Tumgik
#red: es
nilovalentine · 6 months
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Happy April Fools, Milgram tumblr! Get homestucked!
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bkgbian · 3 months
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jason is canonically!!! a metalhead please please please i'm begging y'all he would NOT listen to taylor swift
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l-ii-zz · 1 year
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based on an anecdote I heard on a youtube video (It's in Spanish, sorry fellas).
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coolthingsguyslike · 3 months
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madmachaca · 2 months
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I think is funny the Roger Pirates had a "no stealing from ordinary people" rule, because even though I think most good-hearted pirates would have it, I am willing to bet they had it specifically because of my guy here:
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I mean, he loves other people stuff.
Also, Shanks just assumed he had stolen food when he acted a little weird
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AND, he stole that treasure map ( well, he stabbed a man and took it, but he acted as if he had stolen it) and the devil fruit. Not to mention, he wanted to take Skypea's gold bell, but Roger said no.
I wouldn't be surprised if whenever something was misplaced in the Oro Jackson, their first thought was "ah, Buggy..."
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chemilico · 4 months
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"Come and get your love !!"
Happy pride month, have this image of these two fruits 🍎🍏
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l4ursz · 8 months
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kali uchis atl cover
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slowestlap · 5 months
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Chinese GP, 2024
📸: Steven Tee, Vladimir Rys [x, x]
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arkaluca · 8 months
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He’d mollywhop a mf for a fallen comrade 👊🏼🪲✨
IVE MADE ANOTHER REVELATION IN COMFORT CHARACTERS
✋🏼👁️👄👁️🤚🏼
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drakkonyan · 2 months
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my hand slipped and made a guatemalan mariachi edgeworth edit whoops
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doodlyreone · 11 days
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Ehheheeh, Smiling Friends Themed Post-it Notes Doodles ♡♡♡♡
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A collab with my IRL bestie best mate.
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His is Blue.
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Mine is Purple.
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THE POSITIVITY THOUGHTS BOARD!!!!!!
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Most post it notes are in our local language (Filipino) but here are the ones I found in English!
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deepinsideyourbeing · 2 months
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insaciable. — cunty f1 driver!esteban kukuriczka x entrevistadora!lectora.
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y en verdad la palabra saciedad no está en mi lista / y con el afán de superarme, arriesgarme no me importa / quiero el tener el pan pero también quiero la torta.
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resumen: la vida va como esteban kukuriczka en la fórmula uno; rápido. el nunca había tomado el tiempo de festejar ni meditar ninguno de sus objetivos, y conquistarte no fue la excepción.
word count: 4k
advertencias: f1 au AAAA !!, red bull racing driver!kuku, backstory extenso pq me inspiré demasiado, enzo mention, la lectora matches his freak profesionalmente skfkskgke, flirty!kuku, pr nightmare!kuku, possessive!kuku !!!!! (me emocioné perdón), +18, soft dom!kuku.
A/N: feliz cumpleaños querida! este ha sido mi fic más largo desde q entré aquí y todo fue impulsado por la admiración que tengo hacia tu talento y literalmente todo lo que escribes. espero que la pases súper bien hoy !!
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now playing… insaciable del cuarteto de nos
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Esteban Kukuriczka era insaciable.
Desde pequeño, desde el primer momento que se había sentado en un kart por puro ocio, no había parado ni por un minuto a respirar. Rara vez contemplaba el paisaje cuando viajaba para competir en Europa y mucho menos cuando requería utilizar su encanto compuesto por su intelecto y cierta delicadeza que le faltaba en la pista para poder conseguir patrocinadores.
Pero ahora, ¿qué todos los días se sentaba en un Red Bull? Ni aunque lo intentaran— como pasaba todos los fines de semana, con colisiones de vez en cuando— podían detenerlo.
Era la adrenalina intoxicante que a este punto ya componía la química de su sangre lo que propulsaba a rebasar por dentro de las esquinas en vez de abrir e intentar batallar con el piloto que haya tenido la osadía de desafiarlo en la pista.
Eso no significaba que su sensatez era mínima; todo lo contrario. La mayoría del tiempo su carro era tan rápido que los retos dentro de las carreras eran pocos, y de corta duración. Aún así, él elegía sus batallas para evitar tener que pagar las sanciones millonarias de su propio bolsillo, o evitar discordia con sus compañeros de parrilla. Seguía siendo ese muchacho cortés y caballeroso que en categorías inferiores lo reconocían por ser demasiado maduro para su edad, con una hambre desmedida por el éxito y los resultados.
