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#pájaros de verano
a-pint-of-j-and-b · 1 year
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Birds of Passage (Pájaros de verano) | Ciro Guerra & Cristina Gallego | 2018 | Colombia
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Pájaros de verano, 2018
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gregor-samsung · 1 year
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Pájaros de verano [Birds of Passage] (Cristina Gallego, Ciro Guerra - 2018)
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batanriotus · 2 years
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danielac1world · 2 months
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Febrero, te vas lento, saludaste rápido, me miraste a los ojos, y dijiste muchas veces la palabra adiós.
Te imagino amarillo y triste, sobre una escalera interminable de flores anaranjadas; no sé por qué viniste, ni sabré por qué te fuiste, tal vez demasiado pronto, demasiado triste... nadie sabe, quizás, que tienes los ojos del color de la luna, las manos gastadas de acumular semillas, los bolsillos llenos de jazmines y aromas del recuerdo, el cabello rizado, anudado entre los silencios que nunca dijiste, y los labios finos como para entrever las miles de luces, que dejaste escapar entre las ventanas solitarias.
No sé que decirte, más de una vez el tiempo se me va volando, es un pájaro escurridizo, tiene plumas del color del tiempo, y tonos marrones anunciando al otoño; pero a ti no te gusta el otoño, tienes nostalgia del frío que arrasa con todo, y quieres que tus manos sean enormes para atrapar todo lo que puedas, las mariposas que sobrevuelan el espacio finito, los colores vivos, las últimas flores que se aferran con esperanza a los tallos marchitos... todas las hojas del mundo que brillan como luces de neón, en un color verde vivo; las risas de los que fuimos niños... te aferras a las infancias, a los juegos que quedan, a los pasos que faltan; entre esas manos imaginariamente grandes, hay espacio para dos o tres de tus lágrimas, por el último instante de un verano que quisimos mágico, y que terminó en el sabor de una gota de lluvia con brillantina, y el color de quién lo quiso todo...
Febrero, tu también tienes alma de niño, corres y corres por los pequeños jardines de las ciudades sin balcones, quien te viera diría que el calor está huyendo de si, pero tú no escapas, tú te cuelas por las rendijas de las persianas a media tarde, espías los sueños de los nadie´s, y susurras poesías en la piel de los amantes que no se quieren, y pretenden amarse. A veces no sé que pasa contigo, pero me gusta imaginar que sonríes en algún abismo, que armas ramos de flores para reposar entre las nubes, con el aroma de las cosas que nunca acaban. Es un ciclo infinito, Febrero... ni el primer mes, ni el último, ni la soledad completa, ni la compañía perpetua, y así con las manos imaginariamente gigantes, me atrapas también a mí, en el juego de despedirte con el vivaz deseo de un abrazo, que no obtuve en tu primer y último día del adiós, febrero.
-danielac1world ~Grismarino ~
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kaos-literario · 18 days
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Cartas a usted.
No éramos como los demás, nosotros teníamos magia, teníamos algo puro en el interior que nos hizo encontrarnos, nosotros teníamos amor, teníamos sentimientos, teníamos el aroma de la primavera y el calor del verano; en invierno.
Nunca fuimos como los demás, nosotros destacamos celestialmente, teníamos sonrisas, miradas que atrapaban la complicidad, teníamos roces ligeros, y teníamos el canto de los pájaros.
¡Tuvimos la lluvia!
No éramos como los demás, nunca fuimos igual al resto de parejas que se unen para amarse, nosotros teníamos algo más, nos teníamos el uno al otro, el universo se encargaba de juntarnos si nos molestábamos, teníamos algo que no se puede ver, algo que no se puede tocar, nosotros teníamos... magia teñida de mi violeta y tu azul.
Teníamos índigo.
Nosotros teníamos todo lo que un niño sueña cuando es pequeño, no éramos como los demás, porque nuestro amor era celestial, nuestra unión fue programada por el universo, para vernos, para encontrarnos ese día, en esa semana, en esa mirada, con ese frio, con ese cigarrillo...
No éramos como los demás caballero, éramos magia... éramos vida... éramos paciencia... éramos deseo... éramos la angustia de no poder besarnos, la incertidumbre de saber si era correspondido...
Éramos magia, hoy no somos nada, y aunque está carta una vez nació en presente, hoy se nos muere en pasado mi caballero, porque no he podido salvarnos.
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caostalgia · 1 year
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Septiembre XXX
Viernes, 30 de septiembre, 2022.
Quise regalarte el mundo. El mundo que en mi ensoñación excesiva creé solo para ti y para mí.
