne;
a veces descansas, a veces cortas hierba a solas,
a veces eres aire, brisa y romance.
Música intermitente.
Te vuelves islas, mar,
arrecifes y espuma de sal.
Un lugar donde se alza una gran ciudad,
No el mismo lugar donde hay humo, donde hay fuego;
Brasas, calor y golpeteos ferrosos.
Ninguna clase de lugar.
Miserables,
Orfeo te busco entre los abismos,
entre sueños y mitos seremos los mismos;
Un paisaje estéril, un océano calmo
sin cantos ni tragedias.
Emblemas de mi sangre.
La orilla al pie de los marinos,
el horizonte que visten faros, luz y tormentas;
cavidades profundas en la tierra,
Donde se esconden las almas y especulan y desfilan
donde la pureza de las aguas vibra y grita.
Los anhelos vivos
J Francis Cm
2020
"Todos desfallecieron
Esperando su muerte
Su corta muerte diaria
Y su quebranto aciago de cada día era
Como una copa negra que bebían temblando
Entonces en la escala de la tierra he subido
Entre la atroz maraña de las selvas perdidas
Hasta ti, Macchu-Picchu
Alta cuidad de piedras escalares
Por fin morada del que lo terrestre
No escondió en las dormidas vestiduras.
En ti, como dos lineas paralelas
La cuna del relámpago y el hombre
Se mecían en un viento de espinas.
Madre de piedra, espuma de los cóndores
Alto arrecife de la aurora humana."
(EXTRACTO "La Poderosa Muerte" - poema de Pablo Neruda)
Aunque no vuelva yo se, que esto no fue despedida y aunque no estés en mi vida, aquí yo te esperaré aunque yo sepa que tú, jamás sentirás lo mismo que nos separa un abismo, aquí yo te esperaré...