Todo el mundo reconocía, veteranos dentro del deporte como rookies por igual, que era mejor no meterse en su camino.
Tanto los pilotos como diversos miembros de staff hace tiempo se habían rendido en cuestionar sus estrictos métodos de entrenamiento y preparación, debido a que claramente estaban mostrando resultados deseados. Al final del día, sea su postura conocida públicamente o no, la mayoría admiraba su disciplina como método de saciar esa sed de ganar que se asentaba en la parte de atrás de su garganta y plagaba cada acción y pensamiento relacionado con su pasión.
Al entrar a la nueva temporada, era obvio para todo el mundo lo que el piloto tenía en mente para ese año. Siempre exigente pero igualmente realista, Esteban planteaba sus objetivos dependiendo de su actual situación; cuando era pequeño quería subir de categoría para llegar a la Fórmula Uno, luego allí en Toro Rosso su objetivo era subir a Red Bull Racing, y su primera temporada en Red Bull se planteó acomodarse en la posición en la que estaba— ganar y sobresalir, se repetía cada mañana— para llegar el año próximo con única y exclusivamente el trofeo dorado en mente. Se le aguaba la boca al pensar en su firma grabada en el metal.
Lo que no contaba, aún luego de advertencias por parte de compañeros veteranos, era como su ambición iba a ser vista por la prensa.
Arrogancia. Codicia. Malicia.
Interpretaban sus bailes de celebración y su maña de utilizar ropa de su armario personal— lentes de sol incluidos— en vez del kit del equipo para llegar al paddock como mala educación, una sonrisa y mirada suave que en Toro Rosso era el ejemplo de inocencia, en Red Bull se había convertido en un signo de burla.
“¿Burla de qué?” Esteban tiraba el periódico en la mesa del desayuno aquella mañana luego de leer el artículo.
“Ni puta idea.” Su entrenador encogió los hombros y siguió tomando café.
En un principio le molestaba, genuinamente sentía furia que sus logros sean opacados por tremendas ridiculeces como las que leía cada cierto tiempo. Solo cuando buscó apoyo y dirección, aprendió que parte del éxito era la crítica desmesurada (y en gran parte, sin precedentes)
Desde ahí se tomó eso como el sufrimiento del éxito, y bien sufrido que estaba.
Fue un cambio de mentalidad bienvenido por los verdaderos fanáticos del deporte, quienes podían disfrutar de la pesadilla que era para cualquier persona que tuviera un mínimo entrenamiento en relaciones públicas o conocía del tema. Respondía a las preguntas descaradas con atrevimiento y amabilidad, de una manera que el entrevistador se sentía incómodo por hacer la pregunta en primer lugar.
La estrategia empezó a funcionar a finales de la temporada pasada cuando dejó clara su actitud, esa certeza que tenía para saber lo que quería y que sabía cómo conseguirlo.
“No me voy a disculpar por ganar. Nunca; ni a ustedes la prensa, ni a mi compañero de equipo ni a los de la parrilla, ni a los espectadores. Buenas noches.” Fueron sus últimas palabras en la rueda de prensa de Abu Dhabi donde tomó hasta la última oportunidad para subir a la tercera posición en el campeonato de pilotos.
Dejó el micrófono en la mesa y se fue antes de tiempo, el silencio en la habitación que dejaba hizo que enderezara la espalda y sonriera relajadamente al salir del tent donde se organizaban las ruedas de prensa.
El silencio perduró a lo largo de las extensas vacaciones que se pasó escalando cerros para mantener la resistencia que tenía su cuerpo. Le daba pena admitir, pero en un punto, Esteban extrañaba que hablaran de él. Aún así, se encerró en su pequeño pedazo de paraíso sin ninguna molestia, cogiendo con quien se le pegara la regalada gana sin que fuera atacado públicamente.
‘Quizás fui muy grosero.’ El piloto pudo discernir en su mente al ver como la habitación llena de periodistas se tensó al verlo entrar y sentarse en la mesa junto a los otros en su ronda de entrevistas. Pensó lo mismo cuando las preguntas dirigidas a él directamente eran pocas, y hasta sintió la bilis subir a la parte de atrás de su garganta y juguetear con úvula antes de que tomara un largo sorbo del agua mineral que patrocinaba en el evento.