Ese que se llena de vida y eventos mágicos, un arcoiris, una aurora boreal, la extraña y hermosa vida marina, animales del bosque, flores que inventé y árboles en color durazno.
El aroma de las flores flotando por doquier cuando la primavera llega. El canto de los pájaros.
Humedad en el aire. La calidez del clima que vuelve tu piel más miel y la mía más canela en verano.
Maple, dorado y ocre en las hojas que adornan el gris del asfalto en otoño.
Copos de nieve en las copas de los árboles, los techos en las casas, en tus pestañas. El chocolate humeante que tomaríamos frente a la chimenea, envueltos en frazadas, tu risa y la mía. El baño caliente que con gusto íbamos a compartir, el vapor intentando escapar. La película que veríamos hasta pasada la media noche, acurrucados en la oscuridad de la habitación. La luna abriéndose paso durante la madrugada, y tú y yo en el sueño profundo de cualquier noche de invierno.
Quise regalarte ese mundo, uno donde la palabra "dolor" no existiera en el diccionario y tampoco hubieran motivos para ser creada. Ese donde ser felices juntos fuera la única razón de ser. Donde nada de todo aquello que te ha hecho daño tuviese lugar, donde todo aquello que me hace ser lo qué soy no estuviese atado a mi tobillo.
Quise regalarte el mundo y darte cada gramo de amor en mi ser, esperando que eso fuese suficiente para mover los tejidos más remotos en ti.
Quise regalarte el mundo y pintarlo en color rosa, usar destellos coloridos para crearte galaxias que solo se podrían ver en nuestro cielo. Que el mar fuese en color amarillo, solo por ti.
Un monumento inspirado en ti.
Quise regalarte el mundo... pero en su lugar terminé por regalarte mi mundo.
Ese en el cual un desastre natural diferente azota cada lugar en el mapa a diario.
Ese en el cual solo basta un terremoto para que toda mi estabilidad se derrumbe, mis sentimientos y pensamientos se hacen trizas, caen a pedazos y destruyen todo a su paso.
Ese en el cual un arrebato de impulsividad provoca un tsunami y con ello las inundaciones me ahogan, te ahogan, ahogan a cada persona a mi alrededor.
Mis ojos son como presas rotas y no hay forma de parar la fuga.
En el cual la primavera no tiene sentido porque las flores permanecen marchitas, el verde ya no es vida.
Donde el calor del verano es tan sofocante que no deja a nadie respirar, quema y amenaza con hacer arder a toda aquella señal de vida que se haga presente.
Donde el otoño ya ni siquiera existe porque los árboles siempre han estado caducos. El viento sopla y ya no tiene ni una hoja que arrastrar.
Donde el frío que amerita una buena taza de café, pasa a ser una era de hielo más.
Ese donde la vida ya no prolifera.
Te regalé mi mundo, lleno de caos, maldad y egoísmo.
Repleto de incendios de norte a sur, de huracanes de este a oeste. Destrucción en lugar de vida y odio que sustituye el oxígeno.
Ese donde se sufre porque no hay más. La posibilidad de ser feliz es nula.
Donde hago daño, lleno las calles de una neblina de toxinas, entrego cicatrices, insuficiencia y arrepentimiento. Donde me rompo y te rompo.
Donde la definición de amor está tan distorsionada a causa de mi psicosis, de mis delirios, de mi ansiedad y anhelo del sueño eterno.
Quise regalarte el mundo... pero en su lugar terminé por regalarte mi mundo. Y este... ha estado en apocalipsis desde el 2009.
- Cafeína para el papel.
- I.
Coldissweet
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huellas-poeticas · 3 months
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En ti me quedo
De vuelta de una gloria inexistente,
después de haber avanzado un paso hacia ella,
retrocedo a velocidad indecible,
alegre casi como quien dobla la esquina de la
calle donde hay una reyerta,
llorando avergonzado como el adolescente
hijo de viuda sexagenaria y pobre
expulsado de la escuela vespertina en la que era becario.
Estoy aquí,
donde yo siempre estuve,
donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.
La soledad es un farol certeramente apedreado:
sobre ella me apoyo.
La esperanza es el quicio de una puerta
de la casa que fue desarraigada
de sus cimientos por los huracanes:
quicio-resquicio por donde entro y salgo
cuando paso del nunca (me quisiste) al todavía (te odio),
del tampoco (me escuchas) al también (yo me callo),
del todo (me hace daño) al nada (me lastima).
No importa, sin embargo.