“Hola, buenas tardes, espero que estén bien.” La dulce voz llamó su atención de inmediato, y dejó sus pensamientos negativos a un lado para mirar de dónde provenía el sonido, sus ojos encontrando a los tuyos mientras te presentabas con tu nombre y la cadena de noticias donde trabajabas.
‘Por fin despidieron al viejo hijo de puta que trabajaba ahí,’ No conocía si ese era el caso, pero sonrío más ampliamente al hacerse la idea.
“Mi primera pregunta es para Esteban: según los últimos reportes pretemporada de tu equipo tienen posiblemente el carro más rápido en cuanto a ritmo promedio,” Él asiente para dejarte saber que entiende tu pregunta por el momento, y por dentro se impresiona de que ni miras tus notas; te sabes la pregunta de memoria y tus ojos nunca dejan los suyos. “¿Te sientes cómodo con tener que asumir el reto de maximizar y rebasar más en las rectas comparado con las curvas?”
Esteban sentía la necesidad de saltar de la emoción. Por fin, una persona con preguntas competentes que investigaba antes de sentarse enfrente de los pilotos. Tú sabías muy bien que su estilo era más de rebasar en curvas, no le iba bien en rectas largas a menos que el carro se lo permitiera o tenía ya una gran ventaja. Podía ver de reojo como sus compañeros se encontraban igual de impresionados, robando algunas miradas hacia él para notar su reacción.
“¿Vos sos nueva?” Preguntó sin una onza de filtro. Algunos periodistas rieron, pero frente a eso tú ni te inmutaste a lo que parecía ser una pregunta ofensiva, solo asentiste. Estabas acostumbrada, eran muy pocas las mujeres que estudiaban periodismo deportivo.Y muchos los hombres irrespetuosos dentro de tu campo de trabajo. “Tenía tiempo que no escuchaba una pregunta tan buena, y menos de una persona tan bonita y educada.”
Sonrió satisfecho en la manera en que las risas murieron casi instantáneamente. Le sonreíste en forma de agradecimiento, aunque por dentro chillabas como una adolescente hormonal. Esteban tenía una reputación con las pocas periodistas de tu mismo sexo; era extremadamente coqueto en las pocas ocasiones que se ha enfrentado a las otras. No es que no querías, simplemente no debías tomártelo personal.
“Bueno, si, yo adoro los desafíos. Es una buenísima oportunidad para mejorar esa pequeña, minúscula debilidad que tengo en las rectas,” Ahora las risas eran compartidas, en vez de dirigidas hacia alguien en específico. Al parecer, salvaste su reputación con una pregunta que no le molestara y que permitiera que mostrara genuino interés. “En general tenemos un carro muy bueno y especial y creo que podré adaptarme fácilmente. ¿Alguna otra pregunta?”
“Para ti, no.” Antes de que pudieras agradecerle, te interrumpió.
“¿Segura? Revisa tus notas; podemos pasar la tarde entera aquí.” Insistió, y tú sacudiste la cabeza con una sonrisa. “Que pena", se lamentó, y ya los otros pilotos escondían sus sonrisas; lo conocían tan bien.
“Nos veremos en otro grand prix, no te preocupes.” Se enderezó, rígido como una tabla, al darse cuenta que le seguiste el juego sin mostrar debilidad alguna. “Gracias Esteban, si tengo una para Enzo.”
“A ti, muñeca.” Respondió amablemente antes de que pudieras hacerle la pregunta a su compañero.
Esteban aprendió mucho más de ti que solo tu nombre y tu lugar de empleo esa noche. Eras decidida tanto en tus preguntas como en tus interacciones con los pilotos, se notaba como genuinamente habías estudiado para formular las preguntas y que de verdad sabías de lo que estabas hablando. Al hablar con sus compañeros notó que el sentimiento complaciente en torno a ti era un denominador común.
Pero Esteban sabía que no era lo mismo que él opinaba de ti.
Por primera vez en quizás una década, no se acostó pensando en ganar ni en trofeos. Tus ojos llenos de determinación plagaron sus pensamientos en medio de la oscuridad, tu sonrisa segura y relajada era cómo verse en un espejo. No le había pasado ni cuando tenía una mujer desnuda durmiendo a su lado, y su manera de pensar te convirtió en otro objetivo por alcanzar.
Investigó tanto sobre ti con oficiales de prensa de su equipo que solamente le faltaba llamar a la Interpol para saber más. Pedía que te asignaran a él en el media pen luego de las carreras, y mostraba genuina felicidad de verte durante cualquier posible interacción periodística.
Pero su conquista por el mundial de pilotos se veía más fácil que la conquista por ti.
Era como jugar a jalar la cuerda contra Hulk. El tiraba y tiraba, para que con un jalón de tu parte lo tumbaras a sus pies. Lo mantenías siempre a un brazo de distancia; él te lanzaba cumplidos y tú simplemente le hacías una pregunta lo suficientemente difícil para que se le olvidaran los términos afectivos con los que se refería a ti.
Ganaba carreras como si fuera fácil, peleaba a diario por estar en la pole y sacar los mejores tiempos en las prácticas. Solo pensaba en cómo mejorar sus críticas sobre el carro para que su equipo pudiera mejorarlo aún más.
¿Pero no podía ni enterarse si tenías novio o no?
Ridículo.
Esteban se volvió a sentir el favorito de Dios el día que, por primera vez en toda la temporada, coincidieron fuera de la pista. Llovía a cántaros en Canadá, como usualmente pasaba en la fecha del Grand Prix. Terminaba su café de la tarde con calma luego de pasarse la mañana en el simulador, abandonado las oficinas para dejar que su equipo registre los números antes de brindar su feedback.
Entraste claramente apresurada, colocando la sombrilla donde guardaban las demás y quitándote el sweater para quedar en un vestido con cuello estilo polo. Se había dado cuenta ya antes que vestías muy preppy, de buena manera. Era simple, elegante.
Le gustaba más de lo que quería admitir.
Te sentaste en una mesa cerca de la ventana sin notar su presencia, soltando la mochila con lo que asumía que utilizarías para trabajar.
Pero él nunca había sido el tipo de desaprovechar una señal divina, levantándose de su mesa con su taza medio llena en mano. Carraspeó, llamando tu atención. Por tu cara pasaron cien mil colores antes de establecerse un escarlata; sabías muy bien que ya no tenías escape.
Lo veías como un depredador, fuera y dentro de la pista. Lo que tenías era una negación inmensurable de que su presa fueras tú, aún cuando otros pilotos te lo habían traído a tu atención fuera de las cámaras.
“¿Está ocupado?” Apuntó al asiento con una sonrisa.
“No, pero mejor no nos sentamos cerca de la ventana.” Tomaste tus cosas, y a él le sorprendió tu sensatez mientras caminabas hacia un puesto cerca de una ventana pero contra una esquina. Era perfecto, llegaba la luz natural— un poco limitada debido al clima— y no había oportunidad de que alguien fuera del establecimiento les tomara una foto.
“¿Sigues muy bien las reglas, no?” Esteban apuntó mientras se sentaba frente tuyo, el camarero trayendo el chocolate caliente ya que no te permitías la cafeína a menos que fuera estrictamente necesario. “¿Te han dicho en el trabajo que no puedes salir con pilotos?”
“Hola, Esteban, feliz tarde. Sí, estoy bien, gracias por preguntar. No, no me gusta este clima, me deja el pelo con frizz.” Sacudiste tu cabeza con una sonrisa, decidiendo responder su pregunta de igual manera. Tenías que admitir que él era muy sincero; ya lo sabías, pero llegaste a considerar que pudo ser solo un acto frente a las cámaras.
“No debo,” Corregiste. Si él tuviera la más mínima idea de las veces que te repetiste esas palabras en tu cabeza obsesivamente cada vez que te encontrabas con él, creería que estás loca.
“Llámame Kuku,” Fue lo único que sacó de tu pequeño sermón por su supuesta falta de modales. Siempre te había insistido, pero tu siempre lo llamabas por su nombre. “Ah, pues si puedes.” Esteban casi ríe, pero se limita a esconder su sonrisa detrás de su taza de café. “¿Tenés novio?”
“No, Kuku, pero ¿qué tal con todas las preguntas? ¿Quieres cambiar conmigo de oficio?” Decidiste molestarlo un poco, ignorando fuertemente la manera en la que sus facciones se iluminaron por tu respuesta.
“¿Entonces por qué me tratás así, dulzura?” Observó cómo tomabas un sorbo lento de tu bebida, siguiendo la manera en la que tu lengua trazaba la comisura de tus labios para limpiar el líquido grueso.
“¿Así como?” Te encogiste de hombros inocentemente, haciendo reír al hombre frente tuyo. “Te trato igual que a todos los pilotos, no entiendo el problema.”