Los aviones de propulsión a chorro salvan rápidamente
la distancia que separa Tokio de Copenhague,
pero con más rapidez todavía
me desplazo yo a un punto situado a diez centímetros
de mí mismo,
de prisa,
muy de prisa,
en un abrir y cerrar de ojos,
en sólo una diezmilésima de segundo,
lo cual supone una velocidad media de setenta kilómetros a la hora,
que me permite,
si mis cálculos son correctos,
estar en este instante aquí,
después mucho más lejos,
mañana en un lugar sito a casi mil millas,
dentro de una semana en cualquier parte
de la esfera terrestre,
por alejada que os parezca ahora.
Consciente de esa circunstancia,
en muchas ocasiones emprendo largos viajes;
pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos,
la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera
alegre y triste a un tiempo
-como dije al principio:
alegre,
porque sé que tú eres mi patria,
amor mío;
y triste,
porque toda patria, para los que la amamos,
- de acuerdo con mi personal experiencia de la patria-
tiene también bastante de presidio.
Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.
Angel Gonzalez
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las-microfisuras · 1 month
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El ruido más triste, el ruido más dulce... (J1764)
El ruido más triste, el ruido más dulce,
el ruido que más locamente crece,-
lo hacen los pájaros en primavera,
cuando se cierran las delicias de la noche,
en la línea entre marzo y abril-
esa frontera mágica,
más allá de la cual el verano vacila,
casi demasiado celestialmente próximo.
Nos hace pensar en todos los muertos
que anduvieron con nosotros por acá,
a los que la brujería de la separación
vuelve, cruelmente, más queridos.
Nos hace pensar en lo que tuvimos
y en lo que lamentamos hoy.
Y desearíamos que esas gargantas de sirena
se fueran y no cantaran más.
El oído puede romper un corazón humano
con la velocidad de una lanza.
Querríamos que el oído no tuviese un corazón
tan peligrosamente próximo.
***
Emily Dickinson - J1764
The saddest noise, the sweetest noise,
The maddest noise that grows, -
The birds, they make it in the spring,
At night's delicious close,
Between the March and April line -
That magical frontier
Beyond which summer hesitates,
Almost too heavenly near.
It makes us think of all the dead
That sauntered with us here,
By separation's sorcery
Made cruelly more dear.
It makes us think of what we had,
And what we now deplore.
We almost wish those siren throats
Would go and sing no more.
An ear can break a human heart
As quickly as a spear.
We wish the ear had not a heart
So dangerously near.
Emily Dickinson - Versión: Isaías Garde
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Uno de los más grandes novelistas del siglo XX. Ganador del Premio Nobel en el año 1998.
Novelas recomendadas: "Ensayo sobre la ceguera", "Todos los nombres", "Memorial del convento" y "El año de la muerte de Ricardo Reis".
Esta es la primera parte de su discurso cuando recibió el Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca en el año 1998.
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".
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vueltaygiro · 4 months
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Qué labios mis labios han besado, y dónde y por qué,
lo he olvidado, y bajo qué brazos ha reposado
mi cabeza hasta la mañana; pero la lluvia
está llena de fantasmas esta noche, que golpean y suspiran
sobre el vidrio y escuchan la réplica,
y en mi corazón se agita un dolor silencioso
por los muchachos olvidados que no volverán
a mirarme a medianoche con un grito.
Así en invierno se levanta el árbol solitario,
sin saber qué pájaros se han ido uno a uno,
pero sabe que sus ramas están más calladas que antes:
no puedo decir qué amores han ido y venido,
sólo sé que el verano cantó en mí por un momento
y que no ha cantado nunca más.
Edna St. Vincent Millay.
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floresclandestinas · 8 months
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Vuelvo al mar:
TIERRA AJENA
Poseo un cuaderno
donde escribo mis sentires.
Un lapicero de colores
para cambiar humores.
Una regla, un compás
unas tijeras,
óleos y pinceles muy usados...
Y colgando en la ventana,
mirando hacia otro lado
tengo un pájaro enjaulado.
Un instrumento que registra
mis latidos
y dibuja mi progreso
en papel cuadriculado.
Tengo un libro
que he leído siete veces
y me ha enseñado a descifrar
el misterio de los meses...
Setecientos noventa y tres
y continuan pasando
demostrando
que el final
viene ligado con mi aliento.
Y mientras más respiro,
indiscutiblemente
más se acerca...
Y se aproxima victorioso
en las manijas del tiempo.
Al pasar el tiempo he aprendido,
que la primavera dura a veces, unos segundos...
Que existe un invierno en el que no te calienta el abrigo...
Que el verano sin lluvia se hace eterno...,
y el otoño deshoja tu piel, sobre el camino...
Que los sueños en la vida
son un coma profundo
y cuando por fin abres tus ojos
te queda muy poco de vida
en este mundo.