“Ese es el problema,” Esteban explicó suavemente, dejando su taza a un lado. “No sé cómo más te puedo hacer entender, vos me tenés loco.”
Eras lo único que no se relacionaba directamente con el mundo de los motorsports que vivía en su mente. Podía ser un poco obsesivo, pero así era con todo en esta vida. No iba a parar hasta conseguirte, como todo en esta vida, de igual manera.
Parpadeaste repetidas veces, copiando su acción y dejando tu taza de lado. “No,” A tu negación, abrió la boca, sorprendido. Se te había declarado, ¿qué significaba ese ‘no’? “Me tratas igual que a todas las otras reporteras mujeres, y yo te trato igual que los otros pilotos.”
Ouch.
¿Tan mala reputación tenía?
“No, muñeca, mira,” Empezó a explicarse. Su voz nunca mostró ningún indicio de molestia; todo lo contrario, era paciente, palabras cuidadosas. “No lo entendés. Si te fijás, yo no he vuelto a hacer nada parecido con nadie desde que nos conocimos. Yo soy que pido que me entrevistes cuando somos solo nosotros, yo siempre he querido saber de vos. Tú simplemente me has apartado siempre.”
Ya entendías cómo se sentían los pilotos cuando presionabas por una respuesta, haciéndolos realmente pensar. Karma.
“Nunca lo vi así, lo siento.” Admitiste, tomando un largo sorbo del chocolate caliente, con temor de volver a mirarlo a los ojos.
Sentiste su mano en tu mentón, haciéndote levantar la mirada. “¿Por qué te disculpás?” Preguntó con sinceridad con una sonrisa que solo se agrandó al ver como te sonrojaste de nuevo. La muralla que habías constituido diligentemente para sobrevivir en un campo dominado por hombres machistas había sido derrumbada, o por lo menos, Esteban logró adivinar la contraseña y pasar por la puerta que habías construido por si acaso.
Luego de ese momento, cualquier pregunta que te hacía, respondías con elaborada sinceridad. Se tomó dos cafés más y tú decidiste aflojar tus rígidas convicciones por un momento para ordenar un frappé, compartieron un pedazo de cheesecake con la promesa de que lo acompañaras a jugar pádel luego de que se acabara en fin de semana del Grand Prix y antes de ambos tener que partir hacia el siguiente destino en el calendario.
Y así encontraste un lugar dentro de su mundo, a su lado. Pasaron una parte de las vacaciones de Agosto juntos, fuera del ojo público. Muy poca gente conocía de su relación hasta cuando se había vuelto oficial, a petición tuya para evitar el escrutinio de tu trabajo y subsecuentemente, el de otras mujeres en el área.
El tiempo iba igual de rápido que el auto de novio, y para Abu Dhabi tenían varios meses saliendo. Todo quedaba puesto en ese fin de semana, solamente con quedar en algún lugar del top 10 tu novio era campeón del mundo de la Fórmula Uno.
“Señorita,” Interrumpieron tu sesión pre-entrevista que ahora llevabas rutinariamente, últimamente en el hospitality de Red Bull. Llevabas un vestido blanco como acostumbraban todas las WAGs para la última carrera de la temporada. Aún así, su relación no era de conocimiento público. “Esteban quiere que pase por su cuarto.”
Extrañada, te levantaste de tu asiento, recogiendo tus cosas para hacer la corta caminata hacia donde se encontraba. Estaba sentando en el pequeño sillón que apenas acoplaba la longitud de su cuerpo, mirando al techo.
“Amor, ¿todo bien?” Preguntaste sinceramente, un poco preocupada. Era una ley de oro no molestarlo antes de una carrera, entonces consideraste que mínimo se estaba volviendo loco o se sentía mal.
“Si,” Respondió rápidamente, sentándose para dejarte espacio en el mueble. Tomaste la pista para sentarte a su lado, dejando primero tus cosas en la pequeña mesa llena de driver cards que había terminado de firmar. Ya junto a él, observaste cómo extendía sus brazos para recoger una caja relativamente pesada del suelo.
“¿Para mí?” Preguntaste con el ceño fruncido, tomando el presente. Se supone que era él quien debía estar recibiendo regalos en un día tan especial en su carrera. Con cuidado, abriste la caja, despegando el pequeño sticker circular que mantenía el papel crepé cubriendo delicadamente la pieza.
“No entiendo.” Parpadeaste, levantando la chaqueta para una profunda examinación, la manera en la que estaba perfectamente doblada se deshizo por el movimiento. Azul marino, rojo y amarillo resaltaban en lo que reconociste luego de dos segundos como una chaqueta vintage del equipo de tu novio.
“Quiero que la uses hoy.” Volteaste a ver a Esteban con una ceja levantada antes de doblar la ropa en dos y ponerla hacia un lado.
“Amor, sabes muy bien que tengo que permanecer imparcial; no puedo usar eso,” Le explicaste apenada, y por un minuto pensaste que el te estaba jugando una simple broma, esperando voltear a ver esa sonrisa que en un principio te molestaba pero que desde hace meses te derretía.
“No, no debés,” Te corrigió simple y llanamente, su mano reposando en tu muslo.
“Literalmente tiene tu número en el dorsal. Pensé que no querías que nadie supiera de lo nuestro.” Intentaste generar una excusa, esta vez aún más válida que la anterior. Habían llegado a tal acuerdo con el propósito de protegerte, y no veías ninguna razón para que este no fuera el caso aún.
“¿Y si ya no quiero eso?”
Su pregunta te hizo tragar en seco, sin poder apartar tu mirada de la suya. Ni notaste cuando su mano se deslizó debajo de la suave tela de tu vestido, su pulgar dibujando gentiles círculos en tu piel.
Aquí te podías dar cuenta como la palabra saciedad no estaba en el diccionario de Esteban. Ya te tenía a ti como lo había planeado, pero en su mente, eso no era suficiente. El reto de conquistarte se había esfumado hace rato, pero el seguía corriendo dentro de su monoplaza hasta encontrar un nuevo objetivo.
“No me gusta como los otros pilotos te insinúan que deberías ser de sus equipos.” Era la primera vez que oías la queja, cejas fruncidas por un momento antes de que se inclinara a besar tu cuello mientras su mano se movía centímetros más cerca de la piel suave de tu muslo interno.
“Puedes mantenerte neutral por el resto de tu vida,” Siguió su discurso, sus nudillos acariciando tu centro, aún cubierto por la fina tela de tu ropa interior. “Pero cuando yo corro para un equipo, lo apoyás también. ¿Entendido?”
Las palabras se te quedaron estancadas en la parte de atrás de tu garganta junto con el aire que debería salir por tu nariz.
“¿Qué pasa?” Su voz era tierna, pero por la manera en la que uno de sus dedos apartaba la barrera que había entre tu centro— creciendo en humedad— y su deseo por convencerte de aceptar su regalo.
“Háblame, amor.” Insistió con una sonrisa dulce mientras su pulgar trazaba una línea desde ese punto más sensible hacia tu entrada. Solamente pudiste soltar un quejido, acomodándote para brindarle mejor acceso. Lo que te trajo a la realidad fue uno de sus dígitos adentrándose en tus cálidas paredes, una mano cubriendo tus labios para ahogar el gemido que salió de ellos.
Con una mirada y su otra mano apartando la tuya sabías que no te quedaba más que responder y pronto. Él nunca había sido demasiado duro contigo en cuanto a la desobediencia en la cama, menos cuando te pasabas de lista.
“Gracias por el regalo amor, pero…” Intentaste ir por la ruta más sensata, lo que te decía el poco de materia gris que quedaba intacta y no derritiéndose por la manera en la que su dedo se movía dentro tuyo.
“No te pedí peros,” Esteban reprochó, su cara tomando el mismo color que el que tus cachetes portaban. La diferencia es que se encontraba frustrado, contrario a ti que te hallabas sumida en el placer. Sin ninguna resistencia añadió otro dedo a la combinación, su ritmo era tan rápido como el de su monoplaza.
No podías más, si seguía así no ibas a aguantar. “Kuku, por favor,” Tu gemido se mezcló con un sollozo, notando como bajaba y subía de velocidad para dejarte justo en el borde.
“Respondé bien y lo pienso.” Esteban sentía la presión contra la entrepierna de su race suit, pero sabía que no tenían suficiente tiempo. Y la verdad, él no tenía tanta paciencia tampoco.
Pero él no podía parar. No hasta tener la respuesta que quería.
“¡Sí, lo voy a usar!” Finalmente lograste formular una oración coherente, sintiéndote aliviada en la manera en la que sus facciones se relajaron visiblemente.
“¿La noche entera?” Esteban preguntó mientras el ritmo volvía a incrementar considerablemente, tu orgasmo reposando en tu abdomen inferior.