Que no hay enfermedad peor
que la de estar ciego, con la ceguera apática del individualismo...
Pero a veces..., a veces
cuando el Caribe besa la arena
lo escucha desde lejos
mi alma de sirena,
que muere cada día, extranjera,
ansiando el cielo azul celeste de mi isla...
¡En tierra ajena!
---LOY---
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Pájaros de verano, 2018
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El poema es mi cuerpo
esto la poesía
la carne fatigada
el sueño el sol
atravesando desiertos
los extremos del alma se tocan
y te recuerdo Dickinson
precioso suave fantasma
errando tiempo y distancia
en la boca del otro habitas
caes al aire eres el aire
que golpea con invisible sal
mi frente
los extremos del alma se tocan
se cierran se oye girar la tierra
ese ruido sin luz
arena ciega golpeándonos
así será ojos que fueron boca
que decía manos que se abren
y se cierran vacías
distante en tu ventana
ves al viento pasar
te ves pasar el rostro en llamas
póstuma estrella de verano
y caes hecha pájaro
hecha nieve en la fuente
en la tierra en el olvido
y vuelves con falso nombre de mujer
con tu ropa de invierno
con tu blanca ropa de
invierno
enlutado.
Blanca Varela, "Dama de blanco".
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leregirenga · 8 months
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Árbol
¿Qué haces mi amor?
(Le pregunté asombrado)
Y ella me respondió
Abrazando este árbol,
¿Por qué? Enseguida responde,
Porque me ha dado tanto,
Me ha dado su sombra,
Suculentos mangos,
Su murmullo de hojas
Bajo el sol de verano,
Su rocío en invierno,
Y sus nido de pájaros...
En mis noches tristes,
Y mis días amargos
Fue testigo de las lágrimas,
Que por soledad he derramado...
Ven, te lo quiero presentar,
Dale un fuerte abrazo,
Escucha su corazón latir,
Porque ayer le he confesado,
Que ya no más voy a sufrir,
Porque al fin he encontrado
Al hombre de mis sueños,
El que siempre he esperado.
Y de una forma misteriosa,
Al abrazar aquel árbol,
Me di cuenta que yo también
La mujer de mis sueños
Al fin había encontrado...
Raúl Navarro
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danielac1world · 1 year
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Toda mi vida entra en una maleta, la ropa, los recuerdos, las risas, las lágrimas, el odio, el azul, el rojo, mis ojos, las caricias, mi poco honor y mis vicios todos.
Todo entra en un bolso, quizás en dos, los pensamientos buenos, el reflejo malo, las pisadas extras, los pies izquierdos, los buenos deseos, la envidia, el mal de ojo, el deseo aferrado, el amor que me tuve, el amor que quise, el amor que tengo, el amor que dejo atrás, la diversión de los niños, los pasos discretos, el abuso, el miedo, los golpes olvidados, el sonido del viento, el sueño de las manos del abuelo; todo entra en una maleta, en una bolsa, en una mochila, entran las noches de insomnio, las peleas con la abuela, la poesía que no leí, los libros que prometí, las amistades que no hice, el compromiso que faltó, las mentiras que odio, las mentiras que brindé, el amor de papá, la ausencia de papá, el amor de mamá que llevo puesto hasta el alma envuelto en mis huesos, perforando mi cimientos... y mis ganas de irme, que es lo único que no entra, entre las mil cosas de la maleta.
Y quizás si hago fuerza entran diminutas las hojas del otoño triste, los colores del verano deseado y el frío del invierno cruel, lo inesperado y el no, lo que quiero y el sí, mi pintalabios rojo, el rímel, el delineador que nunca uso porque no me animo, lo sentimental hecho un ovillo porque sí, y el tiempo que gasto en soñar que me quedo, con la ansiedad que me hace irme, porque me quiero.
Y no sé qué más entra, podría meterme yo en la maleta, escribir una nota pequeña, y viajar, y viajar, hasta olvidarme de mí, pero las obligaciones no me esperan, me abrazan, me besan, me condenan, y soy un pájaro que no quiere dejar el nido, y a veces el nido se siente como si no quisiera dejarme a mí... suspiro, pausa, respiro, no sé qué más entra en la maleta, tengo que irme, tengo que recordar, olvidar, enlistar, y volar... pajaritos sin alas, pajarito perdido, soy un canto antiguo, viejo, quebradizo, amarillo, que lleva en el borde de su música la vida en la maleta, la esperanza empacada en la lucha, y la nostalgia muerta.
-danielac1world ~La nostalgia de irse es un pájaro amarillo ~
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