Dijiste un sí con la cabeza, observando como se acercaba para que sus labios succionaran la piel de tu hombro a la misma vez que sus dientes mordían la pequeña área. El dolor placentero fue el detonante, intentando cubrir lo que usualmente eran gemidos escandalosos.
“Parece que te dejé una marquita y no puedes salir así en cámara, te tocará usar tu nueva chaqueta.” Sonrió inocentemente, sacando su mano para limpiarla con su lengua sin romper contacto visual.
“¿Vos sos mía, entendido?” Estableció luego de que había terminado de limpiarse, y tu asentiste, sonrojada. Observaste como se levantó y tomó tu mano para ayudarte a hacer lo mismo.
Ya dada la sesión por terminada, fuiste a arreglarte al diminuto espejo reposando contra la pared y encima del escritorio. Cuando te volteaste para irte, lo encuentras con la chaqueta en la mano, el pequeño movimiento de su cabeza indicando que te pusieras con la espalda frente a él.
Colocó la chaqueta sobre tus hombros con delicadeza, evitando que al ponerte la pieza se dañara la forma en la que portabas el vestido blanco.
“Y yo soy tuyo.” Murmuró antes de presionar un beso justo por debajo de tu lóbulo.
“Te amo mi campeón, ¿sabías?” Diste una vuelta en tus tacones para mirarlo, tomando sus manos gentilmente. El nombre que era puro chiste o una manera de molestarlo hoy se convertía en cruda realidad.
“Yo más,” Apartó un mechón de tu cara, ajustando el collar Van Cleef que te había regalado— y que aceptaste luego de un convencimiento similar al que habías vivido hace par de minutos.
“Por eso quiero que todo el mundo sepa que eres mía.”
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kani-miso · 6 months
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nothing bad will happen to them
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heavily inspired by @officialesmilgram !!!
check her out !!
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esteemed-excellency · 5 months
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short-wooloo · 4 months
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good-beanswrites · 4 months
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A little something featuring Fuuta and Es after talking about their criminal lack of interaction in fanworks with @waivyjellyfish ! You had such awesome ideas (a few of which I'm still bouncing around in my head to post at some point,) but this one ended up taking over my brain -- I hope you enjoy 😅 Attempting to answer the widely-debated question:
“Oi, why didn’t you hit me?”
Es looked up from their paperwork.
“Prisoner number three. Most people are glad when they’re not struck.”
“Well, I’m not.” 
Es usually left the door open at this hour, in case anyone had any last-minute complaints before curfew. No one usually took them up on the offer. They figured that if there was any prisoner they could count on to complain, it would be Fuuta marching through their door.
“You hit all the other guys. You even hit some of the girls that were giving you trouble. So what? You think I’m too weak? You think I can’t take it?” Fuuta spread his arms. “I can, so show me what you’ve got!”
Es sighed. They put down their pen. They folded their gloved hands together, resting their chin on top. “Fuuta, I’m not going to hit you.”
“Why not?”
“As of right now, I have no reason to. If you’re referring to the interrogations…”
They reflected on the first one they'd shared with him. To be fair, the thought had crossed their mind. It would have been satisfying to give this rowdy prisoner a taste of his own medicine – striking him after such a dramatic charge at them. But Es was always good at reading people. It didn’t take them long to understand Fuuta was the type to lash out first and ask questions later. In fact, that was likely what had landed him in Milgram in the first place. 
Although Es knew they weren’t here to do any reformation, they wanted to try to show these prisoners where they’d gone wrong. So, they resolved to act as the bigger person. They’d prove that senseless violence was just that. By keeping their composure, they’d show Fuuta just how childish he was being. 
That wasn’t my only reason. I guess that's true, my actions weren’t all purely righteous. I still spent the entire time looking for ways to make him squirm… But it wasn’t all cruelty. I really did want to understand. I wanted to help. That counts for something, right?
Es never struck the prisoners out of anger, or as a petty show of power. It was a way to force the prisoner to mind their ego. When they’d gotten a bit too full of themselves, a bit too comfortable with the awful deed they’d committed, Es’ blow encouraged them to feel a bit more humility and guilt. 
By the time the second trial arrived, Fuuta oozed guilt. 
The moment Es entered the interrogation room, it was clear that he needed no lesson in humility. He hugged his arms to his chest. His remaining eye darted around the room in thinly-veiled hysteria. His voice trembled when he spoke. It didn’t require any people-reading skills to hear the remorse that underlaid all of his accusations and threats.
Hitting the others felt like giving a dog a tap on the nose after breaking a rule. Meanwhile, Fuuta snapped and snarled like a stray who’d been kicked time and time again.
Of course, he could never know any of this. Any way Es phrased it, Fuuta would misunderstand it as pity.
Well, wasn’t it? I thought he looked like a kicked puppy – that sounds a lot like pity. No, it was out of respect. Does that mean I didn’t respect the prisoners I did hit? No. I respected them too. Then, what’s the difference?
Fuuta was still staring at them, asking the very same question. What’s the difference?
“Each of Milgram’s prisoners is unique.” 
They were met with an unimpressed glare.
Es chose their words carefully. “Each one responds best to a variety of treatments. Some need attention to be comfortable, while others need time. Some need validation in order to confess. Others, a bit of debate does the trick. Some need a show of force. You –” remind me too much of myself  “– require something else. I’ve learned to change my approach depending on the person I’m dealing with.”
Fuuta’s features flashed with confusion, then shame, then his usual mask of anger. “Tch. How pathetic.”
“Excuse me?”
“So you just change your personality when it’s convenient? You put up fake smiles and fake attitude? Have some balls and just be yourself.”
Es was caught by surprise. “... I am. Those are all pieces of myself. I choose to bring out different parts when it would be most helpful.” 
“Sounds manipulative as hell to me.” 
It makes sense he doesn’t understand. He’s a very clear-cut person, with every aspect of his personality lining up in a way that makes sense. I find that predictability fun. Or, is it something that I envy? Could it be both?
They had no time to dwell on it, as Fuuta was struck with an idea. “Though, if you can do it on command, why don’t you give me the ‘you’ that wants to hit someone?” 
He spread his arms once more, hands gesturing to his chest. Es pretended not to notice him wince. They remained in their seat. 
“What are you waiting for? Hit me!” 
“I will not.”
“You just said you can change your personality on a whim, so let’s see it!” 
“That is not what I said.”
His good eye began to look frenzied. He raised his voice. “You scared? The big bad warden of Milgram, nothing but a big coward!”
“Stop this. You’re acting childish.”
“No! You’re treating me childishly! Let me see the Es that kicked Shidou! The one that slapped Kazui! Treat me like you treated them!”
“I hit them because they said something stupid. They deserved it.”
“Are you fucking kidding? I deserve it too! I deserve it! Come on!”
At the last word, his voice broke. He stumbled to his knees. He let his head drop. He sucked in strained breath after strained breath. Shidou would surely give him a lecture about getting so worked up with his injuries. 
Es finally stood.
They made their way around the desk. They knelt on the floor in front of him. 
“Why?” he wheezed. “Tell me…”
“Fuuta.” 
Should I just go ahead and do it, just to make him happy? No, I want to talk it out. But what do even I say? I'll tell him that I care. I can’t. None of the prisoners understand that I care. Why? Why is it so hard for them to see? I’m trying my best, why can’t they see? 
Es extended their hand carefully. They didn’t know what they hoped to accomplish, but in that moment their thoughts were too loud and conflicting. They needed to do something.
Fuuta saw the gentle intention, and immediately raised his own hand to strike. It froze midair, though whether it was from Milgram’s restrictions or his own hesitation, Es would never know.
Neither of their gestures connected.
Footsteps. Then Yuno’s voice, hesitantly from the doorway. “We heard shouting, is everything alright in here?”
Es retracted their hand.  A beat. Fuuta dropped his, too. 
“Yuno. Yes, we’re fine. Fuuta was just heading to bed. I’m going to walk him to his cell.”
“I can handle myself.”
“I said, I’m going to walk him to his cell.” 
Es stood, nodding to Yuno. When she’d gone, they turned their attention back to the prisoner crumpled on the ground. They made an effort to quiet their ever-racing thoughts. 
“Listen. I know you can handle yourself. I’m not doing this because I think you’re weak. You’re strong. Don’t think for a moment that I don’t see that.”
They held out their arm to help him up. He didn’t move.
“Sometimes you are a bit too strong, if you ask me. I mean, picking fights with your prison warden, really?” They clicked their tongue. “You should be grateful for a superior that gives you second chances.”
At last, Fuuta  took their hand. He avoided meeting their eyes, but his voice had softened considerably from his rant. “The only thing you give me is a headache.”
Es offered a dry smile as they pulled him to his feet. “The feeling is mutual.”
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